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AL LECTOR

Con el título de El e9piritimo en 31 mun-


do. La iniciación y las fuerzas ocultas en la
India l en todos los ~los de la antigüe-
dad, escribió Luis Jacolliot, a mediados del
pasado siglo, un interesantísimo y poco cono-
cido libro en el que dió cuenta de sus observa-
ciones pens&nales sobre los temas más arri-
ba •enunciados. De su obra, dividida en cua-
tro partes completaniente independientes en-
tre sí, &ólo reproducimos aquí la última, por
ser la que niá,s se ajusta a la índole de esta
Biblioteca. Tiene esta relación el sugestivo en-
canto de lo vivido. El autor, por su propia
voluntad, se limita a narrar los hechos de
que ha sido espectador, sin pronunciarse en
pro ni en contra de tal o cual interpretación
8 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

de los fenómenos que, estupefacto, presenció.


No ha hecho, según declara, un tratado doc-
trinario, ni una obra de crítica.
Oigamos sus palabras:
«Antes de comenzar el relato de los fe-
nómenos y manifestaciones exteriores, por las
que los hindús pretenden probar que están
en posesión del poder oculto, poder que es
consecuencia lógica de su creencia religiosa
en la intervención de los espíritus en el uni-
verso, queremos salvar nuestra responsabilidad
personal.
Nada absolutamente afiñm1amos sobre la ma-
yoría de krn extraños iieclíos que vamos a
relatar. Habilidad que una larga prácticapro-
porciona, charlatanería, alucinación incluso, to-
dG puede concurrir a explicarlos; pero in
embargo, para ser Ín0p4rcial y verídico, debo
declarar que a pesar del severísimo control
a que los fakires e iniciados se han prestado
siempre voluntariamente, jamás hemos logra-
do sorprender a uno solo en flagrante delito
de superchería, lo cual, lo reconocemos, no
es una prueba irrefutable de su buena fe.
El misionero Ilue, que ha sido testigo de
LUIS JACOLLIOT 9

algunos de estos fenómenos en el Thibet, tam-


poco ha podido sorprender e1 secreto.
Hemos de confesar que ni en la India, ni
en Oi1án, hemos conocido un solo europeo,
ni aún entre los más antiguos residentes en
el país, que haya podido indicarnos qué me-
dios emplean los fakires para la producción
de estos fenómenos.
¿Quire ésto decir que creemos en la in-
tervención de los invisibles?...
No soy un adepto del epiritimo; pero,
si consideramos que el hombre, en su igno-
rancia, apenas tiene el derecho de negar, de-
bemos añadir, por otra parte, que la afirma-
ción científica no debe producirse sino des-
pués de un detenido examen, basado en prue-
bas contradictorias.
Hay, sin embargo, ciertos fenómenos que nos
inducirían a atribuirlos a fuerzas naturales
cuyas leyes no conoce el hombre todavía.
No somos, ni podemos ser, una autoridad
en la materia... Pera cada vez que vemos
que el desdén o la ironía ataca al ilustre Wi-
lliam Crookes, miembro de la Sociedad Real
de. Londres, a causa de los estudios a que e
entrega para llegar a descubrir estas leyes,
10 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

involuntariamente recordamos las siguientes pa-


labras de Galvani, a quien el mundo occi-
dental (1) debe las primeras exp&iencias so-
bre la electricidad:

Dos categorías ¿le personas diferentes me


atacan: ''los sabios y los ignorantes. Ambas
mIe ridJiCuli*1Q / me tratan de «Maestro de
baile de las ranas». Sin embargo, yo creo
haber descubierto una de las más grandas
fuerzas de la naturaleza.
.Los fenómeno, de que vamos a dar cuen-
ta pertenecen a las tres categorías siguien-
tes
1.Q Hechos y fenómenos de manifestacio-
nes exteriores, obtenidos por una fuerza es-
pirita y más frecuentemente, con ayuda de
objetos materiales.
2.º Hechos de orden magnético y sonam-
billico.
3Q Fenómenos de evocaciones y de apari-
ciones y de aportas de objetos materiales por
los espíritus.
La primera categoría es de control en apa-

II) La India conoció este flúido desde la más remota antigüedad.


LUIS JACOLLIOT 11
riencia fácil y diremos lo que, en la medida de
lo posible, hemos hecho, sin formular, sin em-
bargo, ninguna opinión sobre sus causas.
En cuanto a la última, la habríams su-
primido de este libro, por no prestarse al
examen científico, si no hubiéramos recordado
que, en la antigijedad, todas las religiones
con el cristianismo a la cabeza, habían com-
prendido estos fenómenos en sus misterios y
milagros; por ello, hemos pensado que hay, por
lo menos, un interés de curiosidad histórica
en revelar la naturaleza de estas prácticas
singulares —todavía en uso en la India,—des-
tinadas a influir sobre el espíritu de las ma-
sas y que fueron la base de todas las supers-
ticiones antiguas ».
CAPITULO PRIMERO

LOS INICIADOS EN POSESION


DEL LLAMADO PODER
OCULTO
Para pasar por los diferentes grados de ini-
ciación, se impone a, los novicios una larga
vida de oraciones, de maceraciones, de ablu-
ciones y de ayunos.
Los iniciados poseen poderes más o menos
extensos, según la clase a que pertenecen.
La primera categoría de los iniciadas coin-
prende:
1.9 Los grihasta.
2.Q Los purohita.
3.Q Los fakires.
Los grihata, o padres de familia, no aban-
donan el mundo y son el lazo nidiador en-
tre el templo y el pueblo. Les está formal-
14 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

mente prohibida toda manifestación de fenó-


menos exteriores; sólo tienen el derecho y el
deber de evocar en un lugar secreto de su
casa, consagrado a este uso, las almas de
sus antepasados, y en su árbol genealógico
únicamente, para recibir las enseñanzas que de-
ben guiarles en su vida terrestre.
Los purohitas, o sacerdotes del culto vul-
gar, son llamados a todas las ceremonias de
familia, evocan los espíritus familiares, ex-
pulsan los malos, formulan los horóscopos, pre-
siden los nacimientos, los matrimonios, lo fu-
nerales; realizan tdcs los fenómenos de pre-
sagio feliz o desgraciado e intervienen en to-
dos los casos de exaltación y posesión para
librar al sujeto de las influencias malignas.
No salen del terreno religioso.
Los fakires-encantadores son los encargados
de pedir limosna para los templos; recorren las
ciudades y las aldeas, produciendo a voluntad
los más extraños hechos, contrarios, en apa-
riencia, a lo que hemos convenido en llamar
reyes naturales; ayudados por los espíritus que
asisten a todas sus operaciones, según pre-
tenden, tienen también autorización y poder
para evocarlos,
LUIS JACOLLI0T 15
La segunda clase comprende:

LOS sannyassis.

La tercera:

1.Q Los nirvanys.


2.º Los yoguis.

En estos dos grados superiores, el poder de


los iniciados es de la misma naturaleza, pero
aumentando su extensión. Tienen la preten-
sión de haber sometido a su voluntad el mun-
do visible e invisible y no realizan sus :ma-
nifestaciones sobrenaturales sino en el inte-
rior de los templos, y, en casos rarísimos, en
los palacios de los rajahs y otros poderosos per-
sonajes de la India.
A creerles, el tiempo, el espacio, la pesan-
tez, La vida misma nada son para ellos; gozan
de la facultad de abandonar su envoltura mor-
tal y recobrarla; gobiernan los elementos, tras-
portan las montaflas y secan los ríos.
Sobre este punto, la imaginación oriental,
que no conoce obstáculos, despliega toda su
fantasía y estos iluminados son mirados en la
India como dioses.
16 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

Existe, como se ve, una organización coni-


phta, destinada, apoyándose sobre las castas,
a mantener un estado social enteramcntesa-
cerdotal.
Se dice que en los santuarios subterráneos
de las pagodas, estos diversos iniciados están
sometidos durante largos afios a un método de
entrenamiento, que, nidificando su organis-
mo desde el punto de vista fisiológico, au-
menta considerablemente la producción de su
flúido puro, que llaman agasa. No IIOS ha
sido posible informarnos sobre estas prácticas
ocultas.
Es con los fakires, especialmente, con quienes
vamos a estudiar estas diferentes fenónTeno.
CAPITULO II

AGASA

A fin de hacernos comprender en un punto


en que todavía no existe un modo de hablar
aceptado por todos, digamos qué entendemos
por las palabras fuerza espírita. (1)
Por fuerza espírita entendemos la alianza
de la inteligencia y de las fuerzas físicas para
obrar sobre los objetos inanimados, sin pre-
juzgar la causa que hace obrar a esta fuerza.
El sentido de estas palabras n& puede ser
exactamente el que en general se le confiere;
apresurémonos a decir que sólo nos servimos

(1) Tengamos presente, en este como en otros casos, que este


libre lué escrito en 1866, en los albores del espiritismo científico.
Más adelante, justificándose, lo hace notar su autor.—N. del T.
18 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA.

de ellas para clasificar los fenómenos que va-


mos a relatar y que los términos de esta cali-
ficación corresponden con exactitud a los que
emplean los hindús.
La causa suprema de todos los fenóneno
es, según los brahamanes, el flúido puro aga-
sa o flúido vital, que, esparcido por toda la
Naturaleza, pone en comun'icació,n todos los
seres animados o inanimados, visibles o in-
visibles. El calor, la electricidad, todas las
fuerzas naturales, en una palabra, no son más
que estados particulares de este flúido.
El sér que posee mayor suma de esta fuerza
vital, adquiere un poder proporcional sobre
los seres animados menos bien dotados, y sobre
los inanimados. Los espíritus mismos son sen-
sibles a la comunicación establecida por el
flúido universal y pueden poner su poder al
servicio de aquellos que poseen fuerza sufi-
ciente para evocarlos.
Para algunos brahamanes, agasa es el pen-
samiento actuante del alma universal, diri-
giendo todas las almas, que estarían entre sí
en constante comunicación, si la grosera en-
voltura del cuerpo no se opusiese en cierto
modo. Cuanto más el alma se desprende de
LUIS JAÇOLLIOT 19
su ropaje por la contemplación, más sensible
se hace a la corriente universal que une todos
los seres visibles e invisibles.
Tal es la teoría hindú, que nos limitamos a
exponer sin salir de nuestro estricto papel de
traductores.
CAPITULO III

LOS FAKIRES - ENCANTADORES

No hay un europeo que no haya oído ha-


blar de la habilidad extraordinaria de los fa-
kirs indios, a los que se designa vulgarmente
con los nombres de encantadores o juglares.
Pretenden estar investidos de un poder so-
brenatural; esta es la creencia de todos los
pueblos de Asia.
A los relatos de sus hechos se contesta ordi-
nariamente en nuestro país: Los prestidigi-
tadores saben hacer lo mismo.
Para que el lector pueda por sí mismo apre-
ciar el fundamento de esta opinión, nos pa-
rece indispensable indicar cómo operan los fa-
LUIS JACOLLI0P 21
kires. Son hechos que ningún viajero podrá
contradecir.
1.2 Los fakires no dan representaciones pú-
blicas en lugares en que la reunión de varios
centenares de personas hace imposible todo con-
trol.
2.2 No van acompañados de ningún au-
xiliar o compinche.
3.2 Se presentan en el interior de las ca-
sas c.*mpletwnnte derniudos, no llevando, por
pudor, más que un pedacito de tela, algo más
grande que la mano.
4.Q No conocen los cubiletes, ni los sacos
encantados, ni las cajas de doble fondo, ni las
mesas preparadas, ni ninguno de los mil y un
objetos necesarios a nuestros escamoteadores
europeos.
5•Q No llevan consigo absolutamente nada
más que una pequeña batuta de bambú jo-
ven, de siete nudos, gruesa como un portaplu-
mas, que tienen en la nano derecha, y un
silbato de unas tres pulgadas que sujetan a
un mechón de sus largos cabellos, pues no
usando vestidos, y por lo tanto, careciendo de
bolsillos, se verían obligadas a tenerlo siem-
pre en la mano.
2
22 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

6.0 A voluntad de la persona en cuya casa


se presentan, operan sentados o de pie, sobre
la estera de la sala, sobre las losas de rnárniI,
de granito o de estuco de la veranda, o sobre
la tierra del jardín.
7.Q Cuando tiene necesidad de un sujeto
para desarrollar sus fenómenos de iagnetis-
mo y de sonambulismo, aceptan a cualquiera
de vuestros criados, que vosotros misrns le
indicáis, operando con la misniia facilidad con
un europeo, si quiere prestarse a ello.
8.º
S.º Si Im es necesario un o&jto cualquiera,
instrumento de rnúsica, bastón, papel, lápiz,
etc., os ruegan que se lo prestéis.
.9.Q Vuelven a empezar sus experiencias a
vuestra vista tantas veces como queráis, para
que podáis controlarlas a vuestras anchas.
10.Q Por último, jans os piden salario, li-
mitándose a aceptar la limosna que les ofre-
céis para el templo de que dependen.
Durante los largos años que he recorrido
la India en todos sentidos, jaii-s he visto un
solo fakir que hayas tratado de eludir una
sola de estas prescripciones.
Séanos permitido preguntar si el más fa-
moso de nuestros escamoteadores consentiría
LUIS ¿ACOLLIOT 23
en privarse de sus accesorios y operar en las
mismas circunstancias.
La respuesta no 'sería dudosa.
,
Sin determinar nada sobre las causas los
medios, nos limitamos a consignar los hechos.
CAPITULO IV

LA DANZA DE LAS HOJAS

Sin orden recogemos los hechos que hemos


observado, tal como aparecen en nuestras no-
tas, limitándonos a agruparlas según las di-
visiones que hemos adoptado para hacer más
clara la clasificación hindú.
A lo que nosotros llamamos fuerza espí rita,
llaman los indios arta- ahancarasya, o fuerza
del yo.

Hacia ya varios años que vivía en Pon-


dichery, cuando una mañana, entre once y
LUIS JACOLLIOT 25
once y media, mi «dohachy» —ayuda de cá-
mra,—vino a decirme que un fakir deseaba
hacerme una visita.
Yo había dejado Europa sin tener la menor
idea de los fenómenos que los espiritistas atri-
buían a sus indiums. Ignorabas hasta los prin-
cipios en que se basa esta fe, que yo creía nue-
va y que hoy sé que es tan antigua como 1ds
templos de la India, Caldea y Egipto, que to-
das las religiones han comenzado por la creen-
cia en los espíritus, y en sus manifestaciones
exteriores, que son la fuente de la pretendida
revelación celeste. Ni siquiera había visto un
simple velador moverse bajo la imposición de
las manos; las exageraciones de creencia en
los invisibles con que los adeptos convenci-
dos acompañaban siempre sus relatos, se pa-
recían tantoi a los éxtasis, a las apariciones mis-
teriosas y a todo el arsenal del catolicismo, que
no se me había podido ocurrir, a m4, racional-
¿a empedernido, corno aún soy, la idea de
asistir a las experiencias que con verdadera pa-
sión se celebraban en todas partes.
En cuanto a los fakires indios, los conside-
raba simples prestidigitadores y los hacía des-
pedir cada vez que se presentaban.
26 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

Sin embargo, oyendo sin cesar hablar de su


habilidad maravillosa, empezaba a sentir cu-
riosidad de saber a qué atenerme.
El hindú había sido introducido y me dirigí
a su encuentro, a una de las terrazas interio-
res de mi casa.
Me impresionó su delgadez. Tenía el ros-
tro descarnado de un asceta, y sus ojos, que
parecían medio extintos, me dieron la sensa-
ción que alguna vez he experimentado al mii-
rar los ojos glaucos e inmóviles de los grandes
escualos del Océano.
Mientras me esperaba, se había sentado so-
bre las losas de iiiármiol.
Desde que me vió, se levantó lentamente,
e inclinándose, con las dos manos sobre la
frente, me dije:
—Saranai aya (te saludo respetuosamente,
señor); yo soy alvanadin-Odear, hijo de Ca-
nagarayen-Odear. Que el inmortal Vishnú vele
por ti.
—Salam (1), Salvanadin-Odear, hijo de Ca-

(t Estas dos expresiones, Saranai ySalam, se emplean Indife-


rentemente entre hindús de la niisnia casta; entre hindús de castas
diferentes, ebio el que pertenece a la más çlevada tiene derecho ;J
8aajiaI.
LUIS JAC0LLIOT 27
nagarayn-Odear; que puedas morir en las
orillas sagradas del Tircangy y que ésta sea
tu última transformación. (1)
—El gurú (maestro) de la pagoda agoda -proi-
-prosi-
guió el hindú,—me dijo esta mafiana: Vete
guié
a espigar al azar, como los pájaros sobre los
arrozales. Y Ganesa, el Dios que protege a los
viajeras, me ha conducido a tu vivienda.
—Sé bienvenido.
—Qué deseas de mí?
—Se dice que tienes la facultad de comunicar
el movimiento a los cuerpos inertes, sin ne-
cesidad de tocarlos; tengo deseos de vete
ejecutar esta maravilla.
—Salvanadin-Odear no tiene este poder; él
evoca a los espíritus, y éstos vienen a prestarle
su auxilio.
—Pues bien; que Salvanadin-Odear evoque
a los espíritus y me muestre su poder.
Apenas hube dicho astas palabras, el fakir
se sentó de nuevo sobre las losas, colocando
entre sus piernas cruzadas el bastón de siete
nudos.

W El Trcangy es un río del sur del Indostán, cerca deVllmoor,


tan sagrado como el Qanges.
28 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

Me rogó que mi criado le trajera siete po-


tes pequeños llenos de tierra, siete delgados
trozos de madera de dos dodos de largo y
siete hojas arrancadas de cualquier árbol..
Cuando le trajeron los objetos pedidos, sin
siquiera tocarlos, los hizo colocar en 1ína
horizontal a unos dos metros de su brazo ex-
tendido; ordenó a mi criado que hundiera
uno de log pedacitos de madera en cada pote y
que hiciera pasar por cada uno de los trozos de
madera una hoja de árbol agujereada por la
mitad.
Cada hoja descendió a lo largo del palito y
descansó sobre Im bordes del pote, a modo
de cubierta. Hecho esto el fakir elevó sobre su
cabeza las manos juntas y le oí pronunciar dis-
tintamente, en lengua tamul, la siguiente invo-
cación:
«Que todas las potencias que velan sobre el
principio de vida (Kchetradjna) y sobre el
principio de la materia (butatoma), me, prote-
jan contra la cólera de los pisatchas (espí-
ritus malos), y que el espíritu que tiene tres
formas (mahatatridandi-la trinidad) no me en-
tregue a la venganza de Yama»..
Al terminar, extendió las manos en la di-
LUIS JACOLL.IOT 29

rección de los potes y quedó inmóvil, como en


éxtasis. De vez en cuando sis labios se agi-
taban como si continuase una invocación ocul-
ta, pero a mis oídos no llegaba ningún sonido.
Yo seguía toda la escena con indecible cu-
riosidad, la sonrisa en los labios.
De pronto me pareció que un ligero viento
agitaba dulcemente mis cabellos y acariciaba
ini rostro, como esas ráfagas de brisa que cir-
culan bajo los trópicos, a la caída de la tarde.
Y sin embargo, las grandes cortinas de paja
que cubrían los espacios vacíos entre las co-
lunmas de la veranda, permanecían iniió-
viles.
Creí en un error de sensación, pero el fe-
nómeno se renovÓ varias veces seguidas.
Había transcurrido aproximadamente un
cuarto de hora in que el fakir hubiese cam-
biado su posición, las hojas de higuera comen-
zaron a subir y bajar insensiblemente a lo
largo de 1GS trozos de madera que las nantenían
cautivas.
Me acerqué y con viva atención seguí el
movimiento de las hojas. No sin cierta emo-
ción, lo confieso, comprobé la ausencia de todo
30 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

lazo de comunicación visible entre el fakir


y las hojas.
Pasé y repasé varias veces por el espacio que
le separaiba de los potes de tierra y ninguna
interrupción se produjo en la ascensión y des-
censo de las hojas.
Habiendo pedido, entonces, inspeccionar eJ
aparato, cosa que me concedió sin vacilación,
levanté las hojas y las maderas y vacié en
el suelo toda la tierra contenida en los recipien-
te. Luego, llamé al cocinero, me hice traer
siete copas y nueva tierra y arranqué otraas
siete hojas. Por mí mismo partí tina caña
de bambú en siete pedazos y arreglé todo como
antes, colocando las copas. a unos cuatro metros
de distancia del fakir, que. había contdmla-.
do La operación isin hacer reflexiones, ni m-
verse.
—¿Crees—le dije,—que bis espíritus que te
asisten pueden continuar operando ahora?
Por toda respuesta, el hindi extendió los bra-
zos como anteriormente había hecho.
Aún no habían pasado cinco minutos, cuan-
do Jas hojas se agitaron de nuevo y recomien-
zaron su movimiento a lo largo de los trozos
de bambú.
LUIS JACOLL1OT 31
Quedé estupefacto y hay que reconocer que
mi asombro estaba justificado.
No me di, sin embargo, por vencido, y des-
pus de preguntar al fakir si las, copas y 1,
tierra eran necesarios para la producción del
fenómeno, a su respuesta negativa hice practicar
Siete agujeros en un madero y fijé en ellos
los pedazos de bambú. Al poco tiempo, los
mismos hechos se reprodujeron con igual re-
gularidad.
Durante dos horas ensayé de veinte ma-
neras diferentes; el resultado fué, siempre idén-
tico.
Pensaba si no me hallaría bajo la influen-
cia de una potente acción magnética, cuando
el fakir me dijo:
-¿No tienes nada que pedir a los invis-ible
antes de que me separe de ellos?
No esperaba esta pregunta, pero como ha-
bía oído decir que los mdiums europeos se
servían de un alfabeto para sus pretendidac.
conversaciones con los espíritus, expliqué eJ
hecho al hindi y le pregunté cómo podría es-
tablecerse la conversación por un medio pa-
recido.
Me respondió textua1nzenk;
32 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

—Pregunta como quieras; las hojas perma-


necerán inmóviles cuando los espíritus no ten-
gan nada que decirte; por el contrario, cuando
quieran hacerte conocer el pensamiento de aque-
llos que las dirigen, las hojas se moverán.
Iba ya a trazar a. toda, prisa un alfabeto pobre
una hoja de papel, cuando se me ocurrió otro
expediente. Poseía un juego de letras y cifras
de cobre, incrustadas en zinc, que me servía
para imprimir mi nombre y un número d
orden en los libros de mi biblioteca; metí re-
vueltas cifras y letras en un saquitq de tela,
y habiendo el fakir recobrado su posición de
evocación, pensé en un amigo muerto hacía
cerca de veinte años y empecé a extraer, uno
por uno, los cuadraditos de zinc, mirando, ca-
da vez que sacaba uno, las hojas, para ob-
servar si se movían.
Catorce dados habían ya salido sin que nada
extraordinario ocurriese, cuando a la aparición
de la letra A las hojas se agitaron, subieron
rápidamente por el bambú y cayeron inmóviles
sobre la plancha a que los trozos de aquél es-
taban sujetos.
No trato de ocultar la emoción que sentí,
viendo esta ascensión de hojas coincidir con
LtJI S JACOLLIOT 33
la aparición de la primera letra del nombre
de mi amigo.
Cuando el saco estuvo vacío, volví a colocar
en él letras y cifras y comencé de nuevo la
operación.
Sucesivamente, letra por letra, cifra por ci-
fra, obtuve la frase siguiente:
Albain Brunier, fallecido en Bourg-en-Bresse.
(Am), 3 enero 1856.
Nombre, fecha, población, todo era exacto;
la sangre me afluía al cerebro al leer y releer
estas palabras. El golpe era tanto irtás rudo,
cuanto que no tenía ninguna idea de este gé-
nero de fenómenos, y no estaba en maner,
alguna preparado para verlos. Tenía necesidad
de hallarme a solas conmigo mismo, de reflexio-
nar libremente y despedí al fakir sin proseguir
aquel día mis observaciones, haciéndole pro-
meter que volvería al siguiente a la misma
hora.
1?ué exacto a la cita.
Repetimos las experiencias de la víspera y
obtuvieron el mismo éxito.
Mi primera emoción, perfectamente compren-
sible en él ambiente en que se había producido,
había desaparecido; pero yo no había dado un
EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

solo paso hacia las creencias en lo maravilloso,


ni en las evocaciones. Me limitaba a formu
1arne a mí nismo esta suposición:
«Si esto no es puro charlatanismo, influencia
magnética o alucinación, que son las causas
que debemos considerar, principalmente, como
orígenes de estos hechos..., tal vez hay aquí
una fuerza natural, cuyas leyes son todavía
desconocidas, que permite a quien la posee
influir sobre los objetos inanimados y traducir
nuestro pensamiento como el telégrafo que po-
ne en comunicación dos voluntades en dos
puntos opuestos del planeta.
Pasé parte de la noche reflexionando sobre
este tema, y después de una primera sesiói
en la que hice reproducir todos los fenómenos
del día precedente, rogué al fakir, que lo
recomenzara y ajusté mi conducta a la supoi-
ción que acababa a mi mismo de formularme.
Mí, pidiendo a 1a' fuerzas de trasmiisión del
fakir que me repitieran la cornunicackn de la
víspera, me dediqué a cambiar, ~talmente, la
ortografía del nombre, pensando intensamente
cada letra, y obtuve la siguiente variante:

Halbin Pruniet, fallecido, etc.


LIJIS 1AC0LLI0T 35
Debo añadir, sin embargo, que habiendo que-
rido hacer cambiar el nombre de la ciudad
y la fecha de la muerte, no pude lograrlo aquel
día y la trasmisión persistió así: Fallecido
en Bourg-en-Bresse (Am), el 3 •de enero de
1856.
Durante quince días hice que me visitase
el fakir, prestándose gustoso a todas mis exi-
gencias; mis experiencias variaron de la ma-
nera siguiente.
Persistiendo en no pasar de la primera tras-
misión que había recibido, quería asegurarme d
una manera Tormal de la pos'ibilidad de in-
fluenciar completamente los diferentes érmi-
nos de dicha comunicación.
Logré que se cambiaran las letras que com-
ponían 'el nombre huta hacerlo desconocido,
y puede asimismo conseguir modificaciones ei
la fecha del día, del mes y Tel año, pero me
fué imposible obtener la menor alteración e
eí nombre de la población, que siempre mt
fué trasmitido:
Bourg-en-Bres8e

De esto deduje—basándome siempre en la


opinión que me había formado, y admitiendo
86 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

que allí hubiese realmente una fuerza natural


que ponía al fakir en relación conmigo y coi
las hojas,—que tal vez no podía yo aislar
suficientemente mi pensamiento de la verda-
dera ortografía de todas las palabras de la
frase.
Varias veces en épocas diferentes y con su-
jetos diferentes, renové las mismas tentati-
vas, sin obtener mejor resultado.
Si por una parte los fenómenos materiales se.
reproducían de una manera constante, por así
decirlo, por otra había, en las traducciones de
pensamientos, variaciones no menos persisten-
tes, que tan pronto eran deseadas por mi vo-
luntad, como parecían opuestas a ella.
En la última sesión que me diá el fakir,
hizo bajar, con una simple pluma de pavo, el
platillo de una balanza, que en el plato opues-
to tenía un paso de ochenta kilos; con sólo la
imposición de las manos, hizo dar vueltas en
el aire a una corona de floree, vagos sonidos
indefinibles vibraron en el espacio y una mano
trazó en el aire caracteres fosforescentes. Ei
aquella época, ni siquiera me ofrecían dudas
tales fenómenos; allí, para mí, no había otra
cosa que pura fantasmagoría. Por esto no en-
LUIS JACOLLIOT 37

cuentro en mis notas el relato completo d


los hechos de esta sesión. Con todo detalle ha-
blaré más adelante, cuando otros fakires los
reprodujeron.
En resumen: jamás advertí la más ligera
superchería en los simples fenómenos mate-
ria1e, añadiendo que todos los sometí al más
severo control.
En cuanto a los hechos psicológicos, apar-
tando toda hipótesis de intervención sobre-
natural y suponiendo, sencillamente, una co-
municación flúidica entre el operador y e.]
asistente, debo declarar que no obtuve nada fijo
e invariable.
Estas fueron mis primeras observaciones en
Pondichery. Mis funcione.s judiciales y la es-
pecialidad de mis estudios sobre la India an-
tigua, no me dejaron tiempo para continuarlos,
sobre todo ante el resultado, afirmátivo, es
cierto, en los fenómenos materiales, pero du-
dosos e inestables en la trasmisión del pen-
samiento entre dos personas despiertas, en una
pretendida comunicación fiñidica.
¿Había, quizás, ocasión de intentar estu-
diar asta fuerza material, admitiendo que exis-
tiese, despojándola del aparato y la teatra-
-3
EL ESPIRITISMO ÉÑ tk INDIA

lidad de que se rodean los encantadores para


impresionar la imaginación de las niaas? Yo n
creí que tal fuese mi misión, ocupado, coma
ya he dicho, por mis deberes profesionales y
mis investigaciones sobre los pueblos primi-
tivos del Asia.
Sin embargo, aún desinteresándome de hecho,
tomé la costumbre, en el curso de mis estu-
dios, de poner aparte todo lo que se refería
la doctrina de los «pitris» (1), o a los secua-
ces de los espíritus, pensando publicar má
tarde todo lo que hubiese hallado sobre tan
extraflo tema, que tal vez apasione al mun-,
do occidental tanto como al viejo mundo asiá-
tico.
Anoté igualmente todos los fenómeno ma-
teriales con que los fakires afirman su pre-
tendida potencia, porque me pareció que el
relato de estos hechos podía servir de corola-
rio a la exposición de la doctrina.
Aunque haya sido mi propósito mantenerme
en iui papel de historiador, he querido en este,
capítulo relatar la única tentativa seria que
hice para conocer esta fuerza que los fakires

(1) Manes o espirtus de los antepascIos.


LUIS JACOLLIOT 39

parecen poseer y que, según ellos, les pone ei'


comunicación con los inviBibles, cosa que pre-
tenden posible algunos ingenios de nuestra épo-
ca, y no ciertamente de los peor dotados. Me
ha parecido que debía contestar a esta pre-
gunta del lector: ¿Por qué el autor separa asJ
su personalidad? ¿No tiene, pues, una opinión
sobre la materia?
En efecto, no tengo todavía opinión cientí-
fica sobre dicho tema.
Estoy persuadido de que hay en la Natu-
raleza y en el hombre, átomo en el conjunto,
inmensas fuerzas, cuyas leyes ignoramos.
Creo que el hombre descubrirá estas leyes y
que el porvenir convertirá en realidades lo que
hoy se mira como sueños, y estudiará fenóm-
ns que ni siquiera se sospechan actuaJmente.
Como en el mundo material, en el mundo
de las ideas todo tiene necesidad de un perio-
do de gestación y de eclosión. ¡Quién sabe
si esta fuerza psíquica, como dicen los ingle-
ses, esta fuerza del yo, según li>s indios, que
este humilde fakir ha desarrollado, quizás, ante
mí, no será más tarde una de las mis grandes
fuerzas de la humanidad!
Que no se diga que los hindús, que hace más
40 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

de diez mil años que de esto se ocupan, no


han llegado a formular las leyes de esta pre-
tendida fuerza y que el presente y el porvenir
no deben perder, como ellos, el tiempo.
Los brajiamanes lo han sometido todo a la
fe religiosa, y con la fe, no hay experieru-
cias ni pruebas científicas. Ved lo que en el
dominio de las ciencias exactas hizo la Edad
Media, buscando sus axiomas en los textos
de la Biblia.
Desde la más remota antigtiedad, en las
pagodas se hacían estallar vasos en los que
comprimían el vapor y habían también ob-
servado algunos fenómenos eléctricos. Esto no
les ha llevado ni a los ferrocarriles, ni al te-
légrafo. Entre nosotros mismos hemos visto
doctísimas sociedades, rodeadas de todos lo
prestigios oficiales, tratar de loco a Fulton y
considerar el telégrafo como un juguete, bueno.
todo lo más, para enviar comunicaciones de un
a otra habitación dentro de la misma casa.
Al aire libre y con las convulsiones atmosfé-
ricas el hilo conductor no debía ya obedecer.
Y hoy este hilo rodea el mundo y se sumerge e
lo más profundo de los mares.
Observad, luego, el trabajo de conjunto de
LUIS JACOLLIOT 41

las sociedades humanas. Cada siglo vuelve y


revuelve en todas sus fases una idea; cada
sabio la desarrolla, da a luz un sistema, al, que
se aferra tenazmente; cada entidad científica
se hace su çpinión y en ella se encierra; si
no dice no se va más lejos, todos sienten que
lo piensa, puesto que rechaza toda idea que no
nazca de su seno, toda idea innovadora y atre-
vida... Llega la nueva generación, los hijos
se rebelan contra la inercia de sus padres...
y la hélice recorre los mares contra viento y
marea y el fluido eléctrico trasporta el pensa-
miento humano a todos los puntos del Planeta.
Ya que me he dejado arrastrar al terreno d
las apreciaciones personales, creo, por todo lo
que he visto en la India, despojándolo de las
fantasías de que los hindús gustan de rodear-
se, que debe haber una fuerza especial obran-
do bajo una dirección desconocida y a menudo
intelgente, fuerza cuyas leyes exigen ser es-
tudiadas por hombres exentos de prejvicios y
rutinas.
¿No habrá sido esta fuerza desarrollada por
la educación y por un determinado método
de entrenamiento, la que los sacerdotes de los
antiguos templos ponían en juego para im-
42 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

presionar la imaginación de la multitud con


pretendid&s prodigios?
No todo estaría entonces desprovisto de fun-
damento en los relatos antiguos, y junto a gro-
seras supersticiones, existiría realmente la ac-
tuación de una fuerza natural, agitando a dis-
tancia las hojas de los árboles, las colgadu-
ras, las guirnaldas de flores suspendidas en
los santuarios, haciendo que pese varios kilos
una simple pluma de pavo, o haciendo oir ar-
moniosos sonidos por medio de invisibles ins-
trumentos.
¿Se dignarán algún día ks sabios estudiar
seriamente cómo se producen estos fenórnnos.
que, veinte veces repetidos ante mí, no me han
parecido prestarse a la más ligera sospecha de
charlatanería? Lo ignoro; su labor sería siem-
pre útil, bien llegase a sorprender prácticas
fraudulentas, bien lograse descubrir una fuer-
za más de la Naturaleza.

Al poner en orden, para 'imprimirlo, esta


volumen, escrito en Pondichery en 186'6, y que,
LUIS JACOLLIOI 43

por razones especiales, habla dormido hasta


hoy entre mis legajos, tuve en el primer mo-
mento la intención de suprimir todo el presente
capítulo, en el que, contrariamente a mf mi-
sión de simple narrador, parece que me in-
clino a creer en una fuerza natural, es cierto,
pero que produce fenómenos sobrenaturales en
apariencia.
Hasta aquí, en el resto de ni'i obra, había
omitido toda opinión personal. ¿Debía aban-
donar esta regla, precisamente al hablar de las
prácticas más o menos fantásticas de los hin-
cIús? Y por otra parte, ¿debía vacilar en pro-
clamar las realidades probables, que me pare-
cían, fuera de lo sobrenatural, desprenderse
de lo que había visto?
Aún no me había decidido, cuando gracias
la aniabilic1ad del doctor Fuel, tuve conocimien-
to de un artículo sobre la fuerza psíquica. pu-
blicado por el sabio 'William Orookes, miem-
bro de la Real Sociedad de Londres, en el
«Quarterly Journal oif Scienee», uno de 10
más serios órganos científicos de Inglaterra.
Yo estaba ausente de Europa cuando el ar-
tículo apareció, y esto, unido a otros estudios.
44 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

no me había permitido mantenerme al corrien-


te de este género de trabajos.
Cuál no fué mi asombro al ver que el ilus-
tre químico y fisiólogo inglés, a consecuencia
de experiencias semejantes a las que, yo había.
visto realizar en la India, establecía formal-
mente la existencia de esta nueva fuerza del
organismo humano, que, muy tíidamente, va-
rios años antes, yo había entrevisto por su-
posición.
En el acto resolví dejar el capítulo tal como
lo había escrito, pero haciéndolo seguir, a modo
de puntal, del artículo del sabio inglés.
Si a pesar de todas las precauciones que h
creído deber tomar, desterrando toda creen-
cia en lo sobrenatural y no formulandosi-
quiera una opinión más que de una manera muy
hipotética, me fuese dirigido el reproche de
haber sido crédulo en exceso, lo soportaré rná
fáci1mcte en compañía de uno de los miem-
bros más distinguidos de la más ilustre so-
ciedad científica de Inglaterra.
He aquí el notable artículo a que he aludido,
que muchos conocen, pero que tal vez sea
para algunos, como para mí lo fué, una reve-
lación.
LUIS JACOLLIOT 45

IWESTIGACIONLS EXPERIMENTALES SOBRE LA

FUERZA PSIQUICA

por William Crookes


Miembro de la Real Sociedad de Londres

Hace un año escribí un artículo en este


periódico (1), en el cual, después de haber ex-
presado de la manera más formal mi creen-
cia, bajo ciertas condiciones, en la realidad
de fenómenos que no podían ser explicado
por ninguna ley natural conocida, señalaba
varias pruebas que los hombres de ciencia te-
nían el derecho de exigir antes de creer en la
verdad de los fenómeno citados; entre las prue-
bas indicadas, presentaba el hecho de que «una
balanza delicadamente nivelada sería puesta
en movimiento en condiciones de riguroso con-
trol» y que «la producción de una fuerza
equivalente a cierto número de «foots-pound ».
(1), se manifestaría en el laboratorio de ux
experimentador, el cual podría pesar y medir
esta fuerza, sonietiéndola por sí mismo a una
prueba conveniente».

(1) «Quarterly Journal of Scence.


(2) Medida análoga al kiIogrinetro, de la que es una fracción.
46 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

TambiSn decía que no podía comprometerme a


tratar este tema de una manera más comple-
ta, a causa de las dificultades que existen para.
obtener ocasiones favorables y también por los
numerosos fracasos de las investigaciones; y
además, que «son en corto numero las per-
sonas ante las cuales se desarrollan estos fe-
nómenos y que aún son más raras las oca-
siones para hacer experiencias con un apa-
rato previamente dispuesto».
Habiéndoseme ofrecido después oportunidad
para continuar mis investigaciones, la he uti-
lizado gustoso para aplicar a los fenómenos
referidos pruebas escrupulosamente científicas
y he logrado obtener determinados resultados,
que juzgo Gonveniente publicar.
De una manera indiscutible parecen esta-
blecer estas experiencias la existencia de una
Juera nwva, en relación, no se sabe c4mo,
con el organismo humano y que sin inconve-
niente podemos llamar fuerza psíquica.
La más notable de todas las personas dota-
das de un potente desarrollo de esta fuerza psí-
quica y a las que se llama 'nié4iums, según
una teoría completamente diferente sobre el
origen de dicha fuerza, es Daniel Douglas Ho-
LUIS JACOLLI0T 47

me. Gracias a las numerosas ocasiones que he


tenido de proseguir mis experiencias 'con él,
puedo hoy afirmar positivamente la realidad
de la fuerza psíquica.
Las experiencias que he intentado han sido
numerosísimas, pero dado nuestro imperfecto
conocimiento de las condiciones que son fa-
vorables u opuestas a esta /uerea, unido a la
forma caprichosa con que se produce, y también
porque el señor Home está sujeto a inexplicable,-
flujos y reflujos de la fuerza, es raro que un
resultado obtenido en una ocasión haya po-
dido confirmarse en otra y controlarse por me-
dió de un aparato especialmente dispuesto
tal propósito.
Entre los fenómenos notables que se pro-
ducen bajo la influencia del señor Home, los
más impresionantes, como también los más fá-
ciles de comprobar con exactitud científica.
dn lossiguientes:
1.2 La alteración en el peso de los cuerpos.
2.Q La producción de sonidos melodiosos en
instrumentos de música—generalmente un acor-
deón, a causa de su fácil trasporte,—sin in-
tervención humana directa, en condiciones que
48 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

hacían imposible todo contacto o conexión con


sus llaves.
Sólo después de haber sido testigo de ellos
una docena de veces, me he convencido de la
realidad de estos hechas, que he estudiado con
todo el espíritu de crítica de que soy capaz.
Sin embargo, para que no quedara ni la
sombra de una duda, invité muchas veces al
señor Home 3 mi casa, a fin de someter esto
fenómenos a pruebas decisivas en presencia
de un corto número de, investigadores cientí-
ficos.
Las reuniones tuvieron lugar por la noche,
en una espaciosa habitación iluminada por gas.
El aparato preparado para demostrar los rno-
vimientas del acordeón, consistía en una caja
formada por dos bastidores de madera, de un
pie y diez pulgadas el uno, y el otro, de do
pies de diámetro, unidos entre í; el conjunto
tenía cierta semejanza con una caja de tam-
bor, abierta arriba y abajo. A su alrededor,,
cincuenta yardas de hilo de cobre a.¡.-,lado des-
cribían veinticuatro vueltas de circunferencia,
distantes una de otra poco menos de una pul-
gada. Estos hilos de cobre horizontales esta-
ban unidos entre sí, formando unas red do la
LUIS JACOLLIOT 49
que cada malla tenía algo menos de dos pul-
gadas de largo por una pulgada de alto.
La altura de la caja permitía colocarla bajo
mi mesa de comedor, pero tan justamente, que
era imposible introducir la mano por la par
te superior, ni pasar el pie por la abertura in-
ferior.
En otra pieza se hallaba un aparato de Gro-
ve cuyos hilos habían sido introducidos en el
comedor, para ponerlos, si se quería, en comu-
nicación con los de la. caja.
El acordeón en asta ocasión empleado, era.
un instrumento nuevo, que yo mismo com-
pré para estas experiencias en la casa Wheas-
tone, en «Conduit Street». El señor Home no
había ensayado, ni visto siquiera, el acordeón
antes de comenzar sus pruebas experimentales.
En otro punto de la habitación estaba el
aparato destinado a hacer investigaciones sobre
la modificación del peso de los cuerpos. Con-
itf a en una plancha de caoba de treinta y
seas pulgadas de largo por nueve y media de
ancho y media de espesor; en cada uno de su
extremos estaba fija, sirviendo de soporte, una
tira de la misma madera de una y media pul-
gada de ancho. Uno de los extremos de esta
50 EL 1SPIRITISM0 EN LA INDIA

plancha descansaba sobre una sólida mesa,


mientras él otro reposaba sobre una balanza
de resorte suspendida de un fuerte trípode.
Esta balanza tenía un índice registrador que
podía indicar el paso máximo marcado por la
aguja. El aparato estaba de tal forma dispuesto,.
que la plancha de caoba estaba horizontal y su
base descansaba de plano sobre el soporte.
En esta posición, el peso marcado por la agu-
ja de la balanza era de tres libras.
El señor Home no examinó antes de la se-
sión ninguna de las partes del a,parato, que s
había instalado antes de su llegada.
Tal vez convenga añadir, para adelantarme
a las objeciones que sin duda se m'ei haru
que habiendo ido a casa del señor Home por la
tarde, y debiendo éste cambiar de traje, le
seguí a su alcoba para continuar la conver-
sación, por cuyo motivo puedo declarar que no
llevaba sobre su persona ni máquina, ni apa-
rato, ni ningún ingenio de cualquier especie.
Las personas presentes a la prueba han sido,
en primer lugar, un eminente físico que ocupa
un elevado puesto en la Real Sociedad y a
quien designaré con el jiombre de doctor A.
B.; luego un conocido doctor en derecho, al
LTJI S JACOLLT0T 51
que llamaré el abogado O. D.; y por último
mi hermano y mi preparador de química (1).
Sobre una silla baja, al lado de la mesa,
se sentó el señor Home.
Frente a 41, bajo este mueble, se hallaba
la caja de que he hablado antes, y a cada
lado de ésta, las piernas del experimentador.
Yo me senté a su izquierda, otro observador
a su derecha y las demás personas se coloca-
ron, a conveniente distancia, alrededor de la
mesa.
Durante la mayor parte de la sesión, y
principalmente cuando se procedió a algunas
experiencias importantes, los observadores colo-
cados a ambos lados del señor Home, pusie-
ron respectivamente en pie sobre el suyo, d

(1) El desprecio de los liomb res de ciencia al hacer una investi-


gación científica sobre la existencia y naturaleza de hechos afirma-
dos portan gran número de personas competentes y dignas de fe que,
por propio impulso, han examinado la cuestión cuándo y dónde han
querido, dice muy poco en favor de u tan decantada libertad de
opinión. Por mi parte, amo demasiado la investigación de la verdad
y el d.scubrimie.to de algunos hechos nuevos, para evitar que se
hagan, bajo pretexto de que está en contradicción con las ideas do-
minantes, investigaciones sobre este terna. Pero como no tengo mo-
tivos rara creer que los demás están en las mismas disposiciones
que yo, me abstengo dedar los nombres de mis amigos sin su per-
miso
W. CROCRES.
52 EL ESPIRITISMO EN LA INDI4

formia que podían sentir todos sus movimien-


tos.
La temperatura de la habitación oscilaba en-
re 68 y 70 grados Fahrenheit (20 y 21 gra-
dos centígrados).
El señor lome tomó el acordeón con una
mano, entre el pulgar y el dedo medio, por
el lado opuesto al teclado (para evitarrepeticio-
nes llamaremos a este modo de tener el instru-
mento «manera habitual»), después de haber
abierto por mí mismo la llave de los bajos.
Se sacó la caja de debajo de la mesa lo
preciso para meter en ella el acordeón, vuelto
hacia ¿bajo el teclado; y fué de nuevo colocada
bajo la mesa, tan lejos como alcanzaba el bra-
zo del señor Home, sin ocultar la mallo de
aquellos que estaban a su lado.
Bien pronto las personas que estaban junto
a él vieron ondular el acordeón de un modo
singular; se oyeron luego sonidos y por ultimo,
una sucesión de notas.
Mientras esto ocurría, mi preparador se ha-
bía deslizado bajo la mesa y había compro-
bado que el acordeón se contraía y dilataba
alternativamente; también comprobó que la ma-
no con que el señor ilome cogía el instrumento
LUIS JAC0LLT0T 5
estaba perfectamente inmóvil; la otra mano per-
manecía sobre la mesa.
Las personas colocadas a ambos lados del
señor Home vieron movrse el acordeón, os-
cilar, dar la vuelta en torno de la caja y
tocar al mismo tiempo.
El doctor A. B. miró a su vez baja la
mesa y declaró que la mano del señor Home
estaba perfectamente inmóvil, mientras el acor-
deón ejecutaba los movimientos descritos y emi-
tía distintos sonidos.
Manteniendo el señor Home de la manera
habitual el acordeón dentro de la caja, suje-
tos sus pies por los de las personas que esta-
ban a su lado y colocada su otra naiio sobre
la mesa, oímos primero notas sucesivas y lue-
go un sencillo aire musical. Como este re-
sultado 110 podía haber sido obtenido más que
pisando las diferentes teclas del instrumento,
en una sucesión armoniosa, esta experienciQ
fu¿ considerada por los presentes como decisivQ.
(Crucial experiment).
Lo que siguió fué aun más sorprendente.
El señor Home separó su mano del acor-
deón, y retirándola de la caja, la colocó sobre
la de uno de sus vecinos; y el acordieión
-4
54 EL 1$PIRITISMO EN LA INDIA

continuó tocando sin que nadie lo tocase y sii


tener ninguna mano cerca.
Deseando probar qué efecto produciría una
corriente eléctrica al pasar por 1&s hilos aislados
de la caja, mi preparador estableció la co-
rriente con los hilos del aparato de Grove.
El señor Home tenía, como antes, el acor-
deón en la caja; el instrumento se puso en iel
acto a tocar y a moverse vivamente; pero
es imposible decir si la corriente eléctrica, cir-
culando en torno de la caja, ha contribuido
a la manifestación de fuerza que se producía ei
el interior.
Sin que el señor Home lo tocara, teniendo
éste las manos sobre la mesa sujetas por uno
de los presentes, perfectamente visibles paro.
todos, yo y dos personas más vimos claramente
flotar el acordeón, sin sostén alguno, en el in-
terior de la caja. Poco después se reprodujci
el mismo hecho. Habiendo el señor Hoine me-
tido de nuevo la mano en la caja y cogido otra.
vez el acordeón, éste se puso de nuevo a4 tocar;
fué, primero, sonidos' y acordes aislados, pero
en seguida oímos una melodía dulce y plañi-
dera, irniy conocida, ejecutada con perfecto es-
tilo. Durante su ejecución, yo había cogido
LtTIS JACOLLIOT 55
el antebrazo del señor Home y deslizado mi
mano hasta el acordeón. Ni un músculo se.
movía. La otra mano de Home estaba sobre le
mesa, a la vista de todos; sus pies, bajo lcis
pies de las personas que tenía a su lado.
Después de haber obtenido tan notables re-
sultados con el acordeón dentro de la caja,
pasamos al aparato-balanza ya descrito.
Puso el señor Home delicadamente la pun-
ta de sus dedos en el mismo extremo de la
plancha de caoba que descansaba sobre el so-
porte, mientras que el doctor A. B. y yo nos
manteníamos a cada lado del aparato, vigi-
lando el efecto que pudiera producirse.
Casi en el acto, vimos descender la .aguje,
de la balanza y subir otra vez, minutos des-
pu, repitiéndose varias veces estos movimien-
tos, como si fuesen producidos por ondas suce-
sivas de fuerza psíquica. Se observó tambié
que el extremo de la plancha oscilaba lenta-
mente de alto a abajo durante la experien-
cia.
Por propio impulso, cogió luego el señor
Home una campanilla y una cajita de ceri-
llas que estaban a su lada y colocó cada. uno de
estos objetos bajo su mano, para probarnos,
56 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

dijo, que no ejercía ninguna presión de arriba


a abajo.
Las lentísimas oscilaciones de la balanza de
resorte se hicieron más marcadas y el doctor
A. B., que vigilaba el índice, dijo que lo veía
descender y marcar 6 libras y media.
Inmediatamente después, miramos el regis-
trador automático y vimos que en algún mo-
mento había bajado hasta 9 libras, lo que indi-
caba un peso máximo de 6 libras.
Con objeto de asegurarme de si era posible
producir un efecto semejante sobre la balan-
za por una presión ejercida en el punto ea que
el señor Home había puesto sus dedos, subí
sobre la mesa y me mantuve sobre un pie
en el extremo de la plancha de caoba. El
doctor A. B., que observaba el indice de la
balanza, declaró que todo el peso de mi cuer-
po (148 libras), wsi colocado, no habla he-
cho bajar el índice más que de 1 y media a
libras, por las presiones sucesivas que ejer-
cía saltando (<iWhen jerked up and down»).
El 'señor Home estaba sentado sobre un si-
llón bajo y no había podido, de consiguiente, ni
aún empleando toda la fuerza de que hubiese
sido capaz, ejercer ninguna influencia material
LUIS JAC0LLI0T 57
sobre los resultados. Apenas hay necesidad
de decir que sus pies, lo mismo que sus manos,
estaban atentamente vigilados por todos los
presentes.
Esta experiencia me pareció todavia más
impresionante, si cabe, que la del acordeón.
Como puede verse examinando el grabado
que ilustra este artículo, la plancha estaba
perfectamente horizontal y es preiso hacer no-
tar que el sefior Home no avanzó nunca sus
dedos más de 1 pulgada y media del borde
de aquélla, corno indicaba una marca que yo
había hecho, con el asentimiento del doctor
A. B. Pues bien; no teniendo el soporte de
madera más de 1 piilgada y media de ancho
estando aplicado contra la mesa, se ve qie
ninguna cantidad de presión (<amount of pres-
ure ») éjercida en este espacio hubiera po-
dido producir la menor acción sobre la ba-
lanza. Además, es igualmente evidente que
cuando la extremidad de la tabla mis alejada
del señor Home bajaba, el borde opuesto de
la plancha giraba sobre el soporte como sobre
un punto de apoyo.
Esta disposición representaba un columpio
de 36 pulgadas de largo, con un punto de apoyo
58 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

que medía 1 pulgada y media en uno de sus


lados; de manera que, si el señor Home hu-
biera ejercido una presión de alto a abajo, -
habría estado, ésta, en oposición con la fuer-
za que llevaba a descender ci otro extremo de
la plancha.
La ligera presión indicada por la balanza,
provenía, probablemente, de que mi pie se
extendía Iáás allá de este punto de apoyo.
El sencillo relato de los hechos que acabo
de exponer, está basado en las notas tomadas en
el momento en que se produjeron.
Verdaderamente, si, por poco que fuese, yo
hubiese exagerado algo, habría sido en perjui-
cio de mi propósito de provocar el examen
científico de estos fenómenos: porque aunque
el doctor A. B. no esté en estos momentos re-
presentado ante los lectores más que por ini-
ciales impersonales (<incorporeal initials»), es-
tas letras dignifican para mí una potencia en
el mundo, científico que se alzaría en contra
mía si yo hubiese hecho un relato poco fiel.
Confieso que me sorprende aflige la timi-
dez y la apatía que en este punto dçrnuestrai)
los hombres de ciencia.
Ice poco tiempo, cuando se me presentó
LUIS JACOLLIOT 59
por vez primera la ocasión de investigar, pe-
di la colaboración de algunos sabios amigos
míos para emprender un estudio sistemático;
pero bien pronto advertí que no podía lograr
que se formase un comité de investigación
de esta clase de fenómenos y que únicamente,
debía contar con mis propios esfuerzos, secun-
dado de vez en cuando por el corto número de
amigos sabios y letrados que querían unírseme
en la encuesta.
Aun ahora, opino que sería mucho mejor que
tal comité fuese compuesto por personajes co-
nocidos, que consintieran, francamente y sin
prejuicios, en ponerse en relación con el se-
ñor Home y me consideraría feliz de contri-
buir a la formación de dicho comité, pero la
dificultades son grandes.
Hace algunos meses, un comité de sabios
de San Petersburgo tuvo una sola sesión con
el señor Home; los resultados fueron negativo
publicaron un informe completamente des-
favorable para aquél. La explicación de5 este
fracaso, del owI le acuszron tkdos, me parece
sencillísima.
El poder del señor Home es, en efecto,
muy variable en su naturaleza y aún, a vecçs,
60 EL E8PIRITISMO EN LA INDIA

le falla por completo. La experiencia hecha


en Rusia tuvo lugar en un momento en que
1a fuerza era mínima. Lo mismo ha ocurrido
frecuentemente con mis propias experiencias.
En una reunión de hombres de ciencia que
habían venido a mi casa para ver al señor
lome, los resultados fueron negativos, comc
en San Petersburgo; no obstante, en lugar de
abandonar la encuesta, repetimos pacientemente
la prueba por segunda y tercera vez, hasta
que obtuvimos resultados positivos.
Estas conclusiones no han sido admitida
prematuramente y sin.pruebais suficientes. Aun-
que el espacio sólo me permite dar detalles de
una sola prueba, debe entenderse que, algún
tiempo antes, yo había hecho experiencia seme-
jantes Con los mismos resultados. La reunión
de que he hablado se había celebrado con objeto
de confirmar observaciones anteriores por me-
dio de pruebas decisivas (<crucials tests»), con
un aparato dispuesto cuidadosamente y en pre-
sencia de testigos irrecusables.
Fuera un error aventurar la más vaga hi-
pótesis sobre la causa de estos fen6menos, la
naturaleza de la fuerza (a la cual he propuesto
dar el nombre de psíquica para evitar una
LUIS JACOLLIOT 61
perífrasis) y la correlación que existe entre
ella y las demás fuerzas de la Naturaleza.
Es deber de quien emprende investigaciones
tan íntimamente ligadas a unas condiciones
anormales de fisiología y de psicología, no emi-
tir ninguna teoría antes de haber reunidosu-
ficiente número de hechos para constituir una
sólida base en que apoyar sus argumentos.
En presencia de fenómenos extraños, todavía
desconocidos e inexplicados, que se suceden tan
rápidamente, confieso que es difícil evitar, al
hablar de ellos, revestirlos de un lenguaje sen-
sacional. Pero para que esta clase de in-
vestigaciones obtengan resultado, es preciso que
sean emprendidos por el físico, sin prejuicio y
sin pasión, descartando toda idea novelesca y
supersticiosa, con espíritu tan frío e impasible
como los instrumentos de que se sirve. Dede.
que se convenza por sí mismo de que está.
sobre la huella de una verdad nueva, debe
atenerse únicamente a su objetivo y perseguirlo
con ardor, sin preocuparse de si los hechos que.
se realizan ante sus ojos son «naturalmente
posibles o impoib1es».
62 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

La reputación del ilustre sabio que ha ex-


perimentado estos hechos, y escrito este articulo,
le pone al abrigo de toda sospecha. Sin em-
bargo, para demostrar hasta, qué punto han
sido sus experiencias concluyentes y fuera de
toda posibilidad de fraude, copiamos -de la
«Psyc.hologie exprimentale», del doctor Puel,
dos cartas-testimonios, escritas a William Croo-
kes por el señor W. Iluggins, astnónomo,
miembro de la Real Sociedad de Londres, cuya
reputación es europea; y por el señor Ed. W.
Cox, uno de los jurisconsultos más reputados
de Inglaterra. Ambos asistieron a las expe-
riencias para controlarlas.

Carta del señor Huggins a William Crooke.s


Upper Ttilse Hill. S. W.—Junio, 9, 1871

«Querido señor Crookes: Su prueba contiene


un relato exacto de lo que ocurrió en mi pre-
sencia en su casa. La posición que yo ocu-
paba en la, mesa no me permitió vr al S6Qr
LUIS JACOL11OT 63
Home retirar la mano del acordeón; pero el he-
cho fué observado, en el mismo momento, por
usted y por la persona sentada al otro lado
de aquél.
»Las experiencias parecen demostrar que ten-
dría importancia llevar más lejos la inves-
tigación, pero deseo que quede bien sentado
que no expongo ninguna opinión sobre la cau-
sa de los fenómenos que tuvieron lugar.
»Su afectísimo,
William Huggin8».
W. Crookes, Esq. F. R. S.

Carta del .señor Ed. W. Gox, doctor en De-


recho, al señor Croo kes
36, Russell-Square.—Junio, 8, 1871

«Querido señor: Habiendo asistido, para con-


trolarlas científicamente, a las pruebas experi-
mentales relatadas en este periódico (Qua-
terly Journ, of se».), me complazco en tes-
timoniar la perfecta exactitud de su descrip-
ción, lo mismo que, el cuidado y las precau-
ciones de que las diversas pruebas decisivas
(«crucial tests») fueron rodeadas.
»Los resultados obtenidos iue parecen esta-
64 EL ESPIRITISO EN LA INDIA

blecer de una manera concluyente un hecho


importante, la existencia de una fuerza, proce-
dente del sistema nervioso, capaz de impri-
mir movimientos a cuerpos sólidos y de au-
mentar su peso en la esfera de su influencia.
»He observado que dicha fuerza se manifes-
tába por pulsaciones bruscas, no bajo la for-
ma de una presión continua y seguida, bajan-
do y subiendo el indicador incesantemente, du-
rante la experiencia.
»Este hecho me parece tener una gran signi-
ficacin en lo que tiende a confirmar la opi-
nión que hace emanar esta fuerza del sistema
nervioso y contribuye a apoyar el importante
descubrimiento hecho por el doctor lLichardson
de una atmósfera nerviosa, de intensidad va-
riable, que envuelve el cuerpo humano.
»Las experiencias de usted confirman plena-
mente la conclusión a que llegaron los miembros
del comité de investigación de la Sociedad
Dialéctica, 'después de haber celebrado mis de
cuarenta sesiones para realizar experiencias ri-
gurosas y pruebas decisivas.
»Permítame usted que añada que nada, a mi
parecer, prueba que esta fuerza sea diferente
de una fuerza que procedería o que dpenderia
LUIS JACOLLIOT 65
directamente dc la organización humana, y que,
de consiguiente, como todas las demás fuerza
de la Naturaleza, pertenece a la investigación
estrictamente científica, a la que usted ha sido
el primero en someterla.
»La psicología es una rama científica casi
por completo inexplorada hasta hoy, y ata ne-
gligencia se debe, probablemente, el hecho, en
apariencia extraño, de que una fuerza nerviosa,
existiendo realmente, haya permanecido tan-
to tiempo sin ser somtida a prubas expeiimen-
tales, sin ser examinada y hasta sin ser recono-
cida.
»Ahora que esta probada por pruebas mecá-
nicas su existencia en la Naturaleza (y, partien-
do de este principio, no se sabría ponderar bas-
tante su importancia para la fisiología y la
luz que puede arrojar sobre las leyes oscuras de
la vida, del espíritu y de la ciencia médica).
no puede menos de exigir un examen inmediato
y una seria discusión, por parte de los fisió-
logos y de todos aquellos que se interesan por
el conocimiento «del hombre», investigación
que con razón se ha llamado «el ms hermoso
estudio del espíritu humano».
»A fin de evitar la apariencia, de toda con-
66 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

clusión preconcebida, me :permito sugerir, para


designar esta fuerza con un término especial,
el nombre de fuerza psíquica, ps'íqiiicas a las
personas en quienes se manifiesta este extra-
ordinario poder y psiquismo a la ciencia, rama.
de la psicología, que a ella se refiere.
»Permítame usted que también proponga la
formación de una «Sociedad Psicológica», que
tendría por objeto estudiar esta ciencia hasta
hoy desdeñada y favorecer sus progresos por
medio de experiencias, por escritos y por la dis-
cus ión.
»Edw. Wm. Cox».
W. Crookes, Esq. F. R. S.

Como corolario de estos notables documento,--


ocumentos
:procedentes,
procedentes, no de iluminados, sino de hom-
bres pertenecientes a la ciencia oficial de Ingla-
terra, nos agradecerá el lector que reproduz-
camos el informe de uno ae 1s comités de
experiencias de la Sociedad Dialéctica de Lon-
dres, fundada para someter al examen de la
ciencia los fenómiios atribuidos,' por unos, a
los espíritus, y por óros, a una espeia1 fuerza
nerviosa del hombre.
L ti 1 S J A C O L L I• O T 67

Informe del Comité de la Sociedad Dia-


léctica de Londres sobre el espiritualismo.—
Informes de los Sub-Comités de experien-
cias.—Sub-Comité núm. 1 (Raport on Spi-
nt., etc., págs. 7 a 13).

«Desde su creación, es decir, desde el 16


de febrero de 1869, su sub-comité ha celebrado
cuarenta sesiones con objeto de hacer experien-
cias y pruebas rigurosas. Todas estas reuniones
han tenido lugar en los domicilios particulares
de los miembros del comité, a fin de excluir
toda posibilidad de mecanismo dispuesto de an-
tmano o de un artificio cualquiera.
»E1 mobiliario de las piezas en que se han
hecho las experiencias ha sido siempre el ordi-
nario.
»Las mesas que se han utilizado han sido pe-
sadas mesas de comedor, que exigían para
moverlas un esfuerzo considerable. La más pe-
queña tenía cinco pies nueve pulgadas de lar-
go por cuatro pies de ancho, y la mis grande,
nueve pies tres pulgadas de largo, por cuatro
y medio pies de ancho; el peso era proporcio-
nado.
»Las habitaciones, las mesas y todos los mue-
bles en general han sido examinados cuidado-
68 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

samente varias veces antes, durante ]as, expe-


riencias y después de ellas, para tener 1a cer-
teza de que no existía ningún truco) instru-
mento o aparato cualquiera, por medio de los
cuales los sonidos o movimientos que más ade-
lante mencionamos hubiesen podido ser pro-
ducidos.
»Las experiencias han sido hechas a la luz
del gas, excepto en un corto número de oca-
siones especialmente anotadas en las actas.
»El comité ha evitado servirse de médiumis
profesionales o pagados, siendo siempre el mé-
dium (mediumship») un miembro del comi-
té, personas colocadas en una buena posición
social y de una integridad perfecta, que no
persiguen ningún objetivo pecuniario y no po-
dían sacar íngúu provedho de una super- uper
chería.
»El comité ha tenido algunas reuniones sin
la presencia de ningún médium (entiéndase
bien que, en ete informe, apalabra «médium»
se emplea sencillamente para designar a un
individuo sin cuya presencia no tienen lugar
los fenómenos descritos o se producen con me-
nos intensidad y frecuencia), para tratar de
obtener por algún medio efectos semejantes a
LUIS JACOLLIOT 69
los que se observan cuando un médium está
presente.
»Ningún esfuerzo fué capaz de producir al-
go semejante a las manifestaciones que tienen
lugar en presencia del médium.
»Toda prueba que la inteligencia combinada
de los miembros del co'mLité ha podido imaginar,
ha sido he.cha con paciencia y perseverancia.
»Las experiencias han sido hechas con gran
variedad de condiciones y todo el ingenio po-
sible ha sido puesto en practica para inventar
medios que permitiesen al comité comprobar
sus observaciones y descartar toda posibilidad
de impostura o de ilusión.
»El comité ha limitado su Informe a los
hechos de que sus miembros han sido testigos,
hechos que han dido palpables a los sentidos
y cuya realidad es susceptible de una prueba
demostrativa.
»Aproximadamente las cuatro quintas par-
tes de los miembros han debutado en las in-
vestigaciones por el má.s completo escepticismo
sobre la realidad de los fenómenos anuncia-
dos, creyendo firmemente que eran resultado
de la iniijstura, de la ¡lusi6a o de una acciv
iizvol'wntaria de los músculos. Unicamente des-
-5
70 EL ESPIRITISMO RI< LA INDIA

püés de una irresistible evidencia, en condi-


ciones que excluian todas las hipótesis seña-
ladas, despúés de pruebas y experiencias rigu-
rosas, repetidas con frecueiia, quedaron los
miembros delsub-comité, a la larga y muy a
pesar suyo, convencidos de que los fenómenos
que se habían manifestado durante esta pró-
longacla encuesta eran hechos verdaderos.
»Como resultado de sus experiencias han es-
tablecido las siguientes conclusiones:
»Primero: En ciertas disposiciones del cuer-
po o del espíritu en que se encuentran una o
varias personas presentes, se produce una fuer-
za suficiente para poner en movimiento objetos
pesados, sin el empleo de ningún esfuerzo mus-
cular, sin contacto o conexión material de nin-
guna naturaleza entre estos objetos y el cuerpo
de alguno de los presentes.
»Segundo: Esta fuerza puede hacer bro-
tar sonidos (que todos pueden oír distintamen-
te) de objetos sólidos sin ningún contacto vi-
sible ni conexión material con el cuerpo de
ninguna de las personas presentes.
»Tercero: Esta fuerza está dirigida frecuen-
temente con inteligencia.
»Algunos de estos fenómenos se han pro-
LUIS JACOLLIOT 71
ducido en treinta y cuatro sesiones, sobre cua-
renta celebradas.
»La descripción de una de estas experiencias
y la manera como ha sido conducida demos-
trarán mejor el celo y la circunspección con que
el comité ha hecho sus investigaciones.
»Mientras hubiese contacto o simplemente
posibilidad de contacto por las manos o los
pies, o por los vestidos de uno de los presen-
tes, con el objeto puesto en movimiento o que
emitía sonidos, no se podía estar completamente
seguro de que unos u otros no fuesen producidos
por la persona puesta en contacto. Para evitar
esto se ensayó la experiencia siguiente:
»En una ocasión en que once miembros del
sub-comité estaban sentados desde hacía 40
minutos alrededor de una de las mesas de co-
medor ya descritas, y cuando ya se habían pro-
ducido sonidos y movimientos variados, con
objeto de hacer más riguroso el experimento,
volvieron los respaldos de las sillas hacia la
mesa, a unas nueve pulgadas de ésta; luego,
se arrodillaron sobre las sillas y colocaron los
brazos sobre los respaldos.
»En esta posición, sus pies estaban necesa-
riamente dirigidos hacia atrás, lejos de la mesa,
72 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

y de consiguiente, no podían colocarse debajo


de ésta, ni tocar el piso. Todos tenían, las
manos sobre la mesa, a unas cuatro pulgadas
de su superficie. Ningún contacto podía tener
lugar sin que se advirtiese.
»En menos de un minuto, la mesa, sin ha-
ber sido toca, se desplazó cuatro veces; la
vez primera, unas cinco pulgadas, por un la-
do; luego, doce, por. el opuesto; en seguida,
de la misma forma y respectivamente, cuatro
y seis pulgadas.
»Las manos de todos los presentes fueron a
continuación colocadas sobre el respaldo de las
sillas, a un pie de la mesa, que se movió,
como anie, cinco veces, con un desplazamiento
que oscilaba entre cuatro y seis pulgadas.
»Por último, se separaron las sillas de la
mesa, a, una distancia de 12 pulgadas, como an-
teriormente, pero manteniendo esta vez las ma-
nos tras la espalda, y por lo tanto, colocado
el cuerpo aproximadamente a 18 pulgadas de la
mesa, con el respaldo entre ésta y el obser-
vador. En distintas direcciones, la mesa se
desplazó cuatro veces.
»Durante esta experiencia decisiva y en me-
nos de media hora, la mesa se movió¡ aist.
LUIS JACOLLIOT 73
trece veces, sin contacto, ni posibilidad de tal,
con ninguno de los presentes, en diferentes di-
recciones y respondiendo algunos de estos mo-
vimientos a la petición de diversos miembros
del comité.
»La mesa ha sido cuidadosamente examinada,
pieza por pieza, sin haber descubierto nada
que pudiera explicar el fenómeno. Las expe-
riencias han sido hechas siempre a la plena
luz de una lámpara de gas colocada sobre la
mesa.
»& resumen, elsub-comité ha sido testigo
de cincuenta veces de parecidos movi-
mientos sin contacto en ocho sesiones dife-
rentes, en el domicilio de miembros dl comité,
poniendo cada vez mayor rigor en las pruebas.
»En todas estas experiencias, ha sido des-
cartada la hipótesis de un medio mecánico,
teniendo en cuenta el hecho de que los fflavi-
mi¿tos han tenido lugar en varias direccio-
nes, tan pronto de un lado como de otro, hacia
arriba como hacia abajo, movimientos que ha-
brían exigido la cooperación de muchas manos
y pies, y que, por el volumen y el peo conside-
rable de la, mesas, no hubieran podido produ-
74 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

cirse sin el empleo visible de un esfuerzo mus-


cular.
»Pies y manos estaban a la vista y na-
die hubiesepodido moverlos sin que fuera ad-
vertido en el acto.
»La ilusión ha sido eliminada. Los movi-
mientos se han operado en diferentes direc-
ciones y todos los presentes han sido testigo de
ello simultáneamente. Es esta una cuestión d
medidas, no de opinión o de imaginación.
»Tantas veces y en condiciones tan nume-
rosas y distintas, con tantas garantías contra
el error o la superchería y con resultados tan
invariables, se han producido estos movimien-
tos, que los miembros del sub-cmité, escépticos
en su mayoría al principio de las experien-
cias, han quedado convencidos de que existe
una fuerza capaz de mover 10$ cuerpos pesa-
os sin cowWtó material, que depende, de una
manera que se ignora, de la presencia de seres
humanos.
»No se ha podido obtener colectivamente
ninguna certeza relativa a la naturaleza y ori-
gen de esta fuerza, sino simplemente adqui-
rir la prueba del hecho de su existencia.
»Opina el comité que no hay ningún fun-
LUIS JACOLLIOT 75
damento en la creencia popular que pretende
que la presencia de personas escéptiras con-
traría la producción o acción de esta fuerza.
»En resumen, elsub-comité expresa uná-
nimemente la opinión de que se ha demostra-
do la existencia de un hecho físico importante:
que puede producirse movimientos en cuerpos
sóliidps, s"in contacto Material, por una fuerza
desconocida htahoy, actuando a u,w distancia
indefinida del organismo humano y comple-
tamente independiente de la acción mucvlar.
fuerza que debe ser sometida a un más pro-
fundo examen científico, a fin de descubrir
su verdadero origen, su naturaleza y su po-
tencia...)>

Así, esta fuerza que yo imaginaba en 1866


para explicar los fenómenos que se realiza-
ban ante mí en la India, no pudiendo, ni que-
riendo, admitir lo sobrenatural, físicos, astró-
nomos, naturalistas, miembros de la Real So-
ciedad de Londres, formada por los sabios
más eminentes de Inglaterra, como la Academia
76 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

de Ciencias en Francia; hombree considerados


y conocidos en el mundo entero, la reconocen a
su vez, no creando, comQ yo, una hipóteisis
por necesidad de explicación, sino sostenien-
do, después de dos años de experiencia:
I.º Que existe una fuerza capaz de mover
los cuerpos pesados &in contacto material, fuer-
za, que, de una manera ignorada, depende de
la presencia de seres humanos.
2.o Que no ha podido obtenerse una certeza
en cuanto a la naturaleza i' origen de este,
fuerza, pero que se 1a adquirido la prueba del
hecho de su existencia.
3• Q Que esta fuerza hasta hoy desconocida,
obrando a una distancia indefinida del or-
ganismo humano i completamente indepeidin-
te de 1a acción muscular, puede producir mo-
vimientos en los cuerpos sólidos sin contacto
material.
4.Q Que asta fuerza puede hacer brotar so-
nidos, que todos oyen claramente, de objto
sólidos que izo tienen contacto, ni conexión al-
guna, coz el cuerpo de ninguna persona pre-
seiite, estando probado que dichos sonidos pro-
vi eiz en de los objetos por vibracionas que son
perfectamente perceptibles al tacto.
LUIS JACO LLIOT 77
5.º Que dicha fuerza está dirigida con inte-
ligencia frecuentemente.
¿Es esta la fuerza, conocida hace miles de
años, que los sacerdotes indios se han apli-
cado a desarrollar en los sujetas que a4 ello
e prestaban, y la cual, luego, con un fin d
dominación religiosa, han atribuido a manifes-
anife -
taciones
taciones de espíritus superiores? Sin formular
opinión sobre su naturaleza y origen, nos in-
clinaríamos gustosos a creerlo así. Pero no
es con objeto de dilucidar esta cuestión por
una discusión contradictoria por lo que hemos
dado un sumario de los trabajos de los sabios
ingleses sobre esta materia. Nutra intención,
sencillamente, ha sido probar que la, çieniia
oficial inglesa reconocía la existencia de una
fuerza independiente de la acción muscular,
que hace w»ver los cuerpos, prOZud 8cO$
a veces armono8os, 2/ como en ei caso de
William Croke3 con Home, es frecuentemte
dirigida con inteligencia, y establecer la con-
clusión, de la semejanza de los hechos obser-
vados en la India, y en Inglaterra, de la iden-
tidad de las leyes por quese rigen en uno: y otro
punto.
Si algunos de los hechos observados en la
79 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

India parecen más maravillosos que los expe-


rimentados en Inglaterra (y me refiero a éstps
por la consagración científica que han recibi-
do), podrían presentarse las dos causassiguien-
tes :
Es muy posible que los indios, a la fuerza
real que poseen, aadai una habilidad tau
grande, que no sea fácil sorprenderles en fla-
grante delito de superchería.
También es posible que, estando en pose-
sión de esta fuerza e&pecial desde hace varios
miles de años, hayan descubierto sus leyes.
que los comités inge&es, aun comprobando la
existeicia de ld fuerza en w1, no han podido
formular.
1)e esto se deduciría que el descubrimiento
de estas leyes habría marcado un progreso más
acentuado en la producción de los fenómenos.
Al amparo de estas observaciones y Sin ga-
rantizar su realidad científica, vamos a pro-
seguir el relato de estas extrañas manifesta-
ciones que los brahamanes atribuyen a los es-
píritus superiores y que van unidas a su fe
religiosa.
Continuaremos indicando las tentativas que
hemos hecho, en la medida de lo posible, para
LUIS JACOLLIOT 79

controlarlas. Dichos relatos están tomados de


nuestras notas de viaje por el Alto-Bengala y
los 'valles del Himalaya. No hemos hecho más
que aligerar las descripciones y los hechos de-
masiado personales.
CAPITULO V

EL VASO DE BRONCE.—GOLPES
DADOS A COMPAS ACOM-
PAÑANDO UN FRAG-
MENTO MUSICAL

«En presencia de fenómenos extraños, aún


desconocidos e inexplicados, dice el sabio Croo-
kas, confieso que es difícil de evitar, cuando
de ellos se habla, revestirlos de un lenguaje.
sensacional».
Si estas fenómenos están encuadrados por
la incomparable luz del sol de los trópicos y
los esplendores del paisaje hindú, es aún iús
fácil incurrir en el defecto que señala el emi-
nente químico 1e la Real Sociedad de Lon-
dres. Sin embargo, creemos que es posible no
aumentar con las palabras lo niaravill&so de
LTJIS JACOLLIOP 81

los hechos, dando de cada fenómeno una des-


cripción tan sencilla como exacta.
No hemos renovado la serie de estudios so-
bre un hecho especial, del cual hemos dado
cuenta en el capítulo precedente, pero no he-
mos perdido ocasión, durante nuestra larga es-
tancia en las posesiones francesas de la In-
dia y en nuestros diferentes viajes a través de
esta inmensa región, de observar con aten-
ción todas las manifestaciones que se refie-
ren a nuestro tema.

El 3 de enero de 1866 salí de Ohandernagor


en «dingui», embarcación del país, provista
de un pequeño camarote; quince días después,
llegué a Benarés, la ciudad santa.
Me acompañaban dos criados indígenas, uii
«cansama>), o ayuda de cámara; y un «metor»,
encargado de preparar mis comidas.
Mi embarcación estaba tripulada por un «cer-
car» o jefe batelero y seis «macouas», o reme-
ro de la casta de los pescadores.
Atracamos en [as escaleras del Gath, no
82 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

lejos de la célebre pagoda de Siva, poco an-


tes de ponerse el sol. Me es imposible des-
cribir el espectáculo que admiraban mis ojos.
Pocas ciudades, entre las más bellas, dice
E. Roberts, tienen el grandioso aspecto de
Ben arés.
Lo primero que anuncia al viajero que re-
monta el Ganges la proximidad de la gran
ciudad, son los elevados minaretes, cuyas to-
rre, dominando las densas masas de los pa-
lacios, aparecen diseminadas en aparente y pm-
toreco desorden a lo largo de las orillas on-
duladas del río, en una extensión de cerca
de d% leguas.
No es posible permanecer insensible ante el
magnifico panorama que ofrecen sus templos,
sus torres, sus largas arcadas sostenidas por co-
lumnas, sus muelles, sus terrazas guarnecidas
de balaustradas que se destacan en relieve so-
bre el follaje lujuriante de los baobab, de
los tamarindos, de los bananos, cubiertas aquí
y allá de verdaderos racimos de flores de va-
riados matices, entre los edificios adornados
con profusas esculturas, elevándose majestuosa-
mente por encima de los jardines floridos co-
locados en medio de espaciosos patios.
ttJtS JACÓLLIOT 83
La ausencia de todo plan regular, los dife-
rentes géneros de arquitectura, la mezcla de lo
austero y 10 solemne con lo ligero y fantástico,
dan una apariencia extravagante a algunas
partes de la escena, pero el efecto de conjunto
es magnífico y la mayor parte de los detalles
tienen una belleza indescriptible.
Los «gaths, especie de monumentos com-
puestos de cuatro columnas unidas entre sí
por una cornisa única y colocados en lo alto
de las gigantescas gradas que mojan en el Gan-
ges sus últimos peldaños, son los 'únicos muelles
que posee esta vieja ciudad, la antigua Kassy
de los rajahs de la primera raza. Desde que
sale hasta que se pone el sol, están llenos de
coolis que cargan y descargan los pequeños bu-
ques que surcan el río en todas direcciones,
portadores de todas las mercancías de la In-
dia y del Asia.
En el rnornento en que yo ordenaba al «cer-
car» que llevase la embarcación al gath de.
Siva, me llenó de asombro ver que hindúLs
y musulmanes, tan profundamente divididos por
odios seculares en el Sur de la India, donde
los últimos están en ínfima minoría, hacían
84 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

juntos sus abluciones al pie de los gaths de


Benarés.
Aunque los secuaces del profeta hayan siem-
pre perseguido a sangre y fuego lo que lla-
maban idolatría, hasta el reinado de Auren-
gzeb respetaron la ciudad sagrada de los ven-
cidos, que les inspiraba un misterioso temor.
Los bra.hamanes pretendían que Benarés ha-
bía sido edificada para servir de asilo a los
hombres justos cuando el mal y él dolor in-
vadieron la tierra y que ella no experimentaría
ninguna de las vicisitudes que afectan a las
cosas de este mundo.
Para humillar su orgullo, Aurengzeb mandé
derribar una de las pagodas más antiguas y
veneradas, elevando en su lugar la espléndida
mezquita que lleva su nombre y cuyas agu-
das flechais, revestidas de láminas de oro, anun-
ian a los viajeros la ciudad antes de que lle-
guen a verla. Actualmente muchos templos mu-
sulmanes se elevan al lado de las pagodas in-
dias, y los brahamanes ven, sin poder opo-
nerse, pero con un horror que disimulan mal,
correr la sangre de las víctimas, para los
sacrificios o la alimentación, en la ciudad san-
LTJI 9 JACOLLIOP 8
ta que no había manchado La, sangre de un
animal hasta la invasión de los Mogoles.
A pesar del vandalismo que destruyó alguno,
lgunos,-
de los más antiguos y bellos monumentos de
de
la India y aunque en las demás regiones so-
metidas a sus leyes no habían los musulmanes
retrocedido ante nada para convertir a los
indios a la fe del Profeta, los soberanos mo-
goles practicaron siempre en Benarés la más
amplia tolerancia con las creencias, usos y
costumbres de los vencidos. Por esto, sin duda,
son mejores las relaciones entre los dos países
en esta parte de Bengala. Sin embargo, hast.
aquel día no hubiese yo creído que indio
musulníanes consintiesen en hacer sus ablu-
ciones religiosas en el mismo lugar.
En el Sur de la India, si un musulmán se
bañase en el estanque sagrado de una pagoda,
sería inmolado en el acto.
Tenía intención de permanecer dos meses
en Benarés, tiempo nada exagerado para, los es-
tudios que pensaba hacer sobre las antigüe-
dades del país, pero demasiado largo para que
me acomodase en un hotel; por lo tanto, re-
solví alquilar una casa e instalarme. Estar
en su casa, es en Oriente y len todo el Extre-
86 EL EPIRITISM0 1N LA INDIA

mo-Oriente, una de las primeras condiciones


de la vida.
Iba a enviar a ni «Gansaina» a la des-
cubierta, cuando el Peishwa, príncipe retirado
en Benars, a quien yo había conocido en casa,
del rajah de Ohandernagor, al saber mi llegada,
me hizo ofrecer un departamento en el mag-
nífico palacio de siete pisos que posee sobre el
Ganges, a la izquierda de la célebre mezquita d
Aurengzeb.
No es raro que los príncipes y rajahs del
Indostán, aunque habitan con frecuencia ei
comarcas muy distantes de Benars, se hagai
edificar en esta ciudad viviendas que les sir-
ven de retiro durante los días de sus fiestas
particu1are, o cuando, cansados del mundo,
en el ocaso de la vida, desean acabar su exis-
tencia en la práctica de austeras devociones.
Según la creencia religiosa, los que muereu
en la ciudad sagrada, han acabado con sus
traformaciones sucesivas y su alma sube in-
mediatamente a Brahma para absorberse en la.
gran Alma.
Diariamente se ven llegar de todos los pun-
tos de la India numerosos peregrinos que van
a orar, bien por su cuenta, bien por la de per-
LtIIS SAC0LLIOT 87

sonas ricas que les pagan, en las orillas del río


sagrado, cuyas aguas tienen más virtud que en
parte alguna a los pies de la ciudad santa.
Tanto es así que llevan en saquitos los hue-
recogidos después de la cremación, de los
rajalis o de cualquier gran personaje que puede
pagar el viaje, con la mii6n de arrojarlos aJ
río. El supremo deseo del hindú es morir a
orillas del Ganges o hacer llevar a él sus
restos.
A esta última creencia debí el conocer, du-
rante mi estancia en Benarés, el fakir rn%s ex-
traordinario, tal vez, que haya encontrado en
la India. Venía de Trivanderam, cerca del
cabo Ootmorin, y había sido encargado de tras-
portar los restos fúnebres de un rico malabar
de la casta de los Comniutys. El Peishwa,
cuya familia era originaria del Sur, tenía la
costumbre de dar hospitalidad en las depen-
dencias de su palacio a los peregrinos del Tra-
vencor, del Maisur, del Tandjaor y del anti-
guo país maharata, y le había hecho alojar en la
misma orilla del río donde, durante 'veintiún
días, debía hacer sus abluciones, mañana y
tarde, en honor del muerto. Ya hacía quince
88 EL ESPIRITISMO IN LA INDIA

días que había llegado cuando supe su pre-


sencia en Benars. Se llamaba Covindasamy.
Después de haberme asegurado de su buena
voluntad, al mediodía, hora en que, huyendo
del calor, todos los habitantes del palacio dor-
mían la sieta, le hice conducir a mi departa-
mento.
La habitación en que le recibí daba a un
terraza con vistas sobre el Ganges, protegida
de los ardores del sol por un toldo de tejido
de fibras vegetales.
En medio de la terraza se elevaba un sur-
tidor que, cayendo en lluvia finísima sobre
una cubeta de mármol, esparcía en torno su-
yo una frescura verdaderamente deliciosa.
Pregunté al fakir si deseaba colocarse en
sitio determinado.
—Donde tú quieras—me contestó.
Le inrilié a pasar a, la terraza, que, más viva-
mente iluminada, haría más fácil el control.
--Puedo hacerte una pregunta?—le dije.
una vez se hubo sentado en él suelo.
—Habla.
—¿Sabes si una fuerza cualquiera se des-
arrolla en ti cuando realizas tus fenómenos?
¿No has sentido nunca producirse en tu ce-
LVIS JACOLL1OT 89
rebro o en tus músculos una modificación cual-
quiera?
—La que obra, no es una fuerza natural; yo,
no soy, ms que un instrumento: evoco las
almas de los antepasados y ellas son las que
manifiestan su poder.
A muchísimos fakires he interrogado sobre,
el mismo asunto y todos me han dado la
misma respuesta; sólo se consideran como los
intermediarios entre este mundo y los invi-
sibles.
Comprobadá una vez más esta creencia, no
insistí y dejé que Covindasamy diera prin-
cipio a sus fenómenos. El fakir había ya ex-
tendido las manos en dirección a un enorme va-
so de bronce lleno de agua... Apenas habían
transcurrido cinco minutos, el vaso comenzó
a oscilar sobre su base, aproximándose insensi-
blemente y sin sacudidas hacia el encanta-
dor. A medida que la distancia disminuía, bro-
taban del vaso sonidos metálicos, como si fue-
se herido por una varita de acero. En un
momento dado, los golpes se hicieron tan rá-
pidos que producían el efecto del granizo so-
bre una techumbre de zinc.
90 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

Pedí al fakir que me permitiese dirigir la


operación y accedió inmediatamente.
Siempre bajo su influencia, el vaso avanzó,
retrocedió y permaneció inmóvil, obedeciendo
a mis deseos.
Tan pronto, a ima orden mía, los golpes
sonaban sin interrupción, como imitaban la
lenta cadencia de las horas en un reloj.
Pedí entonces que silo sonase un golpe ca-
da diez segundos, cosa que se realizó, siguiendo
yo en mi cronómetro la marcha de la aguja.
Sobre la mesa de la sala de mi departa-
mento se hallaba una de esas cajas de música
que tanto gustan a los indios, y que el Peishwa
había, sin duda, hecho traer de Calcuta.
Hice que mi criado la trasladase a la terraza
y pedí que IGS golpes dados en el vaso de
bronce llevasen el compás del aire que el ins-
trumento iba a tocar.
Di cuerda a la caja y la, puse en marcha
sin preocuparme de la pieza que tocase. En
seguida estallaron como un torbellino, con u
compás exagerado, las notas frescas y rápidas
del vals de «Robín de los bosques».
En el vaso de bronce, 1s golpes, secos y
apresurados, acompañaban la cadencia con la
LUIS JACOLLIOT 91
regularidad de la batuta de un 1i rector de
orquesta. Terminada la pieza, siguió la mar-
cha del «Profeta», moderando los golpes la
rapidez, y siguiendo fielmente el compás.
Y todo esto se hacia sin aparato, sin solem-
nidad, sin misterio, en una terraza de algunos
metros cuadrados. Sin agua, el vaso de bronce
apenas podían moverlo dos hombres; vacia-
do como una copa, colocándolo de manera que
cayese sobre 11 el agua del surtidor, servía
para las abluciones de la mañana, que, en la
India, son un verdadero baño.
¿Cuál era la fuerza que dirigía su pesada
masa?
Repetí de nuevo estas experiencias y Se re-
produjeron con el mismo orden y la misma
regularidad.
El fakir, que no había dejado su sitio, ni
cambiado de postura, se levantó entonces y
apoyó la punta de los dedos en el borde de)
vaso, el cual, a los pocos instantes, comenzó
a balancearse eadencioamente de derecha a iz-
quierda, aumentando gradualmente su veloci-
dad, sin -que su pie, que se desplazaba a cada.
lado alternativamente, produjese el menor ruido
sobre el pavimento enlosado.
92 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

Lo que más me asombré fué ver el agua


permanecer inmóvil en el vaso, como si una.
fuerte presión e opusiese a que recobrara su
centro de gravedad, que los movimientos le
hacían perder.
Tres veces., durante estos balances, el vaso
se levantó por completo a unas siete u ocho
pulgadas del suelo y cuando caía al suelo no
producía choque apreciable alguno.
Hacía variar, horas que estaba bajo el he-
chizo, tomando notas, observando, haciendo re-
petir cada fenómeno con matices diferentes,
cuando el sol, que comenzaba a bajar en el
horizonte., vino a advertirnos que era hora,
para mí, de seguir mis excursiones a través
de los monumentos y las ruinas de la anti-
gua Kay, centro del poder religioso de los bra-
hamanes, cuando, después de sus luchas con
los rajahs, perdieron el poder temporal; y pa-
ra el fakir, de ir al templo de Siva a prepararse,
con las oraciones de ritual, para las abluciones
y las ceremonias fúnebres que debía ejecutar
cada noche en las orillas del río sagrado
Al despedirse, el fakir me prometió volver
todos las días a la misma hora, durante el
tiempo que permaneciera en Benarés.
LUIS JACOLLIOT 93
Como yo habla vivido muchos años en el
Sur de la India, y hablaba el tamul, la dulce
y sonora lengua del país de Dravida, el po-
bre diablo se consideraba feliz de poder ha-
blar conmigo de su maravillosa patria, po-
blada de ruinas antiguas, de viejas pagodas
sombreadas por una vegetación sin rival, de
manuscritos grabados con punzón siglos an-
tes de que el limo del Nilo uniese el Bajo Egip-
to, a las llanuras de Menfis y Tebas.
CAPITULO VI

EL SURTIDOR.—EL BASTON
MAGICO

Fué exacto a la cita Oovindasamy.


Estaba yo ocupado en admirar las catara-
tas de luz que el sol arrojaba sobre las aguas
del Ganges, cuando el fakir, levantando una d
las cortinas que nos ocultaban la puerta de
entrada de la veranda, se acercó a mi y
se sentó sobre los talones, a la usanza hindú.
—Salam dvé (buenas días, señor)—me dijo
en su lengua materna.
—Salam ta,mbi (buenos días, camarada)—
le contesté en el mismo idioma.—No vale
el arroz de Bengala lo que el de 9'andjaor?
—El arroz que como en el palacio del Peiz-
bwa, en Benarés, no vale lo que las raíces
LUIS JACOI.LIOT 95
que cojo alrededor de mi choza, en Trivande-
ram.
-¿Qué te falta aquí? ¿Los granos del «car-
ry» no tienen igual pureza en las orillas del
Ganges que cii la costa malabar?
—Oyeme; aquí no prospera el cocotero; el
agua del río sagrado no puede reemplazar el
agua salada. Como él os un árbol de la costa.
yo soy un hombre de la costa; ambos morimos
cuando se nos aleja del océano.
Una ligera brisa del Sur pasaba sobre la ciu-
dad adormecida bajo el sol. Los ojos del fa-
kir se animaron.
—Es el viento de mi país—dijo.—No lo
sientes? Todos sus perfumes están saturados
de recuerdos.
Permaneció largo tiempo acurrucado, soñan-
do, sin duda, en los grandes bosques sombríos
de la costa malabar donde se había deslizado su
infancia, y en los misteriosos subterráneos de la
pagoda de Trivanderam en los que los braha-
manes le habían instruido en el arte de las
evocaciones.
De pronto se levantó y aproximándose al
vaso de bronce que le había servido la víspera
para manifestar su poder, impuso Las manos
96 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

sobre la superficie del agua que lo llenaba


hasta los bordes, pero sin tocarla, y perma-
neció inmóvil.
Me acerqué, sin ocurrírseme qué fenómeno
quería producir.
No sé si su poder se manifestaba con más
trabajo aquel día, pero lo cierto es que pasó
una hora sin que nada, ni en el vaso, ni en
el agua, respondiese a la acción del fakir.
Desesperaba ya de que se obtuviera un re-
sultado cualquiera, cuando el agua comenzó a
agitarse dulcemente, como si una débil brisa
rizara su superficie; .puse las manos en sus
bordes y recibí una ligera sensación de frescura
que me pareció proceder de la misma causa;
y una hoja de rosa que lancé al agua fué en
pocos moruentois a chocar contra el borde opues-
to.
No hacía el fakir ningún movimiento; te-
nía cerrada la boca, lo que desvanecía toda
sospecha de que soplase sobre el agua, cuyas
ondulaciones—circunstancia extraordinaria que
suprimía toda idea de uperc1iería—e forma-
ban en el lado opuesto al operador y mo-
rían dulcemente en los bordes del vaso, ex
su dirección.
LtJIS JACOLLIOP 97
Poco a poco el movimiento del agua au-
nientó de intensidad y acabó por estallar, sin
dirección alguna, en todos sentidos, como si
hubiese sido sometida por el calor a una fuerte
ebullición.
Rogué a Covindasaiuy que retirara las ma-
nos, y la agitación, sin cesar compIetameat
disminuyó poco a poco, como ocurre a un líqui-
do hirviente cuyo recipiente se aleja del fuego.
Por el contrario, cada vez que el fakir impo-
nía las mano, el movimiento volvía aacen-
tuarse.
La última parte de la sesión fué aún má
extraordinaria.
Habiéndome rogado que le prestase algo co-
mo un bastoncito, le di un lápiz de madera.
todavía sin afilar. Lo puso sobre el agua, y ei
pocos minutos, por la imposición de las ma-
nos, le hizo moverse en todas direcciones, como
la aguja de una brújula a la que se acerca una
varita de hierro.
Puso luego el índice en el centro del lápiz,
tan delicadamente que no modificó su posi-
ción en el agua, y vi cómo el trocito de madera
descendía lentamente bajo el agua y llegaba al
fondo del vaso.
98 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

Dando de lado la cuestión de habilidad y


charlatanería sobre la que nada puedo afirmar.
ni negar completamente, aunque, en las cir-
cunstancias en que el fenómeno se realizaba,.
me hubiese escapado difícilmente cualquier cla-
se de engaño, pensé que el fakir, cargando de
flúido el lápiz, podía tal vez haber aumentado
u peso específico, haciéndolo más pesado que
el agua.
Incrédulo en cuanto a la acción de los espí-
ritus, a cada experiencia de este género me
preguntaba si no estaban allí puestas en juego
fuerzas naturales todavía desconocidas.
Señalo los hechos, sin más comentarios.
CAPITULO VII

FENOMENOS DE ELEVACION.—
GOLPES NOCTURNOS

La tercera visita del fakir fué corta, porque


debía pasar la noche orando en La orilla de]
río sagrado, con motivo de una fiesta reli-
giosa y un «sradha» fúnebre al que estaba
invitado para el siguiente día.
Sólo venía a darme cuenta de esto y se
preparaba a. regresar a su choza, cuando, a mi
ruego, consintió en reproducir un fenómeno
de elevación que yo había visto ejecutar mu-
chas veces a otros fakires sin poder darme cuen-
ta de los medios que empleaban.
Tomó un bastón de madera de hierro que yo
había traído de Ceilán, apoyó en su pomo b
100 EL EPIBITISMO EN LA INDIA

mano derecha y con los ojos. fijos en tierra


pronunció los conjuros mágicos de ritual, coi
los que había olvidado obsequiarme los días
anteriores.
Yo pensaba, por esta «mise en sciie», que
una vez mis iba a ser testigo de un hecho que
siempre había considerado corno una simple
hazaña de acróbata...
En efecto, mi razón rehusa dar otro nom-
bre al fenómeno siguiente:
Apoyado con una sola mano en el bastón.
el fakir se elevó gradualmente a unos dos
pies del suelo, COil las piernas cruzadas a la
oriental; y así permaneció inmóvil, en
postura bastante parecida a la de esos Budas
de bronce que todos las turistas traen del
Extremo Oriente, sin pensar que la mayoría
de esas estatuitas proceden de los talleres d
fundición de Londres.
Durante más de veinte minutos traté d
comprender cómo podía Oovilldasainy burlar
todas las leyes conocidas del equilibrio: me
fué imposible lograrlo; llillgll soporte visible
le unía al bastón, que no estaba en contacto
COil su cuerpo más que por la palma de su
mano derecha.
LUIS JACOLLIOT 101
Al despedirse me dijo que en el momento
en que los elefantes sagrados anunciasen la
media noche golpeando los gongos de cobre de
la pagoda de Siva, él evocaría los espíritus fa-
miliares de los. «franguys » —francese&—y que
estos espíritus manifestarían su presencia en
mi propia alcoba.
Los hindiis se entienden admirablemente en-
tre sí, y para precaverme contra una super-
chería, mandé a mis das criados a pasar la
noche en la embarcación, con el «cercar)> y loc.
remeros.
Poca propensión tenía yo a creer en lo so-
brenatural, pero no obstante, si el hecho so
producía, no quería ser víctima de una vul-
gar superchería. Al mismo tiempo me preparé
para crear al fakir verdaderas dificultades.
El palacio del Peishwa ha sido construido de
un modo singular. Sólo tiene ventanas por
la parte del río y contiene siete grandes pisos,
cuyas habitaciones dan todas a 'las galerías
cubiertas y terrazas que avanzan sobre el mue-
lle. La forma adoptada para comunicar loe
pisos- entre sí, es curiosísima. Un solo tramo
de escalera conduce del piso más bajo al inme-
diato superior; cuando se ha atravesado éste
102 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

se halla, en la última pieza, un segundo tra-


mo, sin comunicación con el primero, que da
acceso al piso de arriba y así sucesivamente
hasta el séptimo, al que se llega por un tramo
movible, que se puede levantar, como un puente
levadizo, por medio de cadenas.
Este séptimo piso, cuyo mueblaje no era
oriental ni europeo, desde el cual se gozaba del
aire más fresco y de la vista más espléndida,
era el que e1 Peihwa daba a sus visitantes
extranjeros.
Apenas 'llegó la noche, visité minuciosamente
las diferentes habitaciones de mi departamento,
asegurándome de que nadie se había ocultado
en él; levanté luego el puente levadizo y corté
así toda comunicación con el exterior.
A la hQra que me había indicado el fakir,
me pareció oir dos golpes dados claramente en
la misma pared de mi habitación; me dirigj
hacia el punto de donde parecían partir lo
ruidos, y un golpe seco, al parecer procedent,6
de la pantalla de cristal que protegía la lám-
para colgante de los mosquitos y mafip osas,
me hizo volver atrás; otros rumores se de-
jaron oir a intervalos desiguales en las vigas
de cedro del techo; después, todo permaneció
LUIS JACOLLIOT 103

en silencio. Me encaminé a la terraza. Era una


de esas noches argentadas desconocidas de nues-
tras brumosas comarcas; el sagrado río se des-
li'zaba silenciosamente a los pies de la ciudad
dormida...
Sobre las gradas del muelle una figura hu-
mana destacaba en negro su silueta. inmóvil.
Era el fakir de Trivanderam, que oraba por
el eterno descanso de los muertos.
CAPITULO VIII

EL FAKIR Y EL ESCABEL DE
BAMBU.—LOS JARRONES
AEREOS. -EL PAN KAH
MISTERIOSO

Parte de la noche pasé tratando de kailar,


inútilmente, la clave del enigma. Desde que.
residía en la India había yo visto infinitas
veces los mismos fenómenos y podría apoyar
los ejecutados por el fakir de Trivanderam
con otros muchos no menos maravillosos, pero
que no prueban más que los citados la verdad
de la teoría hindi sobre la evocación de la
almas de sus ascendientes. Pero lo que tengo
emjeño en repetir, porque es la expresión de
la realidad, es que nadie conoce en el Indos-
tán los medias de que se valen.
LUIS JACOLLIOT 105

Esperaba con impaciencia la llegada del fa-


kir; desde hacía tiempo tenía el propósito de
seguir mi estudio sobre la antigua doctrina de
108 pitris con la exposición de fenómenos ma-
teriales, que los hindús ligan a sus creencias
religiosas. La buena voluntad y la habilidad
de Covindasainy me ofrecían una ocasión pre-
ciosa para una revisión de conjuntos de di-
chos hechos extraños, que parecían haber ocu-
pado los ocios de todas las castas sacerdotaIe
de la antigüedad y pie cien veces había vista
producirse ante mis ojos asombrados. Emple
parte del día en visitar los templos y mezqui-
tas de Benarés y no regresé al palacio hasta,
ponerse el sol.
Había cerrado la noche cuando el fakir pe-
netró silenciosamente en la terraza, donde yo
le esperaba. Las gentes de su clase gozan del
privilegio de entrar a todas horas en las ca-
sas de los iuás altos personajes hindñs ii
hacerse anunciar, y aunque generalmente no
proceden de la misma manera con los euro-
peos, desde el primer mom'ento yo había dejado
que Covindasaniy obrase como quisiese, lo cual
unido a mi conocimiento de su lengua materna,
me había conquistado su amistad.
106 E.L ESPIRITISMO EN LA INDIA

—Oí los ruidos que me anunciaste—le dije,


en cuanto le vi;—el fakir es muy hábil.
—El fakir no es nada—me replicó con la,
mayor sangre f ría; —él pronuncia los «men-
rm» (conjuros) y los espíritus le oyen.. Soii
los manes de los frcnguys quienes te visitaron.
—¿Tú tienes, pues, poder sobre los espí-
ritus extranj eros?
—Nadie puede mandar a los espíritus.
—Me he expresado mal. ¿Cómo es posi-
ble que las almas de los franguys escuchen
favorablemente las plegarias de un hindú, si
no son de tu casta?
—No hay castas en los mundos superiores.
—Así, ¿son mis ascendientes los que se ma-
nifestaron en mi casa esta noche?
—Tú lo has tlicho.
No hubo nedio de hacerle salir de aquí.
Cada, vez que yo le interrogaba sobre este
tema, observaba atentamente su rostro, tra-
tando de sorprender en sus miradas, en una
sonrisa, en cualquier gesto, algún indicio de
incredulidad, pero la expresión era siempre
impenetrable, de frío convencimiento.
Despueis de este diálogo, sin esperar a que
LUIS JACOLLIOT 107

yo se lo pidiesé, se puso en disposición de con-


tinuar sus ejercicios.
Habiendo cogido un escabel de bambú que
estaba a pocos pasos de él, se sentó con las
piernas cruzadas a la usanza musulmana y lo
brazos sobre el pecho.
Yo había hecho iluminar «a giorno» la te-
rraza por mi criado y me preparaba a no per-
der un detalle de lo que ocurriera.
Corno en los relatos anteriores, suprimo todo
lo referente a la « mise en scne » y a mis im-
presiones personales, para atenerme solamente
al hecho material.
Al cabo de algunos instantes en los que ej
fakir pareció concentrar su voluntad, el es-
cabel de bambú sobre el cual estaba sentado
comenzó a deslizarse sin ruido por el suelo,
dando pequeñas sacudidas que le hacían avan-
zar cada vez unos diez centímetros. El hin-
dú, al que observaba atentamente, estaba tan
inmóvil como una estatua. La terraza tenía
siete metros cuadrados y tardó diez minutos e
recorrerla; llegado a su extremo, el escabel
continuó hacia atrás su movimiento hasta al-
canzar el punto de partida. Rice que repitiese
108 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

tres veces la operación, logrando el mismo


éxito.
Debo hacer notar que las piernas del fakir.
cruzadas a la oriental, estaban separadas del
suelo por toda la altura del escabel de bambú.
Había hecho durante todo el día un calor
abrumador; la brisa nocturna, tan regular en
esta región, que viene cada noche desde los
montes del Himalaya a refrescar nuestros pul-
mones abrasados, no se había levantado aún;
y el «metor», por medio de una cuerda de fi-
bras de coco, lanzaba a todo vuelo sobre nues-
tras cabezas un enorme «pankah» suspendido
de una de las barras de hierro del centro de 1.
terraza. Estas 'barras soportaban horizontal-
mente las cortinas y esteras que hacían de aquel
lugar una verdadera habitación.
El «pankah» es una especie de abanico mo-
vible que afecta la forma de un paralelógramo,
fijo al techo por sus dos extremidades. Puesto
en movimiento por un criado, proporciona una
frescura ficticia, es cierto, pero agradabilísima.
Para realizar su segundo fenómeno, sirvise ej
fakir de este instrumento.
Se hizo dar la cuerda por el «metor», la
apoyó con las dos manos sobre la frente y se
LUIS JACOLL1OT 109
acurrucó bajo el abanico. Bien pronto, sin que
Covindasamy hubiese hecho un solo movimiento,
el «pankaJi» comenzó a agitarse dulcemente, y
aumentando gradualmente su velocidad, no tar-
dó en lanzarse a todo vuelo sobre nuestras
cabezas, como impulsado por una mano invi-
sible.
Cuando soltó la cuerda, el instrumento con-
tinuó moviéndose, pero perdiendo poco a poco
su fuerza de impulsión, acabó por detenerse
completamente.
Estos dos fenómenos, varias veces reptido,
nos habían ocupado mucho tiempo, pero antes de
despedirse quiso el fakir darme otra prueba d
su poder.
Tres jarrones de flores, bastante pesados para
que fuese preciso todo el esfuerzo de un hombre
Para levantarlos, se hallaban a cada extremo
de la terraza; eligió uno Covindasanity e im-
poniendo sobre él las manos, de forma que
tocaba su borde con la punta de los dedos, le
imprimió un balance tan regular como el de
un péndulo. A los pocos instantes, me pareció
que el jarrón, sin modificar su movimiento,
se elevaba y creí verle flotar claramente ea el
110 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

vacío, de derecha a izquierda, según la direc-


ción que le imprimía el fakir.
No puedo. emplear más que una forma dubi-
tativa para dar cuenta de este fenómeno, por-
que siempre lo he considerado una ilusión de
mis sentidos, aunque a menudo lo he presen-
ciado en pleno día.
CAPITULO IX

EL VELADOR SUJETO AL SUELO.—


GRANIZADA DE GOLPES. -EL
MOLINILLO. -LAS PLU-
MAS VOLANTES.—EL
ARMONIO

Sólo tres días permanecería el fakir en Be-


narés y resolví dedicar la última sesión a ex-
periencias de magnetismo y sonambulisw;
cuando le participé mi deseo, pareció asom-
brarse de estas expresiones nuevas, que, bien
o mal, le traduje a su lengua.
Cuando le hice comprender el sentido que se
le da en Europa, sonrió y me respondió, según
su costumbre, que dichos fenómenos eran tam-
bién obra de los pitris—espíritus,--como los
otros que había presenciado. Como la discusión
112 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

sobre este punto era inútil, sin preocuparme de


sus creencias religiosas y de las causas a que
atribuía su poder, me limité a preguntarle si
consentía en prestarse a este género de expe-
riencias.
—El francés---me respondió,—ha hablado al
fakir la lengua de su país. El fakir no puede
negarle nada.
Satisfecho de su respuesta, formulé en el
acto otra pregunta:
—,No podrías permitirme—le dije,—que yo
mismo te indicase los fenómenos que quisiera
verte realizar, en vez de dejarlos a tu inspi-
ración?
Aunque por las circunstancias particulares
en que se habían producido, me pareciese poco
probable que el fakir hubiese podido preparar
de antemano las anteriores experiencias en com-
binación con mis criados, deseaba, sin em-
bargo, ver si Covindasamy lograba obtener
manifestaciones que no epnociera, ni pudiera
prever.
—Haré lo que te plazca—me respondió el
hindú, sencillamente.
Con frecuencia había visto a los fakires hacer
que cualquier objeto se adhiriese al suelo, sea
LUIS JÁCOLLIOT 113
debido a la explicación que me dió un mayor
inglés que se ocupaba de estas cuestiones, y
según el cual todo consistía en que aumentaban
su peso específico cargándolos de flúido, sea
por otro medio desconocido. Resolví repetir la.
experiencia. Cogí un veladorcillo de maderas.
que yo levantaba sin esfuerzo entre el pulgar y
el índice, lo llevé a la terraza y pregunté aJ
hindú si podía fijarlo al suelo, de tal modo, que
fuese imposible trasladarlo a otra parte.
Dirigi&se inmediatamente el malabar hacia
la mesita, impuso las dos manos sobre su su-
perficie, permaneció inmóvil en esta posición
durante cerca de un cuarto de hora, y tras-
currido este tiempo, me dijo sonriendo:
—Los espirit.us han venido y nadie podrá
mover este velador contra su voluntad.
Me aproximé con cierta incredulidad e hice e)
movimiento necesario para levantarlo, pero no
logré ni hacerlo oscilar, domo si estuviese sol-
dado inquebrantablernente a las losas del suc-
io. Redoblé los esfuerzos y sólo conseguí que-
darme con la parte superior entre las manos.
Me incliné entonces y traté de despegar las
patas, derechas todavía, unidas por dos travie-
sas en forma de X, pero no obtuve mejor
114 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

resultado. En este momento se me ocurrió una.


idea.
Si los fakires producen este fenómeno car-
gando de flúido los objetos, pensé, es por la ac-
tuación de una fuerza natural cuyas leyes igno-
ramos; y así, el flúido, cuando no se renueva,
por la imposición de las manos, debe per-
derse gradualmente, y en este caso, dentro d
un momento podré mover sin esfuerzo los res-
tos del velador.
Rogué al fakir que se colocara en el extremo
opuesto de la terraza, cosa que hizo de buen
grado, y en efecto, al cabo de pócos minutos el
dislocado mueble se hizo manejable. Allí, pues,
había irna fuerza. No podía negarla, a menos
de admitir una superchería imposible en aque-
llas circunstancias.
Si hubiese querido controlarla científicamente
habría necesitado meses enteros para esta sóla
experiencia; no tenía tiempo para ello y me
limito a narrarla, como las demás, sin pro-
liunciarme sobre los medios y las causas.
--L pitris se han ido -me dijo el hindú
a manera de explicación,—porque se ha roto
el lazo de comunicación terrestre... i Oye! Vuel-
ven otra vez...
LUIS JAC0LLI0T 115

Diciendo esto, impuso las manos sobre una


de esas grandes bandejas de cobre incrustadas
de plata de que los indígenas ricos se sirve,»
para jugar a los dados y casi en el acto
sonaron sobre su superficie tan gran cantidad
de golpes, con tal violenc.ia, que parecía una
granizada sobre un techo metálico. Creí ver
(vuelvo a mi lenguaje dubitativo) una serie de
fulgores fosforescentes, bastante intensos pa-
ra distinguirse, en pleno día, pa.sar y repasar
en todos sentidos sobre la superficie de la ban-
deja. El fenómeno cesaba o se reproducía a vo-
luntad del fakir.
Ya he dicho •que las habitaciones que yo
ocupaba en el palacio del iPeiishwa estaban
amuebladas medioa la europea, niedio a la orien-
tal. Sobre unos estantes se veía una multi-
tud de objetos, . como molinos de viento, sol-
dados de plomo, juguetes de madera de Nu-
remberg, con sus eternos pinitos verdes que
son para los nifios la primera representación
de la naturaleza... Todos los muebles estaban
atestados de nuestros productos. Los ms pue-
riles, como los más artísticos, aparecían en
pintoresca confusión, a gusto de los criados in-
dígenas. Pero no sonriamos: las tres cuartas
116 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

partes de los objetos chinos, hindús o polinési-


cos con que adornamos pomposamente nuestras
pretenciosas moradas, no permitirían a uno
dc dielios indígenas conservar suseriedad... Di-
visé un molino diminuto que el más liern
soplo ponía en movimiento, comunicándose éste
a varias personajes; se lo enseñé a Covinda-
samy y le pedí que lo pusiera en marcha sin
tocarlo.
Por la sola imposición de las manos, el
molino se puso a dar vueltas con extraordi-
naria rapidez, que aumentabas e disminuía se-
gún la distancia a que se colocaba el fakir.
El hecho era sencillísimo, y sin embargo,
es uno de los que niás me han impresionado,
por la improbabilidad de una previa prepa-
ración.
Daré cuenta de otro de la misJjna naturaleza,
pero •aún sorprendente.
Entre los objetos que componían el museo
del Peishwa, se encontraba un armonio. Por
medio de una cuerda rodeé el rectángulo de ma-
dera que encuadraba, el fuelle (parte del ins-
trumento que, como se sabe, es opuesta a la
de las teclas) y lo suspendí de una de las, ba-
rras de hierro de la terraza, quedando flotando
LUIS tÁottÍOT 117
en el vacío a unos dos pies del suelo. Enton-
ces, rogué al fakir que lo hiciese sonar sin
tocarlo.
Accediendo inmediatamente a mi deseo, co-
gió entre el pulgar y el índice de cada mano
la cuerda que sostenía al armonio y se con-
centró en la más completa inmovilidad... Bien
pronto el instrumento se agit4 suavemente, el
fuelle se, contrajo en un movimiento de vai-
vén parecido al que le hubiese podido imprimir
una mano invisible y el instrumento produjo
sonidos prolongados, sin armonía entre si, es
cierto, pero de una emisión perfectamente lím-
pida.
—No podrías obtener que tocase un aire?—
pregunté a Covindasam:y.
—Voy a evocar el espíritu de un aaitiguo
músico de las pagodas—me respondió con la
mayor sencillez.
Esperé.
Después de un silencio, bastante largo, del
instrumento, que habla callado inmediatamente
después de mi pregunta, se agitó de nueva y
produjo primero una serie de acordes muy eme-
jantes a un preludio y luego comenzó resuelta-

-8
118 EL L.PIRTTISMÓ 1N LA TNDIL

mente a modular uno de los aires más populares


de la costa malabar:

«Taitú mucuti conda


Aruné cany pomelé», etc.

«Traed joyas para la joven virgen de Aru-


iié...»
Durante todo el tiempo que duró la pieza,
el fakir no hizo el más ligero movimiento, li-
mitándose a tocar, como antes he dicho, la cuer-
da que le ponía en comunicación con el armo-
nio.
Controlando la operación, me arrodillé pa-
ra observar los diferentes movimientos del ins-
trumento, y vi, en forma que puedo afirmarlo.
a menos que fuese una ilusión de mis senti-
dos, subir y bajar las teclas según las necesi-
dades de la música.
Una vez mú, hago constar los hechos, sii
formular conclusiones.
Supongamos que no hubiese habido ni ilu-
sión, ni charlatanería, en la producción de di-
chas manifestaciones, ¿hay que buscar las le-
yes?
¡ No!, dicen, a priori, los sabios oficiales
LtTT 9 JACÓLLIOT 119
franceses; semejantes locuras no merecen exa-
men.
¡Sí!, responden los sabios no menos oficia-
les de Inglaterra.. Nosotros hemos comprobado
hechos materiales en los que ni la ilusión.
ni la charlatanería, entran; es para nosotros
empeño de honor buscar las leyes y decir la
verdad.
He aquí el estado de la cuestión.
De una parte, la negación; de la otra, el
estudio.
Nuestros sabios franceses—para llamarlos por
el nombre que entre sí se dan,—no pierden.
como se ve, las tradiciones que les han hecho
rechazar todos los grandes inventos que hon-
ran nuestro tiempo.
Se concibe que yo no tome una parte activa
en el debate. Si yo me atreviese a formular
una ley sobre los hechos que he obrvado,
todo el mundo podría decirme:
-¿Ha experimentado usted científicamenta
todos los hechos singulares ejecutados por 10
fakires de que nos habla?
Y como yo no he hecho construir bajo mi
vigilancia ni las balanzas, ni los pesos, ni lo
vasos, ni, en fin, ninguno de lw instrumeil-
120 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

tos que los fakires han utilizado, tendría que


responder: científicamente, no.
Pero por otro lado, cuando recuerdo que los
fakires han actuado con objetos de mi propie-
dad y ns a menudo coil cosas que según to-
das las probabilidades, nunca habían toca.do
ni visto, digo con Crookes, Huggins, Cox y
otros: «Hay aquí hechos dignos de estudio,
puesto que tan interesante es para la ciencia
negarlos como afirmarlos con conocimiento de
causa...»
El ocaso debía hallar a Covindasa4my de ro-
dillas sobre las márgenes del río sagrado y
como la hora se acercaba, se despidió de mí
con todos los «sadams» de costumbre, anun-
ciándome que no podría visitarme al día si-
guiente.
Como le expresase mi sentimiento, me, dijo:
—Mañana es el veintiún día de mi lle-
gada a Benarés, y el ultimo de las ceremonias
fúnebres. El fakir debe permanecer de la pri-
mera a la segunda salida del sal (veinticuatro
horas) en oración; cumplida su misión, partirá
para Trivanderam, pero antes de emprender e)
viaje a mi país te dedicaré ini día y una noche
entera, porque tú has sido bueno conmigo;
LUIS JAC0LLI0T 121
mi boca, tanto tiempo cerrada, ha podido abrir-
se para hablar contigo, la lengua con que mi
vieja «ama» (madre) me dormía cuando niño.
Las lágrimas velaban su voz cuando pro-
nunciaba estas últimas palabras. Nunca he vis-
to un hindú que hablase de su madre sin
emoción.
En el momento en que iba a traspasar la
puerta de la terraza, apercibiendo en un vaso
un ramillete de variadas plumas de los más ra-
ros pájaros de la India, cogió un puiado y lo
arrojó a lo alto; cuando las plumas bajaban,
el fakir hacia pases bajo ellas y a medida que
llegaban cerca de sus manos, volvían a ascen-
der en espiral hasta el tapiz, que servía de
techo movible a la terraza. Todas siguieron
igual dirección; al cabo de un instante, obe-
deciendo de nuevo a las leyes de atracción que
tendían a hacerlas caer, volvieron a iniciar
su descenso, pero apenas habían recorrido la
mitad del camino, ascendieron de nuevo y aca-
baron por permanecer inmóviles en el techo.
Un último estremecimiento, seguido de un
ligera propensión a descender, se manifestó
otra vez en las plumas, pero en seguida, torna-
ron a quedar fijas, y viéndolas destacarse con
122 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

sus tmültiplea matices, se hubiese dicho que el


pincel de un hábil artista las había pintado a1lí.
Aí que el fakir desapreció, JAs, plu-
mas cayeron inertes al suelo; las dejé espar-
cidas durante algún tiempo sobre las losas de
mármol, sintiendo la necesidad de darme a
nií ms1no una prueba «de que no había sido
objeto de una alucinación».
Apenas llegó la noche y con ella una agra-
dable frescura, me dirigí al muelle, y embar-
cando en el «dingui», ordené al «cercar» que
dejase ir la embarcación abandonada a la co-
rriente. Influenciado a mi pesar por todos es-
tos fenómenos incomprensibles, tenía necesi-
dad de hallarme en otro ambiente, reemplazando
'el sueño que me eitraviaba a través de todas
las especulaciones metafísicas de la humani-
dad, por las sensaciones más dulces que siem-
pre me han 'hecho experimentar las poéticas no-
ches del Ganges, arrullado por los cantos de los
remeros indostánicos y el lejano rugido de las
fieras.
CAPITULO X

REPRODUCCION DE DIBUJOS EN LA
ÁRENA.—EL CUBO DE AGUA Y EL
COCINERO. - EXTINCION DEL CAN-
TO.—TRADUCCÍON DEL PENSAMIEN-
TO.—LECTURA DE UNA PALABRA
EN UN LIBRO CERRADO.—RUI-
DOS MELODICOS EN EL
AIRE. - LA HOJA DE
PALMA. - ELEVA-
CLON DEL FAKIR

Me había prometido Coviiidasamy que antes


de separarse de mí para regresar a Trivande-
ram, haría, un llamamiento a todas las fuer-
zas de que disponía, a todos 108 epiíritvs que
le auxiliaban, siguiendo una expresión, cuya.
responsabilidad le dejo; y que me liaría ve
124 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

maravillas de las que guardarla un recuerdo


eterno.
Debíamos aquel día celebrar dos sesiones,
una a la luz del día, como las anteriores, y otra.
de noche, pero con entera libertad de iluminar
a mi gusto el lugar de nuestras experiencias.
Apenas doraba el sol el «Gath » de Siva,
cuando el hindú, cuya misión había 'terminado.
se hacía anunciar por mi «cansania», temien-
do hallarme dormido.
—<Saranay-Aya»—me dijo al entrar.—Ma-
liana debe volver el fakir al país de sus an
tepaados.
—Mis votos te acompaarán—le respondí.—
¡Ojalá los «pisatchas» Iia1ditos hayan respe-
tado tu morada en tu ausencia!
Según su costumbre, no trató el fakir de
continuar la conversación, y después de los
saludos usuales se acurrucó en el suelo y co-
menzó la serie de sus fenómenos.
Había llevado consigo un saquito lleno de
finísima arena que yació sobre el enlosado,
formando luego con la mano una superficie
igual de unos cincuenta centímetros cuadrados.
Una vez hecho esto, me rogó que tomase
papel y Lápiz y me colocase frente a él.
LUIS JÁCOLLIOT 125

Pidióme después un pedacito de madera y


le di el mango de un portaplumas, que puso
delicadamente sobre la arena.
¡Oye—me dijo ;—voy a evocar bis «pitris»;
cu4ndo veas que el objeto que acabas de dar-
me se levanta verticalmente, permaneciendo en
contacto con el suelo por uno de sus extremos.
puedes trazar en el papel los signos que quie-
ras y los verás reproducirse en la arena.
Extendió las dos manos horizontalmente an-
te sí y se puso a murmurar las fórmulas se-
creta de las evocaciones.
Al cabo de algunos momentos, el mango
que le había dado se elevó poco a poco sobre la
arena y en seguida comencé a dibujar en el
papel las figuras más extrañas y variadas.
En el acto vi que el portaplumas copiaba fiel-
mente todos mis movimientos, trazando sobre
la arena los signos y arabescos que yo di-
bujaba.
Cuando me detenía, se detenía también el
improvisado lápiz; continuaba yo... y seguía.
El fakir no había cambiado de posición y
nada en apariencia establecía un contacto en-
tre él y el portaplumas.
Deseando averiguar si desde el sitio en que
126 EL ESPILI ITSMO EN LA INDIA

se hallaba podía seguir los movimientos que


yo imprimía al lápiz sobre el papel, lo cual
no habría explicado, sin embargo, cómo podía
trasmitirlos sin estar en contacto con la su-
perficie de arena en que se reproducían, dejé
la mesa y me coloqué en forma tal, que tuve
que convencerme de que Covindasamy le era
imposible darse cuenta de lo que yo dibujaba.
Comparé luego los signos de la arena con los
del papel y su identidad era perfecta.
Igualó con las manos la arena y me dijo:
—Piensa una palabra en la lengua de los
dioses—sánscrito.
—Por qué en este idioma?—le pregunté.
—Porque los espíritus se sirven más fá-
cilmente de esta habla inmortal, prohibida a
los impuros.
Tenía la costumbre de no discutir las opi-
niones del fakir y me di por satisfecho con su
explicación.
El hindú extendió las manos como antes
había hecho y el lápiz mágico se levantó gra-
dualmente y escribió sin vacilar:

¡ Puruc/,aJ
(El generador celeste)
LUIS JACOLLI.OT 127
Esto era, realmente, lo que yo había pensado.
Pieiisa en una frase entera.
—Ya está—le contesté.
Y el lápiz trazó sobre la arena las siguien-
te palabras:

Adicet T7eikuntam Haris


(Vishiiú duerme en el monte Veikuiita)

-,Puede darme el espíritu que te inspira Ja


est&ncia 243 del libro cuarto de Manú? -
pregunté Oovindasamy.
Apenas había terminado de expresar mi de-
seo, el lápiz comenzó a trazar la estancia pe-
dida:

Dannapradann purucham taa3a hato"-ilswn


Pzralikaij'rii nayati acu baswaitain Kariri,iamj.

La traducción es la siguiente:
«El hombre cuyas virtudes todas tienen por
objeto la virtud y cuyos pecados han sido
borrados por sacrificios y actos piadosos, llega
a la celeste morada resplandeciente de luz y
revestido de 'una figura espiritual».
128 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

En fin, como última experiencia pregunté, po-


niendo la mano sobre un librito cerrado, que
contenía, extractados, algunos himnos del Rig-
Veda, cuál era la primera palabra de la quin-
ta línea de la página veintiuna. La respuesta.
fué:

Deva4at?a

Lo comprobé y era exacto.


-¿Quieres hacer una pregunta mental ? —me
dijo el fakir.
Asentí con un movimiento de cabeza y apa-
reció sobre la arena la palabra siguiente:
Tlaaundará
(La tierra)
Yo había preguntado: ¿Cuál es nuestra ma-
dre común?...
Nada explico ni afirmo sobre las causas...
¿Es habilidad? ¿ Es inspiración? Lo ignoro.
Narro lo que he visto. He visto y respondo de
LUIS 3A0ÓLLI01 129
las circunstancias en que 1s hechos se produ-
jeron. Materialmente, no creo posible una su-
perchería.
La primera parte de esta sesión había sido
un poco larga y rogué al fakir que interrum-
piera durante unos minutos el curso de sus
fenómenos, dirigiéndome luego al extremo de,
la terraza, a donde me siguió.
Serían las diez de la mañana.
El sol hacía espejear las aguas del G-&nges.
A nuestra izquierda se extendía un vasto jar-
dín en cuyo centro un criado sacaba perezosa-
mente agua de un pozo y la vertía en un con-
ducto de bambú, que, a su vez, la 11evaba has-
ta la sali de baño.
Impuso Covinclasainr las manos en direc-
ción al pozo y en el acto vi al pobre indígena
tirar furiosamente de la cuerda, sin lograr que
ésta cediera a sus repetidos esfuerzos.
Siempre que algo se opone a lo que ejecuta,
un hindú atribuye el obstáculo que no puede.
vencer a la influencia de los malos genios y en
seguida lanza contra ellos toda la savia de con-
juros mágicos, cuyo pretendido secreto ha pa-
gado, a veces, carísimo.
Así lo hizo nuestro hombre, pero apenas
1O tL ESPIRITISMO PN LA INDIA

había modulado algunas palabras con ese tono


agudo y nasal con que el canto nos destroza
los oídos en todo el Oriente y el Extremo-Orien-
te, el sonido expiró en su garganta, sin que,
a pesar de las más grotescas contorsiones, pu-
diera articular una palabra m.
Al cabo de algunos minutos de este singu-
lar espectáculo, el fakir bajó las manos y en
el acto el criado recobró el uso de la voz y
el dominio sobre la cuerda.
Cuando volvimos al lugar de nuestras expe-
riencia, el calor era sofocante y así se lo hice
observar al fakir, que, tan concentrado parecía,
que creí que no me había oído. Ya no pensaba
en ello, cuando uno de esos abanicos de hojas
de palmera que utilizan los sirvientes hindús
para darnos aire en Las habitaciones en que no
hay «pankali», se elevó voltijeando de la mesita
en que estaba colocado y vino hacia mí, agi-
tando suavemente el aire junto a mi rostro.
Aunque su movimiento era lentísimo, observé,
que me proporcionaba una frescura extraordi-
naria. En el mismo momento, me pareció oir
el armonioso sonido de una voz humana, que
nada tenía de hindú, vibrar y extinguirse en
el espacio, como esos cantos idealizados por 13
JÁCOLLIO T 131

distancia que los cazadores niontaüeseis oyen,


en el crepúsculo, ascender desde el fondo de 10
valles.
La hoja de palmera volvió a ocupar su
puesto sobre la mesa, cesaron 1QS sones y yo
me pregunté si no había sido víctima de una.
ilusión.
Cuando se despedía de mí para tomar un
bocado y dormir algunas horas, cosas que no
había hecho hacía veinticuatro horas, el fakir
se detuvo junto a la puerta que de la terraza
conducía a la ecalera, y cruzando los brazos so-
bre el pecho, se elevó poco a poco y sin sostén
risible a una altura aproximadas de veinticinco
a treinta centímetros..
Pude fijar exactamente esta distancia gra-
cias a, un punto de comparación que establecí
mientras duró el fenómeno. Detrás del fakir
había un cortinaje de seda que servía de por-
tier, rayado de oro y blanco en listas iguales
y observé que los pies de Oovindasamy esa-
ban a la altura de la sexta lista. Al verle co-
menzar a elevarse, saqué mi cronómetro: la
duración total del fenómeno, desde que einpez.S
a ascender, hasta que de nuevo tocó el suelo.
fué un poco más de ocho in'inutos permane-
12 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

ciendo durante cinco inmóvil en su altura niá-


xima.
En el momento en que me daba el saludo de
despedida, le pregunté si le era posible re-
producir a voluntad el último fenómeno.
—El fakir—me contestó enfáticamente,—pue-
de elevarse hasta las nubes.
--¿Cómo ha obtenido este poder?—le pre-
gunté sin saber por qué, puesto que veinte
veces me había dicho que sólo se consideraba
como un instrumento en manos de los pitris...
Me respondió sentenciosamente:

Swadya,'ó nit9mjukta 8iít


Árnbarad avatarati devi.

«En comunicación constante por la oración


contemplativa, un espíritu superior desciende
del cielo sobre él».
CAPITULO XI

VEGETACION ESPONTÁNEA

En el relato de sus viajes al Thibet, da


cuenta el misionero Hue de un fenómeno se-
mejante al que voy a relatar y que yo no pue-
do considerar más que como un habilísimo
juego de manos.
No hubiese hecho mención de él si no for-
mase parte integrante, por así decirlo, del ba-
gaje cíe las manifestaciones exteriores de los
secuaces de los pitris, y si, fiel a mi papel de
historiador, no -tuviese, empego en no ocultar
ninguna de sus singulares prácticas.
Entre las más extraordinarias pretensiones
de los fakires, figura la de influir de una mane-
ra directa sobre la vegetación de las plantas
-9
14 it. E$PIRITIMÓ PÑ LA INDIA

y poder acelerar de tal forma su crecimiento.


que pueden en pocas horas obtener un resul-
tado que ordinariamente exige largos meses
y aún años ¿le cultivo.
Muchas veces he presenciado el fenómeno, pe-
ro comb siempre había visto en él nada más
que una habilísima superchería, había desdeilado
anotar exactafliiente las circunstancias en que
el hecho se prdujo.
Por fantástica que la cosa fuese, resolví,
puesto que estaba dispuesto a hacer reproducir
por Covindasarny, cuya fuerza tra realmen-
te maravillosa, todos los fenómenos que yo
había visto ejecutar por otro, experimentar con
él este hecho absurdo, pero curioso, de la ve-
getación espontánea, ejerciendo tan severa vi-
gilancia sobre cada uno de sus actos que no
pudiera sustraer ninguno a ni atención.
Todavía debía concederme dos horas de ex-
periencia en pleno día, de las 3 a las 5 de, la
tarde, antes de la gran sesión de la noche; y
me decidí a consagrarlas a este examen.
Creí sorprender al fakir cuando al llegar le
di cuenta de mis propósitos.
—Ftoy a tus órdenes—me contestó con su
habitual sencillez.
LUIS JACOLLIOT 135

Algo deconcertaIo por esta seguridad, re-


pliqué, sin embargo:
—Me dejarás elegir la tierra, el vaso y el
grano que vas a hacer crecer ante mí?
—El vaso, y el grano, si; pero la tierra
debe ser cogida en un nido de «carias».
Estas pequefias hormigas blancas que cons-
truyen sus habitaciones en forma de montículos
que alcanzan a menudo una altura de ocho y
diez metros, son muy comunes en la India y
nada más fácil que procurarse un poco de esta
tierra que ellas amasan diestramente para le-
vantar sus edificaciones.
Ordené a mi criado que me trajera una
maceta de regular tamaño y algunos gramos
de diferentes especies.
Le advirtió el fakir que desmenuzase entre
dos piedras la tierra que no pudiese arrancar
más que a trozos, y era buena la recomendación,
ya que no hubiésemos podido dedicarnos en las
habitaciones a esta operación, exigida por la
dureza del material que necesitábamos.
Un cuarto de hora después, estaba de vuelta
con todo lo pedido y me apresuré a despedirlq,
no queriendo que hablase con Covindasmy.
Di a éste eJ pote lleno de una tierra blan-
136 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

cuzca, que debía estar saturada del licor le-


choso que los carias segregan sobre cada par-
tícula c1e aquélla. La deslió lentamente en un
poco de agua, murmurando «mentrams» cuyas
palabras no llegaban hasta mi.
Cuando juzgó que ya estaba conveniente-
miente preparada, me pidió el grano que yo
había elegido y unos palmos de tela blanca.
Tolmé al azar una simiente de papayero y antes
de dársela le pedí permiso para marearla.
Habiendo accedido, hice un corte en la película
del grano y se la di, junto con unos metros de
muselina para mosquitero.
—Pronto dormiré con el sueño de los espí-
ritus—me dijo Covindasaniy;—júrame que no
me tocarás a mí, ni al tiesto.
Se lo prometí.
Plantó entonces el grano en la tierra, que ha-
bía convertido en fango líquido; hundió el
bastón de siete nudos—signo de iniciación que
nunca abandonaba,—en la maceta y extendió
sobre él la pieza de muselina que yo acababa.
de darle. Después de haber ocultado así e)
objeto Sobre el cual iba a operar, se sentó CD
el suelo, extendió las manos horizonta1ment
LUIS JACOLLiOI 137

sobre el lienzo y cayó poco a poco en un estado


de completa catalepsia.
Había jurado no tocarle y en un principio
dudé si su situación era real o simulada, pero
cuando vi que trascurría media hora y no ha-
cía ningún movimiento, me vi forzado a ren-
dirme a la evidencia, ya que ningún hombre
despierto, cualquiera que sea su fuerza, es capaz
de mantener diez minutos solamente los brazos
extendidos ante sí horizontalmente.
Trascurrió así una hora sin que el má
pequeño movimiento de los músculos delatase
la vida... Casi enteramente desnudo, el cuer-
po luciente y bruñido por el calor, los ojos
abiertos e inmóviles, el fakir parecía una es-
tatua de bronce en una actitud de evocación
mística.
Desde el primer momento me había colo-
cado frente a él, pero bien pronto no pude
soportar su mirada, que, aunque apagada, me
parecía cargada de efluvios magnéticos... En
un instante dado, me pareció que todo daba
vueltas en torno mío, incluso el fakir... Para
escapar a esta alucinación de mis sentido, pro-
ducida, sin duda, por la excesiva tensión de
mis miradas sobre un mismo punto, me levanté,
138 EL ESPIRITISMO Elq LA INDIA

y sin perder de vista a Coviridasarny, inmóvil


como un cadáver, fui a sentarme en el extremo
de la terraza, fijando alternativamente mi aten-
ción en el río y en el fakir, para librarme de
una influencia demasiado directa y prolongada.
Dos horas hacía que esperaba, y ya el sol
comenzaba a bajar rápidamente cii el horizonte.
cuando un ligero suspiro me hizo estremecer;
el fakir había vuelto en sí.
Me hizo señal de que me acercase y levan-
tando la muselina me mostró una ramita fres-
ca y verde, de unos veinte centímetros de
altura...
Adivinando mi pensamiento, hundió los de-
dos en la tierra, que durante la operación ha-
bía perdido casi toda su humedad, y retirando
cuidadosamente la plantita, me enseñó, en
semilla todavía adherida a las raíces, el corte
que yo había hecho en su película dos horas
antes.
¿Era el rnsrno grano y el mismo corte? No
puedo decir mis que una cosa. NoHadvertí nin-
guna sustitució; el fakir no había salido de
la terraza; no le había perdido de vista un
instante; ignoraba al llegar lo que iba a pe-
dirle; no podía ocultar una planta en sus ves-
LUIS JACOLLIOT 139

tido, puesto que estaba casi por completo des-


nudo; y en todo caso, ¿cómo habría podido
saber de antemano qué semilla elegiría yo en-
tre las treinta especies diferentes que el criado
me había traído?
Se comprende que nada pueda afirmar sobre
un hecho semejante. Hay casos en que la razón
no se rinde, ni aun en presencia de fenóme-
nos que los sentidas no han podido sorprender
en flagrante delito de superchería.
Después de haber gozado de mi asombro,
me dijo con ml disimulado orgullo:
—Si continuase las evocaciones, dentro de
ocho días el papayero tendría flores y dentro
de quince, frutos.
Recordando el relato del misionero Huc y
otros fenómenos de que yo mismo habla sido
testigo, le repliqué que había fakires que en
dos horas obtenían tales resultados.
—Te engañas—contestó el hindú.—Las ma-
nifestaciones de que hablas son fenómenos de
aportes de arboles con frutos por los espíritus.
Lo que acabas de ver es verdadera vegeta-
ción espontánea; nunca el flúido puro dirigido
por los pitris ha podido producir en un solo,
140 EL EPInITISM0 EN LA INDIA

día las tres fases de nacimiento, floración y


fruto...
Se acercaba la hora de las abluciones; es
decir, la puesta del sol; el fakir se apresuró a
dejarme dándome cita por última vez a la
diez de la noche, que debía, por entero, ser
consagrada a fenómenos de aparición.
Debo mencionar un hecho, que conocen todos
los que han vivido en la India y que ta1 vez
abra camino a una explicación.
He hecho muchas veces el enayo de plan-
tar un puñado de simientes de hortalizas en
un terreno húmedo y bien expuesto. Plantadas
a la aurora, bajo la influencia de aquel sol ma-
ravilloso, brotan entre las doce y la una, y
a las seis de la tarde, cuando el día muere, al-
canzan ya un centímetro de altura.
Por otra parte, también hay que decir, para
-ser justos, que son necesarios al menos quince
días para hacer germinar un grano de papa-
yero...
Pero me he detenido demasiado sobre un
hecho que muchos relegarán al dominio de la
fantasía, y que el raciocinio, si se descarta
la hipótesis de una superchería, no podría
explicar.
CAPITULO XII

LAS MANOS MISTERIOSAS. - APOR-


TES DE FLORES, CORONAS, ETC. -
LAS LETRAS DE FUEGO.—EL ES-
PECTRO DE UN BRAHAMAN
SACRIFICADOR.—EL MU-
SICO FANTASMA

Al releer los fragmentos de mis notas de


viaje, escritas al día siguiente de esta extra-
iTa sesión, advertí que las emocionas de la
víspera habían influido demasiado en la re-
dacción de estos recuerdos y que no podía re-
producirlos aquí por entero, sin salirme de]
papel de simple narrador que yo mismo me he
impuesto.
El lector curioso de estos usos y prácticas
142 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

singulares, podrá hallarlos con todos sus detalles


en otra parte. (1)
Debo limitarme, como con los fenómenos an-
teriores, a presentar, por decirlo así, una
sencilla acta de los hechos que presencié en esta
sorprendente velada.
A la hora convenida, Covindasamy entraba
silenciosamente en mis habitaciones.
—El fakir—le dije amistosamente—no pa-
rece fatigado por sus veintiún días de oración
y ayuno.
—El cuerpo del fakir nunca se cansa; es un
esclavo que sólo tiene que obedecer—me (lijo,
sentencioso.
Antes de entrar en mi habitación había de-
positado sobre uno (le los peldaños (le la esca-
lera el pequeño trozo de tela, llamado langu-
tg, que componía (le ordinario su único ves-
tido. Entró, pues, completamente desnudo, su-
jeto el bastón de siete nudos a un mechón
de sus largos cabellos.
—Nada impuro debe tocar el ,cuerpo del
evocador—me dijo,—si quiere conservar en to-

Ii) Indoustan.—Voyage au pays des ftklrs çhar,ners.


LUIS JACOLLIOT 143

da su potencia su fuerza de comunicación con


los espíritus.
Cada vez que he tenido ocasión (le ver a
un fakir en este estado, me he preguntado si
no eran iniciados de este orden los que los
griegos entrevieron en las orillas del In(lus y
a los cuales llamaron «penitentes desnudos».
Mi alcoba daba a la terraza y dispuse ésta
Y aquélla para nuestras experiencias, cerrando
con cuidado todas las piezas que a la primera
daban acceso, ya que la terraza, hermética-
mente cerrada por su techo movible y sus cor-
tinas, sólo tenía entrada por fu alcoba.
En el centro (le cada una de estas piezas,
una 1mpara (le aceite de coco derramaba, ba-
lanceándose en su colgante (le bronce, una sua-
ve claridad, suficiente para que permitiera leer
los caracteres más pequeños, aun en los lugares
más apartados.
En todas las casas hindús se encuentran unos
braserillos de cobre, constantemente encendi-
dos, para quemar (le vez en cuando un poco
de polvo perfumado compuesto de sándalo, de
raíz de iris, de incienso y mirra.
El fakir puso uno en el centro de la terraza,
y a su lado, un plato de cobre lleno de la oJo-
144 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

rosa mezcla; hecho esto, se acurrucó en el


suelo, en su postura familiar, cruzados los bra-
zos, y coflienz6 un largo recitado en una lengua
desconocida.
Cuando, terminó sus invocaciones, permaneció
inmóvil CII la misma postura, la mano derecha
apoyacta sobre su bastón de siete nudos y la iz-
quierda doblada sobre el corazón.
Creí que, como la víspera, iba a caer en
catalepsia, pero no ocurrió así, pues de vez
en cuando se llevaba la mano a la frente y pa-
recía hacer pases para despejarse el cerebro...
De pronto, no pude reprimir un estremeci-
miento; una nube ligeramente fosforescente aca-
baba de formarse en mi alcoba y de ella bro-
taban manos que volvían a desaparecer con
gran rapidez; al cabo de algunos minutos, al-
gunas de estas manos perdieron su apariencia
vaporosa, adquiriendo la semejanza de miembros,
humanas -, mientras unas, cosa singular, se ma-
terializaban en cierto modo, otras se hacían m'
luminosas. Las unas se volvían opacas y pro-
yectaban sombra bajo la luz y las otras tenían
tal 'trasparencia. que permitía ver los objetos
colocados tras ellas.
Conté hasta diez y seis.
LUIS JACOLLI0T 145
Pregunté al fakir si podía tocarlas, y apenas
había formulado mi deseo, una de ellas vino
revoloteando a estrechar la mano que yo iç
tendía. Era pequeña, suave y fresca, como la
de una joven.
—El espíritu está aquí—dijo Covindasamy—
aunque sólo sea visible una de su manos;
puedes hablarle, si quieres.
Sonriendo, pregunté si el espíritu dueño de,
aquella mano encantadora consentiría en de-
jarme un recuerdo. En respuesta, la mano se
desvaneci& en la mía y se dirigió hacia un
ramo de flores, arrancó de él un capullo, lo
arrojó a mis pies y desapareció.
Durante dos horas asistí a una escena capaz
de hacer sentir el vértigo... Tan pronto un
mano me acariciaba la cara o me hacía aire
con un abanico o dejaba caer una lluvia de
flores o trazaba en el espacio, con letras de
fuego, palabras que se desvanecían desde que
la última letra había Sido escrita.
Varias de estas frases rnie llamaron tanto la
atención, que 1s escribí rápiamlente con lápiz.
Diryavapur 9atw,
en sánscrito: «He tomado un cuerpo flúidico».
146 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

Inmediatamente después la mano escribió:

Atmanam cre yasa yox?J:atas


Dehas'ga sya timocanat

«Alcanzaras la dicha desembarazándote de


ese cuerpo perecedero».
Y durante todo esto, fulgurantes rekmpagos
cruzaban las dos habitaciones.
Poco a poco, todas las manos se desvaecie-
ron; la nube de la que parecían brotar habí4.
desaparecido gradualmente, a medida que las
manos se materializaban.
En el mismo sitio en que se desvaneció la
última, hallamos una corona de esas siempre-
vivas amarillas de penetrante perfume que los
hindús emplean en todas sus ceremonias.
No intento explicar los hechos... Relato y
dejo libre el campo a todas las suposiciones.
Lo que puedo afirmar es que las puertas de.
las dos habitaciones estaban cerradas, que yo
tenía las llaves en el bolsillo y que el fakir
no había cambiado de posición.
A estos fenómenos sucedieron otros, aún iná
sorprendentes.
Un momento después de la desaparición de
LUIS 3AÓLLI0T 147

las manos, mientras el fakir continuaba con


miás ardor sus invocaciones, una nube, seme-
jante a la primera, pero de un matiz más co-
loreado y de mayor opacidad, descendió hasta
ponerse junto al braserillo, que, a peticiói
del hindú, había mantenido constantemente en-
cendido. Poco a poco, la nube tomó forma
humana, y distinguí el espectro, no puedo lla-
marlo de otro modo, de un viejo brahamál)
sacrificador arrodillado al lado del braserillo.
Llevaba en la frente los signos consagrados
a Vishnú, y alrededor del cuerpo, el triple,
cordón, la seflal de los iniciados de la ca.st,
de los sacerdotes. Unía las manos sobre la ca-
beza DT sus labios se agitaban como si murmu-
rasen oraciones. En un momento dado, cogió
un poco del perfumado polvillo y lo arrojó so-
bre el braerillo; debió, ser grande la dosis
porque una espesa humareda llenó en un ins-
tante las dos habitaciones.
Cuando se disipó, apercibí al espectro, que,
a dos pasos de mi, me tendía su mano descar-
nada; la estrechá y quedé sorprendido de hallar
en ella algo, de huesoso, duro, caliente y vivo.
-¿Eres realmente—pregunté en alta voz—
un antiguo habitante de la tierra?
148 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

No había apenas terminado la pregunta, cuan-


do la palabra

¡ÁnI (Sí)

aparecía y desaparecía en letras de fuego sobre


el pecho del viejo brahamán, por un efecto
semejante al que produciría esta palabra es-
crita en la oscuridad con un pedazo de fósforo.
—o me dejarás nada en recuerdo de tu
visita ?—continué.
El espíritu rompió el triple cordón que le
ceñía los riÑones, me lo dió y se desvaieció
a mis pies.
Creía terminada la sesión y ya iba a le-
vantar una de las cortinas de la terraza par
renovar la atmósfera del interior, que me so-
focaba materialmente, cuando advertí que e)
fakir no pensaba en abandonar su puesto y oí
de pronto una modulación extraña ejecutada por
un instrumento que me pareció ser el armo-
nio que habíamos utilizado dos días antes. Sir,
embargo, no me pareció posible, puesto que la
víspera lo había pedido el peishwa y no estaba
ya en mis habitaciones.
Lo sones, en un principio lejanos, se apro-
LUIS JACOLLIOT 149
xin1aron tanto, que parecían proceder de las
piezas próximas; poco después, me pareció oir-
lo en mi alcoba... y vi, deslizándose a lo
largo de la pared, el fantasma de un músico d
pagoda que arrancaba a un armonio los so-
nidos plañideros y monótonos característicos de
la múca religiosa hindú.
Cuando hubo dado la vuelta ¿ mi alcoba
y a la terraza, desapareció, y en el mismo
lugar en que esto ocurrió, hallé el instrumento
de -que se había servido.
Era, realmente, el armonio del rajah. Las
puertas seguían herméticamente oerradas y las
llaves en mi bolsillo.
Se levantó entonces Covindasamy; el sudor
bañaba su cuerpo; el infeliz estaba al cabo
de sus fuerzas e iba a ponerse en camino den-
tro de algunas horas...
—Gracias, malabar—le dije, llamándole por
el nombre que llenaba su corazón de júbilo
porque le recordaba en país.—Que aquél que
posee los tres poderes misteriosos (1) te pro-
teja en tu marcha hacia él dulce país del Sur

(i) La trinidad brahamánica.


u
150 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

y veas, al llegar, que la alegría y la4 dicha


han reinado en tu cabaña durante tu ausencia.
Esta enfática manera de hablar es regla co-
rriente en la India entre los que van a sepa-
rarse y hubiese ofendido al buen fakir em-
pleando términos más sencillos, que para él
habrían sid signo de indiferencia. En el mismo
tono Ime respondiá y aún con más cxageraión
y después de haber aceptado, sin mirarlo y
sin darme las gracias, el presente que le ofre-
cía, me dirigió nielancólicamnte su último «aa-
1am» y desapareció sin ruido detrás del ta-
piz que ocultaba la puerta de mi habitación.
Llamé en el acto a mi criado y le hice levan-
tar todas las cortinas de la terraza para dar
libre entrada al aire puro de la mañana.
Palidecía la noche, las ondas del Ganges ro-
daban argentadas y silenciosas y a lo lejos una
ligera linea reja anunciaba la prióxima sa-
lida del sol...
Percibiendo en el río un punto negro que
parecía dirigirse haca la orilla opuesta a. la de
Benaré, lo enfoqué con un ateojo; era el
fakir, que, fiel a su promesa, atravesaba el
Ganges para emprender la ruta de Trivande-
ram.
LUIS JACOLLIOT 151
Iba a volver a las ondas azules de su Océa-
no, cje sus cocoteros, de su cabaña, que nunca
olvidaba.
Dormi durante algunas horas en una ha-
maca; cuando desperté; y recordé las escens
que se habían desarrollado ante mis ojos, me
pareció haber sido juguete de una alucina-
ción... Sin embargo, el armonio estaba allí,
y mb era imposible saber quién lo había lle-
vado; las flores esmaltaban todavía el suelo
de la terraza; la corona. de siemprevivas es-
taba sobre un diván... y las palabras que yo
había copiado al verlas aparecer no habían
desaparecido de mi carnet...
CAPITULO XIII

EL FANTASMA DE KARL!

Aproximadamente, cuatro afios después, me


dirigí, por Madrás, Bellavy y Bedjapur, en la
provincia de Arungabad, a visitar el templo
subterráneo de Karli.
FIstas, célebres criptas, talladas en la roca
viva, están situadas en el perímetro de colinas
del país maratta, donde, se elevan los demás
monumentos de esta clase que posee la In-
dia: Ellora, Rosah, etc.
Según E. Roberts, estas colinas, terminadas
todas por una ancha meseta, estaban antigua-
mente guarnecidas de fortalezas que hacían
de aquel lugar una temible línea de defensa
LÜIS JACOLLIOT153

ante la cual árabes y musulmanes se estrellaron


durante cinco siglos.
Todavía se ven ruinas de ciudadelas en el
escarpado camino que hay que seguir para lle-
gar a Karli.
La entrada a los subterráneos de Karli es-
tá situada a una altura aproximada de tres-
cientos pies de la base de la colinay no es ac-
cesible más que por un sendero escabroso y
resbaladizo, que antes parece el lecho de un
torrente que un camino practicable.
Conduce este sendero a una terraza o plata-
forma, artificial en parte, tallada en la roca y
construída con fragmentos rocosos extraídos del
interior. Tiene unos cien pies de ancho y for-
ma un atrio digno de la magnificencLa del
templo.
A la izquierda del pórtico se halla una co-
lumna maciza sobre cuyo capitel se alzan tres
leones que la acción del tiempo ha desgastado.
La columna está cubierta de inscripciones indes-
cifrables.
Al penetrar en el interior, me hallé en el
umbral de un inmenso vestíbulo cubierto en
toda su longitud, unos ciento sesenta pasos, de
arabescos y esculturas de hombres y aninles.
154 EL ESPIRITISMO EN LA INDIA

A cada lado de la entrada, se encuentran tres


elefantes de colosales dimensiones llevando al
cuello jsus conductores; sobre la espalda, el
artista desconocido grabó con verdadera maes-
tría una multitud de personajes. La bóveda está
sostenida por dos hileras de pilares, cada uno
de los cuales remata en un elefante que lleva
sobre el lomo un hombre y una mujer que
parecen abrumados por el enorme peso que so-
portan.
El lugar es imponente, pero lúgubre; apenas
puedo guiarme en la oscuridad.
Esta enorme cripta subterránea es un célebre
punto de peregrinación y no es raro hallar en
ella gran número de fakires llegados de todas
partes de la India para permanecer durante
unos días en oración en la cueva de las evo-
caciones.
Otros se establecen en las cercanías del tem-
plo, macenndose el cuerpo y no viviendo más
que en una contemplación absoluta.
Sentados noche y día junto a hogueras lla-
meantes que los fieles conservan, una venda
sobre la boca para que no penetre en ella nada
impuro, no comiendo más que unos granos de
arroz tostados, humedecidos con agua filtrada
LUIS JACOLLIOT 155
a través de un lienzo, llegan poco a poco a tal
estado de delgadez, que apenas tienen apariencia
de vida; las facultades se debilitan con rapidez,
y mucho antes de llegar a la muerte, por este,
prolongado suicidio, se hallan extenuados fí-
sica e intelectualmente.
Todos Los fakires, que desean alcanzar las
trafornaciones más elevadas en los mundos
superiores, deben s&mterse a estos horribles
suplicios.
Me enseñaron uno, llegado hacía unos meses
del cabo Comorin; colocado entre dos bffisero
para activar más la descomposición de sus
órganos, había llegado ya a un estado casi
completo de insensibilidad. Cuál no sería mi
asombro cuando, por una ancha cicatriz que
le rayaba profundamente toda la parte superior
del cráneo, me pareció reconocer en él al fakir
de Trivanderam.
Me acerqié a él yen aquella hermosa lengua
del Sur que tanto amaba, le pregunté si se
acordaba del «franguys» de Benars.
Un relámpago iluminó un instante sus ojos
casi extintos y le oí murmurar estas dos pa-
labras sánscritas que yo había leído en letras
156, EL $PIRITISMO EN LA INDIA

fosforescentes la noche de nuestra última se-


sión:

Div'yavapur ga1w

«He tomado un cuerpo flúidico».


Esta ¡ué la única señal de atención que pude
obtener de él.
Los hindús de los alrededores no le conocían
más que bajo el nombre de Karli Saya, el
cadáver, el fantasma de Karli.
Así, en la decrepitud y la imbecilidad, aca-
ban los médiums hindús.

FIN
INDICE

Al lector . .
CAP. I.—Los iniciados en possii
del llmiado poder oculto. 13
CAP. II.—Agaa . . 17
CAP. 111.—Los fakires - enoantadore 20
CAP. IV.—La danza de las 7oyias. 24
Investigaciones experimen-
tales sobre la fuerza psl-
quica. . . . . . . . . 45
Carta del señor Huggins a
WilIiain Crookes . . . . 62
Carta del señor Ed. W.
Cox, doctor en Derecho, al
señor Crookes. . . . . 63
CAP. V.—El vaso de brome.—Golpes
da4s a Coflspó$, acornpffain-
do un /raØnento musical . 80
II ÍNDICR

CAP. VI. —El su rl jdor. - El bastn


94
CAP. VII.Fenim'nas de elevaÓión.
Golpes nocturnos . . . 99
CAP. VIII. —El fakir g el esabel de
bainhú. - Los jiarro5es aé-
rs.—El pankah Misterioso 104
CAP. IX.—El velador sujeto al suelo.
—Granizada de golpes.—El
inolinillo. - Las plumas vo-
lantes.—El arrnknio.. 111
CAP. X.—Reproducción le dibujos en
la arena.—El culo de agua
y el cocinero. - Extinción
del x,ato. - Traduccirn del
psdimiento. - Lectura de
una palabra en un libro ce-
rrado. - Ruidos mefr5dicos
en el aire. - La hoja de
paba. —Elevackn del fa-
kir 123
CAP. XI.—E'egetació espontánea . 133
CAP. XII.—Las 'irJanos .mistericea. --
.Aportes de flores, coronas,
etc. - Las letras die fue-
go.—El espectro & un bra-
hi»rian saeri/ickior. - El
núsico /anta.sma 141
CAP. XIII.—El /anta,ia e Karli 152

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