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T EMA 2

PAZ EN LA CRISIS
Base Bíblica: Salmo 3:1-8

Introducción

Este maravilloso salmo ha inspirado decenas de canciones y cientos de mensajes de espe-


ranza. ¿Por qué? Porque todos, al igual que David, su autor, de algún modo nos hemos
encontrado en medio de grandes y avasalladoras guerras o persecuciones, y eso ha hecho,
indiscutiblemente, que nos identifiquemos con el sentir del salmista.

David se enteró de la gran rebelión de su amado hijo Absalón, quien puso en su contra a
una gran multitud del pueblo de Israel valiéndose de mentiras y engaños. ¿Qué puede ser
más doloroso que la traición de tu propia familia? Si alguien ajeno a los tuyos estuviera en
contra tuya, seguramente no sería tan grave, pero saber que es alguien que amas, eso es
más doloroso. ¿Qué podemos aprender de este salmo?

1. El poder del clamor

(V. 4). Un clamor puede hacer la diferencia entre la derrota o la victoria. Eso nos enseña la
Biblia. Por ejemplo, algunos de los hombres más extraordinarios en la historia bíblica,
nacieron de un clamor. Samuel nació del clamor de Ana, Juan el bautista nació del clamor
de Zacarías y Elisabet. El clamor es un arma poderosa en los labios de un cristiano. Solo
aquellos que conocen el poder de una oración desesperada, son capaces de resistir los
fuertes vientos en medio de sus más extensos desiertos.

Querido amigo, debes saber una cosa: antes de pensar en un buen plan para escapar de tu
crisis, recuerda que Dios espera un clamor nacido en tu corazón. Examinémonos. ¿Cuántas
veces preferimos actuar de manera insensata, antes que elevar un clamor a Dios? David
pudo valerse desde un principio de su ejército, pero eligió el camino sabio: clamar. Consi-
dera que no es poca cosa clamar a Dios, al contrario, es el principio de tu bendición. ¿Te
falta algo? Clama. ¿Tienes temor? Clama. ¿Te sientes tentado? Sigue clamando.

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2. El poder de la confianza

(V. 5). Si, la confianza es una expresión del poder divino dado al cristiano. Pablo lo dijo: no nos
ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y dominio propio (2 Ti. 1:7). Ese
poder se afirma en el interior y entonces se genera confianza, primeramente en Dios, y luego
en nuestras capacidades de hacer nuestra parte. Ahora bien, la confianza en Dios produce
fruto en nuestras vidas. La confianza genera paz, esperanza y descanso.

Se sabe que uno de los síntomas más frecuentes entre quienes experimentan estrés o enfren-
tan severas preocupaciones, es la pérdida del sueño. Si se pierde el sueño por una deuda,
¿Cuánto más por una amenaza de muerte? Ese era el caso de David, él no debía dinero, ¡pero
lo querían matar! Ni el oro de todo su reino podía limpiar el corazón de su rebelde hijo que le
declaró la guerra. Pero he aquí un secreto de David: el confió en Dios y por eso podía dormir
en paz.

3. El poder de la salvación
(V. 8) David había visto el poder de Dios salvándolo en el pasado. Siendo un joven pastor de
ovejas, él había visto la mano de Dios librándolo de osos y leones (1 Samuel 17:37). Siendo casi
el tiempo para sentarse en el trono, fue perseguido por Saúl, el primer rey de Israel (1 Samuel
19). David sabía “qué tipo” de Dios tenia. ¿Puedes reconocer en medio de tu crisis, qué tipo de
Dios tú tienes? El Dios en el cual has creído, “jamás abandona el barco aunque este se estuvie-
ra hundiendo”. David sabía eso.

Seamos sinceros. La verdad es que nuestras crisis con frecuencia parecen más grandes por una
razón: “Dios se hace más pequeño en nosotros”. Si, se hace más pequeño y entonces nos
cuesta reconocer que Él, en verdad, puede ayudarnos, que no existe nada que esté fuera de su
control y que mientras nos preocupamos por unos cuantos asuntos que roban nuestra paz,
olvidamos las palabras del profeta Isaías cuando dijo: la tierra es el estrado sus pies (Isaías
66:1). Nuestro Dios es Grandioso.

Conclusión
Mientras Absalón quería el trono y la vida de su padre, David quería una cosa: la bendición de
Dios sobre el pueblo (v. 8). En medio de la crisis, en vez de quejarte, afanarte o maldecir, haz lo
que hizo David, ora por la bendición de Dios sobre todos. Bendice a los que te persiguen, a los
que te han traicionado o humillan. Pronto verás la salvación del Señor.

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