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Elena Chiozza
A pesar de su decadencia económica, Potosí llego a los 50.000 habitantes en el periodo virreinal,
Santiago del Estero pasaba los 30.000 y Salta y Tucumán los 20.000, córdoba alcanzaba los 40.000
habitantes. La población litoraleña crecía lentamente acelerándose vertiginosamente en Buenos Aires,
donde el constante aporte de europeos elevo la cifra de 24.000 habitantes en 1778 a más de 55.000 en
1822. En Misiones, donde la masa indígena rural concentrada por la actividad de los jesuitas, había sufrido
el asalto permanente de los brasileños, vivían entre 1785 y 1891, alrededor de 40.000 individuos. En los
treinta y cinco años del periodo virreinal, el área fluvial rioplatense absorbe población de las zonas
tradicionales del interior. No todos vienen a Buenos Aires, muchos se establecen a lo largo de las rutas
comerciales iniciando la primera colonización rural de la llanura pampeana.
El crecimiento de la población se hace manifiesto en Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos,
mientras la población rural del noroeste, si bien abundante,
permanece estacionaria. La población cuyana es por la índole
de su actividad económica básicamente urbana o suburbana,
y tanto en Montevideo como en Paraguay, el campo y la
ciudad mantienen un estable equilibrio demográfico.
El Estado Federal
Entre 1810 y 1820 Buenos Aires procuró organizar al país bajo su hegemonía, como un apéndice natural
de su economía portuaria y exportadora.
Entre 1820 y 1828, las regiones del litoral compitieron con ella para aplicar en su beneficio el mismo
esquema comercial. Las restricciones impuestas a la navegación fluvial por el Pacto Federal (1831) fueron
claras: sólo podrían navegar libremente por los ríos litorales las naves de las provincias amigas, cuyas
costas fueran bañadas por ellos. Por entonces, las provincias interiores se habían unificado en la Liga
Unitaria, armada por el general Paz, firme adversaria de los caudillos federales. Bajo el nombre de
federalismo los puertos fluviales volvían a unirse contra el interior. El realismo político de Rosas permitió,
sin embargo, que sobre la unidad de las ricas provincias litorales se sostuviese una estable armonía con el
interior, por medio de una política proteccionista, sancionada con la ley de Aduanas, que echó las bases
para proseguir el crecimiento de las manufacturas nacionales.
La seguridad de la frontera sur, alcanzada después de 1833, y la unidad política interna, apenas
amenazada por algunos gobernadores, no afectos al régimen, permitieron a la Nación pasar de la
desintegración virreinal a una tácita organización nacional mediante el cumplimiento de una necesaria
etapa de consolidación y cohesión interprovincial. Se añade a ello la decidida defensa del territorio contra
las amenazas de desmembración, contra el ataque de las flotas anglofrancesas en el litoral, las aspiraciones
de Paraguay sobre Corrientes o el intento de Santa Crúz, presidente de la efímera Confederación Peruano-
Boliviana, de apoderarse de las provincias del noroeste.
Así se sentaron las bases del futuro Estado Argentino, consolidado por medio de una organización de
corte federalista que respetaba la esfera de poder de cada gobernador y unificaba la representación
nacional.
La prolongada guerra civil que comienza poco después del estallido de la revolución porteña en 1810 y
que continua sobre diferentes frentes durante setenta años, debilitó fundamentalmente las bases
militares del Virreinato. La descomposición política, la escasa población y el desconocimiento geográfico
de vastas regiones fronterizas, dejaron sin defensa importantes porciones del territorio nacional.
Brasil había venido ocupando desde principios del siglo gran parte de las Misiones, y en 1826 invade
los gobiernos de Moxos y Chiquitos. Paraguay y Bolivia incursionaban por el Chaco, y Chile mantenía
eshiestas sus aspiraciones de anexarse la Patagonia. En 1843, el presidente chileno Manuel Bulnes, ordena
ocupar el estrecho de Magallanes, con lo que la nación trasandina incorpora la mitad del archipiélago
meridional y la mitad de la Tierra del Fuego. Todas estas operaciones fronterizas permanecen
desconocidas o, en todo caso, las medidas diplomáticas tomadas en relación a ello no son significativas.
La eliminación de las fronteras interiores
La frontera indígena entre 1852 y 1879. La tranquilidad obtenida durante el período federal, sobre la
base del reconocimiento por parte del indio del derecho a ocupar y transitar libremente los territorios
conquistados entre 1820 y 1833 y el compromiso tácito de reciprocidad por parte del cristiano, se quiebra
a partir de Caseros. Durante treinta años gruesos contingentes de araucanos cruzan los Andes y se
expanden por la pampa. Los malones arrecian y el cuatrerismo abastece de ganado a los exportadores del
sur chileno: entre 1855 y 1857 salen del país medio millón de cabezas.
En 1858 es derrotado en Pigüé el famoso Calfucurá y Paunero se ufana de ocupar la sierra de la Ventana,
pero la situación no varía. En 1875, el ministro dé guerra Adolfo Alsina discute con el general Roca la
necesidad de una acción militar que aleje el peligro del malón y conquiste el enorme territorio en poder
del indio. La Ley 947 de 1877 fija las nuevas fronteras internas cuya ocupación se planea: el nuevo límite
remonta el río Negro, desde el océano hasta el meridiano 5 al oeste de Buenos Aires y de allí hacia el norte
hasta el paralelo 35, por el que se alcanza la cordillera.
El gobierno nacional decide completar la conquista a partir de 1879. El sistema de propiedad de la tierra
cumple también ahora un importante papel en la integración efectiva de los territorios del sur. La ley del
4 de octubre de 1878, que autoriza al Ejecutivo a extender la frontera nacional hasta los ríos Négro y
Neuquén, ordena la medición de tierras, el levantamiento de planos, y su división en lotes de mil hectáreas.
Cumplidos los requisitos, los suscriptores de títulos podían solicitar su amortización por adjudicación de
lotes de tierra. La base para la venta sería de 400 pesos fuertes (el valor de una acción por dos leguas). La
legislación, sin embargo, procuraba evitar el acaparamiento de tierras con medidas especiales.
Ocupación de la Pampa y el Comahue. En 1879 parten hacia el sur cuatro cuerpos expedicionarios: él
principal, dirigido por el flamante ministro de guerra Julio A. Roca, parte de Azul y cruza la frontera en
Carhué. Después de fundar el Fuerte Argentino cerca de Bahía Blanca, baja hasta el río Negro y remonta
la corriente hasta la confluencia del Neuquén. La segunda expedición al mando de Levalle recorre, junto
con la dirigida por Racedo, toda la pampa central, desde las Salinas hasta el río Chadlleuvú. La cuarta
columna, comandada por Uriburu, bate las faldas orientales de la Cordillera desde el río Atuel hasta el
Neuquén, atacando la base de operaciones del tráfico ilegal de ganado.
Ocupación de la Patagonia. Finalizada la expansión sobre la pampa y los valles de los ríos Colorado y
Negro, las expediciones militares continúan al sur. En 1881 Villegas alcanza el lago Nahuel Hüapi,
explorado por jesuítas chilenos en el siglo XVIII, y entre 1882 y 1883 consolida la ocupación de la Patagonia
septentrional. La expedición dirigida por Lino de Roa en 1883 alcanza la meseta de Senguerr, al sudoeste
de Chubut. Las exploraciones posteriores de O'Connor y de Francisco P. Moreno en los lagos del sur arrojan
importante información geográfica, utilizada más tarde para el establecimiento definitivo de los límites
argentino-chilenos, que la conquista de la Patagonia lleva al primer plano. Cortado el tráfico ilegal que
abastecía a la economía trasandina y cercenadas las aspiraciones chilenas sobre la Patagonia, se firmó en
Buenos Aires un Tratado Prellminar en 1881, pero el litigio recién concluyó en 1902.
Ocupación del Chaco. El extenso territorio comprendido entre las faldas orientales del Altiplano y los
ríos Paraguay-Paraná y Salado, fue reducto exclusivo de numerosas poblaciones indígenas hasta la
segunda mitad del siglo pasado, las que impidieron hacer efectivo su dominio. Los establecimientos
coloniales sobre, el Bermejo, así como las incursiones correntinas allende el Paraná, tuvieron poco éxito.
Tampoco lograron una colonización permanente los paraguayos y bolivianos en el Chaco Boreal, ni los
brasileños, que ocuparon gran parte de Moxos y Chiquitos. En 1860, el ministro de guerra Victorica ordenó
la organización de una línea de frontera al sur de la llanura chaqueña. También se estudió la navegabilidad
del Salado, considerado con razón como llave de entrada a la región. En 1864 se logra unir San Fernando
(Resistencia) con Fortín Bracho y Santiago del Estero y poco después, Esquina Grande (prov. de Salta) con
Resistencia. Entre 1870 y 1872 se recorre el sur del Chaco, asentando establecimientos estratégicos. Ese
último año se establece definitivamente la gobernación del Chaco y se fijan sus límites en el Arroyo del
Réy y el río Salado. Como desprendimiento del territorio se organiza una gobernación militar en el sur de
la región, mantenida hasta 1875.
El coronel Fontana recorre en 1880 el Bermejo hasta Colonia Rivadavia y poco después funda la ciudad
de Formosa. En esa fecha se controla el norte santafesjno actual; en años siguientes se consolida la
dominación argentina hasta el Pilcomayo, desahuciando la aspiración boliviana que invocando la presunta
jurisdicción de la antigua Audiencia de Charcas, pretendía llevar sus fronteras hasta el Bermejo. En 1885
se habilita un camino desde el Paraná a Rivadavia (prov. de
Salta). La conquista del Chaco incorporó al dominio nacional
más de 350.000 km2.