1. ¿Cuáles son las características de la Formación basada en competencias?
Existen diferentes definiciones de lo que se ha entendido la formación basada en competencias, que van desde la capacidad de realizar una actividad de manera eficiente (perspectiva instrumental) hasta elaboraciones donde implica un conocimiento aprendido y contextualizado, con carácter social y cultural. La enseñanza basada en competencias busca favorecer el desarrollo humano y las habilidades de pensamientos, donde las competencias son aprendizajes integrales (diferentes dimensiones del ser humano) de carácter general que se expresan en multiplicidad de situaciones y contextos (cambiantes y flexibles) y va contra el concepto tradicional de información específica y particular, así pues, el implica saber hacer, saber sentir, saber pensar. Se define competencia humana como una habilidad general, producto del dominio de conceptos, destrezas y actitudes que el estudiante demuestra de forma integral, a un nivel establecido (meta). Implica además capacidad de ejecución (intelectual y de procedimiento) y de actitud o disposición (ético).
Por tanto, implica formar pensamiento organizado, jerárquico, que comprende el
sentido y la finalidad de los procesos involucrados, saber lo que se hace y por qué se hace, dentro de un concepto ético, responsable y respetuoso. Además de desarrollar las capacidades, es necesario que se comprenda el contexto en el que se da. Entonces, educar implica trabajar de manera holística, integral e interrelacionada.
2. ¿Qué ventajas y retos presenta la Formación por Competencias?
El abordar una formación por competencias da la posibilidad de entender la educación con un objetivo más amplio, que abarca los diferentes aspectos del ser humano, posibilita el entender la diferencia de los educandos en cuanto a niveles y avances (desarrollo y tiempos). Además, entiende que la educación no se limita a una transmisión de contenidos, valoración de mínimos (promoción) y reconocimiento de niveles (graduación), sino que busca el desarrollo humano en su integralidad, incluyendo aspectos no solo cognitivos y pragmáticos, sino axiológicos y éticos. No obstante, su implementación requiere cambios no solo a nivel del aula, sino desde la definición general de los fines y contenidos de la educación, a nivel nacional, y desde allí, la organización general de las escuelas. Su carácter contextual implica una educación que se piense y ajuste desde lo sociocultural (macro) hasta lo institucional y personal (familiar). Para ello se requieren elementos de autonomía y toma de decisiones que modifique la organización desde las entidades mayores (Ministerio Nacional y Secretarías) pero también desde la escuela y el aula, permitiendo reconocer las particularidades de cada contexto, su realidad social, cultural y económica. Además, esto implica un conocimiento profundo de cada individuo, lo que se evidencia como uno de los grandes problemas que afrontamos en una educación masificada, que teóricamente propone una reforma en su esencia, pero formalmente busca solo índices de cobertura, con gran cantidad de estudiantes con los mismos recursos. Esta condición también afecta una de las premisas de la educación por competencias: los tiempos variables, lo que es contrario al sistema actual, que está regido por calendarios, fechas de entrega, tiempos de promoción que no permiten lo que es realmente el avance de cada individuo a su propia velocidad. Otro de los elementos que se proponen como base de la educación por competencias es la de núcleos problemáticos que implique integración de áreas, pero históricamente se ha demostrado la gran dificultad que acarrea de agrupación y organización de las áreas y sus problemas administrativos (ver el proyecto de Campos de Conocimiento y su estado hoy). En cuanto a la evaluación, es necesario pasar de la evaluación por logros a seguimiento de procesos, lo que realmente daría cuenta de un avance significativo, pero que, en la práctica, nuevamente se hace inviable al requerirse el seguimiento de cientos de procesos (estudiantes) por cada docente (seguimiento complejo), y nuevamente se reduce a una valoración puntual de actividades, que es lo que nos permite el volumen de población que debemos atender. Finalmente, se requieren de nuevas competencias para los docentes, tales como: mediación, trabajo en equipo, uso de TIC y gestión, las cuales se ven constantemente limitadas por aspectos administrativos, técnicos y sociales. 3. ¿Cuál es la relación entre el enfoque de formación por competencias y el enfoque histórico cultural? La relación es muy profunda, pues el enfoque histórico cultural se contrapone a los preceptos piagetianos del desarrollo cognitivo como universal e independiente del contexto. Por una parte, evidencia la gran importancia del contexto en el desarrollo cognitivo y la interacción social, así como la necesidad entender que todo proceso humano es social, contextual e histórico, y estos enmarcan los procesos de aprendizaje, tanto cognitivo, como valorativo y praxiológico.
El enfoque histórico cultural destaca aspectos como el papel relativo de lo
biológico o heredado (sistema nervioso, temperamento, aptitudes) y lo social (adquirido por mediación de la actividad, de carácter social) en la formación de la psique humana y el surgimiento de la conciencia.
También entiende la enseñanza-aprendizaje como el desarrollo de las funciones
psíquicas superiores, bajo el concepto de transferencia de la experiencia histórica y social, que se logran con actividades que implican un desarrollo de las capacidades integrales del ser humano, más allá de la apropiación de una información o contenidos desarticulados.
Igualmente, comparten el carácter decisivo de la función orientadora y de la
metodología interactiva de la enseñanza y, por lo tanto, la función de los educadores para conducir el proceso a través de todas sus fases hasta que se produzca la apropiación con sentido personal de la experiencia, con el consecuente desarrollo de su personalidad y de sus capacidades.
Así pues, la formación por competencias establece un medio adecuado para
cumplir con la educación dentro del enfoque histórico cultural, pues comprende a un individuo complejo, social, que actúa en comunidad y que tiene necesidades no solo globales, sino relacionadas con sus contextos más íntimos, y allí la educación podría intervenir, mediada por reformas profundas en los estamentos gubernamentales, y adecuada con la realidad de los estudiantes.