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Citlali Andrea Jiménez Solis

2112008878
Sociología
Año de realización: 2016
2ª cda. Bosques de Brasil
Lote 70 casa 2,
Héroes Tecámac secc.
Bosques. Tecámac, Estado
de México. C. P 55764
(55) 49791514
(044) 5548877790
zitlazaak@gmail.com

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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA
AZCAPOTZALCO

ÁREA DE CONCENTRACIÓN:
Sociología Rural

TÍTULO TRABAJO TERMINAL:


La vulnerabilidad de las mujeres centroamericanas en tránsito
por México: narrativas desde la otredad

NOMBRE:
Citlali Andrea Jiménez Solis

MATRÍCULA:
2112008878

ASESORA:
Dra. Karina Ochoa Muñoz

SINODALES:
Dr. Jorge Mercado Mondragón
Dr. Mario Pérez Monterosas

Mayo, 2016

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LA VULNERABILIDAD DE LAS MUJERES CENTROAMERICANAS EN
TRÁNSITO POR MÉXICO: NARRATIVAS DESDE LA OTREDAD

Contenido
Agradecimientos .................................................................................................................. 5
Introducción ......................................................................................................................... 6
Parte I. Breve panorama teórico y descriptivo sobre la migración centroamericana ... 12
1.1. Introducción general sobre las migraciones ............................................................................................ 12
1.2. Caracterización de la migración centroamericana ................................................................................... 14
1.2.1. Transmigrantes o migrantes en tránsito ........................................................................................... 18
1.2.2. Lugares de origen: entornos que causan la migración ...................................................................... 22
1.2.3. El tránsito: rutas, cifras y riesgos ....................................................................................................... 29
1.2.4. Mujeres centroamericanas en la migración ...................................................................................... 58
1.2.5. Política migratoria: Plan Frontera Sur (Julio 2014) ............................................................................ 65
1.3. Apoyo a migrantes centroamericanos y centroamericanas: Albergue “Hermanos en el Camino” .......... 72
Parte II. Una mirada teórica para pensar sociológicamente la vulnerabilidad de las
personas centroamericanas en tránsito por México. ...................................................... 79
2.1. Vulnerabilidad asimétrica entre el Yo y el Otro ........................................................................................ 79
2.1.2. La otra cara de la vulnerabilidad y la ética de la alteridad ................................................................ 88
2. 2. El ser y el no ser: la humanidad como frontera ...................................................................................... 90
2.3. Sub-ontologización de las mujeres migrantes centroamericanas a partir de las nociones de raza, la no-
ciudadanía y el género .................................................................................................................................... 98
Parte III. Mujeres centroamericanas en tránsito por México en el albergue para
migrantes “Hermanos en el camino”, Ixtepec, Oaxaca. ................................................ 125
3.1. Migrantes centroamericanas(os) en tránsito: contraste entre espacios geográficos/sociales de
interacción .................................................................................................................................................... 125
3.1.1. No hay hogar en el hogar ................................................................................................................ 125
3.1.2. Violencia en el recorrido Chiapas-Oaxaca ....................................................................................... 134
3.1.2.1. Ruta de asaltos: el camino que parece no tener fin...................................................................... 135
3.1.2.2. Estrategias para el viaje y ayudas en el camino ........................................................................... 152
3.1.2.3. “¡Mira, un migrante!” .................................................................................................................. 161
3.1.3. Convivencia en albergue para migrantes “Hermanos en el Camino”. Ixtepec, Oaxaca. .................. 169

3
3.1.3.1 “¡Qué chilero tu chucho colocho!”................................................................................................. 171
3.1.3.2. El voluntariado: “estoy aquí para amar y servir” ......................................................................... 183
3.1.3.3. La visa por razones humanitarias ................................................................................................. 186
3.1.3.4. Despedida .................................................................................................................................... 192
3.2. La voz de las mujeres migrantes centroamericanas. ¿Narrativas invisibles? ......................................... 194
3.2.1. Ser mujer migrante, ser vulnerable ................................................................................................. 196
3.2.2. “Lejos de mis hijos, lejos de mi familia” .......................................................................................... 203
3.2.3. La fe: “Dios es importante para este camino” ................................................................................. 208
3.2.4. Buscando un futuro mejor: las fortalezas, los cambios y los sueños ............................................... 210
Conclusiones.................................................................................................................... 219
Bibliografía ....................................................................................................................... 225
Entrevistas propias .......................................................................................................... 231

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Agradecimientos

Cuando inicié esta investigación nunca imaginé la ardua labor que conllevaría realizarla. Y
tampoco imaginé encontrarme con personas que me enseñaran a ser humilde y
cuestionaran mi posición como mujer, ciudadana y estudiante universitaria, ni mucho menos
esperaba contar con la oportunidad de convivir con personas de otras nacionalidades,
formar parte de la labor del voluntariado, además de aprender a escuchar las voces
silenciadas y anuladas de las personas migrantes centroamericanas.

Por eso, quiero agradecer a las mujeres y a los hombres que me brindaron su confianza y
abrieron su corazón para contarme las experiencias que vivieron durante su camino, para
hablarme de sus sentires, de sus sueños o de lo que sea que quisieran compartir.

También quiero agradecer a mi padre y a mi madre por darme su apoyo incondicional, tanto
de forma material como emocional, y por tener la suficiente paciencia para entenderme
cuando llegué a sentirme frustrada y desanimada.

A mi compañero de viajes y alucines, Javier, por el simple hecho de estar presente en todo
momento y por haber formado parte de esta experiencia.

A mis amigas y amigos de la universidad, por acompañarme en el camino de la Sociología,


por las buenas experiencias, las risas, las nostalgias, las pláticas interminables y los saberes
que también me dieron.

Y por último, quiero agradecer también a la Dra. Karina Ochoa por aceptar dirigir mi trabajo,
por despejar las dudas que tenía y darme las sugerencias que fueron tan acertadas y de
gran ayuda para darle coherencia a mis ideas que, frecuentemente eran abstractas y
enmarañadas.
Al Dr. Mario Pérez por haber coincidido en cosas tan triviales, como en una canción. Por
estar siempre a disposición de hablar sobre este tema, aunque la mayoría de las veces,
nuestras conversaciones me resultaban confusas, pero sin duda me hacían reflexionar
bastante.
Y al Dr. Jorge Mercado por enseñarme lo necesario en sus clases de metodología, por
darme herramientas importantes para poder realizar mi investigación y por sugerirme el lugar
en el cual realicé mi trabajo de campo.

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Introducción

La migración como un fenómeno constante y de larga tradición, se debe históricamente a


diferentes factores, ya sean políticos, económicos, sociales, naturales, etc. Por eso no
podemos pensarla como algo estático y lineal que sigue un curso fijo de un punto (A) a otro
punto (B). Merece nuestra atención para dar cuenta de sus cambios en cuanto las rutas, los
actores involucrados, las problemáticas que envuelve, las identidades que se configuran
(sean efímeras o con un grado de permanencia), las estrategias que se crean, adoptan y
transforman, entre otros elementos.
En ese sentido, la migración centroamericana tampoco descansa de las dinámicas
heterogéneas que complejizan su análisis. De entrada, existen dificultades para dar con una
definición concreta sobre este fenómeno, más que nada por sus características relacionadas
con el tránsito por México. Sin embargo, los trabajos que se han realizado, en especial los
que tocan el tema de los migrantes en tránsito, enuncian a este proceso como
transmigración.

Mucho se ha escrito y discutido sobre la migración centroamericana de tránsito irregular y,


aunque existan numerosos estudios respecto a tal fenómeno, en la mayoría de ellos se
destaca principalmente el papel que desempeñan los hombres en estos procesos. En
general, poco se sabe de la participación femenina en las movilidades humanas, y llega a
surgir una inclinación hacia el estudio de las mujeres migrantes hasta que se desarrolla un
ensanchamiento de las filas migratorias por su presencia. También es común que, en tales
estudios, se hable de la vulnerabilidad de las personas migrantes siendo las mujeres, por
ejemplo, las más vulnerables en comparación con los varones. En este sentido, considero
que hace falta humanizar y sensibilizar otros aspectos cuando se investiga este tema. Por tal
motivo, ha surgido mi interés en este trabajo de explorar las dinámicas sociales en las que
se ven envueltas las mujeres migrantes que provienen del istmo centroamericano y que
tienen un paso obligado por territorio mexicano.
La importancia de estudiar la migración centroamericana no radica en hablar solamente de
los problemas político-sociales que genera y que la transforman, sino que -desde una
perspectiva sociológica- habrá que profundizar en las relaciones de poder implicadas para
así reconocer que las mujeres centroamericanas en tránsito por México, además de ser

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vulnerables, también tienen capacidades y habilidades de afrontamiento. La vulnerabilidad
de las mujeres migrantes centroamericanas es una construcción social, cultural y simbólica
que implícitamente las deshumaniza objetivamente, y su condición subordinada las hace ver,
ante ciertos grupos dominantes, como blanco fácil de ataque, teniendo como consecuencia
que durante el trayecto de la ruta migratoria sean percibidas por un lado, como objetos de
deseo que pueden ser agredidos sexualmente, “penetrados” o poseídos; y por el otro, como
mercancía sexual que es vendida al mejor costo en lugares de prostitución clandestina.
Es cierto que la vulnerabilidad de las mujeres centroamericanas en su paso por México
evidencia al menos dos problemas principales, uno referente a la desigualdad y violencias
en contra de estas mujeres, y el otro como resultado del primero, se relaciona con la
violación de sus derechos humanos. Sin embargo, si bien es notoria la violencia que sufren
las migrantes, lo que no se visibiliza de forma analítica y reflexiva son las medidas que estas
mujeres adoptan para sobrevivir el paso por México: saben que pueden ser secuestradas,
asaltadas y/o violadas, pero también tienen habilidades de afrontamiento que les sirven para
continuar con su camino y lograr sus metas.

Una línea de reflexión para entender la vulnerabilidad de las mujeres centroamericanas en


tránsito por México es a partir, primero, de un enfoque filosófico desde la perspectiva de
Emmanuel Lévinas; segundo, del pensamiento descolonial, tomando en consideración los
conceptos de las zonas del ser y del no ser, sobre todo desde la visión de Frantz Fanon
recuperada por Ramón Grosfoguel, así como también la propuesta de la sub-ontologización
de la alteridad, rescatada por el puertorriqueño Nelson Maldonado-Torres. Estas teorías
serán de gran utilidad para pensar sociológicamente las lógicas de violencia y desigualdad
que existen dentro de las relaciones sociales que se encuentran en la migración
centroamericana.
En este sentido, mi objeto de estudio es la vulnerabilidad de las mujeres centroamericanas
que pasan por México, el tipo de violencia que se genera por su condición de género, raza y
no-ciudadanía, así como sus estrategias para el viaje, sus sentires y aquellos factores que
les da fortaleza para seguir con su camino. De igual forma, la pregunta de investigación de
este trabajo es ¿Cómo puede entenderse y explicarse la vulnerabilidad de las mujeres

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centroamericanas en tránsito por México desde una dimensión ontológica, el espacio
geográfico/social y la narrativa de estas mujeres?
Para responder a lo anterior, se tienen las siguientes hipótesis: 1) La vulnerabilidad de los
grupos migrantes centroamericanos es asimétrica y tiene una dimensión ontológica que se
construye desde marcos de significación y de marcadores sociales -como el género, la raza
y la ciudadanía- que les otorgan a las mujeres migrantes una posición inferior en la línea de
la humanidad, es decir, las sub-ontologiza o se les niega el ser ontológicamente,
percibiéndolas como infra humanos de tal forma que sea permitida la violencia en contra de
ellas. 2) La vulnerabilidad de las personas migrantes depende del espacio geográfico y
social en el que estén ubicadas durante su tránsito por territorio mexicano; en otras palabras,
no es la misma vulnerabilidad mientras están en tránsito en zonas de asaltos, que cuando se
encuentran hospedados en un albergue o casa del migrante. Y 3) La vulnerabilidad tiene dos
caras. La primera relacionada con las prácticas visibles de violencia hacia las mujeres
centroamericanas en tránsito por México; y la otra, relacionada con ciertas habilidades y
fortalezas de las que estas mujeres se valen para sobrellevar el sufrimiento que les causa el
viaje, y que son utilizadas por ellas como una forma de ajustarse a los riesgos y
adversidades a las que constantemente saben que serán sometidas.
Asimismo, el objetivo principal de esta investigación es pensar la problemática de la
vulnerabilidad de las mujeres centroamericanas en tránsito por México desde una postura
ontológica, a fin de entender cómo es que son deshumanizadas y violentadas social y
sexualmente. De igual forma, los objetivos particulares son: a) definir conceptualmente y
elaborar un panorama de la migración centroamericana tomando en cuenta los contextos de
origen y de tránsito, así como también las situaciones de riesgo a las que estos grupos
tienen que enfrentarse; b) reflexionar la vulnerabilidad desde posturas filosóficas,
sociológicas y descoloniales para explicar las razones por las que considero que las mujeres
centroamericanas son vulnerables a partir de tres categorías: el género, la raza y la no-
ciudadanía; c) identificar los cambios en la vulnerabilidad y el comportamiento de estas
mujeres, los cuales dependen del espacio geográfico/social en el que ellas se encuentren,
es decir, tanto de los lugares de riesgo durante su tránsito, como del albergue “Hermanos en
el camino”, ubicado en Ixtepec, Oaxaca; d) describir la importancia del albergue y el
voluntariado para un comportamiento social desde la ética de la alteridad; y por último, e)

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construir una narrativa basada en los factores que integran a la mujer migrante
centroamericana: ser mujer, ser migrante, ser madre, la fe, además de sus sueños y
cambios emocionales antes de migrar y en el momento de su estancia en el albergue.

La migración como un fenómeno constante merece ser estudiado desde diferentes campos y
perspectivas científicas. Siendo un hecho social muy vasto también requiere ser delimitado
para abarcar una parte de su realidad compleja y enmarañada. En el caso de la nombrada
migración centroamericana es necesario comprender sus causas, sus lógicas de tránsito y
espacios geográficos, así como los sujetos o sujetas involucradas en las diferentes rutas
migratorias. En concreto, la presencia de las mujeres centroamericanas en estos procesos
de movilidades geográficas hace indispensable destacar su participación a partir de una
perspectiva de género, lo que implica no solamente hablar de la tasa acrecentada de
mujeres, sino también de ubicar su posición en una estructura de poder y reconocer su lugar
en las dinámicas de desigualdad presentes en la migración. Aunque pareciera que todo esta
dicho sobre el tema, aún quedan cuestiones por indagar, sobre todo cuando se trata de las
emociones de las mujeres centroamericanas. Es necesario, por tal motivo, generar discursos
o narrativas desde el ámbito académico para visibilizar la parte humana vulnerable de las
otredades, en este caso de las mujeres centroamericanas en tránsito por México.

Para la metodología de este trabajo, la recopilación de datos es de corte cualitativo,


empleando herramientas de investigación como entrevistas a profundidad hacia algunas
mujeres centroamericanas que estaban en el albergue “Hermanos en el Camino”, ubicado
en Ixtepec, Oaxaca, durante el transcurso de 13 días (tres días en el mes de abril y 10 en
septiembre). Dichas entrevistas tuvieron como finalidad indagar sobre la vida personal y
familiar de las mujeres, su experiencia como migrantes indocumentadas, las razones o
motivaciones de migrar, las situaciones de riesgo a las que se han sometido, las reacciones
que ha tomado frente a ellas, las rutas que han tomado, etc. De igual manera, se usó la
observación directa durante la estancia en el albergue enfocándose a las dinámicas de
relación que hay en él, cómo se maneja el recinto, quiénes son los encargados, cómo
conviven los y las migrantes, etc.
Se elaboraron tres guiones de entrevista que consisten en cuestionarios con preguntas
semi-abiertas. Uno dirigido a mujeres migrantes centroamericanas, el cual estuvo

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estructurado con cuatro bloques temáticos: el primero con el perfil individual, familiar y
social, el segundo con las condiciones en lugar de origen, el tercero con el tránsito y el
cuarto con el factor personal/emocional. El segundo guión estuvo dirigido a hombres
migrantes centroamericanos y cuenta con los mismos bloques temáticos que el anterior,
solamente se omitieron las preguntas que sólo las mujeres podían responder y se agregaron
otras relacionadas con la percepción que el varón tiene de sí mismo como acompañante y
sobre su pensar en cuanto a las mujeres en la migración. Cabe mencionar que éste guión
me sirvió de igual forma para aquellos hombres que no tenían acompañante. El último guión
se elaboró con el objetivo de entrevistar a algunas personas que coordinan el albergue, y
contiene cuatro ejes: uno es sobre información del albergue, otro sobre los migrantes,
mientras que las preguntas del tercer eje tienen que ver con información en general
relacionada con el Viacrucis del migrante, sobre el Plan Frontera Sur, etc., y el último eje es
sobre el tema de las mujeres migrantes.
Sin embargo, debido a que las personas que coordinan el albergue tenían poco tiempo
disponible, no pude entrevistarlas y solamente pude hablar con el psicólogo (Miguel Reyes).
Antes de iniciar con la entrevista se les especificó a las mujeres que toda la información que
me llegasen a proporcionar es confidencial y si en algún momento se sentían incómodas me
lo hicieran saber para cambiar de tema o darles un tiempo para responder. De igual forma,
les pregunté forma si podía grabar nuestra conversación recalcando que sólo se usaría
exclusivamente para mi trabajo de la universidad. Todas, a excepción de dos mujeres,
permitieron que usara su nombre real. Sin embargo, por cuestiones de seguridad para ellas,
he decidido usar nombres sin apellido o algo que se relacione con su nombre (diminutivos,
seudónimos, etc.)
Todo lo anterior se registró en un diario de campo, incluyendo comentarios y deducciones
personales, así como descripciones de los acontecimientos cotidianos que se vivieron
durante mi estancia en el albergue. También es importante señalar que se empleará el uso
de recursos estadísticos y/o cifras numéricas para dar un acercamiento a las rutas y riesgos
de los procesos migratorios centroamericanos.

En la primera parte de este trabajo realicé un marco teórico y descriptivo enfocado en la


migración centroamericana de tránsito por México, realizando una general y pequeña

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introducción sobre las migraciones en un contexto global, para después aterrizar en la
caracterización de la migración centroamericana en sí, con los conceptos de
“transmigración” y “migración de tránsito irregular”. Dicha caracterización tendrá como
elementos centrales los contextos de origen, además de las situaciones de riesgo y de
violencia que implican la movilidad humana indocumentada por territorio mexicano. En
seguida, abarcaré el asunto del tránsito en lo que va del siglo XXI, así como los flujos
migratorios de las mujeres centroamericanas, para después tocar el punto de cómo es que
las políticas migratorias en México, lejos de garantizar la seguridad del migrante, encrudecen
su condición de vulnerabilidad, poniendo como ejemplo el programa migratorio conocido
como Plan Frontera Sur, que Enrique Peña Nieto puso en marcha a partir de julio de 2014.
Para terminar, haré una descripción del albergue “Hermanos en el camino”, así como de la
ayuda que ofrece a los migrantes, ya que es uno de los lugares indispensables en el trayecto
de éstas personas, además por que fue lugar donde se realizó el trabajo de campo.
En el segundo capítulo realizo una discusión teórica sobre el tema de la vulnerabilidad de las
personas migrantes, primero desde una dimensión ontológica, para explicar la relación
dialéctica entre el yo y el otro, como dos entes que se diferencian de tal forma que el primero
se posiciona en la zona del ser mientras que el segundo se posiciona en la zona del no ser.
Esto ocasiona relaciones de poder, desigualdad y violencia en la migración centroamericana,
sobre todo si las pensamos desde una noción de humanidad atravesada por las categorías
de raza, la ciudadanía y el género, lo cual ocasiona que ciertos grupos se ubiquen por
encima de otros.
Por último, en la parte tres hago referencia al estudio de caso relacionado con las
experiencias, sentires y formas de convivencia de las mujeres centroamericanas que se
encontraban en el albergue “Hermanos en el Camino” durante mi trabajo de campo. En ese
capítulo retomo los testimonios de estas mujeres para hacer un contraste en su
vulnerabilidad que se genera en los espacios geográficos/sociales que se encuentran
durante su tránsito. Es decir, entre aquellos lugares donde ellas son más vulnerables por la
violencia, con aquellos otros donde pueden permanecer más seguras. Después, en los
siguientes sub-apartados, me enfoco más hacia las emociones de las mujeres migrantes, la
perspectiva que tienen de sí mismas, de su familia, sus hijos y su creencia en Dios, así como
de sus fortalezas, los cambios que han tenido y sus metas.

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Parte I. Breve panorama teórico y descriptivo sobre la migración
centroamericana

1.1. Introducción general sobre las migraciones

Según los contextos sociohistóricos, el papel de las migraciones humanas han tenido un
lugar destacado como procesos importantes que generaron (y generan) cambios en las
estructuras económicas, políticas, sociales y culturales, tanto en sociedades occidentales,
como en sociedades consideradas “periféricas”.
Una característica fundamental de la configuración del sistema capitalista en occidente es la
transformación de estructuras feudales y principalmente agrarias a estructuras más
industrializadas y urbanizadas. Estos cambios implicaron, a su vez, el desplazamiento de
masas poblacionales hacia las metrópolis, con la finalidad de insertarse a ámbitos laborales
relacionados con la industria. Weber en sus textos agrarios (1968 y 1979), explica cómo es
que se consolida el capitalismo en Alemania en el siglo XIX, y para ello destaca el papel que
tuvieron las emigraciones de jóvenes trabajadores agrícolas alemanes a las zonas
industriales de Alemania, pues podrían adquirir ciertas libertades que en ámbitos feudales
sería imposible tener, sobre todo por la opresión generada por el control que los junkers
tenían sobre las tierras. Dice Weber sobre estos jóvenes migrantes que “dejan las zonas
rurales 'para respirar el aire viciado, pero socialmente libre, de las fábricas alemanas'”
(Weber, 1968; citado en Salles, 2005: 237).
En un análisis que contrasta dos regiones del Río Alba (Este y Oeste), Weber da cuenta de
las diferencias en las relaciones de poder y el derecho de propiedad de éstas zonas
agrícolas. En el Este, la mayoría de las haciendas quedaron en manos de los junkers,
quienes contrataban mano de obra polaca, porque los trabajadores alemanes emigraban
hacia las ciudades. Sin embargo, a pesar de que las relaciones de trabajo en la región Este
comenzaban a tener indicios capitalistas, no hubo un proceso de proletarización de los
trabajadores polacos, ya que los terratenientes a veces les pagan con salarios o con
especie, “o el otorgamiento al jornalero de una parcela de tierra en posesión” (Weber, 1886,
1895 y 1906, citado en Salles, 1988: 235). Como consecuencia, en la región Este del Río
Alba se mantuvieron relaciones híbridas de trabajo, mientras que en la región Oeste aún

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continuaba el modelo feudal “con métodos más apegados a la tradición antigua (mediante el
tributo), lo cual dejaba a los campesinos el acceso a la posesión de tierras aunque no
tuvieran acceso a la propiedad” (Salles, 2005: 241-242).
Sin embargo, hay que mencionar que los procesos de consolidación capitalista y por lo tanto
de la modernidad son acontecimientos “particulares de Europa occidental”, que fueron
posibles gracias al “descubrimiento” de América y el saqueo de riquezas de tal continente,
permitiendo así, la acumulación originaria de capital (Dussel, 2001). En este sentido, Europa
se concibe así misma como el centro y origen de todo, como la sociedad civilizada,
depositando en América una “otredad” periférica, infrahumanizada y racializada. La
modernidad, entonces, se vende para éstas sociedades “periféricas” como el único camino a
seguir, implantando los modelos del capital, la modernidad y el progreso sin tomar en cuenta
sus características sociohistóricas.
Es por eso que el capitalismo u otros procesos específicos de las sociedades occidentales
no pueden ser pensados de igual manera para el caso de América Latina. Es decir, si la
modernidad (y el desarrollo capitalista) es un proceso particular europeo, y el subdesarrollo
es el proceso particular de la periferia: “... ese proceso no es el resultado de
transformaciones endógenas de una economía precapitalista, sino de un proceso de injerto,
sobre ésta, de una o varias empresas ligadas al comercio de las economías industriales en
expansión” (Furtado, 1961: 196, citado por Stavenhagen, 1976: 10). El subdesarrollo
entonces:
Se trata principalmente del colonialismo, que ha establecido un conjunto de relaciones
desigualdad (el establecimiento de relaciones entre sociedades desiguales ha producido
una desigualdad creciente); de relaciones de dependencia (tanto política como económica);
y de relaciones de explotación económica (enriquecimiento de los países colonizadores,
agotamiento de las riquezas naturales de los países colonizados, corriente de capitales de
los países subdesarrollados a los países desarrollados, etcétera) (Stavenhagen, 1976: 10).

En el caso de las migraciones, podríamos afirmar que mientras para las sociedades
industrializadas representan un criterio de desarrollo y de configuración del sistema
capitalista, para las sociedades con antecedentes coloniales y de despojo de sus riquezas,
las migraciones no sólo son un factor para “transitar” hacia el capitalismo, sino que también
son un efecto del “atraso” en su desarrollo económico.
Las migraciones “modernas” tienen su origen en los procesos de globalización y se
caracterizan porque los motivos que tienen algunos grupos o individuos para migrar ya no se

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relacionan únicamente con factores económicos o laborales, sino también con cuestiones
naturales, de violencia, persecuciones políticas, etc. De igual forma, algunos
acontecimientos históricos ocasionaron una paradoja de los Estados Nación en una época
de liberalismo económico: por un lado se abren ante el mercado pero, por el otro, es
proteccionista en su territorio y exacerba su nacionalismo. Es bien sabido que los conflictos
armados y los ataques terroristas ocurridos en sociedades occidentales, así como la
expulsiones de miles de personas de países en “vías de desarrollo”, generaron una fuerte
preocupación por la seguridad nacional y reivindicó su poder soberano de decidir quién entra
y quién sale de su territorio, olvidando su responsabilidad con aquellos que llegan o transitan
por esos territorios de forma indocumentada. Sin embargo, éste tipo de procesos también
pueden servir de excusa para justificar la no atención, regulación y legalización de los flujos
y grupos inmigrantes.
En ese sentido, el proceso de la globalización que acorta las distancias y dio apertura al flujo
de capitales, bienes y servicios, parece ser que no hizo ni ha hecho lo mismo con las
fronteras, y por el contrario las ha acentuado a tal grado de fortificarlas y militarizadas. Las
víctimas de esto, por su puesto, son aquellos y aquellas extranjeras que no son reconocidos
por el marco legal de los Estados nacionales, como lo ha sido desde ya unas décadas, con
las personas transmigrantes centroamericanas, para el caso de los Estados mexicano y
estadounidense. En lo que sigue de este trabajo trataré de explicar por qué.

1.2. Caracterización de la migración centroamericana

En relación al tema de la migración, se sabe que México se destaca por ser un país de
origen, de tránsito, de destino y de retorno de migrantes. De igual manera, a lo largo y ancho
del territorio nacional se desenvuelven múltiples y diversos tipos de movilidades humanas
con diferentes temporalidades, con motivos y objetivos distintos, algunas más añejas que
otras, etc. Pero en el caso de la migración centroamericana debemos entender primero las
dinámicas de movilidad que se han desarrollado sociohistóricamente en la zona fronteriza
del sur de México.
Entre los estados mexicanos de Chiapas, Tabasco, Campeche y Quintana Roo, y los países
centroamericanos de Guatemala y Belice hay una línea divisoria de 1 149 kilómetros, cuyo

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límite está marcado por el Río Suchiate y el Río Usumacinta entre Chiapas y Guatemala. La
zona entre Tabasco, Campeche y Guatemala está delimitada por la zona selvática de El
Petén. Por último, la región fronteriza entre Quintana Roo y Belice es completamente fluvial,
establecida por el río Hondo y el Arroyo Azul (Armijo, 2011: 36). Gracias a su infraestructura,
la región chiapaneca del Soconusco, es un espacio de movilidades e intercambios
comerciales, de servicios, y de transportes con las regiones colindantes del lado
guatemalteco (Castillo, 2000: 4). Sin embargo, la frontera del sur de México también es un
punto de encuentro poblacional y de movilidades humanas que contribuyen al desarrollo
económico local.

En algunos estudios, como el de Rodolfo Casillas (1991 y 2009), Castillo (1992) y la


CONAPO (2000), se habla de los diferentes tipos de movilidades que se desenvuelven en la
región fronteriza del sur de México, de las cuales se pueden encontrar al menos seis: 1)
Visitantes locales: aquellas personas residentes en lugares aledaños a la región fronteriza
que pueden ir y venir de ambos lados, por un tiempo determinado, para acceder a bienes y
servicios. 2) Trabajadores regionales: pueden ser agrícolas o no agrícolas, y son personas
cruzan la frontera con la intención de trabajar en cultivos de temporal o para emplearse en el
sector servicios y de construcción, los cuales se quedan trabajando por tiempo indefinido. 3)
Refugiados: grupos de población guatemalteca que se desplazaron en la década de los
ochenta hacia el estado de Chiapas, debido al conflicto armado en Guatemala. La mayoría
de éstas personas adquirieron un “estatus” de refugiados, a pesar de que en ese entonces
no existía tal categoría en el derecho mexicano, sino hasta los años noventa. 4) Residentes
fronterizos: personas que tienen una residencia establecida en las localidades cercanas a la
frontera. 5) Turistas, negociantes y técnicos. Y 6) Transmigrantes: flujos de movimientos
migratorios, principalmente de Centroamérica que pasan por la frontera sur de México con la
intención de llegar a Estados Unidos. “Reciben todo el peso de la ley, el sobrepeso de
quienes abusan de la misma y de los agentes delictivos, con y sin uniforme. Los registros de
miles de 'asegurados', como se les llama en la terminología gubernamental, por el Instituto
Nacional de Migración (INM) se nutren, casi de manera exclusiva, de este flujo en particular”
(Casillas, 2009: 126-127).

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Después de señalar brevemente algunas de las clasificaciones que se han hecho respecto a
las movilidades centroamericanas, es importante esclarecer los términos de migración,
movilidad, trabajadores regionales, entre otros. Según Nájera y Castillo (2014), “la movilidad
se define como el desplazamiento de un punto a otro que puede ser realizado por personas,
bienes, capital e información. Los movimientos migratorios o migraciones son
desplazamientos de personas que se definen en función de tres elementos: el espacio, el
tiempo y los motivos por los cuales se realizan tales movimientos. En este sentido, la
migración es sólo un tipo de movilidad” (Nájera y Castillo, 2014: 18). Desde ésta perspectiva,
la migración puede ser nacional o internacional y, a su vez, implica dos tipos de movimiento:
uno es el de la emigración o salida del lugar de origen (región, nación, continente), otro es el
de la inmigración o llegada al lugar de destino. También, la migración requiere que se haga
un cambio de residencia temporal o permanente entre el lugar de origen y destino. Como
bien señalan Nájera y Castillo:
El tiempo que permanece una persona en el lugar de destino puede ser desde una semana
hasta un año para considerarse como una migración temporal, o bien mayor a un año para
que se le contemple como una migración permanente [...]. En contra parte, los
desplazamientos en los que no se produce un cambio de residencia, porque se realiza por
períodos cortos (menores a una semana), se les concibe como una movilidad y no como
una migración (Nájera y Castillo, 2014: 19-20).

Otro tipo de movilidades son las que se relacionan con las actividades laborales, cuya
clasificación puede ser la siguiente:
[...] “trabajador migratorio” es toda aquella persona que vaya a realizar, realice o haya
realizado una actividad remunerada en un estado que no sea el nacional; un “trabajador
fronterizo” es todo trabajador migratorio que conserve su residencia habitual en un estado
vecino, al que normalmente regrese cada día o al menos una vez por semana, y un
“trabajador de temporada” es todo trabajador migratorio cuyo trabajo, por su propia
naturaleza, dependa de condiciones estacionales y sólo se realice durante parte del año
(CIPDTMF, 1990, citado en Nájera y Castillo, 2014: 19).

Tanto los trabajadores estacionales como los fronterizos y los de temporada no son
considerados dentro de la categoría de migrantes, porque son personas que no cambian de
residencia de forma temporal o permanente, sino que se establecen en el lugar donde
trabajan de forma esporádica y dependiendo -como en el caso de los trabajadores agrícolas-
de los ciclos productivos (Castillo, 2004). Por el contrario, la migración laboral (nacional o
internacional) se define como: “aquella movilidad de un país a otro, o dentro de un país,
donde la persona cambiará, temporal o permanentemente, de residencia habitual, con el

16
propósito de trabajar o buscar trabajo” (Nájera y Castillo, 2014: 20).

Es así que podemos ver que las movilidades humanas entre México y Guatemala están
conformadas por masas poblacionales diversas que nos remiten a por lo menos dos facetas
importantes a destacar: 1) En una etapa temprana, las movilidades humanas en la frontera
sur de México estaban conformadas fundamentalmente por migraciones temporales de
trabajadores agrícolas guatemaltecos que se dirigían hacia los cultivos cafetaleros,
bananeros, de caña de azúcar, de mango, etc., en el estado de Chiapas. Después comenzó
a darse el movimiento migratorio de trabajadores no agrícolas con la finalidad de laborar en
otros sectores, como el de servicios, de construcción y domésticos. Así lo explica Armijo:
Las dinámicas y los intercambios fronterizos tradicionales de distinta intensidad durante
varias décadas del siglo XX formaron parte del paisaje cotidiano de la zona. Residentes
fronterizos, trabajadores temporales, visitantes locales, comerciantes a pequeña escala,
entre otros, tuvieron al parecer libertad de movimiento, con documentación o sin ella, y
establecieron vínculos familiares y comerciales que permanecen hasta el presente (Armijo,
2011: 37).

2) Posteriormente, las movilidades humanas en la frontera sur se fueron complejizando


debido a la presencia de masas poblaciones con características diferentes a las ya
conocidas, gestándose así el flujo transmigratorio de Centroamérica que pasa
obligadamente por México hasta llegar a la frontera norte para cruzar hacia Estados Unidos.
Estos flujos de transmigrantes centroamericanos incluyen a prácticamente todos los países
del istmo, en mayor medida a guatemaltecos, salvadoreños y hondureños. Es hasta finales
del siglo XX y ya bien entrados los años 2000 cuando éste proceso de transmigración
comienza a catalizarse a tal grado que las filas migratorias se acentúan involucrando a
diferentes actores sociales: en un principio hombres y jóvenes, después mujeres y
niños/menores de edad, y personas con otra orientación sexual.
Así pues, la frontera sur de México con Guatemala ha sido escenario de diversos procesos
político-sociales y acontecimientos que, en un principio, pasaban “desapercibidos” ante el
gobierno mexicano, pero a medida en que los cruces y desplazamientos de personas
transmigrantes se hicieron cada vez más notorias, el Estado giró su atención y comenzó a
generar mecanismos de regulación y posible solución a situaciones coyunturales que se
consideraron (y se consideran) como problemas de seguridad nacional, como lo fue en el
caso de los refugiados guatemaltecos y como lo es actualmente con los flujos de
transmigrantes irregulares. Para Nájera y Castillo:
17
[...] la frontera México-Guatemala se ha identificado [...] como una frontera “porosa o
abierta” y con cierto grado de aceptación de población migrante, pero ¿Hasta qué punto
México es un país tolerante para la movilidad local transfronteriza y más renuente hacia la
migración de tránsito? Es hacia este último tipo de migraciones que se han instaurado
mayores controles para la detección y detención de personas en dirección a Estados
Unidos, en la zona fronteriza o a lo largo del país (Nájera y Castillo, 2014: 23).

En ese sentido, como mostraré más adelante, la respuesta del Estado mexicano en cuanto a
la problemática de la transmigración originaria de Centroamérica, se ha enfocado en la
gestión de políticas migratorias que se basan en medidas de contención masiva de los
transmigrantes que intentan llegar a la frontera norte de México para evitar su cruce a los
Estados Unidos. Como resultado, la forma en que se desenvuelve la migración en tránsito
por México se transforma constantemente, generando mayores riesgos para las personas
migrantes irregulares centroamericanas. Pero antes es necesario aclarar algunas cuestiones
conceptuales que expondré a continuación.

1.2.1. Transmigrantes o migrantes en tránsito

En el apartado anterior mencioné brevemente una de las clasificaciones sobre los tipos de
movilidad humana, enfocada más en el contraste entre las movilidades de trabajadores de
temporal y los movimientos migratorios. El término “migración”, a nivel teórico, puede tener
un contenido polisémico, pero también en el nivel de los imaginarios sociales posee
diferentes y múltiples significados.
De acuerdo a varias definiciones, la migración se puede caracterizar de la siguiente manera:
una decisión racional que implica un cálculo instrumental de medios, fines y costos
(Borisovna, 2002: 33), que implica un movimiento espacial para el cambio de residencia de
un lugar de origen a otro lugar de destino, con la finalidad de obtener mejores condiciones
de vida (Ruíz, 2002: 13).
Otra forma definición sobre migración sería: “un movimiento que atraviesa una frontera
significativa que es definida y mantenida por cierto régimen político –un orden, formal o
informal- de tal manera que cruzarla afecta la identidad del individuo” (Kearney y Beserra,
2002: 7). La transformación de las identidades de la persona que migra se da porque “la
movilidad hacia otros lugares, sean nacionales o internacionales, requiere de la adaptación a
otros 'habitats' distintos al de su cotidianeidad” (Sandoval, 1993: 25), o como diría
Chambers: “Exige vivir en lenguas, historias e identidades que están sometidas a una
constante mutación” (Chambers, 1994: 19).
18
Las definiciones anteriores son meros ejercicios conceptuales para señalar algunos de los
elementos que componen a la migración. Otra forma de definirla es a partir de dos
categorías que señalan el estatus legal de una persona que se interna en y/o se moviliza
entre fronteras y por territorios nacionales. En ese sentido, la primera definición sería la de
migración regular: “aquella migración que se produce a través de canales regulares y
legales, [mientras que un] migrante documentado [es aquel migrante] que ingresa
legalmente a un país y permanece en él, de acuerdo al criterio de admisión” (OIM, 2009: 41-
42). Del lado opuesto, la migración irregular se define como:

Personas que se desplazan al margen de las normas de los Estados de envío, de tránsito o
receptor [...] Desde el punto de vista de los países de destino significa que es ilegal el
ingreso, la estadía o el trabajo, es decir, que el migrante no tiene la autorización necesaria
ni los documentos requeridos por las autoridades de inmigración para ingresar, residir o
trabajar en un determinado país. Desde el punto de vista de los países de envío la
irregularidad se observa en los casos en que la persona atraviesa una frontera internacional
sin documentos de viaje o pasaporte válido o no cumple con los requisitos administrativos
exigidos para salir del país (OIM, 2006: 40).

A la migración irregular también se le conoce como migración clandestina1. De igual


forma, un migrante irregular es aquella “persona que habiendo ingresado ilegalmente o
tras vencimiento de su visado, deja de tener un estatus legal en el país receptor o de
tránsito [...] [son] migrantes que infringen las normas de admisión del país” (OIM, 2006:
43)2.
Dentro de los estudios sobre migración centroamericana muchas veces se utiliza de
manera indiferenciada los términos de transmigración y de migración en tránsito, pero a
continuación podemos señalar la diferencia entre uno y otro término. Aquellas personas
que cruzan la zona fronteriza del sur de México para desplazarse por su territorio
nacional son consideradas como migrantes en tránsito irregular, por internarse al país sin
documentación que permita su estancia autorizada en México. Asimismo, las personas
que cruzan más de una frontera y están en constante tránsito por países intermedios

1 Migración secreta, oculta o disimulada en violación de los requisitos de inmigración. Ocurre cuando un
extranjero viola las regulaciones de ingreso a un país; o cuando habiendo ingresado al país legalmente
prolonga su estadía en violación de las normas de inmigración. (OIM, 2006: 39)
2 Otra forma de llamar a un migrante irregular es extranjero indocumentado, que según la OIM define como
aquella “persona que habiendo ingresado ilegalmente o tras vencimiento de su visado, deja de tener status
legal en el país receptor o de tránsito; una persona extranjera que entra o permanece en un país sin la
documentación necesaria, con documentación falsa; o si permanece en una nación después del tiempo
autorizado (OIM, 2006: 26).

19
entre lugar de origen y lugar de destino, son vistos como transmigrantes; es por eso que
a las migraciones irregulares provenientes del istmo centroamericano, que pasan por
México para llegar a Estados Unidos o Canadá se les conoce como Transmigración.
Desde una reflexión personal, considero que la palabra Transmigrante, deriva del prefijo
“trans” a partir de tres palabras referentes a los grupos y personas migrantes. a)
Transnacional: aquella persona que sale de su lugar de origen, que traspasa fronteras y
otras naciones para instalarse en un lugar de destino. Mantienen contacto con sus
lugares de origen, generando así comunidades transnacionales y redes sociales
migratorias; b) Tránsito: porque no sólo se desplazan por México de forma
indocumentada, sino que son personas vulnerables a diferentes situaciones de riesgo en
su paso por el país; y c) Transgresión, porque desde la perspectiva del discurso jurídico-
legal, al pasar “ilegalmente” por México, estas personas transgreden el control que los
Estados-Nación ejercen sobre el territorio, pero no sólo quebrantan el espacio geográfico,
sino que, a nivel de las interacciones, las personas en tránsito también “invaden” la
territorialidad del yo, que, por el simple hecho de ser extranjeros, son percibidos como
una amenaza, y generan sensaciones de miedo y odio que se traducen en actitudes
racistas y xenofóbicas. Todo lo relacionado con estos temas los abordaré más
detalladamente en el apartado teórico sobre vulnerabilidad.
El concepto de transmigración y el de migrantes en tránsito, son dos términos que no
necesariamente son excluyentes, sino que se complementan el uno con el otro, y ambos
hacen referencia al fenómeno de la migración centroamericana indocumentada o “ilegal”; la
única diferencia sería que en el primer término involucra necesariamente que los migrantes
centroamericanos tengan al menos un tercer país de tránsito para llegar a su destino y
tengan que pasar entre varias fronteras; mientras que el segundo término es
específicamente para hablar de personas centroamericanas que pasan (transitan) por
México. Aunque para fines prácticos, los dos términos usaré indistintamente los términos de
transmigrantes, migrantes en tránsito, transmigrantes o migrantes irregulares,
indocumentados, clandestinos, etc.
Cabe mencionar que para el estudio de caso, se consideró como población de análisis a
aquellas personas, sobre todo mujeres, que estuvieran en tránsito por México y se
encontraran alojadas en el albergue “Hermanos en el Camino, ubicado en Ixtepec, Oaxaca.

20
Con esto no quiero decir que las personas entrevistadas no tenían la intención de llegar a
Estados Unidos, aunque en algunos casos hayan decidido quedarse en México por un
tiempo o definitivamente, sino que, debido a la delimitación espacial, hago énfasis en una
dimensión regional, y por ello sólo tomo en cuenta el tramo de la ruta migratoria que va de la
frontera sur de México con Guatemala hasta el albergue de migrantes en Ixtepec, Oaxaca.
Aclarado lo anterior, puedo continuar diciendo que el fenómeno de la transmigración data de
varias décadas, sin embargo, hay algunos acontecimientos que aceleraron el proceso
generando que cada vez más personas de diferentes edades, hombres, mujeres, e incluso
hasta personas con orientación sexual e identidad de género diferentes, se inserten en las
filas migratorias. Vimos en el apartado anterior, que en la década de los ochenta el conflicto
armado en Guatemala generó un éxodo poblacional hacia el estado de Chiapas.
Hasta antes de los ochenta y principios de los noventa la presencia de transmigrantes no
parecía ser un factor que preocupara a México y a Estados Unidos, sobre todo porque se
pensaba que después de los acuerdos de paz en El Salvador (1992) y Guatemala (1996) los
flujos de migrantes comenzarían a descender. Sin embargo, a finales de los noventa esos
flujos presentaron cada vez más una tendencia creciente, sobre todo por la violencia que se
gestó debido a las guerras internas en años pasados, la acentuación de la pobreza y el
desempleo generados por la inserción de Centroamérica en una economía neoliberal,
factores climáticos, entre otras cosas. Es entonces que, demás de guatemaltecos, las filas
migratorias comenzaron a tener mayor presencia de hondureños, salvadoreños y, en menor
medida, de nicaragüenses. Según Rodolfo Casillas:

Desde 1988 se observa, con base en los registros oficiales de Migración mexicana, un
crecimiento constante y sostenido en la labor de detención y expulsión de indocumentados
centroamericanos, bajo el supuesto de que se trata de “migrantes económicos”; en 86 se
expulsaron a 4296, en 87 a 1308, en el 88 a 13000, en el 89 a 70000 y, para el primer
semestre del 90, sólo de la jurisdicción de Tapachula, a 36000 (lo que da un promedio diario
actual de 197 expulsados) (Casillas, 1991: 72-73).

Un acontecimiento que pudo haber marcado el inicio de la preocupación hacia las


movilidades irregulares que se dan en la zona fronteriza del sur de México, pudo haber sido
el atentado “terrorista” en EUA en el 2001, el cual trajo consigo una especia de paranoia
respecto a la seguridad nacional estadounidense que implicó la expansión de su frontera
cada vez más hacia el sur (de México). Esta puede ser uno de los principales factores que

21
explique por qué en México comenzaron a restringirse las movilidades migratorias,
tendiendo a la criminalización y estigmatización de la figura del migrante centroamericano o
la justificación para la fortificación de las medidas que gestionan los flujos migratorios. Sin
embargo, dice Casillas (2008), para México la transmigración no puede representar un
problema de “seguridad nacional” y no lo es porque:
[…] desde el momento en que los transmigrantes compran bienes (alimentos y medicinas,
por ejemplo) y contratan servicios (transporte, hospedaje, etc.). [Dinamizan] las actividades
comerciales en las distintas localidades por las que transitan, con tiempos de estadía lo más
breves posibles. Empero, la transmigración empezó a tener una dimensión de problema
cuando EU modificó su política migratoria hacia Centroamérica (Casillas, 2008: 160).

Pero la realidad es que por más que México intente agudizar el resguardamiento de la
frontera al sur del país, las personas centroamericanas que entran sin permiso siguen
haciéndolo, inclusive cada vez más, porque sigue teniendo mucho peso su condición
desventajosa, precaria y conflictiva en sus lugares de origen. Tema que en breve abordaré.

1.2.2. Lugares de origen: entornos que causan la migración

El contexto que da origen a la migración centroamericana puede ser muy variado, desde
cuestiones climáticas y ambientales, hasta ofertas de trabajo, como lo es en el caso de los
jornaleros en cultivos bananeros, cafetaleros o de temporal. Tradicionalmente en estas
migraciones sólo existía la presencia masculina, pero en períodos recientes ha podido verse
que, de manera creciente, hay mujeres y niños que se suman a las filas migratorias
(Montaner y Kara, 2006: 5).
Como ya he descrito en el apartado anterior, las movilidades humanas y los procesos
migratorios presentes en la frontera sur de México han sido recurrentes, diversos y en cierta
medida, aceptados por la población de ésta región. Pero las razones que catalizaron éstos
flujos migratorios hasta el punto de generar desplazamientos hacia Estados Unidos, como lo
es la transmigración centroamericana, tienen relación con: factores económicos
estructurales (pobreza, desempleo, precariedad de salarios, marginalidad); factores sociales
contextuales (desastres naturales, crimen y la violencia social); y factores de género
(violencia doméstica, por orientación sexual, identidad de género, etc.). Por lo tanto, las
causas que motivan los éxodos poblacionales son muy múltiples, las cuales se transforman

22
y aparecen otras conforme se van dando muchos procesos sociales, económicos y políticos,
así por ejemplo como se señala en un informe de la REDODEM (2014):
No es la misma situación la del taxista que se tiene que ir porque ya no puede pagar la
extorsión de alguna banda, a la de la muchacha que tuvo la mala suerte de gustarle a un
narcotraficante, un chavo que vive en un barrio en donde “reclutan”, la de un abogado que
metió en la cárcel a quien no debía, o un indígena lenca que por defender su territorio de la
industria extractiva ha recibido serias amenazas y ha visto como mataban a sus
compañeros (REDODEM, 2014: 52)

Los países centroamericanos que cuentan con mayores flujos migratorios hacia Estados
Unidos son Honduras, El Salvador y Guatemala, mientras que las personas de Nicaragua
generalmente deciden irse para Costa Rica. Uno de los factores que aún causan el
desplazamiento de sus países de origen es el económico, cuyos impactos, como la pobreza
y el desempleo, se acentuaron sobre todo a partir de la inserción de la región
centroamericana en una economía neoliberal. La cara de esa inserción se refleja en los
tratados de libre comercio y políticas de ajuste estructural a finales de los años ochenta y
principios de los noventa que desestabilizaron aún más la economía de los países
centroamericanos. En consecuencia se han precarizado las condiciones de vida debido a
constantes privatizaciones de servicios públicos, como los de la salud, la educación, la
energía, el agua, entre otros.
Aunado a esto, los desastres naturales como el huracán Mitch (1988), el terremoto en El
Salvador (2001) y el huracán Stan (2005), empeoraron más la situación económica de estas
personas y en mayor medida de aquellas ubicadas en las localidades rurales, porque sus
viviendas fueron destruidas y sus cultivos fueron devastados por las fuertes tormentas, o por
el contrario terminaron secándose entre 2013 y 2014 por el fenómeno climático de El Niño.
La pobreza y el desempleo son las razones principales que inciden en la decisión de migrar,
así, por ejemplo para el 2010 la población más pobre se encuentra en los países de
Honduras con el 68.9%, Nicaragua con 61.9%, Guatemala con el 54.8% y El Salvador con el
47.9% (Long, s.f.: 16). De igual forma, Según el informe de la CEPAL (2014), la tasa de
pobreza en América Latina para el 2012 alcanzó un 28.1% y una tasa de indigencia del
11.3%, para el 2014 no hubo cambio alguno respecto en la tasa de pobreza, mientras que
para la de indigencia creció a 12% (Long, s.f.: 16).
En la región centroamericana, para el 2012 se registró una tasa de pobreza en Guatemala
del 54.8% y 29.1% de indigencia; para Honduras 69.2% en tasa de pobreza, mientras que la

23
tasa de indigencia fue del 45.6%; la tasa de pobreza para El Salvador fue de 45.3% y de
indigencia un 13.5%; para Nicaragua las tasas de pobreza e indigencia fueron del 58.3% y
29.5%, respectivamente; para Costa Rica la tasa de pobreza fue del 17.8% y la tasa de
indigencia fue del 7.3%; por último, para Panamá la tasa de pobreza fue del 24% y un 11.3%
para la de indigencia3. Para el 2014, Honduras alcanzó un 70.5% de pobreza, y de igual
forma tiene la acumulación de riqueza más alta de Centroamérica, pues sólo 215 personas
concentran 30 mil millones de dólares (REDODEM, 2014: 55).
De igual manera en el año 2012, las localidades donde es mayor el índice de pobreza son
las zonas rurales. Para el caso de Guatemala y Honduras aproximadamente el 86% de la
población vive en pobreza, mientras que El Salvador, es el 74%. El país con mayor pobreza
en las zonas rurales es Nicaragua con el 94%, y el país con menos incidencia de pobreza es
Costa Rica con apenas el 21% (21). El principal factor que contribuye a la pobreza es el
ingreso monetario, destacando curiosamente, Costa Rica con una cifra del 33%, le sigue
Honduras con el 27%, El Salvador con el 24%, Guatemala con 22% y por último Nicaragua
con 19% (CEPAL, 2014: 21). Por último, las tasas de desempleo se concentran más en la
población de 15 a 24 años siendo Costa Rica el país con la tasa más alta (19.4%),
Nicaragua con el 15.5%, El Salvador con el 14.5%, Honduras con el 12.7% y Guatemala con
el 5.4% (CEPAL, 2014: 134).

Históricamente Centroamérica ha sido una geografía conocida por sus constantes conflictos
en los años setenta y ochenta que involucran guerras civiles (El Salvador, Nicaragua) y
golpes de Estado, como el de Ríos Montt en Guatemala en 1981. Sin embargo, pese al cese
de los conflictos armados y los Tratados de Paz, la inestabilidad social y política continuó
acrecentándose sobre todo por el tan esperado paso de sistemas dictatoriales y autoritarios
a otros más democráticos.
Sin embargo, hay acontecimientos que evidencian la fragilidad con la que se ha intentado
instaurar la democracia en Centroamérica, como lo ha sido, por ejemplo, el golpe de Estado
que se llevó a cabo en Honduras el 28 de junio de 2009, cuando fuerzas armadas allanaron
la casa de el entonces Presidente, Manuel Zelaya y lo enviaron a Costa Rica, después de la

3 CEPAL (2014). Panorama social de América Latina. Naciones Unidas, Santiago de Chile, pág. 17.
Disponible en: http://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/37626/S1420729_es.pdf?sequence=6,
última fecha de consulta: 7 abril 2016.

24
supuesta renuncia del funcionario, el Congreso Nacional nombró a Roberto Micheletti en el
nuevo presidente hasta que terminara el período de mandato de Zelaya (Long, s.f.: 27).
Lo anterior da cuenta de que, no obstante la formalización de los sistemas democráticos en
los países centroamericanos, siguen persistiendo las anomalías en la forma de gobernar,
basándose en actos de autoritarismo e ilegalidad que tienen como consecuencia el
incremento de la inseguridad la corrupción y la impunidad que exacerban las violencias
estructurales que de por sí ya eran graves. Cada vez son más heterogéneos los motivos por
los cuales las personas centroamericanas salen de su país, pero también siguen
persistiendo aquellos relacionados con la búsqueda de oportunidades laborales, sobre todo
si hay posibilidad de trabajar en Estados Unidos, la reunificación familiar, pero sobre todo en
las últimas décadas del siglo XXI la violencia social, sistémica y estructural.
La región istmeña centroamericana se caracteriza por ser uno de los lugares más violentos a
nivel global, sobre todo por la presencia de la delincuencia organizada transnacional y de
pandillas criminales, relacionados con los homicidios, asaltos y el tráfico de drogas, armas y
personas, el abuso de las autoridades que extorsionan, persiguen y asesinan, sobre todo a
activistas y defensores del territorio y los recursos naturales, etc.

Uno de los factores de violencia mayor marcados en Centroamérica son los homicidios, que
para el año 2010 se registraron más de 18.167 homicidios, es decir, una tasa de 42.85
homicidios por 100.000 habitantes (Long, s.f.: 15). En ese mismo año por cada 100, 000
habitantes, la tasa de homicidios en los países del Istmo centroamericano eran de: 77.5%
para Honduras, 64.8% para El Salvador, 41.5% para Guatemala, 38.8% para Belice, 21.7%
para Panamá, Nicaragua con 13.2% y Costa Rica con 10.4% 4.
De igual forma en el 2013, el promedio de la tasa de homicidios por cada cien mil habitantes
en la región fue de 34.8. Los países que tuvieron una tasa de homicidios más alta fue
Honduras reporta las mayores cifras con el 90.4%, seguido por El Salvador con 41.2%m y
Guatemala con 39.9%, mientras que las tasas de homicidios son menores en los países de
Panamá (17.2%), Nicaragua (11.3%) y Costa Rica (8.5%)5, siendo que, a pesar de que éste

4 Equipo Regional de Monitoreo y Análisis de Derechos Humanos en Centroamérica (2011). Informe sobre
derechos humanos y conflictividad en Centroamérica 2010-2011, pág. 22. Disponible en:
http://www.fespad.org.sv/wp-content/uploads/2013/08/informe-ddhh-C-2010-2011.pdf, última fecha de
consulta: 5 de abril de 2016.
5 Equipo Regional de Monitoreo y Análisis de Derechos Humanos en Centroamérica (2014). Informe sobre

25
último es el país menos violento de la región, se identifica una tendencia al aumento de su
tasa.
La mayoría de los homicidios fueron perpetuados con armas de fuego, las cuales provienen
no sólo del tráfico de armas, sino que también algunas, cuando no la mayoría, datan de los
conflictos internos y guerras civiles que sucedieron en la época de los setenta y ochenta.
Estas armas sobre todo se encuentran en manos de civiles, criminales y pandilleros. En este
sentido, se calculaba que para el 2007 había en existencia 3 millones 875 mil 600 armas de
fuego en países centroamericanos, tales como Guatemala con un millón 950 mil; El salvador
contaba con 450 000 armas al igual que Honduras; mientras que Panamá contaba con 525
600 armas, Nicaragua con 385 mil y Costa Rica 115 mil armas 6. Para el caso de Honduras,
algo que es importante destacar es que el permiso para la obtención de armas es muy laxo
en el sentido de que cualquier ciudadano mayor de edad y sin antecedentes penales puede
registrar hasta cinco armas, pero a pesar de esto, “se estima que en el país hay un millón de
armas sin registrar, frente al medio millón que se reportan” (REDODEM, 2014: 53).

A la inseguridad en Centroamérica derivada por la posesión de armas y homicidios, se le


suma la delincuencia organizada y la conformación de las pandillas delictivas, conocidas
como “maras”7, las cuales se calcula que cuentan con aproximadamente 70 000 miembros
en 920 pandillas, de los cuales están distribuidos de la siguiente manera: Honduras con 112
maras y 36 000 miembros; Guatemala tiene 436 maras con 14 000 miembros; El Salvador
tiene un número de 10 500 miembros sólo en cuatro maras; Nicaragua, 268 maras con 4 500
miembros; Costa Rica tiene seis maras con 2 660 miembros; Panamá cuenta con 94 maras
y 1 385 miembros; y por último, Belice tiene dos maras con 100 miembros 8.

derechos humanos y conflictividad en Centroamérica 2013-2014, pág. 11. Disponible en:


http://www.fespad.org.sv/wp-content/uploads/2015/01/Dddhh20141.pdf, última fecha de consulta: 6 de abril
de 2016
6 Banco Mundial (2011). Crimen y violencia en Centroamérica. Un desafío para el desarrollo, pág. 21
7 Tienen sus orígenes en Los Ángeles, California a principios de la década de los ochenta, por parte de
salvadoreños que decidieron “proteger” a sus congéneres de la discriminación por parte de otros grupos
residentes en Estados Unidos. Esta oleada migratoria fue el resultado del escape que muchos habitantes
de El Salvador emprendieron debido a la violencia que generó la Guerra Civil en esa época. Sin embargo
en la década de los 90, muchos centroamericanos, entre ellos miembros de las maras fueron deportados a
sus países de origen, y como consecuencia, algunas de las maras (Barrio 18 y la MS-13) se implantaron en
los países centroamericanos (Bando Mundial, 2011: 15).
8 ibíd., pág. 16.

26
Los contextos de crimen y violencia que se encuentran en Centroamérica han ocasionado,
por un lado, la obtención de armas de fuego para defensa personal, pero por el otro también
han llevado a privatizar el servicio de seguridad 9, que se ha convertido en un negocio muy
lucrativo sobre todo para empresas transnacionales, pero que también, muchas pertenecen
a grupos de militares activos o retirados. Sin embargo la calidad del servicio llega a ser muy
costoso por un servicio con baja calidad, además de que las personas contratadas no están
bien capacitadas y se les paga muy poco a cambio de arriesgar su vida. Se estima que en
Honduras hay al menos 70 000 guardias privados, cifra que es mayor en comparación con el
número de las fuerzas armadas y policías10.

Sin embargo, la violencia que impera en la región centroamericana no sólo deriva de lo que
ya he mencionado, sino también de los procesos de re-militarización que se han llevado a
cabo en las últimos años, como una medida para reforzar a las unidades policiales en su
quehacer en contra de la violencia que generan los grupos criminales organizados y las
pandillas, y para garantizar la seguridad de la ciudadanía. Sin embargo, la vuelta a la
militarización se asocia también a la represión, persecución y judicialización o la denuncia de
la protesta social, generalmente de los sectores campesinos e indígenas que defienden sus
territorios de compañías mineras y de mega-proyectos hidro-eléctricos, de infraestructura y
de turismo que pretenden saquear y explotar los recursos naturales, y que cada vez más se
otorgan concesiones a las industrias transnacionales sin tomar en cuenta a las poblaciones,
sobre todo campesinas e indígenas que ahí habitan, y que, en muchos casos se consideran
lugares sagrados. En este sentido, los defensores de los territorios “han sido calificados de
guerrilleros, terroristas, opositores políticos o delincuentes. Los ataques provienen tanto de
agentes estatales como de las empresas privadas” (Long, s.f.: 21). Al respecto también
recupero lo siguiente:
Las denuncias penales contra líderes y lideresas son utilizadas como estrategia para frenar a las
comunidades que reclaman por sus derechos, especialmente cuando se oponen a concesiones
para la sustracción de riquezas naturales en sus territorios. Las demandas buscan desactivar las
comunidades, sembrar miedo y distraer a los principales líderes comunitarios. Estos actos de

9 Para conocer más sobre el tema de la privatización de la seguridad, consultar el artículo periodístico digital
de Luis Valencia, disponible en: http://revoluciontrespuntocero.com/morir-no-cuesta-nada-radiografia-del-
negocio-de-la-violencia-en-honduras/, última fecha de consulta: 6 de abril de 2016
10 Equipo Regional de Monitoreo y Análisis de Derechos Humanos en Centroamérica (2014). Informe sobre
derechos humanos y conflictividad en Centroamérica 2013-2014, pág. 15.

27
criminalización incrementan la conflictividad local y la sensación colectiva de que se utiliza el
andamiaje del Estado para la defensa de intereses particulares, por encima de las comunidades
(Long, s.f.: 19).

Como resultado, hombres y mujeres líderes de las movilizaciones y acciones colectivas en


defensa de sus territorios han sido constantemente amenazados y difamados, además de
que se han efectuado ejecuciones extrajudiciales, privaciones a la libertad y desapariciones
en contra de ellos y ellas.
Por último, las mujeres también han sido víctimas de formas de violencia, como la violación
sexual, el maltrato y el asesinato. La mayoría de estos actos los comete alguna persona
cercanas a ellas (familiares, parejas), aunque también los mismos grupos delictivos. Según
algunas cifras del Informe sobre derechos humanos y conflictividad en Centroamérica
(2011), que anteriormente he citado, en los años de 2009 a 2011, hasta el mes de
septiembre, se registraron 1, 092 casos de mujeres asesinadas y 636 heridas en Guatemala.
De igual forma, sólo para a finales de septiembre del 2011 se registraron 460 femicidios en
El Salvador, 364 en Guatemala, 300 en Honduras, 64 en Nicaragua, 63 en Costa Rica y 45
en Panamá11. Para el mismo período del 2014 las cifras cambiaron, teniendo un total de 1,
091 víctimas de femicidios, de los cuales 569 fueron en Guatemala, El Salvador contó con
216 femicidios, Honduras con 187, Nicaragua con 61, Panamá con 41 y Costa Rica con 17
asesinatos de mujeres12. La mayoría de estos casos han quedado impunes y tampoco debe
olvidarse la frecuencia con que los datos no abarcan aquellos femicidios que no son
denunciados. Lo mismo sucede con las niñas, adolescentes y mujeres que de forma
cotidiana viven bajo el temor de ser víctimas de violencia social, y tampoco acuden a las
autoridades para denunciar, sobre todo si el atacante es algún familiar o su misma pareja, y
al estigma social que en ellas recae por haber sido violadas 13.

Toda la descripción que acabo de realizar sobre los contextos de origen, todas los
elementos de pobreza, desempleo, las diferentes violencias han sido catalogados como
factores que causan la migración de muchas personas hondureñas, salvadoreñas,

11 Equipo Regional de Monitoreo y Análisis de Derechos Humanos en Centroamérica (2011). Informe sobre
derechos humanos y conflictividad en Centroamérica 2010-2011, pág. 31.
12 Equipo Regional de Monitoreo y Análisis de Derechos Humanos en Centroamérica (2014). Informe sobre
derechos humanos y conflictividad en Centroamérica 2010-2011, pág. 12.
13 Equipo Regional de Monitoreo y Análisis de Derechos Humanos en Centroamérica (2011). Informe sobre
derechos humanos y conflictividad en Centroamérica 2010-2011, pág. 32.

28
guatemaltecas, y en menor medida nicaragüenses. Pero también son situaciones que
evidencian la violación de derechos humanos, de aquellas poblaciones vulnerables ante
contextos de crisis económicas, cambios políticos violentos e inseguridad, a pesar de ser
ciudadanos. Lo que trato de decir es que, al hablar de las personas migrantes
centroamericanas en tránsito por México automáticamente se piensan como sujetos
vulnerables, sobre todo por su condición de “ilegales”, sin embargo, el hecho es que también
estas personas son grupos vulnerables desde su país de origen. Lo que habría que pensar
entonces es cómo es que la vulnerabilidad tiene diferentes lógicas dependiendo de los
contextos espacio-temporales en donde la ubiquemos, y cuáles son los factores que se
asocian a esa vulnerabilidad. Al respecto hablaré más adelante en el apartado teórico de
este trabajo.

1.2.3. El tránsito: rutas, cifras y riesgos

La ruta de los centroamericanos empieza desde el preciso momento en que ponen un pie
fuera de su casa. “El viaje más largo comienza con un primer paso”, se dice, pero la
“decisión” de migrar puede ser un evento que se ha venido planeando por cierto período; o
en otros casos, las personas salen de sus países de un día para otro, sin previa
“racionalización”, ya que no les queda de otra porque es una cuestión de vida o muerte. En
todo caso, la migración es una respuesta ante la situación económica desfavorable y la
violencia generalizada en Centroamérica. El viaje es costeado con ahorros, préstamos, la
venta de terrenos, objetos de valor, etc. O sin nada, a la deriva. Los que vienen de El
Salvador y Honduras por lo regular toman autobuses y/o caminan hasta llegar a la frontera
de Guatemala con México. Las principales formas de anexarse en las rutas migratorias son
las marítimas, las aéreas y las terrestres, y ésta última se divide en ferroviarias, en autobús
de pasajeros, camiones de carga, autos particulares y/o el traslado a pie (Casillas, 2007: 27).
Por lo general, los transmigrantes centroamericanos son los que utilizan las vías terrestres,
llegando a la frontera de Guatemala con México, donde antes tienen que cruzar e internarse
por alguno de los muchos puntos fronterizos: Unión Juárez, Ciudad Cuauhtémoc, Carmen
Xhan, Boca Lacantún, Frontera Corozal en Chiapas, El Martillo y Tenosique en Tabasco; y
Subteniente López, Bacalar y Francisco Villa en Quintana Roo (ver Mapa 1, página 29).

29
30
Como puede verse, hay más puntos de cruce entre Chiapas y Guatemala, que entre
Tabasco y Guatemala, lo cual se debe a que es entre esa región fronteriza donde se
encuentra la zona selvática de El Petén. Después del cruce, las personas que se internan al
estado de Chiapas tienen que llegar hasta Tapachula y/o Arriaga internándose por Tecún
Umán-Ciudad Hidalgo, El Carmen-Talismán, La Mesilla-Ciudad Cuauhtémoc, entre otros.
Mientras que los que se internan por el estado de Tabasco, generalmente para llegar a
Tenosique, primero deben cruzar por la localidad de El Ceibo o El Naranjo para llegar a El
Martillo (ver TABLA 1). La elección de un punto de internación puede derivar en qué tipo de
itinerario migratorio la persona construyó previamente o irá construyendo sobre la marcha.
TABLA 1
Principales localidades de untos de cruce entre la frontera México-Guatemala
México Guatemala
Estado Localidad Departamento Localidad
Chiapas Ciudad Hidalgo San Marcos Ciudad Tecún Umán
Chiapas Talismán San Marcos El Carmen
Chiapas Unión Juárez San Marcos Toquían Grande
Chiapas Mazapa de Madero San Marcos Sibinal
Chiapas Cd. Cuauhtémoc Huehuetenango La Mesilla
Chiapas Carmen Xhán Huehuetenango Gracias a Dios
Chiapas Nuevo Orizaba El Quiché Ingenieros
Chiapas Frontera Corozal Petén Bethel
Tabasco El Ceibo Petén El Ceibo
Tabasco El Martillo Petén El Naranjo
Fuente: Wikipedia, disponible en:
https://es.wikipedia.org/wiki/Frontera_entre_Guatemala_y_M%C3%A9xico#Ciudades_y_cruces_fronterizos ,
última fecha de consulta: 20 de enero de 2016.

La transmigración centroamericana es dinámica y heterogénea sobre todo cuando se trata


de las rutas, pues el migrante o la migrante decidirá qué camino tomar dependiendo tanto de
sus recursos económicos como de la información que otras personas le brinden (ya sean
familiares, amigos o lugareños), y de las experiencias que vaya acumulando si es que ha
sido deportado(a) varias veces. Por ejemplo, Santiago (2010) señala al menos tres
diferencias en las rutas en relación con los factores antes señalados: a) los que tienen
menos recursos caminan grandes trayectos o utilizan el ferrocarril como medio de
transporte, y son los que deben de tener o adquirir mayor conocimiento de rutas, lugares por
dónde y por no dónde pasar; b) los que cuentan con recursos medios, son aquellas
personas que han ahorrado dinero por algún tiempo, utilizan coyotes para cruzar la frontera
31
norte y el resto del camino lo toman por su cuenta; c) los que cuentan con mayores recursos
por lo general le pagan a coyotes o polleros para que los cruce tanto la frontera sur como la
frontera norte de México, así como el traslado por tal país (Santiago, 2010: 11). Sin
embargo, el hecho de que cuenten con mucho o poco dinero no disminuye su vulnerabilidad
al pasar por México, pues los riesgos están diseminados por todo el territorio nacional. Es
más, aunque tengan posibilidad de pagarle a un coyote, igualmente son propensos a
padecer cualquier tipo de violencia, ya que los traficantes de personas generalmente forman
parte de redes de tráfico mucho más grandes que se relacionan con el narco y el crimen
organizado. De igual forma, Casillas (2007) menciona que las rutas pueden distinguirse
entre principales y secundarias, las cuales dependen de ciertos criterios: como el hecho de
que sean rutas cortas o largas, que sean “seguras” o no, más económicas o que sean rutas
alternativas, sin olvidar que no necesariamente cada uno de esos criterios corresponda a un
sólo tipo de ruta porque. En la realidad varios de éstos se pueden entremezclar, pues como
menciona Casillas:
q[...] De ahí que unos opten, de acuerdo con su concepción particular del riesgo, por las
más transitadas y otros por las menos. Unos piensan que en la masa encuentran la
porosidad social que facilita su transitar. Otros, por el contrario, piensan que en el campo
despejado es más fácil detectar y evadir el control migratorio o autoridad gubernamental de
paso dado que el corto brazo de la autoridad apenas alcanza a cubrir arterias principales y
ocasionalmente las secundarias [...] Esta diferenciación sirve para entender el que unos
flujos vayan por una línea, se desvíen y tomen otra, para más adelante regresar a la
primera. La sinuosidad de los flujos responde más a la lógica de sus percepciones que a las
ondulaciones de la red de carreteras o ferroviaria (Casillas: 2007: 29).

Es así como podemos decir que el o la transmigrante que pasa por México de forma
indocumentada tiene que reflexionar en cierta medida qué caminos tomar, aún cuando no
tenga conocimiento alguno sobre cómo está configurado geopolíticamente el territorio
mexicano. De igual forma, establecer eficazmente cuáles son las rutas por las que los
migrantes centroamericanos transitan es una tarea difícil, debido a la irregularidad de su
movilidad por territorio mexicano, lo que implica a su vez que tomen múltiples senderos y
cambien su uso conforme van avanzando más hacia “al norte”. Los caminos que un migrante
puede tomar se presentan como un abanico de posibilidades que dependerán del
conocimiento que tenga, de su capacidad, de las diferentes adversidades que le presenten,
etc. Sin embargo, el trabajo hecho por algunos investigadores que estudian el fenómeno de
la transmigración centroamericana, y que reconstruyen las rutas migratorias, ha sido un

32
esfuerzo muy importante porque podemos dar cuenta de la diversidad de caminos que se
han configurado y de las transformaciones que se suscitan en tales o cuales rutas
dependiendo, tanto de la intensidad en que se presentan los riesgos como de la política en
materia de migración, que cada vez más está permeada por intereses internacionales.

En ese sentido, hasta antes del 2005 pueden identificarse al menos dos rutas: 1) La del
Golfo que inicia en el estado de Chiapas o Tabasco, pasa por Veracruz en la zona sur de
México, hasta llegar a la región Noreste en los estados de San Luis Potosí, Tamaulipas,
Nuevo León y Coahuila. Y 2) La del Pacífico que empieza también en el estado de Chiapas,
pasando por Oaxaca y/o Guerrero para llegar al centro del país (Distrito Federal o Estado de
México) y volver a trasladarse hacia estados cercanos a la costa, sobre todo Guadalajara y
Sinaloa, y poder acercarse a la frontera de Baja California o Sonora. Ambos itinerarios
migratorios forman parte de la ruta que sigue las líneas ferroviarias, dando así muchas
formas combinadas de desplazamiento. Para abordar en el tren, los migrantes deben llegar
a la estación que está Tenosique en Tabasco, o la que está en Arriaga en Chiapas, incluso
hay quienes lo toman en la estación que está en Ixtepec, Oaxaca. De ahí se pasa por
Medias Aguas, Coatzacoalcos y Tierra Blanca en Veracruz hasta llegar a la estación de
Lechería en Ecatepec, Estado de México. A partir de ese momento los centroamericanos
pueden seguir abordando el tren que los lleve a San Luis Potosí o Monterrey y si corren con
suerte, hasta Nuevo Laredo. A continuación presento un mapa de la República mexicana
donde se pueden visualizar las rutas migratorias:

33
34
En el mapa anterior podemos ver que el primer tramo de las rutas migratorias inicia en
Tapachula (Chiapas) y en Tenosique (Tabasco). El camino que parte de Tapachula llega a
Ixtepec, pasa por Matías Romero y Medias Aguas. La segunda, que comienza en
Tenosique, pasa por Palenque y Coatzacoalcos. Ambas se unen hasta la localidad de Tierra
Blanca para después moverse por Córdoba y Orizaba, para llegar hasta Lechería o Distrito
Federal. De ahí, podemos ver que las rutas comienzan a expandirse por todo el territorio de
México para llegar a los distintos puntos de cruce en la frontera norte y pasar a Estados
Unidos. La ruta que está marcada con la línea roja llega hasta los puntos de Tijuana, Tecate
y Mexicali, en Baja California, y en Sonora a los puntos de Sonoyta, Sásabe, Nogales, Naco
y Agua Prieta. La línea de color verde marca la ruta hasta el punto de Ciudad Juárez, en el
estado de Chihuahua. Por último, la ruta que está más diversificada es la de color morado, la
cual llega a los puntos fronterizos de Ciudad Acuña y Piedras Negras en Coahuila, y en
Tamaulipas a los puntos de Nuevo Laredo, Reynosa y Matamoros. La elección del punto de
cruce en la frontera norte de México dependerá de hacia dónde quiere llegar el
transmigrante en Estados Unidos, dónde tiene familia que lo espera o dónde hay conocidos
que le puedan ayudar.

Es importante mencionar que la ruta que siguen los migrantes irregulares en tránsito por
México no es tan lineal como suelen expresarse en los mapas, pero el tránsito sí ocurre por
los estados que señalan. A pesar de que el ferrocarril, es un el transporte relativamente
menos costoso, y que la mayoría de los centroamericanos utilizan, no se descarta la
posibilidad de movilizarse por otros medios de transporte como camionetas de carga,
autobuses o combis o avanzar caminando por algunas veredas, sobre todo cuando se trata
de rodear algún retén. Asimismo, hay quienes prefieren viajar en grupo con la intención de
cuidarse mutuamente o informarse sobre los caminos. Sin embargo otros viajan solos o
grupos muy pequeños con la finalidad de no llamar la atención y pasar lo más
desapercibidos que se pueda. Por último, también las rutas utilizadas por los migrantes
centroamericanos pueden variar según la nacionalidad del migrante y de las redes
migratorias que estén conformadas entre unos y otros, lo que generalmente le permitirá
conocer qué ruta o caminos puede tomar 14. Las redes sociales, aunque tenues, son un factor

14 Para un mejor entendimiento sobre la dinámica inherente a las rutas, véase el Capítulo IV del trabajo de

35
de solidaridad y confianza entre los y las transmigrantes, en las cuales no sólo hay un
intercambio de información (rutas, trabajo, orientación), sino que también de ayuda, auxilio y
de desahogo.

Un elemento fundamental para las personas transmigrantes es el tiempo: entre menos se


tarden en cruzar México para llegar a Estados Unidos, mejor. Sin embargo, hay ocasiones
en las que durante su camino se quedan sin dinero, o hay quienes salen de sus casas con
cero recursos económicos. El asunto es que el tránsito por México implica no sólo gastos de
alimentación, ropa, medicamentos, hospedajes, etc., sino también gastos por el “derecho de
paso”. Es decir, el poco dinero que los centroamericanos tengan lo utilizan sobre todo para
el pago monetario (o para el caso de las mujeres pago corporal) de extorsiones de agentes
de migración, para los maquinistas del tren (quienes a veces están coptados por los grupos
criminales), para los asaltantes y secuestradores, y si tienen posibilidad, para el coyote. Es
por eso que en algunos lugares por donde pasan, los transmigrantes consiguen un trabajo
temporal para solventar el costo del viaje (sobre todo en cultivos, construcción o labores
domésticas en el caso de las mujeres). Al respecto Casillas señala:
Hay una relación directa entre mayores obstáculos para migrar y mayores costos de
traslado [...] Las políticas migratorias de los Estados del norte del continente han estimulado
dos efectos secundarios negativos; el aumento de redes de traficantes y el encarecimiento
del traslado migratorio. La combinación de ambos efectos desangra más la economía de los
transmigrantes que se ven obligados a recurrir a distintos mecanismos de financiamiento
durante el trayecto en México (Casillas, 2007: 41).

Otra forma de apoyo de las y los migrantes centroamericanos es en el envío de dinero por
parte de familiares y amigos que están sobre todo en Estados Unidos y, en menor medida,
de familiares en su lugar de origen. Esto es de vital ayuda porque así, las personas evitan
llevar tanto dinero más que lo suficiente para cierto tramo del camino. Las franquicias de
tiendas de electrodomésticos como Elektra que se encuentran en todo México facilitan el
recibo de remesas. De esta forma, podemos pensar que el envío de remesas es una forma
de solidaridad que demuestra una creciente organización y efectividad de las redes sociales

tesis doctoral de Yolanda Silva Quiroz intitulada Transmigración de centroamericanos por México: su
vulnerabilidad y sus Derechos Humanos (2014), disponible en http://www.colef.mx/posgrado/wp-
content/uploads/2014/11/Tesis-Silvia-Quiroz.pdf, última fecha de consulta: 9 de abril de 2015

36
transmigrantes entre los que están en tránsito y los que ya tienen residencia en Estados
Unidos.
Tal como señala Casillas: “Esas remesas aportan un elemento nuevo de cohesión, intangible
pero altamente eficaz al contrarrestar las acciones que les lesionan en su tránsito por
México” (Casillas, 2009). Sin embargo, existe un lado oscuro de ésta situación que no
exenta de riesgos a los centroamericanos en tránsito, sobre todo cuando son víctima de
secuestro, pues el pago por la “liberación” puede hacerse vía electrónica, poniendo en
peligro también a las personas que están en el norte (Casillas, 2008: 173).

En relación con lo anterior, otro de los medios que los transmigrantes utilizan para transitar
por México, además de los medios de transporte, también es el uso de coyotes o polleros.
Ésta dinámica de relación entre migrantes y coyotes, por lo regular forma parte de una red
de traficantes mucho más estructurada que en años recientes ha generado nexos con el
crimen organizado. De esa forma, el tráfico de personas también se realiza por aquellos
lugares donde también se movilizan narcóticos y otras mercancías de forma ilícita. En
referencia a esto, Casillas menciona que: “Existe una diversidad de funciones que van desde
reclutar, organizar, cuidar, escoltar, guiar y cobrar que recaen en diversos operadores, pues
el tráfico de personas es un proceso en el cual cada persona que participa tiene funciones
delimitadas, sean parte o no de una estructura formal” (Casillas, 2009: 170).
Así pues, la red de traficantes tiene un grado alto de estratificación que involucra a diferentes
niveles y grupos sociales, como autoridades, lugareños, y otros centroamericanos.
Asimismo, el hecho de que las personas migrantes hagan uso de éstos “servicios” no
asegura al 100% que logren llegar a su destino, o que por lo menos lleguen a salvo.

La presencia cada vez mayor de centroamericanos y la creciente “preocupación” del Estado


por gestionar esas movilidades irregulares, han gestado otro tipo de problemas con
dinámicas que violentan a los migrantes. Como dice Casillas: “Al hacer de la transmigración
indocumentada un hecho violatorio de la ley [...] surgieron o evolucionaron distintas redes
delictivas” (Casillas, 2009: 129). Entre esas redes delictivas se encuentra, como ya lo
mencioné las organizaciones de traficantes de personas que poco a poco evolucionan hasta
tener un alto rango de sofisticación en sus funciones, colusiones, movilizaciones, cobros,
secuestros, etc. Así, “en la medida en que se “profesionaliza” el tráfico de personas, pierde

37
sentido el pollero solitario, o queda expuesto a ser integrado a redes de traficantes de
personas y productos prohibidos” (Casillas, 2009: 129). A esto, se le suma el surgimiento de
grupos delictivos que asaltan a los migrantes en algunos puntos estratégicos por donde
saben que transitan.
Para el caso de las mujeres, a pesar de que en las cifras de detenciones representen un
bajo porcentaje, son las personas más vulnerables, sólo porque atraviesan por éstos riesgos
sino también porque son susceptibles a sufrir agresiones y violaciones sexuales, así como la
posibilidad de ser obligadas a prostituirse clandestinamente. Sobre el tema de las mujeres
transmigrantes se hablará en el apartado siguiente.

Se dice que hay varios factores que contribuyen en la transformación y selección de las
rutas de los centroamericanos y centroamericanas en tránsito por México. Entre ellos están
las políticas migratorias que aumentan los puntos de control y los retenes, convirtiendo a
agentes de migración, policías federales y/o municipales, así como a miembros del ejército
en “cazadores” de migrantes; otro factor es el control territorial que tienen las organizaciones
criminales, traficantes de personas y en menor medida los coyotes o polleros.
Cuando en 2005 el huracán Stan destruyó parte de las vías ferroviarias en el estado de
Chiapas, lo que ocasionó que los y las migrantes comenzaran a caminar de Tapachula hasta
Arriaga (300 km o una semana de caminata aproximadamente). Recientemente, se ha
mencionado que debido al programa de migración que Enrique Peña Nieto implementó en
julio de 2014, ya no está permitido subirse a los vagones del tren de carga, lo que ha
provocado que los que logran abordarlo sean interceptados por los retenes, y los que no
alcanzan a subir caminen al lado de las vías o por otros rumbos durante horas, días e
incluso semanas.

Según la postura de Silva (2014), en concordancia con Casillas (2007, 2008 y 2009) y Armijo
(2011), el principal factor que demuestra que las rutas migratorias se transforman los
resultados de las políticas migratorias que tienen como finalidad securitizar las fronteras y
agudizar las formas de contención de flujos hacia el norte. Por otro lado, Yolanda Silva hace
un ejercicio exhaustivo por reconstruir el cambio de las rutas a partir de tres indicadores: el
número de detenciones hechas por autoridades migratorias mexicanas y estadounidenses,
así como la creciente instalación de estaciones migratorias a partir del 2005, las de

38
denuncias de los estados de la república donde hubo mayor índice de violación de derechos
humanos y el número de albergues y casas de migrantes que se fueron abriendo como
respuesta a la violencia que los transmigrantes padecen. En síntesis, la autora llega a la
conclusión de que la presencia de todos éstos factores son un síntoma de mayor presencia
de centroamericanos indocumentados en aquellos estados o regiones donde anteriormente
no la había.
Uno de los primeros factores que contribuyeron a la aceleración de los cambios en las rutas
migratorias de los centroamericanos fue el Plan Sur, implementado en 2001. Este plan,
básicamente consistió en establecer dos cinturones de control de forma horizontal, es decir,
de la costa del Pacífico a la costa del Golfo. El primer cinturón de control se estableció en los
estados de Chiapas y Tabasco, que incluía cinco puntos de inspección; y el segundo
cinturón de control se estableció entre los estados de Oaxaca y Veracruz, que incluyó seis
puntos de inspección. Estos puntos se ubicaron estratégicamente en los principales puntos
de traslado, cerca de las vías del tren y de las principales carreteras como la carretera a
Puerto Madero Arriaga (Chiapas), carretera de Coatzacoalcos (Veracruz), carretera Matías
Romero y salida a Juchitán de Zaragoza (Oaxaca) (Silva, 2014: 49).
De igual manera, Casillas (2008: 162) señala que en el año 2000 existían apenas 25
estaciones migratorias, la mayoría ubicadas en los estados de la zona sur de México
(Chiapas, Tabasco, Oaxaca, Guerrero y Veracruz), las demás se encuentran en los estados
de Chihuahua, Sinaloa; dos en Tamaulipas y una en Distrito Federal. Sin embargo para el
2005 se incrementó el número de estancias migratorias a 52. Para el 2007 se redujeron a 48
estaciones por el bajo presupuesto que se tenía en ese entonces.
Ambas situaciones demuestran el reiterado interés del Estado mexicano en controlar y
contener el paso de transmigrantes, pero lo que señala tanto Casillas como Silva es que
lejos de contener los flujos de personas en tránsito, lo que ocasionaron es que los
centroamericanos comenzaran a movilizarse por otros estados “nuevos” a los que
originalmente conformaban las rutas del Golfo, el Pacífico y la ferroviaria. Una muestra de
ellos es lo que Silva (2014: 115) menciona en cuanto a que las estaciones migratorias
comenzaron a aumentar (en menor medida) entre 2010 y 2012. Éstas estaciones se
ubicaron principalmente en los estados de Colima, Tabasco, Chihuahua, Hidalgo, Jalisco,
Nuevo León, Puebla, Querétaro, Sonora y Tlaxcala, lo que expresaría no sólo la

39
diversificación en el establecimiento de los puntos de control, sino que previo a esto, la
diversificación de las principales rutas se desplazaron hacia la zona centro y zona occidente
de México. Es decir, hay un proceso mediante el cual los centroamericanos aprenden a
identificar los lugares donde están las estaciones o donde hay presencia de grupos
delincuentes, lo que les orilla a desplazarse por otras regiones. Sin embargo, como
respuesta, el gobierno vuelve a establecer nuevas estaciones migratorias en los lugares por
los que los migrantes comienzan a pasar, asemejándose al juego del gato y el ratón.
Como efecto tenemos que los migrantes en tránsito por México comienzan a movilizarse por
localidades cada vez más alejadas de sitios visibles o públicos; caminan por lugares
inhóspitos y desolados por horas o incluso hasta días, que además son territorios
generalmente controlados por el crimen organizado. También tienen que rodear
constantemente los retenes, lo que implica caminar por montes o zonas boscosas,
generando en ellos y ellas cansancio y ampollas en los pies. En otras palabras, el
fortalecimiento de los puntos de control son eficaces en las detenciones, prueba de ello son
las cifras que aumentan año con año, y no precisamente significa que los flujos se han
incrementado (aunque tampoco se descarta esa posibilidad).

Para tratar de ilustrar lo anterior, a continuación presento una tabla (ver página 40) con
algunas características de los flujos de transmigrantes a partir del año 2000, tomando como
referencia el número de aseguramientos 15 que ha realizado el Instituto Nacional de
Migración (INM). Cabe señalar que las cifras que brinda el INM no son el número absoluto
de las personas que se internan y transitan por México de forma irregular, pues debido a su
característica inherente de clandestinidad es difícil estimar el total real de las personas que
se internan en el país. Las cifras en realidad evidencian el número de eventos y no de
individuos centroamericanos que se movilizan por el territorio mexicano y traspasan
fronteras sin documentos. En este sentido, una persona puede ser detenida y deportada
más de una o dos veces (en una semana o un mes). Asimismo, como dice Rodolfo Casillas,
“el aumento de los flujos puede deberse no sólo a las problemáticas económicas y sociales

15 El aseguramiento se define como la detección, detención y expulsión de extranjeros que infringen las
regulaciones migratorias, incluyendo también a quienes intentan ingresar sin la debida documentación o
autorización (Artola 2008: 27; citado en Santiago, 2010: 5). También a ésta acción se le conoce como
“intercepción”, “custodia”, “devueltos” o “deportados”.

40
de los lugares de origen, “sino también en la medida en que se han ido consolidando
distintas redes y procedimientos migratorios, particularmente indocumentados” (Casillas,
1991: 70). A pesar de que no sean cifras exactas, son de gran utilidad para darnos un
acercamiento de lo que ocurre en las dinámicas de movilidad de los migrantes
centroamericanos en tránsito.

De los totales generales16 y los totales parciales17(ver TABLA 2) podemos notar que en un
período de 2000 a 2005 el número de detenciones tuvo ligeras fluctuaciones hasta llegar a
un nivel más alto en el 2005, con 240 mil 629 de asegurados para el total general, mientras
que el total parcial de los cuatro países centroamericanos fue una cifra de 225 mil 928
eventos de aseguramiento, representando el 93.8% de las personas detenidas en México.
Retomando el total parcial, el incremento de la tasa de asegurados en ese período fue del
37.1%, siendo los guatemaltecos el mayor número de detenidos, después los hondureños,
los salvadoreños y al último los nicaragüenses.

16 Cifra que incluye los aseguramientos de América Central, América del Sur y El Caribe.
17 Cifra que incluye sólo los aseguramientos de cuatro países de Centroamérica: Guatemala, Honduras, El
Salvador y Nicaragua

41
Entre 2006 y 2008 el número de detenciones disminuyó un 76.4%, período en el que la crisis
económica de 2007 comenzó en EUA, y azotó también al triángulo norte de Centroamérica.
Casillas (2012) explica que ese cambio notable en el número de aseguramientos no es un
indicador de que los flujos migratorios hayan disminuido, puesto que es el período en el cual
los efectos de la crisis comienzan a sentirse. En el breve análisis sobre las economías de
Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua en un período de 2007 a 2009, Casillas
demuestra que las condiciones económicas (y políticas) no favorecen el descenso de los
flujos migratorios, sino todo lo contrario, deberían haberlos incrementado (o por lo menos
mantenerlos estables). Según el autor, el Producto Interno Bruto (PIB) de éstos países
decreció, siendo Honduras el país más afectado, pues “registró una tasa de crecimiento de
6.3% previo a la crisis y en 2009 bajó a –1.9%, siendo más pronunciada la caída en el PIB
por habitante, que fue de –3.8%” (Casillas, 2012: 46).
En cuanto a la Inversión Extranjera Directa (relacionada con la dependencia en Estados
Unidos), se desplomó un 40%, afectando a establecimientos comerciales e incrementando el
desempleo sobre todo en el sector industrial. De igual forma, las remesas que recibe ésta
región centroamericana disminuyeron en 2009 dejando de recibir 1 139 millones de dólares.
Para el caso de las exportaciones de bienes, también se presentaron bajas sobre todo en la
industria maquiladora, que son un peso importante en las exportaciones para Guatemala,
Honduras, El Salvador y Nicaragua. Como resultado, la tasa de desempleo aumentó y para
el caso de Honduras se perdieron 27 312 puestos de trabajo en el período 2007-2009,
mientras que en el 2005 existían en ese país 125, 825 personas empleadas en las maquilas:
Frente a la crisis económica [...] se han presentado diversas consecuencias [...]
relacionadas con el flujo transmigratorio: 1) eventualmente, un mayor celo migratorio en el
país receptor de migrantes, porque una mayor presencia de trabajadores desempleados y
de extranjeros se puede convertir en un problema para las autoridades de servicios públicos
(salud, por ejemplo) y de seguridad pública; 2) un encarecimiento del tráfico de
indocumentados; 3) una contracción de la economía dependiente, como es el caso de la
centroamericana, y 4) una mayor presión sobre el trabajador de la economía dependiente
para buscar, dentro o fuera de su país, la satisfacción de sus necesidades (Casillas, 2012:
43).

Si a los factores económicos le agregamos la situación política y de violencia, podemos


suponer que el número de personas centroamericanas que pasan por México no debió de
haber disminuido como lo demuestran las cifras del INM. “La explicación más plausible,
entonces, es que ocurre una transmigración centroamericana [...] que no deja registro en las

42
estadísticas oficiales de México” (Casillas, 2012: 46). Y ese “escape” en el registro, según la
hipótesis de Rodolfo Casillas, se debe a los cambios de titular y de coordinación que se
efectuaron en el INM durante 2005 y 2006, tal suceso supuso una inestabilidad en el manejo
de la propia institución. A eso se le suma la suspensión de retenes debido a que los
desastres naturales que imposibilitaron el tránsito y cambiaron las rutas migratorias sobre
todo cuando el huracán Stan destruyó la estación del ferrocarril en Tapachula. También “hay
que agregar las disposiciones de repliegue de la autoridad de los espacios sociales de la
migración, [...], en tanto que el retiro de la autoridad de los espacios dinámicos de la
migración indocumentada facilitó, y dejó impune, la acción delictiva de secuestros masivos
de migrantes, además de que no detuvo a migrantes indocumentados en tránsito” (Casillas,
2012: 52)18.
A grandes rasgos, el cambio administrativo, la falta de control migratorio en la zona
fronteriza, falta de operativos en trenes y carreteras y el distanciamiento del INM hacia
fuerzas institucionales de seguridad pública como el Ejército y la Marina fueron factores que
ocasionaron el “libre” tránsito no sólo de migrantes centroamericanos sino también de la red
de traficantes de personas. De igual forma, es en ese período cuando el INM inicia procesos
de visados para trabajadores temporales en la frontera sur de México: “Esa labor es
encomiable porque no sólo nutre los registros administrativos sino también porque amplía la
cobertura legal a trabajadores diversos, así como el espacio territorial y el número de
entradas” (Casillas, 2012: 55). Este tipo de hechos demuestran la fragilidad del INM a nivel
administrativo, y perjudica a su vez la lógica de contención de los flujos transmigrantes, y
con ello el sesgo en el registro y en los datos de aseguramientos efectuados en México.

Regresando a la TABLA 2 (página 40), podemos ver que a parir de 2009 los números de
aseguramientos hacia personas centroamericanas comienzan a ascender, teniendo en 2014
un total de 119 626 detenciones, de las cuales se distribuyen 47 mil 794 detenciones para
guatemaltecos, 47 mil 521 para hondureños, 23 mil 131 salvadoreños y mil 180
nicaragüenses. Esto puede significar dos cosas: que a partir de 2009 los controles

18 Para una revisión más detallada sobre el asunto de inestabilidad interna del Instituto Nacional de Migración
y sus consecuencias en las detenciones y su registro en el período 2006-2008, consúltese el artículo de
Rodolfo Casillas intitulado: “Construcción del dato oficial y realidad institucional: disminución del flujo
indocumentado en los registros del INM”, en Migración y Desarrollo. Año 2012, vol. 10, no. 19, pp. 33-60.

43
migratorios comenzaron a ser eficaces, o que en realidad las cifras son una muestra del
aumento en los flujos ocasionado por los estragos de la crisis económica. Sin embargo, a
pesar de las tendencia ascendente en los aseguramientos, en el 2014 (o sea, 119 mil 626)
no alcanzaron a ser tan altos si lo comparamos con la cifra del 2005 (225 mil 928). En este
período puede decirse que hubo una reducción acumulada del 12.5%. También puede verse
que sólo en los años 2007, 2008 y 2013, Honduras tuvo una cifra de aseguramientos un
poco más alta que la de Guatemala, pero anualmente éste país ha tenido mayores
detenciones, posiblemente por colindar con los estados fronterizos en la zona sur de México.

Los estados donde se presentó el mayor número de aseguramientos -específicamente en la


zona sur de México- durante el período 2012-2014, fueron (ver TABLA 3): Chiapas con 119
mil 366 detenciones, le sigue Veracruz con 44 mil 151 detenciones, Tabasco con 26 mil 025
y, al último, Oaxaca con 20 mil 355.
TABLA 3
Aseguramientos en la zona sur de México: Nacionalidad, entidad federativa y año
(2012-2014)

2012 2013 2014 Total 2012-2014


Chiapas
Guatemala 21350 15 119 21 813
Honduras 10160 11 215 16 040
El Salvador 7048 5 886 9 531
Nicaragua 337 362 505
Total 38895 32582 47889 119366
Oaxaca
Guatemala 3097 3 767 4 345
Honduras 562 1 355 2 241
El Salvador 757 1 948 2 069
Nicaragua 23 69 122
Total 4439 7139 8777 20355
Tabasco
Guatemala 1980 1 374 4 567
Honduras 2858 4 274 7 292
El Salvador 770 1 085 1 679
Nicaragua 24 64 58
Total 5632 6797 13596 26025
Veracruz
Guatemala 2565 3 819 6 670
Honduras 3843 9 056 10 132
El Salvador 1058 2 354 4 333
Nicaragua 70 86 165
Total 7536 15315 21300 44151
Total anual 56502 61833 91562 209897
Fuente: Elaboración propia con base de datos del INM, 2012, 2013 y 2014

44
Las personas de nacionalidad guatemalteca son las más detenidas en los estados de
Chiapas y Oaxaca, estados que posiblemente son los principales para el tránsito de los
guatemaltecos en comparación con otras nacionalidades. En cambio en los estados de
Tabasco y Veracruz, los hondureños han sido más detenidos, y de igual forma puede
pensarse que eran los lugares por donde más pasaron entre el 2012 y 2014. Asimismo,
puede verse que para el 2014 el número de aseguramientos ascendió para todos los
estados, pero en el caso de Tabasco, es importante notar que sus cifras se incrementaron el
doble de 2013 a 2014, o sea de 6 mil 797 detenciones en 2013, para el siguiente año
pasaron a ser 13 mil 596 en 2006. Más adelante veremos que los puntos de control y los
retenes también son un factor que contribuye a que las rutas de los transmigrantes se
modifiquen.

En años recientes, como mostré en la TABLA 2 (página 40), los números de aseguramientos
han ido en aumento, y para el 2013 la cifra era de 80 mil 700 detenciones, cuyo aumento a
119 mil 626, obtuvo un crecimiento del 48.2% en 2014. En este sentido, si consideramos las
cifras de aseguramientos que incluye a todas las entradas indocumentadas a México -es
decir, no sólo América Central, América del Sur y El Caribe sino también a otros continentes-
en 2013, de un total general de 86 mil 298 detenciones, el 93.5% fueron personas de países
centroamericanos. A su vez, el 83% fueron hombres (o sea 72, 323) y el 16.1% fueron
mujeres (es decir, 13, 975) (ver TABLA 4, página 45). En su mayoría eran personas que
tenían 18 años o más, 65 mil 355 hombres y 11 mil 313 mujeres. En el 2014 la diferencia
entre hombres y mujeres es similar: de un total general de 127 mil 149 detenciones, el 94%
fueron de personas centroamericanas. De la cifra general, los hombres representaron el
77.4% (98 mil 456), mientras que las mujeres tuvieron un porcentaje del 22.5 (28 mil 693).
También, la mayoría fueron personas mayores de 18 años: 83 mil 588 hombres y 28 mil 693
mujeres.

45
TABLA 4
Aseguramientos por género, grupos de edad y menores acompañados/no acompañados
Año 2013 2014
Hombres Mujeres Total Hombres Mujeres Total
Total general 72 323 13 975 86 298 98 456 28 693 127 149
Mayores de 18 años 65 355 11 313 76 668 83 588 20 465 104 053
Total de menores 6 968 2 662 9 630 14 868 8 228 23 096
De 12 hasta 17 años 5 974 1 777 7 751 10 040 4 115 14 155
De 0 hasta 11 años 994 885 1 879 4 828 4 113 8 941
Acompañados 833 747 1 580 3 809 3 279 7 088
No acompañados 161 138 299 1 019 834 1 853
Fuente: Base de datos INM 2013 y 2014

Algo que es interesante observar es cómo entre 2013 y 2014 la cifra de los menores
migrantes aumentó un 139.8%, lo cual nos puede remitir a la llamada “crisis humanitaria de
los niños migrantes” en algunas estaciones migratorias de Estados Unidos que se suscitó
entre junio-julio de 2014.

Para una mayor caracterización del perfil de las personas que fueron “aseguradas” en ese
mismo periodo (2013-2014), he consultado las bases de datos de la Encuesta sobre
Migración en la Frontera Sur (EMIF Sur)19 de los años 2013 y 2014. En dicha consulta se
encontró que para el 2013 las autoridades migratorias mexicanas detuvieron a 71 mil 716
personas guatemaltecas (39.8%), hondureñas (41%) y salvadoreñas (19.1%), de entre las
cuales 60 mil 586 eran hombres y 11 mil 129 mujeres. 27 mil 031 personas provenían de
una localidad de residencia tipo urbana, mientras que 44 mil 409 provenían de una localidad
no urbana. El grupo de edad que presentó cifras mayores fue el de 20 a 29 años (42 mil 823
ó 57.9%). De un total de 29 mil 409 hondureños, el 72.5% estaba en ese rango de edad.
Para el caso de los guatemaltecos era el 51% de 28 mil 573 personas, mientras que para El
Salvador, de 13 mil 733 personas, el 49.9% correspondía al rango de edad de 20 a 29 años.
La mayoría de las personas que fueron detenidas tenía un nivel escolar de primaria
completa (el 40.1%). De este porcentaje, los hondureños representaban el 62.3% (es decir,
18 mil 311 personas).
De igual forma, la relación de parentesco en el hogar presentó una cifra de 38 mil 480 hijos o

19 Esta encuesta incluye el número de aseguramientos que se realizan por autoridades migratorias en México
y en Estados Unidos.

46
hijas de familia, 27 226 eran jefes o jefas de familia, y 2 168 personas eran esposos o
esposas. El sector laboral en el que las personas transmigrantes detenidas se desenvolvían
en su lugar de origen, y que mayor porcentaje obtuvo fue el agropecuario, con un 52.1% (lo
que puede sugerir su relación con aquellas personas que provenían de localidades no
urbanas); seguido del sector de construcción con un 19.9%, el manufacturero con el 7.5%,
entre otros. La mayoría de esas personas (55 mil 032) tenía como intención trabajar o
buscar trabajo en Estados Unidos; este dato se asemeja a la cifra del país de destino al que
la persona quería llegar, con 55 mil 583 personas, es decir que las personas que tenían
intención de llegar a Estados Unidos, también tenían el objetivo de buscar trabajo ahí.
Asimismo, las personas que tenían mayor experiencia migratoria fueron los hondureños, es
decir, 12 mil 109 personas, entre las cuales 11 mil 728 ya tenían de 1 a 3 cruces, mientras
que sólo 381 personas ya tenían 4 cruces o más.
En cuanto al medio de transporte que los transmigrantes utilizaron para cruzar a México,
llama la atención que la mayoría (33 mil 785 personas) señaló haber utilizado cámaras o
tubos de llanta o atravesaron nadando. Los hondureños concentraron de nuevo gran parte
de la cifra con 14 mil 996 personas, le sigue El Salvador con 9 mil 655 y Guatemala con 9
mil 134. Después, 24 mil 393 personas dijeron haber cruzado la frontera hacia México
caminando. En esta ocasión los guatemaltecos representan el mayor número con una cifra
de 18 mil 892 personas, le siguen los hondureños con 5 mil 271 personas y, por último, los
salvadoreños con 230 personas. El resto de los detenidos mencionó haber usado autobús o
camioneta (8 mil 226) o lancha o embarcación en el mar (4 mil 420).

En cuanto al año 2014, hubo un total de 90 mil 779 personas detenidas por autoridades
migratorias en México, de las cuales 36 mil 558 eran hondureñas (40.03%), 36 mil 428 eran
guatemaltecas (40.1%) y 17 mil 793 (19.9%) eran personas salvadoreñas. De la población
total, 72 mil 144 eran hombres que correspondía al 79.5%, mientras que las mujeres
obtuvieron una cifra de 18 mil 630, es decir el 20.5% del total general. Al igual que en 2013,
el grupo de edad que mayor porcentaje tuvo fue el de 20 a 29 años con el 55.6% del total
(50 mil 459 personas). En este sentido, Honduras siguió siendo el país con la tasa más alta,
teniendo un total de 36 mil 558 personas, de las cuales el 61.4% estaba en el grupo de edad
de 20 a 29 años; después Guatemala con el 52.6% de un total de 36 mil 428; y, por último,
para El Salvador, de un total de 17 mil 795 personas, donde el 49.7% de los migrantes

47
estaba en dicho rango de edad.
En cuanto al tipo de localidad de residencia, la no urbana siguió teniendo mayor número de
población con 44 mil 753 personas y la urbana con 40 mil 625 personas. El nivel escolar con
un alto número de transmigrantes detenidos fue, de nuevo, el de primaria completa, con 29
mil 772 (19.2%). La relación de parentesco en el hogar fue, en orden de mayor a menor,
hijos o hijas de familia con el 50%, jefes o jefas de familia con el 39.3% y el 5.3%
correspondió al rubro de esposos o esposas. En relación con el sector laboral desempeñado
en el lugar de residencia, el agropecuario resultó el más alto, con 22 mil 230 personas, que
representa el 49.9% del total, después el sector de construcción obtuvo una cifra de 7 mil
965 personas y en porcentaje es el 17.9%, le sigue el sector de manufactura con 4 mil 475
personas siendo el 10% del total.
El motivo de desplazamiento y el país a donde querían llegar los y las transmigrantes era
llegar a Estados Unidos y trabajar o buscar trabajo ahí (el 73.4% del total de la población
detenida). En cuando a la experiencia migratoria, las cifras son similares que el año anterior;
resultó que la mayoría de las personas de las tres nacionalidades no tenían experiencia
previa de migración (Guatemala con el 98.7%, El Salvador con el 86.3% y Honduras con el
70.5%), mientras que en el lado opuesto, del 15% de los transmigrantes con experiencia
migratoria, los hondureños tuvieron mayor porcentaje (29.5%), le siguió Guatemala con el
15% y al fina El Salvador con el 13.7%. De estas cifras, la mayoría tenía de 1 a 3 cruces.
Por último, en lo que se refiere al medio de transporte para cruzar a México, el uso de tubos
de llanta o atravesar nadando sigue estando a la cabeza con 26 mil 373 personas, la
mayoría de ellas guatemaltecas quienes desplazaron en las cifras a los hondureños pues en
2013 fueron los que habían cruzado de esa forma hacia México. De igual forma sorprende la
cifra del uso de autobús o camioneta, pues cuando el año anterior no llegaba ni a las 10 mil
personas, en 2014 alcanzó una cifra de 28 mil 798, mayoritariamente ocupada por los
hondureños (48.5%), después los salvadoreños (44.8%) y, al último, los guatemaltecos
(8.6%). En relación con las personas que dijeron haber cruzado caminando (24 mil 295), el
50.8% era de Guatemala, el 15.2% de Honduras y el 1.6% de El Salvador.

Para concluir con el perfil de la migración centroamericana, a continuación muestro una tabla
que elaboré con información de la EMIF Sur 2013 y 2014, retomando cifras de
aseguramientos realizados por autoridades estadounidenses, para dar una breve muestra
48
del perfil migratorio de los transmigrantes centroamericanos.

TABLA 5
Aseguramientos realizados por autoridades migratorias estadounidenses (2013-2014):
medios de transporte y localidades fronterizas de cruce
2013 2014
El El
Total Guatemala Honduras Salvador Total Guatemala Honduras Salvador
POBLACIÓN
TOTAL 100720 48537 31543 20640 114333 48610 37009 28714
Ciudad guatemalteca de cruce a México
Tecún Umán (San
Marcos) 26130 9191 5786 11153 30084 9379 5217 15488
La Mesilla
(Huehuetenango) 22512 16597 2688 3227 22443 16170 2150 4123
Gracias a Dios
(Huehuetenango) 7119 5587 199 1333 7985 5586 418 1981
El Ceibo (El Petén) 16692 2651 11468 2573 4636 2088 2298 250
Medio de transporte para llegar a la frontera norte de México
Autobús o
camioneta 69669 37492 22934 9243 88095 39276 33670 15149
Caminando 25238 8529 5856 10853 16637 4685 557 11395
Automóvil y tráiler
o camión de carga 3122 789 2173 160 1662 817 397 448
Ferrocarril 912 520 392 0 2251 1272 936 43
Ciudad mexicana de cruce a Estados Unidos
El Sásabe (Son.) 10228 9228 452 548 6278 4737 1429 112
Piedras Negras
(Coah.) 6789 1060 4211 1518 5034 564 3170 1300
Nuevo Laredo
(Tamps.) 10466 1631 7130 1705 7271 1346 4366 1559
Reynosa (Tamps.) 52311 25975 13642 12694 68785 28557 19055 21173
Matamoros
(Tamps.) 5557 1672 2636 1249 7708 2760 3908 1040
Fuente: Elaboración propia con información de las bases de datos de la EMIF Sur (2013 y 2014):
Devoluciones por autoridades migratorias estadounidenses

En esta tabla se pueden encontrar algunas variables que nos indican las localidades de
cruce entre las dos fronteras de México. Por ejemplo, tanto en 2013 como en 2014 la
principal ciudad de cruce entre Guatemala y México fue Tecún Umán, usada principalmente
por salvadoreños; después le sigue La Mesilla, por donde en mayor medida, según las
cifras, cruzaron los guatemaltecos; por último, un cambio muy notable es el bajo número de
personas que dijeron haber cruzado por El Ceibo en 2014 (4 mil 636 personas), cuando en
el año anterior era una cifra de 16 mil 692 personas, entre las cuales destacaba la

49
nacionalidad hondureña.
De igual forma, el lugar de cruce entre México y Estados Unidos que más se mencionó en
ambos años fue Reynosa, Tamaulipas, destacando los guatemaltecos; asimismo, hubo más
personas hondureñas que cruzaron por las localidades de Nuevo Laredo en Tamaulipas y
Piedras Negras en Coahuila, sin embargo éstos dos cruces junto con el de El Sásabe en
Sonora muestran un menor número en el 2014, mientras que en Matamoros, Tamaulipas,
hay un aumento de 5 mil 557 personas en 2013 a siete mil 708 en 2014, lo cual puede
significar dos cosas: primero, que la disminución de la cifra en Nuevo Laredo, Piedras
Negras y El Sásabe puede deberse a que las detenciones en territorio mexicano fueron
“eficaces” al impedir que cierto número de transmigrantes centroamericanos llegaran hasta
Estados Unidos; y segundo, el incremento en el número de cruces por dos localidades de
Tamaulipas (en Matamoros y en mayor medida en Reynosa) puede deberse a una mayor
presencia de transmigrantes centroamericanos en estados de la zona Noreste (como San
Luis Potosí y Nuevo León), en la zona de Occidente (como Guanajuato y Querétaro) y
cercanos a la costa del Golfo (principalmente Veracruz).
Por último, el medio de transporte para llegar a la frontera norte de México que más fue
utilizado entre los guatemaltecos, hondureños y salvadoreños asegurados fue el autobús o
camioneta, lo cual contradice la idea de que generalmente es el ferrocarril el transporte más
usado por los centroamericanos para pasar por México. Habrá que preguntarse por qué la
cifra es mayor y distante entre las personas que usaron el autobús o camioneta y las que
usaron el ferrocarril. Cabría preguntarse también si esto se debe a que las personas
entrevistadas usaron algún tipo de red de traficantes, lo que nos haría suponer que eran
transmigrantes que tenían mayores recursos económicos.

En síntesis, los datos arrojan que, contrario a lo que se piensa, la población migrante que
viaja en tren es mucho menor a la que usa medios de transporte alternos. Es cierto que
muchas son las personas que van a bordo del tren, o al menos así era antes del 2014, pero
tal vez esa imagen era y sigue siendo tan impactante, porque la ruta que sigue el ferrocarril
es en algunos puntos muy visible, mientras que las rutas que implican el uso de otros
transportes se difuminan entre las carreteras. Sin embargo, no hay que olvidar que en la
realidad los y las migrantes utilizan diferentes caminos, combinando los medios de

50
movilidad; así pueden tomar el tren en algún momento de su viaje (al inicio, a mitad del
camino o para llegar a la frontera norte de México), valiéndose también de los autobuses,
camiones de carga o taxis, pero esto dependerá necesariamente del capital económico con
el que cuenten.

Así pues, los datos que se han mostrado a lo largo de éste apartado, a pesar de no ser tan
confiables, pueden ayudarnos a describir la heterogeneidad de la transmigración
centroamericana y, como veremos más adelante, existen otros factores que transforman
éstas dinámicas, complejizando cada vez más el análisis de éste fenómeno. Sin embargo,
tampoco debemos olvidar que aquello que las cifras tratan de representar, son ante todo
sujetos y sujetas vulnerables que cargan consigo toda una historia, experiencias de
violencia, emociones reprimidas, cansancios cotidianos, y sueños de mejores condiciones de
vida.

Algo que es importante mencionar es que a pesar de que todas las personas
centroamericanas que transitan de forma irregular por México sean susceptibles a los
múltiples riesgos, la vulnerabilidad de cada persona o grupo migrante variará conforme
diversos factores al tomar rutas ya establecidas, intercaladas o más invisibles. Su
vulnerabilidad deriva principalmente en el hecho de ser sujetos con derechos humanos no
reconocidos ni respetados. Así pues, al carecer de cualquier respaldo por parte del Estado y
trasladarse “ilegalmente” por diferentes espacios geográficos del territorio mexicano que
están controlados por redes organizadas de crimen (narco, tráfico de personas, prostitución
clandestina) o por la presencia de estaciones migratorias, retenes y operativos de
migración, o por grupos civiles y lugareños que también violentan a las personas en tránsito,
los y las transmigrantes no sólo son blancos fácil de ataque por ser “extranjeros
indocumentados”, sino también porque, por esa misma condición, cargan con un peso
simbólico que los deshumaniza. Ese imaginario que se tiene en torno a los migrantes en
tránsito por México los convierte en humanos de baja calidad. Pero pese a todos los riesgos
que los transmigrantes puedan padecer, no hay poder alguno que los haga retroceder en su
camino, sólo la muerte. Como señala Casillas:
Las distancias, los controles gubernamentales, los robos, asaltos y abusos de toda índole,
en pocas palabras, sí afectan a los migrantes, pero no constituyen un desestímulo a sus
intenciones de desplazamiento. Antes bien, les invitan a afinar su cautela, a cuidar sus

51
pasos y conducta pública, a perfeccionar sus estrategias migratorias. [...] Es cierto que
migrando se responde a situaciones estructurales locales y nacionales, pero con acciones
impulsadas por la voluntad del querer resolver, cambiar, superar, desarrollar; el migrante
procura dar soluciones individuales a la problemática que le aqueja o limita (Casillas, 1996:
150 y 179).

Los migrantes centroamericanos en tránsito por México son vulnerables a padecer diferentes
tipos de riesgos, y un elemento que incrementa su vulnerabilidad es que las regulaciones
migratorias cada vez son más estrictas, lo que resulta en el desplazamiento de estas
personas por rutas más difíciles, lo cual genera un escenario perfecto para violentar a los
transmigrantes. Los riesgos o las formas de violencia más alarmantes son los secuestros
relacionados con el crimen organizado (red de tráfico y trata de personas: explotación sexual
y laboral), asaltos, extorsiones tanto por agentes de migración y policías, como de coyotes o
polleros, maquinistas, grupos criminales, sociedad en general; violaciones y/o agresiones
sexuales; por otra parte el abordaje y el traslado en el tren donde pueden enfermarse, perder
alguna extremidad del cuerpo, el clima, el caminar por horas, morir. Todos estos siempre
han estado presentes en las dinámicas de movilidad de los centroamericanos, sin embargo,
según señalan varios informes, es a partir del 2008 cuando se vuelven más intensos.
Desafortunadamente, como ocurre con las cifras de detenciones, es imposible saber el
número exacto de transmigrantes centroamericanos que han sido víctimas de algún delito,
pero hay algunos documentos que a partir de encuestas, entrevistas y estudios de caso dan
una pequeña muestra de la problemática de violencia que atenta en contra de las personas
centroamericanas. Por ejemplo, el “Informe especial sobre secuestros de migrantes en
México”, de la CNDH (2011), retrata a grandes rasgos el tema del secuestro hacia migrantes
mexicanos y centroamericanos. En un periodo de seis meses -de abril a septiembre de
2010- la Comisión Nacional de los Derechos Humanos obtuvo un total de 178 testimonios
donde se encontraron 214 eventos de secuestro de los cuales resultaron 11,333 víctimas. La
mayoría de las víctimas provenían de cuatro países centroamericanos: Honduras (44.3%), El
Salvador (16.2%), Guatemala (11.2%), Nicaragua (1.6%). Las experiencias fueron narradas
principalmente por hombres y sólo el 15.7% fueron narradas por mujeres.
La región donde ocurrió un número elevado de atentados fue en la del sureste 20 de México

20 En algunos apartados de éste trabajo se ha puesto mayor énfasis en la zona sur de México no sólo porque
es la región donde ocurren mayores detenciones y agresiones, sino también porque la delimitación espacial

52
con un 67.4%, en localidades de Veracruz, sobre todo en las vías del tren, como las de
Chiapas, Agua Dulce, Medias Aguas, Coatzacoalcos, Tierra Blanca, Orizaba y Río Blanco;
en Tabasco, en lugares como Tenosique, Balancán y Huimanguillo; en Oaxaca cerca de las
vías del tren en los puntos de Chahuites, Ixtepec, Matías Romero, Tuxtepec y Zanatepec; y
en Chiapas, en los sitios de Palenque, Arriaga, Tapachula, Pijijiapan, entre otros. El 29.2%
de los casos de secuestro sucedieron en el norte (Tamaulipas y San Luis Potosí) y el 2.2%
en el centro del país (CNDH, 2011: 26-27).
Según dicho informe, en los grupos de secuestradores participan centroamericanos y en
algunos casos (8.9%) se menciona que autoridades como agentes de migración, policía
municipal y estatal, así como de agentes de seguridad privada de los trenes que también se
involucran en el secuestro. De igual manera, hay quienes aseguran que dentro de los
albergues los secuestradores, haciéndose pasar por migrantes, ingresan con la finalidad de
elegir nuevas víctimas o perseguir a los que ya secuestraron.
En cuanto a la lógica de secuestro, éste consiste en torturar a las personas hasta que den
algún número telefónico ya sea de familiares en su lugar de origen o en EUA, después de
comunicarse con algún familiar se estipula la forma de pago. Los secuestradores llevan un
registro de las personas que secuestran. En ocasiones también están coludidos con los
coyotes o polleros quienes, en algún punto reciben un pago por entregar cierta cantidad de
personas a los secuestradores; y si no es así, les cobran a los coyotes un “derecho de paso”
para que puedan atravesar por el territorio (que está controlado por el crimen organizado).
Por último, algunos de los informantes que denunciaron dijeron estar inconformes con las
autoridades ya que refirieron que no al momento de emitir la denuncia, no les creyeron o no
les hicieron caso. Esto puede explicar el por qué de muchos migrantes (hombres y mujeres)
prefieren no denunciar, pues saben que no solucionarán nada, perderán su tiempo, o en
último caso, los deportarán a su país. (CNDH, 2011: 27-29)

De igual forma, el Colegio de la Frontera Norte realizó entre octubre 2011 y septiembre 2012
la Encuesta sobre Agresión y Abuso a Migrantes (EAAM), haciendo una especie de

de mi investigación corresponde a esa región, sobre todo porque el trabajo de campo se realizó en el
albergue para migrantes en tránsito “Hermanos en el Camino”, ubicado en Ixtepec, Oaxaca, por lo que la
mayoría de las personas entrevistadas (sobre todo mujeres) llevaban hasta ese momento un tramo de la
ruta migratoria: desde la frontera sur de México hasta Ixtepec.

53
tipificación de la violencia que padecen los grupos migrantes (mexicanos y
centroamericanos)21.
De un total general de 514 mil devoluciones entre autoridades mexicanas y
estadounidenses, 28 mil 695 migrantes (entre mexicanos y centroamericanos) manifestaron
algún tipo de agresión o abuso en territorio nacional (en el año previo de las entrevistas, es
decir entre 2010 y 2011). Fueron 8 mil 093 (9.4%) centroamericanos víctimas de algún
delito, de entre los cuales el 15.7% eran hondureños, 5.6% eran guatemaltecos y los
salvadoreños con un 6.8 %. Los estados donde reportaron gran incidencia de agresiones y
abusos fueron Chiapas, Tabasco y México y Tamaulipas. La mayoría de los atentados
fueron dirigidos hacia la población masculina, aunque eso se debió probablemente a que el
94% de las detenciones hechas por autoridades migratorias mexicanas o estadounidenses,
eran de hombres (Calva, Castañeda, et. al., 2015: 6-9).
Es importante ver cómo en ésta ocasión, comparando con el informe de la CNDH, el mayor
porcentaje se concentra en los robos o asaltos. Éstos cambios pueden deberse a que la
EAAM contempla, además de una muestra mayor, a la población de detenidos y devueltos
por autoridades mexicanas y estadounidenses, además de que el período es relativamente
diferente, lo que podría expresar un cambio en las formas en que se genera violencia hacia
los grupos migrantes, pues el primero (el informe de la CNDH) se llevó a cabo de abril a
septiembre 2010, y el segundo considera un período de octubre 2010 a octubre 2011 (la
EAAM). Sin embargo, el informe de la CNDH sólo muestra casos de secuestros, sin
mencionar algún otro tipo de delito.
Asimismo, Según la EAAM, de los 8, 093 de centroamericanos que reportaron haber sufrido
algún tipo de agresión o abuso, el 42.9% fue víctima de robo o asalto, el 29.8% de extorsión,
el 12.2% sufrió amenazas, el 9.3% sufrió agresiones físicas, y el 5.7% fue víctima de
secuestros. Entre las personas que cometen los actos de agresión y abuso en contra de los
transmigrantes, el 9.8% fue por parte de coyotes o polleros, el 9.8% corresponde a
funcionarios de migración, el 26.8% para policías y militares y el 43.1% (porcentaje más alto)
le corresponda a las pandillas y bandas delictivas (Calva, Castañeda, et. al., 2015: 16-17).
Algo que es importante mencionar son los porcentajes referentes a la incidencia de

21 Calva, Castañeda, et. al. (2015). Principales resultados de la Encuesta sobre Agresión y Abuso a
Migrantes (EAAM) devueltos por las autoridades migratorias, 2012. COLEF, México.

54
denunciar o no los delitos, que muestran una gran inclinación a no querer hacerlo. Así, por
ejemplo, entre los centroamericanos devueltos por Estados Unidos, el 59 % señala que no
sirve para nada denunciar y el 27 % señala el miedo a represalias. Respecto a los
centroamericanos devueltos por México, cuyo destino era nuestro país y que sufrieron
alguna agresión o abuso, la razón principal de la no denuncia fue que no servía para nada
(54 %), mientras que el 18 % declaró el miedo a represalias. En cuanto a los que se dirigían
a Estados Unidos, 72 % consideró que no sirve de nada y sólo 12 % declaró el miedo a las
represalias (Calva, Castañeda, et. al., 2015: 19).

Otro estudio que trata de evidenciar la violencia hacia los migrantes es el de la Red de
Documentación de las Organizaciones Defensoras de Migrantes (REDODEM)22. Dicho
organismo, entre los meses de enero y junio de 2013 logra recopilar 802 casos de personas
que sufrieron algún tipo de agresión y violencia, y 129 casos de testigos que presenciaron
tales actos.
Como sucedió con los otros dos informes que ya he citado (el de la CNDH y la EAAM), la
mayoría de las víctimas fueron hombres (93%), mientras que sólo el 7% fueron mujeres. El
96% fueron personas mayores de 18 años y el 4% de las víctimas fueron niñas, niños y
adolescentes. En cuanto a la nacionalidad, el 53% de las víctimas provenían de Honduras, el
21% de El Salvador, 17% de Guatemala, el 5% de México y el 4% de Nicaragua
(REDODEM, 2013: 53).
Los delitos que se tipificaron fueron los siguientes: un 52.3% reportó haber sido víctima de
robo, el 33.4% de extorsión, el 4.3% por privación de la libertad, el 3.0% dijo haber sufrido
amenazas, el 2.7% mencionó el abuso de la autoridad, el 2.1% sufrió lesiones, mientras que
el 2.2% se distribuye entre cohecho (soborno), tráfico de indocumentados, fraude, abuso
sexual, violación sexual, homicidio y riña (REDODEM, 2013: 54).
El 82% de los delitos fueron realizados por civiles (64% fueron cometidos por grupos de 3 o
más personas), y el 18% de las agresiones fueron cometidas por distintas autoridades del
país. “De acuerdo a algunos de los testimonios brindados por las víctimas y testigos en
algunos casos los agresores se presentaron como parte de bandas delictivas dentro de las

22 REDODEM (2013). Narrativas de la transmigración en su paso por México: Informe sobre las violaciones a
Derechos Humanos y delitos cometidos a transmigrantes centroamericanos.

55
cuales se mencionaron nombres como la Mara Salvatrucha, los Zetas, el Cartel del Golfo, y
El Señor de los Trenes” (REDODEM, 2013: 56).
De 167 casos que reportaron algún tipo de abuso por parte de las autoridades, la mayoría
fue ejecutada por policías federales y municipales (35.33 y 30.54%, respectivamente); los
principales abusos fueron extorsiones, robos, abuso de autoridad privación ilegal de la
libertad y lesiones (REDODEM, 2013: 55-56).
Por último, los principales estados de la República donde ocurrieron el mayor número de
delitos fueron: 1) Chiapas con el 38%, que incluía altos índices de robo, extorsión y
amenazas. El delito de robo fue cometido en su mayoría por grupos civiles de 3 o más
personas, así como también por la Policía Federal, Estatal y Municipal, agentes de INM y
grupos de policías no identificados. Y 2) Veracruz con el 32% de los delitos, de entre los
cuales hubo casos, en su mayoría, de extorsión, robo, de privación ilegal de la libertad,
amenazas, lesiones, abuso de autoridad y dos casos de tráfico de personas. Al igual que en
el estado de Chiapas, el delito de extorsión fue cometido en gran medida por grupos civiles
de 3 o más personas (REDODEM, 2013: 58).
También informa la REDODEM23 que de 31 mil 894 migrantes que atendió en 2014, 9 mil
851 personas sufrieron alguna agresión: 6 mil 802 casos de robo, mil 053 casos de
extorsión, 383 casos de lesiones, 287 personas fueron privadas de su libertad y el 3% de los
casos fueron de secuestros. Principalmente los agresores son el crimen organizado con el
54.27%, quienes cometen actos de robo (71%), extorsión (11%) y en menor medida actos de
lesiones y secuestros. Después están los grupos civiles con el 25.5% de agresiones, entre
las cuales se encuentran el robo con el 81%, extorsión con el 9%, y las lesiones con el 7%.
En cuanto a las autoridades, el 20.16% de los migrantes señaló que fueron agredidos por tal
sector. Nuevamente, los estados con mayor índice de delitos, sobre todo en lo que se refiere
a robos o asaltos, son Chiapas con el 44%, Veracruz con el 19% y Oaxaca, con el 11%. Sin
embargo es el estado de Tamaulipas y en el Distrito Federal donde se presentó el mayor
número de casos de secuestro (43.3 y 41% respectivamente).
Por último, en cuanto a la nacionalidad se registró que el 52.8% del total fueron víctimas

23 Ésta información fue retomada del periódico digital “Animal Político”, del artículo escrito por Manu Ureste, el
31 de julio de 2015 que lleva por título Gráfica: Radiografía de la violencia en México contra los migrantes,
donde se retoman datos del informe de la REDODEM “Migrantes invisibles, violencia tangible” publicado en
2014.

56
provenientes de Honduras, las víctimas de El Salvador fueron el 21.54%, los guatemaltecos
el 14.14%, y también los mexicanos con un 7.85%. El 96% de las víctimas tenía más de 15
años, mientras que el 4%, estaba por debajo de esta edad.

A pesar de que se ha mostrado que la mayoría de las víctimas son hombres, hay quienes
aseguran que las mujeres niños y niñas son los grupos más vulnerables, porque además de
todos los riesgos ya señalados también son propensas(os) a ser violentadas(os)
sexualmente y a ser explotados laboralmente y en redes de prostitución. Según Amnistía
Internacional, en un documento intitulado “Víctimas Invisibles. Migrantes en movimiento en
México” (2010), menciona que 6 de cada 10 mujeres y niñas migrantes son violadas. Las
mujeres que sufren algún tipo de agresión sobre todo sexual, muy difícilmente denuncian, y
lo mismo sucede con los hombres que son víctimas de algún delito, ya que el denunciar
implica tiempo (vital para continuar su viaje), tampoco se denuncia por temor (a la expulsión
o a ser descubiertos), o simplemente porque no hay quien les ayude. Según Amnistía
Internacional:
La violencia sexual, o la amenaza de violencia sexual, a menudo se utilizan como medio
para aterrorizar a las mujeres y sus familias. Muchas bandas delictivas parecen utilizar la
violencia sexual como parte del “precio” que exigen a los migrantes. Según algunos
expertos, el peligro de violación es de tal magnitud que los traficantes de personas muchas
veces obligan a las mujeres a administrarse una inyección anticonceptiva antes del viaje,
como precaución contra el embarazo derivado de la violación (Amnistía Internacional, 2010:
17).

En cuanto a la trata de “blancas”, la OIM24 señaló que entre el 2005 y 2010 se registraron
175 casos de prostitución forzada, de los cuales 143 eran mujeres y 33 hombres. También
se señaló, por un lado, que el 85 por ciento de las personas atendidas eran
centroamericanas: 63% de Guatemala, 14% de Honduras, 3% de El Salvador, 3% de Costa
Rica y 2% de Nicaragua. Por otro lado, se reportó que del total de casos, 105 eran por
explotación laboral (60 mujeres menores de 18 años y 14 mayores de 18 años), 53 casos de
explotación sexual (23 mujeres menores de 18 años y 29 mujeres mayores de 18 años), y 15
casos de explotación laboral y sexual (8 mujeres menores de 18 años y 7 mujeres mayores
de 18 años).
Otra forma en que se visibiliza la violencia que padecen los y las transmigrantes durante su

24 OIM (2010). Estadísticas de los casos asistidos dentro del programa de asistencia directa a víctimas de
trata de la OIM, Junio 2005 a agosto 2010, pp. 1-3.

57
estancia en México, es la existencia de numerosos reportajes y la cantidad enorme de notas
periodísticas, documentales 25, películas, etc.

En síntesis, los riesgos a los que pueden ser sometidos los y las transmigrantes los
convierte en sujetos vulnerables, porque son actos que quedan impunes, pues estas
personas carecen de protección y reconocimiento legal debido a su condición
indocumentada, por ser migrantes irregulares en tránsito. En este sentido, los y las
centroamericanas, a pesar de que en sus lugares de origen viven en situaciones que
también los vulneran, también lo son cuando entran sin autorización en territorio mexicano,
pero esa vulnerabilidad se asocia más a su condición no-ciudadanía, lo que los deja flotando
en un “limbo” de no existencia. La vulnerabilidad se mide como la probabilidad de sufrir o no
alguno de los riesgos de violencia o físicos que plagan todo su camino; algunos de ellos
logran llegar a su objetivo sin ningún problema, pero muchos otros no corren con esa misma
suerte. Así, el máximo riesgo al que mujeres, hombres, adolescentes, niños y niñas están
sometidos es la muerte en sus muchas formas.

1.2.4. Mujeres centroamericanas en la migración

A nivel global, la migración se ha convertido en un factor muy importancia para las personas
que se encuentran en situaciones económicas, sociales y económicas desventajosas, lo cual
implica la búsqueda de oportunidades y mejoras de vida que en su lugar de origen ya no les
puede proporcionar. Estos procesos de movilidad cada vez más se están ensanchando con
la presencia de más gente como lo es en el caso de mujeres, niños, adolescentes, y
personas con orientaciones sexuales diferentes, catalogándolos como “actores emergentes”
en la migración, siendo las mujeres quienes frecuentemente también ya se internan a los
flujos migratorios.
Por tal motivo, se habla de que en las últimas décadas se ha experimentado mundialmente
un proceso de feminización de la migración, sin embargo también se habla de que éste
fenómeno no necesariamente está ligado con el aumento de mujeres migrantes, sino
también porque entre sus motivos de expulsión, ya no sólo se encuentra el de la
reunificación familiar, por ejemplo, sino también aquellos factores que se consideraban

25 La frontera infinita (2007), Sin Nombre (2009), Los Invisibles (2010), La Bestia (2010), El Albergue (2012),
La Jaula de Oro (2013), La vida precoz y breve de Sabina Rivas (2012), etc.

58
“exclusivos” de los varones migrantes, como la pobreza y el desempleo. En ese sentido, en
el hecho de que las mujeres migren más se encuentra su capacidad de decidir qué es lo que
quieren para ellas y para sus familias, además de la necesidad de proveerles de las
necesidades básicas.
En otras palabras, la migración se ha convertido también para las mujeres en una “decisión”,
sobre todo para aquellas que tienen bajo su responsabilidad a su familia e hijos. Esto
favorece a la demanda del mercado laboral fuertemente segmentado por la división sexual
del trabajo, quedando siempre confinadas a empleos relacionados con lo doméstico,
trabajos de cuidado y las maquilas. Como bien señalan Carcedo, et al:

Más allá del trabajo doméstico, la población femenina que migra se ocupa principalmente
en actividades de baja calificación. Se trata igualmente de empleos de mala calidad que en
los países de destino se encuentran cada vez menos mujeres nacionales dispuestas a
aceptarlos. En Estados Unidos, entre las 803 mil mujeres trabajadoras nacidas en
Centroamérica y que tenían en 2009 más de 16 años, el 42,3% habían trabajado en
ocupaciones de servicio , 12,9% en apoyo administrativo y 11,2% en manufactura,
instalación y reparaciones. Las mujeres de esta región están sobrerrepresentadas en las
actividades de servicios, ya que se dedicaban a ella solo el 26,4% del conjunto de población
migrante femenina trabajando en Estados Unidos (Migration Information Source 2012,
citado en Carcedo et al, s.f: 19).

Como ya expliqué en un apartado anterior, la migración centroamericana está conformada


por muchos flujos de movilidad humana, entre estos se encuentran, por un lado, las
migraciones regionales establecidas en la frontera sur de México con Guatemala, y que
continuamente en ciertas temporadas arriban a estas localidades para trabajar. Por otro
lado, el otro flujo que ha cobrado importancia en las últimas décadas es el de personas
transmigrantes que tienen como objetivo llegar a Estados Unidos, o al menos así lo es con la
gran mayoría de estas personas. Para el caso de la migración de las mujeres
centroamericanas también es posible emplear esta clasificación. De esta manera, las
mujeres que integran el primer flujo, son en su mayoría trabajadoras agrícolas que cuentan
con un permiso (Forma Migratoria para Visitantes Agrícolas) para poder trabajar en México,
sobre todo en el estado de Chiapas, pero no sucede así con las mujeres centroamericanas
en tránsito, cuya entrada al país no es permitida ni es registrada. Así por ejemplo Martha
Rojas (2000) señala:

Se puede ubicar a las mujeres que participan en la migración internacional a la frontera sur
de México en dos grandes grupos: aquellas que llegan a dicha región para trabajar de
manera temporal en los municipios o regiones fronterizas y aquellas que vienen con el
propósito de atravesar esta región y llegar a Estados Unidos. En el primer grupo, se ubican

59
las trabajadoras agrícolas, las trabajadoras del servicio doméstico, las trabajadoras
comerciales del sexo y algunas comerciantes. En el segundo, no se pueden distinguir las
migrantes según la actividad laboral que desempeñan, toda vez que su paso por esta región
no está definida temporalmente. Sin embargo, muchas mujeres se ven en la necesidad de
desempeñar algún tipo de trabajo que les permita seguir migrando hacia el norte del país.
(Rojas: 2002, 95).

De igual forma, por un lado, el tiempo de trabajo que las mujeres centroamericanas en
tránsito ocupan es muy variado y en algunas ocasiones suele prolongarse indefinidamente.
Por otro lado, los trabajos que desempeñan estas mujeres suelen ser los más precarios y
peor remunerados como las actividades agrícolas, el trabajo doméstico y también el trabajo
sexual. Al respecto recupero lo siguiente:
En México se han identificado mujeres centroamericanas trabajando principalmente en
Tapachula, en Chiapas, y Tultitlán y Ecatepec, Estado de México. En este país persisten
fuertes estereotipos que encasillan a las mujeres de diferentes procedencias a actividades
determinadas. Así, las guatemaltecas se identifican con el trabajo doméstico, las
salvadoreñas con la hostelería y las hondureñas con el trabajo sexual (Soto, 2010, citado
por IMUMI, 2012, en Carcedo et. al. s.f.: 44)

La mayoría de estas mujeres son madres solteras o separadas que están a cargo también
de su familia. Asimismo, según cifras oficiales del INM en el 2007, el número de detenciones
de mujeres mayores de 18 años fue de 17, 933, mientras que para el 2014 la cifra aumentó
a 20, 464, lo que supuso un aumento del 43% (Ramírez, 2015) 26. Sin embargo, a pesar de
éste aumento en las estadísticas, las mujeres apenas representan el 20% de las cifras
generales de detenciones, en comparación con los hombres 27.
Desde la perspectiva del dato duro, se cree que la presencia de mujeres centroamericanas
en la migración es poca, pero sí bien esto puede ser cierto, es posible que esas cifras no
reflejen en realidad lo que está ocurriendo en las formas de migrar de las mujeres. Así pues,
como señalan Carcedo et al: “El imaginario sobre el tránsito de las personas migrantes
centroamericanas está construido a partir de la experiencia de un modelo determinado de
migrante: un hombre que migra hacia Estados Unidos por tierra. (Carcedo, et al, s.f.: 39).
En este sentido, las rutas y perfiles que se describieron en el apartado anterior corresponden
más a una transmigración que incluye principalmente a los hombres, pero el flujo de las
mujeres migrantes centroamericanas tiene dinámicas propias. Sin embargo, hay que aclarar

26 Ramírez, Gabriela. “Mujeres migrantes son víctimas de diversas formas de violencia”. 20 de julio de 2015.
Disponible en http://www.semmexico.org/mujeres-migrantes-son-victimas-de-diversas-formas-de-violencia/,
última fecha de consulta: 10 de abril de 2016
27 En 2013, las mujeres constituyeron el 19.32% de los eventos de detención en México y Estados Unidos
(Díaz y Kuhner, 2014: 49-50).

60
que, si para definir la lógica de movilidad y el perfil migratorio de los migrantes en tránsito
por México encabezada por los hombres es una tarea compleja debido a las características
heterogéneas que se presentan en las rutas y en los propios migrantes, para en el caso de
las mujeres migrantes centroamericanas es mucho más difícil establecer bajo qué
condiciones ellas migran, o si tienen similitudes con las dinámicas de movilidad
“tradicionales”.

Sin embargo, ya se han hecho estudios que apuntan en el sentido de que algunas de las
mujeres migrantes centroamericanas no pasan por los mismos lugares que los varones, y
que, por el contrario toman caminos alternos a las rutas principales, porque representan
menor esfuerzo físico y menos obstáculos como los que hay, por ejemplo, en la ruta de La
Bestia. Incluso, se cree que toman otros medios de transporte y acuden más a coyotes y
polleros, porque como han señalado Leyva, et al (2011): “ellas tardan menos tiempo en
llegar a su destino que los hombres: en 2011 los hombres tardaron una media de 71 días
para cruzar México mientras que las mujeres tardaron 20 días menos” (Leyva, et al, 2011,
citado en Carcedo et al: 30).

Según Díaz y Kuhner (2014) 28, las mujeres emplean diferentes estrategias durante su
camino hacia Estados Unidos. Además de contratar “el servicio” de un traficante que
generalmente es pago por algún familiar que tienen en Estados Unidos y de contar “con
redes transnacionales para planear, realizar y costear el viaje” (Díaz y Kuhner: 2014: 69), se
encuentras las siguientes estrategias:
1) Utilizan documentación falsa, como credencial de elector, actas de nacimiento o
pasaporte, sobre todo aquellas mujeres que viajan con sus hijos e hijas y cuentan con
el servicio de un pollero, quienes son los que consiguen dichos documentos (Díaz y
Kuhner, 2014: 60).
2) Las mujeres usan otros medios de transporte y viajan más en carretera que en el
tren, a excepción de las hondureñas, quienes son las que cuentan con menores
recursos económicos y redes sociales en comparación con los flujos de personas
salvadoreñas. Así lo señala el estudio de Díaz y Kuhner: “Combinaron autobús y

28 Gabriela Díaz y Gretchen Kuhner realizaron una investigación en 2005, donde entrevistaron a 90 mujeres
centroamericanas en la Estación Migratoria “Las Agujas”, ubicada en la delegación Iztapalapa, en la Ciudad
de México. Los resultados de esta investigación son muy reveladores ya que son una muestra de cómo es
la lógica migratoria de las mujeres centroamericanas, la cual es, en algunos aspectos, diferente a la de la
migración encabezada por los varones.

61
automóvil (privados o taxis), con otros medios de transporte según sus recursos.
Aquellas que pudieron costearlo, realizaron desplazamientos aéreos —con
documentos falsos—, mientras que las que no contaban con los recursos, recorrieron
tramos en tren y a pie” (Díaz y Kuhner, 2014: 64). Que las mujeres utilicen otros
medios de transporte no implica que sean menos vulnerables, pues que tienen que
hacer uso de estrategias como el vincularse con mexicanos transportistas, por
ejemplo, lo que supondría preguntarse qué tan conveniente y seguro es para ellas
viajar con desconocidos.
3) Como la mayoría de las mujeres evita la ruta del tren, muchas de ellas no llegan a los
albergues que se encuentran ubicados sobre todo cerca de las vías, sino que se
hospedan en pequeños hoteles, casas de huéspedes o en “casas de seguridad”. Los
casos de mujeres que llegan a un albergue (sobre todo en la zona sur de México) son
porque tuvieron alguna emergencia de salud, se perdieron, el coyote o pollero las
abandonó o porque van viajando en grupo, generalmente de hombres.
Al respecto dicen las autoras:

En 2010, las mujeres sumaban entre 11 y 15 por ciento del total de la población alojada en
los refugios ubicados en la zona de la frontera sur de México. Sin embargo, su presencia
fue menor en los albergues establecidos en el resto del país: 7 por ciento de la población
albergada en Ixtepec, 5 por ciento de la acogida en Apizaco y 1.5 por ciento de la
hospedada en Saltillo (Díaz y Kuhner, 2014: 65-66).

Algo importante a destacar también es la red de solidaridad que existe entre mujeres
mexicanas y migrantes. Tal como señalan las autoras: “varias mujeres migrantes
entrevistadas se alojaron en casas de otras mujeres que las recibieron, antes que recurrir a
los albergues” (Díaz y Kuhner, 2014: 67).

Otro trabajo interesante que evidencia las estrategias de supervivencia de las mujeres
migrantes centroamericanas es el de María Isabel Villanueva (2012), que en su artículo
titulado Género y migración: estrategias de mujeres migrantes centroamericanas en tránsito
por México, describe los criterios que estas mujeres utilizan cuando deciden viajar en grupo
como una forma de ir seguras en el camino. Como bien señala ella: “Estas estrategias las
elaboran con base en las capacidades que poseen para imaginarlas y ponerlas en práctica.
[...] En el trayecto, en la constitución de grupos de apoyo, las mujeres buscan el apoyo de un
grupo de varones” (Villanueva, 2012: 108).

62
Uno de los primeros criterios para seleccionar al grupo es el respeto, tanto de ellas hacia
ellos y viceversa, pues con esto se garantiza que el viaje no sea conflictivo y se tome con
seriedad. Sobre esto, las mujeres prefieren viajar con hombres “grandes” de edad, ya que
los más jóvenes suelen ser escandalosos y problemáticos (Villanueva, 2012: 108). De igual
forma, en el mismo artículo, dice Isabel Villanueva que hay mujeres que son abandonas por
sus mismos compañeros durante el trayecto o en algún albergue, porque las consideran un
factor que incremente el riesgo de ser asaltados o secuestrados y por eso no quieren cargar
con esa responsabilidad, es por eso que dice la autora: “debido a esto se pudo observar la
estrategia de buscar de entre el grupo o desde el inicio del viaje a un varón protector como
una manera de asegurar la protección y la permanencia en el grupo” (Villanueva, 2012: 109).

La protección de un hombre es el segundo criterio que las mujeres utilizan para viajar en
grupo, es por eso que muchas de ellas optan por hacerse pareja de algún hombre del grupo
para que éste las proteja y así garantizar que no las abandone. Sin embargo, el ser pareja o
hacerse pasar por esposa de un varón no es sinónimo de seguridad ni de permanencia,
porque a medida que él sujeto se cree su papel de marido, éste se siente con el derecho de
exigir un pago (sobre todo sexual) por la protección, lo que evidencia el doble carácter del
papel del acompañante: el de protección y el de agresión. Se dieron casos en los que las
mujeres fueron abandonas por no acceder a las peticiones de los que eran sus parejas. Al
respecto se expresa en el artículo anteriormente: “La mujer es vista como alguien que está
disponible para tener relaciones sexuales, o que podría estar dispuesta a tenerlas como
forma de facilitar su trayecto migratorio” (Leyva et. al., 2004: 372, citado en Villanueva, 2012:
110). Asimismo, la autora muestra que otra de las formas de pagar la protección que las
mujeres practican se relaciona con la reproducción de roles de género, por ejemplo, la de
“cuidar” a su pareja si tiene alguna herida o privarse (sacrificio) de ciertas cosas, como de la
comida para dejársela a ellos (Villanueva, 2012: 111).
Por último, debo que destacar también que entre los grupos de migrantes hay quienes
buscan integrar a una mujer en su grupo, porque piensan que en caso de un asalto o un
operativo de las autoridades de migración, la violencia se enfocaría hacia ellas y no hacia los
hombres (Díaz y Kuhner, 2014: 84).

Después de todo lo que he presentado, cabe preguntarse ¿qué tan real es la certeza de que
son las mujeres quienes migran menos?, posiblemente es cierto que el número de mujeres
migrantes centroamericanas no alcance a aquellas cifras que señalan los datos oficiales del

63
INM o de otros estudios, pero también es pertinente pensar que existen más mujeres
centroamericanas en tránsito de las que ese mismo dato señala. En todo caso, si las
mujeres realmente migran menos, es posible que, de igual forma, sean quienes logran, de
manera rápida y eficaz, establecerse más en Estados Unidos. Esto puede pensarse así
porque, tal vez, el imaginario que se tiene sobre una persona migrante sigue asociado a una
figura masculina, por eso, aunque las mujeres tomen otros caminos alejados de la ruta del
tren, probablemente pasen más desapercibidas que los varones, más allá de la propia
clandestinidad que caracteriza al mismo viaje.
Sin embargo, a pesar de su tránsito “invisible”, no hay que dejar de descartar que las
mujeres siguen siendo vulnerables no sólo por su condición indocumentada, sino también
por que están inmersas en relaciones de género que fomentan la desigualdad y su
subordinación, lo que implica que además de los riesgos ya conocidos, también sean
sometidas a abusos y violencia sexual. Al respecto dice Díaz y Kuhner: “[se] estima que 24
por ciento de las mujeres migrantes es víctima de violencia sexual durante su tránsito
irregular por México, frente a 5 por ciento de los hombres y 50 por ciento de la población
LGBTTI” (Leyva et. al., 2011 citado en Díaz y Kuhner, 2014: 86). Y la violencia sexual puede
ir desde el manoseo o tocamiento hasta el sexo forzado y lo que se conoce en el argot
popular, tanto de migrantes centroamericanos como de mexicanos, como “cuerpomátic”, es
decir el sexo a cambio de bienes, servicios o de libertad (Díaz y Kuhner, 2014: 86).
De igual forma, como bien indicó Ramírez (2015) 29: “El Instituto Nacional de Salud Pública
(INSP) señala que 31.7 por ciento de los hombres y 39.9 por ciento de las mujeres han
sufrido algún tipo de violencia durante su viaje, aunque de distinto tipo. Mientras que los
hombres son más amenazados con armas, las mujeres enfrentan mayor violencia sexual”
(Ramírez, 2015: s/p).

Sumado a lo anterior, es bien sabido que las mujeres (antes y durante su viaje) tienen bien
claro los riesgos con los que pueden encontrarse, y también saben perfectamente que hay
peligros específicos para ellas por el simple hecho de ser mujeres. Tanta es esa mentalidad
que algunas hacen cálculos considerando, incluso hay quienes optan por usar la inyección
anticonceptiva antes de emprender el viaje, en dado caso de que ocurra una violación
sexual. Como bien dice Isabel Villanueva (2014): “han asumido los costos de ser mujer en

29
Ramírez, Gabriela (2015). “Mujeres migrantes son víctimas de diversas formas de violencia”. Disponible
en: pagina3.mx/2015/07/mujeres-migrantes-son-victimas-de-diversas-formas-de-violencia/, consultado el 9
de noviembre de 2015

64
un espacio masculino: saben que un hombre puede sentir “deseos” y buscar un encuentro
sexual al que tendrían que acceder para evitar otro tipo de consecuencias (Villanueva, 2014:
114). Justo sobre la vulnerabilidad de las mujeres y las formas de violencia a las que están
propensas hablaré en los siguientes apartados.

1.2.5. Política migratoria: Plan Frontera Sur (Julio 2014)

Uno de los elementos que expresa la posición de un Estado frente a la permisión o no de


extranjeros en su territorio son las políticas migratorias. En el caso de México, y sobre todo
en relación con la gestión de los flujos migratorios provenientes del sur, las políticas no
habían sido tan evidentes hasta entrados los años 2000.
Académicos como Casillas (2007 y 2009), Armijo (2011) y Silva (2014) señalan que la
gestión de las movilidades en la zona fronteriza del sur de México, hasta antes de los
ochenta, ha sido muy pobre. Sólo a partir de situaciones coyunturales el gobierno ha
centrado su atención en el fortalecimiento de los controles migratorios: “La creación del INM
en los primeros años noventa [1993] muestra el inicio de una marcada tendencia al control
de la frontera sur” (Armijo, 2011: 160).
De igual forma se dice que a raíz de lo acontecido el 11 de septiembre de 2001 en Estados
Unidos se comenzaron a implementar medidas que mostraron una restricción cada vez más
tensa hacia la migración en tránsito (para el caso de México) y la inmigración (para el caso
de Estados Unidos). Armijo enumera:
[...] los sucesos que sí afectaron la migración: la firma del Tratado de Libre Comercio de
América del Norte (TLCAN) y el endurecimiento de las políticas de inmigración de Estados
Unidos. Por irónico que parezca, el incremento en los controles migratorios se dio
paralelamente a la apertura y liberalización comercial, hecho que muestra las
contradicciones de la globalización [...] La prolongada ausencia del Estado en la frontera sur
normalizó una vida fronteriza cotidiana al margen de las leyes comerciales y laborales. [...]
su presencia en la frontera sur ha sido históricamente débil y los intentos por incrementarla
han sido reacciones ante problemas emergentes y no una estrategia política para
fortalecerse y modernizarse (Armijo, 2011: 42 y 50).

Es así que para Junio de 2001 se creó el Plan Sur, que tenía como objetivo “Fortalecer la
vigilancia y control de los flujos migratorios, desde el Istmo de Tehuantepec hasta la
Frontera Sur. [...] En la práctica, estos objetivos se traducirían en el establecimiento de dos
cinturones de control” (Silva, 2014: 50). Sin embargo, como señaló Casillas:
Este Plan fue de corta duración, al menos en lo referente al establecimiento de dichos
65
cinturones. Aparte de la crítica de que fue objeto, resultó una medida inviable en su
operación por dos razones principales: 1) la gran cantidad de recursos materiales, técnicos
y humanos que supondría establecerlos dadas las condiciones geográficas de esa parte del
país y 2) la falta de certeza de que con ellos se lograría el objetivo de contención
transmigratoria deseado (2007: 9).

De igual forma, para el año 2005 se creó el la Propuesta de Política Migratoria Integral en la
Frontera Sur de México, que tenía como eje central a cuatro estrategias:
a) facilitación de los flujos migratorios documentados que tiene como destino temporal y
definitivo los estados de la frontera sur de México; b) protección de los derechos de los
migrantes que se internan por la frontera sur de México; c) contribución a la seguridad en la
frontera sur de México y; d) actualización de la gestión de los flujos y de la legislación
migratoria, tomando en consideración las particularidades del fenómeno de la frontera sur
(INM, 2007: 6-7; citado en Silva, 2014: 50).

Sin embargo, en ese mismo año el gobierno mexicano nombró al Instituto Nacional de
Migración (INM) cómo un órgano más del Sistema de Seguridad Nacional. Es en éste
momento cuando el tema de la migración (sobre todo aquella que se considera como ilegal),
comienza a percibirse como un problema de seguridad nacional y así también se perfila un
imaginario que criminaliza a los migrantes de tránsito irregular, lo que se vino demostrando
con los subsecuentes acuerdos que México firmó con Estados Unidos. Por ejemplo, para el
2002 se firmó el Acuerdo de fronteras inteligentes, en el cual:
México se comprometió a colaborar en: la identificación de quienes representaran una
amenaza para aquel país antes de que llegara a Norteamérica, desarrollar e implementar
sistemas tecnológicos en los puertos de entrada para agilizar el flujo de personas, coordinar
los esfuerzos para impedir el tráfico de nacionales de terceros países e intercambiar
información sobre pasajeros (The White House, 2002; citado en Silva, 2014: 48).

Posteriormente, en el 2006, se creó la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de


América del Norte (ASPAN), cuyo objetivo fue implementar “la cooperación e intercambio de
información con el propósito de incrementar y mejorar la seguridad y prosperidad en los tres
países firmantes (Villareal y Lake, 2009: 1; citado en Silva, 2015: 50). Asimismo, también
para el 2007 se proclama la Iniciativa Mérida, en donde ya es más evidente el interés de
Estados Unidos por intervenir en asuntos migratorios en “cooperación” con México, ya que
éste acuerdo se llevó a cabo con la finalidad de combatir al crimen organizado y a grupos
terroristas que atentan en contra de la soberanía y la seguridad de una nación.
En este sentido, cabría cuestionarse a qué nación beneficiará la supuesta lucha contra la
inseguridad, pues bajo el tapiz de buenas intenciones que EUA pretende tener con México,
se oculta la “extensión” territorial de su frontera, convirtiendo a México en un país retén, en

66
el portero del “patio trasero”, para evitar que los “vecinos invasores” del centro y sur de
América realicen el sueño americano.
Hace unos años (en Julio de 2014), el presidente de México Enrique Peña Nieto (EPN) dio a
conocer el Plan de Reforzamiento de la Frontera Sur del País, mejor conocido como Plan
Frontera Sur (PFS), cuyos principales objetivos son: proteger al migrante y ordenar el paso
fronterizo en la región sur-sureste de México. Éstos objetivos se lograrían a partir de cinco
líneas de acción: 1) ordenar y formalizar el paso fronterizo entre México y Guatemala,
otorgando tarjetas de Visitante Regional y de Trabajador Temporal; 2) mejoramiento de la
infraestructura y equipamientos necesarios para el ordenamiento migratorio y proporcionar
mayor seguridad a los migrantes; 3) protección y acción social a favor de los migrantes, que
consistiría en otorgar asistencia médica y humanitaria en las estaciones migratorias y en los
albergues para migrantes, lo que supondría una cooperación con las personas de la
sociedad civil que manejen dichos lugares; 4) una corresponsabilidad regional entre estados
del sur y los países centroamericanos para atender la problemática de los flujos migratorios;
y 5) creación de La Coordinación para la Atención Integral de la Migración en la Frontera
Sur, adscrita a la Secretaría de Gobernación, con razón de alcanzar los objetivos señalados:
brindarle atención y ayuda humanitaria al migrante, y garantizar el estricto respeto a sus
derechos humanos30.
Sin embargo, se dice que la elaboración del PFS presenta algunas irregularidades, sobre
todo a partir de que en Junio de 2013. El Secretario de gobernación Miguel Ángel Osorio
Chong anunció que se elaboraría un Programa Integral de Desarrollo, en el cual se incluiría
una iniciativa que atendiese la problemática de seguridad y migración en la frontera sur del
país, que un año después tendría el nombre de Plan Frontera Sur. Éste Programa Integral
de Desarrollo sería el resultado de un diagnóstico que se realizaría en conjunto con
autoridades federales y estatales, para dar a conocer la situación fronteriza del sur de
México, con la finalidad de elaborar políticas públicas que en días posteriores se darían a
conocer. Dichas políticas públicas nunca se elaboraron.
Después de que el Secretario de Gobernación anunciara la realización del programa, “la

30 Disponible en:
http://static.animalpolitico.com/wpcontent/uploads/caceriademigrantes/img/timeline/03%20EPNPoneEnMarc
haPFS.pdf, consultado el 9 de noviembre de 2015

67
Clínica jurídica del programa de derechos humanos de la UNAM, en colaboración con el
Instituto de Mujeres en Migración (IMUMI), pidió por medio del IFAI documentos para
conocer en qué consistía ese 'diagnóstico' y las 'políticas públicas' a realizar” (Ureste, 2014:
s/p)31. Como respuesta sólo se recibía documentación previa relacionada con las otras
políticas migratorias que se implementaron en años pasados (El Plan Sur en 2001 y la
Política de Propuesta Integral en 2005), o por el contrario se respondía con que no se tenía
ningún documento que hiciera referencia a un Plan Frontera Sur. Es así que, tras un año de
exhaustiva búsqueda de transparencia, una semana antes de que EPN presentara el Plan
Frontera Sur en Julio de 2014 en Catazajá, Chiapas, la Secretaría de Gobernación emitió
una declaración formal de no existencia de documentación sobre dicho programa. A lo que
Guadalupe Barrena, Coordinadora de la Clínica Jurídica de la UNAM, señaló: “O están mal
organizados, o cocinaron este plan en una semana” (Ureste, 2014: s/p).
Es así que se abre una discusión sobre cuál es la finalidad que hay detrás del PFS. Hay
expertos en el tema y activistas que señalan que el programa tiene como objetivo inicial
responder urgentemente a la coyuntura de la llamada “crisis de los niños migrantes” en EUA,
después de que el presidente Barack Obama anunciara que existía “una situación
humanitaria de gran emergencia”, debido a la cantidad de niños migrantes centroamericanos
no acompañados que se encontraban en los centros de detención en Texas 32.
Asimismo, hay quienes aseguran que el Plan Frontera Sur sólo ha sido “visible” a partir de
los discursos públicos ante ruedas de prensa, pero que se traduce en medidas inmediatas a
un nivel operativo, manifiesto en la mayor y más rígida presencia de autoridades migratorias
en los estados del sur de México, en especial en lugares aledaños a las vías del ferrocarril.
Por ejemplo, Fray Tomás González (Director del albergue “La 72” en Tenosique, Tabasco)
señala que:
El Programa Frontera Sur (PFS) no es público, nadie lo conoce, ni su Coordinador, ni
ninguna de las autoridades involucradas. [...] es entonces totalmente operativo y se ha
reducido a las violentas redadas que llevan a cabo el INM y la Policía Federal, sobre todo
en el sur de México, impidiendo que la gente se suba al tren carguero, bajándolos de los
autobuses, y multiplicando los escandalosos retenes en las carreteras del sur. [...] El PFS
ha significado incluso la muerte. En La 72 llevamos documentadas 5 personas asesinadas

31 Ureste, Manu (2014). “7 días antes del anuncio de Peña Nieto, Segob no tenía ni un documento del Plan
Frontera Sur”. Disponible en http://www.animalpolitico.com/2014/07/segob-tenia-ni-un-documento-sobre-
plan-frontera-sur-siete-dias-antes-de-que-pena-lo-anunciara/, consultado el 9 de noviembre de 2015.
32 http://www.animalpolitico.com/caceriademigrantes/textoi.html, consultado el 5 de noviembre de 2015.

68
como resultado de la operación de dicho programa (Animal Político, 2014 s/p) 33.

El discurso oficial por parte de altos funcionarios como Enrique Peña Nieto, el Secretario de
Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y el gobernador de Guatemala, Otto Pérez
Molina, mencionan que el Plan Frontera Sur es un esfuerzo importante para trabajar
conjuntamente entre naciones para el ordenamiento de los cruces fronterizos, la protección
de los migrantes mientras estén en territorio mexicano y la implementación del desarrollo
económico en la región fronteriza del sur, sobre todo entre las localidades colindantes entre
México y Guatemala. El PFS plantea, a su vez, el trabajo coordinado con gobiernos locales
de los estados del sur de México, con organizaciones civiles y de derechos humanos, así
como de albergues para migrantes, de tal manera que se fortalezcan las investigaciones
sobre atentados en contra de los migrantes para interceptar, desarticular y castigar a las
bandas criminales.
Una de las primeras actividades para reducir la violencia en contra de los migrantes
centroamericanos consistió en otorgar tarjetas de Trabajadores Fronterizos y Visitantes
Locales, primero a personas de Guatemala, y progresivamente a ciudadanos salvadoreños y
hondureños. El portar ésta tarjeta le garantizaría la protección de sus derechos humanos a
toda aquella personas con contaran con ella34.

Sin embargo, en lo que respecta a la seguridad para los migrantes centroamericanos


irregulares que van tránsito por México, inmediatamente después de dar a conocer el PFS,
sólo se plantearon algunos lineamientos enfocados al manejo y uso del ferrocarril, que
consisten en: “A) Evitar que los migrantes pongan en riesgo su integridad al usar un tren que
es de carga y no de pasajeros. B) Desarrollar estrategias puntuales que garanticen la
seguridad y la protección de los migrantes. Y C) Combatir y erradicar a los grupos criminales
que vulneran sus derechos” (Animal Político, 26 de agosto 2014). Ésta medida se propuso
como una solución humanitaria para protección de los migrantes en tránsito. No obstante, en
la realidad, los lineamientos del PFS se traducen en el mejoramiento de los rieles,

33
Animal Político (2014). “Programa Frontera Sur: una cacería de migrantes”, disponible en:
http://www.animalpolitico.com/caceriademigrantes/pregunta01.html, consultado el 5 de noviembre de 2015
34 Apertura temporal en la frontera sur; México pone en marcha programa para migrantes. Enrique Sánchez. 8
de julio de 2014. Disponible en: http://www.excelsior.com.mx/nacional/2014/07/08/969522

69
sustitución de vagones, instalación de durmientes de concreto (al lado de las vías), guardias
de seguridad a bordo del tren, etc.35. Al respecto señaló el periodista salvadoreño Óscar
Martínez:
Seamos claros: por más que se matice sazonando el plan con facilidad de visas para
guatemaltecos y beliceños o con apoyo a albergues -sin decirnos exactamente cómo-, este
es un plan de seguridad. Uno tímido, pero aún de seguridad. Su principal objetivo es
detener el flujo de migrantes. El maquillaje es evidente. Pretenden, por ejemplo, hacernos
creer que el hecho de que los trenes vayan más rápido y las estaciones estén más vigiladas
es una medida humanitaria (Animal Político, 2014)36

En este sentido, aunque el discurso oficial del Estado prometa garantizar los derechos
humanos y darles seguridad durante su estancia en México, impidiendo que aborden el tren.
La opinión de académicos investigadores, activistas y periodistas señalan que es una acción
desesperada por desacelerar a los flujos migratorios irregulares, es más una política de
atención a la seguridad nacional y no a la seguridad humana, tal como lo menciona la
investigadora del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) Brenda Valdés:
“Las políticas de contención en frontera no han mostrado ser un elemento disuasivo sino que
simplemente incrementa la vulnerabilidad para el migrante [...]. Impedir el acceso al tren es
atender los síntomas sin resolver las causas estructurales” (Animal Político, 2014).
Como resultado, lejos de contener el paso de los migrantes centroamericanos y evitar que
lleguen al país vecino del norte o de desmotivar a éstas personas en su intento por encontrar
una vida mejor, el PFS ha ocasionado que los migrantes se dispersen por otros caminos,
arriesgándose cada vez más a los peligros del secuestro, asalto, violaciones sexuales, entre
otros.
Aunado a la persecución (o cacería) continua de los agentes de migración u otro elementos
de autoridad: “Siguen sin entender la poderosa convicción migrante. La poderosa convicción
del que migra-huye. Pronto, un nuevo mapa migrante se instalará en México y con él un
nuevo mapa de criminales que los persigan como mercancía. El gobierno mexicano, como
siempre, llegará tarde” (Animal Político, 2014)37

35 Estas son las principales acciones del Programa Frontera Sur para proteger a migrantes Agosto 26, 2014.
Disponible en: http://www.animalpolitico.com/2014/08/estas-son-las-principales-acciones-del-programa-
frontera-sur-para-proteger-migrantes/
36
Disponible en: http://www.animalpolitico.com/caceriademigrantes/pregunta01.html).
37
Disponible en: http://www.animalpolitico.com/caceriademigrantes/pregunta03.html, consultado el 9 de
noviembre de 2015

70
Asimismo, la opinión de los expertos enuncia la convicción de que Programa responde más
bien a lo intereses estadounidenses de “expandir” su frontera hasta la frontera sur de
México, teniendo como papel principal el de evitar el paso de miles de centroamericanos que
intentan llegar al país norteamericano: “Así, el límite fronterizo de Estados Unidos ya no es
una línea horizontal que corre sobre el Río Bravo. En 8 años se ha convertido poco a poco
en una línea 'vertical' que busca contener la migración desde otro río, más de 3 mil
kilómetros al sur: el Suchiate que divide a México con Centroamérica” (Marsical y Truax,
2014 s/p)38.
Pero, podemos pensar que las políticas migratorias que México ha implementado a lo largo
de la última década, es uno de los eslabones que conforman una cadena más amplia que
conforman la estrategia de injerencia que Estados Unidos pretende tener en el ámbito de la
migración internacional; interfiriendo no solamente en México, sino también en los países
centroamericanos de Guatemala, Honduras y El Salvador. Muestra de esto es el Plan de la
Alianza para la Prosperidad del Triángulo Norte, cuya finalidad es la de frenar la migración a
partir de la inversión extranjera para la creación de proyectos que generen desarrollo
económico y empleos.
Sin embargo, se están olvidando que otro de los principales motivos por los cuales las
personas salen de Centroamérica, además del factor económico, es la violencia
generalizada y asociada con las pandillas juveniles, y de igual forma, las migraciones
forzadas también son resultado de los megaproyectos relacionados con la explotación de
recursos naturales, la expansión agroindustrial y la expropiación de territorios que también.
Lejos de detener la migración, se advierte que el Plan para la Prosperidad será otros de los
elementos que catalizarán la expulsión de hombres, mujeres, niños y niñas, principalmente
del triángulo norte centroamericano39.

En síntesis, lo que sucede con los acuerdos firmados entre México y Estados Unidos y los

38 Marsical y Truax (2014) “La frontera vertical que sofoca migrantes”, disponible en:
http://enelcamino.periodistasdeapie.org.mx/historia/la-frontera-vertical-que-sofoca-migrantes/), fecha de
consulta: 9 de noviembre de 2015. Este trabajo forma parte del proyecto En el Camino, realizado por la
Red de Periodistas de a Pie con el apoyo de Open Society Foundations. Conoce más del proyecto aquí:
enelcamino.periodistasdeapie.org.mx
39 Ángeles Marsical y Eileen Truax. La frontera vertical que sofoca migrantes.
http://enelcamino.periodistasdeapie.org.mx/historia/la-frontera-vertical-que-sofoca-migrantes/

71
planes de políticas migratorias, paralelo al Plan para la Prosperidad en Centroamérica, es
que detrás de una supuesta lógica de “buena intención”, el país estadounidense ha
construido estrategias de injerencia en asuntos internacionales, como lo ha sido en temas
migratorios, al proporcionar recursos económicos y capacitación del personal de migración,
del ejército, la marina, etc., con una idea de “modernizar” los puntos, los controles y
operativos de migración. Pero lo que en realidad resulta de estos acuerdos es la expansión
de su frontera cada vez más hacia el sur, es decir, hacia la frontera sur de México con
Guatemala.

1.3. Apoyo a migrantes centroamericanos y centroamericanas: Albergue


“Hermanos en el Camino”

Además de los riesgos de violencia que se encuentran presentes en todo el territorio


nacional, también existen albergues y casas de migrantes que ayudan y son solidarias con
todas las personas en tránsito que acuden a ellos. Para muchos migrantes, no sólo
centroamericanos, estos sitios son de vital importancia para su camino, porque pueden
reponerse del cansancio y el estrés que les provoca el viaje. Generalmente los albergues
para migrantes se crean como respuesta a la falta de protección y la constante violación de
derechos humanos de las personas que van de paso en México. De igual forma, son lugares
que se ubican estratégicamente y se encuentran a la par de la ruta migratoria, en especial la
del ferrocarril. Es así como la red de albergues es uno de los apoyos humanitarios con los
que cuentan los migrantes centroamericanos.
Además de los albergues también existen personas que se preocupan por la dignidad, la
seguridad y la integridad humanas de los y las migrantes mientras se encuentran en México;
una de esas personas es el Padre Alejandro Solalinde, quien es el director del albergue que
lleva por nombre “Hermanos en el Camino”, ubicado en Ixtepec en el estado de Oaxaca, y
fue fundado en febrero del 2007, cuyo refugio apenas contaba con una capilla.

En una entrevista que los profesores-investigadores de la Universidad Autónoma


Metropolitana, unidad Azcapotzalco, la Dra. Karina Ochoa y el Dr. Jorge Mercado, le hicieron
al Padre Alejandro Solalinde, él relata cómo es que se dio su acercamiento con las personas
migrantes:
[…] yo tengo contacto con ellos en la parroquia que tuve, antes de tirar el arpa como párroco, y
vi cómo los maltrataban [a los migrantes], cómo sufrían, pero nunca pensé en dedicarme a

72
ellos. Pero cuando yo regreso después de hacer una maestría en Guadalajara, regreso y me
encuentro con que cada vez son más las personas que pasan. Especialmente, a finales del
2005, cuando había pasado el Huracán Stan, me enteré que había habido estragos en
Centroamérica, pues no se hicieron esperar. Al año siguiente, lo que es 2006, empecé a ver
que llegaba mucha gente, llegaba pues sucia, con hambre, y francamente me partió el alma
eso y dije: “algo tenemos que hacer”. Y fui con el Obispo, y dije: “yo no puedo seguir en una
parroquia, no la puedo aceptar, tengo que darme el tiempo completo con ellos”. Y así fue como
empecé a meterme con ellos, pero a medida que yo estaba con los migrantes y las migrantes,
iba descubriendo cómo sufrían, todo lo que les hacían, cómo los secuestraban, era increíble.
Pasaron cosas increíbles; por ejemplo, si yo les daba de comer a las 5 de la mañana, por decir
algo, a las 5 y media ya los estaban asaltando, a las 9 y media terminaban de asaltarlos, y ya
eran decenas de personas que ya habían sido espoleadas y quitadas de todos sus bienes.
Entonces eso me hacía pensar a mí: “¿Bueno pues qué voy a hacer?”, “yo no puedo ser un
cura convencional, cuando estoy viendo tantas cosas que están pasando”. Y decidí tomar una
medida muy drástica para mí, que era dejar la parroquia y dedicarme a tiempo completo con
los migrantes y más adelante pues abrir un albergue (Entrevista realizada por Karina Ochoa y
Jorge Mercado, UAM-Azcapotzalco, 15 de marzo de 2013).

En esa misma entrevista Solalinde habla de cómo su empatía por los y las migrantes le ha
llevado manejar sus emociones entorno al dolor que sufren estos grupos debido a los
maltratos constantes que reciben:
Algo que me admiro mucho y le doy gracias a Dios es que nunca me he acostumbrado al
dolor. O sea, nunca me voy a acostumbrar a eso, jamás me voy a acostumbrar a ver como
normal lo que es inaceptable, no se puede. Y tengo dos momentos, dos reacciones: una es de
compasión, de solidaridad, de empatía con ellos. Me acerco, escucho, lloro, porque también
lloro y es imposible no llorar cuando ves tanto dolor; pero luego viene la otra, viene la rebeldía.
Primero el sentirte impotente y decir: “¿qué voy a hacer?”, y luego la rebeldía y buscar y luchar
porque alguien tiene que ayudar, alguien tiene que ser responsable y alguien tiene que parar
todo esto (UAM-Azcapotzalco, 15 de marzo de 2013).

Por último, él recalca que su deseo por fabricar un mundo donde todas las personas seamos
unidas y se acabe toda forma de poder que no beneficia en nada a la humanidad:
[...] si nosotros no nos ayudamos, no nos solidarizamos, si no contamos con nosotros mismos,
entonces con ¿quién?, yo diría que fuéramos sumamente agresivos, sumamente combativos,
en cuanto en nuestra decisión de estar a favor del ser humano, no del dinero, no del poder. El
poder como un servicio de autoridad, no un poder de dominio sobre otro, porque eso es
opresión y eso va contra la dignidad humana (UAM-Azcapotzalco, 15 de marzo de 2013).

Una de las muchas formas en que Solalinde ha dado su apoyo es su participación en el


conocido Viacrucis del Migrante, una forma de movilización que incluye a personas
migrantes en su paso por México, activistas y miembros de organizaciones civiles y de
derechos humanos. Mi primera visita al albergue “Hermanos en el camino”, entre los días 13,
15, y 16 de abril de 2015, se dio en el contexto del dicho viacrucis, que en esa ocasión no
sólo tenía como finalidad exigir el respeto al libre tránsito por México de cientos de personas

73
de distintas nacionalidades, sino también evidenciar las injusticias en contra de migrantes
que se desencadenaron a raíz del Plan Frontera Sur.

El 15 de abril de ese mismo año, el Viacrucis del migrante sale del albergue de Ixtepec luego
de que estuviera varado durante algunas semanas, porque fuerzas policiales y personal del
INM no les dejara continuar su camino. Alejandro Solalinde partió del lugar junto con un
contingente de migrantes, activistas y miembros de organizaciones de derechos humanos
como la CNDH y Amnistía Internacional. El contingente también contaba con una
ambulancia de la Cruz Roja. EI colectivo iba rumbo hacia Juchitán de Zaragoza para
después salir hacia la Ciudad de México, donde se intentaría dialogar con autoridades del
INM y de la Comisión de Nacional de Derechos Humanos.
Según el periódico local de Juchitán, El Sur, la caravana del viacrucis estaba conformada
por 293 migrantes, de los cuales 137 eran hondureños, 87 salvadoreños, 50 guatemaltecos,
siete de Nicaragua y dos de Cuba. Asimismo, de acuerdo con lo que me comentó Jessica
Cárdenas, promotora de derechos humanos y en ese momento coordinadora del albergue,
en una plática que tuve con ella, durante el recorrido de Ixtepec hacia Juchitán, el Viacrucis
tuvo conflictos violentos como a 40 minutos de camino en la localidad de “El Panorama”, con
agentes de la Policía Municipal, Federal y de Migración. Sin embargo, después de tal
situación pudieron continuar con su camino.

En cuanto al albergue, actualmente ya cuenta con un comedor, dormitorios, una biblioteca


donde hay tres computadoras con acceso a internet que los migrantes pueden ocupar como
un medio de comunicación con sus familiares y amigos, canchas de fútbol y servicios
básicos (agua, regaderas, drenaje). La forma en que el albergue brinda apoyo a los y las
migrantes centroamericanos(as) es: asistencia humanitaria básica, que consiste en alimento,
hospedaje, cuestiones médicas (físicas y psicológicas) y ropa; también proporcionan
orientación e información de gran utilidad para los transmigrantes, sobre todo en temas de
salud, derechos humanos, de rutas y de otros lugares a donde pueden llegar; brindan apoyo
en la emisión de denuncias de las personas víctimas de algún delito, en la regularización de
su situación migratoria y de documentación que apruebe su estancia legal en México;
también ayudan a emitir quejas a la CNDH y piden la custodia de las personas migrantes
que se encuentran en estaciones migratorias, sobre todo de familias que solicitan refugio en
México.

74
El albergue está diseñado para hospedar a personas en tránsito por al menos tres días para
que después puedan continuar con su camino. Durante éste tiempo, los y las migrantes
pueden comer, dormir, descansar y asearse. Pero hay personas que arriban al lugar en
condiciones graves de salud, por lo que requieren de más días para su recuperación, y de
igual manera sucede con las personas que deciden tramitar algún documento para que
puedan permanecer en México legalmente, por lo que requieren de hospedarse por varias
semanas e incluso meses hasta que les entreguen una visa o tarjeta de visitante o si el caso
lo requiere un papel de refugiado.

Durante mi estancia en el lugar, una de las voluntarias me proporcionó algunas bases de


datos del albergue de la población migrante que ha sido beneficiada. A pesar de que son
datos muy básicos y muy poco desagregados, a continuación presento algunos:

TABLA 7
Población migrante centroamericana beneficiada en el albergue
“Hermanos en el camino” (2009-2014)
Año Guatemala Honduras Salvador otros Total
2009 2516 1934 2327 456 7233
2010 1433 1515 1419 608 4975
2011 2900 2997 2404 412 8713
2012 3435 3714 3377 430 10956
2013 3036 3975 4058 549 11618
2014 1941 3390 2777 455 8563
Total 15261 17525 16362 2910 52058
Fuente: elaboración propia con las bases de datos "Población beneficiada
noviembre 2008 hasta el 2013 y 2014" que me proporcionó Jessica Cárdenas, el
día 16 de abril de 2015

Como puede verse en el período de 2009 al 2014 se atendieron a más de 50, 000 personas
en el albergue. La mayoría de estas personas provenían de Honduras (17, 525), siguiendo
El Salvador (16, 362) y Guatemala (15, 261). De la misma manera, la cifra hasta el 2013 iba
en aumento hasta que en el 2014 se redujo de 11, 618 personas a 8, 563, lo que implicó una
disminución de más de 3, 000 personas. Asimismo, para el 2014, del total de las personas
albergadas, habían 7, 204 hombres, 1, 304 mujeres y 19 personas transexuales. Entre
algunas de las otras nacionalidades se encontraban en el lugar, 254 migrantes de
Nicaragua, 118 de Cuba y 66 mexicanos, además de los 3, 390 hondureños, 2, 777
salvadoreños y 1, 941 guatemaltecos.

75
En cuanto a la edad de estas personas en el 2014, la mayoría se encontraba en el rango de
edad de 19 a 29 años, con una cantidad de 4, 061; sobre el estado civil, había más gente
soltera, la cual contó con una cifra de 4, 882, mientras que 1, 805 personas dijeron estar en
unión libre, 1, 246 casadas y 147 divorciadas. También, gran parte de los y las migrantes
tenían un grado de escolaridad hasta la primaria completa (1, 950), mientras que sólo 1, 421
personas no tenían ningún nivel de estudios y 194 tenían una carrera profesional.

De acuerdo con las bases de datos, el factor que sigue siendo el principal motivo de la
migración es el económico con una cifra de 5, 278 personas, siguiendo el factor de violencia
con 1, 870 personas, luego el familiar (367), factores sociales (162), factores personales
(154) y factores ambientales (139). Sin embargo, entre los factores mencionados no se
especifica cuáles son esos factores, entonces no puede saberse por qué las personas
migran, es decir, si han sido amenazados o perseguidos o violentados de alguna forma, si
huyen o no de algún peligro, si son discriminados, o si se van por falta de empleo o por sus
condiciones económicas, etc.
En relación al país de destino, la gran mayoría deseaba llegar a Estados Unidos (6, 551) y
algunos querían quedarse en México (1, 347). Muchas de estas personas llevaban al menos
un intento para poder llegar a su destino, o sea 4 114 migrantes. De igual manera 2, 058 de
ellas y ellos llevaban ya dos intentos. Algo que resultó curioso al revisar estos números,
encontré que también había personas que llevaban más de 10 veces intentando cruzar
México para llegar a su destino, con una cantidad de 51 migrantes.

Por último, al desagregar el año 2014 por mes, es posible percatarse de que entre los meses
de mayo a junio hubo una disminución de los migrantes que llegaron al albergue (ver TABLA
8, página 76), pues de 1, 311 personas que había en mayo, para junio eran 882, llegando
hasta el mes de diciembre con sólo 172 personas.

76
TABLA 8
Población migrante beneficiada por mes del año 2014
Mes Total
Enero 1095
Febrero 978
Marzo 1220
Abril 910
Mayo 1311
Junio 882
Julio 821
Agosto 374
Septiembre 290
Octubre 321
Noviembre 189
Diciembre 172
Total anual 8563
Fuente: elaboración propia con la base de datos "Población beneficiada
2014"

Lo anterior pudo haber sido resultado de los cambios que se generaron a partir de la
implementación del Plan Frontera Sur, a pesar de que se haya dado a conocer en Julio de
2014. Posiblemente ese drástico cambio a las cifras se haya debido a otros motivos, pero lo
que sí es claro es que algo tuvo que ocurrir en ese período para que las personas migrantes
dejaran de llegar al albergue, sobre todo algo que estuviera relacionado con el tren o los
retenes de migración. Si esto es así, como ya expliqué en el apartado anterior, a partir de
julio de 2014 se están experimentando transformaciones en las lógicas migratorias
centroamericanas, cambiando sobre todo las rutas, orillando a las y los migrantes a
movilizarse por otros rumbos, ya sea caminando o utilizando otros medios de transporte, lo
que implicaría un incremento en su vulnerabilidad.

Para terminar, uno de los elementos centrales del planteamiento del problema de éste
trabajo tiene que ver con el tema de la vulnerabilidad de las mujeres centroamericanas en
tránsito por México, reflexionándola a partir de posturas filosóficas, descoloniales y
sociológicas, argumentando a su vez que las mujeres son vulnerables principalmente por
tres condiciones: de No-ciudadanía, de género y de condición racial. De igual manera, la
hipótesis que he planteado es que la vulnerabilidad de estas mujeres tiene otra cara,

77
relacionada con formas de supervivencia y maneras de sobreponerse ante los costos
emocionales, físicos y económicos que les genera el tránsito por México. Esto ocurriría
sobre todo en espacios donde las mujeres migrantes centroamericanas pueden descansar
física y psicológicamente de la tensión y presión constante del viaje migratorio.
En este sentido, el albergue “Hermanos en el Camino”, uno de los lugares fundamentales en
el tránsito de los y las transmigrantes, funge un papel primordial en la disminución de la
vulnerabilidad de las personas que llegan a dicho recinto, primero, porque es un espacio
seguro de conveniencia y descanso, y segundo porque, de acuerdo con lo observado en el
trabajo de campo realizado en los meses de abril y septiembre, el albergue también
contribuye a la regularización de la estancia migratoria en México de las personas migrantes
centroamericanas, a través del trámite de la visa por razones humanitarias o del estatus de
refugiado (a).

78
Parte II. Una mirada teórica para pensar sociológicamente la
vulnerabilidad de las personas centroamericanas en tránsito por México.

2.1. Vulnerabilidad asimétrica entre el Yo y el Otro

En este apartado lo que pretendo es trabajar el tema de la vulnerabilidad -considerándola a


partir de una noción de asimetría- desde una perspectiva filosófica ontológica, pero a su vez
poner en la mesa una crítica hacia esa misma filosofía partiendo de la propuesta ética de
Emmanuel Lévinas, junto con otros pensadores y otras pensadoras de la filosofía, sociología
y la vertiente descolonial. De igual manera, más adelante explicaré cómo es que un ideal de
humanidad nos posiciona, mediante algunos marcadores sociales (género, la raza y la
ciudadanía) en relaciones de desigualdad y violencia. Para esto último, retomaré lo que se
conoce como sub-ontologización de la otredad para explicar la opresión de las mujeres
centroamericanas en tránsito por México, así como sus puntos de encuentro con un
continuum de patrones de dominación colonial.

La vulnerabilidad ha sido un tema recurrente cuando se trata de hablar sobre migración


centroamericana, pues se plantea como una de las principales características de las
personas centroamericanas que transitan por México, ya que son susceptibles a padecer
múltiples riesgos y actos de violencia que se encuentran por todo el país. No hay ningún
discurso por parte de organizaciones civiles e internacionales, defensores de los derechos
humanos, académicos, entre otros, donde la palabra “vulnerabilidad” no aparezca. Sin
embargo, considero que, como consecuencia, el uso de esta categoría se ha simplificado,
cayendo en definiciones reduccionistas que intentan homogeneizar al término y a las
personas sobre las cuales recae dicha categoría. En este sentido, se dice que la
vulnerabilidad es, por ejemplo:
La relativa desprotección en la que se puede encontrar un grupo de personas (migrantes,
gente pobre, grupos amplios de jóvenes y mujeres, minorías sexuales, personas con nivel
educativo bajo y otros grupos que viven al margen del sistema) frente a potenciales daños a
su salud o amenazas a la satisfacción de sus necesidades básicas y al respeto de sus
derechos humanos, debido a sus menores recursos económico, sociales y legales
(Bronfman, Leyva y Negroni, 2004: 21, citado en Silva, 2014: 10).

Lo anterior nos da algunos elementos básicos para entender a la vulnerabilidad, pero deja
fuera algunas dimensiones que en los siguientes párrafos trataré de desglosar. Primero,

79
pareciera que esta definición sólo sugiere como vulnerables a aquellos grupos que son
indefensos en situaciones especiales y con carencias económicas, sociales y legales.
Segundo, plantea la desprotección frente a ciertos daños, pero no dice cómo esa
desprotección puede llegar a violentar y deshumanizar a las personas consideradas como
vulnerables, sólo hace mención del no respeto de sus derechos humanos. Y tercero, aunque
implícitamente señala un componente de desigualdad, insinúa una vulnerabilidad
homogénea y simétrica para los grupos con limitaciones y privaciones, cuando en realidad,
la vulnerabilidad es más dinámica y diferenciada entre personas, poblaciones, sociedades,
etc.

Hay algunos trabajos, como el de Yolanda Silva (2014) y María Isabel Villanueva (2012), que
han reflexionado la vulnerabilidad de las personas migrantes desde diferentes enfoques y
retomando a otros autores que han trabajado con el tema. Por ejemplo, en su tesis
doctoral40, Yolanda Silva plantea a la vulnerabilidad desde al menos dos dimensiones: el
estructural y el cultural. Esta autora, retomando las palabras de Jorge Bustamante, señala
que:
La [dimensión] estructural se refiere a la diferencia entre un nacional y un
extranjero/inmigrante en sus relaciones con el Estado en el país de acogida. La
vulnerabilidad cultural se deriva del conjunto de elementos culturales (estereotipos,
prejuicios, racismo, xenofobia, ignorancia y discriminación institucional) con significados
despectivos que tienden a justificar las diferencias de poder entre los nacionales y los
extranjeros o inmigrantes (Bustamante, 2010, citado en Silva, 2014: 11).

De igual forma, Bustamante (2002 y 2011) considera a la vulnerabilidad como la “ausencia


de poder” de las personas migrantes debido a la impunidad de la violación de sus derechos
humanos. Mantener en esa condición vulnerable a los migrantes permite mantener el bajo
pago de sus servicios proporcionados, lo que genera la mayor demanda de su trabajo
precarizado en las sociedades receptoras. Según este autor, “si se reduce la vulnerabilidad,
el costo del trabajo migrante se incrementará y, en consecuencia, disminuirá la demanda
por migración económica” (Bustamante, 2002: 344, citado en Estévez, 2014:113).

40 El documento intitulado “Transmigración de centroamericanos por México: su vulnerabilidad y sus


derechos humanos” está disponible en: http://www.colef.mx/posgrado/wp-content/uploads/2014/11/Tesis-
Silvia-Quiroz.pdf, consultado el 28 de febrero 2016.

80
En el segundo caso, Villanueva propone en su artículo: “Género y migración: estrategias de
mujeres migrantes centroamericanas en tránsito por México”, tres niveles para analizar a la
vulnerabilidad: el de la trayectoria social, el de las intersecciones y el del contexto social. El
primer nivel se refiere al conjunto de acontecimientos y motivos que ocasionan que las
personas de América Central migren de su país (pobreza, marginalidad, violencia, etc.),
pero que, a partir de las biografías de los y las migrantes podemos, dar cuenta de cómo a
pesar de esa trayectoria social, “presentan comportamientos diferentes ante circunstancias
de riesgo que están relacionadas con características personales como la edad, el sexo y la
disponibilidad de redes sociales de apoyo y de recursos económicos” (Villanueva, 2012: 97).
El segundo nivel apunta a las interacciones que los y las migrantes tienen a los largo de su
viaje y cómo éstas pueden perjudicar “física y emocionalmente a esta población en su
proyecto de migrar” (Villanueva, 2012: 97). Por último, en el nivel del contexto social,
involucra a dos componentes de la vulnerabilidad: “un componente externo del riesgo: la
conmoción y estrés a los cuales puede estar sujeto un individuo; y un componente interno
consistente en la indefensión, entendida ésta como la falta de medios para enfrentar una
situación sin que se produzcan daños o pérdidas” (Chambers, 1983: 1, citado en Villanueva,
2012: 98).

En mi opinión, con afinidad a los trabajos anteriormente citados, la vulnerabilidad de las


personas migrantes centroamericanas es una categoría que debe pensarse como “un
proceso, es decir, como algo que se puede y debe situar temporal y espacialmente en los
contextos sociales y personales de los individuos y grupos a analizar” (Villanueva, 2012: 97).
En este sentido, la vulnerabilidad también se vuelve un tejido de muchos factores que la
entretejen, relacionados con la carga biográfica, la historia y el contexto de los lugares de
origen, las situaciones de riesgo que hay durante su tránsito por México, el capital social y
económico del que disponen, los espacios geográficos por los que se desplazan, pero sobre
todo sus condiciones de identidad y de aquellos marcos de significación que se construyen
entorno a ellos y ellas para ubicarlos en la escala más baja de un ideal de humanidad. Por
último, es importante decir que la vulnerabilidad de los y las transmigrantes provenientes de
Centroamérica ésta con ellos y ellas incluso desde sus países de origen, debido a las
condiciones de pobreza, inseguridad y violencia que deterioran o limitan sus oportunidades

81
de tener una buena calidad de vida.

Para comenzar a reflexionar el tema de la vulnerabilidad, hay que empezar a destacar varios
elementos con respecto a esta categoría. Primero habría que entender que la vulnerabilidad
es una cualidad inherente de nuestra condición como humanos, porque desde que nacemos
somos frágiles ante muchas situaciones externas que nos generan de peligro. Es algo que
no va a desaparecer y siempre formará parte de nosotros: “Somos, desde el inicio, seres
necesitados de acogimiento porque somos finitos, contingentes, frágiles, porque en cualquier
momento podemos rompernos, porque estamos expuestos a las heridas del mundo” (Mèlich,
2014: 314). De igual forma señala Judith Butler: “Venimos al mundo necesitados de una
hospitalidad y esta condición vulnerable no puede eludirse, no puede ser superada” (Butler,
2006a: 44, citado en Mèlich, 2014: 324).

Ser vulnerables es parte de nuestra esencia y también lo somos en el instante en que


comenzamos a interactuar con otros. En este sentido, nuestra vulnerabilidad parte de la
relación que tenemos con una otredad -y del ser “heridos” por los otros-, y algo que
demuestra esta situación es lo que Judith Butler dice con respecto a la experiencia de la
pérdida de alguien cercano a nosotros, un aspecto que forma parte también de la
humanidad: “El duelo muestra que estamos expuestos a los demás, que somos radicalmente
vulnerables y que esta condición de vulnerabilidad no puede ser exorcizada” (Butler, 2006a:
37, citada en Mèlich, 2014: 324).
Somos vulnerables ante la pérdida, pero también lo somos ante la aparición de un alter. En
esa relación dialéctica entre un yo y un otro se ven envueltas varias dinámicas: la primera de
ellas está mediada por un instinto de muerte o la pulsión primaria de asesinar al otro, el cual
parte del instinto de supervivencia. En esta dinámica de relación, el otro representa una
amenaza para el yo y por eso no significa nada, no le importa porque es algo más bajo que
el yo. Como el otro no le sirve y su presencia le incomoda, tiende a despreciarlo y
maltratarlo; de hecho, no sólo se tortura o se violenta a ese otro, sino que también, en el
caso más extremo, se elimina al otro para asegurarse de que su existencia no seguirá. En su
debate sobre el poder, cuando habla de la relación entre el sujeto “tocante” y el sujeto
“tocado” -o de un yo y de un otro- Elías Canetti señala claramente:

82
Pero más que la peligrosidad y la furia, hay un desprecio que invita a aplastar. Algo muy
pequeño, que casi no cuenta, un insecto, es aplastado, porque si no, uno no sabría qué es
lo que ha sucedido con él. [...] este comportamiento para con una mosca o una pulga delata
el desprecio por seres enteramente inermes, que viven en un orden de magnitud y poder
muy distinto al nuestro, con los que nada tenemos en común, en los que nunca nos
transformamos, a los que nunca tememos, a no ser que de pronto se presenten en masa
(Canetti, 1981: 111).

Desde ésta lógica primara de relacionarse con lo otros, se parte del instinto homicida que
nos incita a atacar o deshacernos del otro porque ese alguien me intimida, genera en mi
resentimiento y tengo que defenderme. Sin embargo, a partir de procesos civilizatorios, y de
la creación de marcos de legalidad, el homicidio se tipificó como un acto criminal.
Igualmente, los comportamientos característicos de épocas de guerra y de supervivencia se
fueron modificando y adecuando de tal forma que la convivencia social fuera más “segura”,
pero lo que también ocurrió es que el instinto de muerte fue subsumido al mandato ético del
“no matarás”. Como señala Butler: “[...] Si el deseo de matar es la primera impulsión que
suscita la vulnerabilidad del otro, la ética nos conduce justamente a resistir vigorosamente
esta impulsión»” (Butler, 2005:170, citada en Navarro, 2008: 189).
Otra dinámica de relación, y que tiene mucho en común con lo anterior, es cómo en el nivel
de las interacciones la vulnerabilidad es latente con la mera co-presencia corporal del yo con
una alteridad, donde la presencia del otro genera en mi, estados afectivos -ya sean positivos
o negativos-, pero que ocasionan en mi, desde el principio, sensaciones de incertidumbre
frente a ese otro que se me presenta como un extraño (Ver esquema 1, página 83), por eso:
“[...] el otro es sobre todo aquel que nos deshace, que nos desposee. El otro es el que nos
rompe, el que quiebra nuestras expectativas, nuestras normas, nuestras imágenes del
mundo y de nosotros mismos” (Mèlich, 2014: 324). Los estados afectivos generados en el
yo, van a guiar el comportamiento y la respuesta para con el otro, lo cual dependerá de los
marcos de significación o de imaginarios (construidos sociohistórica y culturalmente) que el
yo tenga en referencia a ese alter. Como dice Butler:
Toda esfera pública está constituida por lo que aparece, por lo que es representado, por lo
que se considera, en un momento determinado, real. Pero, al mismo tiempo, también hay
en esta misma esfera de representación un ocultamiento, un desinterés, un olvido, una
indiferencia, una negación. ¿Negación de qué? De otras vidas, de otras formas de vida, de
otros modos de ser (Butler, 2014, citada en Mèlich, 2014: 325).

Lo anterior quiere decir que nuestra forma de actuar frente a la alteridad está condicionada
por aparatos ideológicos que me hacen responder de una u otra forma, pero para ello

83
primero tenemos que saber quién es esa alteridad o qué es esa alteridad y cómo está
representada a partir de marcos morales. Como bien señala Butler:
Toda sociedad establece un <<sistema de significaciones>> que, en definitiva, es un
<<sistema de reconocimiento>>, esto es, un <<ontología social>>, un conjunto de categorías,
de signos, que me dicen quién es ese otro al que tengo que responder y del que tengo que
ocuparme [...] los marcos humanizan [...] pero también deshumanizan [...] En toda cultura
habita [...] una serie de [...] <<imaginarios>>, que establecen en qué condiciones algunos
individuos tienen derechos jurídicos, morales, científicos, etc., que les protegen o, por el
contrario, que justifican su exterminio (Butler, 2009: 47).

Los imaginarios, como ya lo he mencionado, son construidos histórica, social y


culturalmente, donde tienen relevancia los medios de comunicación, los Estados-nación, los
gobiernos y su actuar frente a ciertos grupos o poblaciones. Por ejemplo, para el caso de la
migración centroamericana, la figura del migrante centroamericano indocumentado es

84
representada desde el marco jurídico como un sujeto ilegal, como aquella persona que no
tiene permiso de entrar, ni de transitar, ni permanecer en territorio mexicano, por el hecho
de no ser ciudadano. Junto con esto, como ya le he explicado en la primera parte de este
trabajo, las políticas migratorias han sido un factor que contribuye a la criminalización y
deshumanización de los y las migrantes, lo cual demuestra el desinterés del Estado para
hacer valer los derechos humanos de estas personas.
Como resultado de lo anterior, la sociedad mexicana, instituciones como el INM, grupos
criminales, el ejército y miembros de la policía, entre otros hostigan, insultan, discriminan,
ignoran y violentan a las personas en tránsito irregular que pasan por México porque, como
señala Butler para el caso del debate sobre vulnerabilidad:
A la lógica moral [...] primero le interesa qué es el que sufre: si es o no <<persona>>, si es o
no <<ciudadano>>, si es o no <<humano>>. En función de la respuesta a esta pregunta, la
moral decidirá si <<esa>> vida debe ser llorada, porque desde un punto de vista moral la
vida y la muerte existen siempre en relación con un marco determinado (Butler, 2010: 22).

Además de lo ya expuesto, otro elemento muy relevante es que la vulnerabilidad no es una


condición que se manifieste de igual forma entre las poblaciones, los grupos, las personas
con identidades disímiles, etc., precisamente por la ontología social de la que habla Judith
Butler. Explicaré más adelante con pensadores descoloniales, el tema es que la
vulnerabilidad, como una construcción social a partir de marcos de significación (ver
esquema 1, página 83), nos ubica en una escala de humanidad que representa a unas vidas
como más valiosas y a otras no. Es decir, de acuerdo con Gabriel Bello (2010), quien
también establece un diálogo con Emmanuel Lévinas: “Es erróneo representarnos a todos
como igualmente vulnerables o como iguales en vulnerabilidad, como simétricamente
vulnerables. El hecho humano es que la vulnerabilidad es desigual o asimétrica entre unos y
otros” (Bello, 2010)41. De la misma forma, este autor nos dice que podemos comprobar la
asimetría de la vulnerabilidad a partir de las siguientes formas en que se presenta:
a) Vulnerabilidad asociada a la mortalidad biológica, que incluye la posibilidad que el otro
sea abatido o asesinado (por un yo prepotente) [...] la vulnerabilidad es radicalmente
asimétrica entre quien mata y quien muere.
b) Vulnerabilidad de quienes han sido excluidos de las relaciones sociales [...] como la

41 BELLO, G (2010). Alteridad, vulnerabilidad migratoria y responsabilidad asimétrica. Dilemata,


Norteamérica. Disponible en: <http://www.dilemata.net/revista/index.php/dilemata/article/view/38/44>.
Fecha de acceso: 29 feb. 2016.

85
comunidad de pertenencia, cultural o familiar [...] [y que están] expuestos a heridas de
identidad. Se trata otra vez, de una vulnerabilidad asimétrica ya que los vulnerables son los
excluidos y desplazados, y no quienes permanecen en sus nichos identitarios (Bello, 2010:
s/p).

En síntesis, “[...] la vulnerabilidad 'humana' como exposición a la humillación, a la


enfermedad y a la muerte, no está distribuida de forma igualitaria o simétrica” (Bello, 2010).
Así pues, cuando se habla de migración centroamericana, hay que reconocer que la
vulnerabilidad es desigual entre personas no migrantes (ciudadanos), entre migrantes
(hombres, mujeres, niños, etc.), entre los que tienen mayores recursos económicos y
sociales, y también entre quienes provienen de -y transitan por- espacios geopolíticos
desiguales, es decir, así como en su país de origen pueden estar en condición de
vulnerabilidad, el ser migrante indocumentado cuando están en México también los vuelve
vulnerables, lo que los excluye e inferioriza a partir de marcadores sociales como la raza, la
no-ciudadanía y el género. Sobre esto profundizaré en el siguiente apartado.

Otra característica a resaltar es que ante toda condición vulnerable, está la búsqueda de la
invulnerabilidad. Elías Canetti (1981) refiere esto como el acto de la sobrevivencia, del cual
dice:
La forma más baja de supervivencia es la del matar. Así como se ha matado al animal del
que uno se alimenta, [...] así también el hombre quiere matar al hombre que se interpone en
su propio camino, que se le opone, que se yergue ante él como enemigo. Le quiere derribar
para sentir que él aún existe y el otro ya no (Canetti, 1981: 137).

A partir de la figura del héroe, Canetti explica cómo hay dos formas en que el sujeto
vulnerable enfrenta el peligro: la primera de ellas es ponerle distancia al peligro, pero
manteniéndose al margen, sin perderle de vista, porque en cualquier momento puede
sorprenderle. El otro camino es encarar al peligro y lograr sobrevivir; así, en la medida que
es un sobreviviente en muchas situaciones riesgosas, más se vuelve invulnerable:
Colmado por el monstruoso hecho de su supervivencia, se abalanza al próximo combate.
Nada le pudo afectar, nada le podrá afectar. De victoria en victoria, de un enemigo muerto
al otro, se siente cada vez más seguro: su invulnerabilidad aumenta, se convierte en una
armadura cada vez más perfecta (Canetti, 1981: 140).

La búsqueda de invulnerabilidad es la respuesta al peligro: “El cuerpo del hombre está


desnudo y expuesto; en su blandura está sujeto a cualquier golpe inesperado [...] la
seguridad que más desea es un sentimiento de invulnerabilidad” (Canetti, 1981: 139).

86
Y más adelante señala: “Quien ha desterrado el peligro, quien se oculta ante él, sólo ha
pospuesto el propio destino. Quien se enfrenta al destino, quien realmente sobrevive, quien
vuelve a enfrentarse, quien acumula los momentos de supervivencia, aquél puede alcanzar
el sentimiento de invulnerabilidad” (Canetti, 1981: 140).
En relación con el tema de la migración irregular, pensemos, por ejemplo, en las personas
de Centroamérica que deciden salir de su país (o que en muchos casos, tienen que huir). En
su lugar de origen son vulnerables por condiciones económicas, por el desempleo, por la
violencia, entre otros motivos. Como respuesta a estas condiciones, las personas emigran,
se van de su lugar de origen en busca de una vida mejor, pero también se alejan del peligro.
Sin embargo, lo paradójico es que al entrar en México no dejan de ser vulnerables sino todo
lo contrario, siguen siéndolo, incluso más que en su propio país. Son vulnerables por la
forma no autorizada que se adentran al país: por el río, por la selva o por carretera, y lo son
cuando se movilizan por los lugares donde hay violencia. Pero en esta situación de tránsito
deben poner cara a los riesgos, porque no hay otra alternativa, si no dan cara a los riesgos
no podrán llegar a su destino, no podrán transformar ni mejorar su vida ni la de su familia,
aunque atravesar México signifique a veces la muerte. Su acto de supervivencia y la
búsqueda por sentirse invulnerables están condicionados por su errancia, por su ir y venir
entre lugares desolados y espacios más seguros como lo son los albergues y casas del
migrante. Pero, como ya he expuesto, la vulnerabilidad nunca se despega de nosotros,
aunque a veces parezca lo contrario.
En resumen, parte de la condición humana es su condición de vulnerabilidad, pero esta es
desigual entre unos y otros. Ese componente asimétrico depende de los marcos de
significación que se tengan respecto al otro, los cuales condicionan el comportamiento de los
actores en la interacción social. Pero también esos marcos contienen criterios que
posicionan a las personas en diferentes niveles marcados por una noción de humanidad,
generando así que, en la relación entre un yo y un otro, el yo se piense como más vulnerable
frente a la otredad, porque en el imaginario que tiene respecto de él o ella, hace que lo
perciba como “invasor” de su territorialidad, por lo tanto debe defenderse ante aquella
amenaza aun cuando el otro no haya hecho nada que atente en contra de su integridad (ver
esquema 1, página 83). Así es como podemos pensar, en un primer momento, a la
vulnerabilidad, pero como explicaré en el siguiente sub-apartado, la vulnerabilidad también

87
puede tomar un modo diferente y construir relaciones más abiertas y positivas entre el yo y
el otro. Sin embargo, ese modo se ve irrumpido por la violencia, el crimen y la indiferencia
que deshumanizan a las otredades, tema sobre el que hablaré en los últimos dos apartados
de este capítulo.

2.1.2. La otra cara de la vulnerabilidad y la ética de la alteridad

Hasta el momento he planteado el tema de la vulnerabilidad desde la subjetividad del yo en


relación con el otro, el cual se percibe como un extraño y genera desagrado. Pero en un
principio también mencioné que la presencia de esa otredad ocasiona estados afectivos
positivos o negativos en el yo. Ya he explicado cómo se dan las dinámicas de una
vulnerabilidad negativa que se “cierra” a la alteridad, que la desprecia y busca anularla de sí
mismo. Pero el otro lado de la vulnerabilidad es uno más positivo y que tiene que ver con la
filosofía de Emmanuel Lévinas y su propuesta de la ética de la alteridad, la cual es muy
innovadora, porque es de los primeros pensadores que se preocupa por analizar la
vulnerabilidad de la otredad.
El pensamiento de Lévinas es una crítica a la filosofía ontológica, diciendo que esta visión
del ser sólo se concentra en cómo se constituye la subjetividad del yo desplazando a la
otredad de su conformación. También dice que la ontología es cómplice del poder y la
violencia que deshumaniza porque no hace caso, y además contribuye a negar la existencia
de la otredad. Tal como lo expresa la siguiente cita:
La filosofía de Lévinas es relevante porque abre la crítica hacia la filosofía ontológica o
fundamental que se concentra en explicar la constitución del yo desde lo individual, lo
interno y en sí mismo, dejando a la alteridad fuera de la noción del ser. Así pues Lévinas
considera que la ontología del pensamiento occidental es una “filosofía asimiladora, que no
ha permitido fisuras, ni disidencias, ni anomalías. No hay alteridad en esta tradición
ontológica. Aquí todo está en todo, nada exterior a nada y todo tiene sentido” (Lévinas,
citado en Mèlich, 2014: 314).

Lo que Lévinas trata de decir en primera instancia es que la subjetividad no se construye


desde lo interno, sino más bien: “La subjetividad se construye desde la alteridad” (Giménez,
2011: 337). En otras palabras: “El yo adquiere su identidad desde la responsabilidad por el
otro hombre” (Giménez, 2011; 337). La relación con la alteridad, se da, según Lévinas, a
partir de la vulnerabilidad que aparece en el rostro del otro, “el modo por el que se me

88
presenta el otro lo llamamos rostro” (Lévinas, citado por Giménez, 2011: 339). Pero no es un
rostro que se considere en su forma literal: “Cuando nos habla del <<rostro del otro>>,
Lévinas no se refiere a una forma plástica, a una cara [conjunto de ojos, boca, nariz], sino a
la desnudez (nudité), a la vulnerabilidad, a la radical soledad del otro que es una especie de
prefiguración de su muerte” (Mèlich, 2014: 322).
El rostro del otro porta la indigencia, la miseria, el desamparo, la sensibilidad y la
vulnerabilidad por ser la “parte más desnuda del cuerpo”. La relación que establezco con ese
rostro es meramente ética, porque a partir de él, el otro cuestiona mi bienestar dado por mi
posición privilegiada, me interpela, me hace un llamado que no puedo ignorar. Sobre esto
dice Giménez: “Lévinas describe el rostro como una vulnerabilidad y una indigencia que, en
sí, sin necesidad de añadir palabras explícitas, suplica al sujeto. Pero esta súplica es ya una
exigencia de respuesta, y el rostro es así la fuente del despertar ético” (Giménez, 2011:
340). Ese despertar consiste en un comportamiento bondadoso y de apertura hacia la
otredad, porque el encuentro con el otro es en sí “una 'revelación' que aviva el sentido de la
responsabilidad infinita del yo para con el otro” (Giménez, 2011: 341).

Asimismo, esa revelación o “epifanía del rostro”, como la llama Lévinas, me hace llevar a
cabo el mandato de la “santidad”, entendida por este autor “[como] la preocupación por el
otro, una preocupación que es más importante que uno mismo. Nuestra humanidad consiste
en dar preeminencia al otro, y eso es absurdo” (Lévinas, 2006:193, citado en Mèlich, 2014:
315).

En otras palabras y sintetizando todo lo anterior, la relación del yo con la otredad, es


puramente ética por cómo se me presenta desde su rostro vulnerable, despierta en mi,
primero, la orden del “No matarás”, y al mismo tiempo la bondad que me orilla a ser
responsable, no porque sea culpable de su miseria de forma directa, sino por la súplica y la
exigencia de respuesta que de la sensibilidad de su rostro emana. Así pues, como se ha
señalado antes:
Este sentido ético del rostro tiene una doble dirección. Por un lado, el rostro se muestra en
su desnudez: hay en él una pobreza esencial, está siempre expuesto y amenazado. Pero al
mismo tiempo ordena y dirige al sujeto el primer precepto: “no matarás”. Entonces, pese a
su debilidad, pese a su indigencia, la aparición del rostro equivale, paradójicamente, a la
orden que desde su “altura” da un señor. A partir de aquí deben ser entendidas, según
Lévinas, las relaciones humanas (Giménez, 2011: 339).

89
La responsabilidad hacia con el otro tiene un componente también de asimetría, porque en
ese acto de bondad, el yo da todo por el otro sin esperar nada a cambio, tampoco pretende
que esa otredad se preocupe por él, porque si se está a la expectativa de que el otro se
responsabilice del yo, nunca se llevaría a cabo la relación ética que se debería establecer
con la otredad (Giménez, 2011: 342-343).

Para terminar, a lo largo de este sub-apartado he descrito cómo la vulnerabilidad humana


puede tomar dos rumbos: una actitud negativa que se cierra o una actitud positiva que se
abre a una alteridad. En esta última, la otra cara de la vulnerabilidad es la conciencia hacia
la otredad, es percibir que así como un “yo” es vulnerable, ese “aquel” también lo es, incluso
más que el “yo”. Es darse cuenta de que el yo debe “abrirse” hacia ese otro ser para
responsabilizarse. Al ser responsable de él o ella, se configura la subjetividad del yo, pero
relacionándome con el otro desde la ética de la alteridad (ver esquema 1, página 83). Esta
forma de pensamiento es pertinente para retomarlo en el apartado tres de este trabajo,
porque desde ahí explicaré las dinámicas de convivencia que se establecen en el albergue
“Hermanos en el camino”, que involucra tanto a personas migrantes como a los voluntarios y
voluntarias que se encontraban en dicho lugar al momento de realizar el trabajo de campo.
Una de las hipótesis de éste trabajo es que la vulnerabilidad de los y las migrantes tiene dos
caras: la primera son los riesgos que implica el tránsito por México; la segunda cara de la
vulnerabilidad se relaciona con la capacidad que los migrantes (en especial las mujeres)
tienen para sobreponerse a los costos físicos y emocionales del tránsito, y de afrontar el
riesgo como una forma de reducir su propia condición vulnerable. Esa resilencia es
fundamental para emprender y mantener su viaje. Y sobre de esto hablaré en el tercer
capítulo de este trabajo.

2. 2. El ser y el no ser: la humanidad como frontera

Para tratar el tema de la humanidad, también hay que ir desglosando algunos aspectos que
conforman a esta categoría. El primero de ellos es lo que se conoce como “la zona del ser y
la zona del no ser”, las cuales, según Grosfoguel: “[no corresponden a un lugar geográfico
específico sino una posicionalidad en relaciones raciales de poder que ocurre a escala
global entre centros y periferias, pero que también ocurre a escala nacional y local contra
90
diversos grupos racialmente inferiorizados” (Grosfoguel, 2011: 99).
Estas dos zonas tienen que ver con cómo los grupos, las poblaciones, las culturas, las
personas, etc., son clasificados a partir de marcadores sociales que los colocan en una de
ellas. En base a esto, cuando conformamos nuestra identidad, siempre tomamos como
referente a una alteridad (al otro), a partir de la cual nos identificamos y diferenciamos ya
sea como individuos o como colectividades.
Pensemos a la identidad como un juego de espejos donde hay dos polos, el yo y el otro, o
desde la visión fanoniana, el ser y no ser; y entre estos dos polos hay una frontera o una
línea divisoria llamada humanidad (ver esquema 1, página 83). Desde esta lógica, todos los
grupos o sujetos que estén ubicados en la parte del ser serán grupos hegemónicos
(hombres, blancos, católicos, heterosexuales, ricos, etc.), mientras que todos los grupos que
se posicionen en el lugar del no ser, serán sujetos subordinados (mujeres, negros, judíos,
homosexuales, pobres, etc.). Así, en este juego de espejos identitario hay elementos de
opresión, discriminación y desigualdad porque se contraponen dos cuestiones: la auténtica
humanidad y la subhumanidad, es decir, el ser un humano de alta y el de baja calidad.
Sin embargo, la relación entre ambas zonas es mucho más compleja que lo anterior
descrito. Esto quiere decir que tanto en la zona del ser como en la del no ser, hay diferentes
formas de opresión -relacionadas con la clase, el género, la sexualidad, etc.,- que se dan
entre un yo y otro. Pero hay que agregar también que en la zona del no ser, además de las
otras opresiones también prevalece la opresión por la idea de raza y su expresión en
prácticas de racismo, el cual se define como “[...] una jerarquía de superioridad/inferioridad
sobre la línea de lo humano. [Se refiere a los] grupos etno/raciales inferiorizados donde
dependiendo de la historia local/colonial la inferiorización puede ser definida o marcada a
través de líneas religiosa, étnicas, culturales o de color” (Grosfoguel, 2011: 98).
De igual manera, las opresiones no sólo ocurren entre un yo privilegiado y un otro
subordinado en la zona del ser, sino también entre oprimidos de la zona del no ser, por
ejemplo, el hombre heteronormado del “tercer mundo” frente al homosexual, una mujer
blanca urbanizada que no es parte del Norte global frente a una persona negra o indígena,
un ciudadano mexicano frente al migrante indocumentado proveniente de Centroamérica,
etc. Al respecto dice Grosfoguel:
En el orden de cosas imperial occidentalocéntrica, no es lo mismo ser un “Otro humano” en
la zona del ser que un “no-humano Otro” en la zona del no-ser. Para Fanon y para De

91
Sousa Santos, la zona del ser es el mundo imperial que incluye no solamente a las élites
imperiales, sino también a sus sujetos oprimidos occidentales, mientras que la zona del no-
ser es el mundo colonial con sus sujetos oprimidos no-occidentales (Grosfoguel, 2011: 101).

También es necesario destacar sobre estas dos zonas que la forma en que se gestionan los
conflictos es diferente en cada una de ellas. Mientras que en la zona del ser el conflicto se
resuelve por medio de consensos (“con momentos excepcionales de guerra”) en la zona del
no ser, el conflicto es gestionado a través de la violencia, tal como se expresa a
continuación:
[...] en la zona del no-ser, de la línea abismal, donde las poblaciones son deshumanizadas
en el sentido de ser consideradas por debajo de la línea de lo humano, los métodos usados
por el “Yo” imperial/capitalista/masculino/ heterosexual y su sistema institucional para
gestionar y administrar los conflictos es por medio de la violencia y apropiación abierta y
descarada. [...] Dado que la humanidad de la gente clasificada en la zona del no-ser no es
reconocida, dado que son tratados como no-humanos o subhumanos, es decir, sin normas
de derechos y civilidad, entonces se permiten actos de violencia, violaciones y
apropiaciones que en la zona del ser serían inaceptables (Grosfoguel, 2011: 100).

La copresencia de los cuerpos genera estados afectivos positivos o negativos, o en otras


palabras, una sensación de extrañeza que vulnera a un yo y a un otro. Pero esa
vulnerabilidad que es asimétrica se expresa en un ideal de humanidad que jerarquiza a los
grupos, a las identidades, a sus alteridades, y en concreto, a las personas. Es una
humanidad que establece una frontera vertical entre dos territorios diferenciados: el ser y el
no ser; es una frontera que enmarca, a través de ciertos marcadores sociales (como la raza,
la no-ciudadanía y el género), la desigualdad social, que, además, es sustentada por un
aparato ideológico construido sociohistóricamente, el cual justifica no sólo las posiciones de
privilegio y subordinación dentro de relaciones de poder, sino también la violencia
estrechamente vinculada con los perfiles imaginarios de estigmatización y criminalización
entorno a, por ejemplo, la figura de un sujeto o sujeta migrante para el caso de este trabajo
(ver esquema 1, página 83). Es decir, a partir de los marcadores sociales que ya mencioné,
se desvaloriza a las personas centroamericanas que transitan de forma indocumentada por
México convirtiéndolas en blancos fáciles de ataque.

Lo anterior nos ayudaría a explicar por qué para diferentes niveles de la sociedad mexicana
(grupos civiles, crimen organizado, autoridades) les resulta sencillo violentar a los grupos
migrantes centroamericanos, pues estas son personas (subhumanas) que van de paso, que

92
no se quedarán mucho tiempo en un sólo lugar, que deben retomar su camino lo más pronto
posible y si llegasen a acudir a las autoridades, saben de antemano que no les harán caso y
que pueden ser deportados a su país natal. Sucede que su identidad como
centroamericanos(as), su condición indocumentada, aunado a su condición de género, para
el caso de las mujeres, los y las hace vulnerables a situaciones de riesgo y violencia durante
el tránsito, lo cual no sucede con un turista o extranjero aceptado legalmente por el Estado
mexicano. Es decir, el migrante legal genera beneficios económicos (a través del turismo,
por ejemplo), mientras que el migrante irregular representa un asunto de seguridad nacional
y rompe con la “homogeneidad de la ciudadanía”. Es entonces que, debido a que no hay
represalias legales, la opresión es más permitida o está naturalizada en la zona del no ser
que en la zona del ser.
En la práctica, esa opresión se expresa en comportamientos e interacciones de violencia
normalizadas que deshumanizan a la otredad, o sea, al o a la migrante ilegal de
Centroamérica: el asalto, el secuestro, la extorsión, las agresiones verbales y físicas, así
como las violaciones sexuales son vistos como costos que hay que pagar para poder llegar
a EUA.

Las zonas del ser y la zona del no ser, están estrechamente vinculadas con lo que Nelson
Maldonado-Torres (2007) llama colonialidad del ser y la sub-ontologización de la alteridad,
configuradas por la naturalización de la práctica de la no-ética de la guerra en las
sociedades colonizadas.
En relación con el pensamiento de Emmanuel Lévinas, Nelson Maldonado también realiza
una crítica a la filosofía ontológica, postulando que también es una forma de colonialidad,
por cómo despoja del ser (humano) a las personas y poblaciones colonizadas. En este
sentido, a partir del momento en que el hombre blanco europeo llegó al continente
americano y se encontró con una otredad radicalmente diferente a él, se configuró lo que
Maldonado llama el ego conquiro (o el yo imperial). En referencia a tal otredad el europeo se
vio reflejado y se constituyó como un yo superior de acuerdo a una línea de color que
estableció una jerarquía basada en una idea de raza. Dice Maldonado:

Nuevas identidades fueron creadas en el contexto de la colonización europea en las


Américas: europeo, blanco, indio, negro y mestizo [...] Un rasgo característico de este tipo
de clasificación social consiste en que la relación entre sujetos no es horizontal sino vertical.

93
Esto es, algunas identidades denotan superioridad sobre otras. Y tal grado de superioridad
se justifica en relación con los grados de humanidad atribuidos a las identidades en
cuestión. En términos generales, entre más clara sea la piel de uno, más cerca se estará de
representar el ideal de una humanidad completa (Maldonado, 2007: 132).

No sólo es a partir de la no-cristiandad de las poblaciones colonizadas o del debate sobre


si los indios tenían alma o no, sino es también a través de un ideal de raza que se
cuestiona la humanidad de la otredad. Es por eso que Maldonado-Torres señala:
El escepticismo misantrópico expresa dudas sobre lo más obvio. Aseveraciones como “eres
humano” toman la forma de preguntas retóricas cínicas, como: “¿eres en realidad humano?”
“Tienes derechos” se transforma en “¿por qué piensas que tienes derechos?” De la misma
manera, expresiones como “eres un ser racional” se convierte en la pregunta “¿eres en
realidad racional?” [...] El escepticismo misantrópico provee la base para una opción
preferencial por el ego conquiro, lo cual explica cómo puede concebirse que la protección
de algunos se obtiene al costo de las vidas de otros. La actitud imperial promueve una
actitud fundamentalmente genocida con respecto a sujetos colonizados y racializados
(Maldonado, 2007: 136).

Lo anterior se relaciona con lo que en el primer apartado de este capítulo expliqué con Judith
Butler, de cómo los marcos de significación nos hace “imaginar” al otro, y a partir de ahí es
como inferiorizamos, racializamos y deshumanizamos a la otredad que se convierte en
vulnerable.

La estructuración del orden social en el mundo colonial a partir de una línea de color (raza),
implicó que normalizaran códigos de comportamiento característicos del ego conquiro, cuya
manifestación se dio con la aplicación de la no-ética de la guerra. Así lo describe Nelson
Maldonado:
“En el mundo antiguo y en el medioevo la esclavitud era legítima, particularmente con
respecto a los vencidos en guerra. Lo que ocurrió en las Américas no fue sólo la aplicación
de esa ética, sino una transformación y naturalización de la no-ética de la guerra, llevada
hasta el punto de producir una realidad definida por la condena” (Maldonado, 2007: 137).

Esta forma de conducta consiste en no sólo esclavizar a los vencidos por la guerra, sino
también en violentar, en exterminar y en violar los cuerpos, sobre todo de las mujeres.
Continua diciendo Maldonado-Torres: "La ética del ego conquiro deja de ser sólo un código
especial de comportamiento, que es legítimo en periodos de guerra, y se convierte en las
Américas —y gradualmente en el mundo entero—, por virtud del escepticismo misantrópico,
la idea de raza y la colonialidad del poder, en una conducta que refleja la forma como las
cosas son (una lógica de la naturalización de diferencias jerarquizadas socialmente”
(Maldonado, 2007: 139).
94
A lo anterior también se suma cómo se inferioriza al otro a partir de cuestiones epistémicas.
Esto lo explica Nelson Maldonado cuando reflexiona sobre la duda cartesiana del ego cogito,
ergo sum (pienso, luego soy), la cual es precedida por el ego conquiro (yo conquisto). Como
se menciona a continuación:
Si el ego cogito fue formulado y adquirió relevancia práctica sobre las bases del ego
conquiro, esto quiere decir que “pienso, luego soy” tiene al menos dos dimensiones
insospechadas. Debajo del “yo pienso” podríamos leer “otros no piensan”, y en el interior de
“soy” podemos ubicar la justificación filosófica para la idea de que “otros no son” o están
desprovistos de ser (Maldonado, 2007: 144).

Es muy importante tomar en cuenta esta aseveración, porque expresa la forma en que se le
niega el ser a la alteridad, negando su racionalidad y su capacidad de generar
conocimientos. La razón ilustrada emancipadora que prometió la individualidad, la libertad y
autonomía, sólo es accesible para el hombre blanco, europeo, propietario, cristiano,
heterosexual:
El privilegio del conocimiento en la modernidad y la negación de facultades cognitivas en los
sujetos racializados ofrecen la base para la negación ontológica. En el contexto de un
paradigma que privilegia el conocimiento, la descalificación epistémica se convierte en un
instrumento privilegiado de la negación ontológica o de la sub-alterización. “Otros no
piensan, luego no son”. No pensar se convierte en señal de no ser en la modernidad
(Maldonado, 2007: 145)

La racialización de los cuerpos coloniales, la práctica de la no-ética de la guerra y el


cuestionamiento de la razón a los sujetos racializados son parte de lo que se conoce como
sub-ontologización o diferencia ontológica colonial. Nelson Maldonado retoma esta idea de
Frantz Fanon, y la define como: “la diferencia entre el ser y lo que está más abajo del ser, o
lo que está marcado como dispensable y no solamente utilizable; la relación de un Dasein
con un sub-otro no es igual a la relación con otro Dasein o con una herramienta. El
condenado (damné) es para el Dasein (ser-ahí) europeo un ser que no está ahí”
(Maldonado, 2007: 146)

En este sentido, la “colonialidad del ser” está relacionada con la forma en que se sub-
ontologiza a la otredad a través del ideal de raza y de la no-ética de la guerra que además
sirve como justificación para violentar al otro, porque es visto como un no-humano, es un no-
ser, es un alguien inferiorizado a quien se le niega la existencia. El otro colonizado es la
negación del yo imperial. Dice Maldonado: “[...] la colonialidad del ser se refiere a la
normalización de eventos extraordinarios que toman lugar en la guerra. Mientras en la

95
guerra hay violación corporal y muerte, en el infierno del mundo colonial la muerte y la
violación ocurren como realidades y amenazas diarias. Mortandad y violación corporal están
inscritas en las imágenes de los cuerpos coloniales” (Maldonado, 2007: 148)

Tendiendo un puente entre lo anterior señalado y el tema de la migración centroamericana,


es importante mencionar que ocurre algo similar con las personas en tránsito irregular por
México, donde el cuerpo es desprovisto de su condición de humanidad para etiquetarlo, por
ejemplo, como mercancía que puede ser vendida al mejor comprador en un prostíbulo; una
mercancía que aumenta su valor de acuerdo a características fenotípicas o de cánones de
belleza; una mercancía que puede ser "liberada" al pagar la cuota del secuestro, una
mercancía clandestina movilizada en camiones de carga por redes de traficantes; y en otros
términos, en el caso de las mujeres sobre todo, el cuerpo es un objeto de deseo, de fácil
apropiación, y de penetración física y moral.

En relación con esto último Maldonado dice: “La mujer de color merece ser violada y sufrir
las consecuencias —en términos de falta de protección por parte del sistema legal, abuso
sexual continuo y falta de asistencia financiera para sostenerse a sí misma y a su familia—,
tanto como el hombre de color merece ser penalizado por violar, aun sin haber cometido el
delito” (Maldonado, 2007: 148).

El cuerpo de la mujer migrante centroamericana es un cuerpo sexuado, racializado y


deshumanizado, el cual es un territorio de fácil invasión o "penetración”, un territorio donde
es permitida y naturalizada cualquier tipo de violencia, sobre todo la sexual, y por tal motivo
ese mismo cuerpo es sometido a una inyección anticonceptiva para evitar el embarazo que
puede resultar de una violación sexual en algún punto por los cuales las mujeres transiten.
En el caso de los hombres migrantes, son los sujetos en los que recae mayor peso la
criminalización y por eso la delincuencia se asocia más a menudo con ellos, aunque muchas
veces no sea cierto. Así, Nelson Maldonado define a la colonialidad del ser:

[...] como la violación del sentido de la alteridad humana, hasta el punto donde el alter-ego
queda transformado en un sub-alter. Tal realidad, que acontece con regularidad en
situaciones de guerra, es transformada en un asunto ordinario a través de la idea de raza,
que juega un rol crucial en la naturalización de la no-ética de la guerra a través de prácticas
de colonialismo y esclavitud racial. [...] La colonialidad del ser está, pues, relacionada con la
producción de la línea de color en sus diferentes expresiones y dimensiones. Se hace
concreta en la producción de sujetos liminales, los cuales marcan el límite mismo del ser”
(Maldonado, 2007: 150-151).

96
Volviendo al tema de la migración centroamericana, la colonialidad del ser se relaciona con
el no-reconocimiento jurídico de los derechos humanos y laborales de las personas
migrantes, negando así su existencia tanto en el territorio del ser como en el territorio del no
ser. Las personas en tránsito por México están presentes y se movilizan por espacios
geográficos determinados, pero son invisibles a la luz de la legalidad, una legalidad que los
criminaliza y racializa. La otredad entonces, se presenta como la supuesta transgresión tanto
de un territorio delimitado geopolíticamente como de una territorialidad del yo. Hay una
negación del otro para que un yo pueda ser un yo, sin pensar que el otro también forma
parte de ese yo. Lo que sucede en realidad es que la otredad es como un espejo que le
devuelve a un yo la imagen de un auténtico ser humano, el reflejo no es más que la
"imitación", la otredad del yo.
Sin embargo, la sub-ontologización de la alteridad para el caso de los y las transmigrantes
centroamericanos, no sólo se configura a partir de la noción de raza, sino también, como
propondré en el siguiente apartado, de la no-ciudadanía y el género. Al respecto dice
Maldonado: “Género, casta, raza y sexualidad son, quizás, las cuatro formas de
diferenciación humana que han servido más frecuentemente como medios para transgredir
la primacía de la relación entre yo y el Otro” (Maldonado, 2007: 153).

Como conclusiones parciales para este apartado, puedo señalar que la vulnerabilidad de las
personas transmigrantes depende de su posicionalidad en la escala de la humanidad. Entre
menor sea su posición por debajo de la línea abismal, mayor será también su vulnerabilidad,
la opresión y la violencia. Esa violencia será distinta dependiendo del nivel social o grupo
que la dentende, es decir, las formas de violencia serán diferentes según quienes la
ejecuten: si son civiles, grupos criminales pequeños o redes de crimen organizado, o
miembros de instituciones como el INM y de fuerzas armadas; pero también quién la recibe.

Por lo anterior, cabe decir que en las relaciones de poder implicadas en el transitar de las
personas centroamericanas por México prevalece una ética de la violencia -en vez de una
ética de la alteridad-, que gira en torno a la concepción que se tiene de la ciudadanía: el no
ser ciudadano es un incentivo para “desvalorizar” a los extranjeros indocumentados y por lo
tanto, una justificación que permite violentarlos, generando así una irresponsabilidad con la

97
otredad. Lo que aquí propongo, en concordancia con Lévinas y Nelson Maldonado es que en
realidad debería existir una conciencia del otro como parte de un yo. Se debe apostar por
una relación con los otros a partir de una ética responsable, del acogimiento, de la bondad y
la apertura hacia el otro vulnerable. La identidad debería configurarse sí a partir de la
otredad, pero no ya como un referente ni desde su deshumanización y su despojo del ser,
sino de la relación ética humana que tengo y debo establecer con ese alter.

2.3. Sub-ontologización de las mujeres migrantes centroamericanas a partir de


las nociones de raza, la no-ciudadanía y el género

Es mi intención en este apartado explicar que dentro de las relaciones e interacciones


sociales que hay en la migración centroamericana, puede encontrarse un continuum de
patrones coloniales de dominación que se sustentan en una ética de la violencia insensata,
es decir, comportamientos y prácticas que generan desigualdad, subordinación y violencia
hacia los migrantes centroamericanos, en especial hacia las mujeres. Ese continuum tiene
un vínculo con los comportamientos característicos del yo imperial que se normalizaron en la
época colonial en América Latina, pero que para el caso de la migración centroamericana ya
no sólo tienen su base en un ideal de raza sino también con otras categorías como la
ciudadanía y el género, las cuales se proponen en este trabajo como factores importantes
que fomentan y perpetúan la vulnerabilidad de las mujeres centroamericanas en tránsito por
México, ya que son posicionadas en la escala más baja de la línea de humanidad, lo que
posibilita todo acto de violencia hacia ellas.

Para poder rastrear ese patrón de dominación, es necesario traer a cuenta, de forma breve y
esquemática, algunos aspectos de la vida y la historia en el mundo colonial y su relación con
el mundo europeo u occidental. En este sentido, hay que entender cómo el orden social
establecido (primero en las sociedades colonizadas y paulatinamente en el resto del mundo),
desde la noción de raza, se dio a partir del -mal nombrado- descubrimiento de América,
donde Europa tuvo por primera vez un referente de identidad para autonombrarse como la
sociedad superior, más avanzada y más civilizada.

Sin duda, Europa construyó discursos “coherentes” que sustentaran su pretendida


98
superioridad frente a aquellas poblaciones bárbaras. El primer discurso está relacionado,
precisamente, con el ideal de raza, cuya constitución se dio de acuerdo a la diferencia
biológica del fenotipo que consideraba al color como marcador de esa diferencia
estableciendo que la posición de los colonizadores por encima de los colonizados era de
corte natural y por lo tanto merecían esa posición. Como bien señala Aníbal Quijano: “La
idea de “raza” se refiere a que esas diferencias son parte del desigual nivel de desarrollo
biológico entre los humanos, en una escala que va desde la bestia al europeo. Se trata,
pues, de una diferencia de naturaleza entre los miembros de una misma especie” (Quijano,
1992a, nota a pie de página 759). Consecuentemente, dice también Quijano: “La formación
de relaciones sociales fundadas en dicha idea, produjo en América identidades sociales
históricamente nuevas: indios, negros y mestizos y redefinió otras... raza e identidad racial
fueron establecidas como instrumentos de clasificación social básica de la población”
(Quijano, 2000: 202).

Este nuevo ordenamiento de las sociedades y de las poblaciones se tradujo en jerarquías


marcadas por tonalidades de las pieles donde entre más oscura o negra fuera una persona,
más bajo estaría en esa escala de humanidad. El sistema de castas en la época colonial es
un claro ejemplo de esto.

Este modelo de “clasificación social racista” fue efectivo a la hora de ordenar hasta el más
pequeño rincón del mundo colonial. Sucedió así con las relaciones de producción y de
trabajo, quedando subordinadas la esclavitud, la servidumbre, la pequeña producción
mercantil, etc., a la forma de relación capital-salario (Quijano, 2000: 204). De esta manera, el
trabajo diferenciado a partir de la raza también generó desigualdades entre quienes tenían
derechos de recibir un pago y entre los que no, al respecto dice Quijano: “Las nuevas
identidades históricas producidas sobre la base de la idea de raza, fueron asociadas a la
naturaleza de los roles y lugares en la nueva estructura global de control del trabajo. [...] De
ese modo se impuso una sistemática división racial del trabajo” (Quijano, 2000: 204). Y más
adelante, apunta el mismo autor: “La inferioridad racial de los colonizados implicaba que no
eran dignos del pago de salario. Estaban naturalmente obligados a trabajar en beneficio de
sus amos” (Quijano, 2000: 207-208).

Otro discurso coherente que justificara la posición de superioridad de lo europeo frente a las

99
poblaciones amerindias fueron los debates teológicos sobre la cuestión de si los indios
tenían alma o no, siendo esta uno de los criterios que definían a la condición humana de una
persona. En realidad, lo que se ponía en discusión no era si los indios eran humanos o no
humanos, si no más bien, si debían seguir siendo explotados y esclavizados debido a su
condición de inferioridad. De tal manera, como dice Breny Mendoza:
Confrontados ante las atrocidades cometidas contra los amerindios por los conquistadores
españoles, la Iglesia se vio obligada a crear una noción normativa de “humanidad”
congruente con sus doctrinas teológicas, que pudiera justificar el exterminio de los pueblos
indígenas que se llevaba a cabo. En estos debates se reconocía sólo al “europeo” y al
cristiano como verdaderamente humanos; sirvieron para proveer una vindicación ontológica
a las prácticas colonizadoras (Mendoza, 2014: 262-263).

A pesar de haberles reconocido una supuesta condición de humanidad, los amerindios, las
poblaciones negras y algunos mestizos jamás obtuvieron el mismo estatus ontológico de
humanos como el del hombre blanco europeo, ni mucho menos logró contener las
atrocidades en contra de las personas racializadas, más cuando éstas se oponían al
proyecto civilizatorio de la evangelización, medio por el cual podrían ser reconocidos como
seres humanos. Así lo señala Mendoza:
Los discursos teológico-legales de los “derechos de las gentes”, que aparentemente
pretendían establecer una ética de no violencia en el Nuevo Mundo, no pudieron cambiar
para nada el comportamiento abusivo y de explotación hacia las poblaciones no blancas. El
reconocimiento formal de los “derechos de las gentes” no logró detener el desarrollo de un
ethos social caracterizado por la violencia, la ausencia de la ley y la impunidad por parte de
los colonizadores europeos, y también fue incapaz de ponerle un límite a la vulnerabilidad
física o, como dice Butler (2004), parafraseando a Lévinas, a “la vida precaria o a las
invivibles vidas” de las gentes del Nuevo Mundo (Mendoza: 2014a 266-267).

De esta manera, todo acto de violencia cometido en contra de los amerindios fue perdonado,
incluso aceptado, justificándolo en nombre del “deber cristiano” de civilizar a las poblaciones
atrasadas, porque ese proceso de conversión a la cristiandad era necesario para sacar a
esas gentes de su estado de naturaleza. En palabras de Breny Mendoza:
Matar se volvió el acto “civilizatorio” que prometía redención a aquellos que asesinaban al
servicio de la misión evangelizadora, a la misma vez que exoneraba a los asesinos del
miedo a la prohibición (a Dios) y del temor de convertirse en asesinos. Ligado al objetivo de
conversión que la Iglesia autorizaba, el proyecto de colonización se convertía en una
licencia para matar (Mendoza, 2014a 268-269).

En relación con lo anterior, debido a su posicionalidad “natural” racializada, los amerindios


no sólo fueron desposeídos de sus tierras si no también de sus descubrimientos,

100
conocimientos y de su historia. La cultura de las civilizaciones mesoamericanas fue anulada,
los colonizadores se apropiaron sólo de aquellos elementos que parecían convenientes y
benéficas para la sociedad y cultura europeas. En cambio se implantaron las formas de
crear conocimientos y de (re)producción cultural propias del mundo europeo. Así como fue
cuestionada la humanidad de los amerindios, también se puso en duda su capacidad de
pensamiento, se les condenó a ser “grupos iletrados y condenados a la oralidad”. Los
colonizadores “forzaron a los colonizados a aprender parcialmente la cultura de los
dominadores en todo lo que fuera útil para la reproducción de la dominación, sea en el
campo de la actividad material, tecnológica, como de la subjetiva, especialmente religiosa.
(Quijano, 2000: 209-210).
Todo lo anterior descrito conforman lo que Aníbal Quijano nombró como colonialidad del
poder, la cual:
... se refiere a la experiencia colonial de los pueblos de América después de 1492. Esta
forma de poder constituyó la clasificación y la reclasificación de los habitantes del planeta
de acuerdo con raza y cultura. Instaló una estructura institucional para articular y manejar tal
clasificación (el Estado, universidades, Iglesia, etc.), definió espacios y creó una perspectiva
epistemológica que respondía a la nueva matriz de poder que usualmente entendemos
como eurocentrismo (Quijano 2000, citado en Mendoza, 2014a: 261).

Terminados los procesos de conquista y colonización y conforme se fue desarrollando la


modernidad y el capitalismo, ese patrón de poder eurocéntrico no desapareció y en cambio
dejó secuelas en prácticamente todo los ámbitos del mundo, estableciendo diferencias entre
los europeos y no europeos, o en otras palabras, entre el mundo occidental o norte global y
las “periferias”. Como bien lo señala Quijano:
[…] no obstante que el colonialismo político fue eliminado, la relación entre la cultura
europea, llamada también "occidental", y las otras, sigue siendo una relación de dominación
colonial. No se trata solamente de una subordinación de las otras culturas respecto de la
europea, en una relación exterior. Se trata de una colonización de las otras culturas, aunque
sin duda en diferente intensidad y profundidad según los casos. Consiste, en primer
término, en una colonización del imaginario de los dominados. Es decir, actúa en la
interioridad de ese imaginario. En una medida es parte de el (Quijano, 1992b: 12)

Los acontecimientos históricos de cambio social y político que se dieron sobre todo a partir
del siglo XVIII fueron elementos que contribuyeron a establecer definitivamente al sistema
económico que hoy conocemos como Capitalismo, siendo de gran utilidad la colonia y la
forma de poder que surgió de tal estructura para su desarrollo y para la constitución del
mundo moderno. Sin embargo, ni la modernidad ni el capitalismo, ni mucho menos la
101
conformación de los Estados-nación y la democracia, fueron (ni son) sucesos que se viven
en el mundo poscolonial de igual manera que en el occidente, pues “... desde la experiencia
colonial latinoamericana, la modernidad, el capitalismo, la construcción de la nación y la
democracia se ven vinculados orgánicamente con el colonialismo; es decir, como partes del
mismo movimiento histórico que conlleva la expansión y el dominio de Europa sobre el
sistema mundo moderno/colonial” (Mendoza, 2014a: 262).
Es entonces que en algunas partes de Europa se dan procesos emancipatorios, sobre todo
relacionados con la Revolución francesa y la Ilustración que tenían como finalidad abolir a la
monarquía y el poder de la Iglesia. El ideal que surge de este cambio es el del sujeto
ciudadano, racional, libre, individual y autónomo. Al respecto dice Aníbal Quijano:
Las necesidades del mercado, de individuar a las gentes, de igualarlas hasta el límite de
esas necesidades, fueron en Europa el piso de las luchas sociales y de las conquistas
democráticas que pudieron ser expresadas en la constitución de sociedades nacionales, de
Estados que expresaran esa nacionalización, y en consecuencia de ciudadanía y de
libertades públicas de los individuos (Quijano, 2014: 612).

Sin embargo, algo distinto ocurrió en las geografías del mundo poscolonial definido todavía
por la clasificación racial de la sociedad, con códigos de comportamiento, culturas,
mentalidades (y todos los aspectos de la vida cotidiana) permeados con formas de
colonialidad. De esa manera dice Quijano:
Así, mientras que las luchas contra el Imperio y el Papado redefinían en Europa los
espacios de dominación entre los dominadores locales, y comenzaban en tales espacios los
procesos que en algunos casos llegarían a la formación de Estados-nación, en las regiones
colonizadas también se redefinían los espacios de dominación bajo el control de los
dominadores europeos. Pero mientras allá se destruían Imperios, aquí se instauraban e
imponían otros, Imperios coloniales esta vez, y se bloqueaba, en consecuencia, por varios
siglos, todo proceso de nacionalización de sociedades y Estados (Quijano, 2014: 612).

No es mi interés en este trabajo discutir a profundidad las cuestiones históricas que dieron
origen a la modernidad, el capitalismo, los estados-nación, entre otros, lo que sí quiero
resaltar que estos hechos son experiencias particulares que se dieron en Europa, pero que
aparentan ser universales. Es decir, según la perspectiva cognitiva hegemónica y
eurocéntrica, el mundo, las sociedades, todas las poblaciones y los procesos deben seguir
un curso lineal y teleológico, o sea, deben transitar irremediablemente desde lo antiguo o
tradicional a lo moderno, de lo salvaje y bárbaro a lo civilizado, del feudalismo al capitalismo,
etc. Pero la diferencia es que esos momentos de transformaciones característicos de Europa

102
distan mucho de llevarse a cabo de igual forma en sociedades con antecedentes coloniales.
Así, como dice Breny Mendoza: “En América Latina hoy, los discursos de modernización,
capitalismo y democracia nos recuerdan los discursos del siglo XVI de “los derechos de las
gentes” (Mendoza, 2014: 270). De igual forma esta autora apunta:
[...] la nuestra es una democracia que se hace compatible con proyectos de colonización
desde afuera y con los sistemas locales de colonización interna que siguen y dependen de
los mismos dictados del poder imperial occidental. De ahí que la transición a la democracia
en el subcontinente difícilmente puede verse como emancipadora ni “civilizatoria”, como se
pretende en el discurso de la democracia (neo) liberal (Mendoza, 2014b: 245-246).

Era necesario hacer mención sobre la configuración de los Estados-nación en nuestra


región, porque dentro del discurso de este aparato se encuentra la noción de ciudadanía, de
la cual tampoco voy a hacer una genealogía de tal categoría, sino que revisaré el concepto
como parte de una identidad nacional. En este sentido, quiero reflexionar sobre la
ciudadanía como una categoría excluyente, es decir, que deja fuera a todos aquellos seres
que no forman parte de un territorio delimitado geopolíticamente. De esta forma, veo la
ciudadanía como “un marco legal y social amplio para la adscripción en una comunidad
política determinada. Esta adscripción determina el accesos a derechos, la participación en
la vida política y el reconocimiento de la diferencia cultural o social” (Estévez, 2014: 138).
Así que, en un principio, la ciudadanía sólo era accesible a las personas que tuvieran las
cualidades de hombre, blanco, europeo, propietario, heterosexual, protestante, dejando
fuera a las mujeres, las personas negras, homosexuales, judíos, etc. Para el caso de México
la ciudadanía se construyó a partir de la figura del mestizo, pero tendiente más a la noción
de blanquitud (cercano a las costumbres, conocimientos y cultura europeos) y, por lo tanto,
está más alejado de las identidades indígenas y de afrodescendientes. De esta forma, como
se señala en la siguiente cita:
[...] ciudadano se refiere a un grupo de individuos libres e independientes que gozan de
derechos de participación que compensan y, al mismo tiempo, ocultan las desigualdades
socio-económicas, [mientras que] las relaciones de opresión, pobreza y explotación
restringen el efectivo ejercicio de estos derechos ciudadanos. [...] De manera similar, la
ciudadanía no es simplemente el reconocimiento de los derechos formales sino más bien el
resultado del proceso de una condición política, económica y cultural particular,
históricamente constituida (Chalmers, et al, 1997: 7-8, citados en Rodríguez: 1998).

De lo anterior puede interpretarse que, aunque la noción de ciudadanía tenga como finalidad
homogeneizar a todos los sectores y grupos sociales que existen en una nación, es posible

103
que hayan otras personas o grupos a los cuales no se les puede otorgar tal nombramiento
ya que no son reconocidos ni por el Estado, ni por aquellos sujetos a los que se les asigna la
calidad de ciudadanos. Encontramos entonces que el acceso a la ciudadanía es sólo de un
grupo privilegiado que se posiciona en un lugar hegemónico dentro del Estado-nación,
mientras que los otros grupos o la gente fuera de su jurisdicción son personas discriminadas,
sub-alterizadas. En otros términos, la ciudadanía es una categoría que excluye a las
minorías sociales que no cuadran con los criterios de la misma, estos grupos minoritarios
son:
[...] a los que se les ha asignado una posición subordinada en la sociedad por parte de los
grupos dominantes, sobre la base de marcas socialmente construidas desde el fenotipo
(esto es, la apariencia física o “raza”), los orígenes o la cultura; que tienen cierto grado de
conciencia colectiva (o sentimiento de ser una comunidad), basado en una creencia, un
idioma, tradiciones, religión, historia y experiencias compartidos (Castles y Miller, 2209: 46,
citados en Estévez, 2014: 111).

Según Ariadna Estévez, la ciudadanía tiene un componente importante que la caracteriza: la


membresía, “la cual define quién y qué derechos tiene quien; quién y en qué condiciones
alguien pertenece a una comunidad política; qué miembros participan y a qué niveles; y qué
género, nacionalidad, clase social y etnia cuenta con acceso a las otras dimensiones de la
ciudadanía” (Estévez, 2014: 142).

En los márgenes de los territorios nacionales son las fronteras las que delimitan
geopolíticamente la división entre una nación y otra. Pero también son esas mismas
fronteras las que establecen quiénes forman parte de la población que habita el territorio y
quiénes no. Lo anterior bien se puede expresar con lo siguiente:
[...] las fronteras que separan a quienes son ciudadanos de los que no lo son sirven para
incluir y excluir simultáneamente, aunque el énfasis se ponga en el Estado nación o la
comunidad, o en grupos específicos dentro de éstos. Estas fronteras operan como límites
físicos, o como barreras estructurales y simbólicas menos tangibles. Los patrones de
inclusión/exclusión que crean estas fronteras se encuentran atravesados por el género y la
raza, aunque en formas que reflejan los contextos nacionales, culturales e históricos
específicos (Lister, 2003, citado en Estévez, 2014: 143).

El Estado-nación decide quién entra y quién sale de su territorio, y para esto construye
marcos de legalidad en los cuales se hallan criterios de selectividad para la permisión o
rechazo de los extranjeros. Esos marcos se expresan sobre en todo en las políticas
migratorias que establecen su relación con los no-nacionales y definen los derechos

104
jurídicos, además de qué personas extranjeras pueden acceder a ellos. Es entonces que la
ciudadanía es excluyente con aquellos extranjeros que no cuentan con pasaporte o visa
para permanecer en el país, o sea que, “[...] aun cuando las personas están físicamente
presentes, en términos jurídicos no lo están, ya que su entrada no ha sido registrada”
(Estévez, 2014: 110).
En ese sentido, hay una relación asimétrica entre extranjeros/nacionales y en la forma en
que México ha implementado leyes y medidas en materia migratoria para la aceptación,
asimilación o rechazo de extranjeros en el país. Dicha selectividad asimétrica, para el caso
del marco de legalidad en México, provoca que el migrante indocumentado (sobre todo el
centroamericano) no represente al ciudadano universal, sino todo lo contrario, se convierte
en un transgresor delictivo porque se encuentra en territorio nacional sin consentimiento del
Estado.
Desde que salen de su país de origen, hombres y mujeres migrantes, pierden en primera
instancia, su condición política, económica y cultural de ciudadanía; y en segundo lugar, al
entrar de forma indocumentada en territorio mexicano, no tienen la posibilidad de acceso a
los derechos que los ciudadanos mexicanos pueden “disfrutar”, sobre todo el derecho al libre
tránsito. De esta forma y retomando el modelo de las zonas del ser y del no ser retomado
por Grosfoguel, la sub-ontologización, entendida como un espacio de no existencia donde
las otredades carecen de un estatus ontológico como el que define al “yo”, posiciona a las
personas no-ciudadanas en la zona del no ser.
Los migrantes centroamericanos son inferiorizados porque no son reconocidos como sujetos
jurídicos. De igual manera, la construcción legal y social de la no-ciudadanía tiene en el
fondo un criterio de negación ontológica; es decir, los y las migrantes en tránsito por México
no son ciudadanos, por lo tanto no existen. Es por eso que esa condición los ubica en la
zona del no ser por debajo de la línea vertical de lo humano por el simple hecho de no contar
con algún documento que permita su tránsito por el país.
Al respecto señala Ariadna Estévez: “Ese espacio de no existencia sólo divide oficialmente a
los que tienen personalidad jurídica de los que no, pues en la vida cotidiana es difícil
distinguir a los migrantes documentados de los indocumentados” (Estévez, 2014: 111).
Esto explicaría por qué el Estado mexicano pretender no tener la obligación de garantizar su
seguridad y sus derechos humanos a las personas “ilegales” que transitan por el país, a

105
pesar de que estos derechos, supuestamente, son universales. En otras palabras, “Si un
migrante es en sí mismo 'ilegal', no puede haber actos 'ilegales' en su contra, y se ve
imposibilitado para denunciar violaciones o exigir los derechos que, de ser otorgados,
tendrían como consecuencia una renta menor a la obtenida por el empleador” (Estévez,
2014: 113).

Hay ejemplos bien claros que expresan lo que anteriormente he descrito y que, además, dan
muestra del racismo institucional y de la xenofobia que operan para definir el perfil criminal
de una persona migrante, sobre todo si es centroamericana. Tal es el caso de las
declaraciones que Patricia Peña, diputada federal del PRI por Coatzacoalcos, hizo en marzo
de 2015, tales como “Los migrantes son un peligro para la ciudadanía ya que a donde llegan
ejercen la prostitución, se mataban allí”, y como la siguiente: “no tienen dinero y por eso
andan allí asaltando a la gente” 42. Estas aseveraciones son muestra de cómo se significa la
figura del sujeto migrante desde su “ilegalidad”. Sus palabras cargadas de prejuicios raciales
y xenófobos que criminalizan a los y las migrantes sirven para justificar que el estado
mexicano no tiene obligación con las personas que están en tránsito. Así lo expresó la
diputada:
Por eso, para regresar la calma, lo primero que hicimos fue cerrar una casa en donde ellos
recibían ayuda de otros lados... queremos que estén circulando, que no se queden ni en el
municipio (Coatzacoalcos), ni en el estado ni en el país... se respetan sus garantías, no los
maltratamos, se les respeta que van de paso, se les atiende, pero que circulen, no se
permite que se queden ni un día ni otro, que estén avanzando... no es nuestra
responsabilidad las personas que vienen de otros lugares, la responsabilidad la tenemos
con los ciudadanos que nos dieron la confianza, esa es nuestra obligación 43.

De igual forma, es bien sabido que miembros de instituciones encargadas de la seguridad


pública y/o de asuntos migratorios realizan actos de discriminación racial contra personas
migrantes, sobre todo al momento de hacer los retenes: “La mayoría de las detenciones
que realiza el INM se llevan a cabo en las carreteras” 44, dice un artículo de La Jornada.
En el mismo, se explica el método que los agentes de migración utilizan para detectar a

42
Disponible en http://plumaslibres.com.mx/2015/03/23/diputada-priista-califica-de-asaltantes-y-matones-a-
migrantes/, fecha de consulta: 1 de abril de 2016.
43 Ibídem
44
Sánchez, Arturo. “El INM usa criterios inconstitucionales al detener migrantes en carreteras”. Periódico La
Jornada, Domingo 6 de marzo de 2016, p. 13. Disponible en:
http://www.jornada.unam.mx/2016/03/06/politica/013n1pol, fecha de consulta: 1° de abril de 2016

106
migrantes indocumentados:
El personal del IMUMI [Instituto para las Mujeres en la Migración] observó que los agentes
migratorios pueden detener autobuses, automóviles, camionetas u otros transportes en
retenes fijos o en operaciones móviles. Las autoridades migratorias suben a los vehículos y
“detectan”, empleando criterios discriminatorios y racistas, a los migrantes extranjeros
indocumentados.
El IMUMI señala que los agentes del INM han desarrollado un sistema para “detectar” a los
migrantes irregulares: suben a los autobuses y miran a la gente, buscan al que desvía la
mirada, al que le tiembla la garganta, al que “huele a migrante”, es decir, a sudor. Pero si la
persona observada sostiene la mirada, quizá sea salvadoreño, porque son más “retadores”.
Y una técnica que suelen emplear es preguntarles si traen una campera para protegerse del
frío, que es una palabra que usan en Centroamérica para decir chamarra (La Jornada,
domingo 6 de marzo de 2016)45.

Estos comportamientos racistas por parte del INM también se aplican a ciudadanos
mexicanos, a quienes se les exige alguna documentación que acredite su nacionalidad si
es que esa persona parece migrante. No obstante, tal situación no debería de existir,
pues como se dice en la misma nota:

El artículo 11 de la Carta Magna, argumenta, dice que las personas de nacionalidad


mexicana no tienen ninguna obligación de cargar una identificación, que tienen derecho a
circular por todo el país; el artículo 16 indica que las autoridades migratorias no tienen
facultades para revisar a la población mexicana fuera de los puntos de internación
internacional; tampoco pueden determinar si un documento de identidad de un mexicano es
real o no (La Jornada, domingo 6 de marzo de 2016)46.

Sin embargo, esto sólo es la parte menos intensa de las situaciones de riesgo que las
personas migrantes tienen que pasar cuando se encuentran transitando por México, pues
bien lo dice Ariadna Estévez: “Como carecen de protección de la ley y viven con el constante
temor de ser deportados, los migrantes indocumentados fácilmente se vuelven mercancías
en la economía delincuencial... no hay costo social o judicial alguno por desaparecer, matar
o lucrar con los migrantes” (Estévez, 2014: 134). Así pues, los riesgos de violencia más
comunes son los asaltos, secuestros, extorsiones, violaciones sexuales, trata y tráfico de
personas (sobre todo niñas y mujeres), entre otros.

En cuanto a los asaltos, según se explica en la crónica del periodista salvadoreño Óscar
Martínez, Los migrantes que no importan, estos se dan regularmente entre el recorrido de
Tapachula-Arriaga, en Chiapas sobre todo en la zona conocida como La Arrocera, aunque

45 Ibídem
46
Ibídem

107
no se descarta que en otros lugares del país también se lleven a cabo. Los principales
asaltantes son jornaleros que trabajan en los ranchos y bandas pequeñas, personas que se
dieron cuenta que por esos rumbos los migrantes pasan constantemente: “si ocupan estas
sendas para evitar a las autoridades, quiere decir que nunca se les ocurriría buscarlas ni
siquiera para denunciar un asalto, una violación, un asesinato” (Martínez, 2012: 42).
Narra también el autor cómo los intentos de las autoridades chiapanecas por restablecer el
orden han sido fallidos y sólo se reducen a patrullajes intermitentes por las zonas donde
ocurren los asaltos, pero cuando esto sucede, los criminales se esconden entre los montes,
lejos de los lugares donde las autoridades hacen sus recorridos.
Así lo describió el periodista cuando habla de la caminata que emprendió junto con tres
migrantes y tres policías rumbo a La Arrocera, para bordear la primera caseta migratoria que
se encuentra en la localidad de El Hueyate, en el municipio de Huixtla. Según cuenta Óscar
Martínez, al poco tiempo de estar caminando un agente le hizo saber que hasta ahí -cerca
de una parcela de plataneros- llegaba su ronda diaria:
Hemos caminado apenas media hora, y hasta aquí llegan. Luego suelen regresar por el otro
lado de la carretera, lo que llaman La Arrocera alta, cerros que se levantan de la planicie
que ahora pisamos, al otro lado. Pero hasta aquí es una mínima fracción del camino del
indocumentado. Hasta aquí es apenas el comienzo, la primera caseta, el primer punto
caliente.
Este cruce lo conocen como La Cuña, una callejuela que sale a la carretera, adelante de El
Hueyate. Un árbol de mango donde violan, una terracería donde algunos coyotes de Huixtla
entran a dejar migrantes a asaltantes con los que están de acuerdo (Martínez, 2012: 49).

Cuando se da el caso de que las autoridades logran capturar a algún sospechoso del acto o
a algún partícipe, muy pocas veces llegan a la cárcel, porque los denunciantes, que
generalmente son migrantes, no se quedan a seguir con el procedimiento de la denuncia,
por temor a ser deportados o porque tienen que continuar con su camino. Tal es el caso de
dos hondureños que denunciaron a un viejo ranchero de nombre Liévano, tras haberles
dicho que siguieran el camino hacia El Basurero, conocido también por ser un lugar de
asaltos y violaciones. Dicho hombre era quien “se encargaba de desviar a los migrantes en
el crucero Durango y mandarlos directo al asalto” escribe Óscar Martínez. Sin embargo,
como los dos hondureños decidieron partir del albergue donde estaban, el viejo Liévano
salió libre mientras que los sujetos que los asaltaron continuaron libres (Martínez, 2012: 43-
44).

108
De igual forma, en una entrevista que el mismo periodista hace a un asaltante detenido
llamado El Calambres47, se vislumbra un poco la lógica de los asaltos:
-Sí yo conozco lo que pasa en La Arrocera. Yo vivía en un rancho por ahí. Sí, ahí asaltan los
que andan ahí siempre chingando -inició.
-¿Quiénes andan chingando?
-Gente que vive o trabaja ahí. Yo he visto bandas organizadas. Ahorita anda una banda, una
que viene desde Tapachula a hacer sus cosas ahí. El Chino es el que se ha venido de allá
abajo, y el Harry es el otro jefe, y ya hace tiempo que operan por ahí. Es su trabajo andar
cazando indocumentados.
-¿Y por qué sólo asaltan a los indocumentados?
-Porque saben que esas personas van de paso, no causan daño; en cambio, si asaltan a
alguien de aquí, saben que es un problema, te metes en un problema. Los otros van de
paso.
-Pero no entiendo, ¿cuánto puede sacar alguien asaltando migrantes?
-Depende de lo que lleva la gente, pero hay desde los que llevan diez pesos hasta los que
llevan 5 mil y 8 mil pesos. Es que no sólo aquí los chingan, los vienen chingando desde allá
abajo, así que algunos ya llegan sin dinero -responde.
-¿Y cómo es el negocio? ¿Si yo quiero agarro mi machete y empiezo a asaltar?
-Nooo, ahí mandan las bandas del lugar, ellos se reparten los lugares, y sólo ellos pueden
operar. Si te metes, te sacan a balazos.
-Si uno se opone, ¿no se tientan para dispararle?
-¡Uuuh! No, no, pues, por eso los matan, porque se oponen.
-Habrá muchos muertos ahí que nadie ha encontrado, ¿verdad?
-¡Uuuh! Un chingazal (Martínez, 2012: 50-52).

En esa misma narración de la entrevista también se dice que las bandas tienen una lógica
de escape ante la justicia, que consiste en que los mismos lugareños de esas localidades les
dan aviso a los asaltantes cuando se llevan a cabo los patrullajes. Los criminales se
esconden hasta que las cosas se calman y vuelven a delinquir. Esas bandas “tienen bien
vigilada a la ley” y si los llegasen a encontrar, se enfrentan a tiroteos (Martínez, 2012: 52).

Otro de los riesgos de violencia más usuales que los migrantes se encuentran en el camino,
son los secuestros. Se dice que quienes realizan estos actos son miembros de los cárteles
de droga, en especial el de Los zetas, quienes desde el 2007 desplazaron a los mareros que
estaban en México, y que se dedicaban también a los asaltos y secuestros de
centroamericanos. Los secuestros se llevan a cabo por medio de redes organizadas que
involucran a muchos cómplices, principalmente en la ruta de la costa del Golfo.
Antes de abordar el tren en la estación que se encuentra en Tenosique, Tabasco, las
personas migrantes deben pagar una cuota para poder subir a los vagones. Desde que el

47 Martínez, Óscar. (2012). Los migrantes que no importan. pp. 50-52.

109
tren sale de la estación los y las centroamericanos(as) que van en “La Bestia” (como se le
conoce al tren donde viajan) serán asaltados en algunos puntos calientes hasta llegar a
Tierra Blanca y Coatzacoalcos en Veracruz. Mientras el tren avanza, migrantes y personas
que se hacen pasar por migrantes (asaltantes y polleros) abordan el tren. De vagón en
vagón, con sus armas, los asaltantes van despojando de sus pertenencias a los migrantes, y
a las mujeres se las llevan. Si alguien no quiere “colaborar” lo matan disparándole o lo tiran
del vagón. Según los testimonios, esos sujetos son los zetas (o al menos trabajan para
ellos). Coatzacoalcos y Tierra Blanca en Veracruz, Reynosa en Tamaulipas, son los lugares
más comunes de secuestros. La cantidad aproximada para soltar a los rehenes oscila entre
los 300 y 1, 500 dólares (Martínez, 2012: 102-104).
Los polleros tampoco se salvan de esta red criminal que acapara todo, según narra Oscar
Martínez, porque a ellos también se les imponte una cuota (aproximadamente 10 mil dólares
al mes) que deben pagar para poder usar la ruta migratoria y trasladar a sus “pollos”, la
cuota es pagada mensualmente por el jefe de los polleros, quien debe dar aviso de que va
en camino uno de sus súbditos con “x” cantidad de migrantes. El susodicho debe reportarse
constantemente y si no lo hace, es interceptado por los grupos criminales. Para esto, Los
Zetas tienen gente que anda vigilando quién pasa por su ruta migratoria, y si hay alguien
sospechoso tienen el deber de dar aviso al alto mando. Los secuestros -según una
entrevista que hace Martínez a un ex-pollero llamado Ismael (nombre ficticio)- empezaron
como un acto en contra de los polleros: “Les quitaban a sus pollos y, ya que los tenían,
pedían rescate a sus familiares en Estados Unidos por medio de un depósito rápido en
Western Union u otra empresa de esas. Y luego se hizo costumbre y empezaron a agarrar a
migrantes que vienen solos” (Martínez, 2014: 107) 48.
En las redes del crimen organizado, muy poco se sabe de quién o quiénes están el mando.
Se conoce el nombre o el seudónimo, pero pocas personas o ninguna saben cómo son. Son
los más temidos y son quienes controlan todo "desde arriba". Son, como dice Canetti (1981),
aquellos que pueden tocar al otro pero no dejan que nadie los toque y para ello es necesario
establecer distancias, barreras o murallas, hacerse de un “prestigio” (y conservarlo) a través

48 Para conocer la crónica completa sobre este tema, consultar el apartado de “Los migrantes que no
importan” del libro ya citado de Óscar Martínez. También disponible en:
http://archivo.elfaro.net/secciones/migracion/default.php?nota=noticias001, fecha de consulta: 5 de abril de
2016

110
del terror, del crimen, de la violencia, del acto del "asir". Para esto deben valerse de
"intermediarios", de vigilantes, de gente que haga el trabajo sucio, sus “murallas” y sus
guardias. Como bien lo expresa Elías Canetti, en su discurso sobre el poder:

Todo espacio libre que crea el poderoso en su torno, sirve a esta segunda tendencia. Todo
poderoso, aun el más pequeño, busca evitar que se le aproximen demasiado. [...] El
poderoso [...] goza de la mayor, de la más nítida de las distancias [...] El acceso a él se
hace dificultoso; se construyen en su torno palacios cada vez con más salones. Cada portal,
cada puerta está bajo estricta vigilancia; es imposible entrar contra su voluntad. Él, desde
su distante seguridad, puede hacer agarrar a cualquiera, dondequiera que se halle (Canetti,
1981: 113-114)

Cada vez se recluta a muchos más cómplices para colaborar en el acto del secuestro:
mexicanos, centroamericanos, jóvenes, polleros, policías, civiles. Todo ese conjunto son las
murallas del poderoso, son sus guardias, la punta del iceberg, los eslabones relativamente
visibles de toda la red criminal bien organizada. Quienes se encargan de llevar a cabo tal
práctica realizan la siguiente rutina: infunden terror por medio de torturas, muelen a golpes,
mutilan alguna extremidad, quiebran huesos, violan a las mujeres, o las amenazan de ello,
para obtener un número telefónico y pedir el rescate. Las manos humanas son las
encargadas principales de ejecutar el acto de agarrar al otro, pero para someter a los y las
migrantes no basta con eso, sino de artefactos que ayuden a inocular el terror en sus
víctimas: Las armas, "blancas" y/o de fuego, como se señala desde la fisiología del poder de
Canetti (1981: 128-130), son una extensión del brazo y de las manos humanas, pues tienen
como finalidad el acto del "asir" (agarrar) tan fuerte como se pueda para amenazar, herir,
torturar incluso hasta matar a aquel o aquella que, dentro de marcos de significación, es
inferior al ego conquiro49. Serán pocos los que se resistan o aguanten a tales prácticas para
no ceder a la exigencia. Los que verdaderamente no tengan a quién acudir, es muy probable
que jamás logren llegar a su destino.

En el libro de Masa y Poder de Elías Canetti puede leerse lo siguiente:

Quien quiere enseñorearse de los hombres busca rebajarlos; privarlos arteramente de su


resistencia y sus derechos hasta que estén impotentes ante él, como animales. Como
animales, los utiliza; aunque no lo diga, siempre tiene dentro de sí muy claro lo poco que
representan para él [...] Le es indiferente lo que de ellos quede. Cuanto peor los haya
tratado tanto más los desprecia. Cuando ya no sirven para nada, se libera de ellos en

49
Sobre el tema del ego conquiro revisar las páginas 92-96 de este trabajo.

111
secreto, como excrementos, y se encarga de que no apesten el aire de su casa (Canetti,
1981: 118).

Y entonces los cuerpos de las personas asesinadas después de un secuestro, un asalto y/o
violación sexual, de repente saldrán a flote cada que se descubra una fosa común
clandestina como la de los 72 migrantes en Tamaulipas, como la que está a lo largo y ancho
del estado de Veracruz, como las que seguramente se encuentran en La Arrocera y El
Basurero en Chiapas. Irónico es que haya gente que sepa dónde están esos cuerpos,
irónico es que todos sabemos que existen fosas comunes, pero no a todos les importa,
nadie dice o "no sabe" nada.

Aquí hablé de cómo las y los migrantes de Centroamérica son deshumanizadas(os) desde
una visión ontológica, porque no existen aún cuando estén presentes. Pero esa no-
existencia se convierte en real, efectiva, cuando se traduce en muerte y en desaparición de
los cuerpos despojados de su humanidad y de la vida. Al respecto dice Rodolfo Casillas:
Los secuestros implican todo un ritual, con mayor relevancia de la violencia y una mejor
coordinación y división de los participantes. Hay una racionalidad para realizar el traslado;
para someter a presión al secuestrado para que revele los datos de su familia; para que se
conduzca con docilidad durante el secuestro; para que, al ser liberado, rescatado o se haya
fugado “olvide” el rostro de sus victimarios, “olvide” lo que presenció, lo que escuchó, lo que
realizó. [...] La memoria del agresor, que permite la reproducción de la práctica, va de la
mano del olvido del agredido (Casillas, 2011: 159).

Uno de los acontecimientos que demostró la gravedad de la violencia hacia migrantes fue
cuando en agosto del 2010 se dio a conocer el hallazgo de 72 cuerpos masacrados, en su
mayoría de migrantes centroamericanos, en el municipio de San Fernando, Tamaulipas. En
un documento intitulado Las personas migrantes como grupo vulnerable de ejecuciones
extrajudiciales (2013), se comenta lo siguiente:
A pesar de que hubo víctimas sobrevivientes y otras pruebas para detectar el modus
operandi de los grupos criminales, el gobierno mexicano no logró prevenir la repetición de
los hechos; ocho meses después, fueron encontradas en el mismo municipio 47 fosas
clandestinas con 193 restos de personas. Tanto el gobierno federal como el local, evadieron
su responsabilidad (COFAMIDE/COFAMIPRO, 2013: 6-7).

Es así como se confirma una y otra vez que la vulnerabilidad, por su condición de no-
ciudadanía de las y los migrantes en su tránsito por México, se traduce en actos de violencia
que los deshumaniza, siendo la construcción social de la ilegalidad la principal fuente de
impunidad que deja sin castigo a los violadores de los derechos humanos de estas

112
personas. Sin embargo, habrá que cuestionarse hasta qué punto los derechos humanos, en
su pretendida idea de universalidad, son un estandarte “real” para tener una vida digna libre
de violencia al que pueden acceder todas las personas del mundo independientemente de
su identidad, condición de género, de clase o raza, de su origen y lengua, de su orientación
sexual, política o religiosa, e inclusive de su situación migratoria, pues el modelo falla
cuando vemos que esos derechos no son respetados cuando se es migrante
indocumentado, porque ¿cómo se le va a garantizar derechos humanos a alguien que ni
siquiera es considerado(a) un ser humano?, ¿Podemos pensar que los derechos humanos
son un artefacto más que generan desigualdad entre los que sí son reconocidos como
verdaderos humanos y los que no? Para responder a esto, traigo a cuenta lo siguiente:
Lo que estamos empleando como criterio no es un universalismo global sino un
universalismo europeo, un conjunto de doctrinas y perspectivas éticas que se desprenden
de un contexto europeo y aspiran a ser — o a ser presentadas como — valores universales
globales, lo que muchos de sus defensores llaman derecho natural. Esto justifica
simultáneamente la defensa de los derechos humanos de los supuestos inocentes y la
explotación material perpetrada por los poderosos. Es una doctrina moralmente ambigua.
Ataca los crímenes de algunos y pasa por alto los de otros, a un empleando los criterios de
lo que afirma es ley natural (Wallerstein, 2007: 44-45).

La fragilidad del supuesto universalismo de los derechos humanos sale a relucir cuando se
comenten crímenes en contra de aquellas personas que su humanidad es relegada por su
condición identitaria. En este sentido, hay cánones, como la misma ciudadanía, que ni
siquiera funcionan como resguardo de la seguridad, la vida y dignidad humanas ante la
violencia. Los asesinatos y desapariciones de cientos de mujeres, de algunos periodistas, de
estudiantes, así como la represión de las movilizaciones sociales y acciones colectivas en
México, evidencian que los derechos humanos están en razón de quien tiene poder. Y lo que
sucede en realidad es que todos estos grupos “incomodan” ciertos intereses, ya sean
nacionales o internacionales. Y la táctica ante esas incómodas otredades es bien precisa:
quienes se sienten amenazados considerarán que tienen el derecho de injerir en asuntos
que les convengan para poder salvaguardarse sus demás derechos, valiéndose de
discursos coherentes que consisten en criminalizar y dotar de culpabilidad a los
transgresores para excusar que no merecen justicia, pues se piensa que cualquier cosa
mala que les llegue a pasar es el castigo que les toca por invadir territorialidades, en
especial la de la zona del ser.

113
Como bien dice Wallerstein:
La intervención es, en la práctica, un derecho que se apropian los poderosos. Pero es un
derecho difícil de legitimar y por ello está siempre sujeto a desafíos políticos y morales. Los
interventores, cuando se los desafía, recurren siempre a la justificación moral: el derecho
natural y el cristianismo en el siglo XVI, la misión civilizadora en el siglo XIX y los derechos
humanos y la democracia a fines del siglo XX y principios del XXI (Wallerstein, 2007: 44).

Algo así ocurre con los migrantes indocumentados y las políticas migratorias en México.
Sabemos que Estados Unidos tiene bastante injerencia por el hecho de que las personas
migrantes que vienen del sur e intentan llegar al norte son una “amenaza” para la seguridad
nacional de ese país. Es por eso que, como bien ya lo expliqué en el apartado 1.2.5 de este
trabajo, Estados Unidos no se conforma con tener un muro que cubre dos tercios de la franja
fronteriza que tiene con México, ni con poseer tecnología avanzada y realizar constantes
patrullajes en la zona, sino también con expandir esa frontera cada vez más hacia el sur.

De entre las personas migrantes centroamericanas en tránsito por México, las mujeres son
las más vulnerables, porque a las condiciones de raza y de no-ciudadanía, se le suma
también la del género. Estas mujeres migrantes centroamericanas tienen un lugar
subordinado frente a los hombres y no sólo frente a sus connacionales, sino también frente a
los propios ciudadanos mexicanos. Para explicar las dinámicas de desigualdad social y
violencia, primero hay que entender que el género es un concepto considerado por ciertas
teóricas feministas como una forma no sólo de clasificar a los seres humanos en dos
grandes grupos (hombres y mujeres), sino que también, de acuerdo al peso cultural y
simbólico que cada sociedad -sobre todo las de tipo patriarcal- le asigna al cuerpo sexuado.
El género también es un modelo que genera relaciones sociales asimétricas con marcos de
significación que le dan entendimiento a la diferencia anatómica, siendo así que, todo lo que
se relacione con comportamientos masculinos será socialmente más valorado que todo
aquello que tenga cualidades femeninas 50. Entonces, el género puede definirse de la
siguiente manera:
(...) se refiere al conjunto de prácticas, creencias, representaciones y prescripciones
sociales que surgen entre los integrantes de un grupo humano en función de una
simbolización de la diferencia anatómica entre hombres y mujeres. (...) El género produce
un imaginario social con una eficacia simbólica contundente y, al dar lugar a concepciones

50 Serret, Estela (2008). ¿Qué es y para qué es la perspectiva de género?, pp. 49-51.

114
sociales y culturales sobre la masculinidad y feminidad, es usado para justificar la
discriminación por sexo (sexismo) y por prácticas sexuales (homofobia) (Lamas, 2000: 3-4).

Según Marta Lamas (2002), independientemente de las sociedades, los seres humanos nos
enfrentamos al hecho básico de la diferencia de los cuerpos, principalmente visible en los
genitales, pero lo que entre en juego es que cada cultura interpreta esa diferencia (al otro o a
la otra) de tal manera que le dé sentido y coherencia a la vida cotidiana. Por eso dice que
nuestra percepción y nuestra conciencia son “filtradas” por la cultura que habitamos (Lamas,
2002). De igual manera, el género nos estructura social y psíquicamente de tal forma que
moldea todos los aspectos de nuestra vida, así como el ámbito político, religioso, cultural,
económico, etc. Así lo expresa Marta Lamas con lo siguiente:
El género es el conjunto de ideas sobre la diferencia sexual que atribuye características
“femeninas” y “masculinas” a cada sexo, a sus actividades y conductas, y a las esferas de la
vida. Esta simbolización cultural de la diferencia anatómica toma forma en un conjunto de
prácticas, ideas, discursos y representaciones sociales que dan atribuciones a la conducta
objetiva y subjetiva de las personas en función de su sexo. Así, mediante el proceso de
constitución del género, la sociedad fabrica las ideas de lo que deben ser los hombres y las
mujeres, de lo que es “propio” de cada sexo (Lamas, 2002: 57-58)

Esto quiere decir que el género no es una condición dada por “naturaleza”, sino que a partir
de las características sexuales de los cuerpos, se les asignará el nombramiento de mujer a
todas aquellas personas que porten rasgos “femeninos” en el cuerpo, y viceversa, a todos
los cuerpos que tengan características “masculinas”, serán denominados como hombres.
De igual modo, estos dos estereotipos están atravesados por relaciones de oposición y de
dominación-subordinación, que se han socializado en el imaginario colectivo de las
sociedades patriarcales. En palabras de Marta Lamas: “el género nos hace ocupar cierto
lugar en la sociedad en la que nacemos” (Lamas, 2002: 56).
Desde la perspectiva de Pierre Bourdieu (1996), las personas aprenden habitus51 femeninos
o masculinos de acuerdo a sus diferencias anatómicas, así como también aprenden la
división sexual, quedando las mujeres subordinadas a la dominación masculina. De esta

51 Los habitus son un “conjunto de relaciones históricas “depositadas” en los cuerpos individuales en forma de
esquemas mentales y corporales de percepción, apreciación y acción. La cultura, el lenguaje, la crianza,
inculcan en las personas ciertas normas y valores profundamente tácitos, dados por “naturales”. El habitus
reproduce estas disposiciones estructuradas de manera no consciente, regulando y armonizando las
acciones. Así el habitus se convierte en un mecanismo de retransmisión por el que las estructuras mentales
de las personas toman forma (se encarnan) en la actividad de la sociedad” (Bourdieu, 1996: 87, citado en
Lamas, 2000: 12)

115
forma, según este autor: “Mujeres y hombres no son un reflejo de la realidad “natural”, sino
que son el resultado de una producción histórica y cultural, basada en el proceso de
simbolización; y como “productores culturales” desarrollan un sistema de referencias
comunes” (Bourdieu, 1997 citado en Lamas, 2000: 4).
Esta dominación masculina no necesita justificación, pues ha quedado legitimada a partir de
prácticas cotidianas que consideran a un hecho biológico como algo normal, porque “se
impone a sí mismo como autoevidente y es tomado como “natural” gracias al acuerdo “casi
perfecto e inmediato” que obtiene, por un lado, de estructuras sociales como la organización
social de espacio y tiempo y la división sexual del trabajo y, por otro, de las estructuras
cognoscitivas inscritas en los cuerpos y en las mentes” (Lamas, 2002: 59).
En este sentido, Bourdieu destaca que este sistema de dominación es sumamente eficaz por
esa misma introyección del género en la psique, en los imaginarios y en las conductas de las
personas, lo cual hace casi imposible detectar en qué aspectos de la vida social se dan
opresiones de género, ya que según este autor, existe un mecanismo de violencia simbólica
que, de manera inconsciente, hace que, tanto opresores como oprimidos, no cuestionen su
posición otorgada por su condición de género, generalmente privilegiada para los varones y
subordinada para las mujeres. Por último, el “objeto” de esta dominación masculina se da a
partir de lo que Bourdieu llama contrainte par corps (el constreñimiento del cuerpo). Como lo
expresa Lamas:
[...] un constreñimiento efectuado mediante el cuerpo. [...] El cuerpo experimenta, en el
sentido fenomenológico, distintas sensaciones, placeres, olores, y la sociedad le impone
acuerdos y prácticas psicolegales y coercitivas. Todo lo social es vivenciado por el cuerpo.
Es más, para Bourdieu, la socialización tiende a efectuar una “somatización progresiva de
las relaciones de dominación de género” (Lamas, 2002: 12).

En la dominación masculina, la violencia, sobre todo la sexual, son mecanismos empleados


para sostenerse a sí misma y para mantener en su posición histórica y socialmente
subordinada de las mujeres respecto de los hombres. Esto no sería posible sin la existencia
de “marcos de apreciación y acción” que condicionen conductas de abuso y opresión de
ciertos grupos sobre otros. Es decir, “los grupos que sostienen un cierto ethos colectivo
apelan a diversos modos de violencia para reforzar la (aparente) normalidad de sus normas.
Estas normas rigen el entretejido social y los modos en que, directa o indirectamente, ciertos
individuos se benefician de ellas” (Femenías, 2010: 15).

116
El medio para mantener la posición superior de los varones por encima de las mujeres (o de
los cuerpos feminizados) es a través de la “invasión” o “penetración” de su cuerpo, porque
es este cuerpo el que está cargado de imaginarios que, de acuerdo a ciertos criterios de
feminidad, lo reducen a un objeto de deseo destinado sólo a la complacencia (sexual). Dice
María Luisa Femenías: “El fin (o fines) de quienes actúan bajo un ethos anacrónico [...] es la
defensa, conservación y refuerzo de una estructura de sociedad sexista y patriarcal
(Femenías, 2010: 17).

Desde la perspectiva de Rita Segato (2003), la violación sexual no es un acto meramente


individual, aunque en la práctica sea un sujeto el que lo lleva a cabo. Esta autora señala que
la violación es una práctica que está condicionada socialmente. Según los resultados de las
entrevistas que realizó a violadores presos, Segato pudo construir una especie de tipología
sobre las razones que motivan al atacante violar a una mujer: La primera es que el acto de la
violación se realiza como una forma de castigo o venganza contra aquellas mujeres que
rompe los esquemas implantados por el género y se “sale” de su lugar subordinado. Así, las
mujeres “transgresoras” de su estatus tradicionalmente impuesto son para la cultura sexista
una amenaza que pone en entredicho su superioridad. Sobre esto dice Segato: “la violación
se percibe como un acto disciplinador y vengador contra una mujer genéricamente
abordada. El mandato de castigarla y sacarle su vitalidad se siente como una conminación
fuerte e ineludible. Por eso la violación es además un castigo y el violador, en su
concepción, un moralizador” (Segato, 2003: 31). La segunda es que se efectúa como
agresión o afrenta “contra otro hombre también genérico, cuyo poder es desafiado y su
patrimonio usurpado mediante la apropiación de un cuerpo femenino o en un movimiento de
restauración de un poder perdido para él” (Segato, 2003: 32). Y la última se refiere a la
violación como una forma de demostrar fuerza y virilidad ante su grupo de pertenencia con la
finalidad de preservar su lugar dentro de esa comunidad.

El abuso sexual contra una mujer es la prueba suficiente para dar a entender que él merece
estar donde está: “Se trata más de la exhibición de la sexualidad como capacidad viril y
violenta que de la búsqueda de placer sexual” (Segato, 2003: 33).

Sobre lo último, la autora resalta que a pasar de que el acto de la violación es algo que se
ejecuta en el anonimato y en solitario, el violador en su imaginario, en su horizonte mental se

117
encuentra “acompañado” por aquellos congéneres que, si bien pueden o no estar ausentes
físicamente, su comportamiento esta guiado por la expectativa de su rol masculino
dominante. Así pues, dice Segato: “los otros, dentro de su conciencia [del violador], hablan a
veces más alto que su razón propiamente subjetiva” Segato, 2003: 36).

El carácter social de la violación sexual es que el atacante debe cumplir con lo que Rita
Segato ha nombrado mandato de violación, es decir, sea por castigo, por afrenta con otro
hombre o por demostrar fuerza y virilidad, el que viola debe defender y mantener su estatus
de hombría y masculinidad cueste lo que cueste. Para expresar esto, Rita Segato menciona
que: “En rigor de verdad, no se trata de que el hombre puede violar, sino de una inversión
de esta hipótesis: debe violar, si no por las vías del hecho, sí al menos de manera alegórica,
metafórica o en la fantasía” (Segato, 2003: 38). De igual forma, más adelante vuelve a
argumentar:
Y el mandato expresa el precepto social de que ese hombre debe ser capaz de demostrar
su virilidad, en cuanto compuesto indiscernible de masculinidad y subjetividad, mediante la
exacción de la dádiva de lo femenino. En otras palabras, el sujeto no viola porque tiene
poder o para demostrar que lo tiene, sino porque debe obtenerlo (Segato, 2003: 39-40).

A lo anterior, Segato añade que el acto de la violación es una práctica que muy difícilmente
pueda extinguirse, porque es la fuente máxima de poder y dominación del sistema patriarcal,
porque “lo que se obtuvo por conquista está destinado a ser reconquistado diariamente”
(Segato, 2003: 258). De igual forma, la falta de castigo hacia los culpables reside en la
complicidad que hay entre atacantes y sus congéneres, imponiéndose así la necedad de
perpetuar el orden social masculino dominante a costa del sometimiento de los cuerpos de
las mujeres por medio de actos de violencia. Como bien señala Segato:
Los miembros de estas fraternidades sellan su pacto de silencio y lealtad cuando, en
comunión nefasta, manchan sus manos con la sangre de las mujeres mediante su muerte
atroz, en verdaderos rituales donde la víctima sacrificial es colocada en esa posición por
ninguna otra razón más que la marca de su anatomía femenina -índice último de
subalternidad en la economía desigual del género-, destinada al consumo canibalístico en el
proceso de realimentación de la fratria mafiosa. El tributo, rendido en un festín macabro,
aquí coincide con la propia vida subalterna, y su destino es acreditar a los cofrades para el
ingreso o la permanencia en el orden de pares (Segato, 2003: 255).

Para el caso de las relaciones sociales existentes en el fenómeno de la migración, las


mujeres migrantes centroamericanas son constituidas como otredades liminales de la zona

118
del no ser. La sub-ontologización de estas mujeres por el género, la raza y la no-ciudadanía
las vulnera incluso más que a los hombres migrantes. En este sentido, la violencia hacia la
otredad -para las mujeres migrantes centroamericanas-, recuperando a Rita Segato, es una
forma de mantener y alimentar el ego masculino de los criminales, asaltantes,
secuestradores, violadores que arremeten contra ellas. Sin embargo, tampoco debe
olvidarse que existen otros actores sociales que se consideran también más vulnerables,
como por ejemplo las personas transgénero, homosexuales y menores migrantes.

La vulnerabilidad de las transmigrantes centroamericanas las hace ver ante sus atacantes
como un objeto que se puede poseer sin permiso. En este sentido, la violación sexual hacia
estas mujeres, por un lado, es un dispositivo de sometimiento que refuerza la dominación
varonil sobre el cuerpo femenino, pero por otro, también es un acto de violencia simbólica,
porque se ha naturalizado, es decir, es algo que se ha legitimado dentro de las redes
migratorias que evidencian una forma estructural de patriarcado. En otras palabras, las
mujeres que migran saben que la violación es segura en su paso por México, sin embargo,
consideran que es “un costo más que hay que pagar” para llegar a Estados Unidos. A
continuación reproduzco una pequeña lista extraída del apartado “Aquí se viola, aquí se
mata” del libro de Óscar Martínez52, y del informe de Amnistía Internacional (2010), titulado
“Víctimas invisibles. Migrantes en movimiento en México”, con ejemplos claros del abuso
físico y la violencia sexual que las mujeres centroamericanas viven en México:
El 10 de noviembre de 2008, una mujer guatemalteca murió asfixiada mientras su atacante
la violaba. Él era un hombre con un escorpión tatuado en la mano. Ocurrió en el Relicario,
en Huixtla. En la fotografía que se publicó en un pequeño diario de la zona, El Orbe,
mezclada con la de otros dos muertos en media página, aparecía la muchacha con los ojos
bien abiertos, puñados de zacate con tierra y hojas secas saliéndole de la boca, y la mitad
de la cabeza que nace en la frente ya sin pelo, como si la hubieran arrastrado por el
pavimento antes de meterla a la breña crecida entre los escombros donde la encontraron. O
como si le hubieran arrancado a mano limpia los mechones. Estaba desnuda y tenía las
piernas abiertas y ligeramente flexionadas, como si un cuerpo hubiera tenido que caberle
entre ellas […] De ella sólo queda una cruz púrpura, pequeña y púrpura, escondida en el
camposanto. Y un epitafio: “Falleció la joven madre y sus gemelos. Nov. 2008” (Martínez,
2012: 40-41).

Los victimarios de las migrantes centroamericanas no siempre son desconocidos, hay


algunos casos, como el que sigue, donde las mujeres son atacadas por alguien que

52 Disponible en http://archivo.elfaro.net/secciones/migracion/default.php?nota=noticias031_1, fecha de


consulta: 5 de abril de 2016

119
conocen, generalmente su pareja:

Yolanda, una mujer hondureña fue atacada con un machete por su pareja, un policía
sectorial de Chiapas. Fueron 11 machetazos, cuatro de ellos en la cara, por simple coraje, y
mientras él le gritaba con todas sus fuerzas: “¡Puta, puta, vas a aprender, eres una pinche
centroamericana y aquí no vales nada!” (Martínez, 2012: 54).

De igual forma, también existen ocasiones donde los sujetos violentos y violadores son los
compañeros de viaje que las mujeres migrantes se encuentran en el camino, por ejemplo:

Una mujer joven hondureña, de 24 años fue violada en La Arrocera por sus acompañantes,
que se hicieron pasar por migrantes y quienes la convencieron de irse con ellos. La violaron
los tres y le patearon el vientre hasta que perdió el conocimiento. Cuando despertó, ni ellos
ni su amiga estaban. Como pudo, caminó hasta la carretera a pedir ayuda. Sangraba. Su
hijo se le escurría por las piernas. Se lo mataron a patadas. Se lo mataron en La Arrocera
(Martínez, 2012: 57).
Como ya he mencionado en párrafos anteriores, los asaltos y los secuestros son llevados a
cabo por redes organizadas, a veces conformadas por delincuentes y autoridades, así lo
demuestra un caso recuperado por Amnistía Internacional:

El 1 de marzo de 2008, una mujer salvadoreña fue asaltada junto con su pareja por tres
policías municipales en La Arrocera. Después del suceso, otros tres hombres armados
aparecieron y se llevaron a la muchacha. Uno de los policías le dijo al salvadoreño que
desapareciera. Él puso una denuncia ante la PGJE en Tapachula y más tarde cuando ella
fue localizada en El Salvador, confirmó que los hombres armados le habían vendado los
ojos y la habían obligado a caminar durante un día antes de violarla repetidamente. Tras
cinco días de cautiverio, Marta despertó y vio que estaba sola. Traumatizada, se dirigió de
vuelta a El Salvador, reacia a presentar una denuncia penal contra sus captores (Amnistía
Internacional, 2010: 17).

Tal como se puede notar en lo anterior, la mayoría de mujeres migrantes secuestradas


también son víctimas de violación sexual o fueron amenazadas con ser violadas, como lo
expresa lo siguiente:

Luego de cruzar la frontera entre Guatemala y Tabasco, una mujer nicaragüense junto con
sus dos hermanos fueron secuestrados por 10 hombres armados y llevados a un rancho
desconocido. A ella la mantuvieron sola en una habitación, desde donde oía los gritos de
sus hermanos mientras los golpeaban con una tabla de madera. Luego le dijeron que la
golpearían y que todos los miembros de la banda la violarían hasta que les diera los
números de teléfono de familiares que pudieran pagar un rescate por su liberación. Uno de
los hombres la arrojó al suelo violentamente y amenazó con violarla. La muchacha lo apartó
a empujones una y otra vez, y finalmente él la dejó sola. Según su relato, ella y sus
hermanos fueron liberados cuatro días después. Estaban tan traumatizados por su terrible
experiencia que se entregaron al INM para que los repatriara (Amnistía Internacional, 2010:
17).

120
De igual manera, una mujer salvadoreña relató para Amnistía Internacional el secuestro del
que fue víctima:

Todo el tiempo nos insultaron con groserías, además de que nos dieron de cachetadas, nos
daban empujones y patadas en todo el cuerpo y nos pegaban con un látigo, nos taparon los
ojos y nos amordazaron [...] a mi compañera la mataron porque ella no tenía quién le
ayudara y no les dio ningún número, entonces le dispararon dos veces en la cabeza y la
dejaron desangrándose como tres horas enfrente de mí para intimidarme [...] El lugar en
donde me tuvieron secuestrada es una casa grande, obscura, sucia, que olía mal. Los dos
días que estuve secuestrada dormía en el piso, no había cobijas y sólo me dieron una vez
de comer un pan duro y poquita agua, además de que los individuos que me secuestraron
me desnudaron y me violaron. En ese lugar todo el tiempo se escuchaban quejidos, gritos y
lamentos de otras personas (Amnistía Internacional, 2010: 18).

Continuar con las crónicas de asaltos, secuestros y violaciones sexuales hacia las mujeres
sería extenuante, pero lo que sí queda muy claro que estos actos de violencia son los
métodos más efectivos tanto para seguir reproduciendo el sistema sexista del patriarcado,
sino también para seguir alimentando al ego masculino violento, para reafirmar su
masculinidad. Bien lo dice María Luisa Femenías:
[...] la violencia cruenta −y su expresión extrema de violación, mutilación y asesinato de
mujeres− “funciona” como un modo de “castigo” o “admonición” reparatorio de la autoestima
del varón, en términos psicoestructurales, quien en el mismo acto de agredir fagocita
(simbólicamente) las facultades deseadas y, a la vez, disciplina, castiga o reconviene al
inferior, en un intento por restaurar un orden jerárquico “natural”, en disolución, de “su”
mundo (Femenías, 2010: 23 ).

Siguiendo con el tema de la violencia hacia las mujeres migrantes centroamericana, otra de
las formas en que se expresa es la trata de personas. La explotación sexual de cientos de
mujeres, niñas, jóvenes en el sur de México, es una de las “nuevas” formas de esclavitud
que existen en el siglo XXI. En las lógicas de la prostitución clandestina el cuerpo de la mujer
es exotizado como mercancía que incrementa o disminuye su valor a partir de criterios de
cánones de belleza para consumo masculino. Ese valor mercantil se da también por
ordenamientos raciales, como se ejemplifica bien en el capítulo de Las esclavas invisibles,
de la crónica de Óscar Martínez (2012)53:
Las tarifas varían en esta frontera de prostitución. Una jovencita vale más que una vieja. Y
aquí jovencita es sinónimo de menor de edad, y una vieja es la que pasa de los 30. Las

53 Disponible en http://archivo.elfaro.net/secciones/migracion/default.php?nota=noticias025, fecha de


consulta: 5 de abril de 2016

121
demás son del montón... Las tarifas varían. A más edad y más rasgos indígenas, se cobra
lo más bajo, unos 400 pesos la media hora. A menos edad y tez más blanca, la tarifa puede
llegar a 2 mil pesos. Flores, el de la OIM, tiene su propia ecuación: “Migrante más indígena
más guatemalteca es igual a sirvienta o prostituta de bajo cobro. Migrante más hondureña
más jovencita es igual a lo que llaman edecán o teibolera” (Martínez, 2012: 89).

Algo inevitable que ocurre con estas mujeres es que después de un tiempo pareciera que
llegan a un punto de “asimilar” su situación de explotación sexual, porque los bares y
prostíbulos donde ellas trabajan, sobre todo en la frontera entre México y Guatemala,
pueden obtener más ingresos económicos que los que ganan en su país natal, y así
mandarlos a sus familias. Hay que tener en cuenta también que estas mujeres por lo regular
provienen de contextos de violencia sexual, física y psicológica en sus lugares de origen,
sobre todo de algún familiar. Provienen de familias desintegradas donde les falta el padre o
la madre y quedan embarazadas a temprana a edad como resultado de una violación. En
pocas palabras, ellas no conocen otro modo posible de vivir, más que el de la violencia
constante y cotidiana. Es por eso que, aunque tuvieran la posibilidad de irse, de dejar el
“negocio”, no lo hacen porque no tienen a donde ir, ni en su país, ni en México ni en Estados
Unidos.
Por último, vale decir que otra de las razones por las cuales ellas no huyen es porque el
haber “trabajado” como prostitutas es sinónimo de deshonra para sí mismas y para su
familia (si es que la tienen), es un acto que les genera vergüenza y por eso deciden
quedarse antes que afrontar la humillación de otras personas que llegan a saber a qué se
dedican.
Todo esto es la cara misma de la subordinación o sub-ontologización de las mujeres debido
a su condición de género. La violencia, la violación y la explotación sexuales son la
expresión máxima y cruenta del patriarcado colonial en el mundo global capitalista. En ese
sentido, como lo dice Rita Segato: “En el último grado de la barbarie patriarcal, se revela el
esqueleto mismo del sistema; aflora, descarnada, la estructura, se espectaculariza la escena
psíquica fundamental, el cuerpo genérico de la mujer se reduce para adherirse
definitivamente a la función de objeto destinado al consumo en la construcción de la
masculinidad” (Segato, 2003: 256).

La violencia puede ser vista como un acto de supervivencia, desde la visión de Canetti
(1981), pero desde otro punto de referencia, la violencia también es un acto que le genera

122
beneficios a ciertos grupos hegemónicos. Desde la subjetividad del sujeto violento, la
vulnerabilidad es casi nula frente a la otredad migrante, ese otro no le significa nada más allá
de una ganancia con signo de pesos o dólares.
Como expliqué anteriormente, la vulnerabilidad se hace presente en el momento en que
interactuamos con otros y desde la subjetividad del yo, el yo siempre se pensará más
vulnerable frente al otro, sin embargo, la realidad es que las otredades son más vulnerables
de acuerdo a marcadores sociales que los posicionan en la zona del no ser y en relaciones
de dominación y violencia. Hablando de la migración centroamericana, en las interacciones
que se dan entre migrantes y ciudadanos mexicanos, así como con grupos delictivos, la
vulnerabilidad recae más del lado de los y las migrantes. Los comportamientos de los grupos
o sujetos violentos no se guían precisamente por el temor o la amenaza que la figura de la
persona migrante puede representar para otros sectores de la sociedad mexicana diferentes
de las bandas delictivas. Por el contrario la presencia de migrantes indocumentados les
genera beneficios económicos porque su paso por México, su desprotección jurídica y la
impunidad ante cualquier acto ilícito generan las condiciones adecuadas para cometer
abusos y violaciones a sus derechos humanos de forma despiadada.
Todavía, después de más de 500 años desde la época colonial, la constitución del yo
continúa forjándose desde la sub-alterización de la otredad, desde la negación de su
existencia, desde la prohibición de su acceso al estatus ontológico de ser humano que el
hombre blanco (mestizo-blanqueado) ciudadano heterosexual posee. Y por el contrario, para
el caso de la mujer migrante, se le despoja de su condición de humanidad a partir de su
inferiorización por su situación de no-ciudadanía atravesada por el género y raza, para
apropiarse de los cuerpos, convertirlos en mercancías de secuestro, de tráfico, de
explotación, y en objetos de asaltos, persecuciones y de violación sexual. Todo esto a la
sombra de la criminalización de la migración, de la impunidad y de la indiferencia del estado
mexicano y de otros sectores de la sociedad.

El acto de la violencia, en todas sus formas, es un acto que bestializa a los que la ejercen,
porque para poder atacar al otro, para volverlo más vulnerable de lo que ya es, para
apropiarse de su cuerpo, para despojarle de su humanidad, primero hay que desprenderse
de todo sentimentalismo y del mandato ético del “no matarás”. O sea, primero el sujeto
violento debe deshumanizarse, volverse “salvaje” para comportarse desde la (su) ética de la

123
violencia (Césaire, 2006: 19). Violar, esclavizar, secuestrar, asesinar son prácticas que
quedan sin castigo, porque a nadie le importa.

Cada uno de los testimonios de personas migrantes que fueron víctimas de algún delito
evidencian el fracaso de la ética de la no violencia. Al respecto dice Judith Butler:

[...] la ética de la no violencia implica el reconocimiento de la precariedad de la vida del otro


y la capacidad de resistir la tentación de abusar o de asesinar al otro vulnerable. La ética de
la no violencia se atiene a las ansiedades que surgen en el encuentro con la alteridad, tales
como la percepción del o la otra como amenazante, o el temor por la propia vida, al
privilegiar otro deseo –mi deseo de no convertirme en un asesino–. El fracaso de la ética de
la no violencia es, por tanto, el fracaso de no poder resistir la fascinación que causa la
muerte del o la otra. Involucra el intento de matar aquello que infunde el miedo a mi propia
muerte (Butler, 2004, citada en Mendoza, 2014a: 267)

De esta forma, así como Nelson Maldonado nos habla de cómo la ontología es una forma de
colonialidad basada, principalmente, tanto del ideal de raza construido en la época colonial
de las Américas, como de la aplicación de la no-ética de la guerra -que tuvieron como
resultado la diferencia colonial ontológica (la negación del ser para la otredad)- lo mismo
ocurre en referencia a la migración centroamericana, ya que es posible establecer una
relación de lo que propone dicho autor con un continuum de patrones de dominación
coloniales ya vistos en el apartado 2.2, aunque, en relación fenómeno de la migración
centroamericana, ese continuum ya no sólo se basa en un ideal de raza, sino también de
otras categorías como la ciudadanía y el género, imponiéndose en éstas lógicas una ética de
la violencia que despoja y cuestiona la humanidad de la otredad –o sea, a las mujeres
centroamericanas migrantes- y sólo "existe" en la zona del no ser, a partir de su negación.

El otro es un sujeto histórico racializado por procesos de conquista y colonización y en


nuestro presente, para el caso de las personas centroamericanas en tránsito por México, las
mujeres son “marcadas” como inferiores por su condición de género intersectado con su
origen racial y su situación migratoria indocumentada, es decir, no son ciudadanas. En
conclusión, el yo-humano no se construye desde el acto emancipatorio de la razón ilustrada,
no se construye desde el “Pienso, luego existo” cartesiano, sino que se “realiza” tal como
sucedió con el yo imperial de la colonia ibérica en América Latina, es decir, desde el
“conquisto, luego existo”.

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Parte III. Mujeres centroamericanas en tránsito por México en el albergue
para migrantes “Hermanos en el camino”, Ixtepec, Oaxaca.

3.1. Migrantes centroamericanas(os) en tránsito: contraste entre espacios


geográficos/sociales de interacción

En el apartado teórico expliqué que la vulnerabilidad es parte de nuestra condición humana,


pero también se construye a partir de criterios asimétricos, normativos, morales y hasta
ontológicos. Así, la vulnerabilidad de las personas migrantes centroamericanas, en especial
las mujeres, se genera a partir de tres criterios, el género, la no-ciudadanía y la raza,
categorías que las posicionan en relaciones de desigualdad y en la zona del no ser, teniendo
como resultado que sean despojadas de su condición de humanidad, posibilitando que sean
violentadas de manera brutal hasta el punto de ser violadas sexualmente y asesinadas.

Sin embargo, la vulnerabilidad tampoco es estable ni mucho menos homogénea, por el


contrario es susceptible a cambios. En este apartado mostraré cómo durante el tránsito de
las personas migrantes, su vulnerabilidad es gradual según el espacio geográfico en el que
se encuentren y las interacciones sociales que se efectúen en dichos espacios. En ese
sentido, la vulnerabilidad de estas personas es más evidente cuando van siguiendo una ruta
migratoria, pasando por los focos rojos de violencia, pero esta cambia, e incluso se reduce
cuando llegan a los albergues. La vulnerabilidad es diferente en ambos espacios, más nunca
desaparece, incluso pueden estar expuestas y expuestos a otras situaciones no agradables.

Daré cuenta de esto a partir de los testimonios que logré obtener durante las dos visitas que
realicé al albergue “Hermanos en el camino”. En total fueron 15 entrevistas, en su mayoría
mujeres hondureñas, tres hombres hondureños y el psicólogo del albergue.

3.1.1. No hay hogar en el hogar

“Para ellos yo estoy muerta. Pensaron que estaba muerta”, dijo Norma, una mujer de 34
años, cuando me contaba el motivo por el cuál decidió salir de su país, de El Salvador. Fue
por el 22 de diciembre de 2014, después de haber recibido amenazas de las “maras”, esas
pandillas de jóvenes criminales que hostigan a las personas que cuentan con negocios
comerciales, pidiéndoles una renta que, si no pagan, los llegan a matar. Así me lo contó:

125
[...] una vez que yo estaba trabajando, un chamaco me dio en la cara, pero una matada que
me dio. Yo estaba trabajando, llegó con otro chavo, me agarraron, me llevaron a otra casa
donde nadie sabía nada, y me dieron una tremenda matada, en todo el cuerpo me quedó
puro morete, y me amarraron, me tenían ahí. No me violaron, porque no me violaron. De ahí
que, creo para el 22 de diciembre me dieron otra gran matada, toda maneada, me
amarraron, y luego me fueron a tirar por ahí. Ellos pensaban que yo ya estaba muerta. Pero
gracias a Dios yo no estaba muerta. Yo caminé. Estuve como una semana sin comer nada,
no me sentía bien, y ni podía caminar después porque todo era morete negro, la cara
golpeada, todo [...] Yo detesto El Salvador. Primero Dios, yo no quiero volver, tal vez sólo
por ir a visitar a mi familia, pero decirte que yo detesto mi país (Norma, 15 de abril de 2015).

Como en el caso de Norma, muchas mujeres, hombres, adolescente se han visto obligados
a escapar de su país ante cualquier indicio o amenaza de muerte. El quedarse a reflexionar
si se van o se quedan no es una opción. Hay unos que sólo tienen la “suerte” de ser
advertidos, pero otros más no viven para contarlo. La vida cotidiana en países como
Honduras y El Salvador es una constante búsqueda por mantenerse a salvo, lidiar con la
violencia o irse antes de que sea tarde. Sea como sea, la violencia tiene una sola cara, las
maras. Así lo describe doña “Mari”, una hondureña de 30 años:
Allá no se puede salir a la calle a toda hora del día, de la noche. Allá lo que más abunda
son las armas. Hace más falta la comida en los hogares que las armas y los maleantes [...]
Pues, a mi me quemaron mi casa los mareros en Honduras, me quitaron todo lo que tenía,
incluso hasta la vida de mi padre, entonces por eso es el motivo que yo me fui. Sí, no
podemos vivir en nuestro país [...] Sí, está muy duro. O sea, si usted trabaja, la están
esperando pa' quitarle lo que usted gana (Mari, 15 de abril de 2015).

Y más respuestas como la de Mari, se escuchan una y otra vez cuando se les pregunta
cómo esta la situación social y económica de su país, -pues porque pa' comenzar -dijo Ceci -
es que hay mucha delincuencia por las maras, y para el trabajo de las mujeres es muy
pesado y pagan muy poco.

A veces uno hace preguntas que parecen inocentes, y no nos damos cuenta de eso hasta
que recibimos la respuesta, como me sucedió con el caso de Flor, una joven hondureña de
20 años que vivió en carne propia lo que es estar involucrada en las pandillas, donde por
azares del destino fue a caer en manos de esos grupos delictivos:

-¿A qué te dedicabas en tú país?


-Pues mi trabajo estable [pausa] es que es todo un rollo, es que como estuve obligada casi
once meses a vender droga, pues a eso me dedicaba antes de salir de allá. Pero antes de
eso trabajaba un día por semana en una tortillería.
-¿Y cómo fue esa situación?

126
-La verdad, fue bastante duro, porque diez meses y medio, mi hija estaba pequeña, no
pasaba con mi hija, sabiendo que estaba obligada a hacer algo incorrecto, tenía miedo de
que los enemigos, los contrarios de ellos me mataran, o que la policía me agarraran con
droga y me metieran presa, entonces procuraba no pasar con mi hija porque ella estaba
demasiado pequeña, y todo eso. Ya después decidí salirme y cuando yo decidí salirme ya
me les puse al tiro. Les dije que ya no iba a seguir, y abusaron de mí, fue por eso que yo
tomé la decisión de venirme. La verdad, lo que yo deseaba era morirme. Es algo que nunca
me había pasado y la verdad no deseo que le pase a nadie. Es una experiencia bien fea y
duele bastante. O Sea, estar con una persona que no te deja estar, que te intimiden, que te
agarren nomás porque sí. Ya cuando yo les dije que me iba a retirar, pues ellos aceptaron,
pero que tenía que... o sea, no querían, pero ya después me dijeron: “sí está bien, sólo que
vas tener que pagar”. Y ya me hicieron lo que quisieron. Tres personas abusaron de mí. Y
no me quedó de otra que venirme. Y yo me iba a traer a mi niña pero mi mamá no me dejó,
porque me dijo que la niña estaba muy pequeña, y como este camino es bastante peligroso
(Flor, 5 de septiembre de 2015)

Durante el trabajo de campo que realicé para esta investigación, mientras estuve en mi
primera visita en el albergue, recuerdo haberme encontrado a un salvadoreño de nombre
Hugo. Uno de esos días, mis compañeros y yo descansamos un momento en los asientos
que están afuera del comedor, donde algunos se acuestan a dormir o sólo están ahí
sentados. Hugo se nos acercó y comenzamos a entablar una conversación. Nos platicó un
poco de lo que sabía de las pandillas en su país. Dijo que hay al menos 13 homicidios al día,
siendo solamente 14 departamentos. Desde su perspectiva, las maras son extorsionadores
que cobran una “cuota de guerra” al día de 30 a 50 dólares (con posibilidad de subir el
precio). Es una renta que se cobra tanto a pequeños como a grandes negocios, para
supuestamente protegerlos de asaltos de las pandillas contrarias. Hugo nos puso el ejemplo
de un mercado; cada negocio debe dejar su cuota en un local asignado previamente, y cada
quien debe saber cuándo es su turno para recibirla. Entonces el pandillero encargado de
recoger la renta no pasa de local a local pidiendo el dinero, sino sólo al local que
corresponde. Esto facilita que las transacciones sean menos tardadas.

De igual forma, él nos contó que las pandillas se pelean entre ellas para ganar territorios
pero no precisamente para liberar a la zona, sino para que la nueva pandilla pueda cobrar la
cuota que muchas veces se incrementa con cada cambio de pandilla. Estas disputas suelen
desembocar muchas muertes. Por último, en cuanto a las pandillas “más pequeñas” nos
comentó que están divididas por colonias, y si un sujeto llega a una zona o incluso se queda
dormido en una colonia que está dominada por la banda enemiga, lo matan ahí mismo.

127
Sobre esto, Denise, un hombre hondureño de 35 años también me platicó cuando le
pregunté si al negocio de su mamá no habían llegado los pandilleros:

Pues se cobra… allá en mi país hay lo que nosotros le llamamos “el impuesto de guerra”, lo
ponen las pandillas. Usted pone un negocio, y le dicen: mira, somos de la mara “tal”. Y hay
una tarjeta, una carta, ahí viene tu nombre, el número de la casa, el nombre del negocio. Y
te dicen: “tal” día venimos por “tal” cantidad de dinero, si no lo tienes, te matamos a ti y a tu
familia. […] A ella le dijeron eso. A mi mamá le querían cobrar 3 000 lempiras al mes. Ellos
ponen la cuota, y uno la tiene que pagar o si no “ya perdió” (Denise, 3 de septiembre de
2015).
Y lo mismo vuelve a decirme Moisés, un joven de 26 años, de Honduras también:
-En San Pedro Sula la inseguridad, hay demasiadas pandillas, la mara 18, la MS-13, otras
pandillas con otros nombres que están aliadas a las mismas maras. Cada colonia tiene una
mara distinta y uno tiene que cumplir las reglas de ahí: callarse, no ver y no oír.
-¿A ti te llegaron a cobrar?
-Sí, yo pagué un impuesto de guerra por donde vivía. Ellos le llamaban vigilancia pero es un
impuesto de guerra.
-¿Y cómo seleccionan a los miembros?
-Los van agarrando desde niños, desde 12, 13 años los ponen en las esquinas a vigilar.
Desde ahí ya los reclutan, una vez que ya los ponen en la esquina ya son miembros de la
mara, ya no pueden salir. Incluso hubo un tiempo del año pasado [2014] que mataron a más
de 12 niños en el mismo barrio. Niños de siete, ocho y diez años que ya los tenían los
mareros en las esquinas (Moisés, 2 de septiembre de 2015).

Es cierto, los más jóvenes son los chivos expiatorios perfectos y la carne de cañón ideal
para ser reclutados en estas bandas. Una vez dentro es muy difícil salirse de ahí. Él único
modo es, muchas veces, huir del país. Este es el caso de la señora Yasmina, de 46 años,
originaria de Honduras, quien tuvo la experiencia de ser perseguida por las maras:

[...] ahora no se puede vivir ni en su propia casa, lo sacan a uno a la hora que sea, si tienes
un niño de 15 o 16 años te lo quieren quitar. Si no te lo dejas quitar, te matan y se quedan
con el niño, lo hacen marero, lo hacen pandillero, lo hacen drogo, lo hacen lo que ellos
quieren. Yo recibí amenazas de muerte de los pandilleros. En sí, mi hija estaba metida en
ella, desde hace 5 años, tenía 16 años ella, y por quererla sacar a ella, porque se quería
salir ya, amenazas a muerte, sacada de mi propia casa con amenazas, con armas [...] Me
sacaron de mi casa el 25 de diciembre a las 5:45 de la mañana, me dieron 24 horas para
poder salir de mi casa, de la colonia. Nos fuimos para el otro estado de Honduras, para
donde mi mamá. Para el 27 o 28 de diciembre nos encontraron, y ahí sí fue bien feo porque,
pues con armas, para mi, para el niño, para mi hija. Salimos para El Salvador. Resulta que
el jefe de la pandilla nos dio otra oportunidad por el niño. Salimos tres, yo, mi nieto y ella,
trayendo un bebé en su vientre. El bebé ahorita ya tiene tres meses. También está aquí su
marido. Porque a todos nos van a matar. Ahora ella ya tiene dos bebés (Yasmina, 2 de
septiembre de 2015).

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Ante estos contextos de violencia es entendible por qué muchas personas de
Centroamérica, sobre todo las más jóvenes, prefieren enfrentarse a los peligros que hay en
México durante su tránsito, porque no quieren pertenecer a las pandillas delictivas. Y como
en el caso de doña Yasmina, muchas familias son amenazadas y asesinadas con el
propósito de apropiarse de sus niños y adolescentes. Se sabe incluso que hay policías que
forman parte de estas bandas o son dirigentes de ellas, “allá son bastantes perritos “, me dijo
Flor.

Pero a estas causas de la migración (forzada), también se le suman las ya conocidas, sobre
todo las relacionadas con los factores económicos. Como en el caso de Denise, quien
decidió irse porque sus papás son de “escasos recursos”, como me dijo. Su deseo era
construirles una casa, ahí en Honduras:

[...] porque lo que yo quiero es ayudarlos a ellos a salir adelante. Y tomé la decisión por eso,
y porque quiero que mis hijas tengan lo que yo no tuve. Entonces quiero mandar a
componer mi ranchito, pues, un ganado, para una buena casa, para cuando yo falté, que
todo lo que yo pueda hacer ahorita se le quede a ellas. Así pues ellas no se quedan sin
nada, en la calle, como decimos. Entonces, por eso, para ayudar económicamente a mis
padres y a ellas (Denise, 3 de septiembre de 2015).

En esa misma situación se encontraban Moisés y su hermana Yajaira, dos hondureños que
decidieron salir su país natal, porque su sueldo ya no les rendía para sostenerse a ellos y a
sus hijos. En el caso de Moisés:

En mi último trabajo ganaba 11, 000 lempiras, era aproximadamente unos 550 dólares. Fue
de los trabajos que mejor he ganado, en los otros ganaba como 8, 000-7, 000 lempiras, que
vienen siento 400 dólares al mes. Y la canasta básica está alta. Le puedo decir que toda la
comida está cara. No se sobrevive con eso. Pues, después de un tiempo de estar separado
[pausa] yo salí de mi casa solo con mi ropa, porque tenía un hijo con ella y pues le dejé
todo. Y trabajaba, y el dinero no me gustaba, yo pagaba la manutención, porque primero es
mi hijo y ya con lo que yo me quedaba, a mi no me rendía para nada. Yo vivía como quien
dice “arrimado” donde una hermana mía, durmiendo en el sofá, todo incómodo. Y entonces
yo pensé: “¿cuándo voy a tener mis cosas?, ¿cuándo voy a tener mi casa?, el dinero no me
ajusta”. Para el final de la quincena yo ya no tenía dinero otra vez, tenía que pedir prestado.
Entonces tomé la decisión de venirme, porque no quiero que mi hijo se muera de hambre
(Moisés, 2 de septiembre de 2015).

En el caso de Yajaira, ella hace siete años salió de Honduras porque trabajaba en una
maquila donde sólo ganaba 3, 000 lempiras mensuales. Con ese dinero no le alcanzaba
para ella y su hija de un año. Por eso decidió tomar un autobús hacia la Ciudad de
Guatemala para después cruzar a México. En su segunda ocasión ella estaba desempleada,

129
vivía con su mamá, y ahora ya tenía otro hijo de seis años; por eso decidió irse otra vez de
Honduras.

Hay personas que se van por la violencia y otras por la economía. Pero es que los motivos
de la migración son cada vez más complejos y hay casos en los que son un conjunto de
muchos factores. Así contó su la señora “Janeth”, de 55 años, que también no tuvo otra
opción que moverse para otro lado, lejos de Honduras:

Nosotros, somos una familia que no hemos vivido como ricos, pero tampoco somos los más
pobres, porque de hecho hemos trabajado, mis hijos, uno también trabaja, pero allá lo que
no hay es empleo. Delincuencia y desempleo. Entonces sí, por envidia, porque creen que
uno tiene dinero. Hay mucha violencia. Yo tenía un negocio que de hecho lo tuve que quitar
porque querían impuesto de guerra, y por la situación del país, luego no alcanza. Entonces
lo tuve que quitar, y al quitarlo pues, ellos miran, ellos buscan cómo dañarlo a uno. De
hecho hace dos años, en menos de un año, asesinaron a tres de la familia, a unos sobrinos
míos, pero hechos pedazos, que no los podíamos ni levantar, y no sabemos ni por qué ni
quién lo hizo. Porque ellos [los sobrinos] trabajaban como guardias de seguridad, y de
hecho eran dos varones y una mujer, y con mi sobrina [con la que viene], eran como mis
hijos porque el papá de ellos había muerto. Y por eso decidimos agarrar para acá, a ver qué
sucede (Janeth, 4 de septiembre de 2015).

Preocupada por su situación, Janeth rompió en llanto y después me comentó la razón por la
que definitivamente tomó la decisión de irse: “porque no tengo trabajo”, me dijo entre
lágrimas. “En estos tiempos mi situación económica es muy difícil. Mi madre que tiene 96
años no tiene quien le ayude... bueno, antes cuando yo trabajaba yo le ayudaba, pero a
veces no podía... por eso, y también porque decidí acompañar a mi sobrina, porque también
la podían matar” (Janeth, 4 de septiembre de 2015).

Vivir bajo presión ante el miedo y la incertidumbre hace que algunos decidan escapar de las
garras de alguien que representa una amenaza, aunque ese alguien no posea un rostro
concreto. El trabajo de Doris, otra hondureña de 29 años, es una de los empleos más
peligrosos que una persona puede tener en Centroamérica, y así es como me lo expresó:
Las razones: una, no hay trabajo. O sea, hay pero no nos dan la oportunidad de ejercerlo.
Otra, es “las maras”. Yo era guardia de seguridad privada. Entonces tenía que andar con
mucho cuidado, ya ve que es un país que es un país de mucha corrupción, [pausa]
delincuencia, maras y todo eso. Eso son los porqué me vine de allá. Porque si tenía trabajo
me asaltaban. Gracias a Dios nunca pasó eso, pero sí andaba con esos miedos. En parte
también porque trabajaba de guardia de seguridad privada y allá los guardias llevan una
vida bien peligrosa. Y entonces, muchas mara, muchos asaltantes, [pausa] y todo me daba
miedo (Doris, 13 de abril de 2015).

130
Hasta ahora, los casos que he presentado han sido de personas hondureñas, los cuales
retratan una parte de lo que está ocurriendo en ese país. La situación no es favorable y no
se ven indicios de que vayan a mejorar. No por nada, a pesar de la inestabilidad de las
cifras, son quienes migran más. Pero además de los países del triángulo norte de
Centroamérica, las personas de otras nacionalidades de la región comienzan a insertarse al
flujo migratorio centroamericano que pasa por México hacia Estados Unidos. Tal es el caso
de Karo, una mujer nicaragüense de 37 años que salió de su país junto con su hermana,
asegurando que a pesar de que hay quienes se van de Nicaragua, muchos se van para
Costa Rica, Panamá o Guatemala, pero ella prefirió emprender el viaje hacia el norte:
Gracias a Dios, como en nuestro país no hay esas cosas de maras, tanta delincuencia, no
hay tanto peligro. Lo único que nos hizo venir hasta acá son dos motivos: uno, por la
economía que está baja, no ganas mucho, pues, apenas como para medio comer. Y la otra
porque van a operar a un sobrinito mío del riñón y queremos conseguir la plata antes de
que sea tarde. Entonces es que la economía está mal, no da la plata, por más que uno se
mata trabajando nunca hace nada. Si usted se quiere comprar un par de zapatos, un
pantalón, usted tiene que dejar de comer pa' comprarse eso (Karo, 1 de septiembre de
2015).

A los factores de violencia, inseguridad, bajos salarios, desempleo, también se le suman los
de violencia de género, de pareja, o “doméstica”, como muchas centroamericanas dicen. Es
muy común que estas mujeres sean maltratadas por su pareja, pero hay algunas que son
tan violentadas que viven con el miedo y la desesperación por no saber qué hacer, sobre
todo si tienen hijos. El maltrato doméstico fue la razón por la que “Sandra” tuvo que irse de
Honduras, dejando a sus cuatro hijos:

[...] no podía estar allá, sentía que corría peligro con él. Son cosas que me hicieron migrar.
Tuve la decisión de salir porque sentía que el venir para acá era como poder alejarme del
miedo, de sacar a mis hijos adelanté y para que esa persona me deje tranquila porque no
podía trabajar. Uno, no encontraba trabajo, y luego el trabajo que encontré, él fue y me sacó
de ahí. Me golpeó y me trajo para la casa. Al principio la relación iba bien, pero ya después
ya no marcharon tan bien. Él me maltrataba mucho. Siempre me amenazaba, me decía que
me iba a matar. Siempre quería tenerme sujeta a él. Incluso después de separarme de él,
me amenazaba, no quería que saliera de mi casa, quería que estuviera enclaustrada
(Sandra, 1 de septiembre de 2015).

De igual manera, existen historias que expresan otros motivos para la migración, como la de
Alex, un hondureño de 33 años. Él no había vivido en Honduras desde que tenía cinco años,
ya que su mamá se lo llevó a vivir a Canadá. Ahí él estuvo viviendo durante 20 años hasta

131
que lo deportaron cuando él tenía 27 años: “yo realmente ya perdí la oportunidad de poder
regresar, yo perdí mi residencia de allá”, me comentó. Lo regresaron a Honduras porque él
es nacional de ahí, pero sólo de nacimiento, porque en realidad pasó gran parte de su vida
lejos de ese país, con el que nunca volvió a tener contacto hasta ese momento. El proceso
de adaptación fue muy duro para él:

Al principio cuando me mandaron de Canadá a Honduras fue muy duro, me hacía mucha
falta Canadá, porque crecí casi toda mi vida allá. En Honduras no me adaptaba. Era una
situación muy desagradable, un lugar muy peligroso, mucha delincuencia, poca seguridad.
Y yo realmente nunca me pude integrar a la sociedad de Honduras. Está muy difícil la
situación allá, la gente se viene más que todo por la violencia que hoy en día que vivimos
en Honduras. Hay trabajo, pero hay poco, y si trabajas, a veces no te pagan, y si te pagan
no es mucho lo que te dan, con lo que te dan no acompletas para poder tú establecerte con
una vida normal. Entonces todo eso, se viene una bola de estrés. En mi caso personal pues
yo me vine porque no estaba haciendo nada yo en Honduras. Trabajaba pero has de cuenta
que cada negocio en un país como Honduras hay mucho crimen organizado que te cobran
renta, a mi no, pero a las empresas o a los dueños. Entonces, el que paga las
consecuencias... -los dueños de las empresas como Coca-Cola, donde yo trabajaba, no
pagan renta-, pues nosotros somos las víctimas. Entonces debido a la inseguridad, como te
digo, decidí marcharme de Honduras (Alex, 2 de septiembre de 2015).

A propósito, Miguel, quien es originario de Oaxaca y es parte de la organización Médicos Sin


Fronteras -y trabaja como psicólogo clínico en el albergue “Hermanos en el camino”, en
Ixtepec, brindando atención a la salud mental de las personas migrantes- opina que las
causas de la migración centroamericana no necesariamente están ligadas a factores como
los que acabo de mencionar, sino que es un universo que involucra factores hasta culturales:

Yo en causas de la migración me he encontrado personas que les han sido infieles y viajan
por esa infidelidad. [...] a parte la cultura que lo rodea, ahí es de que un hombre infiel pesa
demasiado, o sea es una comunidad todavía sumamente machista, mucha violencia de
género, no sólo hacia las mujeres, también hacia los hombres. Entonces: “Yo no puedo
estar ahí en mi colonia, en mi departamento, porque todo el mundo me está señalando de
que fui cornudo, entonces por eso me vengo, pero ¿cómo le hago para olvidarla?”, dicen.
Entonces, pues está cabrón porque ellos vienen así en el tren, o venían en el tren
esperando la muerte, en serio, esperando la muerte, como una desesperanza: “pues ya, ya
me dejó mi familia, mis hijos”. Porque no sólo se va la mujer, a parte se va la mujer porque
tú no tienes dinero, porque tú no eres hombre, porque tú no cumples con los roles de
género, de proveer, de dar casa, hogar, llevas tres meses sin trabajo, pero ese es el
sistema social del país que no le permite trabajar, pero no es solamente la economía, ¿ves?
(Miguel, 9 de septiembre de 2015).

132
Y en relación a las mujeres, refiere que la situación es más compleja porque se
encuentran sumamente atravesadas por el género, sobre todo por la idea de que deben
tener una pareja que las sostenga económicamente:

O sea sí tienen broncas con el dinero pero es más bien hacia un enfoque como de género,
de que también en la mujer se ejerce presión. Se encuentra una pareja, toma decisiones
también, pero toma decisiones en base a la cultura, y se va con una persona que le puede
proveer, con un macho alfa, ¿no? Entonces cuando esta persona sale de su país viene con
una tremenda depresión, porque la acaban de abandonar, con hijos, con familia, sus hijos le
dicen “papá” a otra persona. Y él, por más que luchó y luchó, no puede luchar más porque
está en un contexto difícil (Miguel, 9 de septiembre de 2015).
Y por último recalca su opinión respecto a los factores que motivan la migración
centroamericana, los cuales se vuelven cada vez más diversos y se añaden a los de
pobreza, desempleo y violencia:

Entonces cuando vemos las causas de la migración, de repente sí nos enfocamos en el


tema económico, en el tema de la violencia de su país y en el tema de políticas públicas,
pero de repente no humanizamos esta parte de la migración, que todos traen unas
necesidades que dices: “¡Ah, su mecha!, ¿o sea que si tú estuvieras con tu esposa
seguirías en tu país?”. “Sí”, te dicen. “¿Pero las maras y eso?”. “No, no, no, o sea teníamos
nuestro trabajito, así alcanzaba y nuestros hijos estaban yendo a la escuela”, te responden.
Y te sorprendes. Entonces yo creo que entre las causas de la migración se encuentran
muchas otras cosas más allá de la violencia, que bueno, los vulnera a ponerse en tránsito
en una migración que sí es violenta, en México. Sí, la parte del grueso de los que viajan es
por lo económico, pero hay otros casos también diferentes (Miguel, 9 de septiembre de
2015).

Después de tomar la decisión, viene la plática con la familia, las despedidas y con ello el
temor de no volverse a ver jamás, tanto a los que se van, como a los que se quedan. El
dinero para el viaje lo consiguen trabajando meses antes, de sus ahorros, piden préstamos
(que aún después del viaje siguen debiendo), o de alguien de la familia que les da el dinero,
sobre todo las madres. Los familiares de quien migra respetan la decisión pero ante eso,
siempre habrá dolor y sufrimiento de ver partir a alguien que aprecian mucho. Las madres,
por ejemplo, sufren por el hecho de dejar a sus hijos: “Mami, no queremos que nos faltes”, le
dijeron a Janeth. “Pero no podemos todos irnos para otro lado me voy a ir yo primero a ver
qué sucede”, ella les respondió.

Un día antes de salir, algunas fueron a la iglesia a orar y pedir para que todo saliera bien,
como en el caso de Sandra, quien me señaló: “le rogué y le pedí a Dios que la decisión que
yo tomaba que fuera la mejor”. Otros estuvieron con sus hijos, salieron de paseo con ellos y

133
se divirtieron; esa fue la forma de despedirse. Otras, como Yajaira, no quisieron decirle a
nadie más de su decisión, solamente a su mamá. Y Algunas, como Karo, planearon con
anticipación el viaje:

[...] yo tardé seis meses para poderme venir, porque yo estaba trabajando en Panamá,
estuve ahí nueve meses... pero allá no entramos como lo hacemos aquí. Allá te pagan
doble visa, doble pasaje del autobús, ida y vuelta. Te dan visa de turista por seis meses
para que trabajés, y si se te vence puedes renovar. Y eso es todo, trabajar tranquilo. Te
Pagan en dólares también. Ya llegué a Nicaragua, planeé eso con mi familia y ya me vine.
Estuve un mes con ellos nada más. Un día antes estuvimos reunidos, estuvimos llorando,
abracé a mi hija, le dije que siguiera estudiando, que siguiera adelante y no se preocupara
porque, primeramente Dios, yo iba a hacer algo. Con mi madre pues nos pedimos perdón,
que si algún día yo le fallé o ella a mi, pues perdonarnos. Me echaron la bendición y nos
fueron a dejar al lugar donde tenemos que tomar el autobús, a dos municipios de donde
vivimos (Karo, 1 de septiembre de 2015).

La decisión de irse, la despedida con la familia y el dolor por dejarla, por abandonar su país,
es apenas el comienzo de su travesía, porque al entrar en territorio mexicano vivirán una
serie de eventos desafortunados, tendrán que sobrevivir hasta llegar al norte de México. No
es un camino fácil, pero saben que no hay marcha atrás después de dar el primer paso,
porque retroceder no es la mejor opción cuando su hogar ya no es un hogar donde pueden
vivir dignamente, pues hay alguien que les persigue, que les quiere matar, pero también hay
personas que les esperan, que necesitan comer, estudiar y tener una vida mejor.

3.1.2. Violencia en el recorrido Chiapas-Oaxaca

El tránsito por México de las personas centroamericanas migrantes es un constante ir y venir entre
caminos por carretera, montes, al lado de las vías, retenes y delincuentes, bajo el sol y el calor, con
hambre, sed, enfermedades, cansancio y llagas en los pies. La primera etapa es cruzar la frontera
sur de México y llegar a la estación del tren en Arriaga, Chiapas. O así era hasta antes de junio de
2014. Es un recorrido que involucra tomar transporte público y bajarse antes de una caseta
migratoria para rodearla internándose hacia zonas boscosas, desconocidas; implica estar alerta de
patrullas fronterizas y de policías (municipales, estatales y federales); de caminar con miedo porque
en cualquier momento puede ocurrir un asalto. Llegar con vida a un albergue (en Chauites o Ixtepec)
-aunque ya con el cuerpo herido por ese tramo de la ruta- ya es ganancia. Pero ahí no termina el
viaje. Quienes deciden quedarse en estos lugares sólo por varios días, mientras reposan y planean el
resto del camino, tendrán que enfrentarse al territorio controlado por los Zetas si es que deciden irse

134
por la ruta del Golfo. Si lo logran, sólo queda la última fase: cruzar el muro que divide a México y
Estados Unidos. Y “cruzar” puede resultar no tan sencillo como al pronunciar esta palabra: o se cruza
cargando droga o se cruza con el uso de un coyote.

3.1.2.1. Ruta de asaltos: el camino que parece no tener fin

Los flujos migratorios que provienen de Centroamérica y se internan en México tienen un


abanico de itinerarios posibles para movilizarse, pero la ruta que más fue nombrada en los
testimonios que recabé, inicia en el cruce fronterizo de Tecún Umán en Guatemala con
Ciudad Hidalgo en Chiapas. Después de cruzar, tuvieron que soportar situaciones de
violencia y riesgos perjudiciales para su salud e integridad física y emocional. Según los
resultados de las entrevistas, el primer riesgo al que tuvieron que sobrevivir los migrantes es
el de abordar el tren, uno de los principales medios de transporte para algunas personas. Sin
embargo, vale decir que en mi investigación, sólo lo usaron dos hombres y tres mujeres. A
continuación narro la experiencia trágica de uno de los varones que entrevisté:

El tren iba saliendo de la estación y ella empezó a correr para poder alcanzarlo. Ya eran los
últimos vagones cuando ella apoyó los pies sobre las escaleras de fierro, pero sus tenis la
traicionaron. Se resbaló y su cuerpo cayó de la cintura para abajo adentro de las vías. Él
quiso sacarla de ahí jalándole los brazos pero su pie quedó atorado en un riel. Fue imposible
salvarla. Lo último que él vio de su amiga, o al menos así le pareció, fue una señal de adiós.
Todo sucedió muy rápido. “¡No!, ¡no puede ser!, ¡Por Dios!, ¡No, Cindy, no por favor!, ¡¿Por
qué tú?! ¡Todas las ilusiones quedaron en éste maldito tren!”, fueron las palabras de Denise
al ver que el cuerpo de su amiga, la que conoció cuando ella era una niña, quedó mutilado
por las ruedas del tren. La única reacción que tuvo fue tomar algunas piedras del suelo para
aventarlas a los vagones. “¡Maldita sea Migración!”, gritaba una y otra vez. Denise nunca
dejó de culparse por lo que le sucedió a su amiga:

En ese momento quería tener un explosivo y volarlo. Pero nunca me lo perdono. Algunos
me dicen que ya pasó. Pero no, es que es una vida. No es normal que se haya quedado
ahí. Sí, duele cuando me acuerdo de ella, pero tengo que seguir la vida. Yo tengo que
seguir, como ella me dijo: “si algo me pasa, tú sigue adelante, tú sigue tu camino, no quiero
que fracases”, “sigue adelante”, me dijo, “eso es lo que a mi me gustaría, que siguieras
adelante”. ¿Cómo iba a saberlo? Esa fue la última plática que tuvimos. No acepto todavía
que mi amiga ya no esté conmigo nunca jamás. Pero ella fue víctima de La Bestia (Denise,
3 de septiembre de 2015).

135
Cientos de centroamericanos, hombres, mujeres, niños han sido tragados por esa máquina
que todos conocen como La Bestia; algunos sólo fueron mordidos hasta perder alguna de
sus extremidades. No es fácil subirse a los vagones, sobre todo si el tren va a gran
velocidad. El cansancio y el quedarse dormido ahí arriba han sido los principales motivos por
los cuales la gente se cae. Tantas personas se ha quedado en el camino, que hay una frase
que se dice entre los propios migrantes: “Este es primo hermano del Río Bravo, porque la
misma sangre tienen, sangre centroamericana” (Martínez, 2012: 65).

1. Citlali Jiménez. El tren [fotografía]. Ixtepec, Oaxaca, abril 2015.

Pero el viaje sobre La Bestia apenas es una parte del riesgo que implica atravesar México
siendo migrante indocumentado. Todo el territorio es una geografía de terror repleta de
violencia. Es muy poco probable que alguien no sea víctima de algún delito. Pero ante todo
eso, los y las migrantes deben hacer uso de sus recursos económicos y sociales, de la
información que tengan -que por lo regular es muy poca- y de su capacidad para esconderse
y evitar ser deportados, porque sería una catástrofe volver a comenzar.

Sin embargo, muchas de estas personas no tienen ni idea de cuántos kilómetros hay que
caminar para llegar a su destino, o al menos a un albergue. Sólo saben que hay que tomar
combis en “tal lado” y bajarse en otro para rodear al retén. En su pensar sólo está el caminar
al lado o lo más cercano a las vías, siguiendo un camino que parece infinito. Por eso,
cuando estuve en el albergue, no era de extrañarse que cuando ellos veían un mapa de
México y se enteraban de en dónde estaban, se sorprendían al ver que no llevan ni la mitad
de camino: “¡Apenas estoy en la entrada de la casa!”, comentaban exaltados.

La mayoría de las personas que entrevisté dijeron que era la primera vez que intentaban
cruzar por México. Por lo tanto, ellos y ellas sólo me describieron su camino de la frontera

136
sur al albergue de Ixtepec, en el estado de Oaxaca. Generalmente, desde que salieron de su
país tomaron un autobús directo hasta la Ciudad de Guatemala para después llegar a Tecún
Umán. Luego cruzaron el Río Suchiate en balsa, donde les cobraron 50 quetzales, según lo
que me dijo Moisés.

-¿De Tecún Umán cómo le hiciste?


-Le pagamos a un bicicletero que nos llevara a donde podíamos agarrar una combi.
Agarramos la combi y llegamos a Tapachula. De ahí, como mi hermana ya había pasado
por un albergue, me dijo que fuéramos al albergue, se llama El buen pastor, ahí en Chiapas,
Tapachula. Ahí estuvimos tres días, porque me salió trabajo un día, pos trabajé para ganar
dinero, trabajé de ayudante de albañil, “chalán” creo que le dicen acá. Me pagaron 300
pesos. Luego de Tapachula agarramos combi, pero saliendo de ahí nos tuvimos que bajar
porque ya había el primer de retén de migración, y empezamos a caminar por cinco horas
por las vías hasta que llegamos a Huehuetán (Moisés, 2 de septiembre de 2015).

Algunos de ellos se detuvieron en algún punto de Chiapas para trabajar, conseguir dinero y
poder seguir con su camino. El tiempo que se quedan a trabajar puede ser por unos días o
por meses, dependiendo del trabajo. Como en el caso de Alex:

Estuve casi ocho meses trabajando de albañil o pintando casas en Chiapas, en la mera
frontera entre México y Guatemala. Ahí estuve un rato trabajando, “Benemérito de las
Américas” le dicen, creo. Y ya con el tiempo decidí subir. Así me vine en autobús,
bajándome y rodeando Migración. Me fui a Comitán, de Comitán a Tuxtla Gutiérrez y de ahí
pues, te vienes a Arriaga o Chauites, según donde haya Migración. Nomás que se me
acabó el dinero y me bajé en Arriaga, y de ahí caminé hasta Juchitán. Y como de Juchitán a
Ixtepec no hay migración pues agarré un camión. Y llegamos a esta casa, es mi primera vez
que vengo aquí. No conocía, no sabía que existía esta casa. Llegué aquí hace un mes
(Alex, 2 de septiembre de 3015).

Algunos, dependiendo de sus recursos, viajan en combis de localidad a localidad, bajándose


cada que hay un retén. Lo rodean caminando y vuelven a tomar un transporte. Quienes
tienen más recursos toman taxis. Pero los que no tienen dinero para pagar un transporte
colectivo, deben viajar en el tren, el cual toman en Arriaga, Chiapas, o a veces hasta
Oaxaca, lo que implica que caminen muchos kilómetros hasta llegar a la estación. Así fue la
experiencia de Denise:

Pues nos fuimos caminando [desde Chiapas a Oaxaca], durante ocho días. Descansando
en la noche y caminando desde las cinco de la mañana a siete de la tarde. Ahí en Reforma
[Oaxaca] nosotros tomamos el tren. Nos adelantamos un poco, como unos cinco kilómetros
o más de lo que fue Reforma. Nos adelantamos y nos quedamos a dormir en un como
potrero, donde había ganado, era limpio, así como aquí [como el albergue], y ahí me quedé
porque me venció el sueño. Y en eso estaba medio dormido, pasó una camioneta roja, o a
veces es blanca, y es la que anuncia la venida del tren, yo la vi pasar pero estaba medio

137
dormido, y no escuché el ruido; entonces ya como a las 2 de la madrugada empezó a sonar
el tren, pero venía lejos. Entonces cuando desperté ya lo tenía casi cerca, lo tenía como a
300 metros. Entonces yo me escondí en el monte, en los arbustos grandes, para que no me
viera el maquinista, porque tú no puedes tomar el vagón de la máquina. Entonces ya
cuando habían pasado varios vagones de la maquina, vienen los otros y yo tomé el tren. [...]
Allá en Honduras trabajaba en un bus como ayudante. Allá uno corre atrás del bus para
montarse, y luego cuando va a subir un pasajero, el bus va parando poco a poco, pero no
del todo, entonces uno se tira y sale corriendo. Es lo mismo en el tren. Y ya desde ahí hasta
lo que fue Juchitán, ahí me tocó dejarlo, porque ahí tenía a Migración encima, hubo
operativo. Y entonces teníamos que bajar del tren porque si no, nos pescaba Migración y yo
no estuviera acá, ya estuviera en mi país (Denise, 3 de septiembre de 2015).

Durante este tramo de la ruta migratoria hay lugares que son conocidos por la incidencia de
violencia a la que los migrantes son vulnerables. Desde agosto del 2014 se han dado casos
de asaltos en localidades por las que antes no pasaban los migrantes. Generalmente estos
asaltos son cometidos por personas que llevan machete, por lo que así se le nombró a la
ruta que va de Tapachula en Chiapas hasta Corazones o Chauites en Oaxaca. Así lo
informa una nota periodística de Ximena Natera:

Chahuites, como Corazones, Tapanatepec, Niltepec, La Venta, El Espinal y Ciudad


Hidalgo habían sido, hasta hace poco, ciudades invisibles para los migrantes que
recorrían la zona arriba del tren, en un viaje de entre 8 y 12 horas que terminaba en
Ixtepec, Oaxaca. La violencia en esta zona inició hace 14 meses [desde agosto del 2014],
cuando el gobierno mexicano diseñó una nueva forma de “blindar” la frontera sur del flujo
migratorio de Centroamérica hacia México y Estados Unidos. El eje de acción del
nombrado Plan Frontera Sur Segura –anunciado, pero inexistente en el papel– se dividió
en dos partes: aumentar la vigilancia en toda la zona y bajar a los inmigrantes
centroamericanos del lomo del tren (Natera, 2015 s/p)54.

De igual forma, el tramo de Arriaga a Oaxaca es un camino de 39 kilómetros que se recorre


en 40 minutos (en automóvil), pero los migrantes lo transitan a pie durante aproximadamente
16 horas, y es un camino que siguen al lado de las vías, lo cual implica a veces desviarse,
internarse por los montes, descansar, etc. Sin embargo, es por esos rumbos que se han
formado bandas delictivas para asaltar a las personas migrantes que pasan cerca de ahí
(Natera, 2015 s/p).
Respecto a lo anterior, la opinión de el psicólogo Miguel es similar, pues dijo que: “Antes
este lapso de Tapachula hasta Ixtepec eran siete días, y ahorita están haciendo 20-25 días,

54 Ximena Natera (2015 s./p). “La Ruta de los machetes”. Disponible en:
http://enelcamino.periodistasdeapie.org.mx/ruta/la-ruta-de-los-machetes/, última fecha de consulta 11 de
abril de 2016

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un mes, caminando. Antes de Arriaga hasta Ixtepec eran 14 horas en el tren, ahorita se
están haciendo 5-7 días, caminando” (Miguel, 9 de septiembre de 2015).

Janeth cuenta que en su primer intento fue detenida llegando a Chauites por unos agentes
de Migración que la deportaron junto con su sobrina hacia la frontera de Corinto en
Honduras, pero sólo estuvieron ahí 3 días y volvieron a cruzar la frontera de México con
Guatemala. En Tapachula se encontraron con algunos migrantes y decidieron viajar juntos;
eran cinco hombres y tres mujeres en total. Llegaron en un camión de carga hasta un lugar
que se llama La Arrocera, en Chiapas. Sin embargo cerca de ahí había un policía
estacionado con su patrulla y al ver que eran tantos él les preguntó, “¿A dónde van?, ¿llevan
todos papeles?”. Ellos dijeron que no, a lo que el policía les dijo que entregaran 800
lempiras, 100 por cada uno si no querían que él llamara a Migración. Entonces se los
tuvieron que dar para que pudieran seguir con su camino. Pero lo peor estaba a punto de
venir, porque llegando otra vez a Chauites fueron asaltadas ella, su sobrina y el grupo con el
que venían. Después de que agentes de Migración los persiguieran en Corazones, ellos
llegaron a un cementerio donde se encontraron con unos sujetos que les ofrecieron agua,
pero Janeth y el grupo no les hicieron caso y decidieron continuar. Eran como las 10 u 11 de
la mañana. Siguieron caminando hasta llegar a una casa donde les dijeron que podían
descansar y cocinar algo para que pudieran comer. A las cinco de la tarde el grupo decidió
que era tiempo de continuar, sobre todo porque se dieron cuenta que las personas de esa
casa podrían ser secuestradores o asaltantes. Entonces, con el engaño de que saldrían al
parque a dar una paseo, salieron de la casa. Llegando al parque preguntaron por dónde
quedaba el camino para Chauites: “Pero se van con cuidado porque ahoritita acaba de salir
la volanta de Migración, de ahí de esa calle que va para Chauites”, les dijo un muchacho.
Después de eso, relata Janeth:

Entonces seguimos caminando y caminando y caminando. Nos metíamos a descansar, y


luego volvíamos a salir. Nosotros siempre buscábamos las vías del tren, siempre, nomás
que no caminábamos exactamente por la vía, nos veníamos escondiendo, nos metíamos al
monte, salíamos a partes feas. [...] se nos terminó el agua, traíamos hambre. Y de ahí,
descansamos en un potrero, porque un muchacho que era salvadoreño, gordito, ya venía
muy cansado y ya no podía caminar. Yo ya traía los pies llagados. Ya traía los tenis llenos
de sangre. No aguantaba, les ponía esponja, les ponía algodón, porque todo eso traía en mi
bolsa, pero no, ya no sentía eso en el camino. Entonces en el potrero nos quedamos
descansando como dos horas. Cuando él ya se sentía mejor, pues decidimos seguir.
Cuando eran las 12 y media de la noche, miramos un rancho, llegamos ahí, y cuando
decidimos entrar ahí a descansar, y que nos salen tres hombres, y dijeron: “¡manos
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arriba!”. Eran dos hombres con machete y otro con escopeta. Y ellos nos dicen: “¡nos dan el
dinero o los matamos!, ¡Desnúdense todos!”. Y yo dije: “no traemos nada ni dinero”. Pero
nos dice uno: “¡qué nos des el dinero te digo!”. Traíamos como 2, 000 pesos. Y me dicen:
“¡tú bájate el pantalón!”, y Damaris, como ella es muy nerviosa, nomás cerraba los ojos, no
quería ver nada, no quería saber nada. Y yo le dije: “está bien, te lo voy a dar, pero no nos
hagas nada”. Entonces fui y le di el dinero, y recogí lo de los muchachos, yo ni sé cuánto
era de ellos, pero casi no trían dinero. Y cuando se lo di, reconocí que uno de ellos era el
que nos había saludado en Corazones, en el cementerio. O sea que, él ya nos venía
siguiendo a nosotros. Pero ya lo agarró la policía. Sí, porque Goretti me enseñó una foto, y
me dijo: “reconoces a este”, y yo le dije: “sí”. Y en la Fiscalía yo lo reconocí también. Y pues
ya lo agarraron. Y pues de ahí salimos corriendo, todos asustados, pero gracias a Dios no
nos hicieron algo malo, sólo fue eso (Janeth, 4 de septiembre de 2015).

La historia de asaltos se repitió con Ceci, quien cuenta que también fue asaltada dos veces,
también cerca de Chauites, por unos sujetos con machete. Ella iba con una amiga, con su
primo y dos amigos de él:

En el primer asalto eran dos, fue como llegando a Chauites como a dos o tres horas, quizá.
Nos quitaron todo. A mi primo le quitaron unos tacos de jugar fútbol, a mi me quitaron una
gorra, las lociones nos quitaron, el dinero, yo traía 500 pesos en mi bolsa, me los quitaron, a
mi primo le quitaron más de 500; y mis toallas sanitarias hasta las sacaron de la bolsita,
para ver si traíamos algo ahí nosotros. Y a los otros dos muchachos que venían, que son
amigos de mi primo, a uno de ellos le pegaron. A ellos los desnudaron, les quitaron su ropa
interior y después a ellos les hicieron hacerse a un lado, y después nos dijeron a nosotros
que nos quitáramos el pantalón, y ya nos revisaron, nos tocaron nuestras partes, y donde él
me estaba ya a punto de tocar mi parte, yo le dije que no andaba nada y le quité su mano, y
ya él me dijo que era bien agresiva, que más adelante iban a salir unos que me iban a violar
y que no me iban a perdonar porque era agresiva. Y de ahí, luego más adelante... ah,
porque ellos mismos [los atacantes] nos dijeron que esperáramos a que oscureciera porque
ellos se iban cuando ya estaba oscuro. Entonces nosotros nos esperamos, ya eran como...
ese asalto fue como a las cinco. De ahí esperamos como una hora y nos fuimos caminando.
Más adelante, habíamos caminando como media hora quizá, y ya nos salieron otra vez.
Eran seis, primero nos salieron tres con unas lámparas, nos dijeron que no nos fuéramos a
correr porque si no, nos iban a volar la nuca. Luego salieron otros tres por otro lado. Y Ahí
nos hicieron que nos hincáramos, a uno de ellos le dijeron que no se moviera porque le
iban a volar la nuca. No nos violaron, pero sí... siento yo que, como nos tocaron nuestras
partes, eso no es algo normal, sin que uno quiera. Pensaba que me iban a violar, se me
vinieron bastantes cosas a la mente. Pero gracias a Dios no pasó más (Ceci, 15 de abril de
2015).

El mismo patrón de ataque se vuelve a repetir. Varios hombres con machete, al menos uno
con arma de fuego, y a las mujeres les revisan la vagina para ver si no llevan algo
escondido. También Karo y su hermana fueron víctimas de dos asaltos:

Pues por ir caminando en las vías del tren, aguantando hambre, los pies los teníamos
llagados, con bolas de agua, ensangrentadas. Nos robaron dos veces, nos robaron en
Arriaga y al llegar a Chauites. El asalto en Arriaga fue cuando veníamos sobre las vías del

140
tren de Tapachula, y de ahí cuando llegamos a un lugar que le dicen La Arrocera, creo yo,
ahí salieron unos tipos, ahí nos robaron los 400 dólares que traíamos cada una, 800 dólares
entre las dos. Nos dijeron que sacáramos todo lo que cargábamos y dijimos: “no, nosotras
no cargamos nada”. Traían machete y nos quitaron toda la ropa, nos quitaron las cosas, nos
metieron la mano en la vagina y todo. Y nos pusieron a hacer sentadillas. Yo solo pensaba
que no nos fueran a violar. Y el asalto en Chauites, fue por El Basurero, también veníamos
caminando sobre las vías del tren y cerca de un árbol de mango salió un tipo encapuchado,
todo de negro con machete, igual nos desnudó, nos metió la mano. Ya después nos sacó
por el camino que teníamos que seguir. Y pues, yo no aguanté casi. Ahí venía descansando
y haciéndome masajes en mi pie. Pero ahí venía y venía, pero luego ya no podía dar el
paso. Es duro, pero como le digo, no soy yo ni usted ni nadie, aquí sólo el Señor lo va a
hacer (Karo, 1 de septiembre de 2015).

Es muy común que las personas hagan referencia a lo difícil que ha sido caminar por tantas
horas, sin agua, con calor, con hambre y con los pies cansados. Asimismo, a pesar de sufrir
un ataque de asaltantes, siempre agradecen a Dios por no haber pasado algo más grave,
como el hecho de ser violadas, secuestradas o asesinadas. Por esa razón, mientras van en
el camino siempre van pensando en Dios, pidiéndole que no les pase nada, pero eso no los
ha salvado de los maleantes que están al pendiente del paso de los centroamericanos y las
centroamericanas para poder aprovecharse de ellos/as. Moisés por ejemplo, cuenta cómo
fue que los asaltaron a él y a su hermana, también cerca de Chauites:
-Las vías están solas, sólo hay monte a los lados y la vía, tú ves y nunca ves el final. Yo
sentía con la cabeza primero, orándole a Jehová pa' que nos cuidara, y dos, pensando que
no nos fuera a salir nadie quien fuera a tocar a mi hermana, porque como hermano, iba a
ser feo ver que estuvieran violando a mi hermana.
-¿Consideras que tú eres una forma de brindarle seguridad a ella?
-Ehh, sí, porque primero tienen que tocarme a mi, antes de que la toquen a ella. El día que
nos asaltaron incluso me puse delante de ella.
-¿Dónde te asaltaron?
-En Corazones, antes de llegar a Chauites. Iba yo caminando con ella y salió un tipo
armado y nos dijo: “Párense ahí, putos”. Inmediatamente nos paramos y detrás de él
salieron dos más con machete, nos pidieron que les diéramos todo lo que andábamos. Y
nos dijeron: “quítense la ropa”. Nos quitamos la ropa, la tiramos, yo siempre cuidándola a
ella. Entonces revisaron la ropa. Como era de día yo pienso que no le hicieron nada, porque
eran como las dos de la tarde con un sol tremendo. Revisaron la ropa, sacaron el dinero,
nos tiraron la ropa y se fueron. Nos cambiamos rápido y... salimos más rápido de ahí del
lugar (Moisés, 2 de septiembre de 2015).

Yajaira, su hermana, me comentó que sintió miedo cuando los asaltantes les dijeron que se
quitaran la ropa, porque lo primero que pensó en ese momento es que la iban a violar, pero
según ella sólo los dejaron en ropa interior y solamente la vieron pero no la tocaron. Sin
embargo, ese miedo que sintió también fue porque ella venía con su hermano. “Imagine que
la tengan con una pistola y está su hermano ahí, que uste' lo trae prácticamente, porque la

141
que ya conocía era yo, de él era su primera vez que venía”, me dijo. Yajaira se sentía
responsable de su hermano, porque ella lo venía guiando, ya que era su segunda vez que
pasaba por México, y en cuanto Moisés, también sintió la necesidad de proteger a su
hermana, porque ella es mujer y, por lo tanto, desde su perspectiva, es más vulnerable. En
el camino ellos venían junto con un sobrino, pero a él lo detuvo Migración y lo deportaron.

En algunos casos, el asalto no va más allá de eso, un asalto y tocamientos al cuerpo de las
mujeres para inspeccionar si llevan algo guardado. Sin embargo, es bien sabido que hay
mujeres que son víctimas de violación sexual por los mismos que las asaltaron. Incluso, se
han dado casos que después de violarlas también las asesinan. Pero no fue en el caso de
Doris, quien para el momento de la entrevista ya había arreglado su situación migratoria,
estaba viviendo y trabajando en México, pero antes de eso, cuando estuvo en tránsito, vivió
una experiencia de violación durante su camino:

Ya al cruzar Tapachula me asaltaron, casi me matan. Hicieron lo que ellos quisieron


conmigo. Entonces, fue un trauma muy grande el trayecto desde allá hasta acá. Y, [pausa]
como le digo, aún sigo con ayuda psicológica, porque a pesar del tiempo que ha pasado,
uno tiene que aprender a vivir con eso. Me asaltaron y abusaron sexualmente de mí. Me
quitaron toda la ropa que traía, todo mi dinero. Fue en un pueblo, no sé la verdad, pero fue
entre Tapachula y Huehuetán. Pues ahí, caminamos desde Tapachula con los muchachos
hasta llegar a Huehuetán. Veníamos por las vías, porque a uno siempre le toca rodear las
vías. Entonces caminamos, y como a eso de las 12, aproximadamente, nos salieron los
asaltantes. Y Ellos nos dijeron que nos detuviéramos. Bueno yo me detuve y los otros
también porque no nos íbamos a oponer. Y nos metieron al monte, y nos dijeron que
entregáramos todo lo que andábamos. Hasta nos encueraron, nos quitaron toda la ropa.
Nos empezaron a hurgar nuestras partes a ver si andábamos dinero. Nos hurgaron y
dijimos: “no, no andamos más, era lo único que andábamos”. Y luego me apartaron, no muy
lejos de ellos, en corto, y empezaron a abusar de mí. Eran cuatro personas, los cuatro así,
uno primero, después fue otro y otro. Y yo les suplicaba que no me fueran a matar, porque
ellos me iban a matar a mí. Yo les suplicaba, lloraba, yo le pedía a Dios que no me fueran a
matar. Le suplicaba a Dios que no me mataran porque tenía tres niños chiquitos, ¿qué iba a
ser de ellos? Que si yo había salido de mi país era porque no tenía cómo mantenerlos, no
tenía un lugar donde tenerlos a ellos, yo quería verlos mejor a ellos. Que no me fueran a
matar. Y ellos me decían: “cállate, cállate”. Y con el arma y el machete pues... yo les
suplicaba, yo me arrodillé y yo les pedía que no me fueran a matar. Y luego ellos de tanto
que rogué, me dijeron que no me iban a matar pero que no fuera a decir lo que me habían
hecho. Y nos dejaron venir. Luego llegamos al pueblito y ahí una señora nos dio la ayuda.
Ya los muchachos le contaron lo que me habían hecho a mí. Ella me buscó ropa y me dijo
báñate y cámbiate, y luego te acuestas a dormir por mientras te vamos a hacer comida.
Pero sí, yo en ese momento lo que más primeramente pensé fue en Dios y luego en mis
niños, que ellos son los que se iban a quedar [solos]. Ya luego que no estaba su papá y
luego me iban a matar a mi... no. Entonces ellos se iban a quedar a la deriva. ¿Quién los
iba a cuidar a ellos? (Doris, 13 de abril 2015).

142
“¿Quién los iba a cuidar a ellos?”, dijo. La preocupación de Doris por sus hijos era más
grande que el acto de la violación mismo. El pensar que pudo haber muerto y que sus hijos
quedaran desamparados para ella hubiera sido lo peor, y es así porque es una madre, jefa
de familia, la única encargada de cuidarlos y de mantenerlos. En ese momento ella pensaba
desde su papel de madre, no desde su vulnerabilidad como mujer migrante. Pero después
de lo que sucedió, la situación no mejoró, porque, debido a la cultura misógina que aún
prevalece en algunas partes de Centroamérica, las mujeres cargan con el estigma y el
prejuicio por haber sido violadas. Sus compañeros de viaje, se burlaron de Doris por lo que
le sucedió, a pesar de haber sido asaltados igual que ella; pero queda claro que el ser
violada la convirtió, para sus compañeros, en una sub-humana, alguien que ya no merecía
respeto:
Me tocó pedir por todo el trayecto de Tapachula de Chiapas. Y ya al llegar a Arriaga,
Chiapas, ya me tocó subirme a La Bestia, me subí, era demasiada gente. Luego venían
otros del mismo país, eran cinco varones que venían conmigo cuando me asaltaron. Bueno
llegamos juntos hasta llegar a Chiapas, luego nos subimos al tren y como por lo que yo
había pasado anteriormente ellos me maltrataban demasiado, se burlaban, me hacían
mucho bullying. Y luego... me tiraban agua, se enjuagaban su boca, cuando veníamos en el
tren y me tiraban agua. Entonces me hicieron mucho bullying (Doris, 13 de abril de 2015).

La violación sexual es algo que las mujeres centroamericanas tienen en mente cuando salen
de su país. Saben que les puede pasar, son conscientes de eso. Y tan conscientes están
que muchas de ellas deciden usar la inyección anticonceptiva, mejor conocida como la
“inyección anti-México”. El caso es que, si bien no es un “escudo” anti-violaciones, sí lo es
para evitar quedar embarazadas 55. En la mentalidad de las mujeres centroamericanas está
la idea de que les puede pasar pero muy en el fondo esperan que no sea así. “Que sea lo
que Dios quiera”, “Dios me protegerá”, son las palabras que se repiten una y otra vez.

Esta situación es muy perversa e impactante si se reflexiona desde otro punto de vista,
porque entonces lo que a ellas les perjudicaría más es el hecho de resultar embarazadas, no
la violación en sí. Con esto no quiero decir que a ellas no les importe, pero, posiblemente
esto se deba también porque en sus contextos de origen, sociales y cotidianos, muchas de
ellas viven a diario todo tipo de violencias, además de la sexual. Habría que preguntarse si el
uso de la inyección anticonceptiva se da en otras situaciones ajenas a la migración. Para el

55 Marcela Turati (S/f), Disponible en: enelcamino.periodistasdeapie.org.mx/historia/mujeres-marcadas-por-el-


plan-frontera-sur/, última fecha de consulta: 11 de abril de 2016)

143
caso de las mujeres que entrevisté, al menos cinco de ellas aseguraron haberse inyectado el
anticonceptivo de tres meses antes de salir de su país. Una de las respuestas del porqué
son las siguientes:
Para cuando yo iba a salir de mi tierra yo me puse una inyección, porque como escuchaba
bastantes rumores. Y lo que menos quería yo era salir embarazada de un... de tal vez de
que me fueran a violar. Entonces sí, me puse una inyección anticonceptiva (Doris, 13 de
abril de 2015).

Algunas mujeres, utilizan la inyección porque alguien más les advierte del riesgo de la
violación al pasar por México, como el caso de Ceci:
Sí, yo me puse la inyección de tres meses, por si pasaba algo, porque mi mamá me dijo que
lo hiciera, aunque primero Dios, que no fuera a pasar nada, pero sí, ella me dijo que lo
hiciera. Entonces lo hice (Ceci, 15 de abril de 2015).

Otras mujeres migrantes tienen la intuición que pueden ser violadas, y por eso deciden
inyectarse el anticonceptivo, como una forma de prevenir el embarazo no deseado: “Sí,
me puse la inyección de tres meses. El 9 de julio. Me la puse por cualquier cosa, si había
una violación, porque nunca está de menos, como dicen”, me dijo Yajaira. Lo mismo pero
con otras palabras me comentó Flor: “Sí, la inyección de tres meses, porque como te
digo, uno se arriesga a todo, se arriesga una a que la violen, a veces es mejor prevenir
que lamentar”. Por último, las palabras de Karo se asemejan a lo que las otras mujeres
quieren dar entender cuando explican porqué usan la inyección: lo peor que les puede
pasar es quedar embarazada por causa de una violación sexual:

[...] la inyección de tres meses, o sea, yo me la puse cuando me vine para estos lados, me
la puse el 21 de julio, un día antes de salir de mi país [...] yo en mi mente yo me dije. Mi
hermana y yo la fuimos a comprar a la farmacia la inyección de tres meses y le pagamos a
la señora que nos inyecta a uno. Compramos la de tres meses porque “así nos vamos
preparadas”, le decía yo. Uno nunca sabe, porque si nos pasa algo en el camino y nos
violan por lo menos no nos dejan con una panza (Karo, 1 de septiembre de 2015).

Respecto al tema, el psicólogo Miguel, quien labora en el albergue “Hermanos en el


Camino”, opina que el uso de este método puede no ser exclusivo de la migración, sino que
puede deberse a otros factores, sobre todo por cómo las mujeres se perciben a sí mismas
ante la presencia de un hombre:

[...] cuando hablas de personas víctimas de violencia sexual, en la historia de vida de esa
persona probablemente tuvo otras experiencias de violencia sexual. Y entonces, no te
puedo hablar de estadísticas, pero considero que muchas de las mujeres migrantes han
sido víctimas de violencia sexual en otros episodios de su vida, a parte las situaciones de

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violencia que genera el país, el contexto, la sociedad en esos lugares, las hace, no
vulnerables, sino que, en frases de ellas: “es que se me acerca un hombre y no me puedo
defender”, “si se me acerca un hombre y empieza a cortejarme, yo no me puedo defender y
sé que va a abusar de mí”.
[...] porque más bien el registro es ese de: “yo no puedo contra los hombres”, “no puedo
evitar la violación”, “me siento culpable después”, es eso. Cuando es violada por primera
vez, la mujer recibe un impacto muy grande; también la segunda vez, pero en esa vez, no
es que la mujer lo asimile, sino que, a lo mejor, es doblemente grave porque lo acota a su
conexión con el pasado, entonces es feo, porque en vez de vivir lo que está viviendo en
este momento, se pone a vivir lo que vivió en el pasado. [pausa] Entonces está cabrón
porque lo viven dos veces, lo sufren dos veces, ésta y la del pasado (Miguel, 9 de
septiembre de 2015).

No sólo las mujeres son conscientes de su vulnerabilidad, sino que también, desde la
percepción de los hombres, las mujeres migrantes están casi destinadas a sufrir más que los
varones, porque según ellos, las mujeres son menos fuertes, ya que se cansan más, y
además porque ellas pueden ser violadas y ellos no (en la mayoría de los casos). La
diferencia de género se hace patente en el discurso de los hombres que entrevisté:

[...] mis respetos pa' todas esa mujeres que andan en este camino que es difícil pues, si es
duro pa'l hombre es más duro para la mujer. Porque la mujer, realmente no tiene la fuerza
del hombre, primero las caminadas, son días que se caminan, no horas. Luego pues es
más peligroso pa' la mujer porque la pueden violar y han pasado muchas violaciones en ese
camino (Alex, 2 de septiembre de 2015).

También en ese discurso, se encuentra la posicionalidad del hombre protector, menos


vulnerable a los riesgos de violencia y preocupado por la seguridad de las mujeres:

Uno no quisiera que anduvieran en éste camino, no es que uno sea egoísta, pero al menos
yo no quisiera que anduvieran en éste camino, porque uno ha sido testigo de cómo sufre la
hembra este camino: violaciones, golpes, agresiones, la muerte. Porque hay unos que las
violan y luego las matan, algunas las dejan con vida, pero a otras no. Pienso que no
deberían hacerlo pero a la vez las comprendo, obligadas tienen que hacerlo. [...] la hembra
va a ser víctima, una de presiones, de la otra, de perder la vida. Me contaron una vez que
una muchacha no se dejó violar, ella corrió, pero lamentablemente una bala alcanzó su
cabeza, ella perdió la vida. Entonces la hembra como sea pierde la vida. Yo creo que
prefiero mil veces yo andar en este camino, a que ande mi esposa, que anden mis hijas.
Porque si ella no puede tomar el tren... va a ser víctima de todo, algo que pues no quisiera
yo. No es que sea egoísta, que no quiero que las mujeres anden aquí, pero yo no me
atrevería a traer ni a mi esposa, ni a mis hijas, ni a mi mamá en este camino porque si les
pasa algo no me lo perdonaría nunca (Denise, 3 de septiembre de 2015).

Entonces, en el imaginario masculino, pero también de las mujeres, la migración es un


proceso donde es evidente que en su mayoría se encuentran hombres, que son
asaltados/as por otros hombres. Y si para un hombre migrante el camino es duro, para ellas
145
es aún más, porque en un “territorio” dominado por hombres, las mujeres son las oprimidas,
no desde el asalto, no desde el secuestro, sino desde la violación sexual.

Otro tipo de riesgos que los y las migrantes que entrevisté, se encontraron mientras viajaban
por México, fueron los asaltos arriba del tren. El primer caso fue de Alex, quien en su primer
intento por llegar a Estados Unidos, fue asaltado cuando iba sobre La Bestia, de Escobedo
rumbo a San Luis Potosí. Era de noche y él iba dormido en el vagón, abajo, cuando de
pronto tres hombres con machete lo despertaron para quitarle todo, su mochila, sus papeles,
sus zapatos, su dinero. “Tuve mucho miedo de que me fuera a pasar algo malo, algo peor
que el asalto, me podían matar”, me dijo. El segundo caso fue de Denise, quien después de
abordar el tren en Mapastepec, en Chiapas, como a tres kilómetros de recorrido se subieron
los asaltantes. Amenazaron a todos con los machetes mientras les quitaban el dinero,
celulares y todo lo que llevaran:

Y pues llegaron donde yo estaba y les dije que yo no andaba dinero para darles, y fue
cuando ellos me “basculearon”, como decimos. Ya vieron que no tenía dinero y me
empujaron. Entonces yo caí del tren, pero por suerte había como una plataforma, entonces
caí hasta una terracería, y ya después ya no quería tomar el tren porque venían ellos ahí y
porque el tren iba muy rápido, por eso dejé que se fuera (Denise, 3 de septiembre de 2015).

Los asaltos y las violaciones sexuales no son con lo único que mujeres y hombres se
encontraron en el camino, también hay otro tipo de situaciones que también fueron
perjudiciales para su trayecto. Karo, junto con su hermana fueron engañadas por una señora
que conocieron en Arriaga, quien era dueña de una tienda que estaba cerca del albergue
donde ellas se encontraban. La señora les dijo que ella podía comprarles boletos directos a
la Ciudad de México, por lo cual ellas accedieron a darle 1, 000 córdobas. Sin embargo, la
señora no compró los boletos y en cambió se robó el dinero.

En el caso de la señora Yasmina, tanto ella como su hija fueron víctimas de malos tratos
mientras estuvieron detenidas en la estación migratoria de Acayucan en Veracruz:

Estuvimos tres meses en Migración ahí en Acayucan, con un trato pésimo, lo peor que te
pueden tratar las personas, como perros te tratan a ti. Una, no hay médicos, y cuando el
médico te atiende, te maltrata, te dice: “¿Quién chingada madre les dice que se vayan de su
país para venir a meterle costos a este país?”, “¿Quiénes son ustedes para venirse a este
país?”, “¡Los medicamentos que se les puede dar a los de nuestro país, ustedes se los
vienen a quitar!”. ¿Quién te defiende? Nadie, porque te tienen incomunicado con Derechos

146
Humanos, tú quieres llamar de allá y no te sale la llamada (Yasmina, 2 de septiembre de
2015).

El camino para un migrante, sea hombre o mujer, es difícil. Y lo es aún más cuando tienen
que caminar por horas, días, semanas hasta llegar a Ixtepec. Tardan más de 20 días en
recorrer los estados de Chiapas y Oaxaca, de Tapachula a Ixtepec, cuando hace unos años,
esos trayectos se recorrían en menos días, y en pocas horas. Actualmente, el tránsito por
México para una o un migrante se ha endurecido, en comparación a otros tiempos. Por
ejemplo, Yajaira mencionó que la situación ha cambiado desde la primera vez que pasó por
México, porque en ese entonces no tuvo ningún problema, como en su segundo viaje:

Estaba embarazada, yo ya estuve viviendo allá en Miami. Solo estuve año y medio.
Llegué a Estados Unidos en el 2007, ya el 6 de agosto del 2008 me vine. Yo me vine,
agarré a mi hijo y me vine, cuando empezó la recesión yo me vine, pues se me hacían
difícil los gastos y todo. Temí que me quitaran a mi hijo por no poderlo mantener, mejor
me vine pa' mi país. Difícil la decisión porque sólo uno sabe lo que pasa en este camino,
porque la primera vez que yo viajé, [fue] sin ayuda de nadie, mi familia me ayudó a pasar
la frontera. Dormí en la calle, pedía dinero en la calle, porque yo no conocía estos
rumbos. Llegué hasta Arriaga, y de ahí de tren, en tren, en tren. [...] La primera vez fue
una gran aventura. Pero ahorita sí, ya está difícil, le puedo decir que de nueve años hasta
ahora no es lo mismo. Se ha puesto muy duro, los asaltantes, los delincuentes, mareros
(Yajaira, 4 de septiembre de 2015).

Sobre lo anterior, también se encuentra la experiencia de Alex, quien después de ser


deportado de Estados Unidos hacia Honduras, volvió a tomar el camino rumbo a México,
esta vez con la intención de quedarse en el país cuando le entregaran su tarjeta de visitante,
pero respecto a los cambios en la migración él expresó:

La primera vez que yo pasé por México yo no conocía el camino, en ese tiempo había
Migración pero no tanto como la de hoy. [...] Yo me subí al tren por primera vez, me ponía
muy nervioso. [...] Pero gracias a Dios me fue bien, el primer viaje me fue bien, sí caminé
mucho también y sufrí, me corretearon muchos ladrones ahí en el monte, gracias a Dios no
me alcanzaron. Sufrí más que todo también con las autoridades de México, la policía es muy
abusiva, se aprovechan de la gente migrante, sabiendo ellos que no tienen ninguna
autoridad o derecho de arrestarme por ser migrante; no, a ellos no les da el derecho; los que
me pueden parar realmente es Migración.
El día de hoy no es fácil agarrar el tren, porque en cada, ponle, cada 30 km hay retenes de
migración. Entonces si hay 300 personas en el tren van bajando poco a poco la gente, la
van correteando, si los alcanzan, los agarran y los deportan pa'trás. Pero hace siete-ocho
años que el camino no estaba como hoy. El tiempo que yo pasé había violencia pero no
tanto como hoy. Había más violencia en las fronteras de Guatemala y México, esas
fronteras eran muy violentas, había muchos ladrones ahí, asaltantes. Y ya pa'rriba lo que era
el problema era Migración, los retenes de soldados; para cuando te subías al tren había más

147
Migración, más pa'rriba te estaban esperando los soldados con Migración, porque ellos no
tienen la capacidad o no pueden dispararte, ellos no pueden hacerte daño, el trabajo de
ellos es arrestarte y regresarte a tu país (Alex, 2 de septiembre de 2015).

Ahora el tránsito se ha hecho más lento, y no sólo por el tiempo, sino porque cuando se va a
pie el camino parece no tener fin. En todas las entrevistas que realicé, constantemente solía
escuchar que Dios es el único quien tiene el poder de decidir si ellos llegarán con bien o no a
su destino:

-Sí, yo cuando salí, yo pensaba que me iban a asaltar, por que uno caminar por las vías
solo. He escuchado que los migrantes somos víctimas de cualquier delito aquí, y siempre
he tenido el miedo de ser secuestrado, porque si no llegan a pagar lo que pidan por mi, me
van a matar. El emigrante aquí en México sufre mucho, porque lo he visto, o sea, caminar
por horas, por días, hay gente que camina por semanas en las vías. Es un sacrificio
inmenso, se te hacen llagas en los pies, te cansas, cuando el agua se acaba y no hay
dónde beber, si uno mira una pocita pequeña, se pega a beber de esa agua sucia. Eso es
sufrir, eso en el país de uno, aunque pobremente sufrías, pero no lo pasabas.
-Y a pesar de todo esto, ¿por qué continuaste con tu idea de migrar?
-Porque para triunfar en esta vida primero hay que sufrir. Nadie triunfa de la noche a la
mañana. Cada día oro, y más cuando iba caminando, minuto a minuto iba pidiéndole a él
que me protegiera, y sé que él estuvo siempre. Pues, no nos pasó nada malo, a pesar del
asalto, no nos tocaron algo importante, ahí demuestra que Dios estaba ahí (Moisés, 2 de
septiembre de 2015).
Sin embargo, a pesar de confiarle su destino a Dios, los migrantes no quedan exentos de
padecer tantos malestares por transitar en un camino infinito, con todo lo que eso implica,
como bien me dijo Alex:

Pero cuando venía en el camino, caminando en esas vías del tren, “¡uta, qué chinga es
esto!”, si me hubiera portado bien allá [en Canadá], hubiera estudiado, estuviera con aire
acondicionado, trabajando. No anduviera en estas vías del tren. Yo venía desmayándome.
Caminando desde las ocho de la mañana hasta las ocho de la noche, por todas las vías,
ves un camino, así mira, sin fin. Según tú ya vas a llegar pero caminas y caminas y caminas
y esas vías nunca se acaban, ves la punta de la vía y luego llegas a esa punta y ves otra
punta y entonces hay gente que se desespera. “Chinga, nunca voy a llegar, ya estoy
cansado”. No aguantaba los pies, todo lleno de ampollas, con calor, sudado y con ganas de
un vaso de agua fría, y que no, que no encuentras agua, ya andas todo deshidratado, todo
desmayándote, que ya no aguantas. Y así me pasó esta vez, caminando y caminando y,
“chinga, ¿cuándo voy a llegar?”. Y miraba nomás un río ahí que había agua y sobre el agua
me iba a tomar agua, a llenar el bote y vamos a seguirnos caminando. Y con ese temor de
que no te vayan a salir ladrones. Sin dinero, todo con hambre y que un ladrón me venga a
joder (Alex, 2 de septiembre de 2015).

148
2. Citlali Jiménez. Las vías del tren [fotografía]. Ixtepec, Oaxaca, septiembre
2015.

Tal vez alguien que no ha vivido aquellas experiencias que los y las migrantes de
Centroamérica han tenido en México, no logrará dimensionar la frustración y la
desesperación que sintieron en ese momento, pero uno puede imaginárselo cuando
escucha sus palabras llenas de desilusión:
[...] unos dicen que es El País de las Maravillas [Estados Unidos], de las oportunidades,
pero más que todo, el sueño se convierte en pesadilla, todo por culpa de Migración o del
tren, porque unas veces el cuerpo se cansa, uno va sentado, uno se duerme y dormido uno
se cae, el tren lo mata, lo mutila. Luego uno a veces ha caminado bastante, y lo que es
Migración en un segundo56 lo tuerce, entonces ya le echó a perder todo a uno. ¿Qué va a
hacer uno? (Denise, 3 de septiembre de 2015).

Sin embargo, después de la tormenta, y siempre con “la ayuda de Dios”, como dicen ellos,
saben que ya pasaron lo peor y consiguieron un triunfo cuando llegan a un albergue, en este
caso al de Ixtepec:

Para nosotros los migrantes, independientemente de la república que sea, estar hasta acá
en Ixtepec, es que “ya coronamos”, porque nadie pasa de La Ventosa y de Corazones,
nadie pasa. En tren y en combi nadie pasa. El domingo que nosotros llegamos en el tren y
vimos que se paró, todos nos dimos la mano y dijimos: “ya la hicimos”, “ya coronamos una

56 Hace un chasquido con los dedos

149
parte del camino”, como en un juego de ajedrez. Ganamos en el primer tiempo. Vamos a
darle al segundo que es de aquí hasta arriba (Denise, 3 de septiembre de 2015).

En síntesis, durante el recorrido de Chiapas, Ciudad Hidalgo-Tapachula-Arriaga-Chauites-


Ixtepec, la vulnerabilidad de las personas migrantes se traduce en asaltos, todos con el
mismo patrón de ataque, de tres a seis sujetos con machete, al menos uno con arma de
fuego, que salen de entre los montes cuando los y las migrantes van caminando cerca de las
vías. Les quitan sus pertenencias y los desnudan. En el caso de algunas mujeres, fueron
tocadas por ellos para buscar si traían algo oculto en la vagina. De estos casos, sólo se
presentó uno de violación sexual.

Sin embargo, todo lo que aquí recuperé es un pedazo de todo lo que les falta recorrer a los
centroamericanos que van de paso por México. En este sentido, considero que la violencia,
a pesar de que es algo constante durante todo el viaje, hay diferentes matices tanto en los
grupos criminales que generan violencia, como la época a la que se haga referencia. Al
respecto el psicólogo Miguel me comentó:

Hay épocas donde de repente se llena de violencia Matamoros, de repente en Lechería.


Eso sí, es como por épocas, es muy variado. El problema de trabajar con la violencia social
es eso, de que no tienen normas. Hay veces que no pasa nada y de repente hay mucha
violencia... es que ahorita, aquí en Ixtepec anda todo muy tranquilo, pero antes cuando
venían mucha gente en el tren, se oía más o era más impactante más bien, y a parte
también en el tramo de Arriaga y Chauites. Pero también es como el inicio del camino, o
sea creo que cada zona de migración en México, por su grandeza, cada zona tiene como
características diferentes. Entonces si tú entrevistas a una persona en la frontera norte, te
va a decir tal vez cosas muy feas (Miguel, 9 de septiembre de 2015).
Asimismo, el psicólogo me explicó que debido al Plan Frontera Sur (PFS), la violencia ha
sido más fuerte y la ruta migratoria ha tenido cambios, como también lo referí en el apartado
1.2.5 de este trabajo. Así, Miguel asegura que:

Entonces se recrudece, y a parte con el Plan Frontera Sur, ayer nos explicaban, que no es
ningún plan, es simplemente un rubro administrativo, como un título presupuestal y que
“tendría” que tener actividades de Migración, de derechos humanos. El plan nacional que
acompaña a la Ley de Migración, “según” viene con estrategias de acceso a la salud, a la
educación, a los derechos humanos, pero no ha sido así. El único que agarró lana del Plan
Frontera Sur es el INM, y lamentablemente militarizó las fronteras, sobre todo la del sur. Eso
fue lo que pasó, lamentablemente (Miguel, 9 de septiembre de 2015).

Más adelante, en la misma entrevista, Miguel habló sobre algunos aspectos que también
dieron paso a la persecución de personas migrantes

150
Mucho de la historia “por debajo” que se oye es de que el tren este año [2015] cambió de
concesión, porque ves que el Ferrocarril Nacional, no es nacional ya, o sea mucha inversión
de empresas internacionales. Entonces, [pausa] esa es la historia “no formal”, pero la
hipótesis es bastante interesante: que la concesión estaba en manos de un gringo, entonces
todo esto de los coyotes y eso, como que todo eso se movía desde esa economía. En este
año pasa a manos de un japonés, y el japonés dice: “¿Sabes qué?, yo no quiero migrantes
en mi tren, yo quiero entregar mis productos con calidad”, y los manda bajar de Veracruz,
pero antes de que empezara el PFS. [...] Entonces de ahí se vino para acá, pero en
Veracruz, la empresa de ferrocarriles demanda al gobierno de Veracruz, y le dice
directamente: “Pues si se suben migrantes en el tren, pues entonces es la responsabilidad
del gobierno”. Entonces el gobierno dice, “pues pon un montón de policías y no los dejo
subir”. Eso mismo pasa en Tenosique, Tabasco, y después pasó en Ixtepec. Y después
entra el PFS. Entonces tampoco no es que sólo ese plan tiene toda la responsabilidad, o
sea, “por debajo” del agua es un sistema que nadie sabe.

Así pues, como puede verse, muchos son los factores que intervienen en los cambios de la
transmigración centroamericana. De igual forma, una hipótesis que se maneja mucho en
cuanto a los asaltos en el recorrido conocido como “la ruta de los machetes”, es que son
jornaleros o rancheros de las localidades por donde pasan estas personas migrantes,
quienes comenten los crímenes. Aunque también cabe la posibilidad de que sean otro tipo
de bandas delictivas las que asaltan, sobre todo cuando los acontecimientos se relacionan
con el tren; en esos casos, probablemente sean grupos del crimen organizado. Tampoco
son los mismos grupos quienes luego extorsionan, engañan o agreden verbalmente a los
migrantes. Es decir, la violencia es diferente y cada vez es más compleja, puesto que se
sabe poco de los grupos que la detentan; no obstante, se sabe incluso que hasta los mismos
migrantes participan en asaltos y secuestros. El mismo salvadoreño de nombre Hugo nos lo
explicó un día en Ixtepec que hay centroamericanos que se “chingan” a otros
centroamericanos, porque: “¿Quién se va a saber mejor el camino? ¿Un mexicano o un
centroamericano? Un mexicano no sabe por dónde pasa el inmigrante, un centroamericano
sí. Es por eso que hay veces que ellos -los centroamericanos- están unidos con el crimen
organizado o los secuestradores”, nos dijo.

En todo caso, la violencia deshumaniza a las personas que son consideradas inferiores sólo
porque no son ciudadanos, como en el caso de las personas transmigrantes, porque van de
paso y no pueden perder el tiempo denunciando, y si denuncian, las propias autoridades los
llevan con Migración. Así es el camino de las/os invisibilizadas/os, las/os desaparecidas/os,
las violadas (“chingadas por los hijos de la chingada”); así es la cara multi de la violencia, el
sueño convertido en pesadilla, y a lo mejor en muerte. Los/as migrantes invisibles son

151
deshumanizados hasta en las cifras oficiales, irónicamente llegan a aparecer con el cuerpo
sin vida cada que una fosa clandestina se destapa (si es que la encuentran).

3.1.2.2. Estrategias para el viaje y ayudas en el camino

La vulnerabilidad de las personas migrantes centroamericanas también depende mucho de


las estrategias que ellos y ellas tenga para cruzar por México, es decir, si tienen o no dinero
para las combis, los taxis u otro tipo de transporte; si tienen familiares o no en Estados
Unidos que les ayuden, ya sea mandándoles dinero y/o con el contacto y el pago de algún
coyote; si tienen información suficiente o no; pero sobre todo de su capacidad de reacción
ante las situaciones de riesgo. En esta parte del trabajo presentaré algunas de las
estrategias y ayudas de las personas en tránsito por México entrevistadas durante mi trabajo
de campo en el albergue “Hermanos en el camino”. Pero antes, es pertinente mencionar que
cuando las personas migrantes atraviesan por México, es vital para ellas conocer los
caminos por donde deben pasar y los lugares a donde pueden llegar a descansar. Pero
muchas veces, las personas que migran desde Centroamérica no tienen información
suficiente sobre lo que les podía pasar. Como en el caso de la nicaragüense de nombre
Karo:

Para serle clara y sincera, jamás pensé que este camino iba a ser así como el que hemos
venido viviendo, con todas las cosas que nos han pasado. Yo pensaba, para mí, que
veníamos en vehículos, yo pensé que en puro bus íbamos a llegar. Pero si yo hubiese
sabido todo lo que pasamos y sufrimos en nuestro camino, no me muevo. Estuve a punto
de entregarme [a Migración] en Corazones, yo ya no aguantaba, llegando aquí yo llegué
toda ensangrentada de los pies. Nos comían las avispas, las hormigas, las abejas. Muertas
de hambre, sin agua porque como nos venimos por cerros, ahí no veíamos ni un rancho
(Karo, 1 de septiembre de 2015).

Otros migrantes sí tienen al menos la certeza de que México es un país que se conoce por
la violencia hacia los migrantes, pero muchas veces no saben qué caminos tomar. Como ya
lo he mencionado antes, no tienen dentro de su imaginario cuán grande es el territorio
mexicano en comparación con el de sus países de origen. Sobre esto, Miguel dijo:

O sea es que su referencia es que, como ellos cruzan su país en un día, pues pensarán que
en México en unos dos, siete días van a llegar al norte. O sea desde sus expectativas
piensan cruzar México en menos de 15 días. Hay personas, testimonios que dicen que han
logrado cruzar en tres días. Pero aquí si traes dinero, pasas, si traes coyote, pasas. [...] Y
luego cuando ven el mapa... porque les damos un mapa cuando les damos una charla -y les

152
explicamos un poco de la ruta, de los albergues que hay en la zona- les preguntamos:
“¿cómo ha estado el camino?, ¿qué ha pasado?, ¿por dónde?, ¿a ver si saben dónde
están?”, y hay unos que no se localizan ni siquiera en el mapa de en dónde están. O por
ejemplo: “¿Cuánto tiempo has viajado de la frontera hasta Ixtepec?”, y o sea, nada. Y luego
ven el mapa y dicen: “¡Ay, no he viajado nada y mira cuánto llevo!” (Miguel, 9 de septiembre
de 2015).

De igual forma él considera que los y las migrantes están muy desinformados y eso los hace
muy vulnerables y susceptibles a cualquier riesgo, porque muchos de ellos no cuentan con
estrategias o no reflexionan sobre cómo viajar y no calculan los peligros a los cuales se
verán sometidos, a no ser que ya tengan alguna experiencia de viaje:

Entonces yo creo que más que estrategias, es más bien cómo es que ellos resuelven sus
problemas; por ejemplo, cuando ellos vienen en el tren, si ellos ven un retén, se bajan, le
dan la vuelta al retén y se suben, pero a algunos los deja el tren, ¿no? Luego hay quienes
dicen que se han caído tres veces del tren, entonces no tienen ninguna estrategia para
subir al tren, ellos se suben como pueden...
[...] yo los veo muy desinformados, muy desorientados. No conocen sus derechos, hay
quienes no vienen ni siquiera con un teléfono de emergencia, ni siquiera tienen teléfono sus
familiares; hay otros que su familia [en Estados Unidos] les dice que se vayan y que les van
a ayudar, y ya se vienen, y después desparece su familia. Entonces yo creo que estrategias
de viaje, no todos las tienen, al menos que ya hayan tenido una experiencia minina de viaje,
una previa...
Hay quienes vienen con una cobijita, pero hay quienes vienen sin nada. Antes que venían
en el tren venían con botellas de agua, pero de repente uno les decía: “¿sabes cuál es el
clima más adelante?”, por ejemplo esa entrada de Veracruz, Córdoba-Orizaba son las
zonas más frías del país, y ellos van así nomás, porque como aquí hacía calor, pensaron
que todo el viaje era de calor. Entonces parte de las charlas de Médicos sin Fronteras es
eso, tratar de sensibilizar sobre los riesgos del camino. “Oye ¿y si te pasa esto a quién
acudirías?”, “con el médico”; “si vas a cruzar tanto tiempo bajo el sol, tienes que hidratarte
muy bien”, “si tienes ampollas tienes que descansar”, esa es una información que se les
brinda (Miguel, 9 de septiembre de 2015).

Sin embargo, también recalca el hecho de que las personas sí tienen como estratega viajar
en grupo, porque siempre en el camino los migrantes se encuentran a otros con quienes
deciden viajar en grupo, al menos hasta que lleguen al albergue. Ya de ahí, cada quien
decidirá qué hacer después.

Pero que ellos tengan estrategias, la única que puede ser en este momento, siendo muy
positivo es que ellos buscan viajar en grupo, que en el camino ellos vienen solitos y de
repente ellos comienzan a juntarse con grupos de tres, cuatro, cinco personas.
Eso sí, la verdad sí son bien bondadosos, yo he tenido conciencia de que piden charolazo y
el dinero lo dividen entre los que vienen viajando; que si en el equipo viene una persona
que se está rezagando porque está herida, se esperan a que esa persona se recupere; o si
bien se tienen que ir, sí hablan así de que: “oye, ya, ya nos vamos”, o sea hay hasta un
proceso como de ruptura del equipo. Eso sí, yo creo que cuando se les sale de repente el

153
sentimiento de cuidado, sí buscan viajar en grupo, es muy raro las personas que viajen
solas, y las personas que viajan solas tal vez tienen otro tipo de experiencias en el viaje
(Miguel, 9 de septiembre de 2015).

El formar parte de un grupo es de vital importancia porque cualquier situación que se


presente, entre ellos y ellas se ayudan. En el caso de Denise, la solidaridad caracterizó al
grupo con el que viajaba desde Unión Hidalgo:

[...] como cuando yo me volteé, allá en Juchitán... sólo Dios sabe cómo yo he venido,
porque esta pierna la traía así [lastimada, hinchada], no caminaba muy bien. Y yo le dije a
los compañeros, “si quieren váyanse ustedes, porque así como voy no creo llegar, no puedo
agarrar el tren”. Traía mi pie morado. “¿Qué te pasó?”, me dijeron, y ya les enseñé. Los
compañeros vieron que yo estaba golpeado y que no podía caminar muy bien. Ya cuando
yo les dije que me dejaran ahí, les dije “líbrenla ustedes”. Y ellos dijeron: “¿Pero cómo te
vas a quedar aquí? Si te quedas te va a agarrar Migración, ¿y entonces?, ¿todo el esfuerzo
que hiciste dónde va a quedar?, vámonos para Ixtepec”. “No, ¿cómo crees que te vamos a
dejar aquí?, si venimos juntos en el tren”, me dicen, “no, no, no, lo vas a agarrar”. Entonces
me llevaron abrazado uno de un brazo y otro del otro brazo, y así hasta que rodeamos el
tren. Y pues dale, me ayudaron ellos y el tren iba saliendo bien despacito, entonces lo
tomamos y así logramos llegar hasta acá. Entonces como que hay camaradería, el dolor te
une y así. Al caminar uno así con personas, uno se entiende mejor. Por ejemplo, yo venía
caminando por las vías y se me fue el aire, me deshidraté, me desmayé, porque venía
caminando bajo el sol y no traíamos agua. Me derrumbé. Los compañeros se preocuparon,
me llevaron donde un señor que estaba por ahí, pues él nos bajo unos cocos y me dieron
agua de coco, que eso sirve como suero, entonces ya eso me dio fuerza para yo seguir
nuevamente en el camino. Pero mis amigos se movilizaron luego, luego (Denise, 3 de
septiembre de 2015).

Es común que las personas migrantes que ya tienen más experiencia ayuden a otras que no
tienen información y es su primera vez viajando por México. En el caso de doña Yasmina,
tuvo la fortuna de encontrarse con compañeros migrantes que le ayudaron a abordar el tren:

La primerita vez que me crucé, como no sabía ni tenía dinero ni nada me subí al tren. Y
pues de los caminos, uno de tanto que viaja va conociendo, nadie me dijo nada, pero sólo
me enseñaron unos salvadoreños a agarrar el tren, ya me decían ellos cómo se agarraba,
cómo me parara, que al mirar de que yo no me podía agarrar que no temblara porque el
tren como que te llama y te tira. Ahí me enseñaron entre salvadoreños y guatemaltecos.
Esta vez también viajé en tren con mi hija.

Sin embargo, viajar en grupo es un arma de doble filo porque, por un lado, si el migrante
viaja solo, o con al menos una persona, puede pasar más desapercibido entre las
autoridades, pero también unos consideran que es más arriesgado andar solo, porque al
menos en grupo se echan la mano entre ellos, se apoyan en caso de alguna emergencia y
se enteran de los caminos para transitar. Pero, por el otro lado, viajar en grupo significa

154
llamar la atención y es más probable que los agentes y los policías los identifiquen como
migrantes:

Es mejor viajar sola, porque no das mucho a decir que eres emigrante. O sea, si miran
muchos, llaman la atención y dicen: “esos van pa' Estados Unidos, son emigrantes”. Pero si
voy sola, ponle tú, también con mi hija y mis nietos tal vez nadie crea que somos
emigrantes (Yasmina, 2 de septiembre de 2015).

De la misma manera, los y las migrantes son cuidadosos/as a la hora de elegir con quién
van a viajar, porque entre los mismos del grupo puede ir gente con malas intenciones. Al
respecto dijo Karo:
Pues, yo creo que, cómo le dijera, creo que es mejor viajar acompañada, pero a veces una
misma desconfía de la gente que va con nosotros. No podemos confiar en cualquiera.
Porque luego entre ellos mismos se encuentran los delincuentes, se aprovechan de
nosotros los migrantes, te roban, te violan, te pueden llegar hasta matar por tu misma plata
(Karo, 1 de septiembre de 2015).

De igual forma Jeni, una salvadoreña de 24 años, explica la ventaja y la desventaja de viajar
en grupo:
Pues mira, por un lado es mejor sola porque te arriesgas menos, porque los de migración
se dan cuenta cuando van muchos, te siguen más. Pero por el otro no tanto, porque te
pierdes más. De los dos lados, está igual (Jeni, 8 de septiembre 2015).

Hay casos en los que los y las migrantes viajan en grupo con personas que conocen desde
su país natal, lo cual les garantiza el apoyo porque se tienen más confianza entre ellas. Tal
fue la experiencia de Flor:
[...] yo creo que es mejor viajar acompañada, siempre y cuando tú conozcas a las personas
con las que vienes porque si vienes y no conoces a las personas tal vez las mismas
personas te pueden lastimar. Mientras si es una ventaja, porque yo con los que venía ya los
conocía desde muy pequeños y les tenía confianza, tanto cuando veníamos en el camino y
cuando estábamos allá en Honduras. Y la verdad no me fue tan mal porque venía con ellos
y gracias a Dios no me pasó nada en el camino y llegué aquí [al albergue] (Flor, 5 de
septiembre de 2015).

Como puede verse, es de vital importancia tener un grado de confianza y saber quiénes son
las personas que las acompañarán durante el viaje, y por lo menos tener la certeza de que
irán un poco más seguras en el camino:
Es mejor viajar acompañada. Claro, más que todo hay que ver con quién, vea', saber con
quién va a viajar, porque en el camino pueden suceder cosas feas, o nos pueden dejar
botadas o nos pueden hacer algo feo, cosa que no pasó con nosotras, gracias a Dios
(Janeth, 4 de septiembre de 2015).

155
Algo que resultó importante durante las entrevistas es que casi todas las mujeres tienen
desconfianza de decirles a otras personas que tienen familiares en Estados Unidos o hacia
dónde quieren llegar. Esa información no se la dicen a nadie por temor a que llegue a oídos
de los secuestradores o gente que les quiera hacer daño. Por ejemplo Denise me comentó:

De aquí del albergue, nadie sabe que tengo familia en Estados Unidos, porque como decía
mi padre “caras vemos, corazones no sabemos”. Y como siempre hay luego un “oreja” de
los narcotraficantes, pues esos llaman y ya luego te están esperando más adelante, ya
sean Los Zetas o cualquiera (Denise, 3 de septiembre de 2015).

A pesar de que el psicólogo Miguel aseguró que los migrantes tienen poca información sobre
riesgos, algunos testimonios que obtuve señalan lo contrario, al menos en lo que respecta a
la desconfianza que las personas tienen para mencionar que tienen familiares que les
espera en su lugar de destino:
No, porque cómo sabrás, aquí en México se escucha seguido que hay mucho secuestro,
mucha extorsión, entonces si tú dices que tienes familia allá, hay muchos guías, polleros
que te dicen que te llevan, pero te van a dejar vendido. Y te digo yo no soy así como que “te
voy a contar algo”, a veces sientes que hablando puedes sacar mucho de lo que tú traes,
pero igual no le cuento a nadie más (Jeni, 8 de septiembre de 2015).

Algunas mujeres toman sus precauciones y evitan dar detalles de lo que harán el resto de su
viaje:
No, de hecho yo les digo que yo no tengo a nadie. Y entonces me preguntan: “¿para dónde
va?”. “Para adelante” les digo. “¿Y no va para el norte?”. “No, nosotras no, y de hecho
vamos a trabajar un rato”. Entonces no, yo no le digo a cualquiera que tengo familia en
Estados Unidos, de hecho, ya cuando vayamos para allá, todos los teléfonos de la familia
van a ser borrados (Janeth, 4 de septiembre de 2015).

En general, las mujeres que viajaron en grupo aseguran haber tenido buenos tratos de sus
compañeros, sobre todo varones, como en el caso de la señora Janeth, quien también
mencionó brevemente la convivencia que tuvo con ellos:
-¿Y cómo fue viajar en grupo?
-Pues se portaban bien, nos portábamos bien unos con otros, cuando ellos no tenían dinero,
nosotros les dábamos a ellos, y cuando nosotras no traíamos ellos nos daban. Nos
ayudaban mucho, a parte ellos nos venían cuidando, cuidaron de nosotras bastante, que no
nos pasara nada. [...] platicábamos de la pobreza de nuestro país, porqué veníamos para
acá. Yo creo que todo el que se forma un sueño en la mente, uno trata de cumplirlo, todo
para sacar adelante a la familia, para que la familia tenga una vida mejor. Eso platicábamos,
a veces nos reíamos, otras veces llorábamos, porque sí era bastante duro (Janeth, 4 de
septiembre de 2015).

156
El viaje por México puede volverse un poco soportable gracias al compañerismo y la
fraternidad entre migrantes, pues además del apoyo físico y económico, también se
encuentra el emocional. Aunque la situación a veces no es así. Sandra también cuenta su
experiencia de viajar acompañada:
Pues tranquilo, no me pasó nada. No tuve ningún problema, me trataban bien aunque no
platicábamos mucho. Pues no sabíamos el camino, pero llegamos caminando y a ratos en
autobús, luego llegamos a una casa, porque veníamos bien sudados, pues así a comprar
agua, soda y la señora de ahí nos dijo “por aquí hay un albergue, pueden ir para que
descansen”. Y nos dio la dirección para llegar hasta allá a Chauites (Sandra, 1 de
septiembre de 2015).

De igual forma, aunque muchos no sepan qué caminos tomar ni qué peligros pueden
encontrar, ellos y ellas van preguntando en el camino cómo pueden llegar a los albergues o
a algún lugar donde puedan estar un tiempo. “No, viniendo en grupo venimos conociendo,
un migrante no se pierde”, me dijo Yajaira entre risas. Y después agrega: “Pues nosotros
salíamos temprano normalmente para que no nos agarrara Migración. Madrugábamos
bastante para encontrar solas las vías o algo”, esta era su estrategia de viaje. Ella y Moisés
fueron informados de los retenes que habían sobre el camino, por los migrantes mutilados
que conocieron mientras estuvieron en el albergue de Tapachula: “Nos enseñaron un mapa
y nos fueron informando dónde bajarnos y dónde no”, me contó Moisés.

En su primer viaje, Yajaira cuenta que la única fuente de información que tenía era lo que
otros migrantes le decían. En cuanto su familia, dijo que sólo le ayudaron hasta cuando ella
llegó a la frontera para cruzar junto con su pareja: “Nunca me dieron dinero, ni un peso para
el camino, yo lo conseguí pidiendo en la calle, pidiendo comida, durmiendo en la calle”. Sin
embargo, remarca el hecho de haber tenido la compañía de su pareja en ese momento
porque, como mencionó:

Sí, él me cuidó, por él estoy vivita. Era una forma de seguridad, todavía cuando me sacaron
de la casa los coyotes [después de cruzar la frontera], le dijo al mero mero que iba
embarazada. Y me cuidaron porque yo iba embarazada. Y eran diez hombres y dos
mujeres, y a mi no me tocaron. Él tuvo mucho que ver en eso (Yajaira, 4 de septiembre de
2015).

El caso de Yajaira es de los pocos que han contado con la fortuna de tener un buen compañero
durante su viaje, puede ser porque él era el padre de su hijo. De igual forma, a pesar de haber sido
asaltadas en su segundo recorrido, ella asegura que ha tenido buena suerte en ambas ocasiones:
-¿Y en el tren nunca te asaltaron?

157
-No, nunca, tuve tanta suerte que cuando ya llegaba a la estación, me bajaba sin
movimiento del tren. Sí tuve mucha suerte. Yo creo que sí porque me subía al autobús, y
Migración se subía, y me miraba, nunca me pidió papeles. Bajaron a mi sobrino del mismo
taxi de donde yo venía. Migración se me quedó mirando, yo iba adelante, y a mi sobrino lo
bajaron, y a mi no me bajaron (Yajaira, 4 de septiembre de 2015).

En el caso de otras mujeres, fueron preguntando entre la gente que había cerca de donde
pasaban: “Métanse aquí, salen allá”, “váyanse por ahí no les va a pasar nada”, “que no les
pase nada porque en estos caminos hay maleantes”, le dijeron a Karo algunos mexicanos.
Sin embargo, aunque no fue así en ninguno de los casos, el preguntar a otras personas por
dónde pasar, puede implicar el riesgo de que sean conducidas directo a los asaltos o
secuestros. Pero sí se dieron casos donde las mujeres migrantes fueron preguntando dónde
quedaba el albergue de Chauites, y así fue como pudieron llegar. De hecho, el pasar por los
albergues puede ser otra estrategia para el viaje, porque así, aunque deban caminar por
mucho tiempo, saben que al final van a llegar a un lugar donde pueden descansar y, como
en el caso del albergue de Ixtepec, hasta sacar la visa por razones humanitarias. Es así que
algunas personas migrantes pasan por los albergues de Tapachula-Arriaga-Chauites-
Ixtepec.

Algo positivo en el tránsito de las y los migrantes es que se encuentran con otras personas,
sobre todo mexicanas que les ayudan con lo que tengan a la mano, ya sea dinero o comida.
En general, algunas de las mujeres y hombres que entrevisté mencionaron haber tenido, por
lo menos, un encuentro de ayuda durante su camino:
Bueno, le voy a decir, la gente más humilde mexicana es la que más nos han ayudado.
Cuando yo iba en el tren, señoras humildes, con casitas como de lámina, nos daban
comida, y nosotros en el tren, por Veracruz creo que era, todo eso. La gente más humilde
es la que más nos ayuda. Aquí me han ayudado bastante los mexicanos (Yajaira, 4 de
septiembre de 2015).

Algo parecido le ocurrió a Denise y sus compañeros mientras estuvo en un ejido ubicado en
los límites entre Chiapas y Oaxaca:

Pues mire, de los mexicanos... son a toda madre, se han portado muy bien conmigo, porque
como le digo, entramos por todo el tramo de Chiapas hasta entrar a Oaxaca, luego entré en
el cruce, ahí en una colonia, un ejido que le llaman Las Palmas, con unos amigos a
charolear [Pedir dinero]. Los dueños se portaron de “lo último”, nos dieron tres sandías, nos
dieron comida a granel, nos dieron dinero, de todo. Y la verdad en todo el camino se han
portado bien conmigo, porque donde he llegado a pedir me dicen: “fíjate que no tengo
comida, pero tengo dinero”, y entonces se han portado bien. Sí hay uno que otro por ahí

158
que llama a Migración pero uno o dos, la mayoría ha sido buena (Denise, 3 de septiembre
de 2015).

Otras personas se sienten agradecidas con el apoyo que recibieron en los albergues a los
que llegaban, independientemente de la hora. Al respecto Karo señaló:
Llegamos al albergue de Chauites, ahí nos atendieron, nos curaron las heridas, nos
sobaron los pies, nos dieron agua, baño, nos dieron de comer lo que había. Después
descansamos. Al día siguiente, cuando amaneció, llegaron los de la Fiscalía con otros
migrantes que estaban en los lugares de los hechos. Le hicimos caso al señor de la Fiscalía
y ya nos trajo hasta aquí (Karo, 1 de septiembre de 2015).

La experiencia de Flor fue que tuvo suerte al coincidir con el Viacrucis del migrante mientras
estaba en Tapachula, lo que facilitó su viaje evitando los riesgos de violencia:
Hasta cierta parte me vine en autobús o en taxi, porque pagamos dos veces taxi, y cuando
ya llegábamos al retén, pues ya rodeábamos. Pero ya de ahí nos dimos cuenta que venía el
Viacrucis del Migrante, que fue como yo llegué hasta aquí, esperamos el Viacrucis y ya
después nos venimos, o sea prácticamente nos venimos caminando. Fue por Tapachula
más o menos, pero sí recuerdo que caminamos bastante, de hecho se me venía bajando la
presión y todo cuando veníamos en el camino (Flor, 5 de septiembre de 2015).

Por último, la capacidad de reacción ante un peligro o riesgo que tenga la persona migrante,
aunque por mínimo que parezca puede significar entre que la deporten o no o la violen o no.
Mari, cuenta cómo es que se le escapó a un agente de Migración que quería extorsionarla,
pero como no tenía dinero salió corriendo para evitar que la volvieran a deportar:
Incluso nosotros tuvimos un problemita aquí por Corazones que le dicen, a nosotros nos
correteó la migración y a mi me logró agarrar uno de migración, y yo como pude me le solté.
Antes de soltarme él me dijo: “Si tú me das mil pesos mexicanos te dejo ir”. Entonces yo le
dije: “Permítame, que los voy a sacar de mi bolso”, en lo que yo le dije aquello, yo salí
corriendo. No me alcanzaron, pero me golpeé toda. Y ellos me echaban de un líquido que le
echan a uno, pero yo no les daba mi cara. Yo corría y corría, y ellos atrás y atrás, pero no
me pudieron alcanzar... Incluso se me metieron espinas en mis piernas, aquí me las sacó el
doctor, y todo porque yo corría exagerado hasta ya no poder. Cuando yo eché de ver, ellos
ya no estaban atrás. Y así me les logré escapar, pero sí me pidieron dinero pa' dejarme ir, y
en lo que yo les dije de que me dieran tiempo ellos se... el muchacho pues se distrajo, yo
me salí corriendo. Ya no me siguieron (Mari, 15 de abril de 2015).

El hecho de que Mari ya había sido deportada una vez, pudo haber sido un factor que le
hiciera reaccionar de esa forma, tal vez la primera vez no intentó escapar, o tal vez sí,
porque es bien sabido que los y las migrantes corren y se esconden cuando ven una patrulla
de Migración. El hecho es que ella vio la oportunidad y la aprovechó.

159
Algo similar pasó con Norma, quien tuvo un intento de violación, pero de no haber sido
porque iba con un acompañante y de que ella empezó a correr, tal vez sí hubieran abusado
sexualmente de ella:

Pero en Cuidad Hidalgo me pasó algo feo, terrible. Alguien quiso hacerme daño, pero yo
empujé al chavo, porque me manoseó, ¡guácala!... y salí corriendo. Él andaba con un
machete con otro chavo, pero no me hicieron nada. Salí corriendo de ahí, no pensaba nada
en el momento, lo que pensaba era escaparme de ahí. Sentí morirme en ese momento...
Pero venía otro chavo y si no hubiera sido por él, gracias a Dios... por Dios más que todo,
yo creo que si hubiera estado yo sola, ese desgraciado, si hace todo, pero sólo me
manoseó el asqueroso. ¡Ay, no! Horrible. Es bien asqueroso (Norma, 15 de abril de 2015).

En este caso, el sentimiento de supervivencia, de evitar como fuera que esa agresión, hizo
que ella solamente corriera. Y le funcionó.

Y para terminar, también está el caso de Ceci, quien después de haber sido asaltada por
primera vez en Chauites, en el segundo asalto que fue poco después del primero, ella dijo
que sentía mal para evitar que le hicieran daño:

[...] después, nos dijeron que también nosotras las mujeres nos sentáramos, porque venía
una amiga conmigo también, que a ella la conocí en Tapachula. Entonces ella se vino con
nosotros porque no tenía nadie quién la ayudara. También a ella le hicieron que se hincara,
luego que... revisaron a los hombres primero, y después nos dijeron que nos fuéramos a un
lado mi amiga y otro lado yo. Luego a mi amiga le quitaron toda su ropa, a mi no, porque yo
me hice la enferma. Yo les dije que yo estaba embarazada, que me dolía mi estómago.
Entonces sólo medio me bajó el zipper y me metió la mano y en los pechos, y de ahí me
dijo que me fuera a sentar (Ceci, 15 de abril de 2015).

Tal vez la intención de los asaltantes no era precisamente violar a las chicas, porque a su
amiga no le hicieron nada más. Sin embargo, Ceci cuenta que en su primer asalto, cuando
uno de los sujetos intentó tocarla, ella le quitó la mano, a lo que el asaltante le dijo que por
ponerse difícil y agresiva más adelante la iban a violar otros asaltantes. Posiblemente eso
ocasionó que la reacción de Ceci fuera la de fingir que se sentía mal para que no le quitaran
la ropa como en la primera vez. Aunque a veces sabemos que ese tipo de “excusas” no les
importa a los asaltantes y violadores.

Haciendo un recuento de lo que he expuesto en este trabajo, puedo concluir que, de


acuerdo a la información obtenida, una de las principales estrategias de las personas
migrantes era viajar en grupo y pedir a los lugareños información sobre caminos y la
ubicación de los albergues, así como de los retenes y de dónde podían tomar transporte

160
público. Esto les permitió combinar caminatas y el uso de combis o taxis, además de saber
dónde bajarse para rodear el retén. Asimismo, tuvieron la ayuda de mexicanos que les
brindaron comida, dinero y advertencias de patrullajes. Por último, también durante su
recorrido pasaron por la mayoría de los albergues que se encuentran entre Chiapas y
Oaxaca, hasta llegar al de Ixtepec.

3.1.2.3. “¡Mira, un migrante!”

En el apartado teórico de este trabajo reflexioné sobre tres categorías por las que considero
que las mujeres migrantes son sub-ontologizadas -o se les niega el acceso a un estatus de
ser humano- lo que posibilita la violencia hacia ellas. De esa manera, las personas migrantes
centroamericanas indocumentadas están atravesadas por las categorías de raza, la no-
ciudadanía y del género para el caso de las mujeres. Dichas categorías son factores que
conforman su condición de vulnerabilidad construida social y culturalmente a partir de
marcos de significación que los deshumanizan para justificar todo acto de violencia cargado
de prejuicios xenófobos y racistas.

En ese sentido, en la información resultante de las entrevistas que realicé, encontré que
varias personas tuvieron experiencias de discriminación y persecución por ser migrantes
centroamericanas. Es por eso que este apartado lo intitulé como “¡Mira, un migrante!”,
parafraseando la expresión de Frantz Fanon: "¡Mira, un negro!”, pues tendiendo un puente
con el pensamiento de este autor, hay similitudes en los esquemas sociales y culturales que
configuran el perfil del sujeto “negro” con los del sujeto “migrante”.

Así pues, dentro del imaginario colectivo de la ciudadanía y autoridades mexicanas, las
personas migrantes son consideradas como delincuentes, personas que hacen daño y que,
por lo tanto, deben ser temidas, despreciadas, castigadas y/o ignoradas. Por ejemplo,
Moisés relató su opinión acerca de los mexicanos de la siguiente forma:

De los mexicanos, pues yo pienso que el mexicano que está en la ciudad es más racista
con el migrante que el mexicano que está en el pueblo, porque cuando íbamos caminando
por las vías encontramos una casa cada media hora o una hora, y esas personas tras que
nos miraban, salían y nos daban agua. Y hemos caminado por poblados así como aquí,
Ixtepec, y nos pueden ver caminando y nadie nos ofrece nada, pues muchos mexicanos
nos miran mal. [...] piensan que somos delincuentes, y simplemente somos migrantes con
ganas de salir adelante [...] sí se nos quedan viendo raro. Entendemos pues, que no somos

161
de aquí, somos migrantes, pero si me miran feo nomás levanto la cabeza (Moisés, 2 de
septiembre de 2015).

Puede verse que, de acuerdo con la experiencia de Moisés, queda claro que en México
siguen persistiendo prácticas violentas y discriminatorias basadas en ideales racistas y
también xenófobos. Durante el transcurso de algunas entrevistas me fui percatando del
imaginario que las personas migrantes centroamericanas tienen respecto de sí mismas,
además de cómo creen que los mexicanos y las autoridades las perciben. De esta forma,
ellos y ellas tenían la idea de que eran tratados de mala manera debido a la existencia de
gente centroamericana que ha dejado mala impresión en la mentalidad de los y las
mexicanas, como dijo Yasmina:
Uyyy no, mamita. ¿Cómo te digo? Aquí venimos buenos y venimos malos, o no somos
malos, solamente que la vida nos hace malos, queremos tener todo y no podemos tener
todo, venimos haciendo maldades por el camino, la gente nos tacha mal (Yasmina, 2 de
septiembre de 2015).

Entonces, la idea es la siguiente: sí hay mexicanos racistas, que rechazan y discriminan


pero la culpa no es de ellos, sino de los migrantes por entrar al país sin permiso y de los que
han venido a México a cometer actos ilícitos. Al menos así es como lo piensan las propias
migrantes:
-¿Por qué piensa que no los aceptan?
-Porque somos diferentes, porque por uno pagamos todos, algunos se portan mal, y de
hecho se portan mal, entonces es como cuando el ratón se come el pan y le echan la culpa
a todos. [...] allá afuera no nos quiere nadie, porque como te estoy diciendo, por uno
pagamos todos. Revoltosos, delincuentes, son una carga, porque se portan mal, se van a
tomar a las cantinas, se dedican a robar, otros a andar pidiendo, pero bueno, pedir es una
cosa, pero robar es otra, vaya usted a saber si les dan, pero yo por el momento no le he
pedido a nadie, si no tengo, me aguanto, pero no pido (Janeth, 4 de septiembre de 2015).

Doris opinó algo similar al caso anterior, sólo que ella trató de justificar la mala actitud de los
mexicanos porque ellos piensan que todos los migrantes son iguales y son criminales:
Sí, somos criminalizados pero no porque todos seamos... o sea, ellos nos criminalizan a
unos porque habemos entre algunos que andamos “chingando”. Entonces por eso la gente
a uno lo juzga, pero no todos somos iguales. No tienen ni culpa ellos ni culpa nosotros, sino
que es la situación de que hay gente que es ignorante y entonces tienen razón cuando a
veces dicen que uno es así, pero porque uno mismo tal vez, porque es migrante, pero no
soy igual que los que hacen daño (Doris, 13 de abril de 2015).

Doña Mari, por ejemplo, se encontró con mexicanos que le dijeron cosas ofensivas por ser
mujer y ser migrante centroamericana. Pero ante esa situación, las palabras de Mari se

162
suman a los discursos de los otros testimonios que ya he mencionado. Es decir, que los
mexicanos son así, porque tienen una mala imagen del migrante debido a aquellas personas
centroamericanas que lo han provocado, pero ella dice que no todos hacen lo mismo como
los mexicanos piensan:

Sí, pues cuando salimos así a buscar trabajo nos dicen que nos metamos a los bares a
trabajar, que las mujeres para eso estamos buenas. Nos maltratan, nos dicen palabras
furiosas. Que “se prostituya”, es lo que le dicen a uno, que es el único trabajo que hay... A
veces nos preguntan los mexicanos a nosotros: “¿Por qué se vienen de sus tierras? ¿a qué
vienen? Aquí no hay trabajo para ustedes porque son mañosos”, así nos dicen. A las
mujeres: que quitan maridos. No todas las mujeres venimos a lo mismo, no todas. Porque
yo la mera verdad he venido de mi país a triunfar, no a quitarle maridos a nadie y nada
(Mari, 15 de abril de 2015).

Entonces, las mujeres migrantes no sólo no pueden acceder a un buen trabajo como
cualquier otra persona, sino que de hecho sólo sirven para trabajar como prostitutas, porque
su condición indocumentada y de género las convierte en mujeres sub-humanas, no aptas
para trabajar dignamente.

Sin embargo, a pesar de asumir inconscientemente una responsabilidad que no les


corresponde, cuando les pregunté sobre qué pensaban del hecho de ser migrante, algunos
respondieron que se consideran personas que luchan por una vida mejor, que son guerreros
por todo lo malo que han tenido que pasar durante su tránsito, y que ante todo, vale la pena
cualquier costo, sólo por darle lo mejor a su familia o a sus hijos:
Ser un migrante es ser fuerte, he visto mujeres, ancianas caminando, son gente fuerte.
Entonces, pienso y espero que lleguen a su objetivo y que ya allá no se vayan a arruinar,
porque sí en verdad muchos migrantes al llegar a Estados Unidos se arruinan con la droga
o con el alcohol. Espero que todos lleguen y logren su objetivo. Somos gente luchadora y
gente valiente (Moisés, 2 de septiembre de 2015).

De manera general, hombres y mujeres se piensan a sí mismos como alguien que no


tiene la culpa de ser migrante, pues han tenido que salir de su país porque tienen la
necesidad de mantener a su familia, o porque son perseguidos y hostigados por los
mareros:

Pienso que todas las personas que estamos aquí tal vez, pues tenemos diferentes
problemas, y no sólo por lo que yo estoy pasando, sino tal vez por otras cosas más peores.
Por ejemplo, una muchacha que ella perdió a su hijo de 14 años, que las maras, las
pandillas se lo mataron, y es algo pues, terrible. Y tal vez ella tuvo que huir para que no le
siguieran matando a los demás. Entonces hay problemas ahí, todos tenemos problemas.
No emigramos tal vez porque no tenemos necesidad, todos tenemos necesidad. Y yo siento

163
que emigrar no es un delito, no es nada, es algo normal para mi, porque todos buscamos
algo mejor (Sandra, 1 de septiembre de 2015).

En la entrevista que tuve con Alex, me encontré con un discurso que refleja muy bien el
imaginario de las personas racistas y xenófobas:
-Yo me he topado con gente que así que lo discriminan a uno. Piensan que somos unos
perros callejeros o criminales o que venimos a robar. Pero no, como te digo, yo te voy a dar
un ejemplo: cuando llegué a Monterrey, ahí en el mercado estaba hablando por teléfono, y
luego con mi mamá pues tiendo a hablar en francés porque desde la niñez yo me
acostumbré. Estaba la hija del patrón sentada. Cuando yo terminé de hablar ella me
preguntó qué idioma estaba hablando yo, y le dije que en francés. Y entonces ella me dijo:
“¿pero cómo es posible que tú hablas francés?”, como diciendo que todos los migrantes son
mugrosos. Le dije: “mira, no todas las personas que venimos en este camino somos tontas
o tontos. Muchas personas hemos estado en lugares que tú todavía no has estado”. Me
dice: “no, es que todos los hondureños que he visto son mugrosos y apestosos”, así, al chile
me dijo. “Mira, lo mismo te voy a decir, no todos se bañan y otros sí se bañan, y yo soy uno
que me baño, porque me gusta estar aseado. Y si hablo idiomas es porque estudié”, le dije.
Entonces, como te digo, hay gente que te juzga sin saber realmente quién eres tú. Tú
puedes ver a una persona que anda todo sucio, pero esa persona puede ser estudiada,
¿me entiendes? (Alex, 2 de septiembre de 2015).

En algún punto Alex menciona que prefiere ser visto como extranjero que como emigrante y,
en ese sentido, hay una diferencia muy importante entre una y otra categoría, porque el
“extranjero” dentro del imaginario colectivo puede parecer menos amenazante que la
persona “migrante”. Es decir, cuando pensamos en un extranjero, posiblemente tengamos
como referente a una persona de tez blanca, de ojos claros, un turista por ejemplo. En
cambio, si pensamos en un migrante, nuestro referente será completamente distinto al del
extranjero. Tal vez en otras latitudes la palabra extranjero tenga una connotación despectiva,
pero eso dependerá del contexto social, político, económico y cultural del que se esté
hablando:
-Entonces, no toda la gente que andamos aquí somos pendejos, como muchos creen. A mí
me cae mal la gente que me diga indocumentado o mojado y más que todo aquí en México.
-¿Cómo te gusta que te llamen?
-Pues que me hablen por mi nombre. Sí porque cuando dices: “Ahí viene un mojado” o “ahí
van los mojados, mira que van caminando en las vías”, “ahí van los ilegales”. Acuérdate que
el mexicano es el primero que va pa' Estados Unidos. Pero aquí nos andan diciendo: “ahí
van los mojados”, ¿me entiendes? O sea, no me cae mal que digan eso, que no “que
emigrantes”. Entonces, es como, lo mismo que hacen con los mexicanos allá [en Estados
Unidos], hacen lo mismo con nosotros... estamos iguales o peores. Como que te digan: “ese
es un emigrante”. ¿Qué tiene de malo que yo venga a México? Prefiero que me digas que
“este es extranjero”, que “emigrante”.
-¿Por qué?

164
-Porque la palabra “emigrante” es como que le tienes lástima ¿no?, como que le tienes asco
o que le tienes así como que “¡ah, no vale nada!”. Así a veces tomo las cosas yo. Como le
dije a la muchacha [de Monterrey]: “El ser emigrante no significa que uno es tonto o
ignorante o pendejo... estás más pendeja tú que yo”, le dije. “Tú lo único que sabes hablar
es español. Sin embargo yo hablo francés y el inglés, y ahí me defiendo, ¿y tú?, puro
regiomontano hablas”, le dije. “¿A dónde vas a ir, más que a Monterrey?”. Y hay emigrantes
que no han estudiado. Bueno, muchos dicen que son licenciados allá en su país, que son
“esto” y “lo otro”. Pero no cambia que somos emigrantes, que somos extranjeros, que
somos indocumentados, que somos mojados... eso no cambia nada. Si tú me dices “yo fui
policía en Honduras, entonces yo valgo más que tú”. “¿Por qué?, pero eso es en Honduras
no en México, wey”. México no tiene las mismas leyes que Honduras, ¿verdad? Si tú llegas
a Estados Unidos: “no pues yo era policía en México”. “Sí wey, pero aquí tienes que hablar
inglés, y aquí puro pinche castellano vienes a hablar,” ¿me entiendes? Hay muchos que van
a presumir allá. “¿Y qué tiene que fuiste policía si estás comiendo lo mismo que yo?”, “estás
en una fábrica ganando 5 dólares la hora”. ¿Entonces? Mejor dime que fuiste “chalan” y así
te voy a respetar más (Alex, 2 de septiembre de 2015).

Las palabras de Alex muestran muy claramente esos estados afectivos negativos que se
generan en la relación dialéctica del yo con el otro, pues en el fondo expresan la forma en
que se inferioriza a los migrantes por su situación migratoria irregular, que muchas veces es
un factor para que los mexicanos que tienen ventaja sobre los migrantes cometan abusos
contra ellos, como bien relata Alex sobre una de sus experiencias cuando estuvo trabajando
en Arriaga, Chiapas:
Pero ser emigrante no es fácil, no es fácil en México, en Estados Unidos tampoco, hay
mucha discriminación hacia los emigrantes, mucho abuso. Hay mucha gente abusiva. Yo
trabajé 14 horas por 100 pesos en Arriaga, y me dieron tres tortillas con un pedacito de
queso y le digo: “Oye, ¿crees que con esto nos dura todo el día?”, ni me lo comí del coraje
que traía. Además que todo, no nos querían pagar: “Que vengan mañana”, nos dice. “¿Y
todavía nos sales con eso?”, yo le dije al chavo. “¿Todavía sales con que no nos vas a
pagar hoy?”. “¿Cómo es posible?”, “¿Tenemos cara de que somos pendejos o qué?”,
“¿Que venimos a trabajar a México por una tortilla?”, le digo. Que su mamá no estaba, me
dice. “No, no. Cuando tu llegaste a buscar trabajadores no me dijiste que tú mamá no iba a
estar el día de pagar. Vas, trabajo hecho, pagado hecho”. Y todavía se quería burlar de uno.
Y yo le dije: “chale, pero ni en Estados Unidos me han hecho esas mamadas, mucho menos
aquí”, “¿cómo es posible?”, le dije. “Hablamos el mismo puto idioma, comemos tortillas
también, comemos tamales también”, le dije yo. Por no tener la misma bandera no significa
que somos diferentes. Somos la misma raza, somos hispanos, hablamos el mismo idioma,
cuando yo te hablo tú me entiendes. Es como que yo llegue a China y allá sí, ya no somos...
somos humanos pero no somos la misma raza. Pero ¿aquí en México, cómo me vas a
hacer lo que un gringo cabrón me está haciendo o que me quiere hacer?, sabiendo que tú
también tienes un sobrino allá que está sufriendo, o que tu hermano, que tu primo, ¿me
entiendes? Hay mucha gente abusiva (Alex, 2 de septiembre de 2015).

Una de las primeras cosas que quiere una persona migrante es encontrar un trabajo lo más
pronto posible, porque de esa manera puede cumplir con la promesa de mejorar las

165
condiciones de vida de su familia. Pero esta situación es difícil cuando se es indocumentado
en el país de destino, o de tránsito, como México. Por eso hay quienes desean, como doña
Mari, que los mexicanos pudieran entender la desesperación de los migrantes por lograr sus
metas:
Yo lo único que les pido es de que no desconfíen de todo mundo porque no todos somos
iguales, siempre habemos personas honradas y venimos a trabajar, no a hacer cosas que
tal vez a ellos les han dañado. Tanto a las mujeres como a los hombres yo les pido de que
nos den una oportunidad de poder trabajar pues, porque aquí hay trabajo, pero como le
vuelvo a repetir, que a veces por unas personas que vienen a dañar a la gente, todo mundo
dice: “los emigrantes son ladrones”. No todos venimos con esa intención, porque en mi
caso, yo no vengo con esa intención, a quitarle nada a nadie, yo vengo a trabajar pa'
ayudarme a mí misma y ayudar a mis hijos porque me necesitan. [...] Y sólo les pido de que
nos den una oportunidad de trabajar, que no venimos a dañarlos, que sepan ellos a quién le
van a dar trabajo. Porque yo, lo principal ando buscando carta de recomendación de acá,
del Padre, de la licenciada. Entonces es lo que digo yo que es lo primero que tienen que
pedir, ¿verdad? Para que ellos [los que contratan] miren que uno anda limpiamente (Mari,
15 de abril de 2015).

En lo que respecta a las autoridades mexicanas, las declaraciones de las personas que
entrevisté tomaron dos posiciones. La primera fue que, aquellas personas que no tuvieron
encuentros con agentes de Migración o policías, sólo dijeron haber escuchado que son
“malos” y siempre andan persiguiendo a los migrantes, pero no podían opinar más al
respecto porque no lo habían vivido. Inclusive una de las mujeres migrantes dijo que las
autoridades sólo cumplen con su trabajo:

Pues, para serle sincera, bueno es algo tranquilo porque es su obligación seguirnos y
deportarnos pues, porque es su trabajo. A veces dicen que ellos son peligrosos, pero yo
creo que el peligro son los delincuentes y no digo que toda la gente mexicana porque
algunas han sido buenas en el camino, algunas nos han dado agua, pollo (Karo, 1 de
septiembre de 2015).

Sin embargo, en el testimonio de Norma, puede verse que hay migrantes que se
encuentran con alguna autoridad que sí cumple con su trabajo:

Pues yo... yo con ellos no me meto57. No me meto con ellos, pero gracias a Dios no me ha
pasado nada. Un chavo de allá de Chauites que es bien lindo, es investigador, es una
persona seria. No tengo de qué quejarme de ellos. Dicen que son malos pero bueno, a mi
nunca me han hecho nada (Norma, 15 de abril de 2015).

57 Suelta una risa

166
En general, la percepción que tienen las mujeres y hombres que entrevisté sobre las
autoridades migratorias es que son el principal motivo por el cual no pueden pasar
libremente por el país. Los y las que tuvieron experiencias de persecución se sintieron
inferiores porque sintieron que fueron tratados como animales:

Los de migración sólo nos miran con un signo de dólares a nosotros, nos persiguen porque
Estados Unidos les dan dinero a ellos por detenernos a nosotros. O sea, corren detrás de
uno como si uno fuera el hueso y ellos son los perros detrás del hueso. Nos ven como
dinero nada más, porque incluso a muchos emigrantes ya me han contado que policías
federales les han quitado dinero, extorsionándolos pa' no llevarlos a migración (Moisés, 2
de septiembre de 2015).

El sentirse como animales perseguidos se relaciona también por el temor de ser detenidos y
deportados. Algunas personas migrantes aseguran que si la situación estuviera mejor en su
país, no tendrían por qué irse. Sobre esto, Alex comentó:

No es tanto el miedo que te agarren sino de que te manden otra vez pa'trás y tanto que
sufre uno. Luego regresarse otra vez, sin dinero, con hambre y cansado. Entonces tratamos
nosotros de, no de andar huyendo, sino de escondernos de Migración para que no nos
anden correteando, porque eso de que nos anden correteando nos hacen sentir como
animales. En realidad no somos animales, no somos criminales, mucho menos. Mucha
gente sale de su país por la cuestión de que 'tan viendo la situación que está muy dura.
Está tan dura que la gente se desespera por salir, buscar en el extranjero una vida mejor,
una vida más cómoda. Y no, créeme que no es por gusto que yo ando aquí (Alex, 2 de
septiembre de 2015).

Y por último, también hubo quien habló de cómo policías y agentes de Migración están
coludidos para extorsionar a los y las migrantes, por eso muchas veces temen denunciar
algún abuso, ya que muchas veces son deportados sin previas averiguaciones. Al respecto
dijo Denise:

Pues principalmente la Policía Federal que pues, tal vez para los mexicanos están haciendo
un buen trabajo, pero para uno no. No está bien lo que están haciendo con nosotros. Ellos
también nos entregan a Migración, cuando eres víctima de un asalto y uno va a denunciar a
donde ellos lo que hacen es entregarte. O sea, cuando uno viene en el camino, uno mira a
la Policía Federal y uno tiene que esconderse igual que con Migración, porque ellos trabajan
en conjunto pues. Lo mismo la Policía Municipal, la Estatal. A montón de compañeros le han
quitado dinero con el cuento de que “si no me das tanto, no te dejo pasar, ahorita le
llamamos a Migración para entregarte pa' que te lleve a tu país”. Y uno tiene que esconder
lo poquito que ha charoleado, pues, y lo mucho que ha costado andar pidiéndole a la gente
y que la gente le da. Lo poquito que ha conseguido para comer, se lo quitan las autoridades.
Lo extorsionan a uno (Denise, 3 de septiembre de 2015).

Para algunos, el factor “mimetismo” es de vital ayuda cuando se trata de pasar


167
desapercibidos entre las autoridades migratorias. Así, para aquellos que tienen el fenotipo
parecido a los chiapanecos u oaxaqueños es menos probable que los detengan. Pero lo que
sí no puede ser inconfundible muchas veces es el acento en su voz o algunos regionalismos
de su país natal. Por ejemplo, Moisés habla de qué significa para él viajar solo o
acompañado:

Es más peligroso, yo creo viajar acompañado, porque al ver el grupo dicen: “esos son
emigrantes, sigámoslos”. Y si voy solo pues me puedo escabullir, piensan que tal vez soy...
como en Chiapas la mayoría son así, trigueños58, en Chiapas pasábamos como
chiapanecos (Moisés, 2 de septiembre de 2015).

Las opiniones de algunas personas entrevistadas fueron que desearían poder transitar
libremente hasta llegar a la frontera norte de México. Por eso cuando les pregunté: “¿qué es
lo que cambiarían de su experiencia?”, su respuesta fue: “No sé, que la autoridad sea más
solidaria, que en vez de quitarnos el dinero, nos ayuden”, dijo Janeth. Otros, como Moisés
dijeron que quisieran que los agentes no les dijeran nada cuando los vieran pasar por algún
lado:
El caminar menos en las vías, que cada migrante pudiera pasar libre por carretera, agarrar
un autobús directo y que migración no le dijera nada. Si pudiera cambiar, cambiaría eso,
quitar toda migración de la carretera (Moisés, 2 de septiembre de 2015).

En ese aspecto, la señora Yasmina comentó algo similar, pero además dijo que desearía
que las autoridades mexicanas se dieran la oportunidad de conocer a las personas que
migran para saber a quién darle permiso de pasar por México:
Yo quisiera que nos dejaran pasar. No es fácil, ¿verdad?, porque somos extranjeros, pero
ellos deben de conocer a las personas que vienen a hacer maldades y las que vamos de
paso, o sí nos venimos a quedar, yo sé que le venimos a quitar la oportunidad a un
mexicano, pero no tenemos la culpa de haber nacido centroamericanos. Sólo que trataran
de conocer bien a las personas, y ver a quién le dan documentos y a quién no, o a quién le
dan un permiso para que cruce y a quién no (Yasmina, 2 de septiembre de 2015).

Puede verse entonces, para concluir, que el perfil del sujeto migrante que se tiene en el
imaginario colectivo de algunos grupos sociales en México, ocasionan que autoridades y
ciudadanos discriminen y persigan “como si fueran animales” a las personas
centroamericanas en tránsito. Asimismo, desde la perspectiva de los y las migrantes, los

58 Palabra para referirse al tono oscuro de la piel

168
agentes de Migración y la policía es su mayor obstáculo, pues si no existieran, ellos y ellas
podrían pasar libremente por el país.

3.1.3. Convivencia en albergue para migrantes “Hermanos en el Camino”. Ixtepec,


Oaxaca.

En mi segunda visita de campo al albergue “Hermanos en el camino”, tuve la oportunidad de


participar como voluntaria durante varios días. En esa ocasión estuvimos hospedados una
compañera, un compañero y yo, del 31 de agosto al 9 de septiembre de 2015. Estar en el
albergue como voluntarios fue de gran ayuda, porque al tener esa condición, las mujeres y
hombres migrantes nos percibieron como personas que les ayudan y colaboran con ellos y
ellas, no como en la primera vez que llegamos de imprevisto y como gente ajena a su
cotidianidad. También fue una ventaja estar hospedados en el albergue, pues así las
personas migrantes se acostumbraron a nosotros y nos abrió la posibilidad de interactuar
más entre todos y todas.

3. Citlali Jiménez. Hermanos en el Camino [fotografía]. Ixtepec, Oaxaca, abril de 2015.

Según la información que me dio Jessica, una voluntaria que es promotora de derechos
humanos y que también coordina el albergue, del 1° de enero hasta el 16 de abril de 2015 se
había albergado a 1, 262 personas, de las cuales 1, 114 eran hombres y 123 mujeres; 545
provenían de Honduras, 364 de El Salvador, 242 de Guatemala; 43 de Nicaragua, 21 de

169
Cuba y de otras nacionalidades sólo eran 22. Había 107 menores de edad. Del total, 278 de
esas personas fueron víctimas de algún delito. Si comparamos la cifra de 1, 262 migrantes
con la cifra del año 2014, de enero a abril se había albergado aproximadamente a 4, 203
personas, lo que significa una disminución en el número de migrantes que llegan al albergue
(revisar las páginas 75 y 76). Esto puede significar que ha habido cambios en el tránsito de
las personas migrantes como los que ya he mencionado anteriormente, sobre todo por la
implementación del Plan Frontera Sur (revisar el apartado 1.2.5 de este trabajo). De igual
forma, la mayoría de estas personas siguen siendo hondureñas y de sexo masculino, pero
tampoco debe olvidarse que el uso de las rutas migratorias depende a veces de la
nacionalidad y el género como ya lo he explicado en los apartados 1.2.3 (en las páginas 30-
39) y 1.2.4.

Al inicio de este capítulo mencioné que la vulnerabilidad de las mujeres migrantes también
depende del espacio geográfico y social en el que se encuentren. Así, a lo largo de los
apartados anteriores hice referencia a las formas de violencia por las cuales han tenido que
pasar en el recorrido migratorio de Chiapas-Oaxaca, siendo este el espacio donde el grado
de vulnerabilidad es mayor.
El albergue es percibido por las personas migrantes como un lugar seguro y, por lo tanto, es
el espacio donde la vulnerabilidad es menor, pero no significa que haya desaparecido.
Asimismo, en este sitio se hace manifiesta una ética de la alteridad (apartado 2.1.1)
relacionada con las interacciones entre voluntarios y migrantes, pero también es un lugar
donde las mujeres centroamericanas reflexionan sobre su situación y toman decisiones para
el resto de su camino.

A continuación describiré la convivencia social que se desarrolló en el albergue durante mi


estancia, haciendo uso de los testimonios que obtuve, de algunos fragmentos redactados de
mi diario de campo y otras fuentes de información.

170
3.1.3.1 “¡Qué chilero tu chucho colocho!”

“¡Qué chilero tu chucho colocho!”, equivale en el argot popular mexicano a decir “¡Qué
chingón tu perro chino!”. A los guatemaltecos les dicen chapines. A los hondureños les dicen
catrachos. A los salvadoreños les dicen guanacos. A los nicaragüenses nicas, y a los
costarricenses ticos. “¿Y a los beliceños y panameños?”, les pregunto. “Pos… beliceños y
panameños ¿no?”, se dicen entre ellos. Y a los mexicanos que vienen del “De Efe” se les
conoce como chilangos.
Todos aquí se hablan de “perros” y de “mi negro” o “mi negra”, pero eso no es ofensivo para
ellos, sino sinónimo de camaradería. “Mama” o “papa” le dicen a sus madres y padres, pero
también cuando te tienen respeto, y de “vos” cuando te tienen más confianza.
Unos somos ciudadanos, y otros no lo son, la mayoría son extranjeros, pero los menos
vienen del norte global (voluntarios), los más vienen del sur, los migrantes
centroamericanos, y de repente uno que otro cubano. Así, este lienzo migratorio se pinta de
pigmentos claroscuros, pero eso poco importa a veces, porque aquí, en este “oasis” de
descanso se respira nostalgia, incertidumbre, sueños truncos, pero también esperanza y
seguridad.
En la pared de la biblioteca que está al lado del dormitorio de mujeres hay un mural
representando algunos elementos de la migración: del lado izquierdo hay dibujado un mapa
de Centroamérica, México y Norteamérica y un migrante con su mochila sentado bajo un
árbol. Del lado derecho, separado por las vías del tren y un letrero en forma de “X” que dice:
“Cuidado con el tren, migra, policías, bandidos”, se encuentra el Padre Solalinde abrazando
con su mano izquierda a una mujer, a dos niñas y a un niño. Abajo de ellos hay algunos
letreros que dicen “Libertad”, “Igualdad”, “Dignidad” y “Paz”. Sobre ellos hay un arco-iris y el
cielo nocturno.

171
4. Citlali Jiménez. Mural de la biblioteca [fotografía]. Ixtepec, Oaxaca, septiembre
2015.

En los siguientes párrafos describiré algunas actividades cotidianas que presencié mientras
estuve en el albergue, así como algunos comentarios de varias personas con las que
conversé y que hacen referencia al lugar, su perspectiva sobre las convivencias, entre otras
cosas.

En el albergue se encontraban personas que llevaban varias semanas hospedados debido a


que estaban arreglando su situación migratoria para obtener una tarjeta de visitante que les
permitiera permanecer en México. Por esta razón, muchos migrantes tenían que buscar la
manera de entretenerse durante todo el tiempo que estuvieran varados en el lugar. Por
ejemplo, el martes 1° de septiembre, en la mañana acompañamos a un joven llamado Heber
al Gimnasio Municipal. Pudimos darnos cuenta que varias de las personas que estaban en el
albergue acudían al lugar para hacer ejercicio, incluso uno de los migrantes era quien les
ponía una rutina de ejercicios. Supongo, entonces, que eso era una forma de “matar el
tiempo”, porque, después de todo ¿qué otra cosa pueden hacer mientras esperan su visa?
Asimismo, hay quienes dan paseos por el centro de Ixtepec: van al parque, al Aurrera, al

172
mercado, etc. Y de igual forma, de camino al gimnasio, Heber saludó a otros chicos que
iban asomados por la ventanilla de un autobús que iba rumbo hacia Juchitán.

En la tarde, mi compañera Alma y yo estuvimos colaborando con el servicio de la biblioteca


del albergue, el cual consiste en controlar los turnos para usar las tres computadoras, de 15
a 20 minutos con acceso a internet. La mayoría, si no es que todos y todas, utilizaron su
tiempo revisando Facebook para comunicarse con su familia, amigos, conocidos o entre
ellos mismos. Pude notar que se desesperan cuando ven que les falta mucho por pasar, se
van de la biblioteca por un tiempo, regresan en otro momento y se percatan de que no
estuvieron presentes cuando les tocó su turno. La espera por 15 o 20 minutos de internet es
larga, casi más de dos horas. De eso se trata casi todo en el albergue: de esperar. Y
después de esa espera, viene un pequeño respiro de entretenimiento y de certidumbre por
hablar con la familia o con alguien del otro lado del ordenador. Pero ese día tuvimos que
cerrar una hora antes (6 pm), porque hubo reunión general con voluntarios y compañeros
migrantes.

La finalidad de hacer dicha reunión era reiterarle a los y las migrantes las reglas del
albergue, además porque había nuevos compañeros migrantes que apenas habían llegado y
era menester informarles sobre el tema. Según Jessica (voluntaria y coordinadora), algunas
personas no han respetado las reglas, pues hay quienes llegan tarde, siguen haciendo ruido
y escuchan música después de la hora de dormir. Hay quienes toman bebidas alcohólicas y
se drogan dentro y fuera de las instalaciones, así como hay personas que generan conflictos
con otras. De tal manera, si alguien volviera a quebrantar lo establecido, el albergue se verá
en la necesidad de expulsar a aquellas personas que no obedezcan y no respeten las
reglas.

Al inicio de la junta y al término de esta, un migrante de nombre Orman, dijo una oración
recalcando la fe hacia Dios, agradeciéndole a él y a las personas que ayudan en el albergue,
el cual es un “lugar de descanso” para los y las migrantes, “un lugar donde pueden comer y
asearse”, es “un bus, un transporte para que puedan llegar a su destino”, a Estados Unidos.
Mientras Orman decía la oración, todos y todas agacharon la cabeza, cerraron los ojos y en
voz baja recitaban alguna otra oración.

173
Los jueves y los domingos son días de verdura, es decir, llega una camioneta de carga con
cajas repletas de frutas, verduras y algunas hierbas que los mercados de Ixtepec y Juchitán
brindan al albergue. Lo curioso es que no son alimentos en buen estado, muchos de ellos
están en proceso de
descomposición. Es por eso
que debíamos ayudar a
quitarle lo podrido a las
cebollas, zanahorias,
lechugas, entre otras cosas,
con un cuchillo o con las
manos, o limpiarlas con un
trapo húmedo. Eso era lo que
se servía en cada desayuno,
comida y cena.

5. Citlali Jiménez. Días de verdura [fotografía]. Ixtepec, Oaxaca,


septiembre 2015.

Los días son iguales para todos: misma comida a


las mismas horas, mismas caras, misma espera;
trabajar en lo que sea, los hombres de albañiles, y
las mujeres lavando ajeno, de trabajo doméstico o
en una cocina rápida. Incluso había compañeros
migrantes que elaboraban pulseras o flores
utilizando hilos de colores, para venderlas fuera del
albergue.
Pero de repente hay momentos de distracción,
tranquilizantes para olvidar a ratos el pasado, el
presente y los anhelos. Como lo fue el día jueves 3
de septiembre, cuando por la noche, varias y varios
migrantes junto con algunas voluntarias organizaron
un baile, pusieron música en una bocina y entre 6. Citlali Jiménez. Flores de hilo [fotografía].
ellos empezaron a bailar a ritmo de salsa, cumbia, Ixtepec, Oaxaca, abril 2015.

174
reggaetón y sobre todo bachata; en este último, las caderas de las mujeres se pronunciaban
más con un tambaleo de lado a lado, y algunos muchachos mostraron sus dotes como los
buenos bailarines que son. No todos bailaron y en realidad fueron muy pocos los que lo
hicieron, será que algunos de plano no sabían bailar, o bien, se sintieron cohibidos, pero eso
no quitó que se acercaran a ver el espectáculo. Cosas como estas son pequeños chispazos
de desestrés, de diversión y entretenimiento. Pequeños momentos que hacen olvidar por
unos instantes el hastío que provoca la espera de su trámite.

De igual forma, el viernes 4 de septiembre, en la tarde hubo una actividad que entre varios
migrantes organizaron. El señor Orman convocó a todos y todas en la capilla. Todo empezó
con una oración hacia Dios. Después hubo una serie de actos de malabares hechos por
migrantes, quienes se dedicaban -y se dedican- a eso para subsistir. Luego solicitaron a los
voluntarios que pasaran al frente para agradecerles su apoyo, su labor y cooperación con los
migrantes en el albergue; también hubo concursos donde Alma y yo participamos.
Posteriormente, todos salimos del albergue del lado de las vías para ver una representación
que los propios migrantes planearon y escenificaron sobre lo que les ocurre durante el
tránsito por México: primero, un grupo iba caminando sobre las vías hasta que unos
asaltantes salieron de entre los arbustos, quienes pusieron a los migrantes boca abajo sobre
el suelo, gritando que nadie volteara a ver. A las mujeres las apartaron del grupo para
violarlas. Los victimarios les quitaron todas sus cosas y salieron corriendo. Después los
migrantes tomaron a las mujeres, les dieron unas palabras de aliento y continuaron con su
camino cuando más adelante salió “la migra” y comenzaron a correr para esconderse de los
agentes. Ahí terminó todo.
A pesar de ser una representación de una situación cruda y dolorosa, los y las migrantes
bromeaban y reían mientras observaban la escena. Por ejemplo, a una de las mujeres que
“violaron” se le escucho decir “¡Tú la tienes más grande que el otro!”. Otro migrante que
pasó cerca de ahí gritó “¡Aquí están los calzones de la violada!”. Es decir, los actores y los
espectadores no tomaron el performance con seriedad sino con humor. ¿Qué era mejor:
recordar lo malo con tristeza o darle un giro y dejarse llevar por la efervescencia colectiva y
reírse de sí mismos?

175
Todos regresamos a la capilla para ver otros actos de los malabaristas y al último se
concluyó con otra oración para que todos pasaran al comedor. Después, la vida en el
albergue continuó con su rutina.

7. Citlali Jiménez. Sentados en las vías [fotografía]. Ixtepec, Oaxaca, septiembre 2015.

El sábado 5 de septiembre llevamos a cabo una actividad con los compañeros migrantes
que consistió en proyectar una película después de la cena. Fue en el comedor. Lloviznó un
poco así que no hacía mucho calor adentro. Vimos “La jaula de oro”. No hubo muchos
espectadores, pero sí se llenaron todas las sillas. Mientras veíamos la película, los y las
migrantes se reían en escenas que les parecían graciosas, por ejemplo, cuando los tres
muchachos no alcanzaron a subirse al tren. Uno de ellos dijo “Pendejo”, como si el subirse a
los vagones fuera “pan comido”. También cuando pasaban escenas de los lugares por
donde ellos y ellas han transitado, comentaban “ahí es Chauites”, “ahí es Ixtepec”, etc.
Al terminar la película les pedimos que nos comentaran lo que pensaban acerca del filme.
Fueron muy pocos los que participaron y algunos decidieron salirse. Unos nos dijeron que
era verdad lo que sucedió en la película, que se parece mucho a la realidad, haciendo
referencia a los asaltos, las extorsiones, los secuestros, etc. Alguien comentó que la
solidaridad es muy importante entre ellos. También se dijo que a la película le faltó que
176
pusieran el nombre de los lugares por donde pasaban los muchachos para que la gente
supiera dónde es. Faltó también en la película que pasaran la diferencia de pago por el
trabajo entre mexicanos y centroamericanos migrantes cuando laboran en cultivos de caña,
ya que los “patrones” que los contratan les pagan menos a ellos (los migrantes) por ser
“ilegales” y porque saben que tienen la necesidad del dinero. Al final de la actividad, varios
hombres se nos acercaron. Uno de ellos, Daniel, nos agradeció por hacer ese tipo de
actividades con ellos, que “son muy buenas para nosotros, porque así nos distraemos un
rato”, me dijo.

Además del aburrimiento, las personas migrantes han tenido que aprender a controlar su
comportamiento de tal manera que no se generen conflictos entre ellos. De hecho, aprenden
a portar una máscara para cubrir su sensibilidad, para que les proteja de sentirse
vulnerables frente a la presencia de la otredad, cuya condición migratoria los ha posicionado
en el mismo sitio por debajo de la línea de lo humano.
La entrevista que tuve con el hondureño Denise refleja muy bien lo anterior. A simple vista,
él parece ser un hombre fuerte, medio fornido con tintes de macho alfa, pero a pesar de que
ante los ojos de los demás él puede parecer una persona insensible, sus palabras cuando
conversé con él, muestran lo opuesto:
Pues aquí [en el albergue] me he hecho fuerte, porque como aquí hay gente de que se burla
de uno, al ver que uno está llorando, nos ofenden, principalmente los jóvenes, se burlan de
uno. Y uno para evitarse problemas pues no se va a los golpes con ellos. No saben lo que
uno pasa, los asaltos. La forma en la que uno deja a la familia, así como yo perdí a mi
amiga, todo eso ellos no lo saben. Se burlan cuando uno llora. Y uno llora para sanar el
corazón. A veces me dicen que yo no soy sensible, pero les digo que simplemente trato de
ser fuerte. Hoy tuve una plática con el psicólogo, ahí intenté de ser lo más fuerte que pude,
pero salí afuera y como que me ardieron los ojos, pero ya vi a mis amigos y se me fue
olvidando. Aquí traté de ser fuerte contigo, pero no pude, me desplomé, por más que yo
intenté no pude. Pero conociste a las dos caras: el que trató de ser fuerte y el que es
sensible (Denise, 3 de septiembre de 2015).

En el caso de las mujeres, también han tenido que aprender a manejar sus temores, sobre
todo cuando están en presencia de muchos hombres en el albergue, como en el caso de
Ceci:

Pues, yo recién venida aquí me sentía aterrorizada 59, me sentía con miedo de salir afuera
porque ver mucho hombre me daba miedo, porque no los conocía, y no salía de aquí del

59 Se expresó con una pequeña risa nerviosa

177
cuarto, sólo pasaba aquí encerrada, sólo iba a comer y me regresaba. Pero sí ya con el
tiempo que fue pasando, ya yo me fui acoplando a ver tanto hombre (Ceci, 15 de abril de
2015).

Las mujeres saben cuál es el tipo de comportamiento que deben tener por el hecho de
estar cerca de tantos hombres. Por lo regular, algunas de ellas actúan serias o evitan
hablar mucho con los varones para evitar malas interpretaciones. Como bien lo expresó
Sandra:
Ah, pues debo ser fuerte cuando paso y veo a los hombres que se me quedan viendo y pues
tengo que poner mi carácter un poco serio. Y puedo ser más agradable cuando me
preguntan algo o cuando siento que alguien me busca por amistad, o tal vez porque debo
sentirme así, porque no debo estar así siempre seria (Sandra, 1 de septiembre de 2015).

Otras mujeres, como Janeth, también deciden comportarse “moderadamente” para evitar
tener problemas con las personas que están en el lugar:
Yo soy generosa, a veces me puedes mirar seria, pero no es porque sea así, o porque sea
dura, sino porque no me gusta que me metan en problemas, no me gusta andar tan
revuelta, ni porque sea creída ni porque sea antisocial, sino porque no me gusta que me
metan en problemas, entonces por eso camino apartada de ellos, pero nada más. Si tú me
buscas, yo soy una persona amable (Janeth, 4 de septiembre de 2015).

El hecho de “vivir” por tiempo indefinido en un albergue no es un pretexto para ponerse las
mejores prendas que los hombres y, sobre todo las mujeres pueden tener en éste lugar
diseñado para migrantes en tránsito. Gorras tipo rapero, shorts de mezclilla, faldas, leggins,
blusas escotadas, zapatos de tacón, tenis Nike (o su imitación), son algunos de los pocos
accesorios que la gente posee aquí, a pesar de no tener casi nada, de haber dejado su vida
y a su familia para luchar por un todo. Esa ropa es el traje que ella y él -por ya no querer
nombrarlos “migrantes”, porque sí, esa etiqueta puede llegar a ser despectiva- llevan por
fuera. Pero ahí, donde las emociones se esconden, el dolor palpita al ritmo de su corazón
cada que hablan con sus hijos, con sus mamás, papás, hermanos o hermanas. Pero aún
así, salen al exterior con la frente en alto. Los ojos maquillados de las mujeres con sombras
de colores y rímel en las pestañas ocultan el miedo, la desesperación, y las lágrimas que
han derramado y se han secado solas.

178
En la noche, la mayoría de los migrantes sacan sus colchones al aire libre, porque dentro del
dormitorio hace mucho calor. Todas las luces deben de apagarse a las 10 pm y cada quien
debe pasar a su área (mujeres, hombres, menores de edad, voluntarios), pero antes de eso,
las parejas aprovechan para descansar y recostarse un momento juntos; también hay
personas (hombres y mujeres, y entre jóvenes) que reúnen sus colchones entre varios para
conversar un rato. Antes de las 10 de la noche en el albergue se escuchan diferentes voces
y muchas risas, como si fueran una gran familia. Después, al apagarse las luces, mujeres y
menores de edad deben pasar a sus dormitorios. Entonces sólo queda el silencio. Algunos
duermen, pero otros se quedan despiertos hasta muy tarde, cuando por fin el sueño y el
cansancio los vence.

8. Citlali Jiménez. Entrada del dormitorio de mujeres [fotografía]. Ixtepec, Oaxaca, septiembre 2015.

Hay quienes se sienten a gusto por estar en el albergue y a pesar de lo mucho que extrañan
a su familia y de la larga espera que implica el trámite de su visa, logran encontrarle algo
positivo a su situación, como Moisés:

-¿Y cómo te hace sentir el estar en el albergue con otras personas migrantes?

179
-En casa, porque hay mucho hondureño aquí y me siento en casa. Cuando fui a migración
en Salinas Cruz, prácticamente vi mi ciudad, Puerto Cortés, un puerto igual que Salinas,
cuando vi el puerto sentí como que estaba en Puerto Cortés. Me sentí alegre.

Sin embargo, la convivencia en el albergue no siempre es tan estable como puede parecer,
porque también existen conflictos. O al menos eso nos ha dicho un hombre “a-patriado” -que
nació en Guatemala, pero nunca obtuvo la nacionalidad y por eso en México busca que den
la condición de refugiado- nos dijo que todo en el albergue es “un desmadre”, que “los
centroamericanos sólo se vienen a hacer pendejos” [al albergue]. Según él, hay
centroamericanos que están en el albergue que también asaltan o les roban cosas a otros
“paisanos”; hay quienes mienten sobre su situación para que les ayuden a sacar la visa. Y
también hay quienes se emborrachan fuera del albergue y llegan ebrios hasta después que
la puerta se ha cerrado (9:30 pm).

Una noche, casi lo mismo nos dijo un salvadoreño que lleva viviendo 4 años en México y un
año en el albergue cuando estuvo platicando con nosotros. Nos habló sobre lo que otros
migrantes ya nos han dicho: que el albergue está “patas arriba”. Hay reglas establecidas que
nadie respeta. Dijo que en otros albergues no es como el de Ixtepec. Por ejemplo, en los
albergues de Tapachula y Arriaga son más estrictos y restringen mucho las salidas; además
de que son lugares que no están muy bien acondicionados para cumplir con la función de un
albergue, pues, como en el caso del albergue de Chauites es una casa pequeña, donde los
migrantes tienen que dormir unos pegados a otros sobre los colchones. Es por eso, dice el
salvadoreño, que cuando llegan a Ixtepec, los migrantes se desatan después de haber
pasado cosas malas y de haber estado tan apretados y controlados en otros lugares. Dijo
que no tienen conciencia de que deben comportarse bien, pues es ilógico que quieran llegar
al norte y que traigan sus malas costumbres desde Centroamérica a México y después
llevarlas a Estados Unidos. Esas malas costumbres de las que él habló hacían referencia a
que los migrantes beben alcohol y se drogan cerca del campo de fútbol o al lado del
dormitorio de hombres. También dijo que las cosas son muy diferentes cuando el padre
Solalinde está o no en el albergue, pues todos se comportan de diferentes formas. Respecto
al Padre sólo dijo: “Es un defensor de derechos humanos y no es capaz de mantener en
orden su propia casa”. “Él nunca viene y cuando lo hace está muy ocupado. Ya tiene toda su
agenda llena”, nos señaló.

180
Sobre los migrantes también comentó que nadie ayuda a hacer las labores necesarias
dentro del albergue, como por ejemplo: cortar leña, cocinar, hacer el aseo general, ir por
garrafones de agua, limpiar verdura, etc. Son muy pocos los que ayudan y casi siempre son
los mismos:

[...] cuando saben que es día de verdura, en la mañana todos salen del albergue, pero
cuando es la hora de comer, ahí están formados y van a tragar. Si van a estar aquí por
mucho tiempo, si lo saben, ¿por qué no trabajan o hacen algo? Que junten dinero y se
compren sus propias cosas personales, jabón, papel de baño. Pero van a la oficina a pedir
cuando ya llevan tiempo aquí. Cuando vamos llegando es entendible porque no traemos
nada y está bien que dos, tres días vayamos a pedir en lo que se estabiliza uno. Pero ya
después... Hay unos que salen a trabajar y ganan su dinero y también ayudan aquí, pero
otros, de plano no hacen nada. Y el albergue a veces está sobrepoblado. Y los que
trabajan, hay quienes que en vez de comprarse sus cosas, se andan comprando sus vicios,
como el cigarro y el refresco (Anónimo, septiembre 2015)

Quién sabe si todo lo que estos dos migrantes han dicho sea cierto, porque después de
todo, es su percepción a partir de su experiencia. Sin embargo, cuando conversé con las
mujeres, muchas de ellas también opinaron que la convivencia en el albergue llega a ser
tediosa, que sí han tenido conflictos y de repente se generan ambientes de envidia. Sin
embargo, considero que tal vez se generen tensiones por el estrés que las personas traen
durante el viaje, y por la desesperación que genera estar esperando el trámite de la visa por
razones humanitarias. Pero es la misma presión de querer seguir adelante, de querer
cumplir sus metas, por lo que muchas veces ellos y ellas se sienten desanimados al saber
que su familia, y sobre todo sus hijos, necesitan de su manutención. Como me lo explicó el
psicólogo Miguel:

Pues en general, lo único que te puedo decir es que el albergue es una institución
humanitaria y que atendía a migrantes de paso que venían en el tren, y por eso su
metodología, su asistencia, su infraestructura, todo está hecho para personas de paso que
se quedan tres días. Entonces cuando las personas se empiezan a quedar por lo de la visa
humanitaria, pues el albergue colapsa. No hay un nuevo sistema que atienda este nuevo
enfoque de que ahora la gente ya no se va, sino que la gente se queda y espera su visa
(Miguel, 9 de septiembre de 2015).

La vida y el camino son duros, dicen algunos, y mientras esperan que les entreguen su
tarjeta, muchos tienen que salir a trabajar para poder mantenerse, aún viviendo en el
albergue. Otros tienen la suerte de tener familiares que les mandan dinero. Pero lo que es
común entre ellos y ellas, además de ser migrantes indocumentados y esperar su tarjeta de
visitante, es la percepción que se tienen entre sí:
181
Pues aquí el albergue, el problema de que las personas que llegan o las que ya están aquí...
no sé si es el encierro de estar aquí que les hace daño, pero aquí te puedo decir que hay
mucha hipocresía, mucha envidia, muchas mentiras. Entonces es una bola... de más que
todo, egoísmo. Un ejemplo, si yo me meto a la cocina y empiezo a cocinar algo bueno, otros
me van a ver y me van a decir: “chale, pero ¿por qué este pendejo si puede cocinar y yo
no?” [...]Porque muchas andan así y se andan fijando en aquel y en aquel, en el otro lo que
hizo. A mi no me da beneficio de andarme fijando en la gente, “que aquel está feo”, “que
aquel se viste bien”, “que aquel tiene”. A mi no me interesa eso realmente. Por eso te digo,
hay muchas personas celosas (Alex, 2 de septiembre de 2015).
La percepción en general es que hay problemas entre ellos, o entre ellas, pero eso no
significa que sea algo que no tenga solución:
-¿Cómo es la convivencia aquí en el albergue?
-Ay, pues lindo, pero es que aquí es “pueblo chico e infierno grande”. Hay muchos pleitos en
las habitaciones, a veces uno se queda callado y creen que uno las quiere ignorar, pero uno
evita los problemas. Tengo como dos meses aquí, y los problemas que he tenido, ¿qué te
digo?, ¡que me ha tocado controlarlos de una manera...! Yo he tenido discusiones con una
chava, pero ahí ya era una olla de presión, pero se solucionó. Es que yo detesto que la
gente tire indirectas, lo odio, porque si uno sabe algo, ¿por qué no va y dice las cosas en la
cara? (Yajaira, 4 de septiembre de 2015).

Sin embargo, no todas las mujeres tienen la experiencia de arreglar sus diferencias y hacer
su relación más llevadera con otras personas, como en el caso de Norma:

Pues mire, yo la mera verdad lo único que he visto aquí es gente loca 60. No es mentira, yo lo
que he visto es gente loca, de verdad. Porque la misma gente lo hace loco a uno, aquí las
mismas compañeras a mi me han tratado mal, por lo menos una “chingadita” que anda por
ahí, me ha tratado muy mal, bastante gente, pero siempre de los mismos emigrantes, pero
por lo demás no, todos han sido lindos (Norma, 15 de abril de 2015).

Por último, la opinión de Denise respecto a qué tanto los migrantes se apoyan entre sí,
recalca que sólo hay solidaridad entre ellos mientras están en tránsito y corren peligro, pero
las cosas cambian cuando llegan al albergue:
Pues hay más unión y solidaridad afuera del albergue, aquí no hay unión. Lo he notado
varias veces, el tiempo que yo llevo acá, he notado que aquí no hay unión. Aquí, como
decimos en Honduras: “aquí cada quien jala agua pa' su molino” y “reza por su santo”. Aquí
cada quien ve cómo se las arregla, si ven que a alguien le pasa algo nadie hace nada. Es lo
que he notado yo (Denise, 3 de septiembre de 2015).

En síntesis, el albergue para migrantes “Hermanos en el Camino” es un espacio seguro de


convivencia social, porque la vulnerabilidad se reduce más no desaparece. Es decir, a pesar
de que en dicho lugar no son susceptibles a padecer riesgos de violencia como los que

60 Se ríe un poco

182
vivieron durante el tránsito, su vulnerabilidad se manifiesta de otra forma, relacionada con la
presencia entre migrantes, hombres y mujeres, por la desesperación ocasionada por la
estancia en el albergue que dura más de lo esperado, pero sobre todo por las nostalgias y
las emociones a flor de piel, porque como dijo Miguel, el psicólogo: “Aunque de repente ellos
lleguen con un caso de violencia, llegan más tristes por su familia, o aunque a alguien lo
hayan secuestrado, viene triste porque no han podido hablar con su esposa, por ejemplo”.

3.1.3.2. El voluntariado: “estoy aquí para amar y servir”

Como parte de la labor del albergue, constantemente reciben a personas dispuestas a


formar parte del voluntariado. Es una actividad que a muchos les ha cambiado la vida,
porque les permite hacer algo bueno por aquellas personas que lo necesitan. Y en el
transcurso de esa solidaridad, las voluntarias y los voluntarios también se re-definen así
mismos, desde su quehacer desinteresado y a favor de la humanidad. Asimismo, las
personas migrantes generalmente cuando se expresan sobre los voluntarios, lo hacen con
comentarios positivos, porque consideran que las personas que llegan al albergue para
ayudar son de gran importancia, pues son personas que, a pesar de no tener la “obligación”
de estar ahí, lo están solamente por el sentimiento de querer apoyarlos:
Y quiero decirle que mis respetos para las personas que nos ayudan porque a nosotros nos
trataron muy bien, a pesar de haber llegado a esa hora. Y eso me anima porque no
cualquiera hace nada por nadie (Janeth, 4 de septiembre de 2015).

Algunas mujeres opinaron que los voluntarios y las voluntarias son personas que siempre
están disponibles para escuchar todo lo que ellas tienen que decir sobre sus problemas:

Pues son personas que sí yo tengo un problema los busco a ellos y me ayudan. Son
personas muy importantes porque lo escuchan a uno, ellos son personas que en cualquier
momento que si yo los busco me van a ayudar. Es la persona que está más cerca de
nosotros. No tengo queja de ellos, al contrario, más bien son personas que lo ayudan a uno
(Sandra, 1 de septiembre de 2015).

Asimismo, valoran los beneficios que el albergue les brinda y el buen comportamiento que
las personas voluntarias tienen para con los y las migrantes:
Pues que gracias a Dios, estamos seguras, nos dan techo, nos dan comida, nos dan
dormida, baño y cualquier cosa que necesitemos como para hablar, dialogar, contamos con
ellos, se portan bien con uno, bueno, hasta el momento ellas se han portado lindas
personas con nosotras [con ella y su hermana] (Karo, 1 de septiembre de 2015).

183
Por último, como lo señaló Moisés, no sólo las personas voluntarias no tienen obligación
de estar en el albergue para ayudar, sino que también él reconoce su labor por el hecho
de estar viviendo en el albergue como los migrantes están viviendo:
Los albergues son una gran ayuda pa'l migrante, porque uno va cansado, va con sed, con
hambre, y ellos le abren la puerta, le dan para que uno coma, para que uno se bañe y
descanse. [...] son buenas personas porque sin recibir nada a cambio están aquí
ayudándonos, pudiendo estar disfrutando de su vida en otro lado, tranquilos, decidieron
estar aquí, comiendo lo que comemos nosotros y viviendo como vivimos nosotros (Moisés,
2 de septiembre de 2015).

Respecto a lo anterior, en apartados anteriores planteé la idea de cómo es que se genera


una ética de la alteridad hacia las otredades a partir de la filosofía de Emmanuel Lévinas. Es
decir, aquella respuesta al llamado de la vulnerabilidad o sensibilidad del rostro del otro. Ese
llamado es una interpelación que no puede ser ignorada u olvidada. Para el caso de mi
investigación, lo que sucede en el albergue con las personas que se suman al voluntariado,
atienden a ese llamado anteponiendo las necesidades de los otros -los migrantes- sobre las
propias. Así lo han expresado varias voluntarias y voluntarios que han estado en el albergue.
Por ejemplo, al final de todas las reuniones matutinas de voluntarios, una frase que se
repetía mucho era la de “Estoy aquí para servir”, pero una compañera voluntaria le añadía
otra palabra a esa oración: “Estoy aquí para amar y servir”, como una forma de demostrar su
disposición tanto para colaborar en el albergue como para formar lazos de fraternidad entre
todas las personas que estaban en dicho lugar.

Así, la relación entre voluntarios y migrantes expresa claramente una ética de la alteridad
que es recíproca, porque como opina otra voluntaria de nombre Goretti, ambas partes se
enseñan y aprenden cosas los unos con los otros:
No les voy a arreglar la vida ni solucionar todos sus problemas, pero tengo en claro que
cualquier acción por mínima que sea ayudara a que su camino sea un más simple y
esperanzador, en ocasiones no sé si yo los ayudo a ellos o ellos me ayudan a mí, el estar
aquí es un dar y recibir, es entregar lo más puro y simple que tenemos que es el amor, es
el hacer las cosas desinteresadas y recibir una sonrisa a cambio61

Otra de las voluntarias que ha sido muy apreciada por la comunidad migrante es la

61 Disponible en: https://hermanosenelcamino.wordpress.com/2015/10/27/que-nos-hace-diferente-si-todos-y-


todas-somos-iguales-porque-dicen-que-unos-son-ilegales/, última fecha de consulta: 11 de abril de 2016.

184
promotora de Derechos Humanos, Jessica Cárdenas, quien dice estar “siempre dispuesta a
ayudar, escuchar y dar consejos”. Además, para ella estar en el albergue es “trabajar
desinteresadamente, para ayudar a cambiar las condiciones de vida o las problemáticas de
cierta población o lugar, es el apoyar por el simple hecho de querer algo para los otros pero
a la vez también la retribución no es monetaria sino espiritual”.62 Así lo expresó también
Ceci:
Pues, hablando de los voluntarios son buenas personas, el Padre, Jessica, que ella es la
que le ayuda bastante a uno en sus papeles. Sí, ellos son buenas personas y siento que
ellos le echan la mano a cualquiera que viene aquí (Ceci, 15 de abril de 2015).

De la misma forma, el psicólogo del albergue que se llama Miguel, es considerado una
persona muy importante para los y las migrantes, porque él les ha ayudado mucho a
solucionar sus problemas emocionales y de autoestima:
Aquí te ayudan bastante, te ayudan con la comida, te ayudan con la dormida, bañarte, ropa
cuando nos la pueden dar. Hay asistencia médica del psicólogo, que él nos ha ayudado, y
más que todo, lo más importante con lo de los papeles (Flor, 5 de septiembre de 2015).

Miguel es parte de Médicos Sin Fronteras, una organización médico-humanitaria,


transnacional, sin fines de lucro que ayuda a las personas que no tienen acceso a la salud,
en desastres, en guerras, en situaciones de violencia social. Trabajan con niños, jóvenes,
mujeres, hombres, trabajan con estrés, violencia sexual, autoestima, autocuidado, los
riesgos a los que se exponen, pero no les dicen que no deben continuar, eso es decisión de
ellos, sino para que sigan teniendo conductas de cuidado a lo largo de la ruta, y se les
informa de los albergues sobre la ruta a los que pueden estar pasando a comer, a dormir, a
descansar unas horas. Así opinó respecto a su trabajo:
Yo creo que, si algo admiro de la organización es que mezcla las dos cosas [lo profesional
con lo humano], como que las mezcla muy bien, como que no te deja muy a parte de tus
contenidos éticos, más bien que debes de tener cierta ética para pertenecer a la
organización, y una de sus premisas es que no intenta resolver los problemas mundiales,
simplemente es regresarle la dignidad a la persona a través del acceso de la salud. A lo
mejor hay quienes se encargan de hacerlo desde lo derechos humanos o la justicia.
Entonces eso es hasta donde llega mi responsabilidad, pero poner primero la dignidad de la
persona, las necesidades de ellas antes que las mías. Por ejemplo yo me acuerdo que en
los primeros relatos yo preguntaba “¿por qué siguen migrando?”, “deténganse”, “no
regresen”, “quédense aquí en el albergue, aquí les ayudamos”, porque muchas veces se

62 Disponible en: https://hermanosenelcamino.wordpress.com/2015/10/16/el-trabajar-desinteresadamente-


para-ayudar-a-cambiar-las-condiciones-de-vida/, última fecha de consulta: 11 de abril de 2016.

185
hace eso como voluntario, pero no puedes ayudar a todo mundo. Y también es de ser
honesto, entre ellos y yo, o sea decirles: “yo te puedo dar de aquí hasta acá”, “te puedo
buscar información”, “te puedo conectar con alguien que sea de aquí del albergue, pero ahí
no puedo”, es también como un desahogo pues. Y algo que sí se les dice muchas veces en
general a todos es sobre el cuidado de la vida... la frase que siempre les digo: “si se acaba
tu salud, se acaba el viaje”. Pero creo que cada persona tiene sus necesidades, es
respetarlas a ellas y eso, de que se cuiden durante el viaje, el autocuidado (Miguel, 9 de
septiembre de 2015).

Como puede verse, la opinión de los voluntarios y voluntarias es que saben muy bien que no
pueden solucionar la vida problemática de las personas migrantes ni mucho menos podrán
evitar que sigan saliendo de sus países de origen. Pero lo que sí tienen bien claro es que su
acción, por mínima que sea, puede servir para mejorar la condición física y emocional de las
personas en tránsito. Eso es, desde mi perspectiva, parte de la responsabilidad ética que
nos debe corresponder como grupos privilegiados respecto a los migrantes. Es la apertura
hacia la otredad para constituirnos como un “nosotros”, reconocernos desde lo que nos hace
diferentes, pero también a partir de lo que nos hace similares, es decir, desde nuestra
condición de humanidad.

3.1.3.3. La visa por razones humanitarias

Algo relevante que resultó durante mi trabajo de campo en el albergue fue el tema de las
Tarjetas de Visitante por Razones Humanitarias, la cual es un derecho y es un modo de
regular la situación migratoria de las personas centroamericanas que están en México de
forma no autorizada. Sin embargo, existen personas que desconocen la existencia de este
trámite, a diferencia de aquellas que llegan a los albergues, donde generalmente se les
informa sobre sus derechos. Es por eso que, a diferencia de otros trabajos de investigación
sobre la transmigración centroamericana, el mío refleja una de las posibles transformaciones
que se está gestando en las dinámicas migratorias, ya que la Tarjeta de Visitante, o la “visa”,
como muchos migrantes le llaman, es una herramienta estratégica que estas personas
utilizan para garantizar su seguridad para el resto de su viaje. Esto implicaría reducir aún
más su vulnerabilidad frente a los riesgos de violencia, porque ya no tendrían la necesidad
de movilizarse clandestinamente.
Para poder obtener este documento, ellos y ellas pueden emitir una denuncia ante la Fiscalía

186
Especializada en Delitos Cometidos en Contra de Inmigrantes en Ixtepec-Oaxaca, si es que
han sido víctimas de algún delito grave. Si son candidatos pueden obtenerla. También hay
casos de personas migrantes que necesitan más adquirir la condición de refugiado debido a
las condiciones de violencia que hay en su país, y que por las cuales no pueden regresar;
pero en ese caso, el trámite se realiza con la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados
(COMAR). En concreto, sea la tarjeta de visitante o sea el refugio, el contar con esto es una
herramienta de gran utilidad para las personas migrantes. Según me explicó Miguel:
[...] se les da solamente por delitos graves, y delitos graves pues es el secuestro, intento de
homicidio, violencia sexual. Entonces son sólo ciertos delitos graves, y por eso no todos son
candidatos a la visa humanitaria. Se pone la denuncia, se va ante Migración y se dice que
se necesita la visa humanitaria. Me parece que puede ser de un año y de 18 meses, es
parecida a la residencia en el país, y la pueden renovar. El punto es que ellos no tienen
ningún tipo de permiso para poder cruzar el país, por ley sólo tienen 72 horas para cruzar.
Cuando accesan a la visa humanitaria y ellos la suspenden, se les da un oficio de salida, y
ese oficio de salida les da un plazo de 15 a 30 días para poder abandonar el país (Miguel, 9
de septiembre de 2015).

De acuerdo con los testimonios, cuando yo les preguntaba a las mujeres -y a algunos
hombres- qué harían para que su viaje fuera lo más seguro posible, ellas respondían
automáticamente que estaban tramitando su visa, porque eso les garantizaría llegar más
rápido y a salvo a su destino. Todas las personas que entrevisté estaban en proceso de
solicitarla o estaban a unos cuantos días de recibirla. Algunos, como Moisés opinaron lo
siguiente:
Tomé la decisión de poner la denuncia al asalto y tramitar mi visa, porque si no lo hubiera
hecho, por la desesperación de querer llegar a Estados Unidos, yo creo que, o ya me
hubieran deportado o ya me hubiera pasado algo malo en el camino. Al tener dos semanas
de haber empezado el proceso me llevaron a poner la primera firma a Migración, y
exactamente a los 18 días me llamaron para poner huellas. Ha sido rápido. Muchas
personas están dos meses y medio a tres meses en el proceso. Yo ya llevo un mes y ya, en
10 días más o menos me dan mi visa. Ya fui a poner huellas (Moisés, 2 de septiembre de
2015).

El caso de Moisés y su hermana Yajaira para el trámite de su visa fue relativamente más
rápido en comparación de otras personas. Pero ambos saben que al tener la tarjeta podrían
continuar con su camino hasta llegar a la frontera norte de México, la última etapa del
corredor migratorio:
Pues ahorita ya gracias a Dios ya vamos a salir con la visa desde aquí. Ya sólo el riesgo, y
con ayuda de Dios de pasar bien el desierto de la frontera. Ya ahorita sólo es ese peligro. Ya
huelleamos y todo, ya sólo falta esperar la visa (Yajaira, 4 de septiembre de 2015).

187
Según la entrevista que tuve con Miguel, el tramite de la visa humanitaria es un derecho al
que las personas migrantes tienen acceso, siempre se les ha brindado la información al
respecto, pero no se habían tramitado muchas visas hasta un poco antes del 2014, pues las
personas no querían quedarse en el albergue para regularizar su situación migratoria, ya
que en ese entonces, preferían continuar su viaje y llegar a su destino lo más pronto posible.
Tal como me lo explicó el psicólogo:
Un poquito antes del Plan Frontera Sur, fue en una situación de violencia, de repente se vino
una situación de violencia entre 2013-2014, como en febrero, pero se recrudeció la violencia
aquí en la zona, o sea, de repente empezaron a haber asaltos sobre el tren. Nosotros
estábamos trabajando en las vías, era un consultorio, entonces has de cuenta que nos
avisaban: “viene el tren pero, asaltaron a 800 personas y hubo dos muertos”. Entonces la
situación de violencia estaba bien pesada. Aquí por ejemplo, en el tren venían de 400 a 1,
000 personas, cada tercer día, o sea un día sí y un día no. Lo menos que era, eran 400 y lo
más que llegamos a tener fueron 2, 500 personas en el tren. Era impresionante, o sea es
como la imagen que se vende, ¿no?, o que se vendió de La Bestia. Entonces en el lapso de
enero-febrero del 2014, comienza a ser muy fuerte la violencia, muy fuerte. Era casi de a ley
que cada tren viniera asaltado. La zona de Corazones, Chauites, la zona de Las Palmas,
saliendo de Arriaga, muy pesadas. En esa situación a las personas ya se les promovía sus
derechos, se les decía que tenían el acceso a la visa, pero ellas... venían 800 personas en
el tren, descansaban una hora, y si salía el tren, se volvían a subir y se iban, así. Por lo
mucho el tren tardaba en salir un día y medio. Si acababa de llegar de Medias Aguas, eran
unas horas de descanso y salía en la mañana temprano, o en la noche, o en la madrugada.
Entonces la gente no se esperaba a los trámites de la visa humanitaria, nada. O sea no
accedían a eso porque no querían denunciar, porque tenían ganas de salir adelante, porque
era mucha gente y yo creo que era también la psicosis de la masa: “todos se van, pues no
me puedo quedar solo”. Se volvían a subir al tren y se iban. Entonces esto de la violencia se
recrudeció gacho. [...] y a partir de esa situación creo, empezaron a solicitar visa humanitaria
más que antes. Y de dos, tres personas que solicitaban visa cada mes, de repente fueron
ocho, de repente 10, luego 20. De repente, por ejemplo cuando vienen 16 personas, 14
piden visa humanitaria. O sea, cada vez es más (Miguel, 9 de septiembre de 2015).

Además de la situación de violencia extrema, Miguel atribuye también que el aumento de las
personas tramitantes de visa es debido a la labor activista que hace el Viacrucis del
Migrante:
También tuvo que ver cómo en ese entonces con el Viacrucis del Migrante se lograron creo
que 2, 000 visas humanitarias, en el primer Viacrucis. Entonces de ahí se empezaron a
gestionar más. [...] además del tiempo, porque creo que antes el proceso era como de seis
meses; tardaban siete, ocho meses y no les daban respuesta de nada. Entonces, de repente
el tiempo se empezó a ser más corto, aquí hay gente que la han recibido en 20 días, y hay
gente que lleva dos o tres meses máximo y ya se las dan (Miguel, 9 de septiembre de 2015).

188
Es así que la fuerte violencia que se encrudeció a principios del 2014, el Viacrucis del
Migrante, además de las consecuencias del Plan Frontera Sur, orillaron a que las y los
migrantes prefieran quedarse en el albergue el tiempo necesario para tramitar su visa: “Pero
ahora es más evidente porque la gente viene caminando y hay un pensamiento en la gente
de: 'no manches, si esto me pasó de Arriaga o Chauites para acá, qué va a pasar más
arriba?'”, me comentó Miguel.

Por eso, aunque tramitar la visa signifique esperar muchos días, incluso meses, es mejor
hacerlo a seguir escondiéndose de los agentes de Migración, de caminar durante horas y
arriesgar la vida. Por eso Karo dijo que para sentirse más segura ella decidió “pelear su
visa”:
[...] para ir mejor en bus, tranquila, mejor que andar huyendo de migración y pasar todo lo
que pasamos en el camino. Ya fuimos a firmar la primera vez. Falta la segunda firma y
poner la huella para que nos la den. Uno pone la denuncia y ya ven si te la dan o no. Es un
riesgo, pero en vez de ir así como íbamos mejor nos esperamos. Yo creo que vale la pena
(Karo, 1 de septiembre de 2015).

Entonces, la Tarjeta de Visitante por Razones Humanitarias se les otorga a las personas que
fueron víctimas de un delito durante su estancia en México, pero en otros casos como el de
Flor, tienen que pedir Refugio o Asilo Político, porque son personas que no pueden regresar
a su país natal por motivos de persecución y violencia. Recordemos que Flor estuvo
obligada por los pandilleros a vender droga y fue víctima de abuso sexual, por eso tuvo que
pedir refugio en México:
Ya cuando llegué aquí, me dijeron que podía arreglar papeles, que me podían ayudar. Fue
cuando yo decidí pelear asilo político, porque con el refugio a mi me explicaron bien y me
dijeron que si yo lo lograba ganar, puedo pelear a mi hija y me la puedo traer para acá. [...]
pedí mi refugio y gracias a Dios ya me lo aprobaron. Ya el lunes tengo que ir por mi tarjeta
(Flor, 5 de septiembre de 2015).

El caso de Sandra era similar, sólo que a ella pedía refugio porque era hostigada por su ex-
pareja, aún cuando ya estaban separados:

-¿Estás tramitando algún papel?


-Sí, estoy pidiendo refugio pero creo que sí va a tardar algo porque como es con COMAR
[Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados], nos dieron 45 días para respondernos “sí” o
“no”.
-¿Y cómo ha sido ese proceso de trámite?
-Pues llegué aquí al albergue y pregunté si alguien me podía ayudar, porque tenía miedo
seguir [viajando] así y pues, de continuar me tenía que subir al tren, y pues sí me daba
miedo que me fueran a bajar. Fui a la oficina y les pedí ayuda, que cómo le podría a hacer y

189
les conté mi problema. Entonces ellos me ayudaron para que fuera a migración, para poner
el trámite. Me pidieron información de cómo pasaron las cosas y les dije todo lo que me
pasó, lo que viví en Honduras por lo de mi ex-pareja (Sandra, 1 de septiembre de 2015).

Como ya lo he mencionado en otros momentos, la espera en el albergue por la visa


humanitaria puede ser tan larga -más de un mes- o el tramite puede llevarse a cabo en
menos de 25 días. Sin embargo, esta situación genera demasiada incertidumbre, estrés y
ansiedad entre la población migrante que se hospeda en el albergue; de hecho la espera les
genera mucho más estrés que los acontecimientos de violencia y el cansancio que su viaje
de Chiapas a Oaxaca les dejó. Esto fue lo que Miguel me explicó:
Antes cuando venía en el tren con 500 personas, se veían más casos de ansiedad, porque
como los acababan de asaltar, pues, venían y llegaban en el tren y ya. Pero aquí como
vienen caminando, sí los han asaltado, sí vienen muy mal, pero han pasado como por el
punto de Chauites, entonces ya que llegan acá, los que les ha pasado algo ya vienen como:
“ay, aquí ya puedo sacar mi visa, ¿no?”. Entonces como que ya vienen informados, ya
hicieron su declaración ante Fiscalía, ya traen sus papeles en orden, entonces su nivel de
ansiedad no es tan elevado. Sin embargo el estar aquí encerrados en el albergue sí les
produce como la ansiedad, incertidumbre de no saber qué onda. Hay personas que pasan
dos, tres meses aquí sin si quiera que les digan nada, si van a entrar al proceso, si son
candidatos o no, así nomás. Entonces, un mes y no sabes nada del proceso pues es tiempo
perdido. O hay otros que pasan un mes y ya les dieron la visa, y otros que tienen aquí seis
meses y no les han dado nada, entonces eso les produce demasiada ansiedad (Miguel, 9 de
septiembre de 2015).

Sin embargo, la opinión de las mujeres y hombres que entrevisté es que la visa o el refugio
vale cualquier espera, por más larga que esta llegue a ser, porque es una oportunidad que
no se debe desaprovechar. Eso dijo Flor, después de tener un proceso de casi seis meses
para obtener su refugio:
[...] pues yo pienso que así como yo que decidí esperarme, a arriesgarme a esperar
papeles, aún sabiendo que son pocas las posibilidades, pues pienso que deberíamos
intentarlo porque estas oportunidades no todo el tiempo te las dan. Y hay que tener fe
porque con la fe se pueden lograr muchas cosas. Porque yo aquí esperando muchos meses
esperando mis papeles y luego veía que a muchas personas se los negaron, porque cuando
venía mucha gente de Migración y me decían que no, que no se los habían aprobado, pues
me descontrolaba, “¿Qué iba hacer yo aquí?, voy a estar esperando tanto tiempo y me lo
van a negar”, pero aún así decidí esperarme, y gracias a Dios me lo aprobaron (Flor, 5 de
septiembre de 2015).

Pero es cierto cuando Miguel dice que esperar por la visa -o como Flor por el refugio- tantos
días o meses en el albergue les genera mucha ansiedad, sobre todo porque para ir a la

190
fiscalía en Salinas Cruz, otro poblado de Oaxaca, se requieren recursos económicos que
muchas personas a veces no tienen:
[...] pues ha sido difícil, porque se necesitan bastantes recursos para estar yendo a firmar,
fueron 17 firmas cada 15 días. De ahí esperar a que me dieran la respuesta, si me la iban a
poder dar o no. Poco a poco fui superándome con lo que me había pasado, y aguantando,
resistiendo más que todo con los consejos de Elvis, de Wilson, de Armando, entonces ya
gracias a Dios, pues ya tengo mis papeles, podré luchar por lo que tanto quiero, que es mi
hija (Flor, 5 de septiembre de 2015).

Algunos migrantes tienen la suerte de contar con algún familiar que les proporcione el dinero
para hacer los viajes a la fiscalía, mientras que otros lo obtienen trabajando. Pero en ambas
situaciones, nadie queda exento de tener que posponer su travesía hasta recibir el
documento:

Pues, así como llegamos nos dijeron que nos podíamos quedar un rato para poder sacar los
papeles y llegáramos más adelante pues más tranquilas, sin que nadie nos moleste. Y de
hecho, por eso nos quedamos aquí, no ha sido fácil aguantar, porque se vuelve la vida bien
aburrida, luego aquí se escuchan muchas cosas, uno está acostumbrado a su casa, a otro
tipo de vida, y luego aquí tienes un cambio, tienes que ponerte la misma ropita todos los
días. Y hay que dar gracias porque no estamos en la casa de nuestro país (Janeth, 4 de
septiembre de 2015).

Según la website infogr.am de enero a Noviembre de 2015 se emitieron 1, 235 Tarjetas de


Visitante por Razones Humanitarias, de las cuales la mayoría de ellas se realizaron en el
estado de Oaxaca63. A pesar de que esta cifra es relativamente menor al número de
personas centroamericanas que se estima entran de forma indocumentada a México, es
posible que en los próximos años se incrementen las autorizaciones para otorgar visas
humanitarias. Pero de seguir esta situación, es posible que también comiencen a surgir
problemáticas entorno a este documento. Es decir, la Tarjeta de Visitante posibilita que las
personas migrantes permanezcan en México hasta por un años, pero la mayoría de ellas
quieren la visa como un medio de hacer más seguro el resto del camino hasta la frontera
norte de México. Así me lo comentó Miguel:
El problema es que cuando ellos solicitan la visa por razones humanitarias sólo la utilizan
para poder cruzar por México. Entonces también por parte del gobierno, pues tampoco es
grato otorgar visas si nada más la ocupan para cruzar por el país. Aún no ha pasado, pero
seguramente habrá problemas, porque poco a poco va en aumento, no mucho, porque

63 Disponible en: https://infogr.am/tarjeta_de_visitantes_por_razones_humanitarias, última fecha de consulta:


11 de abril de 2016

191
tampoco no todos los que pasan por aquí la sacan y no son los únicos que andan migrando
(Miguel, 9 de septiembre de 2015).

Retomando el pensamiento de Elías Canetti (revisar las páginas 85 y 86), cuando habla de
cómo el héroe de guerra siempre está en una búsqueda constante por del sentimiento de
invulnerabilidad. Para el caso de las personas centroamericanas migrantes, ese sentimiento.
de alguna manera, se encuentra cuando el o la migrante llega a un albergue, y en el caso de
“Hermanos en el Camino”, es un lugar donde pueden tramitar su visa humanitaria, lo que les
posibilita reducir su vulnerabilidad, porque si bien no les otorga la ciudadanía, sí les da un
estatus parecido al de la residencia. Pese a esto, ellas y ellos deciden continuar con su
camino hasta el norte de México, aunque son pocos los que deciden quedarse
temporalmente o de forma permanente en el país, como Alex:

-Tengo un mes en trámite la visa que, primero Dios, mañana a ver cómo me va. Voy a ir a
firmar y a ver qué me dice Migración. Si me van a sacar la huellas o voy a seguir firmando,
no sé cómo está la situación, hasta ahora no sé nada.
-¿Y si te entregan la visa qué vas a hacer?
-Pues quiero irme al D. F., a trabajar allá. A buscar trabajo, acomodarme y estar trabajando,
y ya con el tiempo pues veré qué pasa (Alex, 2 de septiembre de 2015).

Pero sea cual sea la finalidad que le den a la Tarjeta de Visitante, lo que sí es cierto, es que
dicho documento les facilita viajar como lo haría cualquier ciudadano mexicano. Esperar por
ello, sólo es una pequeña piedra en el camino.

3.1.3.4. Despedida

Este es el último escrito en mi diario de campo. Es el final de mi experiencia como voluntaria


en el albergue “Hermanos en el Camino”. Es increíble reflexionar cómo es tan fácil guardar
mis pertenencias en mi maleta, agarrarla y pensar “regresaré a casa”. Tomar un autobús y
decir adiós. Somos ciudadanos(as) mexicanos(as). Pero ellos y ellas, los centroamericanos
no pueden marcharse aún. No pueden regresar a casa porque los pueden matar, porque no
es posible buscar trabajo donde no lo hay o porque el marido las acosa. Sea en México o
Estados Unidos, la vida puede ser un poco mejor y vale la pena soportar un asalto, una
violación, el frío y el calor, el hambre y el cansancio, aferrarse a un sueño. Vale la pena
ahogarse en frijoles y lentejas, y dormir en un colchón desgastado bajo las pocas estrellas
que hay en el cielo nocturno. Están casi condenados a permanecer incluso meses en el

192
albergue por una tarjeta o un oficio de salida. Un simple trámite. En opinión de algunos de
ellos, no hay mucho que hacer y ver por estos rumbos, por eso han nombrado a esta
localidad como “Tristepec”, expresión que me pareció una forma bien acertada para darle
nombre al lugar en el que no habían planeado estar más de tres días, el lugar donde la
rutina se vuelve asfixiante y eterna, el lugar donde se ponen en modo “stand by” por una
tarjeta que al cargar en sus bolsillos disminuirá su vulnerabilidad ante agentes de migración,
una tarjeta que les permitirá tomar un camión e ir a cualquier lado. Un simple plástico
rectangular es el “pase” libre para transitar por México hacia los sueños, es el despertar de
la pesadilla, aún cuando todavía les queda cruzar la frontera norte, pero bien lo han dicho:
“lo difícil no es eso, lo difícil es cruzar México”. Yo me voy, junto con mis otros dos
compañeros, pero ellas/os, las/os migrantes centroamericanas/os, se quedan.

El jueves 24 de septiembre, casi 15 días después de haber estado en el albergue de Ixtepec,


me encontré con dos compañeros migrantes: Moisés (hermano de Yajaira) y José Luis,
quienes vinieron a la Ciudad de México para conocerla un poco y después, en la noche,
partir hacia el norte de México, Monterrey. Fui por ellos a la Central de Autobuses del Norte,
aproximadamente a las 3 de la tarde.

Al salir de la central le pregunté a Moisés por su hermana Yajaira. Me dijo que ella decidió
irse con su novio -que al momento de entrevistarla no tenía- después de que llegaron juntos
a la ciudad. Me comentó que Yajaira se fue enojada con él porque no quiso irse junto con
ella. Pero Moisés decidió no acompañarla porque él sí cuenta con el contacto de un coyote
para cruzarlo “al otro lado”. En cambio, el novio de Yajaira no tenía a nadie que le ayudara y,
por lo tanto, él llegaría a la frontera de Sonora para cruzar con mochila de droga. Es de
suponerse que Yajaira, al tomar la decisión de irse con su novio, hará lo mismo.

Después, les pregunté a ambos cómo se sentían ahora que habían dejado el albergue. Me
contestaron que se sentían un poco tristes y con nostalgia porque dejaron a varios de sus
compañeros y amigos que hicieron allá, pero a su vez, se sentían contentos y aliviados
porque por fin podían continuar con su camino. Ambos iban hacia Monterrey, pero Moisés se
iría a la frontera para cruzar hasta Houston, donde un familiar irá por él y le ayudará a
conseguir trabajo. En cuanto a Luis, se quedaría en Monterrey con unos amigos para
trabajar y su deseo es estudiar mecánica.

193
Dimos un pequeño recorrido por algunos lugares del Centro Histórico: La Alameda, Bellas
Artes, Zócalo, Monumento a la Revolución. Les agradó visitar la ciudad y a cada rato decían
cosas como: “¡Qué tumba ‘o está esto!” o “¡Qué buena pija!”, que son expresiones que dicen
cuando algo les gusta o les parece bonito.

Mientras caminábamos, recordé que regresando de Ixtepec y Juchitán hacia la Ciudad de


México, hubo un retén como a 40 minutos de salir de la central de autobuses. La primera vez
que salimos de Juchitán, en abril, se subieron dos agentes del INM al autobús y observaron
a las personas que veníamos en él. Se detuvieron donde estaba uno de mis compañeros y
le pidieron su identificación. Lo mismo sucedió con dos adolescentes, menores de 18 años
porque no llevaban identificación, estaban sentados enfrente de mi e iban acompañándose
el uno al otro; uno de los agentes les preguntó cosas como: “¿Cuántos años son de
primaria?”, “¿Cuántos de secundaria?”. Los chicos sólo respondieron y los agentes no
dijeron más. Lo que ese acto quiso dar a entender es que los jóvenes y mi compañero
“olían” a migrante.
Es por eso que les pregunté a Moisés y Luis si hubo retenes en el autobús de Oaxaca a D.F.
Me dijeron que sólo hubo uno. A Moisés no le pidieron nada pero a Luis sí, por lo que él tuvo
que mostrar su tarjeta de visitante a los agentes y con eso ya no lo molestaron.

Sea cual sea el destino, la visa por razones humanitarias sí reduce su vulnerabilidad al viajar
de forma “clandestina”, esto es, pueden estar en México no como ciudadanos, pero sí
pueden movilizarse libremente por todo el territorio mexicano. La tarjeta es como un
“escudo” que los protege de los riesgos. Al arreglar su situación migratoria, pueden olvidarse
de atravesar lugares desolados, de recorrer caminos por muchas horas hasta que a sus pies
les salgan ampollas. Ahora sí pueden tomar un bus y decir adiós. En este caso, la despedida
fue de ellos hacia mí.

3.2. La voz de las mujeres migrantes centroamericanas. ¿Narrativas invisibles?

Hasta el momento he mostrado la cara más violenta de la vulnerabilidad de las mujeres


centroamericanas en tránsito por México, pero también ya he hablado de su otra cara, una
más positiva, que se relaciona con las estrategias del viaje, las ayudas en el camino, el
voluntariado -el cual se relaciona con una ética de la alteridad- y el trámite de la visa por
razones humanitarias que también forma parte de la labor que realizan los voluntarios y
194
coordinadores del albergue, para ayudar a las personas migrantes. Pero algo más que
constituye a la vulnerabilidad de las mujeres es su sensibilidad, las emociones y los sueños
que tienen. Es así que a partir de algunos elementos que a continuación describiré, haré un
intento por construir una narrativa basándome en su perspectiva de ser mujeres migrantes,
ser madres solteras, encargadas de algunos miembros de sus familias, su fe y creencia en
Dios, además de sus fortalezas, los cambios en ellas mismas y sus metas.
En ese sentido, la narrativa de las mujeres migrantes centroamericanas está integrada por
aquellos factores con los cuales ellas se autodefinen. Es mi interés recuperar los testimonios
de estas mujeres para dar cuenta de sus sentires, humanizándolas a partir de su discurso y
de haber escuchado lo que tenían que decir sobre sí mismas. Un aspecto relevante fue que
durante el transcurso de varias entrevistas, algunas mujeres tenían la sensación de querer
llorar, pues notaba que se les cristalizaban los ojos en varias ocasiones, sobre todo cuando
recordaban a su familia, hijos, padres y hermanos, o sus amigos que se quedaron en el
intento. Desconozco si antes de la entrevista ellas habían llorado con alguien más, como al
hablar con su familia, con sus amigas u otras voluntarias. Desconozco si las preguntas que
les hice denotaron el sentimiento que habían reprimido y no les quedó más que expresarlo
en ese momento. En ese sentido, ¿la entrevista misma fue un elemento de “catarsis” para
esas mujeres, fue una forma de desahogo?
Respecto al perfil de estas mujeres, la mayoría de ellas eran madres solteras, separadas o
divorciadas. Estaban en un rango de edad de entre los 20 y 35 años, a excepción de dos
mujeres, una de 46 y otra de 56 años. La mayoría de ellas eran de Honduras, pero tres eran
de El Salvador y una de Nicaragua. En cuanto al nivel de escolaridad, algunas no tenían
ningún nivel de estudios, mientras que otras tenían la primara, la secundaria e incluso hasta
una carrera profesional o licenciatura. Había quienes ganaban de 8, 000 a 10, 000 lempiras
y quienes ganaban 3, 000 lempiras mensualmente. De igual forma, algunas de ellas
sufrieron violencia por parte de su ex-pareja y por eso decidieron separarse. Por último, la
mayoría de las mujeres que entrevisté en mi segunda visita al albergue, salieron de su país
entre los meses de junio y julio de 2015, y tardaron aproximadamente de 20 días a un mes
para llegar al albergue en Ixtepec. Al momento de mi vista, ya llevaban al menos un mes en
el albergue.

195
3.2.1. Ser mujer migrante, ser vulnerable

En el apartado 2.1 de este trabajo (revisar páginas 84 y 85) mencioné que la vulnerabilidad
tiene un componente de asimetría, es decir, que está desigualmente distribuida entre grupos
sociales y las personas. Para el caso de la migración centroamericana, las mujeres son
vistas como las más vulnerables frente a los varones. Sin embargo, no debe descartarse a
otros grupos migrantes con diferentes características y, en este sentido, el psicólogo Miguel
me habló de su clasificación sobre la vulnerabilidad de las personas migrantes:
Pues los hombres migrantes, por ser migrantes. Después los adolescentes, hombres, de
entre los 14-25 años, son blanco fácil para el narco, para trabajos de explotación, mal
pagados. Luego yo pondría a las mujeres, porque si bien son vulnerables, creo que hay
otros grupos más vulnerables que he visto; entonces sí pondría después a las mujeres
adolescentes, víctimas de trata, de explotación sexual; con el narco, venta, prostitución.
Después pondría a los niños, tanto acompañados y no acompañados, han pasado [en el
albergue] pocos niños no acompañados menores de 12 años. Pero los niños es una
población tan vulnerable, que a lo mejor en este momento no la vemos vulnerable, pero
entre ellos ya hay niveles de violencia ya estructurados, tal vez en este momento no los
vemos vulnerables, pero el crecer sin límites a los niños les hace mucho daño, mucho,
mucho daño. [...] a parte luego los papás no los protegen, o sea, los papás vienen tan, tan
preocupados en su viaje que se les olvida los niños (Miguel, 9 de septiembre de 2015).

Puede verse que Miguel considera que los niños migrantes son más vulnerables en
comparación con las mujeres, primero porque un niño que migra junto con su familia, pierde
por cierto tiempo el acceso a la educación escolar necesaria para que aprenda normas de
conducta social; segundo, los papás son poco disciplinados y tampoco les establecen límites
sobre lo que pueden o no hacer; por último, según Miguel, el albergue tiene una deficiencia
en cuanto regular el comportamiento de los niños, ya que tampoco se les otorga horarios de
juego, actividades, entre otras cosas.
Respecto a su clasificación, Miguel mencionó que las personas más vulnerables son
aquellas de la comunidad LGBTTI:
Por ejemplo, si la mujer puede ser amenazada de violencia sexual, una persona transexual
es mucho más, el doble o el triple, o ya fue víctima de violencia sexual. A parte cuando
llegan al albergue no hay lugares para ellos, porque no pueden dormir con los hombres,
porque son violentados, y con las mujeres a veces ellas no quieren. La discriminación, o
sea, si a una mujer se le chifla, se le dice piropos, al transexual es un nivel más violento, es
un chiflido pero así como... ijole. Un día le dije a un chavo: “no, no le chifles así, carnal,
¿qué no todos somos migrantes?”. “Sí, pero que no me volteé a ver ese cabrón porque yo
sí lo golpeo”. Entonces, no sé de dónde les sale una rabia hacia la gente transexual. Pero
es un enojo así como de: “¡¿Por qué eres transexual?!”, y casi, casi les quieren golpear y
matar. Muchos casos así. Y la población, antes cuando venían en el tren, eran más vistas
aquí en Ixtepec, yo creo que hay lugares donde hay más (Miguel, 9 de septiembre de 2015).

196
Entonces, las personas transexuales no sólo son más vulnerables por la violencia en el
tránsito, sino por el rechazo, discriminación y odio que reciben de las personas que también
son migrantes, sobre todo de parte de los varones. Así, es por eso que es importante
recalcar la asimetría de la vulnerabilidad, para dar cuenta de cómo esta es dinámica y
heterogénea dependiendo desde dónde y con qué “lente” la estemos observando.
De igual forma, el psicólogo me explicó por qué considera que las mujeres migrantes son
vulnerables:
Entonces, cuando hablábamos de las mujeres [...] para mí es sumamente vulnerable de
estar expuesta a cualquier cosa, porque no trae ese sistema de protección, porque
tampoco no sabe que alguien la puede proteger, porque quejarse en su país, no es lo
mismo que quejarse en México, aún cuando haya deficiencias en México, si te quejas en
su país, el mismo sistema te denuncia contra los violentadores y hay venganza. Aquí en
México, a lo mejor también, pero al menos hay sistemas de acceso para protegerse
(Miguel, 9 de septiembre de 2015).

Cuando él habla de un “sistema de protección”, se refiere a aquellos esquemas mentales


que las personas tienen para autocuidarse frente a peligros externos. Sin embargo, Miguel
dijo que muchas mujeres migrantes carecen de estos sistemas porque desconocen que hay
organizaciones de derechos humanos donde pueden denunciar cualquier abuso, recibir
apoyo y protección.
De acuerdo con los testimonios que obtuve, las mujeres son conscientes de su
vulnerabilidad y explican que migrar es un riesgo muy grande por las cosas que saben que
les puede pasar o que ya han vivido:
Sí, en el camino sí, porque son muchas cosas, a veces uno no sabe cómo te va a ir en el
camino, o sea, a veces caminamos, nos enfermamos. Habemos muchas que caminamos,
dormimos en el monte y todo, gracias a Dios ese no fue mi caso. Hay otras que tenemos
suerte y viajamos en combi, en taxi. y sí hay quienes corremos con suerte, pero hay otros
que vienen y los secuestran en el camino, porque hubo una señora aquí que estuvo
peleando visa, y ella me contó cuando la secuestraron y todo (Flor, 5 de septiembre de
2015).

Para algunas, migrar significa buscar una vida mejor, pero como en el caso de Janeth,
también reconocen que no es sencillo hacerlo por todos los peligros que hay en el camino:
-Emigrar es, uno tratar de salvar la vida de uno y la de la familia, y otra, un futuro mejor, sí
se puede.
-¿Y qué piensa del hecho de migrar y ser mujer?
-Pues no es fácil, emigrar uno de mujer no es fácil, es bastante difícil, porque viene
expuesta a muchas cosas, al peligro, a que la violen, quizá hasta que la maten: a que
quede sin un pie, sin una mano por subirse al tren, por eso yo no me he subido, ni creo

197
subirme, primero Dios que yo no me voy a subir a ese tren (Janeth, 4 de septiembre de
2015).

En el imaginario de las mujeres migrantes centroamericanas encontré que ellas tienen


algunos criterios por los cuales claramente se consideraban más vulnerables por ser
mujeres y por ser migrantes, sobre todo en comparación con los hombres. El primer criterio
es que ellas saben que están expuestas a riesgos que los varones no, sobre todo cuando se
trata de las violaciones sexuales que resultan en los secuestros y asaltos. Por ejemplo, Ceci
sabía lo que podría sucederle en México porque antes de que ella saliera de El Salvador, su
mamá le informó sobre el tema:
Sí, mi mamá, antes de venirme ella me explicó, que era muy peligroso y que a veces
violaban a las mujeres, hay hombres también que los violan, me contó. Y en verdad me dio
miedo, pero yo dije para sacar más adelante a mi hija tengo que... [...] Para mi, ser mujer
es más difícil porque para todo es más difícil, porque si digamos, una violación para una
mujer, me imagino que ha de ser muy duro. Aquí han pasado mujeres que las han violado y
ya su vida no es la misma de antes. Entonces siento que ser mujer corre mucho peligro
uno, donde sea que ande, sea en México, El Salvador, que está muy peligroso, Honduras,
Guatemala (Ceci, 15 de abril de 2015).

Otro criterio se relaciona con la diferencia corporal entre hombres y mujeres en cuanto la
condición física, porque, como ellas piensan, mientras que los hombres son más fuertes,
resisten más al caminar y tienen más agilidad para subirse al tren, las mujeres se asumieron
como débiles y consideraron que aguantan menos el cansancio:
Pues el hombre es hombre, vea', y el hombre puede soportar más que una, aguanta más
que una, porque son masculinos, es un hombre, y el hombre se defiende más que una, y en
cambio una no se defiende y muere (Janeth, 4 de septiembre de 2015).

Y tercero, ellas también se percibían como vulnerables frente a sus compañeros migrantes,
porque ellos por el simple hecho de ser hombres pueden perjudicar a las mujeres, más
cuando viajan en grupo, porque pueden ser hostigadas o correr el riesgo de ser
abandonadas, “Porque hay hombres que les vale, lo dejan tirado a uno, pero qué bueno que
sean responsables de ellas”, me dijo Doris. De igual manera, Yajaira explicó:
-¿Tenías idea de lo que te podía pasar?
-Bueno, yo sabía que me podía pasar cualquier cosa, yo sabía, porque esto es una
aventura, vienen muchos hombres. Ahorita hay más mujeres que antes. Pero en la lucha,
una mujer sabe que lleva todas las de perder.
-¿Por qué lo piensas?
-Porque somos mujeres. Un hombre no se aguanta de andar sin mujer, vienen por estos
caminos sin una mujer, y siempre necesitan a una mujer con ellos. Entonces, abusan de las
mujeres. En ese aspecto somos más débiles, porque somos vulnerables a ellos.
-¿Piensas que tu cuerpo es vulnerable o que está expuesto de alguna manera?

198
-Claro, al hombre sí, cuando son malos sí. Pero la primera vez, como le digo, gracias a
Dios, nadie... era la única mujer entre un montón de varones. Y así dormíamos en la calle,
porque éramos unidos pero no todos, porque luego venían drogos, marihuanos, ellos en su
rollo (Yajaira, 4 de septiembre de 2015).

Asimismo, Yajaira me contó su experiencia cuando viajó en grupo en su primer viaje por
México. Ella consideró que mientras fuera amable y se ganara el respeto de sus
compañeros, ellos no tendrían porqué hacerle algo malo:
-¿Y cómo le hiciste conviviendo con tanto hombre?
-Bueno la verda' que el hombre, si una mujer es más “creída” es cuando más así quieren
bajarle los ojos, entonces como yo me llevo con todos y les ayudo en todo... pero algunas
mujeres tenemos que usar a veces más la cabeza. [...] venia toda floja, suéteres así flojos
para que no me miraran mi cuerpo, y más porque yo tenía 22 años en aquel entonces. En
grupo, si no le has hecho nada a nadie, no lo has visto de menos, ahí son buenos también,
más bien te ganas el respeto (Yajaira, 4 de septiembre de 2015).

Además de tener que “ganarse el respeto” de los hombres, las mujeres también no deben
demostrar signos de “debilidad”, porque flaquear en algún momento puede significar que no
sean tomadas en cuenta ni con seriedad:
-¿Y qué piensas de ti misma en comparación con los hombres?
-Pues, no me voy a poner en los zapatos de él, porque sé que el hombre es hombre. Pero
sí me considero que valgo mucho, que soy muy importante, que sé que no debo ser débil
ante ellos pues, sino que darme mi respeto, hacerme valer porque valgo mucho. El respeto
es el que más vale, si yo soy respetuosa, ellos me van a respetar. Si yo quiero, va a pasar
todo lo que ellos quieran, pero si yo no quiero, no va a pasar nada. El darme a respetar sé
que es muy valioso, porque si yo me doy a respetar, ellos no se van a aprovechar de mi
(Sandra, 1 de septiembre de 2015).

Una opinión diferente respecto a lo anterior es la de la señora Yasmina, quien dijo no


sentirse diferente ni inferior por ser mujer:
Ohh, creo que todos somos iguales, no me discrimino por ser mujer, ni me miro de menos
por ser mujer. Creo que si él se para en éste camino, yo también puedo. Que si vamos a
tomar el autobús y él tiene dinero, y yo no tengo, lo vamos a agarrar como sea. Todos
somos iguales (Yasmina, 2 de septiembre de 2015).

Hay quienes aseguran que no volverían a migrar después de haber caminado tanto tiempo,
con todo lo que eso implica, como bien me lo dijo Karo:
-¿Qué piensa del hecho de migrar y ser mujer?
-Sinceramente le digo que no lo vuelvo hacer. Sinceramente ya no, por lo mismo que he
pasado, esto es duro. Te da lágrimas, te da sufrimiento. Sólo Dios sabe lo que puede pasar
en este camino. [...] Como le dijera, tal vez en el camino debe ser fuerte uno, no demostrar
lo que uno siente: miedo, porque eso es lo que más uno siente, miedo. Ir uno firme y pensar
y encomendarse al Señor que es el único que nos va a iluminar el camino, y si te
encuentras con alguien, pues sabes que ellos van emigrando igual que usted, pero como le
digo, a veces por la desconfianza pues no se puede (Karo, 1 de septiembre de 2015).

199
La experiencia de Karo como migrante le dejó un mal recuero, pero al menos ella tuvo la
ventaja de viajar al lado de su hermana, quien fue una fuente de mucho apoyo:
-¿Cómo ha sido viajar con su hermana?
-Bien, porque las dos nos llevamos bien, gracias a Dios. Compartimos todo, lo que
podemos y nos ponemos de acuerdo. Las dos nos apoyamos. Si no tiene una, tiene la otra.
-Y por ejemplo, cuando las asaltaron ¿qué pensaron las dos?
-Pues, para serle sincera la que más... o tal vez para darme valor, ella no lloró. Me dijo
“cálmate porque tenemos que salir de aquí, o nos vamos a perder”, porque cuando nos
asaltaron nos alejaron de las vías. Ella estuvo más como con valor. Pero yo sí lloré. Porque
se me durmió la pierna, se me quedó dura y ya no podía dar el paso.
-¿Usted tiene más responsabilidad hacia ella o es al revés?
-Pues yo creo que ella, yo la miro a ella con mucho valor, y ella me dio valor a mi para que
no me entregara a migración, me dijo que pensara en mi mamá. “Ayúdame con mi niño para
su operación, es lo único que yo te pido”, me dijo (Karo, 1 de septiembre de 2015).

Otra opinión al respecto sobre qué significa migrar, es la de la señora Yasmina, quien dijo
que muchas veces las mujeres salen de su país porque no pueden encontrar trabajo debido
a su edad, pero asimismo, ella menciona que eso no es un impedimento para seguir
trabajando:
-¿Y qué piensa del hecho de migrar y ser mujer?
-Yas: Pues porque en tu país te denigran, en tu país tú tienes cuarenta-cincuenta años y ya
no puedes trabajar, o sea, ya no debes trabajar, como que le estorbas a la sociedad. Y
como yo un día les dije en mi país, porque allá, cuando estoy allá no creas que yo no
trabajo, sí trabajo. Trabajo con un señor que se llama Hugo Jaramillo, él tiene una empresa
de colocación de personas para laborar y le dije yo: “Don Hugo, yo me paro a la par de una
niña de 18 a 20 años, y hago mejor mi labor que ellas”, aquí en México se los he
comprobado a las personas con las que he trabajado. He trabajado con personas menores
que yo, diez años, seis años menor de mí, y yo hago mejores trabajos que los que hace la
más joven (Yasmina, 2 de septiembre de 2015).

Además de lo anterior, hay mujeres que piensan que si la vida en su país natal estuviera
libre de violencia o no hubiera tanto desempleo y pobreza, las personas no tendrían porqué
migrar en busca de lo que no hay en su lugar de origen, “pues nosotras traemos ese objetivo
por algo, nuestro país está arruinado. De mi parte yo, Honduras no lo vuelvo a pisar. No
volvería”, me dijo Yajaira. Y más adelante, su respuesta cuando le pregunté lo que significa
el “norte” para ella, confirma aquella idea que tienen los y las migrantes sobre que se puede
vivir mejor y ganar más dinero en otro país, como Estados Unidos:

-¿Qué significa el “norte” para ti?


-Un mejor futuro para mis hijos, porque allá como se trabaja se gana. Y en mi país se trabaja
y no se gana. Yo en Estados Unidos ganaba semanal lo que ganaba mensual en Honduras.
Entonces como que no puede estar uno, después de ganar semanal en otro país lo que está

200
ganando mensual en su propio país (Yajaira, 4 de septiembre de 2015).

Y sobre eso, también doña Mari me comentó lo siguiente:


Sí, pero como a veces, como las situaciones son tan duras que a veces no se resuelve
nada. Porque si la vida fuera buena en nuestro país no nos arriesgáramos, porque si
hubiera empleo, no hubiera tantas maras, uno trabajaría allá, porque en donde quiera se
gana la vida, pero ese es el motivo por que nosotros agarramos otros caminos (Mari, 15 de
abril de 2015).

En otros aspectos, hay mujeres que, cuando ya tienen alguna experiencia en la migración,
están dispuestas a colaborar con otras mujeres e informarles sobre los riesgos y darles
consejos cuando lo requieran. Una de ellas es Doris:
-¿Y cómo te sientes al estar aquí en el albergue y ver a las personas que están en la misma
situación que tú?
-Bueno pues, si alguna mujer estuviera con la misma situación yo le diría que no se
arrimara con nadie, que estuviera sola. Y yo le platico mi historia para que ella cuente lo que
le ha pasado (Doris, 13 de abril de 2015).

La señora Mari también es una de las personas que aconsejan a otras mujeres para que no
se vean tentadas a hacer cosas de las que se puedan arrepentir después:

-¿Y para usted, como mujer, qué significa salir y migrar?


-Pues, la mera verdad es un peligro que uno corre. Corre a no volver a ver a sus hijos, a
que ellos no sepan nada de uno porque en estos caminos sólo Dios sabe, es el único. De
ahí, aquí se encuentra de todo. Y desde el momento que uno agarra camino, pues, cuando
es la primera vez que uno agarra éste camino no tiene experiencia, pero ya cuando la vive,
ya uno ya aconseja a los demás, ¿verdad? -¿Y qué le dice a las demás?
-Pues lo que les digo es de que le echen ganas y que hay que ganarse la vida limpiamente,
sin preciso de andar vendiendo su cuerpo. Que se respeten, porque si uno mismo no se
quiere uno mismo, pues sí... (Mari, 15 de abril de 2015).

Además de lo que ya he mencionado, otro aspecto que conforma el imaginario de lo que


significa ser migrante es lo referente a los sentimientos que el viaje y el estar lejos de su
familia generan, uno de ellos es la tristeza:
-¿Y cómo se ve a usted misma?
-Pues, a veces se siente uno triste porque no es fácil andar afuera de su país, de su familia.
Eh, viendo personas extrañas que a veces, como le digo, no todos lo toman en cuenta a
uno. Siempre hay una persona que nos miran mal. Entonces, cuesta bastante
acostumbrarse a eso, pero ahí vamos echándoles ganas (Mari, 15 de abril de 2015).

Pero a pesar de la tristeza, de los riesgos y de extrañar a su familia, las mujeres piensan que
no existe una mejor opción que el hecho de emigrar para mantenerla:
-¿Y aún sabiendo todo lo que hay que pasar por qué intentarlo?
-¿Por qué? Porque no hay manera de sacar adelante a tus hijos, más si eres madre

201
soltera. ¿Cómo les das de comer? Tienes que aguantar tú muchos días hambre
también, para que a ellos no les falte (Yajaira, 4 de septiembre de 2015).

Entonces el acto de migrar significa para las mujeres centroamericanas un sacrificio por sus
hijos y su familia. Un sacrificio que consiste internarse en un flujo migratorio violento,
peligroso y cansado, pasar hambre, deshidratación, calor, tener ampollas en los pies, etc. En
ese sentido, la situación se vuelve muy dramática cuando las mujeres son víctimas de
violación sexual y ellas sólo quieres continuar con su camino: “Al menos en el contexto
migratorio, por ejemplo, una chica víctima de violencia sexual, me dijo: 'A mi nada más dime
si estoy embarazada o no, es lo único que quiero saber'”, expresó Miguel.
Sin embargo, los riesgos físicos y la violencia -en especial la de tipo sexual- no sólo están
presentes durante el tránsito. El caso de Sandra muestra que la vulnerabilidad por ser mujer
migrante no desapareció por el hecho de estar en un albergue, el espacio donde se supone
ella no tendría dificultades:
Pues solo fue en Chauites, sí. El señor que estaba ahí se quiso pasar como de listo
conmigo, también era migrante. Como me miro que yo andaba sola, porque todos los
compañeros se vinieron, yo me quedé sola, entonces el empezó de que iba a abusar de mi
o algo, porque como ahí no hay habitaciones a parte, sino que todos estamos juntos.
Entonces yo hablé con el encargado y él me ayudó, y pues me llevaron a dormir en su
cuarto, estuve con Goretti ahí en el cuarto, ellos me apoyaron mucho, de ahí Goretti se vino
para acá y quedaron sólo varones, entonces ahí en la casa del migrante, había una casa
enfrente, entonces yo le comenté a la señora y ella me dio trabajo unos días, después ella
quiso que yo me pasara a vivir con ella. Entonces yo me pasé a vivir con ella. Y, bueno,
siempre iba al albergue, si me tocaba ir a charolear64 pa' la comida yo iba. Iba con un
muchacho de ahí, el encargado. Siempre les ayudaba en algo, pero yo ya no estaba ahí
(Sandra, 1 de septiembre de 2015).

En síntesis, en esta primera parte de la narrativa de las mujeres migrantes


centroamericanas, mostré que el imaginario que ellas tienen de la migración y de sí mismas,
es que se autodefinen como personas vulnerables en lo que respecta a los riesgos de
violencia sexual, así como también por su debilidad y fragilidad en comparación con los
varones. De igual manera, “migrar” significa sufrimiento y tristeza tanto por haber dejado su
hogar y a su familia, como por el viaje en sí, pero a su vez, supone algo necesario para el
mantenimiento económico y el cumplimiento de su responsabilidad como jefas de familia.

64 Pedir dinero

202
3.2.2. “Lejos de mis hijos, lejos de mi familia”

Una de las características del perfil de las mujeres migrantes centroamericanas que resalta
bastante es su maternidad y el compromiso que creen tener para con otros miembros de su
familia. Hay mujeres que viajan con sus hijos porque no tienen con quién dejarlos en su
lugar de origen, o porque desconfían del cuidado hacia sus hijos de las personas que sí les
pueden ayudar, o por el simple hecho de no querer dejarlos y prefieren tenerlos con ellas,
aunque el viaje sea muy riesgoso. Como me dijo Miguel:
Entonces las mujeres de repente, pasan lo mismo que los hombres, más con tres hijos. Sí
es cierto, es cosa de género, porque el hombre pues como papá es el proveedor, pero él
sale solo, son muy pocos los papás que salen con sus hijos. He visto a dos en los años que
estoy aquí, y por una causa de infidelidad, no por una causa de necesidad económica. El
papá sale solo, pero la mamá cuando sale, sale con todos sus hijos, porque fue víctima de
violencia, porque viene huyendo de la pareja, o porque la pareja está en Estados Unidos y
ya nunca regresó, o porque está sola y no tiene dónde dejar a sus hijos (Miguel, 9 de
septiembre de 2015).

En lo que respecta a las entrevistas que realicé, los resultados mostraron que sólo una de
las mujeres con las que hablé -la señora Yasmina- estaba acompañada por su hija y sus dos
nietos; la señora Janeth estaba viajando con su sobrina, mientras que Karo estaba con su
hermana, al igual que Yajaira que se encontraba con su hermano Moisés.
De acuerdo a sus testimonios, pude notar que la migración es percibida por las mujeres
centroamericanas como una forma de respuesta al mandato de “ser buena madre”, pues se
posicionaban desde su papel de proveedoras y jefas de familia. En el caso de Doris, ella
tuvo que salir de Honduras porque no podía conseguir el dinero suficiente para alimentar a
sus hijos:
-¿Y sabías a lo que te enfrentabas?
-Sí sabía. Como siempre en su país a uno le comentan todo lo que pasa en el camino, pero
a veces por la situación uno decide venir. Yo no podía mantener a mis hijos allá, no les
podía dar un estudio, ¿qué estudios les puedo dar yo allá? Nada. No hay trabajo. Si lo que
gano sería sólo nomás para comprarme, por ejemplo, arroz y frijoles. No tienes una
alimentación que allá les pueda dar. Entonces la decisión la tomé yo así, a pesar de saber
todo lo que se vivía en el camino (Doris, 13 de abril de 2015).

De igual forma, Sandra mencionó que no es fácil dejar a sus hijos y estar separada de
ellos, pero el hecho de migrar es una decisión que tuvo que tomar para poder brindarles
lo que necesitan:
Pues a veces sientes pesadillas y uno a veces lo hace por echarle ganas, por sacar a sus

203
hijos adelante. Es un gran esfuerzo hacer esto porque no es fácil estar lejos de su familia,
estar lejos de lo que uno más quiere, los hijos. A veces, levantarse triste porque saber que
sus pequeños están solos. No es nada fácil (Sandra, 1 de septiembre de 2015).

El ser madre significa que deben estar con sus hijos para cuidarlos a tenderlos, y cuando
esto no es así se inocula en ellas un sentimiento de culpabilidad, como en el caso de
Yajaira: “Tal vez de no darles todo el cariño que se merecen, o traerlos al mundo quizás,
porque ellos no lo decidieron”. Es difícil, pero ante todo, ellos, me dijo. Asimismo, el mandato
de la maternidad entra en conflicto cuando deben dejar a sus hijos para asegurarles una vida
mejor. Yasmina dijo que se sentía culpable: “De haber dejado a mis hijas pequeñas a manos
de mi hija mayor o de mi mamá, de no poder verlas crecer, por querer dejar todo y darles
todo lo que ellas necesitaban”.

Así, las mujeres centroamericanas sintieron culpabilidad por “abandonar” a sus hijos, pero
tenían en mente que era lo único que podían hacer para darles mejores condiciones de vida.
Marcharse era -como quien dice- “un mal necesario”. La respuesta a la pregunta “¿Te
sientes culpable de algo?” de doña Mari confirma esta situación:

La mera verdad sí. De haber dejado a mis hijos, pero al mismo tiempo digo yo que no es mi
culpa sino que es de la situación en nuestro país, pues. ¿Cómo iba a agarrar a todos mis
hijos para venirme si no tenía el dinero para traérmelos? Y yo pues me resolvía aguantar
hambre, a quedar a dormirme hasta en el monte, si era posible, pero andaba yo sólo con mi
pareja (Mari, 15 de abril de 2015).

Entonces, el costo por haber dejado a sus hijos es tan impactante para ellas, que en algunos
casos dijeron que no sólo se sentían culpables, sino que también sentían temor que ellos no
entendieran las razones por las cuales ellas se fueron, teniendo como resultado que sus
hijos dejaran de quererlas:

-¿Te has sentido culpable de algo?


-Pues sí, a veces. Uno al dejar a sus hijos, y si un día le reclaman ellos a uno a veces se
siente de que uno se va a sentir culpable tal vez de lo que le pase a ellos, pero pienso de
que si yo hablo con ellos, me van a entender, si yo no pierdo comunicación con ellos, sé
queme van a entender un día de por qué lo hice. Y sí, tengo miedo de tal vez perder su
amor, pero también en eso me está ayudan Miguel, el psicólogo. Me está ayudando en eso
porque sí tengo miedo de perder el amor de ellos, pero estoy lejos, y principalmente del más
pequeño, de él sí tengo miedo y...65 tal vez de mi hija no porque ella está más grande, ya es
mayor. Pero a la otra que tiene 15 años siento que le estoy haciendo mucha falta, porque
me dice que me extraña mucho, también el otro que tiene 12 años, que también está en la

65 Hace una pausa y se le salen más lágrimas

204
adolescencia, que se me está poniendo difícil. Por eso no pierdo la comunicación con ellos,
les he escrito cartas, Miguel me ha ayudado a escribir las cartas (Sandra, 1 de septiembre
de 2015).

El caso de Yajaira es muy representativo de la relación de afecto que una madre puede
tener respecto a sus hijos. Recordemos que ella estuvo viviendo en Miami hace
aproximadamente ocho años, pero por cuestiones económicas tuvo que regresarse a
Honduras junto con su hijo que, en ese entonces, apenas cumpliría un año. A raíz de este
hecho, ella se ha sentido culpable por haberle “quitado” el futuro a su hijo, ya que él nació en
Estados Unidos y por lo tanto merece vivir allá. Por eso decidió emprender el viaje por
segunda vez, además de no tener los medios materiales para darle una buena calidad de
vida a su hijo e hija. El plan de Yajaira después de lograr llegar a su destino sería el
siguiente:
[...] tener a mi hijo en su país, que ya le he cortado su futuro ocho años, puede sonar un
poco egoísta pero cuando una es madre... no puede separarse. No puedo dejarlos, pero yo
pues los tuve que abandonar. Aunque muchos digan así, que le dañé el futuro a mis hijos y
no, aquí vengo, porque yo sabía el tiempo preciso pa' regresar (Yajaira, 4 de septiembre de
2015).

Ella decidió que era mejor dejar a sus hijos en Honduras en lugar de llevárselos con ella.
Sabe que no estuvo bien haberlo hecho, pero ese dolor no se compararía al que ella y sus
hijos tendrían por arriesgarlos en el tránsito por México. El haberlos “abandonado” mientras
ella lograra alcanzar la meta de llegar a Estados Unidos, fue un acto de sacrificio maternal
que le evitaría a sus hijos el sufrimiento y los costos físicos y emocionales que implica el
viaje, aunque para ello significara que Yajaira tuviera que cargar con la culpabilidad y la
nostalgia de estar separada de sus hijos:
-¿Y a tus hijos cómo te los llevarías?
-Al varoncito lo mando traer en avión, él es ciudadano americano. Él ya está grande y él ya
entiende. Yo pido nomás que no me agarre Migración del otro lado. Porque para mi era
fácil, arriesgarlo, decir como uno: “ser egoísta”, traérmelo, como muchas madres, pero que
en una de esas me agarre Migración y me deportan, y no lo puedo arriesgar, es tanto el
amor que no lo puedo arriesgar. Y a la niña le voy a pagar sus estudios y voy a tratar de
arreglarle papeles por medio de mi mamá o alguien, o buscar la manera de solucionar mis
papeles y mandarla traer legal, porque nunca, jamás la arriesgaría en este camino. Aunque
muchos nos digan malas madres, pero no toda la vida llegan con bien acá. Que gracias a
Dios muchos han llegado acá con bien. Y ya van a migrar con papeles, pero imagínate que
les llegue a pasar algo en el camino. Es de pensársela mucho (Yajaira, 4 de septiembre de
2015).

Es por eso que ser madre para las mujeres centroamericanas en tránsito significa anteponer

205
las necesidades de sus hijos frente las de ellas mismas, porque de eso se trata la
maternidad: amor y sacrificio. Como lo expresó Janeth:
-Hábleme de su experiencia de ser madre, ¿qué tan bueno y qué tan duro ha sido?
-Bueno, yo amo a mis hijos. Pues sí, en mi experiencia yo he dado todo por mis hijos. Me
dediqué a trabajar para que mis hijos fueran profesionales, y que ellos no tuvieran que pasar
lo que yo que pasé, porque yo fui pobre, hija de personas pobres que tenían que trabajar,
para mantenernos.

Como puede verse, ser madre para estas mujeres es algo muy importante, pero que muchas
veces no es como ellas quisieran que fuera porque son madres solteras que deben trabajar.
En este sentido, Yajaira dijo lo siguiente:
-Háblame de tu experiencia de ser madre, ¿Qué tan bueno y qué tan difícil ha sido?
-Ay, es una bendición para mí. Pero es difícil porque muchas veces no puedes compartir
mucho tiempo con ellos, sobre todo cuando eres madre soltera, porque tienes que trabajar y
muchas veces no hay trabajo ni en tu ciudad66 (Yajaira, 4 de septiembre de 2015).

Algo similar me explicó Karo, pues en su caso ella también ha tenido que trabajar incluso
fuera de su país natal, Nicaragua. Según sus palabras, a causa de eso su hija se enfermó de
asma:
Pues para ser madre, para serle sincera, para mí fue muy duro, porque yo fui madre y padre
para mi hija. Yo trabajé muy duro, me tocaba a veces dejarla sola, con mi familia y a lo mejor
descuidada porque igual no se la cuidan como la cuida uno. A veces la miraba y al ratito no
por el trabajo. Tenía que comprarle sus cosas. Cuando me fui a Guatemala a trabajar cinco
años, ella estaba chiquita y me la llevaba a trabajar. Una señora me la pegaba, me la
bañaba de madrugada y por eso mi hija padece de asma ahora, casi se me muere y ahora
ella ya tiene 21 años y nunca se me curó (Karo, 1 de septiembre de 2015).

Las palabras de Sandra vuelven a repetir lo que hasta ahora he mencionado: ser madre es
algo positivo en sus vidas, pero también se encuentra mucho dolor emocional:

Pues el ser madre se siente bien, es una experiencia muy grande, pero al mismo tiempo sí
es una experiencia muy dolorosa. Nunca había abandonado a mis hijos y ese es mi dolor
que yo traigo. Nunca pensé en la vida abandonar a mis hijos (Sandra, 1 de septiembre de
2015).
De igual manera, según lo que comentó Yasmina, el ser madre es algo muy importante y
valioso para poder ser mujer. Asimismo, ella está dispuesta a hacer lo que sea necesario –y
lo ha hecho- para darles la mejor vida a sus hijas:

66 En este punto de la entrevista sus ojos se cristalizan y para la siguiente pregunta soltó algunas
lágrimas

206
Primero, es lo más bello, que como mujer nos realizamos, es lo más bello que puede haber
en el mundo, pero también es doloroso. No he pasado [algo malo], pero si me llegara a
pasar yo creo que haría cualquier cosa, cualquier cosa por mis hijas, e incluso cuando mi
esposo decidía tomar, yo vendía mi cuerpo para que mis hijas no pasaran hambre. Tuve una
pareja por 10 años y nadie se dio cuenta, y él era el que cubría todas mis necesidades.
Nadie se dio cuenta y se terminó la relación y cada quien por su camino (Yasmina, 2 de
septiembre de 2015)
Se dice que las mujeres no logran entender el sentimiento que brinda la maternidad hasta
que tienen esa experiencia. Por ejemplo, Flor, a pesar de contar con apenas 20 años, sabe
muy bien la labor que implica el ser madre, y pudo ponerse en el lugar de la suya:

Pues mira, ha sido bueno en el aspecto de que he sabido querer y he aprendido a querer a
las personas, porque más que todo he sabido comprender a mi madre, cuando ella lloraba o
tal vez cuando ella me castigaba, y yo sé que lo hacen porque quieren un bien para uno. Y
sí ha sido bastante costoso, porque como te digo, me ha tocado sacarla [ a su hija] adelante
junto con mi madre. Poco a poco pero ahí va, ahí va creciendo. Solo de imaginarme que esa
niña estuvo a punto de caerse tres veces cuando yo estuve embarazada, y gracias a Dios
ahí está, ya va a cumplir dos añitos. Se llama Génesis
-Génesis, el comienzo de todo, ¿no?, de una nueva vida.
-Es el principio de mi vida, o sea yo siento como que… sí he tenido mi vida, pero como que
el mero principio acaba de llegar. O sea, cuando yo empecé a salir embarazada como que
todo me cambió en el aspecto de que yo pensaba más en alguien [en su hija]. Ya si yo hacía
algo era porque yo pensaba, yo pensaba en qué iba a hacer o qué no iba a hacer, en qué
iba a gastar, en qué no (Flor, 5 de septiembre de 2015).

Por último, mientras las mujeres madres están en el albergue tramitando o esperando su
visa humanitaria, muchas veces llegan a sentir desesperación por no tener a sus hijos con
ellas, tanto así que estarían dispuestas a regresar a su país con tal de volverlos a ver:

-¿Y ahorita cómo te sientes, qué piensas de ti misma?


-Pues a veces me pongo entre la espada y la pared porque ya me quisiera ir para El
Salvador, pero a la vez siento que, mi mamá me dice que yo siga para donde ella, que tal
vez estando allá se me hace más fácil traer a mi hija. Pero no, yo le digo que no. Que yo
tengo que ir por ella, por mi hija.
-Me imagino que cuando hablas con ella te dice cosas, te pregunta...
-Sí. “Hola mamita”, me dice. Y ya, ella me cuenta dónde está, ella me dice que está donde
su papá chico. El abuelito se le murió en febrero. Y ella me contaba que el abuelito se había
muerto y yo le decía que desde el cielo él la estaba mirando. “¡Ah, vaya!”, me dice, porque
ella es muy inteligente, habla mucho. Y en realidad me hace falta, mucha falta (Ceci, 15 de
abril de 2015).

El sentimiento de tristeza por estar lejos de sus hijos y de su familia se refuerza cuando
logran establecer comunicación con ellos, ya sea por medio del celular, Facebook o
Watsapp:
-¿Y la primera vez que te comunicaste con ellos qué sentiste?

207
-Pues lloré y mi hija también, porque no me quise despedir, no los abracé, no les dije nada,
porque yo iba a empezar a llorar y por eso no me quise despedir de ellos. Sólo me fui y ya.
Mi hijo, el más pequeño se quedó jugando en mi casa.

Algo parecido sintió Karo cuando habló con su familia:


-¿Y cómo reaccionó la primera vez que se comunicó con su familia?
-Uuuuuy no, para serle sincera, estaba yo llorando y llorando y llorando, viendo las fotos de
mi mamá, mi papá, mi hermano, de mi hija y mi nieta. Le dije a mi hija que no se
preocupara, que estaba bien.

Así pues, este segundo elemento de la narrativa de estas mujeres migrantes –o sea, el ser
madre- está compuesto por el amor y la bendición, así como el dolor, el abandono y el
sacrificio para lo que ellas consideran muy importante: sus hijos.

3.2.3. La fe: “Dios es importante para este camino”

El factor de la espiritualidad y la creencia en Dios fue, en gran medida, parte de las


fortalezas de las mujeres migrantes centroamericanas para poder adelante con su proyecto
de viaje. Desde esa creencia, para ellas Dios era todo, estaba antes que nada y él era el
único que podía decidir cómo sería el resto del camino. Doris, por ejemplo dijo “lo que me
daba fuerza era primeramente Dios y luego pensar en mis hijos. Yo dije 'yo puedo darle una
vida mejor a mis hijos'. Ellos son los que me motivan aún todavía de seguir aquí, en este
país”. Así pues, en general las personas migrantes, tanto hombres como mujeres,
comentaron que es fundamental pedirle a Dios que todo resulte bien y les vaya mejor en su
travesía por México:
Pues yo creo que todos tenemos que pedir día por día, noche tras noche a Dios, porque él
es el único nos ayuda para llegar a nuestro destino pronto. Todos estamos peleando
nuestra visa, están peleando refugio, pero el único que lo puede hacer realidad es nuestro
padre celestial (Karo, 1 de septiembre de 2015).
De igual forma, las mujeres tienen la firme creencia de que Dios es un ser que brinda su
ayuda incondicional:
Dios es el único que nos ayuda, para mi no existe nada más, bueno existe gente
profesional, pero no como Dios, porque yo siempre le he pedido a Dios. Siempre es Dios
primero que lo demás (Norma, 15 de abril de 2015).

No importa qué tan mala haya sido su experiencia como migrantes, pues ante esas malas
situaciones Dios siempre les acompaña, y a pesar del sufrimiento que el camino les ha

208
dejado, su fe sigue intacta y aseguran que nunca dejarán de creer en Dios:
Yo lo único que les digo de que no dejen de confiar en Dios, para que todas las cosas les
salgan bien. Sólo confía en Dios, te rescata de lo malo, Dios los bendice a donde quiera que
vayan. [...] Para mi es muy importante porque él me ha librado de tantos peligros, de tantos
peligros. Y si lo que me pasó en mi país pues... digo yo, Dios que se encargue, porque Dios
se encarga de todo y Dios mira todo (Mari, 15 de abril de 2015).

Puede verse entonces que las frases más escuchadas en todas las entrevistas fueron:
“Gracias a Dios”, “Primeramente Dios”, “Si Dios quiere”, “Dios es el único” y “Dios es el
único”. Sin embargo, aunque hayan padecido violencias, las mujeres las percibieron como
“pruebas” que tenían que pasar y se sentían agradecidas por haber llegado con bien al
albergue, por poder tramitar la visa, por las personas buenas que le Dios les puso en su
camino, y por el simple hecho de estar vivas y poder seguir con sus planes y hacerse cargo
de su familia y sus hijos. Al respecto dijo Janeth:
Dios nos prueba a uno, nos pone pruebas para ver hasta dónde llega uno. Y una de las
cosas mama, nosotros no tenemos que renegar ni por lo bueno ni por lo malo. Tenemos
que decir: “Dios, gracias por todo lo que me pasó”. [...] más o menos tenía una idea, porque
ya yo había escuchado comentarios, que las violaban, que las mataban [a las mujeres]. De
hecho cuando llegamos, allá, a esa iglesia de Chauites, nos dijeron: “¿vienen a pie'”. “Sí”,
dijimos. “¿Por dónde?, nos dijeron. “Pues por aquí”. Y nos dicen, “¡Uy!, ahorita acaban de
matar a una muchacha y violaron a otra”. Y nosotros pues nos asustamos un poquito, pero
como nosotros veníamos con Dios, yo decía: “Dios, tú vas con nosotros, tú vas aquí con
nosotros, y tú sabes que venimos por una causa, tú sabes porqué”. Y sí, nos asaltaron, pero
de ahí no pasó. (Janeth, 4 de septiembre de 2015).

De igual manera, Janeth agrega que Dios es de vital importancia para el camino lleno de
peligros, pues como a continuación dijo:
Dios es todo, a él le debemos todo, puedes respirar, tenemos nuestro cuerpo, todo lo que
andamos le pertenece a él. Todo. [...] Entonces yo siento paz. Sólo me preocupo por unas
cosas, pero nosotros tenemos que aprender a confiar en Dios. En todo, cuando no tenemos
dinero. Yo siempre digo: “Señor, todas las cargas te las depositamos a ti, por favor
ayúdanos” (Janeth, 4 de septiembre de 2015).

Yajaira vuelve a reiterar que a pesar de los malos momentos, como los asaltos, Dios no dejo
que le pasara algo más grave. Dijo que posiblemente era su destino haber sido asaltada,
pero afortunadamente no sucedieron otras cosas desagradables:
Pues a veces sólo tienes que ir respirando y él es el que nos ayuda, él siempre nos apoya.
En el camino pues puedes ser asaltado, pero no te pasa nada más. Muchas veces ya
estaba escrito que tal vez nos asaltaran porque tal vez más adelante hubiese pasado algo
peor (Yajaira, 4 de septiembre de 2015).
Como ya lo han expresado los testimonios, la creencia y fe en Dios es considerada por las

209
mujeres migrantes como algo muy importante: “porque yo confío en él, y él es el único que
me ha traído con vida, a pesar de todo lo que hemos pasado. Es el único”, me comentó
Karo. Entonces, como han logrado llegar con vida hasta el albergue, las mujeres por regular
dijeron haberle agradecido a Dios porque él permitió que estuvieran en un lugar seguro. La
señora Yasmina dijo:
¡Ehh!... es el primero, y después de él estamos nosotros, porque creo en Dios por el aire
que respiro, porque aquí estoy de 46 años y nunca me ha pasado nada, por los hijos que él
me dio, por la mamá que me tocó. Con mis hijos, con mis hermanas. Entonces, imagínate
estos caminos tan peligrosos que son y gracias al Señor aquí estamos, tarde pero aquí
estamos. Vamos a salir de aquí con papeles o sin papeles, pero gracias al Señor muy bien
(Yasmina, 2 de septiembre de 2015).

Todo lo que ya he recuperado en esta parte del trabajo deja en claro que una persona
migrante que proviene de Centroamérica no puede pensarse sin su creencia y su fe en
Dios, porque dicho ente espiritual les brinda fortaleza y tranquilidad, elementos útiles para
sobrevivir al tránsito -riesgoso y violento- por México.

3.2.4. Buscando un futuro mejor: las fortalezas, los cambios y los sueños

En varios momentos he mencionado que el viaje migratorio genera en las mujeres


sentimientos de incertidumbre, estrés y ansiedad, sobre todo porque el tránsito por México
no es un camino fácil, porque involucra muchos riesgos -físicos y sociales- relacionados con
cuestiones de salud y situaciones de violencia. En este sentido, Miguel, el psicólogo del
albergue, menciona también que las mujeres llegan al albergue con síntomas depresivos
que se deben no sólo a los costos emocionales de la migración, sino también por su
vulnerabilidad asociada a su condición de género y por lo que han vivido en su lugar de
origen. Pero también hay algunas de ellas que se sienten capaces de ser tan fuertes durante
el tránsito, como lo son los varones, por ejemplo. Miguel me contó lo que escuchó en una
plática entre una mujer y un hombre migrantes: “¿Tú por qué crees que eres más valiente
siendo hombre?, si a final de cuentas nosotras también tenemos que pasar lo mismo que tú
pasas, más cargar con tres hijos, más el hecho de que soy mujer y me pueden violar”.
Sin embargo, a pesar de los aspectos negativos que implican el hecho de migrar, las
mujeres son capaces de llevar a cabo su travesía porque cuentan con fortalezas que les
animan a continuar en el camino. Una fuente de fortaleza para las mujeres centroamericanas
es su familia y sus hijos:

210
-¿Y qué es lo que le da fortaleza para su viaje?
-Pues es mi hijo y mi madre, porque me dan fortaleza para llegar a los Estados Unidos, para
trabajar y ayudar a mi viejita, y terminar de graduar a mi niño (Janeth, 4 de septiembre de
2015).

Pensar en sus hijos y el deseo que querer darles un futuro mejor son motivos suficientes
para que las mujeres se sientan fuertes a la hora de emprender el viaje hacia la búsqueda
de un una buena calidad de vida, como la que promete Estados Unidos. Sandra opinó lo
siguiente:
¿Y qué es lo que te da fortaleza para esta experiencia?
Pues, mis hijos, ellos me ayudan para seguir adelante, para poder luchar por ellos, para
dedicarle más vida. Ellos son mis motivos para vivir 67. [...] Ellos me hacen vivir, ellos me
hacen que yo esté mejor, ellos me dan la vida, si no fuera por ellos mi vida no tendría
sentido, no sé qué haría. Ellos me han servido mucho, cada día pienso en ellos, que los
voy a sacar adelante y que voy todo lo posible por ellos 68 (Sandra, 1 de septiembre de
2015).
De igual forma, Yajaira me comentó lo que le hace sentir sensible y aquello por lo que
considera que es fuerte:
-¿Qué es lo que te da fortaleza?
-Yajaira: Mis hijos, ellos son todo. ¿Me quieres ver débil? Sólo ellos. Son los únicos que me
derrumban, de ahí nadie más. Yajaira sólo es sensible con sus hijos. En éste camino,
Yajaira es más fuerte que, puede decir que es más fuerte que su propio hermano, porque en
el aspecto de mi carácter, soy de las que toma una decisión y como que eso es lo que te
hace más fuerte, y sé a lo que voy (Yajaira, 4 de septiembre de 2015).

Entonces, pese a la tristeza y sensibilidad que las mujeres migrantes tienen, tienen la
habilidad de concentrarse en sus objetivos porque el bienestar de sus hijos depende de
concluirlos con éxito.
A propósito, Miguel me explicó cómo las mujeres poseen aptitudes psicológicas para
ordenar sus prioridades:
Es bien interesante cómo la mujer comienza a hablar de su historia, y con eso cerrar ciclos,
no solamente para esta etapa de la migración. Entonces sí, traen todos los síntomas del
mundo, pero al momento de empoderarse ellas saben lo que tienen qué hacer, o sea, esa
fortaleza, no digo que los hombres no tengan fortaleza, sino estoy hablando de cómo se
construye, o sea, el hombre tienen otras fortalezas, pero las mujeres son así de que “yo sé
que a mis hijos no los voy a abandonar”, “yo sé que tengo que llegar a ese lugar”, y “yo sé
que tengo que hacer esto, el otro”. O sea, la mujer está triste, profundamente, pero sabe lo
que tiene qué hacer y lo va a hacer (Miguel, 9 de septiembre de 2015).

Asimismo, el psicólogo me hablaba de un tema que me parece pertinente traer a cuenta. Me

67 Los ojos se le empiezan a cristalizar y le tiembla un poco la voz


68 Al decir estas palabras ya se le salían unas lágrimas

211
refiero, al de concepto de resilencia, es decir, aquellas habilidades psicológicas que las
personas construyen para sobreponerse de episodios trágicos. Dichas habilidades, para el
caso de las mujeres migrantes centroamericanas, les permite reflexionar y hacer cálculos
mentales sobre lo que harán el resto del camino, además de qué es lo que quieren y
necesitan hacer para cumplir con sus promesas:
[...] la resilencia, el concepto sería como... en física, sería como la capacidad de los cuerpos
de aplicarle fuerza y que este no se deforme. Entonces en términos sociales, humanos,
psicológicos, es la capacidad de las personas de recibir eventos traumáticos o fuerzas
contrarias y no perder la identidad, la autoestima, el control, no deformarse (Miguel, 9 de
septiembre de 2015).

Siguiendo con la entrevista, Miguel recalcaba el hecho de los procesos de resilencia son
diferentes para casa personas, pero una forma de sanación para un evento trágico es
desahogarse a través del llanto:
Y las habilidades de resilencia son todas esas que te permiten tener ese equilibro, y esas
pueden ser por ejemplo... es que son diferentes para cada quien, inclusive no tienen que
ser socialmente las positivas, por ejemplo, llorar es una habilidad de resilencia, porque
todos dicen “no llores, no llores”, pero cuando lloras, pasan cosas en tu organismo que te
sientes desahogado y también te permite tener más lucidez, más capacidad de organizarte,
de planear, tomar decisiones, autoestima; el tomar todo con humor, la capacidad de
autocrítica, de aprender de los errores, hay muchas. Entonces para mi, creo que es también
como la regla: entre más vulnerable eres, los procesos de resilencia pueden ser más
grandes también, o sea, entre más te ha tocado sufrir y estás aquí -porque hay quienes
sufren y no han llegado- los procesos de resilencia están muy en serio (Miguel, 9 de
septiembre de 2015).

Al respecto, en los resultados de las entrevistas, pude encontrar que las mujeres migrantes
tuvieron cambios emocionales a medida que también su situación iba mejorando, aunque no
dejaban de sentirse preocupadas por su seguridad y por la felicidad de sus hijos. Doris, por
ejemplo, ya llevaba un tiempo viviendo en México al momento de la entrevista, y me contó
qué ha cambiado en su vida:
-¿Y a partir de que saliste de tu país, ahora te sientes diferente? ¿Hay algo que ha
cambiado de cuando vivías en Honduras y ahora que vives en México?
-Sí, bueno la calidad. Porque mi familia ya está mejor, porque si aquí trabajo ya es un
poquito más de dinero allá. El dinero que mande de aquí para allá, ya es un poquito más, ya
viven un poquito más mejor. Mientras que allá [en Honduras], todo por los asaltos. Y sin
cobrar, ni me pagaban, no me alcanzaba para todo lo que necesitaba. Porque en mi familia
yo soy responsable de siete personas: a parte de mis tres hijos, mi mamá y mis tres
hermanos (Doris, 13 de abril de 2015).

Doris fue víctima de violación sexual durante su recorrido por Tapachula, Chiapas, pero
gracias a la ayuda psicológica que recibió, actualmente se siente mejor que cuando sucedió

212
la violación: “sentía mucha culpabilidad... no culpabilidad, sino asco de mi misma. Yo me
sentía sucia. Yo quería morirme en ese momento”, me dijo. Y después agregó cuando le
pregunté sobre lo que pensaba de sí misma:
¿De mi misma? Pues me siento, ¿cómo te digo? Le doy gracias a Dios porque él es el
único también que me ha dado la fuerza y me siento muy orgullosa por superar... porque
para que yo te esté contando es porque ya estoy superando lo que viví. Me han ayudado
bastante en eso. Entonces me siento muy bien por haber superado (Doris, 13 de abril de
2015).

Otro de los cambios que tuvieron las mujeres centroamericanas es que algunas se sentían
más seguras, porque se encontraban hospedadas en el albergue:
-¿Te has sientes diferente a como cuando saliste de tu país, qué ha cambiado en ti?
-Ay, todo. Yo venía pero, aterrorizada, ahora he cambiado bastante, me siento un poco más
segura. Pues aquí me he sentido bastante bien, siempre soñé con estar en México, siempre
desde niña soñé vivir acá en México. Quiero trabajar allá en Monterrey. Pero sí me siento
bien, he conocido mucha gente buena, mexicana. Ay, yo la mera verdad me siento muy
bien, a como me sentía al principio yo me siento súper bien (Norma, 15 de abril de 2015).

Un caso como el anterior fue el de doña Mari, quien dijo:


Pues, la mera verdad por una parte [me siento] bien, porque siento que mi vida está segura
acá, pero por otra me preocupa porque tengo mis hijos allá. Ya sabe que uno sólo piensa
en los hijos ¿verdad? (Mari, 15 de abril de 2015).

Asimismo, hay cambios en las mujeres a partir de sus otras experiencias migratorias, como
por ejemplo, el caso de Yajaira, quien dijo ser más paciente en comparación de su primer
viaje cuando era más “aventurera”. Pero como en al actualidad tiene dos hijos que dependen
de ella, reflexiona más su situación y debe cuidarse mejor de los peligros de atravesar
México:
-¿Te has sentido diferente de cuando migraste la primera vez y la de ahora?
-Tal vez en que yo no estuviera tan metida [en el albergue], me desespero y he tenido una
paciencia... porque aunque no lo creas he querido tratar de ir corriendo e irme en los grupos
que van en el tren. Antes era más atrevida, quizá porque estaba más joven no pensaba, me
dejaba ir nomás. Y ahorita ya no, porque tengo dos hijos que me están esperando (Yajaira,
4 de septiembre de 2015).
Algunas mujeres, como Sandra, quien después de haber sufrido maltrato doméstico, ha
mejorado su autoestima gracias a la ayuda psicológica que el albergue les ha
proporcionado, sobre todo la que reciben de Miguel. Al momento de la entrevista ella dijo
sentirse valiente por los logros que había conseguido, como el haber llegado al albergue de
Ixtepec:
-¿Te sientes diferente a como te sentías antes de migrar?
-Sí, he cambiado, de que a veces las cosas no son como uno las piensa. Se siente bien el

213
saber que alguien me diga que he sido valiente sólo por luchar por mis hijos. Y que ellos me
digan que me extrañan, se siente bien. Aunque no sea fácil para ellos pero siento de que tal
vez un día valoren lo que yo estoy haciendo por ellos. Pues ahí siento de que, sí se siente
uno como que triste, pero al mismo tiempo digo yo “sí puedo”, me siento que he sido
valiente, y que eso hace sentirme bien. He estado con el psicólogo por mi problema, pero él
me ha ayudado mucho porque mi autoestima la traía baja y él me ha ayudado en eso, con
lo que yo viví con mi pareja (Sandra, 1 de septiembre de 2015).

De igual manera, un caso que muestra claramente las habilidades de resilencia que una
persona puede tener para afrontar una situación dolorosa y recuperarse de ella, es el de
Flor, la joven de 20 años que fue obligada a vender droga y atacada sexualmente por los
pandilleros en Honduras. En un principio, Flor se sentía culpable debido al asesinato de un
joven que ella no conocía pero que se percató de la violación sexual de la que fue víctima:
-¿Te has sentido culpable de algo?
-Pues algo así. De la muerte de un chavo que mataron ahí donde yo vivía. Lo mataron
porque él se dio cuenta de lo que me habían hecho, y él, no sé, como que les reclamó. No
sé cómo es que está eso, pero como que les reclamó, se les puso al brinco, no sé. Pero
como a los cuatro días de lo que me hicieron lo mataron, pero yo supongo que por eso lo
han de haber matado, o sea no sabemos quién lo mató ni nada pero después del problema
que hubo, yo creo que fue por eso (Flor, 5 de septiembre de 2015).

Después, con ayuda psicológica, ella ha podido sobreponerse, continuar con su vida y
pensar sobre sus planes a futuro:
-¿Y cómo te has sentido al hablar con una psicóloga?
-Bastante mejor, de hecho yo, me quedaba dormida un rato, y a veces empezaba a soñar, o
sea a recordar cosas. He visto gente que tal vez en una media palabra que digan, estamos
platicando y como que oía cosas: “te van a violar”, “te violaron”, o cosas así, o sea yo como
que me descontrolaba. Me ha servido bastante, me ha ayudado bastante ir con ellos [los
psicólogos]. Y aquí me han ayudado bastante, porque hasta tratamiento, me han comprado
medicamento para poder dormir, para calmar la ansiedad (Flor, 5 de septiembre de 2015).
También dijo sentirse segura, porque los mareros que le hicieron daño no lo volverían a
hacer porque no lograrían llegar al albergue de Ixtepec. Y más adelante recalca que no
quiere regresar a la vida que tuvo mientras fue obligada a vender droga:
-¿Te sientes diferente ahora a cómo te sentías antes de migrar?
-Sí, pues aquí me siento segura porque no van a llegar hasta aquí, y aunque llegaran aquí,
obviamente en el albergue no me van a hacer nada, no me van a tocar ni nada. Y me siento
mejor porque yo podré conseguir un trabajo, poder luchar y ayudar a mi familia.
-¿y cómo te sientes de que tu hermano esté con los mareros?
-Pues, si yo te enseñara... antier me mandaron un mensaje, una imagen, donde me pone mi
otro hermano, el que tiene 18 años: “Mira, este es tu hermano, el menor, tiene más valor
que vos, mierda”. Y en la imagen que me manda sale mi hermano tirándome la mara. Y yo
le mandé un mensaje y le dije: “¿sabes qué?, que Dios los bendiga. Si esa es la vida que
ustedes quieren tener, que Dios los bendiga y los guarde siempre, que yo, a esa vida no
vuelvo”.

214
-¿Y no tienes miedo que ellos te sigan o algo?
-Pues de hecho hay varios de ellos aquí arriba [en México], hay varios de ellos... pero yo
pienso que el país es bastante grande como para que me vayan a encontrar en un lugar o
buscar en otro (Flor, 5 de septiembre de 2015).
Y por último, Flor agrega lo sensible y triste que se siente a veces por recordar a su hija y
por la ansiedad de no tenerla con ella a su lado:
Pos mira, la verdad, la verdad, la mayoría de tiempo que tengo de estar aquí he sido
bastante sensible, bastante frágil, porque cualquier cosa me hace llorar, sinceramente te lo
digo, bastante. Como que me deprimo. Y a veces así de la nada se me vienen recuerdos de
la niña, o así tal vez en el reflejo de algún niño estoy mirando a mi hija, y ya me pongo a
llorar. Yo sé que pronto la voy a tener aquí conmigo. De lo que he luchado y lo que he
esperado en este albergue pienso que voy a poder estar con mi hija (Flor, 5 de septiembre
de 2015).

Es importante notar cómo las mujeres lograron mejorar su estado emocional mientras
estuvieron en el albergue, primero gracias a la ayuda psicológica y, segundo, por la
seguridad que el mismo lugar les genera. Así pues, mientras estaban en proceso de tramitar
o recibir su visa humanitaria o el refugio, ellas tuvieron tiempo para meditar sobre sus metas
y sueños, a pesar del estrés, la ansiedad y depresión que ellas pudieran tener. Entre los
sueños que estas mujeres tenían, destacaba el de llegar a Estados Unidos y poder
conseguir un trabajo, como Norma, quien anhelaba estar con su hija en ese país. En ese
mismo sentido, hay mujeres que deseaban reunificarse con algún familiar, tal como lo quería
Ceci: ella tenía más claridad sobre lo que quería para su futuro, eso incluía estar en Los
Ángeles con su mamá, pero también esperaba poder recuperar a su hija antes de viajar a
Estados Unidos. Así me lo dijo entre lágrimas:
Mi sueño es estar con mi mamá69... Yo tenía como ocho años cuando mi mamá se fue70...y
a la vez siento que no quisiera que eso pasara con mi hija 71... Entonces mi sueño sí es estar
con mi mamá y con mi hija, que es lo que más amo en mi vida72.
Yo si primero Dios llego a Los Ángeles, yo voy a llegar donde mi mamá, [...] pero primero
quiero ver si me puedo traer a mi hija, porque mi hija se quedó allá, con la abuela de parte
del papá. [...] me están diciendo que vaya a la embajada de El Salvador, en México, y que
ahí, lleve e pasaporte de ella y el mio, como ya tengo la credencial, entonces que les diga
que yo quiero venir a México, aquí otra vuelta, y que quiero traerme a mi hija conmigo. Tal
vez ahí me pueden ayudar. [...] a unos cinco años, mi futuro es tener mi casa, comprar todo
lo necesario para mi hija y para mi. Y estar junto con mi hija siempre (Ceci, 15 de abril de
2015)

69 Comenzó a llorar. Hubo una pausa de 19 segundos.


70 La voz comienza a quebrarse. Otra pausa de 9 segundos. Se quita las lágrimas con los dedos
71 Otra pausa de 10 segundos
72 La voz quebrada y pausa de 18 segundos, le ofrezco papel para que se limpie las lágrimas.

215
En otros casos, como el de Janeth, el destino también era Estados Unidos, pero en caso de
que no lograra llegar, buscaría un sitio donde pudiera establecerse en México y trabajar:
Mi sueño es ir a Estados Unidos y trabajar un poco, sólo un tiempo porque no deseo
quedarme allá. Pienso regresar no exactamente a Honduras, será a otro lado pero donde
haya menos peligro, no a Honduras, será a otra parte, por que de hecho mis hijos se van a
salir de ahí también. Donde haya menos peligro (Janeth, 4 de septiembre de 2015).

Las mujeres que no tenían algún familiar que les pudiera ayudar en Estados Unidos dijeron
que su meta era llegar “hasta donde Dios quiera, si él me lo permite y me presta vida. Igual
quisiera quedarme en D. F., y trabajar ahí, me dijo Karo. En ese sentido, a falta de redes
sociales que les apoyaran, algunas mujeres buscarían en un lugar donde pudieran trabajar.
Doña Mari, por ejemplo, dijo:
-Pues la mera verdad que a donde consiga un buen trabajo. Si es aquí pues... por eso
estamos arreglando papeles pa' que nos puedan ayudar con trabajo, porque esa es la
misión de nosotros: trabajar aquí mismo para ir a ver si me traigo a mis hijos.
-Ahora sí que ¿el “sueño americano”...?
-No, la mera verdad no porque corre muchos riesgos uno, y como le digo, ya que aquí le dan
la oportunidad pa' que arregle papeles pues la voy a aprovechar porque quiero trabajar aquí
en México. Y quiero ver si me ayudan con mis hijos, pa' poderme traer aunque sea a los
pequeños. Y a mi mamá también porque corre peligro. Mi sueño es de triunfar, sacar a mis
hijos adelante. Quiero tener una casa porque no tengo dónde vivir, lo poquito que tenía,
pues me lo quitaron. Y ahora lo que tengo es nada. Lo único que le agradezco a Dios es que
me ha dado fuerzas para sobrevivir porque lo que me ha pasado no es fácil (Mari, 15 de
abril de 2015).

Puede verse entonces que dentro de sus proyectos las mujeres siempre contemplan a sus
hijos, ya sea que quieran reunificarse con ellos en México, o dándoles un “futuro mejor”, para
lo que es necesario contar con un trabajo. Al respecto Sandra me comentó:
-¿Qué esperas de ti y cómo te ves en un futuro?
-Pues sólo quiero realizar mi sueño que es ayudarles a estudiar [a sus hijos] hasta donde
ellos quieran. Mi hija ya se va a matricular de la universidad y eso hace sentir mejor para
que pueda echarle más ganas.
-¿Y qué esperas del resto del camino?
-Pues que quisiera llegar a Estados Unidos, no ahorita pero sí un día yo tuviera la
oportunidad me iría para allá. Pero por ahora, aquí en México. Siento que voy a llegar sin
problemas ya con mi papel, aunque no me den refugio pero me van a dar un oficio de
salida, y con eso yo voy llegar. Lo que quiero es llegar y trabajar muy duro, poderles ayudar
a mis hijos. Encontrar un trabajo y hasta donde yo pueda trabajar para poder ayudarles,
porque mis hijos dependen de mí, nadie más les va a ayudar, sólo yo (Sandra, 1 de
septiembre de 2015).

Dentro de sus planes también estaban aquellas cosas que quería para sí misma: “Pues
quisiera que mi autoestima estuviera súper alta, para superar todo eso. Ser otra persona, ya

216
no ser la misma. Quisiera terminar de estudiar, sacar una carrera, la que más me guste y
meterme a estudiar el inglés”, me dijo.

Un testimonio interesante, sobre el tema de la búsqueda de un buen futuro, fue el de la


señora Yasmina, quien ya tenía experiencia migratoria desde que el Huracán Mitch destruyó
su casa en 1998 y tuvo que salir de Honduras hacia Texas en Estados Unidos: “ Para arriba
me voy cada año dos meses y me regreso cada siete años”, me dijo. Asimismo, ella cuenta
con un lugar donde vivir, además de un negocio de ropa y, según me explicó, también
estaba por pedir su residencia en ese país: “Mis sueños son, ver crecidos a mis nietos,
conocer si Dios me lo permite a mis bisnietos, y que me vaya bien, poder trabajar todavía y
poderles dar lo que ellos necesiten, a los que no tienen. Tener mi casa, vivir bien en mi casa
con mis hijas y mi mamá”, me dijo. Sin embargo, debido a su edad, la expectativa de su
futuro fue la siguiente:
Pues me miro viejita con nietos, bisnietos, tataranietos. Con tres nietos que tengo esperanza
que me van a cuidar ellos, con Lizzi, que va ser la que se va hacer cargo de mi, platico con
ella. Ella piensa que todos me van a recoger cuando yo esté grande y ya no pueda valerme
por mí misma. Pero mientras pueda le echo ganas y no les doy carga a mis hijas. Me veo en
un futuro muy bisabuela. Empantalonada todavía73 (Yasmina, 2 de septiembre de 2015).

Por último, está el testimonio de Flor: la expectativa que tenía de su futuro a corto plazo era
poder establecerse en algún lugar, empezar a trabajar y traer a su hija de Honduras.
Asimismo, después me comentó lo que cambiaría de su vida si tuviera la oportunidad y
agregó al final cuáles eran sus sueños:
-¿Qué esperas de ti y qué esperas en un futuro?
-Pues yo lo único que espero ahorita es sacar mis papeles, y no sé cómo pero yo tengo que
moverme para un estado más hacia arriba, seguir pa'lante, estabilizarme en un lugar para
poder pelear a mi hija, porque para eso debo de tener recursos para poder traérmela, tengo
que estar bien ubicada y encontrar un buen trabajo, y eso es lo que pienso hacer.
-¿Si pudieras cambiar algo de lo que te pasó qué sería?
-Creo que cambiaría desde que me empezaron a obligar a vender drogas, desde ahí. De
aquí no cambiaría nada, porque gracias a Dios ya tengo mis papeles y me fue bien. No sufrí
en el camino, sí sufrí en el aspecto de que caminé mucho y eso, pero no me lastimaron.
-¿Cuáles son tus sueños?
-Pues mira, mis sueños y mis anhelos siempre fueron y van a ser y van a seguir siendo y yo
sé que, primero Dios, los voy a cumplir, mi sueño era tener una niña. Gracias a Dios ya la
tengo, sacarla adelante, darle lo mejor que pueda, hacer que termine sus estudios, yo con
mucho gusto los hubiera hecho si mis padres hubieran tenido oportunidad, pero
lastimosamente no se pudo. Mi sueño es ver a mi hija crecer, sin que nadie me la lastime,

73 Suelta una risa, “ja, ja”.

217
pero más que todo, tenerla aquí, hacerle su casa, darle todo lo que ella se merece, porque
eso es todo lo que necesita (Flor, 5 de septiembre de 2015).

Flor quiso hablar conmigo porque Goretti, una voluntaria, le pidió que lo hiciera, ya que su
historia es muy impactante y conmovedora. A pesar de narrarme un poco de sus amargas
experiencias, durante toda la entrevista ella no lloró, y de hecho, me comentó que ya no
quería volver a llorar, “de hecho si tocas mis manos, estoy temblando”, me dijo. Por tal
motivo, en algún punto de nuestra conversación me pidió que no siguiéramos hablando de
su pasado. En resumen, llorar ya no estaba en su mentalidad porque si lo hacía otra vez, se
volvería a deprimir, a estar acostada en una cama, sin querer ver a nadie. Me dijo que ya
quería ser una persona diferente, porque la tenían controlada con medicamento. Por eso
tampoco no quiso profundizar sobre su experiencia, y yo tampoco quise insistir,
precisamente porque no quería generar conflictos emocionales en ella y hacerla retroceder
en su proceso de sanación.

Un día, hablé por teléfono con Jeni, una chica salvadoreña que conocí en el albergue, que
además era amiga de Flor. Después de platicarme dónde estaba viviendo y que también
estaba embarazada , me preguntó si sabía dónde o cómo podría localizar a Flor, pues no
sabía nada de ella y tampoco se había contactado ni por Facebook. ¿Dónde está ahora?
¿Habrá logrado recuperar a su hija? ¿Habrá cumplido sus sueños?

También esas preguntas me hice a mi misma después de regresar del albergue y saber que
las mujeres que conocí habían seguido su camino. Gracias a las redes sociales digitales
como Facebook he podido contactarme con algunas de ellas, y he logrado enterarme que la
mayoría ha podido cumplir su meta de llegar a Estados Unidos. Algunas están en Miami,
Florida y otras en Houston, Texas. Las que no han podido cruzar la frontera norte de México,
se encuentran trabajando en Monterrey o Tijuana.

218
Conclusiones

Después de todo lo reflexionado en este trabajo, queda claro que la migración


centroamericana es un fenómeno social complejo que sigue en constantes
transformaciones, de las cuales, aquí hablé sobre algunas de ellas. Así, es menester hacer
una rápida remembranza sobre varios puntos que traté a lo largo de mi estudio sobre tal
tema.
Vale decir primero que la transmigración centroamericana -o el flujo de personas en tránsito,
como se le suele decir- forma parte de los otros tipos de movilidad humana que se llevan a
cabo en la frontera de México con Guatemala. Es decir, además de los transmigrantes, se
encuentran las migraciones de trabajadores fronterizos o regionales, las movilidades de
residentes y visitantes locales, entre otros. Estas formas de migración temporal o
estacionaria cuentan con una larga trayectoria. Sin embargo, a estos flujos migratorios, se le
sumaron los que vienen no sólo de Guatemala, sino también de Honduras, El Salvador, y en
menor medida de Nicaragua, es decir, la transmigración, cuya presencia se hace cada vez
más evidente.
Los principales factores que motivan la transmigración de las personas centroamericanas
son, principalmente, los contextos económicos, la pobreza y el desempleo, así como la
violencia en muchos sentidos; por ejemplo la violencia social, la represión de la protesta, la
inseguridad, las pandillas, etc.; además de la violencia sexual y la doméstica para el caso de
las mujeres; o también la migración se debe a otras situaciones como las de desastres
naturales. Sin embargo, actualmente las razones de la transmigración ya no pueden
encasillarse solamente a uno o varios de los factores ya mencionados, sino por el contrario,
cada vez estos son más diversos, y por eso es necesario entender los contextos de origen
en el que se desenvuelve la persona migrante, además de su biografía o historia de vida.

El tránsito por México de las personas migrantes centroamericanas es un hecho social que
evidencia problemas de violencia, desigualdad y la irresponsabilidad del Estado mexicano en
garantizarle sus derechos humanos. Esto es así, porque la construcción histórica, cultural y
social de la (i)legalidad, ocasiona que los y las migrantes que se internan en México por la
frontera sur de manera no autorizada, sean percibidos como criminales, sin considerar que,
ante cualquier condición migratoria en la que se encuentren, son seres humanos

219
vulnerables.
En ese sentido, este trabajo tuvo como eje central la discusión entorno a la categoría de
vulnerabilidad. Expliqué cómo dicha categoría no sólo es una cualidad inherente en el ser
humano y se hace inmediata con la simple copresencia corporal y la interacción con una
otredad, sino que también se entreteje de muchos otros elementos. Uno de sus principales
componentes es el de la asimetría, es decir, que la vulnerabilidad no es igualmente
distribuida entre todas las personas, todos los grupos, poblaciones, etc.
Asimismo, en la relación dialéctica del yo con el otro se encuentra la mediación de marcos
morales o de significación que guían el comportamiento del yo hacia con la otredad. Así,
desde cada subjetividad, el yo siempre se pensará a sí mismo como más vulnerable frente a
la presencia del otro. Pero tal como lo desarrollé en el apartado teórico, hay marcadores
sociales que posicionan a las personas en una jerarquía llamada “humanidad”. Esos
marcadores son la raza, el género, y la ciudadanía. Sin embargo, no hay que descartar otras
categorías que pueden entrar en el análisis sobre la vulnerabilidad.
Los marcadores sociales hacen vulnerables a las mujeres migrantes centroamericanas que
pasan por México, y por lo tanto, en las relaciones sociales existentes en el fenómeno de la
migración prevalece una ética de la violencia que se sustenta en la sub-ontologización de la
otredad – o sea la mujer migrante- que consiste en su inferiorización por ser mujeres no
ciudadanas que, además están atravesadas por un ideal de raza. Como resultado, se les
asigna un bajo o nulo grado de humanidad, lo cual permite violentarlas y obtener beneficios
de esa deshumanización, que además se nutre de elementos de criminalización y
culpabilidad hacia las personas vulnerables, factores clave para justificar esa misma
violencia.
La construcción del imaginario social entorno a la figura de la mujer migrante
centroamericana y las formas de violencia hacia ella, encuentra su engranaje con discursos
y normativas “éticas” que se presentan como coherentes. Uno de ellos es el discurso del
colonialismo en sus diferentes vertientes violentas (explotación, esclavismo y muerte); otro
es el discurso patriarcal que exacerba la diferencia anatómica hasta el punto de incrementar
la desigualdad y la violencia de género; y por último, también del discurso del mundo
moderno, globalizado y capitalista, concretamente cuando se trata de los Estados-Nación,
de las fronteras geopolíticas y la ciudadanía que, paradójicamente, excluyen a los más

220
empobrecidos, racializados, violentados y marginados, a aquellos cuerpos periféricos que no
tienen cabida en un mundo globalizado, el cual suponía una “apertura” en todos los ámbitos,
pero que, no obstante, pareciera ser que esa apertura sólo se dio para el capital y no en las
fronteras.

Como bien lo expuse en el tercer apartado, las diferentes formas de violencia que sufren las
mujeres migrantes centroamericanas durante su tránsito por México, se expresan en la
realidad por medio de prácticas que van desde las discriminatorias basadas en el racismo, la
xenofobia y el sexismo, hasta aquellas más inhumanas, como los asaltos, secuestros y
violaciones sexuales. Dichos actos de violencia no son cometidos por los mismos grupos
delictivos y, de hecho, tampoco es la misma violencia en diferentes contextos geográficos y
temporales. Es por eso que considero que el grado de vulnerabilidad depende
estrechamente con el espacio geográfico y social en el que las mujeres centroamericanas en
tránsito se encuentren. O sea, mientras hacían su recorrido de la frontera sur de México,
hasta Ixtepec en el estado de Oaxaca, eran sumamente vulnerables a los riesgos físicos y
de violencia, pero al llegar al albergue “Hermanos en el Camino” su vulnerabilidad se redujo,
más no desapareció.

De igual manera, es necesario recordar que hay estudios sobre el tema de la migración
centroamericana, especializados en tratarlo desde un enfoque de género, donde se
menciona que la lógica migratoria de algunas mujeres migrantes es relativamente distinta de
la migración encabezada por los varones. Esto es, existen mujeres que no necesariamente
transitan por las rutas migratorias más conocidas –como la que sigue las vías del ferrocarril y
que pasa por la mayoría de los albergues en México- sino que toman caminos más
“escondidos”, además de que cuentan con estrategias relacionadas con el uso de
documentación falsa y de otros medios de trasporte ajenos al tren.
En relación con lo anterior, y en lo que respecta a los testimonios de las mujeres migrantes
centroamericanas que logré obtener, la dinámica migratoria que siguieron es, en algunos
aspectos, diferente a la que mencioné en el párrafo anterior. En síntesis, estas mujeres
tenían formas de movilizarse por México parecidas a las que se encuentran en la migración
“tradicional“, que es seguida principalmente por hombres. Sin embargo, es posible hacer
varios contrastes entre las características de la migración que describí teóricamente y la
migración que observé en mi trabajo de campo. El primero de ellos se relaciona con los
221
cambios en la ruta migratoria, sobre todo a raíz de la aparición del Plan Frontera Sur en julio
de 2014. Se dice que las consecuencias de implementar dicho plan son que las personas
migrantes han sido orilladas a viajar menos en tren y caminar por más días, alargando el
tiempo del viaje: de unas cuantas horas a siete días o hasta 20 días o más, para recorrer
Chiapas y Oaxaca hasta el albergue de Chauites o Ixtepec. De igual forma, de acuerdo con
las entrevistas de las personas que ya tenían al menos una experiencia de tránsito por
México, pude concluir que también han habido cambios en la transmigración
centroamericana desde hace aproximadamente 6 o 7 años, ya que según las palabras de
aquellas personas, el pasar por México se ha vuelto cada vez más difícil por la violencia y la
presencia cada vez mayor de agentes de Migración y policías, cuyo único objetivo es
perseguirlos hasta lograr atraparlos para deportarlos a su país de origen.
Otro aspecto es el tema de las redes sociales, las cuales son muy tenues a pesar de que la
mayoría señaló tener un familiar en Estados Unidos que sólo les ayudaría con el pago del
coyote para cruzar la frontera norte de México y con el trabajo en el lugar de destino. De
igual manera algunas personas migrantes dijeron haber recibido ayuda de esos familiares
con el envío de remesas durante su estancia en el albergue.
Asimismo, una de las principales estrategias que las personas migrantes utilizaron en su
viaje, aunque haya sido su primer intento de pasar por México, es el hecho de viajar en
grupo, por lo menos hasta el albergue de Ixtepec. También utilizaron la estrategia de pedir
indicaciones a los lugareños, o en todo caso, siempre estar cerca de las vías de tren y
caminar junto a ellas.
En cuanto a la información sobre los caminos y riesgos de pasar por México, por lo regular
ellas y ellos lo escucharon de alguien que conocían en su país, o de los compañeros con los
que viajaron o de las personas que se encontraron en el camino, así como de lugareños que
les informaban qué rumbo podían seguir. En síntesis, las mujeres migrantes obtuvieron muy
poca información de sus familiares, pero gracias a los lazos de fraternidad y solidaridad que
se crean entre aquellos y aquellas que viajan en grupo, ellas pudieron saber qué caminos
podían tomar para evitar riesgos lo más posible.
Por último, la ruta que siguieron las mujeres migrantes centroamericanas estuvo
condicionada por los retenes que debían esquivar y las casetas migratorias que tenían que
rodear internándose en los montes. Esto implicó para ellas tener la capacidad para combinar

222
el uso de medios de transporte, como combis o taxis, así como también recorrer a pie, y
cerca de las vías, algunos tramos de la ruta, hasta lograr llegar al albergue en Ixtepec.
Una de las ventajas de haber llegado a dicho albergue es que pudieron regular su situación
migratoria, logrando obtener la Tarjeta de Visitante por Razones Humanitarias. Una
herramienta de vital importancia para continuar con el resto del camino.
Algo que resultó relevante de mi investigación es lo que tiene relación con una ética
responsable hacia la otredad, cuya expresión fue muy visible con la labor que hacen los y las
voluntarias en el albergue “Hermanos en el camino”, ya que atienden al llamado de la
vulnerabilidad de las personas migrantes, brindándoles apoyo y servicio humanitario,
anteponiendo las necesidades de las mujeres, hombres y niños sobre sus propios intereses.
También, esa apertura hacia las y los migrantes les generó cambios a sí mismos, de tal
forma que se re-definieron para compartir, dialogar y ser solidarios con las personas en
tránsito.

Para terminar, de acuerdo con los testimonios que mostré a lo largo de la última parte de mi
trabajo, pude construir una narrativa de –y para- las mujeres migrantes centroamericanas, la
cual está construida a parir de los siguientes factores:
1) Son mujeres migrantes en situación de vulnerabilidad mientras están en tránsito por
México, primero porque son susceptibles a padecer riesgos físicos y de violencia. Y
Segundo, también ellas se asumieron como vulnerables en comparación con los
hombres, porque son los principales sujetos que las violentan, tanto desconocidos como
sus compañeros de viaje. Asimismo, el imaginario que tienen sobre el hecho de migrar
es, que es algo que implica mucho sufrimiento, pero es necesario hacerlo para
garantizar el bienestar de sus hijos.
2) Son mujeres jefas de familia y madres solteras que se quedaron a cargo de sus hijos, de
sus padres, madres, hermanos o hermanas, por lo que asumen dos roles: el de la
maternidad y el de ser proveedoras. Estos dos roles entran en contradicción cuando se
confrontan a sí mismas como culpables por haber abandonado a sus hijos, faltando a su
deber de ser madres, pero de igual forma, son conscientes de que es algo que tuvieron
que hacer para poder sostener económicamente a sus hijos. Como resultado de este
conflicto, algunas de las mujeres que entrevisté se sentían temerosas de perder el cariño
de sus hijos y que no entendieran el porqué sus mamás se fueron tan lejos. En ese
223
sentido, hay un doble aspecto en la maternidad de estas mujeres: por un lado, es un
privilegio el hecho de ser madres y una bendición poder amar a sus hijos, pero por otro
lado, significa también sacrificio, dolor, sufrimiento y culpabilidad por haberlos
abandonado. Esto último se hizo manifiesto al momento de algunas entrevistas, sobre
todo cuando ellas comenzaban a llorar por hablar de sus hijos.
3) Son mujeres creyentes en un Dios sobre el que tienen mucha fe y tienen la certeza de
que siempre ha cuidado de ellas, ya que gracias a él han podido llegar con bien al
albergue, a pesar de las “pruebas” que les puso en el camino para poder lograrlo, y que
con su ayuda podrán alcanzar sus metas y cumplir sus promesas. Y por último,
4) Son mujeres que en su mentalidad cuentan con fortalezas que se relacionan con el amor
a sus hijos, a Dios y lo que quieren para su futuro. En este sentido, la resilencia fue un
elemento central en ellas a la hora de reflexionar sobre sí mismas y sobre lo que harían
después de tener su visa humanitaria. Esto fue posible porque las emociones que
sentían antes de migrar, en el momento del tránsito y cuando se encontraban en el
albergue, se modificaron. Es decir, la mayoría de ellas dijeron haberse sentido diferentes
–y mucho mejor- en comparación cuando iniciaron su viaje.

Además de lo que ya mencioné, tampoco debe olvidarse otro tipo de solidaridades y ayudas
en el camino como la que realizan Las Patronas en Veracruz; y recientemente la iniciativa de
política migratoria del grupo FM4 Paso Libre, conformado por estudiantes y académicos de
la Universidad de Guadalajara, así como de activistas, padres y madres de familia, entre
otros. De igual forma, hay acciones colectivas y movilizaciones sociales como el Viacrucis
del Migrante y la Caravana de Madres de Migrantes desaparecidos, que anualmente realizan
marchas en busca, no sólo de hacer un llamado y de visibilizar las violencias en contra de
las personas migrantes, sino también para exigir el derecho al libre tránsito, al de recuperar
a sus hijos o familiares desaparecidos y al derecho a la vida libre de violencia. Todo esto son
apuestas por humanizar y sensibilizar sobre el tema de la migración, dar a conocer sus
complejidades, adversidades, la violación de derechos humanos, pero también sobre las
voces y sentires de las mujeres, de los hombres, de los menores migrantes, etc., que están
en tránsito por México, lo que refleja que no todo está dicho sobre la migración
centroamericana.

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Entrevistas propias

Fecha Nombre Nacionalidad Hora Duración

1 13 de abril de 2015 Doris Honduras 13'46'27 19 m 08 s


2 “Mari” Honduras 10'03'22 22 m 27 s
3 15 de abril de 2015 Norma El Salvador 11'43'41 19 m 33 s
4 Ceci El Salvador 12'05'41 25 m 24 s
5 Karo Nicargua 13'33'23 33 m 52 s
6 1 de septiembre de 2015 “Sandra” Honduras 11'31'17 43 m 28 s
7 Moisés Honduras 10’34’57 38 m 05 s
8 2 de septiembre de 2015 Alex Honduras 11’45’47 1 h 08 m 33 s
9 Yasmina Honduras 14'45'16 59 m 19 s
10 3 de septiembre de 2015 Denise Honduras 18’04’00 1 h 10 m 14 s
11 Yajaira Honduras 10'45'33 29 m 47 s
4 de septiembre de 2015
12 “Janeth” Honduras 13'59'07 1 h 05 m 33 s
13 5 de septiembre de 2015 Flor Honduras 13'24'41 42 m 50 s
14 8 de septiembre de 2015 Jeni El Salvador 11'35'52 52 m 54 s
15 9 de septiembre de 2015 Miguel México 12’29’53 1 h 00 m 46 s

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