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Lectura 8
3. La inaudita pretensión de Cristo.
“Fuera de Cristo no sabemos quién es Dios, qué son la vida y la muerte y
quiénes somos nosotros mismos”
(Blaise Pascal)
Testimonios paganos:
Plinio “el Joven” (62 -113) era gobernador de la provincia romana de Bitinia (hoy
Turquía), le escribe una carta al emperador Trajano explicándole la situación con
los creyentes en Cristo y le pregunta cómo debe actuar en con ellos. En la carta se
lee: “(dijeron) que acostumbraban reunirse al amanecer y canta un himno a Cristo,
como a un Dios”
Cornelio Tácito (54-119) escribe el incendio de Roma y hablado de los cristianos
dice: “Para suprimir (Nerón) los rumores (de que él había incendiado Roma),
falsamente acusó y castigó con torturas a los llamados cristianos, nombre que
toman de un tal Cristo, que en época de Tiberio fue ajusticiado por Poncio Pilato,
procurador de Judea durante el reinado de Tiberio. Reprimida por el momento, la
fatal superstición irrumpió de nuevo, no sólo en Judea, de donde proviene el mal,
sino también en la metrópoli (Roma)” (Anales 15,44)
Suetonio, escribe: “Expulsó de Roma a los judíos, autores de continuas revueltas
bajo la instigación de Cristo” (Vida de Claudio, 25,4)
Luciano de Samosata (120-180) es filósofo y autor de sátira, que escribiendo un
texto irónico contra los cristianos dice: “adoran a un hombre que fue crucificado
en Palestina por introducir un nuevo culto en el mundo”… “De hecho, estos
desventurados estaban convencidos de que serían inmortales y vivirían por toda la
eternidad y en base a ello desprecian la muerte y la mayor parte de ellos se
entregan conscientemente a la muerte. Además, su primer legislador les convenció
de que son todos hermanos entre sí una vez que tras haber rehusado venerar a los
dioses griegos se postran ante aquel mismo sofista que fue crucificado y viven de
acuerdo a sus normas” (La muerte del peregrino, 11, 13)
Testimonios Judíos:
Los grades rabinos del Talmud (70 -500)
El Talmud de Babilonia, en Sanedrín 43, habla de la crucifixión de Jesús en Pascua,
por estar acusado de práctica de brujería y fomentar la apostasía judía, “La
víspera de la Pascua ha sido colgado Jesús de Nazaret. Durante cuarenta días un
pregonero ha ido gritando delante de él: Debe ser apedreado, porque ha ejercido la
magia, ha seducido a Israel y lo ha arrastrado a la apostasía. El que tenga algo que
decir para justificarle, que venga a hacerlo constar… pero nadie se presentó a
justificarle, y se le colgó la víspera de Pascua”
Además de todos estos testimonios, tenemos los aportados por los primeros
cristianos, que se encuentran escritos en los evangelios y que tienen gran
coincidencia en los datos historiográficos de la época.
Como te darás cuenta la historicidad de Jesús de Nazaret se encuentra muy bien
sustentada, no es un mito, su historia se puede localizar y datar; hoy en día ningún
estudioso serio en la materia, pone en duda la existencia real de Jesús.
Jesús verdaderamente murió en la cruz, fue sepultado pero por virtud divina su
cuerpo fue preservado de la corrupción. Al tercer día resucita de entre los
muertos, este acontecimiento es verificado y atestiguado mediante signos y
testimonios. Jesús resucitó, venció la muerte y Dios le dio una vida nueva.
Imagina lo que sucedió en esos momentos, cuando aquellos hombres y mujeres que
vieron morir a Jesús en la Cruz, lo vieron ser sepultado, estaban atemorizados,
escondidos por miedo que ellos pudieran correr la misma suerte que su maestro; al
tercer día cuando algunas mujeres fueron al sepulcro, se dan cuenta que el
sepulcro está vacío y aún más, encontrarse con Él vivo. El mismo que vieron morir
en la Cruz está ahora presente ante ellos, mostrándoles las manos y los pies con las
marcas de los clavos y el costado que había sido traspasado; eso tuvo que ser un
momento de gran confusión entre la alegría de verle y su incredulidad. Es el
encuentro con el resucitado lo que lleva a estos hombre y mujeres a proclamar
¡Jesús es el Señor! Siendo capaces de dar la vida por defender esta verdad. Bien
sabemos que nadie da la vida por algo que sabe que no es verdad.
Jesús resucita con su mismo cuerpo el cual conserva las marcas de su Pasión, pero
este cuerpo es ahora glorioso, participa de la vida divina, manifestando cualidades
particulares poco comprensibles para nosotros en este momento, pero que sin
embargo quienes le vieron dieron testimonio de esto, Jesús resucitado es
soberanamente libre de aparecer a sus discípulos donde quiere y bajo diversas
apariencias, puede ser reconocido o no, según Él lo permita. Pero también se habla
que pide de comer, que puede ser tocado, tiene una corporeidad con propiedades
gloriosas (no es fácil de entender para nosotros que nuestro cuerpo está limitado
por el tiempo y el espacio).
La Resurrección de Jesús confirma que todo cuanto hizo y enseñó es la realización
de las promesas de Dios en favor de los hombres. Él sale libre y vencedor del
pecado y de la muerte. Por su vida muerte y resurrección somos justificados y
resucitaremos al final de los tiempos.
Jesús es Dios (cfr Rom 9,5), Jesús dice: “Yo soy la resurrección. El que cree en mí,
aunque muera, vivirá” (Jn 11, 25) solo Dios puede decir esto. En otro pasaje de la
escritura Jesús dice: “Ahora, Padre, dame junto a Ti la misma Gloria que tenía a tu
lado antes que comenzara el mundo” (Jn 17,5) y aún más, Jesús anticipa: “Cuando
hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy” (Jn 8,28) está
hablado de su pasión, muerte y resurrección, entonces reconocerán que
verdaderamente es el “Yo Soy” (Dios). Jesucristo es Dios hecho hombre por amor,
para salvarlo del pecado y la muerte y enseñarle a vivir plenamente.
Lectura 9
“Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido
bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, para que recibieran su
filiación adoptiva”
(Gal 4,4-5)
Jesucristo nace de mujer, la Virgen María; pero ¿quién es esta mujer y cuál es su
misión dentro de la misión de Cristo? De esto hablaremos de manera breve.
Cuando en el paraíso el hombre desobedece a Dios, en ese momento Dios sentencia
a la serpiente (el demonio) y le advierte que enemistad pondrá entre él y la mujer,
entre su descendencia y la de él y además le dice que Ella le aplastará la cabeza
mientras él hiere su talón (cf Gen 3, 14-16), desde ese momento Dios está
anunciando la venida del Salvador y nacido de mujer.
María es esa mujer de la que nace el Salvador. En ocasiones se tiende a caer en
extremos para hablar de la misión de María, por un lado hay quienes llevados por el
sentimiento, como nos dice Sayés (1996) llegan a la exageración infundada, y por
otro lado hay quienes llegan a mirar a María como un añadido del que se puede
prescindir y que además distorsiona la única mediación de Cristo, ambas posturas
no dan el verdadero lugar que le corresponde a María.
Conozcamos a María.
María es introducida en el misterio de Cristo en el acontecimiento de la
anunciación, (un ángel se aparece a María y le anuncia que será la madre del
Salvador) esto ocurre en un pueblo llamado Nazaret. El ángel la saluda llamándola
“llena de gracia” (Kejaritoméne), la llama así como si éste fuera su verdadero
nombre. En el Nuevo Testamento cuando se habla de “gracia” significa un don
especial que tiene su origen en Dios mismo, en el Dios que es Amor y como fruto de
este amor viene la elección, esta elección consiste en que Dios ha querido salvarnos
a través de la participación de su misma vida en Cristo, Dios quiere que el hombre
sea partícipe de su misma vida divina. En este contexto la expresión “llena de
gracia” se refiere ante todo a la elección de María como madre del Hijo de Dios.
Indicando, que esta elección de María es un regalo especial para Ella porque ha
sido elegida para ser la madre de Cristo, la madre de Aquel por medio del cual toda
la humanidad gozará de la Salvación, gozará de la misma vida divina. Por ello el
ángel le dice “no temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a
concebir en el seno y vas a dar a luz un Hijo, a quien le pondrás el nombre de Jesús.
El será grande y será llamado Hijo del altísimo” (Lc 1, 30-32). María es la “llena de
gracia” en ella Dios se hace hombre, en ella se realiza la unión hipostática del Hijo
de Dios con la naturaleza humana. (Cf Redemptoris Mater 8-9).
Los seres humanos amamos a nuestra madre, piensa en lo que Jesucristo siendo
Dios y hombre verdadero, ama a su madre. Por ello no temamos de acercarnos a
ella con amor y respeto.
Jesús estando en la cruz, nos la entrega como madre “Mujer, ahí tienes a tu hijo”
(Jn 19,26), hagamos un paréntesis aquí, -observa que Jesús estando en la cruz se
refiere a María llamándola “mujer”, en otras ocasiones ya se había referido a ella
de este modo; recuerdas que al inicio se habló del momento en el que Dios promete
un salvador, dice “nacido de mujer”, estaba hablando de la madre del salvador,
María es esa “mujer” que Dios preparó para ser la madre de su Hijo, en la sagradas
escrituras nada está de más, cada dato es importante – bien, continuemos, nos
quedamos en que Jesús en la cruz nos entrega a su madre, si somos llamados a ser
hijos adoptivos del Padre (Dios) por medio del Hijo de Dios (Jesucristo), entonces
al unirnos a Cristo estamos siendo llamados hijos de María la madre del Hijo de
Dios. María es nuestra madre y quiere a todos sus hijos (nosotros) unidos en el
Hijo de Dios (Jesucristo) para que gocemos eternamente de la gloria de Dios.
María es nuestro modelo, ella confía plenamente en Dios, aun en los momentos más
difíciles cree y espera en Dios. Ella encierra el espíritu de los anawin (hombres y
mujeres del AT, que ante todo esperaban en Dios, eran los sencillos y humildes, los
mendigos de Dios). Las circunstancias en las que se presenta su maternidad
representan un riesgo para su vida (pudo ser apedreada hasta la muerte) sin
embargo ella cree y confía en Dios. Su prima Isabel le dice “Dichosa tú, porque has
creído” (Lc 1, 45). María es modelo de fe y confianza en Dios.
María intercede y ora, ella siempre está pendiente de las necesidades de sus hijos
y las presenta ante su Hijo, solo Dios tiene el poder para rescatar al hombre de sus
angustias y necesidades. Tal y como los hizo en las bodas de Caná, cuando ella se da
cuenta que los novios se había quedado sin vino y le expone a su Hijo lo que estaba
sucediendo, en medio de esta situación María la única indicación que da es: “Hagan
lo que Él les diga” (Jn 1, 5), ella sabe que único que tiene poder para actuar en
favor de los hombres es su Hijo. Ella continúa intercediendo por todos sus hijos
desde el cielo.
María, modelo de la Iglesia, el sábado después de la crucifixión de Jesús, se
mantuvo fiel, en espera de que las promesas de Dios se cumplieran, por esos la
Iglesia celebra a María el sábado, ya que en ese sábado santo un día antes de la
Resurrección, no había más fe en la Iglesia que la de María, nos explica Sayés
(1996).
Concluyendo nos damos cuenta que María tiene un lugar especial en la misión de
Cristo, ella ha sido elegida por Dios y ella correspondió con un “Sí” a Dios,
libremente aceptó la voluntad de Dios, sometiéndose al plan de salvación que, Él,
tenía dispuesto desde la eternidad. Por lo tanto María no es una diosa, es una
creatura de Dios, hija de Dios en el Hijo de Dios, “llena de gracia” por designio
divino. El culto a María es un culto de veneración especial llamado hiperdulía por
ser la madre de Jesús, a los ángeles y a los santos el culto que se les rinde es de
dulía. Por lo tanto a María no se le da culto de latría (adoración) que solo es
reservado para Dios, se le da culto de veneración. Debemos amar a María con un
amor filial (de hijo), San Ambrosio decía: “La madre de mi Dios es mi madre”.
La devoción a María debe llevar al creyente a imitarla en sus virtudes: fe,
confianza en Dios, sometimiento a la voluntad de Dios, caridad, humildad, etc.
María es camino seguro al encuentro con Jesucristo.
La siguiente oración, es recitada por la Iglesia desde el siglo III y sigue
recitándose hasta nuestros días, pidiendo la protección de María:
Bajo tu amparo nos acogemos,
santa madre de Dios.
No desoigas la oración
de tus hijos necesitados.
Líbranos de todo peligro,
Virgen gloriosa y bendita.
Lectura 10
3.3 Dios Uno y Trino.
“El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su
sombra; por eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios”
(Lc 1, 35)
Tal vez todo esto te suene un poco complicado, pero no creas que eres el único,
dice San Agustín que un día tratado de comprender el misterio de la Santísima
Trinidad, se paseaba por la orilla del mar, cuando de pronto a lo lejos vio un niño
que entraba y salía del agua, se le acercó y le preguntó que qué es lo que hacía, el
niño le contestó que quería meter toda el agua del mar en un pequeño agujero que
había hecho en la playa, por eso entraba al mar y lleva en sus manitas un poquito de
agua y la vaciaba en el agujero; San Agustín le miró con ternura y le dijo que eso
era imposible, a lo que el niño le contestó que así de imposible era que él pudiera
comprender el gran misterio de la Santísima Trinidad.
Pero en fin, tratemos de aclarar un poco este misterio, ayudados por Sayés (1996).
Tres personas, una sola naturaleza:
La persona: es el yo, el sujeto que radica en una naturaleza y la gestiona. Ejemplo
tú que estás leyendo este texto.
Naturaleza: es la esencia de una determinada persona. Nuestra naturaleza es
racional, es nuestro modo de ser.
Persona responde a la pregunta ¿quién es? y naturaleza responde a la pregunta
¿qué es?.
La naturaleza de Dios es única, compartida por tres sujetos, que se relacionan
mutuamente a través de ella por el conocimiento y el amor.
La persona es un yo, una manera particular de ser, una forma especial única de
manifestarse, pero esta persona actúa de acuerdo a su naturaleza. Nuestra
naturaleza es racional (ya hemos explicado, es nuestro modo de ser), la naturaleza
de la Santísima Trinidad es naturaleza divina única, en esta naturaleza divina co-
existen desde la eternidad tres personas distintas que se relacionan mutuamente
por el conocimiento y el amor, el Padre ama al Hijo el Hijo ama al padre y del amor
que procede del Padre y el Hijo, es la tercera persona, el Espíritu Santo, distintas
entre sí, pero dentro de una misma naturaleza única: la divina.
Como te darás cuenta Dios no es un ser solitario o un concepto abstracto, sino que
se revela como un Dios único y verdadero con tres personas distintas, esto nos
habla de un Dios en el que existe una relación de amor, un Dios que es familia y vive
en la unidad del amor, ya que la persona requiere de otro, para expresar y
experimentar el amor. De la misma manera que Dios es familia y existe una relación
de amor en Él, la persona humana requiere de la experiencia del otro para
realizarse plenamente como lo que es, persona. Quien vive ensimismado no puede
expresar plenamente su ser persona.
Unamuno (citado por Sayés) nos dice al respecto: “El Dios de la fe es personal; es
persona porque incluye tres personas, puesto que la fe no se siente aislada. Una
persona aislada deja de serlo. ¿A quién en efecto amaría? Y si no ama, no es
persona. Ni cabe amarse a sí mismo siendo simple y sin desdoblarse por amor” (Del
sentimiento trágico de la vida, Madrid 1965,129).
Pero ¿qué tiene que ver con la persona humana esto de que Dios es Uno y Trino?,
veamos, no solo nos enseña a vivir plenamente como personas en el amor, sino que
además nos invita a participar de ese amor que existe en las tres personas divinas,
invita al hombre a ser parte de ese amor trinitario.
La persona humana está llamada a participar de ese amor divino, ya que es creada
por amor y para el amor. Podemos decir entonces que el sentido último de su
existencia es retornar al amor por el cual fue creado, el amor de Dios. Superando
el sufrimiento y la muerte.
Solo cuando la persona ha experimentado que es fruto del amor es capaz de
superar la adversidad y enfrentar el reto de la vida dando lo mejor de ella cada
día, superándose constantemente así misma.
Lectura 11
Por el pecado original (cometido por la primera pareja creada por Dios) la
naturaleza humana queda privada de la santidad y de la justicia originales, está
herida en sus propias fuerzas, sometida a la ignorancia, al sufrimiento y al imperio
de la muerte e inclinada al pecado (concupiscencia). (CEC 418)
Benedicto XVI dice que el pecado original es una gota de veneno que llevamos
dentro, el hombre desconfía de Dios y tentado por el demonio da cabida a la
sospecha de que Dios es un competidor que quiere limitar su libertad, y por lo
tanto no quiere recibir a Dios en su vida; pero la realidad es que con esta actitud
el hombre está poniendo su confianza en la mentira más que en la verdad,
experimentando así cada vez más un vacío en su vida que le lleva a la muerte
eterna. Pero esto no significa que el hombre esté obligado a pecar, ciertamente
experimenta la inclinación al pecado pero con la ayuda de Dios, el hombre es capaz
de hacer el bien.
Pero ¿qué es el pecado?
El pecado es una falta grave contra la razón, la verdad, la conciencia recta: faltar
al amor verdadero para con Dios y el prójimo, a causa de un apego perverso a
ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad
humana. San Agustín lo define como: “Una palabra, un acto o un deseo contrarios a
la ley eterna” (CEC 1849)
En pocas palabras el pecado es rechazar a Dios y negarse a aceptar su amor. Esto
se hace evidente en el desprecio a sus mandamientos. (cf You Cat 67)
En la crucifixión de Jesús vemos las consecuencias del pecado, el pecado desfigura,
despedaza, desgarra, Jesucristo asumió todos los pecados de los hombres para
liberarlos de la muerte, porque “el salario del pecado es la muerte” Rom, 6,23 el
pecado destruye, acaba con la felicidad del hombre, solo Jesucristo puede salvarlo,
solo Él ha roto las ataduras de la muerte, todo el que se acerca a Jesucristo, cree
en él y hace vida sus palabras tendrá vida eterna.
El Bautismo, dando la vida de la gracia de Cristo, borra el pecado original y
devuelve al hombre a Dios, pero las consecuencias persisten en el hombre y le
llaman a un combate espiritual.
Como hemos visto a lo largo del curso, Dios es un Dios personal, que no se cansa de
buscar al hombre para que éste viva en plenitud, “viva en abundancia” (Jn 10,10),
por amor al hombre envía a su propio Hijo para salvarlo del pecado y de la muerte,
Jesucristo con su Vida, Muerte y Resurrección, ha restablecido la relación del
hombre con Dios, nos ha “justificado”.
El hombre herido en su naturaleza por el pecado necesita de Dios para cumplir las
exigencias de la ley natural, Dios le da la fuerza para alcanzar su plenitud.
Dios sigue entregándose al hombre por amor, a esa entrega, a ese acercamiento
gratuito y amoroso de Dios al hombre le llamamos gracia.
La gracia es ser hijos en el Hijo, ser introducidos en el amor que el Padre tiene por
el Hijo. Santo Tomás dice: la gracia nos diviniza en cuanto nos introduce en una
auténtica amistad con Dios que supone un amor mutuo. Dios ama al hombre hasta el
extremo de entregar a su Hijo para que el hombre se salve. La aceptación de esta
verdad, es lo que permite al hombre tener una relación de amistad mutua con Dios.
Es importante señalar que aunque Dios busca constantemente al hombre, no le
obliga a aceptar su amor, la gracia no se impone por la fuerza. El amor de Dios
quiere el asentimiento libre del hombre, recuerda Dios siempre respeta la libertad
del hombre.
Sayés (1996) explica que la gracia tiene dos dimensiones:
1) Elevante: introduce al hombre en la vida divina, consigue anclarle en Dios
y le permite amarlo sobre todas las cosas.
2) Sanante: consigue que todo el ser del hombre quede libre del pecado.
Como ves, Dios es un eterno enamorado que no se cansa de buscar al ser humano
para que comparta con él su amor. Pero siempre respetando la libertad de la
persona, Él pone todo de su parte para que el hombre viva plenamente y espera una
respuesta.
Cristo es la plenitud del hombre, ningún hombre puede salvarse a sí mismo. Dios ha
enviado a su Hijo para salvar al hombre, La salvación significa que somos liberados
del poder del pecado por medio del Espíritu Santo y que hemos salido de la zona de
la muerte a una vida sin fin, a una vida en la presencia de Dios. (You Cat 337)
Cristo libera al hombre, para que viva en la libertad de los hijos de Dios, libre del
pecado y la muerte.
“Todo es gracia”
(Santa Teresa del niño Jesús)