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Suelen decir que quienes se oponen al aborto lo hacen a partir de una creencia religiosa

o de meras convicciones personales. Sin embargo, muchos de los que defienden el


derecho a abortar creen que no hay vida humana a partir de la concepción, creencia que
no se basa en datos empíricos o científicos, sino que expresa una mera preferencia
moral, política o ideológica.

Pero empecemos con lo primero: ¿qué es el aborto? En términos de la RAE, abortar es


interrumpir el desarrollo del feto durante el embarazo. Basándonos en esta afirmación y
en el significado de la palabra “interrumpir” –cortar la continuidad de algo-, ya hay
“algo” que empezó a formarse y cuyo desarrollo quiere detenerse.

“El desarrollo de un ser humano comienza con la fecundación, fenómeno por el cual el
espermatozoide del varón y el ovocito de la mujer se unen para dar origen a un nuevo
organismo, el cigoto”, sostiene Langman, un embriólogo estadounidense en su libro
Medical Embriology (Embriología Médica).

El artículo 4.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San


José de Costa Rica), aprobada por la Argentina por la ley 23.054, reconoce que "persona
es todo ser humano" a partir "del momento de la concepción", con "derecho a la vida",
la que debe ser protegida por la ley; y que "nadie puede ser privado de la vida
arbitrariamente". Este derecho, además, se encuentra implícitamente protegido en el
artículo 33 de la Constitución Nacional y ha sido consagrado de modo explícito en
varias constituciones provinciales.

Teniendo en cuenta lo mencionado anteriormente, sería una falacia entonces decir que
el hecho de que la vida comienza a partir de la concepción es una afirmación puramente
religiosa. Lo sostiene fundamentalmente la ciencia, y también el derecho.

“El embrión no es persona”, argumentan quienes están a favor de la ley de


despenalización del aborto. Pero que aún no se haya terminado de formar no significa
que alguien tenga el derecho a impedir su natural desarrollo. Así como hay personas a
quienes aún no le salieron las muelas de juicio, así como hay niñas que no tuvieron su
primera menstruación, así como hay niños que aún no tienen vello corporal: también
hay fetos que aún están transitando la etapa de convertirse en bebé. E impedir que
continúe desarrollándose –desarrollo que ya comenzó, recordemos- es atentar contra su
vida.

Con respecto a lo mencionado anteriormente, me atrevo a citar al Dr. José Ricardo


Enríquez, abogado y político argentino: “Las distinciones que se pretenden trazar con
relación a las etapas del embarazo pueden ser interesantes desde el punto de vista
biológico -del mismo modo que en el ser humano ya nacido lo son las que lo clasifican
como niño, adolescente, adulto, anciano, etcétera-, pero no pueden tener la consecuencia
de privar al embrión de lo que este posee desde que fue concebido: vida humana.”
"Las mujeres ricas se hacen los abortos que les está vedado a las mujeres pobres" alega
el libreto abortistas en jerga clasista. Pero aunque esta afirmación jamás probada fuese
cierta, vale parangonar que el hecho de que las mujeres ricas consuman cocaína y las
pobres pasta base, no por ello el Estado debería distribuir cocaína en las clases menos
pudientes para así fomentar la viciosa "inclusión".

"La mujer que está embarazada es pobre y encima tiene otro hijo ya nacido que
mantener" es otro de los argumentos sensibleros más habituales. O sea que en vez de
ayudar a rescatar a la mujer de la pobreza, lo que proponen sus "representantes" es
matar al niño por nacer a los fines ahorrativos

Nadie pretende obligar a la mujer embarazada a tener un hijo no querido, pero ocurre
que "el hijo no querido" ella ya lo tiene consigo: el bebé en gestación no es una persona
de existencia potencial sino actual.

¿Hay mujeres que corren riesgo de muerte tras abortar en ámbitos clandestinos? Sí. Y es
triste y lamentable. Pero el detalle es que la mujer que muere al exponerse
voluntariamente al delito filicida no es víctima sino victimaria, y en calidad de tal acaba
accidentalmente muriendo: aquí la verdadera víctima es el niño.

Nadie le niega a la mujer el derecho a disponer de su cuerpo, pero una cosa es disponer
de "su cuerpo" y otra distinta es disponer del cuerpo de un tercero, y que encima ese
tercero sea su propio hijo y cuya "disposición" consistiría en asesinarlo.

Pero aunque contemplemos el caso hipotético de una violación real de la cual surja una
preñez efectiva: ¿no cabría concentrar la energía en castigar al violador antes que en
matar al menor?

Que como consecuencia del aberrante delito la madre no quiera tener un hijo ello
constituye una desgracia insalvable: al hijo ya lo tiene consigo en el vientre. Que no lo
quiera criar y hacerse cargo de la criatura sí es algo salvable, puesto que lo puede dar en
adopción. Al mismo tiempo, es el Estado el que tiene que contener afectiva y
psicológicamente a la madre ante tan fatídico tránsito, cuidar la vida del niño en
gestación y, por supuesto, darle un castigo categórico y ejemplar al depravado.

Sea legal o ilegal, el aborto mata igual.

“De existir el aborto clandestino, la vida de la madre se pondría en riesgo porque ella
estaría cometiendo un delito (artículo 88 del Código Penal) y, consecuentemente, no
puede pretender el amparo del derecho (a su salud) sin aceptar las consecuencias que el
derecho impone a su ilícito e inconstitucional accionar.”

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