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RINCIPIOS NOTARIALES

Antonio Ripoll Jaén, Notario de Alicante

"Lex est ratio summa insita in natura quae iubet ea quae facienda sunt
prohibitetque contraria" (De Legibus. M. T. Ciceron).

Los Principios Notariales constituyen una manifestación limitada y


atípica de los Principios Generales del Derecho y así es lo primero
porque su ámbito de aplicación queda limitado al Derecho Notarial y lo
segundo por no constituir una fuente supletoria de nuestro Ordenamiento
jurídico Notarial – son directamente aplicables-, sin perjuicio, siempre,
de su carácter informador.
Esta es la determinación de los principios a cuya enumeración
procedo, sin soslayar las dificultades que entraña el también principio de
Reserva de Ley:

1. Principio de legalidad.
1.1. Teoría general.
Su formulación es así de simple: El sometimiento al imperio de la
Ley, y de las normas que la desarrollan, de la función notarial en el
ámbito subjetivo, objetivo y formal.
La formulación reclama la entrada y observación de la Constitución
Española, Ley del Notariado y su Reglamento, Ley Hipotecaria y su
Reglamento y, en fin, la Jurisprudencia del T.S. y otras normas que, al
devenir y socaire de lo estudiado, surjan o sobrevengan.
¿Ámbito subjetivo, objetivo y formal? Habrá que desarrollarlo de
forma parciaria.
La norma, en Derecho Público, como es el Notarial, tiene carácter
imperativo. Lo dispositivo, propio del principio de autonomía de la
voluntad, ex art. 1255 del C.c.E., es algo ajeno y extraño, en la sede
jurídica en la que nos encontramos.
Llama la atención que en el ámbito subjetivo del principio de
legalidad se olvide siempre al autor regit actum, al Notario, en el
instrumento público, y al Registrador, en la calificación y posterior
inscripción, tal vez por la vis atractiva del art. 18 de la L.H.; si no se
hubiere incurrido en este olvido, la prudencia de los autores estaría
presente, las calificaciones -sea por haberlas citado- serían, en su
mayoría, positivas, suspender o denegar la inscripción entraría en el
campo de lo excepcional y los fines de interés general quedarían bien
evidenciados y garantizados, sin olvidar nunca que la calificación
registral es garantía imprescindible de la calidad y legalidad del
instrumento público. Complemento y coordinación, así son las
cosas.
El principio de legalidad, en esta dimensión, expresa que el Notario
ha de adaptar su conducta -como funcionario del Estado y como
profesional del Derecho- a la Ley (con sometimiento pleno a la ley y al
Derecho dice el art 103 de la C.), adaptación que alcanza también al
rogante del ministerio notarial como lógica consecuencia de la
obligatoriedad de la norma (art 6 C.c.E.).
El máximo exponente de esta exigencia está en la competencia
territorial, sancionada por el art 8 L.N., con excepciones de dudosa
legitimidad (art 118 R.N.). El Notario solo tiene fe pública dentro de su
distrito salvo autorización ex lege (Ley Electoral).
En sede objetiva son dos los requisitos exigibles:
a) Que el objeto de la rogación sea de la competencia notarial, por
lo que materialmente queda excluido el sector judicial y el administrativo,
que además tienen sus propios órganos de autenticación o dación de
fe.
Llama la atención, con acierto, que tanto la ley como el reglamento
hagan una referencia excluyente a lo judicial y limiten la competencia
notarial a lo extrajudicial (Arts 1 y 2 L.N. y 2 R.N.).
b) Que el objeto requerido sea licito en toda la amplitud del término.
No se puede autorizar una escritura cuyo contenido vulnere el art 1255
del C.c.E. o un contrato instrumental en el que las declaraciones de
voluntad sean hechas con violencia, miedo, dolo o error -si el Notario lo
detecta-, así como aquellos otros con causa inexistente o ilícita o que
tengan objetos prohibidos (arts 1261 y ss C.c.E.).
Escrituras, pólizas y actas tienen carácter accesorio o instrumental
–salvo que la forma sea exigida ad solemnitatem- por lo que la nulidad
del negocio jurídico que asumen determina la nulidad del instrumento
(art 1824 C.c.E. –fianza- vía analógica).
Y concluyendo con lo formal se exigen las solemnidades legales por
vía imperativa ex art. 1216 C.c.E..
Estas son las exigidas:
a) Dación de fe, como requiere el art. 1 de la L.N. Un instrumento
sin dación de fe es nulo ex art. 6.3 C.c.E., efecto que puntualiza, en sede
testamentaria, el art. 705 en relación con el 696 C.c.E.
b) Adecuación del contenido a la forma ex art 17 L.N.: Escrituras
para las declaraciones de voluntad, pólizas para los actos y contratos de
carácter mercantil y financiero (actividad en masa por la presencia de un
comerciante: la entidad de crédito) y, en fin, las actas reciben hechos.
Las pólizas tienen objeto exclusivo, las escrituras no, con el limite –
muy desdibujado- que supone lo fáctico asumido por las actas.
La no adecuación, salvo en la forma ad solemnitatem, no determina
la nulidad del instrumento, por impedirlo el art 1258 del C.c.E., lo que
constituye una manifestación puntual del principio de reserva de Ley,
pero si puede impedir la producción de determinados efectos, como es
el supuesto general del art 1279 C.c.E., en cuanto queda afectada la
eficacia del contrato instrumentado, o el particular del art 3 de la L.H., al
impedir el acceso al Registro de la Propiedad, por defecto de
adecuación, cuando se trate de un acto de contenido real inmobiliario no
escriturado.
Queda así cohonestado el art 17 L.N. con el 1258 del C.c.E.
c) Autoría: Otorgamiento y autorización que se materializa con la
firma de los otorgantes - salvo los supuestos exceptuados- y el signo,
firma y rubrica del Notario. Su inobservancia es causa de nulidad ex art
27 L.N.
La firma la exige el art. 17 L.N. solo para las escrituras, lo que no es
de extrañar si se considera el advenimiento de la póliza y la inexistencia
de las actas que son de creación reglamentaria. Esta sería la ratio iuris
ficta, la real está en las prisas y contradicciones del legislador actual, si
se recuerda que este precepto y el 17 bis es de reciente factura, el
primero redactado por la ley 36/2006, de 29 de noviembre y adicionado
el segundo por la Ley 24/2001, de 27 de diciembre.
Una interpretación sistemática lleva a la conclusión de que la firma
es exigible en ambos instrumentos y así se aclara
reglamentariamente en el art 197 quarter g) y 197 quinquies para las
pólizas y 198.-8º para las actas.
Y así son las cosas por su propia naturaleza. “Nadie adquiere
derechos sin el concurso de su voluntad” pero tampoco “adquiere
obligaciones sin el concurso de la suya o de hechos de los que resulte
responsable”. Mantener lo contrario produciría indefensión con
vulneración del art. 24 de la Constitución. El concurso de las voluntades
se manifiesta primordialmente con la firma.
Una póliza sin ninguna firma es nula, una póliza con alguna firma
solo afecta al autor de la misma, todo ello con sujeción al Derecho
material.
No es necesario advertir que la nulidad del instrumento no afecta al
negocio jurídico subyacente, salvo que la forma sea exigida ad
solemnitatem, sea por todos el caso del art 1326 del C.c.E. para los
capítulos. Pero sí es cierto, como ya anticipé, que la nulidad del negocio
jurídico determina, cuanto menos, la ineficacia del instrumento mismo.
d) Fe de conocimiento o juicio de identidad ex art 23 L.N., con
sanción de nulidad ex art 27 del mismo texto legal.
La ausencia de testigos, cuando sean preceptivos, salvo supuestos
especiales - art 697 y otros C.c.E.- no vicia de nulidad al instrumento,
excepto si lo fueren de conocimiento. Parece ser, vista la Ley de 1 de
abril de 1939, que la exigencia de testigos, con la excepción de los
supuestos indicados, es una mera formalidad ajena a la solemnidad del
instrumento público.
e) Juicio de capacidad, legitimación y suficiencia ex arts 17 bis a).
L.N. y 98 Ley 24/2001.
f) Instrumento con contenido literario, están proscritos los
documentos en blanco, de ahí la necesaria lectura o explicación y la
identificación y datación de aquel ex arts 24, 25 y 27.-3º L.N.
No cumplen estos requisitos aquellos instrumentos firmados y
autorizados en el último folio, sin consignar la numeración o
identificación de los que le preceden, además de las previsiones
reglamentarias sobre este punto (art 154) , mantener o hacer lo contrario
produce indefensión constitucional ex art 25.
El documento en blanco puede ser un delito, al menos en grado de
tentativa (art 390 C.P.).
La ineficacia instrumental que aquí y en lo que antecede se ha
descrito, no extralimita sin embargo las causas de nulidad del art 27 L.N.,
ya que el precepto hay que incardinarlo en el Ordenamiento Jurídico, si
se considera además que el instrumento público, como su nombre
indica, tiene carácter instrumental - vocación de servicio a un fin - salvo
excepciones apuntadas de Derecho material.
Lo expuesto hasta ahora permite afirmar el sometimiento del Notario
a la Ley ejercitando, a tal fin, un control de legalidad, atípico o impropio,
ínsito en su condición de funcionario del Estado, del que es titular, en el
ámbito de su ministerio y competencia, con la consecuencia de
denegar la prestación de funciones cuando no concurran las
circunstancias de legalidad que han sido expuestas y -así lo he
pretendido- fundamentadas.
El control de legalidad impropio es una consecuencia causalizada
del principio de legalidad y una exigencia constitucional en cuanto el
Notario es funcionario del Estado, con régimen jurídico especial, al que
le es exigible la eficacia y el total sometimiento a la Ley y al Derecho que
proclama el art 103 de la C.
Está en la propia naturaleza de las cosas que el Notario no puede
colaborar, con la autorización, a la ilicitud de un acto, contribuyendo con
ello a la creación de una apariencia de legalidad de efectos
perturbadores y a colapsar los Juzgados. Las advertencias legales no
evitarían los males de la autorización ilícita.
Qué es sino la Justicia preventiva, en la que están involucrados
Notarios y Registradores, sancionada por la Ley 24/2001.
Así pues a la busca de la estructura del principio de legalidad nos
dirigimos.
1.2. Fundamento legal.
El arquetipo del principio tiene su apoyatura en esta estructura
normativa:
1.2.1.- Con carácter general se enuncia el principio en el art. 1 L.N.
delimitando la función notarial a la dación de fe "conforme a las leyes" y
así es desde un punto de vista positivo.
Lo mismo puede decirse, a sensu contrario, a la vista del art 17 bis
a) L.N. en cuanto que el Notario no puede autorizar un instrumento
público en el que el consentimiento no haya sido libremente prestado o
que el otorgamiento no se adecue a la legalidad y a la voluntad de de los
otorgantes o intervinientes o de alguno de ellos (Denegación de
Funciones que se verá después).
En su vertiente negativa lo proclama el art 2 del mismo texto legal
en cuanto, a sensu contrario, faculta al notario para la denegación de
funciones con "justa causa", denegación que en algunos casos es
expresamente ordenada como ocurre en materia urbanística.
Esta excusa denegatoria, fundada en la "justa causa", tiene una
casuística inagotable, pero su formulación general y sistemática, en
función del precepto precedente -art 1-, no es otra que la ilegalidad del
acto requerido, sea por su contenido, su forma o la incompetencia del
Notario por razón de la materia -judicial- o territorial -limitada por el
distrito- fundada esta última en el art. 8 L.N.
Hay quienes también lo encuentran, con indudable razón, en los arts
17,17bis y 24 L.N., de los que este último lo recoge en los términos que
aquí han sido expuestos:"Los Notarios deberán velar por la regularidad
no solo formal sino material de los actos o negocios jurídicos que
autorice o intervenga”.
Y lo mismo puede decirse del art 43 Dos.2.B.c. de la Ley 14/2000
de 29 de diciembre al considerar infracción grave las conductas que
impidan prestar el “control de legalidad que la vigente legislación
atribuye a los notarios”.
1.2.2.- Con carácter genérico, fuera del estatuto jurídico del
Notariado, está reconocido por el Art. 18 de la Ley 2/2009 de 31 de
Marzo:
"Deberes notariales y registrales.1. En su condición de funcionarios
públicos y derivado de su deber genérico de control de legalidad de los
actos y negocios que autorizan".
1.3.- Fundamento jurisprudencial.
El posicionamiento del Tribunal Supremo es doble y contradictorio,
reflejado en las dos sentencias que siguen.
1.3.1.- Sentencia 20 mayo 2008: Objeto de la litis es el recurso
contencioso administrativo interpuesto contra el Real Decreto 45/2007
de 19 de Enero, por el que se modifica el Reglamento Notarial.
Declara la nulidad del art 145 R.N. en cuanto desarrolla el control
de legalidad y la denegación de autorización.
Los argumentos y su crítica son los que siguen:
1.3.1.1.- Colisión legal y reglamentaria: El control de legalidad está
atribuido a los Registradores por el art 18 de la L.H. y colisiona con el
que se pretende atribuir a los Notarios con la norma reglamentaria
impugnada.
La Sala, la parte recurrente, la recurrida y el precepto impugnado
incurren en un error ya que el Control de Legalidad es competencia
exclusiva de los Jueces y Tribunales y tiene por objeto la actividad
reglamentaria y la actuación administrativa (art 106 C.).
La calificación es otra cosa, sobre todo después de la nueva
regulación de los recursos contra la misma y de la sentencia del T.S. de
3 de enero de 2011, que no dota de naturaleza administrativa al acto
registral, en cuanto que las personas legitimadas para interponer recurso
pueden prescindir del recurso gubernativo y acudir directamente al
Juzgado de primera instancia de la capital de la provincia.
Todo ello explica que las resoluciones de la Dirección General, en
sede de calificaciones, no sean susceptibles del recurso de reposición
(Vide a este respecto la resolución de D.G.R.N. de 5 de Mayo de 2011
sobre el recurso de reposición interpuesto por mi).
Lo mismo puede decirse de la denegación notarial de funciones que
es principio de legalidad y no control de legalidad.
1.3.1.2.- La Reserva de Ley: No la cumple el art 1 L.N., por ser
excesivamente genérico y así se pronuncia la Sala: “En lo que atañe al
alcance del denominado control de legalidad, conviene señalar que tal
terminología no se utiliza por la Ley del Notariado, omisión que no resulta
irrelevante…”.
¡Faltaría más! No la utiliza la L del N ni ninguna otra del siglo XIX.
Esa terminología es desconocida incluso por la doctrina de la época.
La L.H. tampoco, ni antes, ni ahora.
La teoría de la reserva es de origen canónico, entendiéndose por tal
la facultad reservada al Romano Pontífice para la concesión de
beneficios eclesiásticos, hoy suprimidos, y en la actualidad la recoge el
canon 1078 para aquellos impedimentos matrimoniales "cuya dispensa
se reserva a la Sede Apostólica". Esto es una reserva de Ley.
1.3.1.3.- Derechos fundamentales y derechos
constitucionales: La Igualdad es derecho fundamental (art 14 C.), la
Propiedad no, es simplemente derecho constitucional (art 33 C.), según
nuestra opinión.
Considera la sentencia que la denegación de funciones afectaría
gravemente al Derecho de Propiedad, por lo que aquella está
inexorablemente sujeta a reserva de ley; cita como argumentos el art 33
C. en relación con el 53.1, con una interpretación más que expansiva del
principio de reserva de Ley, excesiva porque de ambos preceptos
resulta, a nuestro juicio, lo que sigue: a) que la reserva es para la
delimitación de la función social de la propiedad y la expropiación-
privación del objeto dominical; b) que la denegación de funciones no
afecta a la adquisición y contenido de dicho derecho, porque la escritura
nunca es constitutiva de la adquisición del derecho, véase a este
respecto el art 609 C.c.E. sobre los modos de adquirir el dominio.
Porque puestos en esta tesitura, el Art. 33 de la Constitución sugiere
muchas reflexiones en el ámbito del Derecho Inmobiliario Registral.
Lo que causa cierta sorpresa es la apoyatura de esta sentencia en
otra del T.C. 83/1984 en la que se plantea la vulneración del principio de
igualdad, libertad de empresa y derecho al trabajo referido todo ello a la
limitación del número de farmacias. Se trata aquí efectivamente del
principio de reserva de ley, más si consideramos que la titularidad de
una oficina de farmacia se adquiere, si llega el caso, por una interminable
espera o por tener medios económicos para ello, al paso que al
Notariado se accede por oposición, que el titular de la oficina ejerce una
profesión de interés público-sanitario, mientras que el Notario es
funcionario público, es licito llegar a una conclusión distinta de la que la
sentencia mantiene, pues la denegación de funciones no es más que
una regulación, por legitima vía reglamentaria -que cuenta además con
apoyatura legal y natural- del modo de actuar un funcionario público -el
Notario- en el ámbito de su competencia y que afecta a su estatuto
jurídico.
La lectura de la sentencia, en sede del art. 145 R.N., induce a
pensar que ciertamente (no digo “certeramente”) se declara nulo el
precepto en la parte indicada, así como también que protagoniza una loa
de otro texto legal ordinario.
Pero es que la sentencia contiene una afirmación, obiter dicta, que
tampoco deja de sorprender: “el art 2 de la LN, en el mejor de los casos,
supondría una deslegalización de la materia, facilitando un desarrollo
reglamentario independiente, en cuanto la Ley no contiene la mínima
regulación que garantice que los supuestos de denegación de la
autorización o intervención notarial responden a la voluntad del
legislador, trasladando al ámbito reglamentario la facultad que la
Constitución atribuye al legislador”.
¿Se está planteando una cuestión de inconstitucionalidad de la
L.N.? Y si así fuera, vista la sentencia del T.C. que esta invoca y a la que
hemos hecho referencia ¿por qué no se declara directamente la
inconstitucionalidad?. ¿Acaso se olvida que es una Ley, como también
la Hipotecaria, preconstitucional?. ¿Lo impide el principio de
congruencia?. Y…¿qué amplitud tiene este principio en lo contencioso
administrativo?.
Una pausa para recordar la estética jurídica de las sentencias ya
olvidada.
1.3.2.- Sentencia 20 de julio de 2011: Objeto de la litis es la
resolución de un contrato privado de compraventa con condición
resolutoria y cláusula penal.
La ratio decidendi tiene su sede en el valor probatorio de un acta de
manifestaciones.
La sentencia de la audiencia mantiene, y el T.S. lo confirma, que “La
sala no puede compartir este criterio interpretativo del Juez de instancia,
pues si bien es cierto que se trata de una acta de manifestaciones…de
la lectura del contenido de la referida acta se desprende con claridad que
hace referencia a hechos de los que tiene constancia el propio notario
por ocurrir dentro de su propia notaria... puesto que parece evidente que
el notario autorizante no hubiera suscrito el acta…si le constara de forma
plena y directa la falsedad de dicha acta de manifestaciones, así no
puede discutirse porque est�� recogido bajo la fe pública notarial que
en la notaria…”.
Confirmando la argumentación anterior el T.S. dice que “no se trata
de una mera acta de manifestaciones, sino que están amparados los
hechos recogidos en la misma por el propio y directo conocimiento del
notario interviniente por lo que, en consecuencia, no cabe sino entender
que se ha producido el requerimiento de resolución del artículo
1504…”.
En definitiva, denegación de funciones si al notario le constara lo
contrario. Eso es principio de legalidad, no es control de legalidad, por lo
mismo que, en sede registral, es calificación denegatoria si de los libros
del registro le constara al funcionario calificador lo contrario.
1.4.- Fundamento de la Jurisprudencia hipotecaria.
Reconoce al Notario, en la resolución del Ministro de Justicia, a
propuesta de la Dirección General R y N, de 10 de junio de 2006, el
control de legalidad (ya se hizo la crítica de esta terminología).
1.5.- Efectos.
Los señala de forma muy precisa el art 17 bis.2.b) L.N.:
"Los documentos públicos autorizados por Notario en soporte
electrónico, al igual que los autorizados sobre papel, gozan de fe pública
y su contenido se presume veraz e íntegro de acuerdo con lo dispuesto
en esta u otras leyes".
Precepto recogido y argumentado en la interesante resolución de
17 de agosto de 2011 que trata de la relación del mismo con el art 1 de
la L.H. (Presunción de legalidad notarial y salvaguardia por los tribunales
de los asientos del registro).

2. Principio de Presencia.
2.1.- Teoría general.
El Notario recibe y plasma en el instrumento las declaraciones de
voluntad –escrituras y pólizas- y los hechos que ante él se producen –
actas-, lo que tradicional y reglamentariamente se dice y conoce como
aquello que el Notario ve, oye o percibe por sus sentidos.
En realidad en ello consiste la “dación de fe” y la formula
reglamentaria “Ante mi”, con lo que una manifestación del principio de
legalidad queda elevada, por la vía legal que se dirá, a principio
autónomo.
El Notario, como ya dije en cierta ocasión, es el director de un
proceso de jurisdicción voluntaria, un testigo cualificado y así es porque
de sus cartas “nasce averiguamiento de prueba e deben ser credidas
por todo el Reino” (Partidas).
No es un testigo referencial, es un testigo presencial.
2.2.- Fundamento legal.
Se encuentra en el art 43.Dos.2.A. de la Ley 14/2000 de 29 de
diciembre que considera falta muy grave ”La actuación del Notario sin
observar las formas y reglas de la presencia física.”, precepto que es
desarrollado por los arts 346 y ss R.N.
2.3.- Fundamento Jurisprudencial.
Está y lo desarrolla la sentencia del T.S. de 8 de Junio de 2.011, a
la que después se hará referencia.

3.- Principio de imparcialidad.


3.1.- Teoría general.
La exigencia de la imparcialidad se encuentra en la propia
naturaleza de las cosas, “dar fe” es decir verdad sobre lo que se
presencia en directo, la imparcialidad es una consecuencia obligada del
carácter del Notario como testigo cualificado, y muy sobre todo de su
condición de funcionario del Estado así como de su carácter de Director
de un proceso de jurisdicción voluntaria.
3.2.- Fundamento legal.
Se ubica, genéricamente, en el principio constitucional de igualdad,
art 14, que obliga singularmente, con carácter activo, al funcionario
publico.
La parcialidad es un acto manifiestamente discriminatorio.
A la misma finalidad responde, con idéntico carácter, el art 1 L.N. y
con signo especial su art 22 al prohibir al Notario “autorizar contratos que
contengan disposición a su favor, o en que alguno de los otorgantes sea
pariente suyo…” con la sanción de nulidad e ineficacia de los de arts 27
y 28.
El desarrollo reglamentario está en los arts 138 y siguientes que
regulan las incompatibilidades.
Es también manifestación de este principio el turno –arts 127 y ss
RN- en cuanto impide a los organismos públicos designar Notario, así
como el de libre elección de Notario por los particulares ex art 126 R.N.,
protegiendo en igualdad al ciudadano ante la contratación en masa.
En vía disciplinaria puede invocarse el ya citado art 43 Dos.Ab..h.b.
de la Ley 14/2000 que sanciona como infracción muy grave “ Toda
actuación profesional que suponga discriminación” y el.c. “ La violación
de neutralidad o independencia políticas” así como el B.c. que tipifica
como grave “ las conductas que impidan prestar con imparcialidad… o
que pongan en peligro los deberes de honradez e independencia”.
3.3.- Fundamento jurisprudencial.
La misma sentencia que seguidamente se comenta, en la que el
principio de imparcialidad tiene mucho que ver con lo que en ella se
resuelve.
Esta es de lege data la estructura del Notariado, de lege
ferenda algo se dirá después.
La unidad de acto, no es en realidad principio notarial general y por
razones de extensión, omito todo comentario.
Y permítaseme una pregunta ¿se hubiera podido reforzar cuanto
antecede por la vía de los Principios generales del Derecho, admitidos
como fuente por el art. 1 C.c.E.?. ¿Son incompatibles con las previsiones
constitucionales?. ¿La reserva de Ley los excluye?. Ahí la cita que
encabeza estas líneas y el recuerdo de la obra del profesor Federico de
Castro y Bravo "Derecho Civil de España".
Los principios de Derecho Notarial que anteceden dan, a mi juicio,
cobertura a la actividad reglamentaria del Poder Ejecutivo en el ámbito
notarial y cubren el principio de reserva de Ley al que constantemente
se refiere, y con mucha razón, la Sentencia del Tribunal Supremo de 20
de Mayo de 2.008 y que ha sido comentada a proposito del Art. 145 del
R.N., cuyos criterios, como quedó expuesto, no compartimos en este
punto concreto.
Sin embargo y no obstante lo anterior, estos principios tal vez sean
insuficientes para respaldar el Derecho Administrativo Sancionador,
regulado en el ámbito notarial por el Art. 43 de la Ley 14/2000 de 29 de
Diciembre, al sancionar en dicho precepto algunas conductas marcadas
por el signo de la indeterminación, lo que se cohonesta difícilmente con
los principios de tipicidad penal y garantías exigidos por los Arts. 24 y 25
de La Constitución.
Ilustra muy bien lo que antecede, por su calidad jurídica y
modernidad, la reciente Sentencia del Tribunal Supremo de 8 de Junio
de 2.011.
De lege ferenda sea en otro momento; las inevitables
connotaciones con el Derecho Inmobiliario Registral así lo sugieren. Sólo
traer a colación las resoluciones de la D.G.R.N. de 1 de Julio de 2.011 y
4 de Agosto de 2.011, cuya sosegada lectura, especialmente de la
primera, se aconseja.

Alicante, 16 de Noviembre de 2011.


Antonio Ripoll Jaén

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