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FACULTAD DE TEOLOGÍA

CURSO: Sacramentos de Iniciación Cristiana


ESTUDIANTE: Pedro Velazco Berríos

INFORME DE LECTURA

Texto: “Las comunidades paulinas, paradigma de la iniciación cristiana en la Iglesia”


(Diego Fernando Bedoya)

Abstract

La iniciación cristiana no aparece en la Biblia tal y como se desarrollar hoy en día;


sin embargo, es posible fundamentarla en la Escritura. Los paradigmas de las comunidades
paulinas de Antioquía y Roma son referentes que suscitan una reflexión de la doble
dimensión del bautismo como inicio y horizonte de todo proceso de iniciación cristiana. Para
Pablo, el bautismo incorpora al creyente a Cristo y lo hace partícipe de su muerte y
resurrección; para ello se sirve del lenguaje sacramental que transparenta la realidad del
misterio pascual. Esta incorporación tiene un anclaje en el encuentro personal con
Jesucristo y su proceso de conversión, y en los efectos que el bautismo realiza en vida del
creyente.

Introducción.
La convicción de que el bautismo es el punto de llegada y el punto de partida de todo
proceso de iniciación cristiana produce en nosotros la necesidad de hacer una reflexión sobre
su doble dinamismo, es decir, su relación con el proceso de conversión del creyente y sus
vínculos con el correlato en la vida cotidiana que precede a su celebración sacramental. En
efecto, el bautismo al reproducir sacramentalmente el misterio pascual integra este doble
dinamismo en un horizonte cristificador. En este breve informe desarrollaremos tres
elementos que han destacado en nuestra lectura del artículo de Diego Bedoya.

1. Bautismo y conversión: puerto de llegada de la iniciación cristiana.


El paradigma de la comunidad de Antioquía, desde el arquetipo paulino, sitúa el
encuentro personal con Jesucristo como el gatillo dinamizador de todo proceso de
conversión. En la vida de san Pablo el encuentro con Jesucristo (cfr. Hch. 9,1-19) fue el motor
de su conversión y su principal fundamento (cfr. Gál 2,20); esta experiencia estuvo siempre
presente en su vida como el pilar sobre el que se apoyó su vocación misionera
(cfr. Gál. 1,15-16) y que dinamizó su conversión personal (cfr. Gál.1, 23b). Desde el
paradigma antioqueno, el sacramento del bautismo es comprendido principalmente como el
horizonte de todo proceso de iniciación cristiana; pues todo proceso de conversión y
catecumenado están orientados hacia él. En ese sentido, este sacramento de iniciación no
puede entenderse sin el encuentro personal con Jesucristo que lo antecede y que transforma
la vida entera. De conformidad con este paradigma, nuestra praxis pastoral debería considerar
la importancia de la relación entre conversión y bautismo para comprender el verdadero
sentido de este sacramento pues en la práctica eclesial muchas veces el bautismo se ha
convertido en una formalidad o en una mera convención social de una sociedad aún
mayoritariamente cristiana.

2. Bautismo y vida cotidiana: puerto de salida de la iniciación cristiana.


La reflexión sobre la dimensión del bautismo como punto de partida de toda iniciación
cristiana evoca la necesidad de comprender este sacramento desde el horizonte cristificador.
San Pablo era consciente que toda persona en Cristo es una nueva criatura y que lo pasado
queda atrás (cfr. 2Co 5,17). Esta novedad solo puede ser comprendida en y desde el bautismo
que incorpora al creyente a Cristo y cuyos efectos se expresan en la vida cotidiana
(cfr. Flp. 1,27). En ese sentido, podemos afirmar que el bautismo es también puerto de salida,
pues implica el inicio de una mistagogía vinculada con la cotidianidad; en este caso el
sacramento precede y da comienzo a todo proceso de cristificación. En efecto, no podemos
comprender la iniciación cristiana como un proceso preparatorio, sino entenderla
existencialmente como la vida del creyente en Cristo en todas sus dimensiones. Conforme a
este paradigma paulino, es importante reflexionar en qué medida los catecumenados de la
iniciación cristiana han situado como horizonte a los ritos sacramentales perdiendo de vista
que su razón de ser es la preparación de hombres y mujeres que vivan su compromiso
bautismal en la vida diaria comprometidos con la construcción del Reino (cfr. Ef. 4,1).

3. Bautismo: sacramento que nos incorpora al misterio pascual de Cristo.


Si bien el paradigma de la comunidad antioquena remarca la importancia del bautismo
como punto de llegada e inicio; no obstante, el paradigma de la comunidad de Roma destaca
los efectos del sacramento como realidad que transparenta el misterio pascual e incorpora al
creyente a Cristo eficazmente. En ese sentido, el énfasis antioqueno en los procesos que
anteceden al bautismo –encuentro personal con Jesucristo y conversión– y que lo continúan
–consecuencias morales– es matizado por la teologización que san Pablo realiza en el
capítulo sexto de la carta a los romanos. Para el apóstol, el bautismo, en su lenguaje litúrgico-
ritual, reproduce sacramentalmente la muerte, sepultura y resurrección de Cristo
(cfr. Rm. 6,3-4). De este modo, el creyente comparte el destino de Jesucristo y obtiene la
libertad sobre el dominio del pecado. Esta realidad sólo es posible gracias al Espíritu Santo,
cuya acción es pura gratuidad salvífica del Padre que despliega los dinamismos vitales que
el ser humano tiene en su naturaleza desde la creación (cfr. Rm. 8,26). Solo así se puede
comprender que la muerte del creyente en Cristo ha significado un corte radical con su
existencia anterior (cfr. Rm. 6,6).

4. Pregunta.

 ¿Cómo comprender el bautismo de niños, desde el paradigma de las comunidades


paulinas, y reentender su razón de ser en el itinerario de iniciación cristiana?

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