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George Stinney

George Junius Stinney Jr. (21 de octubre de 1929 - 16 de junio de 1944) fue a la edad de 14
años, la persona más joven ejecutada en los Estados Unidos en el siglo XX, y el último menor
de 16 años.
Stinney fue condenado por el asesinato de dos niñas: Betty June Binnicker, de 11 años, y
Mary Emma Thames, de 8, en el Condado de Clarendon, Carolina del Sur el 24 de marzo de
1944. Stinney fue arrestado al día siguiente bajo cargos de asesinato de primer grado. El
juicio tuvo lugar el 24 de abril en el Tribunal del Condado Clarendon. Una vez seleccionado
el jurado, comenzó el juicio, a las 12:30 pm y terminó a las 5:30 pm. Tras sólo 10 minutos
de deliberación, el jurado dio un veredicto de culpable.
Bajo las leyes de Carolina del Sur en ese momento, toda persona sobre la edad de 14 años
era tratado como a un adulto. Stinney fue sentenciado a muerte en la silla eléctrica. La
ejecución fue llevada a cabo en la Penitenciaría Estatal de Carolina del Sur en Columbia la
mañana del 16 de junio de 1944, menos de tres meses después que el crimen.1
El caso de Stinney se ha considerado controvertido hasta nuestros días, porque no ha sido
resuelto satisfactoriamente, y porque las investigaciones y el proceso judicial demostraron
severas anomalías. En este contexto, en 1988 el caso dio lugar a la novela de David Stout,
Carolina Skeletons. En 1991 se filma la película Carolina Skeletons (también The End of
Silence) basada en la novela, y dirigida por John Erman, con Kenny Blank (quien cambió su
nombre más tarde a Kenn Michael) como Linus Bragg, el chico de 14 años representando a
George Stinney Jr.
Más tarde fue descubierto que la viga con la cual las dos niñas fueron asesinadas, pesaba
más de veinte libras (19,07 kilogramos). Se decretó que Stinney no era capaz de levantar la
viga, mucho menos ser capaz de golpear con fuerza suficiente como para matar las dos
niñas.
Resolución del Caso
Tras 70 años, la jueza de Carolina del Sur, Carmen Tevis Mullen, decretó el miércoles 17 de
diciembre de 2014, que el condenado a muerte más joven de la historia de Estados Unidos
no tuvo un proceso justo.2
La juez dictaminó que el proceso judicial contra George Stinney había estado plagado de
"violaciones fundamentales y constitucionales a un proceso regular".
Durante un proceso que no duró más de una jornada, la policía afirmó que contaba con la
confesión del adolescente, aunque no se encontró ninguna prueba escrita en ese sentido
en los archivos judiciales. Su abogado, un cobrador de impuestos, en ese entonces en plena
campaña para su reelección, convocó a muy pocos testigos y apenas realizó algunos
simulacros de contra interrogatorios.
Al jurado le bastaron apenas unos minutos para condenar al adolescente a la pena capital.
Su abogado no apeló el fallo, lo que hubiera bastado para suspender la ejecución. Al
examinar las actas del proceso, la magistrada Mullen no halló ninguna referencia a la
presentación del arma del crimen.
En lo que se refiere a la confesión de Stinney, la jueza estima que el policía la obtuvo de una
"manera indebida, no conforme a los códigos y procedimientos penales".
La hermana de Stinney afirma que ella estaba junto a su hermano el día del asesinato y que
por lo tanto no podría haberlas asesinado.
Conclusión
En mi opinión, este pequeño tuvo la mala fortuna de ser el tristemente clásico “chivo
expiatorio” de un cuerpo policial, un órgano jurisdiccional, un jurado y un contexto socio
cultural absolutamente adverso a su raza.
La presión y escandalo social ante lo espelúznate y la saña con que el doble homicidio se
había cometido contra dos pequeñas inocentes encendió los ánimos del pueblo de
Clarendon, Carolina del Sur, Estados Unidos y sus alrededores: vecinos y conocidos
cooperaban con la policía y los padres para dar con el responsable del doble homicidio,
perpetrado la tarde del 24 de marzo de 1944.
Después de 24 horas sin resultados, la presión recayó en las autoridades mientras la noticia
se replicaba en periódicos y medios de comunicación. Sin averiguación y con la investigación
de por medio atascada, fue presentado un detenido: se trataba de George Stinney, un joven
afroamericano de 14 años que según testigos de la policía, había visto a las niñas por última
vez y resultaba el primer sospechoso del asesinato.
Cabe mencionar que el momento histórico en el que ocurrió este hecho estaba plagado de
un racismo recalcitrante, en un estado igualmente racista, con un jurado compuesto
exclusivamente de hombres blancos, los cuales no es de dudarse eran racistas también, con
un abogado defensor inmerso en una campaña electoral que le absorbía todo su interés y
tempo y, que por supuesto no habría de arruinar al defender de manera correcta a un
“simple negro”. Prueba de lo anterior, es que no apelo a sentencia de muerte dictada por
un juez que por supuesto, debió haber sido racista y completamente afín al sistema ya que
por algo estaba en ese puesto y además, ignoró completamente lo que a todas luces era
imposible de ignorar: el doble homicidio no podía haber sido cometido con una viga de
casi 20 kilogramos por un joven de solo 45, dos veces y con la fuerza necesaria para
destrozar brutalmente los cráneos de las víctimas.
Más violaciones e inconsistencias en el proceso
La policía replicó que Stinney había sido arrestado por el cargo de homicidio en primer
grado, presentándolo como culpable sin el juicio previo. Un mes más tarde y en un tiempo
récord fuera de toda legalidad, el juicio fue agendado para el medio día.
La defensa de Stinney, integrada por su familia, nada pudo hacer, pues el comisionado del
caso, Charles Plowden, nunca llamó a declarar a ningún testigo a favor del menor. Sus
hermanas insistían en que George pasó la tarde del crimen en casa; sin embargo, la
declaración de la policía (la única que fue tomada en cuenta como un testimonio fidedigno)
guió el caso hacia su dramático derrotero.
5 largas horas se esfumaron cuando la audiencia salió de la sala para permitir al jurado
(integrado por una docena de hombres blancos) deliberar. Después de un sorpresivo y
breve espacio de 10 minutos, el fallo estaba dado: George Stinney, afroamericano de
apenas 14 años y 45 kilos era declarado culpable. “Justicia pronta y expedita, si pero no así
ni para esto”.
83 días después del crimen, Stinney fue levantado más temprano de lo normal y guiado por
los pasillos de la Penitenciaría Estatal de Carolina del Sur por dos guardias, que habrían de
ser sus verdugos. En silencio, los tres entraron a la sala y dieron a George la instrucción de
subir a la silla. El menor escaló para sentarse mientras una lágrima muda escurría por su
mejilla. Los oficiales intentaron ajustar uno a uno los cinturones de piel a la humanidad del
menor para proceder a colocar los electrodos; sin embargo, Stinney no tenía la altura
necesaria para que su cabeza hiciera contacto con los electrodos.

Después de apilar algunos libros sobre el asiento para que el 1.55 de estatura de George
empatara con el instrumento de tortura, los cinturones fueron ajustados e inició el suplicio.
Al cabo de unos minutos, el cuerpo de Stinney yacía ardiendo en la silla, con quemaduras
de diversos grados producto del choque eléctrico. Segundos después, el chico de 14 años
había muerto. George se convertía en la persona más joven en ser condenada a la silla
eléctrica en el siglo XX en los Estados Unidos y al mismo tiempo, en un caso icónico que
dotó de fuerza al movimiento por los derechos civiles para luchar por la igualdad y el fin de
la segregación racial.
70 años después, el 17 de diciembre de 2014 y bajo la presión de la familia de Stinney, el
caso fue reabierto y el sinfín de inconsistencias del proceso judicial salieron a la luz. No sólo
eso: después de analizar la viga de madera con la que fueron golpeadas las niñas de un peso
aproximado de 20 kilos, se declaró la imposibilidad de George para manipular tal objeto con
la fuerza necesaria para causar ese daño en las menores. Stinney encontró justicia mucho
después de su trágica muerte, impulsada por la segregación, el racismo y la intolerancia,
estigmas que hoy como hace 70 años vuelven a mostrar peligrosamente el lado más
conservador y decadente del país más poderoso del mundo.
País que se dice ser el defensor más acérrimo de los derechos humanos y la libertad, en el
cual se cometen la más grande violación de los mismos y el racismo más degradante del
mundo, el que viola los de orden internacional con más frecuencia y que se siente con el
derecho divino de constituirse como “el policía del mundo”
Situaciones como ésta me hacen cuestionarme seriamente la conveniencia y procedencia
de la implantación de la pena de muerte en México. La violencia ha alcanzado niveles
alarmantes en México, es verdad, pero, ¿será esa la solución? ¿El cáncer se curará
amputando el resultado o atendiendo a las múltiples causas que lo originan?
¡Es cuanto!
Referencias
1. Crime Library
2. 70 años después, EE. UU. Califica de injusta ejecución de joven negro
Anexo
1. Ficha descriptiva del imputado

Nombre real

George Junius Stinney Jr.

Nacimiento

21 de octubre de 1929

Pinewood, Carolina del Sur, Estados Unidos

Fallecimiento

16 de junio de 1944 (14 años)

Columbia, Carolina del Sur, Estados Unidos

Cargo(s) criminal(es)

Dos cargos de asesinato en primer grado

Condena

Pena de muerte (1944). Exonerado (2014)

Situación actual

Ejecutado en la silla eléctrica en 1944

Padres

George (padre) y Aime Stinney (madre)


2. Imágenes

Las víctimas: Betty June Binnicker y Mary Emma Thames, de tan solo 8 y 11 años
respectivamente.

George Junius Stinney Jr.


Condenado a muerte por electrocución, proceso judicial plagado de vicios e inconsistencias.

George Stinney, la persona más joven ejecutada en los Estados Unidos en el siglo XX.

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