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Producción (economía)

Para el uso del término en ámbitos más generales, véase fábrica.


Desde el punto de vista de la economía, la producción es la actividad que aporta valor
agregado por creación y suministro de bienes y servicios, es decir, consiste en la creación de
productos o servicios y, al mismo tiempo, la creación de valor, también por producción en un
sentido amplio, entendemos el incorporar utilidades nuevas a las cosas, es decir no solamente
la generación de producto con cualidades distintas a su origen, sino simples modificaciones a
su estructura natural del factor que le otorga un nuevo uso. Es la actividad que se desarrolla
dentro de un sistema económico. Más específicamente, se trata de la capacidad que tiene
un factor productivo para crear determinados bienes en un periodo determinado. El concepto
de producción parte de la conversión o transformación de uno o más bienes en otros
diferentes. Se considera que dos bienes son diferentes entre sí cuando no son completamente
intercambiables por todos los consumidores.
El concepto económico de producción engloba un rango de actividades más amplio que el que
comprende el concepto genérico de producción del lenguaje corriente. Producción es la
elaboración o la fabricación de los objetos físicos, pero también la provisión de servicios
(médicos sanitarios, enseñanza; espectáculos; restaurantes; etc.). En la actualidad, los
servicios constituyen la mayor parte de la producción total de los países industrializados. así
en un sentido económico, el término engloba todas aquellas actividades que no son
estrictamente de consumo.

BASES

¿cómo generar nuevos conocimientos?

EL EDIFICIO de toda tradición intelectual se construye con cuatro elementos


primordiales. Tal como se explicó en la Introducción a este libro, el primero se refiere
a la base conceptual, la cual nos permite especificar los límites de nuestro campo de
investigación y acción. Sobre tal cimiento, es posible levantar la producción, la
reproducción y la utilización del conocimiento.

En forma correspondiente a esa división, en la primera parte del libro se ha intentado


ofrecer una imagen integral sobre el campo de la salud pública. Además de definirla,
se han analizado las áreas sustantivas que conforman su universo, así como los
procesos que impulsan la dinámica de las condiciones y las respuestas. Lo tratado en
la primera parte nos permite, así, reconocer el conjunto de fenómenos sobre los cuales
operan las dos facetas de la salud pública, como campo del conocimiento y como
ámbito para la acción.

Pero no basta con un ejercicio conceptual. Tras haber definido los objetos de análisis
de la salud pública, es necesario pasar a preguntarnos sobre el desarrollo de la
investigación científica que permita producir nuevos conocimientos sobre dichos
objetos. Además, es preciso proponer formas innovadoras de reproducir el
conocimiento y de superar las barreras que dificultan su uso como guía racional para
transformar la realidad. Tales son los temas de la segunda parte del libro. En este
capítulo inicial analizaremos la generación de conocimientos a través de la
investigación en salud pública. El siguiente capítulo reflexionará sobre la reproducción
del conocimiento, principalmente a través de la formación de investigadores y
profesionales. Finalmente, el último capítulo abordará el reto de la traducción de los
resultados en acciones.
LOS PROBLEMAS DE LA INVESTIGACIÓN

Gran parte de la crisis de la salud pública se ha debido a la debilidad de su base de


producción científica. En efecto, la investigación en salud pública ha ocupado un lugar
secundario comparada con la investigación biomédica o clínica.1 Para analizar las
raíces y las posibles soluciones a este problema, conviene distinguir dos aspectos. El
primero se refiere a las formas predominantes de generar conocimiento científico; el
segundo tiene que ver con el diseño de las organizaciones dedicadas a la
investigación. Pasemos a considerar cada uno de ellos.

Investigación con misión

Además de los factores económicos y de las propias formas de institucionalización de


la salud pública, es posible que gran parte del rezago de la investigación en este
campo se haya debido al modo dominante en que la actividad científica se ha
desarrollado, el cual choca con el espíritu integrador que debe caracterizar a la salud
pública.

En el capítulo I aclaramos lo que debe entenderse por investigación y la diferenciamos


de otros conceptos afines. Dentro de esa definición amplia, hay varios modos de
aproximarse a la realidad para explicarla. En la actualidad se ha difundido una imagen
convencional de que el progreso científico implica necesariamente la fragmentación
cada vez más fina de los objetos de estudio y la consolidación de disciplinas
independientes.

Es innegable que la construcción de paradigmas especializados ha permitido avances


importantes del conocimiento científico, al facilitar la identificación de fronteras claras
en las cuales se concentran los esfuerzos de los investigadores de vanguardia. Así,
la subespecialización del conocimiento produce economías de escala, al evitar la
dispersión de los escasos recursos humanos, materiales y financieros dedicados a la
investigación. Más aún, el trabajo alrededor de preguntas estrechas, si bien sacrifica
la amplitud, obtiene ganancias con profundidad. Ello también facilita el desarrollo de
las instituciones académicas, pues permite consolidar comunidades científicas
cohesionadas alrededor de algún campo muy preciso.

No obstante sus ventajas, la parcelación del conocimiento como base para organizar
la investigación presenta varias limitaciones. La más importante es que la integración
del conocimiento se vuelve una tierra de nadie. Obviamente, la naturaleza no se
encuentra dividida alrededor de las preguntas de los investigadores. Por el contrario,
hay una integralidad en los fenómenos reales que plantea un reto fundamental al
conocimiento científico. Gran parte del desarrollo de la ciencia en Occidente se ha
basado en un movimiento por desmenuzar analíticamente esa integralidad. Lo que ha
faltado es un movimiento paralelo de síntesis. Ahí se encuentra, quizás, la razón
principal de que la ciencia sea a menudo atacada por reduccionista.

Como se verá con mayor detalle en el capítulo VII, la fragmentación del conocimiento
plantea obstáculos severos a los usuarios potenciales de la investigación, quienes por
lo general tienen que dar respuesta a problemas que no reconocen las fronteras
arbitrarias impuestas por la subespecialización científica. Ello se manifiesta de manera
particularmente nítida en campos como la salud pública, que tienen un vínculo cercano
con los problemas de la población y con las instituciones creadas para resolverlos. En
estos campos aplicados, el decisor se enfrenta a problemas complejos sobre los
cuales demanda información integral, pero la oferta de conocimiento científico se le
presenta en pequeñas parcelas cuya agregación resulta imposible para responder a
sus necesidades. Se crea, así, una brecha más entre la toma de decisiones y la
investigación, que sólo termina por empobrecerlas.

Una forma de contrarrestar la tendencia hacia la fragmentación del conocimiento en


el área de la salud es lo que podría llamarse investigación orientada por misión o, más
sencillamente, investigación con misión.2 ,3 ,4 Este concepto se refiere al
desarrollo de un esfuerzo de investigación que tiene como propósito modificar algún
aspecto de la realidad, a través de la producción de conocimiento y tecnología. Esa
modificación de la realidad es, precisamente, lo que define la misión de la
investigación. La investigación con misión se funda en tres integraciones: a) de niveles
de análisis, b) de objetos de análisis y c) de disciplinas.

La integración entre niveles es posible porque, como vimos en el capítulo I al explicar


la tipología de la investigación en salud (figura I.1), existe una unidad esencial de los
objetos, ya que la única diferencia entre la investigación en salud pública y la
investigación biomédica y clínica se refiere al nivel de análisis. Esto permite diseñar
programas integrales de investigación que aborden un problema específico desde el
nivel subindividual hasta el poblacional. Pero además es preciso realizar una
integración entre objetos, de tal manera que se estudien tanto las condiciones como
las respuestas. El reto, entonces, es seleccionar algunas de las áreas de aplicación
que conforman el universo de la salud pública, tal como fue explicado en el capítulo II
(figura II.1), para desarrollar investigación que reúna a los aspectos biomédicos, los
desarrollos tecnológicos, los ensayos clínicos, los estudios epidemiológicos de campo
y los análisis sociales y económicos sobre los servicios relativos a esa área. Desde
luego, ninguna de estas dos clases de integración es posible sin la tercera, que es la
integración de disciplinas. En efecto, la riqueza de la salud pública es que se presta a
la conjunción de las diversas ciencias biológicas, sociales y de la conducta alrededor
de un problema común.

Las ventajas de la investigación con misión sobre el modelo fragmentario son


múltiples. La generación de información completa respecto al problema es más rápida
y eficiente, porque la integración del conocimiento se da desde la planeación de la
investigación, en vez de ser algo que se intenta al final. Las implicaciones prácticas
de la investigación pueden ser identificadas y traducidas en acciones más fácilmente.
Así, la relación entre decisores e investigadores es una de concertación alrededor de
una misión compartida, más que de confrontación alrededor de formaciones y
expectativas distintas. La formulación de prioridades y la integración de grupos de
investigación también se facilitan al contar con un foco de atención definido. El
financiamiento de la investigación se vuelve más atractivo al ligarla a una misión clara.
La colaboración interinstitucional y multicéntrica se torna una necesidad. Por último,
el conocimiento también avanza más rápidamente, al darse una integración de
enfoques y disciplinas alrededor de problemas totalizadores.

Todas estas ventajas plantean, al mismo tiempo, un enorme reto para la nueva salud
pública: superar el aislamiento para abrirse a la interacción creativa con la
investigación biomédica, la medicina clínica y las ciencias sociales. A este respecto,
resulta alentador el consenso mundial que parece estarse generando en torno a la
necesidad de impulsar la investigación en salud en los países subdesarrollados. Este
consenso se refleja en el informe de la Comisión de Investigación en Salud para el
Desarrollo.5 Entre las principales recomendaciones del informe destaca el impulso
a la "investigacion nacional esencial en salud", esto es, aquella investigación que todo
país, no importa su nivel de desarrollo, debe realizar si aspira a avanzar con
independencia en la obtención de nuevos conocimientos sobre sus propios problemas
de salud y en la superación de la brecha entre el conocimiento y los logros. Aunque la
mezcla precisa de proyectos variará de un país a otro, la investigación orientada por
misión tiene importancia especial para llevar a cabo dicha recomendación. La
comunidad de la salud pública tiene la responsabilidad de aprovechar el consenso
emergente de que es justamente el tipo de investigación que ella promueve la que el
mundo de hoy exige.

Además de esta visión integradora, el desarrollo de una sólida base de producción de


conocimiento requiere de un esfuerzo por crear y consolidar instituciones que tengan
en la investigación una de sus misiones esenciales. Ello abre un tema tan importante
como poco atendido: el diseño y desarrollo de organizaciones para la investigación.

Organización de la ciencia y ciencia de la organización

Desde que la investigación científica dejó de ser una actividad realizada por individuos
aislados y con medios más o menos improvisados, el proble

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