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Etapas de la

vida de la ley

Redacción y
técnica
legislativa

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Etapas de la vida de la ley.
Promulgación y publicación de
la ley. El veto
Etapas de la vida de la ley

El proceso de formulación de las leyes es un conjunto de etapas en las que


aquella idea que pretende poner en consideración el decisor, se convierte
progresivamente en una disposición normativa.
Las leyes, como hemos visto, tienen una etapa inicial que se caracteriza por
la búsqueda de información y antecedes, y luego la formulación del
proyecto. Una vez que el proyecto se encuentra listo, éste se ingresa al
órgano legislativo y atraviesa una etapa de análisis técnico que se realiza en
las comisiones. Una vez producidos los despachos de comisión, el proyecto
entrará al orden del día de la sesión y se pondrá en consideración.
En los sistemas bicamerales, como el argentino, el proyecto deberá
obtener la aprobación de ambas Cámaras (Diputados y Senadores) para
recién allí ser remitido al Poder Ejecutivo para su promulgación. La mayoría
de las legislaturas provinciales y los municipios cuentan con un órgano
unicameral, por lo que sólo deben obtener la aprobación de esa única
Cámara.
En el sistema constitucional argentino, basado en las teorías de división de
poderes y sistemas de pesos y contrapesos, para la sanción de una ley, se
requiere de la concurrencia de la voluntad del Poder Legislativo y del Poder
Ejecutivo. Así, una vez que la ley es aprobada por el órgano legislativo, es
remitida al Poder Ejecutivo para su promulgación, que es el acto a través
del cual el ejecutivo manifiesta su conformidad con el proyecto en cuestión
y lo convierte finalmente en ley. La promulgación es una condición
necesaria para la entrada en vigor. Si el ejecutivo no aprueba el proyecto,
lo veta, lo que quiere decir que este es rechazado. Eventualmente, también
podría vetarlo parcialmente y promulgar la parte restante.
Para evitar la tiranía y la concentración del poder, los sistemas
constitucionales le han otorgado facultades al Poder Legislativo para poder
insistir con el proyecto original, en la medida en que obtenga una nueva
mayoría agravada de ⅔ de los votos. De esa forma, el proyecto deberá ser
promulgado por el ejecutivo.

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Promulgación y publicación

Como se ha dicho, la promulgación es un acto del Poder Ejecutivo


(presidente, gobernadores, intendentes) mediante el cual se le da fuerza
de ley al proyecto sancionado por el Congreso.
La promulgación, en el derecho constitucional argentino, puede ser
expresa o tácita. Es expresa cuando el Ejecutivo dicta el decreto de
promulgación dentro del plazo de diez días, que fija la Constitución
Argentina, o tácita cuando ha dejado vencer el plazo sin manifestar el
rechazo al proyecto.
El artículo 80 de la Constitución Nacional Argentina lo explicita de la
siguiente manera:

Artículo 80. Se reputa aprobado por el Poder Ejecutivo todo


proyecto no devuelto en el término de diez días útiles. Los
proyectos desechados parcialmente no podrán ser
aprobados en la parte restante. Sin embargo, las partes no
observadas solamente podrán ser promulgadas si tienen
autonomía normativa y su aprobación parcial no altera el
espíritu ni la unidad del proyecto sancionado por el
Congreso. En este caso será de aplicación el procedimiento
previsto para los decretos de necesidad y urgencia.1

Una vez dictado el decreto de promulgación, la ley debe ser publicada; este
es un requisito para su eficacia. Esta exigencia está vinculada a la
publicidad de los actos de gobierno como una condición esencial de los
sistemas republicanos. No es admisible que una ley sea exigible para un
ciudadano que no la conoce o que no ha tenido la posibilidad de conocerla.
La publicidad de las leyes se hace en el Boletín Oficial y ello está –a partir
de la reforma constitucional de 1994– expresamente estipulado en la
Constitución Nacional Argentina. El art. 99, inciso 3 de dicha norma, dice:

Artículo 99. El presidente de la Nación tiene las siguientes


atribuciones: …3. Participa en la formación de las leyes con
arreglo a la Constitución, la promulga y hace publicar2.

1 Artículo 80. Ley 24.430: Constitución de la Nación Argentina. Promulgada: 3 de enero de 1995.
Honorable Congreso de la Nación Argentina.
2 Artículo 99, inc. 3. Ley 24.430: Constitución de la Nación Argentina. Promulgada: 3 de enero de

1995. Honorable Congreso de la Nación Argentina.

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La publicidad de las leyes es una condición para la eficacia de la norma; no
obstante, una vez cumplido el requisito de publicación en el Boletín Oficial,
la validez y eficacia de la norma se sustenta sobre una presunción iure et de
iure (que no admite prueba en contrario) de que todos los ciudadanos
conocen el derecho. No es admisible invocar que no se ha cumplido una ley
porque no se conocía de su existencia. Se entiende que queda salvada la
exigencia de la publicidad de los actos de gobierno con la mera publicación
en el Boletín.

El veto

Dijimos que para que un proyecto aprobado por el Congreso adquiera


fuerza de ley, requiere la aprobación por parte del Poder Ejecutivo, y que
ese acto es la promulgación.
Pues bien, puede ocurrir que el presidente o gobernador por alguna razón
no esté de acuerdo con la norma que se ha sancionado y recurra a una
herramienta que llama “veto”, a través de la cual manifiesta su rechazo al
proyecto.
El veto puede ser parcial o total y en ambos casos el proyecto vuelve a la
Cámara que le diera origen (sea Diputados o Senadores) para la
consideración del mismo.
El veto parcial solo rechaza una parte de la norma, pero mantiene la
restante. Se dice que es el tipo de veto al que se recurre con más
frecuencia, puesto que encuentra una solución políticamente más
equilibrada al no desechar absolutamente la propuesta del Congreso. El
límite que tiene es que no debe desvirtuar el espíritu que tuvo la norma
vetada.
En el supuesto del veto total, la promulgación es negada a todo el proyecto
sancionado.
El veto debe producirse dentro del plazo de los diez días hábiles
posteriores a la sanción, pues de lo contrario se producirá la promulgación
tácita de la ley. Es decir, si nada dice, se entiende que ha prestado
conformidad, y la ley es promulgada.
Leiva Fernández (2007) define al veto como “entidad legislativa que
consiste en el ejercicio de un poder negativo mediante el cual se rechaza
un proyecto de ley ya sancionado por el Congreso” (p. 122).
El veto –como hemos dicho– guarda su razón de ser en los sistemas
republicanos donde rige la división de poderes, pues lo que busca es que
ninguno de los tres poderes del Estado tenga poder omnímodo. De esta
forma, se limita la posibilidad del Poder Legislativo, si este pretendiere
sancionar leyes que por alguna razón fueren contra la visión o interés del
Poder Ejecutivo.
Pero a la vez el sistema de pesos y contrapesos establece la posibilidad de
que las Cámaras insistan con un proyecto que pretendió ser vetado,
buscando con ello que el Presidente no tenga tampoco el control absoluto

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de todo aquello que pretenda ser sancionado. Lo que se busca es un
equilibrio que funcione como garantía de la república frente a los
ciudadanos.
En la Constitución Nacional argentina existen también materias que no
pueden ser vetadas, como el caso de la ley de convocatoria a consulta
popular para que el pueblo decida por el destino de un determinado
proyecto. Tampoco podrá ser vetada la ley que resulte de dicha consulta
popular.
La Constitución Nacional establece las facultades del presidente en materia
de promulgación de proyectos en el artículo 80, ya citado anteriormente.
Pero a la vez dispone el derecho de las Cámaras a insistir con la aprobación
del proyecto y convertirlo en ley, aún sin la venia del presidente. Esto
dispone:

Artículo 83. Desechado en el todo o en parte un proyecto


por el Poder Ejecutivo, vuelve con sus objeciones a la
Cámara de origen; esta lo discute de nuevo, y si lo confirma
por mayoría de dos tercios de votos, pasa otra vez a la
Cámara de revisión. Si ambas Cámaras lo sancionan por igual
mayoría, el proyecto es ley y pasa al Poder Ejecutivo para su
promulgación.3

El veto, entonces, es una herramienta a considerar en el proceso de


formulación de las leyes.

3Artículo 83, Ley 24.430: Constitución de la Nación Argentina. Promulgada: 3 de enero de 1995.
Honorable Congreso de la Nación Argentina.

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Entrada en vigor. Caducidad.
Derogación. Modificación
Entrada en vigor

Entre la publicación y la entrada en vigor de una ley, existe un lapso que se


denomina vacatio legis. Ese período “puede ampliarse o reducirse,
dependiendo del tipo de legislación en cuestión” (Brenna et al., 2013, p.
174).
La entrada en vigor es el momento a partir del cual la ley comienza a tener
exigibilidad, es decir, la norma empieza a regir sobre sus destinatarios.
La entrada en vigor de las leyes puede ocurrir:

1. “a un número fijo de días contados a partir del día de


publicación de la ley;
2. en una fecha que es establecida en el texto de la misma
ley, pero no anterior a aquella de su publicación” (Brenna et
al., 2013, p. 173).

En el caso de Argentina, el Código Civil establecía un plazo de entrada en


vigor de ocho días hábiles posteriores a la publicación. Es decir, si la propia
norma nada decía, se aplicaba el plazo supletorio previsto.
De esta forma, vemos que la entrada en vigor es un evento jurídico
independiente de la publicación.
Podría ocurrir que la ley establezca una entrada en vigor inmediata o
diferida:

Es inmediata, cuando la fecha coincide con la de la


publicación de la ley “La presente ley entra en vigor el día de
su publicación…” (…)
Es diferida, cuando el legislador tiene en cuenta
determinados hechos o circunstancias específicas, como
pueden ser las dificultades que pueden presentarse a los
destinatarios para ajustar sus conductas a las prescripciones
de la nueva ley, que pueden requerir un tiempo de
implementación más largo. (Brenna et al., 2013, p. 175).

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La entrada en vigor inmediata ocurrirá frente a situaciones de urgencia que
requieran la rápida puesta en marcha de la norma y constituye un supuesto
de excepción, mientras que la diferida dependerá de las circunstancias de
hecho y de derecho que considere el legislador.
Existe también un tercer supuesto que es la entrada en vigor condicionada.
Esto sucede “cuando la misma está subordinada a la verificación de que se
produzca un hecho o un evento” (Brenna et al., 2013, p. 175). Si el evento
no ocurre, la ley no entra en vigor. Se sugiere por razones de técnica
legislativa no hacer uso de este supuesto.
Veamos, algunas reglas prácticas de Grosso et al. (2000) sobre lo dicho
hasta aquí:

REGLAS SOBRE DINÁMICA LEGISLATIVA


Entrada en vigor de la ley
 Por el artículo 5° del Código Civil, las leyes rigen después
del octavo día de su publicación oficial, o desde el día
que ellas determinen.
 Si se quiere que la ley entre en vigor en una fecha
distinta, debe incluirse en la ley una cláusula que
expresamente así lo establezca.
 La entrada en vigor de la ley, puede fijarse en una fecha
determinada con toda precisión, con día, mes y año;
pero hay otras alternativas.
 La entrada en vigor de la ley puede fijarse para una fecha
determinable, como la fecha de promulgación o un plazo
a contarse a partir de la fecha de sanción o de
promulgación. No es aconsejable tomar como referencia
temporal la fecha de publicación oficial, porque eso
permitiría al Poder Ejecutivo manejar la entrada en vigor
de la ley, y eventualmente hasta impedirla.
 Distintas disposiciones de una misma ley pueden tener
distintas fechas de entrada en vigor. Si se quiere usar de
esta posibilidad, es necesario prever lo expresamente y
con toda claridad.
 La entrada en vigor de una ley puede estar sujeta al
cumplimiento de una condición, es decir un hecho
futuro que puede o no ocurrir. No conviene poner como
condición a una reglamentación u otro acto a dictar por
el Poder Ejecutivo, porque ello le permitiría al Poder
Ejecutivo impedir la entrada en vigor de la ley. (p. 13).

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Caducidad
Las leyes dejarán de tener vigencia tras haber sido explícita o
implícitamente derogadas, o bien por haber estado sometidas a un plazo
de existencia temporal (Pérez Bourbon, 2008). En este último caso,
estaremos frente a la caducidad, que es, en definitiva, un modo de
extinción de las leyes.

Las leyes caducan cuando, desde su inicio, estaban


sometidas a un plazo de existencia temporal. Este plazo, al
igual que para la entrada en vigor o para las suspensiones,
puede fijarse a fecha determinada o determinable, o
condicionarse al cumplimiento a la ocurrencia de un hecho.
(Pérez Bourbon, 2008, p. 134)

La ley también podrá caducar cuando establezca un objetivo específico que


ya ha sido cumplido. A modo de ejemplo, podemos señalar los supuestos
de leyes de promoción industrial donde se establecen beneficios
impositivos para la radicación de las empresas en un determinado
territorio y en donde se explicita que la norma caducará a los cinco años de
su entrada en vigor.
La caducidad puede, entonces, estar sujeta a un plazo explícito de
existencia temporal (por ejemplo, diez años); o fijarse a fecha determinada
(por ejemplo, el 10 de diciembre de 2025); o con fecha determinable (el día
en el que se realizaren las elecciones para la renovación de los cargos
ejecutivos nacionales); o bien con fecha condicionada a la realización de un
hecho (por ejemplo, una vez ocasionada la asunción del nuevo presidente).
Producida la ocurrencia de la condición o vencido el plazo, la norma dejará
de tener vigencia.
A continuación, las reglas prácticas de Grosso et al., (2000) sobre la
materia:

Caducidad
 Las leyes se extinguen por caducidad cuando desde su
creación, por su propio texto, estaban sujetas a un plazo
o a una condición, y ese plazo o condición se cumple.
 Cuando es posible, el plazo de vigencia de una ley debe
ser cierto, por haber sido fijado con toda precisión, con
día, mes y año; o bien de otra manera suficientemente
precisa.
 No conviene, salvo casos muy excepcionales, sujetar la
vigencia de una ley a un plazo incierto, o sea aquél

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referido a un hecho futuro que necesariamente alguna
vez ha de ocurrir, pero no se puede saber cuándo.
 La vigencia de una ley puede estar sujeta al cumplimiento
de una condición resolutoria. Si se elige esta posibilidad,
el hecho cuya ocurrencia cumple la condición debe estar
descrito con la mayor claridad posible. Si por la
naturaleza del hecho su ocurrencia puede ser discutida,
es conveniente establecer que tal ocurrencia será
constatada por determinado órgano estatal, el cual
estará obligado a emitir un acto expreso y a publicarlo
en el Boletín Oficial.
 La ley también puede caducar por cumplimiento de su
objeto, si el objeto es susceptible del agotamiento de las
situaciones jurídicas que la ley, regula. Como estos casos
se parecen a un plazo no determinado expresamente
por la ley, si es posible conviene establecer de manera
expresa un plazo máximo de vigencia de la ley (p. 15).

Derogación

La “derogación de una ley implica que queda eliminada de la legislación y,


consecuentemente, sus normas quedan eliminadas del sistema jurídico”
(Pérez Bourbon, 2008, p. 137).
Por regla general, la derogación debe ser un acto explícito a partir del cual
la norma deja de tener existencia y, por lo tanto, exigibilidad.
La derogación, abrogación o abolición son términos que se refieren a los
mismos supuestos, es decir, a la eliminación de una ley del sistema jurídico.
Hemos manifestado en capítulos anteriores que las reglas de técnica
legislativa sugieren la derogación explícita de una norma por sobre la
implícita. Es decir, es preferible un acto normativo que con claridad
disponga la derogación de una norma, pues ello arrojará certeza sobre el
sistema normativo. No obstante, es común observar cláusulas que
enuncian: “derógase toda disposición que se oponga a la presente”, lo que
genera una seria confusión jurídica, pues no resulta claro cuáles son las
leyes vigentes y cuáles las derogadas. Por otra parte, esa redacción
también resultaría innecesaria, pues por la aplicación de los principios
generales del derecho, toda ley posterior deroga a la anterior. Con lo cual,
aun cuando nada se diga al respecto y nos encontremos frente a una
contradicción de normas, se entenderá que la norma nueva derogó a la
anterior.
La derogación puede también ser parcial o total, de acuerdo a si lo que
deja sin efecto es toda la norma o sólo algunos artículos de la misma.
A continuación, las reglas prácticas de Grosso et al., (2000) sobre la
derogación:

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Derogación
 La derogación total o parcial de las leyes debe ser
expresa.
 La derogación debe establecerse en la ley mediante el uso
del término "derógase" seguido de la mención de las normas
a derogar. No deben usarse otros términos porque pueden
dar lugar a confusión, por ejemplo "Queda sin efecto".
 Cuando se establece un nuevo régimen legal en
reemplazo de otro, este último debe ser derogado
expresamente.
 La derogación de las leyes debe ser hecha con toda
precisión, identificando con certeza las leyes o disposiciones
legales que se derogan. Las leyes a derogar deben ser
identificadas por su número, excepto los Códigos, que
deben ser identificados por su nombre completo. Los
artículos deben ser identificados por su número, y los incisos
por la letra o número correspondiente.
 La derogación debe mencionar detalladamente todas las
leyes a derogar, inclusive aquellas modificatorias de la ley
principal.
 Debe evitarse la derogación genérica indeterminada,
que se suele expresar con fórmulas del estilo "derógase
todo lo que se oponga". Con mayor razón deben evitarse las
fórmulas del estilo "derógase en todo cuanto se oponga",
que producen muchas más incertidumbres que certezas.
 No debe usarse el verbo "derogar" ni sus derivados
cuando se establece un régimen especial que ha de
funcionar como una excepción al régimen general que
continúa vigente para los demás casos.
 No conviene derogar leyes que ya estaban extinguidas,
pues se corre el riesgo de que alguien interprete que
estaban vigentes. Si se quiere dar certeza a una derogación
anterior discutible, se puede usar una fórmula como
"declárase derogada a la ley...".
 Cuando se quiere dar por terminado un régimen legal es
necesario derogar la ley que lo estableció. No deben usarse
fórmulas del estilo "suprímese el impuesto creado por ley..."
sino directamente "derógase la ley...".
 Cuando la ley a derogar ha sido objeto de texto ordenado
oficialmente aprobado, la derogación debe referirse al texto
ordenado más reciente de esa ley; pero conviene mencionar
expresamente las leyes modificatorias posteriores al texto
ordenado que también han de ser derogadas. (p. 18).

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Modificación
La modificación de las leyes es el acto mediante el cual se produce “la
derogación parcial o total de su articulado y su sustitución total o parcial
por otro articulado” (Pérez Bourbon, 2008, p. 144).
En términos generales, se aplicarán las disposiciones que derivan de la
derogación, pues en definitiva lo que se hace es dejar sin efecto una norma
o artículo para que entre en vigencia otro.
Se distingue entre la modificación textual y la no textual, según se
contenga “el nuevo texto en forma expresa (textual) o que simplemente
sea una indicación de cómo debe efectuarse la modificación (no textual)”
(Pérez Bourbon, 2008, p. 145).
Veamos, por último, las reglas prácticas de Grosso et al. (2000):

Modificación

 La modificación total o parcial de las leyes debe ser


expresa.
 La modificación de la ley debe ser hecha con toda
precisión, identificándose de manera certera la ley o
disposición legal que se modifica. La ley, a modificar debe
ser identificada por su número, excepto los Códigos, que
deben ser identificados por su nombre completo. Los
artículos a modificar deben ser identificados por su número,
y los incisos por la letra o número correspondiente.
 La modificación debe mencionar a la ley principal a
modificar. No hay que enumerar detalladamente las
anteriores leyes modificatorias de la ley principal.
 Cuando se quiere modificar un régimen legal, es
necesario modificar la ley que lo estableció. No deben
usarse fórmulas del estilo "modifícase el impuesto creado
por ley..." sino referirse directamente a la ley.
 En principio, la modificación de una ley debe hacerse
sustituyendo íntegramente una parte del texto de la ley. Esa
parte no debe ser menor que un párrafo, inciso o apartado.
Aunque se quiera sustituir solamente una palabra o frase,
igualmente se le dará forma de sustitución integral de una
parte de la escala indicada.
 La modificación de una ley también puede hacerse
mediante el agregado de nuevos artículos, párrafos, incisos
o apartados. En este caso debe asignarse a los nuevos textos
una identificación por números, letras o de otro modo, que
sea concordante con el método utilizado por la ley a
modificar.

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 Si se quiere modificar algún artículo de un texto legal
aprobado como anexo de una ley, debe indicarse con
precisión el texto a modificar: no es lo mismo el artículo 3°.
de la ley 340, aprobatoria del Código Civil, que el artículo 3°.
del Código Civil.
 El agregado de nuevos artículos en una ley anterior debe
ser establecido mediante la fórmula "Incorpórase a la ley...
el siguiente artículo…" y luego se transcribe el texto a
insertar, comenzando por su identificación numérica,
alfabética o la que corresponda. Esto vale también para el
agregado de párrafos, incisos o apartados.
 Cuando se agregue a una ley un artículo, párrafo, inciso o
apartado en medio de una serie, la identificación asignada
se formará tornando la identificación de la unidad del
mismo nivel (artículo, párrafo, inciso o apartado)
inmediatamente anterior al lugar de inserción, completada
con una palabra latina que permita diferenciar. Para la
primera unidad agregada la palabra latina será "bis", para la
segunda "ter" y para las siguientes "quqter", "quinquies",
"sexies", "septies", "octies", "nonies", y "decies", Sin
embargo, si los agregados pasan de cuatro, sería
conveniente buscar otra manera de insertar los nuevos
textos.
 Cuando se quiere agregar un artículo nuevo antes del
artículo 1°. de la ley a modificar, conviene asignar al artículo
nuevo el número 1°. y simultáneamente cambiar el número
del anterior artículo 1°, que pasará a ser 1o. bis. Con los
cambios pertinentes, lo mismo vale para el caso de incisos
nuevos antes del primer inciso.
 La modificación de una ley por supresión de textos es una
derogación parcial de la ley, y debe hacerse como las demás
derogaciones. Es conveniente derogar íntegramente
unidades del nivel artículo, párrafo, inciso o apartado. Si se
quiere derogar una parte menor, es preferible sustituir
íntegramente el artículo, párrafo, inciso o apartado.
 La modificación a una ley debe hacerse utilizando
rigurosamente la misma terminología de la ley a modificar.
(Ver también reglas sobre redacción.)
 Al modificar una ley debe respetarse en todo lo posible la
estructura formal de la ley a modificar, inclusive el método
de epigrafiado. Si es necesario modificar también la
estructura de la ley, eso debe hacerse respetando sus
lineamientos generales, p.ej. si se agrega un nuevo capítulo
éste debe tomar una numeración y llevar un título del
mismo estilo que los capítulos ya existentes en la ley.

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 Las modificaciones a una ley que ha sido objeto de texto
ordenado oficialmente aprobado deben referirse al texto
ordenado más reciente de esa ley, sin mencionar las leyes
modificatorias posteriores al texto ordenado, ni agregar
frases del estilo "y sus modificatorias. (p. 19).

Por último, es válido que nos refiramos a un supuesto poco frecuente, pero
que eventualmente podría ocurrir: el caso del restablecimiento de una ley
que había sido dejada sin efecto. En definitiva, equivale a volver a crearla.
Se sugiere no recurrir a esta figura, pues genera incertidumbres jurídicas y
posibles conflictos normativos.
Dice Grosso et al. (2000) al respecto:

Restablecimiento
 El restablecimiento de la ley, debe ser hecho de manera
expresa, pues equivale a volver a crearla. La derogación de
la ley derogatoria no produce por sí misma el
restablecimiento de la ley anteriormente derogada.
 Cuando se restablece una ley extinguida, debe incluirse
una cláusula que regule la situación jurídica de los hechos y
actos producidos en el período intermedio durante el cual
no rigió la ley restablecida.
 Las reglas anteriores valen, mutatis mutandis, para el
restablecimiento de una ley que estaba suspendida. (p. 19).

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Bibliografía de referencias
Brenna, R. G., Bichachi, D. S., y Molinari, G. (2013) Técnica Legislativa (1ra.
ed.). Buenos Aires: La Ley.

Grosso, B. M., Svetaz, M A., Pérez Bourbon, H., y Ubertone, F. P. (2000).


Reglas Prácticas de Técnica Legislativa (1ra. ed.). Buenos Aires: Belgrano.

Leiva Fernández, L. F. P. (2007). Ensayos de Derecho Civil y Técnica


Legislativa (1ra. ed.). Buenos Aires: La Ley.

Pérez Bourbon, H. (2008). Manual de Técnica Legislativa (1ra. ed.). Buenos


Aires: Konrad Adenauer Stiftung.

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