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Imaxinal [EL CUERPO COMO VASIJA SAGRADA]

Delia Salcidos | 1
Imaxinal [EL CUERPO COMO VASIJA SAGRADA]

El cuerpo criatura delicada,

tierno como las rosas en el alba,

conserva su frescura primera junto

al miedo

que vive de él, y en soledad profunda

lo devora con un afán intenso

de perfección.

El cuerpo es morada pasajera

del espíritu nómada,

su consuelo,

su fiel compañía generosa,

su sombra en la llanura

sin rumores,

su imagen sorprendida

su grito sin color

y su esperanza.

El Cuerpo, Criatura Delicada

Fernando Paz Castillo

Delia Salcidos | 2
Imaxinal [EL CUERPO COMO VASIJA SAGRADA]

Introducción

En este trabajo he querido resaltar la importancia que tiene el cuerpo como receptáculo del
alma. El cuerpo a través del que disfrutamos y sufrimos los misterios de la vida. ¿En dónde
queda en nuestras relaciones humanas? Y, ¿Cómo las vive?.

Estamos acostumbrados a hablar de la psique y sus funciones, de las emociones que nos hacen
vibrar, pero olvidamos a menudo que es también en el cuerpo en donde se libran estas
batallas y ahí quedan grabados los impactos de nuestras vivencias. Pero hoy en día, no
queremos que se nos note que hemos vivido y sometemos al cuerpo a diversas reformas y
operaciones imposibles, para aparentar que simplemente no pasan los años por nosotros. ¿No
será acaso esa otra traición?

Utilizo como título del trabajo “el cuerpo como vasija sagrada”, extraído del libro de Marion
Woodman porque me parece que evoca una bonita imagen para referirnos al cuerpo.

La vida como traición

Con la transgresión original realizada por Adán y Eva, el hombre nace al mundo, se constituyó
como sujeto y se tornó consciente. El Paraíso Terrenal es concebido como indiferenciación,
como lugar del no dualismo, no deseo, un lugar de plenitud que no pertenece a la tierra, por
eso fue necesario salir de él.

La traición es una experiencia ineludible, un acto necesario para que nuestra psique pueda
iniciarse en los misterios de la vida y del amor.

La vivencia de nuestra fisicidad

La fisonomía de un individuo no es tan relevante como su vivencia personal que es la que


determina los mayores sufrimientos, como también las mayores gratificaciones. Gustarse a uno
mismo es uno de los grandes deseos. El sentimiento de autoestima pasa por la aceptación del
propio cuerpo, tanto las partes bellas como los defectos. Esto debe ser así, porque nuestro
cuerpo es de veras nuestra casa, en la que permaneceremos durante toda la existencia.

El rechazo o vergüenza de la propia corporeidad llevan consigo un tremendo dolor psíquico,


dolor que se asemeja a la sensación de no tener un lugar donde detenerse y reposar. Que
alguien se perciba físicamente inadecuado significa verse embargado por una tristeza de fondo,
que se transforma en vergüenza y sentido del ridículo en el contacto social.

Hombres y mujeres sufren de graves “complejos de fealdad”, que mejor los podríamos definir
como perturbaciones de la percepción de sí mismos y de su propio cuerpo. Sentirse feo es una
vivencia del alma.

El feo vive en propia piel los aspectos monstruosos de la vida. El rechazo de su cuerpo le hace
portador de la Sombra. Pero además el cuerpo afeado constituye una provocación constante al
otro, un desafío a los instintos reprimidos. Así la fealdad se convierte en lo que Freud llamó “lo
inquietante”, algo indefinido y oscuro que produce la proyección de contenidos inconscientes,
reacciones defensivas y rápido desvío de la mirada. La fealdad hace resurgir aspectos negados y
amenazadores de la psique.
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El feo no sólo vive la propia Sombra, sino que también se ve obligado a encarnar la de los
demás. Cuando nos encontramos con una persona deforme, volvemos la mirada hacia otro
lugar por delicadeza, que en realidad esconde un problema interior.

El feo alude a la imposibilidad de estar en el mundo y remite a una de las traiciones más
devastadoras sufridas en la relación primaria. El rechazo de una madre hacia el hijo, es una
negación de amor que activa la fantasía de la culpa, que a la vez legitima la actitud materna. Es
la falta de acogida, el abrazo que permitiría acoger y contener los impulsos agresivos del niño.
Así la fábula del patito feo tiene una resonancia profunda, porque es una negación de amor a
un pequeño que no está en su sitio. La condición del feo remite a un originario estar exiliado.
El patito, pertenece en realidad a otra especie, y por ello no puede ser reconocido. Rechazado,
humillado y hambriento, atraviesa precozmente el invierno de la vida. Este camino, que
psicológicamente equivale a una experiencia transformadora, descubrirá que es magnífico
cisne.

La bulimia y anorexia representan, de forma diferente, intervenciones destructivas


inconscientes contra el propio cuerpo. Estas perturbaciones producen en el exterior la profecía
auto cumplida de “no puedo ser amado”.

Marion Woodman nos dice que una mujer cuando no está segura en el terreno de su propio
cuerpo tiende a recluirse en su cabeza y en la intelectualización de un problema, el cuerpo es
cruelmente descuidado.

Si la imaginación creativa no se da ni tiempo ni espacio para crear sus propios cimientos, la


psique hace lo único que puede hacer: hace real el símbolo. En la obesidad, la ausente madre
positiva es hecha real en el cuerpo y el temor de no permanecer sobre la tierra se compensa
con un cuerpo lo suficientemente grande como para mantener el espíritu abajo. En la anorexia,
el cuerpo se minimiza hasta reducirlo a mero espíritu. La anoréxica y la bulímica son una cruel
parodia del pan espiritual que no pueden digerir. Para curar la división, hay que entender
conscientemente el comportamiento destructivo e imaginarse qué está tratando de decir ¿Por
qué necesito alimentarme? ¿Por qué necesito un cuerpo grande? ¿Por qué necesito cosas
dulces? ¿Qué es este agujero en el centro? ¿Qué es este temor? O diálogo con el cuerpo es
crucial para la comprensión. El problema está en algún lugar de la matriz materna. Cuando la
matriz materna está dañada, el niño no puede enraizarse en su propio cuerpo.

El diálogo con el cuerpo es crucial para la comprensión. La sombra está en el cuerpo,


demasiado lejos de lo consciente y no hay suficiente consciencia para establecer el vínculo
entre cuerpo y psiquis.

Una relación sana con el propio cuerpo no se alcanza con la sola fuerza de voluntad, porque el
cuerpo es un espejo del alma y los malestares relacionados con ésta necesitan una atención
más profunda que un simple esfuerzo reactivo. Podría ser que en el alma se depositen
impresiones que la mente no está en condiciones de afrontar. Los traumas infantiles recluidos
en el inconsciente se pueden representar como la ocultación en el cuerpo de impresiones
intolerables de miedo y desamor vividas cuando se era niño.

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Cuando no se permite que la respiración del espíritu (lo masculino) penetre en la materia del
cuerpo (lo femenino), la concepción non es posible. Nuestra sociedad tienen a rechazar el
cuerpo consciente por lo que nuestros cuerpos se vuelven tan rígidos y llenos de emociones
inexpresadas que no hay sitio para la creatividad. En los sueños aparecen como retretes
obstruidos, desbordados, retretes en medio de una sala, retretes con contenidos atroces…etc.
Una expresión obstruida conduce a la depresión y la depresión lleva al derrumbe.

El sueño que sigue deja claro el poder de pneuma (término griego que significa respiración o
espíritu).

Yo estaba en una habitación grande con una mujer muerta dentro de un féretro. Vino gente a
presentar sus respetos. Alguien se dio cuenta de que ella se había movido un poco. Más tarde
me volví para verla y observé que sus ropas estaban desarregladas. Pronto sentí sus
movimientos aún estando de espaldas. Fui hacia ella, la mecí y le hablé. Revivió. Caminamos
hasta la puerta y salimos. Dijo: “Gracias por ayudarme a superar un ataque de pneumonía”.

Este sueño pertenece a una mujer de mediana edad cuyos sentimientos y emociones habían
sido acallados en la niñez por el complejo de la madre negativa. Los acontecimientos de su vida
se habían convertido en algo demasiado doloroso para mirarlos de frente; escondiendo su
dolor, continúo tan valientemente como pudo, con su matrimonio y su trabajo. Vivía
conteniendo la respiración de un modo figurativo y a menudo literal, lo que constituía una
reacción automática a su temor; dejar que las cosas simplemente sucedieran habría sido
rendirse al enemigo. Su respiración superficial la desconectaba de su principio femenino
sepultado en su interior; por eso sufría dolores de corazón. Aceptó rápidamente los mensajes
de los sueños y también reconoció la creciente brecha entre cabeza y cuerpo, o mejor dicho,
entre espíritu y materia.

La cabeza reconoce, el cuerpo experimenta. La declaración inicial del sueño: “yo estaba en una
habitación grande, con una mujer muerta”, ilustra lo crucial que es para todos encontrar
nuestra propia fuente creativa, porque la naturaleza pasa factura si no obedecemos a nuestros
instintos. La última declaración: “gracias por ayudarme a superar un ataque de pneumonía”,
identifica el pneuma, el espíritu creativo, como vínculo de conexión. Mientras que Medusa
quiere que cada cosa sea permanentemente y perfecta, Sofía quiere las cosas en movimiento,
respirando y creando.

El deseo

En lo físico se manifiesta totalmente nuestra relación con el deseo, un deseo entendido como
energía de vida. Percibir el propio cuerpo como “feo”, significa estar inhibido en el movimiento
mismo de la vida, imposibilitado para tener relaciones de afecto, que se manifiesten a través
del cuerpo. En casos así, el individuo suele compensar esta desconexión del cuerpo y de las
emociones, mediante una actividad intelectual compulsiva. El feo está dominado por el deseo.
Las energías que se dedican a la búsqueda de su realización, están absorbidas en su represión.

El ascetismo es una coartada sublime del miedo a la confrontación. Toda la energía del
individuo se destina al control y mortificación del deseo y de esta forma se cierra el horizonte
de la vida. El feo no tiene una estrategia tan sublime.

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El deseo nos hace descubrir el cuerpo y revela nuestra corporeidad. Existimos desde el
momento en que somos concebidos, pero sólo tomamos posesión de nuestro cuerpo cuando
encontramos a alguien que nos desea. A partir de ahí tenemos una concepción diferente de
nuestra existencia carnal.

El contacto y experiencia corporal es más profundo y necesario que el alimento. Tocar y


acariciar representan formas básicas de conocer y amar. Ser amado intensifica los sentimientos
de seguridad y bienestar físico. Nuestras más tempranas experiencias de afecto forman la base
de posteriores relaciones sentimentales. El proceso de construcción del yo es paralelo a la
integración de la imagen corpórea.

La proximidad física es la forma más directa e intensa de comunicación no verbal. En la vida


adulta estos momentos constituyen una fuerza interior que protege en los momentos de
peligro.

“Reparar” en el cuerpo

Entonces la mujer vio que el árbol era bueno para comer, agradable a
sus ojos

y deseable para conquistar sabiduría, tomó su fruto y comió de él,

y luego se lo dio al marido, que estaba con ella, y también él lo comió.

Entonces se les abrieron los ojos y repararon en su desnudez,


entrelazaron

hojas de parra y con ellas hicieron un cinto.

Génesis, 3,6-7.

Con este reparar en el cuerpo comienza la historia humana, que es un “reparar” en el cuerpo y
en la sexualidad y un “reparar” en ser mortales.

El deseo surge en el hombre a causa de la temporalidad, de la muerte y de la finitud del ser


humano.

En el relato del Paraíso, hay un árbol de la vida y un árbol de la ciencia del bien y del mal. El
hombre, al elegir el árbol del conocimiento, tomó conciencia y dejó atrás la inocencia
paradisiaca. Así, en el momento que se produce el deseo de conocimiento, aparece el dolor
originario de la conciencia.

La transgresión es una cualidad que eleva al hombre pero lo carga con una gran
responsabilidad ética.

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La escisión entre alma y cuerpo

La escisión cuerpo-alma se produce en el momento en que es necesario separar la


materialidad del cuerpo para poder contemplar las ideas. Esta dicotomía se ha planteado
desde Platón, de forma tal que psique y soma se consideran elementos en contraste.

Así, en la etapa medieval, el ascetismo ha condenado el cuerpo y lo ha sometido al intelecto.


Entonces se exaltaba la mortificación de la carne y la condena de sus alegrías. A partir de aquí,
el cuerpo ha cargado con acepciones negativas, de tal forma que se ha llegado a la cosificación
del mismo, como algo que “tenemos” y no como algo que “somos”.

El cuerpo eternamente joven

Hoy en día la enfermedad y la vejez son innombrables. El cuerpo viejo o enfermo es temible,
lleva irremediablemente a la idea de un final.

La actual cultura rinde homenaje al cuerpo joven. Pero este es un cuerpo sin historia. Cuando
se sustrae al cuerpo el devenir del tiempo, se le está negando toda significación, porque todas
las estaciones de la vida están dotadas de significado, por lo que el cuerpo tiene que cambiar.

Si persistimos en la idea de ser jóvenes, negamos al cuerpo la posibilidad de ser real. La imagen
constituye un reflejo de nuestra interioridad, pero, en este caso, la exterioridad no se
corresponde con nuestras vivencias y significados afectivos y eso constituye una traición al
cuerpo.

¿Por qué enfermamos?

Un hombre enferma porque se oculta a sí mismo una historia cuyo significado es


insoportable. Su enfermedad, además, es una respuesta simbólica que intenta
inconscientemente alterar el significado de la historia.

La enfermedad es el ingreso de la muerte en la vida, descubriendo así que nuestra presencia


en el mundo es precaria. La enfermedad es la que nos hace buscar afanosamente el sentido de
la vida, induciendo al enfermo a plantearse preguntas extremas acerca del significado de la
existencia.

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Con la enfermedad, el hombre es expropiado de su proyecto existencial, es privado de la


perspectiva de futuro y abocado a una absoluta soledad.

¿Por qué me ha tocado a mí?

Desde una perspectiva judeocristiana, el enfermo se siente como víctima, y desarrolla un


sentimiento de culpa que le lleva a buscar la solidaridad de los demás, pero se le suele negar
porque el enfermo atrae proyecciones demasiado inquietantes. El cuerpo enfermo se planta y
se niega a estar a nuestro servicio, tal y como dábamos por sentado.

Es necesario que escuchemos al cuerpo y profundizar en el mensaje que con la enfermedad


desea transmitirnos. La enfermedad nos dice que algo ha entrado en crisis y es una buena
ocasión para dar luz a la relación que nos liga con nuestro cuerpo. La enfermedad nos habla de
conflictos psíquicos que no hemos sido capaces de afrontar. Si nuestro nivel psicológico está
poco evolucionado, es decir, no puede expresarse en términos simbólicos, se manifiesta como
enfermedad.

Actuar en el exterior los estados internos, supone decir que nuestra capacidad de afrontar los
conflictos es más bien primitiva, por lo que el cuerpo ha de ceder a la enfermedad.

La imagen corporal

La formación de la imagen corporal no es el resultado de las experiencias personales, sino que


se basa en la relación ego-Sí mismo, que también tiene una representación corpórea. La
consciencia personal es la percepción de una parte del cuerpo total.

Los símbolos del Sí mismo emergen de las profundidades del cuerpo. Según Jung, el símbolo
es un cuerpo vivo. La unicidad de la psique puede tan sólo percibirse aproximadamente, las
camadas más profundas de la psique pierden su individualidad en la medida en que se hunden
en la oscuridad.

Podríamos decir, que si una disfunción se manifiesta corporalmente, estaría representando un


contenido más inconsciente, más colectivo. El conflicto que se expresa en una simbología
abstracta (fantasía, sueños, imaginaciones) estaría más cerca de la consciencia que aquel que
se expresa en su polaridad orgánica. El paciente que se expresa somáticamente, ha perdido la
conexión de su cuerpo con el inconsciente somático, de tal forma que su vida imaginativa
estaría desconectada de su vida orgánica. Posiblemente éstas sean formas arcaicas de
funcionamiento mental, formas simbólicas pre-verbales, naturales del estado infantil.

La capacidad para simbolizar

Cuando la relación madre-hijo es suficientemente buena, se desarrollará una diferenciación


progresiva en el niño, entre su cuerpo y el cuerpo de la madre y esta es la primera
representación del mundo externo. Lentamente se van diferenciando los contenidos
psicológicos de los somáticos en la psique infantil.

Podemos suponer que la dificultad para simbolizar en el nivel más abstracto sería consecuencia
de la interrupción prematura de la relación con la madre. De tal forma que el miedo, en vez de
transformarse en proceso mental, se fija en el plano físico.
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Una vez que ciertos estados emocionales no pudiesen tener una elaboración una simbólica
abstracta, la tendencia sería a una escisión.

Un síntoma es por lo tanto, una representación simbólica de una desconexión o perturbación


en el eje ego-sí mismo, lo cual puede ser corporal (enfermedad orgánica) o psíquico
(enfermedad mental).

Cuando una disfunción se manifiesta corporalmente, sería una expresión del inconsciente
colectivo, ya que estaría expresando un contenido más inconsciente a través de una
simbolización más regresiva, dado que dicha simbolización sucede en el plano somático y no en
el verbal o abstracto.

Como ya se ha expuesto, la capacidad para simbolizar es muy importante para poder conectar
con determinados contenidos y tomar conciencia de los mismos, contenidos que de otra
forma continuarían siendo inconscientes.

Jung creyó que la curación estaba en el símbolo, porque el símbolo une el cuerpo, la mente y el
alma a través de la imaginación creativa.

Bibliografía

ALDO CAROTENUTO. Ed: Paidós. Amar traicionar (casi una apología de la traición).

ALDO CAROTENUTO. Ed: Cuatro Vientos. Eros y Pathos. Matices del sufrimiento en el amor.

DENISE GIMENEZ RAMOS. A psique do corpo. Uma compreençao simbólica de doença.

MARION WOODMAN. Ed: Luciérnaga. Adicción a la perfección.

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