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QUINTA SEMANA

El ensayo

Ejercicios de asimilación

I- Desarrolla las cuestiones siguientes:

1.- ¿Qué es un ensayo?

El ensayo es un género literario que se caracteriza por permitir desarrollar un tema


determinado de una manera libre y personal. Comúnmente, las personas escriben
ensayos para manifestar alguna opinión o idea, y sin tener que preocuparse de ceñirse
a una estructura rígida de redacción o documentarlo exhaustivamente.

2.- Describe el papel de las funciones denotativa y connotativa del lenguaje en


el ámbito del ensayo.

El Lenguaje Denotativo es cuando el texto es totalmente objetivo. En este tipo de


textos no se aplican los recursos de la poesía por ejemplo: La personificación, la
comparación, la metáfora, etc.

El Lenguaje Connotativo cuando un texto está escrito de manera connotativa, significa


que es subjetivo. Por ejemplo los poemas normalmente son connotativos ya que
tienen el uso de la metáfora, la hipérbole, la personificación. Estos elementos hacen
que el texto no sea directo y no este escrito tal como algo estaría escrito en un
diccionario.

3.- El ensayo es una reflexión personal del autor. Sin embargo, se recomienda
hacer una documentación del tema antes de empezar a escribir. ¿Por qué?

Son muchas las razones por las que procede la delimitación del tema a tratar. Según
Félix Fernández sugiere que se aprovechen en primer lugar las coyunturas naturales
que presentan los hechos es decir causas, consecuencias presente, pasado y futuro.

4.- ¿Cuáles son las características del ensayo?

Subjetivo: Los ensayos son subjetivos ya que exponen el punto de vista del autor, que
a pesar de fundamentarse en una investigación, su opinión no necesariamente es
objetiva. Se presentan más como una charla del autor con sus lectores y es frecuente
encontrar citas, anécdotas o experiencias personales para fundamentar su opinión. El
estilo utilizado es muy coloquial.

Texto breve: El texto es breve, no son muy extensos a pesar de que la extensión
puede ser variable no son obras voluminosas.

Sin orden determinado. El autor no lleva un orden; debido a esto los ensayos no
tiene subtítulos, esto se debe a que el escritor tiene libertad de llevar el tema a su
conveniencia y puede divagar por lo que no existe un esquema preestablecido de la
obra.

Temas libres: Los temas que se pueden utilizar en un ensayo son variados.

Va dirigido al público en general: El autor pretende divulgar el tema tratado con un


público amplio y no enfocarse únicamente a uno especializado. Esta circunstancia
hace de los ensayos un buen instrumento de divulgación científica, tecnológica o
cultural.

La estructura: La estructura distintiva de un ensayo consta de tres partes que son:

Introducción: Un breve párrafo en donde se presenta el tema a tratar y el objetivo del


ensayo.

Desarrollo: Es el ensayo en sí mismo, en donde el autor expone sus ideas y opiniones


con respecto al tema.

Conclusión: El autor presenta algunas alternativas o sus propias conclusiones


respecto a lo que acaba de exponer.

II.- Lee detenidamente el siguiente ensayo. Responde las interrogantes que


aparecen al pie del mismo:

El arte de escribir
Jorge Mañach

Cubano (1898 – 1961)

Evidentemente, escribir es sólo cuestión de tener algo que decir y de decirlo lo mejor
posible. Por lo tanto, de substancia y de forma.

Prescindamos por el momento de lo que resulta anterior aún a eso, que es la


preparación general, el fondo de cultura y de adiestramiento específico indispensable
para tener algún depósito contra el cual girar. Sobre eso vendremos luego, aunque
sea previo. Asumamos que ese fondo existe en mayor o menor medida, y que nuestro
escritor en ciernes experimenta unas ganas irresistibles de expresarse literariamente.
Lo primero, repito, en ese trámite, es lo que se quiere decir: la substancia.

La substancia puede ser de índole muy variada; substancia de pensamiento,


substancia de cosas o substancia de emoción. En otras palabras: el escritor se
pone ante la cuartilla como un meditador, como un “reportador” o como un
poeta…aunque sea en prosa. Obviamente, el trance menos severo es el del que
llamo “reportador”. Tiene éste el mundo, o una parcela de él, frente a sí. Las cosas
que se propone entresacar de él y revelar o destacar al lector están ahí: es sólo
cuestión de elegirlas con acierto, por lo que tienen de insólitas o, al contrario, de
características; por lo que tienen en todo caso, de significativas. Si no ve eso, no vale
la pena que escriba. El escritor es por definición, un señor que cree ver más o mejor
que los demás. No hay modo de quitarle al oficio esa vanidad. Y ya el ver claras las
cosas significativas, el verlas con su propio perfil, no es poca substancia. De los
buenos informadores, entran pocos en libra.

Otro modo de substancia es la emoción que se experimenta ante las cosas o por
la ausencia y nostalgia de ellas. Es la materia del poeta; del escritor de sensibilidad o
el escritor de fantasía. El primero es el que se conmueve con presencias; el segundo,
el que se emociona con ausencias. Aquél podrá informar primero de las cosas que le
impresionan, como en el caso del cronista o del narrador, pero lo más importante de
su materia será siempre la herida que ellas hacen en su sensibilidad, y su acierto
expresivo consiste en respirar por esa herida. El segundo se crea un mundo a su
gusto o su angustia. Tendrá que ser un mundo interesante, un mundo en que el aleteo
de su fantasía sea bastante vigoroso para despertar la fantasía que los demás
hombres llevan dormida.

Y finalmente, está el escritor cuya materia es el pensamiento. Se parece mucho al


escritor emotivo; sólo que en él la sensibilidad es de la inteligencia y de la conciencia,
y consiste en la aptitud para reaccionar con ideas ante las cosas del mundo, o ante las
ideas mismas de él y de los demás.

Es evidente que esas substancias _ imágenes de cosas, emociones, ideas_, se tienen


o no se tienen cuando se va a escribir. No sé que haya ninguna fórmula para hacerse
de ellas, para agenciárselas a la fuerza. La cultura contribuye mucho a esa dotación,
pero si no va acompañada de sensibilidad, la cultura por sí sola no vale. Hay mucha
gente cultísima que no sabe escribir, no ya porque carezca de la técnica del caso, a
que luego me referiré, sino porque tiene lo que pudiéramos llamar la cultura pasiva, sin
vibración de sensibilidad bastante para irradiar las substancias de ella. Miran, sienten
y piensan para sí. La experiencia del mirar, el sentir y el pensar no los llena y
estremece al punto de que necesiten desbordarse en la comunicación literaria. El
escritor genuino es siempre una sensibilidad que no puede contenerse. Por eso
generalmente, se les paga tan mal.

Una vez en posesión de esa materia efusiva, el problema del escritor es precisamente
la efusión; cómo expresarla, cómo sacársela de dentro y darle un cauce comunicativo.
Y aquí me parece que no hay más que dos vías posibles: la de la inspiración y la del
método.

La inspiración es un modo de expresarse que, misteriosamente, se ordena a sí mismo.


Es propio de los escritores poéticos, pero no patrimonio exclusivo de ellos. Hay días
en que también el reportador ve las cosas más significativas que nunca;
impudorosamente parecen mostrarle de por sí su perfil desnudo y agruparse en su
justa jerarquía, sin que haya más que trasladar al papel su misteriosa espontaneidad.
También el meditador habitualmente afanado tras la esquivez y sutileza de los
conceptos, tiene días en que éstos se le echan encimacomoun rumoroso enjambre y
le punzan lo más delicado de la conciencia, como si quisieran incitarle al hallazgo y la
plenitud. En esos días, se dice que se está “inspirado”.
Vaya usted a saber de qué depende eso. A lo mejor, de una buena digestión, de una
víspera de sueño reparador. O tal vez de un culto destilamiento que lentamente se le
ha ido produciendo entre los cuarzos del espíritu.

La inspiración, pues, es un estado de gracia. Lo mismo le puede sobrevenir al escritor


novicio que al veterano. Los poetas dependen casi enteramente de ella (por eso
escriben tan poco…si son poetas de verdad). Los demás, no pueden depender de
cosa tan adventicia, sobre todo si son escritores profesionales. Cuando las imágenes
y las ideas no hallan su camino de por sí, no hay más remedio que abrírselo. Esto es
lo que se llama metodizar la exposición. Método significa, como es sabido, camino.

Permítaseme tomar el ejemplo que me es más cercano en este momento. Mientras


esto escribo, ando un poquillo afortunado. Mal que bien, esto va saliendo con cierto
orden, sin que yo hiciera demasiado plan previo de expresión. Sencillamente, antes
de ponerme a escribir, puse en una cuartilla, a la carrera, diez o doce renglones de
tipo telegráfico, con las ideas y las fórmulas verbales que de entrada se me ocurrieron
acerca del tema. Como no tenían orden espontáneo alguno, se lo he ido dando al
escribir. Pero mucho más a menudo ocurre que uno no está tan “de vena”; y entonces
sí hace falta un esquema previo de lo que se va a decir, un “esqueleto” en que los
conceptos se jerarquizan y articulan lógicamente. He aquí, pues una primera
recomendación para el novicio que quiera irse habituando a la expresión ordenada,
sobre todo en el campo de las ideas. Solamente cuando uno ya se ha disciplinando
un poco en eso, puede confiarse con alguna soltura “a lo que salga”.

Pero nunca hay que confiarse demasiado. “Lo que sale” es, frecuentemente, lo que
cuesta menos trabajo. Aquello de la línea de menor resistencia también opera en esto
de escribir. Cierto abandono ha sido característico del escritor hecho. Como el
elegante de raza, éste lleva sus prendas con naturalidad y soltura, hasta con cierta
displicencia. El “empaque” es una calamidad, en el escribir como en todo; la retórica
no es otra cosa que el estilo de “empaque” o empaquetado. Pero no hay que exagerar
la cosa. No hay que olvidar, sobre todo, que para poder llegar a esa soltura y
abandono, es necesario haberse formado antes, por la disciplina, por la vigilancia
severa de la propia expresión, una especie de instinto de lo que está bien. Nada hay
más peligroso para el novicio que querer escribir “fácilmente” antes de tiempo. De ahí
proceden a menudo la vulgaridad, la superficialidad, el simplismo, el contentarse con
lo que buenamente “sale”. Decía un buen pintor español Casado del Alisal, que “el
poco más o menos nunca ha hecho buenos artistas”.

Ejercicios
1.-Transcribe un párrafo expositivo de este ensayo.

La substancia puede ser de índole muy variada; substancia de pensamiento,


substancia de cosas o substancia de emoción. En otras palabras: el escritor se pone
ante la cuartilla como un meditador, como un “reportador” o como un poeta…aunque
sea en prosa. Obviamente, el trance menos severo es el del que llamo “reportador”.
Tiene éste el mundo, o una parcela de él, frente a sí. Las cosas que se propone
entresacar de él y revelar o destacar al lector están ahí: es sólo cuestión de elegirlas
con acierto, por lo que tienen de insólitas o, al contrario, de características; por lo que
tienen en todo caso, de significativas. Si no ve eso, no vale la pena que escriba. El
escritor es por definición, un señor que cree ver más o mejor que los demás. No hay
modo de quitarle al oficio esa vanidad. Y ya el ver claras las cosas significativas, el
verlas con su propio perfil, no es poca substancia. De los buenos informadores, entran
pocos en libra.

2.- ¿Cuál es el propósito de Jorge Manach en este escrito?

3.- ¿De qué manera hace convivir la denotación y la connotación para lograr sus
fines? Ilustra con ejemplos.

5.- Interpreta en tu propio estilo por lo menos tres de sus recomendaciones;


escribe un párrafo breve de cada una.

IIIElige un tema de tu interés, cuyas vivencias y posteriores impresiones sean


para ti tan relevantes que quieras compartir con otros tus consideraciones al
respecto. Redacta un ensayo de cuatro párrafos, por lo menos. Cuida la
ortografía, la estructura y el estilo.

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