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(Parte I: “Los
juglares en general”)
Recitadores bárbaros
(germánicos)
Poeta árabe
Juglar: aunque muchas veces fuese poeta, se ganaba la vida con el canto de
versos ajenos o con las inferiores habilidades de saltimbanqui, fue siempre un
tipo menos noble que el trovador y supeditado a éste.
Trovador: aunque cantase en público, a veces, no lo hacía por oficio, y aunque
muchas veces fuera pobre, era siempre el poeta de las clases cultas. Muchos
caballeros y de la más alta posición social, buscaban en el ejercicio de la poesía
y la música la plenitud de sus cualidades caballerescas.
(…) es el caballero, o la persona cualquiera, que hace versos como los histriones (uno
de los tres tipos procedentes del teatro romano).
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El trovador, no solo por lo común, era socialmente superior al juglar, sino también lo
era intelectualmente, como persona más instruida.
Todos los que viven vilmente y no pueden presentarse en una corte de valía,
como son aquellos que hacen saltar simios o machos, cabríos o perros, los que
muestran títeres o remedan pájaros, o tocan o cantan entre gentes bajas por un
poco de dinero, estos se llaman bufones.
Los que con cortesía y ciencia saben portarse entre las gentes ricas para tocar
instrumentos, contar las “nuevas” o relatos poéticos, cantar versos y canciones
hechas por otros, éstos poseen el nombre de juglar.
Aquellos que saben trovar verso y tonada, y saben hacer danzas, coblas,
baladas, albadas y serventisios, deben ser llamados trovadores.
El juglar bueno se esfuerza cada día por adelantar en su oficio, se pica de cantar
canciones de buenos trovadores, bien hechas según arte; posee las tres esenciales
condiciones juglarescas: donaire, voz y fiel memoria para hacer lucir los versos sin
alterar en nada las perfecciones que el trovador puso en ellos. En opinión de los
trovadores, el juglar carece por naturaleza de toda poética inventiva.
(…) en las cortes, se hacía cada vez mayor. En la segunda mitad del siglo XIV,
el juglar además de haber perdido el poetizar, abandona cada vez más el canto, viniendo
a dejar su oficio reducido al de simple músico o al inferior del bufón.
Desde el siglo XIV, en vez de juglar, se practicó la denominación menestrel o
ministril, venida del francés. En España adoptó la forma de ministril para designar el
músico de las casas señoriales o de las fiestas solemnes. Después de esto, el antiguo
nombre de “juglar” quedó como sinónimo de “chocarrero que trata y habla siempre de
burlas”, o como truhan vagabundo y de mala vida.
MENÉNDEZ PIDAL, Ramón: “Poesía juglaresca y juglares”. Espasa Calpe. Madrid. 1962. (Parte I: “Los
juglares en general”)
podía sostenerse sólo a costa de los reyes, y el juglar viajaba de corte en corte visitando
los castillos de los infanzones y caballeros o yendo a las casas de ellos en los ciudades.
Y claro es que, además de los juglares viajeros, había otros sostenidos y pagados en las
casas señoriales. Los señores se servían, no sólo de las artes musicales e histriónicas de
los juglares, sino de todas las habilidades que éstos solían poseer, desde las más
extrañas, como la destreza de pescar, hasta las más frecuentes, como las del buen
mensajero; pero no sólo esto, el juglar llevaba misivas muy a prosa corriente, sirviendo
de mediador en los amores, por ejemplo.
El juglar tenía para la dama otro atractivo muy particular, el era el divulgador de
4 los loores (alabanzas) que le tributaba el enamorado. Los señores eclesiásticos, lo
mismo que los civiles tenían sus juglares, y no solo ataban sino que también
comunicaban mucho los simples clérigos.
También los municipios pagaban a los juglares. Hay que tener en cuenta que los
juglares, en gran número, vivían de asiento en las ciudades.
En el siglo XIV encontramos también juglares asalariados adscritos al servicio
de una ciudad.
También importa notar que las grandes ciudades, algo así como los reyes,
pagaban fuertes sumas por oír sus elogios en boca de los juglares. Había juglares por
puerto fijo, que cobraban una quitación o salario mensual en dinero y paño para vestir, o
en cebada o vino. Pero el modo primitivo, el más común de vivir en juglar, era viajando
de un sitio a otro para buscar público variado, de quien recibía dones. Los dones que
recibía el juglar eran muy diversos, según la calidad del público que los otorgaba. Los
reyes recompensaban a los juglares a veces con casas o heredades, también concedían
rentas públicas, franquezas y exenciones.
Los juglares acompañaban a los señores y a las damas en sus viajes. Eran
también indispensables los juglares en las huestes o en la armada para tocar trompas y
los tambores. El juglar acude también a mitigar los sufrimientos de un enfermo.