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RELATOS DE INTEGRACIÓN
Perspectivas psicoanalíticas sobre el devenir
de los procesos de integración
Anexos a cargo de
Silvia Young, Viviana Cuevas y Valentina Trigueros
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Algunas palabras preliminares . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Construcción imaginaria de la discapacidad o la persistencia de la
memoria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Más allá de lo imaginario… cartografías estalladas . . . . . . . . 27
Lo visible y lo invisible . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37
Integración. Todo Relato reclama un comienzo . . . . . . . . . 47
Integración-Lazo Social . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
Relatos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69
Las Sabihondas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
Lo que urge en la institución escolar . . . . . . . . . . . . . . 87
Nombres propios, lo ajeno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95
La diversidad de la diferencia . . . . . . . . . . . . . . . . . 101
Anexos
Viviana Cuevas
Junio 2010
misión de lo posible de nuestra praxis. Que algo se diga, que algo se lea
como marca de ese trabajo es la apuesta.
En esta instancia final, que tiene la particularidad de ser primera para
el lector (eso es lo raro de escribir las primeras páginas de un texto, ya que
son siempre las últimas para el autor)… quiero agradecer a todos aque-
llos que recorrieron con entusiasmo el camino de construir Relatos: ami-
gos de la vida, colegas, compañeros de trabajo, analistas que enriquecie-
ron con sus aportes la escritura del texto.
A Pablo Peusner, que desde un inicio apostó al proyecto y lo acom-
pañó. A Alejandra Buttiler, que posibilito que esas hojas sueltas tomaran
la forma de libro. A Laura Vélez, que con su mirada enriqueció lo escri-
to. A Silvia Young, que en cada momento está con su palabra, experien-
cia y amistad. A Valentina Trigueros, que acompaña en el día a día el tra-
bajo en efapp con inmenso respeto y compromiso. Al equipo de efapp, a
los que están aun en él, a los que formaron parte y hoy nos acompañan
desde otro lugar.
Para finalizar, Relatos está atravesado por el diálogo, por la discusión,
por el debate, por los encuentros con las palabras dadas, prestadas, explo-
radas, intercambiadas y pensadas con otros. Palabras que tejieron una tra-
ma y le dieron una textura.
Tendré que escribir muchas cosas sobre las que sé poco y hasta me parece que
la impenetrabilidad es una cualidad intrínseca de ellas; tal vez cuando creemos
saberlas, dejamos de saber que las ignoramos; porque la existencia de ellas es
acaso, fatalmente oscura; y esa debe ser una de sus cualidades. Pero no creo
que deba escribir solamente sobre lo que sé, sino también sobre lo otro.1
1. Hernández, F., Por los tiempos de Clemente Colling. Arca. Montevideo, 1966.
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El hombre ha llegado a ser, por así decirlo, un Dios con prótesis: bastante mag-
nífico cuando se coloca todos sus artefactos, pero estos no crecen de su cuer-
po, y a veces, aun le procuran muchos sinsabores.2
La nueva lógica que nos atraviesa, a la que nos referimos como posmo-
dernidad, sin que esta denominación implique una consideración valo-
rativa de la misma (o sí), es la lógica del consumo como regulador social
y como lógica libidinal. Esta nueva lógica que se puede nombrar como “Su
majestad: el consumidor” va de la cultura del ser propia de los años ’60-’70
a la cultura del tener.
La cultura del ser crearía un buen programa defensivo cuya salida era,
y es, por la creatividad. La cultura del tener obtura esa salida, intercam-
bios no creativos con déficit en la economía libidinal que generan empo-
brecimiento.
Esta sociedad que termina rechazando lo que ella misma genera y ad-
judicándolo a cada integrante favorece la discriminación. Thanatos (des-
trucción) en detrimento de Eros (integración). Si la discapacidad se reco-
noce, se puede aceptar, si se la niega, se borra en nombre del “bien de to-
dos”. La persistencia de la memoria contiene el olvido.
Las instituciones, especialmente la familia, se encargan de transmitir
lo simbólico-imaginario de la época.
En el campo de la constitución subjetiva, el niño tiene un poder ad-
quisitivo, indirecto, el consumo de la imagen forma parte de lo cotidiano
desde la más temprana infancia.
2. Freud, S. El Malestar en la cultura. Amorrortu. Bs. As. Tomo XXI. Pág. 90, 1930.
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Cultura y subjetividad
…en general, los seres humanos vivencian su presente como con ingenui-
dad, sin poder apreciar sus contenidos: primero deberían tomar distancia
respecto de él, vale decir que el presente tiene que devenir pasado si es que
han de obtener de él unos puntos de apoyo para formular juicio sobre las co-
sas venideras.4
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La alienación en la cultura
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Imaginario social
7. Moscovici, S. “Sobre las representaciones sociales”, en J.P. Forgas (comp) Social cogni-
tion. Perspectivas in eveyday life. Londres. 1981.
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La situación de discapacidad
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11. Pantano, L. “Personas con discapacidad. Hablemos sin eufemismos”. Revista La fuen-
te. Año X. Nº 33. Argentina. 2007.
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12. Skliar, C. ¿Y si el otro no estuviera ahí? Notas para una pedagogía (improbable) de la di-
ferencia. Bs. As. 2003.
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¿Quién ve?
¿Qué es lo visto?
¿De qué lado del espejo?
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tud deseada. Si, por el contrario, el viajero era demasiado largo, Procusto
amputaba la parte sobrante con un certero tajo de espada.
Un día Teseo viajaba por ese camino y fue invitado por Procusto. Al
tumbarse en el lecho, Teseo se colocó de través en lugar de hacerlo a lo
largo como todo el mundo. Esto desconcertó tanto a Procusto que Teseo
pudo atacarle con su espada, partiéndolo en dos mitades iguales.
El mito de Procusto nos explica que la normalidad no existe y que in-
tentar ajustarse a ella es del orden de la dificultad. Dificultad que conlle-
va el sueño de la homogeneidad, tantos años acariciados por la educación
y la sociedad en su conjunto.
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Bibliografía:
Baudrillard, J -La trampa del mal- Anagrama. Barcelona. 1993. Pág. 164.
Belgich, H.2004. Sujetos con capacidades diferentes, Kinesis. Colombia.
Castoriadis, C. La institución imaginaria de la sociedad- Ed. Tusquest. Barcelo-
na. 1989.
Cuevas, V. -Psicoanálisis e Integración- Presentado en Jornadas sobre Discapaci-
dad- Colegio de Psicopedagogos. Córdoba. 2007.
Freud, S. Psicología de las masas y análisis del yo- Tomo XVII. Ed. Amorrortu.
Bs. As. 1921. p. 67.
— — El porvenir de una ilusión. Tomo XXI. Amorrortu. Bs. As. 1927. p.
5.
— — El malestar en al cultura. Tomo XXI, Amorrortu. Bs. As. 1930. p.
90.140.
Foucault, M. Los anormales. Siglo XXI. México. 2000.
Gissi, J. Psicología e Identidad Latinoamericana. Universidad Nacional Católi-
ca de Chile. 2006.
Lacan, J. Intervenciones y Textos. Manantial. Buenos Aires. 1999.
— — Seminario XI Los fundamentos del psicoanálisis. Paidós Bs. As. 2003.
Moscovici, S. El psicoanálisis, su imagen y su publico- Hwemel. Bs. As. 1979.
— — Sobre Representaciones sociales. En J. P. Forgas (comp.) Social cogni-
tion. Perspectivas in everyday life. Londres. 1981.
OMS. Clasificación internacional del funcionamiento, la discapacidad y la salud
de la sociología. México. 2001.
Pantano, L. Discapacidad: Términos y concepciones. Cuadernos de Psicomotrici-
dad y Educación especial- n. 3- Bs. As. 1992.
— — Personas con discapacidad. Hablemos sin eufemismos La Fuente. Re-
vista de Psicología y Ciencias Humanas. Año X- Nº 33. Córdoba,
Argentina. 2007.
Skliar, C. ¿Y si el otro no estuviera ahí? Notas para una pedagogía (improbable) de
la diferencia- Miño y Dávila. Bs.As. 2003.
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Pigmalión en la escuela
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Venus, la Diosa del amor, que pasaba por ahí en circunstancia de una
fiesta en su honor, se conmovió ante este extraño cuadro y accedió al pe-
dido de Pigmalión: dio vida a la estatua, la cual se convirtió así en mujer
del escultor. Nudo extraño el de esta rara historia de amor… un hombre
consagra toda su energía e inteligencia en hacer una mujer que es ente-
ramente obra suya.
Este relato de Ovidio muestra cómo los sentimientos del escultor se
exacerban: pasión, ternura, deseo, abatimiento… hacia sí mismo y hacia
la imperiosa e irrisoria necesidad de infundir vida a la estatua, hasta que
sus deseos se cumplen… Su querido objeto encantador; obra maestra dig-
na de mis manos, de mi corazón y de los dioses… eres tú sólo eres tú: te he
dado todo mi ser, ya sólo viveré a través de ti.
Pigmalión está aquí hecho a imagen del educador. Aventura la de esta
creación que concluye dolorosamente. Intento imperioso de lucirse a tra-
vés de su obra perfecta, malestar por la resistencia y el retraso del otro,
efervescencia cuando se acerca al éxito, abatimiento cuando se descubre,
que al fin de cuentas… no se ha conseguido lo que se imaginaba, temor
por no estar a la altura del ideal…
Nos lleva a pensar sobre el mito por el cual educar se enlaza con la crea-
ción de otro a mi semejanza: el educador conserva algo de Pigmalión, darle
vida a lo que imagina que ha creado. Este hacer al otro a imagen y seme-
janza y a su vez desear que ese otro escape a su poder, pero no tanto.
A menudo nos preguntamos por qué las instituciones están organizadas
como las vivimos hoy. ¿Por qué este orden? O mejor aún ¿para qué sirve
o a quién sirve este orden? Algunos órdenes y rituales que en ella se des-
pliegan, dentro del marco de algunas significaciones como los conceptos
de autoridad, justicia, educación, implican un poder de unos sobre otros,
de los adultos sobre los niños. Partamos de la idea que los rituales en las
instituciones contiene una significación. En una mirada sobre las socie-
dades, sobre los rituales vemos cómo estos son actos que de alguna ma-
nera neutralizan la diferencia. Los rituales se caracterizan por ser posibles
de cumplir o no. Si no se cumplen, algo pasa.
Las instituciones funcionan a imagen y semejanza de la metáfora de
Pigmalion. Hay, siempre una relación entre el modo de funcionar de las
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cativa de las personas con discapacidad. Los conceptos quieren decir algo
aún antes de ser usados. En consecuencia, deshacer todos los procedimien-
tos de analogías, de figuración, de representación, de descripción… se vuel-
ve difícil puesto que hay que luchar con un material ya significante. Una vez
planteado este marco, nos encontramos con una cuestión ética: ¿hay que lu-
char o no? ¿se debe luchar para perimir el sentido, destruirlo, trasmutarlo,
para alcanzar por las palabras otras zonas del cuerpo?5
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Bibliografía
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¿Será que lo visible siempre oculta algo? ¿será que se mira a nivel de
ese punto luminoso? ¿como se organiza el campo escopico? ¿es posible
dar cuenta de algo de esa organización?
2. Lacan, J. Seminario XI. Los fundamentos del psicoanálisis. Paidós. Bs. As. Págs. 102-
103.
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He ahí ese desgarro de lo visible. Antes que el sujeto vea es mirado des-
de todas partes “Solo veo desde un punto pero desde mi existencia soy mi-
rado desde todas partes.”3
La mirada sólo se nos presenta bajo una forma extraña, simbólica de
aquello que es horizonte y a la vez tope de nuestra experiencia: la falta
constitutiva de la angustia de castración. Lacan concluye:
… en nuestra relación con las cosas tal como la constituye la vía de la visión
y la ordena en las figuras de la representación algo se desliza, pasa, se trans-
mite en todos los peldaños de la constitución del mundo para ser siempre eli-
dido en algún grado.
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llos que toman contacto con ella. Más allá de que la carta vaya y venga so-
porte equívocos… llega a destino.
La carta llega a destino cuando dejamos de ocupar el lugar del Ideal del
Yo en el espacio fantasmatico del otro, cuando se alcanza una separación
entre el punto de identificación ideal y el peso masivo de nuestra presen-
cia fuera de la representación simbólica.
El otro se ve confrontado con el residuo que queda después de que no-
sotros hayamos perdido nuestro sostén simbólico. La carta llega a desti-
no cuando ya no somos los ocupantes de los lugares vacíos de la estruc-
tura fantasmática de otro, esto es cuando el otro abre sus ojos y compren-
de que la carta real no es el mensaje que supuestamente traemos sino el
objeto que en nosotros se resiste a la simbolización.
Si la carta llega a destino nos vemos obligados a captar el verdadero
mensaje: la carta que nos aguarda es la mancha misma.
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Bibliografía:
Didi Huberman, G. Lo que vemos, lo que nos mira. Manantial. Bs. As. 2006.
Freud, S. “Lo Ominoso”, en Obras Completas. Amorrortu. Bs. As. 1919.
Foucault, M. El nacimiento de la clínica, Buenos Aires. Siglo XXI. Bs. As. 1997.
García, G. Seminario De la angustia al duelo. Dictado en Escuela Freudiana Cór-
doba. 2008.
Lacan, J. Seminario XI. Los Fundamentos del Psicoanálisis. Clase 6-7-8. Paidós.
Bs. As. 1964.
— — “La Carta Robada” en Escrito I. Siglo XXI. México. 1984.
Meirieu, P. Frankenstein educador. Leartes. Barcelona. 1998.
Vanoni, E. Cartografías de la Discapacidad. Brujas. Córdoba. Aregntina. 2006.
Rilke, R. Elegías de Duino. Cátedra. Madrid. 1987.
Zizek, S. Goza de tu síntoma. Nueva Visión. Bs. As. 1994.
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“Integrar no es más que la aceptación de la diferencia, sin ella no hay por qué
integrar”.3
Hay que trabajar con la diferencia. En este sentido podemos decir que
hay islotes de trabajo, pero no un proyecto social al respecto. Cuando de-
cimos islotes de trabajo nos referimos a un mosaico de modalidades de
trabajo, un magma donde las cuestiones propias de un proceso de inte-
gración aparecen mezcladas.
¿Habría que re-pensar el paisaje que habitamos? ¿romper inercias tal
vez? ¿reinventar nuestra praxis? ¿o estaremos ante el ascenso de insigni-
ficancia?
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4. Barthes, R. El grano de voz. Siglo XXI. Bs. As. 2005. Pág. 45.
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Bibliografía:
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Y más adelante:
Agrega Freud:
…la tarea consiste en procurar a la masa las mismas propiedades que eran
características del individuo y se le borraron por la formación de la masa. En
efecto, el individuo poseía –fuera de la masa primitiva– su continuidad de sí,
sus tradiciones y usos, su trabajo e inserción particulares y se mantenía sepa-
rado de otros con quienes rivalizaba.3
2. Freud, S. Psicología de las masas y análisis del yo. Amorrortu. Bs. As. Tomo XVIII.
1920.
3. Ibíd. Pág. 82.
4. Ob. Cit. Pág. 87.
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…Una masa primaria de esta índole es una multitud de individuos que han
puesto un objeto, uno y el mismo, en el lugar del ideal del yo, a consecuencia
de lo cual se han identificado entre sí en su yo5.
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Eso que nombramos como lo que no anda nos lleva al como si fuese po-
sible pensar la completud para unos y la incompletud para otros.
El sujeto es una incompletud. Desde que nace, la demanda del otro lo
envuelve en esa incompletud; debe necesariamente entrar en ese circuito.
¿Forzamiento? Sí, pero absolutamente necesario.
Citemos a Lacan, “… encuentro traumático con lo real, pero necesario”.
Encuentro con lo real e ineludible que sella el modo como cada uno está
determinado por los síntomas (sello que podemos nombrar como goce del
Otro). Ahí nace el lazo social por el discurso mismo que pone en ese lazo
social a jugar el narcisismo y la castración, lo cual conlleva un costo.
Pero al hablar de costo tenemos que hablar de efecto. Costo y efecto
que no desaparecen, son propios de la estructura. No hablo de la estruc-
tura social, hablo de la estructura neurótica: de eso no se quiere saber. En
la historia hay sobrados ejemplos sobre eso no se quiere saber: la nave de
los locos, los muros rodeando las villas miserias, los hospicios. Ese borra-
miento en juego… Hay un irreductible que lleva una y otra vez a la estu-
pidez (y no sólo la estupidez del analista). Eso irreductible es aquello que
no puede decirse.
Dijimos que lo subjetivo en juego no es homologable, no es estandari-
zable, pero tampoco es posible sin el entrecruzamiento entre la experien-
cia propia del sujeto y el campo cultural.
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La integración como lazo social apunta, desde los aportes que hemos
trabajado, a situar que el discurso se ordena de modo tal que precipita un
lazo social. Todo lo que en él se articula se ordena por sus efectos.
El entrecruzamiento de discursos forma parte de lo que allí se ordena,
de lo que allí precipita. Señalamos que la tensión en dicho entrecruzamien-
to es inevitable y podemos nombrarla como las desventuras del discurso,
no sólo desventuras del discurso Amo, sino las propias de todo discurso.
El discurso Amo existe, nos atraviesa. La cuestión es que el sujeto no
quede alienado a esa modalidad, que sería quedar pegado en línea direc-
ta con el ideal irrealizable. Este discurso Amo tiene mala prensa, pero es
el que admite la reglamentación de la ley en cuanto a la organización y
como tal no es posible despojarse de él.
Siempre la dificultad consiste en la fijeza en un discurso. Se puede de-
cir que lo bueno sería la movilidad entre los discursos. Lo importante es
que el Amo esté advertido de la castración; advertido sobre la posibilidad
de la imposibilidad; advertido sobre el límite que lo real plantea.
Las regulaciones sociales hoy están empantanadas. La consecuencia
de ese empantamiento es el sujeto dominado por el imperio del goce, con
serias dificultades para efectivizar alguna posible renuncia pulsional. Más
bien nos vemos ante su contrario.
Retomemos la pregunta de Freud en el Malestar de la cultura: ¿quién
ganará la batalla? ¿Eros o Tanatos? Hoy responderíamos que va ganando
Tanatos. ¡Y a qué costo!
¿Y lo real ahí? Lo real es lo que se le cruza al discurso Amo. ¿Qué ope-
ración sería posible dentro de ese discurso Amo? Podemos pensar que la
operación de que se trata es que el sujeto no esté comandado por el ideal,
sino por la causa de su deseo. Para ir por este camino hace falta un suje-
to advertido y decidido. Este trayecto nada tiene que ver con un traba-
8. Lacan, J. Seminario XX. Aun. Paidós. Bs. As. 1985. Pág. 68.
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jo a corto plazo, ni con el talento, ni con los ideales imposibles que tanto
alienta la sociedad actual. No se trata de combatir lo que hay, sino de ir
más allá en algún sentido, al lugar de la causa.
Para finalizar voy a tomar el texto de Italo Calvino, Seis Propuestas para
el próximo milenio, quien en el capítulo sobre la levedad escribe:
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Bibliografía
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Si es a cielo abierto, es tanto los resultados como las crisis. El que sea
a cielo abierto implica dar a conocer tanto los resultados como las crisis,
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Donde mejor he hecho sentir que con lo imposible de decir se mide lo real-en
la práctica.4
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Bibliografía:
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El analista también debe pagar señalando que dicho pago se efectiviza con
su presencia, con su palabra, y es necesario que pague con un juicio concer-
niente a su acción, esta es una exigencia mínima.4
Por lo tanto, podemos decir que nada de un trabajo analítico debe ase-
mejarse al bien propio. Lo que el analista tiene para dar, contrariamente a
la pareja del amor, es lo que la novia más bella del mundo no puede supe-
rar, a saber, lo que tiene. Y lo que tiene para dar no es más que su deseo, al
igual que el analizado, haciendo la salvedad de que es un deseo advertido.5
No puede desear lo imposible.
No sería posible, para el analista ceder en el detenimiento de dicho se-
ñuelo. No debe ceder a su deseo. En lo que venimos puntuando de las di-
ficultades que ha planteado el caso al trabajo del equipo, ese ceder estaría
con relación a por ejemplo no toma el caso justamente por las complica-
ciones con las cuales se presento.
¿Es posible reducir el trabajo a una posición de confort? Si no se trata
ni de confort ni de una promesa de felicidad. ¿De qué se trata?
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Ni confort ni felicidad
7. Rojas C. Del ser al decir, Cáp. “El tiempo propio”. Universidad de Puerto Rico. Museo
Casa Roig. 2001. Págs. 98-9.
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cada quien. ¿Por qué decirle no al caso, a la obra de teatro que fue prohi-
bida en su época? Porque por un lado dispara rápidamente el eje imagina-
rio en el que nos hemos constituido y por otro es no querer saber nada de
la castración. Rehusar de ella. Todo analista debe tener relación a la cas-
tración para ajustarse a la posición de analista, cuya intervención, repeti-
mos, intercepta la cadena imaginaria para que aparezca el sujeto del de-
seo y el otro castrado.
La cuestión de la risa
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Bibliografía:
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lugar… pero al final de esa cosa sin final que es cada instante, quizá no hay
nada más que un agujero en el que se cae. Se trata de un hiancia introducida
por la falta de una respuesta total y adecuada con la que llenar esa falta.
Aparecen significaciones que entrampan en esos decires institucionales:
Se nos pide: que nos llevemos al niño problema de esa institución, que
no sea más agresivo, que deje de correr como un loco, que no agreda más
a nadie, así si se puede quedar.
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… que si bien en esta carrera tras la verdad no se esta sino solo, si bien no
se es todos cuando toca lo verdadero, ninguno sin embargo lo toca sino por
los otros.1
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2. Lacan, J. Escrito II. Posición del inconsciente. Siglo XXI. México. 1998. Págs. 818-819.
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Recuerdo como llegamos hasta acá. Qué difícil la escuela, lo que hizo mi
hijo… atravesar un vidrio. Lo difícil fue darme de cuenta que estaba pasan-
do algo con él y con nosotros.
No esperaba lo que sucedió, pensé que se iba a adaptar a la escuela sin pro-
blemas, nunca me habían hablado de una integración. No sabía que eso se
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hacía… pero las cosas pasan por algo… me di cuenta de que yo lo abando-
naba, no con la higiene, ni la comida, no eso no. Él estaba limpio y comido,
pero yo no estaba nunca con él.
Desde que nació para mi fue difícil aceptar que tenía un síndrome, que iba a
necesitar de nosotros siempre, eso me ahogaba, pero ahora me di cuenta de
lo que usted una vez me dijo, eso de hacer cosas por él. Se baña, come solo,
¡me dijo; solito mama!
Barthes en El grano de voz señala que en ese pasaje se trata del decir
del deseo, podemos agregar, de recuperar marcos, huellas para que una
pregunta permita releer lo que aconteció. Y continúa diciendo: “ya no es
contar, es decir que se cuenta”.
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Bibliografía:
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No es común
Tu nombre
No se escucha todos los días
Y su eco te hace tan
Común
Y familiar
Tan impropio
Tan mío
Tanto esperé que te llamaran
Presenciar el momento
En que tu apodo queda
Vacío
Incoloro.
Milagros Gazcon
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Ignacio sólo puede nombrarse por sus rasgos, por su síndrome. Hay
una diferencia entre el significante y la palabra. El significante es la mate-
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ria del lenguaje en la cual el niño está inmerso aun antes del nacimiento; la
palabra es lo que se liga al cuerpo por la voz y lo escuchado especialmen-
te en los primeros meses de vida. ¿Cómo ha sido esa entrada del sujeto a
la palabra y a su historia? Ignacio quedó pegado a sus rasgos.
No acepta que se lo llame Ignacio: se enoja, a veces se tira al piso, grita,
se tapa los oídos, llora al escuchar su nombre. Lo intolerable de ser nom-
brado. Sigue repitiendo “Yo síndrome de Down” entre sollozo. No lo pue-
de soportar, hay un efecto desagradable de esto que retorna, un efecto de
extrañamiento y un efecto de esa alienación que resulta insoportable.
Como el Ernesto del cuento de Marguerite Duras Lluvia de verano que
no puede retornar a la escuela porque aprende cosas que no sabe. Los sa-
beres que allí se enseñan están para recubrir un saber inconsciente que ha
tomado la forma de mito.
Un niño puede leer, escribir, contar una historia cuando hay Otro al
que él pueda dirigirse, donde hay algo en juego, más allá de la satisfacción
de sus necesidades, donde pueda encontrarse con un Otro deseante.
¿Cómo podría un niño contarse si no ha sido contado? ¿Cómo po-
dría un niño nombrarse si no ha sido nombrado? ¿Como podría acce-
der a la lectura, a la escritura si no recibió de Otro la llave que lo articu-
la a su raíz?
¿Qué agregar? Sergio se nombró, otros lo empezaron a nombrar. Un
deseo que no sea pura opacidad de goce, un deseo se deja oír, él tal vez
pueda reinventar su novela familiar.
Ignacio aún llora, grita, solloza cada vez que se lo nombra. Aún no hay
historia que narrar. Palabras mortíferas en el nombre propio. Como en la
poesía que elegimos para dar inicio a este relato, tu nombre no se escucha
todos los días, si se escucha produce un golpe cada vez. Horror que pro-
voca ese cada vez.
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Bibliografía:
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la escuela. Y eso, más allá de los vaivenes que represente, es un paso hacia
el reconocimiento de la diversidad. Después veremos si nos hemos podido
instalar para trabajar entre la memoria y el por venir.
Una escuela es un lugar donde no todo está determinado, es un lugar
en el que algunas cosas son posibles si es que la pensamos en su particu-
laridad. El aprendizaje puede ser abordado en la singularidad del caso. No
se habla de pedagogía si se soslaya esta cuestión. Se trata de un recorrido
particular que nadie puede realizar ocupando el lugar de su protagonis-
ta. Es en este sentido que la pedagogía diferenciada es un pleonasmo: no
hay más pedagogía que la diferenciada.
El mito de la clase homogénea se corresponde con el terreno de la ilu-
sión. Cuando una escuela trabaja desde el terreno de la ilusión, el traba-
jo en integración se vuelve complejo. Desanudar saberes absolutos para
instalar una pregunta sobre lo diverso de la diferencia, abrir esa trama es
aquello que esta con relación a ese por venir.
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mero objeto, sino como sujeto de pleno derecho? Este reconocimiento del
otro está dado por el modo en el cual enmarcamos, teorizamos y tolera-
mos esa diferencia. La convivencia no podrá sino sostenerse más que en
diversidad de esa diferencia. Y una escuela no podría estar fuera de esta
construcción.
Ahora bien pero ¿cómo es el camino de este reconocimiento del otro?
Los griegos hablaban del arjé o tambíen del arkhé, fuente u origen, el pri-
mer elemento de todas las cosas como la llave de lo individual y lo colec-
tivo. Es que el Yo no se reconoce sino es por otro. Por eso, se puede afir-
mar que se es en la medida en que hay otro ahí que reconozca y nombre.
Es con el otro ahí que nos constituimos y reconocemos.
Esta idea de reconocimiento es nodal dado que implica que tenemos
que reconocer al otro como sujeto separado, semejante a nosotros pero
distinto.
Puede parecer que cuando se habla de reconocimiento de la diferen-
cia se está planteando un problema de tipo filosófico, sin embargo, es en
la vida cotidiana que la diferencia se vuelve problemática. Es en la articu-
lación de la diferencia con la vida cotidiana en la que tiene un valor, una
función de dicho reconocimiento.
Poner a trabajar estas diferencias desde las estrategias pedagógicas-di-
dácticas es uno de los hilos de la trama que se teje en una escuela; ámbi-
to propicio para que los conocimientos se simbolicen y en ese pasaje se
transformen en letras, en números, en palabras…, en historias. Una es-
cuela no es neutral dentro de estos procesos, dado que su ordenamiento
social puede abrir o cerrar posibilidades para aprehender y producir cul-
tura contribuyendo a certificar excesos de segregación que hoy se impo-
nen con su consecuente borramiento de la subjetividad.
Señala Carlos Skliar:
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Momento de concluir
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Ser incauto para producir allí la marca, el corte que permite que lo que no se
veía antes pueda verse después.2
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gan todos los días uno en cada mano de su madre. Los sujeta fuertemen-
te, ellos tironean para soltarse. El forcejeo es cotidiano. Siempre apurada,
nunca tiene tiempo para una palabra.
En el primer encuentro Marcos entra al jardín como si conociera los
espacios perfectamente, corre de un lado a otro. Evita los lugares don-
de hay otros niños. Si me acerco, se aleja. No habla, no sostiene la mira-
da. Se sienta en la alfombra, toma fichas de madera con letras y números.
Me siento a su lado a jugar en silencio, ubico dos maderitas enfrentadas,
él pone el techo. Vuelvo a colocar dos maderitas, pone el techo. La alter-
nancia de maderitas produce el primer encuentro. La apertura a un tra-
bajo despunta ese día en el jardín.
Hay días en que no para de moverse y de correr, otros simplemente se
duerme sobre la mesa. Al inicio del trabajo, la contención corporal para
los momentos en que no para de correr parece la única herramienta de
intervención posible. Contenerlo en el excesivo desborde, acompañarlo
en el tránsito de espacios tomándolo de la mano, rodearlo, dibujarlo, ha-
cer barricadas con palabras, gestos, objetos, proponer un hacer en ese es-
pacio, para él, inconmensurable.
Por momentos, pareciera no escuchar, no responde cuando hablo, pero
canta con sus compañeros… algo lo conecta. La música se trasforma en
el medio por dónde se conducen las palabras que a veces son acompaña-
das de gestos y mímicas. Las canciones lo enlazan al resto, su mirada apa-
rece con la música, se ríe y espera las cosquillas en su panza acompañan-
do algunas sílabas de la canción del pato amarillo. Estos espacios se trans-
formaron en circuitos de intercambio donde cualquier imprevisto puede
transformar esa barrera que lo habita en una mirada, una caricia, una pa-
labra… con su integradora, entre sus compañeros, con sus maestros.
La estructura cotidiana de las actividades del jardín es rígida y repeti-
tiva. ¿Quién es más estereotipado, el niño o la escuela? El proceso de in-
tegración se despliega entre éstas dos maquinarias contrapuestas: una lu-
cha de poder entre niño y escuela produce una tensión cotidiana. Sólo en
las grietas del engranaje se producen los verdaderos encuentros, la falla
como ocasión para la emergencia de lo subjetivo, lo inesperado, lo sin-
gular, lo nuevo.
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puertas adentro, para ellos nada era suficiente. Una escuela especial era lo
único en que podían pensar para Marcos. Sostenían que no eran verdade-
ros aprendizajes ya que ellos no evidenciaban construcción simbólica.
No dejamos de preguntarnos si la copia e imitación es el primer anda-
miaje por los que atraviesan todos los niños ¿por qué no valorarlo como
parte de un proceso de construcción subjetiva? Si no hay un cuerpo, no
hay aprendizajes posibles. Análogo a pensar las adquisiciones pedagógi-
cas había que apuntar a un trabajo que posibilitara la constitución subje-
tiva de ese niño por venir.
Los cambios evidenciados sólo pueden ser leídos por quienes traba-
jan con la idea de proceso.
Los padres pensaban que el niño sufría de una contaminación en la san-
gre, razón por la cual lo sometían a dietas estrictas sin hidratos de carbo-
no, ni azucares. La problemática, para ellos, estaba centrada en esa “con-
taminación” de plomo y nitrato producida, por lo que el niño comía sin
registro de lo sujetivo en juego.
La escuela no pudo aceptar la posibilidad de una sala de 5 años para
Marcos, sin hacer referencia a un proceso de normalización, razón por la
cual sugerían escuelas niveladoras y centros educativos terapéuticos.
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