Professional Documents
Culture Documents
Según los autores, para poder hacer un inventario de formas enunciativas, cada
uno de los 145 artículos analizados han sido presentados en función de un protocolo de
lectura, que se encaminan en un primer momento, a la identificación de las figuras de la
enunciación, como hablamos de figuras de la retórica o de la narración.
Basado en la premisa de la fluctuación de la enunciación, se busca nombrar las
relaciones complejas que se establecen entre las diversas figuras; así la percepción del
sujeto enunciador, no como un punto de origen único, sino como un lugar de transición
de la palabra, espera permitir el reconocimiento de efecto de máscara, de revelación, de
distanciación, etc. Este protocolo prevé diversas combinaciones, que son tanto
esquemas enunciativos virtuales: de hecho, en la medida en que este ejercicio intenta
distinguir dispositivos enunciativos, se puede identificar los lugares estratégicos del
proceso enunciativo. Por el momento, este protocolo atiende a cuatro aspectos
principales: la postura enunciativa, las mediaciones, el pacto dialógico y las
interacciones enunciativas. Cada uno de estos aspectos cubre una serie de parámetros en
orden a especificar la actitud enunciativa. Por lo tanto, la identificación de la postura
enunciativa señala la configuración -en términos de asunción, de neutralización, de
colectivización o de relaciones de trasnmisión- y el rol, ilocutorio o escritural, que es o
no teatralizado. Las mediaciones conciernen al tipo de racionalidad privilegiada,
dependiendo de si releva el orden diegético, cognitivo, retórico, heurístico o mayéutico.
El pacto dialógico determina la forma del informe de dirección que puede ser discursivo
o actoral. En fin, las interacciones dialógicas pueden dar lugar a la delegación, a la
apropiación, o a la hibridación bajtiniana. Esto está todavía bajo esta rúbrica que toma
en consideración los múltiples procedimientos de dialogismo textual, que procede de la
fusión, de la yustaposición, de la apropiación o de la delegación. El examen de la
enunciación de un texto crítico es el resultado de una reconstrucción, operante sobre
ejes plurales. Así señalado, el retrato enunciativo de un texto, por la centuación de una
facete o de otra, es un dispositivo singular; y es precisamente de esa singularidad,
prevista por nuestro modelo, de la cual nosotros queremos dar cuenta.
Este primer filtro, de carácter exploratorio, mezcla la posibilidad de descubrir
dispositivos formales que podríamos calificar e interpretar según la confrontación con
otros aspectos de la posmodernidad; por ahora, este inventario permite sobretodo
señalar, desde una perspectiva a la vez teórica y empírica, un campo enunciativo que
otorga un repoertorio de mecanismos enunciativos, algunos más inusitados que otros,
actualizados en la producción crítica actual.
… Las “figuras enunciativas” ilustran las diferentes facetas de la heterogeneidad
constitutiva de la crítica, poniendo en evidencia el carácter fluctuante de toda postura
enunciativa y designa la diversidad formal del pacto crítico. Él será de hecho ilusorio,
como dice Nicole Fortin:
Pensar en leer aquí lugares de consenso que cimientan la unidad de un sistema.
La posmodernidad tiene sin duda de singular que ella no inviste jamás un lugar
sin transformarlo en un espacio híbrido de representación, de reflexión, de
denuncia, de carnavalización, de simulación o de ficcionalización. Estos
espacios no son tanto modos de la forma del discurso sino figuras que le dan
forma al texto, inscribiendo la posición crítica en el interior mismo de la
palabra enunciada (Fortin, p. 12).
Este espacio híbrido implica por lo tanto una desviación del pacto crítico? A título
de actividad interpretante, la crítica propone una lectura, más o menos subjetiva, más o
menos afirmativa, pero que sin embargo alude a la inscripción de un saber. Desde un
punto de vista enunciativo, la crítica compromete toda una serie de relaciones –entre el
sujeto y el objeto, entre el firmante y el lector, entre la obra y sus comentarios-
ordenados alrededor de una estrategia argumentativa centrada y orientada en torno a un
tema verídico [véridictoire]. Qué pasa cuando uno u otro de estos ejer es
deliberadamente perjudicado/destrozado?
La contestación de la norma
[Respecto del artículo “Chère Zazie” de Tonton Gabriel, en Revista Spirale, el
cual reseña la aparición de las Obras Completas de Raymond Queneau].
…El anonimato del autor omite sin embargo, la regla fundamental de la
enunciación crítica que une la enunciación a quién habla. Poniendo en obra la
disociación autor/enunciador, este postura de démultiplication –en el sentido de que el
Yo del texto reenvía a una instancia distinta, en este caso manifiestamente ficticia-
señala facilmente una actitud metacrítica…
Esta manera de imitar y minar el proceso enunciativo, además de que se conecta
fácilmente con la dimensión lúdica del texto, pone en escena el recurso de un saber
dividido, característica a la vez de la correspondiencia y del acto crítico. El pacto
dialógico instaura abiertamente un registro fictivo que puede leerse como un
cuestionamiento del esquema crítico.
Este artículo1 no sacrifica la mediación cognitiva que funda la marcha de la crítica.
Todo lo contrario, el texto procede a una recategorización de la obra de Queneau:
asociada desde hace mucho tiempo a la modernidad, deviene aquí en emblema de la
posmodernidad…
Semejante tratamiento hipertextual, además de acreditar la figura de la
enunciación, instaura una relación específica con el objeto: la postura crítica, aquí,
diluye la oposición autor/lector, entablando un verdadero diálogo con la obra.
Esto que a menudo aparece como una falta del acto crítico, la contaminación
estilística, deviene en cierto modo, en la medida en que esta lleva a cabo de forma
deliberada un principio de lectura.
El dispositivo enunciativo de “C.Z.” –marcado por la ficcionalziación de
instancias, el cortinaje de la mediación cognitivia y la hipertextualidad- deja aflorar,
bajo la cubiera del ludismo una cuestión estética.
De l´inventio à la fabula
Podemos concluis, sobre la base de unas figuras enunciativas examinadas aquí, a
la existencia de una crítica literaria posmoderna? Ciertamente no, y esto por dos razones
principalmente. En primer lugar, la búsqueda de índices de una mutación formal de la
crítica se tropieza pronto con la aporía que la funda, a saber la atribución de un valor
distinto a fenómenos cuya prevalencia podría leerse de otra forma.
[27]
Además, la posmodernidad no puede pensarse como un fenómeno aislado, fuera
de su necesario entrelazamiento con otras formas de conocimiento. Por lo tanto, resulta
difícil, en ausencia de una ruptura radical, la inversión sistemático o crisis espectacular
que permiten, si no establecer con certeza, por lo menos presentar, reflejar una
reorganización epistémica a favor de cualquier desplazamiento de polos del esquema
crítico.
Sin embargo, estas figuras enunciativas traducen una inflexión de lo
argumentativo que conviene leer a la luz del escepticismo ambiental. Hemos comentado
mucho acerca de la pérdida del sentido, acerca de la disolución de modelos
interpretativos, acerca de la anonimia de ensamblajes culturales que caracterizan la
condición posmoderna. No se trata aquí de reconducir esos enunciados rectores, sino de
subrayar ciertas tendencias manifiestas. De la desenvoltura a la lucidez, el espectro de
posturas señaladas relevan una actitud dubitativa obligada, sin duda mejor adaptada a la
reflexión metacrítica. De hecho la consciencia de la precariedad de saberes no va sin la
puesta [á plat] de sus propios mecanismos interpretativos, a fin de nunca dar motivo a
una deconstrucción devastadora. Esta estrategia de parada apunta a la elaboración
consciente de la figura del “no-ingenuo”, se dobla todavía la afirmación del carácter
“preferencial” de su propio discurso. La vuelta crítica sobre sí deveien así un argumento
que legitima la exploración de posibles; el proceso axiológico se desplaza del objeto de
estudio a la ejecución de su comentario. Astuta, la palabra crítica no se ejerce tanto en el
hilo derecho de una estrategia agónica o cognitiva como en el mestizaje de registros
narrativos y retóricos que vienen a reforzar una posición deliberadamente distanciada.
Para otros, la puesta en escena de una subjetividad interpretante y la teatralización
de su trayecto hermenéutico, que incorporan el “culto de la invención de sí”, sitúan el
acto de lectura al centro de la dinámica crítica. La falsa transparencia de un sujeto que
lee, arquitecto de interpretaciones diversas que se apropia o hace dialogar entre ellas,
construye relaciones inusitadas, series inesperadas, cultiva la ruptura o, a la inversa,
niega la discontinuidad, hace derivar la transmisión del saber hacia la elaboración de
hipótesis. Del mismo modo, el fraccionamiento del objeto, su reinserción en otros
contextos, el reciclaje de la palabra, el emparejamiento de la desagradable y sublime, el
recurso de esquemas interpretantes no estrictamente literarios, descentra el lugar del
sujeto; paradojalmente, por el relevo de puntos de vista despolarizados, el sujeto pierde
su supremacía en beneficio de un “pensamiento no oposicional y no jerarquizante que
rehusa la oposición de lo alto y lo bajo, del centro y la periferia, de lo autóctono y lo
extranjero, de lo Negro y lo Blanco, de lo femenino y lo masculino” (Lévesque). La
última. La última parada de la lógica oposicional que divide lo real de lo ficticio, cede a
su tour.
… La escritura, a título de integración de saberes y de prácticas, deviene el lugar
privilegiado de la elaboracion de un sentido ni estable ni lábil, no fijado ni evanescente,
estrictamente plausible.
En contexto de posmodernidad, estas mutaciones formales del discurso crítico, en
redefinición del pacto enunciativo que lo funda, discuten sútilmente la institución. Por
diseminadas que son –la posmodernidad, como se dijo, se piensa ontológicamente
fragmentada-, estas actitudes enunciativas señalan sin embargo una derivación
axiológica. La desacralización de la crítica, después de la literatura, no significa por
tanto la negación de toda referencia. La posición como parte de un ensamblaje de la
crítica no resiste la “ironía melancólica”; la adjesión al objeto no será más que marcada.
Discretamente, la valorzación de la literatura encuentra ejercitándose en la palabra
crítica, toda entera profesada la estetización de su decir. La conciencia de la fragilidad
del discurso se acompaña del reconocimiento de la alteridad, bajo la figura de un
interlocutor y no más como [repoussoir] identitario. Esto reside, parece, el fundamento
de una novela ética del sujeto crítico.