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UNIDAD ACADÉMICA DE PREGRADO PNP TUMBES

SÍLABO DESARROLLADO DEL


II PERIODO ACADÉMICO

CURSO:
ENFOQUE DE GÉNERO
EN LA FUNCION POLICIAL
INTEGRANTES:

 CMDTE. PNP PAZ CAMPOS Carlos


 TNTE. PNP PANDURO HONORIO Juan
 S3 PNP. PRECIADO REYES Yuliana Marianela
 MG. ARELLANO CORDOVA Vilma Vanessa
 ABG. CAMPAÑA Estephanie Daphne
 LIC. VILLAREAL TAPIA Melissa

2018
ESCUELA DE EDUCACION SUPERIOR TECNICO PROFESIONAL DE LA
POLICIA NACIONAL DEL PERU

SILABO

ENFOQUE DE GÉNERO EN LA FUNCION POLICIAL


(PROGRAMA PRESENCIAL)

I. DATOS GENERALES

PROGRAMA : PRESENCIAL

EJE CURRICULAR : FORMACION TECNICO


PROFESIONAL POLICIAL

AREA EDUCATIVA : FORMACION BASICA

AREA COGNITIVA : ENFOQUE DE GENERO EN LA


FUNCION POLICIAL.

HORAS SEMESTRALES : 64 horas académicas

HORAS SEMANALES : 04

CRÉDITOS : 03

PERIODO ACADEMICO : II PERIODO ACADEMICO- 2018

COORDINADOR : MG. ARELLANO CORDOVA


Vilma Vanessa.

II. PRESENTACION

La presente asignatura aporta al perfil del Técnico Profesional en Ciencias


Administrativas y Policiales la determinación de sus actitudes hacia un
estudio eficiente, que permita al futuro efectivo policial enfrentar con éxito
las exigencias del conocimiento y garantizar el cumplimiento de las
disposiciones jurídicas previstas en el marco normativo vigente y aplicable,
así mismo fortalecer las instituciones del estado de derecho para construir
espacios de verdadera convivencia democrática entre hombres y mujeres
a través de esquemas de igualdad y no discriminación.
III. SUMILLA

La Asignatura forma parte de las actividades extracurriculares para la


formación de los alumnos de las Escuelas Técnico Superiores de la Policía
Nacional del Perú, el curso profundiza en los conocimientos teórico-
metodológicos, para incorporar la perspectiva de género al marco de su
actuación en hechos relacionados con violencia ejercida contra las mujeres
y con ello garantizar el cumplimiento de las disposiciones jurídicas
previstas en el marco normativo vigente y aplicable, particularmente en lo
referido a la ejecución de las órdenes de protección consagradas en la Ley
30364, integrando contenidos que versan desde conceptos básicos sobre
sexo y género hasta fundamentos teóricos para la construcción de un
sistema policial con enfoque de género. En este sentido, a través de la
totalidad de los módulos la persona participante en el curso conocerá las
dimensiones e impacto de la violencia contra las mujeres como violación a
sus derechos fundamentales y contará con los elementos necesarios para
responder adecuadamente a situaciones en las que se comprometa su
seguridad e integridad personal. Busca asimismo desarrollar a partir de la
experiencia que sobre todo en el ámbito internacional se han promovido
para modernizar la actuación de cuerpos policíacos en el ámbito de la
definición y promoción de un nuevo modelo de seguridad sensible a las
necesidades y demandas de las mujeres, respondiendo al marco jurídico
y a la imperiosa obligación de fortalecer las instituciones del estado de
derecho para construir espacios de verdadera convivencia democrática
entre hombres y mujeres a través de esquemas de igualdad y no
discriminación.

IV. OBJETIVOS

Los educandos al finalizar el semestre estarán en condiciones de:

 Analizar y aplicar en su actuación funcional los estándares en materia


de violencia de género y la Ley 30364, para una oportuna intervención
considerando las normas complementarias en materia penal, procesal
y protocolos interinstitucionales e institucionales sobre la materia.
 Identificar y aplicar el enfoque de género en la actuación policial, las
herramientas teóricas y prácticas para la atención según los tipos de
violencia contra las mujeres e integrantes del grupo familiar, teniendo
en cuenta los grupos vulnerables.
 Identifica y reflexiona sobre la justicia con enfoque de género,
considerando la debida diligencia y calidad de atención en la actuación
policial, para garantizar el acceso de las mujeres a la justicia.

I UNIDAD
● La igualdad entre hombres y mujeres.
PRIMERA ● Género
SEMANA ● Brechas de género.
● Enfoque de género.
(Del 04-08 de ● Sexo y Género.
Junio) ● Igualdad de género.
● La transversalización del enfoque de género en las
4 HORAS políticas públicas

SEGUNDA ● Construcción de la masculinidad


SEMANA ● Roles de género
(Del 11-15 de ● Estereotipos de género
Junio) ● Masculinidad y feminidad
4 HORAS

II UNIDAD

● Aplicación del enfoque de género en la función


policial.
TERCERA ● Igualdad de género en el acceso y ascenso de la
SEMANA carrera policial.
● El derecho al trato diferente de las mujeres en el
marco de la función policial para garantizar la
(Del 18-22 de igualdad.
Junio) o Mujeres policías embarazadas.

4 HORAS ENTREGA DE TEMAS PARA LA ELABORACION DE


TRABAJO APLICATIVO POR GRUPOS (TAG)

● La prevención y tratamiento del hostigamiento


CUARTA sexual en el cuerpo policial.
SEMANA o Hostigamiento sexual típico o chantaje
sexual
(Del 25-29 de o Hostigamiento sexual ambiental
Junio) o Sanción del hostigamiento sexual cometido
por personal policial
4 HORAS
III UNIDAD

● La Policía Nacional y sus funciones.


● La Policía Nacional y su deber de respetar y proteger
QUINTA los derechos humanos.
SEMANA ● Las normas que consagran el deber de respeto y
garantía de los derechos humanos por parte de la
(Del 02-06 de Policía Nacional.
Julio) ● Importancia del rol de la Policía Nacional en la
protección de los derechos humanos.
4 HORAS Consecuencias de incumplir este deber
● Taller Vivencial
SEXTA ● Violencia basada en género
SEMANA ● Modalidades de la violencia basada en género
● Violencia de género hacia las mujeres
(Del 09-13 de o Violencia física y psicológica contra la mujer
Julio) en la relación de pareja
o Feminicidio
4 HORAS ● Taller: Estudio de Casos

● Violencia de género hacia las mujeres


o Violencia sexual
o Violencia y derechos reproductivos
▪ Violencia obstétrica
SEPTIMA ▪ Violencia y derechos reproductivos
SEMANA de las mujeres con VIH
▪ Esterilización forzosa o forzada
(Del 16-20 de o Violencia en situaciones de conflicto armado
Julio) o Violencia en el trabajo
o Violencia económica o patrimonial
4 HORAS o Acoso sexual en espacios públicos
o Trata de personas
o Violencia contra mujeres migrantes
● Taller Vivencial

● Violencia de género hacia las mujeres


OCTAVA o Acoso político
SEMANA o Violencia por prejuicio
o Violencia familiar por orientación sexual e
identidad de género
(Del 23-27 de o Violencia de género contra la población trans
Julio) o Acoso escolar o bullying por orientación
sexual e identidad de género
4 HORAS ● Taller: Estudio de Casos
EXAMEN PARCIAL I

IV UNIDAD

● Procedimientos operativos policiales en el marco de


NOVENA la Ley N° 30364 y su reglamento DS N° 009-2016-
SEMANA MIMP
o Ley Nº 30364 Ley para prevenir, sancionar y
erradicar la violencia contra las mujeres y los
(Del 30 de
integrantes del grupo familiar
Julio al 03 de o D.S. Nº 009-2016-MIMP. Reglamento de la
Agosto) Ley Nº 30364, Ley para prevenir, sancionar y
erradicar la violencia contra las mujeres y los
4 HORAS integrantes del grupo familiar
● Taller Vivencial
● Procedimientos operativos policiales en el marco de
la Ley N° 30364 y su reglamento DS N° 009-2016-
DECIMA MIMP
SEMANA o RD. N° 925-A-2016-DIRGEN/EMG-PNP DEL
12SET2016. Guía de procedimientos para la
(Del 06-10 de intervención de la policía nacional en el
Agosto) marco de la Ley N° 30364 “Ley para prevenir,
sancionar y erradicar la violencia contra la
4 HORAS mujer y los integrantes del grupo familiar” y
su reglamento DS Nº 009-2016-MIMP
SUPERVISIÓN ACÁDEMICA
IV UNIDAD
DECIMO
PRIMERA ● Valoración del daño
SEMANA o Incapacidad médico legal
o Criterios de valorización de lesiones físicas y
(Del 13-17 de psíquicas
o Presupuestos en la determinación de la pena
Agosto)
● Taller Vivencial
4 HORAS

 Principales obstáculos en el procesamiento y


reparación en casos de violencia de género
DECIMO o Violencia contra la mujer en el ámbito familiar
SEGUNDA o Violencia sexual
SEMANA o Violencia sexual en conflicto armado

(Del 20-24 de ● Normas y estándares internacionales aplicables al


Agosto) derecho de las mujeres para acceder a recursos
judiciales idóneos y efectivos cuando son víctimas
4 HORAS de violencia
o Obligación de debida diligencia
● Taller Vivencial

DECIMO
TERCERA ● Debida diligencia y acceso a la protección judicial
SEMANA ● Calidad de atención para garantizar el acceso a la
justicia de las mujeres desde la actuación policial
(Del 27-31 de ● Taller: Estudio de Casos (Vídeos)
Agosto)
EXAMEN PARCIAL II
4 HORAS
DECIMO
CUARTA EXPOSICION Y EVALUACIONES DE
SEMANA TRABAJOS APLICATIVOS.
(Del 03-07 de  Grupal
Setiembre)  Individual

4 HORAS
DECIMO
QUINTA EXAMEN FINAL
SEMANA
 De todos los temas evaluados y analizados en el
(Del 10-14 de aula.
Setiembre)
 Escrito y Oral.
4 HORAS
DECIMO
SEXTA EXAMEN REZAGADOS
SEMANA  Trabajos
(Del 17-21 de  Examen Escrito
Setiembre)  Examen Oral

4 HORAS

IV. PROCEDIMIENTOS DIDÁCTICOS

A. Las técnicas de enseñanza se orientarán a la interacción


permanente docente – educando, enmarcadas en la cultura
participativa, el trabajo en equipo y el método de laboratorio.

B. Se promoverá la investigación permanente y la exposición de


los conocimientos adquiridos.

C. El desarrollo de los contenidos curriculares serán


eminentemente objetivos mediante el empleo de Mapas
Conceptuales.

V. EQUIPOS Y MATERIALES

El docente para el desarrollo de la asignatura empleará los


siguientes equipos y materiales:

A. EQUIPOS
Retroproyector multimedia, video grabadora, computador.

B. MATERIALES
Proveerá separatas a los educandos, así como empleará
transparencias o videos para reforzar las técnicas de
enseñanza.

VI. EVALUACIÓN

La asistencia a las sesiones teóricas es obligatoria en el 70% y a los


Talleres en el 90%, en caso contrario de no existir justificación
alguna por la Sub Dirección Académica de la UAP PNP, el Alumno
(a) desaprobará la asignatura.

El proceso de evaluación del aprendizaje será permanente,


comprenderá:

A. Evaluación Formativa Interactiva, en relación a la participación


activa del Alumno (a) en el aula. El promedio de las
intervenciones orales constituirá Nota de Paso Oral.

B. Evaluación Formativa o de Proceso para comprobar el


rendimiento académico, pronosticar posibilidades de desarrollo
y reorientar la metodología, compromete la realización de:

1. Talleres
2. Exposiciones
3. Dos exámenes escritos parciales (8° y 13° semana),
enmarcados en los modelos de la Prueba Objetiva,
pudiendo, además, contener preguntas tipo desarrollo y
situación problema, en las que prime el empleo de la
capacidad reflexiva, la correlación de criterios, el análisis
y el pensamiento lógico.
4. Un trabajo de investigación monográfica que se valorará
en su forma y contenido.

C. Evaluación Sumativa orientada a comprobar el nivel de


desarrollo cognoscitivo, reflexivo y del pensamiento lógico, para
lo cual se aplicará un examen final (15ª semana), de similar
característica empleada en los exámenes parciales.

D. El Promedio General se calculará en concordancia con las


disposiciones establecidas en el Manual de Régimen de
Educación de las Escuelas de Formación de la PNP, conforme
se detalla a continuación:

Promedio General:

PG = PEP (3) + PO (1) + TA (2) +EF (4)


10
PEP = Promedio de Exámenes Parciales

PO = Paso Oral

TA = Trabajo de Investigación Monográfica

EF = Examen Final

VII. BIBLIOGRAFÍA BÁSICA

A. BOTELLO LONNGI Luis. Construcción social de la masculinidad


México, 2006.
B. CENTRO FLORA TRISTAN. Propuesta de Protocolo de atención
Policial en Violencia Familiar, sexual, actos contra la seguridad y
derechos humanos de las mujeres. 1°.Edic. Lima – Perú. 2014
C. CONACOD. Comisión nacional contra la Discriminación. Manual para la
Policía contra la discriminación. 2016.
D. JIMENEZ GUZMAN, María Lucero. La construcción social de las
masculinidades. Un análisis desde la perspectiva de género.
http://revistasacademicas.ucol.mx/index.php/generos/article/view/1027
E. MEJIA GONZALES Maryorie Margarita. Construcción de roles de
género a través de las prácticas educativas de los y las docentes, en el
Colegio Didascalio Hermana Josefina Serrano de la ciudad de Bello.
Pereira Colombia, Agosto 2012
F. MIMP. Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables. Violencia
basada en género. Marco conceptual para las políticas públicas y la
acción del estado. Julio 2016.
G. MINISTERIO DE LA MUJER Y POBLACIONES VULNERABLES.
Conceptos fundamentales para la trasversalizacion del enfoque de
género. 2da Edición. Lima, 2017
H. MURGUIA VELASQUEZ, Hilda María. Análisis de la cuantificación del
delito de lesiones en el marco de la violencia contra la mujer en el
ordenamiento jurídico peruano. Arequipa, 2016.
SÍLABO DESARROLLADO

PRIMERA SEMANA

La igualdad entre hombres y mujeres

La igualdad entre mujeres y hombres es un principio fundamental de la


democracia. No obstante, en la realidad sigue habiendo discriminaciones
por razones de sexo. Así, por ejemplo, el paro afecta más a las mujeres
que a los hombres. Las mujeres ocupan la mayor parte de los empleos
precarios y de los trabajos a tiempo parcial.
El Tratado de Roma consagró la igualdad de remuneración para las
mujeres y los hombres por un trabajo de igual valor. A partir de 1975 se
adoptaron una serie de directivas para concretar y desarrollar este principio
de carácter fundamental del Derecho Internacional de los Derechos
Humanos.
En consecuencia, la igualdad entre mujeres y hombres es un principio
jurídico reconocido tanto en la Constitución Política, como en los diversos
tratados en materia de derechos humanos de los que el Perú es parte.
El artículo 2° inciso 2 de la Constitución, establece que:
“Toda persona tiene derecho (…)a la igualdad ante la ley. Nadie debe ser
discriminado por motivo de origen, raza, sexo, idioma, religión, opinión,
condición económica o de cualquiera otra índole.”
No obstante esta garantía jurídica, lo cierto es que históricamente las
mujeres han recibido un trato desigual discriminatorio en relación con los
hombres. Así, han sido sujetas a una serie de estereotipos sociales que las
hacen ver como personas menos valiosas, afectando sus derechos
humanos.
En el Perú, fue en el año 1955 que se reconoció por primera vez el derecho
al voto de las mujeres, siendo el penúltimo país de América Latina (antes
de Paraguay) en realizar este reconocimiento.
Como resultado de esta discriminación histórica, las mujeres han
permanecido en la esfera de las relaciones privadas, reservándose a los
hombres la capacidad de participar en el gobierno y la vida pública. Así, las
mujeres se han visto envueltas en patrones sistemáticos de vulnerabilidad
y exclusión social, lo cual se explicita en las condiciones sociales,
económicas y culturales desventajosas en las que viven actualmente, así
como en la violencia y la falta de acceso y disfrute de sus derechos
sexuales y reproductivos a las que son expuestas.
Este es un asunto de derechos humanos pues mientras subsista la
discriminación hacia las mujeres, los derechos y las aspiraciones de las
mismas no podrán hacerse realidad, no podrán planificar y ejecutar su
proyecto de vida, acarreando una situación de violación de sus derechos y
libertades fundamentales.
Género

Es un concepto que alude a las diferencias construidas socialmente entre


mujeres y hombres y que están basadas en sus diferencias biológicas.
Las sociedades asignan a las personas distintas responsabilidades, roles y
espacios de realización personal y social de acuerdo a su sexo biológico,
determinando con ello la construcción de lo que se denomina roles
tradicionales de género y que han originado que tanto mujeres como
hombres no accedan y disfruten las mismas oportunidades y ventajas;
construyendo consecuentemente, profundas desigualdades sociales y
económicas que afectan principalmente a las mujeres, desigualdades que
se manifiestan en enormes brechas para su pleno desarrollo que pueden
ser observadas al analizar la realidad.
Por ejemplo:
• Las mujeres participan de diferente manera en las actividades económico-
productivas, las cuales tienen una distinta valoración social y económica.
El trabajo de una mujer en la actividad agrícola tiene menor valor que el
trabajo que desarrolla un hombre;
• La remuneración desigual que perciben mujeres y hombres frente a la
realización de un trabajo de igual valor;
• La escasa representación en organizaciones sociales y espacios de
participación ciudadana;
• La mínima representación en cargos de elección popular, entre otros.
El género es una categoría de análisis que cruza toda la estructura social y
que puede ser aplicada a lo político, lo económico, lo ambiental, lo social,
lo cultural y lo institucional. Todas las relaciones sociales están modeladas
por las jerarquías de género, que se expresan en la desigualdad existente
entre mujeres y hombres, así como también entre los diferentes grupos de
mujeres y hombres.
Este concepto nos ayuda a entender que lo que se asume como
características naturales de mujeres y hombres no vienen por la naturaleza
o se derivan del sexo de las personas, sino que muy por el contrario, son
construidas social y culturalmente a través de relaciones sociales e
imposiciones culturales, se aprenden desde la infancia reproduciéndose y
manteniéndose en los espacios de socialización e interacción como la
familia, la escuela, la comunidad, las organizaciones sociales, gremiales,
religiosas, los espacios laborales y las agrupaciones políticas, entidades
públicas, privadas y otros.

Brechas de género

Son las diferencias significativas y verificables en el acceso de mujeres y


hombres a los bienes, servicios, recursos económicos, sociales, culturales
que expresan diversos niveles de bienestar y desarrollo personal y social.
Su importancia radica en comparar cuantitativa y cualitativamente las
situaciones que impactan en la vida de mujeres y hombres con
características similares.
Expresan las diferencias que existen entre mujeres y hombres para el
acceso a oportunidades, control y uso de los recursos como consecuencia
de prácticas discriminatorias, sean éstas individuales, sociales o
institucionales. Expresan la desigualdad social, económica y cultural que la
sociedad produce entre mujeres y hombres.

Se miden a través de los indicadores sociales, económicos, políticos,


culturales, entre otros.
Las políticas públicas con enfoque de género contribuyen a su reducción y
erradicación, permitiendo lograr la igualdad entre mujeres y hombres.

Enfoque de Género

Es una forma de mirar la realidad identificando los roles y las tareas que
realizan las mujeres y los hombres en una sociedad, así como las
asimetrías, relaciones de poder e inequidades que se producen entre ellas
y ellos.
Permite conocer y explicar las causas que las producen y con ello, formular
medidas (políticas, mecanismos, acciones afirmativas, normas, etc.) que
contribuyan a superar las brechas sociales producidas por la desigualdad
de género .
El enfoque de género como herramienta analítica y metodológica posee
una dimensión política, en tanto busca la construcción de relaciones de
género equitativas y justas y reconoce la existencia de otras
discriminaciones y desigualdades derivadas del origen étnico, social,
orientación sexual, identidad de género, edad, entre otros.
Desde una perspectiva de cambio, el enfoque de género incide en la
formulación de políticas públicas y en la gestión de las mismas, ya que
incorpora las necesidades específicas de mujeres y hombres en todo el
ciclo de las políticas, favoreciendo una gestión pública eficiente y eficaz
orientada a la igualdad social y de género.
Sexo y Género

Género no es lo mismo que sexo. El Comité para la Eliminación de Todas


las Formas de Discriminación contra la Mujer de Naciones Unidas ha
señalado, al respecto, que el término “sexo” se refiere a las diferencias
biológicas entre el hombre y la mujer, mientras que el término “género”
describe las identidades, las funciones y los atributos socialmente
construidos de la mujer y el hombre, así comoel significado social y cultural
que se atribuye a esas diferencias biológicas .
En efecto, el concepto de género alude a las diferencias construidas
socialmente entre mujeres y hombres y que están basadas en sus
diferencias biológicas. Las sociedades asignan a las personas distintas
responsabilidades, roles y espacios de realización personal y social de
acuerdo a su sexo biológico, determinando con ello la construcción de lo
que se denomina “roles tradicionales de género” y que han originado que
tanto mujeres como hombres no accedan y disfruten las mismas
oportunidades y ventajas; construyendo consecuentemente, profundas
desigualdades sociales y económicas que afectan principalmente a las
mujeres, desigualdades que se manifiestan en enormes brechas para su
pleno desarrollo y que pueden ser observadas al analizar la realidad.
Así, por ejemplo, tradicionalmente, se le ha asignado al género femenino el
rol de madre, abnegada, comprensiva, cuidadosa, entregada, hogareña,
sacrificada. Por el contrario, la sociedad le ha asignado al género
masculinoel rol tradicional de fuerte, autosuficiente, valiente, proveedor,
dirigente, dominante, insensible, líder.
Igualdad de Género

Se trata de la igual valoración de los diferentes comportamientos,


aspiraciones y necesidades de las mujeres y los hombres.
La igualdad de género es aspiracional, a lo que como sociedad debemos
desear llegar.
Al ser una construcción cultural, los estereotipos o roles asignados pueden
ser modificados y transformados de acuerdo a los contextos históricos,
sociales y económicos.
La igualdad de género implica que los derechos, oportunidades y
responsabilidades de las mujeres y los hombres no dependen de su
naturaleza biológica, debiendo por lo tanto tener las mismas condiciones y
posibilidades para ejercer sus derechos y ampliar sus capacidades y
oportunidades de superación personal, contribuyendo al desarrollo social y
beneficiándose de sus resultados.
Lo anterior no implica, sin embargo, que en ciertas circunstancias, y
siempre que sea necesario, se justifiquen los tratos diferenciados. En
efecto, debido a las diferencias biológicas o por desigualdad histórica, las
mujeres y los hombres no gozan del mismo trato y derechos; por lo que el
Estado debe implementar acciones para revertir esta situación. Por
ejemplo, se justifica un trato diferenciado en el goce de licencias prenatales,
por las diferencias biológicas entre mujeres y hombres.
A través de la igualdad de género no se busca convertir a las mujeres en
semejantes a los hombres, sino de transformar las relaciones y la
desigualdad de poder en condiciones idénticas para ambos.
Las conductas machistas y, por tanto, discriminadoras, son muy difíciles de
eliminar sin un trabajo constante y de largo aliento que involucre al conjunto
de la sociedad.
El Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer de
Naciones Unidas recomendó al Estado Peruano, en el 2007, lo siguiente:
“El Comité pide al Estado Parte que tome nota de que los términos
“equidad” e “igualdad” expresan ideas diferentes y que su uso simultáneo
puede dar lugar a que se confundan los conceptos. La Convención tiene
por objeto eliminar la discriminación contra la mujer y asegurar la igualdad
de jure y de facto (formal y sustantiva) entre mujeres y hombres. El Comité
recomienda al Estado Parte que emplee sistemáticamente el término
“igualdad” en sus planes y programas”.
La igualdad de género, es de suma importancia para el desarrollo integral
sostenible de toda sociedad, por ello los Objetivos de Desarrollo Sostenible,
coloca en el objetivo 5: “lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a
todas las mujeres y las niñas”.
Esto implica que cada Estado, sociedad civil, sector privado, hombres y
mujeres asuman un compromiso, desde el rol o papel que les corresponde
desempeñar, para transformar las relaciones y desigualdades de poder
existentes hacia la generación y establecimiento de condiciones idénticas
para el ejercicio pleno de los derechos de mujeres y hombres.
La igualdad de género es resultado de toda acción planificada y eficiente
del Estado.
La transversalización del enfoque de género en las políticas públicas

Las políticas públicas forman parte de la agenda pública y están


constituidas por las decisiones de las autoridades respecto a cómo y hacia
dónde conducir el desarrollo y dar respuesta a problemas sociales. Están
compuestas por normas, leyes, decretos supremos, lineamientos,
programas y proyectos, entre otros mecanismos.
La transversalización del enfoque de género en las políticas públicas es el
proceso de examinar las implicaciones que tiene para hombres y mujeres
cualquier acción planificada, incluyendo legislación, políticas o programas
en todas las áreas y en todos los niveles. Permite hacer de las necesidades
e intereses de hombres y mujeres una dimensión integrada en el diseño, la
implementación, el monitoreo y la evaluación de políticas y programas en
todas las esferas políticas, económicas y sociales, de manera que hombres
y mujeres se beneficien igualitariamente.
El objetivo de la transversalización es que las políticas públicas tengan
como objetivo y resultado la igualdad entre mujeres y hombres. Las
políticas públicas con enfoque de género contribuyen a su reducción y
erradicación, permitiendo lograr la igualdad entre mujeres y hombres.

Para conocer si el diseño, implementación, monitoreo y evaluación de las


políticas públicas han transversalizado el enfoque de género, debemos
hacernos algunas preguntas:
¿Se ha considerado en el diseño de la política los roles y las necesidades
específicas de las mujeres y hombres?
¿Las intervenciones públicas promueven una distribución equitativa entre
mujeres y hombres de la carga de trabajo doméstico y las labores de
cuidado?
¿Promueven la igualdad de género en el acceso a oportunidades, recursos,
participación y toma de decisiones?
¿Cuál ha sido el impacto de la política implementada en la vida de las
mujeres y los hombres? ¿Se ha logrado mayor igualdad, se han reducido
las brechas de género?

Construcción de la masculinidad

Nuestra cultura ha construido modelos de mujer y de hombre con base en


lo que considera adecuado para unos y otras. Es por ello que la feminidad
y la masculinidad son justamente una serie de características que se
construyen y que se convierten en una especie de “requisitos” para que se
relacionen hombres y mujeres en la sociedad.
Investigadoras han indicado que las mujeres se constituyen como “seres-
para-los otros”, de tal suerte que sus actividades, sentimientos y su cuerpo
están dedicados a la atención y necesidades de los demás. Por ejemplo, si
una mujer siente que cumple con su rol femenino solamente cuando es
madre y dedica atención a su hijo(a) olvidándose de sus propias
necesidades, nos está reflejando que la sociedad en la que vive hace
énfasis en valorar a una mujer solamente si cumple el papel de ser madre.
Cuando se hace énfasis en que la mujer cumpla con este papel se pierden
de vista otros aspectos de la vida de una mujer que son valiosos y que no
están asociados con ser o no madre (estudiar, ganar dinero, gozar de su
sexualidad, divertirse, etc.).
Desde la década de los 70´s se promovió un fuerte debate y reflexión en
torno a la situación de desventaja social de las mujeres con respecto a los
hombres en diferentes ámbitos de la vida. Este debate ha permitido que en
los últimos años se haya iniciado también un análisis importante acerca de
lo que significa ser “hombre” en la actualidad, en especial en cómo se
construye la masculinidad en cada cultura. Esta perspectiva nos habla de
cómo los varones se van formando como tales en nuestra sociedad y las
implicaciones que tiene este hecho en la organización social actual.
Los estudios de la masculinidad muestran que hacerse “hombre” dentro de
una sociedad tiene una enorme influencia por parte de la socialización de
género.
En nuestra sociedad, desde una socialización estereotipada de género, la
construcción de la masculinidad está influida por los siguientes aspectos:
1. La identidad se construye a partir de no ser femenino
2. Necesidad de probar la virilidad
3. Ejercicio del poder a partir del control
4. Negación de necesidades emocionales

1. La identidad se construye a partir de no ser femenino


Esto significa que la identidad masculina no se construye positivamente,
sino a partir de una negación. Es decir, desde niño se aprende que la
manera de ser “hombrecito” es no siendo mujer. De esta manera el niño
rechazará para sí las características que han sido asociadas a las mujeres.
La necesidad de diferenciarse del otro es un elemento común en la
construcción de las identidades, sin embargo, la forma en que se construye
la identidad estereotipada de “ser hombre” tiende a negar para los hombres
aspectos que son características de todas las personas.
Situaciones de los hombres que nos indican que tienen la influencia de este
aspecto:
Dificultad para poner en palabras las necesidades
Dificultad para hablar de los sentimientos

2. Necesidad de probar la virilidad


Se ha analizado que en ocasiones los hombres requieren probar su
masculinidad a través de: la fertilidad, actividad sexual, fuerza física y
conductas de riesgo, entre otras.
Situaciones de los hombres que nos indican que tienen la influencia de este
aspecto: sobrepreocupación por la erección del pene, sexualidad reducida
al coito y rechazo al condón.

3. Ejercicio del poder a partir del control


Los hombres que no han logrado romper la inercia cultural estereotipada,
requieren ejercer un tipo de poder, el de dominio. La reafirmación de su
identidad necesita el control de los otros, de dominarlos. Quizá en algunos
espacios no pueda ejercerlo, pero en otros espacios y con otras personas
sí lo hacen y se demuestra por el endurecimiento en el trato con los otros,
por ejemplo, en el espacio doméstico, con los hijos(as), o en la relación de
pareja.
Situaciones de los hombres que nos indican que tienen la influencia de este
aspecto:
Limitaciones para mantener relaciones más equitativas
Escasa posibilidad de diálogo
Ser violentos.

4. Negación de necesidades emocionales


Otro aspecto que es importante destacar de la masculinidad es lo referente
a la vida emocional. Por lo general se piensa que las mujeres son más
“sensibles” y que los hombres son más “fríos” como si para ellos no fueran
importantes las emociones. Lo que sucede en realidad es que tanto
mujeres como hombres somos personas sensibles y expresamos lo que
sentimos de muy diversas maneras. Las emociones de una persona nos
indican en qué aspectos de su vida está implicado, es decir a qué cosas les
presta atención e importancia. En nuestra cultura se les ha enseñado a los
hombres a prestar atención a ciertas cosas de la vida y eso hace que se
orienten de manera diferente sus emociones.
Desde niños se les enseña a expresar y demostrar las emociones en ciertos
espacios como son los amigos, en el juego o en los deportes, situaciones
que son positivas. Pero al mismo tiempo No se les enseña a prestar tanta
atención a las emociones que se producen es lugares como la casa, lo que
sienten las personas con las que conviven, con sus novias, esposas o lo
que sienten sus hermanas o madres.
A los hombres comúnmente se les enseña erróneamente que tomar en
cuenta las emociones en la vida privada es responsabilidad sólo de las
mujeres. Los hombres no han aprendido a prestar atención a cómo se
sienten en el noviazgo o en el matrimonio y a tener presente los
sentimientos de la pareja.
No es que los hombres “repriman” sus emociones, sino que han aprendido
-sin estar plenamente conscientes de ello- a orientar las emociones
solamente en aquellos lugares del ámbito público que la sociedad les ha
permitido. Esto crea un fuerte desconocimiento de una parte de la propia
vida emocional, situación que genera dudas y temores en los hombres que
la mayoría de las veces las callan y permanecen silenciadas por años.
Por otra parte, para muchos hombres continuar ejerciendo el rol tradicional
de proveedor les significa una carga y un desgaste emocional del que no
son conscientes claramente. Al no reflexionar al respecto viven los costos
de diversas maneras, una de ellos radica en los problemas de salud. Los
hombres mueren más jóvenes. Además, los infartos y problemas del
corazón tienen estrecha relación con cómo se vive conforme una
masculinidad dominante y estereotipada.
Es importante señalar que la masculinidad es una forma de interacción,
organización y expresión en la sociedad y no es, como puede parecer,
sinónimo de “hombre”, así como feminidad no lo es de “mujer”.
Si la masculinidad no es algo exclusivo de los hombres, entonces estamos
frente a un aspecto crucial: Todas las personas (hombres, mujeres, niños y
niñas) son susceptibles de integrar patrones positivos asociados a la
masculinidad, pero también aspectos estereotipados atribuidos a lo
masculino que son obstáculo para el logro del desarrollo y las relaciones
equitativas.
El análisis de la masculinidad debe permitir encontrar mecanismos que
favorezcan las relaciones basadas en el diálogo y el respeto por el otro. En
la escuela, en la comunidad y en la familia las niñas y niños deben contar
con modelos de adultos que aborden las dificultades dialogando, que
resuelvan los problemas a través del respeto y que no utilicen la violencia
como medio para obtener algún fin.
Los diferentes cambios que están ya ocurriendo en este terreno nos hablan
de que están emergiendo nuevas formas de relacionarse y que se reconoce
cada vez más las realidades diferentes por las que atraviesan mujeres y
hombres. Uno de los efectos positivos de esta transformación es que el
cuidado del otro está siendo cada vez algo más importante en la vida de
las personas y sobre todo que no se delega solamente en la mujer. Cuidar
al otro ya no es responsabilidad sólo de la mujer, por ello ahora se habla
del cuidado mutuo como un horizonte importante a alcanzar en las
relaciones humanas.
Desprenderse de modelos estereotipados de masculinidad favorece
visiblemente las relaciones interpersonales. Entre las ventajas están:
aumento del respeto por sí mismo y por el otro, reconocimiento de
fortalezas, debilidades y necesidades como cualquier otra persona, que el
silencio no sea la manera de afrontar las dudas y temores personales, vivir
la sexualidad sin estereotipos rígidos y limitantes. Todo lo anterior repercute
en la formación de una persona más autónoma. Por ejemplo, un hombre
reflexivo en estos temas toma decisiones integrando y respetando lo que
siente y lo que piensa, no se siente presionado por su grupo de amigos.
Sabe desarrollar una distancia óptima entre lo que la sociedad quiere que
haga y lo que él decide que debe hacer. Toma decisiones con relación a lo
que verdaderamente quiere, y al estar más claro en ello se hace más
responsable de lo que ha decidido. Una persona autónoma no es la que no
necesita a otra, sino la que sabe que para salir adelante necesita de las
otras; pero no de manera utilitaria, sino compartiendo y reconociendo que
tanto uno como la otra persona tienen necesidades, sentimientos y
expectativas, y que ambos se enriquecen mucho más si se apoyan,
respetan y deciden conjuntamente lo que quieren.

Roles de género

Los roles de género son papeles asignados al que hacer de hombres y


mujeres, que se instituyen en determinadas acciones para y unos y otros.
Este discurso se sustenta en la existencia de dos sexos, que normalizan
los cuerpos considerados como masculinos y femeninos, a su vez
posibilitan que actúen con los códigos sociales y culturales asignados, ello
hace que las prácticas sociales tengan un significado distinto para mujeres
y hombres, pues están siendo leídas desde discursos diferentes.
Se construye la feminidad y la masculinidad como conjuntos de rasgos que
operan en los imaginarios de sí mismo, de los y las otras personas,
incluyendo los grupos sociales en general, es así como el rol tradicional
femenino se caracteriza por estar centrado en el ámbito privado, por el
interés y cuidado de las relaciones íntimas.
La feminidad como característica de personalidad incluye la afectuosidad,
la lealtad, la sensibilidad a las necesidades ajenas, la capacidad de
comprensión, la ternura, entre otras; así mismo ha estado ceñida a la esfera
privada, al cuidado de los miembros de la familia, atención de las tareas
domésticas, y por tanto no desarrollan su asertividad, su autonomía e
independencia ni su actuación más allá del contexto familiar.
Los roles están caracterizados porque son modos de comportamiento
estandarizados, establecidos por la sociedad y transmitidos de generación
en generación, es así como de manera histórico y social se han reservado
a los hombres el desempeño de aquellas tareas que implican el control
sobre los aspectos de la dinámica familiar y social. En el texto mujeres,
esposas y amantes, Bermúdez describe como en la época de la colonia se
notaban ciertos roles establecidos para las mujeres y los hombres:
“las mujeres casadas debían permanecer en el hogar al cuidado de sus
hijos, la fidelidad femenina era tan importante, tanto que se llegó a
considerar que la infidelidad del varón podía ser santificada con la fidelidad
de la mujer, en este sentido se había pensado un tipo de mujer para los
hombres, mujeres ordenadas, recatadas, piadosas, afables, comedidas y
vírgenes, estereotipos que la enmarcarían”.
En el caso de los hombres, asumían el rol del proveedor y manejaban todo
el ámbito público, la economía, política, legislación, religión, educación, que
entre otras, han permanecido en el grupo poblacional mencionado. De
igual, forma establecieron una serie de mecanismos que conducen al
mantenimiento y perpetuación de la condición descrita.
Estos mecanismos han consistido, en el fomento para los hombres, el
impedimento para las mujeres de una serie de aptitudes, intereses, valores
y rasgos de personalidad y viceversa, la difusión, a través de las
instituciones sociales, de los dos conjuntos de rasgos estereotipados:
masculino - femenino, de tal manera se considera que los niños - niñas
aprendan los rasgos que se estiman propios de su sexo, acentuando una
serie de definiciones culturales de la masculinidad y la feminidad.
En segundo lugar, enmarcan una serie de normas donde las personas al
sentirse identificadas con uno de los dos sexos, se asumen como hombres
o mujeres, esta identificación genérica se establece conforme a las
características individuales, grupos sociales en los que se desenvuelven y
pautas educacionales que los llevan a comportarse como la sociedad ha
definido que debe comportarse un hombre o una mujer en las múltiples
situaciones que se presentan en la vida, permitiendo así que ellos puedan
apropiarse de los diferentes roles que la sociedad históricamente ha
construido y que conserva la brecha de las diferencias ente el mundo de la
mujer y el hombre.
De esta manera bajo la premisa de naturalización, le da sentido al lenguaje
que se denomina “normal”, esto se debe como lo plantea Pierre Bourdieu
en su ensayo la violencia simbólica: una contención del cuerpo, a que se
presenta, en el estado objetivado, en el mundo social y también en el estado
incorporado, en los hábitos, como un sistema de categorías de percepción,
pensamiento y acción; un mundo que se encarga de legitimar, de reforzar
verdades históricamente construidas, de desnaturalizar a aquellas que
rayan en la diferencia y de normalizar aquellas aceptadas socialmente.
En tercer lugar, todo rol forma parte de un “círculo o estructura social “que
supone un conjunto de relaciones de interacción concretas y es a través del
estatus que el rol legitima su posición dentro de esa estructura social. El
estatus constituye el conjunto de derechos y obligaciones y el rol en
términos de acciones, actitudes y valores que configuran el
comportamiento.
En cuarto lugar, los roles forman parte del sistema de autoridad más amplio,
e implican el cumplimiento de determinados deberes y obligaciones para
uno mismo, los otros, estereotipos que han sido tradicionales de género
dados en la pasada Sociedad Patriarcal lo que ha propiciado una Ideología
basada en los estereotipos sexistas de la mujer confinada y dedicada al
hogar y la crianza y el estereotipo del hombre jefe de familia en un rol
autoritario de proveedor, de distribución del dinero, que contribuye a la
relación Amo – esclava y víctima.
El patriarcado como dispositivo cultural muestra el poder que ejercen los
hombres hacia la mujer, un poder que permite diferenciar lo masculino
como categoría superior en confrontación a lo femenino, este fue el pilar de
la estructura algunas sociedades como la colombiana impuesta por la
iglesia, institución que entraría a regir la educación, el acceso al trabajo y
las formas como se establecerían las relaciones sociales en la colonia, pero
a pesar de que en la actualidad se han dado varios cambios de en lo que
se refiere a ser mujer o ser varón y a las formas de actuar que uno u otro
debe tener en determinados espacios y tiempo, aun podemos ver vestigios
de esta cultura que sigue imponiendo roles tradicionales.
En quinto lugar, los roles sociales definen campos de acción legítima dentro
de las competencias propias del rol asignando características propias a
cada sexo, en el texto expectativas y prescripciones sociales describe que:
“los hombres son más inteligentes, fuertes, hábiles y ágiles que las mujeres;
están interesados en valores teóricos, económicos y políticos, mientras que
las mujeres lo están en valores estéticos, sociales y religiosos; la
personalidad del hombre posee como rasgos la independencia,
dominancia, motivación por el éxito e inexpresividad, y la de la mujer, la
dependencia, afectividad y expresividad.”
Todas estas características permiten y dotan a los seres humanos de
modos de actuar asignadas o adquiridas y es así cómo los roles se dan
para unos y para otros, en el artículo la dotación cualitativa de los géneros
para su estatus-función Gutiérrez de Pineda, Virginia expone que la
asignación de los roles es por adscripción cuando se designan
independientes de las habilidades innatas de los sujetos adjudicadas e
inculcadas desde la infancia e internalizada por el género; y para la
adquisición cuando la cultura se asignan a cada sexo sobre las cualidades
innatas y culturales aceptadas, ambas maneras configuran y estructuran la
configuración de los géneros al determinar sus funciones.
Aunque en las últimas décadas ha existido una tendencia hacia la
flexibilidad de roles de género y hacia la igualdad de oportunidades para
las personas al margen de su sexo, es evidente que hombres y mujeres
siguen siendo socializados con normas y expectativas distintas en lo que
concierne a la expresión de los sentimientos, la presión hacia el éxito en
las tareas académicas o laborales, la participación en los trabajos
domésticos, el compromiso con el cuidado e interés por las relaciones y
cuidado hacia las personas de su entorno, entre otras.

Estereotipos de género

Son ideas preconcebidas, simples, que están muy arraigadas y determinan


las conductas, comportamientos y actitudes que deben tener las personas
en función del grupo de pertenencia; estas creencias son congruentes con
ciertos rasgos que describen a la mujer, como la sensibilidad, la
complacencia, la pasividad, la obediencia, la necesidad de contacto
afectivo, la ausencia de agresividad y competencia, entre otras, en tanto
que la ideología el rol masculino se materializa en los genitales y se articula
con la sexualidad y el poder, dándole al hombre características contrarias
a la de la mujer.
Una de las características de los estereotipos es su fuerte resistencia al
cambio y su efecto de auto cumplimiento o “predicción” se presenta con el
propósito de mantener los parámetros necesarios para que la cultura se
perpetúe, afectando no sólo al grupo que generalmente estereotipa (el
hombre, a través del dispositivo patriarcal) sino al grupo señalado (la
mujer), en este sentido se toma el sistema patriarcal como:
La consideración de los géneros como pautas sociales (Es decir como
construcciones sociales) diferenciadoras y limitadoras de las posibilidades
individuales, pone de manifiesto una relación de poder: la dominación de
los hombres, y más específicamente del género masculino sobre las
mujeres. Esta dominación da forma a todas las relaciones sociales: el
trabajo, la política, la cultura la ciencia y obviamente las relaciones
interpersonales. En esta relación de poder, las actitudes y comportamientos
que históricamente han sido atribuido al género masculino son los
predominantes y generales, mientras que el universo que tradicionalmente
ha estado considerado como propio de las mujeres es visto como algo
particular y sin trascendencia para el conjunto de la sociedad. En este
sentido la dominación de un género por el otro constituye la base de un
orden jerárquico, que determinan las posiciones de los individuos al margen
de sus capacidades específicas. Este orden social jerárquico ha sido
denominado patriarcado.
Con ello, no es sólo el hombre sino la propia mujer la que ajusta su
comportamiento, no reflejando ni las características, ni creencias de la
mujer, contribuyendo de este modo a mantener las desigualdades.
Masculinidad y feminidad

Las nociones de femenino y masculino, en tanto elaboraciones culturales,


son la base de un complejo sistema de dominaciones simbólicas que
establece relaciones jerárquicas no sólo entre hombres y mujeres sino
entre una amplia gama de tipos clasificatorios que estructura el panorama
sexual de la cultura tradicional, fomentando para los hombres e impidiendo
a las mujeres una serie de aptitudes, intereses, valores y rasgos de
personalidad, y viceversa, inmersos en modos de prácticas sociales de
mujeres y hombres, femeninos / masculinos, roles que son construidos
sobre su biología y que son internalizados mediante el proceso de
socialización.
Dentro de la perspectiva descrita, las nociones de femenino y masculino,
en tanto elaboraciones culturales, son la base de un complejo sistema de
dominaciones simbólicas que establece relaciones jerárquicas no sólo
entre hombres y mujeres sino entre una amplia gama de tipos clasificatorios
que estructura el panorama sexual de la cultura tradicional.
Según Parsons, en cualquier contexto cultural siempre habrá dos roles
sexuales, el masculino (instrumental) y el femenino (expresivo), en efecto,
aparecen nociones de masculinidad y feminidad entendidas como roles
sexuales internalizados, productos del aprendizaje social según Connell
Robert, que estructura de una serie de valores, características y roles de
género asignados a unos y otros transmitidos de generación en generación
a través de la educación como puente que continua el proceso formativo
que se inicia en la familia, con relación al planteamiento anterior Subirats,
Marina afirma:
Una de las funciones básicas de la educación escolar es la transmisión de
conocimientos y saberes acumulados a través de los tiempos;
conocimientos y saberes que han sido adaptados a las necesidades de
cada momento histórico, es decir, seleccionados unos, rechazados otros,
en función no sólo de su validez científica -también el concepto de ciencia
varía de una época a otra-, sino incluso de necesidades de dominación
política e ideológica.
En la institución escolar estos saberes se organizan bajo criterios diversos
y constituyen el currículum o programa escolar
Es así como en la difusión, a través de las instituciones sociales, de los dos
conjuntos de prácticas estereotipadas, masculinas y femeninas, los niños y
niñas aprenden acciones propias de su sexo. En palabras de Bourdieu:
“Si bien la unidad doméstica es uno de los lugares en los que la dominación
masculina se manifiesta de manera más indiscutible y más visible, el
principio de la perpetuación de las relaciones de fuerza materiales y
simbólicas que allí se ejercen se sitúan en los esencial fuera de esta unidad,
en unas instancias como la iglesia la escuela y el estado”
En conclusión “no nacemos hombres o mujeres, sino llegamos a serlo.” De
esta manera con el paso del tiempo se van naturalizando algunas acciones
asociados con el género, una es la división social construida entre los
sexos, debido a esto dentro de este mundo de relaciones que forman parte
del universo social se da un sistema de oposiciones bajo la que se
construyen diferentes tipos de jerarquizaciones y que en la historia del
hombre ha permitido que se perpetúen diferentes tipos de
comportamientos: masculino y femenino.
Las personas al sentirse identificadas con uno de los dos sexos, se
autoconsideran como hombres o mujeres, esta identificación genérica se
establece de según las características individuales, grupos sociales en los
que se desenvuelven y pautas educacionales que los llevan a comportarse
como creen debe comportarse un hombre o una mujer en las múltiples
situaciones que se presentan en la vida, donde se permite apropiarse de
los diferentes roles que la sociedad ha construido y que conserva la brecha
de las diferencias entre hombres y mujeres.
En las últimas décadas ha existido una tendencia hacia la flexibilidad de
roles de género y hacia la igualdad de oportunidades para las personas al
margen de su sexo, es evidente que hombres y mujeres siguen siendo
socializados con normas y expectativas distintas en lo que concierne a la
expresión de los sentimientos, la presión hacia el éxito en las tareas
académicas o laborales, la participación en los trabajos domésticos y la
manera en que se relaciona con su entorno, es así como las construcciones
sociales sobre la feminidad y la masculinidad funcionan todo el tiempo en
la vida cotidiana permitiendo la comunicación, la actuación en el mundo de
las mujeres y de los hombres, al igual que el enjuiciamiento y la calificación
de esa actuación. Un ejemplo de ello son las representaciones sobre la
sexualidad.

Aplicación del enfoque de género en la función policial

Como se ha señalado, el rol que la Policía cumple es especialmente


importante en relación con los derechos fundamentales. Esto, debido a que
la Policía cumple con un deber de garante, en virtud del cual tiene la
obligación jurídica concreta de obrar según lo establecido en la Constitución
Política evitando que se produzcan violaciones a los derechos y libertades
fundamentales.
En este sentido, la Policía debe ejercer sus funciones con estricta
observancia de los principios de igualdad y de no discriminación, que deben
ser herramientas fundamentales de su trabajo cotidiano.
Los servicios policiales con enfoque de género tienen por objeto:
* Examinar las implicaciones que tiene para hombres y mujeres
cualquier acción planificada, incluyendo políticas o programas en todas las
áreas y en todos los niveles de la Policía.
* Prevenir y atender las necesidades concretas en materia de
seguridad de mujeres, niñas y niños.
* Combatir los prejuicios y estereotipos discriminatorios contra las
mujeres.
* Reflejar la diversidad de la ciudadanía y rendir cuentas al conjunto
de la población estando mejor preparados para cumplir con su principal
mandato: defender el estado de derecho.

No escapa de estas consideraciones que, como se ha señalado, los


estereotipos y prejuicios respecto de los hombres y mujeres son
transmitidos por la propia familia, círculo de amigos y otros grupos sociales.
Si bien el personal de la Policía forma parte de la sociedad, se encuentra
en una posición privilegiada para contribuir a la eliminación progresiva de
los estereotipos y prejuicios discriminatorios contra las mujeres.
En este sentido, las y los oficiales, en tanto autoridades estatales, tienen el
deber de combatir los prejuicios de género y las actitudes discriminatorias
contra las mujeres. Para cumplir esta importante función, es vital que el
derecho a la igualdad entre hombres y mujeres sea perfectamente
comprendido y asimilado por las y los agentes policiales.

La igualdad de género en el acceso y ascenso de la carrera policial

El artículo 26° inciso 1 de la Constitución Política reconoce que en la


relación laboral se respeta el principio de igualdad de oportunidades sin
discriminación. La efectividad de este principio, según el Tribunal
Constitucional, asegura la igualdad de oportunidades de acceso al empleo
y de tratamiento durante el mismo.
La discriminación laboral implica brindar un trato distinto a las personas
atendiendo a ciertas características, como puede ser el sexo, sin tomar en
cuenta los méritos ni las calificaciones necesarias para el puesto de trabajo
que se trate. Esta situación involucra la vulneración del derecho a la
igualdad de oportunidades y de trato y a la libertad de trabajo, debido a que
la libertad del ser humano para elegir y desarrollar sus aspiraciones
profesionales y personales se ve restringida.
Lamentablemente, la discriminación de las mujeres en el entorno laboral es
una situación que se presenta de forma cotidiana, provocando
desigualdades entre las personas así como desventajas sociales y
económicas que debilitan la cohesión y la solidaridad social.
La discriminación laboral contra la mujer puede venir agravada, asimismo,
por la violencia (física o psicológica), el acoso moral o el acoso sexual.
En lo que respecta a la presencia de la mujer en las instituciones de
seguridad pública, es oportuno precisar que su incorporación ha sido
producto de un proceso paulatino y sostenido en los países de América
Latina. De hecho, las primeras incorporaciones femeninas se formularon a
partir de la creación de cuerpos separados: brigadas, destacamentos o
cuerpos auxiliares femeninos, que con el transcurso de los años se fueron
disolviendo y fusionando en un único cuerpo policial como se conoce hoy
en día.
En el caso del Perú, fue solo en el año 1996, a partir de la dación de la Ley
Nº 26628, que se determinó la apertura a las mujeres de las escuelas de
oficiales y suboficiales.
Aun cuando han transcurrido 19 años desde que se permitió legalmente la
incorporación de las mujeres en la Policía Nacional, las brechas de género
son todavía extensas. Así, según el Informe de cumplimiento de la Ley de
Igualdad de Oportunidades, al 2012 en la Policía Nacional del Perú las
mujeres representan solamente la quinta parte del total de integrantes de
las unidades policiales especializadas.
En este contexto, constituye un deber del Estado peruano implementar
medidas para evitar la discriminación contra la mujer y promover la igualdad
en distintos ámbitos, principalmente desde sus instituciones públicas, como
es el caso de la Policía Nacional, a fin de promover la igualdad de
oportunidades, y que tanto hombres como mujeres disfruten de un trabajo
decente .
Por otro lado, las instituciones policiales con enfoque de género garantizan
que las mujeres sean ascendidas a altos mandos a fin de que puedan servir
de modelo a otras mujeres que deseen incorporarse y promocionarse en la
jerarquía policial.
Por lo anteriormente expuesto, existe un claro mandato constitucional y
legal de respeto del derecho a la igualdad entre hombres y mujeres en el
acceso a la carrera policial. Este mandato debe ser cumplido, tanto en el
acceso a la función policial como en el tratamiento laboral durante el
despliegue de funciones. Asimismo, la participación de las mujeres policías
debe darse en las mismas condiciones que los hombres, y garantizarse que
se tengan las mismas oportunidades para ascender y avanzar en la carrera
policial.

El derecho al trato diferente de las mujeres en el marco de la función


policial para garantizar la igualdad

Como anteriormente se ha señalado, es posible establecer una diferencia


de trato sin que esta situación pueda ser considerada como discriminatoria.
En efecto, no todas las distinciones de trato deben ser consideradas
discriminatorias.
Así, no se consideran discriminatorias:
• Las diferencias que tengan su origen en las cualificaciones exigidas
para un puesto de trabajo (artículo 1° inciso 2 del Convenio 111 de la OIT).
Por ejemplo, para un determinado puesto se exige contar con el título de
abogado/a o con el grado de magíster.
• Las diferencias que tengan su origen en salvaguardar la seguridad
del Estado y las motivadas por imperativos especiales de protección, esto
es, aquellas dirigidas a atender necesidades específicas en el ámbito de la
salud de hombres o mujeres .Por ejemplo, el trato diferenciado basado en
el estado de gravidez de una mujer policía.
• Las medidas especiales que conllevan un trato diferenciado para
quienes tienen necesidades particulares por razones de género o de
discapacidad mental, sensorial o física.

Mujeres policías embarazadas


El Tribunal Constitucional, máximo intérprete de la Constitución Política, ha
analizado casos de despido de mujeres embarazadas, en el marco de los
cuales es posible resaltar las siguientes conclusiones:
* En nada la maternidad impide la preparación en el ámbito policial,
ésta es parte de los derechos sexuales y reproductivos de las personas y
en ningún caso puede ser utilizada de excusa para matizar la discriminación
hacia las mujeres.
* Retirar a mujeres cadetes de la institución policial por su condición
de embarazo, como no admitirlas por su condición de madres es un acto
de injusticia y violación de derechos.
* Las decisiones extintivas basadas en el embarazo, al afectar
exclusivamente a la mujer, constituye indudablemente una discriminación
por razón de sexo proscrita por el inciso 2 del artículo 2° de la Constitución
Política.
* El despido de una trabajadora por razón de su embarazo constituye
una discriminación directa basada en el sexo, como también lo es la
negativa a contratar a una mujer embarazada, o cuando una trabajadora
percibe una remuneración inferior ala de un trabajador por un mismo
trabajo. Son manifestaciones de discriminación directa porque excluyen la
posibilidad de justificar objetivamente la razonabilidad y proporcionalidad
de la medida.
* La mujer embarazada está protegida contra todo despido por razón
de su condición durante todo el período de embarazo.
Por último, respecto al embarazo de cadetes el Tribunal en Sentencia Nº
05527-2008-PHC/TC ha establecido que “el embarazo de una alumna,
cadete o estudiante no es un hecho que pueda limitar o restringir su
derecho a la educación (…) Dicho de otro modo, ninguna autoridad pública
o particular puede impedirle a una mujer estudiar normalmente por su
estado de embarazo”.
Asimismo, el Decreto Legislativo N° 1151, Ley del Régimen Educativo de
la Policía Nacional del Perú del 11 de diciembre de 2012, señala en su
artículo 19° que “no puede restringirse o limitarse la permanencia ni
retirarles la condición de alumno, alumna o cadete de las Escuelas de
Formación de la Policía Nacional por motivos de gestación, maternidad o
paternidad” y que esos supuestos “no pueden ser empleados como
causales de sanción o separación definitiva de las Escuelas de Formación
de la Policía Nacional”. La dación de esta norma representa un avance
normativo en la prohibición de discriminación por sexo.
La protección de la maternidad, que incluye el derecho de lactancia y los
servicios de lactarios institucionales y servicios de cuidado institucional
para mujeres y hombres, es parte de las políticas de promoción de las
relaciones familiares compartidas y de las políticas de conciliación de la
vida personal, familiar y laboral.
Cabe señalar, que la Policía Nacional ha promulgado la Directiva N° 01-11-
2014-DGPNP/DIREJEPER-B "Normas y procedimientos para la
implementación y funcionamiento del servicio de lactarios en los órganos
dependientes de la Policía Nacional del Perú", aprobada mediante
Resolución Directoral N° 288-2014-DIRGEN/EMG-PNP del 15 de abril de
2014. Esta Directiva tiene por finalidad promover y facilitar en las madres
el período de lactancia, con el fin de contribuir con la nutrición infantil, la
salud materna y el fortalecimiento de las familias.

La prevención y tratamiento del hostigamiento sexual en el cuerpo


policial
El hostigamiento sexual es una problemática directamente relacionada con
el ejercicio abusivo del poder –generalmente del varón que se encuentra
en una posición jerárquica superior -o con la desigualdad de poder entre
géneros, que facilita la violencia contra las mujeres .
El hostigamiento sexual es una forma de violencia que ocurre, con mayor
frecuencia, contra la mujer. La definición de este acto se encuentra en la
Ley de Prevención y Sanción del Hostigamiento Sexual, Ley N° 27942,
modificada por la Ley N° 29430, que precisa lo siguiente:

Hostigamiento sexual típico o chantaje sexual


Consiste en la conducta física o verbal reiterada de naturaleza sexual o
sexista no deseada o rechazada, realizada por una o más personas que se
aprovechan de una posición de autoridad o jerarquía o cualquier otra
situación ventajosa, en contra de otra u otras, quienes rechazan estas
conductas por considerar que afectan su dignidad, así como sus derechos
fundamentales.

Hostigamiento sexual ambiental


Consiste en la conducta física o verbal reiterada de carácter sexual o
sexista de una o más personas hacia otras con prescindencia de jerarquía,
estamento, grado, cargo, función, nivel remunerativo o análogo, creando
un clima de intimidación, humillación u hostilidad.
El hostigamiento sexual puede manifestarse por medio de diferentes
conductas, dentro de las cuales la Ley de Prevención y Sanción del
Hostigamiento Sexual ha identificado:
* Promesa implícita o expresa a la víctima de un trato preferente y/o
beneficioso respecto a su situación actual o futura a cambio de favores
sexuales.
* Amenazas mediante las cuales se exija en forma implícita o explícita
una conducta no deseada por la víctima que atente o agravie su dignidad.
* Uso de términos de naturaleza o connotación sexual (escritos o
verbales), insinuaciones sexuales, proposiciones sexuales, gestos
obscenos que resulten insoportables, hostiles, humillantes u ofensivos para
la víctima.
* Acercamientos corporales, roces, tocamientos u otras conductas
físicas de naturaleza sexual que resulten ofensivos y no deseados por la
víctima.
* Trato ofensivo u hostil por el rechazo de las conductas señaladas en
este artículo.
El ámbito de aplicación de la Ley de Prevención y Sanción del
Hostigamiento Sexual comprende en relación con las instituciones
policiales: Al personal policial, al personal civil que trabaja dentro de dichas
instituciones policiales, al personal de servicio o auxiliar y a los terceros que
prestan servicios para tales entidades bajo el ámbito del Código Civil o la
Ley de Contrataciones y Adquisiciones del Estado.

Sanción del hostigamiento sexual cometido por personal policial


El personal de la Policía Nacional y de las Fuerzas Armadas que incurran
en actos de hostigamiento sexual, según la gravedad de los hechos y previo
pronunciamiento del respectivo Consejo de Investigación, pasará a
situación de disponibilidad o de retiro por medida disciplinaria, según el
caso y conforme al procedimiento previsto en las normas internas de los
institutos en mención. (Ley de Prevención y Sanción del Hostigamiento
Sexual)
Cabe precisar que agotado el procedimiento interno, la persona hostigada
tiene el derecho de acudir a la vía civil en proceso sumarísimo para
reclamar el pago de la indemnización correspondiente.
Asimismo, son responsables solidarios de la indemnización citada, el
personal de la Policía Nacional del Perú y las Fuerzas Armadas encargado
de disponer las investigaciones administrativas, si ha conocido de los actos
de hostigamiento sexual y no ha dispuesto las medidas para investigar y
sancionar esta conducta.
Finalmente, conviene señalar que el procedimiento preventivo y
sancionador sectorial se encuentra regulado por la Resolución Ministerial
Nº 1075-2012-IN/DGRH, del 17 de octubre de 2012, a través del cual se
aprobó la Directiva "Normas y procedimientos para la prevención y sanción
del hostigamiento sexual en los Órganos Policiales y No Policiales del
Ministerio del Interior".

La Policía Nacional y sus funciones

La Policía Nacional del Perú (PNP) está encaminada fundamentalmente a


garantizar y restablecer el orden interno del País. Para entender la labor
policial en el ejercicio de la convivencia social caracterizado por la primacía
de justicia orden y libertad, enmarcado dentro de los derechos humanos
hablemos de “Orden” que encierra la idea de una sociedad organizada la
cual se expresa formalmente a través de normas e instituciones públicas
que se encargan de laborarlas, aplicarlas y hacerlas respetar tanto a
gobernantes como a gobernados, es decir la vigencia de ese orden
depende de la totalidad de los miembros del Estado.
Orden interno puede ser definido como aquella situación interna de paz y
posibilidad de progreso para el conjunto de los individuos en la cual se
cumple el orden jurídico y la organización democrática con espíritu de
Justicia y Equidad: pero debe entenderse de manera general que el orden
interno se estructura como un sistema de reglas destinadas a mantener el
buen funcionamiento de los servicios públicos, la seguridad y la
normatividad ético – jurídico de las relaciones entre particulares y entre
éstos y el Estado. El orden interno tiene que aplicar el buen funcionamiento
de la legalidad actual porque esto interesa a todos para llegar a la paz
social, su inaplicabilidad pueda afectar la estructura del Estado y por
consiguiente a toda la Nación.
El orden interno comprende fundamentalmente:
• La seguridad ciudadana: Entre los que están la protección física
moral y patrimonial de sus ciudadanos.
• La estabilidad de la organización política.
• Resguardo de las instalaciones públicas y servicios públicos.
Según el Decreto Legislativo N° 1148, Ley de la Policía Nacional del Perú,
ésta tiene las siguientes funciones:
1) Garantizar, mantener y restablecer el orden interno;
2) Promover e implementar mecanismos en favor de la seguridad
ciudadana;
3) Garantizar el cumplimiento de las leyes y la seguridad del patrimonio
público y privado;
4) Mantener la paz, seguridad, tranquilidad y orden público;
5) Prevenir, combatir, investigar y denunciar los delitos y faltas
previstos en el Código Penal y leyes especiales, incluyendo los que se
cometen en el transporte aéreo, marítimo, fluvial y lacustre;
6) Obtener, custodiar, asegurar, trasladar y procesar indicios,
evidencias y elementos probatorios relacionados con la prevención e
investigación del delito, poniéndolos oportunamente a disposición de la
autoridad competente;
7) Aplicar las sanciones establecidas en el Código Administrativo de
Contravenciones de Policía;
8) Practicar y emitir los peritajes oficiales de criminalística a través del
sistema criminalístico policial, para efectos del proceso penal y los
derivados del cumplimiento de sus funciones;
9) Realizar y expedir peritajes técnico-vehiculares;
10) Administrar el sistema de inteligencia policial, en armonía con las
normas que regulan el Sistema Nacional de Inteligencia;
11) Planificar y conducir operativamente la investigación materia del
delito, en concordancia con las leyes de la materia;
12) Investigar la desaparición y trata de personas;
13) Brindar protección preferente al niño, niña, adolescente, adulto
mayor, mujer y poblaciones vulnerables;
14) Controlar el tránsito y garantizar la libre circulación vehicular y
peatonal en la vía pública y en las carreteras a nivel nacional. Prevenir,
investigar y denunciar los accidentes de tránsito;
15) Vigilar y controlar las fronteras, así como colaborar con la
Superintendencia Nacional de Migraciones para el cumplimiento de las
disposiciones legales sobre el control migratorio;
16) Brindar seguridad integral al Presidente Constitucional de la
República en ejercicio, al electo y ex presidentes; seguridad personal a los
presidentes de los poderes públicos, Congresistas de la República,
ministros de Estado, jefes de Estado en visita oficial al país y otras
personalidades que determine el reglamento de la presente norma;
17) Participar en la política de eco eficiencia del Estado y en el
cumplimiento de las disposiciones relativas a la protección y conservación
de los recursos naturales y del medio ambiente, la protección y seguridad
de los bienes integrantes del patrimonio cultural de la nación y de aquellos
que se presuman como tales;
18) Cumplir con los mandatos escritos del Poder Judicial, Tribunal
Constitucional, Jurado Nacional de Elecciones, Ministerio Público, Oficina
Nacional de Procesos Electorales, en el ejercicio de sus funciones;
19) Participar subsidiariamente, a solicitud del INPE en la seguridad
externa e interna de los establecimientos penitenciarios. Asimismo,
participa en el traslado de los procesados y sentenciados de conformidad
con la normatividad vigente
20) Velar por la seguridad de los bienes y servicios públicos, en
coordinación con las entidades estatales correspondientes;
21) Garantizar la seguridad y protección de los turistas y sus bienes, así
como el patrimonio histórico-cultural y turístico del país;
22) Participar en la defensa nacional, defensa civil y en el desarrollo
económico y social del país;
23) Identificar a las personas con fines policiales;
24) Expedir certificados de antecedentes policiales, supervivencia,
traslado, mudanzas, autorización de uso de lunas oscurecidas vehiculares
y otros relacionados con el cumplimiento de sus funciones;
25) Participar en el control y en el transporte de armas de fuego,
munición, explosivos y productos pirotécnicos, así como colaborar con la
Superintendencia Nacional de Control de Servicios de Seguridad, Armas,
Municiones y Explosivos de Uso Civil - SUCAMEC, para el cumplimiento de
sus funciones;
26) Participar en operaciones de paz convocadas por la Organización de
las Naciones Unidas (ONU) y otros organismos internacionales; y,
27) Ejercer las demás funciones que le señalen la Constitución, las leyes
y sus reglamentos.
La Policía Nacional y su deber de respetar y proteger los derechos
humanos

La norma más importante de nuestro sistema jurídico – la Constitución


Política – establece en su artículo 44º que uno de los deberes primordiales
del Estado es garantizar la plena vigencia de los derechos humanos y
promover el bienestar general que se fundamenta en la justicia y en el
desarrollo integral y equilibrado de la Nación.
La Policía Nacional es una institución de naturaleza civil, cuyo fin primordial
es el mantenimiento de las condiciones necesarias para el ejercicio de los
derechos y libertades públicas y para asegurar la convivencia pacífica.
En efecto, el artículo 166° de la Constitución señala que la Policía Nacional
tiene por finalidad fundamental “garantizar, mantener y restablecer el orden
interno. Presta protección y ayuda a las personas y a la comunidad.
Garantiza el cumplimiento de las leyes y la seguridad del patrimonio público
y del privado. Previene, investiga y combate la delincuencia (…)”.
Por su parte el artículo 169º precisa que “Las Fuerzas Armadas y la Policía
Nacional no son deliberantes. Están subordinadas al poder constitucional”.
En este sentido, el respeto y garantía de los derechos humanos es una
actividad fundamental de la Policía Nacional del Perú, para cuyo
cumplimiento es necesario un trabajo continuo y estructurado a nivel de
toda la organización. En esta línea, los derechos humanos deben ser
respetados y garantizados por la institución policial no solamente en el
servicio que brinda a la ciudadanía, sino también en el ámbito de
funcionamiento de la organización, esto es, desde una dinámica interna que
involucra la esencia misma del servicio policial.
En ese contexto, dentro del marco del respeto a los derechos humanos, en
la Policía Nacional del Perú existe la Dirección de Derechos Humanos, cuya
misión es ser el órgano técnico normativo encargado de asesorar al
Comando Institucional en lo relacionado a la normatividad nacional e
internacional en derechos humanos aplicados a la función policial para una
adecuada toma de decisiones, que permita afianzar y asegurar el respeto
irrestricto de los derechos humanos en el ejercicio de la función policial,
velar por su debida aplicación por parte de todas las dependencias
policiales a nivel nacional, así como impartir instrucción sobre la temática y
realizar el monitoreo in situ de los avances a través de su Departamento de
Instrucción hasta su debida consolidación, conforme a una cultura de paz.
Asimismo, las funciones encargadas de esta Dirección son:
• Encargada de fortalecer la doctrina de derechos humanos,
informando a la superioridad de conformidad a la normatividad vigente.
• Asesorar y requerir a las oficinas de derechos humanos de unidades
especializadas, direcciones territoriales, regiones, frentes de la Policía
Nacional del Perú y otras, la información de presuntas violaciones de los
derechos humanos, para su registro y estadística y dar cuenta al Comando
de la Policía Nacional del Perú de estos hechos.
• Hacer seguimiento y motivar la remisión y/o respuesta oportuna de
la información solicitada a los órganos del sistema de derechos humanos
del sector Interior.
• Coordinar con el órgano de control y la dirección de relaciones
humanas sobre el estado de las denuncias en trámite contra el personal
Policía Nacional del Perú por la presunta comisión de violación de derechos
humanos, presentadas a nivel nacional, para su registro y estadística.
• Promover la capacitación y especialización académica y tecnológica
de sus miembros para que se constituyan en el soporte para el desarrollo
institucional, estableciendo alianzas estratégicas y lograr la suscripción de
convenios con entidades públicas y privadas a nivel nacional; así como, con
organismos internacionales o países amigos para el intercambio
académico, tecnológico y científico en materias de índole policial, que
coadyuven al logro de los objetivos institucionales.
• Asesora, analiza y opina sobre los proyectos de ley en temas de
DDHH.
• Participar en las implantaciones de las innovaciones tecnológicas y/o
cambios de procesos de gestión a fin de monitorearlos para conseguir los
objetivos propuestos y maximizar la competitividad de la Policía Nacional
del Perú.
• Cumplir otras funciones que le asigne el comando institucional.

Las normas que consagran el deber de respeto y garantía de los


derechos humanos por parte de la Policía Nacional

La Constitución Política del Perú señala que la función policial se encuentra


sometida a lo establecido en dicha norma suprema. Esto implica que en el
ejercicio de sus funciones, las y los efectivos policiales deberán actuar
respetando y garantizando los derechos fundamentales de las personas.
“Artículo 169°. Las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional no son
deliberantes. Están subordinadas al poder constitucional”.
Según la Ley de la Policía Nacional del Perú (Decreto Legislativo Nº 1148),
la Policía Nacional es una institución del Estado dependiente del Ministerio
del Interior, con autonomía administrativa y operativa, con competencia y
ejercicio funcional en todo el territorio peruano, en los asuntos previstos en
el artículo 166º de la Constitución Política.
La Policía se orienta por la primacía de la persona humana y sus derechos
fundamentales; gratuidad de los servicios policiales (salvo los casos
expresamente contemplados en las leyes y reglamentos); acceso universal
a los servicios (los/as ciudadanos/as tienen derecho a acceder de manera
inmediata, oportuna y eficiente al servicio policial); legalidad (el servicio
policial se brinda en el marco de la Constitución Política y las leyes);
continuidad del servicio policial (se brinda las 24 horas del día en todo el
territorio nacional); eficiencia, eficacia y mejora continua, entre otros.
Además, brinda protección preferente al niño, niña, adolescente, adulto
mayor, mujer y poblaciones vulnerables y las que señalan la Constitución
Política, las leyes y sus reglamentos.
Por otro lado, la Ley del Código de Ética de la Función Pública – Ley Nº
27815 – establece que constituye un principio de la función pública la
lealtad a la Constitución así como al Estado de Derecho. Esto significa que
todas y todos los funcionarios públicos deben adecuar su conducta hacia
el respeto de la Constitución y las leyes, garantizando que en todas sus
actuaciones se respeten los derechos fundamentales de las personas.
Así, la citada norma, en su artículo 2º señala que: "en el desempeño de sus
tareas, los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley respetarán y
protegerán la dignidad humana y mantendrán y defenderán los derechos
humanos de todas las personas”.
El Acuerdo Nacional establece las siguientes políticas vinculadas a los
derechos humanos y la función policial: fortalecer el orden público y el
respeto al libre ejercicio de los derechos y al cumplimiento de los deberes
individuales (séptima política de Estado); promoción de la igualdad de
oportunidades sin discriminación (undécima política de Estado); adoptar
políticas que garanticen el goce y la vigencia de los derechos
fundamentales establecidos en la Constitución Política y en los tratados
internacionales sobre la materia (vigésimo octava política de Estado).
En esta línea, al ser la Policía Nacional del Perú la encargada de velar por
el cumplimiento de la ley, es la primera llamada a obedecer las mismas, lo
cual involucra, por supuesto, aquella normatividad que promueve y protege
los derechos humanos.
En ese contexto, el Ministerio del Interior ha emitido la Resolución
Viceministerial N° 033-2009-IN/0103, que aprueba la “Directiva de
procedimientos para garantizar el respeto de los derechos fundamentales
de las personas (civiles y policías) en la dirección, organización y ejecución
de las operaciones de control, mantenimiento y restablecimiento del orden
público y cartilla para el personal que participa en estas operaciones” .
Asimismo, mediante Resolución Ministerial N° 0145-2016-IN/PNP de fecha
09 de marzo del 2016, se ha aprobado el “Protocolo de actuación
interinstitucional para el proceso inmediato en casos de flagrancia y otros
supuestos bajo el Decreto Legislativo N° 1194”. Este protocolo se enmarca
dentro de una de las funciones que cumple la Policía Nacional dentro de lo
que establece la Constitución Política del Perú, esto es, prevenir, investigar
y combatir la delincuencia.
Por otro lado, existe un amplio marco normativo internacional de protección
de los derechos humanos adoptado por el Estado peruano, el mismo que
debe ser cumplido por las y los efectivos policiales.
Este cumplimiento se deriva de lo dispuesto en el artículo 55º de la
Constitución Política, que establece que “[l]os tratados celebrados por el
Estado y en vigor forman parte del derecho nacional”. Entre tales tratados
se encuentra la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados de
1969. Esta instituye en su artículo 27° que un Estado no podrá invocar las
disposiciones de su derecho interno como justificación del incumplimiento
de un tratado, incluyendo los convenios en materia de derechos humanos.
Por su parte, la Cuarta Disposición Final de la Constitución Política
establece que las normas relativas a los derechos y libertades reconocidos
en la Constitución se interpretan de acuerdo con la Declaración Universal
de Derechos Humanos y con los tratados y acuerdos internacionales que
sobre la materia ha ratificado el Perú. En consecuencia, el Estado, a través
de sus diversos organismos, debe actuar de conformidad con las normas
internacionales sobre derechos humanos y los criterios interpretativos de
las mismas, establecidos por los órganos internacionales competentes.
En esta línea, el Tribunal Constitucional ha señalado que dicha normativa
internacional detenta rango constitucional y tiene prevalencia sobre el
orden jurídico interno.
Forman parte de este marco jurídico internacional:
En el marco de la Organización de las Naciones Unidas
- Carta de Naciones Unidas
- Declaración Universal de los Derechos Humanos
- Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos
- Pacto Internacional de los Derechos Económicos, Sociales y
Culturales
- Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las formas
de Discriminación Racial
- Convención sobre la Eliminación de todas las formas de
Discriminación contra la Mujer
- Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia
Organizada Transnacional y sus Protocolos Contra la Trata de Personas y
el Tráfico Ilícito de Migrantes
- Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles,
Inhumanas o Degradantes
- Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad
- Convención para la Protección de todos los Trabajadores
Migratorios y sus Familiares
- Convención sobre los Derechos del Niño
- Convención Internacional por la Protección de todas las Personas
contra las Desapariciones Forzadas
- Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio
- Convención sobre el Estatuto de los Refugiados
En el marco de la Organización de los Estados Americanos
- Carta de la Organización de los Estados Americanos
- Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre
- Convención Americana sobre Derechos Humanos
- Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre Derechos
Económicos, Sociales y Culturales
- Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura
- Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de
Personas
- Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la
Violencia Contra la Mujer

Importancia del rol de la Policía Nacional en la protección de los


derechos humanos. Consecuencias de incumplir este deber

La Policía Nacional cumple un rol de vital importancia en la protección de


los derechos humanos dada la posición de garante que ostenta.
El Estado tiene el cometido de resguardar la seguridad y orden público
tanto interno como externo. Para cumplir con esta obligación, debe delegar
funciones. En específico, esta función es encargada a la Policía Nacional y
a las Fuerzas Armadas, quienes ostentan una situación de poder frente a
las y los ciudadanos. Dicha situación de poder implica que las y los
efectivos policiales asumen una posición de garante de los derechos
fundamentales de las personas.
De este modo, la posición de garante de las y los efectivos policiales implica
que el poder que ostentan lleva consigo la responsabilidad especial de
asegurar que el cumplimiento de sus funciones no conduzca a la violación
de derechos fundamentales. Este deber cobra vital importancia en la
función policial ya que el ejercicio de esta función muchas veces involucra
la restricción de algunos derechos como la vida, la integridad personal, la
libertad, entre otros.
En tal sentido, el respeto a los derechos humanos –cuyo fundamento es el
reconocimiento de la dignidad inherente al ser humano– constituye un límite
al ejercicio de las funciones de las y los efectivos policiales, lo cual es
aplicable a todo órgano o funcionario/a, cualquiera que sea su nivel o
jerarquía, que se encuentre en una situación de poder frente al individuo.

En lo concerniente a las consecuencias de incumplir este deber, se tiene


que el Decreto Legislativo N° 1150 que regula el Régimen Disciplinario de
la Policía Nacional del Perú , modificado mediante Decreto Legislativo N°
1193 de fecha 29 de agosto del 2015 , establece una tabla de infracciones
y sanciones, dentro de las cuales es posible encontrar diversas violaciones
a los derechos fundamentales, las mismas que son consideradas faltas
graves.
En efecto, según la norma señalada líneas arriba, en el Título II,
(Infracciones y Sanciones Disciplinarias), el artículo 28° establece que: “Las
infracciones son acciones u omisiones que atentan contra las obligaciones
y deberes establecidas en la Ley de la Policía Nacional de Perú, la Ley de
Carrera y Situación de la Policía Nacional del Perú; y, especialmente
aquellas que importen detrimento de los bienes jurídicos protegidos por la
presente norma”
Asimismo, el artículo 29° señala que: “Según su gravedad, se clasifican en
Leves (Anexo I), Graves (Anexo II) y Muy Graves (Anexo III), y se
encuentran tipificadas en las Tablas de Infracciones y Sanciones que
forman parte de la presente norma”.
Finalmente, el artículo 30° establece que: “Para las infracciones
disciplinarias tipificadas en el presente Decreto Legislativo se impondrán
las siguientes sanciones:
1) Amonestación La amonestación es la sanción escrita y la impone el
superior al infractor por la comisión de infracciones Leves, siempre que no
sea reincidente en la comisión de la misma infracción. Tiene carácter
preventivo
2) Sanción Simple La sanción simple es la sanción escrita por
infracción Leve que impone el superior u órgano disciplinario al infractor.
Se extiende de uno (01) a diez (10) días. Cada día de sanción implica la
disminución de ocho décimas (0.8) de punto de la Nota Anual de Disciplina.
3) Sanción de Rigor La sanción de rigor es la sanción escrita por
infracción Grave que impone el órgano disciplinario al infractor. Se extiende
de uno (01) a quince (15) días. Cada día de sanción implica la disminución
de un punto y seis décimas (1.6) de la Nota Anual de Disciplina.
4) Pase a la situación de disponibilidad por medida disciplinaria El pase
a la situación de disponibilidad por medida disciplinaria es la separación
temporal de la situación de actividad por un período de seis (06) meses a
dos (02) años. Es aplicada por el órgano disciplinario por la comisión de
una infracción Muy Grave. Implica además la disminución de treinta (30)
puntos de la Nota Anual de Disciplina por cada año que se mantuvo fuera
de la situación de actividad.
5) Pase a la Situación de retiro por medida disciplinaria El pase a la
situación de retiro por medida disciplinaria es la separación definitiva de la
situación de actividad. Es aplicada por el órgano disciplinario por la
comisión de una infracción Muy Grave, y se anota en el Registro Nacional
de Sanciones Disciplinarias de la Policía Nacional del Perú”.
Por otro lado, el Estado peruano ha emitido una serie de normas
implementando mecanismos para garantizar el goce y el disfrute de los
derechos fundamentales por todas las personas en igualdad de
condiciones y sin discriminación. Estos mecanismos extienden su
protección en el ámbito constitucional, penal y administrativo. Por ejemplo,
en el ámbito constitucional existe el proceso constitucional del amparo ,
como un mecanismo destinado a tutelar los diversos derechos
fundamentales que la Constitución establece, entre ellos, el derecho a la
igualdad y no discriminación . La finalidad de este proceso constitucional
como bien se sabe, es reponer las cosas al estado anterior, en
consecuencia, en el caso de afectación al derecho a la igualdad, la finalidad
sería buscar que se elimine o cese la discriminación hacia el o los
afectados.
Por otro lado, en la vía penal, el delito de discriminación se encuentra
tipificado en el artículo 323º del Código Penal peruano en los siguientes
términos “El que, por sí o mediante terceros, discrimina a una o más
personas o grupo de personas, o incita o promueve en forma pública actos
discriminatorios, por motivo racial, religioso, sexual, de factor genético,
filiación, edad, discapacidad, idioma, identidad étnica y cultural,
indumentaria, opinión política o de cualquier índole, o condición económica,
con el objeto de anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio
de los derechos de la persona, será reprimido con pena privativa de libertad
no menor de dos años, ni mayor de tres o con prestación de servicios a la
comunidad de sesenta a ciento veinte jornadas."

Violencia basada en género

La violencia basada en género, es decir, aquella dirigida a asegurar la


vigencia del sistema de género que dispone que en las relaciones de poder
el dominio quede establecido en el campo masculino y la subordinación en
el femenino, no tiene una denominación inequívoca.
Una forma de nominar a esta violencia es como “violencia de género” que
enuncia la violencia que se ejerce contra aquellas personas que cuestionan
o transgreden el sistema de género existente. La principal crítica que ha
recibido esta denominación es que podría referirse a la violencia que ejerce
un género sobre el otro, cualquiera de ellos, lo cual no da cuenta del origen
ideológico de la violencia que se utiliza para imponer y mantener la
condición de dominación masculina.
Atendiendo a estos reparos es que se defiende otra forma de denominarla,
como es “violencia contra las mujeres” o “violencia de los hombres contra
las mujeres” para visibilizar precisamente que se trata de una violencia
enraizada en relaciones de poder históricamente desiguales entre mujeres
y hombres, que fuerza a las primeras a una situación de subordinación
respecto de los segundos. Esta es precisamente la denominación que
recoge la “Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer”
en su artículo1°:
“A los efectos de la presente Declaración, por "violencia contra la mujer" se
entiende todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino
que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico,
sexual o sicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la
coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la
vida pública como en la vida privada.”
Y también la denominación que acoge la Convención Interamericana para
prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer:
Artículo 1°.- Para los efectos de esta Convención debe entenderse por
violencia contra la mujer cualquier acción o conducta, basada en su género,
que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer,
tanto en el ámbito público como en el privado.
La ventaja del término “violencia de género” o más explícito aún, “violencia
basada en género” es que pone en evidencia una violencia fundada en la
ideología que sustenta el sistema de género, que claramente otorga
preeminencia a lo masculino sobre lo femenino.
La denominación que se está adoptando es entonces la de “violencia
basada en género” que además de reconocer que principalmente se trata
de una violencia dirigida por los hombres hacia las mujeres, permite que se
tomen en cuenta además otras situaciones de violencia basadas en el
género contra aquellas personas que no se encasillan en el esquema
binario sexo/género y que deben ser objeto de atención desde las políticas
públicas, esto es, las poblaciones LGTBI, también agrupadas bajo la sigla
LGBTI.
Por otro lado, el término “violencia basada en el género” es útil para incluir
como perpetradores de violencia basada en género no sólo a los hombres,
y como víctimas no sólo a las mujeres.
La violencia basada en género debe entenderse entonces como aquella
violencia que refuerza e impone los postulados de este sistema de género.
Como señala Scott (1996), el género se vale de diversos elementos para
enraizarse en las relaciones sociales: conceptos normativos (jurídicos,
científicos, religiosos, educativos), las instituciones y organizaciones
sociales (familia, escuela, mercado de trabajo, entre otras), los símbolos
culturales y la configuración de la identidad personal. Por ello, la violencia
de género se constituye en cada uno de estos campos para impedir que el
sistema de género sea desmontado.
El reconocimiento de la violencia basada en género permite entonces
enfrentar la violencia que está a la base de las relaciones de poder
históricamente desiguales entre varones y mujeres, así como de quienes
cuestionan el sistema de género, en donde las mujeres llevan la peor parte
y abre posibilidades para una intervención que busque cambiar
radicalmente esta situación, lo cual implica actuar tanto con las víctimas
como con los perpetradores. Esta denominación permite además incluir
aquella violencia que se dirige a quienes no acatan el imperativo
sociocultural del sistema binario de género y la práctica sexual de la
heterosexualidad (la violencia por prejuicio).
La violencia basada en género se define entonces como: Cualquier acción
o conducta, basada en el género y agravada por la discriminación
proveniente de la coexistencia de diversas identidades (raza, clase,
identidad sexual, edad, pertenencia étnica, entre otras), que cause muerte,
daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a una persona, tanto en el
ámbito público como en el privado. Se trata de aquella violencia que ocurre
en un contexto de discriminación sistemática contra la mujer y contra
aquellos que confrontan el sistema de género, sea al interior de las familias
o fuera de ellas, al margen de su sexo, que no se refiere a casos aislados,
esporádicos o episódicos de violencia, sino que están referidos al sistema
de género imperante, que remite a una situación estructural y a un
fenómeno social y cultural enraizado en las costumbres y mentalidades de
todas las sociedades y que se apoya en concepciones referentes a la
inferioridad y subordinación de las mujeres y la supremacía y poder de los
varones.
Modalidades de la violencia basada en género

“…las violaciones de derechos humanos debido a una orientación sexual o


identidad de género real o percibida de las personas constituyen un patrón
global y arraigado que es motivo de profunda preocupación. Incluyen
asesinatos extrajudiciales, tortura, malos tratos, violencia sexual y
violación, injerencias en su privacidad, detención arbitraria, negación de
empleo y de oportunidades educativas, así como una grave discriminación
en el disfrute de otros derechos humanos. Estas violaciones son a menudo
agravadas por experiencias de otras formas de violencia, odio,
discriminación y exclusión, como las basadas en la raza, la edad, la religión,
la discapacidad o la condición económica, social o de otra índole.
Numerosos Estados y sociedades imponen normas de género y de
orientación sexual a las personas a través de las costumbres, las leyes y la
violencia, y se afanan en controlar las formas en que ellas experimentan
las relaciones personales y cómo se identifican a sí mismas. La vigilancia
sobre la sexualidad continúa siendo una fuerza principal detrás de la
perpetuación de la violencia basada en género y la desigualdad de género”
(Principios de Yogyakarta ).
En el Informe presentado ante la Asamblea General en el 2011 por la
Relatora Especial sobre la Violencia contra la Mujer de las Naciones
Unidas, se señaló que: “En todo el mundo la violencia contra la mujer es un
fenómeno persistente, generalizado e inaceptable... Ya sea en épocas de
conflicto o posteriores a éste o de presunta paz, las diversas formas y
manifestaciones de la violencia contra la mujer son simultáneamente
causas y consecuencias de discriminación, desigualdad y opresión”
(Manjoo, 2011, p. 6).
Los Estados parte están obligados a respetar, proteger y hacer efectivos
los derechos humanos que se ponen en cuestión ante las situaciones de
violencia contra las mujeres y contra las personas con orientación e
identidad sexual diferente existentes en todo el mundo.
Hay muchas y diversas modalidades de violencia basada en género que se
dan en el país, algunas de las cuales están legisladas y cuentan con
registros sistemáticos que favorecen la intervención. Esto no ocurre con
todas las modalidades de violencia existentes, por lo que a continuación se
va a analizar la situación de las modalidades más comunes y que además
cuentan con información sobre su nivel de prevalencia en el país.

Violencia de género hacia las mujeres

Violencia física y psicológica contra la mujer en la relación de pareja


La violencia física es “la acción o conducta, que causa daño a la integridad
corporal o a la salud. Se incluye el maltrato por negligencia, descuido o por
privación de las necesidades básicas, que hayan ocasionado daño físico o
que puedan llegar a ocasionarlo, sin importar el tiempo que se requiera para
su recuperación” (artículo 8 Ley 30364, inciso a). Este tipo de violencia es
la más denunciada, precisamente por ser la más visible.

La violencia psicológica, que por lo general acompaña a las otras formas


de violencia y que también tiene como base la desigualdad de género, es
definida en la Ley N° 30364 como “la acción o conducta tendiente a
controlar o aislar a la persona contra su voluntad, a humillarla o
avergonzarla y que puede ocasionar daños psíquicos. Daño psíquico es la
afectación o alteración de algunas de las funciones mentales o capacidades
de la persona, producida por un hecho o un conjunto de situaciones de
violencia, que determina un menoscabo temporal o permanente, reversible
o irreversible del funcionamiento integral previo” (artículo 8 Ley 30364,
inciso b).
Incluye varias formas de afectación tales como amenazas, insultos
relacionados con el aspecto físico de la persona, con su inteligencia, con
sus capacidades como trabajadora, con su calidad como madre, esposa o
ama de casa; humillaciones de todo tipo, desprecio, desvalorización de su
trabajo o de sus opiniones.
Incluye además el afán insistente de saber a dónde van las mujeres, los
celos así como la acusación de infidelidad, la prohibición a la mujer de
trabajar fuera de su casa, de estudiar, de maquillarse y arreglarse (Red de
Defensorías de Mujeres, 2010), el impedimento de visitar o de que la visiten
sus amistades, la amenaza de abandono o de privarla de sus hijos, la
indiferencia o el silencio y en general todas aquellas acciones que provocan
sentimientos de miedo o culpa en la víctima y que incrementan el nivel de
control y de dominación que ejerce sobre ella el agresor, reforzando el
patrón de género existente. Este tipo de violencia causa un grave impacto
en la autoestima y el proyecto de vida de las mujeres, menoscaba sus
aspiraciones y su afirmación como ser humano (MIMDES, 2009).
La violencia contra las mujeres es un fenómeno generalizado. El Informe
de la Relatora de Naciones Unidas arriba mencionado aportaba datos sobre
El Salvador y Argelia, que daban cuenta que un 44% y más del 30% de las
mujeres con pareja habían sido víctimas de violencia psicológica en esos
países, respectivamente. Asimismo, el 24% de mujeres de El Salvador
habían sufrido de violencia física y en cuanto a violencia sexual, un 12% de
mujeres en El Salvador y un 10.9% en Argelia habían sido afectadas.
El Perú presenta índices de prevalencia de la violencia contra la mujer muy
altos en comparación con lo que ocurre en otros países. Así, según el
Estudio Multicéntrico de la Organización Mundial de la Salud sobre
violencia contra la mujer de parte de su pareja realizado el año 2000 (en el
cual participaron 10 países del mundo), el departamento de Cusco se ubicó
en el primer lugar en violencia física contra la mujer de parte de su pareja
con 61%, mientras que Lima Metropolitana compartió junto con la zona rural
de Etiopía el segundo lugar con 49% (OMS, 2005).
Más recientemente, datos a nivel nacional sobre la violencia física infligida
por la pareja, señalan que el 32.3% de mujeres alguna vez unidas
manifestó haber sido objeto de alguna forma de violencia física por parte
del esposo o compañero en algún momento de su vida de pareja (ENDES,
2014). Pero además del compañero o esposo, el 17,3% de las mujeres
entrevistadas declaró que habían sido maltratadas físicamente por otras
personas, principalmente por el padre, la madre y la ex pareja.
Por otro lado, la violencia psicológica contra las mujeres muestra también
un alto nivel de prevalencia de toda la vida: el 69,4% de mujeres manifestó
que el esposo o compañero ejerció alguna forma de control sobre ellas
(ENDES, 2014), principalmente experimentando situaciones de violencia
verbal a través de expresiones humillantes delante de los demás o había
sido amenazada por su esposo o compañero con irse de casa, quitarle los
hijos(as) o la ayuda económica.

Feminicidio
El feminicidio se define como el asesinato de las mujeres perpetrado por
los hombres por el solo hecho de ser mujeres y que tiene como base la
discriminación de género. En realidad, debe ser visto como el último
capítulo en la vida de muchas mujeres, marcada por un “continuum de
violencia y terror” (Defensoría del Pueblo, 2010). Es producto del fracaso
de los intentos de someter y controlar a las mujeres. Expresa la necesidad
de eliminar, en forma definitiva, la capacidad de las mujeres de convertirse
en sujetos autónomos. A menudo los medios presentan el asesinato de
mujeres como “crímenes pasionales”, lo cual desvirtúa su carácter y
contribuye a reforzar los estereotipos que ubican a las mujeres en una
posición de subordinación y desvalorización frente a los varones.
El feminicidio es la más grave manifestación de la violencia basada en
género y es un fenómeno bastante extendido, que va aumentando
sistemáticamente en el país y en la región. Siete países de América Latina
lo han tipificado como delito, lo cual tiene ventajas, ya que facilita que en la
investigación y en el proceso judicial se consideren factores y variables
distintos a los que se toman en cuenta cuando se aborda un homicidio y
que responden a la especificidad de este delito.
Asimismo, hace posible que se visibilice el trasfondo de género que hay
detrás de estos delitos y que se identifique a las mujeres como sujetas de
protección, entre otras ventajas. En el Perú, los cambios realizados se
apoyan en las disposiciones de los códigos sustantivos y procesales
vigentes para su aplicación e interpretación, ya que todavía no existe una
legislación integral y especializada.
“Esta legislación tiene su fundamento en diversas circunstancias, entre las
que destacan (i) la obligación de los Estados de adecuar su legislación a
los instrumentos internacionales, (ii) el incremento de los casos de muertes
de mujeres, (iii) la excesiva crueldad con que tales hechos se producen, (iv)
la ausencia de tipos penales especiales para describir adecuadamente el
asesinato de mujeres basado en razones de odio, desprecio, y en todo caso
como resultado de las relaciones asimétricas de poder entre hombres y
mujeres y, (v) los altos índices de impunidad”(Garita, s/f, p.17)
Los primeros datos sobre esta forma de vulneración a los derechos de las
mujeres fueron recogidos en el país por organizaciones no
gubernamentales de defensa de derechos de las mujeres, y recién a partir
del año 2009, las entidades públicas se ocupan de registrarlo oficialmente.
En los países de nuestra región, la situación es realmente grave. En
Colombia, se registró un promedio de 115 casos por mes entre los años
2010 y 2011 y en Guatemala hubo 512 feminicidios entre el 1º de enero y
el 16 de octubre del 2012 (53 casos por mes). En México, en el periodo que
fue entre enero de 2011 y julio de 2012, se registraron 529 feminicidios (35
casos por mes). En el Salvador fueron 33 asesinatos de mujeres en
promedio por mes y en Chile, durante los años 2011 y 2012, se registraron
un total de 63 casos (2.6 por mes). Cabe señalar que en Ecuador, Bolivia,
Venezuela, Brasil se registra la escalofriante cifra de dos mujeres
asesinadas por hora, feminicidios en su mayor parte. Mientras tanto, en
Paraguay, Uruguay, Argentina, Cuba y Haití, no se cuenta aún con registros
oficiales del feminicidio.
Haciendo la comparación con lo que sucede en el Perú, la situación es
menos grave, aunque no por ello hay que bajar la alerta. En un consolidado
de los datos de los años 2009 al 2015, el Ministerio Público registró un total
de 795 feminicidios a nivel nacional (datos a octubre de 2015) lo que
significa un promedio de 113 feminicidios al año y 9 mujeres que mueren
cada mes por el hecho de ser mujeres.
El Observatorio de Criminalidad del Ministerio Público señala que un 78.3%
de los feminicidios ocurridos entre el 2009 y el 2015 fueron causados por
la pareja o ex pareja, principalmente por resistirse a regresar o continuar
con ella o por celos y en un 57.2% ocurrió dentro del hogar, ya sea el de
ella, el de la pareja o en el de ambos. El rango de edad que congrega mayor
cantidad de víctimas es el de 18 a 34 años (Ministerio Público, 2015).
Por otro lado, el Programa Nacional contra la Violencia Familiar y Sexual
lleva un Registro de Feminicidio independiente al del Ministerio Público a
partir de los datos que recogen los Centros Emergencia Mujer que existen
en todo el país.
Para el año 2015, este Registro arroja un total de 95 casos de feminicidio y
198 tentativas de feminicidio. Un 61.4% de los casos, tanto de feminicidio
como de tentativa de feminicidio, han sido perpetrados por su pareja y
26.9% por su ex pareja. Un 54.9% de las víctimas fueron mujeres de entre
26 y 45 años. Los datos señalan además que el grueso de casos durante
todo el periodo ha ocurrido en Lima y que el problema se presenta con
mayor frecuencia en las zonas urbanas.

Violencia sexual
La violencia sexual sigue siendo una de las modalidades menos
denunciadas y con más problemas de acceso a la justicia. Puede darse
tanto en el espacio privado como en el público, en tiempos de paz o de
conflicto armado y más aún puede constituirse en delito de lesa humanidad
cuando es perpetrado de forma sistemática contra las mujeres de una
nación o grupo étnico, como forma de humillar a los varones vencidos y dar
una prueba de hegemonía (Defensoría del Pueblo, 2011). Por sus
características, la violencia sexual se constituye en un verdadero indicador
de las desigualdades de género en todos los ámbitos de la vida social, que
limitan el ejercicio de derechos de las mujeres.
La violencia sexual abarca una gran diversidad de situaciones contra la
integridad sexual de la persona, que tienen como base la desigualdad de
género, y en la cual intervienen además otros determinantes. En la Ley
30364, se señala que la violencia sexual se refiere a “acciones de
naturaleza sexual que se cometen contra una persona sin su
consentimiento o bajo coacción. Incluyen actos que no involucran
penetración o contacto físico alguno. Asimismo, se consideran tales la
exposición a material pornográfico y que vulneran el derecho de las
personas a decidir voluntariamente acerca de su vida sexual o reproductiva,
a través de amenazas, coerción, uso de la fuerza o intimidación, artículo 8,
inciso c.
Como es recogido en la nueva Ley aprobada, y de acuerdo a la
jurisprudencia internacional y en concordancia con las reglas de
procedimiento provenientes de la Corte Penal Internacional, no es preciso
que haya penetración para que se configure un caso de violencia sexual.
Basta con que haya abuso de naturaleza sexual que afecte la integridad
moral y física de una persona y su dignidad, ejercido a través de coerción,
amenaza o intimidación.
“Los factores asociados al problema son conocidos: las desigualdades de
género y discriminación sexual que interactúan con otros estratificadores
sociales tales como el estatus socioeconómico, la edad, el nivel educativo,
el origen étnico, residencia urbana o rural, estatus migratorio, discapacidad,
tipo de trabajo, orientación sexual, religión, entre otros.
Estos determinantes estructurales definen los riesgos y las vulnerabilidades
socialmente construidas de las mujeres en todas las etapas del ciclo vital
frente a la violencia sexual, así como su acceso a mecanismos de
prevención, cuidado, apoyo social y reparación de los derechos vulnerados”
(UNFPA, 2011, p.12).
El que la violencia sexual haya sido reconocida como una vulneración de
derechos humanos ha facilitado que el problema se vea como un asunto
de interés público y de competencia del Estado, superando esquemas que
la colocaban como un problema privado e individual.
Por otro lado, pese a no existir suficientes evidencias para establecer el
peso específico de la violencia basada en género en la transmisión del VIH,
definitivamente se trata de un factor de riesgo y a la vez un factor
desencadenante de la violencia contra las mujeres, que genera un círculo
vicioso que marca la vida de muchas mujeres viviendo con VIH (OMS,
citado por Velarde y Chávez, 2013, p. 13).
La Regla 70 de las Reglas de Procedimiento y Prueba de la Corte Penal
Internacional, establece los principios de la prueba en casos de violencia
sexual:
a) El consentimiento no podrá inferirse de ninguna palabra o conducta
de la víctima cuando la fuerza, la amenaza de la fuerza, la coacción o el
aprovechamiento de un entorno coercitivo hayan disminuido su capacidad
para dar un consentimiento voluntario y libre;
b) El consentimiento no podrá inferirse de ninguna palabra o conducta
de la víctima cuando ésta sea incapaz de dar un consentimiento libre;
c) El consentimiento no podrá inferirse del silencio o de la falta de
resistencia de la víctima a la supuesta violencia sexual;
d) La credibilidad, la honorabilidad o la disponibilidad sexual de la
víctima o de un testigo no podrán inferirse de la naturaleza sexual del
comportamiento anterior o posterior de la víctima o de un testigo.
El Acuerdo Plenario N° 1-2011/CJ-116 emitido por la Corte Suprema de
Justicia del Perú señala además que “la constatación de si el agente
doblegó o no la resistencia de la víctima de abuso sexual, en absoluto
constituye objeto de dilucidación preponderante en el proceso”. Asimismo,
indica que en caso de contradicción por parte de la víctima, prevalezca la
declaración con contenido de inculpación, dado que es común que haya
relación de subordinación entre el agresor y la víctima. Agrega además que
en caso de violencia sexual en el entorno familiar más cercano, se supere
la retractación de la víctima como obstáculo al juicio de credibilidad.
Respecto de la violencia sexual, la ENDES 2014 reporta que el 7,9% de las
mujeres alguna vez unidas señaló que alguna vez fue víctima de alguna
forma de violencia sexual por parte del esposo o compañero.
La violación como un tipo de violencia en el espacio público se da en todos
los países y contextos. Si bien es cierto que los hombres se constituyen en
el mayor número de victimarios y víctimas en los homicidios, cuando se
trata de las violaciones o intento de violación, la información señala
claramente que se trata de un delito dirigido particular- mente contra las
mujeres.
En un estudio realizado en el 2005 por la OMS sobre violencia doméstica,
se estableció que entre el 10 y el 12 por ciento de las mujeres en Perú,
Samoa y Tanzania han sufrido violencia sexual fuera de la pareja después
de los 15 años de edad. Otros estudios de población revelaron que en
Canadá, un 11,6 por ciento de mujeres denunciaron casos de violencia
sexual infligida fuera de la pareja en el transcurso de su vida. Asimismo,
entre el 10 y el 20 por ciento de las mujeres en Nueva Zelanda y Australia
han experimentado distintas formas de violencia sexual fuera de la pareja,
que incluyen hechos de tocamiento sexual no deseado, intento de violación
y violación.
En Lima Metropolitana y el Callao, las cifras del Observatorio de
Criminalidad han registrado un total de 56,362 presuntos delitos de
violación de la libertad sexual entre enero de 2000 y diciembre de 2011, los
cuales equivalen a un promedio de
391 delitos por mes (1 delito cada 2 horas), de los cuales el 93% de
agraviados son mujeres y un 98% de los presuntos imputados son varones.
El 63.1% corresponde a menores de 18 años y ahondando en el tipo de
delito específico, el 51.2% (18,193) corresponde a violación sexual, el
39.2% (13,943) a actos contra el pudor y el 9.6% (3,417) a seducción.

Violencia y derechos reproductivos

Violencia obstétrica
Para comprender esta forma de violencia es preciso tener en cuenta
el proceso por el cual la maternidad, y el parto en particular, se
convirtieron en objetos de regulación por parte del sistema
biomédico moderno y del aparato sanitario estatal (Belli, 2013).
A partir de la medicalización del embarazo, el parto y el puerperio, la
mujer dejó de ocupar su lugar protagónico para dejar paso a los
profesionales de la salud, que afianzaron su poder gracias a su
intervención en este precioso momento del ciclo de vida femenino.
Las instituciones de salud, orientadas por el ideal higienista y de
asepsia, cobraron mayor importancia como espacios para que las
mujeres den a luz, con lo cual se las privó del acompañamiento de
los suyos, de la experiencia de las mujeres mayores y de la
posibilidad de hacerlo conforme a las consideraciones y costumbres
de su propia cultura.
Pese a los cambios que se están operando recientemente para
generar una atención médica con calidez y calidad, predomina el
paradigma de la tecnificación y medicalización en la atención
institucional del parto y se mantiene la concepción que ve al parto
como algo patológico, pese a ser un proceso reproductivo natural y
que asume a la mujer como paciente y no como sujeto de derechos
(Belli, 2013).
Esta forma de violencia ha sido invisibilizada y responde a
condicionamientos de género. La legislación argentina propone la
siguiente definición de violencia obstétrica: “aquélla que ejerce el
personal de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de
las mujeres, expresada en un trato deshumanizado, un abuso de
medicalización y patologización de los procesos naturales…” (Belli,
2013, p. 29-30). Y se agrega que:

“Se considerarán actos constitutivos de violencia obstétrica los


ejecutados por el personal de salud, consistentes en:

1. No atender oportuna y eficazmente las emergencias obstétricas.


2. Obligar a la mujer a parir en posición supina y con las piernas
levantadas, existiendo los medios necesarios para la realización del
parto vertical.
3. Obstaculizar el apego precoz del niño o niña con su madre, sin
causa médica justificada, negándole la posibilidad de cargarlo o
cargarla y amamantarlo o amamantarla inmediatamente al nacer.
4. Alterar el proceso natural del parto de bajo riesgo, mediante el uso
de técnicas de aceleración, sin obtener el consentimiento voluntario,
expreso e informado de la mujer.
5. Practicar el parto por vía de cesárea, existiendo condiciones para
el parto natural, sin obtener el consentimiento voluntario, expreso e
informado de la mujer.

Violencia y derechos reproductivos de las mujeres con VIH


El enfoque predominante sobre el fenómeno de la infección del VIH
considera que las probabilidades de infección están estrechamente
relacionadas con las preferencias sexuales individuales, pero este
enfoque no toma en consideración el contexto de subordinación,
coerción y violencia que rodea a muchos encuentros sexuales en
donde para muchas mujeres en condiciones de vulnerabilidad, es
impensable la negociación de medidas preventivas (Velarde &
Chávez, 2013). Por ello, el número de mujeres infectadas reportado
sigue aumentando y la proporción a la fecha indica que por cada tres
hombres infectados, hay una mujer, tendencia que se repite en casi
todos los países de América Latina (UNFPA/ONUSIDA, citado por
Velarde & Chávez, 2013). Y una vez producida la infección, muchas
mujeres aceptan vivir en violencia soportando todo por el temor a no
poder contar con apoyo económico de otra pareja para el
mantenimiento de sus hijos e hijas. En ese contexto, las
probabilidades de salir embarazada son muy altas y esto configura
un problema de salud pública que debe ser enfrentado desde una
perspectiva de género y de garantía de derechos.
Si bien se señala que antes de los años 90' la maternidad para una
mujer que vivía con VIH era un riesgo que se prefería evitar, en la
actualidad esto va cambiando y existen protocolos de atención que
señalan pautas para reducir el riesgo de la transmisión vertical, como
la Guía de Práctica Clínica y de Procedimientos en Obstetricia y
Perinatología del Instituto Materno Perinatal de Lima (Velarde &
Chávez, 2013).
Sin embargo, en la práctica, y según señala la Fundación para
Estudios e Investigación de la Mujer:
“…muchas mujeres seropositivas no reciben información sobre sus
opciones reproductivas, esto tal vez por el escaso interés que el
propio personal de los servicios de salud y la comunidad tienen de
que ellas continúen su vida sexual y reproductiva (…) en muchos
casos las mujeres viviendo con VIH son víctimas de esterilizaciones
inconsultas o forzadas, negados los servicios de anticoncepción o
no tienen respuesta frente a la necesidad de interrupción de un
embarazo” (citado por Velarde & Chávez, 2013).
En estos casos, se trata de una violencia institucionalizada que
afecta los derechos reproductivos de las mujeres que viven con VIH
y que proviene de los servicios de salud del Estado.

Esterilización forzosa o forzada


La esterilización forzosa es un delito grave de violencia sexual,
considerado además como crimen de lesa humanidad, tal como lo
establece el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, que
señala lo siguiente: “1. A los efectos del presente Estatuto, se
entenderá por “crimen de lesa humanidad” cualquiera de los actos
siguientes cuando se cometa como parte de un ataque generalizado
o sistemático contra una población civil y con conocimiento de dicho
ataque:
(…) g) Violación, esclavitud sexual, prostitución forzada, embarazo
forzado, esterilización forzada o cualquier otra forma de violencia
sexual de gravedad comparable;”
En ese sentido, se está ante un caso de esterilización forzada
cuando el autor o autores han privado a una o más personas de su
capacidad biológica de reproducción de manera irreversible sin
contar con el libre consentimiento de la persona intervenida o
cuando se haya logrado el consentimiento mediante engaño.
Cuando la esterilización ha sido promovida y alentada
sistemáticamente desde los servicios de salud públicos es mucho
más grave aún, pues se está ante un crimen de lesa humanidad. El
Informe Final de la Comisión Especial sobre Actividades de
Anticoncepción Quirúrgica Voluntaria (AQV) del Ministerio de Salud
de julio del 2002, da cuenta de alrededor de 300,000 esterilizaciones
producidas en el periodo que va del año 1,993 al año 2,000. Estos
casos vienen siendo investigados por el Ministerio Público.
Al respecto se debe tener en cuenta que, mediante Decreto
Supremo Nº 006-2015-JUS, el Estado declaró de interés nacional la
atención prioritaria de víctimas de esterilizaciones forzadas
producidas entre 1995-2001, creando el registro correspondiente.

Violencia en situaciones de conflicto armado

La tolerancia social de la violencia basada en género contra la mujer que


existe en muchas sociedades aumenta en las situaciones de conflicto. La
violencia a la que se somete a la mujer en tiempos de paz, se extiende y
reafirma en situaciones de conflicto armado, ocurriendo una suerte de
polarización de los roles de género. Por eso, el conflicto plantea situaciones
en donde la violencia sexual contra las mujeres cumple una funcionalidad
particular en la disputa por el poder de los grupos en conflicto.
“El cuerpo de las mujeres, en el sistema de estatus, como muestran las
violaciones que acompañan la ocupación de un territorio en las guerras pre-
modernas y también en las modernas, es parte indisociable de una noción
ancestral de territorio, que vuelve, una y otra vez, a infiltrarse
intrusivamente en el texto y en la práctica de la ley” (Segato, 2003, p. 143).
Se puede distinguir gruesamente dos modalidades:
a) la agresión sexual ejercida de manera aleatoria contra mujeres y
niñas, cuya vulnerabilidad se agrava en medio del desorden y zozobra
creados por la situación de conflicto, violencia que puede ser perpetrada
tanto por varones de las fuerzas enemigas como del propio grupo, que
reafirman su masculinidad a través del comportamiento agresivo y misógino
(dicha agresión puede estar acompañada de agresión física violenta) y,
b) la agresión sexual colectiva ejercida a través de violación en masa
de las mujeres del otro grupo en conflicto, utilizada como estrategia
deliberada de genocidio, bajo la asociación simbólica de las mujeres con la
identidad cultural de su pueblo y de su cuerpo como “territorio” a conquistar.
También se recurre a la violación y otras formas de agresión contra las
mujeres para reafirmar la dominación de los varones del grupo dominado y
humillarlos.
Otras formas de violencia basada en género en contexto de conflicto
armado son la esclavitud sexual militar, la prostitución forzada, los
“matrimonios” forzados, el resurgimiento de la mutilación genital femenina
dentro de la comunidad que es atacada como forma de reforzar la identidad
cultural a través de la irrupción en el cuerpo de las mujeres, obligar a la
mujer a tener relaciones sexuales para su supervivencia o a cambio de
alimentos, refugio o protección frente a otras amenazas, y/o la
exacerbación de la violencia de pareja previamente existente.
El quiebre del orden establecido producido durante las situaciones de
conflicto que impulsan al desplazamiento de poblaciones enteras
afectadas, propicia el aumento de todas las formas de violencia. Las
tensiones generadas por el propio conflicto y la frustración, la impotencia y
la pérdida de control por parte de los varones, pueden provocar aumento
de la incidencia de la violencia en el hogar contra la mujer (OMS/OPS,
1998).
Durante el conflicto armado interno que vivió el Perú entre los años 1980 y
2000, hubo afectación masiva de los derechos humanos de las poblaciones
de las zonas afectadas por el conflicto y las mujeres estuvieron entre los
grupos más afectados por crímenes de violencia sexual. La violación
sexual, el embarazo forzado y el aborto forzado fueron las principales
formas en las que se dio esta modalidad de violencia.
En el Informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación se informó
que el 99% de los casos de violación fueron de mujeres, lo que indica que
se estaba claramente ante una violencia de género. Asimismo, la violación
representa claramente la forma de agresión criminal y de afectación de
derechos más frecuente entre las mujeres en los casos reportados por la
Comisión.

Violencia en el trabajo
El problema de fondo de la violencia en el trabajo remite a la persistencia
de una división sexual del trabajo tradicional marcada por consideraciones
de género y que asigna mayor valoración y reconocimiento al trabajo que
realizan los varones en el mundo social y no reconoce y valora
adecuadamente el trabajo no remunerado que han desempeñado las
mujeres de todas las edades en el hogar a lo largo de la historia.
Este trabajo de las mujeres ha sido y es un trabajo dedicado al cuidado de
los suyos, trabajo sin el cual ninguna persona podría estar en posición de
participar en la vida social. Al entrar las mujeres al mercado laboral, lo
hacen con la marca de esta división sexual del trabajo, por eso, pese a que
su participación sigue aumentando, es una participación en desventaja,
pues la mayoría de ellas ocupan los puestos más precarios y con menor
reconocimiento social y las más bajas remuneraciones del mercado, sin
acceder a los beneficios del sistema de seguridad y protección social
existente, que también responden a dicha división del trabajo y
manteniendo la responsabilidad del trabajo de cuidado en el hogar.
No obstante, la brecha de género en la educación primaria y secundaria
viene acortándose y hay una cada vez mayor incorporación de mujeres en
los estudios universitarios, persiste la diferencia salarial y la presencia
inequitativa de mujeres en los puestos de trabajo, pese a tener las mismas
calificaciones que sus compañeros varones. Esta desigualdad sólo puede
explicarse por razones de género: “Las instituciones del mercado de trabajo
no representan un escenario neutral, sino que reflejan las relaciones de
poder imperantes en la economía, y en la sociedad más en general” (OIT,
2003, p. 54).
Esta desigualdad de género se manifiesta también a través de formas más
violentas en el ambiente laboral, que son vivo reflejo de las relaciones de
poder asimétricas existentes entre hombres y mujeres: “La violencia de
género en el trabajo es un hecho cotidiano que se expresa en las relaciones
laborales y en las relaciones entre los sexos en el ambiente laboral, pero
que no es suficientemente reconocido como transgresión, con fuerte
tendencia a la banalización o normalización de los hechos; y, sus
consecuencias en la integridad física y psicológica de la víctima, no son
atribuidos a la causa generadora” (Acevedo et al., 2009, p.165). Una de las
modalidades más visibles en que se presenta esta violencia basada en
género en el trabajo es el hostigamiento sexual, que refleja este patrón de
dominación de género que se dirige de manera particular en contra de las
mujeres.
La Ley 30364 Ley para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra
las mujeres y los integrantes del grupo familiar establece que el trabajador
o trabajadora víctima de la violencia a que se refiere dicha ley tiene que ver
garantizados los siguientes derechos:
a) A no sufrir despido por causas relacionadas a dichos actos de violencia.
b) Al cambio de lugar de trabajo e tanto sea posible y sin menoscabo de
sus derechos remunerativos y de categoría. Lo mismo se aplica para el
horario de trabajo, en lo pertinente.
c) A la justificación de las inasistencias y tardanzas al centro de trabajo
derivadas de dichos actos de violencia. Estas inasistencias no pueden
exceder de cinco días laborables en un periodo de treinta días calendario o
más de quince días laborables en un periodo de ciento ochenta días
calendario. Para tal efecto, se consideran documento justificatorio la
denuncia que presente ante la dependencia policial o ante el Ministerio
Público.
d) A la suspensión de la relación laboral. El juez a cargo del proceso
puede, a pedido de la víctima y atendiendo a la gravedad de la situación,
conceder hasta un máximo de cinco meses consecutivos de suspensión de
la relación laboral sin goce de remuneraciones. La reincorporación del
trabajador o trabajadora a su centro de trabajo debe realizarse en las
mismas condiciones existentes en el momento de la suspensión de la
relación laboral” (artículo 11 de la Ley N° 30364).
El Reglamento de la Ley N° 27942, Ley de Prevención y Sanción del
Hostigamiento Sexual, define el hostigamiento como una conducta de
naturaleza sexual u otros comportamientos de connotación sexual, no
deseados o rechazados por la persona contra la cual se dirige y que afectan
su dignidad. No es casual que la gran mayoría de víctimas sean mujeres y
los perpetradores sean varones, pues es una expresión más de la
dominación y sometimiento que proviene del sistema de género tradicional
imperante.
En la página web de la campaña ÚNETE de las Naciones Unidas para
poner fin a la violencia contra las mujeres, se señala que entre el 40 y el
50% de las mujeres de los países de la Unión Europea experimentan
diversas formas de acoso sexual en el lugar de trabajo, lo cual indica la
gravedad del problema, pues en la mayoría de países miembros de la UE,
existe una normativa que obliga a toda institución o empresa a tener una
política para prevenir y sancionar este tipo de violencia. Sin embargo, se
reconoce que las instancias encargadas no asumen a cabalidad la
responsabilidad de realizar la debida supervisión y establecer las sanciones
correspondientes.
Por otro lado, la Equal Employment Opportunity Commission de los
Estados Unidos informa que en el año 2012 recibió 7,571 casos. Se ha
calculado que ese año se recabaron por este concepto 43 millones de
dólares, sin incluir las indemnizaciones.
En el Perú, de acuerdo al ordenamiento jurídico actual, el hostigamiento
sexual no constituye delito y es objeto solamente de una sanción
administrativa. En 2013, la Oficina de Estadística e Informática del
Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo dio cuenta de 168
trabajadores que hicieron consultas por el tema de acoso sexual a nivel
nacional (no se reportaron cifras por sexo). Asimismo, el Ministerio del
Interior informó que durante el 2009 se interpusieron 3.399 quejas por
hostigamiento sexual, todas presentadas por mujeres.
Uno de los lugares de trabajo en donde hay mayor cantidad de situaciones
de violencia sexual, que sin embargo no ha recibido la atención debida, es
el de las trabajadoras del hogar. En un estudio realizado por el Programa
Nacional contra la Violencia Familiar y Sexual en el año 2007 con
trabajadoras del hogar, se obtuvo que un 28% de las encuestadas, fueron
víctimas de hostigamiento y acoso sexual en los hogares donde trabajaron.
De ellas, específicamente cuatro refirieron haber sufrido violación sexual.
Este es uno de los espacios en donde las condiciones de vulnerabilidad de
las mujeres se acentúan, colocándolas en una situación de alto riesgo para
su salud y su vida.

Violencia económica o patrimonial


“Es la acción u omisión que se dirige a ocasionar un menoscabo en los
recursos económicos o patrimoniales de cualquier persona, a través de: la
perturbación de la posesión, tenencia o propiedad de sus bienes; la
pérdida, sustracción, destrucción, retención o apropiación indebida de
objetos, instrumentos de trabajo, documentos personales, bienes, valores
y derechos patrimoniales; la limitación de los recursos económicos
destinados a satisfacer sus necesidades o privación de los medios
indispensables para vivir una vida digna, así como la evasión del
cumplimiento de sus obligaciones alimentarias; la limitación o control de
sus ingresos, así como la percepción de un salario menos por igual tarea,
dentro de un mismo lugar de trabajo” (artículo 8, inciso d de la Ley 30364).
Como las otras modalidades de violencia, cumple el papel de generar
dependencia y temor, que contribuyen a afianzar la primacía del varón jefe
de familia, en un esquema de desigualdad de género que se perpetúa
gracias a la violencia.
No se cuenta aún con información estadística sobre esta modalidad de
violencia, que permita precisar los alcances del problema en el Perú. Sin
embargo, lo que sucede en otras latitudes de la región, hace pensar que se
está ante una modalidad de violencia que afecta a una gran cantidad de
mujeres. Así, de acuerdo con los datos registrados en la Encuesta Nacional
sobre la dinámica de las Relaciones de los Hogares 2011 - ENDIREH, en
México el 53.8% de las mujeres de 15 años y más casadas o unidas y
alguna vez unidas sufrieron esta modalidad de violencia por parte de su
pareja.

Acoso sexual en espacios públicos


Esta modalidad de violencia, “ocurre cuando uno o más hombres extraños
acosan a una o más mujeres… en un lugar público que no es el lugar de
trabajo de la mujer. A través de miradas, palabras o gestos, el hombre
afirma su derecho a entrometerse en la atención de la mujer, definiéndola
como un objeto sexual y obligándola a interactuar con él” (Di Leonardo,
1981, p. 52). De acuerdo a lo establecido en el Artículo N° 4 de la Ley N°
30314, Ley para prevenir y sancionar el acoso sexual en espacios públicos:
“El acoso sexual en espacios públicos es la conducta física o verbal de
naturaleza o connotación sexual realizada por una o más personas en
contra de otra u otras, quienes no desean o rechazan estas conductas
por considerar que afectan su dignidad, sus derechos fundamentales
como la libertad, la integridad y el libre tránsito, creando en ellas
intimidación, hostilidad, degradación, humillación o un ambiente ofensivo
en los espacios públicos”.
Comprende una amplia gama de prácticas tales como actos de naturaleza
sexual, verbal o gestual; comentarios e insinuaciones de carácter sexual;
gestos obscenos que resulten insoportables, hostiles, humillantes u
ofensivos; tocamientos indebidos, roces corporales, frotamientos contra el
cuerpo o masturbación en el transporte o lugares públicos y exhibicionismo
o mostrar los genitales en el transporte o lugares públicos. Es un problema
no visible e incluso “naturalizado”, por tanto, no se tienen cifras para
evidenciar la dimensión que tiene en la actualidad. El Instituto de Sondeo
de la PUCP en conjunto con el “Observatorio Virtual de Paremos el Acoso
Callejero” exploró este fenómeno mediante la aplicación de una encuesta
en la cual se evidenció que el 38.3% por ciento de mujeres manifestó haber
recibido silbidos en la calle en los últimos seis meses, 23% gestos vulgares
y el 15% roces incómodos en el transporte público y/o espacios
congestionados, entre otras manifestaciones.
Se trata de una práctica perniciosa que no ha recibido la debida atención y
que busca ratificar la masculinidad y el dominio de los hombres del espacio
público, dentro del cual se considera al cuerpo de la mujer, y que daña la
autoestima de las mujeres, restringe su movilidad geográfica y sabotea el
intento de controlar sus propias vidas públicas.
De acuerdo a la primera encuesta de Ciudad Nuestra, realizada en el
201117, hubo una victimización por hogares promedio para Lima
Metropolitana del 42.5%, que se incrementó al 42.9% -menos de un punto
porcentual- en la segunda encuesta. Este ligero incremento afectó por igual
a los hombres y a las mujeres, a los jóvenes y a los adultos mayores y al
nivel socioeconómico DE, en tanto que el indicador cayó entre los adultos
jóvenes y en los niveles socioeconómicos AB y C. A nivel nacional, la
victimización por hogares se ubicó en 43.2% en el 2012.
Los datos de una encuesta de opinión realizada a finales del 2012 en 19
regiones del Perú señalan que el 68.4% de las mujeres se sienten
inseguras en la calle a cualquier hora del día, cifra que aumenta a 90% por
la noche. Más del 45% de mujeres entrevistadas en Lima y Callao
mencionaron haber sido objeto de alguna práctica de acoso en la calle. Esta
situación se dio en menor medida en las ciudades del interior (35.2%) y en
las zonas rurales señalaron lo mismo en un 30.8%, pero como se puede
apreciar, la percepción de inseguridad con la que viven las mujeres es un
fenómeno generalizado.
Este problema está sumamente arraigado en los países de la región, sin
embargo, no ha sido lo suficientemente estudiado. A manera de referencia,
un estudio realizado en Estados Unidos señalaba que 65% de las mujeres
en ese país habían experimentado alguna forma de acoso callejero: 23%
de ellas habían sido tocadas con intención sexual, 20% habían sido
perseguidas y un 9% habían sido obligadas a hacer algo sexual. Asimismo,
este estudio señaló que un 25% de hombres también habían sufrido este
tipo de violencia, pero en su mayor parte se trató de hombres con identidad
sexual diferente, siendo las agresiones de carácter homofóbico o
transfóbico.

Trata de personas
La trata de mujeres y de niñas, niños y adolescentes debe ser reconocida
como la esclavitud del siglo XXI, dado que implica pérdida de la libertad, de
la dignidad y de la identidad de la persona afectada, que estando en esa
situación, ve imposibilitado el ejercicio de sus derechos más fundamentales
y queda sometida a trabajo forzado o al servicio de otros en condiciones
infrahumanas y bajo amenaza de su integridad y de su vida.
El Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas,
especialmente mujeres y niños, que complementa la Convención de las
Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional,
conocido como Protocolo de Palermo, define la trata de personas de la
siguiente manera:
“a) Por "trata de personas" se entenderá la captación, el transporte, el
traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza
o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al
engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la
concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el
consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines
de explotación. Esa explotación incluirá, como mínimo, la explotación de la
prostitución ajena u otras formas de explotación sexual, los trabajos o
servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, la
servidumbre o la extracción de órganos;
b) El consentimiento dado por la víctima de la trata de personas a toda
forma de explotación intencional descrita en el apartado a) del presente
artículo no se tendrá en cuenta cuando se haya recurrido a cualquiera de
los medios enunciados en dicho apartado;
c) La captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de un
niño con fines de explotación se considerará "trata de personas" incluso
cuando no se recurra a ninguno de los medios enunciados en el apartado
a) del presente artículo;
d) Por "niño" se entenderá toda persona menor de 18 años”.
Esta definición es reconocida por el Estado peruano, en el artículo 153° del
Código Penal aprobado por medio de la Ley N° 28950, Ley contra la trata
de personas y tráfico ilícito de migrantes, modificada por la Ley N° 30251,
Ley que perfecciona la tipificación del delito de trata de personas.
Las formas más comunes que adquiere la trata de personas son las
siguientes: trata con fines de explotación sexual, trata con fines de trabajo
forzado y la trata con fines de extracción de órganos. Otras formas de trata
son la mendicidad, el matrimonio forzoso, la adopción ilegal, la participación
en combate armado y la comisión de delitos (en su mayor parte
delincuencia callejera y delitos menores) (UNODC, 2012). La Convención
sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer
señala que la trata de mujeres es una modalidad más de expresión de la
desigualdad de género.
Según el informe sobre la Trata de Personas del Departamento de Estado
de los Estados Unidos, aproximadamente 800,000 hombres, mujeres, niños
y niñas víctimas de trata cruzan las fronteras internacionales, sin considerar
el número de personas que son víctimas de trata dentro de sus propios
países. Para Naciones Unidas, este delito mueve anualmente entre 5 y 7
mil millones de dólares y para la Oficina de Control de Drogas y Prevención
del Crimen de ese mismo organismo, la trata de personas en el año 2004
se consideraba la tercera actividad más lucrativa después del tráfico de
armas y las drogas, pero actualmente ha llegado al segundo lugar. Se
calcula que sólo en Europa se mueven 7,000 mil millones de dólares
anuales por la trata de personas según un informe de la Organización
Internacional de Migraciones.
Entre 2007 y 2010, señala UNODC, el 59% de las víctimas detectadas de
trata eran mujeres apreciándose un aumento en la proporción de niñas. A
nivel global, se observa además que la trata de personas con fines de
explotación sexual parece ser más frecuente que la trata con fines de
trabajo forzoso, aunque la mayor cantidad de información proveniente de
Europa puede estar distorsionando esta cifra. Así, en América, el 44% de
los casos detectados eran de trabajo forzoso.
Un 27% de las víctimas que fueron detectadas permanecieron dentro de su
propio país y un 45% dentro de la misma subregión, es decir, que lo que
predominan son corrientes de trata de recorrido corto o mediano. El Perú
está considerado como un país de origen, tránsito y destino de la trata
internacional25; sin embargo la mayor incidencia de la trata se presenta al
interior del país.
De acuerdo a lo que señala el Plan Nacional de Acción contra la Trata de
Personas 2011-2016, se reportan 974 víctimas entre 2004 a abril del 2011,
siendo el 91.58% del sexo femenino y el 8.42% del sexo masculino
(Sistema RETA-PNP). Las zonas de mayor incidencia de casos son Lima,
Cusco, Iquitos, Arequipa, Puno y Piura.
Conforme a la información registrada por el Observatorio de la Criminalidad
del Ministerio Público durante los años 2009 al 2014 se han registrado un
total de 2,241 denuncias de trata de personas, de las víctimas registradas
el 79.6% son mujeres, el 86.2% de nacionalidad peruana, en un 50.1% son
adolescentes entre 13 a 17 años de edad. Sólo en el año 2014 se
registraron un total de 501 casos de trata que involucraron a 782 víctimas,
de las cuales el 80% son mujeres y el 39% corresponde a niños, niñas y
adolescentes, registrado por el Sistema de Apoyo al Trabajo Fiscal (SIATF)
y el Sistema de Información Estratégica sobre Trata de Personas (SISTRA).
Esta realidad también ha sido verificada por la Defensoría del Pueblo. De
las 81 quejas registradas al mes de noviembre de 2012, el 60% involucra a
víctimas menores de edad, de modo que las niñas y adolescentes mujeres
conforman el 91% de casos. Similares datos señala el Sistema de Registro
y Estadística del Delito de Trata de Personas y Afines (RETA) que revelan
que al mes de abril de 2012, se habían registrado 763 víctimas de trata
menores de edad, de las cuales 91% son niñas y adolescentes mujeres.
Asimismo, se han identificado casos de peruanas que han sido llevadas a
otros países de Latinoamérica y de Europa Occidental (España e Italia),
pero también a Japón y Estados Unidos. Sin embargo, el mayor número de
casos detectados son dentro de las fronteras del país, en donde son
víctimas de trata con fines de explotación sexual y laboral en actividades
como la minería, la tala, la agricultura o el trabajo doméstico,
principalmente.

Violencia contra mujeres migrantes


La migración internacional hace referencia al desplazamiento que realizan
las personas de sus países de origen o de aquel en que residen
habitualmente hacia otro país en donde se establecen en forma temporal o
permanente29. Sólo la migración incluye la migración de refugiados,
personas desplazadas, personas desarraigadas, migrantes económicos.
Al respecto, la comunidad internacional reconoce a los migrantes regulares,
migrantes irregulares y refugiados de la siguiente manera:
• Migrante regular: es aquella persona, que cumple con los canales
regulares y legales de ingreso a un país, cuenta con documentación,
visados y permisos específicos para sus actividades de permanencia, de
manera temporal, trabajo o estudio.
• Migrante irregular: es aquella persona que evade las reglas y
procedimientos preestablecidos por los Estados para la entrada,
permanencia o realización de actividades específicas como el trabajo y
los estudios. El migrante no tiene autorización necesaria ni los documentos
requeridos por las autoridades de inmigración. De acuerdo a la Defensoría
del Pueblo, esta migración se produce cuando se cruzan las fronteras
evadiendo los lugares destinados para el control migratorio; cuando se
ingresa con documentación falsificada o adulterada; cuando se permanece
en el país de destino con un visado o autorización vencido; cuando se
incumple con la orden de abandonar el país; o cuando se realizan
actividades para las cuales no se cuenta con autorización.
• Refugiado: es aquella persona, que debido a fundados temores de
ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a
un determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del
país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera
acogerse a la protección de tal país35; o que careciendo de nacionalidad y
hallándose, a consecuencia de tales acontecimientos, fuera del país donde
antes tuviera su residencia habitual, no pueda o, a causa de dichos
temores, no quiera regresar a él.
En el Perú, entre el 1994 al 2012, han ingresado 89,320 inmigrantes, de los
cuales el 66.8% son varones y 33.2% mujeres. Sólo en el año 2012
ingresaron 3,552 mujeres y 8,635 hombres. Del total de inmigrantes
extranjeros, el 68.2% tienen entre 15 a 49 años de edad, siendo el grupo
etario preponderante el comprendido entre 30 a 34 años de edad con
12.2%37.
Entre el año 2007 y 2012 la Superintendencia Nacional de Migraciones
(SNM) ha emitido 32,952 carnets de extranjería, de los cuales el 60.1%
eran extranjeros varones y el 39.9% mujeres. Las nacionalidades de los/las
extranjeros/as que solicitan la emisión de carnets de extranjería en su
mayoría son colombianos/as alcanzando 12.5% del total, seguidos por
estadounidenses en un 10% y españoles/as en un 8.1%. La mayoría de
estos carnets se emiten en calidad migratoria de familiar de residente con
35.8%, seguido por el trabajador con 31.4% y religioso con un 13.1%38.
Es importante señalar, que desde que salen de la jurisdicción del Estado
del que son origen o del que son nacionales, los migrantes se encuentran
en estado de vulnerabilidad debido a la desigualdad que experimentan
frente a los nacionales del país de destino. Esta situación de vulnerabilidad
se agrava en determinados casos como el de mujeres, niños, niñas,
adolescentes y/o migrantes irregulares, quienes se encuentran más
expuestos a la vulneración de sus derechos.
Así, en el año 2015, el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, a
través de sus Centros Emergencia Mujer, viene brindando atención integral
a mujeres migrantes con o sin hijos/as víctimas de violencia en el entorno
familiar. No contamos con datos precisos del número de mujeres migrantes
víctimas de violencia familiar, sin embargo los casos registrados desde
nuestros servicios dan cuenta de la realidad de estas mujeres en sus
distintas etapas de vida.
De enero a setiembre de 2015, el PNCVFS atendió un total de 68 casos de
personas extranjeras, 82% mujeres y 18% varones. Un número de 33 casos
(49%) fueron atendidos en Lima y el resto en los CEM de Arequipa (6
casos); Cusco (6); Ica (4 casos); La Libertad y Loreto con tres casos cada
cual, entre otros. 71% pertenece al grupo de edad de 18 a 59 años, 26%
de 0-17 años y 2% de 60 a más años. Respecto al tipo de violencia sufrida,
se reportaron 41 casos de violencia psicológica, 24 de violencia física y 3
casos de violencia sexual.
Es importante indicar que un factor que agrava la situación de violencia de
muchas mujeres es su condición de migrantes irregulares, ya que el
agresor las somete, a ellas y a sus hijos/as, a una serie de actos de
amenaza y de separación. En muchos casos, las mujeres son
abandonadas y la pareja se niega a apoyar la realización de los trámites
migratorios, esto las deja en un status migratorio irregular y en situación
proclive a la afectación de sus derechos (vida, salud, integridad, entre
otros).
Actualmente contamos con un importante marco normativo que reconoce
los derechos de las personas migrantes y contempla en su artículo 17° que
es obligación de la autoridad migratoria de poner en conocimiento de las
autoridades competentes de los “casos de niños, niñas y adolescentes,
mayores de edad con discapacidad, miembros de poblaciones indígenas y
otros que se encuentren en situación de vulnerabilidad así como de
víctimas de presuntos delitos de trata de personas y tráfico de migrantes, y
quienes requieren protección en atención a una grave amenaza o acto de
violación o afectación de sus derechos fundamentales, especialmente las
víctimas de violencia familiar y sexual, todos ellos extranjeros o extranjeras,
para que se adopten las acciones administrativas o jurisdiccionales que
correspondan a su derecho.”

Acoso político
Hoy en día muchas mujeres participan activamente en política, están
inscritas en los partidos políticos nacionales, asumen puestos en las
instancias de toma de decisión y compiten en procesos electorales de
distinto tipo. No obstante, aún es limitado el acceso de las mujeres a cargos
públicos y su permanencia en cargos de decisión política en los órganos
ejecutivos, legislativos y electorales, así como en los partidos políticos, se
ve obstaculizada por situaciones de acoso político.
“El acoso político contra mujeres autoridades es una manifestación
especifica de la violencia estructural que se ejerce contra las mujeres
de forma reiterada y que constituye una práctica cotidiana ejercida con
amplia impunidad en todos los espacios […]El acoso político contra las
mujeres se suma a un entorno claramente adverso a la participación
igualitaria de las mujeres en el espacio público y constituye lo que Barrig
(2014) denomina la resistencia civil masculina ante un mandato formal del
Estado a favor de la participación democrática e igualitaria de sus
ciudadanas (Villar, 2015).
El acoso político se presenta de formas muy diversas, las cuales
constituyen actos de violencia que afectan a las mujeres por razón de su
género, que atentan contra su integridad personal y afectan su derecho a
la participación política, por lo que frenar el acoso político constituye un
desafío para la plena vigencia de los derechos humanos y la seguridad de
la sociedad en su conjunto. El Estado peruano, en tanto garante del Estado
de derecho, debe intervenir para que este problema sea erradicado y
muchas más mujeres puedan ejercer su ciudadanía política, postulando a
cargos de autoridad y decisión, si ése es su deseo.
En el Perú se cuenta con una normatividad que respalda la necesidad de
combatir el acoso político. La Constitución Política del Perú, en sus Art. 2°,
numeral 17 y Art. 31° c, señala la necesidad de combatir toda forma de
discriminación. Asimismo, hay normas tales como la Ley N° 28983 Ley de
Igualdad de Oportunidades entre Mujeres y Hombres; la Ley N° 28090 Ley
de Partidos Políticos y la Ley N° 26864 Ley de Elecciones Municipales, que
respaldan la igualdad de derechos de las mujeres para participar, en
igualdad de condiciones en toda contienda política. Sin embargo, no existe
una norma que, de manera directa y específica, establezca medidas
precisas para la prevención del acoso político, permita identificar las
situaciones de acoso político que afectan la ciudadanía política de las
mujeres en los diversos espacios en que buscan ejercer sus derechos, y
las sancione de manera adecuada, administrativa o penalmente según
corresponda.
El estudio sobre acoso político hacia las mujeres en el Perú realizado en el
2012 por CMP Flora Tristán, DIAKONIA Perú y CALANDRIA,
conjuntamente con la Red Nacional de Mujeres Autoridades del Perú–
RENAMA, identificó que 2 de cada 5 de mujeres autoridades eran objeto
de acoso político. Por otro lado, el Primer Reporte de Acoso Político hacia
las Mujeres 2014 presentado por la Asociación Civil Transparencia
señalaba que, de 115 fichas utilizadas para recabar testimonios de acoso
con lideresas o precandidatas a cargos de elección popular, hubo 51 casos
que calificaban como acoso político.

Violencia por prejuicio


La orientación sexual “se refiere a la capacidad de cada persona de sentir
una profunda atracción emocional, afectiva y sexual por personas de un
género[/sexo] diferente al suyo, o de su mismo género[/sexo], o de más de
un género[/sexo], así como a la capacidad mantener relaciones íntimas y
sexuales con estas personas”. Existe una diversidad de orientaciones
sexuales tales como: asexuales, homosexuales, bisexuales,
heterosexuales, entre otros. La orientación sexual de una persona es
diferente a lo que es su identidad de género. Por ’identidad de género’ se
entiende “la vivencia interna e individual del género tal como cada persona
la siente profundamente, la cual podría corresponder o no con el sexo
asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del
cuerpo (que podría involucrar la modificación de la apariencia o la función
corporal a través de medios médicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre
que la misma sea libremente escogida) y otras expresiones de género,
incluyendo la vestimenta, el modo de hablar y los modales” (CIJ, 2006). Las
personas LGBTI se enfrentan a la violencia, la coerción y las amenazas de
tipo físico, sexual y psicológico. Esta violencia ocurre por lo general como
una forma de castigo por salirse fuera de las normas de género
tradicionalmente establecidas. Como afirma la CIDH, “La Comisión ha
enfatizado el vínculo entre discriminación y violencia contra las personas
LGBT señalando que el concepto de prejuicio por orientación sexual,
identidad de género o expresión de género constituye una herramienta para
la comprensión de la violencia contra las personas LGBT, ya que permite
identificar el contexto social en el que se manifiesta dicha violencia. Al
respecto, la CIDH expresó su preocupación por el contexto social
generalizado en el continente americano caracterizado por prejuicios
estereotipados contra las personas LGBT. Este contexto de prejuicio,
sumado a la omisión de investigar adecuadamente dichos crímenes,
conduce a una legitimación de la violencia contra las personas LGBT”.
La violencia por prejuicio es el término que se ha destinado comúnmente
para describir el rechazo, repudio, prejuicio o discriminación hacia mujeres
u hombres que contravienen el sistema binario con prácticas sexuales,
corporales y de género diversas. Según la CIDH, “La violencia por prejuicio
es un concepto que apunta a una comprensión de la violencia como un
fenómeno social, en contraposición con la violencia entendida como un
hecho aislado. Los crímenes por prejuicio constituyen racionalizaciones o
justificaciones de reacciones negativas, por ejemplo, frente a expresiones
de orientaciones sexuales o identidades de género no normativas. Tal
violencia requiere de un contexto y una complicidad social, se dirige hacia
grupos sociales específicos, tales como las personas LGBT y tiene un
impacto simbólico. Incluso cuando este tipo de violencia es dirigido contra
una persona o grupo de personas, se envía un fuerte mensaje social contra
toda la comunidad LGBT. La CIDH considera que el concepto de violencia
por prejuicio resulta útil para comprender que la violencia contra las
personas LGBT es el resultado de percepciones negativas basadas en
generalizaciones falsas, así como en reacciones negativas a situaciones
que son ajenas a las ‘nuestras’”.
La violencia por prejuicio, así como la falta de protección jurídica adecuada
contra la discriminación basada en la orientación sexual y la identidad de
género, ponen en riesgo a muchas personas LGBTI a afectaciones graves
de sus derechos humanos. Se sabe que en muchos países son víctimas
selectivas de ataques físicos, abuso sexual, tortura y asesinato,
detenciones arbitrarias, denegación de los derechos de reunión, expresión
e información y discriminación en el empleo, la salud y la educación.
Asimismo, se les discrimina en el mercado laboral, en las escuelas y en los
hospitales y hasta en sus propias familias. La violencia que se ejerce contra
estas personas es claramente una violencia de género, pues se ejerce para
impedir que pongan en cuestión el sistema tradicional de género.

Violencia familiar por orientación sexual e identidad de género


En el ámbito de las familias, que se conciben como el lugar más seguro
para cualquier persona, se producen situaciones de discriminación y
violencia frente a los integrantes que muestran una orientación sexual o
identidad de género diferente (violencia por prejuicio). Al interior de los
núcleos familiares, estas personas son víctimas recurrentes de violencia y
abusos que afectan el pleno ejercicio y disfrute de sus derechos humanos.
Las familias dejan así de cumplir su papel de velar por “el interés superior
del niño” y se constituyen en espacios de exclusión, maltrato y violencia de
género (Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, 2008).
“Aunque las familias y las comunidades suelen ser una importante fuente
de apoyo, sus actitudes discriminatorias pueden impedir que las personas
lesbianas, gays, bisexuales y trans gocen de todos los derechos humanos.
Esa discriminación se manifiesta de diversas maneras, como la exclusión
del hogar familiar, la desheredación, la prohibición de asistir a la escuela,
el ingreso en instituciones psiquiátricas, el matrimonio forzado, la renuncia
forzada a los hijos, la imposición de sanciones por las actividades de
militancia y los ataques contra la reputación personal. En muchos casos,
las lesbianas, las mujeres bisexuales y las personas trans corren un riesgo
especial debido a la arraigada desigualdad entre los géneros, que restringe
la autonomía en la adopción de decisiones sobre la sexualidad, la
reproducción y la vida familiar” (Consejo de Derechos Humanos, 2011 a)
A menudo se recurre a razones de índole religiosa o cultural para justificar
tales violaciones. Ante la falta de información y la existencia de fuertes
prejuicios44, muchas personas LGTBI fueron afectadas durante su infancia
y adolescencia por una suerte de violencia enmascarada, la de las “terapias
correctivas” que consideran que la orientación o la preferencia sexual
diferentes son patologías. Dichas “terapias” en realidad, lo que ocasionan
es depresión, ansiedad y conductas autodestructivas.
Mención especial debe darse a la práctica de la violación correctiva de
mujeres lesbianas, que no es otra cosa que la justificación de la violencia
sexual por razones de género. La violación correctiva es un brutal acto de
violencia que se ejerce contra mujeres que son -o que se presume que son-
lesbianas, con el supuesto fin de cambiar su orientación sexual. Es
perpetrada por lo general por familiares o personas conocidas.
La vulnerabilidad de las personas con orientación sexual e identidad de
género diferentes se acrecienta además cuando son expulsadas del hogar
o cuando deciden abandonarlo para escapar al maltrato, ya que se exponen
al abuso y a la explotación sexual que hay en la calle y al riesgo de contraer
enfermedades e infecciones de transmisión sexual.

Violencia de género contra la población trans


Uno de los grupos más afectados en su relación con el Estado en materia
de salud es el de las personas que viven en un género distinto al que les
ha sido asignado al nacer en base a su sexo, a las que se les atribuye el
término genérico de trans. Pueden o no haber modificado su cuerpo, pero
en general esta situación de vivir en el género opuesto al de nacimiento, ha
sido considerada como un trastorno mental, pero esta condición
patologizante ha sido fuertemente cuestionada por el movimiento trans, gay
y lésbico. Es preciso señalar que,
“Cuando se defiende la despatologización de la identidad trans no se
persigue únicamente la desclasificación del trastorno de los manuales de
enfermedades, sino que se trata sobre todo de reivindicar que las personas
trans en los tratamientos médicos que puedan requerir deben ser
reconocidas como sujetos activos, con capacidad para decidir por sí
mismas; se trata de reivindicar la autonomía y la responsabilidad sobre sus
propios cuerpos, de tomar la palabra para hablar de sus propias vidas, algo
que hasta ahora habían hecho exclusivamente las/os médicas/os” (Red
por la despatologización de las identidades trans del Estado español,
2012).
Sobre esta base está la discusión sobre el modelo científico desarrollado
en Occidente con relación a la sexualidad, el cuerpo y el género, que tiene
un impacto negativo en la diversidad sexual y de género que muchas
culturas reconocen como naturales. Es así que la despatologización de la
condición trans tiene implicancias políticas en tanto busca reducir el
impacto de la cultura y del sistema de género en la construcción del propio
cuerpo y de la propia identidad.
Actualmente se está buscando generar consenso para crear una nueva
categoría o mención no patologizante en la clasificación de la OMS y que a
la vez garantice la adecuada atención médica de sus necesidades, lo cual
demanda por parte del sistema sanitario una transformación del modelo de
atención sanitaria a las personas trans, sustituyendo el modelo actual de
evaluación por un modelo de autonomía y consentimiento informado; la
consideración de que la demanda de modificación corporal de las personas
trans es una cuestión de salud pública que tendría que estar cubierta por la
seguridad social en el sistema sanitario público, dando las garantías para
que las personas trans tengan acceso a un tratamiento de calidad.

Acoso escolar o bullying por orientación sexual e identidad de género


El sistema escolar en los países de la región no ha enfrentado de manera
efectiva el bullying homofóbico, pese a que se trata de un problema
bastante frecuente en las escuelas causando víctimas mortales entre
quienes no pudieron soportar el nivel de acoso y agresión que sufrían y
prefirieron quitarse la vida. Por bullying homofóbico se entiende como el
acoso escolar entre pares, sostenido y sistemático, que no necesariamente
se dirige a niños/as o adolescentes con orientación sexual o identidad de
género diferente a la heterosexual, sino a todos aquellos que muestran un
comportamiento distinto a lo que se espera de un hombre o una mujer
según los patrones tradicionales de género y que se valen de la violencia
por prejuicio como arma de ataque (Cáceres y Salazar, 2013).
El bullying homofóbico se da más frecuentemente entre los varones que
entre las mujeres, teniendo graves efectos como el abandono escolar y la
disminución del rendimiento académico. Se inscribe como una forma de
violencia de género en tanto responde a los mandatos tradicionales de
género masculino y de la heteronormatividad dominante.
“…el hecho de no actuar dentro de lo socialmente aceptable, es decir, de
lo que se entiende por “ser hombre”, permite que los demás acusen de
homosexual a quien no cumple con esos mandatos. Al final se aprecia un
intento de etiquetar aquello que no concuerda: la timidez, la tranquilidad, el
no ser violento, calificándolas como actitudes “afeminadas”. (Cáceres y
Salazar, 2013, p. 16-17)
El Perú ha aprobado la Ley N° 29719, que se encuentra además
reglamentada la cual, sin embargo, no hace alusión explícita al bullying
homofóbico y requiere mayor impulso para su efectiva aplicación. El
Reglamento de esta ley establece los procedimientos y las medidas
correctivas contra la violencia escolar; además de la necesidad de la
presencia de un/a profesional de psicología en cada Institución Educativa,
señalando las funciones que debe cumplir. Esto último no ha sido cumplido
a cabalidad. Recientemente, se ha aprobado la Estrategia Nacional contra
la Violencia Escolar 2013-2016, la cual tiene como objetivo promover
iniciativas basadas en evidencia para:
a) Reducir las tasas de violencia escolar en nuestro país
b) Mejorar los logros de aprendizaje y
c) Mejorar la satisfacción con la vida de los y las escolares.
En esta estrategia se reconoce al bullying como una forma de violencia
escolar, entre otras.
Como se puede apreciar, la violencia por prejuicio es un problema grave en
la región, que causa profunda preocupación debido al alarmante aumento
en el número de casos de violencia, señal de los niveles crecientes de
intolerancia y odio a la diferencia en nuestra sociedad. Pese a ello, en la
mayor parte de países no se cuenta con estadística confiable al respecto y
por ello se tiene que recurrir a fuentes no oficiales para tener una idea
aproximada de la dimensión del problema. Otro obstáculo frecuente en la
región para la debida investigación y sanción de los responsables de
crímenes cometidos contra las personas LGTBI (lesbianas, gay, trans,
bisexuales e intersex) es que al ser identificados como crímenes
pasionales, se perjudica que la investigación pueda identificar si el delito
fue cometido en razón de la orientación o preferencia sexual de las
víctimas.
Así, solamente durante el mes de septiembre de 2012, la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos recibió información sobre 26
homicidios de personas LGTBI o percibidas como tales: uno en Argentina,
18 en Brasil, cuatro en Honduras, uno en México, uno en Uruguay y uno en
Venezuela. Asimismo, según la información dada a conocer por el Foro de
Diversidad Sexual del Instituto Nacional contra la Discriminación, la
Xenofobia y el Racismo (INADI), en Latinoamérica, tan sólo en el año 2010,
50 defensores/as activistas LGBTI habrían perdido la vida.
En México, durante los años 2005 y 2006, se documentaron 420 crímenes
de esta naturaleza (404 hombres y 16 mujeres), 90% de los cuales
permanecían impunes hasta el 2009. La Asociación Internacional de Gays
y Lesbianas menciona (de acuerdo con los registros de algunas
organizaciones no gubernamentales de México) que en el país son
asesinadas quince personas al mes por la violencia por prejuicio.

Un registro institucional en el Perú reporta que durante el año 2009, el 80%


de la población LGTBI contactada para el estudio, sufrió algún tipo de
agresión física, pero solo el 17% denunció los hechos. Y en el 2010, el total
de las personas contactadas sufrió violencia física y solo denunció el 28%.
La mayoría de ellas se dedica al trabajo sexual en las calles de Lima.
Durante ese año, de un total de 119 personas LGTBI que fueron
contactadas, 47 reportaron agresiones físicas graves (casi el 40%), en tanto
que los insultos y humillaciones, las persecuciones y detenciones
arbitrarias, muy comunes contra estas personas, no suelen ser reportadas
(Instituto Runa, 2011, p.2).

Procedimientos operativos policiales en el marco de la Ley N° 30364 y


su reglamento DS N° 009-2016-MIMP

Ley Nº 30364 Ley para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra


las mujeres y los integrantes del grupo familiar y D.S. Nº 009-2016-MIMP.
Reglamento de la Ley Nº 30364, Ley para prevenir, sancionar y erradicar la
violencia contra las mujeres y los integrantes del grupo familiar

La Ley N° 30364, Ley para prevenir, sancionar y erradicar la violencia


contra las mujeres y los integrantes del grupo familiar, es la norma
aprobada por el Estado peruano para enfrentar toda forma de violencia
contra las mujeres, producida en el ámbito público o privado.
Entre marzo y agosto del 2017, la Defensoría del Pueblo recogió
información sobre los avances y obstáculos en la implementación de la Ley
N° 30364 y su Reglamento en las regiones de Arequipa, Ayacucho, La
Libertad, Lambayeque, Loreto, Moquegua, Puno y San Martín.
Se buscó datos sobre la percepción de los y las operadores de justicia
(Policía Nacional, Ministerio Público y Poder Judicial) y cuáles son los
obstáculos que encuentran las mujeres víctimas de violencia que acuden
al sistema de justicia
Entre los principales resultados se obtuvieron:
a) En las mujeres que han acudido a los servicios de justicia de nuestro
país por temas de violencia:

El desconocimiento de esta normativa implica que el Estado peruano no ha


cumplido con su obligación de promover el conocimiento y la observancia
del derecho de la mujer a una vida libre de violencia y a que se respeten y
protejan sus derechos.

Asimismo, la mitad de las entrevistadas consideró que durante el proceso


de investigación de la denuncia se cuestionó su declaración o la forma
como se comportó. Y un 63% de las usuarias encuestadas considera que
los acuerdos conciliatorios no son una opción válida para resolver una
denuncia por violencia en relación de pareja.

En la Policía Nacional del Perú:


Sobre las diligencias que se disponen al atender un caso de violencia
familiar

Además, el 80,2% señaló que realizan un seguimiento constante del


cumplimiento de las medidas de protección. El 17.6% no lo realiza por los
siguientes motivos:

• “Falta de personal”
• “En la localidad impera el machismo y el hombre es reacio a acatar
órdenes”
• “Por la distancia de los pueblos”
• “Porque la mayoría de las denunciantes vuelven con su pareja”
• “Eso es competencia del juzgado”.

En ello radica la importancia de conocer el contenido de ambos dispositivos


legales (TEXTOS COMPLETOS EN LA SECCION DE ANEXOS)

RD. N° 925-A-2016-DIRGEN/EMG-PNP DEL 12SET2016. Guía de


procedimientos para la intervención de la policía nacional en el marco de la
Ley N° 30364 “Ley para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra
la mujer y los integrantes del grupo familiar” y su reglamento DS Nº 009-
2016-MIMP
Para determinar las prácticas para la oportuna intervención policial como
para la atención según los tipos de violencia se han establecido reglas de
actuación en la intervención de la Policía Nacional del Perú en el marco de
la Ley Nº 30364, “Ley para prevenir, sancionar y erradicar la violencia
contra la mujer y los integrantes del grupo familiar” y su Reglamento DS Nº
009-2016-MIMP.
Los objetivos que se buscan son:
1. Garantizar una respuesta policial eficiente para la atención de toda
forma de violencia producida en el ámbito público o privado contra la mujer
y los integrantes del grupo familiar.
2. Promover la difusión de información clara y accesible sobre los
derechos reconocidos en la ley a las víctimas y sus familiares.
3. Articular la intervención policial con los servicios públicos y no
gubernamentales dedicados a la atención legal, psicológica y social para
las personas agraviadas, en atención a los enfoques de la ley.
4. Ejecutar las medidas de protección relacionadas con la seguridad
personal de las víctimas que se le encomienden de acuerdo a sus
competencias.
Para ello se ha formulado una guía de procedimientos para la intervención
de la Policía Nacional en el marco de la presente Ley. (RD. N° 925-A-2016-
DIRGEN/EMG-PNP DEL 12SET2016), la cual consta de dos capítulos y
cuyo contenido es el siguiente (TEXTO COMPLETO DE LA GUIA EN LA
SECCION DE ANEXOS):

CAPÍTULO I
OBJETIVOS DE LA GUÍA DE PROCEDIMIENTOS
A. OBJETIVO GENERAL
B. OBJETIVOS ESPECÍFICOS
CAPÍTULO II
PROCEDIMIENTOS POLICIALES EN LOS CASOS DE VIOLENCIA
A. CONOCIMIENTO DE HECHOS DE VIOLENCIA, ACCIONES
INMEDIATAS, INVESTIGACIÓN Y ELABORACIÓN DEL ATESTADO
1. CONOCIMIENTO DE LOS HECHOS Y DENUNCIA POLICIAL
2. DE LAS ACCIONES INMEDIATAS
3. LA INVESTIGACIÓN
4. LA ELABORACIÓN DEL ATESTADO
B. CASO DE FLAGRANCIA O PELIGRO DE PERPETRACIÓN DE LOS
HECHOS
1. INTERVENCIÓN Y ACCIONES INMEDIATAS
2. EL ATESTADO O INFORME POLICIAL
C. DISPOSICIONES COMPLEMENTARIAS

Valoración del daño

En el año 2012, Ronny García, expareja de lady Guillén, perpetúo


agresiones constantes a esta, la cual quedó desfigurada, con varias
fracturas en su rostro, denunciando al agresor tal como lo manifiesta
producto de su decisión de morir o seguir viviendo, tras años de litigio en el
poder judicial, fue condenado a 4 años de prisión suspendida y al pago de
una reparación de veintiocho mil nuevos soles.
Y lo más grave aún es que se trata de una persona que habría perpetrado
actos de violencia contra sus ex parejas, asimismo después de haber
cumplido con la pena, ha sido denunciado en la actualidad por su actual
pareja Karla Solf quien manifiesta que este la había maltratado hace 6
meses atrás, ahí podemos ver claramente cómo es que el régimen de
impunidad alienta a los agresores a seguir cometiendo semejantes
atrocidades.
En un caso más reciente perpetuado el 12 de julio de 2015, en el que
Adriano Pozo Arias cometió actos de violencia en contra de Cindy Arlette
Contreras Bautista en el Hotel Las Terrazas, ubicado en Huamanga-
Ayacucho. De acuerdo al testimonio de Cindy Contreras, las agresiones
habrían iniciado en el trayecto al hotel, en el hotel decide terminar la
relación sentimental que mantenía con su agresor, este la fuerza a
mantener relaciones sexuales, para lo cual la ahorca y amenaza de muerte.
La víctima logra salir de la habitación, sin embargo su agresor la sigue hasta
la recepción del hotel, hecho que es registrado en video por las cámaras
del hotel, en donde se aprecia que Adriano Pozo la golpea y toma de los
cabellos para ingresar nuevamente a la habitación. En un segundo
momento, Cindy logra escapar y el personal del hotel interviene para evitar
que continúen las agresiones en contra de ella.
Ante estos hechos, el Ministerio Público formuló acusación en contra de
Adriano Pozo por los delitos de violación sexual y feminicidio (ambos en
grado de tentativa); sin embargo, el 22 de julio de 2016, el Juzgado Penal
Colegiado de la Corte Superior de Justicia de Ayacucho calificó los hechos
como delito de lesiones leves, condenando al agresor a un año de pena
privativa de la libertad suspendida, ello según manifiesta la jueza debido a
que los peritos médicos legistas descartaron, en audiencia, que las lesiones
de la agraviada tuvieran naturaleza mortal y que hayan puesto en peligro
su vida.

Incapacidad médico legal


Para comprender la valorización que se da en el delito de lesiones primero
debemos entender preliminarmente el concepto de incapacidad médico
legal, que se utiliza como pericia médico legal para determinar si ante un
daño físico o psíquico nos encontramos frente a lesiones leves, graves o
faltas de ser el caso;
Así pues, la incapacidad médico-legal es un criterio clínico con fines
jurídicos, que establece un perito médico u odontólogo basado en el
análisis sobre la gravedad del daño (características, magnitud de la lesión,
compromiso estructural y/o funcional, entre otros) y el tiempo necesario
para el proceso de reparación de la alteración orgánica y/o fisiopatológica
ocasionada. Se debe tener en cuenta las condiciones específicas de la
persona evaluada que puedan incidir en la evolución clínica de la lesión
(edad, el estado previo de salud, las circunstancias en las cuales se produjo
la lesión, si hubo o no manejo médico y de qué tipo, entre otras). De tal
manera que debe evaluarse la afectación de la salud de la persona de
manera global e íntegra.
La incapacidad médico-legal se expresa en un número de días, que se
contabilizan a partir de la fecha en que ocurrieron las lesiones, de tal
manera que a partir de dicho número se determinará la sanción respectiva,
quiero hacer énfasis en que la evaluación médica debe ser integral, criterio
que muchas veces no es tenido en cuenta por los peritos basándose en el
daño efectivo materializado, dejando de lado circunstancias en que se
produjo la lesión, entre otros factores que dejan secuelas en la víctima de
violencia, de ahí que dicha problemática se refleje en muchos fallos que se
rigen estrictamente por los días , poniendo a la víctima una vez más en
situación de vulnerabilidad.

Criterios de valorización de lesiones físicas y psíquicas

Guía médico legal de valoración integral de lesiones corporales.-


Desde el 2009, el Ministerio Público opera bajo la Directiva N° 005-2009-
MP-FN40, que establece la intervención de los Fiscales de Familia, Penales
y Mixtos frente a la violencia familiar y de género. En ese contexto, en el
artículo 4, de la referida directiva establece que para todos los casos se
debe efectuar la evaluación integral de la presunta víctima, delegando dicha
tarea al Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses.
De acuerdo con lo estipulado en el Código Penal peruano, no toda lesión
física o psíquica infringida por una persona contra otra supone un delito. Es
decir, para que sea considerado como tal se necesita probar un cierto grado
de gravedad, tarea con la cual colaboran los médicos del Instituto de
medicina Legal.
Respecto a la valorización de las lesiones físicas que desarrollaré en este
apartado, de una lectura del código penal respecto al delito de lesiones
podemos apreciar que a efecto de determinar cuando estamos ante la
presencia de un delito o de una falta hay dos criterios: uno cronológico y
otro cualitativo. El cronológico se establecen los días de asistencia o de
descanso que tendrá el paciente para su recuperación, en tal sentido si no
pasa de 10 días será considerado una falta, si es de 10 días a 29 días será
lesión leve y si es de más de 30 días serpa una lesión grave; y el cualitativo
incluye por ejemplo la mutilación de un miembro u órgano del cuerpo, así
como anomalía psíquica.
Se distinguen 3 niveles de daño, entre ellos el nivel lesional, el mismo que
abarca aspectos biológicos del daño; el nivel funcional el cual valora la
afectación de las capacidades físicas y mentales de la persona; y por último
el nivel situacional, el que abarca la alteración de las actividades que realiza
la persona en su vida diaria, familiar, social, de placer, de trabajo u otras a
causa de la lesión.
Al respecto un aspecto interesante que pude apreciar de la guía del instituto
medicina legal fue que dado que no se puede abarcar todo el período de
curación de la lesión para determinar los días de incapacidad médico legal
solo se toma en cuenta la fase reparación biológica inicial, fase en la que
se producen los fenómenos inflamatorios y de reparación, y no se toma en
cuenta la reparación biológica tardía, donde se producen principalmente
fenómenos de reabsorción y remodelación, a efectos de obtener el mayor
grado de restitución biológica.
Existe una tabla referencial de valoración médico legal de lesiones, la cual
comprende una serie de parámetros para determinar los días de
incapacidad médico legal en adultos y niños, al observar el mismo pude
percatarme que muchas lesiones como heridas, excoriaciones y
hematomas que por lo general diagnostican a las mujeres víctimas de
violencia producto de los golpes propinados por sus agresores califican
como faltas o lesiones leves en el peor de los casos, prescribiendo mayores
días de incapacidad médico legal recién ante la existencia de fracturas,
traumatismo encéfalo craneano, entre otros.
Si bien es cierto, se determina el delito de lesiones leves, una incapacidad
de once días a treinta como puede ser una contusión, excoriación, herida,
entre otros no parece ser tan leve, ya que puede provocar un detrimento o
menoscabo del equilibrio funcional sea general o parcial, físico o mental del
organismo de una persona.
En una publicación del diario Perú 21, se indicó que el Ministerio Público, a
través del Instituto de Medicina Legal (IML), solicitó al Congreso modificar
la tabla que establece los criterios jurídicos cuantitativos para la tipificación
de las lesiones corporales, dado que esta normativa tiene una antigüedad
de 20 años, y no considera como “graves” las lesiones ocasionadas en el
rostro. Podemos ver que existen posiciones que plantean el cambio de la
tabla referencial, de ahí su necesidad que esta sea actualizada y
modificada de acuerdo a criterios que partan de la realidad, para
incrementar los días de incapacidad médico legal en golpes frecuentes que
propinan los agresores a sus víctimas, desde ahí se puede ver un cambio
sustantivo que orientará los criterios de los peritos médicos al momento de
determinar la gravedad de las lesiones.
No obstante, existen muchas tablas, cada una más completa que la otra,
que tratan de uniformizar las calificaciones de las lesiones, pero éstas son
sólo referenciales, y no deben ser tomadas como absolutas, y por lo tanto
cada caso debe ser calificado de forma específica, siendo que la
calificación médico legal dependerá de la gravedad de las lesiones, del tipo
o naturaleza de las mismas, así como otras consideraciones como son las
concausas o enfermedades previas a la lesión.22 Por ello, a pesar de que
debe ser una tabla referencial, esto no es así, en el sentido que esta tabla
es la que se aplica al momento de valorar los casos de lesiones, cuando
por el contrario el perito debería de efectuar una evaluación integral de la
víctima sin regirse al pie de la letra de la tabla referencial de la lesión
corporal.

Guía de Valoración del Daño Psíquico en víctimas adultas de Violencia


Familiar, Sexual, Tortura y otras formas de violencia intencional.-
El Comité de Expertos Interinstitucional integrado por los representantes
del Instituto Médico Legal, el Centro de Atención Psicosocial-CAPS y el
Movimiento Manuela Ramos elaboró en el año 2011, la Guía de Valoración
del Daño Psíquico en víctimas adultas de Violencia Familiar, Sexual,
Tortura y otras formas de violencia.
Respecto de las variables que toma en cuenta, mencionaré algunas: a)la
organización de la personalidad la cual examina el grado de vulnerabilidad
de la víctima, estableciendo que no toda persona responde un mismo grado
de daño psíquico por el mismo hecho o acontecimiento lesivo similares. b)
entorno sociocultural, la que toma en cuenta el estado socio cultural y
económico de la víctima al momento de sufrir el daño psíquico. c)
Descripción del evento/situación traumática: se considera factores como el
escenario de violencia, evento violento, relación de dominio sobre el
examinado, objetos empleados, entre otros. d) Curso de la historia del daño
psíquico: se considera la etapa del ciclo de vida en que ocurrió el hecho
violento, evolución de los síntomas relacionados con el trauma, contraste
entre los cursos actual, posterior y pre- existente. e) Proyecto de vida,
analizando si es reversible o irreversible.
Ahora bien, para determinar la sanción correspondiente se utilizan
indicadores, el mismo que se basa en tres criterios: alteración de la
función/capacidad, presencia/persistencia del indicador e interferencia en
las funciones.
Respecto a la calificación, el daño psíquico puede ser: ausente, leve,
moderado, grave y muy grave. Obviamente tenemos que en el ausente no
existe presencia del indicador, en cuanto al leve existe una mínima
deficiencia en la función o capacidad, en cuanto a la presencia existen
molestias temporales y en la interferencia de funciones no se afecta la
capacidad de autonomía de la víctima. Seguidamente el nivel moderado la
persona requiere un esfuerzo en cuanto a su alteración, la presencia es
persistente y causa interferencia en las actividades cotidianas de la víctima,
la misma que necesitará ayuda para salir adelante. Respecto al nivel grave
existe un nivel severo en la afectación de la capacidad o función, existe el
riesgo para su integridad física o mental, la presencia es recurrente, y la
víctima no logra controlar los síntomas, requiriendo de soporte externo tal
como fármacos. Y por último el nivel muy grave se tiene un total o casi total
deficiencia de la función o capacidad, la existencia de un alto riesgo para
su integridad física o mental o la de los demás y en cuanto a su autonomía
la víctima es incapaz de continuar con sus actividades cotidianas sin el
soporte externo de terceros y/o un entorno supervisado a tiempo parcial y
completo.
Teniendo en cuenta que la guía busca establecer criterios para la
evaluación del daño psíquico, este no contempla un sistema de medición
en días de incapacidad o atención médica, no obstante el artículo 124-b de
la ley para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres y
los integrantes del grupo familiar-Ley n.° 30364 establece la determinación
de la lesión psicológica, con la siguiente equivalencia: “a. falta de lesiones
leves: nivel leve de daño psíquico. b. lesiones leves: nivel moderado de
daño psíquico .c. Lesiones graves: nivel grave o muy grave de daño
psíquico”.
En tal sentido, esta guía reconoce que “contar con un instrumento de
valoración del daño psíquico coadyuvará a la realización del derecho
humano a acceder a la justicia de conformidad con lo establecido en el
artículo 25 en relación con el 1.1 de la Convención Americana, en tres
sentidos: primero, valorando el daño psíquico con el objetivo de contribuir
a la tipificación del delito de lesiones (graves o leves) y faltas contra la
persona, en los casos de violencia familiar; segundo, como medio
probatorio dando cuenta de la existencia del daño psíquico y posibilitando
la sanción, en especial en los casos de violencia familiar, violencia sexual
y tortura; y tercero, precisando la naturaleza de la afectación con fines de
obtener una reparación civil adecuada.” (Guía, 2011: 31; énfasis agregado).
Es por ello que, aun cuando los psiquiatras de los centros de salud estatales
puedan determinar la atención facultativa de las víctimas de violencia
familiar, su diagnóstico está limitado a determinar los síntomas que se
presentan en el paciente en ese preciso instante, mas no las causas ni la
existencia de síntomas anteriores y los hechos que puedan causarlos; así,
sus evaluaciones no contribuyen a la acreditación de la relación entre el
daño psíquico detectado y el hecho de violencia sufrido.
Por lo que la autora citada anteriormente Cary Rocca Guzmán concluye
que los casos de violencia psicológica registrados en el Perú que
constituyen casi un tercio del total de denuncias por violencia familiar,
quedan impunes pues solamente se acude a la vía tuitiva para que se dicten
medidas de protección y se otorgue judicialmente una reparación civil a la
víctima. Se descarta el ejercicio de la acción penal por la inviabilidad de
acreditar la configuración del delito a través de certificados médicos o
pericias que dispongan la atención facultativa de la víctima por violencia
psicológica. Esta realidad impide el ejercicio del derecho de acceso a la
justicia de las víctimas en la vía penal, en contraposición la política estatal
orientada a reprimir la violencia familiar.
No obstante, no existe en la actualidad una adecuada capacitación de los
peritos psicólogos que determinan el daño producido en la víctima, por lo
que deberán de establecerse criterios más objetivos para su evaluación
como podría ser a semejanza de la legislación colombiana el
establecimiento de un plazo a partir del cual se determine si se trata de
lesiones leves, graves o faltas de ser el caso, ello en virtud de la
responsabilidad que recae en el Ministerio Público de elaborar, a través del
instituto de medicina legal y ciencias forenses, guías y protocolos para la
actividad científico-forense y en los procesos judiciales, siendo responsable
de su difusión a efectos de uniformar criterios de atención y valoración.
En tal contexto, el daño psíquico no debe verse como insignificante, a
comparación del daño físico, al no poder determinarse a simple vista dado
que este se tornaría en una herida, invisible en un inicio pudiendo agravarse
e interrumpir el libre desarrollo de la víctima, atentando contra un derecho
fundamental de la mujer.

Presupuestos en la determinación de la pena


Nuestro código penal regula el principio de legalidad en su artículo II del
título preliminar, estableciendo que nadie será sancionado por un acto no
previsto como delito o falta por la ley vigente al momento de su comisión,
ni sometido a pena o medida de seguridad que no se encuentren
establecidas en ella.
En cuanto a la determinación de la pena se dan básicamente 2 etapas, en
la primera etapa se deben definir los límites de la pena o penas aplicables,
es decir espacio punitivo que tiene un mínimo o límite inicial y un máximo o
límite final. En la segunda etapa se debe identificar la pena concreta dentro
del espacio y límite prefijados por la pena básica en la etapa precedente.
Se realiza en función a la presencia de circunstancias legalmente
relevantes y que están presentes en el caso. Las circunstancias son
factores o indicadores de carácter objetivo o subjetivo que ayudan a la
medición de la intensidad de un delito, cuya esencia permanece intacta. Es
decir, posibilitan apreciar la mayor o menor desvaloración de la conducta
ilícita –antijuridicidad del hecho– o el mayor o menor grado de reproche que
cabe formular al autor de dicha conducta – culpabilidad del agente–,
permitiendo de este modo ponderar el alcance cualitativo y cuantitativo de
la pena que debe imponerse a su autor o partícipe.
Asimismo en cuanto a los presupuestos para fundamentar y determinar la
pena nos remitimos al artículo n.° 45, el mismo que toma en cuenta los
siguientes criterios: “a. Las carencias sociales que hubiese sufrido el agente
o el abuso de su cargo, posición económica, formación, poder, oficio,
profesión o la función que ocupe en la sociedad. b. Su cultura y sus
costumbres. c. Los intereses de la víctima, de su familia o de las personas
que de ella dependan, así como la afectación de sus derechos y
considerando especialmente su situación de vulnerabilidad."
Por lo tanto los jueces y fiscales deben tener en cuenta que en el actual
contexto en que vivimos las mujeres han pasado a ser un grupo vulnerable,
donde el factor riesgo es ser mujer, donde si bien es cierto la violencia no
se puede deshacer esta sí se puede eliminar, porque recordemos una vez
más que una vida sin violencia es un derecho humano fundamental.
De esta manera lograremos acabar con el régimen de impunidad o
tolerancia de la violencia por parte del Estado, dado que este constituye
una forma de discriminación contra la mujer, un atentado contra su derecho
a la no violencia y a la protección de su integridad física y psicológica.

Principales obstáculos en el procesamiento y reparación en casos de


violencia de género

Violencia contra la mujer en el ámbito familiar


Respecto de la violencia contra la mujer en ámbito familiar, en el estudio
realizado por el Centro de Derechos Humanos y la Universidad de Chile
(Llaja, 2010), se identifican ocho nudos críticos en la búsqueda de
protección, justicia y reparación para las mujeres que han sufrido violencia,
en base a las investigaciones llevadas a cabo en Perú sobre la aplicación
y nivel de eficacia fundamentalmente de la Ley 26260 y sus modificaciones.
Primer Nudo: Preparación y condiciones de trabajo
Las y los magistrados no cuentan con una especialización en género y
derechos humanos de las mujeres, con un nivel tal que logre transformar
los prejuicios y estereotipos de género en una comprensión de la
problemática sobre la que tienen que resolver; toda vez que estos no están
insertos en la currícula obligatoria y la oferta educativa en esta materia es
esporádica.
Segundo Nudo: Atención
La información que se brinda, sobre todo en dependencias judiciales,
adonde acuden primero las víctimas, no es clara ni completa: por el
contrario, se les llama la atención o se las amedrenta con actitudes
agresivas.
Tercer Nudo: Conciliación
Los estudios sistematizados por Llaja, muestran una clara tendencia de los
operadores de justicia hacia la conciliación (2010), siendo ésta la primera
recomendación que hacen a la víctima. A nivel de juzgados, es donde
mayormente se promueve la conciliación, para comprometer a las partes
en sus resoluciones a “respetarse mutuamente” y “acudir a terapia”.
Cuando un Fiscal de Familia deje de conocer un caso, lo comunicará a la
citada Unidad de Asistencia, informando que Fiscalía de Familia, Mixta o
Penal continuará con el conocimiento de la respectiva investigación.
Cuarto Nudo: Duración del proceso
El proceso se prolonga de manera no razonable, y ocasiona que muchas
de las víctimas lo abandonen. Entre las causas se puede mencionar el
regreso con el agresor y/o el desgaste objetivo y subjetivo que representa
mantener un proceso tan largo.
Quinto Nudo: Medidas de protección ineficaces
Pese a que el Ministerio Público tiene la obligación de brindarlas en un
máximo de 24 horas, en numerosos casos, no se brindan o se dicta el “cese
de la violencia”, lo cual es una medida meramente declarativa sin efectos
reales. Asimismo, se confunde la medida de protección con la orden a
ambos de acudir a terapia psicológica. A continuación se presenta un
cuadro elaborado y presentado desde el Ministerio Público donde se
muestra el número de casos de feminicidio en los que la víctima no solo
denunció la violencia familiar, sino que obtuvo medida de protección
(Villanueva, 2009, p. 68).
Sexto Nudo: No sanción
El análisis de expedientes por faltas realizado por la Defensoría del Pueblo
arroja que solo el 31% de procesos analizados concluyeron con resolución
de fondo (sentencia), frente a un 63% de casos que concluyeron por
prescripción (21%), desistimiento,(21%), conciliación (14%), abandono,
sobreseimiento, entre otros.
Asimismo en la mayoría de sentencias condenatorias (77%) el juez ha
hecho uso de la figura de “reserva del fallo condenatorio”, declarando
formalmente la culpabilidad del procesado, pero éste no es condenado y
no tiene pena alguna. Estas decisiones no cuentan con una motivación en
la resolución judicial.
Séptimo Nudo: Reparación irrisoria
El estudio de Llaja señala que si bien los jueces/zas emiten “una decisión
legal, (…) relacionada con los bajos montos que se dan por reparaciones
económicas (el 60% recibió menos de $29) evidencian un menosprecio por
la gravedad de los hechos, así como una sensación de impunidad para la
víctima y las personas que conocen de esta situación”.
Octavo Nudo: Violencia psicológica
Desde los magistrados/as se manifiestan dificultades en cuanto al
procesamiento de la violencia psicológica, que en ningún caso es tramitada
desde la justicia penal. Estas dificultades están relacionadas al tema de la
reiterancia y a la graduación del daño ocasionado por ese tipo de violencia.
Esta manifestación nos debe llevar a pensar que hay un problema desde la
legislación que no está permitiendo un procesamiento adecuado de este
tipo de casos.
Violencia sexual
De acuerdo a un estudio realizado por DEMUS (Portal, 2010, p. 72), los
principales obstáculos para el procesamiento de la violencia sexual son los
siguientes:
• Vergüenza, temor y desconfianza de las víctimas. El sentimiento de culpa
se es reforzado socialmente y tienen temor de las reacciones de sus
familiares y de los agresores.
A éste se suma a la desconfianza frente al sistema de justicia, que no da
valor a estos casos y mantiene un contexto de impunidad.
• Asesoría legal. Un mínimo de estos casos termina con sentencia y menos
aún si se trata de sentencia condenatoria. Lo que puede suceder porque
cuentan con abogado brindado por el Estado, quien no conoce el
expediente debido a su carga laboral, o porque no tienen recursos para
contratar un asesor legal.
• Actuación policial deficiente. Siguen atendiendo sin brindar un espacio
privado.
• Las manifestaciones ante las instancias policiales. Suelen interrogar
acerca del pasado sexual de la víctima, su imagen y su conducta,
culpabilizando a la agraviada por lo ocurrido, en base a estereotipos
machistas
• El reconocimiento médico legal. El valor de la prueba está fundado en la
constatación física de la violencia sexual, sobre la base de estereotipos,
aún no se supera el término “himen complaciente” el cual da mayores
alcances sobre pasado sexual de la víctima que sobre la denuncia.
Asimismo, la prueba física ginecológica se sobrevalora dejando de lado las
otras pruebas e indicios y privilegiando a las víctimas “vírgenes”, menores
de edad o sin experiencia.
•El testimonio de la víctima. No es considerado suficiente para crear
convencimiento a las y los operadores de justicia; pese a que puedan existir
indicios que corroboren sus testimonios.
• Pericia psicológica o siquiátrica. Pese a que las normas procesales
señalan su importancia para demostrar las características del agresor y el
impacto sufrido por las víctimas, no se trata de un medio probatorio muy
bien valorado.
• Tiempos procesales excesivos. Una característica en común con
procesos sobre violencia contra las mujeres en ámbito familiar.

Violencia sexual en conflicto armado


Entre los principales obstáculos que enfrentan las mujeres víctimas de
violencia sexual durante conflicto armado (Portal, 2010, p.82),
considerando que esta grave violación a los derechos humanos de las
mujeres se cometió en zonas rurales, andinas y amazónicas de forma
masiva, tenemos a los siguientes:
• Mujeres pobres, quechuahablantes y campesinas. Que no son atendidas
debidamente o no se les niega la atención por la discriminación de género,
raza, idioma, etc.; por falta de recursos económicos o porque no atienden
en la lengua materna del lugar donde ejercen sus labores.
• Mujeres víctimas de violencia sexual indocumentadas. Muchas de las
víctimas aún no han accedido al documento de identificación, que
constituye la acreditación necesaria para ser beneficiaria o usuaria de los
servicios del Estado, incluido el servicio de justicia estatal.
• Vergüenza, culpa y estigmatización. Son revictimizadas por la posición de
desventaja en la que son colocadas en el proceso penal y la poca
sensibilidad de los y las operadoras de justicia.
• Prejuicios de género. Tales como el cuestionamiento al testimonio de la
víctima, la culpabilización o señalar que estos hechos han sido parte de la
forma de relacionarse en la cultura andina; entre otros.
• Insuficientes recursos económicos y humanos en el sistema de justicia
para estos casos.
• Ausencia de protocolos especializados en materia de violencia contra la
mujer adulta.

Normas y estándares internacionales aplicables al derecho de las


mujeres para acceder a recursos judiciales idóneos y efectivos
cuando son víctimas de violencia

El sistema interamericano de derechos humanos se basa en la premisa de


que el acceso a recursos judiciales idóneos y efectivos constituye la primera
línea de defensa de los derechos básicos, que incluye los derechos de las
mujeres en casos de violencia. En las Américas, los principios vinculantes
de igualdad y no discriminación representan el eje central del sistema
interamericano de derechos humanos y de los instrumentos vinculantes y
aplicables al presente análisis, como la Convención Americana sobre
Derechos Humanos (en adelante la "Convención Americana"), la
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre (en
adelante la "Declaración Americana") y la Convención Interamericana para
Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra la Mujer (en adelante la
"Convención de Belém do Pará"). Estos instrumentos afirman el derecho
de las mujeres a acceder a un recurso judicial sencillo y eficaz que cuente
con las debidas garantías cuando denuncian hechos de violencia, así como
la obligación de los Estados de actuar con la debida diligencia para
prevenir, investigar, sancionar y reparar estos hechos.
La Declaración Americana y la Convención Americana han consagrado una
serie de principios básicos y obligaciones relacionados con el derecho de
acceder a una adecuada protección judicial. Los artículos XVIII de la
Declaración Americana y los artículos 8 y 25 de la Convención Americana
establecen que todas las personas tienen el derecho a acceder a recursos
judiciales y a ser oídas, con las debidas garantías y dentro de un plazo
razonable, por un tribunal competente, independiente e imparcial cuando
creen que sus derechos han sido violados. La protección de estos
derechos se ve reforzada por la obligación general de respetar, impuesta
por el artículo 1.1 de la Convención Americana. Al respecto, la Corte
Interamericana de Derechos Humanos (en adelante la "Corte
Interamericana") ha establecido que:
El artículo 25 en relación con el artículo 1.1 de la Convención Americana,
obliga al Estado a garantizar a toda persona el acceso a la administración
de justicia y, en particular, a un recurso rápido y sencillo para lograr, entre
otros resultados, que los responsables de las violaciones de los derechos
humanos sean juzgados y para obtener una reparación por el daño sufrido
(…) [E]l artículo 25 “constituye uno de los pilares básicos, no sólo de la
Convención Americana, sino del propio Estado de derecho en una sociedad
democrática (…)”. Dicho artículo guarda relación directa con el artículo 8.1
(…) que consagra el derecho de toda persona a ser oída con las debidas
garantías (…) para la determinación de sus derechos de cualquier
naturaleza.
El acceso a una tutela judicial efectiva debe ser otorgado de manera no
discriminatoria bajo la Convención Americana, en concordancia con el
artículo 1.1. En este sentido, el artículo 24 de la Convención Americana
establece el derecho a la igualdad ante la ley.

Obligación de debida diligencia


Los objetivos principales del sistema regional de derechos humanos y el
principio de eficacia requieren la implementación de dichas garantías. En
consecuencia, cuando el ejercicio de cualquiera de estos derechos aún no
está garantizado de jure y de facto por los Estados en el ámbito de su
jurisdicción, de acuerdo con el artículo 2 de la Convención Americana,
tienen el compromiso de adoptar medidas legislativas y de otro tipo
necesarias para llevarlos a la práctica. Por lo tanto, el deber de los Estados
de proveer recursos judiciales no se limita a ponerlos formalmente a
disposición de las víctimas, sino que tales recursos deben ser idóneos para
remediar las violaciones de derechos humanos denunciadas.La Corte
Interamericana ha afirmado que:
a inexistencia de un recurso efectivo contra las violaciones a los derechos
reconocidos por la Convención constituye una trasgresión de la misma por
el Estado Parte en el cual semejante situación tenga lugar. En ese sentido
debe subrayarse que, para que tal recurso exista, no basta con que esté
previsto por la Constitución o la ley o con que sea formalmente admisible,
sino que se requiere que sea realmente idóneo para establecer si se ha
incurrido en una violación a los derechos humanos y proveer lo necesario
para remediarla.
En dicho marco, los Estados tienen el deber de actuar con la debida
diligencia frente a las violaciones de los derechos humanos. Este deber
comporta cuatro obligaciones: la prevención, la investigación, la sanción y
la reparación de las violaciones de los derechos humanos y evitar la
impunidad. Al respecto, la Corte Interamericana ha manifestado que:
Esta obligación implica el deber de los Estados Partes de organizar todo el
aparato gubernamental y, en general, todas las estructuras a través de las
cuales se manifiesta el ejercicio del poder público, de manera tal que sean
capaces de asegurar jurídicamente el libre y pleno ejercicio de los derechos
humanos. Como consecuencia de esta obligación los Estados deben
prevenir, investigar y sancionar toda violación de los derechos reconocidos
por la Convención y procurar, además, el restablecimiento, si es posible,
del derecho conculcado y, en su caso, la reparación de los daños
producidos por la violación de los derechos humanos.
La impunidad ante las violaciones de los derechos humanos existe cuando
hay "la falta en su conjunto de investigación, persecución, captura,
enjuiciamiento y condena de los responsables de las violaciones de los
derechos protegidos por la Convención Americana" y "(…) el Estado tiene
la obligación de combatir tal situación por todos los medios legales
disponibles ya que la impunidad propicia la repetición crónica de las
violaciones de derechos humanos y la total indefensión de las víctimas y
sus familiares". Para prevenir la impunidad, el Estado tiene la obligación,
en virtud del artículo 1 de la Convención Americana, de respetar y
garantizar los derechos consagrados en la Convención:
El Estado está, por otra parte, obligado a investigar toda situación en la que
se hayan violado los derechos humanos protegidos por la Convención. Si
el aparato del Estado actúa de modo que tal violación quede impune y no
se restablezca, en cuanto sea posible, a la víctima en la plenitud de sus
derechos, puede afirmarse que ha incumplido el deber de garantizar su libre
y pleno ejercicio a las personas sujetas a su jurisdicción. Lo mismo es
válido cuando se tolere que los particulares o grupos de ellos actúen libre
o impunemente en menoscabo de los derechos reconocidos en la
Convención.
El sistema interamericano de derechos humanos ha afirmado que la
responsabilidad de los Estados de actuar con la debida diligencia frente a
actos violentos se extiende a las acciones de actores no estatales, terceros
y particulares. Al respecto, la Corte Interamericana ha enfatizado que:
dicha responsabilidad internacional puede generarse también por actos de
particulares en principio no atribuibles al Estado. [Las obligaciones erga
omnes de respetar y hacer respetar las normas de protección, a cargo de
los Estados Partes en la Convención,] proyectan sus efectos más allá de la
relación entre sus agentes y las personas sometidas a su jurisdicción, pues
se manifiestan también en la obligación positiva del Estado de adoptar las
medidas necesarias para asegurar la efectiva protección de los derechos
humanos en las relaciones inter-individuales. La atribución de
responsabilidad al Estado por actos de particulares puede darse en casos
en que el Estado incumple, por acción u omisión de sus agentes cuando se
encuentren en posición de garantes, esas obligaciones erga omnes
contenidas en los artículos 1.1 y 2 de la Convención.
Complementando dicho parámetro de imputación de responsabilidad, la
Corte ha señalado recientemente en su sentencia sobre el caso de la
Masacre de Pueblo Bello que:
un Estado no puede ser responsable por cualquier violación de derechos
humanos cometida entre particulares dentro de su jurisdicción. En efecto,
el carácter erga omnes de las obligaciones convencionales de garantía a
cargo de los Estados no implica una responsabilidad ilimitada de los
Estados frente a cualquier acto o hecho de particulares, pues sus deberes
de adoptar medidas de prevención y protección de los particulares en sus
relaciones entre sí se encuentran condicionados al conocimiento de una
situación de riesgo real e inmediato para un individuo o grupo de individuos
determinado y a las posibilidades razonables de prevenir o evitar ese
riesgo. Es decir, aunque un acto, omisión o hecho de un particular tenga
como consecuencia jurídica la violación de determinados derechos
humanos de otro particular, aquél no es automáticamente atribuible al
Estado, pues debe atenderse a las circunstancias particulares del caso y a
la concreción de dichas obligaciones de garantía.
Para establecer dicha imputabilidad internacional de actos de terceros
como violaciones atribuibles al Estado, la Corte se ha basado en la doctrina
de la Corte Europea. Dicha doctrina sugiere que puede aplicarse la
responsabilidad estatal de violaciones cometidas por terceros cuando se
demuestra que el Estado tenía conocimiento de una situación de riesgo real
e inmediato y no adoptó medidas razonables para evitarlo. La Corte
Interamericana ha citado la jurisprudencia europea, la cual establece que:
Teniendo en cuenta las dificultades que implica la planificación y adopción
de políticas públicas en las sociedades modernas, la impredictibilidad de la
conducta humana y las elecciones de carácter operativo que deben ser
tomadas en función de prioridades y recursos, dicha obligación positiva
debe ser interpretada de forma que no imponga a las autoridades una carga
imposible o desproporcionada. Por consiguiente, no todo alegado riesgo a
la vida impone a las autoridades la obligación convencional de tomar
medidas operativas para prevenir que aquel riego llegue a materializarse.
Para que surja esa obligación positiva, debe ser establecido que al
momento de los hechos las autoridades sabían, o debían haber sabido, de
la existencia de un riesgo real e inmediato para la vida de un individuo
identificado o de algunos individuos respecto de actos criminales de
terceros, y que tales autoridades no tomaron las medidas dentro del
alcance de sus poderes que, juzgadas razonablemente, podían esperarse
para evitar dicho riesgo (ver la sentencia de Osman […], pág. 3159, párr.
116). (Traducción de la Secretaría).
La Convención de Belém do Pará afirma que la obligación de actuar con la
debida diligencia adquiere una connotación especial en casos de violencia
contra las mujeres. Esta Convención refleja una preocupación uniforme en
todo el hemisferio sobre la gravedad del problema de la violencia contra las
mujeres, su relación con la discriminación históricamente sufrida, y la
necesidad de adoptar estrategias integrales para prevenirla, sancionarla y
erradicarla. Algunos ejemplos de la discriminación padecida por las
mujeres en las Américas, tanto en tiempos de paz como de conflicto, y en
la presencia de avances legislativos y de políticas públicas, han sido una
desigual participación en asuntos civiles y políticos; un acceso limitado a
los beneficios del desarrollo económico y social de sus sociedades; un
tratamiento desigual dentro de la familia; y el ser víctimas y estar expuestas
a diferentes formas de violencia psicológica, física y sexual. La CIDH ha
manifestado en el pasado que a pesar de que las mujeres constituyen
aproximadamente la mitad de la población del hemisferio, todavía este
factor no se refleja en los niveles de toma de decisiones en las esferas
políticas, sociales, económicas y culturales. El acceso limitado de las
mujeres, especialmente cuando han sido víctimas de violencia y
discriminación, es el resultado de este patrón de discriminación y
tratamiento inferior.
La Convención de Belém do Pará reconoce el vínculo crítico que existe
entre el acceso de las mujeres a una adecuada protección judicial al
denunciar hechos de violencia, y la eliminación del problema de la violencia
y la discriminación que la perpetúa. El artículo 7 de la Convención de Belém
do Pará establece las obligaciones inmediatas del Estado en casos de
violencia contra las mujeres, que incluyen procedimientos, mecanismos
judiciales y legislación para evitar la impunidad:
- En la esfera de la administración de la justicia, establece explícitamente
que los Estados deben “establecer procedimientos legales justos y eficaces
para la mujer que haya sido sometida a violencia, que incluyan, entre otros,
medidas de protección, un juicio oportuno y el acceso efectivo a tales
procedimientos" y "establecer los mecanismos judiciales y administrativos
necesarios para asegurar que la mujer objeto de violencia tenga acceso
efectivo a resarcimiento, reparación del daño u otros medios de
compensación justos y eficaces (…)"
- En cuanto al marco normativo, dispone que los Estados deben incluir en
su legislación interna "normas penales, civiles y administrativas, así como
las de otra naturaleza que sean necesarias para prevenir, sancionar y
erradicar la violencia contra la mujer y adoptar las medidas administrativas
apropiadas que sean del caso", así como adoptar “las medidas apropiadas,
incluyendo medidas de tipo legislativo, para modificar o abolir leyes y
reglamentos vigentes, o para modificar prácticas jurídicas o
consuetudinarias que respalden la persistencia o la tolerancia de la
violencia contra la mujer”.
- Igualmente, el Estado se encuentra obligado a adoptar medidas de
protección judicial "para conminar al agresor a abstenerse de hostigar,
intimidar, amenazar, dañar o poner en peligro la vida de la mujer de
cualquier forma que atente contra su integridad o perjudique su propiedad".
La Convención de Belém do Pará también establece que los Estados se
comprometen a adoptar progresivamente un conjunto de medidas
pertinentes que garanticen el derecho de las mujeres a un acceso
adecuado, efectivo y oportuno a la justicia en casos de violencia, que
incluyen:
- El desarrollo de programas de capacitación para el "personal en la
administración de justicia, policial y demás funcionarios encargados de la
aplicación de la ley, así como del personal a cuyo cargo esté la aplicación
de las políticas de prevención, sanción y eliminación de la violencia contra
la mujer".
- La implementación de acciones educativas orientadas al público en
general "sobre los problemas relacionados con la violencia contra la mujer,
los recursos legales y la reparación que corresponda" y la adopción de
acciones públicas para "modificar los patrones socioculturales de conducta
de hombres y mujeres, incluyendo el diseño de programas de educación
formales y no formales apropiados a todo nivel del proceso educativo, para
contrarrestar prejuicios y costumbres y todo otro tipo de prácticas que se
basen en la premisa de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los
géneros o en los papeles estereotipados para el hombre y la mujer que
legitimizan o exacerban la violencia contra la mujer".
- El ofrecimiento de servicios de apoyo para las víctimas de violencia
"especializados apropiados para la atención necesaria a la mujer objeto de
violencia, por medio de entidades de los sectores público y privado,
inclusive refugios, servicios de orientación para toda la familia, cuando sea
el caso, y cuidado y custodia de los menores afectados"; y
- Asegurar "la investigación y recopilación de estadísticas y demás
información pertinente sobre las causas, consecuencias y frecuencia de la
violencia contra la mujer, con el fin de evaluar la eficacia de las medidas
para prevenir, sancionar y eliminar la violencia contra la mujer y de formular
y aplicar los cambios que sean necesarios (…)".
La CIDH examinó los principios consagrados en la Convención de Belém
do Pará en su informe de fondo sobre el caso de Maria da Penha Maia
Fernandes, presentado por una víctima de violencia doméstica en Brasil al
convertirse trágicamente en parapléjica como consecuencia del abuso
físico y los atentados de homicidio perpetrados por su esposo, a pesar de
haber presentado varias denuncias ante el Estado. En la resolución de este
caso, la Comisión aplicó por primera vez la Convención de Belém do Pará
y decidió que el Estado había menoscabado su obligación de ejercer la
debida diligencia para prevenir, sancionar y erradicar la violencia
doméstica, al no condenar y sancionar al victimario durante 15 años.
En dicho caso, al encontrar violaciones de los artículos 8 y 25 de la
Convención Americana, así como del artículo 7 de la Convención de Belém
do Pará, la CIDH estableció entre los principios más importantes, que la
obligación de los Estados frente a casos de violencia contra las mujeres,
incluye los deberes de procesar y condenar a los responsables, así como
el deber de "prevenir estas prácticas degradantes". En la presencia de
"procesos claros y determinantes elementos de prueba" para completar un
juzgamiento, no deben existir retardos injustificados en la toma de
decisiones y se debe completar rápida y efectivamente el proceso penal".
La CIDH estableció que la inefectividad judicial antes casos de violencia
contra mujeres crea un ambiente de impunidad que facilita la violencia "al
no existir evidencias socialmente percibidas de la voluntad y efectividad del
Estado como representante de la sociedad, para sancionar esos actos".
En el contexto de este informe, la Comisión emitió una serie de
recomendaciones concretas orientadas a la reparación del daño sufrido por
la víctima y la eliminación de la tolerancia estatal frente a la violencia. Entre
los principios incorporados en las recomendaciones se encuentran: la
necesidad de adoptar medidas de capacitación y sensibilización destinadas
a funcionarios judiciales y policiales especializados para que comprendan
la importancia de no tolerar la violencia contra las mujeres y programas
educativos para la población en general; la necesidad de simplificar los
procedimientos judiciales penales para poder reducir los tiempos
procesales sin afectar los derechos y garantías de debido proceso; e
incrementar el número de instancias en las que las víctimas de violencia
pueden interponer denuncias.
Igualmente, la CIDH ha establecido que en relación a casos de violencia
contra las mujeres, el derecho a un recurso judicial efectivo contenido en el
artículo 25 de la Convención Americana, interpretado junto con las
obligaciones contenidas en los artículos 1.1 y 8.1, debe entenderse como
"el derecho de todo individuo de acceder a un tribunal cuando alguno de
sus derechos haya sido violado ‑-sea éste un derecho protegido por la
Convención, la Constitución o las leyes internas del Estado-‑ de obtener
una investigación judicial a cargo de un tribunal competente, imparcial e
independiente en la que se establezca la existencia o no de la violación y
se fije, cuando corresponda, una compensación adecuada"[51]. La CIDH
ha identificado la investigación como una etapa crucial en casos de
violencia contra las mujeres, y ha afirmado que "no se puede sobrestimar
la importancia de una debida investigación, ya que las fallas a ese respecto
suelen impedir u obstaculizar ulteriores esfuerzos tendientes a identificar,
procesar y castigar a los responsables".
Las obligaciones comprendidas en los artículos 8 y 25 de la Convención
Americana y 7 de la Convención de Belém do Pará pertinentes a los
procesos de investigación, juzgamiento y reparación de violaciones a los
derechos humanos, pueden analizarse a la luz de la jurisprudencia del
sistema interamericano destinada a proteger los derechos humanos de
todas las personas bajo la jurisdicción de un Estado. En concordancia,
cuando la Corte Interamericana y la CIDH evalúan la efectividad de
procesos judiciales internos para remediar violaciones a los derechos
humanos, su examen considera los procesos en su totalidad, incluyendo
decisiones tomadas a diferentes niveles, para determinar si todos los
procedimientos y la manera en que la evidencia fue producida fueron justos.
La jurisprudencia del sistema interamericano ha reiterado que la ausencia
de una investigación y sanción constituye un incumplimiento de la
obligación del Estado de garantizar el libre y pleno ejercicio de los derechos
humanos de las víctimas y de sus familiares, y respecto de la sociedad para
conocer lo ocurrido. El precedente interamericano ha destacado la
importancia de realizar una investigación inmediata, exhaustiva, seria e
imparcial ante violaciones de derechos humanos. La Corte ha establecido
que la investigación se debe efectuar:
con seriedad y no como una simple formalidad condenada de antemano a
ser infructuosa. Debe tener un sentido y ser asumida por el Estado como
un deber jurídico propio y no como una simple gestión de intereses
particulares, que dependa de la iniciativa procesal de la víctima o de sus
familiares o de la aportación privada de elementos probatorios, sin que la
autoridad pública busque efectivamente la verdad.
La CIDH ha establecido que la investigación debe llevarse a cabo de
manera inmediata, exhaustiva, seria e imparcial y debe estar orientada a
explorar todas las líneas investigativas posibles que permitan la
identificación de los autores del delito, para su posterior juzgamiento y
sanción. El Estado puede ser responsable por no “ordenar, practicar o
valorar pruebas” que pueden ser fundamentales para el debido
esclarecimiento de los hechos.
El deber de debida diligencia para prevenir situaciones de violencia, sobre
todo en el contexto de prácticas extendidas o estructurales, impone a los
Estados el correlativo deber de vigilar la situación social mediante la
producción de información estadística adecuada que permita el diseño y la
evaluación de las políticas públicas, así como el control de las políticas que
se implementen por parte de la sociedad civil. En tal sentido, la obligación
del artículo 7 inciso B de la Convención de Belém do Pará debe ser
interpretada en conjunción con la obligación establecida en el artículo 8
inciso H de garantizar la investigación y recopilación de estadísticas y
demás información pertinente sobre las causas, consecuencias y
frecuencia de la violencia contra las mujeres, con el fin de evaluar la eficacia
de las medidas para prevenir, sancionar y eliminar la violencia contra las
mujeres y de formular e introducir los cambios necesarios.
Dado el relevante interés público de la información estadística vinculada al
problema de la violencia contra las mujeres, los Estados deben contar con
mecanismos legales y administrativos apropiados para garantizar un amplio
acceso a esa información, estableciendo vías de difusión de la misma y
promoviendo el debate y el escrutinio público de las políticas que se
implementen en este ámbito.
Asimismo, las expertas y los expertos internacionales han identificado una
serie de principios que pueden guiar y ser incorporados en cualquier
sistema de recopilación de información diseñado a nivel nacional en las
Américas para reunir estadísticas sobre incidentes de violencia contra las
mujeres. Los organismos estatales encargados de recopilar estadísticas a
nivel nacional y los ministerios como los de Justicia y Salud, desempeñan
un papel clave en la identificación de estándares y metodologías sobre la
forma de recopilar información, y de asegurar que ésta se obtenga de
manera consistente y con la debida frecuencia y que se difunda efectiva y
prontamente. Las actividades de recopilar información por parte de los
Estados deben llevarse a cabo en colaboración y consulta con diversos
sectores que cuentan con información clave, incluidas las víctimas, sus
comunidades, centros y entidades estatales que se encargan del tema, el
sector académico, organismos internacionales y organizaciones de la
sociedad civil. Es imprescindible institucionalizar la colaboración entre los
productores de estadísticas y los usuarios.
Existen una serie de organizaciones internacionales y regionales como la
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y otros
organismos de las Naciones Unidas que han formulado una serie de
indicadores sobre violencia y discriminación contra las mujeres y han
preparado valiosos estudios sobre estos fenómenos, que constituyen
herramientas útiles para los Estados en esta esfera. Los esfuerzos deben
ser transparentes y la seguridad y la privacidad de las víctimas debe
constituir una prioridad. La información recabada debe ser accesible a las
víctimas, a la sociedad civil y al público en general, en un formato sensible
a una diversidad de audiencias.

Debida diligencia y acceso a la protección judicial

Tanto la Corte Interamericana como la CIDH han afirmado reiteradamente


que la investigación de casos de violaciones de los derechos humanos, que
incluye los casos de violencia contra las mujeres, deben llevarse a cabo por
autoridades competentes e imparciales. Cuando tales investigaciones no
son llevadas a cabo por autoridades apropiadas y sensibilizadas en materia
de género o estas autoridades no colaboran entre sí, se registran retrasos
y vacíos clave en las investigaciones, que afectan negativamente el futuro
procesal del caso.
En cuanto a las evidencias que deben examinarse en casos de violencia,
los principios internacionales afirman que como mínimo se deben recopilar
y analizar todas las pruebas materiales y documentales y las declaraciones
de los testigos. Ello ha sido afirmado por la CIDH en casos de muertes
sospechosas. Asimismo, las personas a cargo de la investigación deben
tener acceso a la escena del crimen. En el caso de homicidios, se deben
efectuar las autopsias adecuadas y se deben preservar evidencias
específicas en caso de sospecha de violencia sexual.
También son revelantes para el análisis de este informe las obligaciones
contraídas por los Estados en el ámbito internacional, que detallan las
obligaciones frente a las víctimas de violencia contra las mujeres en materia
judicial. Por ejemplo, la Declaración de las Naciones Unidas Sobre Todas
las Formas de Violencia contra la Mujer consagra en su artículo 4 que los
Estados deben actuar con la debida diligencia para prevenir e investigar
todo acto de violencia contra las mujeres que sea perpetrado tanto por el
Estado como por particulares. Asimismo establece que deben incorporarse
en la legislación nacional "sanciones penales, civiles, laborales y
administrativas" para sancionar y reparar los actos infligidos. Igualmente,
la Plataforma de Acción de Beijing, adoptada por la Cuarta Conferencia
Mundial sobre la Mujer en 1995, estipula en su párrafo 124 (d) que los
Estados deben adoptar medidas para garantizar que las mujeres víctimas
de violencia puedan acceder a recursos efectivos y justos, que incluyan
compensación e indemnización. Por su parte, la Relatoría de las Naciones
Unidas ha descrito recientemente los parámetros de la obligación de debida
diligencia como sigue:
hay determinados principios básicos subyacentes en el concepto de la
debida diligencia. El Estado no puede delegar su obligación de proceder
con la debida diligencia, ni siquiera en situaciones en que algunas
funciones son asumidas por otro Estado o por un agente no estatal. El
Estado territorial, o el Estado que ejerza jurisdicción o control efectivo en el
territorio, es en último término responsable de garantizar el cumplimiento
de las obligaciones de la debida diligencia. Este tema está relacionado con
el concepto de que la debida diligencia puede implicar obligaciones
extraterritoriales para los Estados que ejercen jurisdicción y control efectivo
en otros territorios.
De estos instrumentos, la CEDAW es particularmente importante, ya que
fue diseñada con el objeto de promover la igualdad de jure y de facto entre
mujeres y hombres en el ejercicio de sus derechos humanos y libertades
fundamentales. La CEDAW define la discriminación contra las mujeres de
manera amplia en su artículo 1:
Toda distinción, exclusión o restricción basada en el sexo que tenga por
objeto o por resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o
ejercicio por la mujer, independientemente de su estado civil, sobre la base
de la igualdad del hombre y de la mujer, de los derechos humanos y las
libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural
y civil en cualquier otra esfera.
Esta definición comprende toda diferencia de tratamiento basada en el sexo
que intencionalmente o en la práctica coloque a las mujeres en una
situación de desventaja, e impida el pleno reconocimiento de sus derechos
humanos en las esferas públicas y privadas. Como se ha mencionado
anteriormente, el Comité que vigila el cumplimiento de la CEDAW ha
establecido que la definición de la discriminación comprendida en la
Convención incluye la violencia contra las mujeres.
Recientemente, la Corte Europea de Derechos Humanos estableció el
principio de que los Estados deben considerar el conjunto de evidencias y
el contexto en el que ocurre una violación sexual, no sólo evidencias
directas de la existencia de resistencia física por parte de la víctima, para
efectivamente investigar y sancionar casos de violencia sexual[68]. En el
caso de MC. v. Bulgaria, la Corte estableció la responsabilidad internacional
del Estado de Bulgaria al haber cerrado una investigación criminal
pertinente a un caso de violencia sexual contra una menor de edad, de 14
años, al no encontrar evidencias del uso de la fuerza o resistencia física
durante la agresión. La Corte razonó que las autoridades fallaron en
considerar todas las circunstancias que pudieron haber inhibido la
resistencia física por parte de la víctima en este caso, considerando la
particular vulnerabilidad de una menor de edad en casos de violación y el
ambiente de coerción creado por el agresor. La Corte expresó que:
Aunque en la práctica puede ser difícil probar la falta de consentimiento en
la ausencia de prueba “directa” de una violación, como trazos de violencia
o testigos directos, las autoridades deben explorar todos los hechos y
decidir en base a una evaluación de todas las circunstancias relacionadas.
La investigación y sus conclusiones deben centrarse en el aspecto de la
falta de consentimiento [traducción de la Secretaría].
Al respecto, los instrumentos internacionales de derechos humanos
establecen que la recopilación de evidencias físicas en los casos debe ser
efectuada por especialistas capacitados en el tipo de violencia que se está
investigando, y preferiblemente deben ser del mismo sexo de la víctima.
En todo momento, la cultura de la víctima y el contexto en el que se produjo
la violencia deben tomarse en consideración y de ser necesario un
intérprete, éste debe hacerse disponible y no ser un funcionario público.
En torno a las actuaciones de los funcionarios judiciales, se ha destacado
internacionalmente la importancia de un poder judicial que emita decisiones
de manera imparcial e independiente de interferencias de cualquier
naturaleza, tanto directas como indirectas. Sobre el comportamiento de los
fiscales, se estipula que deben evadir cualquier tipo de discriminación en
su trabajo en base a consideraciones políticas, sociales, religiosas,
raciales, culturales y sexuales. Igualmente, se afirma el deber de los
gobiernos de poner a disposición de todas las personas a lo largo del
territorio nacional y sujetos bajo su jurisdicción, sin distinción alguna,
abogados y servicios legales destinados a personas en situación de
desventaja económica y social. Los funcionarios encargados de hacer
cumplir la ley deben ejercer sus deberes sirviendo a su comunidad y
protegiendo a todas las personas contra actos ilegales, respetando así los
derechos humanos de todas las personas. Igualmente se ha afirmado el
deber de la policía de tener como consideración prioritaria la seguridad de
la víctima y sus familiares en las decisiones relacionadas con el arresto y
detención del agresor. Por su parte, el Estado debe determinar
responsabilidades y sancionar, cuando la policía no actúa en concordancia
con el marco normativo.
Igualmente, los instrumentos internacionales destacan una serie de
principios que deben guiar las actuaciones de la administración de la
justicia en el tratamiento de las víctimas de violencia contra las mujeres.
Las Reglas de Procedimiento y Prueba de la Corte Penal Internacional
establecen que deben tomarse en cuenta las necesidades específicas de
las víctimas de violencia sexual para facilitar su participación y testimonio
en el proceso penal, y deben tener un acceso completo a la información
sobre el proceso. Por otra parte, una serie de instrumentos internacionales
de protección contra la tortura y otros tratos crueles, inhumanos y
degradantes, destacan la importancia de proteger la salud mental y física
de las víctimas durante la duración del proceso penal, incluyendo la etapa
de investigación, un principio que puede ser aplicado por la CIDH a casos
de violencia contra las mujeres para evitar la revictimización de la
agraviada. En general, durante el proceso penal, deben adoptarse medidas
de protección para proteger la seguridad, la privacidad y la intimidad de las
víctimas. Igualmente debe proporcionarse a las víctimas información sobre
sus derechos y la forma de ejercerlos dentro del proceso penal, en todas
las fases de éste.
En cuanto al tipo de pruebas que son admisibles en casos de violencia
sexual, las Reglas de Procedimiento y Prueba de la Corte Penal
Internacional se han pronunciado sobre la importancia de no inferir
consentimiento por parte de la víctima en casos de violencia sexual, por el
ambiente de coerción que puede crear el agresor y una diversidad de
factores que pueden inhibir a una víctima de resistir físicamente a su
agresor[82]. Igualmente, se ha señalado que son inadmisibles las
evidencias de la conducta sexual previa de la víctima.
La obligación de los Estados fijada por el artículo 7 inciso D de la
Convención de Belém do Pará, de adoptar medidas jurídicas para conminar
al agresor a abstenerse de hostigar, intimidar, amenazar, dañar o poner en
peligro la vida de las mujeres en cualquier forma que atente contra su
integridad o perjudique su propiedad, debe ser interpretada como un
aspecto particular de la obligación de garantizar el acceso a mecanismos
idóneos y efectivos de protección judicial conforme lo dispone el artículo 25
de la Convención Americana. En tal sentido, una dimensión particular del
derecho a la protección judicial, consiste en el derecho a acceder a una
tutela cautelar efectiva. El artículo 8 inciso D de la Convención de Belém
do Pará indica algunos componentes del tipo de recursos cautelares que
los Estados tienen el deber de proporcionar en casos de violencia contra
las mujeres, tales como servicios especializados apropiados para la
atención, refugios, servicios de orientación para toda la familia, servicios de
custodia y cuidado de los menores afectados. Ello, además de recursos
judiciales de índole cautelar para conminar al agresor a cesar en sus
acciones y proteger la integridad física, la libertad, la vida y la propiedad de
las mujeres agredidas.
En su Informe sobre la Situación de Defensoras y Defensores de los
Derechos Humanos en las Américas, la CIDH estableció algunos principios
generales que deben regir las acciones de tutela cautelar en los Estados.
La Comisión manifestó entonces:
1. Así, el derecho a la protección judicial crea en los Estados la obligación
de establecer y garantizar recursos judiciales idóneos y efectivos para la
protección cautelar de los derechos, entre ellos, la vida y la integridad física
en el ámbito local. Varias legislaciones nacionales han adoptado estos
recursos a través de figuras tales como habeas corpus, amparos, acción
de tutela, writ of injunction, mandados de securança o medidas de
protección de personas, etc.
2. Dada la naturaleza especial de estos recursos, en virtud de la urgencia
y la necesidad en la que éstos deben actuar, algunas características
básicas son necesarias para que éstos puedan considerarse idóneos en el
sentido en que lo han establecido la Comisión y la Corte. Entre estas
características se encuentran, por ejemplo, que los recursos sean sencillos,
urgentes, informales, accesibles y tramitados por órganos independientes.
Asimismo, es necesario que las personas cuenten con la posibilidad de
acceder a las instancias judiciales federales o nacionales cuando se
sospecha parcialidad en la actuación de los órganos estatales o locales.
Igualmente, es necesaria una amplia legitimación activa de estos recursos,
tal que permita que los mismos puedan ser promovidos por familiares u
órganos públicos como fiscales o defensores públicos, o defensores del
pueblo en representación de las personas amenazadas, sin requerir su
firma. También es conveniente que tales recursos puedan tramitarse como
recursos individuales e igualmente como acciones cautelares colectivas,
esto es, para proteger a un grupo determinado o determinable conforme a
ciertos parámetros, afectado o bajo situación de riesgo inminente. Además,
debe preverse la aplicación de medidas de protección en consulta con los
afectados y con cuerpos de seguridad especiales distintos de aquellos de
los que se sospecha, entre otras previsiones.
3. En este sentido, por tratarse de acciones de protección de derechos
fundamentales en casos urgentes, la ritualidad de las pruebas no debería
ser la misma que se exige en los procesos ordinarios, pues se trata de que
en un breve lapso de tiempo se adopten las medidas conducentes para la
protección inmediata de los derechos amenazados. Por ejemplo, mientras
que en derecho penal una amenaza contra la vida sólo se configura con la
iniciación de la etapa ejecutiva del delito, en materia cautelar la protección
del derecho a la vida debería incluir la protección contra todo acto que
amenace dicho derecho, no importa la magnitud o el grado de probabilidad
de la amenaza con tal de que ella sea cierta.
Asimismo se ha afirmado internacionalmente el derecho de las víctimas de
violaciones de sus derechos humanos a obtener una reparación
"adecuada, efectiva y rápida" ante los actos perpetrados, proporcional al
daño sufrido. Esta debe ser integral y debe incluir las garantías de
restitución, indemnización, rehabilitación, satisfacción y no repetición.

Calidad de atención para garantizar el acceso a la justicia de las


mujeres desde la actuación policial
Pese a existir cambios normativos importantes para abordar la violencia
contra las mujeres, los operadores de justicia y de la seguridad no cuentan
aún con mecanismos suficientes que aborden la atención de la violencia de
género de manera integral y tampoco disponen de instrumentos (hojas de
ruta) especializados en todos los niveles de actuación policial. Esto se debe
a que existen vacíos desde el primer nivel de atención (Línea de
Emergencia 105) y DIVEME (División de Emergencia) que consideren los
intereses y necesidades propias de las mujeres de acuerdo a las brechas
entre los roles de género.
Por ello, es importante generar cambios normativos y técnicos que permitan
mejorar los niveles de atención y prevención de la violencia contra mujeres.
Asimismo, es vital generar cambios de comportamiento y prácticas
favorables a los derechos humanos y la igualdad de género, poniendo
énfasis en nuevos criterios de atención que garanticen la no discriminación.
En el marco de estos objetivos presentamos este Protocolo de Atención y
Hoja de Ruta Policial, el cual pretende mejorar la actuación policial con la
finalidad generar un proceso de articulación interno entre las dependencias
de la PNP comprometidas en la atención de casos de violencia contra la
mujer en sus diversas manifestaciones, dentro de las cuales se consideran
tres niveles de atención: Línea de Emergencia 105, Apoyo Motorizado
(patrulleros y motos) y la atención del caso u ocurrencia que culmina en la
comisaría Especializada de Familia o Sección de Familia de las Comisarías
Básicas con un atestado policial; preservando los derechos de las
personas, la integridad física, psicológica y/o sexual, mejorando los niveles
de derivación de casos para un adecuado tratamiento de las víctimas,
investigación policial y acceso a la justicia.
El Protocolo de Atención y Hoja de Ruta Policial (TEXTO COMPLETO EN
LA SECCION ANEXOS se ha elaborado desde el 31 de octubre de 2012,
con la colaboración del Coronel PNP Luis Sanguineti Novaro de la
DIFARPASEC y su equipo técnico. Asimismo, han colaborado en todo
momento la Región Policial Lima y Región Policial Callao. El primer taller
realizado en el Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán para iniciar la
elaboración del presente Protocolo contó con la presencia de 40 efectivos
de las comisarías de Lima Metropolitana, comisarías de familia y divisiones
de familia, comisarías del Callao y de la Línea de Emergencia 105.
Posteriormente se desarrollaron dos talleres para continuar con la
elaboración del presente protocolo. Participaron 50 efectivos policiales de
la Línea de Emergencia 105, Radio Patrulla, Escuadrón de Emergencia,
divisiones de familia y comisarías de Lima Metropolitana. En aquella
oportunidad, se revisaron las propuestas elaboradas en torno a la violencia
familiar, violencia sexual, hostigamiento sexual, pandillaje y drogas, trata
de personas, bullying, etc. Se consideró la necesidad de hacer protocolos
con enfoque de género para el primer, segundo y tercer nivel de atención e
intervención policial.
Este esfuerzo de trabajo conjunto forma parte de un proceso de intercambio
de experiencias entre la policía de Montreal y la policía peruana, propiciado
en todo momento por el Centro Internacional para la Prevención de la
Criminalidad (CIPC), contando con el apoyo de la cooperación del gobierno
canadiense.
Finalmente se presentaron las propuestas de protocolos sistematizados por
el equipo técnico de la Dirección Ejecutiva de Seguridad Ciudadana.
Participaron en dicho evento 50 representantes de la PNP, altos mandos
del Estado Mayor de la PNP, representantes de la Región Policial Lima, de
la Línea de Emergencia105, Radio Patrulla, Escuadrón de Emergencia,
DIVEME, Fuerzas Especiales y efectivos policiales de las comisarías de
Lima Metropolitana y las divisiones de familia. Se contó además con
especialistas del Ministerio del Interior, Defensoría del Pueblo y
representantes de la Cooperación del Gobierno de Canadá y periodistas.
A fin de culminar el proceso de elaboración del Protocolo de Atención, el
equipo técnico de la Dirección Ejecutiva de Seguridad Ciudadana y de la
Dirección de Protección de la Familia y Personas Vulnerables (Comandante
PNP Psicóloga Gladys Elizalde Moncada y el SOB PNP Sociólogo Remigio
Murillo Zegarra) sostuvieron reuniones de trabajo internas con el equipo de
profesionales del Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán para incluir
recomendaciones realizadas por la doctora Imelda Julia Tumialán Pinto
(Jefa del Programa de Protección y Promoción de Derechos en
Dependencias Policiales de la Defensoría del Pueblo) y aportes de la
doctora Norma Rojas (Asesora de la Dirección de Derechos
Fundamentales del Ministerio del Interior).
Este protocolo es un documento que recoge el sentir y aportes de cada uno
de los efectivos policiales que participaron en la elaboración de tan
importante instrumento y servirá para mejorar la actuación policial frente a
casos de violencia de género, violencia familiar, violencia sexual y actos
contra la seguridad ciudadana y criminalidad ejercida contra mujeres y
jóvenes en el Perú
ANEXOS
IMPRIMIR SIGUIENTES ARCHIVOS

 LEY N° 30364.DOCX

 Decreto Supremo que aprueba el Reglamento de la Ley Nº


30364.DOCX

 GUIA_DE_PROCEDIMIENTO-PNP.PDF

 Protocolo_PNP_Final.PDF

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