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Introducción
En la clase anterior, hemos estado hablando acerca de los celos, en su concepción positiva, en cuanto
a la sana demostración de compromiso y cuidado. Sin embargo, todos conocemos la parte negativa
de los celos. Es por eso que hoy continuaremos viendo este tema, relacionado al ámbito de la iglesia y
por supuesto, cuál es la solución para terminar con este enemigo del alma que tanto puede
afectarnos.
Muchas veces nos encontramos con que hay celos entre los hermanos. Las causas son diversas.
Vamos a considerar dos de las posibles:
a. Celos porque dios bendice a mi hermano más que a mí (podemos llamar a esto,
envidia)
Al respecto nos dice el Señor: “¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O
tienes tú envidia porque yo soy bueno?” Mateo 20:15. ¡Cuidado cuando nos ponemos
mal porque Dios le da a mi hermano una pareja, una casa, un auto, etc!
A veces un hermano es reconocido por los demás (la congregación, el pastor), por el don
que el Señor le ha dado, y ello provoca celos en algunos.
Así le ocurría a Pablo cuando predicaba con la sabiduría que Dios le había dado. En esos
momentos el pueblo atendía mucho a sus palabras y esto despertaba los celos de los
religiosos del momento (Hechos 5:17; 13:45; 17:5).
Otros ejemplos:
El rey Saúl y sus celos hacia David, por el favor del pueblo,
Los hermanos de Jacob hacia él, porque su padre se amaba mucho (1 Samuel
18:6-16 y Génesis 37:1-11).
I. Admitir que es pecado lo que sentimos. El celoso difícilmente querrá admitir que lo es,
no debemos excusarnos diciendo “soy celoso/a porque quiero…” o “si no me
importaras, no sería celoso/a…” y similares. Si vemos delante de Dios con sinceridad que
los celos nos dominan y causan daño, debemos confesarlo.
IV. Reprender de nuestras vidas al temor y confiar en que el Señor guardará nuestras
relaciones en armonía.
V. Perdonar a todos los que nos han fallado y permitir que Dios quite de nosotros toda
herida vieja.
Debemos considerar la manera adecuada de ayudar al celoso, sea nuestro cónyuge o tal vez un
conocido.
Conclusión:
Por tanto, debemos recordar que no hay que compararse con los hermanos en la iglesia. Cada
uno, corre su propia carrera y es moldeado de acuerdo al propósito que Dios ha diseñado para
cada uno. Si el Señor está bendiciendo a otro, no nos da derecho a sentir malestar, sino más
bien debemos desarrollar la gratitud por la respuesta de Dios con esa persona y claro está,
también prepararnos con expectativa acerca de lo que Dios también hará en nuestra propia
vida.
Asimismo, debemos practicar los remedios para los celos mencionados y ayudar a quien
estamos viendo que sufre a nuestro alrededor. Dios desea que seamos libres de todo enemigo
del alma!
Año 2015
Iglesia “Rey de Reyes”
Pastores Claudio y Betty Freidzon