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Colegio Lincoln - 5to año – Filosofía – Prof.

Franco Vidal

Michel Foucault: el poder y el sujeto

En su breve escrito, ¿Qué es la Ilustración?, Kant explica lo que significa estar viviendo en esa época, en
ese presente. La ilustración (siglo XVIII en Europa) se trata, antes que de una época, de una actitud, que es la que
marca a la época: es la actitud de animarse a pensar por sí mismo, para salir de la minoría de edad de la razón, es
decir, para dejar de “ser pensado” por otros. La actitud de “ilustrar” viene de la palabra latina ilustrare, que quiere
decir iluminar, sacar a la luz, purificar mediante la luz. ¿Purificar qué? Los vicios y errores de la razón, debido a
siglos y siglos de supeditación a normas externas, y a creencias metafísicas infundadas (mitos, religiones, filosofías
dogmáticas, sentido común que repite de forma a-crítica). Esa luz no era para Kant otra cosa que la razón en su uso
público, es decir, en su uso crítico en relación al presente político e histórico. Pero para Kant había un límite
irrebasable: el uso público de la razón, el de los “doctos”, es decir, expertos, ilustrados, educados, científicos, que
buscan contribuir al saber de la humanidad, sólo puede ejercerse en un espacio acorde, que lo permita. Kant daba
el ejemplo del sacerdote, que, en cuanto tal, debe oficiar la misa, sin cuestionar el dogma de la Iglesia, por ejemplo.
Pero luego, en los salones de discusión científica y filosófica, propios de la época, el sacerdote podía criticar y pensar
los buenos y malos ejercicios institucionales al que pertenece en su uso privado de la razón. Podría decirse que esos
sectores en donde es posible ejercer el pensamiento crítico se da al mismo tiempo el uso público y privado de la
razón (porque el motivo de dichos espacios de crítica, lo que hace al “trabajo” dentro de los mismos, es justamente
hacer uso de la razón pública). Por esto, si ejercer el pensamiento crítico, para Kant, significa criticar el presente en
el que vivimos y sus instituciones, mediante el uso público de la razón, ello sólo es posible luego de obedecer, luego
de cumplir con el uso privado de
la razón, es decir, lo que
requiere el trabajo de cada cual,
en el marco de la obediencia a
las instituciones a las que se
pertenece y los límites que
impone.
Ahora bien, M. Foucault
(1926 – 1984) retoma esta
actitud crítica de la razón1, que
aparecía como central en Kant,

1 “Mi problema no es –dice Foucault– condenar la razón, sino determinar la naturaleza de esta racionalidad que es compatible con la
violencia. No es la razón en general lo que yo combato. No podría combatir la Razón.”

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aunque se niega a aceptar que haya que obedecer indefectiblemente a las instituciones que nos gobiernan, o a la
“gubernamentalidad”, es decir, a las múltiples configuraciones dadas entre el saber, el poder y la subjetividad que
son puestas en práctica en las instituciones. Estos mecanismos buscan accionar sobre los individuos como
individuos pero también como formando parte de poblaciones. Poblaciones que requerían, en la Modernidad, de la
formación de individuos aptos para el trabajo, con un ritmo de vida “normal”, y dóciles en relación al acatamiento de
las leyes. Si para Kant había que separarse del modo en que somos pensados por otros, para Foucault, a eso debe
sumársele la tarea de separarse del modo en que somos gobernados por otros, el modo en que nos vuelven personas
“aptas y dóciles”. Para Foucault, se trata de tomar las riendas de mi propia vida y hacerla una obra de arte, a mi
medida, bajo mis normas, mis proyectos, sin descuidar los derechos del otro. Pero sin descuidar, tampoco, de que
querer ser quien quiero ser, implica, necesariamente, disciplina, trabajo, estoicismo. La actitud crítica, según
Foucault, consiste en criticar tales configuraciones2 dadas entre el saber, el poder y la subjetividad. Pues dichas
formas poseen una historia que se puede rastrear, una historia marcada por la violencia. Para Foucault, el saber y
el poder imponen su fuerza recíproca en el modo en el que “producen” a las personas. Volviendo a la Ilustración, por
ejemplo, el saber de los ilustrados se convertía en fuente de poder; a partir de finales de la edad media y, sobre todo
en la Modernidad, con la ciencia como paradigma de conocimiento, el experto, el docto, el universitario, comienza a
formar parte de la clase de los “intelectuales”, cuyos discursos (saber) permitía el ejercicio de ciertos poderes,
legitimados por el concepto de “verdad”. Su saber legitimaba el ejercicio del poder, que a su vez buscaba reafirmar
la condición de “alta cultura” de aquel saber, y así sucesivamente. Cabe preguntarnos seguir preguntándonos cómo
se legitimaba dicho poder, quién lo convertía en la natural consecuencia del saber. Lo cierto es que el intelectual dis-
ponía y sigue dis-poniendo la configuración institucional, por ejemplo, de la escuela, que es un invento de ésta época
de la Modernidad que estamos retratando. Entonces, el saber de unos pocos determina y configura (ejercicio del
poder) el molde ético y moral en el que se relacionan unos-muchos (los sujetos). Así, las personas son moldeadas
por esas relaciones de poder establecidas. En ese moldeamiento, la persona se vuelve sujeto, porque está sujetada
a esas configuraciones que le son impuestas. Son configuraciones o estructuras que tienen que ver con la imposición
de reglas sobre el cuerpo y el espíritu.
Foucault reconoce que en gran parte de sus obras se ha enfocado sobre el tema del poder, y no en qué es
eso del poder en un nivel conceptual, sino en sus “efectos” o mecanismos observables, experienciales. Para
Foucault, siempre que hay una resistencia, es decir, siempre que hay cierto tipo de sufrimiento en las personas, es
porque hay poderes de fondo actuando, bajando desde arriba y desde todos lados, patrones de conducta, de

2 “La crítica se atribuye el derecho de interrogar a la verdad acerca de sus efectos de poder y al poder acerca de sus discursos de verdad”.

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moralidad, formas de humanidad que se nos dice, hay que cumplir. La tarea de la crítica es rastrear tales
configuraciones de poder, describirlas. Se trata, toda su obra, de una filosofía de la libertad.
Afirma Foucault:

Quisiera decir en primer lugar cuál ha sido la finalidad de mi trabajo durante estos últimos veinte años.
No ha sido analizar los fenómenos de poder, ni sentar las bases para tal análisis. Busco más bien
producir una historia de los diferentes modos de subjetivación de los seres humanos en nuestra
cultura; he tratado, desde esta óptica, de los tres modos de objetivación que transforman a los seres
humanos en sujetos. Primeramente, están los diferentes modos de investigación que buscan acceder
al estatuto de ciencia: pienso, por ejemplo, en la objetivación del sujeto que habla en la gramática
general, filología y lingüística. O bien, y siempre en este primer modo, la objetivación del sujeto
productivo, del sujeto que trabaja, en la economía y el análisis de riquezas. O también, para dar un
tercer ejemplo, la objetivación por el mero hecho de ser un ser vivo, en historia natural o biología. En
la segunda parte de mi trabajo, he estudiado la objetivación del sujeto en lo que llamaré las prácticas
escindientes [pratiques divisantes]. El sujeto es dividido en el interior de sí mismo o dividido de los
otros. Este proceso hace de él un objeto. La partición entre loco y hombre juicioso, enfermo e individuo
sano, criminal y «buen chico», ilustra esta tendencia. Finalmente, he buscado estudiar —y éste es mi
trabajo en curso— el modo en que el ser humano ha aprendido a reconocerse como sujeto de una
"sexualidad".3

Hay, entonces, para Foucault, tres maneras en las que los seres humanos son transformados en sujetos. Primero,
las ciencias del hombre: a partir del siglo XVII, en Europa, se comienza a profundizar el estudio del ser humano
como objeto empírico, es decir, como cosa a develar en su funcionamiento como un ser que habla, que trabaja y
que tiene un cuerpo (lingüística, economía y biología), o sea, como cosa cuyo funcionamiento puede ser explicado
mediante leyes. Las leyes científicas poseen un estatuto de poder, incluso en nuestra actualidad. Las leyes
científicas, se suele decir, son verdades irrefutables, siempre verdaderas, en todo lugar. Así, lo que dirá un científico
acerca de cómo funciona el cerebro humano, por ejemplo, será “verdadero” porque hemos aprendido que lo que
dice el científico es verdadero. Sin embargo, tal objetivación de la persona humana, que es la primera manera de
volverla sujeto (sujetada a tales saberes), ha sido la justificación teórica para implementar las prácticas divisorias de
las que habla Foucault en la segunda forma de subjetivación. Para dividir a las personas entre sanas e insanas,

3 En “El sujeto y el poder”.

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entre cuerdos y locos, entre sexualidad “natural” o “antinatural”, entre criminales y chicos de “buena familia”, o “chicos
de bien”, es necesario cierto criterio, el de la normalidad, que impone una idealización de lo que el sujeto humano
debe ser. Quien no lo sea, debe corregirse, debe ser encausado hacia dicha forma. Ahí es donde encuentran su
razón de ser las instituciones modernas: la escuela, la cárcel, el hospital, la fábrica. Son todas instituciones nacidas
en la Modernidad en la forma en la que las conocemos incluso hoy en día: un espacio que atrapa el tiempo de las
personas y que busca la modificación de las mismas hacia lo que ha sido determinado de ante mano como el sujeto
normal y apto para lo que se espera en cada una de las instituciones. En cada una de ellas se espera formar un
tipo de persona y no otra. Estas formaciones dependen de diferenciaciones que son la condición de las relaciones
de poder, y al mismo tiempo, su resultado. Las sociedades parten de diferenciaciones en relación a los privilegios,
económicas, culturales, lingüísticas, en la competencia, etc., que buscan reproducirse frente a las libertades reales
que se oponen (o no) como resistencia.
Por último, Foucault entiende que la sexualidad es la otra forma de volverse sujeto. Con esto quiere decir
que es el campo por excelencia en el que la persona se vuelve objeto de observación para sí misma, se vuelve
sujeto de sí misma, de experimentación y pensamiento. Quien quiera conocerse debe entenderse en sus afectos,
en su corporalidad, en su sexualidad, en sus relaciones eróticas con los otros y consigo mismo, en tanto sujeto de
deseo. Quien quiera entenderse se vuelve objeto para sí mismo. Y en esa objetivación se produce una subjetivación,
una ligazón del yo para consigo mismo.

¿Cómo funciona el poder?

Según M. Morey, en el prólogo a Foucault, M. Un diálogo sobre el poder y otras conversaciones, menciona
cinco postulados que definen al poder, pero no desde la pregunta de “¿qué es el poder?”, sino “¿cómo funciona?”.
A continuación se comentan un poco estos cinco postulados:

 Postulado de la Propiedad (según el cual el poder es algo que posee la clase dominante): el poder
no se posee, se ejerce. No es una propiedad, es una estrategia: algo que está en juego. La idea de que el poder es
algo que posee la clase dominante (marxismo) o que es el Estado (legalismo) resulta insuficiente. No es que tal
ejercicio del poder no exista, no es que el poder no venga de arriba hacia abajo, sino que se despliega, a su vez,
constantemente, de abajo hacia arriba y de modo horizontal, en una clase en la escuela, en un almuerzo con la
familia, en las redes sociales, etc. En efecto, el poder actúa bajo la forma de red, en la que sus apariciones están

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interconectadas pero no se sabe muy bien donde está el nodo de poder fundamental, central4. Pareciera que el
poder está en todas partes, puesto que está allí donde están los seres humanos. Pero el poder no se ejerce sobre
los individuos, sino sobre sus acciones, sobre lo que la persona es capaz de hacer o de dejar de hacer. Ejercer el
poder significa la capacidad de poder modificar, dirigir, prohibir, encausar, producir, enseñar sobre las acciones de
otros individuos. En tales mecanismos, el individuo aprende, se vuelve sujeto. Aprende a accionar de tal modo y no
de otro. Dice Foucault: “el ejercicio del poder consiste en conducir conductas…”. El poder es gobernar: dirigir la
conducta de los individuos o de los grupos. Pero que el poder se ejerza de este modo implica que se ejerce sobre
individuos que son libres, es decir, que tienen diversas posibilidades de acción. El poder se encuentra superpuesto
a la libertad, que es resistencia, puesto que es lo otro de lo que intenta ser impuesto como un campo de posibilidades
en el cual diversas formas de comportarse, diversas reacciones y comportamiento pueden ser realizados. Por esto,
el poder, ante todo, no reprime, sino que produce, busca que el individuo interiorice, haga suyo lo que el poder
(gobierno) necesita para su funcionamiento, ese campo regulado de prácticas y comportamientos posibles y
deseables (o no).5
 Postulado de Localización (según el cual el poder debe entenderse como poder del Estado). El
Estado no es el lugar privilegiado del poder; su poder es un efecto de conjunto. Hay que atender a la microfísica del
poder, ya que el espejismo del Estado vehicula, por lo menos, dos grandes errores: 1. Plantear la toma del poder
como toma del Estado. 2. Plantear un contra-Estado como forma óptima de ejercicio del poder (Marxismo y
comunismo).
 Postulado de Subordinación (según el cual el poder estaría subordinado a un modo de producción
que sería su infraestructura6): El poder no es una mera superestructura — toda economía presupone unos

4 Esto hace a la dificultad para responder


5 “Decir que no puede existir una sociedad sin relaciones de poder, no es decir que aquellas que están establecidas son necesarias o en
todo caso, que el poder constituye una fatalidad en el corazón de las sociedades, tal que este no pueda ser minado. En cambio, yo diría
que el análisis, elaboración y puesta en cuestión de las relaciones de poder y el agonismo entre las relaciones de poder y la intransitividad
de la libertad es una tarea política permanente inherente a toda existencia social”. (Foucault).
6 Fuerzas de producción (fuerza de trabajo del obrero) y relaciones de producción (las formas en el que los trabajadores se relacionan entre

sí, mediante posibles jerarquías y en relación a los medios de producción). Para el marxismo, el modo en que un trabajador se relaciona
con su trabajo, con el compañero de trabajo, y con los medios que posibilitan tal trabajo (una máquina de producción de cajas, por ejemplo),
determina la espiritualidad del individuo. Al producir algo que no es para mí, sino que es para el consumo de otro, produce una enajenación
en el sujeto, es decir, un sufrimiento proveniente de sentirse “dos en uno”, de ser alguien que no quiere ser, de sentirse esclavizado por no
poder trabajar para sí mismo, hacer lo que a uno le gusta. Para el marxismo, el poder se identifica con las leyes que imposibilitan la
revolución del trabajador, que sostienen la explotación del mismo para la burguesía, la clase dominante. Las leyes forman parte de esa
“superestructura”, una estructura que está arriba de la principal, la “infraestructura”, que consiste, repitámoslo, en las relaciones y fuerzas
de producción “reales”, materiales, que es lo “más importante”. Foucault demostró que las relaciones de poder también se juegan en los
ámbitos más pequeños, en una habitación. Esto abre el problema del mundo actual de que las relaciones de poder, las jerarquías no son
muchas veces muy claras, o no tanto como antes, en tiempos en que el trabajo, por ejemplo, se mantenía una fuerte verticalidad. Mucha
gente hoy trabaja para sí mismas, y en ese proceso, se vuelven esclavas para sí mismas, porque trabajan en función del dinero, y no en
función de la pasión, en función del placer.

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mecanismos de poder inmiscuidos en ella—. Hay que abandonar el modelo de un espacio piramidal trascendente
por el de un espacio inmanente hecho de segmentos. Hay que abandonar la idea marxista de que el poder son todos
esos mecanismos derivados de, y establecidos para reproducir la dominación y explotación inherente a las
relaciones económicas dadas en el capitalismo.
 Postulado del modo de acción (según el cual el poder actúa por medio de mecanismos de represión
e ideología). Hay que sustituir la imagen negativa del poder (oculta, reprime, impide…) por una positiva: el poder
produce. Y produce lo real, a través de una transformación técnica de los individuos, que en nuestra sociedad recibe
un nombre: normalización. No hay que pensar en una persona “natural” al que el poder se aplica bajo la forma de la
represión y la prohibición. Lo que el sujeto desea para sí, y para los otros, es una producción del poder. Si se dice
“no puedes hacer esto” (en toda prohibición hay detrás un deseo prohibido), también se dice “pero puedes hacer
(desear) esto otro, que es bueno para ti y para los otros”. Puedes desear ser padre o madre de familia, un exitoso
empresario, etc. Puedes desear lo que es aceptable que sea deseado. Y no sólo aceptable, fomentado. Cuando
hablamos, entonces, de que el poder produce, no sólo reprime, hablamos de que produce deseo, y por ende, produce
formas de vida o de existencia, esto es, de subjetividad.
 Postulado de la Legalidad (según el cual el poder del Estado se expresa por medio de la Ley). Debe
entenderse la ley, no como aquello que escinde limpiamente dos dominios (legalidad/ilegalidad), sino como un
procedimiento por medio del cual se gestionan diferentes órdenes de ilegalismos. La ley no es un estado de paz; no
es la carta otorgada por el nuevo soberano el día de su victoria — sino la batalla perpetua: el ejercicio actual de unas
estrategias.

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