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CLUB DE LECTURA

Yo, mi carne
Para Marta Sanz el cuerpo puede ser leído como un texto fundamental en la
construcción de la identidad personal y la narración de la propia experiencia vital
Clavícula es un texto autobiográfico que comienza con un dolor y con la fractura
que lo sigue y se hace visible a los ojos de todos
Abril Gómez de Enterría Publicada 25/05/2018 a las 06:00 Actualizada 24/05/2018 a las 20:52

ETIQUETAS Escritores Literatura Novela Club de lectura Los diablos azules número 110

La escritora Marta Sanz. EP

Los clubes de lectura forman un tejido muy importante en la vida cultural. Les
dejamos esta sala para que comenten sus lecturas y nos ayuden a componer nuestra
biblioteca. Si formas parte de un club de lectura, puedes escribirnos
a losdiablosazules@infolibre.es para contarnos vuestra historia y hacernos llegar
vuestras recomendaciones.
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En el encuentro que mantuvimos con Marta Sanz en la librería madrileña Enclave


de Libros charlamos en torno a Clavícula, una narración ecléctica en la que se
combinan muy diversos géneros y recursos a partir de los cuales la autora aborda
aquello que le duele.

Marta Sanz (Madrid, 1967) es licenciada en Filología y doctora en Literatura


Contemporánea con una tesis sobre la poesía de la Transición y el decenio previo y
que dio lugar a la antología Metalingüísticos y sentimentales. Autora de numerosas
novelas entre las que destacan La lección de anatomía y Daniela Astor y la caja
negra, en 2016 obtuvo el Premio Herralde de Novela con Farándula. Ha publicado
los poemarios Perra mentirosa / Hardcore, Vintage y Cíngulo y estrella, numerosos
relatos en diversas antologías, el estudio literario No tan incendiario y el ensayo
Éramos mujeres jóvenes. Colaboradora habitual en diversos medios con artículos
culturales y reseñas, es una prescriptora literaria de prestigio.

Clavícula comienza con un dolor y con la fractura que lo sigue y se hace visible a los
ojos de todos. A partir de este texto autobiográfico, pudimos profundizar en algunos
de los temas que también nos presentaba Natalia Carrero en Yo misma, supongo.
Resulta curioso comprobar cómo desde estilos, géneros, protagonismos y voces
narrativas muy diferentes Natalia y Marta comparten preocupaciones y dolores y, con
ello, dan lugar a obras fragmentarias y nada convencionales que pueden situarse en
los extremos de un continuo. Así, si Natalia nos presentaba una ficción con una alta
carga introspectiva que podía ser confundida con la autoficción, Marta nos ofrece en
Clavícula una autobiografía que pone el foco en el cuerpo para marcar el límite entre
el dentro y el fuera y que puede ser leída como un texto de ficción escrito en primera
persona. Ambas confiesan estar cansadas de hacer ficción de la propia vida y
encuentran distintas soluciones para denunciar no solo el patriarcado que condiciona
la situación de la mujer —escritora, pero no en exclusiva ya que puede referirse casi a
cualquiera de nosotras— sino, sobre todo, su relación con un sistema económico que
da lugar a unas condiciones materiales e históricas que oprimen de una forma
particular a la mujer (aunque no solo).

Para Marta Sanz el cuerpo puede ser leído como un


texto y juega un papel fundamental en la
construcción de la identidad personal y la narración
de la propia experiencia vital. Así lo evidencia toda
su obra literaria y por eso no sorprende que Alberto
García Teresa, en A pesar del muro, la hiedra, le
dedique el poema que comienza diciendo: "Nos han
presentado la perfecta separación de los cuerpos".
En este caso, Marta nos presenta un cuerpo roto,
coherente con la estructura que da a Clavícula, a
través del cual intenta explicarse el origen de un
dolor que responde a muchos otros, a la vez que
reivindica el derecho a la queja. Nos habla de la
relación entre escribir y padecer y lo hace en
oposición a todo un sistema que pone en un altar la
idea de la felicidad y nos anima continuamente a que
nos mantengamos pasivos, sumisos e incluso agradecidos ante las circunstancias
adversas que nos rodean.

La tertulia comenzó con un comentario de Marta acerca de la aliteración que suponía


hablar de Clavícula en Enclave; aliteración a la que volvimos al cierre del encuentro,
cuando nos habló de que "hay un aire de los tiempos" y se refirió a novelas como La
trabajadora de Elvira Navarro y a la obra de Jeanette Winterson, quien
construye un juego de palabras muy similar —de clavícula con clave— al que ella
realiza en uno de los fragmentos de Clavícula. La conclusión de Marta, que podría
resumir también la relación que se estableció entre las lectoras y ella, fue concisa:
"Estamos pensando en lo mismo".
En opinión de nuestra interlocutora —que como refleja en La lección de anatomía se
resiste a autodenominarse escritora y prefiere hablar de sí misma como constructora,
en oposición a quienes se consideran creadores o productores—, los libros conectan
de una manera muy directa con la experiencia personal. Así, mientras hay autores
que entienden la ficción pura como una máscara, otros prefieren acogerse a la
metáfora del espejo o, como es su caso, a la de la carne. Marta nos habló de la relación
directa de su obra con la idea arriba mencionada de que el cuerpo es un texto y el
texto es un cuerpo, y explicó que el empleo que hace de la fragmentariedad no la
vincula con la superficialidad de la escritura posmoderna.Si bien en origen el
posmodernismo llevó a la toma de conciencia de que los lenguajes y los objetos
culturales tienen valor ideológico —análisis que suscribe—, también resultó en una
crítica a todos los metalenguajes como visiones globales explicativas de la realidad y
en un desprecio a la razón ilustrada que fomenta la visceralidad y coloca todos los
discursos al mismo nivel —deriva que no puede obviarse y que la autora no comparte
—. Como autora feminista y materialista, a Marta le interesa mucho la carne —el
cuerpo está presente en toda su obra—, así como la relación entre la mujer y las
instituciones: el sistema de salud, el matrimonio, etcétera.

Nos explicó que Clavícula es el resultado de las tensiones que le generó haber sido
premiada con el Herralde, cuando se vio sometida a un escrutinio público y se
convirtió en un foco de atención al que no estaba acostumbrada. Así, pasó a ser uno
de sus personajes, el Daniel Vals de Farándula, y profundizó en cuestiones como
hasta qué punto se puede o no hacer la crítica desde la centralidad del sistema o si es
posible hacerla desde la posición de privilegio que te puede dar un determinado éxito.
Le costó asumir que el éxito no tiene por qué ser un error y entretanto somatizó la
situación de privilegio provocada por un sentimiento de culpa que suele estar muy
presente en las mujeres de izquierdas. Nos confesó que este análisis lo realizó a
posteriori, porque en el momento de la somatización se centró en intentar describir el
miedo y la incertidumbre que se producen cuando experimentamos por primera vez,
siendo adultos, un dolor que no hemos sentido nunca; miedo que desencadenó otros
muchos: a la muerte, a la enfermedad, al propio dolor..., pero también un miedo
social y político que se suma a la raíz física y metafísica del dolor.

Cuando comenzó a escribir los textos que dieron lugar a este libro, Marta utilizaba la
escritura como herramienta terapéutica en un intento de poner orden en la
desarticulación y el desconcierto que le generaba el dolor. Tardó muy poco en
escribirlo, aproximadamente los seis meses que duró el proceso de somatización, y en
un momento dado se produjo el salto literario, cuando se dio cuenta de que esos
dolores podían ser compartidos con todas las víctimas del capitalismo avanzado y
muy concretamente con las mujeres —por la heteropatriarcalidad del discurso médico
y por la autoexigencia que nos imponemos, al hilo de lo cual se refirió a la
historiadora Mary Beard que en Mujeres y poder defiende que lo que tenemos que
reformular es el concepto de poder—, y fue consciente de que detrás del texto podría
haber un lector con el que establecer un proceso de comunicación. A partir de
entonces, sin apenas corregir los textos ya escritos, comenzó el proceso de
composición de la obra literaria: estableció una estructura y un orden.

Marta nos explicó que el libro tuvo el efecto terapéutico "egoísta" que perseguía al
principio, pero también el fraterno-comunitario gracias a la relación generosa que se
ha establecido con los lectores, pues su escritura y publicación ha resultado a la vez
una herramienta de conocimiento y de comunicación. Además, nos explicó que
aunque se había sentido muy apoyada por su entorno más próximo durante el
proceso, cree que sus amigos lo han entendido mejor con el libro ya publicado.
Marisa R. nos contó cómo al principio se enfadaba con la narradora y se preguntaba
"¿Por qué no sale de sí misma y lo comenta con otros, que es la solución?", aunque le
reconciliaba la declaración de amor que también transmite el texto; ante esto Marta
se alegró de la capacidad del libro de provocar malestar en forma de rabia o enfado,
porque el propio libro parte también de esta premisa. Por su parte, Beatriz hizo una
certera crítica a una sociedad que a menudo no nos permite sacar hacia fuera el
malestar y Marta explicó que, además de ir hablándolo con amigos más adelante,
afortunadamente el propio libro es una forma de contarlo.

Tras una intervención de Pino, Marta describió la relación entre fragilidad y salud en
el sentido de que ella cuando escribió sanó, y subrayó la utilidad de la palabra escrita
y la palabra literaria en un contexto social en el que ambas están desprestigiadas. Nos
explicó que de la palabra literaria le interesa su capacidad para transmitir la verdad —
aunque sea una verdad subjetiva—, la autenticidad frente a la verosimilitud. Entonces
nos habló del discurso de un grupo de juristas catalanas que denuncian cómo los
jueces a menudo desestiman los testimonios de mujeres maltratadas por considerar
que "no son verosímiles", cuando lo que tienen que ser es verdaderos. Recuperando la
idea de que estamos pensando en lo mismo, cabe mencionar el texto dramático de
Nina Raine que se ha representado esta primavera en el CDN bajo el título
Consentimiento, en una versión de Magüi Mira. Después volvimos a tratar la
capacidad terapéutica de la escritura a través de la experiencia personal de las
lectoras y Marta recomendó la lectura de La conciencia de Zeno, de Italo Svevo,
donde el autor lleva la técnica de los diarios psiquiátricos a la novela y la utiliza como
un recurso literario.
Según nos confesaba la autora, la mayor alegría que le ha dado la publicación de
Clavícula es la oportunidad de salir de los cenáculos literarios, pues ha podido
participar en encuentros celebrados en hospitales o en la sede la Plataforma
Seguimos Viviendo, una asociación de afectados por el síndrome tóxico del aceite de
colza establecida en el barrio de Vallecas. Al hilo de esto, Pino compartió con las
lectoras su experiencia trabajando en las Unidades del Síndrome Tóxico, agradeció a
Marta que diera voz a los afectados y explicó que se trata de un tema obviado incluso
en publicaciones específicas sobre la salud en Vallecas.

Marta se detuvo después en las particularidades del libro, una obra literaria
aparentemente desestructurada y que recoge una miscelánea de géneros, registros y
tonos; y explicó que en un texto literario el cómo se dicen las cosas es indisociable de
lo que se está diciendo. Comentó que todo lo que se cuenta en el libro es verdad —una
verdad tamizada por el filtro de la subjetividad, en ese momento muy vulnerable—,
así como que en el momento de escribirlo solo se veía capaz de construir textos
fragmentarios. Además, explicó que Clavícula es, como decía Edurne Portela en
una reseña, una reivindicación del derecho a la queja desde la crítica a una sociedad
en la que parece que todo tiene que ser "buen rollo" y donde quejarse está mal visto.
Reivindicó la legitimidad de hacerse visible en una época «poco fotogénica» y tratar
también de visibilizar a otras que nunca van a poder tomar la palabra. Explicó que sus
autobiografías tienen que ver con lo común y no con lo individual, y subrayó la
necesidad de la fraternidad, de sentirnos parte de un nosotros, que hace de esta obra
un canto de amor a quienes la han comprendido y apoyado, así como un canto al
sistema público de salud y una denuncia de su precarización —nos recomendó ver la
película The party, de Sally Potter—, y confesó que pese a las circunstancias decidió
no hacerse un seguro privado. Finalmente, describió el libro como una novela
materialista en la que la protagonista no puede aferrarse a la espiritualidad, porque es
atea, ni al sentido de perduración de la especie, pues no ha tenido descendencia.

Ante la pregunta de Inés sobre el impacto del libro y su comentario sobre la manera
en que conectó con él a través de la fragilidad de la narradora y las experiencias
compartidas, Marta respondió que en esta ocasión ha encontrado más empatía, sobre
todo porque ha llegado a un mayor número de lectores como consecuencia del
funcionamiento de la industria del libro. Sin embargo, citando a José María
Guelbenzu, explicó que conoce su campo cultural y el espacio que ocupa el campo
literario dentro de este, así como que es consciente de que la repercusión de ambos en
la sociedad es cada vez menor.
Hablamos acerca de la decisión de la autora de no utilizar la ficción, pues entiende
que esta no es obligatoria en un texto literario y que en los buenos textos la ficción es
real en cierta medida porque construye la sentimentalidad y la manera de ver el
mundo. Así, Marta defendió la idea de que la literatura no tiene por qué utilizar la
imaginación desde un punto de vista temático y se refirió a El paseo, de Robert
Walser, donde el lenguaje literario permite dibujar esas pequeñas cosas de la
cotidianidad que nos pasan desapercibidas. En el caso de Clavícula, Marta ha
decidido legitimarse como escritora no interponiendo una máscara entre ella y el
lector, sino encontrando una forma de escribir que expresa aquello que quiere
transmitir.

Además, afirmó que Clavícula no solo debe interesar a las mujeres y habló de la
necesidad de que, frente a lo masculino entendido como lo universal, la condición
humana se rellene con asuntos que tengan que ver también con estas. Emilia
subrayó la ternura expresada por parte del entorno de la autora y coincidió en que el
libro trata cuestiones universales, no solo propias de mujeres, pues el envejecimiento
es un tema tabú y poco investigado también —y más, si cabe— en el caso de los
hombres. Pino describió el libro como un abanico que abre y cierra y se mostró muy
sorprendida por lo presente que está el debate entre la realidad y la ficción; mientras
que María Luisa señaló el acierto de la autora de emplear la metáfora del Bósforo de
Almasy, extraída de El paciente inglés, ante lo cual Marta nos contó que el primer
lugar en el que oyó hablar del hueco supraesternal fue en Sospecha, de Hitchcock.

Al preguntarle sobre el límite entre lo psicológico y lo físico, Marta aseguró que según
su experiencia se trata de facetas indisolubles, pues en su caso lo físico repercutía en
los psicológico —y viceversa—, y a su vez todo tenía que ver con lo social. Por otro
lado, nos explicó que a lo largo del proceso que dio origen al libro descubrió "la
intrínseca intolerancia española a la psiquiatría y a los psicólogos", completamente
opuesta a la relación que se establece con estos profesionales en otros países de
Hispanoamérica como Argentina. Al preguntarle por su propia relación con ellos,
explicó que nunca ha ido al psicólogo ni al psiquiatra, pero que sí ha podido conocer a
Mariano, el psicólogo al que menciona en el libro. Ante la pregunta de Marisa T.
sobre el doctor Bartoldi, personaje de su novela Black, black, black, Marta nos explicó
que es un personaje ficticio que hace un guiño al editor Constantino Bértolo; y al
mencionar la novela nos explicó cómo con la construcción de una de sus
protagonistas, Luz Arranz, presentó a una mujer menopáusica cuyo proceso se ha
acabado pareciendo misteriosamente al que ella misma ha experimentado. Por otro
lado, la búsqueda que subyace a Clavícula, en la que Marta trata de encontrar el
origen de su dolor, me recordó a un relato poco conocido de Emilia Pardo Bazán
titulado "La cabeza a componer" incluido en el volumen Poshumanas de la Antología
de escritoras españolas de ciencia ficción realizada por Lola Robles y Teresa
López-Pellisa.

Pudimos comentar la relación entre Clavícula y otras obras de Marta. La relación con
Farándula es total, porque en el momento de escribir Clavícula se sentía como
Daniel Vals; en ambas, en un caso desde el exceso y en el otro de una forma mucho
más austera, refleja una experiencia biográfica, se quita la máscara y nos habla de la
precariedad de los trabajos culturales. En cuanto al ensayo Éramos mujeres jóvenes,
que engancha también con La lección de anatomía y combina elementos
autobiográficos con otros fragmentos más documentales y analíticos, estaba
escribiéndolo cuando apareció el dolor, por lo que además de tener temas en común
ambos libros conversan inevitablemente desde tonos muy diferentes.

Después nos habló sobre la relación entre Clavícula y otro tipo de textos
autobiográficos: las novelas de duelo. Explicó que su obra es muy diferente porque en
ella habla de vivos y aunque trata temas tristes a la vez está lleno de vitalismo, como
sucede en Sarinagara, de Philippe Forest. Aprovechó para recomendarnos otras
dos novelas de duelo: Tiempo de vida, de Marcos Giralt Torrente, y Ordesa, de
Manuel Vilas; así como la novela sobre la memoria histórica Maquis, de Alfons
Cervera.

Por último, hablamos de Amor fou, que estaba revisando cuando apareció el dolor.
Escrita en 2004 y publicada en Miami en 2013, Marta nos explicó que se trata de una
obra de muy difícil publicación en España porque "cuenta que el emperador está
desnudo" y se dirige a un lector muy activo, crítico y literario; de manera que más allá
de una posible censura ideológica podríamos hablar de la censura económica que
subyace a esta. En ella pone el dedo "en todas las llagas de la democracia" y refleja
situaciones que están ocurriendo en la actualidad, a la vez que impugna tanto el
canon de la realidad como el de la literatura. Recientemente, Anagrama ha publicado
el texto revisado por la autora, con prólogo de Isaac Rosa.

En este momento Marta Sanz no escribe más que artículos y colaboraciones para
distintos medios, pues se está dedicando a viajar para promocionar la novela,
participando en congresos, ferias, clubes de lectura y tertulias literarias, así como a
impartir clases. Finaliza la tertulia con una constatación: le sigue doliendo la clavícula
porque sus condiciones objetivas no han cambiado. Seguro que muchas nos sentimos
identificadas con ese dolor.

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