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Alicia Lissidini
Hasta la década del setenta, los partidos Colorado y Nacional fueron los
protagonistas de la historia política del Uruguay; a partir de la redemocratización
fue el Frente Amplio quien pasó a ocupar el centro de la escena. Aunque no logró
—al menos hasta 1999— alcanzar la presidencia, su presencia electoral y política
modificó sustancialmente las dinámicas partidarias, las decisiones “de política”,
la relación entre partidos y organizaciones sociales y, en general, el sentido de la
política. La segunda hipótesis de trabajo, entonces, postula que la presencia del
Frente Amplio y su defensa del Estado es lo que explica, en gran medida, la
persistencia de la centralidad de la política, al darle sentido a la política.
1
Aldo Solari, al analizar las lealtades partidarias, alude a las disposiciones contenidas en
los pactos que dieron fin a las guerras civiles de fin de siglo y señala que “dichas
disposiciones son prácticamente idénticas a las que pusieron término a las guerras de
religión en Europa [...]. Los uruguayos adoptaron la misma solución que terminó con una
guerra entre Estados para finalizar una guerra entre partidos. Esto significa que las
lealtades imperantes tenían como referencia a los Partidos Tradicionales y no a la nación,
o si se quiere, que la nación sólo era percibida a través de los partidos” (1988, página
130).
2
En el caso uruguayo si bien estas divisiones estuvieron presentes, no se
constituyeron en clivajes explicativos del origen y la permanencia de los partidos
tradicionales. Tal como lo ha señalado Carlos Real de Azúa, fue tan “azaroso” el
proceso independentista que torna difícil identificar las fuerzas a favor y en
contra de la construcción nacional.2 Respecto de la religión, si bien
históricamente los colorados se asociaron a un mayor anticlericalismo —y de
hecho los batllistas gestionaron exitosamente la separación de la Iglesia del
Estado—, la división religiosa no se tradujo en una variable explicativa relevante.
Por cierto, la escasa incidencia de la Iglesia sobre la política (en comparación al
resto de América latina) explica la debilidad relativa de las posiciones partidarias
más conservadoras en estos primeros años de construcción de la nación.
3
Institucional cooptó y articuló autoritariamente a las organizaciones de
trabajadores.
4
democracia, operaron en un sistema pluralista y tuvieron un alto grado de
existencia organizacional, implantación social y continuidad histórica. Fue la
dinámica interpartidaria (más que la organización partidaria en sí misma) lo que
propició una democratización del régimen. Es decir, los partidos uruguayos a
diferencia de los partidos argentinos, configuraron un patrón de competencia
política que contribuyó a democratizar el régimen. Respecto de la acción de cada
partido, si bien puede afirmarse que el Partido Colorado fue el principal promotor
de las reformas sociales que se aprobaron especialmente durante el primer
batllismo, es indiscutible que el Partido Nacional tuvo un papel central en la
democratización del régimen y, en particular, en el proceso orientado a propiciar
la transparencia del régimen y del sistema electoral.7
En cuanto a la relación entre los liderazgos y los partidos, si bien los líderes de
los partidos y de sus múltiples sectores fueron centrales en la dinámica
partidaria (en todas las actividades políticas y no sólo en períodos electorales), no
surgieron figuras políticas que pusieran en jaque al bipartidismo ni que llevaran a
la conformación de partidos “caudillistas” (como ocurrió en Ecuador). La figura de
José Batlle y Ordóñez, por ejemplo, fue fundamental, pero su poder surgió y
creció dentro del Partido Colorado y no fuera de él. Como contrapartida, el partido
no dependió totalmente de Batlle como un caudillo-jefe de Estado para realizar
las transformaciones sociales y políticas (como fueron los casos de Vargas en
Brasil, Perón en Argentina o Cárdenas en México). El carácter democrático que
tuvo el sistema de partidos uruguayo fue una nota original en el contexto
latinoamericano y un elemento fundamental que definió al Uruguay político.
7
Al mismo tiempo, el análisis de las instancias plebiscitarias del siglo XX evidencia la
presencia de tensiones y actitudes autoritarias tanto en el Partido Colorado como en el
Partido Nacional (Lissidini, 1998).
8
Panizza, 1991.
5
frente a un acto fundamental del Estado; y además el acto tuvo otro significado
(amén de la elección): la confirmación de la solidaridad. 9
9
Pizzorno, 1966.
10
Los debates sobre sistemas electorales surgieron a fines del 1800. Al respecto Dieter
Nohlen (1984) señala que “ya en 1878 fue presentado un proyecto de doble voto
simultáneo por un consejo consultivo, según un texto elaborado por el constitucionalista
Justino Jiménez de Aréchaga, que rechazó el dictador Lorenzo Latorre".
11
El doble voto simultáneo (DVS) permitió a los electores votar al mismo tiempo por un
partido y un subconjunto específico de candidatos dentro del partido. Es decir que una
vez que el ciudadano optaba por un partido tenía también que elegir una de las múltiples
listas presentadas por ese partido. El DVS habilitó, entonces, opciones intrapartidarias.
Una de las consecuencias de este sistema fue que el presidente electo no fuera
necesariamente el candidato más votado, sino el candidato más votado del partido
ganador.
12
Dado que en el interior de cada uno de los partidos políticos hubo una multiplicidad de
fracciones con posturas políticas diferentes, algunos politólogos entienden que este
bipartidismo era en realidad aparente. Uno de los sociólogos que apoyaron la teoría del
“multipartidismo disfrazado” fue Aldo Solari quien sostuvo que “el régimen uruguayo es
un bipartidismo aparente que funciona, en la práctica, como un sistema de partidos
múltiples, [...] cada uno de los grandes partidos es un espectro de partidos, en cada uno
de ellos se encuentra el mosaico más variado de ideologías políticas y de posiciones con
respecto a problemas concretos” (Solari, 1988, página 16). Esta caracterización es
compartida por Alfredo Errandonea: “El sistema de partidos de la sociedad uruguaya no
es ni fue nunca bipartidista puro en la acepción técnica del término. Fue y es un sistema
de multipartidismo asentado en un mecanismo electoral que lo intermedia, pero que debe
basar su aptitud de gobernar en alianzas electorales temporales y hasta circunstancias
que cruzan las fronteras de los lemas. Este mecanismo intermediador le dio un aspecto
aparente que pudo haberlo hecho aparecer como ´bipartidismo´” (Errandonea, 1989: 45).
No es éste el ámbito para entrar en esta polémica pero no compartimos esta visión; a
pesar de su heterogeneidad interna, los partidos Colorado y Nacional constituyeron
unidades partidarias con fuertes identidades políticas (de otra manera no se explican la
capacidad de representación y la permanencia en el tiempo).
13
Existe consenso en que, a partir de esta fecha, la información electoral se hace
confiable.
6
70
EL BIPARTIDISMO EN EL URUGUAY
1926-1971
60
50
40
VOTOS
30
20
10
0
1926 1930 1938 1942 1946 1950 1954 1958 1962 1966 1971
AÑO
7
instituciones estatales que la rigen y es el problema de los modos de
organización colectiva que permiten actuar sobre una estructura de
desigualdades cuestionando, positiva o negativamente, los valores que la
sustentan”14.
Ahora bien, estas dos funciones básicas, cumplidas eficazmente por los
partidos políticos uruguayos, se dieron conjuntamente con un Estado de
Bienestar. En el caso uruguayo se configuró una versión —si bien
modesta y limitada— de lo que podríamos denominar “la fórmula de Claus
14
Pizzorno, 1966, página 28.
15
Es importante aclarar que existieron diversos grupos socialistas y anarquistas que
aunque no tuvieron un peso electoral destacable, ejercieron una importante influencia en
el plano cultural, social y político.
8
Offe”: una expansión del Estado de Bienestar vinculado estrechamente al
triunfo de la democracia representativa. Concretamente, este autor señala
que el Estado de Bienestar “ha servido como principal fórmula pacificadora
de las democracias capitalistas avanzadas para el período subsiguiente a
la Segunda Guerra Mundial. Esta fórmula de paz consiste básicamente
[....] en la obligación explícita que asume del aparato estatal al suministrar
asistencia y apoyo (en dinero o en especie) a los ciudadanos que sufren
necesidades y riesgos específicos característicos de la sociedad mercantil;
dicha asistencia se suministra en virtud de pretensiones legales otorgadas
a los ciudadanos”.16 Por otro lado, el Estado de Bienestar supone la
competencia entre los partidos y el pluralismo de los grupos de interés,
aunque en el marco de un limitado y mitigado conflicto de clases que de
este modo ayuda a superar la situación de luchas paralizantes y las
contradicciones que constituían el rasgo más ostensible del capitalismo
liberal, previo a este tipo de Estado; y un sindicalismo autónomo que
presiona especialmente sobre los partidos y poderes públicos para obtener
beneficios. Estos aspectos confluyeron en la construcción de un Estado de
Bienestar.17
Al hablar de racionalidad política, Offe señala que hasta los años sesenta
prevaleció una racionalidad de tipo liberal-pluralista, en la cual los
partidos políticos eran capaces de cumplir una función de reconciliación,
de tender puentes sobre los conflictos de intereses. Este tipo de
racionalidad se caracterizó por un intervencionismo político activo
destinado a dar satisfacción a los intereses manifiestos (así como de
anticipar algunas demandas). Uruguay es, en parte, asimilable a la
caracterización que hace Offe de los países europeos, cuando señala que el
énfasis estaba en la satisfacción de demandas (y no en la configuración y
canalización de demandas) y en la aplicación de una política de corte
coyuntural y no estructural.18 Es particularmente clara esta lógica en el
proyecto batllista original que procuró neutralizar y amortiguar las
demandas inhibiendo, fragmentando y subordinando políticamente desde
el Estado a los intereses corporativos. Para ello politizó la sociedad a
través del Estado, los partidos y el gobierno. Los problemas que provocó
esta racionalidad política surgieron de un modo democrático de
representación sobrecargado y sobrepolitizado, con consecuencias
negativas sobre la eficiencia y eficacia política, aunque con consecuencias
positivas sobre la distribución del ingreso y la ampliación de las políticas
sociales. Por cierto, Uruguay no escapó al fuerte clientelismo de los
partidos políticos; por el contrario constituyó un eje central de la acción
política.
16
Offe, 1990 página 136.
17
Una buena síntesis de las características del Estado de Bienestar y su crisis puede
leerse en Fernando Filgueira (1994).
18
Offe, 1988.
9
En definitiva, en el Uruguay se configuró, al igual que la mayoría de los
países latinoamericanos (y en particular Argentina, Brasil, Chile y México)
una “matriz estado-céntrica”.19 La metáfora de la matriz hace alusión a un
orden en el cual el Estado ocupó un lugar protagónico y se convirtió en el
eje de todo tipo de relaciones, subordinando al régimen político y al
mercado. La idea de matriz nos remite a un conjunto de relaciones
políticas y económicas, en la cual ninguna de ellas determina a la otra (es
decir, no se enfatiza la economía por sobre la política, ni viceversa),
aunque ambas giran en torno de la acción estatal. La nota diferente del
caso uruguayo —que creemos constituye una de las claves para entender
la centralidad que tiene aún la política en el este país— es que dicha
configuración no se dio a costa de los partidos políticos (como en
Argentina, Brasil o México), sino que por el contrario fueron ellos sus
artífices; tampoco se produjo por la vía de sacrificar un sindicalismo
autónomo.
19
Cavarozzi, 1997.
20
Gabriel Terra era un batllista heterodoxo, adscripto al ala derecha del reformismo y con
vinculaciones importantes con los grupos empresariales y los inversionistas extranjeros.
(Caetano y Rilla, 1996:149).
10
A partir de la década de 1970, América Latina comenzó a vivir una
profunda crisis sociopolítica y económica. México y Brasil la enmascararon
con una "fuga hacia adelante", pero todos los países ya sufrían los efectos
de la crisis fiscal —latente o manifiesta— y las crecientes presiones
inflacionarias. En particular, las dictaduras del Cono Sur pueden ser
leídas como un resultado de la desorganización sociopolítica que la crisis
de la “matriz estado-céntrica” estaba generando.
11
sistémicos. Un indicador de la crisis de los partidos políticos fue la
decadencia de los clubes de los partidos y sectores políticos. Como
señalara Germán Rama, el club político consistía en un grupo social del
que, con diferentes grados de sociabilidad, formaban parte individuos
vinculados por su trabajo o por su residencia en una determinada área
urbana o rural. La función declarada era la adhesión a un determinado
partido y sector político, pero la función real era asegurar a sus
integrantes algún tipo de beneficio de los que otorgaba el poder estatal a
cambio de entregar el voto y de participar en las actividades del sector
partidario al que estaba vinculado el club.22
12
casos estuvo además presente la retórica intransigente y sus tesis
reaccionarias25 que alimentaron la crisis que hizo eclosión con el golpe de
Estado.
partidos políticos y de corte populista. En 1958, determinó el triunfo electoral del Partido
Nacional al aceptar formar parte de la fórmula presidencial con Herrera (como resultado,
tres herreristas y tres nardonistas ingresaron al Consejo de Gobierno). De las filas del
ruralismo surgiría el presidente colorado electo en 1971, Juan María Bordaberry. Sobre
Benito Nardone ver Raúl Jacob (1981)
25
Albert Hirschman (1995) en su libro Retóricas de la intransigencia identifica tres tesis
reactivo-reaccionarias: tesis de la perversidad, la tesis de la futilidad y la tesis del riesgo.
26
Originalmente estuvo integrado por: Movimiento por el Gobierno del Pueblo, lista 99;
Partido Demócrata Cristiano; Movimiento Blanco Popular y Progresista; Frente Izquierda
de Liberación; Partido Comunista; Partido Socialista; Movimiento Socialista; Movimiento
Herrerista, lista 58; Grupos de Acción Unificadora; Partido Obrero Revolucionario
(Trotskista); Movimiento Revolucionario Oriental (Declaración Constitutiva, 5 de febrero de
1971).
27
Y al decir de Carlos Real de Azúa: “convicción de la no-factibilidad de la revolución
formal y la esterilidad de la acción política convencional en lo que parece un juego de
cartas marcadas donde la banca siempre gana, de la percepción de la opacidad y
esterilidad de la actividad gremial tal como ésa se presentaba hacia fines de 1965 a los
elementos más inquietos, del impulso a ´hacer algo´ por la promoción de una nueva
imagen del país.” (Real de Azúa, 1988, página 94).
28
Del estilo tan brillantemente analizado por Eric Hobsbawm en sus Rebeldes Primitivos.
29
El MLN dio su “apoyo crítico” al Frente Amplio en 1971 pero era claro que su estrategia
no sólo no coincidía con la de la coalición sino que era opuesta. Como diría uno de los
13
sus dirigentes muertos o encarcelados. El discurso y las acciones de este
grupo político contribuyeron decididamente a alimentar el clima de
intransigencia y de violencia.
fundadores del Frente Amplio, Oscar Bruschera, “no hubo apoyo crítico sino
hostigamiento dentro del propio Frente, con lo que doblemente lo perjudicó, porque —y en
esto la dirigencia del Frente también estuvo omisa— dañó su imagen popular,
trasvasando falsamente las características de un movimiento a otro, y paralizándolo en
polémicas internas que se desarrollaron ante el estupor, la indiferencia o el rechazo de
multitud de sus posibles adherentes” (Bruschera, 1986, página 46). La misma
discrepancia se dio al interior de la CNT: “por ejemplo, la CNT alertaba contra las trampas
provocativas del gobierno, reclamando de las masas disciplinadas, cabeza clara, unidad
de acción y no dispersión de esfuerzos. El MLN comúnmente, cuando se enfrentaba a ese
mismo hecho social lo enjuiciaba al revés y con la consigna “golpe a golpe” realizaba
acciones directas que llevaban a una confrontación violenta y a la radicalización forzada
de movimientos. [...]. En algunos casos, como en abril de 1972, fueron retrocesos
notorios en la correlación de fuerzas y factor de alejamiento de grandes masas” (Dirigente
sindical Enrique Rodríguez, 1980, página 127).
30
Mientras que en el período 1959-1962 el número de huelgas fue de 642, entre 1967 y
1970 ascendió a 1.062 (Graceras, 1977).
31
Rodríguez, 1980, página 94.
14
Durante el gobierno de Pacheco Areco la escalada de represión contra las
organizaciones sociales y políticas identificadas con la izquierda fue en
aumento. En 1969 decretó las "medidas prontas de seguridad" 32 y la
suspensión de las garantías individuales. Durante esos años —
especialmente a partir de 1968— se vivieron una violencia y una agitación
no conocidas en el país. Se abandonó la búsqueda de consenso y apareció
la idea de una sociedad en guerra.
15
las Fuerzas Armadas (en los cuales los militares proponían la
nacionalización de la banca, la redistribución de la tierra y el combate a la
corrupción).
16
ideología de la seguridad nacional propia de la guerra fría, así como el
papel que jugó Estados Unidos en la promoción de los golpes militares en
América Latina.
17
Aunque existieron diferencias ente los militares sobre el futuro de los
partidos tradicionales, la mayoría apoyaba una reforma constitucional que
permitiera la reincorporación de los partidos Colorado y Nacional bajo un
esquema de control por parte de las Fuerzas Armadas. Los militares
habían anunciado —más allá de las discrepancias internas— la intención
de un retorno a la democracia y sabían que la misma era imposible sin la
participación de, al menos, algunos sectores políticos tradicionales.
18
A diferencia de otras dictaduras latinoamericanas, los militares uruguayos
no lograron un respaldo ciudadano mayoritario. Aunque varios líderes
tuvieron una actitud cómplice respecto al golpe de estado (y muchos
uruguayos apoyaron la ruptura institucional), posteriormente sólo el
sector del ex Presidente Jorge Pacheco Areco y algunos grupos
minoritarios del Partido Nacional se integraron activamente al proceso. Por
el contrario, sectores políticos y económicos en Chile —y en menor medida
en Argentina— participaron activamente en el intento refundacional del
régimen militar, con un cierto apoyo popular. Además, en Chile hubo una
consolidación del modelo económico privatista (aunque no exento de crisis
económica) que logró un alto crecimiento del producto bruto interno y el
control de la inflación, junto con la constitución de un empresariado
relativamente dinámico y modernizador. En Uruguay, más allá del cierto
auge coyuntural, no hubo un crecimiento del producto bruto ni una
disminución de la inflación; no existió un proceso de privatización de las
empresas estatales, ni la generación de un nuevo tipo de empresario
productivo. Augusto Pinochet, el dictador chileno, se consolidó como un
líder dentro de las Fuerzas Armadas y su poder se mantuvo después de la
democratización. En Uruguay, por el contrario, se produjo una alternancia
regulada y casi escalafonaria de la cúspide de gobierno y de las distintas
fuerzas o armas y, de hecho, hubo un gobierno “colegiado” de los oficiales
generales.
19
restricción del margen de maniobra de los partidos tradicionales, diversos
sectores y líderes políticos comenzaron a proclamar su oposición. Estas
manifestaciones surgieron de aquellos grupos políticos tolerados por los
militares, que a partir de ese momento retomaron su lugar en la escena
política. Todos los sectores partidarios apoyaron el NO con la excepción del
grupo de Jorge Pacheco del Partido Colorado y de algunos herreristas y
sectores orientados por Alberto Gallinal del Partido Nacional. 39
39
Respecto a la actividad de los partidos políticos durante la dictadura militar, ver Silvia
Dutrénit (1994 y 1996).
40
La Unión Cívica surgió en 1911 y se presentó con ese nombre hasta las elecciones de
1962. Las divergencias internas entre diferentes sectores llevó al cambio de nombre
(adoptó el de Partido Demócrata Cristiano) y a divisiones internas. Los resultados
electorales de 1966 confirmaron el predominio de los PDC sobre Movimiento Cívico
Cristiano. A las conversaciones con los militares se convocó al sector conservador de la
20
Los propósitos declarados de estas elecciones fueron: designar al
Directorio del Partido, que tendría 15 miembros y cuya presidencia sería
desempeñada por el titular que resultara más votado; establecer el
Programa de Principios del Partido; y designar a los candidatos a la
Presidencia y Vicepresidencia de la República, debiendo contar con el
respaldo del 25% de los convencionales.
Unión Cívica.
21
posiciones más cercanas a la izquierda (esta postura sintonizaba con la
“tradición” uruguaya que tenía poca inclinación por el voto en blanco). De
esta forma, el voto de los frenteamplistas se transformaba en un voto “útil”
al dar el apoyo a los sectores más opositores. Ésta fue la postura del
Partido Comunista quien decidió sufragar por las listas del Partido
Nacional lideradas por Wilson Ferreira.
41
Un fuerte apoyo recibieron los sectores wilsonistas, partidarios de Wilson Ferreira
Aldunate, quien a pesar de haber sido proscrito por los militares y estar exiliado mantuvo
su liderazgo dentro del Partido Nacional. En particular, la lista “ACF” ganó en todos los
distritos de Montevideo. Las listas blancas wilsonistas expresaron el rechazo más
absoluto al régimen militar y fueron apoyadas por la izquierda.
42
Cronologías de la dictadura y la transición a la democracia pueden leerse en Diego
Achard, La Transición en Uruguay (Instituto Wilson Ferreira Aldunate. Montevideo, 1992)
y en la Gran Enciclopedia del Uruguay-Tomo I (El Observador Económico. Montevideo,
2001).
22
líder político, Wilson Ferreira Aldunate, 43 la presencia del Frente se hizo
imprescindible.
Un conjunto de factores llevó a que el 23 de agosto de 1984 se firmara el
Pacto del Club Naval, entre ellos: la necesidad de la Fuerzas Armadas, del
Partido Colorado y de la Unión Cívica de contar con el apoyo del Frente
Amplio; la moderación del discurso intransigente de un sector importante
de la dirigencia frenteamplista; las movilizaciones sociales contra la
dictadura; el apoyo mayoritario de la ciudadanía a una salida negociada y
pacífica del gobierno dictatorial (dictadura que hasta 1984 continuó
reprimiendo y torturando). El Pacto fue un acuerdo entre partidos (con
excepción del Partido Nacional) y los militares que permitió una salida
“ordenada”.
23
momento, el Frente Amplio fue adquiriendo las características de un
partido político más en el espectro partidario uruguayo, con capacidad de
generar consensos. El segundo gran paso fue en 1989, cuando Tabaré
Vázquez accede al gobierno de la capital. Esta victoria electoral significó el
reconocimiento del Frente Amplio como un partido de gobierno.
24
Las discusiones ideológicas, las rupturas (el alejamiento de sectores
políticos moderados como el Partido Demócrata Cristiana y el Partido por
el Gobierno del Pueblo) y las incorporaciones (el más relevante de ellos, el
del MLN- Tupamaros), continuaron dentro de la coalición de izquierda. La
coalición adoptó discursos y posturas en aras de la modernización del
partido, por ejemplo la búsqueda de una “actualización ideológica”. Al
mismo tiempo tuvo posiciones políticas que pueden ser calificadas de
ortodoxas o “antiguas”. 49 Es decir que las tensiones entre renovadores-
moderados y ortodoxos-radicales persistirán. La hegemonía de una u otra
tendencia fue variando, al igual que sus portavoces.
25
liderazgo de Tabaré Vázquez; b) la práctica de la democracia directa; y c)
el crecimiento electoral de la coalición.
53
Tabaré Vázquez “combina en su persona muchos de los deseos de las clases medias y
subalternas que resisten la desaparición del ´viejo Uruguay´. Sus padres pertenecieron a
los sectores populares de bajos ingresos. Él es médico, pero no abandonó su barrio
popular de origen y está profundamente comprometido con él y su gente a través del Club
Progreso, que no sólo compite en fútbol, sino que realiza una importante obra de
asistencia social en el barrio popular La Teja (Rial y Perelli, 1989, página 311).
54
El Frente Amplio se presentó a las elecciones nacionales de noviembre de 1994 bajo la
denominación de Encuentro Progresista, como producto de la alianza con el sector del
líder nacionalista Nin Novoa (escindido del Partido Nacional).
55
El énfasis en la democracia directa tuvo especial relevancia en la campaña presidencial
de 1994, en el marco de las movilizaciones por la puesta de marcha diversos plebiscitos.
Tabaré Vázquez expuso en un acto electoral: “El pueblo tiene que ser un actor
fundamental de un gobierno de fuerzas de izquierda, de fuerzas progresistas”, a través de
la puesta en práctica de la “democracia directa” que suponen los plebiscitos (Diario El
Observador, 7 de noviembre de 1994). Más adelante lo repetiría: "El sistema político y los
gobernantes tienen la responsabilidad que les da el pueblo, pero el pueblo tiene también
la responsabilidad y el derecho de participar de una acción de gobierno" (Semanario
Búsqueda, 18 de abril de 1996). En general apoyaría la puesta en práctica de los
mecanismos de democracia directa. En el 2002 se presentaron firmas para convocar a dos
referendos contra los normas que habilitan privatizaciones en la empresa estatales de
teléfonos (ANTEL) y en la empresa de combustibles (ANCAP)
26
En varias ocasiones discrepó radicalmente con las posturas de otros
líderes de la coalición partidaria, en particular con el líder histórico (y
presidente de la coalición hasta 1996) Líber Seregni, y con el líder
“moderno” de Danilo Astori (senador desde 1990), saliendo siempre
victorioso. Cabe mencionar al menos dos ejemplos “electorales” de la
hegemonía vazquista. Uno de ellos corresponde al año 1996, cuando el
Partido Colorado, el Partido Nacional y el Nuevo Espacio (sector político de
izquierda moderada que se escindió del Frente Amplio) propusieron una
reforma electoral que terminaba con la ley de lemas, obligaba a realizar
elecciones internas de los partidos, separaba las elecciones nacionales de
las elecciones departamentales e incluía el balotaje para la elección del
presidente. En esta circunstancia, Líber Seregni y Danilo Astori apoyaron
la reforma, a pesar de la decisión orgánica del Frente Amplio de oponerse a
la misma, y, aunque finalmente se aprobó la reforma, hubo casi un empate
entre los partidarios y los detractores, dejando en claro el triunfo de
Tabaré tanto dentro como fuera de la coalición.56
56
Un análisis de este plebiscito y sus consecuencias en la interna frenteamplista puede
leerse en Marcelo Pereira: “La era del vazquismo”, Semanario Brecha, 13 de diciembre de
1996.
27
Cuadro 2: Evolución del voto en las elecciones legislativas (en
porcentaje)
45
40
35 P. COLORADO
30
P. NACIONAL
Votos
25
20 F. AMPLIO
15
N. ESPACIO
10
5 OTROS
0
1971 1984 1989 1994 1999
Años
28
propio de la democracia representativa, y aquellos que apostaban a una
mayor participación de la ciudadanía, en este caso a través de la
movilización y del ejercicio directo que la Constitución establecía. El Frente
Amplio se enfrentaría, entonces, al riesgo de asumir el papel de
movilizador de demandas corporativas e instrumento de los grupos
sociales y políticos con mayor capacidad de organización y militancia. Los
plebiscitos sobre las jubilaciones (1989 y 1994), el presupuesto mínimo
para la educación (1994) y el presupuesto para el Poder Judicial (1996),
fueron ejemplos de ejercicios “corporativos”. Otras propuestas que no
lograron reunir las voluntades requeridas para transformarse en
referéndum, como los referidos a la promoción de inversiones (1998-1999)
y al marco regulatorio del sector energético (1998), y contra la ley de
urgencia (2000), fueron fracasos que debilitaron al Frente Amplio.
Pero más allá de éstas y otras observaciones que puedan hacerse sobre el
ejercicio de la democracia directa, entendemos que su práctica o la
amenaza de su utilización tuvieron efectos sobre las decisiones de política
porque frenaron las políticas de privatización del estilo de las que se
llevaron a cabo en la mayoría de los países latinoamericanos en la década
del noventa.
57
Los comentarios vertidos en este punto forman parte de una investigación en curso y
por tanto tienen el carácter de hipótesis de investigación más que de resultados.
58
Cabe aclarar además, que las denuncias de corrupción política en el Uruguay han sido
menores en comparación con países como la Argentina. De acuerdo con el Índice de
Percepción de la Corrupción del año 2001, Uruguay ocupa el lugar 35, con 5.5 puntos en
una escala que va de 0 —totalmente corrupto— a 10 —altamente limpio—. Argentina
tiene un puntaje de 3.5 y Brasil 4.4
http://www.transparency.org/cpi/2001/cpi2001.html
29
Por otro lado, el Frente Amplio, al igual que el resto de los partidos, surgió
de esta cultura “estatalista”. Desde la redemocratización fue el partido que
asumió más claramente la defensa del Estado en contra de la privatización
de las empresas públicas. Ello lo benefició electoral y políticamente al
encarar dicha “fidelidad” estatal como su principal bandera. La posición
política que ocupa este grupo político, por su peso electoral y su capacidad
de movilización social, hace imposible que el resto de los actores políticos
pueda ignorarlo.
59
En sentido estricto hubieron reformas al Estado pero no tuvieron la magnitud que
adquirió en la mayoría de los países latinoamericanos, y la mayoría de las empresas se
mantuvieron en manos estatales. Al respecto ver el libro "Uruguay: La reforma del Estado
y las políticas públicas en la democracia restaurada (1985-2000)." Publicado por el
Instituto de Ciencia Política (2001).
60
Al respecto Norbert Lechner “Tres formas de coordinación social. Un esquema. En:
Revista de la Cepal No. 61- Naciones Unidas. Abril 1997.
30
Ahora bien, aunque faltan dos años para las elecciones nacionales y el
contexto actual de aguda crisis nacional y regional (Argentina sumida en
una profunda crisis y Brasil con dificultades que la proximidad de las
elecciones nacionales acentúa) hace imposible realizar pronósticos
electorales serios, el persistente apoyo al Frente Amplio sugiere una
posible victoria en el 2004. Según las encuestas realizadas en abril de
2002, el 43% apoyaba el Encuentro Progresista-Frente Amplio frente al
22% de los colorados y 16% de los blancos (Diario El Observador, 6 de
mayo de 2002).
Como señala Josep Colomer en este mismo libro, los procedimientos que
utilizan los partidos para seleccionar a sus candidatos a cargos públicos
tienen consecuencias sobre los resultados electorales. En el caso del
Frente Amplio, además de las elecciones internas previstas por la
Constitución, la coalición decidió hacer sus propias internas para elegir los
integrantes del Plenario Nacional y la Mesa Política. 61 El resultado de la
elección era clave para definir la política partidaria de aquí al 2004 y la
fórmula electoral que se presentará en las elecciones. En especial, estaba
en cuestión el equilibrio interno entre moderados y radicales, que en la
elección interna de 1997 había dado como resultado la victoria de los
primeros.
61
Se eligieron las autoridades nacionales del FA a través de dos vías. Una vía es
proporcional, a partir de listas (que son las mismas que se presentan en las elecciones
nacionales): 72 de los 144 miembros del Plenario y 15 de los 27 de la Mesa Política se
eligieron de esta manera. La otra vía es la mayoritaria a partir de la elección de lo que se
llamaba antes delegados de base: 72 miembros del Plenario y 12 de la Mesa Política.
62
En las elecciones de noviembre 1999 los frenteamplistas recogieron aproximadamente
861.000 votos. Cabe aclarar que en las elecciones internas de 2002 pudieron participar
todos los adherentes mayores de 14 años.
31
Los resultados preliminares fueron los siguientes:63
63
En los medios aparecieron dos análisis interesantes sobre las elecciones. Oscar Botinelli
en el programa de radio EN PERSPECTIVA el 14 de junio de 2002 (disponible en Internet
www.espectador.com) y Luis Casal Beck en “Equilibrios delicados” el 22 de junio en el
Diario El Observador (suplemento Fin de Semana).
32
Cuadro Nº3- Elecciones internas del Frente Amplio 2002 (datos
prelimitares)
Si se comparan estos resultados con los datos que surgen de las últimas
elecciones y de las encuestas de opinión pública, hay algunas diferencias:
los sectores más votados en las elecciones internas no son exactamente los
grupos que tienen más apoyo en la opinión pública. Son más bien los
sectores más politizados, con más militantes y mayor capacidad de
movilización los que arrastraron a los frenteamplistas a la votación.
Por un lado, el relativo aumento de poder de los radicales dentro del Frente
Amplio, en un contexto de agudización de la crisis, puede contribuir al
endurecimiento de las posiciones políticas del partido. A modo de ejemplo,
las posturas de José Mujica con relación a los organismos internacionales
de financiamiento son mucho más intransigentes que las de Tabaré
Vázquez y mucho más que las de los líderes moderados Danilo Astori,
Alberto Couriel y Líber Seregni. Si bien una postura contraria al Fondo
Monetario generaría la adhesión de un sector de la ciudadanía, puede
también tener consecuencias negativas en la competencia electoral y
producirse un caso similar al del candidato presidencial brasileño del PT,
Lula da Silva, con consecuencias negativas sobre la economía. Una
radicalización tendría impacto en la dinámica política, dificultando la
relación con los otros partidos políticos y eventualmente “constriñendo” las
acciones políticas a las decisiones sindicales. 65
64
En el semanario Brecha, Raúl Zibechi propone un análisis muy interesante sobre “El
fenómeno Mujica”: “Rastrear las razones del interés que suscita Mujica supone cruzar
hipótesis y análisis que van desde el contenido del discurso hasta los estilos personales,
materia en la que el ex guerrillero ha mostrado una notable capacidad de innovación en lo
que es el arsenal de comunicación que tradicionalmente ha manejado la izquierda”
(Semanario BRECHA, www.brecha.com.uy ). Por su parte, Leonardo Pereyra del
semanario Búsqueda (4 de julio de 2002), señala que Mujica se encuentra “hostigado por
sectores antagónicos como el Foro Batllista, que le reclama más seriedad en sus
denuncias sobre supuestas conspiraciones político-castrenses, y la Corriente de Izquierda
que le trató de `policía del pensamiento’, `arrepentido’ y ` botón’. Estos comentarios dan
cuenta de lo insuficiente que resulta un análisis puramente ideológico.
65
Este difícil equilibrio fue descrito muy bien por Luis Casal Beck a propósito de la
política económica y la posición del Frente Amplio: “Para los estrategas de la izquierda, si
bien la crisis puede engrosar su caudal electoral, una profundización seguida del caos
también puede perjudicarla” (en El Observador del 3 de agosto de 2002). El voto del
Frente Amplio en contra de la Ley que creó el Fondo de Estabilidad del Sistema Bancario
35
Por otro lado, el crecimiento sostenido de los liderazgos contribuiría a una
mayor politización de los uruguayos a corto plazo, e incluso al aumento
electoral del Frente al atraer a la gente más joven, pero podría alimentar a
largo plazo un debilitamiento de la organización partidaria. Con más
razón, si además estos liderazgos están asociados a un estilo de hacer
política que valora la “acción directa”. Se podría pensar entonces, que
estamos frente al surgimiento de la personalización de la política, un
fenómeno común a los partidos latinoamericanos —y también a los
europeos— pero lejano al actual modo de funcionamiento político.
Finalmente, una victoria electoral del Frente Amplio obligaría a este sector
político a formar coaliciones de gobierno y por lo tanto a negociar su
agenda política. Probablemente ello conduzca a una moderación del
discurso y de la acción política (no sin conflictos y fracturas internas),
dadas las restricciones económicas imperantes. En un contexto de aguda
crisis económica, la tensión entre gobernar y representar pondrá entonces
a prueba la propia política, mientras se corre el riesgo de poner fin a la
centralidad de la política en el Uruguay.
Por lo pronto y más allá de estos riesgos, este sector político está
ejerciendo un rol político central en la actual crisis económica al canalizar
el descontento social por vías no violentas de manifestación. El rechazo
explícito de la izquierda a los “escraches”, a los saqueos y a otras formas
violentas de expresión, ha sido un factor moderador fundamental. La
capacidad política de articular la insatisfacción ciudadana en
manifestaciones políticas pacíficas y de formular propuestas de reformas,
aunque no exentas de radicalidad, refuerza significativamente la fortaleza
de las instituciones democráticas.
en agosto de 2002 puede interpretarse como una radicalización del Frente Amplio. El
único sector frenteamplista que se manifestó a favor de la Ley fue el liderado por Danilo
Astori lo cual promovió una nueva discusión entre los moderados y radicales. En esta
ocasión Tabaré Vázquez apoyó la opinión radical y fustigó a Astori.
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