You are on page 1of 12

Universidad Autónoma de Querétaro

Antropología Política
Ensayo Final
Itzayana Iran Tarelo Licea

La resistencia por la tierra: la política desde abajo

Introducción

El sistema político-económico imperante es el neoliberalismo, el cual se


caracteriza, entre otras cosas, por la explotación a gran escala de los recursos
naturales para la producción de capital económico, es decir emplea un método
extractivista. Las políticas extractivistas son llevadas a cabo en territorios ubicados
al Sur global, en las antiguas colonias que continúan siendo controladas por
occidente, como lo es el caso del centro y sur del continente Americano, por lo que
nuestro país no queda exento.

En México la intensificación y expansión de los proyectos extractivistas ha ocurrido


por el debilitamiento del Estado-Nación, ya que éste ha dejado de cumplir la
función de Estado benefactor poniendo en manos de empresas privadas la
explotación de las materias primas, así como la prestación de servicios sociales;
salud, vivienda, trabajo, educación, entre otros. Esto se explica si observamos que
la firma de tratados, así como las modificaciones constitucionales y legislativas
han bajado los estándares de regulación respecto a la implementación de los
mega-proyectos, por ejemplo la reforma al artículo 27 constitucional, que
diversifico los mecanismos de incorporación de suelo al mercado inmobiliario. El
problema recae, al no existir una regulación estricta, en que los proyectos
aprobados tengan efectos socio-ambientales devastadores, por ejemplo la minería
a cielo abierto.

En nuestro país del 2009 al 2013, se tiene registro de 298 conflictos socio-
ambientales que afectan alrededor de 180 municipios (Toledo, Garrido & Barrera,
2014), en la mayoría de los casos dichas problemáticas se localizan en zonas
rurales en las que se concentra la mayor diversidad étnica y biológica.
En respuesta a las políticas de devastación ambiental y despojo de las tierras han
emergido diversos movimientos de resistencia, cada una con características
particulares, entre éstos se encuentran aquellos actores que se oponen
rotundamente y quienes proponen crear un diálogo para establecer nuevas vías al
proyecto con el objetivo de mantener una relación amable con el medio ambiente.
En contraparte el Estado hace uso de sus aparatos legales e ilegales (como los
grupos paramilitares) para ejercer la violencia con el objetivo de desintegrar y
acallar a los movimientos de resistencia. Del 2009 al 2013 se tiene un registro de
38 líderes ambientalistas asesinados (Toledo, Garrido & Barrera, 2014), otro son
presos políticos como Mario Luna y Fernando Jiménez, líderes de la tribu Yaqui.

Hasta el momento he señalado algunos conceptos claves, sobre los cuales


profundizaré más adelante, que nos ayudaran a comprender y analizar la
resistencia. En base al contexto referido anteriormente y partiendo de la premisa
de Foucault (1998) en la cual señala que “donde hay poder, hay resistencia” a lo
largo de este ensayo esbozaré un análisis del poder y las resistencias que se
gestan ante los proyectos extractivistas que van en incremento en el país, para
ello haré uso de la teoría antropológica, así como de la ecología política.
Posteriormente hablaré del papel de la antropología y de los científicos sociales en
el análisis de dichas problemáticas.

El carácter político de los conflictos socio-ambientales

Las actividades extractivistas caracterizadas por la explotación a gran escala o


bajo métodos de alta intensidad, como los proyectos mineros y petroleros, la
agricultura intensiva de monocultivos transgénicos, entre otras actividades, han
incrementado considerablemente en América Latina. De acuerdo con la búsqueda
hemerográfica realizada por Toledo, Garrido y Barrera (2014), en México la
mayoría de las problemáticas socio-ambientales se localizan en comunidades
rurales, lo cual no resulta fortuito, ya que es en estos lugares en donde se
concentra la mayor diversidad étnica y biológica, pero ¿qué relación existe entre
ambas?
Los pueblos indígenas, de acuerdo con Gudynas (2014), han desarrollado una
diversidad de saberes y sensibilidades espirituales e incluso ontológicas respecto
a la naturaleza, por lo que los conflictos socio-ambientales devienen de diferencias
en el lenguaje de valoración de los recursos, por parte de los diferentes actores
involucrados. Los conflictos socio-ambientales, de acuerdo con Gudynas (2014),
son aquellas:

“dinámica de oposiciones, que resultan de diferentes valoraciones, percepciones o


significados sobre acciones y circunstancias vinculadas con la sociedad y el
ambiente, que discurre como un proceso que se expresa en acciones colectivas,
donde los actores en oposición interaccionan entre sí en ámbitos públicos” (p. 86-
87).

El incremento de proyectos extractivistas ha ocasionado que la sociedad civil


afectada lleve al plano público sus problemáticas, siendo participes del ejercicio de
la política. Basada en la definición de Panikkar (1999) la política es entendida
como “el conjunto de los principios, símbolos, medios y actos mediante los cuales
el hombre aspira al bien común de la polis” (p.63), en tanto que lo político es la
dimensión humana por la cual está dotada la actividad política.

Conceptualizar a la política como una actividad humana cuyo ejecución no se


concentra en el Estado, nos permite comprender los procesos de resistencia que
se gestan desde la sociedad civil como parte de dicho ejercicio, con el objetivo de
alcanzar un bien común. En el caso de los conflictos socio-ambientales la defensa
de los ecosistemas gira entorno la vida de quienes habitan en ellos, es decir, la
población, así como las especies animales y vegetales.

Considero que el hecho de que los proyectos extractivistas se ejecuten en el Sur


global, es decir en las zonas que han sido fuertemente golpeadas por la pobreza,
no es a causa del azar. El modelo neoliberal ve en estos lugares una fuente de
acumulación en el capital natural, pero también en el capital humano, ya que la
mano de obra es barata. Por otro lado en el pago de regalías por la explotación del
suelo es bajo, aunado a esto los estándares impuestos por el Estado para que las
empresas obtengan una concesión son bajos, ya que la apuesta es por la
inversión privada.
Los conflictos socio-ambientales, así como las causas que los generan son
diversos, al igual que actores involucrados. Esto puede ser explicado a partir del
enfoque de la ecología política que utiliza como marco teórico el modelo de las
tres partes, el cual se encarga de analizar los tres poderes, es decir: el poder
político, partidos y gobiernos, el poder económico, empresas, corporaciones y
mercados, y el poder social o ciudadano, comunidades, asociaciones y
cooperativas (Toledo, Garrido & Barrera, 2014). Dichos actores hacen uso de
diversas técnicas y herramientas como lo es el ejercicio de la violencia, las
marchas, los mítines, los medios de comunicación y las redes de apoyo de las
organizaciones, entre otras.

Lo que me interesa analizar son las relaciones de poder que tejen entre los
actores ya señalados, así como las herramientas de resistencia que estos
emplean para alcanzar sus objetivos.

“Donde hay resistencia, hay poder”

Un elemento fundamental para comprender la resistencia es el poder. El poder es


una cualidad inherente al ser humano que permea todas las relaciones sociales y
que en su ejercicio acentúa la desigualdad. El poder no necesita ser legitimado
para llevarlo a la práctica, en cambio el poder político se distingue por el
reconocimiento y la legitimación de su ejercicio (Balandier, 1976).

Aquellos que son elegidos como gobernantes, lideres, etc., poseen la autoridad
para ejercer el poder, en palabras de Balandier (1976) “la autoridad puede
definirse como el derecho reconocido a una persona o grupo; por el
consentimiento de la sociedad de tomar decisiones que atañen a los demás
miembros de la sociedad” (p.49). Esta autoridad puede resultar ambigua ya que si
bien el poder se desarrolla en el establecimiento de una relación de dominación,
son los gobernados quienes imponen límites, ya sea de carácter formal o informal,
al poder de los gobernantes. Es este mismo consentimiento que lo vuelve legítimo,
el que puede reducir sus posibilidades de acción (Balandier, 1975).
El poder se encuentra al servicio de la estructura social en el cumplimiento de una
función la cual radica en defender a la sociedad contra sus propias debilidades,
así como de las amenazas exteriores (Balandier, 1976), pero es la defensa de los
peligros internos lo que aquí interesa.

El Estado ha creado un mito de convivencia que motiva a la población a soportar


cargas pesadas, pero si dicho mito no resulta convincente, bastará la existencia de
un ejército, que sin intervenir produce obediencia. En base a lo anterior podríamos
afirmar que es el Estado quien se encuentra legitimado para ejercer el poder y la
violencia a través de su fuerza armada, además éste se justifica por medio de un
discurso del progreso y la seguridad social. Es por ello todo movimiento social que
desestabilice la estructura de poder sobre la que cimienta el Estado, es
criminalizado por éste, con el objetivo de que pierda reconocimiento social.

La aportación realizada por Foucault (1998) que considero fundamental al hablar


del poder es “que donde hay poder hay resistencia” (p.116). En base a dicho
planteamiento Lila Abu-Lughod (1990), propone invertir los términos por fines
prácticos y metodológicos para decir que “donde hay resistencia hay poder”
(p.183). Esto también permite entender la resistencia como una forma de poder,
es decir, partiendo de la idea de que no existe una posición binaria entre opresor y
oprimido y de que el poder se ejerce de forma multidireccional, podríamos
comprender la resistencia en relación con la opresión y el poder como un juego de
tensiones dinámico.

En palabras de Foucault (1998) la resistencia se encuentra presente en todos


aquellos lugares en los que hay poder, como una estrategia ante éste y es lo largo
de la historia que las primeras se encuentran distribuidas, de manera irregular y
difusas. El entramado de resistencias, al igual que las relaciones de poder han
sustentado un sistema, “surca estratificaciones sociales y unidades individuales”,
es por ello no debemos pensar en la resistencia como un gran núcleo duro, no
existe una sola forma de resistir.
Tal como lo señala Lila Abu-Lughod (1990) existe una gran diversidad de
resistencias “inauditas”, subversiones que se construyen en el cotidiano, que no
necesariamente están vinculadas con ideologías políticas de emancipación. La
pertinencia del estudio de éstas, de acuerdo con la autora, radica en que puede
ayudarnos a realizar un diagnóstico del poder, para detectar cambios históricos en
las formas de poder. La autora con su propuesta nos invita a mirar las
resistencias que se gestan en lo local, en la cotidianidad como estrategias ante las
estructuras de poder y dominación.

Como lo he señalado anteriormente no existe una solo forma de resistencia, sin


embargo considero que ésta se gesta en dos ámbitos; en el privado y en el
público, y que a su vez esta puede variar de intensidad en relación con el grado de
opresión y violencia que se ejerza por parte del estado. La propuesta de la
ecología política considera que solo hay un conflicto y en consecuencia una
resistencia, cuando las problemáticas son socializadas y llevadas al plano público,
valdría la pena analizar los conflictos socio-ambientales desde la propuesta teórica
de Llila Abu-Lughod, sin embargo por cuestiones prácticas dejaré abierta dicha
propuesta para un análisis posterior.

Las resistencias socio-ambientales adquieren dos expresiones principales de


acuerdo con Toledo, Garrido y Barrera (2014), en primer se encuentran las de
carácter defensivo, es decir aquellas que buscan evitar la implantación de
proyectos destructivos, en segundo lugar se ubican quienes impulsan y realizan
proyectos alternativos de producir, circular, transformar y construir.

En base a la forma de resistencia, ya sea de oposición o alternativas, los conflictos


socio-ambientales toman cierta intensidad. Gudynas (2014) clasifica los conflictos
en tres tipos: conflicto de baja intensidad, aquellas expresiones de inconformidad
bajo los marcos institucionales (medios de comunicación, redes sociales), conflicto
de mediana intensidad son las prácticas de protesta activa, toleradas, que
pretenden la ampliación de la base social, conflicto de alta intensidad, incluye
protestas de acción directa que pueden tener episodios de violencia de manera
explícita.
Como ejemplo de los conflictos de alta intensidad se encuentran las resistencias
que se ha gestado en algunos municipios del Estado de Michoacán, en la defensa
de los recursos naturales, como lo es el caso de Cherán, en la meseta Purépecha,
y Aquila en la región sierra-costa. Ambos movimientos, al salirse del marco
institucional, intentaron ser acallados por la fuerza del estado que devino en la
muerte de 12 comuneros en el primero, y presos políticos en el segundo.

Entonces ¿qué ocurre cuando la sociedad civil toma las armas?, ¿por qué
representa un riesgo para el Estado? Estos movimientos de resistencia armada
representan un cambio en el sistema ideal, es decir un cambio en la estructura de
poder, al arrancarle de las manos del estado el uso legítimo de la violencia, así
como el papel de mediador de los conflictos. Por otra parte al estado no garantizar
seguridad a la sociedad y protección de los bienes o recursos sociales, las
personas dotadas de autoridad, dejan de ser estimadas y en consecuencia
legitimadas por los gobernados, lo que pone en riesgo su poder y autoridad.

La historia de resistencia del municipio de Cherán es ejemplar, a diferencia de


Aquila que continua implementando la violencia, estos ha recurrido a sus derechos
humanos y constitucionales, apelando a su identidad étnica para regirse bajo un
sistema de usos y costumbres que les dota de autonomía para gobernarse. Por
otro lado el apoyo de los académicos, así como la creación de redes de apoyo y
difusión nacionales e internacionales, han jugado un papel fundamental en el
respaldo político de Cherán.

Vemos pues como los diferentes actores que participan de la dinámica, hacen uso
de diversas herramientas y estrategias políticas, como la identidad étnica, para
alcanzar sus objetivos. Considero que lo que da fuerza a las resistencias sociales
es la unidad de comunidad o la etnia, esta última entendida por Tyrtanoa (2007)
como una comunidad de supervivencia, que ayuda a combatir la experiencia de
que no somos nadie como individuos frente al estado, es decir la etnia como
cohesión y fuerza.
Nuevos retos de la Antropología: lo personal es político

La antropología política ha realizado grandes aportaciones a la comprensión de lo


político. En un inicio la sociología consideraba que las sociedades modernas se
caracterizaban por tener un estado sólido, que concentraba el poder y estaba
conformado por instituciones, separadas del aspecto económico, religioso y
familiar, en tanto que las sociedades primitivas eran consideradas como apolíticas
porque se regían bajo relaciones de parentesco. Por su parte la antropología, que
se centraba en el estudio de sociedades “aisladas”, develo que éstas tenían un
sistema político complejo, en donde se entramaban relaciones entre la política, el
territorio, la religión y el parentesco.

En la actualidad la antropología política deberá dejar de lado el estudio de los


microuniversos incorruptibles, para comprender las relaciones de
interdependencia que se tejen entre estos y los distintos tipos de sociedades en un
contexto global. Entre otros objetivos planteados por Abélès (1997) las ciencias
antropológicas deberán introducirse al análisis de los sistemas de poder del
estado y de los aspectos que lo debilitan. Puntualizando en este último aspecto,
no debemos confundir el poder como un ente abstracto que le pertenece al
estado, sino hablar del poder como un ejercicio, como un entramado de relaciones
que se van configurando al interior del sistema.

Por ello Abélès (1997) señala que todo estudio antropológico de los sistemas
políticos, deberá conjuntar tres elementos centrales: “el poder, el modo de acceder
a él y de ejercerlo, el territorio, las identidades que se afirman en él, y las
representaciones, las practicas que conforman la esfera de lo público” (p.3).
Considero que las propuestas del autor resultan de suma importancia para el
crecimiento de la antropología política como ciencia de análisis, interpretación y
comprensión de los sistemas políticos y el ejercicio del poder, pero ¿qué papel
juegan la antropología, así como las y los antropólogos dedicados al estudio de lo
político en el contexto actual?
Al respecto se han gestado grandes discusiones en torno al papel que estos
pueden o no desempeñan en las coyunturas políticas y los movimientos sociales,
por el temor a caer en el activismo y el subjetivismo. En este sentido, tal como lo
señala Gutiérrez Alicia (2005), existe una falsa dicotomía entre el objetivismo y el
subjetivismo, retomando la propuesta de Bourdieu, ambos son momentos
analíticos:

“un primer momento objetivista, en el cual el investigador reconstruye la estructura


de relaciones que son independientes de la conciencia y la voluntad de los
agentes, y un segundo momento, donde se intenta captar representaciones,
percepciones y vivencias de los protagonistas de las practicas” (Gutiérrez Alicia,
2005, 8).

Estos dos momentos se construyen en base a una ontología de lo social que


existe de doble manera, en las cosas y en los cuerpos, así como el poder, que
existe físicamente, objetivamente y simbólicamente (Gutiérrez Alicia, 2005). Lo
anterior llevado al ámbito de las ciencias sociales, si el investigador es colocado
en el lugar del “agente social”, puede ayudarnos a resolver la pregunta anterior.
Cuestionar la posición, las relaciones y las practicas del investigador, de acuerdo
con la autora, nos lleva a la objetivación del sujeto objetivante.

Bordieu señala que existen tres sesgos en la mirada del investigador: el primero
tiene que ver con las características personales de éste, la posición que ocupa en
el campo académico y el sesgo intelectualista, que concibe el mundo como objeto
de análisis y no como un lugar lleno de problemáticas que necesitan soluciones
prácticas (Gutiérrez Alicia, 2005).

Como ya lo he señalado anteriormente, la antropología ha incluido dentro de sus


objetos de estudio a sociedades en contextos urbanos globales que pueden o no
resultar ajenos al investigador. Lo cual, puntualizo, no implica que comparta las
experiencias del otro. Debemos recordar pues que el investigador como sujeto,
puede ocupar diferentes posiciones sociales ya sea como dentro de un círculo
académico, pero también de una sociedad específica, por lo que no puede salir
intacto del contexto político o social en el que se desenvuelve. Por ejemplo ¿cómo
ha influido el contexto de violencia en el trabajo de campo? Sin duda ha generado
grandes estragos, pero esto nos demuestra que la práctica científica objetiva no se
encuentra disociada del contexto actual ni de las condiciones subjetivas del
investigador.

Considero que el posicionamiento o las aportaciones que el antropólogo realice


deben ir más allá del análisis, debe superar el sesgo más peligroso, como lo
señala Bourdieu, el intelectualista. Uno de los obstáculos que se deben vencer es
el miedo al subjetivismo, que para Bourdieu es también un “modo de conocimiento
teórico”, así como el objetivismo. No se debe confundir el conocimiento subjetivo
con el conocimiento práctico, es decir, “aquel que tienen los individuos analizados”
(Gutiérrez Alicia, 2005,13), porque al final los científicos sociales ocupan una
posición de poder legitimada por la academia y la sociedad que valora el
conocimiento que éstos producen y que los distingue del resto.

Hago énfasis en la legitimación de los científicos sociales, ya que al ocupar una


posición de poder en la sociedad, el acto de pronunciarse respecto a un
acontecimiento violento como por ejemplo el caso de Ayotzinapa, sobre el cual se
posicionaron científicos como Umberto Eco, Boaventura de Sousa Santos, entre
otros, dota de poder simbólico y legitimidad a los movimientos sociales que son
criminalizados por los medios de comunicación al servicio del gobierno en turno.

Creo que como parte de los nuevos objetivos de la antropología política y las
ciencias sociales en general, deberían encontrarse aquel de realizar una crítica a
las situaciones de violencia, desigualdad y todos los demás abusos o violaciones
de los derechos humanos. Por ello considero pertinente el abordaje de las
problemáticas socio-ambientales que van en incremento en nuestro país y en todo
el mundo, que atentan contra la salud y el territorio en que habitan sociedades
cuyas dinámicas sociales y culturales se ven afectadas con la implementación de
mega-proyectos, así como el estudio de las resistencias sociales que muestran
nuevas vías para la construcción de otros mundos.

Reflexiones finales
La contingencia política, económica y ambiental que afecta a los países
considerados como subdesarrollados, entre los cuales figura México, implica
nuevos retos para las ciencias sociales y en específico para ala antropología
política.

La política debe ser vista como un proceso dinámico que necesita de constante
reinterpretación, al igual que el estudio del poder y la resistencia. Las ciencias
sociales, retomando a Tyrtanian (2007), deberán construirse desde el estudio de la
incertidumbre. Partiendo de la incertidumbre, puedo afirmar que es una
interrogante abierta hacia donde caminan las resistencias que se presentan en los
conflictos de alta intensidad y que pueden ser coyunturales para el cambio de la
estructura, como lo podría ser una revolución social, científica o ideológica. Sin
embargo no hay que olvidar todas aquellas mini resistencias que se generan en el
cotidiano contra las formas de poder y que a diario vemos en las paredes de las
calles, en las redes sociales y demás espacios públicos que han sido tomados
como espacios de protesta.

Pero tampoco debemos olvidar aquellas resistencias que surgen en el espacio


privado, en las relaciones interpersonales, que se configuran en el
empoderamiento de los cuerpos y en las prácticas contra hegemónicas. Tal como
lo señala Lila Abu-Lughod (1990), si la relación que mantiene el poder y la
resistencia es inseparable, entonces podemos pensar que estas últimas en
pequeña o gran medida pueden desestabilizar esos sistemas de poder opresores.

Por otra parte debemos detenernos a pensar en uno de los objetivos más grandes
de la humanidad: la conquista de la naturaleza, que vista como un objeto de
explotación y enriquecimiento ha afectado principalmente a las sociedades que
habitan cerca de ella. De acuerdo con Tyrtania (2007), este discurso del control de
los recursos y los fenómenos naturales trata de “encubrir la incapacidad de la
clase política, de las sociedades industrializadas de ejercer el buen juicio respecto
a la supervivencia de la sociedad como un todo”. Ante esto cabe preguntarse
como desde la posición de poder que ocupan los científicos sociales, abonamos a
la crítica de los abusos de poder.
Bibliografía

Abu-Lughod Lila. 1990. “La resistencia idealizada: trazando las transformaciones


del poder a través de las mujeres beduinas”. American Ethnologist, vol. 17, no. 1.

Abélès Marc. 1997. “La antropología política: nuevos objetivos, nuevos objetos”.
Revista Internacional de Ciencias Sociales. No.153

Balandier Georges. 1976. “El dominio de lo político”. Antropología Política.


Barcelona: Península

Foucault Miche. 1998. “Historia de la sexualidad. 1-La voluntad de saber”. Siglo xxi
editores, s.a. de c.v

Gutiérrez Alicia B. “La tarea y el compromiso del investigador social. Notas sobre
Pierre Bourdieu”. Intelectuales, política y poder. Pierre Bourdieu. 1ra edición.
Buenos Aires: Eudeba

Gudynas, Eduardo 2014. “Conflictos y extractivismos: conceptos, contenidos y


dinámicas.” DECURSOS, Revista en Ciencias Sociales. CESU, Universidad Mayor
San Simón Cochambaba.

Panikkar Raimon. 1999. “El espíritu de la política. Holo politicus”. Ediciones


Península. Barcelona

TOLEDO VICTOR M., GARRIDO DAVID y BARRERA NARCISO. 2014. “LAS


LUCHAS POR LA VIDA CONFLICTOS SOCIO-AMBIENTALES EN MÉXICO”

Tyrtania Geidt Leonardo. 2007. “Termodinámica de la supervivencia para la


sociedad humana”. La red de la expansión humana. Universidad Iberoamericana
A.C. México D.F.

You might also like