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BIOGRAFIA DE LOS 12 APOSTOLES

Simón Pedro: (Simón o Simeón; Betsaida,


Galilea, ? - Roma ?, h. 64/67). Apóstol de
Jesucristo y primer jefe de su Iglesia. Era un
pescador del mar de Galilea, hasta que dejó su
casa de Cafarnaúm para unirse a los discípulos de
Jesús de Nazaret en los primeros momentos de su
predicación; junto con él se unieron a Jesús otros
pescadores de la localidad, como su propio
hermano Andrés y los dos hijos de Zebedeo,
Santiago y Juan, todos los cuales formaron parte
del núcleo originario de los doce apóstoles.

San Pedro carecía de estudios, pero pronto se distinguió entre los discípulos por
su fuerte personalidad y su cercanía al maestro, erigiéndose frecuentemente en
portavoz del grupo. A través de los evangelios puede trazarse un perfil bastante
completo de su personalidad. Pedro es sencillo, generoso e impulsivo en sus
intervenciones, que a veces denotan una incomprensión del auténtico mensaje del
maestro. Jesús, por su parte, muestra por Simón una predilección que aparece
patente desde el primer encuentro. Junto con Santiago Apóstol y San Juan
Evangelista, Pedro participaba en toda la actividad de Jesús, asistiendo incluso a
episodios íntimos de los que quedaban excluidos los demás apóstoles. En
Cafarnaúm, Jesús debió ser a menudo huésped de la familia de la que procedía la
mujer de Pedro.
El sobrenombre de Pedro se lo puso Jesús al señalarle como la «piedra» (petra en
latín) sobre la que habría de edificar su Iglesia. En Cesarea de Filipos, al nordeste
del lago Tiberíades, tuvo lugar el episodio en que San Pedro afirmó la divinidad de
Jesús: "Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo" (Mat. 16, 16). Jesús juzgó la
afirmación como efecto de una iluminación de lo alto y confirió a Pedro la máxima
autoridad: "Bienaventurado eres tú, Simón, hijo de Jonás, porque no te ha
revelado eso la carne y la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te
digo que tú eres Pedro, y que sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; las puertas del
infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del reino de los cielos. Y
todo lo que atares sobre la tierra será también atado en los cielos; y todo lo que
desatares sobre la tierra, será también desatado en los cielos" (Mat. 16, 17-19).
Personalidad impetuosa y sincera, San Pedro tuvo también momentos de
debilidad. Según el relato evangélico, San Pedro negó hasta tres veces conocer a
Jesús la noche en que éste fue arrestado, cumpliendo una profecía que le había
hecho el maestro; pero, arrepentido de aquella negación, su fe ya no volvió a
flaquear y, después de la crucifixión y la resurrección, fue privilegiado con la
primera aparición de Jesús y se dedicó a propagar sus enseñanzas.

Andres Apostol: San Andrés (cuyo nombre significa


"varonil") nació en Betsaida, población de Galilea, situada
a orillas del lago Genesaret. Era hijo del pescador Jonás y
hermano de Simón Pedro. La familia tenía una casa en
Cafarnaum, y en ella se hospedaba Jesús cuando
predicaba en esta ciudad.

Andrés tiene el honor de haber sido el primer discípulo que


tuvo Jesús, junto con San Juan el evangelista. Los dos
eran discípulos de Juan Bautista, y este al ver pasar a
Jesús (cuando volvía el desierto después de su ayuno y
sus tentaciones) exclamó: "He ahí el cordero de Dios".
Andrés se emocionó al oír semejante elogio y se fue detrás de Jesús (junto con
Juan Evangelista), Jesús se volvió y les dijo: "¿Qué buscan?". Ellos le dijeron:
"Señor: ¿dónde vives?". Jesús les respondió: "Venga y verán". Y se fueron y
pasaron con Él aquella tarde. Nuca jamás podría olvidar después Andrés el
momento y la hora y el sitio donde estaban cuando Jesús les dijo: "Vengan y
verán". Esa llamada cambió su vida para siempre.
Andrés se fue luego donde su hermano Simón y le dijo: "Hemos encontrado al
Salvador del mundo" y lo llevó a donde Jesús. Así le consiguió a Cristo un
formidable amigo, el gran San Pedro.
Al principio Andrés y Simón no iban con Jesús continuamente sino que acudían a
escucharle siempre que podían, y luego regresaban a sus labores de pesca. Pero
cuando el Salvador volvió a Galilea, encontró a Andrés y a Simón remendando sus
redes y les dijo: "Vengan y me siguen", y ellos dejando a sus familias y a sus
negocios y a sus redes, se fueron definitivamente con Jesús. Después de la pesca
milagrosa, Cristo les dijo: "De ahora en adelante serán pescadores de almas".

Jacobo: Jacobo fue uno de los 12 discípulos de Jesús.


Junto con su hermano Juan y con Pedro, formó parte
del grupo exclusivo dentro de los 12 más cercanos al
Señor. Todo lo que sabemos de Jacobo lo obtenemos
de las historias bíblicas. Estas nos dicen que fue testigo
de eventos importantes como la transfiguración de
Jesús, y que fue el primer apóstol que murió por el
evangelio en manos de Herodes. El apostol Jacobo—
algunas veces conocido como São Tiago o Santiago—
es el santo patrono de los españoles y portugueses. Como las escrituras indican
que Juan era quizás el menor entre los 12, podemos entonces concluir que
Jacobo era su hermano mayor. Las escrituras hacen referencia a su padre
Zebedeo y su madre Salome. Su madre era la hermana de María, la madre de
Jesús. Si esta conclusión, basada en Juan 19:25 es correcta, pues Jacobo y Juan
no solamente eran primos de Jesús, pero también parientes de Juan el Bautista.
Zebedeo y sus hijos tenían una empresa de la pesca y de acuerdo a Marcos 1:20
tenían la capacidad de emplear a otros.
Era cercano de los hermanos Pedro y Andrés y hasta colaboraban juntos en el
trabajo. Era de Betsaida y también trabajó en Capernaum.
Juan: El Apóstol San Juan era natural de
Betsaida, ciudad de Galilea, en la ribera norte del
mar de Tiberíades. Sus padres eran Zebedeo y
Salomé; y su hermano, Santiago el Mayor.
Formaban una familia acomodada de pescadores
que, al conocer al Señor, no dudan en ponerse a
su total disposición. Juan y Santiago, en
respuesta a la llamada de Jesús, dejando a su
padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le
siguieron ~. Salomé, la madre, siguió también a
Jesús, sirviéndole con sus bienes en Galilea y
Jerusalén, y acompañándole hasta el Calvario.
Juan había sido discípulo del Bautista cuando
éste estaba en el Jordán, hasta que un día pasó
Jesús cerca y el Precursor le señaló: He ahí el Cordero de Dios. Al oir esto fueron
tras el Señor y pasaron con El aquel día 3. Nunca olvidó San Juan este encuentro.
No quiso decirnos nada de lo que aquel día habló con el Maestro. Sólo sabemos
que desde entonces no le abandonó jamás; cuando ya anciano escribe su
Evangelio, no deja de anotar la hora en la que se produjo el encuentro con Jesús:
Era alrededor de la hora décima 4, las cuatro de la tarde.
Volvió a su casa en Betsaida, al trabajo de la pesca. Poco después, el Señor, tras
haberle preparado desde aquel primer encuentro, le llama definitivamente a formar
parte del grupo de los Doce. San Juan era, con mucho, el más joven de los
Apóstoles; no tendría aún veinte años cuando correspondió a la llamada del Señor
5, y lo hizo con el corazón entero, con un amor indiviso, exclusivo.
En San Juan, y en todos, la vocación da sentido aun a lo más pequeño. La vida
entera se ve afectada por los planes del Señor sobre cada uno de nosotros. <<EI
descubrimiento de la vocación personal es el momento más importante de toda
existencia. Hace que todo cambie sin cambiar nada, de modo semejante a como
un paisaje, siendo el mismo, es distinto después de salir el sol que antes, cuando
lo bañaba la luna con su luz o le envolvían las tinieblas de la noche. Todo
descubrimiento comunica una nueva belleza a las cosas y, como al arrojar nueva
luz provoca nuevas sombras, es preludio de otros descubrimientos y de luces
nuevas, de más belleza.
Toda la vida de Juan estuvo centrada en su Señor y Maestro; en su fidelidad a
Jesús encontró el sentido de su vida. Ninguna resistencia opuso a la llamada, y
supo estar en el Calvario cuando todos los demás habían desaparecido. Así ha de
ser nuestra vida, pues, aunque el Señor hace llamamientos especiales, toda su
predicación tiene algo que comporta una vocación, una invitación a seguirle en
una vida nueva, cuyo secreto El posee: si alguno quiere venir en pos de Mí... 7.
A todos nos ha elegido el Señor —a algunos con una vocación específica—para
seguirle, imitarle y proseguir en el mundo la obra de su Redención. Y de toda
espera una fidelidad alegre y firme, como fue la del Apóstol Juan. También en los
momentos difíciles.
Este es el apóstol Juan, que durante la cena reclinó su cabeza en el pecho del
Señor. Este es el apóstol que conoció los secretos divinos y difundió la palabra de
vida por toda la tierra 9.
Junto con Pedro, San Juan recibió del Señor particulares muestras de amistad y
de confianza. El evangelista se cita discretamente a sí mismo como el discípulo a
quien Jesús amaba 10. Ello nos indica que Jesús le tuvo un especial afecto. Así,
ha dejado constancia de que, en el momento solemne de la Ultima Cena, cuando
Jesús les anuncia la traición de uno de ellos, no duda en preguntar al Senor,
apoyando la cabeza sobre su pecho, quién iba a ser el traidor ti. La suprema
expresión de confianza en el discípulo amado tiene lugar cuando, desde la Cruz,
el Señor le hace entrega del amor más grande que tuvo en la tierra: su santísima
Madre. Si fue trascendental en la vida de Juan el momento en que Jesús le llamó
para que le siguiera, dejando todas las cosas, ahora, en el Calvario, tiene el
encargo más delicado y entrañable: cuidar de la Madre de Dios.
Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allf, dijo a su
madre: Mujer, he ahí a tu hijo. Después dice al discípulo: He ah~ a tu madre. Y
desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa 12. A Juan, como a ningún
otro, pudo hablar la Virgen de todo aquello que guardaba en su corazón 13.
Hoy, en su festividad, miramos al discípulo a quien Jesús amaba con una santa
envidia por el inmenso don que le entregó el Señor, y a la vez hemos de
agradecer los cuidados que con Ella tuvo hasta el final de sus días aquí en la
tierra.
Todos los cristianos, representados en Juan, somos hijos de María. Hemos de
aprender de San Juan a tratarla con confianza. El, «el discípulo amado de Jesús,
recibe a María, la introduce en su casa, en su vida. Los autores espirituales han
visto en esas palabras, que relata el Santo Evangelio, una invitación dirigida a
todos los cristianos para que pongamos también a María en nuestras vidas. En
cierto sentido, resulta casi superflua esa aclaración. María quiere ciertamente que
la invoquemos, que nos acerquemos a Ella con confianza, que apelemos a su
maternidad, pidiéndole que se manifieste como nuestra Madre» 14.

Podemos también imaginar la enorme influencia que la Virgen ejerció en el alma


del joven Apóstol. Nos podemos hacer una idea más acabada al recordar esas
épocas de nuestra vida —quizá ahora—en que nosotros mismos hemos acudido y
hemos tratado de modo especial a la Madre de Dios.
III. Pocos días después de la Resurrección del Señor se encuentran algunos de
sus discípulos junto al mar de Tiberíades, en Galilea, cumpliendo lo que les ha
dicho Jesús resucitado 15. Están dedicados de nuevo a su oficio de pescadores.
Entr:e ellos se encuentran Juan y Pedro.
E1 Señor va a buscar a los suyos. E1 relato nos muestra una escena entrañable
de Jesús con los que, a pesar de todo, han permanecido fieles. «Pasa al lado de
sus Apóstoles, junto a esas almas que se han entregado a El; y ellos no se dan
cuenta. ¡ Cuántas veces está Cristo, no cerca de nosotros, sino en nosotros; y
vivimos una vida tan humana! (...). Vuelve a la cabeza de aquellos discípulos lo
que,en tantas ocasiones, han escuchado de los labios del Maestro: pescadores de
hombres, apóstoles. Y comprenden que todo es posible, porque E1 es quien dirige
la pesca.
»Entonces, el discípulo aquel que Jesús amaba se dirige a Pedro: es el Señor. E1
amor, el amor lo ve de lejos. E1 amor es el primero que capta esas delicadezas.
Aquel Apóstol adolescente, con el firme cariño que siente hacia Jesús, porque
quería a Cristo con toda la pureza y toda la ternura de un corazón que no ha
estado corrompido nunca, exclamó: ¡es el Señor!
»Simón Pedro apenas oyó es el Señor, vistióse la túnica y se echó al mar. Pedro
es la fe. Y se lanza al mar, lleno de una audacia de maravilla. Con el amor de Juan
y la fe de Pedro, ¿hasta dónde llegaremos nosotros?» 16.
¡Es el Señor! Ese grito ha de salir también de nuestros corazones en medio del
trabajo, cuando llega la enfermedad, en el trato con aquellos que conviven- con
nosotros. Hemos de pedirle a San Juan que nos enseñe a distinguir el rostro de
Jesús en medio de esas realidades en las que nos movemos, porque E1 está muy
cerca de nosotros y es el único que puede darle sentido a lo que hacemos.
Además de sus escritos inspirados por Dios, conocemos por la tradición detalles
que confirman el desvelo de San Juan para que se mantuviera la pureza de la fe y
la fidelidad al mandamiento del amor fraterno 17. San Jerónimo cuenta que a los
discípulos que le llevaban a las reuniones, cuando ya era muy anciano, les repetía
continuamente: «Hijitos, amaos los unos a los otros». Le preguntaron por su
insistencia en repetir siempre lo mismo. San Juan respondió: «Este es el
mandamiento del Señor y, si se cumple, él solo basta» 18.
A San Juan podemos pedirle hoy muchas cosas: de modo especial que los
jóvenes busquen a Cristo, lo encuentren y tengan la generosidad de seguir su
llamada; también podemos acudir a su intercesión para nosotros ser fieles al
Señor como él lo fue; que sepamos tener al sucesor de Pedro el amor y el respeto
que él manifestó al primer Vicario de Cristo en la tierra; que nos enseñe a tratar a
Maria, Madre de Dios y Madre nuestra, con más cariño y más confianza; le
pedimos que quienes están a nuestro alrededor puedan saber que somos
discípulos de Jesús por el modo en que los tratamos.
Dios y Señor nuestro, que nos has revelado por medio del apóstol San Juan el
misterio de tu Palabra hecha carne; concédenos, te rogamos, llegar a comprender
y a amar de corazón lo que tu apóstol nos dio a conocer.
Felipe el Apóstol: Discípulo de Jesús, natural de
Betsaida. Su nombre en griego significa «amigo de
los caballos». Fue discípulo de Juan el Bautista y
uno de los doce que, desde el principio, fueron
llamados a seguir a Cristo. Según la tradición,
predicó el Evangelio en Frigia y murió crucificado en
Hierápolis. En el siglo VI, bajo el pontificado del papa
Pelagio I, sus reliquias se colocaron en la basílica
romana de los Doce Apóstoles. Se le tributa culto
junto a Santiago el Menor, y su fiesta se conmemora
actualmente el 3 de mayo. Se le atribuyen dos
Evangelios apócrifos.
Apóstol y santo, mencionado en quinto lugar en la
lista de los doce (Mt 10,3 y paralelos). Nació en Betsaida. El cuarto evangelio nos
refiere algunos detalles de él: era discípulo de Juan Bautista y fue de los primeros
en ser llamados por Jesús. Felipe invitó a Natanael (Bartolomé) para que fuera a
ver a Jesús, diciéndole: "Hemos encontrado a aquél del que escribieron Moisés y
los profetas, Jesús de Nazaret, hijo de José" (Jn 1,43-51). A Felipe se dirige Jesús
en la primera multiplicación de los panes para preguntarle dónde comprarían pan
para dar de comer a tanta gente (Jn 6,5s), y Felipe es quien lleva hasta Jesús a
unos extranjeros ansiosos de conocer al maestro (Jn 12,21s). En el discurso de
despedida, después de la Cena, Felipe dice a Jesús: "Maestro, muéstranos al
Padre" (Jn 14,7-12). Fuera de estos datos del evangelio, lo único que sabemos de
él nos ha llegado por la tradición.
Dado que sólo el cuarto evangelio da detalles de San Felipe, algunos estudiosos
modernos quieren concluir que vivió y murió en Asia Menor, patria del cuarto
evangelio y lugar donde, ciertamente, Felipe era tenido como una de las grandes
autoridades en Asia. Pero parece más segura la tradición según la cual habría
evangelizado Frigia, después de haber predicado en Cilicia y Lidia. De acuerdo
con la tradición de Policrate, obispo de Éfeso en la segunda mitad del siglo II, los
últimos años de su vida los habría pasado en Gerapoli (Frigia), donde habría
muerto; aquí le habrían acompañado sus tres hijas, dos de ellas vírgenes, la otra
habría sido casada y habría muerto en Éfeso. Esta tradición se ve también
confirmada por varios autores antiguos.
Bartolome Apostol: Bartolomé, también llamado
Natanael, fue uno de los Apóstoles de Jesús. Su
nombre (en griego Βαρθολομαίος) procede del
patronímico arameo bar-Tôlmay, "hijo de Tôlmay" o
"hijo de Ptolomeo". Es mencionado en los tres
evangelios sinópticos, siempre en compañía de
Felipe (Mateo 10:3; Marcos 3:18; Lucas 6:14). En el
Evangelio de Juan, donde no aparece con el
nombre de Bartolomé, se le ha identificado con
Natanael, que también es relacionado siempre con
Felipe. Louis Réau considera que su nombre
procede de la unión de bar (hijo) y Ptolomeo,
siendo por tanto, descendiente de la Dinastía
Ptolemaica, aunque esto no tiene ninguna base en el Nuevo Testamento; en todo
caso, hay que tener en cuenta que no era extraño para los galileos del siglo I
tomar nombres griegos, o bien asimilarlos a ellos. Santiago de la Vorágine añade
acerca de su figura que “se mantuvo ajeno al amor de las cosas en este mundo,
vivió pendiente de los amores celestiales y toda su vida permaneció apoyado en la
gracia y auxilio divino, no sosteniéndose en sus propios méritos sino sobre la
ayuda de Dios”.
Según el Evangelio de Juan, Natanael fue uno de los discípulos a los que Jesús
se apareció en el Mar de Tiberiades después de su resurrección (Juan 21:2). A él
lo había llamado Jesús por mediación de Felipe (Juan 1:45). Juan es el único
evangelista que menciona a Natanael, y como en las listas de los evangelios
sinópticos el nombre de Felipe es seguido por el de Bartolomé, la tradición asimiló
a Bartolomé y a Natanael como uno solo.
Según los Hechos de los Apóstoles, Bartolomé fue uno de los Doce, según (Mateo
10:3), (Marcos 3:18), (Lucas 6:14). Fue también testigo de la ascensión de Jesús
(Hechos 1:13).
Según una tradición recogida por Eusebio de Cesarea, Bartolomé marchó a
predicar el evangelio a la India, donde dejó una copia del Evangelio de Mateo en
arameo. La tradición armenia le atribuye también la predicación del cristianismo en
el país caucásico, junto a San Judas Tadeo. Ambos son considerados santos
patrones de la Iglesia apostólica armenia puesto que fueron los primeros en fundar
el cristianismo en Armenia.
Tomas el Apostol: Santo Tomás
Apóstol era judío, pescador de oficio.
Tuvo la bendición de seguir a Cristo,
quien lo hizo apóstol el año 31.
Se le conoce a Santo Tomás por su
incredulidad después de la muerte del
Señor. Jesús se apareció a los
discípulos el día de la resurrección
para convencerlos de que había
resucitado realmente.
Tomás, que estaba ausente, se negó a creer en la resurección de Jesús: "Si no
veo en sus manos la huella de los clavos y pongo el dedo en los agujeros de los
clavos y si no meto la mano en su costado, no creeré". Ocho días más tarde,
cuando Jesús se encontraba con los discípulos, se dirigió a Tomás y le dijo: "Pon
aquí tu dedo y mira mis manos: dame tu mano y ponla en mi costado. Y no seas
incrédulo, sino creyente." Tomás cayó de rodillas y exclamó: "Señor mío y Dios
mío!" Jesús replicó: "Has creido, Tomás, porque me has visto. Bienaventurados
quienes han creído sin haber visto."
El Martirologio Romano, que combina varias leyendas, afirma que Santo Tomás
predicó el Evangelio a los partos, medos, persas e hircanios, y que después pasó
a la India y fue martirizado en "Calamina". Conmemora el 3 de julio la traslación de
las reliquias de Santo Tomás a Edesa. En el Malabar y en todas las iglesias sirias
dicha fecha es la de la fiesta principal, pues el martirio tuvo lugar el 3 de julio del
año 72.

Mateo el Apostol: Mateo residía en Cafarnaúm,


ciudad de una gran importancia comercial por
estar situada en la gran ruta recorrida por las
caravanas en sus viajes entre Siria y Egipto, y,
también, a causa de su proximidad a la frontera
que separaba el territorio de Filipo del de Herodes
Antipas. Mateo ejercía como recaudador de
impuestos en nombre de este último.
De acuerdo con el propio evangelio de San Mateo
(9:9) y el de San Marcos (2:14), Mateo se hallaba
en su despacho de recaudación de tributos en
Cafarnaúm, junto al mar de Galilea, cuando Jesús
le dijo: «Sígueme.» San Mateo respondió con admirable prontitud a la exhortación
al apostolado del Maestro: se despidió con un suntuoso banquete de sus amigos y
de su vida pasada y siguió, pobre, los pasos y la doctrina de Jesús de Nazaret.
Como la ocupación de Mateo, recaudador al servicio de Herodes Antipas, tetrarca
de Judea, era mal vista y aun despreciada por el pueblo judío, los fariseos
criticaron a Jesús al verlo comer con los publicanos y los pecadores, a lo que
Jesús contestó: «No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores»
(Marcos 2;15-17). Se supone que Jesús le impuso el nombre de Mateo, que
significa «don del Señor»; antes de seguirle, Mateo era llamado Leví o Leví de
Alfeo, es decir, hijo de Alfeo.
El Nuevo Testamento no aporta más detalles biográficos sobre su persona, si bien
la tradición indica que evangelizó Judea y, posteriormente, fue misionero en
Etiopía y Persia. Al parecer, vivió largos años en Antioquía, donde escribió su
Evangelio, que, por su destacado interés eclesiástico, permite vislumbrar la
realidad de una comunidad ferviente y disciplinada, esencialmente judía en cuanto
a su origen, pero alentada por un vivo ímpetu misional.
Hay disparidad de criterios acerca de su muerte, y mientras algunas fuentes
mencionan que murió martirizado, otras afirman que falleció de muerte natural.
Clemente de Alejandría aduce precisamente el ejemplo de San Mateo para
demostrar que es posible salvarse sin el martirio. En 1808, la iglesia de la ciudad
italiana de Salerno reafirmó que se habían hallado sus restos.
El Evangelio de San Mateo, escrito probablemente hacia el año 80, va dirigido a
lectores palestinos o judíos crisitianizados y, por ello, familiarizados con el Antiguo
Testamento. También por ello pone especial empeño en demostrar que Jesucristo
es el Mesías anunciado. Desde los primeros tiempos de la Iglesia se concedió
gran importancia a su testimonio; no obstante, la crítica moderna rechaza
atribuirle, al menos en su totalidad, dicho evangelio.
Jacobo Hijo de Alfeo: JACOBO – HIJO DE ALFEO:
(Santiago el Menor): (Marcos 3:18) A pesar de que existe
especulación sobre el hecho de que este Jacobo es el
mismo que Jacobo el menor, y por lo tanto el hijo de una de
las Marías que se encontraban en la crucifixión y la
resurrección, no podemos saber con certeza cómo se
preparó Jacobo para servir como uno de los Doce
Apóstoles de Jesús. Posible hermano de Mateo (LEVY) (El
recaudador de impuestos) también hijo de Alfeo (Marcos
2:14) Y al pasar, vio a Leví hijo de Alfeo, sentado al banco
de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y levantándose,
le siguió. Santiago, hijo de Alfeo o Santiago el Menor (para distinguirlo del otro
apóstol del mismo nombre, Santiago el Mayor o hijo de Zebedeo y hermano de
Juan) fue uno de los doce apóstoles de Jesucristo. Era hijo de Cleofás o Alfeo, (el
hermano de José de Nazaret), y de María de Cleofás, y hermano de otro José
(Marcos 15:40)
Los nombres de los doce apóstoles son estos: primero Simón, llamado Pedro, y
Andrés su hermano; Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano; Felipe,
Bartolomé, Tomás, Mateo el publicano, Jacobo hijo de Alfeo, Lebeo, por
sobrenombre Tadeo, Simón el cananista, y Judas Iscariote, el que también le
entregó. Mateo 10:2-4
El mismo Judas Tadeo manifiesta que es pariente cercano de Santiago el Menor,
diciendo; Judas, siervo de Jesucristo, y hermano de Jacobo, a los llamados,
santificados en Dios Padre, y guardados en Jesucristo. Judas 1:1.
Unos cuantos judíos fueron a ver a Santiago y le dijeron; Te rogamos que
desengañes al pueblo y le hagas ver que se equivoca al creer que Jesús fue
Cristo. Te suplicamos que el próximo día de Pascua, aprovechando la oportunidad
de la gran cantidad de gente que viene a Jerusalén, hables a las multitudes y las
disuadas de todas esas cosas que vienen admitiendo en relación con Jesús. Si así
lo haces, tanto nosotros como el pueblo en general nos atendremos a su
testimonio, reconoceremos que eres justo y que no te dejas influir por nadie.
Llegado el día, Santiago dio un testimonio totalmente contrario al que le habían
pedido diciendo: pienso que está sentado en el cielo, a la derecha del Sumo
Poder, y que un día vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos. En ese momento,
los escribas y fariseos decidieron llevarse a Santiago a la parte más alta del
templo y desde ahí lo arrojaron al suelo, en el momento se dieron cuenta de que
no había sufrido ningún daño por la caída y todos le rodearon para insultarlo y le
lanzaron piedras, uno de ellos logró romperle el cráneo y en oración el apóstol
murió. Su cuerpo fue sepultado en el mismo sitio en que murió, a la vera del
tiempo.
Simón el cananista: Simón el cananeo fue uno de
los doce discípulos de Jesucristo. También se le
conoce como Simón, llamado Zelotes. Su nombre
aparece en Mateo 10 y Marcos 3 como Simón el
Cananeo y en Lucas 6, Simón, llamado Zelotes. La
única otra mención de él es después de que Jesús
ascendió al Cielo, cuando los discípulos, entre ellos
Simón el Cananeo, los hermanos de Jesús, y varias
mujeres que incluía a la madre de Jesús, María, se
reunieron en el alto aposento para orar.
Los doce discípulos fueron llamados a predicar el
Evangelio de Jesucristo, pero se les prohibió ir a los
gentiles o samaritanos. (Una visión dada a Pedro más tarde permitiría que el
evangelio sea enseñado a todos.) En lugar de eso, fueron en busca de las ovejas
perdidas de Israel. Ellos podían curar a los enfermos y, a través del sacerdocio,
realizaban muchos milagros.
Cuando los discípulos viajaban, no llevaban nada con ellos, sino que debían
depender de Dios para conducirlos a los alimentos, vestido y vivienda o a los que
se los proporcionarían. Los que los aceptaban y les daban lo que necesitaban o
escuchaban sus enseñanzas iban a recibir las bendiciones de la paz en sus
hogares. Si eran rechazados, debían sacudir el polvo de sus pies al salir de la
casa.
Jesús les advirtió que a menudo serían perseguidos a causa de su trabajo al
servicio de Jesucristo. Él les aseguró que los que perseveraban hasta el fin serían
salvos, y que eran de más valor que los gorriones. Dios conocía todos los detalles
del gorrión, por lo que no dejaba lugar a dudas que Él también era consciente de
ellos y de sus necesidades.
La raíz hebrea para Zelote es Qana, y Jerónimo creyó erróneamente que esta
palabra venía de Caná o Canaán. Esta es la fuente de Canaán utilizado en las
traducciones de la Biblia para distinguir a este Simón de Simón Pedro. La Biblia no
tiene más información acerca de él, convirtiéndolo en el apóstol de quien sabemos
menos. Si bien hay leyendas de que sirvió en misiones a Egipto y Glastonbury, y
que fue asesinado, no hay ninguna evidencia real que nos diga algo más sobre su
vida aparte de que se desempeñó como uno de los doce discípulos originales.

Judas Iscariote: (Siglo I) Apóstol de Jesús.


Como uno más de los apóstoles de Jesús de
Nazaret, Judas siguió a su maestro durante su
predicación por Palestina y, según los
Evangelios, fue el traidor que reveló a los
miembros del Sanedrín el lugar donde podían
prender a su Maestro sin que sus seguidores
interfiriesen, tal como el propio Jesús había
anunciado en la Santa Cena. Él mismo fue
quien dirigió a los guardias que arrestaron a
Jesús y les indicó quién era besándole.
Por su traición fue recompensado con treinta
denarios, pero al poco tiempo se arrepintió de sus actos, intentó devolver las
monedas a los sacerdotes que se las habían dado, y al no aceptarlas éstos, las
arrojó en el templo. Luego, desesperado ante la magnitud de su delación, se
suicidó ahorcándose de un árbol. Por ello, la figura de Judas ha pasado a la
tradición cristiana posterior convertida en la del traidor por antonomasia.
Con el paso de los siglos se añadieron a su historia elementos novelescos. En la
Leyenda áurea, una famosa colección de vidas y leyendas de santos de mediados
del siglo XIII compuesta por Jacobo de Voragine, aparecen, insertos en la Vida de
San Mateo, nuevos datos no contenidos en los Evangelios sobre la vida de Judas
antes de conocer a Jesús. En ellos se basó un compilador anónimo del siglo XIV
para componer una obra titulada Leggenda di Giuda (Leyenda de Judas), que fue
conocida en toda Europa aunque sin alcanzar gran popularidad, quizás por la
persistente conciencia de su origen literario.
Probablemente a causa de la instintiva tendencia a la concentración de las culpas
en tipos representativos, la historia de Judas acabó tomando motivos del antiguo
mito griego de Edipo: en la Leggenda di Giuda se cuenta que los padres de Judas,
Rubén y Ciborea, decidieron abandonar a las olas del mar a su hijo recién nacido
porque en sueños habían sido advertidos de que causaría la ruina de su pueblo.
Pero el niño no pereció ahogado, sino fue a parar a la isla Iscariote, de donde
viene el nombre de Judas Iscariote. Educado por la reina del lugar, fue creciendo
hasta que mató al hijo de su bienhechora, tras lo cual huyó a Jerusalén, donde
entró al servicio de Poncio Pilato.
Un día Pilato le ordenó que le trajese unas frutas; para obtenerlas, Judas mató al
dueño del huerto, que no era otro que su padre, Rubén. Pilatos lo nombró
heredero del muerto y lo casó con su viuda. Cuando Judas descubrió el parricidio
y el incesto con el que se había manchado, se hizo discípulo de Jesucristo para
redimirse; pero pronto se dedicó a robar el dinero que el Maestro le confiaba y
finalmente, por codicia, lo traicionó. Al arrepentirse de ello se ahorcó, y su cuerpo
reventó esparciendo por el suelo sus entrañas a fin de que el espíritu malvado no
saliese por la boca que había besado a Cristo.

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