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Un estudio crítico
de la historia
Tomo I
S e c c ió n de O br a s de H isto r ia
U N E ST U D IO C R ÍT IC O D E L A H IST O R IA
I
Traducción de
C arlos Á vila F lores
G raciela N oemí B avúgar F aigenbaum
A na P ulido R ull
HELIO JAGUARIBE
UN ESTUDIO CRITICO
DE LA HISTORIA
i
F O N D O D E C U L T U R A E C O N Ó M IC A
MÉXICO
Primera edición, 2001
Impreso en México
A F ederico Mayor,
quien, como director general de la unesco,
creyó en esta investigación cuando sólo
era el simple esbozo de un ambicioso proyecto
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PREFACIO A LA EDICIÓN EN ESPAÑOL
9
SUMARIOS
Tomo i
Introducción general
I. La aparición del hombre y la civilización
II. La civilización mesopotámica
III. Egipto
IV. La civilización egea
V. El antiguo Israel
VI. Persia
VII. Grecia
VIII. Roma
IX. La civilización bizantina
X. El Islam
Anexos
Tomo n
XI. La India
XII. China
XIII. África
XIV. Civilizaciones precolombinas
XV. La civilización occidental. 1. Formación de Europa
XVI. La civilización occidental. 2. El Renacimiento
XVII. El desarrollo de Occidente
XVIII. Reflexiones sobre el siglo xx
XIX. Conclusiones
Anexos
11
PREFACIO
L
PREFACIO 15
El texto de este libro fue escrito directam ente en inglés, pero se pre
sentó a una m inuciosa revisión idiomática de distinguidos expertos en
esa lengua. Los capítulos 11 a vi los revisó la doctora A lice Koller, y los
demás el doctor Geoffrey Lloyd Gilbert.
Una obra extensa com o ésta no habría sido posible sin la ayuda y las
aportaciones de m uchas personas. El autor está en deuda, ante todo,
con la confianza y el apoyo recibidos de Federico Mayor, director gene
ral de la u n e s c o de 1987 a 1999, a quien dedica el libro. El creyó en esta
investigación cuando sólo era el simple esbozo de un ambicioso proyecto.
Vaya tam bién la gratitud del autor a un gran núm ero de personas.
Deseo m encionar en prim er lugar a M aría Lúcia, mi esposa, y a mi fa
milia en general, quienes con paciencia y generosidad soportaron du
rante casi seis años mi total concentración en los preparativos de este
estudio, en detrimento del tiempo que debí dedicarles. También quiero
expresar mi gratitud al personal administrativo del Instituto de Estudos
Políticos Sociais, cuyo apoyo desinteresado ha asegurado la existencia
misma de la institución y posibilitó la culminación de este trabajo. Las
condiciones propicias para emprenderlo se debieron a un reducido gru
po de entusiastas empleados del instituto: la señora Regina Lúcia Cor
tes Lima, quien m ecanografió la obra en inglés sin conocim iento del
idioma, gracias a una minuciosa atención a cada letra; la señora María
Augusta Leal Soares, quien adm inistró con toda eficiencia mi oficina,
contando con el auxilio contable del señor Adm ar Cam pos Albo y los
servicios de archivo del señor Joaquim Gongalves de Oliveira Brígido.
La señora María de Guadalupe Affonso Martínez prestó valiosa ayuda
secretarial al retirarse la señora Leal Soares.
Lo escrito directam ente por m í en lo que voy a llam ar "in glés de la
o n u " fue convertido en un "inglés oxfordiano" inicialmente por la doc
i
COLABORADORES
PERSONAL CENTRAL
ASESOR GENERAL
ASESORES TEMATICOS
Egeo E g ip t o
Profa. Isabelle Ozanne Profa. Dominique Valbelle (directora)
Ifremer, Direction de L'Ingenierie, de la Institut de Papyrologie et d'Egiptologie
Technologie et de L'Informatique, París de Lille, París
Á fr ic a L a a p a r ic ió n d e l h o m b r e y l a c iv il iz a c ió n
Prof. Joseph Ki-Zerbo (relator) (director) Prof. ]osé Garanger
c e d a (Centre d'Etudes pour le Université de París 1 Panthéon-Sorbonne,
Développement Africain), Laboratoire D'Ethnologie Préhistorique,
Ouagadougou, África París
B iz a n c io La f o r m a c ió n d e E uropa
Profa. Angeliki E. Laiou Prof. R. B. Dobson
Harvard's Research Center, Harvard Christ's College, Cambridge University,
Cambridge
C h in a
Prof. Robert Hymes I n t r o d u c c ió n gen era l
19
20 COLABORADORES
G r e c ia P ersia
Prof. Roger S. Bagnall Prof. Richard N. Frye
Department of Classics, Hamilton Hall, Department of Near Eastem Languages
Columbia University, Nueva York and Civilizations, Harvard
University, Harvard
A n t ig u o I s r a e l
Prof. Mordechai Cogan L as c iv il iz a c io n e s p r e c o l o m b in a s
Department of Jewish History, Prof. Heraclio Bonilla (relator)
The Hebrew University of Jerusalem, Universidad Nacional de Colombia,
Mt. Scopus, Jerusalén Bogotá
I n d ia R e f l e x io n e s s o b r e el s ig l o x x
Isla m E l R e n a c im ie n t o
Prof. W. F. Madelung Prof. Ruggiero Romano
The Oriental Institute, University College de France, París
of Oxford, Oxford
R oma
Prof. Hugh Kennedy (relator de las sec Prof. Aldo Schiavone
ciones i a m) Universidad de Roma,
Department of Mediaeval History, Roma
University of St. Andrews, St. Andrews,
Fife, Escocia, Reino Unido, St. Andrews D esa rro llo del O c c id e n t e
Prof. Peter Gay
M eso p o t a m ia Department of History,
Prof. Jean Bottéro Yale University,
Ecole Pratique des Hautes Études, París Yale
INTRODUCCIÓN GENERAL
C o n s id e r a c i o n e s p r e l im i n a r e s
21
22 INTRODUCCIÓN GENERAL
1. H is t o r ia e h is t o r i a
romano, que algunos son libres; el mundo germánico sabe que todos son
libres. Por consiguiente, la primera forma política que observamos en la
historia es el despotismo; la segunda es la democracia y la aristocracia,
y la tercera es la monarquía.
La fase con la que tenemos que empezar es el Oriente, la niñez de la
historia. La segunda etapa es la griega, periodo que puede compararse
con la adolescencia. La tercera fase, el ámbito de la universalidad abs
tracta, es el Estado romano. La cuarta fase es germ ánica. Es su vejez.
Empezó con la reconciliación ofrecida por el cristianismo, pero sólo en
la etapa inicial, sin desarrollo nacional ni político.
La aportación de Hegel a la Historia, una vez liberada de sus supo
siciones m etafísico-religiosas, fue de la m ayor im portancia y echó las
bases tanto para los conceptos de Marx como para los culturalistas.
La H istoria poshegeliana siguió tres rumbos distintos: la línea del
idealism o alemán, que generó el historicismo; la línea del positivismo,
que subrayó la adopción, por la Historia, de las mismas normas y meto
dología de las ciencias naturales, y la línea del culturalismo, que exigía
una forma particular de entendimiento de los procesos socioculturales.
Leopold von Ranke (1795-1886) es la figura cumbre de la escuela históri
ca alemana, ya que combinaba el rigor en el estudio de los documentos
con una filosofía idealista y la convicción de que el historiador puede y
debe informar de los hechos históricos como en realidad ocurrieron.
La línea positivista encuentra sus dos principales expresiones en Henry
Thom as Buckle (1821-1862), con su H istory o f Civilization in England
(1857), e Hippolyte Taine (1828-1893), con Les Origines de la France Con-
temporaine (1874-1893). En su sentido más lato, el materialismo histórico
de M arx (1818-1883) y Engels (1820-1895) podría incluirse en la línea I
positivista. ]
La línea culturalista empezó con la gran figura de Jacob Burckhardt J
(1818-1897) y fue seguida por los neokantianos W ilhelm W indelband i
(1845-1915), Heinrich Rickert (1863-1936) y Georg Sim mel (1858-1918).
La mayor expresión del culturalismo alemán fue la de Wilhelm Dilthey 1
(1833-1911). i
Estos historiadores, reaccionando contra el positivismo y su imposición !
de conceptos de la ciencia natural sobre conceptos culturales, subra- J
yaron lo específico de las ciencias culturales y la necesidad de enfocar- 1
las con diferentes métodos, capaces de tratar su característica esencial,
que es la existencia del significado, en oposición a la simple objetividad
de las ciencias naturales. La com prensión de los hechos significativos
exige una herm enéutica específica. El historiador ha de partir de una <
expresión externa del pasado para colocarse en el estado interno conec- ]
INTRODUCCIÓN GENERAL 27
5 Cf. Collingwood, The Idea of History, Oxford, Clarendon Press, 1949 (1946), p. 195.
T
INTRODUCCIÓN GENERAL 29
La nueva Historia
La Filosofía de la Historia
8 Karl Jaspers, Origen y meta de la Historia, trad. al español, Madrid, Revista de Occidente,
1950.
9 Amold Toynbee, A Study ofHistory, 10 vols., Londres, Oxford University Press (1934-1951).
10 Erich Kahler, Man the Mensure, Nueva York, George Braziller, 1961; The Meaning o f History,
Nueva York, G. Braziller, 1964.
11 R. G. Collingwood, The Idea of History, op. cit.
12 W. B. Gallie, Philosophy and the Historical Understanding, Nueva York, Schocken Books, 2a ed.,
1968 (1964).
13 Patrick Gardiner, The Nature o f Historical Explanation, Londres, Oxford University Press,
1968 (1991).
32 INTRODUCCIÓN GENERAL
14 Oswald Spengler, La decadencia de Occidente (trad. española del alemán Der Untergang des
Abendlandes, 2 vols., 1918), Madrid, Espasa-Calpe, 4 vols., 1947.
15 Alfred Weber, Historia de la cultura (trad. española del alemán Kulturgeschichte ais Kultursozio-
logie [1935]), fc e , México, 1943 (1941).
INTRODUCCIÓN GENERAL 33
pales y los factores que han influido en un proceso histórico. Se trata, pre
dominantemente, de un ejercicio en el ámbito de la Sociología de la His
toria que tiene en cuenta todas las circunstancias y los factores condicio
nantes pertinentes.
En el caso de nuestro estudio, las tres secciones iniciales de cada capí-
mío constituyen un intento de resumir y ordenar la mejor información
de que tuvo conocimiento este autor, presentada por competentes histo
riadores críticos (críticos en el primer sentido), acerca del lugar, el pue
blo y la principal evolución sociopolítica y cultural de la civilización de
que se trate. Luego se ha hecho un esfuerzo por identificar y analizar las
principales condiciones y factores que han influido en el curso de esa
civilización. Sem ejante ejercicio produce una cosecha abundante: nos
da, en primer lugar, una comprensión crítica de los procesos estudiados,
aclarando por qué las cosas han tomado cierta dirección en lugar de otra.
Nos permite ver las maneras en que se generaron acontecimientos deci
sivos, com o los que condujeron al surgim iento, el desarrollo y, en su
caso, la decadencia de una civilización determinada. Además, ofrece ele
mentos de comparación entre diferentes civilizaciones de las principales
condiciones que influyeron sobre sus cursos.
16 Cf. Wilhelm Bauer, Introducción al estudio de la Historia, traducción española del alemán (1922),
Barcelona, Bosh, 1957, p. 33.
17 Cf. Edward Hallet Carr, What is History?, Nueva York, Alfred Knopf, p. 35.
18 Cf. Erich Kahler, The Meaning of History, Nueva York, George Braziller, 1944, p. 17. \
34 INTRODUCCIÓN GENERAL
L
INTRODUCCIÓN GENERAL 35
tenidas por estudiosos como Croce, Karl Jaspers, Toynbee y, hasta cierto
punto, Erich Kahler.
Desde un enfoque distinto, Sorokin19 sostiene que el proceso cultural
está sometido a una circularidad en espiral, de manera similar a las ideas
de Vico. Las sociedades inician su curso histórico con una cultura idea-
cional, que después aspira a una formulación idealista, la que a su vez
tiende a una cultura sensorial. La forma extrema de esta última, la cul
tura hipersensorial, es autodestructiva y genera, por medio de un des
arrollo dialéctico interno o una intervención externa, una nueva cultura
ideacional. Las culturas ideacionales están im buidas de un profundo
sentido de lo sagrado y basadas en creencias incondicionales en dioses
o en un Dios. Las culturas idealistas introducen una exigencia de racio
nalidad en sus creencias religiosas, lo que convierte las m itologías en
teologías. Las culturas sensoriales se orientan hacia la prueba empírica
y el rigor analítico. Las culturas hipersensoriales son llevadas a un rela
tivismo completo, hasta perder su convicción de cualquier verdad.
Como se ve brevemente en los capítulos xvm y xix de este trabajo, el
autor sostiene que el principio antrópico produce, entre otras muchas
consecuencias, el postulado de una esfera antrópica. Planteado por la
cosmología contemporánea, el principio antrópico (el cual afirma que el
surgimiento de la vida y del hombre en nuestro planeta sólo fue posible
porque la evolución del cosmos, desde la explosión prim ordial, ha se
guido exactamente el curso que siguió, y no otro) es un postulado pre
ñado de m uchas consecuencias que implican, como ya se mencionó, la
esfera antrópica. Remitiendo al lector al análisis de esta cuestión en el
tema de la posm odernidad, en el capítulo xvm, baste decir aquí que la
esfera antrópica delimita el ámbito de posibilidad de las acciones hum a
nas. Dada su naturaleza psicofísica, el hombre dispone de un muy vasto
— pero no ilimitado— repertorio de opciones, empezando por diversas
pautas culturales. Cada pauta cultural contiene, a su vez, otra gran va
riedad de opciones, eidéticas, pragmáticas y artísticas. Las fases históricas
más breves actúan dentro de los límites de una pauta cultural determ i
nada. Las fases más prolongadas pasan de una pauta cultural a otra.
La afirmación de Sorokin acerca de la sucesión cíclica de las fases cul
turales, de la ideacional a la idealista y luego a la sensorial, es apoyada
por un vasto Corpus de pruebas empíricas inequívocas. Todas las civiliza
ciones conocidas surgieron en la historia con culturas ideacionales. Algu
nas pasaron después a una etapa idealista, como la griega y la romana, la
china, la india, la islámica y la occidental. Sin embargo, algunas, como
19 Cf. Pitirim Sorokin, Social and Cultural Dynamics, Boston, Porter Sargent Publ., 1957.
INTRODUCCIÓN GENERAL 37
Alfred Weber
i
INTRODUCCIÓN GENERAL 39
El estudio que hace Weber del proceso histórico empieza por tener en
cuenta las "zonas históricas" que sucesivamente o de manera concom i
tante han aparecido, a saber: la cultura china, la de la India oriental, la
egipcia occidental, la babilónica (primer grado), la persa-judía, el círculo
de la antigua cultura mediterránea (segundo grado), la eslavo-bizantina
oriental, la islámica y la occidental (tercer grado). Estas culturas deben ser
representadas como cuerpos históricos cerrados, cuyos contornos y cor
poralidad pueden ser aprehendidos mediante la observación de algo que
también es visible y que puede ser externamente captado, lo que significa
considerar la formación de sus estructuras sociales y las mutaciones de
estas últim as. Tales estructuras sociales, aunque en m uchos aspectos
pasan por fases análogas en cada una de las zonas, siempre tienen algo
peculiar en sí mismas que es característico de cada una de las situacio
nes culturales. Todos estos cuerpos históricos están insertos en un gran
proceso unitario de m ovim iento gradual que abarca a toda la hum a
nidad. Este es el proceso civilizador que atraviesa el devenir histórico y
constituye su soporte. Todo esto significa que ofrece una serie de m e
dios variables para la construcción social, un mundo transform ado de
objetos físicos y espirituales.25
Ahora bien, esos cuerpos históricos, tanto en el caso de que constituyan cul
turas primarias y secundarias superpuestas como también en el caso de que
sean productos primarios permanentes, que coexistan unos junto a otros,
están todos ellos insertos en un gran movimiento unitario de progreso gra
dual [...] Ese proceso de la dominación intelectual y teórica de la existencia
marcha a un paso progresivo irreversible desde la ingenuidad a la concien
cia reflexiva (desarrollo que atraviesa toda la humanidad); marcha a un paso
progresivo desde una actitud de embotamiento a una ilustración cada vez
más intensa y desarrollada sobre todas las fuerzas de la vida [...] De acuerdo
con lo expuesto, el acontecer humano, articulado en la totalidad de la cul
tura con sus peculiares estructuras sociales, forma una unidad a este respecto,
porque está inserto en una corriente unitaria. Pues bien, este proceso civiliza
dor —así lo llamaremos desde ahora en adelante— que cruza el devenir his
tórico y que es el soporte del mismo, no significa otra cosa que el ofrecimiento
de una serie variable de medios para la construcción social, un mundo trans
formado de objetos físicos y espirituales para la total formación psicológica
y espiritual [...] Constituye unfactum que tiene cada vez mayor trascenden-
42 INTRODUCCIÓN GENERAL
dentro del ámbito de cada pauta cultural. Habiendo llegado a los más
altos niveles de excelencia alcanzables dentro de una pauta cultural de
terminada, las ulteriores manifestaciones se ven obligadas a repetir los
modelos de excelencia o bien a destruirlos. El nuevo progreso sólo es
posible con un cambio de la pauta cultural. Una vez generada la pauta
cultural culminante — como probablemente será el caso de la civilización
planetaria— , aunque aún se esté muy lejos de ello, en ese m om ento se
habrán alcanzado los límites del progreso. Y el hombre, como todos los
demás animales, se verá obligado a seguir haciendo lo mismo o a des
truirse a sí mismo, lo que los otros animales no son capaces de hacer.
Arnold J. Toynbee
28 Cf. Amold J. Toynbee, A Study of Hislory, Londres, Oxford University Press, vols. i-xn, 1934-
1961; D. C. Somervell, A Study of History, compendio de los vols. i-vi, 1947, y de los vols. v¡i-x, 1957,
Londres, Oxford University Press; Arnold Toynbee y Jane Caplan, versión abreviada en un solo
tomo de A Study of History, Londres, Thames y Hudson-Oxford University Press (1972), 1995.
44 INTRODUCCIÓN GENERAL
i.
INTRODUCCIÓN GENERAL 45
Sin embargo, ahora que nuestro estudio nos ha llevado a un punto en que
las civilizaciones, a su vez, como los Estados parroquiales del moderno mun
do occidental al comienzo de nuestra investigación, han dejado de constituir
campos de estudio inteligibles para nosotros y han abandonado su significa
ción histórica, salvo en la medida en que administran el progreso de la reli
gión, descubrimos que, desde este punto de vista más revelador, la especie
misma ha perdido su unidad específica.29
3. E l c u rso de la H istoria
Evolución y cultura
romana, ha llegado a su fase tardía. Así como hubo una civilización ro
mana tardía, correspondiente, hasta cierto punto, al periodo de la Rorru
cristiana, así hay en la actualidad una civilización occidental tardía, qut
comenzó a surgir tras la primera Guerra Mundial y, de forma más acele
rada, con la segunda. Así como la Antigüedad se convirtió en Antigüe
dad tardía en la medida en que su anterior cosmovisión cívico-pagana
fue remplazada por una visión cristiana del mundo, la civilización occi
dental se ha convertido en una civilización occidental tardía en la medi
da en que su cosmovisión cristiana ha sido remplazada por una visiór
cien tífico-tecnológica.
El proceso de formación de la civilización occidental tardía es conco
m itante — en grado considerable— a otro proceso más general: la for
mación de una civilización planetaria, por la compleja interrelación de
influencias que ha conducido a la creciente occidentalización de las civi
lizaciones no occidentales que subsisten hasta hoy: la islámica, la india
la japonesa y, de m anera más autónom a, la china. Tales civilizaciones
están siendo transformadas en variaciones de la civilización occidenta.
tardía, la que a su vez absorbe cada vez más elementos de civilizaciones
no occidentales desde A frica, el O riente y los am erindios del Nueve
Mundo. Todo el proceso va marchando hacia la formación de una civili
zación planetaria, que a largo plazo será integrada por varias subespe
cies, expresión de las precedentes civilizaciones que fueron llevadas a
fundirse con la predominante occidental tardía. Las diferencias entre es
tas subespecies, hasta cierto punto, serán similares a las que hoy existen
entre anglosajones, germanos, latinos, nórdicos y eslavos dentro de la
civilización occidental.
Otra cuestión importante para las próximas décadas es el curso que
más probablemente adoptará la actual sociedad de masas tecnológica y
consumista. El consumismo no es una novedad contemporánea: ha sur
gido recurrentem ente desde el prim er periodo interm edio egipcio (ce
2175-1991 a.C.) o el babilónico tardío. Sin embargo, el consumismo con
tem poráneo está adquiriendo cada vez más un carácter perm anente y
cobrando, con gran rapidez, proporciones alarmantes. Un consumismo
total y no transitorio llevaría a las sociedades contemporáneas a la pér
dida de su capacidad de autosustento. ¿Qué clase de valores correctivo?
podrán llegar a prevalecer sobre un consumismo perenne?
La última parte del libro trata de las perspectivas de la sociedad con
temporánea. También, de la clase de orden mundial que más probable
m ente se formará en los años venideros tras el fin del régimen bipola
que dominó al mundo hasta el desplome de la Unión Soviética en 1991
¿El m undo, tal com o hoy parece probable, será regulado por una Pe:
INTRODUCCIÓN GENERAL 55
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i
I. LA APARICIÓN DEL HOMBRE Y LA CIVILIZACIÓN
1. El p r o c e s o e v o l u t iv o
1Véase a este respecto una breve presentación del principio antrópico y de la esfera antrópica en
el tópico H de la sección 3 del capítulo xvm, así como en el tópico M de la sección 5 del capítulo xix.
2 Observaciones recientes con el telescopio espacial Hubble sugieren que el universo es más
joven, de cerca de 13 000 millones de años de existencia, en lugar de los 20 000 millones antes acep
tados.
3 Basado en las teorías de H. C. Hurey, en 1953 S. I. Miller produjo en el laboratorio aminoácidos
en condiciones semejantes a las que se piensa prevalecieron en la atmósfera y el océano primitivos.
59
60 LA APARICIÓN DEL HOMBRE Y LA CIVILIZACIÓN
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700000 Günz-Mindel Inferior
1000000
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1700000 O
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2000000 Danubio Australopiteco
Comienzo Primates
Periodo Epoca Etapa (miles de años) (al-homo)
i Astiana
C Mioceno' pontiana 29 000 Dryopitecus
j precónsul, pliopithecus
\
2 Vindobodiense
Oligoceno Burdigeliense 39 000 Parapitecus, propliopithecus
Á //! si >^/U¿ i ■3?
Eoceno 58 000
Paleoceno 75 000 Prosimio, tarsioide
F uen te : Theodosius Dobzhansky, Mankind Evolving, New Haven, Yale University Press, 1965,
rjadro 16, p. 172.
Las características del capoide son más vagas y se asemejan a las del
nongoloide y, hasta cierto grado, a las del bosquimano de Africa. Carie-
ron Coon declaró capoides unos fósiles de H om o erectus del norte de
Africa, con grandes arcos superciliares rectos, huesos frontales curvos,
un esqueleto facial superior plano, un prognatism o pronunciado y
can d es dientes con efecto de tracción.
64 LA APARICIÓN DEL HOMBRE Y LA CIVILIZACIÓN
2. El e n t o r n o n a tu ra l
3. E l P aleo lítico
A. El Paleolítico inferior
No hay fecha precisa que marque el comienzo del Paleolítico. Los aus-
tralopitecinos, hace más de tres millones de años, se valieron de herra
mientas y útiles para cazar. El Paleolítico inferior duró, en la mayor parte
del mundo, hasta el fin de la glaciación de Riss (hace 250 00 0 años).
Resulta conveniente distinguir dos periodos de esta larga fase de la
historia: el Paleolítico arcaico, esencialmente en el sur y el este de Africa
(cultura de cantos tallados), y el Paleolítico inferior stricto sensu (entre
aproximadamente 1.3 millones y 100 000 años antes de la época actual),
con la aparición del acheulense y el Homo erectus. El territorio del Paleo
lítico inferior representó una quinta parte de las tierras del mundo. Aún
no estaban habitadas América, Australia y probablemente Asia septen
trional y Europa central.
LA APARICIÓN DEL HOMBRE Y LA CIVILIZACIÓN 67
Europa
Asia oriental
África
El regreso a Europa
B. El Paleolítico superior
Visión general
Los chatelperronienses
Las tierras situadas más allá del extrem o oriental del M editerráneo,
donde se iniciaría la revolución neolítica, desempeñaron un papel casi
de igual im portancia en las innovaciones culturales del Paleolítico su
perior. Ahí, según Jacquetta Hawkes, se encuentra la cuna de los cha
telperronienses que desplazaron al hom bre de N eandertal en Europa
occidental. Sin embargo, los avanzados auriñacienses que los siguieron
acaso se hayan originado en el este de Europa. La cultura chatelperro-
niense se ha relacionado con la raza de Combe Capelle, probablemente
predecesora de la raza mediterránea. No obstante, José Garanger, en sus
com entarios al presente texto, subraya la extrem a com plejidad de las
tempranas culturas del Paleolítico superior en el Cercano Oriente y con
sidera que la cultura chatelperroniense fue una derivación directa de la
musteriense, partiendo de la tradición acheulense.
Los auriñacienses
Los gravetienses
Figuras
Periodo Estilo Caballos humanas Señales
F uen te: Gabriel Camps, Introduction a la Préhistoire, París, Librairie Academique Perrin,
1982, fig. 32.
América
Australia
C. El Epipaleolítico
i
LA APARICIÓN DEL HOMBRE Y LA CIVILIZACIÓN 77
Hace 7 000 años, cuando el húmedo clima del Atlántico hizo más den ti
sos los bosques del norte dificultando la caza, los habitantes tuvieron fe
que desarrollar sus habilidades pesqueras. La cultura m aglemosiense h
fue seguida por la del pueblo de Ertebolle, que ha dejado enormes yaci
m ientos arqueológicos de concha y hueso a lo largo de las costas de re
Dinamarca. Estos pueblos echaron las raíces de la futura raza nórdica. se
Las culturas mesolíticas fueron, en esencia, una adaptación de antiguos &
cazadores de grandes presas a las nuevas condiciones clim áticas de la d.
época posglacial. Su ingente avance de recolectores a productores de
alimento se logró de forma gradual, en un área situada entre el extremo tr.
oriental del Mediterráneo, el Mar Negro, el Mar Caspio y el Golfo Pérsi ta
co, es decir, entre o sobre el borde de las tierras altas que limitan el valle
del Tigris y el Eufrates. Existen huellas dispersas de cultura mesolítica cu
en esa zona. Entre ellas, es de suma importancia la cultura natufiense de cr>
Palestina. Allí puede verse la transición del mundo de los cazadores a la
nueva vida de los agricultores. Los natufienses siguieron cazando, pero
con las cornamentas de los ciervos hicieron hoces para su agricultura, y
les gustaba adornarse con hermosos penachos y collares.
La
4. C a m pesin o s y n ó m a d a s la
A. El Neolítico temprano ag
oti
El Neolítico fue la culminación del proceso comenzado en el Mesolítico cu
que creó diversas técnicas para producir alim entos y otros elementos res
para la vida sedentaria: la construcción de casas permanentes, con alfa
rería y muebles, y la organización de los requerim ientos básicos de la
vida comunal en aldeas.
El Neolítico comenzó en el Creciente Fértil, hace unos 10000 años, y
gradualm ente se difundió por diversas zonas del Viejo M undo. Tam En
bién tuvo un desarrollo independiente no sólo en América, sino también 60
en otros lugares como el norte de China, la zona tropical del sureste de Eu:
Asia y las tierras altas de Nueva Guinea, donde se practicó la horticul pie
tura. La economía neolítica empezó en Puebla, México, en el octavo mi sec
lenio, y en Sudamérica en el tercer milenio. ye
Las principales características del Neolítico fueron el cultivo de cereales j
y otras plantas com estibles; la cría de ganado bovino, caballos, cabras, suf
ovejas y cerdos; el desarrollo de la alfarería, la cestería y otras piezas de noi
m obiliario; una considerable mejora en la creación de herram ientas; la Asi
edificación de casas permanentes; la formación de aldeas, y la adminis- cor
LA APARICIÓN DEL HOMBRE Y LA CIVILIZACIÓN 79
B. Pastores y agricultores
5. E l s u r g im ie n t o d e l a c iv il iz a c i ó n
A. Los estratos
Por lo general se acepta (véase Glynn Daniel, The First Civilizations, Nueva
York, Thomas Y. Crowell, 1970) que ha habido siete civilizaciones prima
rias: cuatro en el Viejo Mundo: las civilizaciones mesopotámica, egipcia,
harappa y shang, y tres en el Nuevo Mundo: la maya, la azteca y la inca.
El caso del Viejo Mundo es claro. Aunque hay influencias observables
de los mesopotamios sobre las culturas harappa y del río Amarillo, e in
fluencias recíprocas entre la m esopotám ica y la egipcia, cada una de
esas cuatro civilizaciones surgió directamente de un m edio neolítico y
sufrió un proceso evolutivo que no fue decisivamente influido por una
civilización anterior.
Menos claro es el caso de las civilizaciones precolombinas. La maya y
la azteca son consideradas civilizaciones primarias sobre la suposición
de que las sociedades antes existentes, como los olmecas, los toltecas y
la cultura de Teotihuacan, no habían alcanzado plenamente el nivel de
civilización. De igual manera, la inca es una civilización primaria en la
medida en que culturas anteriores, como la de Huaca Prieta, en el valle
del Chicama, y las culturas más desarrolladas de los mexicas, los chimus,
los nazcas y los teotihuacanos no habían alcanzado el nivel de civilización.
Cada una de estas siete civilizaciones prim arias cum plió al menos
con tres de los cuatro requisitos mencionados. Los egipcios estuvieron
m ediocrem ente urbanizados pero satisficieron con plenitud las otras
tres condiciones. Los incas no tuvieron escritura pero sí un sistema de
cuentas basado en el uso de quipus, y satisficieron cabalmente los otros
requerim ientos. Las otras cinco presentaron las cuatro características
antes mencionadas.
D. Nómadas y campesinos
6 . B r e v e s r e f l e x io n e s s o b r e l a P r e h is t o r ia
A. Consideraciones generales
D. Rudeza y racionalidad
sum am ente prolongado y com enzó, según Yves Coppens (1983), hace
más de seis millones de años, con la aparición del preaustralopiteco. El
Homo habilis, hace más de dos m illones de años, presentaba los rasgos
biológicos esenciales del hom bre, y el Homo erectus, hace m ás de un
millón de años, ya estaba muy cerca del hombre moderno. Más que las
características biológicas o aun las capacidades técnicas, lo que diferen
ciaría al Homo sapiens de sus predecesores sería la conciencia de su con
dición mortal. Todos los anim ales mueren y de alguna m anera tienen
un entendim iento operativo de la m uerte, revelado por la m anera en
que tratan de evitarla, y provocarla para sus enemigos o sus presas. En
cam bio, sólo el ser plenam ente hum ano tiene conciencia de su condi
ción m ortal.4 En ese sentido esencial, el hombre de N eandertal, al en
terrar a sus muertos y con el tiempo practicar un ritual endocaníbal con
partes selectas del cadáver, daba pruebas de su plena humanidad, como
tan bien lo ha observado Pierre Chaunu (1981). Saberse mortal dio una
conciencia de sí mismo al Homo sapiens y, con ella, de la distinción entre
el cuerpo y el ego, lo que motivó una fe en la otra vida y condujo al des
arrollo de sentimientos religiosos y prácticas mágicas. Con la conciencia
de la muerte, la cultura pasó de un conjunto de prácticas orientadas a la
recabación de alimentos y la fabricación de instrumentos a ser un cuer
po complejo de conceptos de diversos niveles, desde los dedicados a las
técnicas operacionales hasta los referidos a las relaciones entre el cuerpc
y el espíritu, lo humano y lo divino, lo profano y lo sagrado. Esta combi
nación de pragmatismo y creencias mágico-religiosas es la base sobre la
que se ha creado la civilización.
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II. LA CIVILIZACIÓN MESOPOTÁMICA
1. I n tro d u cció n
A. La tierra
B. Los pueblos
2. S íntesis h istórica
A. La Prehistoria
iió por toda Mesopotamia, desde el extremo sur hasta el extremo norte,
v llegó a ser la base del ulterior desarrollo urbano de las ciudades; esta
cultura constituyó la primera capa de la civilización sumeria.
Em pezando con el periodo de Uruk, cam bios sociales y culturales
xu rridos en el curso de unos siete siglos hicieron surgir la civilización
sumeria. Estos cambios fueron impelidos por la gradual urbanización
ie la Mesopotamia meridional. Los avances de las técnicas agrícolas y el
creciente uso del riego fueron seguidos por el correspondiente aumento
J e población y del núm ero y la densidad de las aldeas. En torno de
Uruk, el número de las comunidades pasó de 18 a 184 en un par de siglos
v la población se decuplicó. Al crecer las aldeas, gradualmente se com-
rinaron, en especial cerca de los lugares de culto, y así se formaron las
ciudades.
En este mismo periodo de Uruk, poco antes de 3000 a.C., se inventó la
escritura, al principio con pictografías que representaban esquem ática
mente el objeto designado. Después, la escritura de Uruk utilizó ideo-
zrafías cuneiformes que también podían designar sonidos.
A finales del cuarto milenio, cerca de 20 ciudades-Estado se habían
crganizado en torno de un templo, con asambleas de ancianos. Es pro
bable que el sumo sacerdote llegara gradualmente a ser o fuera rempla
zado por un amo (en) o un gobernador (ensi), y en las unidades más nu
merosas, por un rey (lugal). El largo curso histórico de la civilización
-umeria se inició a finales del cuarto milenio.
B. Snmerios y acadios
que floreció durante casi un siglo. A finales del siglo xx a.C., invasores
¿moritas, sem itas del oeste y elam itas destruyeron la Tercera Dinastía
¿e Ur. Sólo Lagash, con su rey Gudea, conservó su independencia.
C. Babilonia y Asiria
3. P rincipales ra sg o s culturales
A. Características generales
i
98 LA CIVILIZACIÓN MESOPOTÁMICA
3 Véase George Contenau, Everyday Life in Babylon and Asyria, Nueva York, Norton, 1966, parti
cularmente el cap. 3. Véase también George Roux, La Mesopotamie, op. cit., particularmente el cap. 6.
4 Jean Bottéro, en sus excelentes comentarios críticos sobre este capítulo, dice que en lugar de
"práctica mágica" debiera ponerse "exorcismo".
5 Bottéro sugiere que en lugar de "medicina mágica" se hable de dos prácticas médicas adopta
das independientemente: pragmática la una, basada en el exorcismo la otra.
LA CIVILIZACIÓN MESOPOTÁMICA 99
C. El Estado y el rey
D. La estructura de la sociedad
4. El S U R G IM IE N T O
A. De la aldea a la cindad-Estado
B. Sumerios y acadios
A. De la ciudad al Imperio
B. Asiria y Babilonia
D. Civilizaciones en competencia
•ncción del poder de Urartu. Éste subsistió como potencia menor hasta
tre s del siglo v i i a.C., cuando los árameos conquistaron el reino.
La intervención de Egipto en Mesopotamia se relacionó con su disputa
" t i el reino de M itani por el dom inio de Siria-Palestina. Tutm osis III
-504-1450) esperaba conquistar Palestina y trabó con los hurrienses
irlas batallas que term inaron indecisas. Sin em bargo, Tutm osis IV
.425-1417), temiendo la amenaza de los hititas, hizo la paz con Mitani y
irü ó Siria a los hurrienses a cambio de que ellos renunciaran a sus pre
cisiones en Palestina. Posteriores conflictos con Nabucodonosor II ter-
nn aron en la victoria de este último.
A pesar de todo, el verdadero desafío a los reinos m esopotám icos
—areció con el surgimiento de los medos y los persas. Estos pueblos in-
rreuropeos invadieron Irán desde ca. 1200, entrando por vía del Cáu-
rso, y se establecieron en tom o del lago Urmiah. A comienzos del siglo
i a.C., los persas descendieron de los montes Zagros para establecerse
r la región que es el actual Shiraz./
Los medos fueron los prim eros en intervenir en M esopotam ia. En
s. o25, Ciajares, nieto de Deioces, rey de algunas de las tribus m edas,
eró unir a los medos en un solo reino, gobernado por él, con su capital
-r Ecbatana. Ciajares se alió con Nabopolasar de Babilonia, dándole en
rarrimonio a una de sus hijas. Después de organizar un poderoso ejército,
ELrares y Nabopolasar se unieron en mortífero asalto contra los asirios,
rr.quistaron Nínive en 612 e infligieron sucesivas derrotas a Asur-uba-
_r H (611-609), hasta la aniquilación de los asirios en 609.
Los persas fueron el segundo pueblo que logró intervenir en Babilo
nia. A las órdenes de Ciro II el Grande (559-529), conquistaron Babilonia
-r 539. Rebelándose contra su soberano medo, Astiages (585-550), Ciro
s á ó los tronos de Media y de Persia en 550 y fundó así el Imperio per-
« Durante los años subsecuentes conquistó Lidia (547) y em prendió
-ra guerra contra el rey Nabonido de Babilonia (555-539). Con la com-
- acidad de Gobrias, un general de Nabonido, Ciro ocupó Babilonia casi
i r lucha.
6. L a dec a d en cia
A. El problema de la decadencia
B. Sumerios y sumero-acadios
C. Asiría y Babilonia
los elamitas. Babilonia quedó como una pequeña zona rodeada por las
fuerzas de Ciro, quien en 539 derrotó a un contingente babilónico er.
Opis, y allí fue muerto Baltasar. Este acontecim iento desencadenó una
rebelión general en Acad. Nabonido huyó a Babilonia, pero la ciudad se
negó a oponer resistencia a Ciro. G obrias, el general de N abonido en
cargado de defender el ala izquierda del ejército babilónico, se pasó
bando de Ciro y las puertas de Babilonia quedaron abiertas a los persas
Ciro entró en la ciudad y fue triunfalmente recibido por los babilonios
G obrias fue nom brado gobernador de la ciudad y N abonido enviado
lejos, como gobernador de la provincia persa de Carmania.
La conquista persa, como lo habían esperado los notables, no afectó ei
estilo de vida babilónico. Ciro conservó y rindió pleitesía a los dioses
babilónicos y ejerció un gobierno benigno. Tal situación persistió hasta
la conquista de Babilonia por Alejandro, en 330.
Otros dos factores condujeron a la extinción final de la civilización
babilónica. El primero y más importante fue que los babilonios estuvie
ron continuam ente expuestos a la superior racionalidad de la cultura
griega. La visión mágico-cosmológica de los mesopotamios cedió ante é.
logos helénico. El proceso recibió impulso por lo conveniente que resultó
a las clases alta y media adoptar la cultura griega como condición para
tener acceso a superiores niveles de influencia y poder. El segundo factor
fue la fundación de Seleucia en 300, que atrajo a la nueva metrópoli la
vida de Babilonia. Los seléucidas no se propusieron destruir Babilonia
sencillamente, quedó como ciudad desierta.
D. Observaciones finales
A
LA CIVILIZACIÓN MESOPOTÁMICA 121
rersistió durante casi dos siglos. Pocas décadas después, Sum u abum
I >94-1881) y sus nómadas pastores amoritas fundaron la primera dinas-
tu de Babilonia, y elevaron el poder y la cultura de este imperio a uno
ce sus más altos niveles. Hammurabi (1792-1750) dominó toda Mesopo-
urrtia y adoptó unas exaltadas normas de conducta que se reflejaron en
su célebre Código. Asurbanipal (668-627) llevó el predominio militar de
Babilonia a su punto culminante, y al mismo tiempo elevó la cultura asi-
a su cúspide. Nabucodonosor II (604-562) encumbró a Babilonia has-
su más alta categoría histórica al com binar su predom inio político
ron sus más admirables realizaciones culturales. Después de los siglos en
rae Babilonia estuvo subyugada por Asiria, Nabopolasar (625-605), con
a ayuda de los caldeos, restauró la independencia y el poder de Babilo-
*m, explotando con soberbia habilidad política su alianza con los medos
atrayendo a las hordas escitas a ponerse de su lado, con la promesa
icí botín asirio. Por último, Ciro II el Grande, después de ser vasallo de los
r edos, unió a medos y persas bajo su corona, conquistó Lidia y exten
u ó su imperio hasta las murallas de Babilonia, donde inspiró la forma
ron de un partido pro persa que le abrió las puertas de la ciudad (539),
i ror las que entró triunfante entre aclamaciones de los babilonios,
i En todos estos ejemplos, como en otros que podrían mencionarse, la
ustoria de Mesopotamia da muestras extraordinarias de hasta qué grado
i ¿.cunos grandes hombres pudieron torcer a su favor las circunstancias
; z_e los rodeaban, adecuándolas a su voluntad y alcanzando así sus metas.
En cambio, la incapacidad y las flaquezas de los sucesores de Nabu-
icdonosor II llevaron esta brillante herencia a un rápido declive. Una
secesión de regicidas y usurpadores, entre 562 y 555, contribuyó a una
—¿ve pérdida de la fe en el carácter sagrado del rey; no hizo ascender a
eres hábiles al trono y terminó con el errático e irresponsable reinado de
1 \abonido (555-539) y la apertura de las puertas de Babilonia por los
r-ropios babilonios, quienes traicionaron a su rey (m ientras, al mismo
1 rempo, se sentían traicionados por él) para facilitar la entrada triunfal
) re Ciro.
- Sin embargo, las dificultades pueden acumularse hasta hacerse insu-
rerables. Los dos últimos reyes de Asiria nos ofrecen trágicos ejemplos,
y guerra civil (652-648) entre Sham ash-shum -ukin de Babilonia y su
-ermano Asurbanipal de Nínive (658-648) terminó con la derrota de Ba-
s rConia; no obstante, dejó com pletam ente exhausta a Asiria y conside-
i- -¿Elemente reducida la capacidad de sus militares. En estas circunstan-
e cus, Sin-shar-iskun, con un débil apoyo de Egipto, hubo de enfrentarse a
s a superior fuerza militar de los ejércitos combinados de Ciajares de Me-
i, era y Nabopolasar de Babilonia. Su situación se hizo insostenible cuando
122 LA CIVILIZACIÓN MESOPOTÁMICA
las hordas escitas violaron su alianza con Asiria y se unieron a las fuer
zas de Ciajares. Heroicamente, Sin-shar-iskun resistió el ataque a Nínive
y al verse rodeado por sus enemigos se arrojó a las llamas de su palacio
A sur-uballit II, herm ano y sucesor de A surbanipal, reagrupó lo que
quedaba del ejército asirio y ofreció una desesperada resistencia desde
la fortaleza de Harrán, que finalm ente cayó en 610. Los asirios, con la
ayuda de sus aliados egipcios, intentaron un últim o contraataque er
609, pero fueron aniquilados en definitiva. El largo dom inio de Asiria
sobre M esopotam ia, basado en su continuada superioridad militar
finalmente hubo de enfrentarse al hecho de que para entonces los pape
les se habían invertido.
Una segunda notable observación que surge de un examen de la his
toria de Mesopotamia tiene que ver con el papel de los bárbaros. El pri
m er proceso de civilización, la transición gradual pero triunfante de
M esopotam ia al pasar del periodo neolítico para civilizarse, ocurrió
entre otros pueblos que conservaron su condición de bárbaros. Esos
pueblos, que habitualmente se encontraban en la fase de pastoreo nóma
da, fueron atraídos por la riqueza acumulada en las ciudades de Meso
potamia y por el estilo de vida de sus habitantes. Algunos de los bárba
ros vencedores saqueaban las ciudades conquistadas y volvían con e;
botín a su vida nómada. Otros se ponían al frente de la sociedad con
quistada y absorbían rápidam ente su cultura. Por tanto, los bárbaros
desem peñaron dos funciones de gran im portancia: fueron un desafíe
constante a las sociedades civilizadas, ya que las obligaban a mantener
se en estado de alerta para poder rechazarlos — reforzando así, involun
tariamente, la fuerza de sus adversarios— , pero también se convirtieron
en fuente de renovación y de liderazgo al infundir nueva energía e im
pulso a unas sociedades que empezaban a declinar por los efectos rela
jantes de la molicie de la vida urbana.
Una tercera observación sobresaliente concierne a ciertos aspectos y
consecuencias de los procesos de modernización. A pesar de la rigidez
cultural resultante de la visión mágico-cosmológica del mundo, las socie
dades mesopotámicas vivieron procesos de modernización durante los
periodos del nuevo Imperio asirio (936-609) y el Imperio neobabilónice
(626-539).
La modernización consiste en la vasta propagación de la racionalidad
instrumental, el desarrollo del sentimiento de intimidad personal y una
búsqueda de ésta, y la adopción de una perspectiva cosmopolita. Sorokin.
quien analizó estos procesos en su Dynamics o f Culture, llegó a la conclu
sión de que fueron llevados a una erosión de las creencias m orales y
religiosas, las que fueron sustituidas por un enfoque sensual y pragmá-
LA CIVILIZACIÓN MESOPOTÁMICA 123
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III. EGIPTO
1. I n tro d u cció n
A. La tierra
El antiguo Egipto creció como un área larga y estrecha al borde del cur
so del Nilo. Con una extensión de más de mil kilómetros de longitud y
cerca de 30 kilómetros en su máxima anchura, Egipto ocupó la región
situada entre el mar Mediterráneo al norte y Nubia al sur, en tanto que
os desiertos form aron sus fronteras oriental y occidental. Los lím ites
—eridionales del antiguo Egipto llegaron a la primera catarata durante
¿L Reino Antiguo y a la cuarta catarata en el Reino Nuevo, en tiempo de
Tatmosis I. La frontera nororiental también se recorrió desde los bordes
te la península del Sinaí hasta el río Eufrates, cuando el Imperio egipcio
Lcanzó su mayor extensión.
El paisaje egipcio ya había adquirido en el quinto m ilenio la mayor
curte de su carácter actual. El territorio está naturalmente dividido en el
C ío y el Bajo Egipto. El Bajo Egipto corresponde a la zona relativamen-
~s extensa del delta, desde Menfis hasta el mar. Durante el Reino A nti
cuo, el Alto Egipto se extendía por el sur hasta la actual Asuán. Durante
u Reino M edio llegó al Kumné, y luego hasta la cuarta catarata en
u época del Reino Nuevo, cuando el Imperio se había extendido hasta
sus mayores límites.
El Bajo Egipto tiene un clima semitemplado y extremadamente seco,
s u precipitaciones pluviales pero muy bien regado por el Nilo, cuyas
'unificaciones en el delta y sus crecidas de temporada pueden emplearse
rara el riego. El clima del Alto Egipto es tropical; hay algunas lluvias y el
no a menudo inunda sus estrechísimas riberas. Las inundaciones regu
eros del Nilo depositan en sus márgenes un aluvión fertilizante, que ase-
cura excelentes condiciones agrícolas naturales a las zonas a las que lle-
cun sus crecidas.
B. El pueblo
los vestigios más antiguos de ocupación humana en Egipto son los ins-
m m en tos de pedernal descubiertos en las m esetas del valle del Alto
125
126 EGIPTO
Nilo. Proceden del Paleolítico medio, periodo muy anterior a que el mar
se retirara del Bajo Egipto.
Al llegar el sexto m ilenio, cam bios clim áticos en el norte del Africa
m editerránea habían reducido la disponibilidad de alim entos. Tribus
cam iticas relacionadas lingüísticam ente con los sem itas del Cercano
Oriente, así como aborígenes paleolíticos buscaron mejores condiciones
en el delta egipcio. Los pueblos nilóticos probablemente llegaron del sur,
y del este provinieron tribus semitas neolíticas por vía de la península
del Sinaí, atravesando el Mar Rojo.
Las características étnicas egipcias proceden de diversos pueblos que
m ezclaron sus genes desde los tiem pos prehistóricos. El tipo de los
egipcios ya estaba formado en la época del periodo finita (prim era y
segunda dinastías), y los distinguía de su cercanos vecinos, los libios y
los nubios. Cuatro estratos de herencia formaron el pueblo egipcio: 1)
una raza neolítica, de cráneos alargados (dolicocéfalos), procedente de
pueblos paleolíticos de Cromañón; 2) una raza del sur habitualm ente
llamada camita, conectada con los somalíes y con habitantes originales
de Arabia meridional; 3) una raza de europoides del norte, de cráneos
redondos (braquicéfalos), cuyos tipos están reproducidos en las esta
tuas del periodo de Menfis y que corresponden a los sem itas llegados
de Arabia, y, por último, 4) un considerable ingrediente libio.
C. Continuidad y cambio
D. Cronología
2 . S ín t e s is h is t ó r i c a
J
EGIPTO 129
las: nada se sabe acerca de la séptima y la octava dinastías. Tal fue una
-oeca durante la cual los nomos fueron com pletam ente autónom os y,
:mo no había un poder centralizado, se desplomó el orden interno del
T E T K ).
En Heracleópolis, Kheti I (Actoes), fundador de la novena Dinastía
- i 2240 a.C.), ejerció el poder independientemente de los otros nomos.
En contraste con la crisis sociopolítica, bajo la dinastía heracleopolitana
redó la cultura. De este periodo procede el célebre libro de instruccio
nes rara un futuro rey, Merikaré, escrito por su padre y predecesor. Otros
rvderes independientes y locales se formaron y funcionaron en Tebas,
rrefs y M entuhoteps. También en esta época los tebanos se anexaron
-sid o s.
Eos reyes heracleopolitanos y tebanos se enzarzaron en conflictos, en
n e triunfaron los segundos. La xi Dinastía conquistó todo Egipto, pero
•- regimen fue impugnado. La xn Dinastía restableció el pleno dominio
- ere el Alto y el Bajo Egipto, bajo Amenemhet I, un tebano descendien-
2 ie altos funcionarios de los reyes anteriores.
F. Ea guerra de liberación
Bajo los hicsos surgió una dinastía tebana independiente. Rahotep, qu-.
procedía de un linaje local de la xm Dinastía, fue su prim er rey. En c¿
1650 a.C. se convirtió en la x v ii Dinastía, según el papiro de Turín, qu-.
enumera 15 reyes en esa dinastía.
Durante 75 años, reyes tebanos dominaron los ocho primeros nomc-
del Alto Egipto, desde Elefantina en el norte hasta Abidos en el sur. Er:
casi la misma área ocupada por los tebanos durante el Prim er Period:
Interm edio. Puede decirse que la tradición egipcia data de ese p erie
do, porque se han conservado copias de textos clásicos. Entre ellos Se
encuentra el papiro de Prisse, que contiene una versión de las máxima-
de Ptahhotep, "Instrucciones a K agem ni", y la "C anción del arpista
que decoró la tumba de A ntef VIL Hasta tiem pos de este últim o, la-
EGIPTO 133
ra cio n es con los hicsos fueron buenas y pacíficas. Apofis I fue descrito
:rto rey del Alto y el Bajo Egipto.
Taa I, el Viejo, sucesor de Antef VII, inició el conflicto con los hicsos.
Tua II, llamado el Valeroso, continuó las guerras. Seqenenré Taa II llevó el
inflicto hasta la zona que rodea Cusae. Después de su muerte, su hijo
>m o s é extendió la guerra por el norte, hasta Beni Hassán; luego proce
ro, también por el norte, hasta Avaris, y asimismo hizo campaña contra
s nubios.
Ahmosis, herm ano de Kam osé, heredó la sucesión y fundó la x v i i i
Irrastía ca. 1570 a.C. Completó la expulsión total de los hicsos, a quie
nes derrotó en Sharuhen en Palestina, donde por último se habían refu-
uudo. Ahmosis murió de 50 o 60 años, después de un reinado de casi 25.
_u sucedió su hijo Amenofis I, ca. 1545 a.C.
Amenofis tuvo que sofocar rebeliones en Nubia, por donde avanzó
*us:a llegar al Pozo Superior. También hubo de rechazar a los libios que
x : a n invadido el occidente del delta, protegiendo así la frontera con-
~ nuevos ataques. Su reinado señala el principio de la form ación del
rrv rio egipcio.
G. El Imperio
Tutm osis III m urió cerca del año 1436 a.C. Había dado a Am enofis Y.
una sólida preparación en las artes militares y en los deportes, porque
EGIPTO 135
se hijo estaba dotado de una fuerza tan excepcional que Tutm osis III
i^-seó desarrollarla hasta lo máximo.
en el tercer año de su reinado de Amenofis encabezó su primera cam
u ñ a , provocada por la rebelión de algunos de los distritos del norte de
hería que Tutmosis III había conquistado, entre ellos Takhsy, cerca de
vedesh. Y logró tom ar Kadesh. Lanzó nuevas cam pañas durante los
iro s séptim o y noveno de su reinado para extinguir rebeliones que
'¿rían estado gestándose desde Karkemish. El faraón obtuvo una victo-
ce completa. Su inmenso botín incluyó 3 600 apim s, que acaso fuesen
-dios. Amenofis II fue enterrado en el Valle de los Reyes, cerca de su
: idre. Lo sucedió su hijo, Tutmosis IV.
Tatmosis IV ordenó excavar la Gran Esfinge, que había estado cubier-
a por las arenas. La habían esculpido con el rostro de Kefrén pobable-
rrente por la época en que éste construyó su pirámide. Al morir Tutmo-
s s FV, fue enterrado en el Valle de los Reyes, y su hijo, engendrado con
a eran esposa real Mutewiya, ascendió al trono como Amenofis III.
.Amenofis III (1413-1377 a.C.) reinó pacíficamente durante 36 años de
resperidad. Fue un activo cazador de leones. La única excepción a su
rer.quilo reinado ocurrió durante su quinto año, cuando em prendió
ira expedición para someter a las tribus nubias. Su victoria fue total, y
Levó muchos cautivos que empleó como esclavos para hacer los tra
m os pesados durante su muy febril periodo de construcción de teña
mos. Ya estaba casado con Tiy, una hermosa plebeya, quien, pese a sus
"cen es modestos, fue elevada al rango de gran esposa real y, así, al de
- _~3 consorte. Ella, de espíritu creador, tomó parte abiertamente en la
“iia pública, como puede verse en varias estatuas suyas con el faraón,
as como en escarabajos sagrados. Ordenó excavar un gran lago no lejos
Talado real en la orilla occidental de Tebas.
L"n hom ónim o, Am enofis, resultó im portante. Sería la figura clave
remante el reinado de Amenofis IV, pero también fue escribano, funcio-
-ario administrativo y jefe militar. Y — tal vez lo más importante— fue
rrraiitecto. Probablemente, él edificó el magnífico templo de Luxor y el
ampio mortuorio de su rey detrás de los colosos, al oeste de Tebas.
.Amenofis III contrajo una grave enfermedad durante el año 34 de su
^■ mado. Al entrar en su última década, aseguró la sucesión de su hijo,
Amenofis IV, nacido de la reina Tiy. Como corregente, Amenofis IV ini
co la construcción de su futura capital, Am arna. También m ostró su
~rerés por una religión centrada en el dios-sol, Atón, y por ello tropezó
:r. la enconada oposición de los sacerdotes de Amón en Tebas.
Las artes florecieron y la escultura alcanzó su más consumada expre
sen, pero tam bién creció el descontento político, y cuando empezaron
136 EGIPTO
I. Akenatón y la Reforma
J. Los ramsésidas
K. La decadencia egipcia
II de los ram sésidas — como se conoce a los reinados que van desde
Jnmsés IV (1164 a.C.) hasta Ramsés XI (1116-1090 a.C.)— fue un periodo
re decadencia. Nubia siguió bajo el dom inio egipcio y fue goberna
ra para el faraón por el "hijo del rey de Kush". L osa sirios, bajo Tiglath-
Irleser I (1116-1078 a.C.), se adueñaron de Siria y Palestina, mientras los
■ ebreos tomaban posesión de las ciudades canaanitas.
Egipto cayó en la inestabilidad. La autoridad del rey se debilitó con la
rerdida de sus riquezas, m ientras que los sacerdotes de A m ón se
íT-grandecían. Un oráculo, en el templo imperial de Karnak o en el teñi
rlo de Khonhsu, manifestaba las decisiones de Amón, com pitiendo así
:rn el poder divino del rey. Al mismo tiempo, la naturaleza sacrosanta
re los reyes era profanada por ladrones de tumbas, y hubo que retirar
as momias de los grandes faraones de sus monumentos funerarios para
levarlos a un pozo oculto en los riscos cercanos a los templos de Deir-
i-3ahari.
El verdadero poder recayó en el ejército. Sus más poderosos contin
gentes estaban bajo las órdenes del virrey de Nubia, com o había sido
: :síumbre desde el comienzo del Reino Nuevo. Durante el reinado de
’-imsés XI, Penesi, com andante del ejército, nom bró a uno de sus ofi
nales, Herihor, com o sumo sacerdote de A m ón en Karnak. El propio
nerihor pasó a ser virrey de Nubia, y algunos años después comandan-
s en jefe del ejército, con lo que acaparó la mayor parte del poder de
Zzipto. Ram sés XI quedó sólo com o rey titular, m ientras que Esm en-
res, el gobernador de Tanis, compartía el verdadero poder con Herihor.
la muerte de Ramsés XI (1090 a.C.), Esmendes se proclamó rey, proba-
nem ente habiéndose casado con la hija de Ram sés XI. A sí se fundó
a xxi Dinastía.
_a. xxi Dinastía (1090-945 a.C.) se caracterizó por una división del poder
SDtre el rey, en Tanis, y el sumo sacerdote de Amón, en Karnak y Tebas.
140 EGIPTO
zero siempre tropezó con la resistencia de los príncipes egipcios del delta.
Habiéndose rebelado contra los persas m andados por Am irteo, único
-fv de la xxvm Dinastía, los egipcios fueron finalmente vencidos.
Durante un breve periodo, N ectanebo I (380 a.C.), prim er rey de la
ccx Dinastía, logró devolver su independencia a Egipto. Aunque la xxx
Dinastía hizo un verdadero esfuerzo por reconstruir y reorganizar el
país, particularm ente en los ámbitos cultural, religioso e institucional,
.os persas lo recuperaron en 343 a.C., sólo para perderlo a m anos de
alejandro en 332 a.C.
Egipto hajn ln<; Tnlnmonc; periodo de extrem o interés, será breve-
—ente analizado en otro capítulo como uno de los más importantes de
os reinos helenísticos.
A. Características generales
_as religiones intentan describir una supuesta realidad que, por defini
rían, está más allá de todo alcance empírico y se resiste a las reglas ana-
meas. La religión egipcia, con sus conceptos de consustancialidad y
ruitiplicidad de la identidad, introduce nuevos elementos de compleji-
cui. Además, la religión egipcia se presenta en distintos aspectos,
cerendiendo de cómo la enfoquemos. Podemos considerarla desde una
rerspectiva teológica en función de sus ideas acerca de la muerte y de la
ia después de la muerte, o de acuerdo con sus ideas acerca del origen
reí universo. Podemos también considerarla como religión oficial, mar-
rram ente condicionada por las características de cada dinastía y de su
m ar de origen, o podemos verla como una religión popular, imbuida
re concepciones y prácticas mágicas. La religión egipcia tam bién fue
arectada por los mismos cambios que incidieron sobre la cultura egipcia
ír el curso de su historia.
lo s egipcios tenían tres cosmogonías o creencias acerca del origen del
.reverso. Según la heliopolitana, que fue la primera y más importante,
re el principio fue Nun, un elemento líquido no controlado que repre
sentaba el caos. Nun no era intrínsecam ente negativo: era tan sólo un
- emento no creado que contenía todas las posibilidades de vida. Pero
también era una permanente división de la realidad que no desaparece
rá con la creación, y amenazaba con invadir el universo si se violaba su
m o n ía . Las almas que no recibían el beneficio de los ritos funerarios y
s niños nonatos habitaban en Nun. De ese caos surgió Atum , el Sol,
r v o origen es desconocido pues se creó a sí mismo. Su aparición prim i
ceria ocurrió en un prom ontorio cubierto de arena pura que brotó de
es aguas. Una piedra levantada, el "Benben", de la cual creíase que era
a retrificación de los rayos del sol, fue objeto de un culto en el templo
ce Hermópolis, considerado el sitio de la creación. Del semen de Atum
-crcieron dos dioses: Chu, el Seco, y Tefnut, el Húmedo. Su unión gene-
144 EGIPTO
-ero, intentó fundar un culto cuasi-monoteísta del Sol como Atón, pero
-us sucesores se vieron obligados a volver al culto de Amón. Generacio-
*es posteriores considerarían hereje a Akenatón.
C. La muerte
D. El rey
Los egipcios crearon un Estado bastante com plejo, que funcionó cor
gran eficiencia durante la mayor parte de su historia de 3000 años. L¿
maquinaria del Estado consistía en unas autoridades civiles, eclesiásti-
EGIPTO 147
E. El gobierno
F. El ejército
4. E l s u r g im ie n t o
ñ oeriodo dinástico, que comenzó cerca del año 3100 a.C, ya contenía
os principales elementos de la cultura egipcia: el concepto de la divini
zad del rey, el carácter cosmológico de la religión egipcia, las técnicas
icl Neolítico tardío que fueron incorporando gradualmente la metalur-
zm de la Edad de Cobre, y la escritura jeroglífica.
Las aportaciones de las dos prim eras dinastías a la configuración
rrnl de la civilización egipcia fueron, esencialmente, sistematizar y con-
'.:>ddar el concepto del rey-dios, y con ello legitimar un sistema social y
reíítico basado en la autoridad total y exclusiva del rey.
El concepto del rey-dios, que es el fundamento m ismo del sistem a
ztf vida egipcio, tuvo que superar la polarización entre Horus y Seth, que
n e cuestión tanto de disputa teológica como de determinar qué creen-
zn local había de prevalecer. Seth fue el dios original del Alto Egipto, el
-indo vencedor en el proceso de unificación, mientras que Horus era el
r o s del Bajo Egipto, la más desarrollada y civilizada de las dos partes.
_ns dos prim eras dinastías tuvieron que enfrentarse a todas las conse-
nencias de dicha polarización. En cierta época, Seth llegó a prevalecer
-core Horus, con Peribsén, pero finalmente quedó reducido a un papel
menor importancia. La lógica de las concepciones religiosas egipcias
amjó en favor de un dios positivo, como Horus, y en contra de un dios
naligno, como Seth. También funcionó en detrimento de Osiris, que para
-rtonces había sido confinado a los límites del ámbito de los muertos.
-zr.ón-Ra y Horus eran expresiones de vida y esperanza y fueron los
zz :ses que prevalecieron.
Los requerimientos técnicos fueron el factor inicial de la civilización
rztpcia. El segundo factor fue político: la unificación del poder y la
azroridad sobre las dos tierras en manos del faraón. Pero el último fac-
: r íormativo de este proceso fue la consolidación del concepto del rey-
nos; fue el fundamento de la legitimidad no sólo del rey y de su dinas
ta sino también de todo el sistema de vida egipcio.
154 EGIPTO
5. E l d e s a r r o l l o
A. La tendencia general
B. El Reino Antiguo
D. El Reino Medio
~~es factores perm itieron a los hicsos ocupar triunfalm ente Egipto a
imienzos del siglo xvm a.C. La autoridad central se redujo durante
a ->ii Dinastía. Se habían formado dinastías en competencia — la x iii en
Leras y la xiv en Xois— y su existencia debilitó más aún a los últim os
■ reves de la x ii Dinastía. Por últim o, los invasores eran m ilitarm ente
-m enores: iban equipados con carros tirados por caballos y llevaban
-e o r e s armas.
Los hicsos consolidaron su poder bajo Salitis, quien fundó una dinas
ta egipcio-hicsa, la xv. Durante cerca de dos siglos, sobrevino una tre
ma relativamente larga. Durante ese periodo de coexistencia, los reyes
nasos administraron el país con el activo apoyo de los nubios. También
acertaron la autonomía casi total de la dinastía tebana, la x v i i , cuyos dos
mimos reyes iniciaron la rebelión contra ellos. El gobierno hicso sólo
me tolerado porque las circunstancias no eran propicias para oponerse
i el. v por ello los egipcios se mantuvieron en paz hasta que pudieron
arelarse. La élite egipcia, particularm ente la tebana, consideró la tre
ma como una hum illación nacional y como una sacrilega usurpación
:~i trono. Los tebanos aprendieron de los hicsos sus m ejores técnicas
metalúrgicas e imitaron sus armas y sus tácticas, con lo cual buscaron
s medios y las condiciones que les permitieran rebelarse contra ellos.
Lta I inició la guerra de liberación, que Ahmosis, fundador de la xvm Di
mitía, llevó a una triunfante conclusión.
Como los de la xn D inastía, tam bién los de la xvm fueron grandes
160 EGIPTO
F. Breve resumen
Z<¿sde sus principios en el Reino Antiguo hasta los prim eros siglos del
Nuevo, puede decirse que el desarrollo de Egipto mostró cinco fases.
El principal factor que influyó en el desarrollo del Reino Antiguo fue
ü hecho de que una rígida visión cosmológica del mundo, de la socie-
Lic humana, de Egipto y de su rey imbuyó todas las instituciones egip-
325. Los egipcios se consideraban inmersos en un orden global cosmo-
cgico estático e inmutable, generado de una vez para siempre en el acto
m m igenio de la creación. Actuar de acuerdo con ese orden era básico
rara la autoconservación. El mundo era bueno porque era divino en su
ricen y divino en su gobierno por el rey-dios. Quienes servían al rey lo
'•c-ruirían en su vida eterna.
El Primer Periodo Intermedio fue una época de crisis y de desencanto,
■; r.o de desesperación. Pero también fue una etapa durante la cual los
llores egipcios y la visión egipcia del universo fueron sometidos a una
Trvisión. Se descubrió la subjetividad humana; la gente supuso que tenía
icrechos y hubo una demanda de justicia, una esperanza de inm ortali
c e para todos los seres humanos por el hecho mismo de serlo. Se refor-
r_laron los valores. Ya no se les consideró como consecuencias fácticas
:e un orden cosmológico, sino como imperativos éticos a las órdenes de
u* dios cuasitrascendente que asignaría la salvación eterna a los justos
maquilaría a los malhechores. El Prim er Periodo Interm edio no sólo
ue una fase crítica en lo político, social y económico, sino también una
e r a muy creativa en cuestiones culturales y espirituales, que introdujo
-puños elementos nuevos que llegarían a ser aspectos permanentes de
u civilización egipcia.
El Reino Medio constituyó una transición entre la sociedad antigua y
u nueva, entre la espiritualidad subjetiva e individualista del Prim er
modo Intermedio y la revaluación del poder real y la restructuración
ce la sociedad que asegurarían la continuidad histórica de Egipto.
la invasión de los hiesos movió a los egipcios a afirmar su identidad
'ueúonal, lo que generó el impulso y el compromiso que m ovilizaron el
reuno Nuevo y su expansión imperial. Esta última fase brillante del des-
u~rilo de la civilización egipcia se caracterizó por una buena adminis-
rución interna, la cual generó un rico excedente alim entario anual. Su
Tensión imperial arrancó un tributo a los pueblos conquistados, esti-
_ _ló el comercio y sostuvo su fuerza militar. Su visión del faraón como
rejo físico de Amón-Ra, que gobernaba a sus súbditos con justicia y
¿ciencia, lo presentó como jefe de una sociedad feliz, confiada en su
162 EGIPTO
éxito en la Tierra y segura de que las buenas alm as que había en elL
recibirían su recompensa eterna.
6. L a d e c a d e n c ia
A. Características generales
D. La crisis de la usurpación
La abierta usurpación del trono fue un hecho mucho más grave para la
civilización egipcia que para la mesopotámica. En Mesopotamia, la doc
trina según la cual lo que ocurre en la Tierra corresponde a los decre
tos de los dioses hizo de la usurpación de la corona una señal de que leí
dioses habían cam biado a su representante terrenal. En cam bio, en la
cultura egipcia el propio rey era un dios. En el Reino Nuevo se creía qu-_
EGIPTO 165
fT3 hijo cam al de Amón-Ra, quien adoptaba los rasgos del soberano rei-
~unte para engendrar, en la reina, al futuro rey.
En dicha doctrina, la abierta usurpación de la corona no podía ser
compatible con el concepto de que el rey era un dios desde el momento
re su concepción. Sheshonq, descendiente de ex prisioneros de guerra
arios, asestó el primer golpe a la coherencia político-religiosa de la doc-
r a a egipcia en 945 a.C., al usurpar la corona para iniciar una nueva
m astía libia, la xxn, en Bubastis. Otra embestida contra la ortodoxia del
-.¿en del faraón ocurrió cuando el nubio Pianki se apoderó del trono
~~7 a.C.) y fundó la xxv Dinastía. El último golpe llegó con la conquista
re Egipto por los asirios, su dominación por los babilonios y el ascenso
l. trono egipcio del persa Cambises.
E. La disolución social
Z efecto com binado de las cuatro fases críticas fue una profunda per-
umbación del sistema egipcio. Cuando los nobles y los plebeyos respon
den a las decisiones del rey y obedecían regularm ente sus órdenes,
ísr^ban actuando movidos por un sentido de legitimidad que se basaba
:r la naturaleza sacra del rey. La completa erosión de la fe en su carácter
-«grado convirtió la legitimidad del faraón en un reconocimiento pura
mente formal de su poder de fa d o . Formalmente se le siguió consideran
te como el hijo de Amón-Ra, pero sólo se le obedecía en la m edida en
me tenía suficiente poder coercitivo para imponer su voluntad. La con
secuencia práctica de socavar su naturaleza sacra fue que el rey quedó
^rend ien te, por completo, de tropas mercenarias. En todos los estratos
cecales dejó de existir el compromiso de mantener el Estado y los inte
nses colectivos.
Reyes vigorosos, como Samético I (664 a.C.) y otros m onarcas saítas,
-c vieron reducidos a depender de mercenarios griegos y de otras nacio-
-uudades para mantener su poder y defender el país. Con los persas, así
tr.o después con Alejandro y la instalación de los Tolomeos en el trono
-cepcio, se hizo evidente que la independencia egipcia era incapaz de
renerse a una agresión seria.
La civilización egipcia brotó con una rígida visión cosm ológica del
mundo, según la cual el mismo orden cósmico gobernaba a los dioses,
us estrellas y los seres humanos. A partir del Reino Medio, el rey fue vis-
m como un dios encam ado que representaba a los seres hum anos ante
es dioses, y el pastor bueno y competente de su pueblo. La coherencia de
u civilización egipcia se basaba en un sentido del orden global que, con
166 EGIPTO
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IV. LA CIVILIZACIÓN EGEA
1. I n tro d ucció n
El área egea incluye las islas situadas en el mar Egeo — Creta, las Cicla
das y Chipre— , la tierra firme griega frente al mar y la costa jónica d;
A natolia, lugar de la antigua Troya. La población del área consistía er
tesalios, chipriotas, isleños de los archipiélagos, cretenses y micénicos
El pueblo era una m ezcla de las razas alpina, m editerránea, danubi:
armenia y dinárica. Desde el principio se hablaron muchos idiomas er
la zona.
La propia "civilización egea" es una expresión poco precisa que s¿
emplea para designar el proceso social que precedió al auge de las ciu
dades-estado griegas. Pero la civilización egea no presenta una unida:
comparable con la civilización asiria o con la egipcia. La unidad única
mente fue alcanzada durante la época micénica. Sin embargo, hubo ur
modo de vida egeo entre los marineros y campesinos que vivían en ur
área físicam ente hom ogénea. El clima m editerráneo, con sus tórridcs
veranos y relativamente fríos inviernos, es bastante árido; los ríos que
dan secos durante la mitad del año, pero con frescas corrientes que bre
tan de su suelo de piedra caliza.
B. Cronología general
2. S íntesis histórica
A. La Prehistoria
Acontecimientos
zi:has Épocas Culturas principales principales
Dimini
(Sesklo II)
Raklhmani
Calcolítico
Lemba-Lakhus
Grotta-Pelos
ICO Edad de Bronce Lema I
temprana Troya I
I Argissa Antiguo reino egipcio
Lakkudhes
Lema II
II Keros-Symos
Lema III Troya II
2X0 III Lema IV Invasiones en Grecia
Troya III-XI Dinastía egipcia
Edad de Bronce Lema V Troya IV-XII Dinastía egipcia
media I
II Filakopi I Troya V
III
Troya VI
-crte de Grecia y pueblos del Paleolítico medio y tardío a lo largo del río
~ec\eo, al oeste de Larisa.
z. Seolítico
Tardío III
2000 Temprano IA Temprano Aparición de la
III Medio I m equitación
Medio Grecia
IB (?) septentrional
1980
Medio IIA XII Dinastía
Medio I egipcia
Hammurabi, rey
de Babilonia
1800
Medio II Medio II Medio IIB Medio
ría a mano, pero sólo tuvo una mínima vida social. Sus sitios principales
estuvieron en Cnosos y Khirokitia en Creta; Dhim ini y Sesklo en Tesa
lia; Fosis en Elatea, y Queronea en Boecia. En Melos se ha descubierto
obsidiana. El Neolítico temprano empezó allí ca. 6500 a.C. y terminó ca.
ó^uO a.C. El Neolítico medio fue de 5200 a 4200 a.C. y el Neolítico tar
dío terminó ca. 3600 a.C. Se cultivaron allí viñas desde 3600 a.C. A partir
del año 4200 a.C., los muertos fueron enterrados en cem enterios sepa
rados de las moradas humanas. A partir del séptimo m ilenio se empe
zaron a producir pequeñas estatuillas, en su m ayoría fem eninas. Las
aldeas tenían entre 1000 y 4000 habitantes, que vivían en chozas ovala
das y también rectangulares.
El c acolítico (3500-2500)
--v en te : The Cambridge Ancient History, vol. n, primera parte, 3a. ed., pp. 822-823.
172 LA CIVILIZACIÓN EGEA
Eel siglo xvm al xvn antes de nuestra era, varios desastres cayeron sobre
Ereta. Los palacios de Cnosos y de Malia sufrieron enormes daños y un
rcendio destruyó el palacio de Festos. Se desconocen las causas de esos
resastres; probablemente fueron ocasionados por terremotos.
En el M inoico tardío — la fase neopalacial— se reconstruyeron los
rila d o s que habían sido dañados por terrem otos, de acuerdo con
í¿ plano del edificio anterior pero con m ejoras considerables. Cnosos
riso a tener influencia dominante sobre Creta y extendió su com ercio
rarítim o. La "talasocracia" abrumó las Cicladas. Entonces, Creta inició
m contacto con la Grecia continental e impuso una especie de sobera
n a de señorío sobre A tenas, si es que el m ito de Teseo tiene alguna
rase histórica. Creta alcanzó la cúspide de su grandeza durante los dos
174 LA CIVILIZACIÓN EGEA
Thera
Cerca de 1600 a.C., Santorín (Thera en griego) fue víctima de una terribi;
erupción volcánica, que enterró la isla bajo una espesa capa de ceniza \
lava. A consecuencia de esta catástrofe se conservó la ciudad en bastan:;
buen estado para ser estudiada. Hoy se está excavando con ese proposite
En particular, ciertos frescos bien conservados revelan una tierra dt
ricos armadores que se dedicaban al comercio marítimo. El arte de Sar-
torín es de estilo m inoico, pero tiene un carácter propio. La influencia
m inoica predominó sobre Thera, que después cayó bajo la influencia %
el gobierno micénicos.
LA CIVILIZACIÓN EGEA 177
H. La Edad de Bronce
Ea Edad de Bronce empezó cerca de 3000 a.C. y continuó hasta 1800 a.C.
En Chipre, sus fases más importantes fueron el temprano II y el tempra-
-jü III entre 2100 y 1900 a.C.
Floreció el arte de fundir pequeños objetos de bronce. En los cultos
~Eigiosos se adoraba a un trío de dioses, a los que se sacrificaban toros.
Desde cerca del siglo xix a.C. se montaba a caballo, práctica surgida
m Anatolia y que en Chipre se adoptó antes que en otras partes del
Egeo. La escritura empezó a difundirse en el segundo milenio, aunque
desconoce qué lengua se hablaba.I.
Ea Edad de Bronce tardía tuvo lugar en Chipre entre 1900 y 1625 a.C.
Amenazas externas m ovieron a los chipriotas a construir fortalezas y
-;rtificar sus aldeas. Chipre se dedicó activamente a las relaciones exte
riores, y cada región y aldea desarrolló su propia especialidad para el
comercio exterior.
178 LA CIVILIZACIÓN EGEA
testos arqueológicos del Heládico medio indican que los centros aqueos,
:¿sde la época de su origen, fueron palacios fortificados y, al m ism o
tempo, residencias de los príncipes.
La ciudadela de Agamenón es un puñado de residencias y un palacio
Ttceados por muros ciclópicos en lo alto de una colina de 278 metros de
amra que domina el golfo Argólico. El cercado tiene dos puertas: la de
:s Leones, al oeste, y la del norte. En la acrópolis del cercado se encuen-
n el círculo de las tumbas.
En Micenas, en Pilos, se construyeron importantes palacios micénicos
ráficados; el palacio de Néstor, en la Argólida, en Micenas y Tirinto.
Los dos círculos de tumbas de Micenas datan de los siglos xvi y x v i i .
xrviemann (1822-1890),2 habiendo descubierto el primer círculo, supu-
-: erróneamente que había localizado las tumbas de Agamenón, Casan-
rra y Egisto, pero ellos vivieron en la época de la Guerra de Troya, a
inales del siglo xm antes de Cristo.
■ -chliemann fue una persona extraordinaria que asoció a un serio conocimiento de la Antigüe-
c i i una gran imaginación y devoción de toda su vida a encontrar los restos de Troya, que logró
^cubrir en 1873, iniciando así la exploración arqueológica de los egeos.
180 LA CIVILIZACIÓN EGEA
3. P rincipales ra sg o s cu lturales
A. La cultura minoica
B. La cultura micénica
C. La tradición épica
4. E l s u r g im ie n t o
A. El cuadro general
B. Los minoicos
C. Las Cicladas
D. Los chipriotas
£. Los micénicos
F. Observaciones finales
5. El d e s a r r o l l o
A. El cuadro general
B. Etapas principales
Creta
C ultura
zfdza C reta C hipre C icladas H eládica
T e m p ra n o m C a lc o lític o d e s d e 3 5 0 0 N a v e g a c ió n d esd e el D e s t r u c d ó n d e a n te r io -
a . C . F lo r e c im ie n t o d e l c u a rto m ile n io a .C . C o - r e s a s e n t a m ie n t o s p o r
a r t e d e l b r o n c e e n p ie - m e r d o y p ira te ría . p a s to r e s d e le n g u a g rie -
z a s p e q u e ñ a s. g a a rc a ic a .
F u n d a c ió n e n IA . P a la T em p ran o m
c io s e n C n o s o s , M a fia ,
F e sto s. L in e a l A .
sm IB M e d io I V a r io s p r in c ip a d o s fo r
tific a d o s .
M e d io I I A A p a r ic ió n d e fo rta le z a s . M e d io H M ic é n ic o m e d io .
a C M e d ia n o I. A c t iv o c o - P a la d o s m ic é n ic o s . C re -
m e r d o m a rítim o . d e n t e a c t iv id a d m a r í
tim a .
M e d io I I B M e d io II
D e stru cc ió n d e p alacio s. G r a n e x p a n s ió n d e p o -
b l a d ó n y a ld e a s.
rm R e c o n s t r u c c ió n en el M e d io EQ H e g e m o n ía d e C n o so s. IA . A p o g e o d e l o s m i-
M e d io ni A , e n m e jo - C r e c ie n t e in f l u e n d a d e c ó n ic o s . P o d e r o s a c u l-
r e s c o n d ic io n e s . T a la - C re ta . tu ra . M a r in a m e r c a n te .
s o c r a c ia . P r im e r a s fo r - T a r d ío LA
-3ÜU talezas. L o s h i t i t a s r e c la m a n la M e d io H IB
isla . T a r d ío E l
M e d io m B T a r d ío I E r u p d ó n e n T e ra .
T a rd ío I A T a rd ío T a r d ío Ü IA
T a rd ío I B
C o n q u is ta p o r lo s
a q u e o s. L in e a l B . I I B
T a rd ío I I I A G u e r r a d e T ro y a .
D e s tr u c c ió n de p a la T a r d ío II T a r d ío IH B
c io s , e lim in a c ió n d e la
,JÜI a r is to c ra c ia g u e rre ra .
T a rd ío I I I B S a q u e a d a p o r lo s p u e - D e s tr u c c ió n d e p a la d o s
b lo s d e l m a r. y a ld e a s , d e s p lo m e d e
la c iv iliz a c ió n m ic é n ic a .
T a r d ío fflC
T a r d ío ni In v a s ió n d e lo s p u e b lo s
d e l m a r, lu c h a s in te r n a s
T a rd ío EQ C y a ta q u e d e lo s d o rio s .
194 LA CIVILIZACIÓN EGEA
Los tnicénicos
6. La d e c a d e n c ia
BIBLIOGRAFÍA
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Trant, Michael, The Rise of the Greeks, Nueva York, Colliers Books, 1978.
198 LA CIVILIZACIÓN EGEA
1. In tro d u cció n
A. La tierra
B. Los pueblos
Arrio Canaán es una tierra que une Asia Menor y Egipto, muchos pue-
: los distintos la han habitado desde los tiempos paleolíticos.
Hay vestigios de una ocupación neandertalense que data de 40 000
¿C. en las cavernas del Monte Carmelo. En el décimo milenio, la tierra
m p ezó a ser ocupada por pueblos no emigrantes. En ca. 7800 a.C., el
fesolítico natufiense ocurrió en Jericó. En el séptimo milenio, una cul-
-_ra neolítica protocerámica fue sucesora de los natufienses. Hubo asen-
umientos calcolíticos en 4000 o 3000, cuando un pueblo agricultor y
zmadero que empleaba instrumentos de piedra, pero también de cobre,
-e instaló tan firmemente en la tierra que llegó a construir aldeas.
La Edad de Bronce tem prana ocurrió entre los siglos x x x iii a xxix.
Er.tre 3200 y 2800 a.C., los primeros canaanitas, cuyo origen es oscuro,
rrsanizaron varias ciudades-Estado. También puede verse allí influen
za egipcia.
La Edad de Bronce media I ocurrió entre 2000 y 1800 a.C., aproximá
is
200 EL ANTIGUO ISRAEL
nico para absorber toda cultura que encontró en su camino, aun al pre
ció de confinarse dentro de su propia comunidad.
2. S ín tesis histórica
Los prim eros hebreos fueron un pequeño grupo sem ítico relaciona
do con los áram eos. Llegaron originalm ente de M esopotam ia, dondt
eran pastores nóm adas. Encabezados por Abram , después llam ad:
"A braham " por Yahvé, emigraron de la zona de Ur en dirección a Siria
cci. 1800 a.C. Se detuvieron primero en Harra y luego continuaron ha
cia Canaán, en Palestina.
ricial de Ramsés II. Pero así como los hebreos entraron en Egipto, tam-
r:én salieron de él en oleadas sucesivas. Un m ayor contingente de
-ebreos, encabezado por M oisés, se detuvo en la península del Sinaí,
donde recibió la ley teocrática de Yahvé, quien ordenó a M oisés entre-
caria a su pueblo.
Según el pacto con Yahvé, que Moisés les relató, los hebreos eran el
mueblo elegido. Todas sus actividades espirituales y temporales debían
estar som etidas al reino de Dios, que ellos establecerían en la Tierra.
Moisés fue la figura de mayor relieve en la historia de los hebreos. Los
ibero de la esclavitud en Egipto, fue su legislador y, asimismo, el funda
dor del núcleo de sus creencias religiosas.
•Cf. Adolphe Lods, Israel, París, Albín Michel, 1969 (1930), pp. 327 ss.
204 EL ANTIGUO ISRAEL
Saúl ejerció una monarquía limitada. Su título era el de nagid, que signi
fica "com andante". El honor que se rendía a los profetas era otra limita
ción a los poderes del rey.
Después de algunos triunfos contra los filisteos, Saúl cayó en la catas
trófica batalla de Gilboa, ca. 1002 a.C. Luego de una larga disputa con ei
antiguo general de Saúl, Abner, David lo sucedió (1000-961 a.C.). David
había sido el principal asistente de Saúl, pero cayó en desgracia y tuve
que huir del país para salvar su vida. Al principio, David fue nombrado
sólo rey de Judá, pero luego conquistó el poder sobre las tribus del nor
te, tomó Jerusalén y la hizo su capital. Devolvió el Arca a Jerusalén y la
colocó en un tabernáculo para salvaguardarla, reconstruyendo con elle
el antiguo santuario. La derrota final de los filisteos fue una victoria de
David, quien los sometió como vasallos. También subyugó a las n a d o
nes circundantes, entre ellas los árameos por el norte, y extendió el reine
de Israel desde el Eufrates en el noreste hasta el golfo de Aqaba en e.
sureste. El reinado de David fue una época de gran actividad literaria
y religiosa. Dispuso que fuesen recabadas las tradiciones de los jueces v
las mandó transformar en una epopeya, la llamada fuente yavística, la
mayor etapa en la historia de la tradición del Pentateuco.
David ya había adoptado unas innovaciones que rompían con las insti
tuciones religiosas y sociales tradicionales. Su hijo Salom ón siguió ur
cam ino que transform ó cada vez más a Israel en una m onarquía de!
Cercano Oriente. Edificó un templo dinástico idéntico al de Canaán v
rem plazó las estatuas religiosas en el cuerpo del tem plo (celia) por e!
Arca. También construyó un gran palacio y una ciudadela en Jerusalén
las fortificaciones de Gezer y de M egiddo, y una refinería de cobre er
Ezion-Gaber. Estableció un Estado centralizado para facilitar el cobro de
impuestos e impuso un trabajo no pagado para las obras públicas. Puse
fin a las tradicionales fronteras de las tribus y las remplazó por distritos
adm inistrativos, gobernados por funcionarios nombrados por la corte
Salom ón extendió notablem ente el ejército perm anente y lo equipe
con carros de guerra. Form ó una im ponente flota, en asociación cor.
Hiram de Tiro, para comerciar en el Mediterráneo, en el Mar Rojo y ta!
vez hasta en el Océano índico. Organizó un intercam bio de carros y
caballos con Cilicia y Egipto. También estableció un control de las rutas
EL ANTIGUO ISRAEL 205
A. La cultura israelita
~?s en las entrañas de los animales, y los augures los veían en la direc
ción y la forma del vuelo de las aves. También Israel tuvo esos videntes
O. 28:7-20) y "falsos profetas". El rasgo exclusivo de la cultura del anti
guo Israel, particularmente en el periodo anterior al exilio pero también
.curante éste y después, fue la aparición de algunos hombres excepcio-
rales que estaban profundamente convencidos — en contra de sus pro-
r o s deseos y a riesgo de sus vidas— de haber sido elegidos por Yahvé
rara reprender a los israelitas por sus pecados y advertirles de un casti
go inminente y terrible si no se arrepentían. Por consiguiente, los gran
ees profetas israelitas no fueron pronosticadores del futuro ni formulá
is: res de augurios buenos o malos, como lo fueron los antiguos videntes
'.os "falsos profetas" del propio Israel. Fueron m ensajeros de Yahvé,
rrofundamente convencidos de estar hablando en su nombre y bajo su
r_ía infalible.
La existencia de la profecía en el antiguo Israel expresó una com bina
ron de factores insólitos. En primer lugar, la convicción absoluta de que
uhveh, quien era trascendente, omnipotente y el único dios verdadero,
*ubía hecho un pacto con el pueblo de Israel y cumpliría su promesa en
a medida en que éste ejecutara su voluntad. En segundo lugar, apare-
reron algunos hombres excepcionales que transm itieron este m ensaje
rrrante el difícil periodo de los dos reinos y cuando la sociedad israeli-
u fue restaurada después del exilio. Esos profetas fueron movidos por
in profundo sentido de justicia e im parcialidad, y algunos de ellos
n.seyeron una comprensión estratégica del contexto internacional y de
-es peligros para Israel.
Aparte de la importancia religiosa de Elias, los profetas Amos, Oseas,
safas y Jerem ías m erecen m ención especial entre los que surgieron
mies del exilio. Amos y Oseas vivieron en el reino de Israel y fueron dos
:e los llamados doce profetas menores. Amos, el primero de los profe
as letrados, pastor de origen modesto, floreció durante un breve perio-
u: que comenzó en 760 a.C., durante el reinado de Ozías (769-734 a.C.).
~edijo que Israel sería devastado por un enem igo que destruiría las
ra ra lla s, saquearía el palacio y deportaría a su población hasta un
_zar situado más allá de Damasco; esta profecía implicaba que los asi
ros eran el instrumento elegido por Yahvé para castigar a Israel por su
fúta de justicia. Amos tenía una concepción universalista de Yahveh, de
rae n creía que no sólo era el dios de la nación de Israel, sino también el
Iros absoluto del universo y de toda la humanidad.
Oseas predicó en el decenio de 740 o com ienzos del de 730 a.C., y
- guió una línea sim ilar a la de Amos. Predijo el fin de la dinastía de
er.ú, que había sido creada por el asesinato de los om ridas. También
212 EL ANTIGUO ISRAEL
advirtió que los asirios serían el instrum ento del castigo de Yahvé per
los pecados de los israelitas si no enmendaban su modo de vida.
Isaías y Jeremías vivieron en el reino de Judá. Junto con el desconoci
do genio del exilio, llam ado el "D eutero-Isaías", se cuentan entre les
más grandes profetas israelitas. Isaías profetizó a fines del reinado c ;
Ozías, durante el reinado de su hijo Jotham y en el de su sucesor, el re;
Ajaz (734-715 a.C.). Como Amos y Oseas, predicó contra los pecados c ;
los israelitas, el peor de los cuales fue, para él, la rebelión contra Yahve
pues fue m otivada por la soberbia. Pronosticó la destrucción del rei
no por los asirios, quienes serían el instrumento del castigo divino si e
pueblo no se arrepentía. Encarecidamente rogó a Ajaz que no pidiera 1¿
ayuda de los asirios para combatir la alianza que habían organizado e
rey Peca de Israel y el rey Rezín de Damasco contra Judá, porque predi
jo que la propia Judá tam bién sería destruida. Ajaz no atendió a s u
recomendaciones. Los hechos profetizados no ocurrieron en el tiemp:
predicho, pero dos años después cayó D am asco, y 10 años m ás tare;
Samaría. En 701 a.C., conflictos entre Egipto y Asiria, que se dirimieror
en territorio de Judá, devastaron el país.
La característica distintiva de Isaías fue su absoluta confianza en 1¿
eficiencia de la intervención de Yahvé para cum plir su berith, o pact:
con los israelitas, siempre que ellos acataran sus órdenes y nunca per
dieran la fe en él. Recomendó a Ezequías confiar en el poder de Yahvé,}
no en la fuerza de sus ejércitos y la solidez de las murallas para derrota:
a los invasores asirios mandados por Senaquerib en 701 a.C. De hechc
el rey se salvó gracias a que pagó un tributo. Eric Voegelin2 emplea S'_
concepto de "m etástasis" para explicar la confianza inquebrantable d;
Isaías en la eficiencia con la cual Yahvé podía intervenir en los asunto;
hum anos, aun cuando su profecía, al parecer inspirada, estuviera er
contacto directo con las pruebas empíricas.
Jeremías, que también vivió en Judá, representó la otra gran voz de 1;
tradición profética. Inició su carrera pública en 627 a.C. bajo Josías (64C-
609 a.C.), cuyas vastas reformas de las prácticas religiosas él apoyó iru-
cialm ente. Más adelante, analizando las reformas y descubriendo qu;
sólo habían sido form ales en lugar de producir un verdadero cambie
moral en la sociedad, empezó a predecir los terribles castigos que sobre
vendrían si el pueblo no cam biaba de vida. Sus profecías parecieror
improcedentes porque el país estaba gozando de gran prosperidad y er
general había sabido apreciar el gobierno de Josías. Sin em bargo, lo;
acontecimientos dieron un giro inesperado con la muerte de Josías en 1;
2 Cf. Eric V o egelin, Order and History, Baton R ang e, L ou isian a U n iv ersity P ress, 1991 (1950
vol. i, p. 481.
EL ANTIGUO ISRAEL 213
ción de los m uertos (Dn. 12:2) para su eterna recom pensa o castig:
según el Juicio Final. La doctrina sacerdotal, apoyada por los fariseo:
decía que los seres humanos eran irremisiblemente mortales y que Yahvt
nos da nuestros castigos y recompensas durante nuestra vida.
El Libro de Daniel expresa de manera conm ovedora la perspectiva
escatológica y la esperanza de la inmortalidad del alma, que fue imbu
yendo cada vez más el pensamiento judío desde el periodo siguiente e
exilio hasta el siglo i d.C. Creó un ambiente religioso y psicológico qut
generaría las condiciones necesarias para la futura aparición de Juan c.
Bautista y para las enseñanzas de Jesús de Nazaret.
La tendencia parroquial, que se desarrolló durante el exilio y después
es otra característica de la cultura israelita que brotó de la autoprocla-
mada distinción étnica de los judíos y luego la reforzaría. Los desastre-
que culminaron en la caída de Jerusalén y en la deportación de un grao
número de judíos influyeron poderosamente sobre esta tendencia. Yah\s
había abandonado y castigado severamente a su pueblo porque no siguí:
sus instrucciones y traicionó el berith (pacto). Una vez que Yahvé per
donó al pueblo elegido y volvió a Sión a protegerlo, los judíos debieror
tener gran cuidado para asegurar la lealtad de él a ellos, y la de ellos a ¿
Con este fin, había que codificar con el mayor detalle los deberes religic-
sos y se pediría a los judíos que los observaran estrictamente.
Ezequiel (ca. 638-07. 570 a.C.) fue el primero en formular esta tender-
cia particularista. Era miembro de una familia de sacerdotes que, segur
la tradición, estuvo entre los primeros judíos que fueron deportados i
Babilonia en 597. Predicó la penitencia y el arrepentimiento de acuere:
con las profecías que precedieron al exilio. Después de la caída de Jem-
salén anunció, desde Babilonia, que pasado el castigo un futuro mejor
restauraría a Israel. Para conservar el apoyo de Yahvé prescribió la res
tauración de un Estado teocrático, que excluyera a extranjeros y no cre
yentes, con un rígido cumplimiento de todos los ritos.
Las ideas de Ezequiel fueron puestas en práctica por Nehemías }
Esdras, dos dirigentes religioso-políticos que influyeron poderosamente
sobre la ulterior cultura judía: Nehemías fue un funcionario de alto rar-
go de Artajerjes I Longimano (464-424 a.C.). Después de su primera vis
ta a Jerusalén, retornó en 445 como gobernador nom brado por el re'.
Obtuvo autorización para reconstruir las murallas de la ciudad e intro
dujo una estricta observancia de los ritos tradicionales. Esdras, surr.:
sacerdote que tam bién fue nom brado gobernador de Jerusalén por e
rey de Persia A rtajerjes II, reforzó enérgicam ente esta política algúr
tiem po después. De acuerdo con las ideas de Ezequiel, Esdras exigí:
que las reglas de Nehem ías fuesen observadas aún más estrictamente
EL ANTIGUO ISRAEL 217
' ámanos en relación con Dios es amarse unos a los otros sin limitación,
As intenciones que hay en el corazón de una persona son lo que ver-
Tuderamente importa, no la práctica de ritos y la obediencia de reglas,
ir. segundo lugar, el reino de Dios es inminente, y muchos de quienes
lun viven llegarán a verlo. Consiste en el juicio universal de la humani
z ó , de los vivos y de los muertos, en que los justos serán eternamente
■ ¿vados y los pecadores no arrepentidos serán condenados por toda la
tremidad.
La vida y la enseñanza de Jesús im presionaron profundam ente a
zuienes lo conocieron, tanto por el contenido extraordinario de su m en
saje de amor incondicional como por su ejem plo personal de reunirse
r:n personas despreciadas y m iserables — indigentes, prostitutas y
rublicanos— , así como por su inmensa fama de taumaturgo y los asom-
~?sos milagros que se le atribuyeron. Su mensaje y su persona dejaron
irra huella indeleble en sus discípulos. Su condenación y muerte hicie
r a surgir un momento de terrible duda entre sus seguidores inmedia-
-CS- La fe absoluta en su resurrección, a juzgar por el episodio de la tum-
ra vacía y las varias ocasiones en que quienes lo vieron afirmaron haber
fo e rim e n ta d o su presencia física (Mt. 18:1-20), transform ó entre sus
zscípulos la aceptación de sus enseñanzas en una convicción de su
¿rvinidad.
La propagación del mensaje de Jesús, después de consolidada la fe en
resurrección, siguió un camino que llevó a sus seguidores a convertir
le de miembros de una secta judía en partícipes de una nueva religión: el
—.stianismo. Al principio, la prédica de los Apóstoles se confinó a los
T_díos en Palestina. Después de la conversión de Saulo y la notable
rrsión religiosa que emprendió, predicando una versión helenizada del
rensaje de Cristo, la palabra llegó gradualmente a los judíos heleniza-
;o s de la diáspora y luego pasó a los gentiles de varias provincias del
rr.perio romano. Sobre todo entre los judíos helenizados, algunos de
-Cestina pero particularm ente los de la diáspora, el m ensaje de Jesús
Terrero la nueva religión cristiana. "C risto" es la palabra griega que sig-
-rñca "el ungido", y a los seguidores de Cristo se les llegó a llamar "cris-
z n o s ".
Al principio, los discípulos exigieron que sus adherentes observaran
j. ley judía, incluida la circuncisión, pues creían que el m ensaje de
esús, aunque mejorara la religión de la Biblia, retenía su esencia. Pero
rAenes no observaban los ritos religiosos judíos se resistieron, por esta
zzón, a volverse cristianos. Fue Pablo quien elim inó el requerim iento
t¿ seguir los rituales de la ley judía. Al mismo tiempo proclamó que la
c de Cristo dejaba atrás la tradición mosaica, porque el Mesías en reali
220 EL ANTIGUO ISRAEL
dad había venido y era el Hijo del Hombre, aun cuando el sanedrín ru
lo hubiese reconocido y, de hecho, lo hubiese rechazado.
Con el cristianismo, la cultura judía se encontró ante dos creencias e:
conflicto. El mensaje de Cristo era la formulación última y suprema ot
la dimensión universal de la fe bíblica que habían articulado Isaías, Jere-
mías y en particular el Deutero-Isaías. Por otra parte, la conversión de
Hijo del Hombre en Hijo de Dios era una blasfem ia desde el punto oí
vista de la revelación mosaica. La mayoría de los judíos se mantuvieren
leales a la tradición mosaica, si bien aceptó la visión universal cristiane
de Dios. M uchos tam bién aceptaron las enseñanzas de Jesús de amo:
incondicional y de que debemos juzgar toda acción con base en las ir-
tenciones sinceras, y no en si esa acción simplemente se atiene a la letn
de la ley.
Con el transcurso del tiempo, la cultura israelita contribuyó a la for-
m acion del Islam, otra gran religión monoteísta cuyo efecto sobre la his
toria sería profundo. Sin embargo, la religión judía ha persistido hasu
nuestra época, junto con el sentimiento de una nación judía. Para algu
nos judíos, tam bién existe una etnicidad judía específica. Desde ú
Inquisición medieval hasta el holocausto de Hitler, el judaismo ha esta
do expuesto a incontables persecuciones. A comienzos del siglo xx lleg:
a quedar dividido entre las form ulaciones ortodoxa, conservadora i
liberal, y la idea de poseer su propio territorio com o m oderno Estad:
independiente volvió a surgir y se consumó. El m oderno humanism:
judío que imbuyó los altos niveles de la cultura occidental desde finales
del siglo xvm brotó de la antigua cultura israelita.3 Después de la segur-
da Guerra M undial, obligó a las naciones de Occidente a comprende:
que el mensaje cristiano, en lo mejor que tiene, es idéntico al contenid:
universalista de la fe judía en sus m ejores facetas, com o tan bien k
expresó Eric Kahler.4
4. LOS ORÍGENES
3 Cf. Ju liu s G uttm ann, Philosophies ofjudaism , N u eva York, H olt, R inehart and W inston, 1964
particularm ente la parte ni.
4 Cf. E ric K ah ler, Man the M easure, N ueva Y o rk , G eorge B rasiler, 1961; y The Jews Among th¿
Nations, N ueva York, Transaction Books, 1989.
EL ANTIGUO ISRAEL 221
5. El d e s a r r o l l o
A. Fases principales
B. El reino unido
E. La fase helenística
6. E l d e s p l o m e p o l ít ic o
A. La vía romana
’ iis eran muy tolerantes, y aceptaban como legítimas las culturas y reli
ron es de otros m ientras no chocaran con los intereses y el régim en
-m anos.
A finales de la República y comienzos del Imperio, la cultura romana
unificaba esencialmente el derecho romano, las prácticas administrati-
'25 romanas y el dom inio m ilitar romano. También se im puso el latín
r;mo lengua oficial y el helenismo como dimensión suprema de la civi-
ración. Un legado del helenismo fue la tolerancia religiosa, expresada
'Sr. un politeísm o ritualista com binado con una profunda superstición
ragica para las m asas, con el orfism o y otros cultos de los m isterios
rara quienes se inclinaban a lo m ístico, y con el estoicism o filosófico
Tira la gente culta.
Dentro de esa perspectiva, el m odo rom ano de vivir y de hacer las
rsas, en que la cultura de la clase superior era la helénica, fue conside
rado un privilegio al que los extranjeros podían ser admitidos por selec-
rcn después de ser debidamente romanizados y helenizados. Las con-
-nieraciones raciales eran secundarias, pues el proceso de romanización
-n esencialmente cultural y político. Por consiguiente, ni la rom aniza
ren ni la helenización fueron im puestas por la coacción hasta m ucho
:e n p o después. Ser romano era una recompensa, no un deber. Por con-
-¡ m iente, dado que la religión judía era un culto religioso, una manera
rrre muchas otras de relacionarse con los dioses, no sólo fue permitida
rimo religio licita, sino que quedó exenta del culto al em perador de
irrerdo con el ritual romano. Desde los días del Imperio tem prano, al
rdaísm o se le otorgó esta categoría a cambio de sus diarias plegarias
?*:r el emperador en sus propios ritos.
el remo o
o&S -i
pas recir
el gobierno de Galilea y de Parea; Filipo el de G aulanitis, Traconits
Batanea y Pañis, y Arquelao el de judea, Idumea y Samaría. Los dos pr
imeros hijos incorporaron el nombre de Herodes al suyo, como nombra
dinástico.
Sin em bargo, la situación en Jerusalén fue de profunda inquietur
después de la m uerte de Herodes. Hubo m otines contra "lo s griegos'
que ocupaban altos puestos y, con el transcurso del tiempo, aumentó k
oposición a Herodes Arquelao. Después de que se deterioró gravemeni:
la posición de éste, una embajada que representaba a los judíos y otn
que representaba a los samaritanos declararon unánimemente su prere-
rencia por el gobierno directo de Roma, a condición de conservar s l
libertad religiosa. En 6 d.C., Augusto convirtió a Judea en provincu
romana, bajo un procurador imperial. ArquelácTfüe déiterrado a Viem
en la Galia Narbonensis.
A la larga, la introducción del gobierno romano directo en Judea tuv:
consecuencias muy negativas, sobre todo en la muy sensible ciudad di
Jerusalén. Tres factores, concentrados básicamente en Jerusalén, exacer
baron la situación social de Judea. Uno de ellos fue social, relacionad:
con los conflictos sectarios entre los saduceos, de clase alta, y los fari
seos, de clase media. En el marco de una situación económica general
m ente pobre, los judíos más menesterosos pugnaban por la redistribu
ción de la tierra, si no por la instauración del "com u n ism o" de lor
esenios, que se apoyaba en textos del Antiguo Testamento. Sin embargo
los terratenientes y la nobleza sacerdotal encontraron protección en e.
gobierno de Roma y en el derecho romano.
El segundo factor fue la creciente hostilidad a los romanos y su hele
nism o. De hecho, los rom anos la provocaron con algunas desastrosao
iniciativas. En 40 d.C. habían levantado una estatua deificada a Calígula
en Javnis. Cuando los judíos la destruyeron, Calígula se resolvió -
imponer el culto del emperador y a levantar una nueva estatua colosal
Estos actos habrían anulado la tradicional exención concedida a loe
judíos en lo tocante al culto al emperador. El gobierno tolerante y benig
no que había caracterizado la política romana desde Pompevo yuCés¿;
hasta Augusto dejó de existir. Al adoptar Calígula estas severas y repre
sivas medidas, se intensificó la mcompatlEIJIdacTpsicológica y cultural
entre los romanos y la población helenizada, por una parte, y los judíos
ortodoxos, por la otra. Esto llegó a remplazar la que fuera una tolerancia
benigna de los gobernantes y una conform idad pragm ática de los go
bernados.
T W pe q vs , CiL j c ^ ^ fx O ^'VV'4-oy f V j f ,V. .^(v. MAvtf<0
Ve,, p e ^ r .-^vv-wj , "T f - k ? i Aci> i fvv° >12 2 g £ 1
EL A N TIG U O ISRAEL 231
7 Cf. Eric K ahler, The Jews Among the Nations, op. cit.
EL ANTIGUO ISRAEL 233
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VI. PERSIA
1 . I n t r o d u c c ió n
A. La tierra
B. Los pueblos
1 Persia e Irán, aunque empleados como sinónimos, podrían distinguirse, aplicando "Persia" a
la meseta, e "Irán" o la "región iraní" al cúmulo de pueblos que hablan la lengua iraní (sogdienses
bactrianos, etc.), que se extienden desde el norte del Cáucaso hasta las estepas de Siberia y las fron
teras de China.
234
PERSIA 235
z l Neolítico
E Cercano Oriente es una de las áreas más antiguas del mundo neolíti
co. Se han descubierto testimonios mesolíticos en sitios de Karim, Sahir
¿anidar. A sentam ientos neolíticos perfectam ente desarrollados, que
rutan de fines del octavo milenio, fueron descubiertos en sitios cercanos
i ios montes Zagros en Harme, Saráb, el Alto Ali Kosh y el Alto Gurán.
Eerca de 6 000 a.C., la agricultura de aldea y avanzadas pautas de agri-
ruitura habían cundido extensamente sobre gran parte de la meseta ira-
cí v por las tierras bajas del Kuzistán.
Por largo tiempo, Irán siguió siendo neolítico. Sus edades calcolítica y
re Bronce se desarrollaron en relativo aislam iento durante el m ilenio
- zuiente, mientras por el sur los elamitas creaban una civilización urbana
m relación directa — aunque a menudo en conflicto— con M esopota-
r ia . Los diversos asentamientos iraníes estaban separados por la acci-
rentada topografía de la meseta y sus culturas paralelas se desarrolla-
-:n en aislamiento, pero mantuvieron relaciones comerciales entre sí y
rrn Elam, su contacto con la civilización y con Mesopotamia.
2. S íntesis histórica
A. La fa se aqueménida
_rs indoeuropeos
^cs asirios. Asur fue saqueada en 614 a.C., y Nínive tomada en 612 a.C.,
renque la victoria final y decisiva llegó en 609. Los medos ocuparon las
térras altas asirías y Babilonia las tierras bajas. Después de una guerra
re seis años contra Lidia, un tratado de 585 estableció el río Halys como
rentera entre los dos estados. El Im perio m edo no se basaba en un
rrbierno central, sino en un sistema de reyes, todos los cuales eran sus
isallos. Ciro, uno de estos reyes vasallos, unificó a los persas bajo su
rrbierno en 555 a.C. Se rebeló contra Astiajes, rey de los medos, que era
propio suegro, a quien derrotó y unió a medos y persas bajo su cetro.
Según la tradición, los reyes persas descendían de un antepasado,
caxamanish o Aquemenes. La línea de descendencia venía de Teispes
•asta Ciro I, Cambises y Ciro II. En menos de veinte años, Ciro II con
tristó todo el antiguo Oriente: Lidia en 546 a.C. y Babilonia en 539 a.C.
_a única potencia restante, Egipto, fue conquistada por el hijo de Ciro,
lembises (530-522 a.C.). El triunfo de los persas puede atribuirse a una
:mbinación de capacidad militar superior con el trato magnánimo que
raban a los pueblos conquistados, cuya cultura y costum bres respeta
s e !. En Babilonia, Ciro liberó a los judíos y rindió homenaje a Marduk
a cla m á n d o se rey de Babilonia.
r bn'perio aqueménida
I Imperio aqueménida, que duró de 550 a 330 a.C., creció con relativa
•acidez si consideram os sus inmensas dim ensiones y la diversidad de
« pueblos que abarcaba. Ciro el Grande edificó el Im perio durante su
,=nado (550-530). Su hijo Cambises II (530-521 a.C.), de quien Heródoto
aso un retrato de acre censura pero probablemente inexacto, ordenó el
-e-m ato de su propio herm ano Esmerdis (Bardiya), quien de otra
cacera habría heredado el trono. Realizó el plan de su padre al con
culcar Egipto en 525 a.C., pero mientras dirigía su ejército de regreso a
* íesia para sofocar una rebelión encabezada por Gaum ata (mago que
mcrendía ser el príncipe asesinado Esm erdis) fue víctim a de un acci-
je r e . Uno de sus generales, Darío I (521-486 a.C.), hijo de H istapes,
ciembro colateral de los aqueménidas, fue su sucesor.
Cario reconstruyó el Imperio. Dedicó los dos primeros años de su rei-
~súü a reprimir rebeliones en varias de sus provincias. Luego emprendió
i fxcraordinaria tarea de consolidar y administrar el Imperio; expandió
—rcem en te su territorio hasta penetrar en la India, y luego contuvo a
■ ísdtas en el sur de Rusia. El imperio estaba dividido en 20 satrapías o
Tswincias. Además del gobernador o sátrapa, elegido entre la nobleza
240 PERSIA
Las Guerras Médicas — así llamadas por los griegos— fueron provoca
das en 499 a.C. por una revuelta de las ciudades jónicas contra Persi¿
tal vez celosas de los privilegios otorgados por Darío a los fenicios.
Darío sofocó la rebelión y arrasó Mileto en 494 a.C. Trató de ganarse 1¿
simpatía de las ciudades cesando a los tiranos persas y restaurando
democracia. Sin embargo, los jonios, azuzados por Atenas, siguieron er
rebelión. Darío organizó entonces una expedición m ilitar, pero fus
derrotado por los griegos en Maratón (490 a.C.).
Después de la muerte de Darío, su hijo Jeqes I (486-465 a.C.) lanzó ur
nuevo ataque por tierra y mar. Los persas lograron tom ar e incendiar
Atenas, pero los atenienses abandonaron la ciudad y derrotaron a la fle
ta persa en Salam ina (480 a.C.) y al ejército persa en Platea (479 a.C.c
luego atacaron de nuevo a la flota persa en Micala (479 a.C.), lo que obli
gó a los persas a quemar las naves para que no cayeran en sus manos
A decir verdad, los persas siguieron siendo una tem ible am enaz;
para Grecia durante un siglo. Sin embargo, desde el punto de vista per
sa, Grecia nunca constituyó una cuestión importante: sólo fue un desa
fío periférico del oeste al Imperio, y por lo demás no fue causa de mayo:
preocupación.
.a paz de Calías (449 a.C.) sin duda fue hum illante para Artajerjes I
¿ 5-424 a.C.), pero restableció el statu quo en Asia Menor, donde las ciu
dades griegas siguieron bajo la soberanía persa.
PERSIA 241
zafase de decadencia
B. La fase helenística
C. Los partos
Los arsácidas gobernaron Persia desde mediados del siglo iii a.C. hasta
com ienzos del siglo iii d.C. La dinastía, inaugurada por A rsaces I (ca.
248-212 a.C.), terminó con la derrota y muerte de Vologesio V (207-22á
a.C.) y su hermano y rival Artabán V. El país fue dominado por Ardasir
miembro de una familia de príncipes de Fars, quien fundó la dinastía
sasánida.
Los partos lucharon continuamente con los seléucidas, quienes trata
ban de im pedir que se form ara un reino persa independiente en las-
fronteras orientales de su imperio. Los partos siguieron luchando contra
los romanos cuando los territorios occidentales de los seléucidas caye
ron bajo el dom inio de Roma, tras la conquista de Antioquía por Pom-
PERSIA 243
D. Los sasánidas
a ellas. A la postre, ésta fue una de las causas principales del final debii-
tamiento del Imperio. No obstante, salvo en los periodos difíciles que í*
hicieron más frecuentes a finales del siglo vi, los sasánidas mantuviera:
una sólida autoridad central, tanto en lo civil como en lo militar.
El nuevo Imperio persa heredó los continuos conflictos de los parto-
con Roma, que se convertiría después — con la derrota y captura o¿
Valeriano en 260 d.C.— en un prolongado conflicto con Bizancio. Ccr
los diversos grados de éxito de tan continuos enfrentamientos, los sas^
nidas, bajo Cosroes II (590-628), estuvieron muy cerca de destruir e
Im perio bizantino. La extraordinaria energía y capacidad militar
Heraclio (610-641) salvaron a Bizancio al invertir las tom as de la guem
e infligir una aplastante derrota a Cosroes, quien fue muerto por su prc-
pio pueblo cuando intentaba huir después de la caída de Ctesifonte.
En los 14 años transcurridos entre la muerte de Cosroes II y el ascens:
de Yazdgard III, último de los sasánidas, el trono fue ocupado por toe:
una sucesión de gobernantes que fueron m anipulados por facciones
rivales de la aristocracia. Cuando Yazgard III se ciñó la corona, ya estab:
muy avanzada la desintegración del Estado sasánida. El ejército habe
perdido su unidad y cada general trataba de explotar la provincia que
tenía encomendada arrogándose su jurisdicción. El avance del feudalis
mo fue muy rápido, pues las satrapías se habían vuelto hereditarias.
En esta situación de extrema debilidad y desorganización, el Impen:
fue atacado por los árabes, impulsados por una fe fanática y por el empu
je de los beduinos. El general sasánida Rustam mandaba un números:
ejército, pero sufrió una grave derrota en Qadisiah, en Mesopotamia, \
pereció en combate. Los árabes tomaron Ctesifonte y se llevaron ur
inmenso tesoro. Un nuevo ejército levantado por Yazdgard se enfrentó i
los árabes en la llanura de Nihawand, al sur de Hamadán, pero nueva
mente fue derrotado. El rey huyó con su corte al este, pero, como el últi
mo rey aquem énida, fue asesinado cerca de Merv en 651. Tal fue el fír
del Imperio sasánida.
3. P rincipales ra sg o s cu lturales
A. La fase aqueménida
La civilización persa
j . sngna
j . rdigión
Tierra y Atar el fuego. Con el tiempo, este sustrato religioso original fuf
transform ado por influencias de antiguos cultos locales asiánicos, per
creencias babilónicas y por las enseñanzas de profetas posteriores, er
particular Zoroastro y Manes.
En la fusión resultante, Ahura Mazda se convirtió en el dios supremo
creador del Cielo, la Tierra y los seres humanos. El rey Darío dominad:
Persia y las otras naciones del Imperio porque así se lo había concedió:
el dios supremo. Ahura Mazda, "el señor de la Sabiduría " o "el sabio'
reinaba sobre el universo y protegía la Tierra y a su gobernante, el re^
aqueménida. El rey era su virrey en la Tierra y gobernaba en su nombre
Sin embargo, no surgió allí un culto imperial como en Babilonia y Egip
to, y el Estado no estaba fundado en la religión, aunque el rey era vis::
com o el representante de Ahura M azda en el m undo y gozaba de ur
aura sagrada.
Los persas prezoroástricos adoraban a sus dioses con sacrificios sar-
grientos que debían ser celebrados por los magos, fraternidad que goza-
ba de ciertos privilegios políticos y religiosos y que probablemente en
de origen medo. Además de dirigir las ceremonias religiosas y superv-
sar los sacrificios, sus otros deberes importantes consistían en mantener
el fuego sagrado, hacer predicciones con base en buenos y malos augu
rios y, con la ayuda del haoma — bebida em briagante— , presidir rites
funerarios que consistían en exponer los cadáveres a las depredaciones
de bestias y aves carroñeras.
Herodoto supuso que los persas no tenían templos ni estatuas de sus
dioses, pero después de su época tuvieron am bas cosas. Levantaror
templos en forma de torres cuadradas. Cada cual tenía una sola habita
ción a la que se llegaba por una escalera y estaba reservada al fuege
sagrado. Las ceremonias religiosas se celebraban al aire libre. Bustos ds
A hura M azda en bajorrelieve, con un disco alado, abundaban en ks
construcciones imperiales.
La religión original de los magos fue profundamente afectada por la-
reform as de Zoroastro. No estam os seguros de cuándo haya vivid:
Zoroastro. De acuerdo con la tradición iraní, vivió 258 años antes de la
conquista de Alejandro, y por ello podemos calcular que vivió entre 62:
y 551 a.C., es decir, fue casi contemporáneo de Buda. "Z oroastro" es la
form a griega corrom pida de un antiguo nombre iraní, "Zaratustra
Probablem ente fue un "zoatar", un sacerdote que dirigía sacrificios y
encabezaba plegarias, y seguramente procedía de un clan de Espitama
de criadores de caballos. Su padre fue Purusaspa, un hom bre casad:
bastante pobre.
Cerca de cum plir los 30 años, Zoroastro tuvo una prim era visión d¿
PERSIA 247
La economía del Imperio persa fue muy sana y próspera. Las provincia?
eran adm inistradas razonablem ente, mediante la com binación de nor
mas centrales con prácticas locales. Había un sistema jurídico uniforme
que se anticipó al concepto romano del derecho universal y que tambiér
incorporaba costumbres locales. Una red de caminos y rutas marítimas
un sistema equilibrado de impuestos, un considerable influjo de oro y ur
sistema monetario bimetálico (introducido por vez primera por Creso er
Lidia) m antenían próspera la economía. Originalm ente, los salarios se
pagaban en especie — carne, cebada, trigo y vino— , pero esto fue susti
tuido de manera gradual por el pago en monedas. En menos de unos x
años el dinero remplazó casi por completo a los pagos en especie.
Por todo el país se construyeron caminos, acueductos y canales sub
terráneos (ghanats) para regar las zonas áridas. Una inteligente política
agrícola destinada a m ejorar el bienestar del pueblo tenía en cuenta la?
diversas especies de árboles, plantas, cereales y anim ales doméstico?
que habían sido llevados de diversas partes del Imperio para aclimatar
se en las regiones del país en que pudieran darse. También a los bosque?
se les dio un empleo racional para no destruirlos. Por todo el Imperio se
explotaban extensamente los minerales.
Grandes latifundios eran la base de la producción agrícola. Los sier
vos, inseparables de la gleba, que eran comprados y vendidos con ella
trabajaban en las granjas, así como los prisioneros de guerra. Tambiér
había pequeñas fincas en el Imperio, pero su importancia era muy rela
tiva. Los cam pesinos poseían sus propias tierras, principalm ente er
PERSIA 249
E.‘ arte
El gobierno
£.' ejército
B. La fase parta
La religión
zl gobierno
C. La fase sasánida
La religión
Eiíakhr era atendido por los "herbados" o sacerdotes del fuego. El ante-
rasado Sasán había ocupado un puesto importante en dicho centro reli-
ooso. Sapur I continuó la tradicional asociación de la familia con este
ralto y fundó un tem plo en la ciudad de Bisapur, donde el culto del
izua (Anahita) era asociado al del fuego (Ahura Mazda). En el noreste,
a antigua fe iraní se centraba en torno al gran santuario de Shiz, que era
irendido por la antigua fraternidad de los magos o "m obads", que eran
razdaístas zoroástricos.
¿apur I (241-272) deseó dar una religión imperial al naciente Imperio
-asánida y sim patizó con las enseñanazas de Manes. Éste era de noble
r_na y, como Zoroastro, afirmaba haber recibido de Dios la m isión de
rropagar sus revelaciones. Predicaba una nueva religión universal, diri
nda a todas las personas de cualquier clase social. Sus doctrinas, influi
rás por los cultos de Babilonia y por el judaism o y el cristianism o, se
usaban en la oposición entre la luz y las tinieblas, entre el bien y el mal.
El espíritu es luz y bondad, el cuerpo es tinieblas y m aldad. Cuando
td a la luz y todas las almas, que son prisioneras de la materia, queden
iirres y asciendan al Sol, desaparecerán la Tierra y el Cielo, y el reino de
a caz durará para siempre.
Los fieles estaban divididos entre los "elegidos", sacerdotes que hacían
:*o de celibato, se absteman de comer carne y abjuraban de toda envidia
mentira, y los "escuchas", gente común a la que estaba permitido casar
le v trabajar. Los maniqueos practicaban el bautism o y la com unión, y
mies de morir recibían la absolución de sus pecados. Fueron influidos
ror el gnosticismo y sus himnos mostraron una inspiración babilónica,
rientras que sus ideas eran las que predicaba Zoroastro. A Jesucristo se le
raba un elevado lugar en una trinidad tomada del cristianismo.
Al parecer, Sapur I intentaba hacer de su m aniqueísm o la religión
imperial. Sin embargo, después de su m uerte los m agos, encabezados
:er un sacerdote llamado Kartir, convencieron a los sucesores de Sapur,
ítl particular a Bahram II (276-293), de proscribir el m aniqueísm o.
tañes fue ejecutado y perseguidos sus seguidores, después de lo cual
miveron a Asia central, Asiria y Egipto.
Tras la m uerte de Kartir, N arsah (293-303) adoptó una política de
inerancia. Después habría un resurgimiento del mazdaísmo. En el mar-
ir de la expansión de las grandes religiones monoteístas, los "m obeds"
.royaron a una especie de trinidad, con Ahura Mazda como dios prin-
r r a l y Anahita y Mitra com o dioses secundarios. Com o los com pila-
rores del A ntiguo Testamento, los m agos com pusieron el Avesta con
-¿Latos de tradición oral. La unidad religiosa siguió a la unidad política.
Eon el apoyo de los reyes, el zoroastrism o recibió la categoría de reli-
256 PERSIA
I irte
ELarte sasánida, como la última fase del arte parto, aceptó influencias
aranjeras, pero adaptándolas a las tradiciones de su tierra. Sin embar
ra. al término del periodo sasánida prevaleció la iconoclasia en el arte.
Los sasánidas fueron grandes constructores de ciudades. Al princi
po, siguieron el plano circular parto, pero luego cam biaron a disposi-
zcnes rectangulares. Estuvieron de moda los edificios de piedra decóra
la, pero los materiales de construcción más frecuentem ente utilizados
nerón la cantera y el yeso. En la edificación de los palacios eran habi-
nales los relieves en los muros, con escenas de cacería o de batallas, y el
-en en el centro. A sim ism o, con frecuencia aparecieron decorados en
íscuco , de influencia romana, así como abundantes frescos; los del pala
El gobierno
4. LOS O R ÍG E N E S
unió a los medos bajo su reino y dio forma al Imperio medo. Ciro conso-
lidó el reino persa y luego, al absorber a los medos, integró el núcleo df
un Imperio persa en rápida expansión. En cierto sentido, el Imperio pe-
sa fue una anticipación del Imperio romano. Los persas fueron los pri
m eros "rom anos". La élite persa estaba dotada de un consideraba
talento político-militar que le dio capacidad para el liderazgo, pero Le
vaba consigo un sentido de la tolerancia que hizo fácilmente aceptaba
su hegemonía. Con el transcurso del tiempo, el Imperio persa se convr
tió en el correlato oriental del Im perio romano. La persa y la román:
eran civilizaciones abarcadoras, sobreimpuestas a las distintas cultura-
de sus respectivos imperios, que respetaban — y en cierto modo prore
gían— sus peculiaridades.
El Im perio persa fue una vasta y com prensiva superestructura de
suroeste de Asia que desempeñó m uchas funciones al m ism o tiemp:
Mantuvo las características específicas de sus diversas unidades, forma
das por distintos pueblos que tenían su propia cultura, e impartió a esa
unidades la universalidad persa. Esa universalidad fue, al principie
política, administrativa, jurídica y militar, pero coaligada en una civii-
zación persa que tenía sus raíces en el mazdaísmo, intensificado por L
reforma zoroástrica; era movilizada por un Estado activo que regular.:
el comercio para mantenerlo fluyendo a lo largo de un sistema de cáce
nos bien cuidados, y que lo ayudaba con sus medios de transporte y s e
comunicaciones.
D espués de la m uerte de Cam bises y una vez sofocada la revue’.rr
gaumata, la reorganización del Imperio, obra de Darío, derivó en real
dad en el progreso que a la postre arraigaría los fundamentos de la civi
lización persa. Su poderoso gobierno central mantuvo las características
regionales y locales. Con la elevada ética de su versión zoroástrica.
Darío unlversalizó el mazdaísmo, sin imponer el culto del dios. Estable
ció una duradera pauta de relaciones entre las ciudades y los campes
entre nobles, mercaderes y campesinos, y entre el gobierno central, les
sátrapas y los jefes de aldea. Al hacer todo esto, creó el marco en el oía
la civilización persa fue tomando paulatinamente su carácter distintivo
5. E l d esa r ro llo
6. L a d e c a d e n c ia
Lo que para una civilización significa decaer es siem pre una nociór
compleja que abarca distintos dominios: el político, el militar, el social i
el cultural. La decadencia política de una civilización ocurre cuando 1¿
sociedad portadora de esa civilización pierde su independencia y s-.
autonomía. Su declive político a menudo no coincide con su desapari
ción cultural, y así las civilizaciones babilónica y egipcia sobreviviera
durante largo tiempo a la pérdida de independencia de sus respectivaí
sociedades. La decadencia cultural de una civilización — el declinar di
los aspectos esenciales de esa civilización— es aún más compleja, por
que también se debe tener en cuenta la relación que pueda surgir entr¿
una civilización y sus retoños. De ello es ejemplo la relación de Bizancic
con la civilización romana.
PERSIA 263
Persia aqueménida
La Persia seléucida
zl Irán parto
sau) II Parvez (591-628). Bajo el dom inio de los m ilitares y los nobles
una sucesión de pequeños príncipes, entre ellos varias mujeres, ocupa
ron el trono durante breves periodos, pero no pudieron impedir el cre
ciente deterioro del poder y de la autoridad del gobierno central. Los
comandantes de ejércitos provincianos y los sátrapas, cuya autoridad se
había vuelto hereditaria, se hicieron prácticamente autónomos. Cuanc:
el gobierno central se vio privado de ingresos porque las autoridades
provinciales los retuvieron, la excesiva carga de impuestos compénsate
nos acabó con los recursos productivos del sistema. La prolongada gue-
rra contra Bizancio también debilitó gravemente la capacidad militar c¿
los sasánidas y agotó sus reservas de hombres para el reclutamiento, er
particular después de las terribles derrotas que H eraclio infligió a los
persas durante los últimos años de Cosroes II.
En estas condiciones de debilidad crónica, el últim o rey sasánida.
Yazdgard III (632-651), hubo de enfrentarse a la invasión árabe. Esta
com enzó com o una rebelión del rey vasallo árabe Lakhm ida y lueg:
pasó al mando de los califas de Mahoma. Después de un primer y triun
fal esfuerzo por contenerlos, los persas, al m ando de Rustam , fueror
totalm ente derrotados en Qadissiya (637). Yazdgard reclutó un nueve
ejército y trató de contener a los árabes en la llanura de Nihawand, per:
sufrió otra derrota aplastante. El rey intentó huir al este, pero fue asesi
nado en 651 cerca de Merv por un m olinero que estaba tratando ds
robarle. Los árabes quedaron dueños del territorio persa.
La ocupación árabe fue totalmente distinta a la de los griegos y trans
formó profundamente la cultura persa al ir generando paulatinamente
una nueva civilización: la Persia islám ica. La conversión de Persia ai
Islam procedió en dirección opuesta a la de su anterior helenización. E
logos griego y el alto nivel de racionalidad de la cultura griega habíar
fascinado a la élite persa, en detrimento de los rasgos originales de su
cultura específica. En contraste, el Islam atrajo a las masas y a la clase
media de Persia, que habían quedado relegadas a una situación de des
precio y explotación por el carácter aristocrático de la civilización persa
El Islam les mostró la democracia religiosa de los creyentes sin entrar er
conflicto directo con la ética persa. Se permitió a las élites conservar su
propia cultura, siempre que m ostraran lealtad a los nuevos gobernan
tes, y éstas se convirtieron con relativa rapidez al Islam, bajo las influen
cias combinadas del ambiente cultural creado por los nuevos gobernan
tes y de los incentivos pragmáticos de evitar los impuestos fijados a los
no creyentes y de participar en la nueva clase gobernante. Cuando la
rama chiíta del Islam llegó a prevalecer en Persia, sus estrictos requeri
mientos reforzaron las desventajas de no convertirse al Islam.
PERSIA 267
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VIL GRECIA
1. I n t r o d u c c ió n
A. Lugares y pueblos
B. La civilización griega
2. S íntesis h istórica
' Cf. M ichael G rant, The Rise o fth e Greeks, N ueva York, M acm illan, 1989 (198 7), p. xra.
272 GRECIA
B. Atenas
Lim itando nuestro breve análisis del sistema de la polis a los dos Este-
dos griegos m ás im portantes, descubrim os, en el caso de Atenas, ú
transición de una monarquía — cuya fundación en el siglo vra se ha atri
buido generalm ente a Teseo— a la abolición de la sucesión hereditaria
en 683 a.C. y su remplazo por el gobierno de un funcionario anual, el ar-
conte basileos, con funciones religiosas, ayudado por un jefe militar, é.
arconte polemarca, y el jefe civil, el arconte epónimo. Se crearon entonces
seis tesm otetas para aplicar el derecho consuetudinario y se formó ur
grupo de nueve arcontes, elegidos entre los nobles por el areópago, con
sejo de nobles que era la autoridad suprem a del Estado. La asamblea
del pueblo, la ecclesia, tenía entonces poca importancia.
En el aspecto étnico, el pueblo estaba dividido en cuatro tribus here
ditarias (pliplai) integradas por cierto núm ero de fraternidades (phrz-
triai), com puestas por m iembros de estos clanes (gennetai) y que des
pués contendrían cierto núm ero de plebeyos (orgeones). Cada in h
estaba dividida, para fines administrativos, en 12 naucrariai, que distri
buían los ingresos y eran responsables de la marina. En lo social, el pue-
blo estaba dividido en tres clases: la clase alta de los hippei (caballeros
la clase media de los zeugitai (quienes poseían una yunta de bueyes) y la
clase trabajadora de los thetes.
En 632 a.C., Cilón, un noble em parentado con el tirano de Megara
Teógenes, intentó adueñarse del poder en Atenas; finalmente fue derro
cado y el arconte Megacles, del clan alemeónida, violando el santuario
en que se habían refugiado algunos de los partidarios de Cilón, los hiz:
matar, lo que dio lugar a la "m aldición de los alemeónidas".
En 620 a.C., Dracón, bajo el arcontado de A ristecm o, hizo el primer
intento de introducir leyes escritas que regularan los casos de homici
dio, eliminando así la libre interpretación de la ley por el areópago. Las
leyes draconianas fueron célebres por su excesiva severidad.
La m onetarización de la economía griega, a partir del siglo v i i , hizo
surgir la práctica del préstamo. En las condiciones de la época, cuando
los cam pesinos poseían parcelas cada vez más pequeñas por causa de
las subdivisiones resultantes de las sucesivas herencias, esto causó un
progresivo endeudamiento y la esclavitud por deudas. El Estado quedó
cada vez m ás dividido entre una m inoría form ada por agricultores
nobles que poseían grandes propiedades y mercaderes libres dedicados
a un lucrativo comercio internacional, junto a una gran mayoría de cam
pesinos sin tierras obligados a trabajar para las grandes fincas, que reci
bían como pago un sexto de los ingresos de las cosechas (los hectemoroi),
GRECIA 273
klón
Ion objeto de dar una solución legal a una crisis social cada vez más
rruda, Solón, que gozaba de gran respeto por su rectitud y com peten
cia, fue nom brado arconte único en 594 a.C. Por m edio de su seisacteia
alivio de cargas), todas las deudas fueron canceladas, los deudores
andidos como esclavos al extranjero fueron redimidos a expensas del
Estado, y los que había en el Ática quedaron libres. Se prohibió la escla-
r.tud por deudas. Las leyes de Dracón fueron revisadas y se les dio una
~:rma más benigna. Se creó un tribunal de todos los ciudadanos, la
adiea, para juzgar las apelaciones de los magistrados. A la ecclesia se le
runcedió el derecho de seleccionar a sus magistrados, echando sus nom-
:res a la suerte; se consideró que ésta era la forma más democrática de
nombramiento porque así podía ser elegido cualquier ciudadano. Como
rcerpo deliberativo que iniciaba toda legislación, se creó un consejo de
-JO hombres, la bulé, con 100 de cada una de las cuatro tribus. La asam-
re a sólo podía aprobar o rechazar sus propuestas. El areópago, en lo
sucesivo com puesto por exarcontes, conservó su función de guardián
re la ley y supervisor de los magistrados.
Solón también intervino en la composición social de Atenas. Los ciu-
rudanos fueron divididos en cuatro clases: los pentacosiomedimnoi (con
rgresos superiores a 500 medimni2 de trigo o metretas de vino o aceite),
es hippeis (con 300), los zeugitai (con 200) y los thetes (labradores). Estas
izases serían redefinidas después atendiendo al valor de sus propieda-
res y no de sus ingresos. Sólo las dos prim eras eran elegibles para el
ireontado; la tercera tenía acceso a cargos m enores, y la cuarta sólo
rodía participar en la heliea y en la ecclesia.
Solón devaluó el dracm a en cerca de una cuarta parte de su valor,
aumentó los tamaños de pesos y medidas y prohibió la exportación de
rd o s los productos agrícolas, salvo el aceite, para garantizar el abasto
ruerno de alimentos. Favoreció la inmigración de artesanos y tam bién
"rguló los festivales, base del calendario ateniense.
A pesar de todo, las reformas de Solón no dieron una solución defini-
rva a la crisis social. Como se negó a expropiar y redistribuir tierras, los
rampesinos que no las poseían siguieron bajo el yugo del régim en de
Pisístrato
Clístm es
sistema de suertes
C. Esparta )(
Cerca del año 800 a.C., Esparta se había adueñado de Laconia y cor
nizo la costa de Mesenia. A finales del siglo viu, con el rey Teopomp:
conquistó com pletam ente M esenia en el curso de la prim era Guem
Mesénica (ca. 736-716 a.C.) y redujo a su población a la condición serví
de ilotas. El territorio m esenio fue dividido en parcelas distribuida
entre los espartanos, m ientras los habitantes locales, com o ilotas, erar
obligados a trabajar la tierra para sus respectivos amos.
En su historia antigua, hasta la segunda Guerra M esénica (650-63;
a.C.), Esparta fue célebre por su hospitalidad, por la belleza de su-
mujeres y por su estilo de vida agradable, enriquecido por la poesía, u
música y otras actividades artísticas. Alemán (654-611 a.C.), poeta lirio;
Taletos de Creta y Polim nasto, m úsicos, y Terpandro de Lesbos (64”
a.C.), músico y poeta, fueron algunos de los artistas célebres que trabaia-
ron en Esparta.
La enorm e dificultad que tuvieron los espartanos para sofocar ir
rebelión durante la segunda Guerra M esénica m ovió a la aristocracia
espartana a introducir un régimen, cerca del año 610 a.C., que supuesta
m ente instituía la eunomia o buen Estado por medio de una ley, la Ras
tra, después atribuida a Licurgo, la cual establecía un Estado totalitar.:
y militar.
Sólo los espartanos — que representaban 10% de la población— te
nían derechos de ciudadanía. Los dem ás lacedem onios eran perioikr.
con un régimen de extranjeros legalizados, y los propios mesemos que
daron reducidos a la condición de esclavos o ilotas. Los niños — des
pués de elim inados los varones físicamente deficientes— eran someti
dos desde los siete años a una disciplinada preparación para su futur;
condición de soldados. El entrenamiento militar se iniciaba a los 13 años
y continuaba hasta los 30, al adquirirse la plena ciudadanía. Los espar
tanos o iguales eran asignados entonces a su regimiento tribal y someti
dos a una vida colectiva con comidas en común, aunque se les estimula
ba a casarse y tener su propia casa.
Las tres anteriores tribus dóricas fueron abolidas y remplazadas pe:
cinco tribus, con base en su localidad. Cada tribu formaba un regimien
to, dividido en pelotones y secciones, cada uno con su propio oficia'.
Los ciudadanos debían tener tierras suficientes para poder mantenerse
de modo que pudiesen dedicar todas sus energías al servicio del Estadc
Sin embargo, la tierra era pública e inalienable. Este sistema convirtió a
Esparta en la más formidable e invencible máquina de guerra de Grecia
pero al costo de sofocar sus capacidades intelectuales y artísticas.
Esparta fue uno de los pocos Estados que no pasaron por un periodo
de tiranía en el siglo vn. Conservó su doble monarquía tradicional, cor
GRECIA 279
Visión general
5 N icias llegó a ser a la postre el com andante m áxim o de la expedición, antes de finales de 415
a.C., después del retiro de A lcibíades, quien huyó a Esparta acusado de la m utilación sacrilega de
las Herm as.
GRECIA 291
6 Jenofonte narra en su Anábasis (escrita en 386 a.C.) su célebre retirada de Persia a Grecia, er
401-399 a.C., después de la muerte de Ciro, quien aspiraba al trono persa contra su hermano Arta-
jerjes, apoyado, entre otras fuerzas, por los 10 000 hombres de Jenofonte.
GRECIA 293
:on la mala situación financiera de Atenas, que hizo cada vez más difícil
sostener el alto costo de su flota. Atenas se vio obligada a volver a fijar
impuestos a los aliados, como lo hiciera en su época im perial, lo cual
nusó una rebelión que condujo a la llamada Guerra Social, de 357 a 355
i.C. Los atenienses, bajo el mando menos com petente de Cares tras la
muerte de Chabrias en 357 a.C., tuvieron que retirarse de Jonia y acep
tar la independencia de sus aliados rebeldes. La Segunda Liga dejó de
-uncionar y los acontecim ientos de Grecia tom aron un curso distinto,
:on el ulterior surgimiento de Macedonia.
H. Macedonia
I. Alejandro
/. El mundo helenístico
Características generales
vicisitudes políticas
§ Los tolom eos conservaron la religión egipcia, a la que, con razón, consid eraron factor legiti-
- jd o r de su propio gobierno; reconstruyeron tem plos, edificaron otros nu evos (com o en Filas) y
-^.-.tuvieron las prácticas funerarias tradicionales.
306 GRECIA
3. P rincipales ra sg o s culturales
A. Observaciones introductorias
B. La estructura social
9 Véase la nota 2.
310 GRECIA
10 Cf. M arcus M. Todd, TheCambridgeAncient History, cap. i, vol. v, Cam bridge U niversity Pre~-
1969 (1958); véase tam bién M ichael G rant, A Social History of Greeceand Rome, N ueva York, Scrír-
ner, 1992.
11 Cf. Henri W allon, Histoire del'Esclavage dans TAntiquité, París, Laffont, 1985; M. I. Finley, Trt
Ancient Economy, B erkeley, U niversity of C alifornia Press, 1974; e Ivon G arlan, Slavery in Ancier-
Greece, traducción al inglés, Ithaca, Cornell U niversity Press, 1988.
12 Cf. M arcus N. Todd, The CambridgeAncient History, vol. v, p. 8, Cam bridge U niversity Prese
1969(1935).
GRECIA 311
m iso público norm al del ciudadano griego fue rem plazado predom -
nantemente por el individualismo privado, aunque los estoicos mantu
vieron un sentimiento del deber frente al Estado.
El mundo helenístico desarrolló un estilo social y una mentalidad ur
tanto sem ejantes a los modernos. Tenían, es cierto, la institución de ¿
esclavitud y también su sólido sentido religioso, pero su cosmopoliLa-
mo individualista, su espíritu de empresa y sus aspiraciones p e rs o n a l
fueron similares a los del ciudadano occidental contemporáneo. Las cli
ses sociales se basaban en la riqueza y el poder; prim ero estaban les
altos dignatarios, grandes terratenientes y comerciantes, luego una cla-
se media de funcionarios y mercaderes, así como artistas y artesanos de
renombre representados por nativos tanto griegos como helenizados, i
por último una clase baja nativa de cam pesinos y artesanos comunes
que incluía a griegos pobres y fracasados. I j '
La religión griega
Para los griegos, la religión representaba algo a la vez más extenso y iras
estrecho que lo que significaba para los creyentes monoteístas. Más vas::
porque el ámbito de la religión en Grecia incluía el culto de los antepasa
dos y los héroes, y abarcaba un ámbito que iba desde las narraciones ■
entidades mitológicas interpretadas como tales, pasando por una concer-
ción politeísta de lo divino, hasta una especie de monoteísmo filosófica
También representó una visión más estrecha de la religión, ya que se
mantuvo dentro de los límites de una concepción inmanente de lo divin:
El politeísmo griego representó la sedimentación final — nunca m i:
bien sistematizada— de un proceso sincrético en que creencias indoeu
ropeas en dioses celestiales se fundieron con anteriores ideas religiosa.-
de la cuenca m editerránea sobre diosas de la tierra y la fertilidad, í
incorporó creencias de Asia y, más tarde, de Egipto. Homero, Hesíodo }
los poetas trágicos intentaron hacer una descripción coherente del pan
teón griego. Hesíodo diferenció tres generaciones divinas: la primera
de los dioses cósmicos, constituía una cosmogonía m ítica. La segunc:
generación representó una transición, sobre todo a través de los titanes
— los hijos de Gaia y de Urano— , a unos dioses más personalizados. La
tercera generación fue la de los dioses olímpicos.
Vista desde otra perspectiva, la religión griega presenta cinco nivele-
distintos: 1) el nivel fam iliar de los dioses dom ésticos y el culto de les
GRECIA 313
Entre los titanes, generados por Gaia y Urano, estaban seis divinida
des m asculinas y seis fem eninas, entre ellas Cronos y Rea. Cronos se
rebeló contra Urano, le cortó los genitales con una hoz y se apoderó de
reino de los dioses. Con las gotas de su sangre, Gaia concibió a las
gigantes, y de la espuma de los genitales de Urano fue creada Afrocm
en el mar.
Cronos y Rea tuvieron seis hijos, pero Cronos, para no ser destrona
do, los devoró. Sin embargo, Rea logró salvar al últim o de ellos, Zeus
haciendo mediante un engaño que Cronos comiera una piedra en lugar
del niño; luego lo confió al cuidado de Am altea, concebida como ur¿
cabra o como una ninfa, que crió a Zeus en una caverna de Creta, ava
dada por una banda de kouretes que cantaban y bailaban en torno d ¿
niño para impedir que Cronos lo descubriera. Al llegar a adulto, Zeus ss
enfrentó a Cronos, lo derrotó y lo obligó a vom itar a sus otros hijos
Hera, Hestia, Hades, Deméter y Poseidón. Zeus se puso al frente de los
dioses, cedió el dominio de los mares a Poseidón y el infierno a Hades, t
tomó a Hera por esposa.
15 Segú n la leyenda, D eyanira, esposa de H eracles, engañada por el centauro N eso, dio a aque!
la san g re del cen tau ro , p ro vocánd ole in sop o rtables d olores al héroe que lo llev aron a d arse la
m uerte.
GRECIA 315
Los griegos no tuvieron una concepción única sobre el destino del horr-
bre y su vida después de la muerte. Dos ideas contradictorias acerca
los muertos representaron sus creencias centrales. Por una parte, supo
níase que los muertos vivían una vida fantasm al en sus tumbas y qur
tenían el poder de ayudar o perjudicar a sus descendientes y a los habi
tantes de la ciudad. Tal convicción se encontró en la raíz misma del cui
to de los muertos. Por otra parte, como lo describe Homero, se suponu
que se convertían en som bras inm ateriales en el Hades: lo s bueno?
paseaban por el Elíseo, pero carecían de todo poder.
Una distinta corriente presentaba el alma como un espíritu inmortz.
que después de la muerte tendría un destino mejor o peor según que e.
difunto hubiese o no sido iniciado en uno de los misterios salvíficos. Ur
concepto más elevado sostenían los filósofos, quienes creían en la
inmortalidad del alma y asociaban el destino ultraterreno del hombre a
sus virtudes y cualidades. Esa idea se popularizó en tiem pos posterio
res, en el periodo helenístico y en la Antigüedad tardía, habitualmentc
asociada a religiones orientales, y allanó el camino a la concepción cris
tiana del paraíso y el infierno.
16 H abía tres calidad es de alm a, com o de la form a del cuerpo, según A ristóteles: la vegetativa
que tam bién existía en las plantas; la animal, que aportaba las facu ltad es de p ercep ción y movi
m iento, y la racional. La razón era inm ortal, pero estaba privad a de sen tim iento y personalidad
com o agente inm aterial de en tendim iento. Por tanto, las alm as eran p erecederas y m orían con el
cuerpo.
GRECIA 317
D. Cosmovisión
Observaciones introductorias
_a visión griega del mundo sufrió una evolución gradual, desde unas
cosmogonías mitológicas hasta la búsqueda de una comprensión racio-
*al de la naturaleza y de la realidad,17 seguida por un ulterior interés
merativo y filosófico en la naturaleza del hombre que, aun conservando
Los m itos cosm ogónicos, sistem atizados por H esíodo y que después
recibieron aportaciones de los trágicos y los órficos, explicaban, segur
se mostró en la sección anterior, cómo los elementos primordiales apa
recieron personificados en dioses cósmicos. Esos m itos cosmogónicos
generaron otros mitos concernientes al origen del hombre.
Al igual que los hebreos, los griegos dividieron los orígenes del hom-
bre en dos etapas: la de la hum anidad original, exterm inada por ur
inm enso diluvio, seguida por una segunda hum anidad posdiluvia.
generada por la prudente familia que escapó de aquél. El hombre origi
nal fue concebido conform e a dos distintos m itos explicativos. Segur
uno de ellos,18 el hombre surgió de las cenizas de los titanes fulminados
por el rayo de Zeus; según el otro,19 fue creado del barro por Prometeo
La segunda etapa de la humanidad está representada en el mito de Deu-
calión, el Noé griego. Deucalión, rey de Fetia y de Tesalia e hijo de Pro
meteo, fue advertido por su padre de que Zeus se proponía inundar al
mundo; construyó entonces un arca de madera, la llenó de todo lo nece
sario y, con su esposa Pirra, flotó durante nueve días y sus noches hasta
desembarcar en el monte Parnaso. Deucalión rogó a Zeus que le permi
tiese formar una nueva especie humana. Zeus, atendiendo a su plegaria
ordenó a él y a su esposa que dejaran caer piedras tras ellos al caminar
y de esas piedras fueron engendrados nuevos hombres y mujeres.
Los presocráticos
18 Cf. W. K. C. G uthrie, The Greeks and their Gods, Boston, Beacon Press, 1966 (1950), pp. 319-32C
19 Véase el artículo de Herbert Jennings Rose y Charles M artins Robertson sobre "Prom etheus
en N. C. L. Ham m ond y H. H. Scullard (com ps.), The Oxford Classical Dictionary, pp. 883-884.
GRECIA 319
33 Cf. Wemer Jaeger, Paideia, vol. i, Nueva York, Oxford U niversity Press, 1945, p. 152.
320 GRECIA
dad empírica sólo una copia. Esa teoría antecedió las ideas de Platón *
influyó en ellas.
La escuela dialéctica está representada por Heráclito de Efeso (siglo '<•
a.C.), quien, refutando a los eleáticos, afirmó que todas las cosas estar
en cambio perpetuo, representadas por parejas de opuestos, como cLa-
noche, guerra-paz, saciedad-hambre. No es posible — decían— bañara
dos veces en el mismo río; la sabiduría se encuentra no tanto en aprer-
der, sino en el despertar de toda el alma del sueño de sus deseos y opi
niones privadas a una conciencia del orden mundial (dialéctico), y to e :
conocimiento es autoconocimiento.
La escuela atómica está representada por Leucipo de Mileto (segur.ri
mitad del siglo v a.C.) y Demócrito de Abdera (nacido entre 460 y 45“
a.C.), quien vivió más de cien años. Esta escuela significa un im portan:
avance analítico en la com prensión preexperim ental de la naturaleza
pues afirma que todos los seres existentes son resultado de cierta combi
nación de unidades elem entales indivisibles: los átom os. Los átomes
han sido originalm ente dotados de m ovimiento, y las cosas se formar
por la ocasional colisión y acum ulación de ellos. Hay varios mundos
resultantes todos ellos de combinaciones ocasionales. Demócrito, discí
pulo de Leucipo y el m iem bro más im portante de la escuela, sostuv:
una teoría evolutiva de la naturaleza, de lo sensible a lo complejo, hasn
llegar al hombre como etapa final. El alma, causa de la sensación y de ir
vida, está hecha por finos átomos y es perecedera junto con el cuerp;
La percepción es causada por el impacto de átomos de objetos sensibles
en el alma.
Los átomos de Demócrito, minúsculas partículas esféricas de matena
invisible son una abstracción distinta de la actual interpretación del sis
tema atómico, pero constituyen una extraordinaria intuición de la mate
ria como formada por partículas elementales. La ética de Demócrito en
un hum anism o evolucionista, su cultura era enciclopédica y escribí:
sobre una vasta gama de disciplinas, desde m atem áticas hasta física y
ética, y de sus escritos aún se conserva un número considerable de frag
mentos breves.
Debemos citar a otros dos importantes filósofos presocráticos: Anaxa-
goras de Clazom enes (ca. 500-428 a.C.) y Em pédocles de A cragas (c-
493-cfl. 433 a.C.). A naxágoras, m aestro y am igo de Pericles, no puede
clasificarse com o eleático, si bien tuvo algunas ideas en com ún cor
dicha escuela, ni como atómico, por más que sus conceptos sean cerca
nos a los de Dem ócrito. Aunque aceptando la negativa eleática de.
"devenir" y del "vacío", sostuvo que el mundo es una mezcla de "semi
llas" elementales o elementos primordiales, a los que Aristóteles llame
GRECIA 321
los sofistas
Sócrates
Platón
¿sistóteles
El periodo helenístico
mía y autor de la teoría de los hum ores junto con su contem poráne;
Erasístrato de Ceos, anatom ista y autor del prim er estudio de los ner
vios. Teofrasto (ca. 370-288 o 285 a.C.), continuando las ciencias natu
rales de su m aestro A ristóteles, hizo una im portante contribución a la
biología.
Un aspecto de enorme interés en la ciencia helenística fue su puesaa
en práctica gracias a la invención de máquinas, y la aplicación de la tec
nología en un nivel sorprendentem ente avanzado. Las condiciones
sociales de la época, basadas en la mano de obra esclava, no fa v o re ce
ron la aplicación económica de las invenciones helenísticas. Se emplea
ban con propósitos militares o prácticas médicas y para producir mila
gros en los templos. Entre los inventores más notables del periodo debs
hacerse m ención especial de Ctesibio de A lejandría (floreció en 271
a.C.), descubridor de la compresión del aire e inventor de las bombas ca
aire; Filón de Bizancio (ca. 200 a.C.), inventor de la succión y de la bom
ba im pelente; Apolodoro de A lejandría (siglo n a.C.), farm acólogo; e.
genial Arquímedes de Siracusa (287-212 a.C.), matemático y astrónom:
inventor de maravillosas máquinas de guerra y otros aparatos mecáru-
cos, y Herón de A lejandría (floreció en el siglo i d.C.), constructor de
aparatos "hacedores de m ilagros" para los templos.
E. El arte griego
21 Cf. J. T. Sheppard, The Cambridge Ancient History, vol. v, cap. v, Cambridge University Press,
.996.
22 Cf. Mustafá El-Abbadi, U fe and Fate o fth e Ancient Library o f Alexandria, París, u n esc o , 1992
1990).
332 GRECIA
presenta una vivida historia de esa gran institución, cuya rica colecdór
de m anuscritos fue clasificada por Calim aco (ca. 305-240 a.C.) en ur
catalogue raisonné en 120 volúmenes, la primera historia literaria cientí
fica del mundo.
La definición del hombre dada por Aristóteles, zoon politikón, fue emi
nentemente aplicable a los griegos mientras logró sobrevivir la autono
mía de las polei. En Grecia no hubo claras distinciones entre la vida pri
vada y la vida pública, entre la sociedad civil y el Estado, entre las
esferas política y religiosa. La autoridad dom éstica del padre tenía ur
carácter político y religioso. No había fronteras bien definidas entre la
sociedad y el Estado, y el concepto griego de libertad era esencialmente
político: el derecho de ejercer una ciudadanía activa. Esta mentalidad
pasó por un cam bio significativo con la consolidación de las monar
quías helenísticas, que desarrollaron condiciones sociales y culturales
muy similares a las occidentales del día de hoy.
En un pueblo tan empapado de vida política, el pensamiento político
presentó una gama extremadamente amplia, desde los discursos, trage
dias y comedias, hasta los tratados políticos (con la fundación por Aris
tóteles de la ciencia política como disciplina específica) y la manera de
concebir la historia como disciplina científica.23 Tucídides, como estadis
ta, historiador y orador, sintetiza la expresión m ultiform e del pensa
miento político en Grecia.
No es posible resumir en pocas palabras — sin hacer simplificaciones
burdas— el pensamiento político en Grecia ni tantos otros campos de la
ilim itada expresión de su genio. En el presente estudio hem os optado
por concentrar el breve trato de este tema en tres cuestiones centrales;
1) las divergentes opiniones políticas de Cimón y Pericles sobre la direc
ción de los asuntos atenienses; 2) las ideas opuestas de Isócrates y
Dem óstenes sobre la relación entre la polis (Atenas) y la Hélade y, por
tanto, sobre el proyecto panhelénico de Filipo, y 3) las diferentes ideas
acerca de la amenaza romana contra el mundo griego.
23 La Historia como disciplina, desde Hecateo de Mileto (mediados del siglo v a.C.) y Heródotc
(segunda mitad del v a.C.) hasta Tucídides (nacido de 460 a 491 a.C.), con quien alcanzó su más alta
forma, recibió entre el año 200 y después del 118 a.C. el carácter de reflexión política que le dic
Polibio.
GRECIA 333
Cimón y Feríeles
Isócrates y Demóstenes
24 Como lo subraya el profesor Roger S. Bagnall en sus comentarios a este capítulo, Pericles re
pudo prever los desastres de la plaga de 430-429 a.C., que afectaron mucho la fuerza de Atenas
causaron su muerte.
GRECIA 335
La llegada de Roma
Filipo V, previendo la amenaza, hizo la paz con los etolios para estar
libre de enfrentarse a los romanos. Sin embargo, por las divisiones ct
4. El s u r g i m ie n t o
~.ificó algo casi equivalente a lo que Europa representó para los euro-
reos hasta la prim era m itad del siglo xx. Los conflictos entre las polei
niegas fueron tan frecuentes y tan naturales como los conflictos entre
_as naciones europeas desde el Renacimiento hasta la segunda Guerra
Mundial.
Sin embargo, por otra parte, los griegos estaban conscientes de que
colectivamente formaban una cultura distinta y, hasta cierto punto, una
ración com ún que ellos consideraban incom parablem ente superior a
raalquier otra. Tampoco este sentimiento era muy distinto de aquel de
.os europeos hacia Europa y el resto del mundo. Las Guerras M édicas
revelaron claramente hasta qué grado la división de las ciudades-Esta-
io las hacía vulnerables a toda agresión externa seria. Las Guerras del
Peloponeso dem ostraron el carácter suicida de los conflictos entre las
nudades, y entonces m uchos griegos buscaron una m anera en que la
r.dependencia y el autogobierno de las polei pudiesen reconciliarse con
m sistema panhelénico capaz de ofrecer seguridad colectiva e intensifi
car la cultura helénica. Entre los interesados en el ideal panhelénico,
-adié tuvo mayor conciencia de su necesidad ni más congruencia en su
rromoción que Isócrates (436-338 a.C.).
La tensión entre el particularismo de la polis y la com prensión racio
nal de la necesidad de un sistema panhelénico fue otra de las fuerzas
anpulsoras de la civilización griega. Movió a Isócrates, inicialm ente, a
ibogar por una jefatura conjunta de Atenas y Esparta en toda Grecia y,
¿espués, a considerar que el liderazgo de Filipo en el ámbito de la liga
-elénica era una manera, menos deseable pero posible, de lograr la uni
dad de Grecia, aun al costo de reducir la plena independencia de las
jclei. Por su parte, Demóstenes, hablando en favor de la independencia
"e stric ta de la ciudad-Estado, prefería cualquier otro com prom iso,
r.cluso transferir el liderazgo de Atenas a Tebas, con tal de oponerse a
EUipo.
El curso ulterior de los acontecim ientos mostró que la autonom ía
eolítica de la ciudad-Estado no podía sobrevivir después del siglo iv
í-C. Pero los hechos también demostraron, contra los deseos de Isócra-
b s , que no podía formarse un sistema panhelénico sano y equitativo (en
m ular la hegem onía m acedónica, así como la liga delia había sido ur
simple disfraz del imperialismo ateniense.
La otra contribución importante al dinamismo de la civilización gria-
ga, la oposición de ideas y estilos entre los partidos aristocrático i
popular en la democracia ateniense, desempeñó una función comple-¿
que term inó ocasionando consecuencias trágicas. La prim era etapa da
ese proceso correspondió a la equilibrada jefatura de Cim ón (504-441
a.C.). Las reformas de Clístenes llevaron a los eupátridas a aceptar gra
dualmente el carácter irreversible de la democracia ateniense y a jugar
de acuerdo con las nuevas reglas. Los eupátridas tenían la doble venta
ja de ser mejor educados y más conocidos para disputar la jefatura políti
ca en la ecclesia. Cimón, del partido aristocrático, hijo de Milcíades, gra
cias a su valerosa y competente acción en Salamina (480 a.C.) fue elegid:
estratego y logró ser reelegido sucesivamente durante 10 años. En esta
periodo de jefatura consiguió forjar el Im perio ateniense, y como co
mandante de la flota delia infligió graves derrotas a los persas en Asia
Menor y en el Quersoneso. Al mismo tiempo, pudo mantener relaciones
amistosas con Esparta e inducir a los espartanos (que se sentían seguros
mientras Atenas fuese gobernada por Cimón) a aceptar de buen grad:
el creciente prestigio de Atenas.
M ientras tanto, la clase baja, encabezada por Efialto y después pe:
Pericles, aumentó su influencia en la ecclesia. Las reformas de Pericles
que instituyeron una especie de democracia de masas en Atenas, trans
firieron los poderes de toma de decisiones en la asamblea a los tetes, de
la clase obrera, que también eran los remeros de la flota ateniense; y La
jefatura de Atenas fue correspondientem ente transferida de Cimón a
Pericles.
Con Pericles, el juego entre el partido aristocrático y el popular entr:
en una nueva fase. Las nuevas condiciones, dada la considerable mayo
ría de los tetes, aseguraban una superioridad casi automática al partid:
popular en la asamblea. Como ya se observó en la sección 2 de este capi
tulo, Pericles, gracias a su insuperable capacidad de estadista, durante
los casi 20 años de su jefatura logró com binar el apoyo popular con la
m ovilización de m uchos de los m ejores hom bres de A tenas, en su
m ayoría procedentes de la nobleza. Pero aunque la política interna de
Pericles convirtió a Atenas en la escuela de Grecia — en realidad, en la
escuela permanente de toda la humanidad— , su política exterior, impe-
rialista y antiespartana, condujo junto con las Guerras del Peloponeso a
la ruina de Atenas y, a la postre, al principio del fin de las ciudades-Esta-
do griegas.
Durante la jefatura de Cimón, la tensión entre los partidos aristocráu-
GRECIA 345
6. L a d e c a d e n c ia
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VIII. ROMA
1. I n t r o d u c c ió n
B. La civilización romana
A. La etapa inicial
de Alba Longa, que se convierte en capital del Lacio, y com ienza una
dinastía que tres siglos después se enfrenta al problema de la sucesión
?or el conflicto entre dos herm anos, Numitor, el mayor, y A m ulio, el
menor. El segundo destrona al prim ero y obliga a la hija de éste, Rea
Silvia, a ingresar en la orden de las Vírgenes Vestales, para que así no
renga descendientes que puedan competir con él. Sin embargo, el dios
Marte tiene con ella dos gemelos, Rómulo y Remo. Para librarse de ellos,
Amulio los deja en una cesta en el río Tíber. La corriente deposita la ces-
3 al pie del monte Palatino. Una loba los amamanta y después los crían
mos pastores. Habiendo crecido, derrocan a Amulio y vuelven a colo
rar en el trono a su abuelo Numitor.
Después, Rómulo y Remo deciden fundar otra ciudad en el sitio del
Palatino en que los salvaron. Echan a suertes quién será el fundador y pri
mer rey, y le toca a Rómulo, quien con un arado marca los límites de la ciu
dad (753 a.C.) y prohíbe atravesarlos sin su consentimiento. Desafiándolo,
Remo cruza ese límite, y Rómulo lo mata. Como primer rey de Roma (753-
*15 a.C.), Rómulo establece un senado de 100 patres, cuyos descendientes
serán los patricios romanos. Para poblar la ciudad, organiza el rapto de las
sabinas. La guerra consiguiente llega a su fin gracias a la intervención de
us mujeres, mediante la reconciliación y la unión, por matrimonios, de los
ios pueblos, que da lugar a los quintes. Rómulo divide la población en 30
curias y tres tribus: los ramnes, los titios y los lúceres.
La antigua Roma
Roma, com o ciudad, data del siglo v i i a.C. y su prim er pom erium — el
im ite divino de una ciudad— fue más restringido que la m uralla de
Servio, sistema de defensa del siglo vi que incluía la colina de Esquilino,
no cercada en la primera ciudad.
La tradición hace remontar la fundación de Roma por Rómulo al año
”53 a.C., cuando todavía era una aldea. Según la misma tradición, des-
rués de Rómulo fue gobernada por seis reyes sucesivos: Numa Pompi-
io , Tulio Hostilio, Anco Marcio, Tarquino Prisco, Servio Tulio y Tarquino
d Soberbio. No hay duda de que, inicialmente, Roma fue gobernada por
reyes. Es dudosa la existencia histórica de los primeros reyes m enciona
dos, considerados reyes latinos, aunque las reformas atribuidas a Servio
Tulio dejaron ciertos testimonios históricos. La historia también ha con
firmado que los últim os reyes fueron etruscos — ciertam ente, los dos
Tarquinos— , pero no se sabe de qué manera llegaron al trono, si por la
fuerza militar o de otra manera.
358 ROMA
La República temprana
La conquista de Grecia
B. La República tardía
Los Gracos
250 ingera para cada hijo del arrendatario, hasta llegar a un límite total
de 1000 ingera. Las fuerzas conservadoras y el Senado pidieron al tribuno
M. Octavio que vetara esta ley; Tiberio reaccionó convocando a un ple
biscito que depuso a Octavio, y así su sucesor aprobó la ley. Según dicha
ley, las áreas de tierras públicas que excedieran el límite legal debían ser
distribuidas a las personas sin tierras en parcelas cuyo tamaño no cono
cemos con precisión. Se dice que Mommsen descubrió pruebas de que
el tamaño m áxim o era de 30 ingera. Se creó una com isión para aplicar
ias reformas agrarias, comisión de la que formaron parte los dos Gracos
v el suegro de Tiberio, Apio Claudio Pulquer. Para financiar la ejecución
de su programa, Tiberio propuso por medio de la Asamblea que los in
gresos de Pérgamo, recién legados por Atalo III a Roma, se emplearan
con ese propósito. Esta directiva iba contra la costumbre según la cual
'.os asuntos extranjeros eran de la competencia del Senado.
Tiberio decidió presentarse a reelección en el verano de 133 a.C., lo cual,
ronque no era formalmente anticonstitucional, iba contra la tradición. Un
crupo de senadores sumamente conservadores, encabezados por P. Esci
sión Nasica y sus partidarios, atacaron a Tiberio por sorpresa, matándolo
unto con muchos de sus seguidores. En el periodo inmediato al asesinato
de Tiberio, el Senado adoptó una posición marcadamente reaccionaria
v enjuició a muchos de los partidarios de aquél, aunque sin intervenir en
el funcionamiento de la comisión agraria. Tiberio fue sustituido en la
comisión por P. Licinio Craso Muciano, suegro de C. Graco. Poco tiempo
después, ingresaron en la comisión Cayo, Carbo y Fulvio Flaco, quienes
xuparon sus cargos continuamente desde 130 hasta 122 a.C.
La labor de la com isión, al ser extendida a las tierras públicas de las
áreas latinas e italianas, exacerbó las pretensiones locales de igualdad
rública con los ciudadanos romanos, no sólo como aspiración a la ciuda
danía romana, sino, más aún, como aspiración a una parte equitativa de
los beneficios del Imperio. El primer objetivo era recuperar el excedente
de tierras ocupadas por terratenientes latinos e italianos para distribuirlas
entre el proletariado romano; sin embargo, el objetivo de mayor alcance
era conseguir la igualdad pública general con los romanos.
M. Fulvio Flaco, uno de los comisionados agrarios y cónsul en 125 a.C.,
a-ató de resolver la crisis con la propuesta de otorgar la ciudadanía roma
na a los aliados deseosos de volverse ciudadanos. Tal propuesta no fue
aprobada y, como consecuencia, estalló una rebelión en la ciudad de Fre-
íelles: ésta anunciaba el verdadero peligro de una insurrección en toda
dalia, la cual ocurriría 15 años después. A la vista del peligro, los roma
nos em prendieron una rápida acción para suprim ir la rebelión, im pi
diendo así que cundiera. Sin embargo, la cuestión se volvió apremiante.
366 ROMA
Mario
Sila
Cicerón y Pompeyo
3 La primera Guerra Esclava (135-132 a.C.) fue una rebelión de esclavos en Sicilia, encabezada
por un esclavo sirio, Euno. La segunda Guerra Esclava (103-99 a.C.) volvió a ocurrir en Sicilia,
encabezada por Trifón y Atenión, y fue sofocada por el cónsul M. Aquilio.
ROMA 371
César
5 Fecha citada por M athias G elzer en Censar, O xford, Basil Blackw ell, 1985 (1968), p. 288.
ROMA 377
los anales históricos con una infatigable determinación para alcanzar I25
m etas más am biciosas, apoyado por una valerosa audacia para correr
riesgos calculados e inspirado por un espíritu noble y magnánimo. Mien
tras que Alejandro fue impelido por una fuerza irresistible, guiado por
uña captación instantánea e intuitiva de las características principales-
de una situación dada, César guió sus acciones de acuerdo con metas
bien sopesadas, orientado por una visión ilustrada y generosa de lo que
podía hacerse y, en circunstancias específicas, corriendo riesgos valero
samente calculados. Hay algo de un dios griego en Alejandro y de ur
Prom eteo en César. El primero, como M ozart en la m úsica, gozaba ce
una comprensión inmediata y a priori de lo que haría. El segundo, come
Beethoven, fue el ingenioso constructor de una obra calculada.
La doble lucha
C. El Principado
El edificio augustal
La dinastía Jidia-Claudia
La sucesión de Nerón fue una época muy agitada, pues cuatro empera
dores se pusieron el manto purpúreo en el mismo año de 68 d.C. El prc-
ceso comenzó con la rebelión de G. Julio Víndex, legado de la Galia Lic-
nesa, quien precipitó la caída de Nerón y propuso com o emperador a
Servio Sulpinio Galba, el legado de mayor antigüedad en la Hispania
Tarraconense. La rebelión fue sofocada por L. Verginio Rufo, legado de
la Alta Germ ania. Al m orir Víndex, Galba fue proclam ado emperador
por sus tropas. Nimfidio Sabino, prefecto de la guardia pretoriana, reco
ROMA 385
6 En realidad, con toda precisión, los A ntoninos em pezaron con A ntonino Pío, prim er empera
dor de este nom bre. El linaje hispánico de Trajano y A driano, quienes iniciaron el bu en estilo d¿
gobierno continuado por A ntonino Pío y por M arco A urelio, justifica, en gracia a la sim plicidad, la
retrocesión de la designación de A ntoninos a los dos prim eros gobernantes.
ROMA 387
Asiria (116), con el Tigris como frontera oriental del Imperio. Buscando
la defensa de las fronteras, construyó fortificaciones en sitios estratégi
cos. En asuntos internos fue un soberano excelente y progresista, que se
ganó por m éritos propios el título de optim us princeps. Por desgracia
r>ara Roma, falleció antes de consolidar sus conquistas finales, lo que
nabría podido hacer en pocos años más.
Adriano, adoptado por Trajano en su lecho de muerte — según dijo su
esposa Plotina— , había prestado brillantes servicios militares a las órde
nes del emperador. Como Trajano, procedía de una familia romana emi
grada a Hispania en la época de los Escipiones. El abuelo paterno de
Adriano estuvo casado con Ulpia, una tía de Trajano que lo consideraba
'U sobrino. Fue hombre de excepcional capacidad intelectual y determi
nación, autodisciplina y tenacidad, que combinaba una refinada educa
ción clásica, sostenida por su pasión por la cultura griega, con un gran
alentó administrativo y una distinguida carrera militar. Por su extraor
dinaria personalidad y su desem peño al frente del Im perio se le debe
considerar com o uno de los más grandes estadistas en la historia de
Roma. El Senado, al que siempre trató cortésm ente, aceptó todas sus
demandas y lo colmó de honores, pero mantuvo un encubierto resenti
miento contra él, que se manifestó en la renuencia de los senadores, des-
rués de su muerte, a conferirle la deificación solicitada por su sucesor,
Antonino Pío.
Si Trajano fue el último gran conquistador del Imperio romano, Adria
no fue su gran consolidador. Poseía un vasto y preciso conocimiento de
.as condiciones de cada provincia y del gobierno central, así como de sus
recursos humanos y financieros. Ese conocimiento lo llevó a la creencia
de que el Im perio se había extendido en exceso: nuevas conquistas no
sólo causarían una inaceptable relación de costos y beneficios; incluso
algunas de las últimas adquisiciones debían ser abandonadas, o al menos
sometidas al régimen descentralizado de Estado cliente.
Esta política de consolidación defensiva — que contrastaba con la ex-
uansionista de Trajano— , adoptada en una época en que parecía que
nuevos esfuerzos podían conducir a la dom inación de los partos y de
zonas importantes de Germania, provocó una fuerte reacción en el Se
nado y entre los sectores "im perialistas" del círculo gobernante. Cuatro
ie los anteriores generales consulares de Trajano intentaron organizar
una conspiración (118) a comienzos del gobierno de Adriano; como resul
tado, el Senado ordenó la ejecución de aquéllos, lo que proyectó una
tmagen negativa del nuevo emperador. A driano intentó disiparla al
regresar a Roma, después de pasar el año anterior poniendo en orden
varias provincias. Distribuyó extraordinarias recom pensas, prom ovió
388 ROMA
£. La Antigüedad tardía
Diocleciano
Abdicación y sucesión
Constantino
Juliano
La caída de Roma
suya propia, en 408; Honorio, que por entonces era un niño de 11 años,
recibió el Occidente y reinó hasta 423. La división correspondió a une
realidad social, económica y cultural, y tendió a abrirse cada vez más "s.
brecha entre el O riente civilizado y relativam ente próspero y el Occi
dente más pobre y atrasado, penetrado adem ás por colonos bárbaros
La separación oficial y real de las dos mitades del Imperio fue — c o n :
podía predecirse— nociva para el Occidente, pues redujo de m anen
considerable su capacidad para sostenerse por sí solo.
Un segundo factor esencial fue que los emperadores de Occidente i
partir de Honorio, quedaron reducidos a un poder puramente nom ina
pues el efectivo era ejercido por el magister militiae. Honorio, que ascen
dió al trono siendo niño, tuvo por tutor a Estilicón, su magister m ilitia
quien lo siguió siendo hasta que, en un vano intento por ejercer el poder
efectivo, el emperador mandó asesinarlo en 408; pronto comprendió que
había m atado a un buen general sólo para quedar bajo el dominio ce
otro. En las condiciones que por entonces prevalecían en Occidente
de continuos ataques de los bárbaros y de un reducido ejército imperte
que tenía enormes dificultades para reclutar nuevas fuerzas, el mando t.
los recursos militares tuvieron que concentrarse, lo que inevitablemente
confirió el poder auténtico a su comandante. Estilicón (395-408), después
Aecio (430-455) y por último Ricimero (456-472) fueron los verdaderos
detentadores del poder imperial a finales del Imperio de Occidente.
El tercer factor relevante fue la baja de la capacidad defensiva del Im
perio, reducido a un número relativamente escaso de tropas compues
tas casi en forma exclusiva por bárbaros m ercenarios a las órdenes d¿
generales bárbaros y privados de facilidades de reclutamiento. En tales
condiciones, una derrota grave amenazaría la supervivencia misma d e
Imperio. Geserico, rey de los vándalos, habiendo llevado sus fuerzas de
Hispania a África (430-431), estableció allí una sólida base desde la cuai
lanzó una victoriosa ofensiva contra Roma en 455, cuando conquistó y
saqueó la ciudad. Este acontecimiento prácticamente señaló la desapari
ción de los restos del Imperio romano de Occidente.
Las limitaciones militares romanas del siglo v explican por qué los ven
cidos visigodos pudieron ser los conquistadores de Roma unos cuantos
años después, en 410. Estilicón, obsesionado con su deseo de intervenir
en el Imperio de Oriente y posiblem ente contenido por su solidaridad
étnica con los visigodos, no explotó como debía su victoria en 396-397
suponiendo acaso que podrían ayudarlo después contra Constantino-
pla. De hecho, como ya se dijo, si no contra Constantinopla, los visigo
dos aportarían más tarde las fuerzas militares que perm itieron a Aecio
derrotar a Atila en 451.
ROMA 403
3. P rincipales ra sg o s cu lturales
A. Observaciones introductorias
B. La estructura social
8 El as libralis era una moneda de bronce que originalmente pesaba 10 onzas. Al transcurrir e.
tiempo, sufrió sucesivas devaluaciones y su peso se redujo a un tercio de libra, como as trientaks
(fines del siglo iii d.C.), un doceavo de libra como as uncialis (comienzos del siglo n d.C.) y medir
onza en el siglo i d.C. El sestertius (Hs) de plata, en el siglo iii d.C., valía 2.5 ases; el denarius, tam
bién de plata, 10 ases. En el siglo i, el sestertius de bronce pesaba 36.38 gramos. Un denarius de plata
con peso de 3.89 gramos, valía cuatro sestercios. Un áureo de oro, con peso de 8.1 gramos, valía 25
denarios.
ROMA 405
tumno, dios de las estaciones y del comercio; Vesta, diosa del hogar, i
Vulcano, dios del fuego.
A partir del siglo vi a.C., a través de los etruscos, la religión griega ejer
ció una influencia decisiva y creciente sobre la romana, particularmente
desde el siglo m a.C., y condujo a una asimilación de los dioses anteriores
(con sus atributos olímpicos) y la incorporación de otros nuevos, com:
Apolo, Diana y Venus. La sistematización de la religión romana bajo la
influencia griega produjo una clara diferenciación de los cinco estratos
ya mencionados: familiar, local, laboral, público y místico.
La religión de la familia (sacra fam iliaria) tenía como centro mismo e
Lar Familiaris, el dios de la familia, representado por una estatuilla ce
cera mantenida en el lararium, con un fuego sagrado permanente (focus
patrias), y con los dos penates, divinidades encargadas de abastecer e.
hogar. La religión familiar aún incluía el culto de los antepasados (Venus,
m adre de Eneas, para la gens Julia), la propiciación del alma de los
muertos, los manes, para aplacarlos, previniendo así acciones maléficas, y
el culto del genio del paterfamilias, representado por una serpiente. Toe:
hombre en vida, de la cuna a la muerte, era asistido por su genio, quier
era un principio de vida y expresaba la personalidad de cada varón. Las
mujeres tenían en Juno al equivalente del genio. El culto familiar era c e
lebrado diariam ente por el paterfam ilias, seguido por la fam ilia y los
esclavos, y consistía en plegarias, ofrendas de flores y frutos y conserva
ción del fuego sagrado en el lararium.
A sí com o la fam ilia, tam bién las calles, las esquinas, las plazas y la
ciudad en conjunto tenían sus deidades locales y su culto. Los lares c¿
Roma eran Rómulo y Remo. La ciudad también tenía sus penates (pena
tes publici), quienes se encargaban de aprovisionarla. Las ocupaciones
profesionales tenían sus patronos divinos, como Mercurio para los mer
caderes y Vulcano para los herreros.
La religión pública incluía el culto de los 12 dioses olímpicos, particu
larmente el anterior trío romano: Júpiter, dios supremo; Marte, dios de
la guerra, y Quirino, dios de la prosperidad. Este trío fue remplazado er
el siglo v a.C. por el trío capitalino: Júpiter, Juno y Minerva. La religiór.
pública se practicaba en un gran número de cultos, cada uno con su cole
gio sacerdotal y con sus ritos adivinatorios y propiciatorios (auspicia
Para toda decisión importante se consultaba la voluntad de los diosee
por m edio de cinco clases principales de auspicia: el vuelo de las ave?
(auspicia ex avibus), los fenómenos celestes (auspicia ex coelo), la conducta
de los pollos sagrados (auspicia pallaría), la conducta anorm al de cua
drúpedos (auspicia quadrupedibus) y cualquier m al agüero (auspicia ex
diris). Aunque el espíritu marcadamente supersticioso del pueblo roma
ROMA 409
entre la teoría y la práctica. También fue una fase de oro en el ámbito del
derecho, con la codificación, por Salvio Juliano (100-169), por órdenes de
Adriano, del Edictum Perpetuara y la elaboración de los Digesta, sistema
tización del derecho civil y pretoriano.
El cuarto periodo de la cultura romana, correspondiente al Dominado,
desde Septimio Severo (193-211) hasta Aureliano (270-275) y los empera
dores danubianos (276-283), fue una fase de turbulencia militar interna y
de ataques externos, en el curso de finales del siglo iii d.C., cuando el
Imperio romano estuvo a punto de desplomarse. Durante esta fase, cul
turalmente muy yerma, el derecho civil, a partir de la codificación de
Juliano, fue sistematizado y mejorado en las primeras décadas por dos
generaciones de brillantes juristas. En contraste con la inestabilidad polí
tica y la militarización del Estado, el derecho romano alcanzó su más alto
nivel con Papiniano (m. 212), Paulo (floreció ca. 210) y Ulpiano (m. 228).
El último periodo de la cultura romana, correspondiente a la Antigüe
dad Tardía, desde Diocleciano (288-305) y Constantino (324-337) hasta
la caída de Roma con A larico (416), Geserico (455) y la deposición de
Rómulo Augústulo (476), presenció el florecimiento final de las tradicio
nes clásicas, con los esfuerzos del emperador Juliano (360-363) por res
taurar el paganism o, la poesía de Claudiano (370-después de 404), la
noesía narrativa de Rutilio Nam aciano o las prim eras realizaciones
arquitectónicas en los reinados de Diocleciano y Constantino. También
fue la fase en que empezó a aparecer y dejar su huella la literatura cris
tiana, con escritores em inentes com o san A m brosio, obispo de M ilán
339-397), San Jerónim o (348-420) y el más grande de todos ellos, san
Agustín (354-430).
En cuanto a su influencia, las mejores m anifestaciones de la cultura
romana correspondieron a los periodos segundo y tercero mencionados,
es decir, desde finales de la República hasta el ocaso del Principado. La
aportación de Roma tiene particular importancia en las diversas formas
en que transmitió un mensaje político. Cicerón (106-43 a.C.) constituye
la máxima expresión de la literatura política romana, com o orador en
sus Catilinarias y Filípicas y como ensayista, en Brutas y De República.
La historiografía romana, a pesar de contar con m éritos específicos,
en gran medida fue sólo una manera de transmitir un mensaje político.
Esto es manifiesto en los dos notables comentarios históricos de César,
De Bello Gallico y De Bello Civili. También es el caso de la historiografía de
Salustio (86-35): Bellum Catilinae, Bellum Ingurthinum e H istoriae, que,
eun cuando representen un serio intento de historiografía a la manera
de Tucídides, también expresan las ideas políticas de Salustio acerca de
los asuntos romanos, acerca de los grupos y personalidades sociales, y
416 ROMA
Las instituciones políticas de Roma, como casi todos los demás aspectos
importantes de su civilización, pasaron por cuatro fases principales: la
monárquica, la republicana, la im perial temprana y la im perial tardía.
La Roma m onárquica estuvo bajo la autoridad suprem a de un rey no
hereditario, quien era propuesto por el Senado después de consultar a
los dioses y elegido de por vida por la Comitia Curiata. El rey era el jefe
de los asuntos religiosos, del ejército y la justicia, y presidente del Senado.
5us insignias eran una toga de color púrpura, una corona de oro, el cetro
v la silla curul. Era escoltado por 12 lictores.
El Senado, inicialmente de 100 miembros, que eran los paterfamilias
vatres conscripti) más importantes, fue aumentado por Tarquino Prisco a
300 miembros, 100 por tribu. Los senadores eran nombrados por el rey.
Sus funciones principales eran mantener las costumbres de sus antepa
sados (mos majorum), aconsejar al rey, supervisar la A sam blea (patrum
luctoritas) y gobernar en el interregnum, el intervalo entre la muerte de un
rey y el nombramiento de su sucesor.
La Asamblea (Comitia Curiata), formada exclusivamente por patricios,
tenía las funciones de elegir al rey, de acuerdo con las propuestas del
Senado, y conferir su poder, el imperium; sancionar las leyes; decidir
funciones de guerra y paz; participar en la judicatura, y nom brar los
duoviri perduellonis para juzgar los delitos de Estado.
La República suprimió la función del rey. Sus responsabilidades reli
giosas fueron conferidas de por vida a un sumo sacerdote, el rex sacro-
mm, un patricio que no podía ejercer ninguna otra función. Las funciones
ejecutivas se entregaban a dos cónsules, inicialmente llamados praetores,
elegidos por el populus y aprobados por el Senado. Los cónsules, cuando
ambos tenían que salir de Roma, designaban a un praefectus urbi para
encargarse en su ausencia de los asuntos públicos. Esa función fue su
primida con la creación ulterior del praetor urbanus, quien asum ió las
anteriores responsabilidades del praefectus urbi.
Como ya se dijo antes, el periodo republicano temprano se caracteri
zó por el conflicto entre las órdenes, a partir del cual los plebeyos fueron
adquiriendo gradualm ente los m ism os derechos que los patricios. El
nrimer paso en este proceso de cambio fue la creación de dos tribunos de
ú plebe en 493 a.C., elegidos por la Comitia Tributa plebeya, ayudados
ñor dos ediles que después serían responsables de los edificios públicos.
Más adelante se crearían nuevas magistraturas. En 435 a.C., entre los ex
cónsules fueron elegidos dos censores por la Com itia Centuriata, para
hacer cada cinco años un censo de la población. Los quastores, que origi-
422 ROMA
F. El sistema fiscal
G. El ejército
11 La almona se imponía de acuerdo con una serie de variables, periódicamente revisadas, rela
cionadas con la productividad calculada de cada iugum, el área de tierra que podía trabajar un
campesino.
426 ROMA
4. E l s u r g im ie n t o
Los principios
5. El d e s a r r o l l o
Un proceso triple
El aspecto militar
La pax romana
6. L a d e c a d e n c ia
Opiniones anteriores
m anos de los invasores bárbaros, desde los tiem pos antiguos el factor
m ilitar fue señalado com o causa única o básica de la caída de Rom¿.
Rutilio Namaciano, en su poema De Reditu Suo (417), consideró que e.
Imperio había sido traicionado por Estilicón. Flavio Vegecio Renato, er
su interesante tratado De Re Militari (450), atribuyó las derrotas de Rorr¿
al debilitamiento de su infantería, mal entrenada y mal equipada, que prr
razones de comodidad abandonó el uso de la arm adura y otro equip:
defensivo con la consecuencia de que los soldados eran fácilmente her:-
dos o muertos.
Un segundo factor habitualmente señalado es el de la decadencia mo
ral, con la pérdida del ardor guerrero y la generalización de la corrup
ción, como lo describe Amiano Marcelino (ca. 330-395) en Rerum gestarían
libri.12 También se mencionan con frecuencia factores de naturaleza p eí-
tica. Dión Casio (ca. 150-235) en su Historia de Roma y Herodiano (180-23'
en su Historia de los sucesores de M arco Aurelio sostuvieron que la deca
dencia de Roma, después de la edad de oro de Marco Aurelio, se debió a
la transformación del poder imperial en un despotismo autocrático. Se
gún Prisco (mediados del siglo v), quien conoció personalmente a Atila
y a Geserico, la decadencia de Roma se debió a la pérdida de combativi
dad de los romanos, que fueron remplazados en el ejército por bárbaros
con la resultante "barbarización" de Roma.
Una quinta causa de la decadencia de Rom a, com únm ente citada,
como en la Histoira nova de Zósimo (498), es de carácter religioso. Según
los escritores paganos, el cristianismo fue el culpable de la decadencia
del Imperio, porque los cristianos se negaron a dar su lealtad al Estado y
evadieron el reclutamiento en el ejército. A su vez, los cristianos también
invocaron la religión, ya sea al atribuir los desastres de los romanos a un.
castigo de Dios por sus pecados, o bien, como san Agustín, al conside
rarlos com o prueba del carácter necesariam ente efím ero de todas las
obras humanas, pues la iónica realidad eterna — decía— es la Ciudad de
Dios. Para los escritores de la Ilustración, como Montesquieu, Voltaire y
Gibbon, la decadencia y la caída de Roma fueron, en últim a instancia,
consecuencias del debilitamiento del Estado y de la sociedad por obra
del cristianismo, que hizo que el ejército fuese incapaz de contener las in
vasiones bárbaras.
Autores m odernos han subrayado que la decadencia y la caída de
Roma deben verse como resultantes de un complejo proceso de interaccio
nes entre factores económicos, sociales, políticos y militares. Max Weber,
en su célebre ensayo sobre el tema, subrayó hasta qué grado el fin de las
guerras de conquista significó una pérdida de la básica fuente producto
ra de esclavos, que provocó la decadencia económica del Imperio y, con
la resultante inflación, una ineludible necesidad de hacer recortes ante la
falta de medios para mantener un ejército numeroso.
O. Seeck, en su Geschichte des Untergangs der Antiken Welt (Berlín,
1897-1925), considera que la falta de progreso técnico es el factor subya
cente tras el proceso de decadencia de Roma, al que contribuyen sobre
todo la destrucción de las élites por las guerras civiles y las intrigas polí
ticas. A. E. R. Boak, en su M anpower Shortage and the Fall o f the Román
Empire in the West (Ann Arbor, 1955), sostiene que los excesivos impues
tos arruinaron la econom ía al producir una baja de la población y la
consecuente pérdida de reclutamiento en el ejército. M. Rostovtzeff, en
Social and Economic H istory o fth e Román Empire (Oxford, 1957), ve una
combinación de decadencia económica, peste, despoblamiento e indisci
plina militar, además de la animosidad rural contra las ciudades y la de
los soldados y campesinos contra las clases altas, como una serie de fac
tores interconectados que provocaron la decadencia y caída de Roma.
El factor m ilitar es reafirmado en L'Empire Chrétien (París, 1947) por
A. Pignariol, quien sostiene que fue la superioridad militar de los bárba
ros la que derribó a la civilización romana. En un reciente libro, intere
sante y bien documentado, The Fall o f the Román Empire: A Militan/ Expla-
nation (Londres, Thames & Hudson, 1986), Arther Ferrill considera este
factor como causa básica de la caída de Roma. Sostiene que graves erro
res estratégicos cometidos en los reinados de Honorio (395-423) en Occi
dente y Teodosio II (408-450) en Oriente, combinados con la pérdida de
eficiencia m ilitar y disciplina entre las "barbarizadas" tropas romanas
de Occidente en el siglo v, condujeron a una sucesión de derrotas que cul
minarían en la desaparición del ejército romano y la caída de Roma. Sin
embargo, Ferrill, como otros defensores de la explicación m ilitar de la
caída del Imperio, no aclara satisfactoriamente las condiciones que con
dujeron a la decadencia del ejército romano.
A. H. M. Jones, en un libro que ha sido profusam ente elogiado, The
Decline o f the Ancient World (Londres, Longman, 1978 [1966]), presenta la
opinión, hoy prevaleciente, de que aun cuando la enorme presión de los
bárbaros durante un largo periodo acabó por causar la caída de Roma,
ia incapacidad del ejército romano para contenerlos se debió a factores
económicos, sociales y políticos que desde la crisis del siglo m habían
socavado casi continuamente la fortaleza del Estado. Como el Imperio
romano de Oriente estaba mejor protegido por fronteras naturales y por
ias defensas inexpugnables de Constantinopla y sus condiciones econó-
438 ROMA
B. Un proceso triple
La decadencia militar
La oppressio romana
Regionalismo y particularismo
C. La perspectiva histórica
siones irresponsables de una plebe cada vez más parasitaria, cuyos votos
eran manipulados por demagogos o comprados por financieros.
César intentó resolver esos problemas añadiendo a su autoridad ca-
rismática el apoyo institucional del consulado y de la dictadura romanos.
Probablemente aspiraba a una monarquía mitigada al ceñirse la corona
del Im perio romano y hacerse nom brar dictador-cónsul vitalicio en la
Roma propiamente dicha. Al respecto, como ya se ha observado antes
en este capítulo, las ideas de César no quedaron claram ente definidas.
Pero sin duda pudo ver con nitidez esta doble inadecuación de las institu
ciones republicanas, y comprendió la necesidad de unificar en una auto
ridad suprema el gobierno competente del Imperio y una representación
satisfactoria de los intereses de las provincias.
La solución a la crisis de la República, como ya se ha observado, fue
la concepción augustal del Principado, que combinaba la concentración
de la autoridad y el poder en el princeps con la conservación de las insti
tuciones republicanas. Tiberio, sucesor de Augusto, dio su forma final al
Principado, relevó a la Asamblea Popular de las formalidades de conferir
autoridad oficial al princeps y las reservó al Senado.
La solución dada por Augusto resultaba magnífica siempre que el prin
ceps fuese un gobernante capaz y representativo que conservara el equi
librio augustal entre su autoridad concentrada y el imperium con las for
malidades republicanas, y un equilibrio satisfactorio entre la hegemonía
de Roma y los intereses de las provincias y de sus clases gobernantes.
Lo malo del modelo augustal fue que las condiciones mencionadas, re
queridas para su éxito, no eran inherentes al modelo ni estaban sosteni
das por las condiciones sociales y culturales del Im perio. El principio
hereditario, como lo demostró el curso de la dinastía Julia-Claudia, no
fue el apropiado para conservar el modelo augustal. Otra posible solu
ción habría podido ser la institución de un Senado imperial que repre
sentara satisfactoriamente a las principales fuerzas integrantes del Im
perio — las clases gobernantes de Roma y las provincias— y fuera capaz
de mantener a los militares eficazmente subordinados a la autoridad civil.
Sin embargo, ese Senado imperial, aunque fuese una posibilidad teórica,
nunca fue una proposición práctica en las condiciones sociales y cultura
les de Roma. Los romanos nunca concibieron, como los atenienses, una
autoridad representativa por delegación directa de los ciudadanos. La
representación fue primero por cnriae y después por centuriae. Más ade
lante, la representación fue remplazada por una representatividad deri
vada de la cuna o del desempeño político-militar.
En consecuencia, el modelo augustal fue incapaz de regular la suce
sión del princeps de manera estable y legítima. Las sucesiones legítimas
446 ROMA
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IX. LA CIVILIZACIÓN BIZANTINA
1. In tro d u cció n
A. El lugar y la gente
B. La civilización bizantina
451
452 LA CIVILIZACIÓN BIZANTINA
1 El texto de Nicea en griego mencionaba la creencia "en el Espíritu Santo". La Iglesia romana
añadió, en su traducción latina, "qui ex Patre Filioque procedit", es decir, "que procede del Padre y
del Hijo". Esto fue considerado por Bizancio, desde ei siglo ix, como una reflexión teológica, y nc
como una verdadera traducción del credo original.
LA CIVILIZACIÓN BIZANTINA 453
A. Panorama general
C. La supervivencia de Oriente
Anastasio I (491-518)
D. La fase justiniana
2 A pesar del carácter autocrático del Estado bizantino, el pueblo mantuvo una considerable
fuerza política, manifestada particularmente en el Hippodromo por medio de las facciones verde
y azul, que, con las características de un partido político, rechazaban o apoyaban al emperador y
provocaban fácilmente peligrosos motines.
462 LA CIVILIZACIÓN BIZANTINA
De Justino II a Focas
Hijo del exarca de Ravena, del m ismo nombre, H eraclio organizó una
expedición y en 610 tomó Constantinopla con ayuda del pueblo. Focas
fue asesinado.
Heraclio (610-641) demostró ser un organizador, gobernante y gene
ral muy competente. Con el poderoso apoyo del patriarca Sergio, reor
ganizó el ejército y, después de resistir en 619 a los ávaros que amenaza
ban Constantinopla, lanzó un efectivo contraataque contra los persas,
que habían tom ado A ntioquía, Apam ea, Em esa, Kaisarea, Dam asco
(613) y Jerusalén, y que en 619 conquistaron Egipto.
La campaña de Heraclio en la región transcaucásica de 622 a 630 ter
minó con una decisiva victoria en la batalla de N ínive de 627, que le
permitió al año siguiente atacar Ctesifonte. Cosroes fue destronado y
muerto, y su sucesor, Kavad Sheroe, inició negociaciones de paz con
Heraclio. Los persas tuvieron que devolver toda la provincia conquista
da a Bizancio, además de la Santa Cruz tomada de Jerusalén. Durante la
campaña de Heraclio, los ávaros trataron de sitiar Constantinopla, pero
fueron derrotados en 626 por la guarnición local.
El Imperio bizantino alcanzó una nueva cúspide en los dos primeros
decenios del reinado de Heraclio. El emperador, que era llamado autó
crata en griego, adoptó el título de basileo. Antes de que los bizantinos
pudiesen descansar y recuperarse de los costos financieros y humanos de
la guerra en Persia, tuvieron que enfrentarse a la invasión de los árabes.
Mahoma murió en 632, y sucesivos califas entablaron una fanática guerra
de expansión del Islam en territorios persas y bizantinos.
Sin em bargo, en los últim os años de su reinado, H eraclio perdió a
manos de los árabes las tierras que había reconquistado de Persia; estas
tierras nunca volverían a Bizancio. La división m onofisita desempeñó
un papel importante en la conquista árabe, pues sirios y egipcios prefe
rían a los árabes a Constantinopla.
La dinastía heracliana tuvo que enfrentarse continuamente a invasio
nes árabes. Constantinopla fue sitiada por mar y tierra en 673, pero las
464 LA CIVILIZACIÓN BIZANTINA
El periodo intermedio
Justiniano II, hijo de Constante, coronado a los 16 años, fue cruel y enér
gico. Venció a los eslavos en Tracia en 689, pero los bizantinos fueror
derrotados por los árabes en 692 en la batalla de Sebastopol. La política
de Justiniano contra la aristocracia y sus fuertes impuestos provocaror
a fines de 695 una rebelión encabezada por Leoncio, estratega de los
nuevos temas de la Hélade. Leoncio, con el apoyo de los A zules, fue
aclamado emperador. A Justiniano le cortaron la nariz y lo enviaron exi
liado al Quersoneso.
A ello siguió un periodo de dificultades, con grandes pérdidas para
los árabes, incluso la de Cartago. La flota bizantina se rebeló contra
Leoncio, y Apsimar, drungarins del tema de los Cibirreos, con el apoyo
de los Verdes fue proclam ado em perador con el nom bre de Tiberio L
(698-705).
Justiniano II escapó del Quersoneso y después de muchas peripecias
obtuvo el apoyo de Tervel, kan de los búlgaros, y logró penetrar er.
C onstantinopla para reconquistar el trono en 705. Su nuevo reinado
que se caracterizó por una cruel venganza, duró hasta que otra rebelión
en 711, term inó en su ejecución. Interesado sólo en la venganza per
sonal, Justiniano II abandonó los asuntos públicos, lo cual los árabes no
tardaron en aprovechar. Un arm enio, Filípico Bardanes, fue entonces
proclamado emperador. Filípico se inclinaba al monofisismo y abierta
mente estaba en favor del monotelismo.4 Los búlgaros, para vengar a su
aliado Justiniano II, invadieron Tracia y llegaron a los m uros de Cons
tantinopla, asolando toda la región. Tropas bizantinas fueron transpor-
4 Cristo tenía dos naturalezas, la divina y la humana, pero sólo una, según el monotelismo. Es;
doctrina fue condenada por el vi Concilio Ecuménico.
LA CIVILIZACIÓN BIZANTINA 465
F. La fa se iconoclasta (711-843)
H. Los Comneno
I. El primer desplome
J. La fa se latina
A. La estructura social
B. La vida privada6
C. La economía8
hasta en Asia Menor, que antes fuera sólo pastoril, em pezó a desarro
llarse la agricultura. La ocupación bizantina de Cilicia dio uso agrícola a
sus tierras.
El gran problem a al que se enfrentó la agricultura bizantina desde
sus prim eros tiempos fue la absorción de las granjas pequeñas por las
grandes. Los denodados esfuerzos de muchos emperadores por invertir
esta corriente fueron vanos, pues casi todas las tierras term inaban en
manos de unos cuantos grandes granjeros y de los monasterios, causan
do así la ruina del Imperio. Privado de impuestos y de agricultores que
sirvieran en el ejército, el Imperio se desplomó, primero, ante los solda
dos de la cuarta cruzada y, después, ante los turcos.
En el periodo bizantino temprano se mencionan dos tipos de colonos
(georgoi): los misthotoi, que eran libres y poseían sus herram ientas y su
ganado, pero que fueron atados a sus tierras al cabo de 30 años, y los
adscriptitii (enapographoi), carentes de propiedades y en una condición
cercana a la esclavitud. Sin embargo, Lemerle ha demostrado que el pri
mer grupo fue pequeño y transitorio, y que en realidad sólo hubo una
clase de coloni, o sea, los adscriptitii.
Basilio II (976-1025) defendió enérgicam ente los intereses de los
pequeños granjeros y los campesinos pobres, con cierto éxito temporal.
Sin em bargo, después de su m uerte, las grandes fincas lograron una
hegemonía absoluta sobre el mundo rural. Los dom inios aum entaron
constantemente de tam año, concentrados en m anos de las principales
familias oligárquicas.
La economía agrícola de Bizancio recibió un golpe fatal con la derrota
de Romano VI a manos de los turcos en la batalla de Mantziker (1071) y
la consiguiente pérdida de las provincias de Oriente. Solim án logró la
adherencia de los campesinos, vacilantes bajo el doble yugo de la explo
tación de sus señores y las exacciones fiscales. Solim án alivió la carga
impositiva. De hecho, por entonces la población bizantina había perdi
do toda su lealtad al Imperio y abandonado la lucha de los aristócratas
provincianos contra los cruzados y los turcos, y preferido el gobierno
más benigno de éstos. La terrible explotación de los cam pesinos a
manos de los grandes granjeros produjo resultados suicidas.
Ya se había traducido y compilado un antiguo tratado sobre agricul
tura, pero sin influencia práctica: la agricultura seguía siendo muy pri
mitiva, basada en costumbres m ilenarias. La cría de ganado se practi
caba extensamente en Asia Menor y en los valles altos de los Balcanes.
La población era nómada y acostumbraba la trashum ancia, a m enudo
creando dificultades con los propietarios de las tierras que atravesaba.
La vida pastoril se había idealizado por causa de sus precedentes bíbli-
478 LA CIVILIZACIÓN BIZANTINA
El camino de la seda
La devaluación de la moneda
D. La religión
iconos había llegado a tales extrem os que las im ágenes llegaron a se:
consideradas sacras por sí m ismas. De allí la reacción iconoclasta dei
Concilio de 754, m ientras el Concilio de Nicea, en 787, trató de conser
var las im ágenes como referencias a lo sagrado, pero subrayando que
no eran sagradas por sí mismas. Desde el siglo ix prevaleció la iconodu-
lia, que provocó una prodigiosa producción de iconos.
Todas las clases sociales tenían creencias mágicas, llegadas desde el
paganism o. Hasta em inentes sabios com o Pselo, C erulario y Nicetas
Joniates creyeron en la magia. Se practicaba extensamente el exorcismo
para impedir los efectos de la magia negra. Pero la magia era condena
da tanto por el Estado como por la Iglesia. La astrología, favorecida por
los emperadores, era muy popular. Se aceptaban las profecías, que erar
com unes. Algunos em peradores, como León XI (886-912), fueron pro
fetas en el sentido de que predecían el futuro. También lo fue Teófilo
(829-842).
H abía un gran interés por discernir el juicio de Dios en asuntos
im portantes. Con ese propósito se discurrieron varias m aneras, como
las dos tablillas de Alejo Comneno antes de la victoria sobre los turcos
en Filom elion (1095). La interpretación de los sueños era uno de los
métodos preferidos, como lo muestra el Oneirokritis, tratado que los em
peradores solían llevar en sus campañas.
Paralelas a la ortodoxia también surgieron en Bizancio nuevas here
jías concernientes a la naturaleza de Cristo. Además de las ya viejas con
troversias sobre el nestorianism o y el monofisismo, brotó el neomani-
queísm o de los paulicianos, en tanto que los bogom ilos en Bulgaria,
centrados en Filipópolis en los Balcanes, también eran dualistas.
Judíos y musulmanes, que tenían un estatus especial, eran tolerados
pero a menudo víctimas de la hostilidad popular. Los emperadores no
deseaban dañar a los judíos, sino convertirlos. En Bizancio no había una
organización central judía; en cambio, los judíos se agrupaban en torno
de las sinagogas. Distintos a los de Occidente, los judíos bizantinos no
eran financieros, sino mercaderes sobre todo. También a los árabes se
les perm itía practicar su religión, y en C onstantinopla se edificaron
mezquitas.
Además de la religión oficial practicada por el patriarca y los empera
dores, estaba la religión mística, tradicionalmente cultivada por los mon
jes, la cual representaba una corriente opuesta a las ideas de los sabios
de la universidad de Constantinopla. Según Simeón, la nueva intuición
mística teológica era incompatible con la vida en el mundo, pues exigía
la calma de los monasterios. Simeón abandonó sus estudios filosóficos e
ingresó en el monasterio de Studios (950-1022), donde tuvo por maestro
LA CIVILIZACIÓN BIZANTINA 481
narlo, algunos com prom isos im portantes, sobre todo con respecto a
cuestiones religiosas. Sin embargo, el patriarca era nom brado y podía
ser depuesto por el emperador, lo que restringía considerablem ente su
independencia. Además, desde Constantino, los emperadores eran su
premos en cuestiones religiosas, pues se necesitaba su sanción para va
lidar las decisiones de los concilios ecum énicos. El acceso al trono se
hacía por vía de elección (principalm ente, por el ejército), mediante
herencia, matrimonio o usurpación. El principio hereditario, aunque nc
estaba form alm ente establecido, siem pre había sido m uy sólido er.
Constantinopla, y al transcurrir el tiempo llegó a predominar cada vez
más. Por consiguiente, existía la tendencia a form ar dinastías y que
éstas continuaran mientras hombres lo bastante capaces lograran man
tener la sucesión dinástica. Tal fue el caso de los Justinianos, Heraclia-
nos, Isáuricos, Amorienses, Macedónicos, Comneno, Angelo, Láscaris y
Paleólogos.
Adem ás de la Iglesia y la religión, los em peradores debían tener er.
cuenta el poder de los nobles, el ejército, el pueblo — particularmente el
de Constantinopla— y, hasta cierto punto, el Senado y la Asamblea de
Notables o Silentium.
La aristocracia bizantina, representada inicialmente por los miembro?
de la orden senatorial, desde la fundación de Constantinopla se había
extendido de m anera gradual gracias a la form ación de una nobleza
terrateniente, que de continuo aumentaba sus dominios, y por ende su
poder, con base en su creciente riqueza y sus ejércitos privados. Los em
peradores trataron de impedir que las pequeñas granjas fueran absorbi
das por los grandes terratenientes, así como de lim itar su poderío, y a
veces lo lograron, como en los casos de León III (717-741) o Basilio II
(976-1025), pero a la postre los terratenientes llegaron a prevalecer. La
concentración de tierras y poder en manos de unas cuantas familias oli
gárquicas fue, finalm ente, la causa principal de la decadencia y caída
del Imperio bizantino.
El ejército era la fuerza más im portante de Bizancio después del
em perador; sin embargo, era m enos independiente y m enos poderoso
en lo político que el anterior ejército romano. Habitualmente, los miem
bros de la aristocracia desem peñaban los más altos cargos militares
Temas im portantes, como los de A natolikón y A rm eniakón, contaban
con fuertes contingentes m ilitares y durante largo tiem po ejercieron la
influencia correspondiente.
La Iglesia era el otro importante factor de poder por debajo del empe
rador. En térm inos generales, abarcaba dos secciones: los m onjes y los
sacerdotes regulares, bajo la autoridad de obispos, arzobispos, metropo-
LA CIVILIZACIÓN BIZANTINA 483
lítanos y el patriarca. Los m onjes form aban un grupo sum am ente nu
meroso — y en continua expansión— de personas incultas procedentes
de las clases bajas. Tenían opiniones fanáticas y ejercían una poderosa in
fluencia en el pueblo. El movimiento iconoclasta, además de su im por
tancia religiosa como oposición a la idolatría de los iconos, revistió un
carácter político tendiente a contener la excesiva influencia y el número
de los monjes. El clero secular era una corporación culta, bajo el alto man
do del patriarca, cuya influencia aumentó considerablemente en el último
oeriodo del Imperio bizantino, al declinar el poder de los emperadores.
La im portancia del pueblo, en particular de los habitantes de Cons-
tantinopla, era una realidad que los emperadores tenían que tratar con
cautela. Su poder político quedó considerablem ente reducido después
de que Justiniano sofocó la rebelión de Nika. Pero el pueblo desem
peñaba un papel im portante en la formación de la im agen pública de
los em peradores, que podía aumentar o reducir su autoridad y ser un
factor decisivo en momentos de crisis, como en los casos de Alejo Com-
neno (1081-1118) y Andrónico (1183-1185).
El Senado y el Silentium tenían una importancia institucional relativa,
el primero com o cuerpo asesor y el segundo como Asam blea de N ota
bles, para aprobar sin com entarios (de allí el nombre de Silentium) las
decisiones importantes del emperador.
La organización territorial
La burocracia
El régimen financiero
El ejército y la armada
F. La cultura
9 Los estribos, tomados de los guerreros de las estepas, fueron adoptados por la caballería
bizantina en el siglo vm. Cf. Lynn White Jr., Medieval Technology and Social Change, Oxford, Oxfora
University Press, 1965 (1962), p. 21.
LA CIVILIZACIÓN BIZANTINA 487
t
do entre los siglos ix y x i i , caracterizado por un desarrollo independien
te bajo la influencia neoplatónica. La tercera fase, correspondiente al
siglo x i i i y com ienzos del xiv, manifiesta una influencia creciente de la
cultura occidental y del escolasticismo. La fase cuarta y final, que va del
siglo xiv hasta la conquista de Constantinopla por los turcos, se caracte
riza por el desarrollo del hum anism o bizantino, que ejercería una in
fluencia considerable sobre el Renacimiento italiano y europeo.
En el aspecto intelectual, la cultura bizantina no fue muy innovadora.
Mantuvo el carácter alejandrino de orientarse más hacia el análisis y la
discusión erudita de los grandes clásicos helénicos, que hacia la crea
ción de ideas nuevas. Incluso, en comparación con los alejandrinos, fue
menos creadora en los ámbitos de la ciencia y la tecnología. La m ayor
limitación intelectual de esta cultura fue su cautela ante la herencia clá
sica, derivada de su convicción de que los dogmas cristianos contenían
la verdad últim a. Esa convicción generó, en m uchos, un hondo senti
miento antihelénico según el cual el helenism o era la raíz m ism a del
paganismo. El antihelenism o cristiano dio por resultado una actitud
anticultural, que condujo al misticismo de los monjes, o a una posición
de sentido común, basada simplemente en la razón natural alimentada
por los dogmas religiosos.
Para una élite educada y culta que comprendió el inapreciable tesoro
intelectual contenido en la herencia helénica, el temor a entrar en con
flicto con la fe cristiana generó una reserva paralizadora, que relativa
mente pocos pensadores bizantinos lograron superar. A lgunos, com o
Miguel Pselo (ca. 1018-1078), intentaron con éxito contener su helenismo
dentro de los lím ites del cristianism o. Otros, com o Jorge G em isto (ca.
1355-1452), quien adoptó el nombre de Pletón, se atrevieron a ir más allá
de los dogmas cristianos.
La continuación de la tradición clásica plantea una pregunta intere
sante: ¿hasta qué punto la civilización bizantina fue una cultura medie
val? La mayor parte de la historia bizantina corresponde cronológica
mente al periodo histórico que suele llamarse Edad Media. Las prácticas
m edievales de Occidente, desde el modo de enfocar ciertos valores y
estilos, como los relacionados con la caballerosidad, y en el siglo x i i i con
el escolasticism o, ejercieron influencia sobre Bizancio. Pese a ello, hay
buenos m otivos para sostener que la civilización bizantina m antuvo
básicamente las características de la Antigüedad tardía hasta el siglo xiv,
y que entonces, sin adquirir las características esenciales de la Edad
Media europea, pasó a la era del Renacimiento.10
10 La profesora Angeliki Laiou, en sus excelentes comentarios a este capítulo, se inclina hacia la
idea opuesta y subraya el carácter medieval de la cultura bizantina.
488 LA CIVILIZACIÓN BIZANTINA
Los análisis de esta índole, siem pre im precisos, oscilan entre dos
enfoques típicos. Uno de ellos consiste en comparar listas completas de
rasgos característicos de la Antigüedad tardía y de la Edad Media occi
dental, y en intentar, de alguna manera estadística, llegar a una conclu
sión. Lo m alo de proceder así es la im precisa gradación de la im por
tancia de cada uno de los rasgos enum erados. El otro enfoque, e.
"gestáltico", consiste en intentar determinar las características esencia
les de cada época — con el inherente riesgo de subjetivismo— y tratar de
sacar conclusiones de dicha com paración. Sin ahondar m ás en este
tema, me atrevo a sugerir que puede observarse una diferencia esencial
entre el hombre típico de la Edad Media occidental y su contemporáneo
bizantino: en el modo en que ven en sí mismos sus rasgos universales y
sus rasgos particularistas. El hombre de la Edad M edia occidental se
ve a sí m ism o, universalm ente, como cristiano, y en partircular como
miembro de una minúscula comunidad, una baronía o una aldea, objeto
de su lealtad; de su familia, objeto de su afecto; y tam bién como miem
bro de un grem io específico o un grupo social, que es el objeto de sus
intereses. El bizantino se ve como un cristiano que pertenece íntimamente
a su condición como miembro del Imperio y de la civilización de Bizan-
cio, objetos indisolubles, ambos, de su lealtad. Sus rasgos particularistas,
de carácter local o familiar, así como sus nexos profesionales, pertenecer,
a la esfera del apego emocional o del interés pragm ático. Estas típicas
concepciones oponen el universalism o clásico retenido por Bizancio al
localismo peculiar de la Edad Media occidental. Para Bizancio, la cultura
clásica era innata y correspondía a una tradición ininterrumpida. Para la
Edad Media occidental, los clásicos eran un tardío redescubrimiento del
mundo romano, penosamente adquirido por medio de los árabes, o por
la ardua labor de algunos monasterios ilustrados.
Vista en su conjunto, la cultura bizantina es predominantemente una
cultura form al y una cultura de las formas. U n intento (no siempre
logrado del todo) de conservar un griego ático puro, distinto de las len
guas habladas prevalecientes. También hizo hincapié en la filología, la
gramática, la retórica, la lógica y la filosofía moral. Su literatura, básica
m ente alejandrina, empleaba un sim bolismo pagano para expresar un
contenido cristiano. Sin embargo, los bizantinos lograron cultivar una
buena historia, pese a sus incursiones moralizadoras. Y, para ser una cul
tura de las formas, produjo una pintura y una arquitectura admirables,
incluido el arte sin rival de los mosaicos. En los temas siguientes hace
mos una breve descripción de la literatura, la historia, la filosofía y las
ciencias de Bizancio, así como de los modos de la enseñanza y del arte
bizantinos.
LA CIVILIZACIÓN BIZANTINA 489
La literatura
La educación estaba muy difundida y era básica para las carreras ecle
siástica y pública. Un niño talentoso de orígenes m odestos recibía la
oportunidad de estudiar, en una época en que los occidentales vivían en
una profunda ignorancia. Sin em bargo, los hom bres de letras vivían
modestamente, dependiendo de la protección de los notables, si no eran
personalmente ricos, como Pselo o Ana Comnena.
Los "lib ro s" eran rollos de papiro, preferiblem ente de pergam ino,
que se emplearon cada vez más por ser más resistentes. Más tarde, los
pergaminos fueron encuadernados en forma de libro, por lo com ún de
360 hojas o 45 tetradia. La encuadernación fue un arte sum amente des
arrollado.
La lengua hablada era la koiné griega. La lengua literaria era el griego
clásico, distinto del griego coloquial. Cierta contaminación del lenguaje
literario por el popular puede observarse a partir del siglo vi. Pselo res
tableció la pureza clásica de la lengua literaria; adoptó un tono atico,
pero sus declinaciones y conjugaciones son bizantinizadas.
La literatura bizantina es, básicamente, la literatura alejandrina tras
puesta a Constantinopla y se caracteriza por el predominio de la forma
sobre el contenido, la búsqueda de un lenguaje bello, el abuso de la
mitología y la pedantería. Los bizantinos continuaron la labor filológica
de A lejandría, y la biblioteca de Constantinopla llegó a ser la m ás
im portante de Oriente. La literatura bizantina tiene form a pagana y
contenido cristiano; sus obras más importantes fueron los escritos de los
Padres de la Iglesia, que influyeron profundam ente en la literatura de
Bizancio.
La literatura bizantina es m uy rica, con toda una m ultiplicidad de
inspiraciones, abierta a fuentes exóticas, como de la India, Persia o Siria.
Debe reconocerse la originalidad de esta literatura, cuya expresión más
importante se encuentra en la retórica. Entre los representantes destaca
dos del género debemos m encionar los nombres de Focio (siglo x i ) , su
discípulo N icetas de Paflagonia, Pselo, el gran intelectual, N icéforo
Basilakés (siglo x i i i ) , Nicéforo Gregoras (siglo x i v ) , M anuel Paleólogo
(1350-1425), Jorge Gemisto (Pletón), el cardenal Bessarión (ca. 1406-1472)
y Jorge Escolarios, patriarca de Constantinopla (1454-1456).
Otras expresiones im portantes de la literatura bizantina fueron la
poesía y la novela. La poesía bizantina trata de seguir las pautas clási
cas, basando el verso en el número y la cesura. Los epigramas, la forma
favorita de dicha poesía, consistían en piezas breves compuestas con los
más diversos propósitos: lírico, satírico, votivo, etc. Fueron reunidos en
490 LA CIVILIZACIÓN BIZANTINA
La historia
La filosofía
Las ciencias
La enseñanza
La enseñanza religiosa
El arte bizantino
Lorenzo de Milán (fines del siglo iv), Ravena (siglo v) y en las catedrales
de Parenzo y Trieste. La magnífica construcción de Santa Sofía fue obra de
Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto. Una innovación arquitectónica
llegó con la invención de la iglesia en forma de cruz griega. Un ejemplo
sobresaliente es el de M irelaion, en Constantinopla, com isionado por
Romano Lecapeno (920-944), y, en el siglo xi, la iglesia de la Virgen de
los Caldereros, también en Constantinopla.
El arte del mosaico (al que ya nos referimos al tratar el tema de la pin
tura), continuando la tradición rom ana, recibió en Bizancio un trata
miento que intensificó la sensación de lo sacro y trascendente, como loe
mosaicos de Ravena y el que decora el nártex de Santa Sofía. La edad de
oro de los mosaicos fueron los siglos xi y xii , correspondientes al apogee
del Im perio. Entre los m osaicos m ás extraordinarios se encuentra el
Pantocrator de Dafne. También debe hacerse m ención especial de los
extraordinarios frescos del último periodo bizantino en Mistra, el monte
Atos, Grecia y Serbia. Los iconos y los m anuscritos ilustrados también
son una extraordinaria aportación artística de Bizancio.
4 . E l SURGIMIENTO
5. El d e s a r r o l l o
A. El factor cultural
B. Asuntos internos
C. La situación internacional
de los árabes, que dos veces sitiaron Constantinopla sin lograr tomarla.
Los inexpugnables muros de tierra y el fuego griego en las batallas nava
les im pidieron que los árabes conquistaran la ciudad. A pesar de todo,
durante un largo periodo, desde fines del reinado de Heraclio (610-640)
hasta la segunda mitad del siglo ix, sucesivas incursiones árabes invadie
ron Persia, Egipto y zonas del Egeo; condujeron a la ocupación de Asia
Menor y los Balcanes, y privaron a Constantinopla de los recursos mate
riales y humanos necesarios para sostener el Imperio.
A comienzos del siglo xi, Constantinopla aún poseía fuerzas suficien
tes para rechazar las prim eras incursiones de los turcos seljukos y los
normandos. La asociación de los normandos de Sicilia con los cruzados
de Francia y Alemania superó los medios m ilitares de Constantinopla.
El desastroso giro de los hechos internos con los tres últim os Angelo
llevó la cuarta cruzada a Constantinopla y dio a los cruzados la oportu
nidad de dominar la ciudad y saquearla de la manera más abominable.
La lucha contra los turcos seljukos se volvió una batalla perdida ba
jo C onstantino X (1059-1067), hasta llegar a la catastrófica derrota de
M anzikert (1071). Desde entonces, Constantinopla entró en un pro
ceso de decadencia, acelerado por el paso del Imperio turco de los sel
jukos a los otomanos en el siglo xm.
6 . D e c a d e n c ia y c a íd a
A. Principales factores
El aislamiento religioso
El civismo religioso
D. La feudalización
Las intrigas que rodearon el trono de los últimos Ángelos abrieron las
puertas de Constantinopla a la cuarta cruzada y condujeron a la instala
ción del reino latino. Sin embargo, el Imperio bizantino ya estaba priva
do de todos los medios económicos, políticos y militares necesarios para
sostenerse. Los Paleólogos, al recuperar en 1261 el dominio de Constan
tinopla, heredaron el fantasma de un imperio que, pese a su precaria
supervivencia durante otros dos siglos, nunca pudo recuperar un nivel
satisfactorio de sostenibilidad. Desde 1082, el Imperio se había visto obli
gado a pedir a los venecianos y genoveses que lo reforzaran con el pode
río naval que ya no tema medios — si no determinación— de reconstruir.
A cambio, se vio obligado a cederles el control de su comercio.
La decadencia de Bizancio, vista en retrospectiva, fue un largo proce
so en el curso del cual acontecim ientos internos, relacionados con dis
tintos niveles y formas de disputas del poder, redujeron los recursos
económ icos, políticos y hum anos de que disponía el gobierno central.
La insuficiencia de riquezas causó derrotas militares, resultantes en pér
didas de territorio y de población, lo que produjo una nueva dism inu
ción de sus recursos. Para compensar tales reducciones se establecieron
acuerdos con potencias exteriores, como Venecia y Génova, a las que se
pidió que enviasen las flotas requeridas por la defensa y el comercio que
el Im perio había perdido la capacidad de restablecer. A cam bio, hubo
que ceder a esos países extranjeros recursos adicionales; de esta manera
Bizancio, incapaz en el curso de sus últimos siglos de adm inistrar con
venientemente sus propios recursos y de vivir de sus ingresos, tuvo que
cederlos gradualmente para sobrevivir en condiciones cada vez peores.
Im plorar el apoyo m ilitar de Occidente, que los últim os em peradores
desesperadam ente intentaron obtener, se volvió la últim a posibilidad
de Bizancio, pero que sólo dio por resultado hum illaciones inútiles.
Reducido a una situación de im potencia, C onstantino XI, en lugar de
rendirse o huir, prefirió luchar hasta la muerte en defensa de su ciudad
ya condenada.
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X. EL ISLAM*
1 . I n t r o d u c c ió n
A. El paisaje y el entorno
* Las secciones 1,2 y 3 de este capítulo fueron escritas por Hugh Kennedy.
517
518 EL ISLAM
EL ISLAM 519
B. Los pueblos
Las variadísim as tierras del mundo islám ico estuvieron habitadas por
muchos pueblos distintos, que parcialm ente se diferenciaban por su
lengua y su identidad étnica. Desde luego, estaban los árabes, que por
la época del nacimiento del Islam habían sido confinados a la península
arábiga, al desierto de Siria y sus m árgenes. D espués de las grandes
conquistas musulmanas, muchos árabes se establecieron en otras zonas,
como Irak y Egipto, y después en el Maghreb y partes de Irán. Al mismo
tiempo, muchos pueblos indígenas empezaron a hablar el árabe como su
lengua nativa y así se volvieron, en realidad, árabes. De este modo, los
árabes surgieron como el grupo predominante en el Cercano Oriente y
en el Africa septentrional.
Sin embargo, otros grupos étnicos lograron conservar gran parte de
su lengua y su cultura aun después de convertidos al Islam. El ejemplo
más notable de esto ocurrió en Irán, donde la gran m ayoría del pueblo
se convirtió al Islam antes del año 1000, pero donde el persa, y no el ára
be, ha seguido siendo la lengua predominante. Lo mismo puede decirse
de los parlantes turcos del Turquestán, Azerbaiyán y la m oderna Tur
quía, cuyos pueblos se han vuelto musulmanes, pero no árabes. Los cur
dos de Irak, Irán y Turquía, así com o los bereberes del M aghreb son
otros ejem plos de m usulmanes que no hablan árabe: aunque ninguna
de estas naciones ha desarrollado un Estado m oderno, sus identidades
étnicas siguen con vida.
En contraste, algunos pueblos han adoptado el árabe como su lengua
nativa, sin volverse m usulm anes. Los más conocidos probablem ente
son los maronitas de Líbano y Siria y los coptos de Egipto, grupos ambos
que han seguido siendo cristianos aunque estén enteram ente arabiza-
dos. Hasta hace poco pudo decirse esto de los judíos de Yemen, Irak y
otros países árabes, que hablaban el árabe.
Los pueblos se pueden catalogar por su identidad étnica, pero tam
bién por sus costumbres y por el entorno en que viven. El estilo de vida
más característico de M edio O riente es el de los nóm adas: aunque en
realidad siempre han integrado una parte bastante pequeña de la pobla
ción, desem peñaron un papel desproporcionado en política hasta el
siglo xvi. Los nómadas varían grandemente en su grado de interacción
con los pueblos sedentarios. Algunos nómadas "p u ros" casi no entran
en contacto con asentamientos, y otros viven en una clara simbiosis con
los pueblos de los oasis y las aldeas. Pueden encontrarse nóm adas
"puros" entre los beduinos de la Arabia interior y los tuaregs bereberes
del Sahara y algunos grupos de Asia central, los pueblos túrquicos,
520 EL ISLAM
2. S ín tesis histórica
1 La palabra Rashidun ("bien dirigidos", en árabe) designa a los cuatro primeros califas.
EL ISLAM 521
Sam arra, al norte de Bagdad. Los m usulm anes, tanto árabes com o no
árabes, estaban ahora sometidos a los turcos y otros soldados extranje
ros. Desde el asesinato de al-Mutawwakil en 861 hasta 870, los califas en
realidad fueron prisioneros de estas tropas, que los elegían o deponían a
su capricho. A partir de 870 hubo un lento resurgimiento del poder de
los califas, ahora basados nuevamente en Bagdad, pero el reinado de al-
M uqtadir (908-932) presenció el com pleto desplom e del califato. Des
pués de 945, los califas fueron figuras fantasmales sin ninguna autori
dad real fuera de los muros de sus palacios.
D urante los años de confusión y guerra civil, el califato em pezó a
desm em brarse: después de 809, el Maghreb conquistó su verdadera
independencia, y a partir de 868 Egipto fue independiente, bajo la
dinastía tulímida. En el este de Irán, los safáridas desde 867 y los samá-
nidas desde 875 establecieron dinastías independientes. El Irán occiden
tal fue tomado por los buyidas en 932, y en 945 se adueñaron del propio
Irak, corazón mismo de los califas abásidas. El título de califa también
fue usurpado por los fatimidas, otra rama de la familia del Profeta, en el
norte de A frica, a partir de 909, y en 929 por los umayyad españoles.
A mediados del siglo x, la unidad política del mundo musulmán estaba
quebrantada y no se restauraría jam ás. Los abásidas sobrevivieron
como califas reconocidos por los m usulmanes sunnitas durante varios
siglos, y a finales del siglo x i i y comienzos del x m recuperaron una parte
de su poderío político en Irak. Sin embargo, la llegada de los mongoles
puso fin a todo esto, y en 1258 el último califa de Bagdad fue ejecutado
por ellos. A partir de entonces, se estableció en El Cairo un impotente
califato fantasma.
El térm ino mameluco significa sim plemente esclavo, pues los mamelu
cos fueron originalm ente soldados esclavos llevados desde las estepas
del norte del Mar Negro para servir a los ejércitos de los reyes ayubíes.
Com o la guardia pretoriana de los em peradores rom anos, estos mag
níficos soldados acabaron por adueñarse del poder. En 1260, Baybars
(1260-1277) ascendió al poder en Egipto, y ese mismo año pudo derrotar
a los mongoles en la batalla de Ain Jalut para establecerse como protector
de los musulmanes. Él y sus sucesores, Qala'un (1280-1290) y al-Ashraí
Khalil (1290-1294), lograron com pletar la tarea iniciada por Saladino v
expulsaron de Medio Oriente a los cruzados, obra que culminó en 1291
con la toma de San Juan de Acre.
Los mamelucos continuaron gobernando Egipto y Siria hasta comien
zos del siglo xvi. No constituían, en realidad una dinastía, aunque a
veces los hijos sucedieron a sus padres como sultanes; eran, antes bien,
una aristocracia militar. Se siguieron llevando mamelucos de las estepas
EL ISLAM 527
Desde com ienzos del siglo xvi, la historia política del mundo islámico
en Medio Oriente pasó por un gran cambio. En lugar de cierto número
de Estados, algunos grandes, otros pequeños, algunos duraderos, otros
efímeros, surgieron dos grandes imperios: el Imperio otomano de Tur
quía, del oriente árabe, y el Imperio safávida de Irán. El sultanato oto
m ano sobrevivió hasta la primera Guerra M undial; los safávidas des
aparecieron en 1722, pero, tras un periodo de caos, fueron remplazados
por los qajar, que hasta 1925 gobernaron Irán. Sólo unas cuantas zonas
en los linderos del mundo musulmán estuvieron fuera del dominio de
uno de estos imperios; entre ellas, Marruecos en el extremo occidental,
Yemen y Om án en la A rabia m eridional y los khanados uzbecos de
Bujara, Khiva y Kokand en Asia central.
Irán(1722-1924)
Durante este periodo surgió una cultura islámica distintiva. Hubo tres
elem entos principales que coincidieron para form arla: la cultura tra
dicional de las tribus árabes preislám icas, las nuevas ideas religiosas
del Islam, y el legado de los antiguos imperios de Bizancio y la Persia
sasánida.
él era el últim o de los profetas, pero no dejó una guía que gozara de
general aceptación sobre quién debía ser su khalifa (califa) o sucesor
com o cabeza de la com unidad. En los tres siglos que siguieron a su
m uerte se desarrollaron dos ramas principales. La prim era fue la de
los sunnitas, que apoyaban el califato histórico. Sostenían que el cali
fa debía ser el m iem bro más apropiado de la tribu del profeta, la de
quraysh, y sería nombrado por su predecesor, o elegido por los hombres
más poderosos de la comunidad musulmana. El califa ejercía el supre
mo poder ejecutivo en cuestiones religiosas y políticas, pero estaba obli
gado a actuar de acuerdo con la sunna del profeta y con la ley religiosa
elaborada por los sabios sunnitas (ulem as), y no detentaría el Poder
Legislativo. La otra rama era la del si'ah (partido) de Alí, por lo general
mencionada simplemente como los chiítas. Estos sostenían que la jefa
tura correspondía a ciertos miembros de la familia del profeta, o sea a su
primo Alí, esposo de su hija Fátima, y a sus descendientes. Argüían que
los jefes de la familia del profeta, habitualmente conocidos como imams
o imanes, habían sido elegidos por Alá y, por tanto, contaban con el apo
yo divino. Como los imanes eran en su mayoría dirigentes no políticos,
los chiítas los vieron básicamente como maestros de religión, y sus ideas
estaban revestidas de autoridad. Sin embargo, como los sunnitas, casi
todos ellos sostenían que los imanes estaban obligados por la sunna del
profeta y no podían tomar decisiones independientes en materia jurídi
ca y religiosa.
La disputa sobre el liderazgo de los m usulm anes brotó inm ediata
mente al morir Mahoma en 632, pero la división del mundo musulmán
en sunnitas y chiítas no se consumó hasta el siglo x. M ientras tanto, se
hicieron muchos intentos por levantar rebeliones contra los regímenes
umayyad y abásida, en nombre de la familia del profeta. Casi sin excep
ción fracasaron, pero el recuerdo del m artirio del nieto de Mahoma,
Husayn, en Karbala en 680, y de Zayd bin Alí en Kufa en 740 (ambos en
Irak) a manos de las fuerzas umayyad, ha servido para inspirar, hasta la
actualidad, a los chiítas.
La rápida difusión del Islam hizo que la nueva religión tuviera que ser
explicada y expuesta, y a ello se dedicó gran parte de la actividad inte
lectual en el periodo musulmán temprano. Había dos intereses princi
pales: el prim ero, definir el Islam com o algo distinto de las otras dos
religiones monoteístas, el judaismo y el cristianismo; el segundo fue dar
EL ISLAM 533
tes hasta la conquista otomana en 1517; más aún, los jenízaros que inte
graron los ejércitos del Im perio otom ano tem prano fueron un tipo de
mamelucos. Esto provocó una marcada división entre los m ilitares, que
en su mayoría eran mamelucos turcos, y los comerciantes, adm inistra
dores y otros civiles, casi todos árabes y persas. La m ayoría de los regí
menes del mundo islámico eran, en realidad, dictaduras militares.
La religión
La cultura literaria
1
540 EL ISLAM
La arquitectura y la ilustración
La religión
Las capitales
Tanto los gobernantes otomanos como los safávidas dedicaron gran cui
dado a embellecer sus capitales. En Estambul se lanzó un vasto progra
ma de construcción, empezando por la Mezquita de la Fe, poco después
de la conquista de 1453, y continuando con los grandes edificios de Soli-
542 EL ISLAM
mán el M agnífico (1520-1566), entre ellos el com plejo Suleim aniye, que
domina el panorama de Estambul. Dicho complejo incluye la Mezquita
del Sultán, su tumba y las edificaciones que servían de hospitales y
bibliotecas. Al m ismo tiempo, los sultanes construyeron el Palacio de
Topkapi, que domina el Bosforo y es casi una pequeña ciudad. Mientras
tanto, el sha safávida Abas el Grande (1588-1629) construyó todo un nue
vo barrio en Isfahán, que incluye una gran mezquita, un gran maydan o
plaza, y mezquitas y palacios más pequeños. Este barrio, que aún estaba
siendo em bellecido hasta la caída de la dinastía en 1722, representa el
último gran monumento de la arquitectura islámica persa.
Europa a Asia. Sin embargo, las tierras del Creciente Fértil, Irak, Siria y
Palestina permanecieron menos desarrolladas, y sólo el descubrimiento
de petróleo en el Golfo Pérsico a comienzos del siglo xx y el desplome del
Imperio otomano después de 1918 hicieron que estas zonas gozaran de un
difundido progreso económico.
La cabeza del Estado otomano era el sultán. Todos los sultanes descen
dían del fundador del imperio, Osmán (m. 1281), y el cargo era heredi
tario, aunque no siempre fuera el hijo mayor el que sucedía a su padre, y
en los siglos xvn y x v iii hubo incontables intrigas palaciegas para decidir
la sucesión. El sultán era ayudado por el gran visir o primer ministro, y
las provincias tenían gobernadores locales llamados bajás o beyes. Des
pués de la conquista de Constantinopla en 1453, el palacio de Topkapi
Saray de la ahora llam ada Estam bul fue la residencia del sultán y, al
mismo tiempo, el centro del gobierno.
En los primeros años, el ejército del pequeño sultanato otomano estu
vo compuesto por los seguidores tribales de los jefes y los ghazis, o musul
manes que habían llegado a luchar en la guerra santa contra los infieles
bizantinos. A com ienzos del siglo xv fueron rem plazados por los jen í
zaros (la palabra se deriva de Yeni Cheri o nuevo ejército). Estos eran
jóvenes de los pueblos sometidos, habitualmente cristianos de Anatolia
y los Balcanes, que fueron sacados de sus casas a tem prana edad para
educarlos como musulmanes y emplearlos en el ejército o en el gobierno
civil del Imperio. Durante los siglos xv y xvi, este ejército de jenízaros se
contó entre los más poderosos del mundo, y los otomanos fueron nota
bles pioneros en el empleo de armas de fuego y la artillería de pólvora.
Pero a com ienzos del siglo xix, el ejército de jenízaros se había vuelto
ineficiente y corrompido. Incapaz de adaptarse a los nuevos modos de
la guerra, se había convertido en una privilegiada casta hereditaria con
escasa capacidad militar. En 1826, el sultán reform ador M ahm ud II
(1808-1839) acabó con su poder, dejando abierto el camino para que los
otomanos reclutaran un nuevo ejército siguiendo los modelos europeos.
que él observó mientras escribía su Historia, y sus ideas han ejercido una
profunda influencia en todos los ulteriores historiadores y sociólogos
interesados en el mundo musulmán.
4. El s u r g im ie n t o
B. El núcleo de Medina
C. El Islam aglutinante
5. El d e s a r r o l l o
B. Fases y épocas
C. El Islam árabe
Los tres primeros califas, desde Abü Bakr (632-634) hasta Uthman (644-
656), recibieron de la fase fundadora de Mahoma un sistema religioso y
EL ISLAM 553
D. El Islam universal
La fase clásica
recuperado por los abásidas. Los ikhshididas (935-969), otra familia tur
ca, actuando inicialmente como gobernadores de Egipto para los abási
das, declararon su independencia y gobernaron el país hasta la llegada
de los fatimidas. Éstos dominaron Egipto hasta la invasión de la prime
ra cruzada; la consiguiente inestabilidad política dio por resultado el
gobierno de Saladino y la form ación de la dinastía ayubí (1169-1260).
Los siguientes gobernantes, los mamelucos, mantuvieron su hegemonía
sobre Egipto hasta 1517, año de la conquista otomana.
En Persia, Hulegu fundó la dinastía ilkhanida (1260-1349), que gober
nó el país hasta la invasión de Timur. Fue sucedida por los tim úridos
(1370-1505), a su vez seguidos por los safávidas (1501-1732), y, ulterior
m ente, durante un breve periodo, por los afsháridas (1735-1795), una
familia turca. Los kadjares (1799-1925) y los Pahlavi (1926-1979) fueron
las últimas dinastías, antes de la revolución del ayatola Jomeini.
En la India, el prolongado califato de Sind, después de la conquista
de 712, cedió ante los ghaznávidas (977-1186), de origen turco, quienes
establecieron un gobierno independiente. Los ghuridas (1146-1215), los
reyes esclavos (1206-1290) y los tughluquidas (1320-1413) fueron segui
dos, después de la invasión de Timur, por los sucesores nombrados por
este últim o, los sayyidas (1414-1451). Éstos fueron derrocados por un
cabecilla de los patanes, Bahlul Lodhi, quien fundó la dinastía de Lodhi
(1451-1526). Después de un breve periodo, los m ogules, encabezados
por Hum ayún, conquistaron el país en 1556 e inauguraron la dinastía
mogul, que gobernaría hasta que en 1858 llegaron los británicos.
La fragmentación territorial constituyó una tendencia natural en las
provincias importantes, como España, Egipto, Persia y la India, tan aleja
das de Bagdad. Al igual que le ocurriera a los imperios anteriores, como
la Persia sasánida y el Imperio seléucida, entró en acción la causación
mutua: un debilitam iento del poder central im pele a los gobernadores
de provincias importantes a independizarse, y su independencia inten
sifica la flaqueza del poder central. La fragm entación territorial del
Im perio abásida serviría para debilitar la resistencia del Islam ante la
agresión occidental, inicialm ente en su enfrentam iento con la primera
cruzada y mucho después ante las potencias europeas. También contri
buiría al futuro surgim iento de Éstados nacionales islám icos en el
M edio Oriente. En los siglos que siguieron a la independencia de las
dinastías que gobernaron las anteriores provincias abásidas y hasta la
llegada de los otomanos, las consecuencias de la autonomía local fue
ron, por regla general, favorables a tales provincias.
El hecho de ser administradas por autoridades locales — que no eran
originarias del lugar, aunque sí de sitios cercanos a las zonas y pueblos
EL ISLAM 561
F. Los otomanos
6. L a d e c a d e n c ia
A. Consideraciones generales
B. La decadencia política
5 Cf. Femand Braudel, Grammaire des Civilizations, París, Flammarion, 1993 (1987).
6 En ese sentido, el actual Estado de Israel es parte de la civilización occidental tardía, aunque
conserve sus rasgos judíos específicos.
EL ISLAM 565
Los prim eros síntom as de decadencia del Im perio otom ano fueron la
pérdida de su superioridad militar y la resultante tendencia a convertir
una política de expansión territorial en una política defensiva. El primer
grave revés m ilitar ocurrió durante el reinado de Selim II (1566-1574),
hijo de Solim án el M agnífico, inm ediatam ente después del periodo de
máxima expansión islámica, con la devastadora derrota de la flota oto
mana a manos de don Juan de Austria en 1571 en Lepanto. La indecisa
guerra de 1593-1606 contra Austria fue concluida con el tratado de paz
de Zsitva-Tirok, de 1606, por el cual los austríacos dejaron de pagar tri
buto por su parte de Hungría. Pocos decenios después, los otomanos
intentaron renovar su ofensiva contra Austria y sitiaron Viena en 1683,
pero fueron rechazados con la ayuda de fuerzas alem anas y polacas
mandadas por Carlos de Lorena y Juan Sobieski. En adelante, el Islam se
encontraría a la defensiva frente a Austria y el naciente poder de Rusia.
Los encuentros militares de los siglos xvm y xix entre el Imperio oto
mano y las crecientes potencias europeas fueron, con pocas excepciones
— la guerra de 1711 y la Guerra de Crimea de 1853-1856— , desfavora
bles para los otomanos. Desde Pedro el Grande (1689-1725) y Catalina II
(1762-1796) hasta el siglo xix, Rusia y Austria vencieron a los turcos en
seis guerras. Las derrotas causaron la pérdida de sus territorios euro
peos — con la excepción de Constantinopla y su zona circundante— y
las tierras del norte del Mar Negro, que fueron tomadas por Rusia.
Un factor importante de la declinación militar de los otomanos fue la
decadencia de los jenízaros, tanto en su capacidad como con respecto a
su conducta de conjunto. Los jenízaros se habían convertido en el núcleo
m ismo del ejército otomano. Según el sistema devshhirme, jóvenes cris
tianos eran reclutados como soldados esclavos en los cuerpos de jeníza
ros después de haber sido sometidos a una intensiva educación militar
EL ISLAM 567
islám ica, que los convertía en una fuerza fanática y m ortífera. Con el
uso constante y mejorado de las armas de fuego, los jenízaros perdieron
su superioridad. En la secuela perdieron también la disciplina y se con
virtieron en una ingobernable fuerza pretoriana, que hacía y deshacía
sultanes a su capricho. Varios sultanes intentaron vanamente controlar a
los jenízaros, al costo de su trono y de sus vidas, hasta que Muhammad
II (1808-1839) logró form ar un nuevo cuerpo, integrado por reclutas
campesinos turcos, y desbandó a los jenízaros, quienes se rebelaron y en
1826 millares de ellos fueron masacrados en sus propios cuarteles.
Las condiciones militares que surgieron de los cambios introducidos
gradualmente por los países europeos a partir del siglo x v i i obligaron al
Imperio otomano a abandonar su antiguo sistema feudal, en el cual, con
excepción de los jenízaros, las fuerzas m ilitares eran aportadas por los
ocupantes de grandes tierras (timares), que formaban la caballería feu
dal de los sipahis. Ese sistema no exigía grandes medios financieros para
mantener el ejército, y hasta los jenízaros recibían más paga de la distri
bución del botín y de futuras concesiones de tierras que en efectivo. La
nueva situación militar exigía un ejército pagado y la compra de costoso
equipo bélico. Sin embargo, las atrasadas condiciones económ icas del
Imperio otomano eran incapaces de generar suficientes ingresos fiscales
para m antener un ejército así, una burocracia moderna y los esplendo
res del palacio del sultán. Las consecuencias de esta flaqueza financiera
se reflejaron en la decadencia del poderío militar otomano y en una cre
ciente corrupción en la esfera pública, para no m encionar siquiera la
explotación cada vez mayor de los campesinos.
D. El reformismo islámico
que ascendió al trono siendo todavía niño, cuando por fin llegó a presi
dir el Imperio intentó reducir el poder de los jenízaros suspendiendo el
enrolamiento de nuevos reclutas para disminuir su número. Reorganizó
el otro cuerpo del ejército y pudo entablar una guerra victoriosa contra
Persia, en la que tomó Tabriz (1629) y Bagdad (1640). Pero con su her
mano y sucesor Ibrahim (1640-1648) retornó la indisciplina militar, así
como la plaga de las intrigas en el harén.
En la segunda mitad del siglo xvn y el curso del xvm, el proceso de
decadencia otom ana y derrotas m ilitares, interrum pido a veces por
algunos visires, com o los de la dinastía Koprulu, o algunos sultanes
m odernizadores, com o A hm et III (1703-1730), continuó debilitando y
desm oralizando el sistem a central del Islam , el Im perio otom ano. Al
pasar al siglo xix, Selim III (1789-1807) se percató de que las flaquezas
militares del Imperio, aunque debidas en parte al deterioro corporativo
de los jenízaros, teman causas mucho más profundas, que en última ins
tancia se debían al creciente atraso del Im perio otom ano en com para
ción con O ccidente. Se convenció de la necesidad de aplicar reformas
trascendentes no sólo en las instituciones militares, sino además en las
civiles y religiosas. También pensó que aun a las reform as duraderas
debía llegarse por consenso y estableció entonces una asamblea consulti
va (mejlis meshveret), bajo su propia presidencia, para analizarlas. Empe
zando por el ejército, creó una nueva milicia y unas escuelas militares
con instructores franceses y manuales de preparación, teniendo siempre
en m ente la desastrosa derrota infligida en 1798 por N apoleón a los
m amelucos de Egipto. Sin embargo, los jenízaros, al sentirse am enaza
dos, volvieron a rebelarse con el apoyo de los conservadores ulemas y
obligaron a Selim a abdicar. Su débil sucesor, M ustafá IV (1807-1808),
pronto fue depuesto, y se colocó en el trono al últim o príncipe de esa
dinastía, Mahmut II (1808-1839).
Al principio, Mahmut II tuvo un reinado muy difícil, pues heredó un
Estado caótico y unas fronteras am enazadas. No obstante, la incapa
cidad de los jenízaros para sofocar la rebelión griega de 1821 arruinó
definitivamente el prestigio de ese cuerpo, aun a los ojos de los ulemas.
Apoyado por nuevas tropas, el sultán aprovechó la oportunidad para
disolverlos, y cuando éstos, como podía predecirse, se insubordinaron,
los rodeó en sus cuarteles y masacró sin piedad a todos los rebeldes.
Con Mahmut II se inició un proceso de reformas (tanzimat) que carac
terizaría al últim o siglo del Imperio otomano. El proceso, continuado
por Abdul M ajis (1839-1861), entró en una nueva fase con los Jóvenes
Otomanos, bajo Abdul Hamid II (1876-1909), y en otra fase con los Jóve
nes Turcos, bajo Mehmet V (1909-1918). El resultado final de los largos
EL ISLAM 569
F. M ustafá Kemal
G. El Islam contemporáneo
7 El hecho de que el kemalismo quedara como fenómeno casi exclusivamente urbano y no pene
trara en el mundo rural, que demográficamente constituye la mayoría y tiene las más altas tasas de
natalidad, ha dado por resultado, junto con otras circunstancias, el actual resurgimiento del tradi
cionalismo en Turquía.
574 EL ISLAM
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ANEXOS
COMENTARIOS FINALES DE LOS ASESORES
Estos anexos contienen los breves textos de los asesores que aceptaron la invitación del
autor para presentar sus comentarios finales sobre Un estudio crítico de la Historia en los
temas de su respectiva especialización.
El autor tuvo el privilegio de leer esos comentarios antes de concluir su estudio, y re
nueva su más cálido agradecimiento por esta última y valiosa aportación de los asesores.
Los comentarios se presentan sin observaciones por parte del autor. La medida en
que el autor concuerda o discrepa de ellos se refleja en el propio cuerpo del libro.
OBSERVACIONES GENERALES A LA METODOLOGÍA
C á n d id o M e n d e s
Como se aprecia en los capítulos xvm y xix de este estudio, el autor sostiene que el prin
cipio antrópico produce, entre muchas otras consecuencias, el postulado de la esfera
antrópica. El principio antrópico que postula la cosmología contemporánea —según
el cual el surgimiento de la vida y del hombre en nuestro planeta sólo fue posible gracias
a que la evolución del cosmos, desde la explosión primordial, siguió exacta y estric
tamente el curso que en realidad siguió, y no otro— es un postulado preñado de muchas
consecuencias que implican, como ya se dijo, la esfera antrópica.
Esta visión se fundamenta en la interpretación de la historia como un proceso general
que al mismo tiempo supone, de hecho —en contra del enfoque final de Toynbee—, la
aceptación del principio antrópico como una teleología inmanente defacto. El estudio
presenta un modelo como un concepto paramétricamente definido de lo que es una civi
lización, resultante de un reconocimiento ex post de una pauta básica de repetición, en
cada caso, de los ejemplos examinados. A pesar de todo, la historia, sea como consecuen
cia o bien orientada por un propósito, se convierte en víctima de una entelequia oculta.
Este marco teórico general se basa en una búsqueda experimental de una constante
de regularidades sociales, y presupone al mismo tiempo una premisa lógica general que
imbuye todo el estudio. La "unicidad" de nuestra evolución hunde sus raíces en la
"adecuación" necesaria y última de la conducta del Corpus social que se está estudiando,
y su dinamismo es, per se, su realización auténtica y plena. No está en juego ningún otro
mundo más que éste, y éste es el mundo último y posible.
Por ello, debe hacerse una observación básica sobre esta suposición fundamental de
Un estudio crítico de la Historia. El llamado principio "antrópico" lo sostienen hoy, por
ejemplo, la perspectiva de Kahler o de Chardin en oposición a las actuales declaraciones
generales de estudios paleontoantropológicos, como por ejemplo los emprendidos por
Steven Jay Guld o Ian Tattersall, los cuales, en contra del principio leibniziano desarro
llado por la filosofía de la Ilustración, aseguran que "hay muchas maneras de llegar a
ser un homínido, y la nuestra es sólo una de esas posibilidades" (Tattersall, 1999,
p. 209).
Esa suposición nos lanza a la búsqueda de la actitud epistemológica del mencionado
principio "antrópico" que posiblemente entraña un solipsismo, dentro de la lógica
implicada por esa afirmación, exactamente de la misma manera en que trata de mante-
579
580 ANEXOS
I. H a c ia u n a d ia l é c t ic a in te r a c t iv a p r is m á t ic a
Y NO AUTOABSORBENTE
Todo el proceso está avanzando hacia la formación de una civilización planetaria, que
quedará integrada, en un largo periodo, por varias subespecies, expresando las prece
dentes civilizaciones que fueron llevadas a fundirse con la civilización occidental tardía.
El presente estudio se basa en la suposición empíricamente confirmada de que la historia
no es impuesta por ninguna fuerza o principio externo a su propio proceso. El proceso
histórico es la secuencia, en el espacio y en el tiempo, de acciones humanas que afectan
e influyen, de alguna manera, otra acción humana.
Considerando la estructuración general del proceso íntegro de la civilización, el estu
dio sigue la gran visión de Alfred Weber. No obstante, nos preguntaríamos si todas la
riquezas de las triples corrientes de la causación histórica han sido exploradas en toda
su capacidad, con objeto de abarcar el contexto del siglo xx y considerar la condición
atípica y singular en que Occidente pudo escapar de la fijación de un curso de expan
sión y de decadencia enfocado, empero, en un interjuego bidimensional en los procesos
social, cultural y de civilización. Siguiendo la visión del propio Weber del posible des
membramiento de una civilización a partir de su anterior cultura nutricia, hoy la plane-
tarización puede ocurrir dentro de un condicionamiento general débil. Es decir, cuando
las pautas tecnológicas y de poder y organización puedan fundirse con diferentes cultu
ras, superando la dicotomía entre los modos zelótico y herodiano, para morir o rendirse
por completo al alma ajena del imperio. El grado de "reducción" o de "objetivación" del
proceso de civilización puede permitir una plena liberación de la apropiación "reifica-
da", especialmente cuando se ve expuesta a un abrazo selectivo, como la estricta produc
ción de civilización —técnicas y pautas de poder— se enfrenta a una poderosa cultura
ajena, como lo muestra hoy exactamente el mundo islámico. En este caso, la resistencia
fundamentalista puede convertirse en un diálogo fértil mientras el vis-a-vis con Occi
dente no implique el monolito precisamente descartado por Weber, conduciendo a una
plena y pura resistencia a un resultado final. En realidad, lo que presupone ese enfoque
ANEXOS 583
II. L a h ist o r ia c o m o f in it u d in d e f in id a
Siendo limitadas las posibilidades básicas de la expresión cultural, aunque muy amplias
en términos humanos, también es limitado el progreso dentro del ámbito de cada pauta
cultural.
Richard Rorty afirmará entonces que el dominio de la realidad inerte siempre será
captado por la simple operación epistemológica que queda, como su "advertencia" hus
serliana, pero sólo puede asegurarse la verdad de la subjetividad del hombre mediante
la evitación a partir del idealismo de su self atribuido y su forma perenne, y los atributos
tienden a ser una exterioridad intrínseca de su signo, salvada por la plena sintaxis de la
586 ANEXOS
BIBLIOGRAFÍA
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Wood, Ellen Merkins y John Bellamy Foster, Marxism and the Post-Modem Agenda, Nueva
York, Monthly Review Press, 1997.
I. EL SURGIMIENTO DEL HOMBRE Y LA CIVILIZACIÓN
J o s é G a r a n g e r
El proceso evolutivo
589
590 ANEXOS
El Paleolítico
Los magdalenienses
El Neolítico temprano
idea se debe matizar e incluso abandonar, pues hoy parece que también
en el m undo antiguo hubo varios diferentes focos de neolitización: la
cultura del m ijo en las zonas de loes del norte de C hina, del arroz en
la zona tropical de Asia, del mijo en el Sahara (en el Air), para no hablar
sino del cultivo de cereales. Todavía tenem os que citar el sureste de
Asia, donde mucho antes de la introducción del cultivo del arroz fueron
"dom esticadas" plantas de tubérculos (ñame, taro...) y frutas: plátanos,
árboles de pan, cocoteros... Tras el descubrim iento del sitio de Kuk, se
ha planteado la hipótesis de que las tierras altas de Nueva Guinea tam
bién pudieron ser un centro independiente de "dom esticación" de las
plantas (la caña de azúcar es originaria de allí), pues hay pruebas de
que se practicaron la protohorticultura hace unos 9 000 años y la horti
cultura hace 6 000 años; se trataba de horticultura, y no de agricultura,
en aquel antiguo m undo indooceánico en que sólo se aprovechaba el
poder de reproducción vegetativa de las plantas, y no el de la sexuada
(por simiente de los granos, que se da por ejemplo entre los cultivadores
de cereales).
más antiguos de éstos datan de hace cerca de 31 000 años y, por tanto, son
muy anteriores a los del arte m agdaleniense de Lascaux y Altamira en
particular. Las figuras de animales, tan evolucionadas como en estas dos
últimas (pero cuyo estilo y bestiario son un tanto diferentes), son testi
monio, pues, de una mayor antigüedad del arte del Paleolítico superior,
pero también nos hacen pensar en la existencia de dos provincias artísti
cas en Europa occidental: la llamada "franco-cantábrica", por una parte,
y una provincia mediterránea, por otra, que iba de España a Italia.
BIBLIOGRAFÍA
.
II. MESOPOTAMIA
J e a n B o t t é r o
594
IV. LA CIVILIZACIÓN EGEA
IZ A B E L L E O Z A N N E
El surgimiento
i
596 ANEXOS
El desarrollo
I
V. EL AN TIG U O ISRA EL
M ordech ai C ogan
i
600 ANEXOS
BIBLIOGRAFÍA
Coogan, M. D. (comp.), Oxford History of the Biblical World, Nueva York, Oxford Univer-
sity Press, 1998.
Kaufmann, Y., The Religión of Israel, Chicago, University of Chicago Press, 1960.
VI. PERSIA
R ic h a r d N. F rye
sal", gran parte del cual fue transmitido al Imperio romano. La insisten
cia de este último en el derecho tuvo un predecesor en las leyes imperia
les de los aquem énidas, la ley del rey, una especie de sistem a secular
que regía todo el Imperio, en tanto que códigos religiosos locales se cen
traban en la fam ilia y en los asuntos sociales de los diversos pueblos
conquistados por los persas. Ambos imperios se mostraron intolerantes
con quienes se rebelaban contra el Estado, y en los castigos prevaleció la
crueldad, pero, por lo demás, ambos fueron muy tolerantes de las dife
rencias religiosas, étnicas y lingüísticas que hubiera entre sus súbditos.
En muchos aspectos, como los caminos, el servicio postal, la categoría
de los mercaderes y similares, los romanos fueron los herederos de los
persas aqueménidas.
Con la expansión de las religiones "m undiales" o "universalistas" en
los siglos ii y m de nuestra era, ocurrió un profundo cambio en las lealta
des del pueblo, tanto en los Estados romanos como en los sasánidas. El
súbdito dejó de sentirse orgulloso de ser identificado com o ciudadano
romano o como seguidor del rey de reyes persa. La fe religiosa rempla
zó a la adherencia política como prim era señal personal de identidad.
Cundieron la mojigatería y la intolerancia en materia de religión, ya que
el cristianism o, el m aniqueísm o y, por entonces, tam bién el judaism o
y el zoroastrismo proclamaron la universalidad y la verdad absoluta de
su m ensaje, y el que no lo aceptara m anifiestamente era un infiel y un
malvado. Más aún: la antigua sabiduría que no coincidía con las ideas
de los dirigentes religiosos se volvió sospechosa y caduca. En Europa
occidental, a este periodo se le ha llamado la "Época de las Tinieblas",
pero en Bizancio y el Imperio sasánida sólo hubo una tibia reacción con
tra la enseñanza secular. Además, los soberanos sasánidas em pezaron
a fomentar la traducción de obras griegas, sirias e indias a su lengua, el
persa medio, y ellas estimularon la ulterior cultura islámica.
Los sabios, que a veces huían de las querellas doctrinales y la intole
rancia del Estado bizantino, fueron bien recibidos en la Persia sasánida.
Así, en Oriente, la antigua cultura, ahora desdeñada en Occidente, reci
bió un im pulso y después fue transm itida a Europa occidental. Persia
fue un importante factor en esta fase de la historia universal.
Otro aspecto de la historia persa que no ha recibido la atención que
merece es el papel de varios pueblos iranios, como los sogdios de Asia
central, los bactrianos, los jw arazm ianos y los propios persas como
interm ediarios entre China y Occidente. El intercam bio de productos,
obras artísticas y artesanías, así como de alimentos, gracias al comercio
entre Asia oriental y Persia desarrolló nuevos gustos en ambas direccio
nes y extendió enorm em ente el comercio internacional. Pieles, ámbar,
4 ANEXOS 603
R o g e r S. B a g n a l l
A l d o S c h ia v o n e
Observaciones generales
Introducción
La idea de que "la edad plena de la ciudad no se puede fechar más allá
del siglo vi" es discutible. Sugiero un enfoque más matizado.
El paso del mundo antiguo a la Edad Media es de suma importancia
histórica. Gwatkin simplemente toma la — en mi opinión inaceptable—
línea de Pirenne. Una vez más, en lugar de tratar de aportar una solución,
sugeriría establecer y estructurar el problema. Por últim o, sobre la di
visión en periodos, yo no colocaría la conclusión del tercero en la muerte
de M arco A urelio, sino en la de Alejandro Severo, pues fue entonces
cuando comenzó la verdadera crisis.
Síntesis histórica
Sugiero hacer evidente, desde el principio, que esta síntesis sólo con
cierne a la historia política; en otras palabras, es puramente una histoire
evénementielle: una historia de acontecimientos.
Las páginas sobre la Roma arcaica son demasiado rápidas y demasia
do categóricas. El lector queda con la impresión de encontrarse ante una
reconstrucción definitiva, cuando en realidad el tema sigue siendo cau
sa de m uchos fascinantes debates (véanse, por ejem plo, las últim as
publicaciones de Tim Cornell y Andrea Carqndini).
Yo me negaría a definir a los patricios y los plebeyos como "clases";
asimismo, la fecha de la destrucción de Sagunto es incorrecta. Por otra
parte, no se hace ninguna mención a la batalla de Carinas, que es el acón-
610 ANEXOS
El surgimiento
El desarrollo
La decadencia
A n g e u k i E. L a io u
Los com entarios siguientes pretenden poner de relieve los rasgos que,
en opinión del autor, son sobresalientes de la sociedad y la civilización
bizantinas, así como subrayar el desarrollo y la transform ación de su
Estado.
A la civilización bizantina se le ha llamado terciaria; sin embargo, a mi
parecer — que también es el predominante en este ámbito— , no fue una
sociedad estancada de la Antigüedad tardía, sino una sociedad m edie
val, que se había vuelto así debido a una serie de transform aciones.
Dejó de ser una sociedad laxamente organizada, basada en las ciudades
y unida por un sistema administrativo jerárquico, el ejército y un siste
ma jurídico común, para convertirse en una sociedad en que las ciuda
des perdieron toda independencia y se redujeron en número, tamaño e
im portancia durante el siglo vn, para reaparecer en el siglo x con dife
rentes funciones, una sociedad que desarrolló sus propios m edios de
cohesión: la aldea, el gran feudo, las élites locales y la familia. También
el Estado modificó su papel, y la religión constituyó una presencia po
derosa. Los rasgos son los de una sociedad m edieval, aun cuando se
conservaran las apariencias de la Antigüedad tardía, en especial en lo
tocante al Estado.
El Estado bizantino subsistió durante más de mil años, con una conti
nuidad ostensible en que él mismo insistió. Esto crea una trampa para
los historiadores, así como para los bizantinos, aunque en mucho menor
grado. Los bizantinos, como todas las civilizaciones m edievales, ateso
raban la tradición, y toda innovación era considerada com o una inver
sión del buen orden. La innovación se presentaba, entonces, revestida
de una forma tradicional, lo cual resultaba más factible que en Europa
occidental por las siguientes razones.
Por una parte, Constantinopla fue fundada como ciudad de la A nti
güedad tardía en 330, y su nacim iento (12 de mayo) fue celebrado du
rante siglos, consagrando así la idea de continuidad. Pero la realidad era
muy distinta, pues Constantinopla, su economía y aun su aspecto exterior
se modificaron a lo largo de los siglos. Al llegar el siglo vrn o ix, el pueblo
había olvidado las realidades del periodo de la Antigüedad tardía, y a la
612
ANEXOS 613
Desde finales del siglo xi hubo guerra en tres frentes: tribus nómadas
atacaron por el norte; los turcos por el este, y el poder occidental más
expansionista, los normandos, por el oeste. Resulta extraordinario que
el Estado bizantino lograra sobrevivir, aun cuando se limitara a los Bal
canes y las costas de Asia Menor. Al principio, las derrotas militares fue
ron resultado de la guerra en los tres frentes, así como de luchas intes
tinas por el poder, cerca del trono. Luego, a finales del siglo xn y aún
después, el Im perio bizantino se vio atrapado entre dos fuerzas en
expansión: los europeos occidentales, que em pezaban a dom inar los
m ares, y los turcos. Los seléucidas eran, por entonces, sedentarios y
estables y hasta se retiraron a m ediados del siglo x i i i ; pero a finales de
ese m ism o siglo, los ejércitos turcos fueron engrosados por sucesivas
oleadas de nómadas. Atrapadas entre unos y otros, las tierras bizanti
nas pasaron por un periodo de fragmentación política, que bien habría
podido convertirse en la génesis de Estados nacionales, pero que no
tuvo la posibilidad de llegar al final de este proceso. En cambio, la región
quedó integrada al Imperio otomano, y así la decadencia y destrucción de
una forma imperial de gobierno hizo surgir otra forma (mucho más po
derosa) de gobierno imperial.
En suma, la interacción entre el Estado y el desarrollo de fuerzas par
ticularistas fue sumamente rica, y hubo periodos de equilibrio en que la
sociedad en conjunto se benefició del sistema político; pero, a la postre,
el Estado y las fuerzas particularistas se debilitaron mutuamente. Podría
decirse que la transformación de Bizancio en unidades diferentes y via
bles fue obstaculizada por el poder mismo del Estado, así como la su
pervivencia de un poderoso Estado centralizado fue obstaculizada por
el brote de otras fuerzas sociales y la estratificación de la sociedad.
La historia del Im perio bizantino nos plantea la pregunta de si una
forma particular de Estado o de contexto político es necesaria para el
desarrollo o la supervivencia de una civilización. Es indudable que la
civilización bizantina surgió dentro de un marco de Estado en particu
lar, y tanto el Estado como la civilización se desarrollaron al correr del
tiempo. Y, a la inversa, aspectos importantes de la civilización bizantina
(la religión, la lengua, las formas del arte y los m odos de producción)
sobrevivieron largo tiempo tras el ocaso del Estado, en el Imperio oto
mano y los Balcanes. Sus bandas de transm isión fueron la Iglesia, una
élite que incorporó a cristianos, incluso a descendientes de la aristocracia
bizantina, y el pueblo.
X. EL ISLAM
W lLFRED MADELUNG
X. El I s l a m ............................................................................................................... 517
1. In trod u cción .................................................................................................... 517
A. El paisaje y el entorno, 517; B. Los pueblos, 519
2. Síntesis h istórica.............................................................................................. 520
A. Mahoma y los R ashidu n , 520; B. El califato umayyad (661-750), 522; C. El
califato abásida (750-1268), 523; D. El surgimiento de los otomanos (1281-
1453), 528
3. Principales rasgos culturales...................................................................... 531
A. El periodo islámico temprano (ca. 600-ca. 950), 531; B. El periodo islámi
co medio (ca. 950-1500), 538; C. La época de los grandes imperios (1500-
1922), 541
4. El su rg im ien to................................................................................................. 545
A. La singularidad del acontecimiento, 545; B. El núcleo de Medina, 546; C.
El Islam aglutinante, 547
5. El d e sa rro llo .................................................................................................... 548
A. Las tres dimensiones, 548; B. Fases y épocas, 550; C. El Islam árabe, 552;
D. El Islam universal, 555; E. La fragmentación del poder, 558; F. Los
otomanos, 561
6. La d e c a d e n c ia ................................................................................................. 563
A. Consideraciones generales, 563; B. La decadencia política, 564; C. Fac
tores ostensibles de la decadencia, 566; D. El reformismo islámico, 567; E.
Las causas de la decadencia, 570; F. Mustafá Kemal, 571; G. El Islam con
temporáneo, 573
B ib lio g ra fía ........................................................................................................... 575