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MOVIMIENTO LIBERAL REPUBLICANO DE VENEZUELA

La doctrina del liberalismo clásico se fundamenta en un conjunto de ideas cuya característica


principal es la libertad del individuo. En su forma original es una corriente económica, filosófica y
política, se fundamenta en cuatro principios básicos: los gobiernos limitados, tanto en funciones,
poderes y recursos; los mercados libres y abiertos a la competencia; el absoluto respeto a la
propiedad privada, fundamento de la rigurosa independencia de las instituciones privadas
respecto al Estado; y la igualdad de todos los individuos ante la ley. Los Gobiernos limitados
constituyen la única garantía para gozar de la libertad, y también de otros valores como el orden,
la seguridad, la justicia, la paz y la prosperidad.

Principales representantes siglo XVII John Locke en Inglaterra, siglo XVIII en Francia Barón de
Montesquieu, en el siglo XVIII en Inglaterra Edmund Burke, Jeremy Bentham, Thomas Paine, y en
el Siglo XVIII en Estados Unidos Thomas Jefferson, Benjamín Franklin

¿Quiénes son liberales?

Los liberales clásicos están en desacuerdo en muchas cuestiones, pero convergen en una serie de
principios generales que podríamos resumir en:

1. La libertad: Se le considera el valor político principal. Todos tenemos muchos valores


diferentes, nos preocupa la familia, la iglesia etc., pero cuando toca decidir sobre qué
hacer políticamente, lo que el gobierno debe hacer, los liberales clásicos tienen un
estándar claro: ¿incrementa o reduce la libertad del individuo? Por lo que el gobierno sólo
debería actuar para prevenir el daño a otros. La libertad como desaparición de la opresión
significa no querer subyugar ni ser subyugado, e implica el fin de un estado
de Servidumbre. El logro de ésta forma de la libertad depende de una combinación de la
resistencia del individuo (o grupo) y su entorno.
Las leyes artificiales limitan esta forma de libertad, por ejemplo, nadie es libre de no ser
representado por políticos dentro de una nación (aunque podamos o no ser libres para
intentarlo).
Las leyes naturales, como las leyes físicas, o la ley de la gravedad, son también un
fundamento importante para la libertad de todos los seres vivos existentes en el universo.
La ética filosófica señala que la libertad es inherente al humano, es un dato fundamental
originario de la existencia humana, fundamentado en la autoconciencia y la
responsabilidad moral. Por tanto, el individuo humano no puede remitir su propia
libertad/responsabilidad a ningún otro y, por eso mismo, la libertad, en su sentido
antropológico, es algo que no es posible eliminar ni contradecir.
Todos los actos presuponen a la libertad para poder ser moralmente imputables (libre
albedrio). La libertad se sitúa en la interioridad de la persona y siguiendo esa línea de
pensamiento afirma Ricardo Yepes Stork:
“Es una de las notas definitorias de la persona. Permite al hombre alcanzar su máxima
grandeza pero también su mayor degradación. Es quizás su don más valioso porque empapa y
define todo su actuar. El hombre es libre desde lo más profundo de su ser. Por eso los hombres
modernos han identificado el ejercicio de la libertad con la realización de la persona: se trata de
un derecho y de un ideal al que no podemos ni queremos renunciar. No se concibe que se
pueda ser verdaderamente humano sin ser libre de verdad.”

2. El individualismo: El individuo es más importante que el colectivo. No debe entenderse


este principio como el egoísmo o la falta de cooperación voluntaria entre aquellos que
conforman una sociedad, sino que se establece en este principio, la negativa de sacrificar
el interés de los individuos por lo que algunas personas argumentan es “el bien común”,
que es un rasgo fundamental del comunismo y de sus derivados: el socialismo y el
fascismo, donde los individuos no importan. Los liberales clásicos sostienen firmemente
que todos los individuos importan, todos los individuos son dignos de respeto por lo que el
derecho colectivo, tiene pues, su principio, su razón de ser, su legitimidad, en el derecho
individual; y la fuerza común, racionalmente, no puede tener otra finalidad que la que
corresponde a las fuerzas aisladas que sustituye. ¿Quién se atrevería a afirmar que la
función de las leyes no es la de defender nuestros derechos sino la de aniquilar los
derechos idénticos de otros individuos?
3. Escepticismo frente al poder: El término poder, como sinónimo de fuerza, capacidad,
energía o dominio, puede referirse a:
 La capacidad de hacer o ser algo;
 La capacidad de ejercer un dominio hegemónico sobre uno y/o varios individuos;
 La habilidad de influir sobre uno y/o varios individuos;
 Indicar la autoridad suprema reconocida en una sociedad.
Con mucha frecuencia, los gobiernos afirman que nos están forzando a obedecer a
determinada ley por nuestro propio bien, cuando en realidad, muy a menudo lo hacen
porque es bueno para quienes detentan el poder en detrimento de los ciudadanos. Los
liberales clásicos creen que el individuo es el mejor juez de sus propios intereses. Se
pueden hacer recomendaciones, pero al final debe ser el individuo el que tome las
decisiones inherentes a su vida dentro de los límites de su propia libertad con respecto a
la libertad y derechos de otros individuos. Nadie debe ser forzado por gobierno o
individuo alguno a hacer lo que no desea hacer, en cuestiones relacionadas a su vida
privada.

4. El Imperio de la Ley: Este principio es que todos están sujetos a la ley. De hecho, nadie es
tan importante o poderoso que escapa a la ley: ni el Gobierno ni el Presidente ni ningún
otro ministro o el Gobernador General o Teniente, ni el más alto funcionario del Estado o
de las fuerzas armadas o el propio Parlamento, ni ningún legislador de las asambleas
provinciales. Estos individuos y organismos no tienen otras competencias que las que les
confiere la ley. Todos los individuos sin importar su credo, etnia, género, preferencia
sexual, condición socioeconómica deben ser asumidos iguales ante la ley (Igualdad de
todos ante la ley), sin gozar de privilegios particulares, amparándose en cualquiera de las
condiciones anteriores; esto significa que los funcionarios estatales no son la ley, ni están
por encima de ésta, sino que son los encargados de cumplir y hacer cumplir las leyes
acordadas previamente mediante los mecanismos más transparentes y plurales posibles
dentro de cada sociedad.
5. Sociedad Civil: Son aquellas organizaciones voluntarias que existen entre los individuos y
el estado. Los liberales clásicos creen que gran parte de los problemas sociales pueden ser
tratados de manera más efectiva a través de organizaciones voluntarias como la familia, la
iglesia, organizaciones caritativas, porque tales organizaciones tienen un conocimiento
directo sobre los individuos con los que tratan. La sociedad civil es mucho más efectiva
que el gobierno, las burocracias gubernamentales, el poder centralizado a través de sus
reglas inflexibles que tratan de solucionar problemas muy variados, y que pueden cambiar
según circunstancias particulares de cada individuo o subgrupos de ellos.
6. El orden espontáneo: significa la existencia de regularidad y predictibilidad en el mundo.
Es demás, la aparición espontánea de orden del aparente caos a través de la auto
organización. También es una teoría social que describe la aparición de diversos tipos
de orden social a partir de una combinación libre de personas interesadas en su propio
bienestar y que no están intencionalmente tratando de crear orden. Un buen ejemplo de
esto es nuestro idioma, no fue inventado por alguien en particular, sino que fue surgiendo
espontáneamente entre los individuos a través de la necesidad de comunicarse, y así
ciertas reglas se han ido aplicando durante el proceso para hacerse cada vez más efectivo.
Mucha gente hoy día, parece asumir que el orden requiere inequívocamente unas
instituciones, unos funcionarios o alguien que manipule y organice las cosas, y ese
pensamiento persiste, aún cuando la experiencia en muchas situaciones demuestra lo
contrario una y otra vez.
7. Libre Mercado: El mercado libre, libre mercado o mercado liberal (este último término ya
está en desuso) es el sistema en el que el precio de los bienes es acordado por el
consentimiento entre los vendedores y los compradores, mediante las leyes de la oferta y
la demanda. Requiere para su implementación de la existencia de la libre competencia, lo
que a su vez requiere que entre los participantes de una transacción comercial no haya
coerción, ni fraude, etc, o, más en general, que todas las transacciones sean voluntarias.
Lo anterior se puede entender como una propuesta, constructo social o modelo
económico acerca del funcionamiento del mercado de uso general
en economía, economía política, sociología, ciencias políticas, etc. En las palabras
de Ludwig Von Mises:
“La construcción imaginaria de una economía de mercado puro o sin trabas supone que
existe división del trabajo y la propiedad privada (control) de los medios de producción y
que por consiguiente hay un mercado para el intercambio de bienes y servicios. Se supone
que el funcionamiento del mercado no es impedido por factores institucionales. Se supone
que el gobierno, el aparato social de compulsión y coerción, intenta o se interesa en la
preservación de la operación del sistema de mercado, se abstiene de obstaculizar su
funcionamiento, y lo protege contra infracciones por terceros. El mercado es libre, no hay
interferencia, de factores ajenos al mercado, con los precios, tasas de salarios y tasas
de interés. A partir de estos supuestos la economía, trata de dilucidar el funcionamiento de
una economía de mercado puro. Sólo en una fase posterior, después de haber agotado
todo lo que se puede aprender desde el estudio de esta construcción imaginaria, se vuelca
al estudio de los diversos problemas planteados por la interferencia con el mercado por
parte de los gobiernos y otras agencias que emplean coerción y compulsión.”
8. Respeto y tolerancia como valores fundamentales: Para que una sociedad pueda
funcionar de manera correcta es de gran importancia la enseñanza y práctica de valores
fundamentales como respeto y tolerancia, ya que funcionan simultáneamente. Es decir,
entendemos por respeto a considerar y aceptar que algo o alguien es digno y merece ser
tratado como tal; para un correcto uso de este valor, debe ser reciproco; éste va de la
mano con la tolerancia, la cual nos permite aceptar actitudes, opiniones o ideas de las
demás personas, así no sean acordes con las nuestras. Si se practican ambos valores,
podemos tener una sociedad en paz, es decir, en buen equilibrio y estabilidad. Debe
interpretarse la tolerancia como el respeto a todas aquellas posturas que si bien
pudiésemos no compartir o estar en desacuerdo con ellas , no violan la libertad ni hacen
daño a otros individuos.

Si queremos lograr una sociedad en paz, es necesario que los valores mencionados
anteriormente, además de valores éticos y morales, sean enseñados tanto en hogares
como en colegios y escuelas, desde temprana edad. Si a una persona se le inculcan valores
desde muy pequeño crecerá como una persona de bien. Al contrario, si en una sociedad
no se enseñan valores a los niños o jóvenes, crecerán con unos principios equivocados,
actuando a favor de los antivalores, como el irrespeto, el egoísmo, la mentira, la
intolerancia, que como consecuencia formaran una sociedad destructiva.

Justificación

La ruina socialista de Venezuela: de ser uno de los países más ricos a uno de los más miserables

“Para 1950, mientras el resto del mundo trataba de recuperarse de la Segunda Guerra Mundial,
Venezuela tenía el cuarto Producto Interno Bruto más rico del mundo.

El país era dos veces más rico que Chile; cuatro veces más rico que Japón y doce veces más rico
que China”, se lee en un artículo del World Economic Forum.

Entre 1950 y 1980, la economía venezolana disfrutó de un aparente crecimiento económico. Era
una nación rica, pero dependiente de los precios del petróleo. “Para 1982, Venezuela todavía era
la economía más rica de Latinoamérica”.
Pero luego de 1983 debido al impacto de una devaluación, producto de los bajos precios del
petróleo, la solidez de la economía venezolana empezó a desmoronarse.

En la década de los noventa, bajo la administración del segundo mandato de Carlos Andrés Pérez,
la inflación que había dejado su predecesor, Jaime Lusinchi, disminuyó. El presidente venezolano
intentó abrir la economía del país y liberarla; sin embargo, maniobras políticas le impidieron a
Pérez continuar las reformas. Carlos Andrés Pérez, había entendido que el modelo rentista (y
populista) de la socialdemocracia, las estatizaciones y la intervención gubernamental en la
economía ya no era viable y había que dar un giro hacía el liberalismo, por lo menos en lo
económico. Con la asunción de su sucesor, Rafael Caldera, la inflación se elevó. Y luego llegó la
Revolución Bolivariana, bajo la tutela de Hugo Chávez Frías.

El militar tomó posesión en 1998 y “fue electo con la promesa de que Venezuela podría reducir la
pobreza y dar un paso adelante hacia una mejora de los estándares de la vida, al añadir más
presión a los ingresos del petróleo”. “El aumento de los precios del petróleo ayudó a que esto se
volviera realidad en los 2000, y luego Chávez murió en 2012”, (World Economic Forum).

Apenas asumió Nicolás Maduro, el “hijo heredero” de Chávez, los precios del petróleo se vinieron
abajo. Fue una caída drástica que generó el inicio de una ardua crisis económica. El modelo
rentista venezolano no se alteró, como lo exigía el país, sino que fue profundizado bajo la
administración chavista. De hecho, según la OPEP alrededor del 95 % de los ingresos de Venezuela
depende todavía de las exportaciones del petróleo.

Actualmente el país padece “escasez de comida, electricidad y otros bienes esenciales, y la


violencia está escalando en Caracas”. “Más recientemente, el Gobierno está tratando de
endurecer su control sobre el poder, y la mala gestión de la economía ha llevado a las personas a
morir de hambre en las calles.

En Venezuela se vive una crisis humanitaria, que es extremadamente desalentadora de ver en un


país que alguna vez fue de los más ricos del planeta”, señala el World Economic Forum.

El caso venezolano puede (y debe) analizarse desde diferentes perspectivas, pero sin importar
desde donde se le observe, es tiempo de hacer énfasis en que ésta que guarda una íntima relación
con el intervencionismo estatal (moderado) que fue el preámbulo del chavismo que, una vez en el
poder, comenzó una sistemática destrucción de las instituciones y las libertades individuales,
profundizando el control gubernamental a un nivel nunca antes visto en nuestra historia moderna.
Las distorsiones que hoy atraviesa Venezuela, no son causa sino consecuencia de la ausencia de
libertad en cada sentido posible. Nuestra tragedia (inducida) no es un asunto que deba justificarse
de forma simplista, como una consecuencia del derrumbe de los precios del petróleo en
comparación con los altos precios que en su momento disfrutó la administración de Hugo Chávez,
que fue precisamente “el arquitecto”, “el precursor” de la destrucción de las iniciativas privadas
,paulatinamente arrinconadas y, a través de las importaciones que permitían los petrodólares,
ofrecer a los venezolanos una falsa idea de riqueza y de progreso ,con la clara intención ideológica
marxista de, llegado el momento, gobernar, dominar y doblegar a millones de venezolanos
mediante el chantaje que permite el hambre y la necesidad generalizada de un país cada vez más
dependiente de las “dadivas” del líder mesiánico.

La tragedia venezolana no sólo es un campo fértil para los más diversos experimentos sociales,
sino que además es consecuencia de un experimento social macabro, inhumano ,que va contra la
naturaleza humana y los principios y derechos naturales más básicos y fundamentales que nos
definen como individuos. Tal experimento lleva décadas gestándose, con muchos nombres y sin
mostrar su verdadero rostro: el socialismo.

Los modelos de análisis que han venido utilizando los autoproclamados “expertos”,
reiteradamente hacen caso omiso de lo que podría sin duda ser la solución. Muchas de las recetas
más publicitadas, no son más que las mismas viejas ideas que parten de negar la libre iniciativa
individual como la raíz del árbol cuyo fruto es el progreso. En nombre del progresismo, una y otra
vez se han vuelto a proponer, y peor aún, a utilizar, bajo otros nombres cada vez más seductores,
las mismas fórmulas que nos han traído hasta aquí. Con ello queda asegurada la perpetuación de
la crisis, como en una especie de eterno retorno donde el planteamiento parece ser extinguir
ciertas situaciones, para acto seguido volver a crearlas asumiendo una visión circular del tiempo, y
por consiguiente los acontecimientos deben seguir reglas de causalidad. Pero tal terquedad,
emana del hecho, de que de tales crisis, cada día y cada vez más, viven y se lucran políticos sin
escrúpulos, militares, burócratas, asesores internacionales, organismos de ayuda exterior y hasta
funcionarios estatales de bajo rango.

Lo que requiere nuestro país, es un “milagro económico” que nos permita erradicar la pobreza que
agobia a nuestros ciudadanos, y que es el caldo de cultivo de no pocos males sociales, y para ello,
es necesario integrarnos a la comunidad mundial, pero no levantando banderas de modelos
ideológicos absurdos y fracasados, sino a través del libre comercio y la cooperación voluntaria y
pacífica. Pero, por sobre todo crear las condiciones que permitan verdaderas oportunidades de
desarrollo de los individuos de manera plena e integral.

Para quienes han entendido que el fundamento del progreso reside en la libertad, en la iniciativa
privada, donde cada quien puede buscar la felicidad valiéndose de la cooperación voluntaria con
otros individuos, no existe un razonamiento que los lleve a pensar en el éxito como “un milagro”.
El progreso es la consecuencia de las decisiones de cada individuo que busca mejorar su situación
en un medio social de respeto a los demás. Por lo tanto, “el milagro” se produce cuando las
instituciones sociales positivas, El Estado, las organizaciones empresariales, las aduanas, los
impuestos etcétera, no van contra la naturaleza espontanea del orden de la libertad; y quienes
aún hoy, tratan de negar la evidencia histórica de que nada más eficaz que la libertad, la libre
empresa y la economía competitiva sobre todo para elevar el nivel de vida de “los más
necesitados” son por lo general (aunque no siempre) quienes han amasado grandes fortunas con
el muy lucrativo negocio de vender pobreza.
En Venezuela, tenemos una gran variedad de agrupaciones político partidistas que adversan al
marxismo, pero la mayoría de ellas pretenden ser socialistas y afirman que el socialismo al que
están afiliados es precisamente el bueno, el que debe llegar, el que traerá la felicidad y el
contento, y que el socialismo de los otros no tiene el verdadero origen de clase que distingue al
suyo, y no olvidan atenerse a la prohibición, dictada por Marx, de estudiar científicamente la
organización del orden económico socialista. Tratan de interpretar los fenómenos de la economía
actual de manera que les permita mostrar la evolución hacia el socialismo como una necesidad
inexorable del proceso histórico. No solamente los marxistas, sino también la mayor parte de los
que se creen antimarxistas, pero cuyo pensamiento está totalmente impregnado de marxismo,
han tomado por su cuenta los dogmas arbitrarios de Marx, establecidos sin pruebas, fácilmente
refutables, y cuando llegan al poder gobiernan y trabajan totalmente en el sentido socialista,
hecho verificable en la transición de la socialdemocracia de “La cuarta República” al socialismo del
Siglo XXI y una vez allí dirigirnos hacía el comunismo mediante un proceso de adaptación
dinámica, y por ello, con la intención de hacerlo irreversible (1).

1. Adaptación dinámica: La psicología social entiende un criterio básico de salud, y de salud mental, por el cual los
sujetos se adaptan a la realidad, y se adaptan bien, la aceptan sin mayores problemas, cambiando en el individuo toda la
estructura del carácter.

El éxito incomparable del marxismo se debe al hecho de que promete realizar los sueños y los
viejos deseos de la humanidad y saciar sus resentimientos innatos. Promete el paraíso terrenal,
una Jauja llena de felicidades y de goces, y el regalo más apetitoso para los desheredados: la
humillación de todos aquéllos que son más fuertes y mejores que la multitud. Enseña cómo
eliminar la lógica y el pensamiento, debido a que hacen ver la estupidez de tales sueños de
felicidad y venganza. El marxismo es la más radical de todas las reacciones contra el dominio del
pensamiento científico sobre la vida y la acción establecido por el racionalismo. Es contrario a la
lógica, a la ciencia, al pensamiento. Por otro lado, su principio más notable es la prohibición de
pensar e investigar científicamente la organización y el funcionamiento de la economía socialista.
Por un procedimiento característico de su rencor contra la ciencia, el marxismo se ha aplicado a sí
mismo el nombre de socialismo “científico”. No dejan de repetir que la religión es el opio de los
pueblos. Lo cierto es, sin embargo, que el socialismo ha sido por excelencia el opio de no pocos
integrantes la alta clase intelectual, quienes embriagados de su característica soberbia,
habitualmente disfrazada de humildad y de amor por el prójimo, se han autoerigido de una
superioridad moral de tal magnitud, que consideran lícito y además, su derecho, el planificar la
vida de millones de individuos coartando cualquier libertad (por lo general casi todas) que se
interponga con su muy extraña versión de “amor por la humanidad”.

Por un tiempo Venezuela fue la cuarta nación más rica del mundo. Hoy, como consecuencia de un
férreo sistema socialista, con características claramente marxistas, es el país más miserable de la
región y uno de los que se encuentra en peores condiciones económicas del mundo. La inflación
más alta de todos, una escasez sin precedentes y una ardua crisis humanitaria. Se trata de uno de
los peores colapsos de la historia moderna y esto lo reconoce el Fondo Monetario Internacional
(FMI).

Según el economista en jefe de la institución financiera internacional FMI para el Hemisferio


Occidental, Alejandro Werner, la crisis económica que atraviesa Venezuela es una de las mayores
que registra la economía mundial en, al menos, los últimos cincuenta años.

UN “MILAGRO ECONÓMICO” PARA VENEZUELA

Para el año 1.948, mientras Venezuela gozaba del cuarto PIB más elevado del mundo, Alemania se
encontraba sumida en una crisis política, social y económica como consecuencia de haber perdido
la guerra hacía donde fueron arrastrados por los Nacional Socialistas (nazis). Durante ese año, un
obrero alemán promedio debía reunir el equivalente en salario de 5 años de trabajo para adquirir
un plato, el equivalente en salario de 12 años de trabajo para comprar un par de zapatos y el
equivalente en salario de 50 años de trabajo para comprar un traje de saco y corbata. Después de
la Reforma económica liberal a cuyo frente estuvo Ludwig Earhard, la economía se encontró por
de pronto frente a una disposición de los consumidores a consumir y consumir sin aparente
tregua, es decir, frente a una necesidad de recuperación poco menos que ilimitada. No menos
intensa era la necesidad de compensación y recuperación en todas las ramas de la economía
misma. En el sector de la construcción, por ejemplo, a consecuencia de los estragos de la guerra
en este sentido y de la precisión de dar acogida a 8 millones de refugiados, se había acumulado
una necesidad casi insuperable. Aunque en los primeros días que siguieron a la Reforma, la oferta
y la demanda parecían ampliamente equilibradas, el cuadro vario muy pronto.

La acumulación de mercancías, tan múltiplemente discutida como moralmente vituperable,


pronto pasó a la historia. Lo mismo para el empresario que para el consumidor, el dinero había
recuperado su antigua importancia. Y en esta medida quedó comprobada la justicia y conveniencia
de que la provisión dineraria de las empresas se hubiese mantenido conscientemente a un nivel
muy moderado. De este modo, la economía se veía precisada a ofrecer rápidamente la producción
ordinaria y a liquidarlos depósitos existentes (Fuente, libro “Milagro económico Alemán ¿Mito o
realidad?”). La economía alemana no ha dejado de crecer hasta convertirse actualmente en el país
más poderoso de Europa.

Los franceses Jacques Rueff y André Piettre opinaron algún tiempo más tarde acerca de esta unión
de reforma económica alemana en la dirección del libre mercado:

"El mercado negro desapareció súbitamente. L os escaparates rebosaban de artículos, humeaban


las chimeneas de las fábricas, y por las carreteras hormigueaban los camiones. Por doquiera, en
lugar del silencio mortal de las ruinas, estruendo y rechinar de máquinas de construcción. Pero si
sorprendente era ya el amplio alcance de ese levantamiento, más sorprendente era todavía su
carácter subitáneo. En todos los campos de la vida económica dio comienzo, como a toque de
campana, con el día mismo de la Reforma Monetaria. Sólo testigos presenciales pueden dar una
idea dl efecto literalmente instantáneo que tuvo la reforma monetaria en el rellenamiento de los
almacenes y en el abundante surtido de los escaparates. De un día para otro llenáronse los
comercios de toda clase de mercancías, y las fábricas empezaron de nuevo a funcionar. Todavía la
víspera corrían los alemanes por las calles de las ciudades, de un lado a otro, tratando de
proporcionarse unos pocos medios más de subsistencia con que salir adelante. Al día siguiente ya
no pensaban más que en producir. Todavía la víspera pintábase en sus rostros la desesperanza. Al
día siguiente, toda una nación miraba esperanzada hacia el futuro."

Desde la mitad del siglo XX y durante varias décadas, Venezuela se mantuvo como el país más
próspero de Latinoamérica y estaba a la cabeza de los llamados “países en vías de desarrollo” y,
cegados por la riqueza potencial que representan aún hoy, las reservas petroleras, se enfrentó a la
tarea de transformarse en una sociedad plenamente desarrollada e industrializada, recurriendo a
una estrategia de desarrollo basada en la intervención y el control estatal. Esta intervención ha
sido variada, durante la época previa al chavismo fue moderada, pasando por la planificación
central, el control de las inversiones de capital, el control de las divisas, hasta llegar a la época
castro chavista con el control de casi todas las actividades económicas, pero a diferencia de otros
países bajo modelos intervencionistas que , para financiar esta estrategia han recurrido a la
imposición de altas cargas tributarias, mecanismo mediante el cual se ha buscado , al mismo
tiempo prevenir la injusta distribución de la riqueza que, según quienes así opinan, ocurre durante
el proceso de industrialización , Venezuela por sobre todo, ha usado sus cuantiosos recursos
petroleros para autodestruirse, y sólo durante los últimos 5 años han tomado el camino más
radical del marxismo con medidas férreas dirigidas a control a la sociedad como un todo y ya no
sólo desde los aspectos económicos.

La evidencia histórica a la fecha, ha acumulado datos suficientes como para analizar


objetivamente y libres de prejuicios ideológicos, los éxitos y fracasos logrados por los dos sistemas
económicos más visibles y enfrentados entre si: el estatismo y el libre mercado. Es cada vez más
evidente (para quienes se han negado a admitirlo) que los países con mercados libres han
obtenido tasas de crecimiento económico, sueldos reales, productividad e ingresos per capita más
altos que los países con modelos de planificación centralizada y la brecha se hace aún mayor
cuando se les compara con países abiertamente comunistas. Además, la distribución del ingreso
nacional es más pareja en los países con libertades económicas que en los que prevalece el
estatismo.

En Asia, por ejemplo (sudeste asiático) las experiencias exitosas incluyen a Hong Kong, Corea del
Sur, Singapur, Taiwán, Malasia y Sri Lanka (Ceilán). El éxito económico del libre mercado se
reflejado también en la transformación ocurrida en la República Popular China, que por citar un
ejemplo, en 1.978 introdujo una nueva política agraria basada en “la responsabilidad rural” con lo
que las familias chinas podían arrendar por periodos de 15 años, y luego de cumplir con las cuotas
de producción asignadas por la cooperativa rural, podían almacenar, vender o consumir cualquier
exceso de producción el mercado libre sin ninguna restricción y sin tener que pagar impuestos.
Asimismo, el gobierno chino fue ofreciendo incentivos para la formación de empresas privadas,
tanto nacionales como extranjeras, además de la creación de zonas libres para las exportaciones.
Quizá el mayor éxito del mercado libre se encuentre en el desarrollo económico espectacular que
ha gozado la Colonia Británica de Hong Kong, que carece de recursos naturales dado que está
asentada sobre formaciones de roca granítica. Existen algunos yacimientos de hierro, piedra,
caolín, grafito, plomo y volframio, pero son de escaso rendimiento. La colonia carece de
yacimientos de carbón, petróleo u otras fuentes de energía. La actividad minera se concentra en la
producción de arena y piedra para la construcción. Solamente una séptima parte de la superficie
total es fértil. Por lo tanto, Hong Kong es incapaz de autoabastecerse de alimentos. Agréguese a
ello que, durante toda su historia, le ha sido difícil mantener un suministro adecuado de agua
potable. Así es que virtual mente todos los materiales industriales (materias primas, maquinaria y
equipos de capital) y la mayoría de los alimentos deben ser importados.

La transición de la colonia británica de Hong Kong a una economía industrial comenzó a fines de la
segunda guerra mundial. Desde entonces, Hong Kong ha disfrutado de un alto y sostenido ritmo
de crecimiento económico. La transformación económica de Hong Kong fue tan rápida que
durante la postguerra el poder adquisitivo real de la población aumentó en un factor de siete, de
180 dólares estadounidenses per cápita en 1948 a 6,000 en 1982. A los tipos de cambio vigentes
en 1985, el ingreso per cápita de Hong Kong excede el de Gran Bretaña. Es decir, durante una sola
generación, Hong Kong, un territorio pobre, sin recursos naturales y densamente poblado,
sobrepasó los ingresos de una nación europea industrializada.

¿Cuáles han sido los factores responsables del “milagro económico” de Hong Kong? La respuesta a
esta pregunta se encuentra en las políticas económicas y presupuestales de la colonia. Mientras
que las primeras fueron diseñadas con el propósito de alentar la actividad económica privada, las
segundas aseguraron que el Gobierno no fuera a estorbar el libre funcionamiento del mercado.

El Gobierno de Hong Kong ha adoptado una política de "Iaissez-faire" respecto al sector privado ya
que considera que la distribución de recursos más eficiente se logra por medio del libre
funcionamiento del mercado.

Al llevar a cabo estas medidas, el Gobierno no ha intentado dirigir el desarrollo estructural de la


economía. Esta es precisamente, la mejor política a seguir en el caso de Hong Kong ya que su
economía es pequeña y abierta, haciéndola extremamente vulnerable al impacto de factores
externos. Por lo tanto, cualquier acción gubernamental con miras a contrarrestar el
funcionamiento del mercado resulta poco eficaz.

Hong Kong es un puerto libre, es decir, la mayoría de las importaciones y exportaciones, tanto
sean de materia prima como productos manufacturados, no pagan impuestos, a excepción de uno
de registro. Sólo se pagan derechos de aduana sobre las importaciones de tabaco, bebidas
alcohólicas, alcohol metílico, algunos hidrocarburos y los automóviles. La ausencia de aranceles y
controles de divisas permite a los empresarios de Hong Kong abastecer tanto al mercado
doméstico como al exterior a un costo relativamente más bajo.

Sólo hay un medio para mejorar las condiciones materiales de la humanidad; impulsar el
incremento del capital disponible a un ritmo superior al crecimiento de la población, Cuanto
mayor sea la cuantía del capital invertido por trabajador, superior cantidad de bienes de mejor
calidad cabrá producir. Eso es lo que el vilipendiado sistema capitalista, basado en el lucro, desde
su inicio, consiguió, habiendo logrado, hasta hoy, mantener el primigenio impulso.

Pero ¿por qué a tantos venezolanos tanto de la élite gobernante, partidos políticos tradicionales
y no pocos “intelectuales” de las universidades les repugna tanto el capitalismo? ¿Por qué añoran
siempre los “felices tiempos pasados”? ¿Por qué lanzan furtivas si bien deseosas miradas a la
miserable condición del obrero soviético, del cubano del castrismo o los “románticos tiempos” de
Chile durante los nefastos años de Salvador Allende, mientras a la vista tienen el bienestar que el
sistema capitalista sobre los trabajadores occidentales?

Con mucha frecuencia, en nuestro país se suele asimilar a empresarios y capitalistas con los nobles
señorones de la sociedad esencialmente clasista de los siglos medievales y de la edad moderna. La
comparación se basa en la diferencia patrimonial de unos frente a la de otros. Tal paralelo, sin
embargo, pasa por alto la diferencia existente entre la riqueza de un aristócrata de tipo feudal y la
del “burgués” capitalista.

Aquélla no constituía fenómeno de mercado; no derivaba de haber producido bienes o servicios


voluntariamente adquiridos por los consumidores; éstos, en el enriquecimiento y el
empobrecimiento de los grandes, nada tenían que decir, ni entraban ni salían. Tales fortunas, por
el contrario, procedían, o bien de bélico botín, o bien de la liberalidad de otro expoliador y se
desvanecían por revocación del donante o por ajeno asalto armado (también cabía que el pródigo
las malbaratara). Aquellos ricos no se hallaban al servicio de los consumidores; el pueblo llano,
para ellos, no contaba.

Empresarios y “capitalistas”, en cambio, se enriquecen gracias al cliente que patrocina sus


negocios. Quiebran tan pronto como otro fabricante accede al mercado con cosas mejores o más
baratas, si no son ágiles y, a tiempo, saben adaptarse a la nueva situación.

No vamos, desde luego, a entrar en los antecedentes históricos de castas y clases, de hereditarias
categorías, de derechos exclusivos, de privilegios e incapacidades personales. Importa, aquí, tan
sólo señalar que tales instituciones repugnan al mercado; resultan incompatibles con el sistema
liberal clásico, libre de entorpecimientos. Sólo cuando tales discriminaciones fueron abolidas,
implantándose el principio de la igualdad de todos ante la ley, pudo la humanidad gozar de los
beneficios que la propiedad privada de los medios de producción lleva aparejados.

La tan comentada inhumana dureza del liberalismo estriba en que se trata a cada uno según, de
momento, haya contribuido al bienestar de sus semejantes. El grito marxista “a cada uno según
sus merecimientos” se cumple rigurosamente en el mercado, donde no se admiten excusas ni
personales lamentaciones. Advierte cada cual que fracasó donde triunfaron otros, quienes, por el
contrario, en gran número, arrancaron del mismo punto de donde el interesado partió
Se le critica al capitalismo, precisamente, el otorgar a todos la oportunidad de alcanzar las
posiciones más envidiables, posiciones que naturalmente pocos alcanzarán. Cuanto en la vida
consigamos nunca será más que fracción mínima de lo originariamente ambicionado.

La aspiración común de todos los hombres es conservarse y desarrollarse, aunque el chavismo


haya llevado adelante con relativo éxito, una campaña mediática para aniquilar las aspiraciones de
progreso de los venezolanos, condenándolos de “contra revolucionarios” “contaminados por el
capitalismo” “consumistas” y otros términos dirigidos a ejercer un chantaje moral y ético cuya
síntesis es “ser rico es malo”, a su vez que los lideres que lo han pregonado han pasado de la
pobreza a la grosera riqueza mal habida sin que como funcionarios públicos puedan justificarla

Si cada uno gozara del libre ejercicio de sus facultades y de la libre disposición de sus productos,
el progreso social sería incesante, ininterrumpido, infalible. Pero hay otra disposición que también
les es común a los hombres. Es la que se dirige a vivir y desarrollarse, cuando pueden, a expensas
los unos de los otros. No es ésta una imputación aventurada emanada de un espíritu dolorido y
carente de caridad. La historia da testimonio al respecto, con las guerras incesantes, las
migraciones de los pueblos, las opresiones sacerdotales, la universalidad de la esclavitud, los
fraudes industriales y los monopolios, de todos los cuales los anales se encuentran repletos y cuyo
último capítulo se vive actualmente en la Venezuela castro chavista, que ha explotado hasta en
grado extremo, las más bajas pasiones y resentimientos de un sector considerable de venezolanos.

PROPIEDAD Y EXPOLILACION

El hombre no puede vivir y disfrutar sino por medio de una transformación y una apropiación
perpetua, es decir por medio de una perpetua aplicación de sus facultades a las cosas, por el
trabajo. De ahí emana la Propiedad. Pero también es cierto que el hombre puede vivir y disfrutar,
apropiando y consumiendo el producto de las facultades de sus semejantes. De ahí emana la
expoliación.

Ahora bien, siendo que el trabajo es en sí sufrimiento y ya que el hombre se inclina a huir del
sufrimiento, el resultado es -y ahí está la historia para probarlo- que prevalece la expoliación
siempre que sea menos onerosa que el trabajo; prevalece, sin que puedan impedirlo en ese caso
ni la religión ni la moral.

¿Cuándo se detiene pues la expoliación? Cuando se hace más peligrosa que el trabajo.

Evidente es que la ley debiera tener por finalidad oponer el obstáculo poderoso de la fuerza
colectiva a aquella tendencia funesta; que debiera tomar partido por la propiedad y contra la
expoliación. Pero, lo más frecuente es que la ley sea hecha por un hombre o por una clase de
hombres. Y siendo inoperante la ley sin sanción, sin el apoyo de una fuerza preponderante, es
inevitable que en definitiva quede aquella fuerza en manos de quienes legislan. Este fenómeno
inevitable, combinado con la funesta inclinación que hemos comprobado que existe en el corazón
del hombre, explica la perversión casi universal de la ley. Se concibe así como, en lugar de constituir
un freno contra la injusticia, se convierte en un instrumento y el más invencible instrumento de la
injusticia. Se concibe que, según sea el poder legislador, destruya en provecho propio y en grados
diferentes, en cuanto al resto de los hombres la personalidad con la esclavitud, la libertad con la
opresión y la propiedad con la expoliación.

Está en la naturaleza de los hombres el reaccionar contra la iniquidad de que sean víctimas. Así,
pues, cuando la expoliación está organizada por la ley, en beneficio de las clases que la dictan,
todas las clases expoliadas tienden por vías pacíficas o revolucionarias a tener alguna participación
en la confección de las leyes. Tales clases, según sea el grado de esclarecimiento a que hayan
llegado, pueden proponerse dos finalidades muy diferentes al perseguir la conquista de sus
derechos políticos: o quieren hacer cesar la expoliación legal, o aspiran a participar en dicha
expoliación.

¡Desgraciadas, tres veces desgraciadas las naciones en las cuales sea este último pensamiento el
que predomine en las masas en el momento en que a su vez se apoderen de la facultad de legislar

( Frédéric Bastiat “La Ley”)

Misión

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