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Introducción
El hombre en su búsqueda de la verdad, de la felicidad y del sentido de la vida, se
pregunta en ocasiones: ¿Quién soy? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?, ¿Para qué
estamos aquí? Y son precisamente esas realidades las que a veces se ven amenazadas
o desechas por la experiencia del sufrimiento, lo cual es intrínseco a la propia vida
humana. El sufrimiento es una de las realidades más conflictivas de la experiencia
humana, ya que desafía nuestro sentido de búsqueda de Paz y Felicidad. Su impacto es
tan grande que sólo cobra significado en lo más profundo del ser humano, del espíritu,
el cual queda desvelado y al descubierto al encontrarse la persona en situación límite.
El sufrimiento es una situación al límite, es aquello contra lo cual “yo”, al menos de
momento, nada puedo hacer. De una u otra forma, el sufrimiento parece ser, y lo es,
casi inseparable de la existencia terrena del hombre. La vida humana aparece
impensable sin el sufrimiento, que parece pertenecer a su dimensión trascendente; es
uno de esos puntos en los que está en cierto sentido “destinado” el sufrimiento humano
como experiencia personal y grupal. En una palabra, el sufrimiento pertenece y es
inherente a los seres animados.
Sin embargo, la persona sufre más que los animales por la autoconciencia. Sufre y
sabe que sufre. Puede hacer partícipes a amigos o familiares de sus sufrimientos y eso
es ya un gran alivio, pero sabe también que el dolor es algo tan personal, que cada uno
tiene que vivirlo responsablemente en su ser, cada uno está a solas con el ser que es
Dios.
4. Jesús y el sufrimiento
Hemos dicho que el dolor y el sufrimiento es algo inherente a la persona humana. La
vida de Jesús como ser humano, estuvo también salpicada por el sufrimiento y
situaciones de dolor. El mismo «nace en una familia modesta que pronto debe huir a
una tierra extranjera» (AL 21). En el transcurso de su vida tuvo que sufrir el rechazo,
la traición, el abandono y, por último, la cruz: la muerte de un malvado, de un
miserable.
Jesús, además de su experiencia personal del dolor y del sufrimiento, se deja
involucrar del dolor y del sufrimiento de las personas que lo rodean y de sus seres
queridos. - suegra de pedro (Mc 1,30-31)
- Drama de la muerte de la hija de Jairo.
- La muerte de Lázaro
- El hijo muerto de la viuda de Naín.
- Se interesa incluso por las bodas que corren riesgo.
- Se mete con publicanos y pecadores.
- Etc.
En esta breve descripción podemos constatar que la Sagrada Escritura se presenta,
sobre todo, «como una compañera de viaje también para las familias que están en crisis
o en medio de algún dolor, y les muestra la meta del camino, cuando Dios «enjugará
las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor» (Ap 21,4)»1.
En evidente que las familias hoy viven verdaderos dramas humanos que muchas
veces causan dolor y sufrimiento, no solo a nivel personal, sino también a nivel de
comunidad familiar. En nuestro continente podríamos enumerar muchas situaciones
que afectan a las familias llevando sufrimiento y sangre:
- La desintegración familiar.
- Violencia social (en el salvador Maras).
- Violencia intrafamiliar.
- La pobreza.
- El desempleo.
- Falta de educación.
- Falta de diálogo en el hogar.
Seguramente uno de los grandes problemas que resaltan más es el desempleo. «Al
comienzo del Salmo 128, el padre es presentado como un trabajador, quien con la obra
de sus manos puede sostener el bienestar físico y la serenidad de su familia: «Comerás
del trabajo de tus manos, serás dichoso, te irá bien» (v. 2)»2. Desde los inicios de la
humanidad el trabajo es el medio por el cual el ser humano sobrevive y mediante el
cual se desarrolla como persona. El trabajo es, entonces, una parte fundamental de la
dignidad humana. El papa afirma: «El trabajo hace posible al mismo tiempo el
desarrollo de la sociedad, el sostenimiento de la familia y también su estabilidad y su
fecundidad»
En el libro de los Proverbios también se hace presente la tarea de la madre de familia,
cuyo trabajo se describe en todas sus particularidades cotidianas, atrayendo la alabanza
del esposo y de los hijos (cf. 31,10-31). Tanta importancia tiene el trabajo que san
Pablo llega a afirmar: «Si alguno no quiere trabajar, que no coma» (2Ts 3,10). Dicho
esto, «se comprende que la desocupación y la precariedad laboral se transformen en
sufrimiento, como se hace notar en el librito de Rut y como recuerda Jesús en la
parábola de los trabajadores sentados, en un ocio forzado, en la plaza del pueblo (cf.
Mt 20,1-16), o cómo él lo experimenta en el mismo hecho de estar muchas veces
rodeado de menesterosos y hambrientos».
1
AL 22.
2
AL 23.