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Ezequiel (12,1-12)

San Mateo (18,21–19,1)

Reflexión:

Cada día necesitamos meditar las lecturas de la Santa Misa,


volver a releer con más atención en casa, aquellas mismas
lecturas.

Podemos sacar el mayor provecho para nosotros mismos, si


hay algo de rebeldía en nuestras vidas, debemos desecharla,
pues la rebeldía nos impide escuchar al Señor. El ambiente
pernicioso de nuestro alrededor, puede infectarnos también
de la rebeldía, pero la oración siempre la tenemos al alcance
de nuestro corazón. Estamos en un pueblo extremadamente
rebelde. Nuestro modelo a seguir no es el prójimo, sino el
mismo Jesucristo y la Santísima Madre de Dios.
Todos los profetas santos han pasado tiempos muy duros, la
gente sorda, incapaz de comprender la Voluntad de Dios,
van a la suya. Si cuando seguimos el ejemplo de Jesús, no
murmurando de nadie, no criticando, pero si examinándolo
todo, y con la ayuda de Dios, saber discernir lo malo de lo
bueno. En cuánto el Señor nos ayuda, también nosotros
hemos de ayudar a otros, no es nada fácil, porque se
violentan sin motivo. Pero la paciencia debemos custodiarla.
El tentador nos empujará a que estallemos, pero no hay
necesidad, solo debemos escuchar a nuestro Señor Jesucristo.

En el Evangelio, aprendemos también que no debemos obrar


con malicia. Era tanta la deuda de un criado con su rey que
se vio la necesidad de encarcelarlo, y vender a la mujer a los
hijos y las posesiones que tenía el tal criado le pedía a su amo,
que tuviera paciencia, que ya se lo pagaría todo, pero el rey
se compadeció y lo dejó marchar. El ejemplo y que su rey le
había perdonado, parece que no le sirvió de nada al criado
malvado, su corazón todavía contenía maldad, pues al ver a
un compañero suyo, le exigió que le pagase una cantidad
muchísimo menor, de la que este tenía con su rey.

No debemos obrar así, debemos ser generoso con el Señor


nuestro Dios, estábamos al borde del infierno y nos ha
librado, porque nuestros pecados eran de tanto peso, que a
poco nos aplastaría para arrojarnos a las profundidades del
infierno. Para siempre, sin remedio de reparar nada.
Ahora que el Señor nos ha perdonado, no debemos tener
resentimientos con nadie, aunque nos lo quite todo, bueno,
todo no nos lo puede quitar, que es el amor de Dios en
nuestra vida. En la vida de los santos mártires, se lee, que
cuando algún fiel cristiano, por no renunciar a Cristo, ni a la
Iglesia Católica, llegaba a abrazar fraternalmente a su
verdugo, diciéndole, "te perdono".

Perdonar de corazón y olvidar, no sirve aquel invento de "te


perdono, pero no olvido" esto no es cristiano.

«Lo mismo hará con vosotros mi Padre Celestial, si cada cual no


perdona de corazón a su hermano» (Mt 18,35)

¿Nos hemos dado cuenta que hemos de perdonar de


corazón? Perdonar, pero nunca recordar el mal que ha
provocado el disgusto, por muy grave que sea, si la culpa es
nuestra, también nos arrepentiremos mediante el
sacramento de la penitencia, si es del otro, siempre rezar para
que encuentre su oportunidad de encontrarse con el Señor.

Pero perdonar no significa que demos la razón a quiénes


quieren atarse al error, aunque sea mínimo. Pues una gota de
venenos puede poner fin a nuestra vida. No somos cómplices
de los pecados ajenos, ya que luchamos contra los que
tenemos con la ayuda de la Gracia.

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