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Con la llegada de los auditores del FMI, la pregunta inevitable es ¿cuál ha sido el
resultado del programa anunciado por Macri a principios de mayo? Menos de cien días
han pasado desde el anuncio y los resultados son nulos. El gobierno no ha conseguido
mejorar –ni siquiera estabilizar- ninguna variable.
Sucede que, a diferencia de lo que relata el gobierno, la crisis cambiaria no es la
resultante un shock exógeno en los mercados globales, sino que obedece a razones
endógenas nacidas de las decisiones de política tomadas en el comienzo de la gestión
de gobierno en diciembre de 2015.
La desregulación absoluta del mercado cambiario, la apertura importadora y la
enorme transferencia de ingresos hacia sectores con una altísima propensión a
formar activos externos (dolarizar y fugar), financiado durante dos años con
ingentes cantidades de deuda externa, difícilmente puedan solucionarse con
ajuste fiscal y refinanciación de la misma deuda. El modelo es insustentable en
sus propios términos.
Asimismo, las recetas impulsadas por el equipo económico agravan la situación y eluden
resolver los problemas de fondo. Inicialmente fue el ex presidente del BCRA, Federico
Sturzenegger quien, en su afán monetarista, decidió aumentar vertiginosamente las
tasas de interés en pesos. Tal decisión restaba presión el sobre el mercado cambiario,
pero pateaba –y agigantaba- el problema hacia adelante multiplicando (con la magia del
interés compuesto) el excedente dolarizable. Ello, agregando enormes dificultades a
las condiciones para el financiamiento de las industrias PYME (las tasas por descubierto
superaron el 70% TNA).
Luego, abonando la teoría de la supuesta necesidad de ajuste fiscal primario, el Ministro
Dujovne decidió anunciar un enorme recorte de la obra pública, profundizando el
sendero recesivo sobre la actividad económica, ya golpeada por la devaluación y el
ajuste monetario.
Adicionalmente, acompañó el Ministro de Trabajo Triaca y los gobiernos nacional y
bonaerense, congelaron paritarias retrayendo aún más el consumo, la actividad y la
calidad de vida de los trabajadores.
Es difícil entender la relación entre la descomunal fuga de capitales que, entre
diciembre de 2015 y junio de este año, supera –en términos netos- los U$S 50.000
millones y el sueldo de un trabajador estatal, el ingreso de un jubilado o la
financiación de una PyME. En cambio, es muy claro el protagonismo de los
grandes bancos internacionales (ej. JP Morgan y Merryl Linch), los excedentes de
los conglomerados sojeros o la enorme masa de recursos transferidos hacia las
transportadoras de energía, en el problema de la fuga de capitales e inestabilidad
externa.
Anuncios, desorientación y desconcierto
Hoy, el Banco Central anunció un programa de reducción paulatina del stock de Lebac,
prohibiendo su renovación a los bancos (que deben dirigirse a activos de menor plazo,
como las LELIQ) y restringiéndolo a los inversores privados no bancarios. ¿Hacia dónde
irá toda esta liquidez? La alternativa ofrecida son bonos del Tesoro Nacional. Sin
embargo, resulta una apuesta avezada del gobierno, ya que los mismos conllevan
vencimientos de mayor plazo y difícilmente un inversor que buscaba activos a 30 días
piense en pasarse a 180 o 360 días. El camino alternativo del inversor argentino resulta
ser la dolarización. Por ello, el Banco Central anunció una licitación de U$S 500
millones, a fin de aplacar la demanda esperable tras la salida compulsiva de Lebacs. El
remedio parece peor que la enfermedad.
Cuesta entender el diagnóstico de los técnicos del Banco Central, el cual parece más
preocupado en mejorar su balance (el presidente del BCRA, Luis Caputo, anunció
asombrosamente ¡que la devaluación mejoró el balance!) que en estabilizar la crisis
cambiaria que afecta a la economía real y a la realidad social de la Argentina, con
impactos recesivos, inflacionarios y de avance de la pobreza.
Abonando al escenario de incertidumbre, las señales que ofrece el gobierno son
sumamente contradictorias: la autoridad monetaria ha anunciado un aumento de la tasa
de referencia al 45%, a la vez que se favorece la dolarización. El Ministerio de Economía
anuncia el fin de las subastas de dólares, mientras tanto el Banco Central anuncia que
venderá U$S 500 millones. Para ser estudiosos de las expectativas y las señales, estos
economistas liberales parecen estar aún buscando las bengalas en medio de la
tormenta.
A pesar del “salto” en las variables analizadas, las mismas distan mucho de haber sido
“liberadas”. De hecho, la pérdida de reservas internacionales del Banco Central da
cuenta de la ineficiencia del plan económico para estabilizar la economía y evitar la
profundización de la crisis. El stock de divisas en manos del Banco Central se redujo
en U$S 6.400 millones desde el momento en que se hizo efectivo el acuerdo con el FMI,
52 días atrás.
Gáfico 4. Stock de Reservas Internacionales