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LAUDO ARBITRAL
Bogotá D.C., Veintitrés (23) de octubre de dos mil siete (2007)
A. ANTECEDENTES
2. El Pacto Arbitral.
3.7. Honorarios y gastos del proceso: En audiencia del veintiocho (28) de marzo
de 2007, el Tribunal fijó las sumas correspondientes a honorarios de los árbitros, de
la secretaria y las partidas de administración del Centro de Arbitraje y Conciliación
de la Cámara de Comercio de Bogotá y gastos del proceso y protocolización del
expediente, las cuales fueron pagadas en su totalidad por la parte convocante.
Con el valor que la ley les confiere, se agregaron al expediente los documentos
aportados por la parte convocante relacionados en la demanda a folios 6 a 9 del
Cuaderno Principal No. 1. Igualmente se agregaron al expediente los documentos
aportados por la convocada relacionados en la contestación de la demanda (a
folios 103 y 105 del mismo Cuaderno Principal No. 1.)
De oficio se decretó un dictamen pericial para ser rendido por un perito experto
avaluador para lo cual el Tribunal mediante auto de fecha ocho (8) de mayo de
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2007 designó al Dr. JORGE TORRES LOZANO quien se posesionó el quince (15)
de mayo siguiente, entregó el dictamen el 25 de junio de 2007. El dictamen fue
objetado.
3.10.3. Testimonios.
En audiencia del ocho (8) de mayo de 2007 rindieron testimonio los señores Hugo
Alfonso Reinoso Rodríguez, Luis Antonio Bonilla Díaz y Juan José Cendales
Cendales (Acta No. 6 Folio, s 169 a 174 Cuaderno Principal No.1). En sesión del
quince (15) de mayo de 2007 se escuchó el testimonio de Antonio José Buitrago
Franco. (Acta No. 7 Folios 180 a 185 Cuaderno Principal No.1).
Cuaderno Principal Nº 1). Este laudo se referirá, en el análisis de cada tema, a las
argumentaciones expuestas por las partes en tal oportunidad.
5. Presupuestos Procesales.
6. Partes Procesales.
6.1. Convocante
6.2. Convocada.
7. Apoderados judiciales.
9. Hechos de la demanda:
1.1 La objeción por error grave al dictamen pericial rendido por el Perito
Jorge Torres Lozano
Procede el Tribunal a resolver sobre las objeciones por error grave formuladas por
la parte convocada en relación con el dictamen rendido por el perito JORGE
TORRES LOZANO.
Establece el art., 238 del C.P.C. que el dictamen es objetable “por error grave que
haya sido determinante de las conclusiones a que hubieren llegado los peritos o
porque el error se haya originado en éstas”.
Ante la objeción por error grave formulada por la convocada respecto del dictamen
rendido por el perito Jorge Torres Lozano, es preciso traer a colación en los
términos del numeral cuarto del artículo 238 del Código de Procedimiento Civil,
que este tipo de objeción procede cuando el error que se imputa al dictamen
haya sido determinante de las conclusiones a que hubiere llegado el perito o
porque el error se haya originado en tales conclusiones.
En otras palabras, esto significa que el yerro que se le imputa al dictamen haya
sido de tal naturaleza que haya servido de base para fijar criterios o expresar
conceptos que incidan en las respuestas al cuestionario sometido a su
consideración o que éste se encuentre en las conclusiones a las cuales arribo el
perito en su dictamen.
De otro lado, el perito Juan Agustín Carrizosa Tobar se le formuló la pregunta, por
parte del Tribunal, de si consideraba técnicamente valido acudir a los precios por
metro cuadrado que publica la revista construdata para obtener el valor de
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folio 347, cuaderno de pruebas Nº 1.
Es decir, no está en discusión el hecho de que hubo siniestro, puesto que este
hecho es aceptado por ambas partes, y por cuanto la Previsora pagó la cuantía
que a su juicio debía pagarse. Lo que está en discusión, en consecuencia, es la
cuantía que debe reconocer la aseguradora, y, en concreto, si debe exceder o no
la suma ya pagada, y dentro de qué límites.
1.3 Marco jurídico del seguro por valor de reposición o de reemplazo o por
valor a nuevo
Sin embargo, hacia fines de 1928 la Oficina de Control de Seguros del Reich
consideró lícita su práctica, asumiendo que se trataba de un seguro que amparaba
mayores costos que venían representados por la insuficiencia de la depreciación
del bien siniestrado y por la misma desvalorización monetaria, lo que afectaba el
precio de los bienes previamente adquiridos. Postura que al considerarse
suficientemente explicativa y que por tanto, legitimaba esta modalidad de
aseguramiento, permitió que por la misma época comenzara a difundirse su
utilización en Francia y en los Estados Unidos.
Pues bien, algún sector de la doctrina consideró que extender la cobertura del
seguro por encima del valor real de los bienes amparados aparejaba un
enriquecimiento para el asegurado, porque al amparar la depreciación que debía
asumir el empresario y para lo cual ya había efectuado detracciones en sus
balances desviaba al seguro de la función económica y social de resarcimiento de
daños que estaba llamado a cumplir y aún podría propiciar conductas
reprochables, porque: “Recurrir con este objeto a contratar seguros a valor nuevo
no era sino una forma de incentivar el desinterés del empresario por el cuidado de
sus bienes, la despreocupación por su mantenimiento y la indiferencia ante su
destrucción, que incluso podría ser querida y propiciada” 3, con lo cual, se
estimaba que de inicio se presentaba una agravación del perfil subjetivo del
riesgo.
Allí fueron claras las tres posturas doctrinales sobre la materia, lideradas por
connotados representantes del Derecho de Seguros de aquel entonces, los
profesores Warkallo, Moller y Koenig.
En apretada síntesis, con base en lo que da cuenta el maestro Efrén OSSA4, para
el profesor polaco Wotold Warkallo la prestación del asegurador de indemnizar
“nuevo por viejo”, en principio, debía considerarse inadmisible, porque
compromete el principio indemnizatorio tradicional aunque pretenda examinársele
bajo la perspectiva de un seguro del activo y un seguro del pasivo y en el cual el
primero cubre el valor real, al paso que el segundo viene a amparar el mayor
importe ocasionado por el reemplazo del bien por uno nuevo y por lo mismo, el
asegurado acrecienta, se enriquece, en el importe que representa la diferencia
entre el valor nuevo y el valor real; sin embargo, concluye que se impone
privilegiar los intereses económico sobre la teoría jurídica y por ende, el seguro
por valor a nuevo constituye una excepción al principio indemnizatorio.
El profesor alemán Hans Moller, adoptó una postura conciliatoria hacia el principio
indemnizatorio y sobre la base que éste le impone al asegurador la obligación de
no indemnizar en exceso del daño patrimonial sufrido por el asegurado con
ocasión del siniestro, de tal forma que para alinderar el daño efectivamente sufrido
por el asegurado se conjugan el interés amparado y el daño efectivamente sufrido,
el valor objetivo del interés amparado que viene determinado por su valor venal o
real, de una parte, y de otra, el daño por vetustez o depreciación que aunque
existe de manera independiente al riesgo amparado, es parte integrante del valor
de reemplazo, porque al materializarse el daño en el bien amparado y pretender el
asegurado reanudar su actividad, se impone una erogación imprevista, como
elemento constitutivo del daño material y bajo la modalidad de un “gasto
indispensable” que constituye un elemento pasivo ineludible para el asegurado y
4
“El seguro por valor de reposición o reemplazo”, publicado en las Memorias correspondientes al
XVII Encuentro Nacional de ACOLDESE celebrado en Paipa, en Octubre de 1992, páginas 27 y
siguientes.
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El profesor suizo Willy Koenig sostuvo una posición más radical, por cuanto estimó
que el principio indemnizatorio debía abolirse, porque su validez e importancia
práctica resultaba sobrepasada por las necesidades económicas y ante lo cual la
prohibición de enriquecimiento debía ceder paso al principio general de la libertad
contractual, por vía del principio de equivalencia que es propio de los contratos en
el ámbito del derecho de las obligaciones y de tal forma, que esa opción de
aseguramiento debía dejarse al libre arbitrio de las partes de tal forma que esta
modalidad de indemnización tuviera como equivalente un mayor importe de la
prima.5
5
Respecto de la licitud o la viabilidad jurídica de asegurar la vetustez o el demérito a pesar de ser
un hecho pretérito, en el Laudo arbitral proferido el 4 de octubre de 1979 en el trámite de ABOCOL
vs. Seguros Bolívar y Aseguradoras Colseguros Abocol, se expresa: “Concebido como seguro de
la vetustez o demérito por el uso de la cosa asegurada, el seguro por valor a nuevo sería un
contrato nulo o inexistente. La vetustez o demérito anterior a la celebración del contrato, no sería
un hecho futuro; la posterior no sería un hecho incierto. Al contrario: es inevitable, por regla
general, que las cosas se demeriten o deprecien con el uso y con el curso del tiempo. Picard y
Besson dicen a este respecto:
“Es así como se discute – o mejor, se ha discutido – sobre la validez del seguro de vetustez o por
valor a nuevo; normalmente, en el seguro de incendio, por ejemplo, el asegurador no garantiza,
en caso de siniestro, sino el valor del inmueble incendiado, es decir, el valor de reconstrucción,
deducida la vetustez, pues el desgaste (o vetustez) no es incierto ni fortuito y no constituye riesgo;
a él debe hacerse frente mediante la amortización y no mediante el seguro” (Ob. Cit., No 24, pág.
34). Y Möller anota: “El seguro por valor a nuevo sería entonces, visto el riesgo de depreciación,
un seguro ex post que debería ser nulo toda vez que las dos caras partes contratantes tienen
conciencia de que los riesgos de demérito y vetustez ya se ha realizado en el pasado” (Ob. Cit,
pág. 33).
“Este primer obstáculo es, con todo, más aparente que real. La vetustez o el demérito no
constituyen, aisladamente considerados, riesgos asegurables, ni suele ser, por lo mismo, objeto de
un seguro autónomo. E riesgo es otro, v. gr., el de incendio, en el seguro por valor a nuevo, solo
que, como consecuencia del siniestro, la indemnización se extiende al valor que aquellos
representen, no obstante que se hayan producido con anterioridad a él. Por esto agregan Picard y
Besson: “Pero el seguro (la vetustez o el demérito) puede admitirse cuando es complementario del
seguro por el valor de uso. En este caso el principio indemnizatorio no se opone de ningún modo
al otorgamiento al asegurado de la integridad del valor a nuevo, pues el demérito entraña una
depreciación de la cosa y por tanto un daño para el patrimonio del asegurado. El seguro de la
vetustez no procura a este último un enriquecimiento, puesto que cubre y repara un daño cierto, a
saber la depreciación real de la cosa asegurada” (ob. Cit, Nº 294, pág. 414).
“No se trata, con todo, es este aparte, de saber si el seguro por valor nuevo, por comprender la
vetustez o el demérito dentro de la prestación asegurada, significa o no infracción al principio
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indemnizatorio, sino de subrayar que una u otro no se identifican con e riesgo asegurado, ni
lastiman, por tanto, la validez o existencia del contrato. Constituyen apenas meros accesorios,
elementos adicionales de la indemnización a cargo del asegurador. Por lo demás, a juicio de
algunos expositores, el daño indemnizable no es, supuesto el siniestro, el que proviene de la
vetustez o demérito del objeto asegurado, sino el que emerge de la necesidad económica de su
reposición.
“No es, pues, óbice a la viabilidad jurídica del Seguro por Valor a Nuevo, llámese seguro real o
seguro patrimonial, la circunstancia de que la vetustez o el demérito por su uso escapen, gracias a
la certeza que los caracteriza, al dominio del riesgo y, con más veras, a la asegurabilidad técnico –
jurídica de éste”. Laudo Arbitral, publicación sin pie de imprenta, páginas 222 y 223. En este mismo
sentido, PICARD, M y A BESSON “Les assurances terrestres en Droit Francais”, Quatrieme edition,
LGDJ. Paris, 1975, páginas 457 y s.s.
6
“Teoría General del Seguro – El contrato”, Editorial Temis, Bogotá, 1991, página 136.
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Por su parte, para quienes consideran que es de naturaleza mixta, esa calidad se
deriva del hecho que ven en el amparo del seguro por valor a nuevo una cobertura
que se integra, de una parte, por la indemnización por el valor venal del bien
asegurado y de otro lado, por la protección respecto de la diferencia entre el valor
a nuevo y el valor venal, o si se quiere, un seguro del activo y un seguro del pasivo
y por ende, resulta siendo la conjunción en una misma cobertura de amparos de
naturaleza distinta.
7
“El seguro por valor de reposición o reemplazo”, publicado en las Memorias correspondientes al
XVII Encuentro Nacional de ACOLDESE celebrado en Paipa, Octubre de 1992, página 31.
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evitar de esta manera la utilización fraudulenta del seguro, si bien, hoy día no es
una regla de carácter general y por el contrario, han venido cayendo en desuso
estipulaciones de las pólizas que contemplen esa exigencia.8
Los desacuerdos entre la parte convocante y convocada que dieron origen a éste
proceso tienen como fundamento el contrato de seguro de Incendio y/o rayo,
contrato éste contenido en la póliza número 1003475 expedida por la convocada
el día 6 de abril de 2.004 y con vigencia hasta el 3 de abril de 2.005 póliza ésta
renovada mediante el respectivo certificado hasta el 2 de abril del 2.006,
documento éste que aparece aportado al expediente y que no ha sido tachado o
cuestionado en cuanto a su validez y existencia, razón por la cual el estudio de las
cláusulas que corresponden a las controversias planteadas, junto con las pruebas
acompañadas servirán de base para las determinaciones que en éste Laudo se
adoptarán.
8
Como lo asevera la doctrinante española Maria Luisa MUÑOZ PAREDES, en la doctrina alemana
se ha dicho que: “. . .la reconstrucción o reemplazo de los bienes no es una obligación del
asegurado, sino una carga que puede cumplir o no según le convenga, conforme a sus propios y
exclusivos intereses. Al asegurador le resulta indiferente la actitud que adopte el asegurado y no
puede conminarle a que realice la reconstrucción, ni exigirle responsabilidad alguna en caso
contrario.
Esa exigencia de reposición o restablecimiento del bien siniestrado ha despertado discusiones en
la doctrina, pues como lo expresa la autora en cita: “Aunque la cuestión sea dudosa, yo me inclino
por pensar que el asegurado imposibilitado para reconstruir tiene derecho a reclamar el importe
total de la indemnización por valor nuevo. Podría arguirse en contra, como han hechos algunos
autores alemanes, que ello implicaría un enriquecimiento del asegurado carente de justificación,
porque él, al no reconstruir, no ha hecho gasto alguno y, sin embargo, es resarcido. Pero hay que
tener presente que el asegurado habría reconstruido de no haberse visto imposibilitado para
hacerlo, por lo que, al no poder hacérsele responsable del evento impeditivo, lo procedente es
dejarle, no en mejor, sino en la misma situación económica que tendría si hubiera podido
reconstruir y esa misma situación económica sólo se alcanza pagándole la indemnización sin
reducción alguna”. “El seguro a valor a nuevo”, Editorial Civitas, primera edición, Madrid, 1998,
página 405.
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Por otra parte, no puede ignorarse que la aseguradora es una persona jurídica de
reconocida trayectoria, solvencia, conocimiento integral del seguro y
experimentada en los distintos ramos y conocedora de los riesgos que asume y
que dentro de ese dominio especializado del seguro no dejó ninguna aclaración de
delimitación, interpretación o significado de las cláusulas que contiene el contrato
1003475 expedida por la convocada el día 6 de abril de 2.004 y con vigencia hasta
el 3 de abril de 2.005; póliza ésta renovada mediante el respectivo certificado
hasta el 2 de abril del 2.006. Además, no se formuló excepción de nulidad o de
anulabilidad para ninguna de tales estipulaciones que las pudiera afectar o
desconocer, lo cual significa que libre y voluntariamente la aseguradora accedió a
asumir los riesgos en los términos y condiciones que en el contrato se
consignaron, y que por lo mismo, dichos términos y condiciones deben ser
respetados y acatados por las partes.
“El presente anexo ampara hasta el límite del valor asegurado, en los términos y
con las limitaciones aquí previstas, la destrucción o daño material de los bienes
asegurados causados por la acción de actos mal intencionados de terceros,
incluída la explosión originada de tales fenómenos.
artefacto explosivo que fue dejado en una bicicleta causando afectaciones serias y
graves al citado inmueble, hecho éste tuvo amplía difusión y que fue aceptado
además, por la parte convocada.
“1.- VALOR DE REPOSICIÓN: Para los efectos de esta póliza se entiende como
valor de reposición la cantidad de dinero que exigirá la adquisición de un bien
nuevo de la misma clase y capacidad incluyendo el costo de transporte, montaje y
derechos de aduana si los hay, y exclusivamente los costos financieros.
De manera que, esta modalidad establecida por nuestra ley, desde hace varios
años, es novedosa y de avanzada respecto de la manera como tradicionalmente
se establecía el valor del interés asegurado y por ende, respecto de la forma de
establecer la pérdida al momento del siniestro en relación con el bien objeto del
seguro, y es, una excepción, además, porque con ésta cláusula no se reconoce el
valor depreciado que tenía el bien afectado en el momento de acaecimiento del
riesgo sino que su valor está dado por el importe que arroje la reposición a nuevo
del mismo.
Pues bien, si quiere aplicarse ese sentido lógico, jurídico y diáfano, es evidente
que la cláusula OCTAVA estableció, la reposición del inmueble afectado por el
siniestro ocurrido y por lo mismo la cuantificación del monto a indemnizar debe
hacerse según las voces de esa cláusula, vale decir, teniendo en cuenta el valor
de ese bien siniestrado pero nuevo, lo que implica observar las nuevas exigencias
y requisitos de construcción y de sus materiales, claro está dentro del límite del
valor asegurado o límite de responsabilidad del asegurador.
Por lo demás, estima el Tribunal que no es de recibo la tesis esgrimida por la parte
convocada, en el sentido de entenderse que el pago del siniestro en el concepto
de valor a nuevo conlleva un enriquecimiento sin causa, pues de lo expuesto tanto
en apartes como en párrafos anteriores, resulta incontrovertible que la obligación a
cargo de la aseguradora de pagar a nuevo, se encuentra prevista en la cláusula
OCTAVA del contrato seguro que se analiza y que encuentra además suficiente
sustento en la ley y que, como se ha dicho, de manera específica en el artículo
1090 del Código del Comercio.
Dicho de una cosa: Que está poco o nada deteriorada por el uso, por oposición a
viejo…”.9
9
Diccionario de la Lengua Española, vigésima segunda edición, 2001, Tomo II, pág. 1595.
10
Corte Suprema de Justicia, sentencia de 24 de mayo de 2005, Exp. 7495, que reitera lo expresado en
anteriores fallos, dentro de los cuales está el de 27 de junio de 2001, exp. 6787.
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Y más adelante, agregan: “La cláusula valor a nuevo, que nació como
consecuencia de la inflación, toma nueva importancia a pesar de la estabilización
de la moneda, como una medida adecuada para restablecer y rehabilitar la
empresa afectada por el siniestro, y estará en la diligencia y habilidad del
asegurador lograrlo en el menor tiempo y con la mayor economía posibles, con
beneficios para la generalidad y para las partes” 11(Se destaca)
Por su parte, Rubén Stitglitz formula las siguientes consideraciones con respecto
a la Cláusula por valor a nuevo que resultan también esclarecedoras e ilustrativas:
11
“Seguros – Exposición crítica de las leyes 17.418, 20.091 y 22.400”, Editorial Nexos – Desalma, 3ª edición,
Buenos Aires, 2003, págs. 644 y 645.
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“Se tiene expresado que el seguro de valor a nuevo tiene por finalidad la
protección de los activos fijos con valor perdurable y de uso para el titular de ellos,
el que temeroso de que las reservas que va haciendo por amortización no le
alcancen, agrega, a la cobertura del seguro ordinario la del demérito por uso y
vetustez”12
Es usual que los aseguradores después de la notificación de una pérdida bajo una
póliza, usualmente, designan un ajustador para que actúe en su nombre quien se
traslada al lugar del siniestro con el fin de adoptar las determinaciones que sean
del caso con respecto al salvamento y de investigar la posible causa del siniestro y
en cuanto a las labores de liquidación, al ajustador corresponde establecer el valor
sano únicamente sobre el artículo o artículos afectados y el cual corresponde al
valor real de los bienes objeto del seguro en el momento del siniestro, valor real
que implica que deban deducirse del costo de reposición, la depreciación normal
por el uso, a menos que el seguro haya sido contratado por valor de reposición o
de reemplazo (Valor a nuevo).
De manera que, para la determinación del demérito por uso, se debe tener en
cuenta principalmente la vida útil del bien (tiempo esperado de servicio habida
cuenta del mantenimiento que se adelanta) y el tiempo real de uso; en
consecuencia, de la proporción existente entre el tiempo real de uso y la vida útil,
12
“Derecho de Seguros”, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1998, páginas 431 y 432.
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al deducirse del valor de reposición del bien dicho porcentaje, se obtiene el valor
sano.
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Publicación sin pie de imprenta, página 338.
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Más adelante agrega: “En los seguros de valor a nuevo permeables también,
como hemos dicho, a la opción del art. 1110, la cosa que se dé en reemplazo de la
aseguradora debe tener iguales características que ésta (diseño, capacidad,
destinación, función, etc.) pero debe ser nueva. Y la reparación y reconstrucción,
si fueren procedentes, llevarse a efecto con piezas o elementos igualmente
nuevos. Es lo que conviene a este especial género de seguros.
14
Ossa, “Teoría General del Seguro – El contrato -”, Editorial Temis, Bogotá, 1984, pág. 410.
Respecto de los amparos de HAMCC, AMIT y terrorismo quedo estipulado que: “El
presente anexo se ampara hasta el límite de valor asegurado, en los términos y
con las limitaciones aquí previstas, la destrucción o daño material de los bienes
asegurados causados por la acción de actos malintencionados de terceros,
incluída la explosión originada de tales fenómenos.
Del recuento anterior, resulta claro que convocante y convocada determinaron que
el límite del valor asegurado en caso de pérdida por la afectación de la póliza y
concretamente de los riesgos señalados anteriormente era de doscientos millones
de pesos ( $ 200.000.000) el cual posteriormente fue modificado en el certificado
de renovación a ciento cuarenta millones ( $ 140.000.000) con un deducible del
diez por ciento (10%).
Sobre éste valor asegurado y sobre los riesgos concretamente aceptados por la
aseguradora, se cobró la prima correspondiente y no existe ninguna inconformidad
por la aseguradora en cuanto a su liquidación y pago, como tampoco respecto de
la oportunidad en que lo realizó la asegurada convocante.
bajo la póliza No. 1003475 sin perjuicio de mis derechos legales para reclamar por
la vía judicial la indemnización restante no pagada, más intereses”
De otro lado, como ya se reseñó en otros apartes de este laudo, en el curso del
proceso fue decretado por el Tribunal un primer dictamen pericial a cargo del
perito ingeniero Jorge Torres Lozano quien en su experticio acudió al índice de
CONSTRUDATA CORRESPONDIENTE a junio- agosto de 2007 y lo cual lo llevó
a un costo total para la construcción o adquisición de un bien de la misma
naturaleza y capacidad al que existía en la calle 44 No. 17-58/62 de la ciudad de
Bogotá de $ 332.265.842 y con base en un precio por metro cuadrado de $
La parte convocada formuló objeción por error grave por considerar que el perito
se había limitado informar el valor requerido para construir un inmueble de la
misma área, pero no de la misma clase y capacidad y menos de la misma
naturaleza y tipo.
Afirmación que debe dársele el valor que la misma ley procesal le reconoce, es
decir, como confesión por parte del apoderado de la parte convocada (art. 197 C.
de P.C.) y donde reconoce su propio yerro.
como llegó a él, habida cuenta que el costo de reposición por metro cuadrado lo
estima en $ 550.000 y el ajustado en $ 250.000 y por lo tanto, es manifiesto que la
liquidación no atendió lo dispuesto en el contrato de seguro respecto de la
aplicabilidad del valor de reposición o de reemplazo, pues los cálculos
aportados no se fundan en el costo de reposición, como estaba claramente
estipulado en la póliza.
Con la demanda presentada por la parte convocante se acompañó avalúo que fue
practicado en oportunidad sobre el bien que fue siniestrado para establecer el
valor del mismo, así como de oficio se decretó y practicó dictamen pericial, de los
cuales se deduce con base en los cálculos que se realizaron, que el valor de la
reposición a nuevo establecido es superior al monto de la suma asegurada y que,
por lo tanto, es esa cantidad, la suma asegurada, la que debe reconocer la
aseguradora para cumplir con su obligación de pago, con la respectiva detracción
del deducible del diez por ciento que se acordó en el mismo contrato.
2.12 Costas
Dado que la convocada no pagó el 50% de dicha suma, la convocante tuvo que
pagar el 100% es decir los NUEVE MILLONES CIENTO SESENTA Y CINCO MIL
SETECIENTOS SESENTA PESOS ($9.165.760.oo).
RESUELVE
Cuarto.- Desestimar, por las razones expuestas en la parte motiva de este laudo,
todas las excepciones propuestas por LA PREVISORA S.A. COMPAÑÍA DE
SEGUROS y declarar que no resultó acreditado en el proceso ninguna otra
excepción.
Noveno.- Disponer que una vez quede en firme esta providencia se protocolice el
expediente en una Notaría del Círculo de Bogotá y se rinda por parte del
Presidente de este Tribunal, cuenta razonada a las partes de lo depositado y
utilizado para gastos de funcionamiento y protocolización. Se previene a la LA
PREVISORA S.A. COMPAÑÍA DE SEGUROS sobre su obligación de suministrar
el monto de dinero que llegare a faltar, de no ser suficiente la suma consignada
para tal efecto.
Bogotá, Distrito Capital, veintitrés (23) de octubre de dos mil siete (2007).
CÚMPLASE.