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PROPUESTA PARA PROPICIAR EL DIÁLOGO EN LA

UNIVERSIDAD DE SAN CARLOS DE GUATEMALA

Guatemala, 14 de Agosto de 2010

La paralización actual de las actividades regulares de la Universidad de


San Carlos es una manifestación de la profundidad de los conflictos que vive
la Institución. La gravedad y la complejidad de los problemas deben ser
reconocidas y enfrentadas para evitar que caigamos de nuevo en arreglos
superficiales y formales como ha sido la modalidad de gestión desde hace ya
varias décadas. Esta crisis, como las anteriores, tiene una historia larga y un
contexto. Es manifestación de un prolongado proceso de intereses en conflicto
en el que algunos han apelado a la violencia u otras formas de proceder
antidemocráticas y deshumanizantes. Aun cuando hay que reconocer que
existen núcleos de trabajo universitario que son ejemplares, con frecuencia
vemos manifestaciones de mediocridad, incoherencia y desarticulación de los
ideales universitarios y de las aspiraciones que tenemos por una educación,
una investigación y una extensión comunicativa que tengan sentido para
nuestro país. No podemos estar satisfechos con la vida universitaria tal como
está.
Las explicaciones de la situación actual pueden encontrarse en varios
orígenes, pero hay que recordar que en nuestra historia reciente hemos vivido
golpes violentos por los que muchísimos universitarios, hombres y mujeres,
profesores y estudiantes, fueron asesinados o tuvieron que salir exiliados para
salvar sus vidas. Hoy padecemos las consecuencias de esa violencia. Pero
además de esa agresión enorme e insólita que tuvo un impacto decisivo en la
Universidad de San Carlos, hemos sido testigos de otras formas de agresión.
Una de éstas es la penetración de las avanzadas subrepticias, como lo son las
extensiones a manera de pseudópodos insidiosos de grandes intereses ocultos.
Al igual que a otras instituciones y universidades, la Universidad de San
Carlos de Guatemala también ha sido un objetivo para la ocupación por dichas
fuerzas. Varios de los responsables de las agresiones que hemos padecido o de
las manipulaciones que tienen direccionalidades particulares no universitarias,
son ahora los voceros de las críticas más estridentes.

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Otras explicaciones del actual estado de cosas podrían encontrarse en la
asimilación en nuestro país de una cultura individualizante, egoísta y cínica
que ha hecho de la vida universitaria un remedo de la lógica del mercado en
sus expresiones más deshumanizantes. El olvido, que bien sirve a algunos, de
la moral y la ética universitarias ha dejado a la capacidad para evadir la ley sin
que el hechor sea sancionado como único límite de lo que es aceptable. La
corrupción en sus múltiples expresiones –clientelismo, mediocridad, falta de
cumplimiento de las responsabilidades institucionales, la improvisación, la
superficialidad y la formalidad, entre otras– y la impunidad también tienen
una presencia real en nuestra Institución. Urge eliminarlas.
El concepto mismo de autonomía debe ser pensado muy
cuidadosamente. Es obvio que la autonomía no debe ser entendida como otra
forma más de libertad irrestricta, como algunos neciamente insisten en
proclamarlo, pues sólo tiene sentido si como Universidad cumplimos
satisfactoriamente con nuestras responsabilidades institucionales y estamos
dispuestos totalmente a dar cuenta de nuestras decisiones y acciones. Es cierto
que una Universidad digna y responsable debe tener independencia con
respecto a los intereses coyunturales de las ideologías y las disposiciones de
las autoridades centrales. Pero también debe conducir todas sus acciones en
conjunción con los intereses sociales legítimos.
La autonomía es uno de los elementos fundamentales para la
preservación de la libertad académica dentro de la USAC y es un bien
irrenunciable. Debe entenderse como el gobierno de los universitarios para los
universitarios y definirse no sólo en sentido normativo sino también político.
En tal sentido, cualquier acción legislativa o judicial que la afecte debe ser
sometida a la consideración de todos los sectores y avalarse sólo cuando
existan amplios consensos o unanimidad.
Los problemas son profundos. Las implicaciones van más allá de la
próxima generación. Las necesidades del país son grandes y apremiantes. Por
eso mismo, la atención a los más importantes asuntos universitarios no debe
ser dejada a lo que resulte de la improvisación, los intereses particulares y el
dogmatismo. Problemas, implicaciones, intereses, necesidades, deben ser
conocidos por todos los involucrados y sometidos a la deliberación en la
búsqueda de las posibles opciones. No es posible promover soluciones
satisfactorias a tan grandes problemas y necesidades, ni promover las
aspiraciones de cultivar la coherencia con respecto al contexto social
guatemalteco sin un proceso reflexivo y dialogado de los múltiples procesos
que constituyen la vida universitaria.

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A la par de un responsable proceso deliberativo es imprescindible tener
en cuenta que, en cumplimiento del mandato constitucional, se trata de
alimentar el desarrollo de una racionalidad con sensibilidad y estética, en un
marco ético, con procedimientos de manejo del conflicto por vías políticas
legítimas que toman en cuenta lo que somos como universidad. Una iniciativa
con tales características supone un lenguaje distinto al que acostumbramos a
escuchar.
Propuesta. Necesitamos hacer grandes cambios en la Institución pero
no podemos esperar que todo se resuelva en las próximas semanas. En
cambio, lo que sí es factible es empezar a buscar las comprensiones y
soluciones en lo que debiera ser un terreno que tenemos en común todos los
miembros de la comunidad universitaria: la necesidad de cambiar para mejorar
la Universidad, para tomar lo mejor del pensamiento del mundo, desarrollar
creativamente ideas propias nuestras y responder a las necesidades de nuestro
contexto social.
Es urgente convocar a un diálogo real –no sólo formal como tan
frecuentemente ha sido el caso– entre las partes que tienen el protagonismo en
el presente conflicto y otras que estuvieren interesadas.
Con un espíritu como el que brevemente expongo, es necesario acordar
una agenda de trabajo que incluya (entre otros puntos que debieran ser
acordados):
1. La discusión sobre las soluciones factibles a los problemas de
legitimidad y representatividad, incluyendo cómo debe ser la
elección de las autoridades y los representantes. Las normas
vigentes en ambos planos ya no tienen vigencia.
2. Los lineamientos del aprendizaje y la enseñanza universitarios
que deben ser corregidos y mejor ajustados a la dignidad, la
capacidad y las aspiraciones de las personas, al mismo tiempo
que a las necesidades y aspiraciones legítimas de las sociedades
de Guatemala.
3. La promoción de un programa responsable de investigación, más
abierto a las formas variadas de la ciencia, la filosofía y el arte,
mejor nutrido desde y comunicada hacia los múltiples públicos
del país y el mundo. Necesitamos una investigación que alimente
iniciativas que corrijan las grandes desigualdades y oriente a los
sujetos sociales que convergen en los más grandes intereses
nacionales.

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4. Una conceptualización de la extensión universitaria que
comprenda su ubicación en la sociedad guatemalteca sobre las
bases de la comunicación con la sociedad y sus instituciones. La
Radio Universitaria, el EPSUM y el EPS, los foros públicos, la
producción cultural y editorial, los periódicos universitarios, la
oficina de Información y Publicidad, entre otros, deben ser
reorientados. Otros programas deber ser dinamizados.
5. La conducción de una administración transparente en todos los
niveles administrativos, con definición y la creación de los
mecanismos necesarios para evitar que se conviertan en una
formalidad de la burocracia. Debemos promover una gestión
eficaz de los fondos públicos provenientes de la asignación
constitucional. Igualmente, debemos identificar los procesos
universitarios que utilizando fondos públicos impiden el
cumplimiento de las responsabilidades universitarias.
6. La infiltración de los intereses políticos particulares que
contrarían la misión de la Universidad, en sus muchas
modalidades, debe ser eliminada. Es incompatible con los fines y
el ser de la Universidad.
7. La calidad académica con pertinencia social debe ser cultivada
como una categoría orientadora en profesores y estudiantes. Las
prácticas que deterioran los niveles académicos de profesores o
estudiantes y que erróneamente se han promovido o simplemente
aceptado, deben ser cambiadas. En la Universidad de San Carlos
de Guatemala no debe haber lugar para una calidad académica sin
pertinencia social o una pertinencia social sin calidad académica.
Sólo las dos juntas tienen sentido.
Lo anterior supone únicamente el inicio de un proceso responsable,
tomando que cuenta que es insuficiente buscar respuestas sólo a los problemas
coyunturales. Estos deben ser solucionados pero no debieran consumir toda
nuestra atención y nuestro trabajo. Un punto a tener en cuenta es la necesidad
de poner atención a la construcción de la confianza y la corresponsabilidad.
Sería una gran equivocación que nos dediquemos a atender sólo los asuntos
inmediatos, pues pronto estaremos de nuevo viviendo los reclamos por la falta
de atención a los problemas de fondo.
Invitamos a suscribir, reproducir y divulgar este documento a todos los
universitarios –profesores y profesoras, estudiantes y trabajadores

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administrativos. Nuestro interés es estimular las reflexiones y deliberaciones
sobre los cambios necesarios en la Universidad de San Carlos de Guatemala,
de manera que las decisiones institucionales que haya que tomar tengan la
mayor legitimidad posible.

Suscriben este documento:

Manuel González Ávila Mara Luz Polanco


César Antonio Estrada José García Noval
Julia Reyes Gómez Cándida Luz Franco Lemus
Marcelo Colussi Sergio García Piloña
Marina de Villagrán Ingrid Arreola
Patricia Hernández Mario Rodríguez
Edith Rios de Maldonado Miriam Maldonado
Mario Alfonso Bravo Eugenia Castellanos de Ponciano
Lucrecia Vicente

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