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9/18/2014 Andrew Murray - LA FALTA DE ORACIÓN

Capítulo 1
LA FALTA DE ORACIÓN
Andrew Murray

"Codiciáis, y no tenéis", Santiago 4:2.


"Y vio que no había hombre, y se maravilló que no hubiera quien se
interpusiese" (intercesor), Isaías 59:16.
"Nadie hay que invoque tu nombre, que se despierte para apoyarse en ti",
Isaías 64:7.
EN NUESTRA última convención en Wellington para la profundización de la
vida espiritual, las reuniones de la mañana se dedicaron a la oración y a
la intercesión. Se halló gran bendición tanto al oír lo que enseña la
Palabra de Dios sobre la necesidad y el poder de la oración, como al
unirnos para la súplica unida. Muchos pensaron que sabemos muy poco acerca
de la oración perseverante e importuna, y que ésta es en realidad una de
las necesidades más grandes de la iglesia.
Durante los últimos dos meses, he asistido a varias convenciones. En la
primera, una Conferencia Misionera Holandesa en Langlaagte, la oración fue
el tema general de los mensajes. Luego en la próxima, en Johannesburgo, un
hombre de negocios dijo que tenía la profunda convicción de que la iglesia
de nuestro día necesita grandemente más del espíritu de la práctica de la
intercesión. Una semana después, en una Conferencia Ministerial Holandesa,
pasamos dos días estudiando la obra del Espíritu Santo y, posteriormente,
otros tres días estudiando la relación del Espíritu con la oración. Fuimos
guiados a escoger el tema de la oración para las reuniones de los pastores
en las sucesivas convenciones. Por todas partes la gente confesaba:
“¡Oramos muy poco!” Junto con esto, parecía haber el temor de que, a causa
de la presión del trabajo y la fuerza del hábito, era casi imposible
esperar cualquier cambio grande.
Estas conversaciones me produjeron una profunda impresión. Había una gran
desesperanza por parte de los siervos de Dios con respecto a la
posibilidad de que se produjera un cambio completo y se hallara una real
liberación, de un fracaso que solo puede impedir nuestro gozo en Dios y
nuestro poder en su servicio. Yo le pedí a Dios que me diera palabras para
llamar la a t e n c i ó n sobre este mal, pero aun más, que despertara la fe e
inspirara la seguridad de que Dios por su Espíritu nos capacitara para
orar como debemos.
Permítame presentarle algunos ejemplos para demostrar cuan universal es la
falta de una adecuada vida de oración.
El año pasado, el doctor Whyte, de la Iglesia Libre de San Jorge.
Edimburgo, en un mensaje dirigido a los pastores, dijo que el como joven
pastor, había pensado que cualquier tiempo que le quedara de la visita
pastoral, debía pasarlo hasta donde le fuera posible estudiando libros. El
http://www.avivamientos.net/es/libros/AM_oracion_intercessora/AM_falta_de_oracion.html 1/5
SE PERFECTO
Andrew Murray

Traducido por Shibolet

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PREFÁCIO
Si uno tiene en cuenta este pequeño volumen con la idea de encontrar una teoria de la perfección
expuesto o justificado, será decepcionado. Mi objetivo ha sido muy diferente. Lo que he querido hacer
es ir con mi lector a través de la Palabra de Dios, señalando los principales pasajes en que la palabra
"Perfecto" se produce, y buscando en cada caso por el contexto encontrar lo que la impresión es la
palabra que se entiende a transmitir. Sólo cuando nosotros mismos nos hemos dado, simplemente para
permitir la oración y las palabras de la Escritura para tener su pleno vigor, que estamos en el buen
camino para combinar los diferentes aspectos de la verdad en un todo armonioso.
Entre las ideas que han sido especialmente trajeron a mí en estas meditaciones, y en el que confío en
que puedo conseguir la aprobación de mi lector, los siguientes son los principales:

1.- Hay una perfección de la que habla la Escritura como sea posible y alcanzable. Puede haber, una
gran diversidad de opiniones en cuanto a la forma en que el plazo está por definir. Pero sólo puede
haber una opinión sobre el hecho de que Dios pide y espera de sus hijos a ser perfectos con Él, que
Él promete que como su propio trabajo, y que la Escritura habla de algunos que han sido perfectos
delante de él, y él después de haber servido con un corazón perfecto. La Escritura habla de la
perfección que es a la vez nuestro deber y nuestra esperanza.

2.- Para saber lo que esta perfección es, debemos de empezar por aceptar el mandato, y la obediencia
con todo nuestro corazón. Nuestra tendencia natural es todo lo contrario. Queremos discutir y
definir lo que es la perfección, para entender la forma en que el comando se puede conciliar con
nuestra convicción aseguró que ningún hombre es perfecto, para prever todos los peligros que
estamos seguros se encuentran en el camino de la perfección.
Esta no es la manera de Dios. Jesús dijo, "Si alguno quiere hacer, él sabrá." El mismo principio es
válido en todos los logros humanos. Es sólo que él ha aceptado el mandato, "Sed perfectos", en la
presentación adoración y obediencia, que puede tener la esperanza de saber qué es la perfección que
Dios le pide y le da. Hasta la Iglesia se ve postrado ante Dios, la búsqueda de esta bendición como
su mayor bien, no será de extrañar si la palabra "perfección", en lugar de ser una atracción y una
alegría, es una causa de aprensión y la ansiedad, de la división y delito. Que Dios aumente el
número de aquellos que, en la humildad de niño, tome la palabra de sus propios labios, como una
semilla de vida, en la garantía de que va a sacar mucho fruto.

3.- La perfección no es demanda arbitraria, en la propia naturaleza de las cosas que Dios puede pedir
nada menos. Y esto es cierto si pensamos en él o de nosotros mismos.
Si pensamos de él, que como Dios ha creado el universo para sí mismo y para su gloria, y que busca
por sí solo es capaz de llenar con su felicidad y el amor, vamos a ver como es imposible para Dios,
para permitir que cualquier otra cosa a parte del hombre con el mismo corazón. Dios debe ser
todos y todas. Como Legislador y Juez; Él no se atreven a estar contento con nada menos que la
perfección absoluta jurídica. Como Padre y Redentor, que igualmente se convierte en el hombre a
reclamar nada menos que una verdadera perfección infantil. Dios debe tener todo.
Si pensamos de nosotros mismos, la llamada a la perfección no es menos imprescindible. Dios es
tan infinito, bien espiritual, y el alma es tan incapaz de recibir o conocer o disfrutar de él excepto en
lo que se da a sí mismo totalmente a Él, que para nuestro propio bien el amor de Dios puede exigir
de nosotros nada menos que un corazón perfecto.

4.- Perfección, como el más alto objetivo de lo que Dios en su gran poder de hacer por nosotros, es
algo tan divino, espiritual y celestial, que es sólo el alma y que el rendimiento en sí muy tiernamente
al líderazgo del Espíritu Santo que puede esperar conocer su bienaventuranza.

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Dios ha trabajado en cada corazón humano un deseo profundo de la perfección. Ese deseo se
manifiesta en la admiración que todos los hombres tienen de la excelencia en los distintos objetos o
actividades a las que concedemos valor. El creyente que se rinde a sí mismo en su totalidad a Dios,
este deseo se sujeta a las promesas maravillosas de Dios, e inspira una oración como la de
M'Cheyne: "Señor, hazme como santo pecador perdonado."
Cuanto más aprendamos a este deseo de la plena conformidad a la voluntad de Dios, por la
conciencia que siempre agradable a Él, veremos que todo esto debe venir como un regalo directo
del cielo. Este regalo es la plenitud en nosotros de la vida de Dios, el Espíritu Santo de Jesús en los
que están totalmente rendido a su morada. Confiando cada vez menos en los hombres, los
pensamientos y enseñanzas, que se jubilará a menudo en el secreto de la presencia de Dios, en la
garantía de que los más vemos el rostro de Dios, y escuchar la voz secreta que viene directamente
de él, "ser perfecto", el Espíritu Santo habita en nosotros el despliegue celestial plenitud y el poder
de las palabras, y hacer que, como las palabras de Dios, y que dar y crear precisamente lo que habla.
Con la esperanza de que estas meditaciones sencillas puedan ayudar a algunos de los hijos de Dios
para ir a la perfección, entrego las mismas a la bendicion Del padre celestial

Andrew Murray

UNA ORACIÓN
PADRE! Tú me has enviado un mensaje de tu Hijo Amado que debo de ser perfecto como tu eres
perfecto. Viniendo de ti, oh incomprensible y más glorioso Dios, que significa algo más que el hombre
puede entender. Que vienen a ti, te pido que me enseñes lo que significa, “cree en mi”, dame lo que
prometiste.
Mi Padre! Acepto la palabra en la obediencia de la fe. Voy a ceder mi vida a tu señorio. Voy a ocultar
en mi corazón como una semilla de vida, en la seguridad de que allí, en lo más profundo que el
pensamiento o sentimiento, Tu Espíritu Santo puede hacer que haya raíz y de crecer.
Y voy a través de Su Palabra, para meditar sobre lo que dice de la trayectoria perfecta, enseñame a mí,
Padre mío, para que todo pensamiento lo lleve cautivo a la obediencia de Cristo, y esperar en la
enseñanza de su Santo espíritu. En Él, con los que tú me has enviado el mensaje, dame la respuesta a
esta oración también. Amén.

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Capítulo 1
UN CORAZÓN PERFECTO HACE UN HOMBRE PERFECTO

“Noé era hombre justo y íntegro entre sus contemporáneos; Noé andaba con Dios" (Gênesis 6:9).

"Preguntó aún el Señor Satanás: Observaste a mi siervo Job? porque nadie hay en la tierra semejante a él, hombre íntegro
y recto, delante de Dios, y que se desvía del mal" (Job 1:8).

"Y su corazón no fue perfecto para con el Señor su Dios como el corazón de David, su padre" (I Reyes 11:4 y 15:3).

"El corazón de Asa fue, todos sus días, totalmente del Señor" (I Reyes 15:14).

Agrupamos cuatro hombres, sobre todos los cuales las Santas Escrituras testifican que fueron hombres
perfectos o que sus corazones eran perfectos delante de Dios. Sobre cada uno de ellos las Escrituras
también testifican que no fueron perfectos en el sentido de impecabilidad absoluta. Sabemos como
Noé cayó, como Job tuvo que humillarse ante Dios, y como lamentablemente David pecó. Acerca de
Asa, leemos que hubo una ocasión cuando él actuó insensatamente, habiendo dependido de los sirios, y
no del Señor su Dios; y cuando, en su enfermedad, tomo no al Señor, pero a si a los médicos. Aun con
eso, el corazón de esos hombres era perfecto para con el Señor su Dios.
Para comprender eso, hay una cosa que debemos tener en mente. El sentido del vocablo "perfecto," en
cada caso, tiene que ser juzgado por aquel período de enseñanza particular acerca de Dios, ministrado a
Su pueblo. Lo que un padre o un profesor considera como perfección en un niño de diez años, es muy
diferente que llamaría perfecto a un joven de veinte años. En cuanto a la disposición o espíritu, la
perfección sería la misma; en su contenido, sin embargo en cuanto a las pruebas por las cuáles eso
pueda ser atestiguado, habría gran diferencia. Posteriormente veremos como, en el Antiguo
Testamento, en realidad nada fue hecho perfecto y como Cristo vino a fin de revelar y poner en
práctica la auténtica perfeccion.
Veremos también como la perfección, según nos es revelado en el Nuevo Testamento, es algo
infinitamente más alto, más espiritual y eficaz, que bajo la antigua dispensacion. Sin embargo, en sus
raíces, son la misma cosa. Dios mira hacia el corazón. Un corazón que es perfecto delante de él es
objeto de complacencia y aprobación. La consagración total de una vida a Su voluntad y comunión, la
vida que tiene como lema, "vivir para Dios".
La enseñanza de esos pasajes bíblicos nos sugieren una lección muy simple, y también muy penetrante.
En el registro divino sobre las vidas de Sus siervos, sobre algunos de ellos fue escrito: "Su corazón fue
perfecto para con el Señor su Dios." En cuanto a eso, cada lector debe preguntar: ¿que Dios ve y dice a mi al
respecto? Mi vida, a los ojos de Dios, trae las características de un corazón enteramente consagrado a la
voluntad y al servicio de él? Poseo el deseo ardiente de ser tan perfecto cuanto la gracia me posibilita?
Coloquémonos bajo la luz penetrante de esa pregunta. Debemos creer que con esa palabra, "perfecto,"
Dios tiene en mente algo muy real y verdadero. No evitemos su fuerza, ni nos escondamos de su poder
condenador, apelando hacia el recurso de que no entendemos perfectamente lo que eso quiere decir.
De entrada necesitamos aceptarlo, y entonces entregar nuestras vidas a ella, antes de poder
comprenderla. Nadie puede insistir demasiadamente que, ni en la Iglesia en general y en su enseñanza,
ni en la vida particular del creyente, puede haber esperanza de comprender lo que sea la perfección, en
cuanto a no considerar todo como pérdida, con la finalidad de incautar, vivir, aceptar y poseer esa
perfección.
Esto, sin embargo, podemos comprender. Aquello que hago con corazón perfecto, lo hago con amor y
para hacer, voluntariamente, y con todas mis fuerzas. Eso implica en la firmeza de propósitos y en la

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concentracción de esfuerzos que hace todo subordinado al objetivo único de mi elección. Eso es lo que
Dios puede y lo que Sus santos tienen. Es lo que nosotros debemos dar.
Aquel que desea reunirse a mí siguiendo la Palabra de Dios, en la enseñanza de su voluntad sobre la
perfección, debe hacer a sí aún estas preguntas: ¿Podrá Dios decir a mi respeto lo que declaró de Noé,
Job, David y de Asa, que mi corazón es perfecto delante de él? Ya me entregué totalmente al punto de
poder afirmar que nada debo haber, nada de cualquier categoría, capaz de dividir mi corazón que
pertenece a Dios y Su voluntad? Mi objetivo es tener un corazón perfecto delante de Dios? Es el deseo
de mi fe, esperanza y mi oración? Si así no ha sido, que eso sea una realidad a partir de hoy. Que sea su
la promesa de la Palabra de Dios: "el Dios de la paz... os perfeccione en todo bien" (Hebreos 13:20,21). El Dios
cuyo que puede darnos mas de lo que pedimos o pensamos le abrirá la bendita posibilidad de una vida,
de la cual Él aún puede decir: "Su corazón era perfecto para con el Señor su Dios."

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Capítulo 2
ANDA EN MI PRESENCIA Y SE PERFECTO

“Cuando alcanzó Abraham la edad de noventa y nueve años, le apareció el Señor, y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso:
anda en mi presencia, y sé perfecto. Haré una alianza entre mí y ti, y te multiplicare extraordinariamente. Se postro
Abraham, rostro en tierra, y Dios le habló" (Gênesis 17:1-3).

"Perfecto serás para con el Señor tu Dios" (Deuteronômio 18:13).

"Sea perfecto vuestro corazón para con el Señor nuestro Dios, para que andéis en sus estatutos, y que guardéis sus
mandamientos como hoy lo hacéis" (I Reyes 8:61).

Ya se habían pasado veinticuatro años desde que Dios habia llamado Abraham para salir de la casa de
su padre, teniendo él obedecido al Señor. Durante esos años Abraham fue un aprendiz en la escuela de
la fe. Se aproximaba el tiempo en que habría de heredar la promesa, y Dios vino con el propósito de
establecer su alianza con él. En vista de eso, el Señor se presentó a él con esta triple palabra: "Yo soy el
Dios Todopoderoso... anda en mi presencia... sé perfecto."
Sé perfecto. La conexión en que encontramos esa expresión nos ayuda a comprender el su significado.
Dios se reveló como el Dios Todopoderoso. La fe que Abraham poseía ya habia pasado por larga
prueba: estaba ahora listo a obtener uno de sus mayores triunfos la fe se transformaría en visión real
con el nacimiento de Isacc. Dios invitó la Abraham más que nunca para que se acordara de Su
omnipotência y en ella descansara. Él es el Dios Todopoderoso y todas las cosas son posibles para Él
que ejerce control de todo. Todo su poder, actúa en favor de aquellos que en él confían.
Y todo cuanto el Señor solicita de Su siervo es que el mismo sea perfecto delante de él entregándole
todo el corazón, y su entera confianza. El Dios Todopoderoso, con todo su poder, se entregó
completamente por usted. Conságrese pues enteramente Dios. El conocimiento y la fe de lo que Dios
es, permanecen como la raíz de lo que deberiamos ser: "Yo soy el Dios Todopoderoso: sé perfecto" Así como
conozco Aquel que es dueño de los cielos y de la tierra, percibo que esa es la gran necesidad — ser
perfecto entregándome total y enteramente a Él. Enteramente para Dios es la idea fundamental de la
perfección.
Anda en mi presencia, y sé perfecto. Es en la vida de comunión con Dios, en su presencia continua,
que se hace posible la perfección. Anda en mi presencia Abraham ya venía haciendo eso Pero ahora la
palabra de Dios lo llamaba para una incautación más clara y más cônscisa de eso, como la grande
vocacion de su vida. Y fácil para que nosotros estudiemos lo que las Escrituras enseñan sobre la
perfección. No nos olvidemos, sin embargo, que es solamente cuando estamos andando bien próximos
del Señor, recogiendo y hasta cierto punto consiguiendo una comunión constante con Él, que la orden
divina se hará para nosotros una realidad, en el desdoblamiento de su significado. Anda en mi
presencia, y sé perfecto. La presencia real de Dios es la escuela, es el secreto de la perfección.
Sólo aquel que estudia lo que es la perfección, en la llena luz de la presencia de Dios, es que verá
ampliamente toda su gloria oculta. Esa presencia real es la gran bendición de la redencion en Cristo
Jesus. El velo fue rasgado, y el camino hacia el verdadero santuario, la presencia de Dios, fue abierto;
tenemos acceso con osadía hasta el Santo de los Santos. Dios, que probó ser Todopoderoso,
resucitando Jesus de entre los muertos y sentándolo en la gloria, y nosotros juntamente con Él, a Su
mano derecha, ahora nos habla: "Yo soy el Dios Todopoderoso: anda en mi presencia, y sé perfecto."
Esa orden no fue dada exclusivamente la Abraham. Moisés la transmitió a todo el pueblo de Israel:
"Perfecto serás para con el Señor tu Dios." Ese mandamiento pertenecia a todos los hijos de Abraham; para
todo Israel de Dios; para cada creyente. No piense que antes de obedecer es necesario primeramente

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entender, y definir lo que significa la perfección. No, el camino de Dios es diametralmente opuesto a
eso. Abraham partió, sin saber para donde iba. Prosiga, aún sin saber para donde va. Dios aún le
mostrará la tierra.
Deje que su corazón se llene de Su gloria — Yo soy el Dios Todopoderoso. Que su vida sea puesta
ante Él; anda en mi presencia. Y, de esa manera, con Su poder y presencia reposando sobre todo su ser,
antes que eso sea percibído, su corazón será arrebatado y fortalecido para que se regozije, cumpliendo
el mandamiento: sé perfecto. Tan ciertamente como el botón de la flor necesita sólo permanecer en la
luz del sol para llenarse y llegar a su madurez y perfección, así también el alma que anda en la luz de
Dios será igualmente perfecta. Y cuando el Dios que es todo, brille sobre su corazón, usted no podrá
evitar el júbilo de entregarle todo.

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Capítulo 3
PERFECTO ANTE El SEÑOR, TU DIOS

"Perfecto serás para con el Señor tu Dios" (Deuteronomio 18:13).


Ser perfecto ante Dios no es llamado y privilégio sólo de un hombre como Abraham, pero es
igualmente el deber de todos sus hijos. Ese mandamiento fue dado a todo Israel, para que cada hombre
del pueblo de Dios pudiera recibir y obedecer: "Perfecto serás para con el Señor tu Dios". Eso dice respeto
cada hijo del Señor; nadie que se profese creyente puede evitarlo, rechazar obedecerlo, sin poner en
peligro su salvación. No se trata de un mandamiento como: "No matarás," o "No hurtarás”, refiriéndose a
una limitada esfera de nuestra vida, pero es un principio que permanece enraizado en toda la verdad
bíblica. Si nuestro servicio que Dios tenga ser aceptable, no puede ser prestado con un corazón
dividido, pero con un corazón enteramente dedicado y perfecto.
Una vez removidas aquellas falsas nociones, y cuando la verdad comienza a enraizar en el alma,
generalmente surge un segundo obstáculo que es la incredulidad: ¿como pueden ser esas cosas? En vez
de aceptar la orden del Señor, para entonces aguardar en el camino de la obediencia a través de la
enseñanza de Espíritu Santo, los hombres están listos, inmediatamente, a presentar sus propias
interpretaciones de la Palabra, y afirman confiantemente: eso no puede ser. Se olvidan de que el
objetivo entero del evangelio y la gloria de la redención obtenida por Cristo, es que hace posible lo que
está además de los pensamientos o poderes humanos; y que eso revela Dios, no como un Legislador y
Juez, a exigir hasta el último centavo, pero antes, como un Padre, que graciosamente trata con cada uno
de acuerdo con su capacidad, y acepta la entrega total del corazón.
Comprendemos eso en un padre terranal. Un niño de diez años hace algún pequeño servicio para su
padre, o lo ayuda en sus quehaceres. El trabajo del niño es bastante defectuoso, aún así es motivo de
alegría y esperanza para su padre, porque ve en aquel la prueba de lo encariño y de la obediencia de su
hijo. El niño sirvió el padre con un corazón perfecto, aunque eso no implique en un trabajo
perfecto.Semejantemente, el Padre celestial acepta como corazón perfecto, el propósito simple igual a
una creencia, que hace Su temor y servicio en su único objetivo. El creyente puede ser profundamente
humillado debido a los levantes involuntarios de la naturaleza mala; el Espíritu de Dios, sin embargo, el
enseña a decir: "No más yo, pero el pecado que en mí habita". Puede ser amargamente entristecido por la
conciencia de fallas y fracasos, pero oye la voz de Jesus: "el espíritu, en la verdad, está pronto, pero la carne es
débil" (Mateo 26:41).
Así como Cristo llevaba en consideración el amor y la obediencia de Sus discípulos infieles,
aceptándolos como eran y sobre esas condiciones prometio el Consolador, semejantemente el creyente
puede recibir el testimonio del Espíritu de que el Padre ve y acepta en él el corazón perfecto, aún
cuando aún no hay realizaciones perfectas.
"Perfecto serás para con el Señor tu Dios." Cuidemos de no quitar de la Palabra de Dios toda su significación,
haciéndola sin efecto a causa de nuestras tradiciones. Creamos en el mensaje que nos enseña: "pues no
estáis bajo la ley, y, sí, de la gracia" (Romanos 6:14). Entendamos lo que es la gracia en su tierna misericordia:
"Como un padre se compadece de sus hijos, así el Señor se compadece de los que lo temen" (Salmos
103:13). Entendamos lo que es la gracia en su gran poder que opera en nosotros tanto el querer como
el realizar: "Mas, el Dios de toda gracia .. él aún os hay de perfeccionar" (I Pedro 5:10) Que se mantengamos
nuestra integridad, en confianza, regocijando permanentemente en la esperanza hasta el fin, entonces el
hecho de que seamos perfectos de corazón nos conducirá al camino perfecto, y entenderemos que
Cristo también cumple esta palabra en nosotros: "Perfecto serás para con el Señor tu Dios."

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Capítulo 4
HE ANDADO EN TU PRESENCIA CON CORAZÓN PERFECTO

"Entonces volvio Ezequias el rostro para la pared, y oró al SEÑOR, diciendo: Acuerdate, SEÑOR, te pido, de que
anduve delante de ti con fidelidad, con entereza de corazón, y hice lo que era recto a tus ojos... vino la palabra del
SEÑOR, diciendo... dice la Ezequias... Así dice el SEÑOR, el Dios de David, tú padre: Oí tú oración... he ahí que
yo te sanaré" (II Reyes 20:2-5).
Como la simplicidad de un niño, es esa comunion con Dios! Cuando el Hijo estaba a las puertas de la
muerte, Él oró: "Yo te glorifiqué en la tierra, consumando la obra que me confiaste para hacer; y ahora, me glorifica, ó
Padre, contigo aún" (Juan 17:4,5). Jesus Cristo basó Su vida y Su obra fundamentada, Su espera en la
respuesta la la oración que presentó. Semejantemente suplicó Ezequias, el siervo de Dios, en lo la la
base del mérito personal, naturalmente, pero en la confianza que Dios "el no es injusto para quedarse
olvidado de vuestro trabajo y del amor que evidenciasteis para con su nombre" (Hebreos 6:10), y que Dios se
acordaría de cómo él habia andado en su presencia con corazón perfecto. Esas palabras, ante todo, en
los sugieren este pensamiento, que el hombre que anda con corazon perfecto delante de Dios, puede
tener conocimiento de eso — eso puede ser una cuestión consciente para él. Examinemos ahora el
testimonio que las Escrituras presentan del rey Ezequias (II Reyes 18:3-6): "Hizo él lo que era recto ante el
SEÑOR, según todo lo que hube hecho David, su padre." Si siguen, entonces, los diferentes elementos de su vida
que eran rectos en el parecer del Señor. "Confió en el SEÑOR Dios de Israel... sí encariñó al SEÑOR, en el dejó de
lo seguís. Guardó los mandamientos que el SEÑOR hube ordenado Moisés. Así fue el SEÑOR con él." Su vida se
caracterizó por la confianza y amor, constancia y obediencia. Y el señor estuvo siempre con él.
Ezequias fue uno de los santos de los cuáles leemos: "por la fe, los antiguos obtuvieron buen testimonio"
(Hebreos 11:2). Ese es el testimonio bíblico de que fueron rectos, de que sus vidas fueron agradables la
los ojos de Dios.
busquemos tener esa conciencia bendecida. Pablo la manifestó al escribir: "Porque nuestra glóría es esta: el
testimonio de nuestra conciencia, de que con santidad y sinceridad de Dios, en el con sabiduría humana, pero en la gracia
divina, hemos vivido en el mundo, y malas especialmente para con vosotros" (II Coríntios 1:12). El apóstol Juan
también la expresó cuando dijo: "Amados, sí el corazón en el en los acusar, tenemos confianza delante de Dios; y
aquello que pedimos de él recibimos, porque guardamos sus mandamientos y hacemos delante de él lo que le es agradable"
(I Juan 3:21,22). Sí quisiéramos gozar de perfecta paz y confianza, entonces tenemos que piso en la
osadía santa y en la gloria bendita la que las Escrituras se refieren, y saber que nuestro corazón es
perfecto para con Dios.
La oración de Ezequias sugiere una segunda lección — que la conciencia del corazón perfecto nos de la
un maravilloso poder en la oración. Leamos nuevamente las palabras de esa oración, y notemos cuan
distintamente Ezequias se basó en su piso de corazón perfecto para con el Señor. Por eso acabamos de
citar I Juan, donde claramente él dice que "aquello que pedimos, de él recibimos, porque guardamos sus
mandamientos." Es el corazón que nos condena, y que sabe que es perfecto ante Dios, que nos
proporciona esa osadía.
Probablemente en el hay un único lector de estas líneas que en el pueda testificar cuan dolorosamente,
en ciertas ocasiones, la conciencia de que su corazon era perfecto para con Dios, sirvió de obstáculo
para la confianza en la oración. Además de eso surgió nociones erróneas sobre lo que sea un corazón
perfecto, y sobre el peligro de la justicia propia, cuando el creyente ora la semejanza de Ezequias En
muchos casos eso ha contribuido para proscribir toda idea que es posible algún día alcanzar aquella
osadía y confiante certeza la respuesta la las oraciones, y que Juan conecta la un corazón que en lo nos
condena. Ojalá desistiéramos de todos nuestros prejuicios y aprendiéramos a aceptar la Palabra de Dios
tal como ella se encuentra, como la única regla de fe, como la única medida de nuestra expectación.

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Nuestras oraciones diarias serían un renuevo de que Dios requiere un corazón perfecto; serían una
nueva ocasión de confesión sincera en cuanto al hecho de que estemos andando en El con un corazón
perfecto delante del Señor; serían un nuevo motivo para hacer nada menos que el patrón de nuestra
comunión con nuestro Padre celestial. Como nuestra osadía en la presencia de Dios sería muy malas
definida; como nuestra conciencia de Su aceptación sería malas luminosa; como el pensamiento de
nuestra nulidad sería revivificado, y como la certeza de Su que pueda en nuestras franquezas, y de su
respuesta la las nuestras oraciones, serían la alegría de nuestra existencia. En medio de toda conciencia
de imperfección y de realizaciones fallos, tenemos el consuelo de decir con simplicidad de un niño:
"Acuerdate, Señor, te pido, de que anduve delante de ti con fidelidad, con entereza de corazón, e hice lo que era recto la
tus ojos."

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Capítulo 5
OH SEÑOR, CONCEDEME UN CORAZON PERFECTO

"Y a Salomon, mi hijo, dale corazón íntegro para guardar tus mandamientos, tus testimonios y tus estatutos"
(I Crónicas 29:19).
"Sea mi corazón irreprensible en tus decretos" (Salmos 119:80).

En su comisión de despedida a Salomon, David le impuso el deber de servir Dios con corazón
perfecto, visto que es Dios que ve nuestros corazones. Lo que Dios quiere es nada menos que el
corazón, el corazón todo, un corazón perfecto. poco tiempo después, en su oración de dedicación,
después de que habian sido donados todos los materiales necesarios para la construcción del templo, el
rey David vuelve otra vez la atención para esa gran necesidad, e intercede por su hijo, como una dádiva
del Señor, diciendo: "a Salomon, mi hijo, da un corazón íntegro."
El corazón perfecto es un don de Dios, y aceptado bajo las leyes que gobiernan todas las cosas, como
una semilla oculta que necesita ser aceptada y puesta en acción por la fe. El mandamiento que nos dice
"sed perfectos," exige inmediata y total sumisión. Cuando esa sumisión es reconocida, la necesidad de
un poder divino apropiado se hace motivo para oración urgente y ardorosa. La palabra de orden,
recibida y escondida en un corazón bueno y honesto, si hace en la semilla del poder divino.
Dios opera su gracia en nosotros impulsándonos a la acción. De esa manera, el deseo de dar oídos la la
orden de Dios, y de SERVÍRLE con corazón perfecto, es un comienzo para lo cual Dios da la atención, y
que Él personalmente hará ser fortalecido y perfeccionado. El don de un corazón perfecto, así siendo,
es obtenido mediante la obediencia de la fe. Comience inmediatamente a servir Dios con un corazón
perfecto, y el corazón perfecto nos será dado.
El corazón perfecto es un don de Dios, que precisa ser solicitado, y obtenido a través de la oración.
Ninguno orará por un corazón perfecto, con perseverancia, con fe, mientras en el aceptar la Palabra de
Dios plenamente, encarándola como un mandamiento positivo y un deber inmediato. Sin embargo,
siempre que eso es hecho, la conciencia inmediatamente se revigoriza ya dependiendo de la completa
imposibilidad de intentar obedecer basados en las fuerzas humanas Y al mismo tiempo crecerá la fe de
que la palabra de orden tenía simplemente el propósito de atraer el alma para cerca de aquel que
concede aquello que Él mismo pide. El corazón perfecto es un don que necesita ser obtenido por la
oración. David pidió al Señor que proponercionase esa bendición a su hijo, Salomon, tal como habia
orado por sí mismo, muchos años antes, cuando dijo: "Sea mi corazón irreprensible en tus decretos ."
Que todos nosotros, que anelamos esa gran bendición, sigamos su ejemplo — que para nosotros eso
sea un asunto de oración definida e intensa. Y que cada hijo e hija de Dios diga a su Padre celestial:
"Concede a Tú hijo un corazón perfecto."Que en el curso de nuestras meditaciones, a lo largo de este
pequeño libro, transformemos cada palabra de orden, cada enseñanza, cada promesa, en una oracion
aguda, personal, que pide y reclama, que acepta y prueba el don de un corazón perfecto. Y entonces,
cuando la semilla comenzar a echar raíces, y el espíritu de señal de conciencia de que los primeros
indícios de un corazón perfecto fueron proporcionados, con el propósito decidido de vivir
exclusivamente para el Señor, perseveremos en oración, rogando el corazón perfecto en toda su
plenitud.
Un corazón perfecto en su propósito para con Dios es tan solamente la práctica inicial. En seguida
viene el recibimiento de una gracia sobre otra el avance, de fuerza en fuerza, en dirección a la
perfeccion el revestimiento, en creciente y distinguida semejanza, del Señor Jesus, con cada una de las
características de Su santa imagen. Todo eso también debe ser tomado y encontrado por intermedio de

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la oracion. Son justamente aquellos que saben malas lo que significa ser perfecto en los propósitos, que
son capaces de orar malas fervorosamente para que sean perfectos igualmente en la práctica diaria.
Conforme a las palabras de Ezequias, vemos que existen de los elementos en el corazón perfecto en
relacion para con Dios, y la relación para con sus mandamientos. "Anduve delante de ti con fidelidad, con
entereza de corazón, e hice lo que era recto la tus ojos " David hace mención del segundo de esos
mandamientos en su oración "da corazón íntegro para guardar tus mandamientos." Sin embargo, los de los
elementos son siempre unidos y paralelos: por cuanto, piso ante el Señor asegura que estamos andando
en Sus mandamientos. "Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, desciende del
Padre de las luces," lo que se verifica también con el don de un corazón perfecto. Pero acerca de toda
bendición solicitada, nos dice Santiago: "Pídala, sin embargo, con fe, en nada dudando". Estamos seguros de
que en la adoración a Dios, será concedída al alma cuya intención es firme, nada menos que aquello que
Dios proyecta dar juntamente con un corazón perfecto. Hagamos con santa osadía la oracion que
ruega: "Señor, da a Tú hijo un corazón perfecto. Sea mi corazón irreprensible en tus decretos."

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Capítulo 6
EL PODER DE DIOS PARA LOS PERFECTOS DE CORAZON

"Acaso no fueron los etíopes y los líbios gran ejército, con muchísimos coches y caballeros? Sin embargo, teniendo tú
confiado en lo SEÑOR, él los entregó en tus manos. Por cuanto al SEÑOR, sus ojos pasan por toda la tierra, para
mostrarse fuerte para con aquellos cuyo corazón es totalmente de él" (II Crónicas 16:8,9).
Encontramos aquí los mismos tres pensamientos percibidos en las palabras que Dios dirigió a
Abraham. Allí hubo la orden para que Abraham fuera perfecto en conexión con la fe en el poder de
Dios, y como el andar en Su presencia. Aquí tenemos el corazón perfecto mencionado como la
condición para que el creyente experimente el poder de Dios, siendo esa la calidad que Dios recoge ver,
mediante la cual aprueba aquellos que andan en Su presencia. Esas palabras en los ministran la gran
lección, el valor de un corazón perfecto a la vista del Señor. Esa es la calidad de carácter que Dios más
ansía ver en los hombres. "Sus ojos pasan por toda la tierra" en búsqueda de hombres así calificados. El
Padre busca los tales para que le adoren. 'Y, cuando los encuentra, entonces se muestra fuerte en
defensa de ellos. Esa es la gran calidad que las señala el alma como capaz de recibir y de exhibir la
fuerza del Señor, redundando en gloria para Él.
El contexto demuestra que la evidencia principal del corazón perfecto es la confianza en Dios.
"Habiendo tú confiado en el Señor, él los entregó en tus manos. Porque, cuanto al SEÑOR, sus ojos pasan por toda la
tierra, para mostrarse fuerte para con aquellos cuyo corazón es totalmente de él." La esencia de la fe consiste en
esto: conceda Dios su debido lugar y gloria, en la calidad de Dios; déle completa libertad para trabajar,
dependiendo exclusivamente de él; deje que Dios sea Dios. En esa fe o dependencia, el corazón se
muestra perfecto para con lo Señor; sin poseer cualquiera otro objeto de confianza o deseo, dependa
únicamente de él. Pasando los ojos de Dios por toda la faz de la tierra, siempre que Él descubre una
persona así calificada el Señor se deleita en mostrarse fuerte para con la misma, en actuar en ella o por
intermedio de ella, de acuerdo con las riquezas de la gloria de su poder, conforme sea el caso.
Que lecciones preciosas esas palabras nos enseñan, en lo tocante a la vida cristiana! Para que Dios
revele su poder en nosotros, para que Él nos haga vigorosos para la vida cristiana o para el trabajo, para
realizar o para sufrir, nuestro corazón tiene que ser perfecto para con Él. No evitemos aceptar la
verdad. Que ninguna opinión preconcebida, que nos haga pensar que es imposíble alcanzar la
perfección ante el Señor, nos impida permitir que la Palabra de Dios ejerza su más pleno efecto sobre
nosotros. Dios se muestra fuerte para aquel cuyo corazón es perfecto ante Él. Antes de que intentemos
cualquier definición, recibamos primeramente la verdad de que existe aquello que el Señor denomina de
corazón perfecto, admitiendo que esa podrá ser nuestra experiencia en esta vida. No quedemos
contentos con cualquier cosa menos que saber que los ojos del Señor tienen visto que nuestro corazon
es íntegro delante de él. No tengamos recelo en decir: "De todo el corazón te recogí" (Salmo 119:10).
Ya venimos como la principal característica del corazon perfecto es la actitud de dependencia de Dios.
Él busca hombres que confíen totalmente en él; y para los tales Dios exhíbe su poder. Dios es un Ser
de gloria y poder infinitos e incomprensibles. Nuestra mente no puede formar cualquier concepción
exacta de lo que Él puede hacer por nosotros. Incluso cuando contamos con Su palabra y promesas,
nuestros pensamientos humanos sobre lo que Él pretende afirmar, son siempre defectuosos. Nada
deshonra más Dios, sin embargo, cuando lo limitamos. Y nada nos lleva más a limitar Dios, que cuando
permitímos que nuestras ideas humanas, sobre lo que Él se propone, sean la medida de nuestra
expectativa.
La dependência de un corazón perfecto ante el Señor, consiste simplemente de lo siguiente —
entréguese a Él como Dios, descanse en él, permita que Él como Dios, haga a Su propia manera,
aquello que nos prometió. El corazón del creyente se muestra perfecto ante el Señor, cuando se hace

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frente con Él con una fe perfecta, aceptando todo cuánto Él es, y hace en la calidad de Dios. La fe
espera de Dios aquello que ultrapasa a toda expectación.
El Padre búsca tales personas. Con que júbilo los encuentra! Como el Señor se deleita en ellos cuando
sus ojos, pasando por la faz de la tierra, reposan sobre los mismos, a fin de mostrarse su fuerte y
poderoso Ayudador! Andemos ante ese Dios con un corazón perfecto, dependiendo de él para que
opere en nosotros y por encima de todo cuanto podemos pedir o pensar. La gran necesidad de la vida
espiritual, es conocer cómo eso depende enteramente de la actuación del Señor en nosotros, y cual la
superabundante grandeza de su poder, activo en nosotros, los que creemos. Cuando el alma creyente
comprende eso, y entonces, con un corazón perfecto se rinde a ese Dios Todopoderoso, permitiéndole
operar en su íntimidad, como Él se muestra fuerte a su favor!

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Capítulo 7

CON LOS PERFECTOS, DIOS SE MUESTRA PERFECTO

"También fui íntegro para con él y me guardé de la iniquidad. Para con el benigno, benigno te muestras; con el íntegro
tambien íntegro. El camino de Dios es perfecto; la palabra del SEÑOR es probada; él es escudo para todos los que en él se
refugian. El Dios que me revistió de fuerza, y perfecciono mi camino" (Salmo 18:23,25, 30,32).

"El camino de Dios es perfecto." En todo cuanto hace en todo cuánto es, Dios es la perfección de la bondad
y de la belleza. En la naturaleza como en la gracia, en el cielo como en la tierra, en el mayor como en el
menor, todo cuanto está en Dios o es de Dios, muestra esa forma infinita. Si al menos los hombres que
estudian y admiran la perfección de Sus obras, los santos que aman y recogen la perfección de Su
servicio y comunión, entendieran esa verdad, verían que es solamente aquí que puede ser
verdaderamente conocida y encontrada la perfección en el propio Dios. Cuanto Dios eso es el más
elevado que podemos decir a Su respecto y pensar que comprendemos tan poco su camino es perfecto.
Dios "perfeccionó mi camino." De entre las perfecciones de Dios, esa es la principal Él no la guarda para Sí
mismo: el cielo y la tierra están repletos de Su Gloria. Dios es amor, y vive no para Sí mismo, sin
embargo, en la energía de una vida infinita, haciendo con que sus criaturas, tanto cuanto posible,
participen de Su perfección. Su deseo es perfeccionar todo a su alrededor. Especialmente al alma del
hombre que se eleva a Él. Entre sus seres y Su propia persona, Dios desea que haya perfecta armonía.
El padre quiere que el hijo sea igual a Sí mismo. Mientras más yo aprender a decir, en profunda
adoración: "El camino de Dios es perfecto", tanto más pronto tendré la fe y la gracia para decir juntamente
con el salmista: Dios "perfeccionó mi camino."
En la proporción en que confiáramos en eso, o sea, en que recibiéramos la verdad celeste envuelta en
esas palabras en el más íntimo de nuestro ser y asimilarlas, no nos admiraremos que el mismo hombre
declaró: "También fui íntegro para con él y me guardé de la iniquidad." "El Dios que me revestio de fuerza, y
perfeccionó mi camino." Solamente a Él pertenece el poder, la honra y la gloria de aquí¬lo que Él ha
realizado. Eso hace la confesión: "También fui íntegro para con él," enteramente remota de la presunción o
de la justicia propia, pero antes, una atribución de alabanza a quien la alabanza es debido.
Se siguen entonces las palabras donde la perfección de Dios y la perfección del hombre son percibidas
en su admirable relación y armonía: "Con el íntegro, también te muestras íntegro." De la misma forma como
puede haber un rayo de luz del día, por más franco y renovado que sea, mostrando así que existe un sol,
semejantemente no puede haber perfección, por menor que sea, que no provenga de Dios. En su más
débil inicio en una alma, en sus luchas más negras y casi sin esperanza, en todo eso vemos la perfección
de Dios a luchar con el hombre para irrumpir y tomar posesión de él, Durante todo el tiempo en que el
hombre se rechaza a dar su consentimiento, Dios tendrá que ser para nosotros lo que somos para Él:
"Con el perverso te muestras inflexible" (Salmo 18:26). Sin embargo, siempre que la voluntad del hombre
consiente, y que su corazón escoge esa perfección y ese Dios perfecto como su porción, Dios satisface
el alma con manifestaciones cada vez más amplias de cuan perfecto Él es para con los que Le
pertenecen. "Con el íntegro, también te muestras íntegro."
Al alma perfectamente vuelta a Él, Dios se revela de forma maravillosa. Vuélvase para Dios, por lo
tanto, con todo su corazón y vida, con toda su confianza y obediencia ande en la presencia de él con
corazón íntegro y Él se mostrará perfecto a usted; sí, el Dios cuyo camino es perfecto y que perfecciona
su camino, el Dios que lo perfecciona en todas las cosas buenas. Responda afirmativamente al Señor
con las palabras: "De todo el corazón te recogí," entonces Él dirá: "Sí, y yo me regozijarei con vosotros, para haceros
el bien, de todo mi corazon y de toda mi alma." Diga con fe, esperanza y alegría: "Con el íntegro, también te
muestras íntegro."

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Capítulo 8

CONDUCE AL CAMINO PERFECTO LA PERFECCIÓN DE CORAZÓN

"Bienaventurados los irreprensibles en su camino, que andan en la ley del SEÑOR. Bienaventurados los que guardan sus
preceptos, y lo buscan de todo el corazón" (Salmo 119:1,2).
"Sea mi corazón irreprensible en tus decretos" (Salmo 119:80).

"Entendere sabiamente al camino de la perfección; oh! cuando vendrás a tener conmigo? Adentro en mi casa, tendré
corazon sincero" (Salmo 101:2).
Hemos verificado lo que las Escrituras dicen acerca del corazón perfecto; pero aquí ellas hablan sobre
el camino perfecto. "Bienaventurados los irrepreensibles en su camino, que andan en la ley del Señor". Esas son las
palabras iniciales del bello Salmo donde nos es suministrado el cuadro, a la base de la prueba mucha de
la experiencia personal, de una vida maravillosa vivida según el deseo de Dios. Al volver los ojos para
su pasado, el salmista no se situo en reivindicar para sí la declaración que había observado la ley: "A tus
testimonios me encariño." "Así observaré de continuo tu ley." "No me olvido de tus decretos." "No me aparto de tus
juicios." "He practicado juicio y justicia." "Admirables son tus testimonios, por eso mi alma los observa."
Verdaderamente el hombre que es capaz de mirar hacia Dios en lo alto, en la simplicidad de su alma, y
afirmar de esa manera: "Bienaventurados los irreprensibles en su camino!"
El significado de ser "perfecto en su camino," se hace claro a lo que estudiemos el Salmo. La perfección
incluye dos elementos. El primero es la perfección de corazón, la intensidad de propósitos, con la cual
un individuo se lanza en la búsqueda del Señor y Su voluntad. El otro elemento es la perfección de la
obediencia, mediante la cual el individuo recoge no solamente algunos, pero todos los mandamientos
de su Dios, y no se contenta con menos que el privilegio del Nuevo Testamento de ser "perfecto en toda la
voluntad de Dios." El salmista habla con gran confianza sobre esos elementos.
Veamos como él testifica sobre el primero, en las siguientes palabras: "Bien-aventurados los que guardan sus
prescripciones, y lo buscan de todo el corazon." "De todo el corazón a cumpliré." "Guardo de todo el corazón tus
preceptos." "En tu ley está mi placer." "Cuanto amo tu ley!" "Considera en como estremezco tus preceptos." "Mi alma
ha observado tus testimonios; yo los amo ardientemente." Ese es, efectivamente, el corazón perfecto de lo cuál ya
tuvimos oportunidad de oír. El Salmo entero es una oración y un llamamiento para que el propio Dios
considere y vea como su siervo, en simplicidad de todo el corazón, escogió a Dios y a Su ley como su
única porción.
Más de un golpe ya pudimos decir que, en esa dedicacion completa, que en esa integridad de corazón,
es que encontramos la raíz de toda la perfección.
Eso, sin embargo, es sólo la raíz y el principio: pues hay un otro elemento que puede hacerse ausente.
Dios será encontrado en Su voluntad; aquel que quiere verdaderamente encontrar Dios, y disfrutar
plenamente del Señor, tiene que Aceptarlo en toda su voluntad. Eso ni siempre es comprendído. Un
hombre puede tener en el corazón la intención de servir perfectamente Dios, al mismo tiempo que no
tiene conciencia de cuanto es perfecto su conocimento sobre la voluntad del Señor. La propia
intensidad de su propósito y la conciencia de su integridad para con Dios, pueden ilusionárlo. Tanto
cuanto sabe, cumple la voluntad de Dios. Se olvida, sin embargo, de cuanto aún existe de esa bendita
voluntad que él desconoce. Así pues, tal creyente puede aprender una lección muy útil del escritor de
nuestro Salmo.
Oigamos como él habla: "De todo mal camino desvío mis pies." "Por eso detesto todo camino de
falsedad." "Por eso tengo por rectos todos tus preceptos." Es esa entrega a una vida de entera y
perfecta obediencia, que explica imediatamente la necesidad que el salmista sentía encampana divina, así

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como la confianza con que él peleaba por eso y lo esperaba: "Sea mi corazón irrepreensíble en tus
decretos." El alma que ansía nada menos que ser perfecta en el camino, y que tiene profunda conciencia
de su necesidad de ser divinamente instruída, y que entonces solicita enseñanza, jamás se quedará
desamparada.
En nuestra próxima meditación pasaremos la ver el Nuevo Testamento. En el Viejo Testamento
encontramos el periodo de preparación, el despertamiento del espíritu de santa expectativa, aguardando
el cumplimiento de las promesas del Señor. Vemos también que el corazón perfecto consistía de un
vaso preparado amor perfecto el amor de Dios en nosotros perfeccionado.
"Bienaventurados los irreprensibles en su camino!" Hemos oído el testimonio de uno de los santos del Viejo
Testamento; y no está escrito acerca del periodo del Nuevo Testamento: "El más débil de entre ellos ese día
será David?" (Zacarias 12:8.) Ciertamente que ahora, en la plenitud de los tiempos, cuando Jesus, nuestro
Sumo sacerdote, en el poder de una vida interminable, salva completamente al pecador, y cuando
Espíritu Santo ha venido de Dios para habitar en nuestro íntimo y ser nuestra propia vida, a buen
seguro, no hay necesidad ahora de haber en la boca de todo el creyente alguna palabra del Salmo que
no tenga sentido literal. Vamos a leerlo más una vez. Profiriéndolo palabra por palabra en la presencia
de Dios, conforme su escritor hizo, nosotros también comenzaremos a cantar: "Bienaventurados los
irrepreensíbles en su camino... y al Señor recogen de todo el corazón."
"Atentaré sabiamente al camino de la perfección; oh! cuando vendrás a tener conmigo? Puertas a dentro, en mi casa,
tendré corazón sincero" (Salmo 101:2).

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Capítulo 9

PERFECTO COMO El PADRE

"Por lo tanto, sed vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mateo 5:48).
Perfecto ante Dios, perfecto con Dios, perfecto para con Dios esas son expresiones que descubrimos
en el Antiguo Testamento. Todas ellas indican determinada relación: la elección y propósito del
corazon firmado en Dios, el deseo fervoroso de confiar en él y serle obediente. La primera palabra que
surge en el Nuevo Testamento, de inmediato nos lleva hacia un nivel enteramente diferente, colocando
a nuestro alcance aquello que Cristo adquirió para nosotros con su sangre. No solamente perfectos para
con Dios, pero también perfectos como Dios. Esa es la maravillosa posibilidad que nos aguarda. Revela
la infinita plenitud de sentido que el vocablo "perfecto" en la mente del Señor. Nos suministra
inmediatamente el único patrón que debemos recoger y el único a través de lo cuál eso puede ser
alcanzado. Lanza por tierra toda esperanza de perfección como realización humana; pero despierta la
esperanza en aquel que, siendo Dios, por el poder, que siendo Padre, posee la voluntad, de hacernos
semejantes a Él.
Un niño pequeño puede ser la perfecta imagen de su padre. Puede haber gran diferencia cuanto a la
estatura, edad, fuerza física... y sin embargo, a semejanza puede ser tan notable que todos pueden
percibirla. Igualmente, un hijo de Dios, aunque en escala infinitamente menor, puede traer la imagen
del Padre celestial de manera tan destacada, y tener una semejanza tan grande con el Padre celestial que,
en su existência como criatura humana, será perfecto como el Padre en Su existencia celestial. Eso está
dentro del terreno de las posibilidades Es exactamente eso que cada creyente debe anhelar en la vida.
"Perfectos como perfecto es vuestro Padre celestial," debería ser uno de los primeros artículos de nuestro credo,
uno de los hechos luminosos orientadores de nuestra vida cristiana.
En que consiste esa perfección del Padre es evidenciado a través del contexto: "Amad vuestros enemigos y
orad por los que os persiguen; para que os hagais hijos de vuestro Padre celestial, porque él hace salir su sol sobre malos y
buenos, y venir lluvias sobre justos e injustos... Por lo tanto, sed vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto."
O entonces, según leemos en Lucas 6:36: "Sed misericordiosos, como también es misericordioso vuestro Padre." La
perfección de Dios yace en Su amor; en Su disposición de comunicar su propia bienaventuranza a
todos a su alrededor. Su Compasión y misericordia son la gloria de Su ser. Él nos creó según su imagen,
de conformidad con su semejanza, para que encontrásemos nuestra gloria en una vida de amor,
misericórdía y beneficiência. Es en el amor que debemos ser hechos perfectos, tal como nuestro Padre
celestial es perfecto.
El pensamiento que inmediatamente viene a la nuestra mente, y que se repite por muchas veces, es el
seguiente: Pero, será eso posible? Y en caso positivo, de que manera? Ciertamente no como fruto de los
esfuerzos humanos. Sin embargo, las propias palabras contienen la respuesta: "Perfectos como perfecto es
vuestro Padre celestial." Es igual al niño que recibió la vida de su padre, y porque lo entrena y cuida de su
desenvolvimento, es que puede haber una tan notable y creciente semejanza entre el niño, en su
flaqueza, y el padre, en su estado adulto. Justamente porque los hijos de Dios son participantes de la
naturaleza divina, poseen la vida, el Espíritu y el amor de Dios habitando en sí, es que esa orden es
razonable, y es posible su obediencia en medida cada vez más amplia: Sed perfectos, como perfecto es vuestro
Padre celestial.
La perfección pertenencia a nuestro Padre: tenemos las simientes de la perfección, que en nosotros
fueron implantadas; Él se deleita en dar el crecimiento. Las palabras que a la primera vista parecen
lanzarnos en el más total desespero, ahora se transforman en nuestra esperanza y vigor espirituales. Sed
perfectos, como perfecto es vuestro Padre. Reivindique esa herencia legítima como hijo; entréguese a sí mismo
para ser totalmente del Señor; ríndase al Padre, para que sea hecho en usted todo cuánto Que Él quiera.

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Además de eso, nos acordemos, igualmente, quien nos transmite ese mensaje enviado por el Padre. Es
el hijo, lo cual fue personalmente perfeccionado por el Padre mediante el sufrimiento; Él aprendió la
obediencia y fue hecho perfecto; también, nos ha perfeccionado para todo el siempre. El mensaje que
dice, "Sed perfectos," llega a nosotros de la parte de él, en la calidad de Hermano mayor, como una
promesa de infinita esperanza.
Aquello que Jesus solicita de nosotros, el Padre concede. Aquello que Jesus dice, el Padre ejecuta.
Presentar "todo hombre perfecto en Cristo Jesus" es el gran propósito de Cristo y Su Evangelio. Aceptamos
los mandamiento de la parte de él; rindiéndonos al mismo para que le sean obedientes que nuestra
esperanza provenga de aquel en quien fuimos perfeccionados. Por intermedio de la fe en él, recibimos
al Espíritu Santo, a través de quien el amor de Dios es derramado en nuestros corazones. Por medio de
la fe en él, ese amor se hace en nosotros una fuente de amor sin cessar. En unión con Él, el amor de
Dios es perfeccionado en nosotros, y así somos perfeccionados en amor. No temamos aceptar y
obedecer al mandamiento del Señor Jesus: "Por lo tanto, sed vosotros perfectos como perfecto es vuestro Padre
celestial."

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Capitulo 10
PERFECCIONADO COMO El MAESTRO

"Sed misericordiosos, como también es misericordioso vuestro Padre...El discípulo no es superior a su maestro; mas todo el
que fuere perfeccionado, será como su maestro" (Lucas 6:36,40).
En su narrativa en que muestra parte del Sermon de la Montaña, Lucas registra que Jesus dijo, no que
fuéramos perfectos, y, sí, que fuéramos misericordiosos a ejemplo de nuestro Padre celestial.
Inmediatamente, sin embargo, introduce la idea de perfección (bien instruído). Perfección no
conectada, sin embargo, con el Padre, pero antes, con El Hijo, en la calidad de Maestro de Sus
discípulos. Esa alteración es extremadamente instructiva; nos lleva a mirar a Jesus, cuando aun habitaba
en la carne, como nuestro modelo.
Puede ser dicho que nuestras circunstancias y que son tan diferentes de aquellos que Dios posee, que es
imposible aplicar los patrones de Su infinita perfección en este nuestro pequeño mundo. Pero he ahí
que aparece el Hijo, en la semejanza de carne pecaminosa, intentado en todas las cosas tal como
nosotros también; y entonces se ofrece como nuestro Maestro y Guía. Él vive con nosotros para que
podamos vivir con Él; vive como nosotros para que podamos vivir con Él. El patrón divino es
materializado y hecho visible, siendo puesto a nuestro alcance, en el modelo humano. Creciendo de
conformidad con la semejanza de aquel que es la imagen del Padre, también traeremos la semejanza del
Padre en nosotros nos haremos semejantes a Él, el primogénito entre muchos hermanos, y nos
hagamos perfectos como el Padre es perfecto. "El discípulo no está por encima de su maestro; todo aquel, sin
embargo, que fuera bien instruído será como su maestro."
"El discípulo no está por encima de su maestro" El pensamiento de que el discípulo es semejante a su Maestro,
algunas veces está conectado a la humillación tierna; tal como su Señor, el discípulo será despreciado y
perseguido (Mateo 10:24,25; Juan 15:20) Otras veces se refiere a la humilhación en el íntimo, es decir, la
disposición que el creyente tiene que ser un siervo (Lucas 22:27; Juan 13:16). Tanto en su vida externa
como en su disposición interior, el discípulo perfeccionado no conoce cosa alguna más elevada que ser
como su Maestro.
Aceptar Jesus como Maestro, con el deseo y el propósito de ser, vivir y actuar cómo Él en eso consiste
el verdadero cristianismo. Se trata de algo mucho más que aceptarlo como Salvador y Ayudador;
mucho más que reconocerlo como Señor y Maestro. Un siervo puede obedecer a los mandamientos de
su Señor muy fielmente, al mismo tiempo que nunca le sube a la cabeza la idea de, por medio de esa
obediência, elevarse hasta a la semejanza y espíritu de su señor. Pero es en eso, con exclusividad,
consiste el más auténtico discipulado cristiano ser igual al Maestro tanto cuanto posible, considerar la
vida de él como la legítima expresión de todo cuánto es hecho, y que entonces tuviera como blanco
nada menos que de ser perfecto como Él fue en esta vida. "Todo aquel, sin embargo, que fuera bien instruído
será como su maestro."
Esas palabras nos sugieren de modo perfectamente distinguido, que en el discipulado cristiano está
envuelto más que una sólo práctica. Así como en el Antiguo Testamento son mencionados sólo
algunos que sirvieron al Señor con corazón perfecto, mientras que en el tocante a otros leemos que sus
corazones no eran íntegros para con el Señor (I Reyes 11:4; 15:3; II Crónicas 25:2), así también, en el
tiempo presente, existen grandes diferencias entre los discípulos. Hay algunos que nunca les ocurrió
que tengan por que designio sean semejantemente perfectos como el Señor Jesucristo sólo un Salvador.
Otros, aún, ansían realmente, en el íntimo del corazón, la conformidad con su Señor, para que sean
como su maestro, aunque jamás hayan comprendido, leyendo a menudo las palabras de la Biblia, que
existe aquello que las Escrituras denominan de "corazon perfecto" y de una vida "perfeccionada en amor."

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Por otro lado, hay creyentes a los cuáles acepten esas palabras en todo su significado y verdad divina.
Saben, por bendita experiência propia, lo que sea poder decir juntamente con Ezequias: "Anduve delante
de ti con fidelidad, con entereza de corazón." O juntamente con el apóstol Juan: "Según él es, también nosotros
somos en este mundo" (I Juan 4:17).
Conforme proseguimos en nuestro estudio acerca de lo que las Escrituras hablan sobre la perfección,
encariñémonos firmemente al principio aquí aprendido. Semejanza con Jesus, en Su humilhación y en
Su humildad: una elección, semejante a la de él, para tomar la forma de un siervo. Ese es el espíritu que
no ejerce señorío, pero antes, se ciñe a fin de ministrar y de otorgar vida a los otros ese es el secreto de
la verdadera perfección. "El discípulo no está por encima de su maestro; todo aquel, sin embargo, que
fuera bien instruído será como su maestro." Contando con el perfecto amor de Dios como nuestro
patrón, contando con aquel amor revelado en la humanidad y en la humildad de Cristo como nuestro
modelo y guía, contando con Espíritu Santo para en los fortalecer con poder, a fin de que ese Cristo
pueda vivir en nosotros, ciertamente aprenderemos a reconocer la calidad poseída por todo aquel que
es perfeccionado para que sea como su Maestro.

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Capítulo 11
LOS PERFECTOS VENDEN TODO PARA SEGUIR CRISTO

"Le dijo Jesus: Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes, da a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; después viene,
y me sigue" (Mateo 19:21).
Para el joven rico, la pobreza sería la senda de la perfección. "El discípulo no está por encima de su maestro;
todo aquel, sin embargo, que fuera bien instruído será como su maestro." La pobreza formó parte de la perfeccion
de nuestro Maestro, parte de Su misteriosa disciplina de auto-negación y sufrimiento, a través de las
cuáles Dios Padre tuvo por bien Perfeccionarlo: mientras Él estuvo en este mundo, la pobreza tendría
que ser la característica de todos aquellos que quisieran estar siempre en compañía del maestro, para
que fuera enteramente iguales a Él.
¿que significa eso? Jesus era el Señor de todos. Él podría haber vivido en este mundo en circunstâncias
confortables y con posesiones materiales moderadas. Podría habernos enseñado como poseer, usar y
santificar nuestras propiedades. En ese particular Él podría haberse hecho semejante a nosotros, andan
por la vereda seguida por la mayoría de los hombres. Prefirió, sin embargo, la pobreza. Su vida de
abnegacion y dependencia directa de Dios, su humillación, sus pruebas y tentaciones, esos serían los
elementos de aquella perfección malas alta que Él mostró y vivió. En los discípulos que Él escogió para
que estuvieran en Su compañía, la pobreza sería la característica dominante de la comunión de ellos con
El Señor, la escuela de entrenamiento para una perfecta conformidad con su imagen, el secreto del
poder de la victoria sobre este mundo, para la llena posesión del espíritu celestial. Pero, incluido en el
caso de Pablo, cuando la humilhación de Cristo ya pertenecía al pasado y cuando de su trono de gloria
lo llamó, la pobreza continuó siendo el vehículo escogido y de gran valía de la perfecta comunión con
El Señor.
¿que quiere decir eso? La orden que dice "sed perfectos" es dada tanto la los ricos como a los pobres. Las
Escrituras en página alguna se refieren la la posesiones son de propiedad como un pecado. Sí por un
lado advierte contra el peligro que las riquezas representan, y denuncia el abuso de las mismas, por otro
lado, en parte alguna de la Biblia está promulgada una ley que prohíba la posesión de riquezas
materiales. Y aún, las Escrituras mencionan la pobreza como algo que ocupa alta posición en la vida de
la perfección. Para que entendamos eso, tenemos que acordarse que la perfección es un término
relativo. Estamos sujetos a alguna ley, con sus mandamientos externos como una imposición de deber y
conducta, que en el leve en cuenta la diversidad de carácter lo de circunstancias. En la perfecta ley de la
libertad, en la cual fuimos llamados a vivir, hay espacio para infinita variedad en la manifestacion de
nuestra devoción Dios y Cristo.
Conforme la diversidad de dones, circunstancias y llamado, el mismo espíritu puede ser visto en
veredas aparentemente opuestas en esta vida. Hay una determinada perfección que es tomada en la
posesión y utilización de los bienes terrenales, cuando el creyente actúa como mayordomo del Maestro;
hay, igualmente, una perfeccion que incluido en las cosas exteriores tomas ser como el propio Maestro
lo era, y que en la pobreza busca dar su testamento en cuanto a la realidad y a la suficiencia de las cosas
celestiales.
Los primeros siglos de la historia de la Iglesia esa verdad, esa pobreza, para algunos significaba el
camino de la perfección, ejerciendo una poderosa y bendecida influéncia. Los hombres sentían que la
pobreza, Siendo una de las características de la vida santa de Jesus y de Sus apóstoles, era sagrada y
bendita. En la medida en que la vida íntima de la Iglesia se fue enflaqueciendo, esa verdad espiritual se
perdió en observancias externas, y la comunión en la pobreza de Jesus pasó a ser vista escasamente. En
su protesta contra la justicia propia y la superficialidad del sistema romanista, la iglesia protestante hasta

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el momento en el fue capaz de dar la la pobreza el lugar que ella debería ocupar tanto en el retrato de la
imagen del Maestro como en el estudio de los discípulos sobre la conformidad perfecta con Él.
con todo eso, se trata de una verdad procurada por muchos. Sí nuestro Señor respetaba la pobreza
como la mejor escuela para obtener Su propio fortalecimiento en el arte de la perfección, así como el
camino malo para elevarse por encima del mundo para conquistar los corazones de los hombres para
que seguiguieren el Invisible, sin la menor duda en el necesitamos quedarnos sorprendidos sí aquellos
que se sienten atraídos a tomar la conformidad malas exacta posible con su Señor, incluido en las
cuestiones externas, y que anhelan por el mas elevado poder posible en el testimonio acerca del
Invisible, sean irresistiblemente impulsados a considerar que esa palabra fue proferída para ellos
también: "Sí quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes... después viene, y me sigue”.
"Cuando ese llamado en el es sentido, hay una leccion mayor, de aplicación universal: en el hay
perfección sin el sacrificio de todo. A fin de ser perfeccionado en este mundo, Cristo desistió de todas
las cosas así también, nos hacemos cómo Él, y seremos perfeccionados a la semejanza del Maestro,
cuando abandonamos todo. El mundo y el propio "yo" necesitan ser renunciados. "Sí quieres ser perfecto,
anda, vende tus bienes, de a los pobres... después ven, y sigueme."

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Capítulo 12

EL HOMBRE PERFECTO ES ESPIRITUAL

"Sin embargo, exponemos sabiduría entre los experimentados" (I Coríntios 2:6).


"Yo, sin embargo, hermanos, no os pude hablar como la espirituales; y, sí, como la carnales, como a niños en Cristo... Por
cuanto, habiendo entre vosotros celos y contiendas, no es así que sois carnales y andáis según el hombre?"
(I Coríntios 3:1,3).
Entre los creyentes de la ciudad de Corinto había una poderosa y abundante operación del Espíritu
Santo. Pablo pudo decir acerca de ellos: "En todo fuisteis enriquecidos en él en Cristo, en toda palabra y en todo
conocimiento" (I Coríntios 1:5). Y en el en tanto, mucho les faltaba de la gracia santificadora del Espíritu
Santo. Por lo que también el apóstol tuvo que escribirles: "Os ruego, hermanos que habléis todos una misma
cosa, y que no haya entre vosotros divisiones; antes seáis enteramente unidos, en la misma disposición mental y en el mismo
parecer" (I Coríntios 1:10).
El espíritu de humildad y de gentileza, la actitud de unidad entre ellos, había desaparecido; sin esas
cosas, no podían ser perfeccionados, quiere individualmente, o en grupo. Necesitaban de la exortacion:
"Por encima de todo esto, sin embargo, esté el amor, que es el vínculo de la perfección" (Colosenses 3:14). Hasta aquel
momento los creyentes de Corinto eran carnales; los dones del Espíritu se manifestaban
poderosamente entre ellos; pero su gracia, renovando, abrandando y santificando cada temperamento
segundo la semejanza de Jesus, les faltaba grandemente. La sabiduría predicada por Pablo era una
sabiduria celestial, espiritual la sabiduría de Dios es un misterio, a saber, la sabiduría oculta y necesita de
una mente espiritual, celeste, para incautarla. "Exponemos sabiduría entre los experimentados." Pablo no les
pudo escribir como la creyentes espirituales, pero sí, "como la carnales."
Los asuntos espirituales tienen que ser discernidos espiritualmente; la sabiduría entre los perfectos sólo
puede ser recibida por aquellos que no son carnales, y, sí, espirituales. Los perfectos, referidos por
Pablo, son los creyentes espirituales. ¿Ahora, quien son esos creyentes espirituales? Son aquellos en
quien se manifiestan no sólo los dones, sino igualmente donde las gracias del Espíritu hayan obtenido la
supremacía. El amor de Dios es su perfección (Mateo 5:40-46); la humildad de Cristo es su perfeccion .
El amor abnegado de Cristo, su humildad, su mansedumbre y moderación, manifestadas en la vida
diaria, son el fruto más perfecto del Espíritu, la prueba auténtica de que un hombre es espiritual.
Un hombre puede ser dotado de gran celo en el servicio del Señor, puede ser usado para influenciar
muchos para el bien; y sin embargo, puesto en la balanza del amor, puede ser hallado lamentablemente
falto, En el calor de la controversia, o bajo injustas críticas, la ira inmediata, la lentitud en perdonar y las
palabras precipitadas y los juicios severos de más, a menudo revelan una sensibilidad facilmente
alcanzada, lo que prueba cuan poco el Espíritu de Cristo asumió llena posesión o dominio real.
El hombre espiritual es aquel que está revestido con el espíritu del Cristo sufridor y crucificado.
Además de eso, solamente el hombre espiritual es que puede comprender la "sabiduría entre los
experimentados," a saber, "el misterio que... ahora, sin embargo, se manifestó a sus santos; a los cuáles Dios quiso dar a
conocer cual sea la riqueza de la gloria de este mistério entre los gentiles, es decir, Cristo en vosotros, la esperanza de la
gloria" (Colosenses 1:26, 27). Un profesor cristiano puede ser hombre dotado de maravillosa sagacidad e
introspección. Puede tener el poder de desvelar la verdad, de estimular y de ayudar admirablemente a
los otros, pero a pesar, de eso puede que haya tanto del hombre carnal que el ministerio más profundo
de Cristo permanezca oculto.
Solamente cuando nos entregamos totalmente al poder del Espíritu Santo de Dios, cuando el quedarse
libre de todo cuánto es carnal alcanzar de más extrema semejanza posible con Jesus en Su humillación,
entonces nos quedaremos llenos del Espíritu que gobernará nuestro corazón y vida, para que seamos

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llenos de la sabiduría de los perfectos. Para que conozcamos la mente de Dios, necesitamos poseer la
mente de Cristo. Y la mente de Cristo es que Él se vació y humilló a Sí mismo, haciéndose obediente
hasta a la muerte, y muerte de cruz. Esa humillacion fue su capacidad para elevarse hasta al trono de
Dios. Esa mente también debe existir en nosotros, si la sabiduría oculta de que Dios tenga ser revelada
poderosamente en nosotros. Esa es la marca del hombre espiritual, el hombre perfecto.

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Capítulo 13
PERFECIONANDO LA SANTIDAD

"Teniendo, pues, amados, tales promesas, purifiquémonos de toda impureza, tanto de la carne, como del espíritu,
perfeccionando nuestra santidad en el temor de Dios" (II Coríntios 7:1).
Esas palabras en los permiten penetrar al fondo en uno de los principales aspectos de la perfección,
suministrando, igualmente, la la pregunta: En que debemos ser perfectos? Debemos ser perfectos en
santidad. Debemos ser perfectamente santos. Tal es la exposición del mensaje del Padre sé perfecto.
Sabemos lo que es la santidad. Solamente Dios es santo, y la santidad consiste de aquello que Dios
comunica de Sí mismo. Separación, purificación y consagracion aún en el son la santidad, pero sólo
pasos preliminares en el camino para la misma. El templo era santo porque Dios vino a habitar en él.
En el es santo aquello que es ofrecido al Señor, pero sí, aquello que Dios acepta y de lo que se apropia,
aquello de que Él toma posesión, aquello que Él toma para su propia comunión y utiliza eso es santo.
"Yo soy el Señor, que los santifico," fue la promesa de Dios a su antiguo pueblo, sobre lo cual establecio la
orden: "Sed santos." El acto de Dios, tomándolos para que sean Suyos, los hizo un pueblo santo; el
hecho de que hayan entrado en esa santidad de Dios, prendiéndose a Su voluntad, comunión y servicio,
fue la orden "Sed santos" tenía en vista cuando los llamo.
De otro lado, eso aconteció con nosotros, los creyentes. Somos hechos santos en Cristo; somos santos.
A nosotros es extendido el llamado que nos invita a seguir después de la santidad a la perfecta santidad,
entregándonos al Dios que está pronto a santificarlos totalmente. Es el conocimiento de lo que Dios
tiene hecho, a hacernos santos Suyos, y de lo que Él prometió hacer al santificarnos plenamente, que
nos anima para la santidad perfecta.
"Teniendo, pues, ó amados, tales promesas, purifiquémonos, perfeccionando nuestra santidad." Y las promesas?
Acabamos de mencionarlas: "Habitaré entre ellos. Seré su Dios. Yo os recibiré para mí aún. Yo os seré por Padre."
Fue Dios perfeccionando el templo y habitando allí personalmente que lo hizo santo. Es la habitación
de Dios en nosotros que nos hace santos, que nos proporciona no solamente el motivo, pero también
el coraje y el poder para perfeccionar la santidad, para que nos rindamos a fin de que Él nos dirija
perfecta y enteramente. Es Dios haciéndose un Padre para con nosotros, llevando en nosotros su
propia vida Su propio Hijo en nuestro íntimidad formando a Cristo en nosotros, que nos dará
confianza para creer que es posible perfeccionar la santidad, que Él nos revelará el secreto de su
realización. "Teniendo, pues, oh amados, tales promesas," es decir, conociéndolas, viviendo de acuerdo con
ellas, recogiendo y obteniéndolas, perfeccionemos "nuestra santidad."
Esta fe es el poder secreto del crecimiento de la vida íntima de perfecta santidad. Sin embargo, existen
obstáculos que buscan impedir ese desarrollo. Necesitamos vigilar contra esas cosas, y removerlas.
"Teniendo, pues, oh amados, tales promesas, purifiquémonos de toda impureza, tanto de la carne, como del espíritu,
perfeccionando nuestra santidad en el temor de Dios." Cada contaminación, externa o interna, en la conducta o
en los sentimientos, en la vida física o en la vida espiritual, necesita ser purificada y eliminada.
La purificación en la sangre, la purificación por medio de la Palabra, la purificación por medio de la
poda o del fuego de cualquier manera o a través de cualquier medio, necesitamos ser purificados. En el
temor del Señor, cada pecado ten que ser cortado y lanzado fuera; todo que cuánto fuera dudoso o
contaminador debe ser eliminado; alma, cuerpo y espíritu deben ser preservados íntegros irreprensibles.
De esa manera, purificándonos de toda forma de contaminación, tendremos santidad perfecta: el
espíritu de santidad tomará cuenta completamente del santuario de Dios con Su santa presencia y
poder.
Amados, teniendo esas promesas, perfeccionémonos en santidad. Perfectamente santos! perfectos en
santidad! entreguémonos a esos pensamientos, a esos deseos, a esas promesas de nuestro Dios.

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Comenzando con un corazón perfectamente semejante a un niño, insistiendo al largo del camino
perfecto, encariñándonos a un perfecto Salvador, viviendo en comunión con un Dios cuyo camino y
obra son perfectos, no tengamos recelo de presentarnos al Señor con su propio mandamiento como
nuestra oración: "Perfecta santidad, me da, el Señor!" Él sabe lo que pretendía decir con esto, y
nosotros también lo sabremos, si prosiguiéramos con el propósito de saberlo.
"Señor, fui llamado para la santidad perfecta: me llego a Ti con la finalidad de recibirla; me hace tan
perfectamente santo cuanto es posible a un pecador redimido hacerse en esa tierra." Que esa sea la
actitud de nuestras oraciones diarias: Quiero andar ante Dios con un corazón perfecto — perfecto en
Cristo Jesus en la senda de la santidad perfecta. Este día quiero aproximarme de la perfección tanto
cuanto la gracia me haga posible. "Perfeccionando nuestra santidad" que ese sea mi propósito, en el poder
del Espíritu Santo.

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Capítulo 14
ORAMOS POR VUESTRO PERFECCIONAMIENTO: PERFECCIONAOS

"Y es decir lo que pedimos, vuestro perfeccionamiento ... Perfeccionaos, consolaos, sed del mismo parecer, vivid en paz, y el
Dios de amor y de paz estará con vosotros"
(II Coríntíos 13:9,11).
El vocablo aquí traducido como "perfeccionamiento" y "perfeccionaos" significa llevar algo hasta su
correcta condición, para que se haga como debería ser. Una palabra usada para indicar la enmienda de
redes de pescar, restaurándolas a su estado original, o para indicar el equipaje de una embarcacion
dotándola de todo cuanto debe poseer. De esa manera, implica en dos cosas: la remoción de todo que
aún resta de errado, y el suprimento de todo cuanto aún está faltando. En dos versículos, Pablo emplea
dos veces esa palabra. De entrada, como la expresión de algo que él solicita Dios para ellos, el resumen
de toda gracia y bendición: "es decir lo que pedimos, vuestro perfeccionamiento." Pablo deseaba que aquellos
creyentes fueran perfectamente libres de todo cuánto es errado y carnal, y que vinieran a poseer y a
exhibir, de modo perfecto, todo cuanto el Señor deseaba que ellos fueran; oraba por el
perfeccionamiento de ellos.
Enseguida, como síntesis de una palabra de despedida, incluye lo que deseaba que fuera el blanco de
ellos, concluyendo: "Cuanto al más, hermanos, adiós! Perfeccionaos." Se siguen entonces, tres otros
verbos, lo que demuestra como el verbo "perfeccionar" es lo que se revestía de mayor importancia, en referencia a
la vida diaria del hijo de Dios: "Perfeccionaos, consolaos, sed del mismo parecer, vivid en paz." Si el confort del
Espíritu y la unidad y la vida de que paz estén en nosotros, si el Dios de amor permanece con nosotros,
entonces nuestro deber y privilegio cada hora es también ser perfecto. Los dos textos, reunidos, los
muestran cual debería ser la oración y la predicacion de todo ministro del Evangelio; muestran como
debería su corazón, por encima de todo, encariñarse la esa calidad de carácter. Con razón miramos a
Pablo como un modelo que debería ser copiado por todo Pastor. Que todo el ministro evangélico lo
imite en ese particular, a fin de que su pueblo pueda reconocer, en todos sus caminos; que su corazón
posea para ellos este gran deseo celestial: su perfeccionamiento! y puedan sentir que todo el contenido
de su enseñanza tiene este blanco: ser perfecto!
Si los ministros buscaran eso por encima de todo en la tarea de que están incumbidos en la Iglesia de
Dios, ellos mismos tendrían necesidad de sentir profundamente y de exponer fielmente, el bajo patrón
espiritual que prevalece en las iglesias. Alguien ya menciono que ha visto el perfeccionismo matar
millares. Pero todos son forzados a admitir que el imperfeccionismo ha aniquilado millones. Multitudes
están viviendo tranquilamente una vida de mundanismo y pecado, escudados en el pensamiento que
nadie es perfecto, y que, por eso aún, la imperfección no puede ser tan peligrosa así. Gran número de
creyentes verdaderos no están obteniendo adelanto alguno, porque nunca conocieron que pueden
servir a Dios con un corazón perfecto, y que el corazón perfecto es el secreto de un camino perfecto,
de una obra que prosigue para la perfección.
Dios nos llama para ser perfectos para la perfecta santidad en Su temor, para que vivamos perfectos en
Cristo Jesus, y en toda la voluntad de Dios es preciso predicar hasta que la fe comience a revivir la
Igesia, y toda la enseñanza bíblica puede ser resumido en estas palabras, para cada día nuestra vida se
gasta bajo esta inspiración: sé perfecto! Una vez que los ministros del Evangelio se reconocen y son
reconocidos como los mensajeros de esa perfección ansiosamente deseada por Dios, y sienten la
necesidad del propio Espíritu Santo para guiar los hombres por esa vereda, predicarán que es preciso la
entrega total al Señor. Hacerse conform a su deseo, vivir tan enteramente cuanto posible para su gloria,
ser perfectamente consagrado a su servicio, según la gracia del Señor nos puede permitir, y nada
inferior a eso, será la única regla de deber y la medida de nuestra expectación.

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El mensaje que dice: "Perfeccionaos!" exigirá el corazón entero, la vida toda, y todas las fuerzas. Sí
como el alma aprende a decir diariamente: "Padre! quiero ser perfecto de corazón para contigo este día,
quiero andar ante Ti y ser perfecto," será más y más comprendida la necesidad y el significado de
permanecer en Cristo; el propio Cristo, con Su poder y amor, tendrá una nueva preciosidad; y Dios
probará lo que Él puede hacer por las almas, por una iglesia enteramente dedicada a Él. Y usted,
ministro de Cristo, mensajero de Su salvación, proclame a las iglesias sobre las cuales el Espíritu Santo
lo nombró orientador: "Es decir lo que pedímos, vuestro perfeccionamiento! Cuanto al más, hermanos, Perfeccionaos!"

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Capítulo 15

NO PERFECCIONADOS, PERO PERFECTOS

"No que yo lo haya ya recibido, o que ya haya obtenido la perfección; pero prosigo... pero una cosa hago... prosigo para el
supremo llamamiento... Todos, pues, que somos perfectos, tengamos este mismo sentir"(Filipenses 3:12-15).

existe una escala en la perfección: Perfecto, más perfecto, el más perfecto. Tenemos los perfectos y los
que están esperando para que sean perfectos. Así aconteció con nuestro Señor Jesus. En el libro a los
Hebreos leemos tres veces que Él fue perfeccionado o hecho perfecto. No había la menor sombra, por
más pálids que fuera, de imperfección pecaminosa en Cristo. En cada momento de Su vida Él era
perfecto tal y cual debería ser. Sin embargo, necesitaba, y parecio bien a Dios, ser perfeccionado por
medio del sufrímiento y de la obediencia que de ese modo aprendió. Al dominar la tentación, al
mantener Su fidelidad al Padre, y en medio la fuerte clamor y lágrimas dedicar toda su voluntad a la
voluntad del Padre, su naturaleza humana fue perfeccionada, y Él se hizo un Sumo sacerdote, "el Hijo,
perfecto para siempre" (Hebreos 7:28). Durante su vida terrenal, Jesus fue perfecto, pero aún no
perfeccionado.
"El discípulo no está por encima de su maestro; todo aquel, sin embargo, que fuera bien instruído será como su maestro."
Lo que es cierto acerca de Cristo, será verdad, guardando las proporciones, acerca de nosotros,
también. Pablo escribiendo a los coríntios hablaba de una sabiduría entre los perfectos, una sabiduría
que los creyentes carnales no podían entender. En este texto el apóstol se clasifica entre los perfectos, y
espera y los exhorta para que tengan la misma actitud que él tenía. Él no veía dificultad en referirse a sí
mismo y a los otros como perfectos, o en considerar que los perfectos aún necesitaban continuar
prosiguiendo hasta la llena perfección. Ahora, pues, que perfección es esa que aún necesita ser
perfeccionada? Y quien son esos perfectos? A que le que prefirió de más alta perfección, y que entregó
toda su vida y corazón a fin de la alcances, ser puesto por Dios como un hombre perfecto.
"El reino de los cielos es como una semilla." Dios ve en el corazón el propósito sencillo de ser todo aquello
que es su deseo, Él ve la semilla divina de toda la perfección. Y así como Él considera la fe como
justicia, también cuenta ese propósito del corazón de ser perfecto como perfección inicial. El hombre
con un corazón perfecto es acepto. Pablo pudo contemplar la Iglesia y afirmar en cualquier situacion:
"Todos, pues, que somos perfectos, tengamos este sentimiento."
Sabemos que, entre los creyentes de Corinto, el apostol describe dos clases: una, que es la gran mayoría,
es carnal y se contenta en vivir en contiendas; la otra, que es la espiritual, la perfecta. En la Iglesia de
nuestros días, se teme que la gran mayoría de los creyentes no tenga concepción alguna de su alto
llamado a la perfección. No tienen la menor idea que es su deber no sólo ser religiosos, pero también
ser eminentemente religiosos, tan llenos de gracia y santidad cuanto es posible Dios hacerlos. Aún
cuando hay cierta medida de propósito honesto, en búsqueda de la santidad: "Perfeccionaos." Aún
habiendo gracia suficiente para alcanzar esa exigencia, el llamamiento divino no es atendido. No
comprenden ni aceptan la invitación del apóstol Pablo: "Todos, pues, que somos perfectos, tengamos este
sentimiento."
Pero, gracias a Dios que no sucede así con todos. Hay un número cada vez mayor que no puede olvidar
lo que Dios pretende decir cuando afirma "Sed perfectos," y que se consideran mas abajo de esa
obligación de obedecer esa orden. Las palabras de Cristo, "Sed perfectos," son una revelación de lo que Él
vino a dar y trabajar, una promesa de la bendición la que serán conducidos por intermedio de Su
enseñanza y de Su orientación. Ellos se unieron al grupo de creyentes del mismo parecer, la que Pablo
estaba unido. Toman a Dios de todo el corazón, y Lo sirven con un corazón perfecto; su gran
propósito en la vida es que sean perfeccionados, tal como aconteció con El Maestro.

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lector! en la presencia de Dios Padre, que dijo "Sé perfecto!" y de Cristo Jesus, que se entregó en su lugar,
a fin de que usted pueda obedecer la orden de Dios, yo lo advierto a no rechazar el llamado de un
siervo de Dios, pero colóquese al lado de los que aceptan la verdad: "Todos, pues, que somos perfectos,
tengamos ese sentimiento." No tema tomar su posición ante Dios, juntamente con el apóstol Pablo, entre
los perfectos de corazón. Pues eso, lejos de provocar a auto-complacencia, Él enseñará que el perfecto
aún necesita ser perfeccionado, pues la gran característica de los perfectos es que ellos reputam todas
las cosas como escoria, mientras prosiguen para el premio del alto llamamiento de Dios, en Cristo
Jesus.

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Capítulo 16

PERFECTOS, PERO AÚN NO PERFECCIONADOS

"No que yo lo haya ya recibido, o haya ya obtenido la perfección; pero prosigo.. . pero una cosa hago... prosigo para la
meta... Todos, pues, que somos perfectos, tengamos este mismo sentir... Hermanos, sed imitadores de mi"
(Filipenses 3:12-17).

La gran característica de los perfectos, según el ejemplo de Pablo y todos los de mismo sentimiento, es
el apasionado antojo de que sean aún perfeccionados. Eso parece una paradoja. No obstante, lo que
vemos en nuestro Maestro comprueba la verdad que aseguramos: la conciencia de ser perfecto está en
completa armonía con la disposición de una vida de sacrifício, con la finalidad de ser aún
perfeccionado. Así aconteció con Cristo, con el apóstol Pablo, y así será con nosotros, si abriéramos
ampliamente los en los corazones y que demos a las palabras de Dios lugar y tiempo para que puedan
operar.
Muchos imaginan que mientras más perfecto que vaya el creyente, tanto más sentirá su necesidad de
perfeccion. Pero toda la experiencia, en todos los sectores de la vida, los enseñan exactamente lo
opuesto. Son exactamente aquellos que están próximos de la perfección que más sienten la necesidad
de que sean aún más perfeccionados, y que están dispuestos a cualquier sacrificio para obtención de ese
blanco. Considerar todo como una inutilidad a causa de la perfección, es la prueba más correcta de que
la perfección, en principio, ya tomó cuenta del corazón. Mientras más honesta e intensamente el
creyente búsca a Dios con corazón perfecto, tanto más pronto estará para decir juntamente con Pablo:
"No que yo tenga ya recibido, o haya ya obtenido la perfección." ¿Y acerca de lo que Pablo ansiaba por
ser hecho perfecto? Lea ese maravilloso pasaje con cuidado, sin prejuicios o ideas preconcebidas, y
pienso que usted verá que él no suministra, aquí, cualquier indicación que el apóstol buscaba ser
perfeccionado a causa de algún pecado o a causa de una forma pecaminosa, de los cuáles él estuviera
buscando librarse. Lo que él quería enseñar además de eso, no ocupaba su mente en aquella hora. El
discípulo perfeccionado se asemeja a su Maestro.
Pablo hablaba en ese punto de su vida y de su gran obra, y sentía que aún no era perfeccionado hasta
que alcanzara el blanco y obtuviera el premio. Era en esa dirección que él proseguía incesantemente.
Aquel que participa de una carrera, hasta donde él llega, puede haber hecho todo de modo perfecto;
todos pueden juzgar su carrera perfecta hasta el punto donde llegó. Pero, eso aún tiene que ser
perfeccionado. El contraste no es entre el éxito y el fracaso, y, sí, entre aquello que aún está por
terminar, esperando que llegue a su final completo.
Pablo empleó expresiones que nos indican perfectamente que aquello que él ya poseía de Cristo era
sólo una parte. Él ya conocía y habia ganado Cristo, y podía ser hallado en él, pues lo tenía incautado,
de forma maravillosa, aquello para lo que Cristo lo habia conquistado. A pesar de todas esas victorias
conocer a Cristo, Ganarlo, ser hallado en él, conquitar aquello para lo que también fue conquistado él
se refiere a ellas como cosas por las cuáles se esforzaba por conquistar con todas sus fuerzas: "para de
algún modo alcanzar la resurrección de entre los muertos;" "prosigo para el blanco, para el premio del supremo
llamamiento de Dios." Es acerca de todo eso que él afirma: "No que yo lo haya ya recibido, o haya ya obtenido la
perfección. Todos, pues, que somos perfectos, tengamos este sentimiento."
Pablo ya conocía Cristo hay muchos años, pero sabía que en Cristo existían aún riquezas y tesoros
mucho mayores que todo cuánto él ya conocera, y nada podría satisfacerlo sino la posesión completa,
final y eterna de lo que la resurrección le traería. Por esa causa es que consideraba todas las cosas como
pérdida; por eso se olvidaba totalmente de las cosas que iban quedándose para tras; por causa de eso él
luchaba en dirección al blanco, a fin de conquistar el premio. El hombre que sabe que es perfecto para
con Dios; el hombre que comprende que aún precisa ser perfeccionado; el hombre que entiende que ha

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considerado todas las cosas como nada, a fin de alcanzar esa perfección final ese es perfecto Creyente,
aprenda aquí el precio de la perfección, así como la característica de los perfectos. El Maestro dio su
vida con el propósito de ser perfeccionado para siempre. Pablo hizo lo mismo. Se trata de algo muy
solemne profesar que seguimos la perfección. El precio de la perla preciosa es elevadísimo; todas las
demas cosas tienen que ser vistas como pérdida.
Teniéndolo exhortado a colocar su nombre en la lista de llamada de los perfectos, para que usted pida
al Maestro que inscriba su nombre y le dé la bendita prueba del Espíritu. Y ahora lo exhorto la que, a la
semejanza de Pablo, busque ser perfecto, sencillo y dedicado en su entrega Dios, y viva la vida de los
perfectos, considerando todas las cosas como pérdida a causa de Jesus, como su lema y fuerza, como su
gran deseo de Poseerlo completamente, de ser poseído por Él, y de ser perfeccionado tal como Él
fue."Oh, nuestro Padre! dignate abrir los ojos de tus hijos, para que vean lo que sea la perfección de
corazon que ahora solicitas, y cual sea la perfección que gustarías que recogieran a cualquier costo."

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Capítulo 17

PERFECTOS EN CRISTO

"Cristo en vosotros, la esperanza de gloria; lo cual nosotros anunciamos, advirtiendo a todo hombre y enseñando a todo
hombre en toda la sabiduría, a fin de que presentemos a todo hombre perfecto en Cristo; para eso es que yo también
trabajo, esforzándome el más posible, según su eficacia que opera eficientemente en mí" (Colosenses 1:27-29).

Perfecto en Cristo: en nuestro examen profundo en la enseñanza de la Palabra de Dios, en cuanto a la


perfección, encontramos aquí una nueva palabra que abre para nosotros el camino de la esperanza,
infundiéndonos certeza acerca de nuestro deber. Eso conecta todo cuánto hemos visto sobre el
llamado y las reivindicaciones de Dios con todo cuanto sabemos de Cristo, en Su gracia y poder.
Perfecto en Cristo: he ahí aquí el portón abierto para la vida perfecta. Aquel a quién es dado percibir
plenamente lo que eso significa, encuentra ahí entrada abundante para la vida de la perfección cristiana.
Existen tres aspectos que necesitamos examinar, en lo que se refiere a la verdad de que seamos
perfectos en Cristo. En primer lugar, tenemos nuestra perfección en Cristo, que está preparada para
nosotros, en aquel que es nuestro Cabeza. En la calidad de segundo Adán, Cristo vino y creó una nueva
naturaleza para todos los miembros de Su cuerpo. Esa naturaleza es su propia vida, perfeccionada por
medio del sufrimiento y de la obediencia. Al ser así personalmente perfeccionado, Él perfeccionó para
siempre a cuantos están siendo santificados. Su perfección, su vida perfecta, es nuestra no sólo
judicialmente, o por imputación, sino también como una realidad espiritual, en virtud de nuestra unión
real y viva con Él. Pablo dice en la misma epístola: "También en él estáis perfeccionados" (2:10). Todo cuánto
usted debe ser, ya fue cumplido en él circuncidado en él, sepultado juntamente con Él, resucitado con
Él, vivificado en compañía de él. Todos los miembros de Cristo están en él, y a su lado permanecen
satisfechos.
Además de eso, hay nuestra perfección en Cristo, que nos es imputada por el Espíritu Santo, al unirnos
con Él. La vida que fue implantada en nosotros, por ocasión del nuevo nacimiento, plantada en medio
una masa de pecados y carne, es una vida perfecta. Así como la semilla contiene en sí misma la vida
entera del arbol, así igualmente, la semilla de Dios en nosotros es la vida perfecta de Cristo, dotada de
poder para desarrollarse y llenar nuestras vidas, produciendo fruto que camina hacia la perfección.
Finalmente, hay nuestra perfección en Cristo, operada por el Espíritu Santo, apropiada por nosotros en
la obediencia de la fe, y manifestada en nuestra vida y conducta. Así como nuestra fe se encariña y se
alimenta de la verdad, en los dos primeros aspectos, entregándose a Dios para tener aquella vida
perfecta dominando y permeando toda nuestra existencia perfecto en Cristo, hacerse a cada momento
una realidad práctica y una experiencia presente.
Todo cuanto la Palabra de Dios nos enseña sobre el corazón y el camino perfecto, con referência al
creyente ser perfecto como el Padre y perfecto como el Maestro, asume un nuevo brillo y se reviste de
la luz de una nueva vida. Cristo, Cristo vivo, es nuestra perfección. Él aún vive, cada día y hora, a fin de
proporcionarla a nosotros. El amor incalculable de Jesus, y el poder de su vida sin fin, se hace a medida
de nuestra expectativa. En la vida que ahora tenemos en la carne, con sus deberes diarios en contacto
con los hombres y el dinero, con los cuidados de la vida y las tentaciones, somos obligados a
suministrar pruebas que ser perfecto en Cristo no es mero ideal, pero antes, en el poder del Dios
Todopoderoso, eso todo es la verdad simple y literal.
Basado en ese tercer aspecto es que Pablo utilizo la expresión de nuestro texto. El apóstol habla en
amonestar cada hombre enseñándolo toda la sabiduria, para poder presentar cada hombre perfecto en
Cristo Jesus. Es la perfección, en la vida, que la admonestacion y la enseñanza tienen referencia. En
principio, los creyentes son perfectos en Cristo: en la práctica, aún deberán ser perfectos. El propósito
del ministerio evangélico, entre los creyentes, es presentarse cada uno perfecto en Cristo Jesus, y

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enseñar a los hombres que podrán revestirse del Señor Jesus, para que la vida de él los cubra y para que
Él viva en ellos.
Que inmensa tarea! Que tarea desesperadora para el ministro, cuando considera el estado de la Iglesia!
Pero que tarea de esperanza infinita, si el ministro la cumplís siguiendo el ejemplo del apóstol, es decir,
no contentándose con menos que presentar cada hombre perfecto en Cristo, conforme él asi escribe:
"Para eso es que yo también trabajo, esforzándome el más posible, según su eficacia que opera eficientemente en mí." El
blanco es elevadísimo, pero el poder es divino. Que el ministro del Evangelio, en pleno propósito de
corazón, haga como dijo Pablo su propio blanco: presentar cada hombre perfecto en Cristo Jesus. Y
entonces podrá contar con la fuerza que estaba sobre Pablo: "Su eficácia que opera eficientemente en mí."

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Capítulo 18

PERFECTOS EN TODA LA VOLUNTAD DE DIOS

"Os saluda Epafras que es de entre vosotros, siervo de Cristo Jesus, lo cual se esforza sobremanera, continuamente, por
vosotros, en las oraciones, para que os conservéis perfectos y plenamente convencidos en toda la voluntad de Dios"
(Colosenses 4:12).

En esta, como en algunas de las otras epístolas, es expuesta ante nosotros la vida del creyente,
conforme él vive en el cielo en Cristo, y su vida aquí en la tierra, entre los hombres. La enseñanza de las
Escrituras es intensamente espiritual y sobrenatural; al mismo tiempo, sin embargo, es intensamente
humano y práctico. Eso transparece de manera muy bella en las dos expresiones de esa epístola a los
Colosenses. Pablo declarara a los creyentes de Colosos porque motivo él se esforzaba. Y ahora les
revela que un otro ministro del evangelio, Epafras, rogaba al Señor, en sus oraciones, en favor de ellos.
El esfuerzo de Pablo era en el sentido de trabajar para que ellos fueran perfectos en Cristo Jesus. El
esfuerzo de Epafras consistía en la oración para que fueran perfeccionados en toda la gana de Dios. De
entrada tenemos, "perfecto en Cristo Jesus." Ese pensamiento es tan divino y celestial que su completa
significación escapa de nuestra comprensión.
Nos eleva a la vida en Cristo y en el cielo. Enseguida, tenemos "perfectos en toda la voluntad de Dios." Esta
segunda palabra nos trae de vuelta a la tierra y a la nuestra existencia diaria, poniendo todo bajo el
gobierno de la voluntad de Dios, y convocándonos, en cada acción y disposición, para que vivamos
según la vontad del Señor. "Para que os conservéis perfectos y llenamente convencidos en toda la voluntad de Dios."
"La perfeccion de la criatura consiste en nada menos que desear que se cumpla la volubtad del
Creador." La voluntad de Dios es la expresión de la perfección divina. La naturaleza encuentra su
belleza y gloria en el hecho de ser la expresión de la voluntad divina. Los ángeles tienen su posición y
bienaventuranza, en el cielo, en cumplir la voluntad del Señor. El Hijo de Dios fue perfeccionado
mediante el aprendizaje de la obediencia, consagrándose enteramente a la voluntad de Dios. Su
redención tiene sólo un objetivo: conducir el hombre a aquel lugar único de descanso y felicidad la
voluntad de Dios.
La oración de Epafras demuestra que él verdaderamente hube aprendido a participar del espíritu de la
Maestro Él oró por el pueblo para que permaneciera en la voluntad de Dios; y eso, en toda la voluntad
de Dios nada debería haber en la vida de ellos que no estuviera de acuerdo con la voluntad de Dios; y,
nuevamente, perfectos en toda la voluntad de Dios, cada momento dotados de un corazón perfecto,
andando en el camino perfecto. Ser perfecto en toda la voluntad de Dios era siempre el primordial
pensamiento que debería ser pedido y encontrado a través de la oración. Pablo oró en favor de los
colosenses, que los mismos rebosaran "de pleno conocimiento de su voluntad, en toda la sabiduría y comprensión
espiritual" (1:19). Esos dos siervos de Dios tenían el mismo parecer: que los nuevos convertidos deben
recordar que el conocimiento que tienen de la voluntad de Dios es muy deficiente, y necesitan orar
pidiendo la instrucción divina, para que conozcan la voluntad del Señor, y también el gran propósito de
permanecer perfectos en toda esa voluntad.
Que todos aquellos que buscan la perfección, que todos aquellos que tienen el mismo sentimiento de
Pablo, observen bien esa lección. En la alegría de una consagracion sellada por el Espíritu Santo, en la
conciencia de un propósito de todo el corazón y de un servicio a Dios hecho con el corazón perfecto,
el creyente tibio intentado olvidarse de cuánto aún le falta para percibir la voluntad de Dios. Puede
haber defectos graves en su carácter, fallas serios en enfrentamiento con la ley del amor perfecto en su
conducta, cosas esas que los otros pueden observar. La conciencia de que estemos actuando de
conformidad con la llena luz de lo que sabemos ser correcto, es una bêndicion preciosísima, uno de las

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señales de un corazón perfecto. Sin embargo, eso ten que ser siempre acompañado por la memoria de
lo cuanto resta para en los ser revelado.
Ese sentido de ignorancia sobre la voluntad de Dios, esa convicción de que aún resta mucha cosa que
necesita ser alterada santificada y perfeccionada, nos hace mucho más humildes y tiernos, más vigilantes
y esperanzados en nuestras oraciones. De esa manera, lejos de interferir con nuestra conciencia de que
servimos Dios con corazón perfecto, eso nos concederá nuevas fuerzas, al mismo tiempo que cultiva
en nosotros aquella humildad que es la mayor belleza de la perfección. Sin eso, el llamamiento a la
conciencia se hace algo superficial y extremadamente peligroso, mientras que la doctrina de la
perfección se transforma en una piedra de tropiezo y en una trampa.
Perfectos en toda la voluntad de Dios. Que ese sea nuestro blanco y nuestra oración incesante.
Echando raíces profundas en la humildad que resulta de la convicción de cuanto aún nos resta ser
revelado; fortalecidos por la conciencia de que nos dedicamos a SERVÍR con corazón perfecto; llenos del
propósito de que no nos contentáramos con cosa alguna, excepto lo de que permanezcamos perfectos
en toda la voluntad de Dios; regocijandonos en la confianza de que la voluntad de Dios hará por
aquellos que ante Él son perfectos en Cristo Jesus, que nuestra fe recoja la bendición completa. Y Dios
nos desvelará como el ser perfecto en Cristo Jesus y el ser perfecto en toda la voluntad de Dios son una
cosa sólo en Sus pensamientos, y pueden serla también en nuestra experiêncía.
Pablo oraba sin cesar en favor de los colossenses, para que fueran llenos del conocimiento de la
voluntad de Dios. Epafras siempre luchaba por ellos en sus oraciones, para que permanecieran
perfectos en toda la voluntad de Dios. Es mediante la oración y a través de la misma en lucha incesante,
que esa gracia debe ser tomada para la Iglesia. Es ante el trono de la gracia, es en la presencia de Dios
que la vida de perfección tiene que ser hallada y vivida. Es por intermedio de la operación de la
poderosa fuerza revivificadora del propio Dios, aguardada y recibida en oración, que los creyentes
pueden realmente permanecer perfectos en toda la voluntad del Señor. Que Dios nos proporcione la
gracia de tomar y de encontrar esa maravillosa bendición.

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Capítulo 19

CRISTO PERFECCIONANDO MEDIANTE EL SUFRIMENTO

"Porque convenía que... perfeccionara por medio de sufrimiento el Autor de la salvación de ellos" (Hebreos 2:10).
"Aunque siendo Hijo aprendió la obediência por las cosas que sufrió y, habiendo sido perfeccionado, se hizo el Autor de
la salvación eterna para todos los que le obedecen" (Hebreos 5:8,9).

"Pero la palabra del juramento, que fue posterior a la ley, constituye el Hijo, perfecto para siempre" (Hebreos 7:28).

Encontramos aquí tres pasajes donde somos enseñados que el propio Jesus, aunque siendo Hijo de
Dios, tuvo que ser perfeccionado. La primera de ellas nos dice que fue en la calidad de Autor de nuestra
salvación que Él fue perfeccionado; que la obra del Padre consistio en Perfeccionarlo; y había necesidad
de eso; "convenía" Dios realizar tal cosa; y, finalmente, que fue mediante el sufrimiento que esa obra
fue realizada. La segunda de esos pasajes nos enseña que el poder del sufrimiento para perfeccionar
Cristo consistio en el hecho de que Él aprendió a obedecer a la voluntad del Padre; y entonces, al ser así
perfeccionado, se hizo el Autor de una eterna salvación para todos cuantos le son obedientes. El tercer
pasaje, finalmente, nos enseña que es en la calidad de Hijo perfeccionado para siempre, que Él fue
nombrado Sumo sacerdote en los cielos.
Esas palabras abren para nosotros el secreto más íntimo de la perfección cristiana. El creyente no
dispone de otra perfección a no ser la perfección de Cristo. Mientras más profundamente el creyente
que pueda penetrar en el carácter de su Señor, de que fue hecho perfecto al ser puesto en unión
perfecta con la voluntad de Dios por medio del sufrimiento y de la obediencia, tanto más claramente él
incautará en que realmente consiste aquella redención que Cristo vino a realizar, y cual es el camino que
lo lleva a la más completa satisfacción. En Cristo no había nada de falla o pecado. Ya desde el
nacimiento Él siempre fue Perfecto. No obstante, fue necesario ser perfeccionado. Había algo en Su
naturaleza que necesitaba ser desarrollado, que necesitaba ser fortalecido y llevado a la madurez, y que
solamente de esa manera podría ser perfeccionado. Él tenía que proseguir, conforme la voluntad de
Dios le fuera abriendo el camino, paso a paso, y que en medio a las tentaciones y a los sufrimientos, le
competía aprender y probar lo que significaba cumplir exclusivamente esa voluntad del Padre, a
cualquier costo.
Ese es Cristo que es el nuestro Guía y Precursor, nuestro Sumo sacerdote y Redentor. Y es conforme a
esa Su perfección, ese hacerse perfeccionado por intermédio de Su obediencia a la voluntad de Dios,
que se revela en nosotros, que conoceremos llenamente cual es la redención que Él nos proporciona.
Aprendemos a TOMARLO como nuestro ejemplo. A la semejanza de él, decimos: "Vine, no para hacer
mi propia voluntad, y, sí, la voluntad de aquel que me envió." Aceptamos la voluntad de Dios como el
gran motivo por lo cual vivimos, y en lo cual deseamos vivir En toda circunstancia y provocacion
vemos y nos inclinamos a la voluntad de Dios. Nos hacemos frente con cada orden de la providencia,
con cada obligación de la vida diaria, como la voluntad de Dios. Oramos para que seamos llenos del
conocimiento de Su voluntad, a fin de que podamos entrar en su plenitud, y que permanezcamos
perfectos en toda la voluntad de Dios. Quiere suframos u obedezcamos su voluntad, búsquemos ser
perfectos como el Maestro era.
Tomamos a Cristo no solamente como nuestro ejemplo y ley, en la vereda de la perfección, pero
también como promesa y el compromiso de lo que habremos de ser. Todo lo que Cristo fue y hizo
como sustituto, como representante, como cabeza y Salvador, lo hizo por nosotros. Todo cuánto Él
hace, lo hace en el poder de la vida sin fin. Esa Su perfección es la perfección de Su vida, de Su modo
de vivir; esa Su vida, perfeccionada en obediencia. Él nos proporciona su propio Espíritu para que

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sople y opere en nosotros. Él es la viña; nosotros somos las ramas; el propio parecer y disposición que
había en él, estan sobre la tierra, es comunicado a nosotros.
Sí, y aún más; pues no es sólo Cristo en los cielos que nos otorga algo de Su Espíritu, pero es el propio
Cristo que viene a habitar en nuestros corazones, Cristo que fue perfeccionado al aprender la
obediencia. Y en ese carácter que Él reina en los cielos: "haciéndose obediente hasta a la muerte, y muerte de
cruz. Por lo cual también Dios lo exaltó sobremanera." (Filipenses 2:8,9). Es en ese carácter que Él habita y
gobierna el corazón.El verdadero carácter, el atributo esencial de la vida que Cristo tuvo en este mundo,
y que Él mantiene en nosotros, es el siguiente: unas ganas perfecta para con Dios y dispuesta a hacer
cualquier sacrificio para ser perfeccionada en toda su voluntad. Ese es lo carácter que Él proporciona a
aquellos que Le pertenecen: la perfección con la cual fue perfeccionado al aprender la obediencia. En la
posición de aquellos que son perfectos en Cristo, que son perfectos de corazón ante Dios, y que estan
prosiguiendo para la perfección, vivamos en la voluntad de Dios, con el deseo exclusivo de que seamos
tal y cual Él fue, haciendo la voluntad de Dios, y en ella permaneciendo perfectos.

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Capítulo 20

PROSIGAMOS PARA HACIA LA PERFECCION

"Pero el alimento sólido es para los adultos, para aquellos que, por la práctica, tienen sus facultades ejercitadas para
discernir no solamente el bien, sino también el mal. Por eso, poniendo de parte los principios élementales de la doctrina de
Cristo, dejémonos llevar para lo que es perfecto" (Hebreos 5:14; 6:1).

El escritor sagrado había suspenso los hebreos por que sean duros de oídos para las cosas espirituales;
por que no hubieran alcanzado cualquier adelanto en la vida cristiana; por que continúen siendo como
niños que necesitan de leche. No podían tolerar alímento sólido, o sea, la enseñanza espiritual y más
profunda, en relación al estado celeste de la vida donde Cristo penetró, y en la cual da admisión para
aquellos que están preparados para la misma. A estos últimos el escritor sagrado llama perfectos, de
maduros o adultos, de hombres de la casa de Dios.
No debemos unir la idea de madurez o estado espiritualmente adulto al factor tiempo. En la vida
cristiana no acontece lo que sucede con la naturaleza: un creyente de tres años de edad puede ser
considerado perteneciente a la hilera de los maduros o perfectos, mientras que otro, que hace veinte
años es regenerado, puede ser sólo un niño, inhábil en la palabra de la justicia. Ni debemos conectar la
noción de madurez con el poder intelectual o con la madurez de juicio Estas cosas pueden ser
encontradas sin aquel discernimiento de la verdad espiritual, sin el anelo por la más alta perfección de
carácter y por la comunión con El Señor, sobre los cuales el escritor sacro está refiriéndose.
Somos informados de que el carácter distintivo de los perfectos, es: "aquellos que, por la práctica, tienen sus
facultades ejercitadas para discernir no solamente el bien, sino también el mal." Es el deseo de santidad, la
conciencia sensible que ansía, por encima de todo, discernir entre el bien y el mal, el corazón que
recoge exclusivamente, siempre y totalmente conocer realizar la gana de Dios, que hace el creyente
perfecto. El hombre que fijó su corazón en la búsqueda de la perfección, y que busca de más elevada
perfección moral y espiritual, ejercita sus sentidos en todo para discernir tanto el bien cuanto el mal y es
llamado perfecto.
Esa epístola se refiere la dos prácticas de la vida cristiana. Ahora los creyentes hebreos son exhortados
para que ya no sean niños, para que no se contienen más con los primeros principios, los meros
elementos de la doctrina de Cristo Juntamente con la exortacion, "prosigamos para lo que es perfecto," los
invita a venir y a aprender como Jesus, como Sacerdote revestido del poder de una vida sin fin, puede
salvar completamente; con Él es el mediador de un gran compromiso, llevándonos la una vida mejor, al
escribir la ley en nuestros corazones; como el Santo de los Santos fue abierto para que tuviéramos libre
ingreso, y allí sirviéramos al Dios vivo."Prosigamos para lo que es perfecto" es la señal que dirige todos para
la vida celeste, en la presencia de Dios, y que puede ser vivida sobre la faz de la tierra, y para donde
somos dirigidos por el lleno conocimiento de Jesus en la calidad de nuestro Sumo sacerdote.
“Prosigamos para lo que es perfecto.” Esa no es la primera vez que encontramos tales palabras en la epístola.
Leemos sobre como Dios perfeccionó Cristo a través del sufrimiento. La perfección consiste en aquella
perfecta unión con la voluntad de Dios, con la bendita mansedumbre y rendición a la voluntad de Dios,
que el Padre operó en Cristo mediante sus sufrimientos.
Leemos sobre como Cristo aprendió a obedecer, y así fue perfeccionado. Esa es la auténtica madurez y
perfección, la legítima sabiduría de los experimentados, el conocimiento y el cumplimiento de la
voluntad de Dios. Leemos sobre la existencia de alimento sólido para los perfectos, que por la práctica,
tiene los sentidos ejercitados para discernir entre el bien y el mal. Aquí, más una vez, tal como sucedió
en el caso de Cristo, la perfección es reputada como la disposición, el carácter que se forma cuando el
individuo se amolda a la voluntad de Dios, tiene comunión con El Señor en Su santidad, y tiene por
blanco único la vida de Dios, y todo el más, inclusive la propia existencia, tiene que ser sacrificado.

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Es en esa dirección que Jesus, nuestro Sumo sacerdote, y el restante de la enseñanza de la epístola,
quieren llevarnos. El conocimiento de los misterios divinos, de la más elevada verdad espiritual, por sí
sólo nada valen. Pues no poseemos la capacidad íntima de recibirlos, a no ser cuando nuestra vida
íntima es rendida para que recibamos la perfección con la cual Jesus aún fue perfeccionado, para que así
ella se haga nuestra.
Cuando esa disposición es encontrada, el Espíritu Santo nos revela como Cristo ha perfeccionado para
todo el siempre, en el poder de una vida interminable, aquellos que están siendo santificados. Él tiene
preparado una vida, una disposición, con la cual los reviste. Y también el creyente puede entender que
"prosigamos para lo que es perfecto" significa exactamente esto: "Prosigamos para conocer perfectamente
Cristo, para vivir enteramente por Su vida celestial, ahora que Él está perfeccionado, para seguir
enteramente su vida terrenal y la vereda mediante la cual consigio la perfección." La unión con Cristo
que está en los cielos significa similaridad con Cristo en este mundo, en aquella mansedumbre típica de
los corderos y en la humildad con que Él enfrentó el sufrimiento, en aquella obediencia final, por
intermedio de la cual penetró en la gloria. Hermanos, dejando la doctrina de las primeras nociones elementales de
la vida cristiana, prosigamos para lo que es perfecto.

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Capítulo 21

NO HAY PERFECCION MEDIANTE LA LEY

"Si, por lo tanto, la perfección hubiera sido mediante el sacerdócio levítico (bajo el cual el pueblo recibió la ley,) que
necesidad habría aún de que se levantara otro sacerdote según la orden de Melquisedec... ? constituido, no conforme la ley
de mandamiento carnal, pero según el poder de vida indisoluble... Por lo tanto, por un lado, se revoca la anterior
ordenanza, a causa de su flaqueza e inutilidad (pues la ley nunca perfeccionó cosa alguna)" (Hebreos 7:11-19).

"Según esta, se ofrecen así dones como sacrificios, aunque estos, en el tocante a conciencia, sean ineficaces para a
perfeccionar aquel que presta culto" (Hebreos 9:9).
"Ahora, puesto que la ley tiene sombra de los bienes venideros, no la imagen real de las cosas, nunca jamás puede hacer
perfectos los ofertantes"(Hebreos 10:1).

"Para que ellos, sin nosotros, no fueran perfeccionados" (Hebreos 11:40).


De entre las epístolas del Nuevo Testamento, ninguna emplea tanto la palabra "perfecto" como la
epístola a los Hebreos. Ninguna otra existe que pueda en los ayudar más a percibir lo que es la
perfección cristiana, y el camino para su obtención. Esa palabra es usada tres veces acerca de nuestro
Señor Jesucristo, refiriéndose al hecho de él haber sido perfeccionado. Dos veces menciona nuestra
perfección subjetiva. Cinco veces tiene en vista la perfección prefigurada por la ley, pero que no podía
ser implantada mientras Cristo no viniera. Tres veces se refiere a la obra de Cristo al perfeccionarnos. Y
una vez habla sobre el perfeccionamiento que Dios nos proporciona. Esos cinco pensamientos nos
suministrarán, cada uno de ellos, un motivo para meditación. Sobre los dos primeros ya tendremo
oportunidad de hablar.
Una investigación cuidadosa sobre los versículos mencionados en el inicio, demostrará que el escritor
sacro Pensaba ser de gran importancia, dejar claro que la ley no podía perfeccionar individuos o cosas.
Era necesario presionar sobre ese punto, tanto debido a la íntima conexión en que la ley se situaba en
relación a la verdadera perfección, en su promesa y preparación. como debido a la tendencia natural del
corazón humano de recoger la perfección mediante la ley. No eran sólo los creyentes hebreos que
necesitaban urgentemente de esa enseñanza. Entre los creyentes de la actúalidad, el mayor obstáculo
para la aceptación de la perfeccion que el Evangelio requiere y ofrece, es que los creyentes hacen de la
ley su patrón, y entonces, viéndose impotentes para cumplir la ley, se disculpan por que no alcanzaran
la perfección, llegando a ni más buscarla. Esos creyentes jamás comprendieron que la ley es una mera
preparación para algo superior; y que, cuando aquello que es perfecto tuviera que venir, el imperfecto
habría de ser listamente deshecho.
La ley exige; la ley llama al esfuerzo personal; la ley apunta hacia el "yo" en su máximo esfuerzo. Sin
embargo, nada perfecciona ni la conciencia ni lo que presta adoración. Fue justamente para llenar esa
necesidad que Cristo vino la propria perfección que la ley no podía proporcionar, Él vino a conceder.
La epístola a los Hebreos nos habla que Él fue hecho Sacerdote, no a la semejanza de Aaron, de
conformidad con la ley y en conexión con el culto de un mandamiento carnal, y que fatalmente tendría
que ser abolida debido a su flaqueza e inutilidad, y, sí, con el poder de una vida sin fin.
Aquello que Cristo, como Sacerdote, realizó y ahora pone en acción, está enteramente concentrado en
el poder de un nacimiento del íntimo, de una nueva vida, de la vida eterna. Aquello que nació en mí,
aquí que es como un espíritu y una vida en mi interior, tiene su propia capacidad de crecimiento y
acción. El hecho de Cristo haber sido perfeccionado por medio del sufrimiento y de la obediencia; el
hecho de habernos hecho perfectos mediante el sacrificio a través de lo cual Él fue perfeccionado; y el

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hecho de que Él transmite esa perfección para nosotros, está todo encerrado en el poder de una vida
interminable. Eso opera en nosotros el poder de la vida, pues de ningún otro modo, podríamos en los
hacer participantes de ella. La perfección no viene por la ley; debemos oír esa bendita lección.
Acatemos la advertencia. La ley está tan íntimamente conectada a la perfección, y fue por tanto tiempo
su único representante y precursor, que difícilmente percibimos que la ley nada hace perfecto.
Aceptemos, pues, com valor: aquello que para la ley era imposible (Hebreos 10:1), Dios realizó, enviando
su Hijo.
El Hijo, perfeccionado para todo el siempre, nos perfeccionó para siempre también. Es en Jesuscristo
que tenemos nuestra perfección Es en unión vital con Él, es cuando Él habita en nuestro íntimo, no
sólo igual a una semilla o a un niño, pero antes, formado en nuestro interior, habitando en nosotros,
que sabemos hasta que punto Él puede hacernos perfectos . La fe es el medio que nos conduce al
camino de la perfeccion. Es la fe que ve, recibe, y vive en Jesus, el Perfecto, que nos transportará hasta
a la perfección que Dios desea para nosotros.

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Capítulo 22

CRISTO NOS HA PERFECCIONADO

"Cuando, sin embargo vino Cristo mediante el mayor y más perfecto tabernáculo. .. por su propia sangre, entró en el lugar
santismo " (Hebreos 9:11,12).

"Porque con una única oferta perfecciono para siempre cuantos están siendo santificados" (Hebreos 10:14).

En la obra de Cristo, según nos es mostrado en la epístola a los Hebreos, hay también dos aspectos.
En contraste con el santuario terranal, Él es el ministro del verdadero tabernáculo. El lugar santismo
está actualmente de puertas abiertas para nosotros: Cristo abrió el camino a través de un más perfecto
tabernáculo, hasta a la propia presencia de Dios. Él preparó e inauguró para nosotros un lugar de
comunion perfecta con Dios, de acceso al Señor, en una vida de fe, lo que sobreentiende una vida de
perfecta y completa unión con Cristo, llevándonos a la presencia inmediata de Dios
Es necesario que haya armonía entre el local de adoración y aquel que presta culto. Así como Él
preparó para nosotros el santuario perfecto, lugar santismo, así también nos está preparando para el
mismo. "Con una única oferta perfeccionó para siempre cuantos están siendo santificados" para el santuario, los
santificados; para el lugar santismo, un sacerdócio santo; para el más perfecto tabernáculo, adoradores
perfectos.
"Porque con una única oferta perfeccionó para siempre cuantos están siendo santificados" La palabra "perfeccionó," en
este paso, no puede significar otra cosa sino aquello que quiere decir en las tres pasajes en que ella es
usada acerca de Cristo (2:11; 5:9; 7:28). Todas ellas apuntan hacia aquello que constituye el valor real, la
naturaleza más íntima de su sacrificio. Él asi fue perfeccionado por nuestra causa, a fin de que pudiera
perfeccionarnos con la misma perfección con la cual Dios Padre Lo perfeccionó En que consiste esa
perfección con la cual Dios perfeccionó Cristo a través del sufrimiento, en lo cual Él fue perfeccionado
por medio de la obediencia, y en que, en la calidad de hijo fue perfeccionado para siempre y fue hecho
nuestro Sumo sacerdote? La respuesta debe ser hallada en el objetivo de la obra redentora de Cristo.
La perfección del hombre, como un ser creado, consistía en el siguiente: él fue dotado de unas fuerza
con el poder de desear según la voluntad de Dios, y de esa manera era capaz de entrar en unión íntima
con la vida, la santidad y la gloria divina. Su caída fue un desvío de la voluntad de Dios para su propia
voluntad Y así ese "yo" y esa voluntad propia se hicieron el origen y la maldición del pecado.
La obra de Cristo consistió en traer al hombre de vuelta a aquella voluntad de Dios que es el único
lugar donde la criatura puede encontrar vida y bienaventuranza. Por eso, para Dios, se hizo oportuno y
necesario, que se Él tuviera que hacerse nuestro Guía de la Salvación, Dios lo hiciera perfecto a través
del sufrimento. Le competía derrotar el pecado en su propia persona, desarrollando y llevando a la
perfección una vida humana auténtica, sacrificando todo cuanto los hombres consideran precioso,
dispuesto a dar incluso la propia vida, en rendición a la voluntad de Dios; y así probando que, hacer la
voluntad de Dios, es el propio alimento, la propia vida del espíritu humano.
Esa fue la perfección con la cual Cristo fue perfeccionado como nuestro Sumo sacerdote, que en los
conduzca de vuelta Dios esa fue la significación y ese fue el valor de su sacrificio, aquel "sacrificio sin
repetición" por lo cual Él "perfeccionó para siempre cuantos están siendo santificados." Con el mismo sacrifício a
través de lo cual fue perfeccionado, Él nos perfeccionó. En la posición del segundo Adán, Él nos hizo
participantes de Su propia perfección. Así como Adán, en su muerte, corrompió nuestra naturaleza
humana para siempre, semejantemente Cristo, en Su muerte, con la cual Él aún fue perfeccionado, nos
perfeccionó y a la nuestra naturaleza para siempre. Él creó para nosotros una nueva y perfecta
naturaleza, una nueva vida. Juntamente con Cristo morimos para el pecado; y ahora en él vivimos para
Dios.

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Y como nos hacemos participantes de esa forma con la cual Cristo nos hizo perfeccionados? En primer
lugar, la conciencia del creyente es perfeccionada de tal manera que ya no hay consciência de pecado; y
de esa forma el creyente puede entrar osadamente en el Santo de los Santos, hasta a la presencia de
Dios. La conciencia de una redención perfecta posee y llena el alma. Y entonces, permaneciendo
nosotros ahí, el propio Dios nos perfecciona en toda cosa buena, para que cumplamos su voluntad,
operando en nosotros aquello que es agradable a la Su vista, por intermedio de Jesuscristo. Por medio
de Cristo, el Sumo sacerdote, que es del poder de la vida eterna, llega a nosotros, en forma constante y
venido del alto, el poder de la vida celestial. Y así, día a día, podemos presentarnos perfectos en Cristo
Jesus.
El alma que busca permanecer en la perfección divina, mencionada en la epístola a los Hebreos; el alma
que mantiene comunión con aquel que, en tan intensa realidad fue perfeccionado a través del
sufrímiento y de la obediencia; el alma que en fe se vuelve para aquel que nos sea comunicada como
vida, día a día, para que a podamos practicar y la puso en ejercício, andando según sus pasos; puede
estar certíssima de que Él aún a conducirá hasta la plena posesión de la herencia prometida.

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Capítulo 23

DIOS OS PERFECCIONE EN TODO BIEN

"Ahora, el Dios de la paz, que hizo resucitar de entre los muertos a Jesus nuestro Señor, el gran Pastor de las ovejas, por
la sangre de la eterna alianza, os perfeccione en todo bien, para que cumpláis su voluntad, operando en vosotros lo que es
agradable delante de él, por Jesucristo, a quién sea la gloria para todo el siempre. Amén" (Hebreos 13:20,21).
Esos dos versículos contiene un resumen de toda la epístola, en forma de una oración. Primero de ellos
encontramos la substancia de lo que fue enseñado en la primera mitad, o porción doctrinaria aquello
que Dios ha hecho por nosotros en la redención que hay en Jesucristo. En el segundo de esos dos
versículos, tenemos una revelación y una promesa de lo que ese Dios redimidor hará por nosotros. Y
percibimos, como el gran designio y deseo de Dios es hacernos perfectos. Ya pudimos afirmar
anteriormente que la palabra "perfecto," en este caso, implica en la remoción de todo cuanto está
errado, suministrando lo que falta." Eso es lo que Dios espera para hacer en nosotros. Dios "os
perfeccione en todo bien" Necesitamos de profunda fe para recoger esa promesa. Para que nuestra fe
sea llena y vigorosa, somos acordados de lo que Dios ha hecho por nosotros; eso nos asegura lo que Él
aún hará en nosotros.
Le miremos como el Dios de la paz, lo cual estableció la paz alejando totalmente el pecado; lo cual
ahora proclama la paz y nos concede perfecta paz. Miremos a Jesucristo, el Gran Pastor de las ovejas,
nuestro Sumo sacerdote y Rey, que se deleita en cuidar de nosotros guardándonos del mal.
Acordemonos de la sangre de la eterna alianza, en el poder de lo cual Dios resucitó Cristo y Él penetró
en los cielos; esa sangre es el compromiso asumido por Dios de que será cumplida la alianza con todas
sus promesas en nuestros corazones. Meditemos en el hecho de que Dios hizo a traer de entre los
muertos a Jesus, para que nuestra fe y esperanza descansaran en Dios: el poder que resucitó Jesus es el
mismo poder que opera en nosotros. Sí, contemplemos, adoremos y adoremos a ese Dios de la paz,
que realizó todo eso, que resucitó a Cristo por medio de la sangre de la alianza, para que aprendiéramos
a Conocerlo y confiar en él.
Y también confiemos en el mensaje que nos dice: Ese Dios de la paz nos perfeccionará en todo bien El
Dios que perfeccionó Cristo nos perfeccionara igualmente. El Dios que creó tan perfecta salvacion para
nosotros, la perfeccionará en nosotros. Mientras más fijamos los ojos en aquel que operó tan grandes
maravillas por nosotros, tanto más confiaremos en él cuanto la esa maravilla que Él promete hacer en
nosotros perfeccionarnos en todo el bien. Lo que Dios hizo en Cristo sirve de patrón de lo que Él hará
en nosotros, para hacernos perfectos La misma Omnipotencia que operó en Cristo a fin de
Perfeccionarlo, espera por nuestra fe para que confíe en su actuación en nosotros, día a día, con el
propósito de perfeccionarnos en la ejecución de la voluntad de Dios. Y, de nuestra parte, la entrega
para que seamos perfeccionados, sirve de medida de nuestra capacidad para incautar lo que Dios ha
hecho en Cristo.
Y ahora, oiga cual es esa perfección que nuestro Dios promete operar en nosotros. Se trata de algo
verdaderamente divino, tan divino como la obra de la redención: el Dios de la paz, que hizo a traer
Cristo de entre los muertos, os perfeccione También es algo intensamente práctico: en todo bien, para
hacer su voluntad. Es universal, donde nada es excluido de su operación: en todo bien. Igualmente, es
algo verdaderamente humano y personal: Dios los perfeccione para cumplir su voluntad. Es interna:
que Dios opere en vosotros aquello que es agradable delante de él Y también es extremadamente
bendito, dándonos la conciencia de que nuestra vida agrada al Señor, puesto que es obra Suya: Operando
en vosotros lo que y agradable delante de él.
Dios "os perfeccione en todo bien, para cumplir su voluntad" esa es la conclusión de la epístola. "Para que
cumpláis su voluntad" de eso consiste la felicidad de los ángeles, en el cielo. Por ese motivo es que el Hijo

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se hizo hombre; por esa causa es que Él fue perfeccionado; en eso en esa voluntad cumplida por Él
"fuimos santificados". Es con el fin de que cumplamos "su voluntad" que Dios nos perfecciona; es con ese
propósito que Él opera en nosotros aquello que es agradable delante de él.
Creyente, que el propósito de Dios sea también el suyo. Diga a Dios que desea eso por encima de todo
lo demás. Entréguese inmediatamente, cuerpo y alma, de manera absoluta, a ese blanco, y diga
juntamente con El Hijo: "He ahí aquí estoy para hacer, ó Dios, tu voluntad." Eso le suministrará un profundo
entendimiento de como es necesaria y preciosa esa promesa a Dios "os perfeccione en todo bien, para que
cumpláis su voluntad." Eso fijará su corazón en Dios, en la maravillosa luz de la verdad: Aquel que
perfeccionó a Cristo, está perfeccionandolo en mí también. Eso dará a usted confianza, en la plenitud
de la fe, para recoger ese Dios como su Dios, el Dios que lo perfecciona en todo el bien.
El perfeccionamiento del creyente por Dios, restaurándolo a su correcta condición, a fin de capacitarlo
a cumplir su voluntad, puede ser instantáneo. Una valiosa máquina puede estar quebrada. Su dueño ya
gastó vanamente tiempo y esfuerzo para consertarla llega el fabricante; le bastan algunos minutos para
ver y corregir el defecto. Así también sucede al alma que durante años se ha agotado en el esfuerzo de
cumplir la voluntad de Dios en un instante puede ser liberada de algún malentendido cuanto a lo que
Dios exige o promete, y se ve restaurada, perfeccionada para todo el bien. Según la fe; y diariamente,
recoge el Dios que perfecciona, para hacer aquello que es agradable a sus ojos.
Sí, el alma que tiene el coraje de decir a Dios que cede en todo con la finalidad de cumplir su voluntad,
que está dispuesta a atravesar toda la humillación que proviene del sentido de vacío e impotencia, y que
permanece fiel a su voto medíante confianza simple, será fortalecida para elevarse, apropiándose y
experimentando completamente aquello que Dios ha ofrecido en Su preciosa palabra: "El Dios de la paz
os perfeccione en todo bien, para que cumpláis su voluntad, operando en vosotros aquello que es agradable delante de él,
por medio de Jesucristo." Entonces esa alma podrá cantar, con nuevo significado y llena de alegría, el
cántico adorador: "A quién sea gloria para siempre. Amén."

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Capitulo 24

LA PACIENCIA PERFECTA VUELVE AL HOMBRE PERFECTO

"Ahora, la perseverancia debe tener acción completa, para que seáis perfectos e íntegros, en nada deficientes"
(Santiago 1:4).

La perfección es una semilla. La vida conferida por ocasión de la regeneración es una vida perfecta. A
causa de la ignorancia y de la incredulidad, el alma nunca puede llegar a conocer realmente lo que sea
esa vida, permaneciendo inconsciente de la vida tan perfecta que ella posee. La perfección es una
semilla. Feliz la hora cuando el alma despierta y reconoce esa verdad, y con un corazón perfecto se
entrega, a fin de apropiarse de lo que Dios le dio. La perfección del corazon perfecto, un corazón
enteramente consagrado a la búsqueda del Señor, con todas sus fuerzas, es una semilla de infinito poder
de crecimiento.
La perfección es un crecimiento. Conforme el creyente despierta hacia la conciencia de lo que Dios
pide y proporciona, y mantiene el voto de una entrega completa, crece en su sentido de necesidad y en
su confianza en la promesa de la vida y del poder divino, hasta que todas las promesas de la gracia se
concentran en un punto, en la perfecta seguridad de que "el Dios de toda la gracia os perfeccionará." Y la fe,
que fue el fruto de un crecimiento anterior, se transforma en la nueva semilla de un nuevo impulso de
crecimiento. La perfección, a partir de ahí, se desarrolla en algo más maduro y más suave. La sombra de
la presencia de aquel que nos perfecciona reposa permanentemente sobre nuestro espíritu, y todo
nuestro carácter muestra la impresión de la comunión celeste con El Invisible. El alma abre camino
para Dios y Le concede tiempo para realizar su obra. El Dios de la paz, perfeccionándonos en todo
bien, se apodera enteramente del creyente. Y el alma descansa en el descanso de Dios.
Sin embargo, eso no es trabajo de un día. La perfección es un desarrollo. "Con efecto, tiendes necesidad de
perseverancia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, alcancéis la promesa" (Hebreos 10:36). "Continúe cada uno
de vosotros mostrando hasta al fin la misma diligencia... para que no os hagais indolentes, pero imitadores de aquellos
que, por la fe y por la longanimidade, heredan las promesas" (Hebreos 6:11,12). El hombre es una criatura que
vive en el tiempo, que está bajo la ley del desarrollo gradual. En el reino de los cielos sucede tal y cual
en la naturaleza la semilla, de la cual entonces proviene la planta, despues la espiga, y, por fin, el grano
lleno en la espiga. En determinadas ocasiones, nada parece más misterioso para el creyente que la
lentitud de Dios. Y como si nuestras oraciones no fueran oídas, como si sus promesas no fueran
cumplidas, y nuestra fe inútil. Y sin embargo, durante todo el tiempo, Dios apresura su obra con el
máximo de prontitud. Él cuidará de sus propios electos prontamente, "aunque parezca tardado en
atenderlos".
"Ahora, la perseverancia debe tener acción completa". Frecuentemente nos mostramos impacientes con
nosotros mismos, no contentos por confiar en que Dios hará la parte que le toca, y así servimos de
obstáculo justamente cuando más deseamos que Él apresure su acción. Nos quedamos impacientes con
Dios. En vez de la confianza adoradora al Dios de la paz, que nos está perfeccionando, nos quedamos
preocupados por que no percibiéramos lo que Él planeó para nosotros. "Descansa en el Señor y espera en
él" (Salmo 37:7) esa es la ley de la fe, no sólo en tiempos de angustia, sino especialmente en la vereda de
la perfeccion. La fe es la ley de la vida cristiana que pocos pueden percibir. La seguridad que hay en el
poder invisible que está realizando su santo propósito jamás nos fallara. Conforme fue dicho acerca de
una piadosa señora: "Ella estaba tan segura que, por más tiempo que una alma tenga que proseguir en el
camino de la humillación, vaciando a sí misma, el fin, para todos los que se muestran fieles, un día será
repleto hasta entrar con la presencia del Santo en la intimidad del creyente."
"Ahora, la perseverancia debe tener acción completa." Esa es la orden. Para aquellos que le son obedientes, el
resultado es garantizado: "Para que seáis perfectos e íntegros, en nada deficientes." Como las palabras se

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acumulan para que sintamos cual debe ser el blanco y la expectativa del creyente! Perfecto algo
terminado, que corresponde a la su finalidad; íntegro algo en que cada parte ocupa su debido lugar; en
nada deficientes exactamente todo aquello que el Padre espera de nosotros; tal es el carácter cristiano,
cuando el Espíritu de Dios va delante de nosotros. Sin embargo, siempre que tenga que haber ese fruto
perfecto, tendrá que haber de entrada la semilla perfecta. Ahora, esa semilla es el corazón perfecto. Sin
eso, donde la perseverante paciencia apoyaría su acción completa? A base del mismo, sin embargo, cada
prueba, cada dificultad, e incluso cada fracaso, es aceptado como escuela de entrenamiento divino, en
cuanto el creyente confía en la fidelidad del Señor, lo cual se muestra perfecto en todo cuanto realiza.
Portanto, que haya antes de todo el corazón perfecto eso conducirá el creyente a la paciencia perfecta, y
qué, lo conducirá hacia la posición de hombre completamente perfeccionado.
El propio Jesucristo no fue perfeccionado en un día; fue necesario el elemento tiempo; en él la
paciencia tuvo acción perfecta. La fe auténtica reconoce la necesidad de tiempo, y descansa en el Señor.
Para nosotros, el tiempo significa días y años. Que cada día aprendamos a renovar ese voto: Hoy quiero
vivir para Dios tan perfectamente cuanto su gracia capacitarme. Hoy deseo, pacientemente, confiar en
el Dios de toda la gracia que está personalmente perfeccionándome. Hoy quiero ser perfecto y íntegro,
en nada falte. Con tal voto, renovado día a día, colocando la fe en Cristo que nos perfeccionó de un
golpe para siempre, y confiando en Dios que está perfeccionándonos, la perseverancia perfecta ejercerá
su acción completa. Y así seremos perfectos y íntegros, en nada deficientes.

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Capítulo 25

LA LENGUA PERFECTA CARACTERIZA AL HOMBRE PERFECTO

"Porque todos tropezamos en muchas cosas. Si alguien no tropieza en el hablar es perfecto varón, capaz de refrenar
también todo su cuerpo" (Santiago 3:2).
No puede haber perfección en el arte o en la ciencia, sin la debida atención a las pequeñas cosas. Una
de las más auténticas marcas de los genios es la capacidad, en la presencia de los más elevados ideales,
de prestar atencion a los pequeños detalles. Ninguna cadena es más fuerte que su eslabón más débil. El
punto más débil, en el carácter de un creyente, es la medida de su proximidad de la perfección. Son en
las pequeñas cosas de la vida diaria que la perfección es alcanzada y probada.
La lengua es un pequeño miembro. Una palabra proferida, lamentablemente es reputada como cosa sin
importancia a los ojos de muchos. Y sin embargo, nada menos que nuestro Señor, personalmente,
quien enseñó: "Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado" (Mateo 12:37).
Cuando el Hijo de que el hombre venga en la gloria de Su Padre a fin de retribuir cada indivíduo de
acuerdo con sus hechos, cada palabra será llevada en consideración. La luz del gran día de Dios, si
alguien no tropieza en sus palabras, tal individuo es un hombre perfecto. Ese es el hombre plenamente
desarrollado y adulto, que ya alcanzó la madurez espiritual, que ya alcanzó la medida de la estatura de la
plenitud de Cristo.
¿Pero, será posible que alguien sea de tal manera perfecto que no tropiece en una palabra? No fue el
propio Santiago quien dijo: "Todos tropezamos en muchas cosas?" Medite por un momento en todas las
palabras insensatas y las que se oye entre los creyentes; las palabras duras, precipitadas, impensadas,
destituidas de amor, las palabras que son medio honestas y no provienen del corazón. Piense en todos
los pecados de la lengua, contra la ley del amor perfecto y de la verdad perfecta, y tendremos que
admitir la fuerza de la terrible acusación de Santiago: "Porque todos tropezamos en muchas cosas".
Cuando él añade, que: "Si alguien no tropieza en el hablar es perfecto varón, capaz de refrenar también todo su
cuerpo," ¿será que realmente quería decir que Dios espera que vivamos en ese nivel tan elevado, y que a
nosotros también cumple buscarlo y esperar tal tipo de vida?.
¿Con que objetivo santiago emplea esas palabras. En el inicio de su epístola, él habla de como la
perseverancia puede ejercer su acción completa, para que podamos ser perfectos e íntegros, en nada
deficientes. Allí, la entera perfección, sin ningún defecto, es exhibida a la nuestro frente como una
promesa definida y dirigida a aquellos que permiten que la perseverancia paciente tenga su completa
acción. Su epístola, como también todas las demas epístolas del Nuevo Testamento, fue escrita bajo la
dolorosa impresión de cuan lejos está la experiencia cristiana de esa perfección, aunque en la confianza
de que no se trata de una tarea vana, enseñar el pueblo de Dios sobre como deben ser, sobre como
pueden ser perfectos e íntegros, en nada deficientes.
Cuando el apóstol Santiago comienza a hablar sobre la lengua, los dos lados de la verdad se levantan
nuevamente ante él. Así es que la experiencia comun es por él expresa con la declaración general:
"Porque todos tropezamos en muchas cosas." Pero la voluntad de Dios y el poder de la gracia son por él
establecidos en el bienaventurado y no imposible ideal de todos aquellos que buscan ser perfectos e
íntegros: "Si alguien no tropieza en el hablar es perfecto varón". Santiago se refiere a eso con toda la
simplicidad, como una condición tan real como la otra, no sólo en el hablar, pero de todo el tropiezo.
Nuevamente se levanta la pregunta: Pero será realmente posible el creyente alcanzar ese ideal? Dios
espera eso de nosotros? Tenemos gracia prometida para su obtención? Convoquemos el apóstol Pedro
como nuestro testigo, y escuchemos lo que el Espíritu del Señor enseña a través de él, cuanto a la
terrible necesidad de tropezar, y cuanto la bendita posibilidad de que seamos resguardados de tropiezos.

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"Por eso, hermanos, escribe él, "buscad, con diligencia cada vez mayor, confirmar vuestra vocación y elección por cuanto,
procediendo así, no tropezaréis en tiempo alguno" (II Pedro 1:10). "En tiempo alguno" eso incluye incluso las
palabras. Oigamos, a continuación, lo que Judas nos dice: “Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída
y para presentaros sin mancha en presencia de su gloria con gran alegría, al único Dios nuestro Salvador, por medio de
Jesucristo nuestro Señor, sea gloria, majestad, dominio y autoridad, antes de todo tiempo, y ahora y por todos los siglos.
Amén”. (Judas 24,25). Es el alma que conoce y que incesantemente confía en Dios como un Dios
poderoso para guardar de tropiezos, como un Dios que vigila y resguarda el creyente cada momento,
por medio de Jesucristo, que cantará sin cesar ese cántico de alabanza
Los tres textos arriba, sobre los tropiezos, son los únicos pasajes, en el Nuevo Testamento, en que
ocurre la palabra en referencia a la vida cristiana. Más de cien veces son citadas las palabras de Santiago,
para cada vez que se oye mencionar las palabras de Pedro y de Judas. Cristo aún enseñó: "Hágase
conforme vuestra fe" (Mateo 9:29). Si nuestra fe se alimenta siempre y únicamente de las muchas cosas en
que "todos tropezamos," no será de admirarse que fatalmente tropecemos. Pero, si juntamente con ese,
que aceptemos aquella lección que leemos inmediatamente a seguir: "Si alguien no tropieza en el hablar es
perfecto varon," e igualmente lo que leemos en Pedro y Judas: "no tropezaréis en tiempo alguno", entonces, la
fe que abraza la promesa obtendrá esa bendición. El poder de Dios a traducirá para nuestra propia
experiencia, y nuestra vida será cual una epístola viva, en la cual las palabras de Dios pueden ser
transcritas.
La boca habla de lo que el corazón está lleno. De un corazón perfecto para con Dios, en lo cual fue
derramado el amor de Dios, por el Espíritu, y en lo cual habita Cristo, la lengua proferirá palabras de
verdad, de amor y de gentileza, llenas de belleza y de bendición. Así desea Dios. Dios es quien actúa así.
Por lo tanto, tomemos esa promesa.

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Capítulo 26

DIOS ASI MISMO LES PERFECCIONARÁ

"Ahora, el Dios de toda la gracia, que en Cristo os llamó a la su eterna gloria, despues de que hayáis sufrido por un poco,
él aún os hay de perfeccionar, firmar, fortalezca y establezca. A él sea el dominio, por los siglos de los siglos. Amén"
(I Pedro 5:10,11).

A través del sufrimiento para la gloria: esa es la nota llave de la Primera Epístola de Pedro. La palabra
"sufrir" aparece dieciséis veces, mientras que la palabra "gloria" aparece catorce veces. En sus palabras
finales, los lectores son recordados de toda su enseñanza: "El Dios de toda la gracia, que en Cristo os llamó a
la su eterna gloria, después de que hayáis sufrido por un poco." En ninguna otra epístola del Nuevo Testamento
esos dos aspectos de la muerte de Cristo que Él sufrio por nosotros y que debemos sufrir con Él y a
semejanza de él son conectados de modo tan claro y íntimo. La comunión con Cristo, la semejanza con
Cristo, manifestadas por medio del sufrimiento, es el punto de vista por lo cual Pedro deseaba que
hayasemos para la vida como siendo el camino para la gloria. Ser participante de los sufrimientos y de la
gloria de Cristo es privilegio del creyente. Cristo fue perfeccionado por intermedio de los sufrimientos,
por obra de Dios: el mismo Dios nos perfecciona, a fin de que suframos y glorifiquemos al Señor por
intermedio de eso.
"Dios aún os hay de perfeccionar! Solamente en Dios hay perfección. De hecho, en él está toda la
perfeccion. Por lo que también toda la perfección proviene de él. Cuando consideramos la admirable
perfección que existe en el sol, en las leyes que el aún obedece, y en las bendiciones que él dispensa, y
nos acordamos de que todo eso débese a la voluntad del Creador, reconocemos que su perfección viene
de Dios. Y así, a través de toda la naturaleza, hasta el minúsculo insecto que flota en el aire bajo un rayo
de sol, y hasta de la más humilde flor que se calienta en su luz, todo debe su belleza exclusivamente
Dios. Todas sus obras lo exaltan. Su creación es perfecta.
Y no tenemos aquí en la naturaleza el secreto abierto de la perfección cristiana? “Dios aún les ha de
perfeccionar." Lo que la naturaleza deja transparecer es la señal de lo que nos ha sido asegurado en la
gracia. "Porque convenía que aquel, por cuya causa y por quién todas las cousas existen, conduciendo muchos hijos a la
gloria, perfeccionara por medio de sufrimientos el Autor de la salvación de ellos" (Hebreos 2:10). Era muy apropiado
para Dios mostrar que Él es el Dios que crea perfección en medio a la flaqueza y los sufrimientos de
una vida humana. Es justamente eso que constituye la propia esencia de la salvación ser perfeccionado
por Dios, entregarse completamente Dios, de quien y para quien son todas las cosas, para que Él aún
nos perfeccione. Dios implantó profundamente en el corazón humano el antojo de la perfección. No es
ese anhelo que impulsa el espíritu de los artistas y de los poetas, de los descubridores y de los artífices?
No es de más llegada aproximación de eso que despierta admiración y entusiasmo? Y no es solamente
en la gracia que todo pensamiento y todo regocijo de perfección deben ser quitados? Ciertamente que
no, si la Palabra de Dios es verdadera.
La promesa es firme y brillante para esta nuestra existencia terrenal: "Dios aún os ha de perfeccionar."
Esa enseñanza, de que Dios nos ha perfeccionado personalmente, no puede referirse sino a la presente
vida diaria. Es como si el apóstol hubiera escrito: Dios aún lo colocará en la posición correcta, y, una
vez colocado allí, lo establecerá y fortalecerá, para que usted quede perfectamente apto para la vida y
para el trabajo que necesita cumplir. Juzgamos ser tan difícil creer en eso porque no sabemos realmente
lo que significan las palabras. "Pues no estáis bajo la ley, y, sí, de la gracia" (Romanos 6:14). La ley exige
aquello que no podemos dar ni hacer. La gracia, al contrario, jamás solicita aquello que ella misma no
proporcione; así también el Padre jamás pide aquello que no podemos hacer. Aquel aunque resucitó
Jesus de entre los muertos está siempre listo, con ese mismo poder de resurrección, para

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perfeccionarnos a fin de que hagamos su voluntad. Nos compite creer y usar de perseverancia hasta que
nuestra alma sea repleta de esa bendita verdad, y entonces sabremos que eso fue hecho por nosotros.
oh, mi alma, aprende a conocer ese Dios y a reclamarlo, en Su carácter: "Dios aún os ha de
perfeccionar!" Usted debe Adorarlo y Adorarlo aquí hasta que su fe sea revestida de la más llena
seguridad: mi Dios, personalmente, está me perfecciona. Considérese como arcilla en las manos de
Dios, el Grande Artista, que emplea todo su tiempo, amor y pensamientos, para hacerlo perfecto.
Ríndase en obediencia voluntaria y amorosa a Su voluntad y a su Espíritu. Entréguese en confianza
total, a Sus propias manos, y que esas palabras suenen en todo su ser: Dios aún os hay de perfeccionar.
Ha de capacitarlo de manera perfecta para todo que Él desea que usted sea o haga. Que todo pueda
transmitir a su corazón ese mensage: deje que Dios actúe; espere en Dios; Dios aún lo perfeccionará.
Creyente, usted ha deseado eso? Entonces busquelo ahora mismo. Así como el escritor del libro de
Hebreos y Pedro en su segunda epístola, reúnen todo su varia enseñanza y los concentran en esa
promesa céntrica. "Dios aún os ha de perfeccionar," así también, en la vida de un creyente, pueden surgir
momentos cuando él convoca todos sus deseos, todos sus esfuerzos, todo su conocimiento sobre la
verdad de Dios, y toda su fe en las promesas del Señor, sintetizándolos en un único acto de rendición y
confianza, y, entregándose totalmente para la ejecución de la gana de Dios. Y qué por delante su vida se
transforma en una doxologia de amor y adoración: "A él sea el domínio, por los siglos de los siglos. Amén."

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Capítulo 27

AMOR PERFECTO: RETENIENDO LA PALABRA DE CRISTO

"Aquel, sin embargo, que guarda su palabra, en él verdaderamente ha sido perfeccionado el amor de Dios" (I Juan 2:5).

Tauler dijo acerca del apóstol Juan: "De tres maneras, hijos queridos, el amado Señor atrajo a sí mismo
el corazón de Juan "De entrada, el Señor Jesus lo llamó para salir del mundo, a fin de hacerlo un
apóstol. "Enseguida, le concedió que descansara en Su pecho amoroso." En tercer lugar, y esa fue la
mayor y más perfecta proximidad, cuando, en el santo día de Pentecostes, Él le proporcionó Espíritu
Santo y abrió para él la puerta a través de la cual podría penetrar en los lugares celestiales.
"Así siendo, hijos míos, el Señor primeramente los llama del mundo haciéndolos mensajeros de Dios.
Después, Él los atrae para muy cerca de Sí, a fin de que puedan aprender a conocer Su santa
mansedumbre y humildad, Su profundo y ardiente amor, y Su perfecta y decidida obediencia. "A pesar
de eso, aún no es todo. Muchos ha sido atraídos hasta ese punto, y se quedan satisfechos en no
proseguir. Sin embargo, aún están bien distantes de la perfecta proximidad que el corazón del Señor
Jesus anhela.
Juan se inclinó por un momento delante del Señor Jesus, para inmediatamente enseguida olvidarse de él
y huir." Si habéis sido llevados hasta al punto de descansar en sus brazos, muy bien. No obstante, Juan
aún estaba una proximidad posible, un momento de la cual valdría cien años de todo cuanto ya
hubeiere acontecido antes. El Espíritu Santo le fuera conferido, la puerta estaba abierta." Existe una
proximidad en la cual nos perdemos, cuando Dios se hace todo en todos. Eso puede acontecer en un
solo momento, o tal vez tengamos que esperar por tal experiencia con corazones ansiosos, para
finalmente venir a conocerla. Fue acerca de eso que el apóstol Pablo habló cuando dijo aquello que el
corazón humano no habia concebido, Dios ahora nos habia sido revelado por su Espírito Santo. El
alma es atraída para el pabellón secreto, y allí existen maravillas y riquezas que nos son reveladas."
Para conocerse un escritor, es frecuentemente necesario conocer su carácter y su historia. Cuando Juan
escribió esa epístola, ya hacía cincuenta años que vivía en aquella última proximidad referida por Tauler,
en el pabellón secreto, por el lado de dentro del velo. Estando en la tierra, Jesus encontrara en Juan un
espíritu compatible, pronto para recibir Sus más elevadas enseñanzas espirituales, alguien que Él se
sentía especialmente inclinado a amar. Cincuenta años de comunión con El Hijo, en la gloria del Padre,
y de la experiencia del poder del Espíritu Santo que realiza la vida eterna, la vida celestial de Jesus en
comunión con el Padre, una realidad diaria!
No es de admirar, portanto, que cuando Juan testifica sobre esa vida como una vida de amor perfecto,
la Iglesia, que no está vivendo de conformidad con ese nível, solo puede hablar sobre esa vida como
un ideal, intangible en la existência terrenal. Para aquel que medita en lo que el apóstol Juan era y
sabia acerca de su Señor, y lo que la Iglesia seria sobre tal enseñanza, tales palabras simplemente
describen los caracteres que el apóstol veia a su alrededor, hombres para que puedan escribir: “Amados,
si el corazon no nos acusa, tenemos confianza delante de Dios .. . porque guardamos sus mandamientos, y fazemos diante
de el lo que es agradable.” “Aquel, entretanto, que guarda su palabra, el verdaderamente ha sido perfeccionado el amor de
Dios.”
Juan era el discípulo a quién Jesus amaba! cuando Jesus habló sobre el amor de Dios, tales palabras
ejercieron atracción especial en Juan; el amor con que Jesus lo amaba ejerció esa poderosísima
influência; el Espíritu Santo, que proveyo del corazón glorificado a Jesus, intensificó y espiritualizo toda
esa experiencia; y Juan fue transformado después de todo del Amor, y, contemplando fijamente las
profundidad de la gloria y del divino ser, descubrió allí que Dios es amor. Habiendo escogido esa
palabra "amor" resume su teología, Juan conecta la palabra que descubrió en el antiguo Testamento, y
en los escritos de sus hermanos apóstoles, con la palabra "perfecto," y entonces nos dice que en eso

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consiste la perfección, que ese es el punto más exaltado del carácter cristiano, de más alta realización de
la vida cristiana también un hombre tener en sí el amor perfeccionado de Dios.
La condición y la característica de ese perfeccionamiento en el amor, fue Jesus quién lo enseñó: "Si
alguien me ama, guardará mi palabra; y mi Padre lo amará, y vendremos para él y haremos en él morada" (Juan 14:23).
Guardará mi palabra: ese es el eslabón entre el amor del discípulo y el amor del Padre, que conduce a
aquella maravillosa unión en que el amor del Padre Lo atrae para que venga y habite en el corazón de
aquel que ama. "Si guardarais mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como también yo he guardado los
mandamientos de mi Padre, y en su amor permanezco" (Juan 15:10). Y Juan confirma, basado en su propia
experiencia, aquello que el Maestro enseñó: "Aquel, sin embargo, que guarda su palabra, en él verdaderamente ha
sido perfeccionado el amor de Dios."
Gracias Dios! esa es una vida que necesita ser encontrada en este mundo. El amor de Dios puede
perfeccionarnos. No seamos llevados a la duda por aquello que presenciamos en las iglesias a nuestro
lado, desconfiando de la Palabra de Dios. Cuando Juan se refirió al amor perfecto, y Pablo escribió
sobre el amor de Dios que es derramado en nuestros corazones, por el Espíritu Santo que nos es
otorgado, ambos testificaran alineados en sus experiencias personales sobre lo que habían recibido
como comunicación directa de la parte del trono de la gloria. Para ellos esas palabras eran la expresión
exacta de una vida de la cual tenemos poca noción; para nosotros, ellas no transmiten más cierto que
nuestra pequeña experiência nos capacita alcanzar.
Oh! que nuestros corazones sean despertados para que confíen en la plenitud celestial y sobrenatural,
no descansando mientras no que conozcamos aquel amor que ultrapasa todo el conocimiento, el amor
que Dios es, el amor de Cristo, habitando en nosotros como una fuente que jorra para la vida eterna. El
amor de Dios perfeccionado en nosotros esa posibilidad fue asegurada a todo aquel que permite que el
amor de Dios, en Cristo, ejerza el dominio, que permite que el aún proviene lo que Dios puede hacer
en pro de aquellos que lo aman.

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Capítulo 28

AMOR PERFECTO: AMANDO A LOS HERMANOS

"Amados, si Dios de tal manera nos amó, debimos nosotros también amar unos a los otros. Nadie jamás vio Dios; si nos
amaramos unos a los otros, Dios permanece en nosotros, y su amor es en nosotros perfeccionado" (I Juan 4:11,12).

La primera indicación de una alma en quien el amor de Dios ha sido perfeccionado es la observancia de
Su Palabra. La vereda de la obediencia, de la obediência amorosa, del corazón perfecto, de la obediencia
de una vida enteramente consagrada a la gana de Dios, es la senda que el Hijo abrió hasta la presencia
del Padre. Ese es el único camino que nos lleva al perfecto amor.
Los mandamientos de Cristo están todos incluidos en la palabra "amor," por cuanto "el amor es el
cumplimiento de la ley." "Nuevo mandamiento os doy: que os améis unos a los otros; así como yo os amé, que también os
améis unos a los otros" (Juan 13:34). Esa es la palabra de Cristo: aquel que observa esa palabra, observa
todos los mandamientos. El amor fraternal es la segunda indicación de una alma que procura entrar en
la vida del perfecto amor.
Debido a la propia naturaleza de las cosas, es imposíble que fuera de otra forma, pues el amor no
recoge sus propios intereses; el amor pierde de vista a sí mismo, cuando vive para los otros. El amor es
la muerte del egoísmo; mientras permanece el "ego", no puede haber pensamiento de amor perfecto. El
amor es el propio ser y la gloria de Dios; forma parte de Su naturaleza y propiedad, como Dios,
proporcionar de Su propia vida a todas sus criaturas, comunicar Su propia bondad y bienaventuranza.
El don de Su Hijo es el don de sí aún para ser la vida y la alegría del hombre. Cuando ese amor de Dios
penetra en el corazón, infunde su propia naturaleza el deseo de darse hasta a la propia muerte a causa
de los otros. Cuando el corazón se presta enteramente para ser transformado según esa naturaleza y
semejanza, entonces el amor toma posesión; y allí el amor de Dios es perfeccionado.
A menudo es levantada la cuestión se es el amor de Dios por nosotros, o es nuestro amor a Dios, que
está en vista en la expresión "perfecto amor." Pero la verdad es que esa expresión incluye ambas ideas, por
eso la implicación es mayor aún. El amor de Dios es Uno, así como Dios es uno: Su vida, Su propio
Ser. Cuando ese amor desciende y viene a habitar en nosotros, retiene su naturaleza y continúa siendo
la vida y el amor divinos dentro de nosotros. El amor de Dios por nosotros, nuestro amor a Dios y
Cristo, nuestro amor a los hermanos y a todos nuestros semejantes todos esos son sólo los aspectos de
un mismo amor. De la misma forma que hay sólo un Espíritu Santo, en Dios y en nosotros, así tambien
sólo existe un amor divino, el amor del Espíritu, que habita en Dios y en nosotros.
Conocer eso es una maravillosa ayuda para la fe, pues esa verdad nos enseña que amar a Dios, amar los
hermanos o aún nuestros enemigos, no es algo que pueda ser obtenido por nuestros esfuerzos
personales. Sólo podemos realizar eso porque el amor divino está habitando en nosotros. Solamente en
la medida en que nos entregamos al amor divino como un poder vivo en nuestra íntimidad, como una
vida que fue generada en nosotros, y en la medida en que el Espíritu Santo le da energía para entrar en
acción, es que ese amor se volvio en la realidad. Nuestra parte consiste, antes, en descansar, en cesar
todo esfuerzo, en saber que Él está en nosotros, y en dar camino al amor que habita y opera en
nosotros, con un poder que viene del alto.
Juan se acordaba muy bien de la noche en que Jesus profirió las palabras tan maravillosas sobre el
amor, en Su despedida! En verdad cuan imposible parecía, a los discípulos, amar conforme Él había
amado! Que sobrecarga enorme de orgullo y de egoísmo había habido entre ellos, menos un amor igual
a lo de él! Y como todo eso acontecio, en aquella misma noche, estando ellos en torno a la mesa de la
cena! Ellos nunca podrían amar como el Maestro es algo imposible. Que transformación fue operada,
pero, cuando Cristo resucitado sopló sobre ellos, y declaró: "Recibid al Espíritu Santo!" Y como esa
transformacion fue consumada cuando el Espíritu Santo descendió del cielo, proveniente del admirable

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amor que fluía de aquella conexión perfecta entre el Padre y el Hijo, cuando se reunieron nuevamente
en la gloria. El Espíritu entonces derramó en sus corazones el amor de Dios! En el amor habido el día
de Pentecoste, el perfecto amor celebró su primero gran triunfo en los corazones de los hombres.
El amor de Dios continúa reinando. El Espíritu de Dios aún aguarda para tomar posesión de corazones
hasta entonces Le ha sido reservado pequeño espacio. Él había andado con los discípulos todo el
tiempo, sin embargo, ellos no habían comprendido la que espíritu pertenecían. El Espíritu habia
descendido, en la noche en que Cristo resucito sopló sobre ellos. Sin embargo, fue el día de Pentecostes
que Él los llenó de tal modo que el amor divino prevaleció y desbordó, y así fueron perfeccionados en
amor.
Que todo esfuerzo que hacemos para amar, y que toda experiencia que muestra la debilidad de nuestro
amor, nos conduzca y nos atraiga para cerca de Jesus, sentado en Su trono. En él el amor de Dios es
revelado, glorificado y hecho accesible para nosotros. Portanto, creamos que el amor de Dios puede
descender como fuego, capaz de consumir y destruirlo "yo," capaz de hacer con que el amor de unos
para con los otros, el fervoroso y perfecto amor, sea la grande característica del discipulado cristiano.
Creamos que ese amor de Dios, ese amor perfecto, puede ser derramado en nuestros corazones en
proporciones hasta entonces desconocidas por nosotros, por el Espíritu Santo que nos es dado
Nuestras lenguas y nuestras vidas, nuestros hogares y nuestras iglesias, probarán entonces, para los que
viven en el pecado, que aún existen hijos de Dios en quien su amor ha sido perfeccionado.
Tal como en el caso de la vida cristiana en su entereza, semejantemente el amor tiene sus dos prácticas.
Hay un amor que recoge, lucha y hace el mejor que está a su alcance para obedecer, pero que siempre
invalida. Y hay el amor que encuentra, reposa, se regocija, y siempre triunfa. Eso tiene lugar cuando lo
"yo" y sus débiles esfuerzos son colocados en la sepultura de Jesus, y entonces su vida y amor lo
sustituyen. El nacimiento o comienzo del amor celestial y en el alma, es entonces llegado. En el poder
de la vida celeste, amar se hace algo natural y fácil. Cristo habita en el corazón; sólo entonces es que nos
quedamos arraigados y afirmados en amor, y pasamos a conocer el amor que ultrapasa toda la
comprensión.

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Capítulo 29

AMOR PERFECTO: DIOS HABITANDO EN NOSOTROS

"Nadie jamás vio Dios; si nos amamos unos a los otros, Dios permanece en nosotros, y su amor es en nosotros
perfeccionado. En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos dio de su Espíritu"
(I Juan 4:12,13).

"Nadie jamás vio a Dios." Aún no hemos tenido una visión de Dios. El fuego de su gloria, que todo
consume y todo absorbe, y que trae la muerte a todo lo que pertenencia al reino meramente natural, no
se une con nuestro estado terrenal actual. Entretanto, nos fue conferido, en lugar de eso, un equivalente
que nos puede entrenar y preparar para la visión bienaventurada, y que también satisface el alma con
todo cuánto ella puede incautar sobre Dios.
No podemos ver Dios; pero podemos tener Dios habitando en nosotros, y podemos contar con su
amor perfeccionado en nosotros. Aunque el resplandor de la gloria de Dios no deba ser contemplado
en esta existência, la presencia de aquello que forma la propia esência de esa gloria su amor puede ser
conocido desde ahora. El amor de Dios en nosotros perfeccionado, el propio Dios habitando en
nosotros ese es el cielo de que podemos disfrutar en la tierra.Y cual es el camino para esa felicidad?
Dios habita en nosotros, y su amor es perfeccionado en nosotros, si nos amáramos unos a los otros. Y
verdad que no podemos contemplar al Señor, pero, contemplamos nuestros hermanos; y he ahí que, en
ellos, tenemos un objeto para nuestro amor que compensa la ausencia de la visión de Dios. Ese objeto
es capaz de despertarse y de incentivar el amor divino en nuestro íntimo; ese objeto puede ejercitarse,
fortalecerse y desarrollarse; ese objeto puede abrir camino para el amor divino, para que el mismo opere
su acción bendita por nuestro intermédio, de esa manera perfeccionándonos en amor; ese objeto
despierta la complacencia divina y la llama para que venga y tenga morada en nosotros.
En mi hermano tengo un objeto en lo cual Dios me ordena probar todo mi amor por Él. Al amarlo,
por más indigno de amor que él sea, ese amor probará que el "ego" ya no vive; que fue una llama de ese
mismo amor que consumió el Cordero de Dios; que ese es el amor de Dios siendo en nosotros
perfeccionado y que se trata del propio Dios a vivir y a amar en nosotros.
"Si amáramos unos a los otros, Dios permanece en nosotros. En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros,
en que nos dio de su Espíritu." El admirable conocimiento que Dios habita en nosotros y que su amor está
perfeccionado en nosotros, no resulta de cualquier reflexión, ni de alguna deducción de aquello que
vemos en nosotros mismos. No, pues las cosas divinas, el amor divino, la permanencia divina en la
intimidad, sólo pueden ser vistas bajo la propia luz divina. "En esto conocemos que permanecemos en él, y él en
nosotros, en que nos dio de su Espíritu." Juan se acordaba de cuan poco los discípulos habían comprendido o
experimentado las palabras de Jesus, hasta aquel día inolvidable cuando, la luz del fuego que descendió
del cielo, todo se quedó iluminado y real.
Es el propio Espíritu Santo que solo, no en Su acción, tal como aquella de la que los discípulos
disfrutaron antes de aquel día, pero sí, en Su concesión especial y directa, venido del trono del
resucitado y exaltado Jesucristo, que lo hace personal y permanentemente presente para el alma, que ya
no se contenta con cosa alguna menor que eso. Solamente el Espíritu Santo es el que nos permite
conocer que Dios habita en nosotros, y nosotros en él, y que su amor está perfeccionado en
nosotros.En la vida cristiana de nuestros días sucede tal y cual sucedía en aquella época. La tarea
especial de Espíritu Santo consiste en revelar Dios en el íntimo y perfeccionarnos en amor mediante
pasos lentos tenemos que dominar un lado de la verdad ahora, y otro lado más tarde; tenemos que
poner en práctica una gracia ahora, y posteriormente, la gracia opuesta Por algún tiempo nuestro
corazón entero se lanza en el propósito de conocer y de hacer la voluntad de Dios.

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Entonces, es como se hubiera sólo una cosa a ser hecha amar y sentimos como si en nuestro propio
hogar, en todos nuestros contactos con los hombres, en nuestra posición en la Iglesia y en el mundo,
precisasemos solamente practicar el amor. Después de algún tiempo sentiríamos nuestro falla, y
entonces nos volveríamos hacia la Palabra, que nos induce a la fe, que nos enseña a cesar nuestra
dependencia del "ego" y la confiar en aquel que opera tanto el querer como el efectuar. He ahí que una
vez más fracasamos, y sentimos que es decir la única cosa que podría satisfacer a la presente necesidad
una participación en el don pentecostal la dádiva del Espíritu Santo en poder como nunca vimos antes.
Nadie se desanime. Busquemos obedecer, amar y confiar con un corazón perfecto. En aquello que ya
pudimos obtener, seamos fieles. Sin embargo, prosigamos firmes en dirección a la perfección.
Esperemos confiadamente que esa porción de la Palabra de Dios también se haga nuestra posesión: "Si
amáramos unos a los otros, Dios permanece en nosotros. En esto conocemos que permanecemos en él y él en nosotros, en
que nos dio de su Espíritu."
En la senda del amor, amor en el ejercicio práctico que recoge el perfecto amor es que puede ser
encontrada esa extraordinaria bendición: Dios habitando en nosotros, y nosotros en él. Y es solamente
a través del Espíritu Santo que podemos saber que la poseemos. Dios habitando en nosotros y su amor
perfeccionado en nosotros: Dios es amor; cuan correcto es que Él anhela por habitar con nosotros!
Dios es amor, y envía el Espíritu de Su Hijo para tomar cuenta de los corazones abiertos para Él. Sin la
menor sombra de duda podemos ser perfeccionados en amor. Un corazón perfecto puede estar seguro
de ser pleno de un perfecto amor. Que nada inferior a un perfecto amor sea nuestro blanco, para que
tengamos Dios habitando en nuestro íntimo, con Su amor perfeccionado en nosotros. Y lo sabremos
por el Espíritu que nos ha sido concedido.

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Capítulo 30

AMOR PERFECTO: SER CÓMO ÉL ES

"En esto es en nosotros perfeccionado el amor, para que el día del juicio mantengamos confianza; pues según él es, también
nosotros somos en este mundo" (I Juan 4:17).

Examinemos una vez más los escalones de la vida del perfecto amor que ha sido descortinado ante
nosotros, hasta el momento. El amor divino, penetrando en el corazón del creyente, antes de todo se
manifiesta en amorosa obediencia Cristo. La principal indicación y manifestación de esa obediencia es
el amor a los hermanos en ejercicio práctico y activo.
En ese amor obediente y en esa obediencia amorosa, el principio de la comunión con Dios, Dios
habitando en nosotros es desarrollado y fortalecido. El Espíritu Santo es quien nos suministra la
evidencia y la conciencia permanentes de esa comunión Ese es el camino en el decurso de lo cual el
amor es perfeccionado obediencia a Cristo: amor a los hermanos; la habitación de Dios en nosotros, y
nosotros en él; la comunicación y la revelacion de todo por intermedio del Espíritu Santo todas ellas
son ideas correlatas. Implican y condicionan unas a las otras Juntas, componen la vida bendecida del
perfecto amor.
El corazón perfecto comenzó buscando a Dios total y exclusivamente. Lo encontro en el camino
hecho, de amor obediente al Señor, ministrando y amando los hermanos. De esa manera se aproximó
del Padre, en Cristo, alcanzando la comunión con Él. Así también fue preparado y abierto el corazón
para iluminación especial del Espíritu, que revela a habitacion de Dios en el íntimo: el Padre vino a
permanecer con nosotros. Lo que a principio era sólo una pequeña semilla el corazón perfecto terminó
por crecer y producir fruto; el corazón perfecto es ahora un corazón donde el amor de Dios está
perfeccionado. El amor tomó completa posesión de nosotros, y reina mediante todo nuestro ser. Tenía
el apóstol, aún alguna cosa de más para decir acerca del perfecto amor? Sí, dos cosas. De entrada él
revela cual su más alta bendición: "En esto es en nosotros perfeccionado el amor, para que el día del juicio
mantengamos confianza." Y cual es el motivo o razón más profunda? "Pues según él es, también nosotros somos
en este mundo." El primero de esos dos pensamientos es encontrado otra vez en el versículo siguiente.
Consideremos, por lo tanto, el segundo pensamiento.
"Pues según él es, también nosotros somos en este mundo." Es en Cristo que somos perfectos. Con la misma
perfección con que Cristo fue perfeccionado es que nosotros somos perfeccionados por Él, y que
ahora Dios nos perfecciona. Nuestro lugar en Cristo implica en perfecta unidad de vida y espíritu, de
disposición y carácter. Juan reúne todos los elementos del perfecto amor, por él mencionados y, en el
día del juicio y de la santa osadía que el amor perfecto nos otorga, los combina en esta frase: "Pues según
él es, también nosotros somos en este mundo." "Según él es, también nosotros somos." En el segundo capítulo, dijo el
apóstol: "Aquel que dice que permanece en él, ese debe también andar así como él anduvo" (I Juan 2:6) La semejanza
con Cristo, en su caminar obediente sobre la tierra, es la característica del perfecto amor.
En el tercer capítulo de la misma epístola, vemos: "Y a sí mismo se purifica", se perfecciona, "todo lo que en
él tiene esta esperanza", la esperanza de ser semejante a Cristo, cuando “lo veremos tal y cual Él es, así como Él
es puro." La semejanza con Cristo, en Su pureza celestial, es otra característica del perfecto amor. Aún en
ese capítulo, leemos: "En esto conocemos el amor, en que Cristo dio su vida por nosotros; y debemos dar nuestra vida
por los hermanos" (3:16). La semejanza con Cristo, en Su amor por nosotros, es aún otra característica del
perfecto amor.
En la última noche de Su existencia terranal, Jesus oró, diciendo: "A fin de que todos sean uno; y como eres tú,
oh Padre, en mí y yo en ti, también sean ellos en nosotros" (Juan 17:21). La semejanza con Cristo, en Su
comunión con el Padre Dios en nosotros y nosotros en Dios es también característica del perfecto
amor. Dios nos dio Cristo para salvarnos, haciéndose nuestra vida, tomándonos en unión consigo. Dios

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no podría tener designio más elevado, no podria proporcionar bendición mayor que ver Cristo en
nosotros, para que tuviéramos osadía el día del juicio. "En esto es en nosotros perfeccionado el amor...pues según
él es, también nosotros somos en este mundo." "Para que el día del juicio mantengamos confianza." Dios entregó todo
el derecho de juzgar en las manos del Hijo, en la calidad de perfecto Hijo del hombre. Y su juicio será
espiritual: Él aún será su patrón orientador; a semejanza con Él será la calificacion para que el individuo
sea aprobado y pase a reinar juntamente con Él.
El perfecto amor se compone de unión perfecta y de semejanza perfecta. Tendremos gran confianza,
incluso el día del juicio, porque "según él es, también nosotros somos en este mundo." oh! usted que busca y
sigue la perfección! en Cristo es que ella puede ser encontrada. En Cristo es que fue revelado el amor
de Dios. En Cristo y en Su vida podrá entrar en la perfección, y la perfección entrará en usted. En
Cristo el amor tomará posesión de su vida y la transformará según su imagen. En Cristo, Dios viene
habitar en usted. En Cristo es perfeccionado el amor. Es asi que se cumple aquella oración proferida
por el Señor Jesus: "A fin de que el amor con que me amaste esté en ellos y yo en ellos esté" (Juan 17:26). El amor
de Dios es perfeccionado en nosotros; somos perfeccionados en amor; tendremos confianza el día del
juicio pues según él es, también nosotros somos.
El amor de Dios, tal como un fuego venido del altar que hay ante su trono, viviendo personalmente en
nosotros, se hace sensible en su poder celestial; y de esa forma el mundo puede percibir que Dios nos
ha amado conforme ha amado a Su Hijo. El amor que fluye del Padre hasta Jesucristo, reposa sobre
nosotros, igualmente, y nos une con Él, haciendo una unídad Así como Él, el Hijo, es en el cielo,
semejantemente somos nosotros en el mundo, pues vivimos en el Padre y en su amor.

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Capitulo 31

AMOR PERFECTO: ELIMINANDO EL MIEDO

"En el amor no existe el temor; antes, el perfecto amor echa fuera el temor. Ahora, el temor produce tormento; luego, aquel
que teme no es perfeccionado en el amor" (I Juan 4:18).

Bengel asegura que en la vida religiosa hay cuatro pasos: servir Dios con temor o amor; con temor sin
amor; con temor y amor; con amor sin temor. Agustin escribió: "El temor abre el camino para el amor:
donde no hay temor no hay puerta de entrada para el amor. El temor es el remedio, el amor es la cura.
El temor conduce al amor; cuando el amor es perfecto, el temor cesa. El perfecto amor lanza fuera el
miedo. "En esto es en nosotros perfeccionado el amor, para que el día del juicio mantengamos confianza; pues según él es,
también nosotros somos en este mundo."
El día del juicio! Que día tremendo será ese! Muchos no temen ese día porque confían en que han sido
justificados. Imaginan que la misma gracia que justificó al ímpio, les dará pasaje para el cielo. Pero no es
eso lo que las Escrituras enseñan la realidad de términos recibido perdón será aquel día, por el hecho de
que hayamos perdonado a los otros. Nuestra aptitud para entrar en el reino será probada por la manera
como que hayamos servido Jesus en el ministerio del amor a los enfermos y a los hambrientos. En
nuestra justificación nada de eso tuvo participación. Pero en el juicio ese será el elemento revestido de
toda la importancia.
Si tuviéramos que VERLO tal y cual Él es, y que tengamos que ser semejantes a Él, entonces seremos
purificados así como Él es puro. Es el perfecto amor, es ser en ese mundo tal como Él es, que lanza
fuera el miedo y nos infunde la confianza para enfrentar el día del juicio. Aquel que aún teme no está
preparado en amor. El día del juicio! Que día tremendo! Que cosa bendecida es ser dotado de osada
confianza aquel día! Enfrentar la consumidora fornalha del fuego de la santidad divina, estar pronto
para ser juzgado de conformidad con la imagen y la semejanza de Cristo, y no ser afectado por el
temor, que bienaventuranza! Es eso que perfaz aquello que las Escrituras revelan sobre la perfección y
el perfecto amor en nosotros, revelación esa que, de inmediato, se muestra dotada de vital interés para
cada uno de nosotros.
Hemos llegado al término de nuestras meditaciones en el tocante a lo que las Escrituras enseñan sobre
la perfeccion que puede ser alcanzada en esta vida. Iniciamos por el corazón perfecto, el corazón
enteramente consagrado a Dios, como la característica del hombre que por Dios es tenido como
perfecto. Venimos al hombre perfecto andando por el camino perfecto, "viviendo irreprensiblemente en todos
los preceptos y mandamientos del Señor" (Lucas 1:16). A lo que lleguemos al Nuevo Testamento venimos
como el patrón de la perfección se eleva infinitamente perfectos como el Padre, es el patrón de Sus
hijos; perfectos como el Maestro, es el modelo seguido por los discípulos; perfectos en toda la voluntad
de Dios, es el blanco y la esperanza de los creyentes. Y entonces, a fin de satisfacer esa elevadíssima
exigência, nos llega el recado divino: perfectos en Cristo, perfeccionados por Cristo cuando el propio
Dios nos perfecciona en todo el bien.
Y ahora, Juan el discípulo amado, incluye toda la enseñanza de la Palabra de Dios a ese respecto con su
"perfecto amor." Observando la palabra de Cristo, amando a los hermanos, permaneciendo en Dios,
quedándose llenos del Espíritu, siendo tal y cual Cristo es, podemos vivir perfeccionados en amor.
Poseedores de un corazón que no nos condena, tenemos osadía ante Dios, porque guardamos sus
mandamientos y realizamos las cosas que le son agradabes. Con el amor de Dios perfeccionado en
nosotros, tendremos confianza para enfrentar el día del juicio.
Amados hermanos en la fe! Poseer el amor del Dios perfecto en nosotros, ser perfeccionado en amor,
en el perfecto amor son posibilidades divinas, una realidad divina, el fruto amadurecido de la vida
perfecta. Ahora ya conocemos el árbol donde se desarrolla ese fruto. Su raíz es un corazón perfecto

62
para con Dios, que anda ante Él en perfección Seamos perfectos en nuestra entrega a Él, en obediencia
y confianza. Que la dependencia de lo Señor, que la fe, que la espera paciente, aguardando
exclusivamente en él, sea el espíritu que trabaja em nuestras vidas diariamente. Es el propio Dios quien
nos debe proporcionar tal bendición. Dependamos de él para que seamos nada menos que
perfeccionados en amor, y términos Dios habitando permanentemente en nosotros. Eso es lo que Él
ansía hacer por nosotros.
El árbol que se desarrolla sobre tales raíces es una vida de unión con Cristo, que tiene por blanco la
perfecta conformidad con Él. "Perfectos en Cristo, perfeccionados por Cristo, perfeccionados por Dios
a la Su semejanza, y por medio de Cristo." Cuando esas palabras, llenas de la gana y del amor de Dios,
así como del misterio de la redención, se hacen em vida la diaria del alma, el corazón perfecto pasa a
gobernar la vida, y el creyente aprende a permanecer perfecto en toda la voluntad del Señor y el árbol
de su vida produce fruto espiritual abundantemente. Prosiguiendo para la perfección Obediencia y
amor fraternal, comunión con Dios y semejanza con Cristo, y sentir el libre gobierno del Espíritu
Santo, son las cosas que conducen el alma la una vida de perfecto amor. El deseo del Dios de amor es
alcanzado; el amor de Dios celebra su triunfo; los días celestes ya tienen inicio en este mundo; y el alma
es perfeccionada en amor.
"Cuanto más, hermanos, adiós! Perfeccionaos." Sé perfecto delante de Dios. Que nada menos que eso sea su
blanco. Dios se mostrara perfecto para usted, revelarse perfectamente, y lo poseerá perfectamente. Crea
en eso. Dios aún lo perfeccionará, día a día. Cada mañana usted podrá recoger esa perfección del Señor
Viva esperando en su acción en su favor, y acéptela. No tema, Dios mismo le concederá el
conocimiento de lo que sea eso: Dios habita en nosotros, y su amor es en nosotros perfeccionado .

63
LA VIDA QUE PUEDE ORAR - Andrew Murray

"Sí permanecéis en mí, y mis palabras


permanecen en vosotros.
Pedid todo lo que queréis, y os será hecho"
(Juan 15:7).

"La oración eficaz del justo puede mucho"


(Santiago 5:16).

"Amados, si nuestro corazón no nos reprende,


confianza tenemos en Dios:
y cualquiera cosa que pidiéremos la
recibiremos de él,
Porque guardamos sus mandamientos,
y hacemos las cosas que son agradables
delante de él" (1 Juan 3:21, 22)

AQUÍ en la tierra, la influencia de


uno que pide un favor para otros depende
completamente del carácter del que pide,
y de la relación que éste tenga con aquél
ante el cual está intercediendo. Lo que
él es, es Lo que da peso a Lo que pide.
En lo que se refiere a Dios, el asunto no
es diferente. Nuestro poder para orar
depende de nuestra vida. Cuando nuestra
vida está bien con Dios, sabremos cómo
orar de tal modo que agrademos a Dios, y
la oración logrará la respuesta.
Todos los textos citados en el
encabezamiento de este capítulo indican
lo mismo. "Si permanecéis en mí -dice el
Señor... pedid todo lo que queréis, y os
será hecho". Según Santiago, la oración
del justo es la que "puede mucho". Juan
dice que "cualquiera cosa que pidiéremos
la recibiremos de él", porque obedecemos
a Dios y lo agradamos.
Toda falta de poder para orar bien y
con perseverancia, toda carencia de poder
en la oración delante de Dios, indica que
carecemos de algo en la vida cristiana.
Sólo cuando aprendamos a v i v i r de tal
modo que agrademos a Dios, él nos dará lo
que pedimos.
Aprendamos de nuestro Señor Jesús en la
parábola de la vid, lo que es una vida
vigorosa y saludable que puede pedir y
r e c i b i r lo que quiere. Él dice:

"Si permanecéis en mí, y mis palabras


permanecen en vosotros,
Pedid todo lo que queréis, y os será
hecho" (Juan 15:7).
Termina esta alegoría diciendo:
"No me elegisteis vosotros a mí, sino que
yo os elegí a vosotros,
y os he puesto para que vayáis
y llevéis fruto,
y vuestro fruto permanezca;
para que todo Lo que pidiereis al Padre
en mi nombre, Él os Lo dé" (Juan 15:16)

Según esta alegoría, ¿cómo tiene que


vivir uno para dar fruto y luego pedir y
recibir lo que quiere? He aquí la
respuesta: La vida de la rama es la que
da poder para orar. Nosotros somos ramas
de Cristo, la Vid viviente.
Sencillamente, tenemos que v i v i r como
ramas, y permanecer en Cristo. Entonces
pediremos lo que queramos y nos será
hecho.
Todos sabemos lo que es una rama, y
cuál es su característica esencial.
Simplemente es un desarrollo de la vid,
producido por ella y destinado a llevar
el fruto. Sólo tiene un propósito: Está
allí por orden de la vid, para que por
medio de ella, la vid lleve y madure su
precioso fruto. Así como la vid vive sólo
y totalmente para producir la savia que
hace la uva, así la rama no tiene otra
función ni otro objeto que recibir esa
savia y producir la uva. Su única función
es la de servir a la vid, para que por
medio de ella, aquélla pueda hacer su
obra.
¿Debe entenderse que el creyente,
que es rama de Cristo, la Vid celestial,
ha de vivir, en sentido literal y de
manera exclusiva para que Cristo dé fruto
por medio de él? ¿Quiere decir eso que el
verdadero cristiano como rama ha de estar
tan absorto y dedicado a la obra de
llevar fruto para la gloria de Dios, como
Cristo, la Vid, cuando estuvo en la
tierra y ahora en el cielo? Esto, y nada
menos, es lo que quiere decir.
Precisamente a la o r a c i ó n de tal
persona se le hacen las promesas
ilimitadas de fila alegoría.
La vida de la rama, que sólo existe
para la Vid, es la que t e n d r á el poder
de orar como se debe. Cuando nuestra vida
permanece en él, y sus palabras
permanecen y dominan en nuestro corazón,
y en nuestra vida y se convierten en
nuestro mismo ser, habrá gracia para orar
correctamente y la fe para recibir lo que
queremos.
Unamos estos dos conceptos y
tomémoslos con su verdad sencilla y
literal, y con su grandeza infinita y
divina. Las promesas que hizo nuestro
Señor en su discurso de despedida, y que
repitió seis veces con expresiones
ilimitadas: "todo lo que”, "si algo",
"todo cuanto” (Juan 14:13, 14; 15:7, 16;
16:23, 24), nos parecen absolutamente
grandes para tomarlas en sentido literal.
Por tanto, nosotros las explicamos
racionalmente para que satisfagan
nuestras ideas humanas sobre lo que nos
parece que deben significar. Las
separamos de aquella vida de absoluta e
ilimitada devoción al servicio de
Cristo para la cual se dieron.
El pacto de Dios se puede resumir
siempre en estas palabras: Da todo y
recibe todo. El que está dispuesto a ser
completamente rama, y nada más que rama,
que está lista a colocarse absolutamente
a la disposición de Jesús, la Vid de
Dios, para que Jesús lleve fruto por
medio de él, y a vivir en todo momento
solo para él, recibirá una libertad
divina para pedir todo Lo que Cristo
prometió en toda su plenitud, y una
sabiduría y humildad divinas para usarlo
de modo apropiado.
Tal persona vivirá y orará y
reclamará las promesas del Padre, así
como lo hizo Cristo, sólo para la gloria
de Dios y la salvación de los hombres.
Usará su osadía en oración sólo con la
mira de obtener poder para la intercesión
y lograr que los hombres reciban la
bendición. La ilimitada devoción de la
vida de la rama para llevar fruto, y el
acceso a los tesoros de la vida de la Vid
son inseparables. La vida que permanece
completamente en Cristo es la que hace la
oración eficaz en el nombre de Cristo.
Pensemos por un momento en los
hombres de oración de la Biblia, y veamos
en ellos cuál fue la vida que pudo orar
con tal poder. Hablamos de Abraham como
intercesor. ¿Qué fue lo que le dio tal
osadía? Él sabía que Dios lo había
escogido y llamado a salir de su hogar y
de su pueblo para que anduviera delante
de él de tal modo que todas las naciones
fueran bendecidas en él. Sabía que había
obedecido y había abandonado todo por
Dios. La obediencia implícita, hasta el
punto de estar dispuesto a sacrificar su
propio hijo, fue la ley de su vida. El
hizo lo que Dios le pidió; por tanto, se
atrevió a confiar que Dios haría lo que
él pedía.
Hablamos de Moisés como intercesor.
El también abandonó todo por Dios,
"teniendo por mayores riquezas el
vituperio de Cristo que los tesoros de
los egipcios". Vivió a la disposición de
Dios. "... fue fiel en toda la casa de
Dios, como siervo". "Con cuánta
frecuencia está escrito de él que hizo
las cosas "como Jehová le había mandado a
Moisés". No es raro que fuera muy osado.
Su corazón estaba bien con Dios. Él sabía
que Dios lo oiría.
Y esto no fue menos cierto en el
caso de Elías, el hombre que se levantó a
defender al Señor Dios de Israel. El
hombre que está dispuesto a arriesgar
todo por Dios puede contar con que Dios
hará todo a favor de él.
Los hombres oran sólo mientras
viven. La vida es la que ora. La vida que
con una devoción sincera se entrega toda
a Dios y para él, también puede reclamar
todo de Dios. Nuestro Dios anhela
manifestarse como Dios fiel, y poderoso
ayudador de su pueblo. El sólo espera que
los corazones se aparten completamente
del mundo y se tornen hacia él, y se
abran para recibir sus dones. El hombre
que pierde todo hallará todo, se atreverá
a pedir y recibirá.
La rama que única y verdaderamente
permanece en Cristo, la Vid celestial,
está completamente entregada como Cristo
a dar fruto, que es la salvación de los
hombres. Tal rama ha tomado las palabras
de Cristo, las cuales moran en su vida, y
puede atreverse a pedir lo que quiera, y
le será hecho.
Cuando nosotros no hemos llegado a
esa plena devoción para la cual nuestro
Señor había entrenado a sus discípulos,
ni podemos igualarnos a ellos en el poder
de la oración, podemos, sin embargo,
permitir que un hecho nos anime. Aun en
las etapas interiores de la vida
cristiana, todo nuevo paso que se dé
hacia adelante en el esfuerzo que se hace
en pos de la perfecta vida de la rama y
toda entrega con el objeto de vivir para
los demás en la intercesión, será
recompensada desde arriba con una
correspondiente libertad para acercarnos
a Dios con mayor osadía y esperar mayores
respuestas.
Cuanto más oremos y cuanto más
conscientes lleguemos a estar de nuestra
incapacidad para orar con poder, tanto
más seremos estimulados y ayudados a
continuar adelante, hacia el secreto del
poder en la oración: una vida de
permanencia en Cristo, que esté
enteramente a disposición de él.
Si algunos, desesperados por lograr
algo, se preguntan cuál puede ser la
razón del fracaso en esta bendita vida de
la rama, tan sencilla y sin embargo tan
poderosa, y se preguntan cómo pueden
lograrla, permítanme señalarles una de
las lecciones más preciosas de la
alegoría de la Vid.
Es una lección que se ha descuidado.
Jesús dijo: "Yo soy la vid verdadera, y
mi Padre es el Labrador". No sólo tenemos
al mismo Jesús, el glorificado Hijo de
Dios, con su divina plenitud de vida y
gracia de la cual podemos extraer, lo
cual es maravilloso, sino que hay algo
aun mas bendito. Tenemos al Padre como
Labrador que vigila nuestra permanencia
en la Vid, nuestro crecimiento y nuestra
fructificación. No se dejó a nuestra fe o
a nuestra fidelidad el mantener nuestra
unión con Cristo.
Dios, el Padre de Cristo, quien está
unido con él-el mismo Dios-se encargará
de que la rama sea lo que debe ser. Él
nos capacitará para producir justamente
el fruto que fuimos designados a rendir.
Leamos lo que Cristo dice acerca de
esto: "todo aquel que lleva fruto, lo
limpiará, para que lleve más fruto". Lo
que el Padre busca es más fruto; más
fruto será lo que el mismo Padre
proveerá. Por esa razón, él como Viñador,
poda las ramas.
Consideremos lo que esto significa.
Se dice que de todas las plantas de la
tierra que llevan fruto no hay ninguna
que produzca un fruto tan lleno de
espíritu, y del cual puede destilarse
abundante espíritu como la vid. Y de
todas las plantas que dan fruto no hay
ninguna que esté tan dispuesta a producir
ramas de sobra y para la cual sea tan
indispensable la poda como la vid.
La gran obra que tiene que hacer el
viñador todos los años a favor de la rama
es la de podarla. Otras plantas pueden
prescindir de la poda durante algún
tiempo y aun así llevar fruto; la vid
tiene que ser podada. Así que la rama que
desea permanecer en Cristo y dar mucho
fruto y poder pedir lo que quiera tiene
que hacer una cosa: entregarse con
confianza a esta limpieza divina.
¿Qué es lo que corta el viñador con
su cuchillo de poda? Corta la madera que
la rama ha producido: madera verdadera,
real, en la cual está la verdadera
naturaleza de la vid.
¿Por qué tiene que ser cortada?
Porque le extrae la fuerza y la vida a la
vid, e impide el flujo de la savia hacia
la uva. Cuanto más se corte de esta
madera, cuanto menos madera haya en la
rama, tanto más podrá la savia ir hacia
la uva. La madera de la rama tiene que
decrecer para que el fruto de la vid
aumente. Por obediencia a la ley de toda
la naturaleza, según la cual la muerte es
el camino hacia la vida, según la cual la
ganancia v i e n e a través del sacrificio,
el crecimiento rico y prolífico de la
madera t i e n e que cortarse y echarse a un
lado para que se vea la vida más
abundante en el racimo.
De la misma manera, hijo de Dios,
rama de la Vid celestial, en u s t e d hay
aquello que parece perfectamente inocente
y legítimo, pero que le quita su interés
y su fuerza. Eso tiene que ser cortado
para que quede limpio. Vimos qué gran
poder tuvieron en la oración hombres como
Abraham, Moisés y Elías, y sabemos qué
clase de fruto ellos dieron. Pero también
sabemos lo que les costó. Dios tuvo que
separarlos de sus ambientes vez tras vez
para retirarlos de cualquier confianza
que pudieran tener en ellos mismos, a fin
de que buscaran su vida solamente en él.
Sólo cuando nuestra propia voluntad,
nuestra fuerza, nuestro esfuerzo, nuestro
placer, sean cortados -aunque parezcan
perfectamente naturales y no pecaminosos-
, todas las energías de nuestro ser
quedan libres y abiertas para recibir la
savia de la Vid celestial, el Espíritu
Santo.
Luego llevaremos mucho fruto. En la
entrega de aquello a que la naturaleza se
aferra, en la plena y dispuesta sumisión
al cuchillo podador de Dios, llegaremos a
aquello para lo cual Cristo nos escogió y
nos designó: para dar fruto, para que
todo lo que pidamos al Padre en el nombre
de Cristo, él nos lo dé.
En el siguiente versículo, Cristo
nos dice cuál es el cuchillo podador: "Ya
vosotros estáis limpios por la palabra
que os he hablado". Él dice
posteriormente: "Santifícalos en tu
verdad: tu palabra es verdad". "...la
palabra de Dios es más cortante que toda
espada de dos filos: hasta partir el alma
y el espíritu".
Cristo les había dicho a sus
discípulos palabras escudriñadoras del
corazón sobre el amor y la humildad,
sobre la necesidad de que cada uno fuera
como el menor, y, como él mismo, s i e r v o
de todos: sobre la necesidad de que cada
uno se negara a sí mismo, tomara la cruz
y perdiera la vida.
Por medio de la palabra de él, el
Padre los había limpiado a ellos, les
había quitado toda confianza en ellos
mismos o en el mundo, y los había
preparado para que el Espíritu Santo de
Dios que es la Vid celestial les
penetrara y los llenara.
Nosotros mismos no podemos
limpiarnos. Dios es el Viñador. Podemos
encomendarnos con confianza a su cuidado.
Queridos hermanos, pastores,
misioneros, maestros, obreros del
evangelio, creyentes antiguos y nuevos,
¿lamentan ustedes la falta de oración y
la resultante falta de poder en su vida?
Entonces acudan y oigan a su querido
Señor cuando les dice: "Sólo sean ramas.
Únanse e identifíquense con la Vid
celestial, y entonces sus oraciones serán
eficaces y podrán mucho.
¿Se lamenta porque ésa es
precisamente su dificultad: que no
t i e n e , ni puede tener esta vida de rama,
que permanece en él? Escuche otra vez. No
sólo usted desea "más fruto", sino el
Padre también. Él es el Labrador que
limpia la rama fructífera para que lleve
más fruto.
Colóquese en las manos de Dios a fin
de que él haga lo que es imposible para
el hombre. Confíe en que la limpieza
divina le cortará y le quitará toda
confianza en sí mismo, todo esfuerzo
propio que haya sido la causa de su
fracaso. El Dios que dio a su amado Hijo
para que fuera su Vid, quien lo
constituyó como su rama, ¿no hará su obra
de limpieza para que sea fructífero en
toda buena obra, y también en la obra de
oración e intercesión?
Esta es la vida que puede orar. Una
vida enteramente entregada a la Vid y a
sus fines, que tiene toda la
responsabilidad de su limpieza en manos
del Viñador, una rama que permanece en
Cristo, y confía en Dios y se entrega a
él para ser limpiada, puede dar mucho
fruto. Con el poder de tal vida, amaremos
la oración, sabremos orar, oraremos y
recibiremos lo que pidamos. Amen
ACERQUÉMONOS AL SEÑOR
ANDREW MURRAY

PREFACIO
Los doce capítulos que forman este librito son parte de una obra mayor, que acaba de ser
publicada.1 Se publica por separado en la esperanza de que llevan las nuevas de que el Padre quiere
que vivamos la vida en Su Presencia, y que Cristo pueda llevarnos y guardarnos allí, a algunos que
no tendrán la oportunidad de leer el libro más extenso.
El pasaje sobre el cual se basan estos capítulos (Hebreos 10:19-25) constituye el mismo centro de la
epístola. Contiene un sumario de lo que se enseña en la primera parte, que es doctrinal, e indica al
mismo tiempo los puntos principales de carácter práctico que se desarrollan en la segunda parte.
Dentro del alcance de unos pocos versículos, junta todo lo que ha dicho de nuestro bendito Sumo
Sacerdote y de Su Obra y todo lo que se puede decir de lo que necesitamos plenamente para
disfrutar del fruto de Su Obra y todo lo que se ha de decir en la epístola sobre la influencia que su
enseñanza ha de ejercer sobre nosotros. Todo el pensamiento se centra sobre un punto:
Acerquémosnos. Con el poder de la redención de Cristo entremos y permanezcamos en la presencia
del Padre.
1
El Lugar Santísimo: La presencia de Dios en la esfera del misnisterio de Cristo en el Cielo y de nuestra vida y
servicio en la tierra. Una exposición devocional de la Espístola a los Hebreos (130 capítulos)

En el libro mayor he procurado indicar hasta qué punto el estado de los hebreos era precisamente lo
que encontramos en las iglesias de nuestros días. Hay una falta de firmeza, de crecimiento y de
poder que resulta de no conocer bien a Cristo. He procurado mostrar, tal como lo hace la Epístola,
que el verdadero conocimiento de las maravillosas y benditas verdades de la divinidad y humanidad
de nuestro Señor, del hecho de que sea nuestro Guía y Precursor en el camino de la obediencia y la
entrega perfecta a la voluntad de Dios, y, sobre todo, su celestial sacerdocio en el poder de una vida
sin fin, y el que nos procure un acceso perfectamente libre y una permanencia en la presencia de
Dios por medio de su sangre, da una fuerza y una esperanza a nuestra fe, que nos permite de modo
efectivo que obtengamos la promesa y vivamos como Dios quiere que lo hagamos.

Pero tengo la esperanza de que incluso este librito pequeño puede estimular a algunos a buscar y
descubrir los tesoros que contiene la Epístola, y ayudarles a entrar en la posesión personal de esta
salvación completa que este nuestro gran Sumo Sacerdote nos ofrece y puede concedernos.

Es mi oración ferviente que la enseñanza del Espíritu Santo de Dios sea la porción de todos mis
lectores.

ANDREW MURRAY
25 de septiembre de 1894.
HEBREOS 10:19-25
19 Así que, hermanos, teniendo entera libertad para entrar en el Lugar Santo por la sangre de
Jesucristo,
20 por el camino nuevo y vivo que él abrió para nosotros a través del velo, esto es, de su carne,
21 y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios,
22 acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, teniendo los corazones
purificados de mala conciencia, y los cuerpos lavados con agua pura.
23 Mantengamos firmes, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que
prometió.
24. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras;
25 no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto
más cuanto que veis que aquel día se acerca.

Las cuatro grandes bendiciones de la nueva vida:


1. El Lugar Santísimo está abierto.
2. Confianza y libertad en la sangre.
3. Un camino nuevo y vivo.
4. El gran Sumo Sacerdote.

Las cuatro principales marcas del verdadero creyente:


1. Un corazón sincero.
2. Plenitud de fe.
3. Un corazón purificado de mala conciencia.
4. El cuerpo lavado con agua pura.

Los cuatro grandes deberes a los cuales nos llama el Santuario abierto:
1. Acerquémonos (en plenitud de fe).
2. Mantengamos firme la profesión de nuestra esperanza.
3. Considerémonos unos a otros para estimularnos al amor.
4. No olvidemos el congregarnos.

1 La entrada en el Lugar Santísimo


10:19. Teniendo entera libertad para entrar en el Lugar Santo.
10:22. Acerquémonos.

1. El Lugar Santísimo
Entremos en el Lugar Santísimo. Con estas palabras empieza la segunda mitad de la Epístola. Hasta
ahora la enseñanza ha sido principalmente doctrinal. La gloria de la persona y el sacerdocio de
Cristo; el santuario celestial que Él, por medio de su sangre, ha abierto y purificado, y del cual ha
tomado posesión para nosotros; el camino de obediencia y autosacrificio que le volvió al trono; todo
esto ha sido expuesto.

Ahora viene la parte práctica, y nuestro deber es apropiarnos la gran salvación que ha sido provista
para nosotros y que se resume en una idea: «Teniendo entera libertad para entrar en el Lugar
Santísimo; acerquémonos.» El acceso a la presencia y comunión con Dios, el derecho y el poder
para hacer de esta presencia nuestro lugar ahora en el cielo ante Dios en favor nuestro, que tenemos
libertad de entrar, incluso hasta el mismo Lugar Santísimo.
¡Queridos hermanos! ¡La sangre de Jesús! ¡La sangre del Cordero! ¡Oh, pensemos en lo que
significa esto! Dios la dio para tu redención. Dios la aceptó cuando su Hijo entró en el cielo y la
presentó en tu favor. Dios la tiene a la vista como el fruto, infinitamente agradable, de la obediencia
de su Hijo hasta la muerte. Dios te la muestra y te pide que creas en la divina satisfacción que le da,
en su energía omnipotente, en su eterna suficiencia.

Oh, ¿no vas a creer que esta sangre te da, a ti, pecador débil como eres, libertad, confianza,
atrevimiento para acercarte, para entrar en el mismo Lugar Santísimo? Sí, cree en ella, que la
sangre, sólo la sangre, pero sí la sangre, con seguridad, te lleva a su misma presencia, hasta el lugar
de comunión viva y permanente con el Dios eterno. Y que tu respuesta al mensaje de Dios respecto
a la sangre, y a la libertad que te da, no sea menos que esto: que este mismo momento vas con la
mayor confianza a tomar tu lugar en la comunión más íntima con Dios. Y si tu corazón te condena,
o tu frialdad te parece que te prohíben la entrada, no descanses hasta que creas y pruebes por
completo el poder de la sangre en el mismo hecho de acercarte.

Teniendo libertad por la sangre de Jesús, ¡acerquémonos!


1. ¿Cuál es ahora mayor a tu vista: tu pecado o la sangre de Jesús? Sólo puede haber una
respuesta. Luego, acércate, y entra en el Lugar Santísimo. Hasta ahora tu pecado te ha impedido
la entrada; ahora, deja que la sangre te lleve cerca. Y la sangre te dará libertad y el poder de
permanecer.
2. «Una gota de esta sangre, saliendo del Lugar Santísimo y tocando el alma, perfecciona la
conciencia, deja que no haya más conciencia de pecado y nos hace posible vivir en comunión con
el Padre y el Hijo. Un alma así, rociada con la sangre, puede gozar de los tesoros celestiales, y
realizar el servicio celestial del Dios vivo.»
3. Y esta sangre tiene un poder purificador celestial tal que puede mantener al alma pura. «Si
andamos en luz como El está en luz», si vivimos en el Lugar Santísimo, a la luz de su rostro,
«tenemos comunión entre nosotros, y la sangre de Jesucristo su Hijo, nos limpia de todo
pecado», de modo que el pecado ya no puede tocarnos, por lo que no perdemos la comunión con
el Padre.
4. Puedes entender cuánto anhela el corazón del Padre el que sus hijos se acerquen con libertad.
Él dio la sangre de su Hijo para hacerlo posible. Honremos a Dios, y honremos la sangre,
entrando en el Lugar Santísimo con la mayor libertad.

Cerca, tan cerca de Dios,


Más cerca no puede ser,
Pues en su Hijo Jesús estoy
Tan cerca como Él.

2 Libertad en la sangre de Jesús


10:19. Teniendo entera libertad para entrar en el Lugar Santo por la sangre de Jesucristo.
10:22. Acerquémonos.

Entremos en el Lugar Santísimo. Estas palabras nos traen el mensaje de la Epístola. Cristo ha
abierto de modo efectivo el Lugar Santísimo para que nosotros podamos entrar en él y residir allí.
El Padre quiere que sus hijos estén con El en su santa mansión de amor y comunión, habitando allí
continuamente. La Epístola procura juntarnos, congregarnos. Teniendo libertad para entrar,
¡acerquémonos!

Es posible que algunos hayan entrado ya, como resultado del estudio de la Epístola; les ha sido
revelado el misterio maravilloso de que el camino al Lugar Santísimo ha sido abierto; han dicho en
fe: Señor, Dios mío, ¡entro! A partir de ahora vivo en tu lugar secreto, en el Lugar Santísimo. Y con
todo, temen. No están seguros si el gran Sumo Sacerdote los ha hecho entrar. No saben de cierto si
serán fieles, viviendo siempre dentro del velo. No han comprendido todavía bien lo que esto
significa: tener libertad para entrar.

Y puede que haya otros que han anhelado, con el corazón lleno de esperanza, recibir la llamada para
entrar, pero que no se han atrevido a hacerlo todavía. El pensamiento de que un gusano pecador
pueda morar cada día y todo el día en el Lugar Santísimo es demasiado para ellos. Se dan cuenta de
su debilidad y sus fracasos, el sentido de su infidelidad personal es demasiado vivo, su experiencia
del poder del mundo y de las circunstancias, de la debilidad de la carne y sus esfuerzos; todo ello es
tan reciente que no les queda mucha esperanza de poder vivir una vida así. Piensan que otros
pueden regocijarse en ella, pero que ellos tienen que contentarse sin poderla vivir. Y con todo su
corazón no está contento.

A los tales, los que han entrado, pero no han podido acallar sus temores, y a los que temen entrar,
les dice el Espíritu Santo: Hoy, si quieres oír su voz, no endurezcas tu corazón. Teniendo libertad
en la sangre de Jesús para entrar en el Lugar Santísimo, acerquémonos. La libertad con la cual
podemos entrar no es en primer lugar un sentimiento consciente de confianza; es un derecho y
libertad objetivos, dados por Dios, de que entremos, ya que nos lo permite la sangre. La medida de
nuestra libertad es el valor que Dios adscribe a la sangre de Jesús. Como nuestro corazón reposa su
confianza sobre esta simple fe, el sentimiento de confianza y de gozo por nuestra parte vendrá
también, y nuestra entrada será entre cánticos de alabanza y alegría.

Libertad en la sangre de Jesús. Todo depende de que captemos lo que esto significa. Si la sangre
es para nosotros lo que es para Dios, la libertad que Dios quiere darnos llena nuestros corazones.

Como podemos ver en el capítulo 9, lo que la sangre ha efectuado al rasgar el velo y al purificar los
cielos, y al dar a Jesús, el Hijo del Hombre, acceso a Dios, será la medida de lo que efectuará en
nosotros, haciendo de nuestro corazón un santuario de Dios, y acomodándonos para una perfecta
comunión con el Santo. Cuanto más honremos la sangre en su infinito valor, más demostraremos su
poderosa energía y eficacia, al abrir el cielo para nosotros, y darnos, en su divino poder, la
experiencia real y viva de lo que es la entrada en el Lugar Santísimo.

La sangre de Jesús. La vida es la sangre. Como el valor de esta vida, tal es el valor de esta sangre.
En Cristo había la vida de Dios; infinito como Dios es el valor y el poder de esta sangre. En Cristo
había la vida del hombre en su perfección; en su humildad, en su obediencia al Padre, y su
autosacrificio que fue inefablemente agradable para el Padre. Esta sangre de Jesús, Dios y nombre,
derramada en su muerte, que fue un perfecto cumplimiento de la voluntad de Dios, y una victoria
perfecta sobre todas las tentaciones del pecado y del yo, efectuó una expiación permanente por el
pecado, y lo apartó de en medio, destruyendo la muerte y al que tiene poder sobre ella. Por tanto,
vemos que fue en la sangre de este pacto eterno que Jesús fue levantado de los muertos; que fue en
su propia sangre, que entró en el cielo como nuestra cabeza y arras, y que esta sangre está ahora
para siempre en el cielo, en el mismo lugar de honor en que está Dios, el Juez de todos, y Jesús el
Mediador (12:24). Es por esta sangre que el cielo es nuestro lugar de residencia, el vivir nuestra
vida allí, es algo que Cristo nos ha proporcionado: acerquémonos, residamos allí. Dios quiere que
todo hijo suyo permanezca siempre en su presencia.

Entremos en el Lugar Santísimo. Ésta es una llamada a los hebreos a que salgan de una vida de
incredulidad y pereza, que conduce a apartarse del Dios vivo, y que entren en la tierra prometida, el
descanso de Dios, una vida de comunión y de favor. Es una llamada a los cristianos tibios e
indolentes a que no permanezcan en los atrios del tabernáculo, satisfechos con la esperanza de que
sus pecados han sido perdonados. Ni aún deben estar satisfechos con haber entrado en el Lugar
Santo, y allí hacer el servicio del tabernáculo, mientras que el velo todavía interfiere en la plena
comunión con el Dios vivo y su amor. Llama a entrar a través del velo rasgado al lugar en que ha
sido llevada la sangre, y donde vive el Sumo Sacerdote, para vivir y trabajar allí, siempre en la
presencia del Padre. Es una llamada a todos los cristianos que dudan y están sedientos, que anhelan
una vida mejor que la que han conocido, para que echen sus dudas y crean que esto es lo que Cristo
ha hecho verdaderamente y ha puesto al alcance de cada uno de nosotros: ¡ha abierto el camino al
Lugar Santísimo! Ésta es la salvación que El ha realizado, y ahora vive para aplicárnosla, a fin de
que podamos residir verdaderamente bajo la plena luz del rostro de Dios.

Entremos en el Lugar Santísimo. Éste es, en una sola palabra, el fruto de la obra de Dios, la
lección principal de la Epístola, la gran necesidad de nuestra vida cristiana, la completa y perfecta
salvación que Dios nos da en Cristo para que gocemos de ella.

Entremos en el Lugar Santísimo. ¿Qué es el Lugar Santísimo? Para el lector que nos ha seguido
hasta ahora en la Epístola, no hay necesidad de decirlo: no es otro que el mismo lugar en el que
entró Cristo cuando rasgó el velo en su muerte, donde entró por medio de su sangre, para aparecer
delante de Dios en favor nuestro. Es el Lugar Santísimo en el que Dios mora, en el cual los
sacerdotes, incluso el sumo sacerdote, tenían prohibido estar, y en el cual Jesús entró por nosotros,
para que moremos en él, ahora, nosotros. Este Lugar Santísimo es un lugar celestial; pero no es el
cielo, tal como se entiende generalmente, como un lugar específico, distinto y separado de la tierra.

El cielo de Dios no está limitado en el espacio de la misma manera que un lugar en la tierra. Hay un
cielo arriba, el lugar de la manifestación especial de Dios. Pero hay también un cielo espiritual, tan
omnipresente como Dios mismo. Donde está Dios, allí es el cielo; el cielo de su presencia incluye
también esta tierra. El Lugar Santísimo en el cual entró Cristo, y cuya entrada abrió para nosotros,
es la luz inaccesible para la naturaleza, de la santa presencia y amor de Dios, la plena comunión y la
unión con Él. En este Santísimo puede entrar el alma por la fe que nos hace uno con Cristo. Puede
residir allí continuamente, porque Jesús, permanece allí continuamente. El Espíritu Santo, que
antes indicaba que el camino al Lugar Santísimo no estaba abierto todavía, por medio del cual Jesús
vertió la sangre que abrió el camino y que en el día de Pentecostés dio testimonio en el corazón de
los discípulos de que ahora está abierto verdaderamente; nos aguarda, para hacernos ver lo que
significa entrar allí y para hacernos entrar. Levanta el alma hasta el Lugar Santísimo; trae el Lugar
Santísimo al alma. En el poder del Espíritu Santo podemos ahora morar junto a Dios y ante su
presencia.

Entremos en el Lugar Santísimo. ¡Oh, qué glorioso mensaje! Durante quince siglos Israel tuvo un
santuario con el Lugar Santísimo, en el cual nadie podía entrar bajo pena de muerte. Daba
testimonio de que ningún hombre puede permanecer en la presencia de Dios, no puede permanecer
en comunión personal con Él. Y ahora, ¡todo ha cambiado! Como cuando se cambia un aviso: «Se
prohíbe la entrada», por otro que dice: «Entrada libre»; el velo está rasgado; el Lugar Santísimo está
abierto; Dios nos espera para darnos la bienvenida en su seno. A partir de ahora puedes vivir con El.
Este es el mensaje de la Epístola: ¡Hijo!, tu padre anhela que entres, que mores allí y no salgas ya
más.

¡Oh, qué bendición es vivir en el Lugar Santísimo! En él se halla la faz del Padre y se puede
saborear su amor. Aquí se revela su santidad y se deja participar al alma de ella. Aquí el sacrificio
de amor y la adoración, el incienso de la oración y la súplica son ofrecidos con poder. Aquí el alma
crece en la presencia de Dios y a una más entera conformidad en su semejanza. Aquí, en unión con
Cristo en su incesante intercesión, nos atrevemos a tomar nuestro lugar como intercesores, y
podemos tener poder con el Padre y prevalecer. Aquí el derramamiento del Espíritu sigue como una
corriente incesante, como un río que rebosa, bajo el trono de Dios y del Cordero. Aquí el alma
asciende como en alas de águilas, su fuerza es renovada, y son impartidos la bendición y el poder y
el amor con los cuales los sacerdotes de Dios pueden salir a bendecir a un mundo exánime. Aquí
podemos experimentar cada día la unción renovada que nos permite salir a ser portavoces y testigos
y cauces de la salvación de Dios para los hombres, los instrumentos vivos por medio de los cuales
nuestro Bendito Rey obra su voluntad y realiza su triunfo final.

¡Oh, Jesús, nuestro gran Sumo Sacerdote, permite que ésta sea nuestra vida!

1. Una cosa he deseado del Señor y ésta buscaré; que pueda morar en la casa del Señor todos los
días de mi vida, y contemplar la belleza del Señor e inquirir en su santo templo.» Aquí se cumple
esta oración.
2. «¿No dijo Jesús: "Yo soy la puerta del redil"? ¿Qué es para nosotros el redil, hijitos? Es el
corazón del Padre, del cual Cristo es la puerta que se llama la Hermosa. ¡Oh, hijitos, cuan dulce
y cuan hermoso es que Él haya abierto esta puerta al corazón del Padre, la cámara del tesoro de
Dios! Y allí dentro Él despliega sus riquezas escondidas, la proximidad y la dulzura de la
compañía con Él» (Tauler).
3. Quizás hemos leído del padre o de los amigos de un individuo que compran y amueblan una
casa para él como regalo de cumpleaños o de boda. Le llevan allí, y entregándole las llaves, le
dicen: «Ésta es a partir de ahora tu casa.» ¡Hijo de Dios! El Padre te abre el Lugar Santísimo y
te dice: «Ésta va a ser a partir de ahora tu casa.» ¿Cuál va a ser tu respuesta?

3 El camino nuevo y vivo


10:19. Así que, hermanos, teniendo entera libertad para entrar en el Lugar Santo por la sangre de
Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que El abrió para nosotros a través del velo, esto es, de su
carne;
22. acerquémonos.

El Lugar Santísimo está abierto para que nosotros podamos entrar en él y aparecer ante Dios, para
morar y servir en su misma presencia. La sangre del Sacrificio para siempre, llevada al cielo para
purificar todo pecado para siempre, es nuestro título y nuestra libertad para entrar. Ahora viene la
pregunta: ¿Cuál es el camino que lleva allí y la puerta abierta, por la cual hemos de pasar si
queremos entrar? Este camino, el único camino, el camino infalible, es un camino nuevo y vivo, que
Jesús abrió para nosotros a través del velo, esto es, de su carne. La libertad la tenemos por la
sangre, y es la libertad de acceso que Jesús ganó para nosotros, cuando consideramos su muerte
como la de nuestro sustituto, que hizo lo que nosotros no podíamos hacer: redención de las
transgresiones y apartar el pecado para siempre. El camino nuevo y vivo, a través del velo, esto es, su carne,
hace referencia a su muerte, considerada como la de nuestro Guía y Precursor, que abrió el camino hacia
Dios, en el cual El anduvo primero, y por el que luego nos señala que le sigamos. La muerte de Jesús fue no
sólo la apertura o inauguración del nuevo santuario y del nuevo pacto, sino también del nuevo camino para
entrar en la santa presencia y comunión de Dios. Todo el que acepta por la fe la sangre que El derramó, como
su libertad para entrar, debe aceptar, también, el camino que Él abrió, como lugar por donde andar. Y ¿cuál
fue este camino? El camino a través del velo, esto es, su carne. El velo es la carne. El velo que separaba al
hombre de Dios era la carne, la naturaleza humana bajo el poder del pecado.

Cristo vino a semejanza de carne pecadora y permaneció con nosotros aquí, fuera del velo. El Verbo
se hizo carne. También de la misma manera participó de carne y sangre. En los días de su carne, fue
tentado como uno de nosotros; ofreció oración y suplicación con gritos y lágrimas. Aprendió
obediencia hasta la muerte. Nuestra voluntad es nuestra vida. Él dio su propia voluntad a la muerte
para hacer la voluntad de Dios tan sólo. A través del velo rasgado de su carne, su voluntad, su vida,
rendida ante Dios en la muerte, entró en el Lugar Santísimo. Habiendo sido hecho a semejanza de
hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte. Por lo cual también le ha
exaltado Dios sobremanera. A través del velo rasgado Jesús se elevó al trono de Dios. Y éste es el
camino que abrió para nosotros. En la muerte para nuestra voluntad, vivimos para Dios y su
voluntad. El mismo camino en que Él, como sustituto nuestro, realizó nuestra redención, es el
camino que nos ha abierto para que andemos en él, el camino de la obediencia a la voluntad de
Dios.

«Cristo sufrió por nosotros, dándonos ejemplo para que sigamos sus pasos.»
Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, es literal y plenamente nuestro Guía y Precursor, así como nuestro
Sustituto y Redentor. Su camino es nuestro camino. De la misma manera que no podía abrir y entrar
en el Lugar Santísimo para nosotros, a menos de hacerlo en su camino de sufrimiento y obediencia
y sacrificio, tampoco podemos nosotros entrar a menos que andemos en el mismo camino. Jesús
dijo esto a sus discípulos respecto a sí mismo: «A menos que el grano de trigo caiga en el suelo y
muera, permanece solo. El que aborrece su vida en este mundo la guardará para la vida eterna.» La
ley de vida de Pablo es la ley de vida para todo creyente:
«Llevando en el cuerpo la muerte de Jesús para que la vida de Jesús sea también manifestada en
nuestro cuerpo.» El camino al Lugar Santísimo es el camino del velo rasgado, el camino del
sacrificio y la muerte. No hay otro camino para que podamos librarnos del pecado, excepto el
camino de Jesús: todo aquel que acepta la obra terminada de Jesús acepta lo que constituye su
espíritu y su poder; lo mismo es para el Maestro que para todo hombre: el apartar el pecado por
medio del sacrificio del yo. La muerte de Cristo fue algo enteramente nuevo, y así también su vida
resurrecta, una vida fuera de la muerte, tal como nunca se había conocido. Esta nueva muerte y
nueva vida constituyen un camino nuevo y vivo, en el cual hemos de andar, un camino de vida en el
cual podemos acercarnos a Dios.

Lo mismo que cuando Cristo habló de tomar su carne como alimento diario, también aquí, cuando
el Espíritu Santo habla de tomar el velo rasgado de su carne como nuestra vida diaria, muchos
dicen: Este es un dicho difícil; ¿quién puede escucharlo? ¿Quiénes pueden ser salvos?
Para los que quieren y obedecen y creen, todo es posible, porque es un camino nuevo y vivo. Un
nuevo camino. La palabra significa: reciente, fresco, un camino que no se marchita ni se hace viejo
(8:13), sino que siempre retiene su perfección y frescura iniciales. Es el camino que Jesús abrió,
«cuando quitó lo primero para poder establecer lo segundo» (10:9), y mostró que no era en los
holocaustos, sino en el sacrificio de su propia voluntad a la voluntad de Dios, aquello en que Dios
se deleitaba. Un camino vivo. Un camino siempre requiere que el que avanza por él lo haga con sus
propias fuerzas; no imparte ni vida ni fuerza. Este camino, el camino de la obediencia, el sacrificio
y el sufrimiento, el autosacrificio y la muerte, sin embargo, por difícil que parezca, y aunque a la
naturaleza le sea totalmente imposible, es un camino vivo. No sólo abre el paso, sino que
proporciona la fuerza necesaria para hacer progresar al viajero. Actúa en el poder de la vida
perdurable, en la cual Cristo fue hecho Sumo Sacerdote. Vimos cómo vigila el Espíritu Santo sobre
el camino al Lugar Santísimo, y que El, como eterno Espíritu, hizo posible a Cristo, que abriera el
camino, el que se ofreciera a Sí mismo sin mancha a Dios; es el Espíritu quien con poderosa energía
satura este camino e inspira en él vida divina. Cuando somos hechos partícipes de Cristo, cuando
vamos a Dios por medio de El, su vida, la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús, toma posesión de
nosotros, y en su fuerza seguimos las pisadas de Cristo Jesús. El camino al Lugar Santísimo es un
camino vivo de perfecta conformidad a Jesús, obrado en nosotros por su Espíritu.

El camino nuevo y vivo por medio del velo rasgado al Lugar Santísimo.
Sabemos ahora lo que es: es el camino de muerte. Sí, el camino de muerte es el camino de vida. El
único camino que nos puede hacer libres de nuestra naturaleza caída, de la maldición y el poder del
pecado que implica el permanecer en ella, es morir para esta naturaleza. Jesús se negó a sí mismo y
no quiso hacer nada para agradar a la naturaleza que había tomado, aunque en El no era
pecaminosa. La negó; murió a ella. Renunció a su propia voluntad para hacer sólo la voluntad de
Dios. Este fue para El camino de vida. Y éste es para nosotros el camino vivo. Acepta la voluntad
de Dios en todas sus providencias. Obedece la voluntad de Dios en todo orden de la naturaleza
según su Palabra. Procura hacer la perfecta voluntad de Dios en toda dirección del Santo Espíritu.
Jesús dijo: «He venido para hacer tu voluntad, oh Dios.» Y que la voluntad de Dios sea el único
objetivo de tu vida. Sera para ti como fue para El, aunque conduzca a través de la muerte: el camino
a Dios y a la vida.

Cuando le conocemos a Él en el poder de su resurrección, Él nos conduce en conformidad con su


muerte. Lo hace en el poder del Espíritu Santo. Y así su muerte y su vida, la nueva muerte y la
nueva vida de liberación del pecado y comunión con Dios, que ha sido inaugurada por Él, por su
muerte por su propia voluntad, y, su permanecer en la voluntad de Dios, todo esto Él lo obra en
nosotros y somos llevados en la voluntad de Dios, como Él fue, a donde Él está.

Teniendo, pues, entera libertad para entrar en el Lugar Santísimo por el camino nuevo y vivo,
acerquémonos.

1. Cuando un creyente, por primera vez, hace uso de la libertad que tiene por la sangre y entra
en el Lugar Santísimo, no entiende todo lo que significa el camino nuevo y vivo. Basta con que
su corazón sea recto, y él esté dispuesto a negarse a sí mismo y tomar su cruz. A su debido tiempo
le será revelado lo que es la plena comunión con su Señor en el camino que Él ha abierto, de
obediencia hasta la muerte.
2. El camino nuevo y vivo no es sólo el camino en el que hemos de entrar una vez, sino el camino
en que hemos de andar diariamente, para entrar más y más profundamente en el amor y ¡a
voluntad de Dios.
3. El camino de vida es el camino de muerte. Esta vida caída, este yo, son tan pecaminosis y
fuertes, que no hay manera de librarse de ellos si no es por la muerte. Pero, ¡alabado sea Dios!,
el camino de muerte es el camino de vida; en el poder de la resurrección de Cristo y de su
permanencia nos atrevemos a andar con Él.
4. Que todos los que quieren permanecer en la presencia secreta de Dios todo el día, ahora,
inmediatamente y para siempre, acepten y entren en el camino nuevo y vivo; Jesús, por su Santo
Espíritu, los guardará en él y los guiará por él.

4 Un gran sacerdote sobre la casa de Dios


10:21. «Y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos»

Hemos dicho antes que entre los símbolos del culto de adoración bajo la ley mosaica, había
especialmente cuatro de ellos que, como tipos del ministerio de la futura redención, requieren
atención.

Estos cuatro eran: el Santuario, la Sangre, el Camino al Lugar Santísimo y el Sacerdote. Los tres
primeros, todos ellos celestiales, los hemos considerado; ahora vamos a llegar al cuarto, el principal
y mejor de todas: una Persona viva, Jesús, un gran Sumo Sacerdote sobre la Casa de Dios. El saber
lo que Él ha ganado para mí, la entrada en el Lugar Santísimo; la obra que hizo para conseguirlo, el
derramar su sangre; la forma en que yo tengo que entrar en el gozo de todo ello, son cosas todas
ellas muy preciosas. Pero hay algo mejor todavía: es que el mismo Hijo de Dios, vivo y amante está
allí personalmente para recibirme, para hacerme partícipe de toda la bienaventuranza que Dios tiene
para mí. Éste es el punto principal: tenemos un gran sacerdote sobre la casa de Dios, un gran Sumo
Sacerdote que está sentado a la diestra de la majestad de los cielos; por tanto, hermanos,
acerquémonos.
Y ¿cuál es la obra que necesitamos que Jesús haga en favor nuestro? ¿No ha sido hecho ya todo? El
Lugar Santísimo está abierto. Tenemos libertad de entrar en él por la sangre. El camino ha sido
abierto y nos lleva a él. ¿Qué más tiene que hacer Jesús por nosotros? Nada más; todo ha sido
terminado, una vez para siempre. Y ¿por qué ha sido designado como gran Sacerdote sobre la casa
de Dios? Porque, por encima de todo, le necesitamos a Él, el Jesús vivo, para hacer que toda esta
obra sea vida y verdad en nosotros; sí, que Él mismo sea la vida y la verdad en nosotros. Y ¿qué es
lo que podemos esperar de Él? Lo que necesitamos y lo que esperamos de Él es que Él obre de tal
forma en nosotros que la obra que ha hecho por nosotros pueda llegar a ser real dentro de nosotros,
como una experiencia personal del poder de la vida eterna de la que Él se ha constituido Sacerdote.
«Porque Él vive para siempre —leemos— puede salvar completamente.» La salvación es algo
subjetivo, experimental, manifestado en la paz y santidad de corazón que Él da. Nosotros, nuestra
vida, nuestro hombre interior, nuestro corazón, nuestra voluntad y afectos, todo debe ser librado del
poder del pecado, y debe saborear y gozar el poner de lado el pecado como una experiencia bendita.
En nuestro mismo corazón hemos de hallar y sentir el poder de su redención. La gracia redentora y
el triunfo de Jesús han de hallarse enraizados tan profundamente en nosotros, como lo estaba el
pecado, con su poder y dominio.

Su obra única como Sacerdote sobre la casa de Dios es llevarnos al Lugar Santísimo y hacer
posible que vivamos allí. Esto lo hace poniendo en armonía, simpatía y comunión a Dios y al alma.
Vimos en el capítulo 8 que, como Ministro del Santuario, Jesús hace todo lo que hay que hacer en el
cielo con Dios; como, en calidad de Mediador del nuevo pacto, Él hace todo lo que hay que hacer
aquí en la tierra, en nuestro corazón; lo uno de modo tan efectivo como lo otro. Los dos cargos
están unidos en el de un gran Sacerdote; en cada acto suyo une las dos funciones, para el alma que
sabe lo que ha de esperar y confía en Él para ello, cada movimiento de Jesús en favor nuestro en la
presencia de Dios puede tener su correspondiente movimiento en el corazón del hombre.

Y ¿cómo se efectúa todo esto? En virtud de su unión con nosotros, y nuestra unión con Él. Jesús es
el Segundo Hombre; la nueva Cabeza de la raza. Lo es en virtud de su verdadera humanidad,
teniendo en Él el poder de la verdadera divinidad que lo llena todo. Tal como Adán fue nuestro
precursor en la muerte, y tenemos todo el poder de su pecado y muerte obrando en nosotros y
arrastrándonos; también tenemos a Jesús como nuestro Precursor en la presencia de Dios, con todo
el poder de su muerte y su vida resurrecta obrando en nosotros, y acercándonos y elevándonos con
divina energía a la presencia del Padre. Dios no se deleita en comunicar con nada sino con la
imagen de su Amado Hijo. No puede haber verdadera adoración o acercarse a Dios, excepto en
cuanto somos como Cristo, y vamos a Él con su espíritu y su disposición en nosotros. Y ésta es
ahora su obra, como Sumo Sacerdote para acercarnos a Dios: nos inspira su disposición en nosotros,
y nosotros nos acercamos a Dios, en unión viva con Él. Sí, Jesús con su vida divina y celestial, en
el poder del trono en el cual está sentado, ha entrado en lo más profundo de nuestro ser, donde Adán
y donde el pecado hacen su obra, y allí está llevando a cado de modo incesante su obra de elevarnos
al cielo hacia la presencia de Dios, y hacer de la presencia celestial de Dios aquí en la tierra nuestra
porción.

Y ¿por qué es que gozamos tan poco de esto? Y ¿qué es necesario para que lleguemos a su pleno
goce? Y ¿cómo puede Jesús llegar a ser verdaderamente nuestro Sumo Sacerdote, dándonos su
verdadera vida en el Lugar Santísimo? Una gran razón que explica nuestro fallo es algo sobre lo que
insiste la Epístola: nuestra ignorancia de la verdad y perfección espiritual que trata de enseñarnos, y
especialmente ignorancia del testimonio que da el Espíritu Santo respecto al Lugar Santísimo. Y lo
que necesitamos es precisamente esto, que el Santo Espíritu mismo, que Jesús en el Espíritu Santo,
sea atendido y aceptado, y que confiemos en Él para que pueda hacer su obra en poder. Guarda
firmemente esta verdad, que cuando nuestro gran Sumo Sacerdote entró una vez por todas en el
Lugar Santísimo y se sentó en el trono, el Santo Espíritu fue enviado en su poder a los corazones de
sus discípulos, en los cuales el Sumo Sacerdote celestial pasó a ser un Salvador presente y
permanente, trayendo con Él en nuestros corazones la presencia y el amor de Dios.

Este don pentecostal, en el poder de Cristo glorificado, es el cauce indispensable del sacerdocio de
Jesús. Nada excepto la plenitud del Espíritu en la vida cotidiana, haciendo a Jesús presente en
nosotros, puede mantenernos en la presencia de Dios como una experiencia plena. Jesús no es un
Sumo Sacerdote externo, que pueda salvarnos a distancia. No, como Segundo Hombre, está en
nosotros o no está para nosotros en ninguna parte. La razón por la cual la verdad de su Sacerdocio
Celestial es incapaz de obrar con tanta frecuencia es porque nosotros lo miramos como algo
externo, distante, una obra que tiene lugar en el cielo, encima de nosotros. La única cura para este
mal es que sepamos que nuestro gran Sacerdote sobre la casa de Dios es el Jesús glorificado, que en
el Santo Espíritu está presente en nosotros, y hace su presencia y poder en el cielo por el Espíritu
Santo tan presente y real dentro de nosotros, como lo es arriba de nosotros, en el cielo.

Él es Sacerdote sobre la casa de Dios, el lugar en el cual Dios reside. Nosotros somos su casa
también, y de modo tan seguro como Jesús ministra en el santuario arriba, Él, momento tras
momento, ministra en el santuario dentro. Por tanto, hermanos, teniendo —no sólo un don, no sólo
una posesión de derecho, sino en nuestros corazones, en nuestro interior— un gran Sacerdote sobre
la casa de Dios, acerquémonos. Que Jesús mismo, en el trono, en su poder y amor, sea el único
deseo, esperanza y gozo de nuestros corazones, Él sostendrá su obra en nosotros de modo tan
maravilloso como Él la ha realizado para nosotros.

1. ¡Teniendo un gran Sacerdote! Sabes mucho sobre Jesús, pero ¿sabes esto, que su obra
principal y más comprensiva es llevarnos cerca, sí cerca, de Dios? ¿Ha hecho esto para ti? Si no,
pídeselo y confía que lo hará.
2. Es a Jesús mismo a quien quiero. Sólo El puede satisfacerme. Es por medio de la fe santa en
Jesús, nuestro amigo compasivo, en el santo nombre de Jesús, que nos llama hermanos, que
podemos acercamos a Dios. La presencia de Dios será sentida sólo en un corazón rendido a
Jesús, cuya confianza, amor y devoción sean sólo en Jesús.
3. ¡Tenemos un gran Sumo Sacerdote! Sí, digo, le tengo a Él. En todo su poder y amor Él es mío;
y le dejo que haga su obra. Él permanece en mí continuamente; por tanto, nosotros podemos
permanecer continuamente en la vida bienaventurada, en el secreto de la presencia de Dios.

5 Con un corazón sincero


10:25. Acerquémonos... con corazón sincero.

Hemos estado considerando las cuatro grandes bendiciones del nuevo culto de adoración por medio
de las cuales, Dios nos anima a que nos acerquemos más a El. Hemos de ver lo que son las cuatro
grandes cosas que Dios busca en nosotros cuando nos acercamos a El. De éstas, la primera es un
corazón sincero, verdadero.

En la naturaleza del hombre, el corazón es el poder central. Tal cual es el corazón es el hombre. El
deseo y las decisiones, el amor y el odio del corazón demuestran lo que un hombre es ya, y decide
lo que ha de ser. De la misma forma en que juzgamos el carácter físico de un hombre, su tamaño y
fuerza, su edad y sus hábitos, por la apariencia externa, del mismo modo el corazón nos da el
verdadero hombre interior: su carácter; y «el hombre escondido del corazón» es lo que Dios
considera. Dios nos ha dado en Cristo acceso al lugar secreto de su morada, al santuario interno de
su presencia y su corazón; no es de extrañar, pues, que lo primero que pregunta, al llamarnos a sí, es
sobre el corazón, el corazón verdadero; nuestro ser interior tiene que haberse rendido a El, ser
verdadero, sincero de veras. La verdadera religión es cosa del corazón. Un hombre puede acercarse
a Dios sólo cuando el deseo de su corazón está fijo en Dios, todo su corazón está buscando a Dios,
cuando su amor y su gozo están en Dios. El corazón del hombre fue expresamente creado y dotado
de todas sus potencias de tal modo que fuera capaz de recibir y gozar de Dios y de su amor. Un
hombre no puede tener más religión, santidad, amor o salvación, no puede tener más de Dios que lo
que tiene en su corazón. Lo que tiene un hombre de religión y de salvación es lo que tiene en el
interior de su corazón.

En la medida en que Cristo, por medio de su Espíritu, está dentro del corazón, haciendo los
pensamientos y la voluntad de este hombre como los suyos, hasta este punto este hombre es
aceptable a Dios en su servicio y en su adoración. El Reino de Dios consiste enteramente en el
estado del corazón. Por tanto, Dios no puede pedir más que el corazón, un corazón verdadero y
puro.

Lo que significa la palabra verdadera lo vemos en el uso que se hace de la palabra previamente (8:2
y 9:24), el «verdadero» tabernáculo, y, el Lugar Santo, que son figuras de los verdaderos. El primer
tabernáculo fue sólo una figura y una sombra del verdadero. Había, cierto, servicio religioso y
adoración, pero carecía de poder real permanente; no podía hacer al adorador perfecto. La verdadera
imagen, la sustancia y la realidad de las cosas celestiales mismas nos las trajo solamente Cristo. Y
Dios nos pide que, correspondiendo al verdadero santuario, haya un corazón verdadero. El antiguo
pacto, con su tabernáculo y su culto, que no era sino una sombra, no podía hacer recto el corazón de
Israel. En el nuevo pacto hay la promesa primera de Dios: «Escribiré mi ley en el corazón: te daré
un nuevo corazón.» Como nos ha dado a su Hijo lleno de gracia y de verdad, en el poder de la vida
eterna, para obrar en nosotros como Mediador del nuevo pacto, para escribir su ley en nuestros
corazones, nos llama para que nos acerquemos con corazón verdadero.

Dios nos pide el corazón. ¡Ay, cuántos cristianos le sirven todavía en el servicio del antiguo pacto!
Hay ocasiones para leer la Biblia y para orar y para ir a la iglesia. Pero cuando se nota lo rápida y lo
natural y alegremente que el corazón, tan pronto como ha sido liberado de las restricciones, se
vuelve a las cosas del mundo, uno se da cuenta de lo poco que ha sido afectado el corazón; no es
una adoración con corazón verdadero, de todo el corazón. El corazón, con su vida y su amor y su
gozo, no ha sido fundado todavía en Dios como su bien supremo. La religión es más bien una cosa
de la cabeza y sus actividades, una imaginación, una concepción y deseos, los cuales no son sino las
antiguas figuras y sombras otra vez, en vez de ser el corazón y su vida; es mucho más una cosa de la
voluntad humana y su poder que del Espíritu que Dios nos envía. En cambio, el Espíritu de Jesús
hace de cada palabra de confesión de pecado, de cada acto de entrega a la voluntad de Dios, de cada
acto de confianza en su gracia, una realidad viva, una expresión verdadera de nuestro ser íntimo.
Esto constituye el verdadero corazón.

Y nos llega la invitación: «Acerquémonos con corazón sincero.» Que nadie se retraiga por temor:
«mi corazón no es sincero.» No hay manera de obtener un corazón sincero sino poniéndolo en acto.
Dios te ha dado, como hijo suyo, un nuevo corazón, un don maravilloso, si tú pudieras darte cuenta.
A causa de tu ignorancia, tu falta de fe, tu desobediencia, el corazón se ha vuelto débil y marchito;
sus latidos se pueden sentir todavía, sin embargo. La Epístola, con todas sus solemnes
amonestaciones y su bendita enseñanza, ha venido para estimularlo y sanarlo. Tal como Cristo dijo
al hombre de la mano paralizada: Levántate, El te llama a ti, desde su trono en el cielo: Levántate y
ven y entra con un corazón sincero. Cuando tú vacilas y miras dentro de ti para ver si sientes y para
hallar si tu corazón es verdadero, y en vano procuras hacer lo necesario para que sea sincero, El te
llama de nuevo. «Extiende tu mano.» Cuando El dijo esto al hombre de la mano paralizada, a quien
había dicho que se levantara y se pusiera de pie delante de Él, el hombre sintió el poder de los ojos
y la voz de Jesús y extendió la mano. Haz tú lo mismo, levántala, extiende tu mano y llega a este
marchito corazón tuyo, que ha estado sumido en su propia impotencia, extiende tu mano y será
hecho sano. En el mismo acto de obediencia a la llamada a que entres, se demostrará que es un
corazón sincero, un corazón dispuesto a obedecer y a confiar en su bendito Señor, un corazón
dispuesto a darlo todo, y a hallar su vida en el secreto de su presencia. Sí, Jesús, el gran Sacerdote
sobre la casa de Dios, el Mediador del nuevo pacto, con el nuevo corazón dispuesto para ti, te
llama: Acércate con el corazón sincero.

Durante estos últimos años Dios ha estado despertando a su pueblo y llamándolo a la


búsqueda de la santidad, esto es, a buscar la entrada en el Lugar Santísimo, una vida en plena
comunión con Él, el Santo. En la enseñanza que Él ha estado usando para este fin, hay dos palabras
que se hallan en primer plano: consagración y fe. Éstas son precisamente las que están aquí
primero: un corazón sincero y la plenitud de fe. El corazón sincero no es nada más que la verdadera
consagración, el espíritu que anhela vivir plenamente por Dios, que con alegría lo entrega todo para
que pueda vivir totalmente para Él, que, sobre todo, se entrega a sí mismo, como la clave de la vida
interior, bajo su guarda y su autoridad. La verdadera religión es una vida interior, en el poder del
Espíritu Santo. El verdadero corazón entra realmente en el verdadero santuario, el bendito secreto
de la presencia de Dios, para permanecer en él toda la vida. Entremos en el santuario interior del
amor de Dios, y el Espíritu entrará en el santuario interior de nuestro amor, en nuestro corazón.
Acerquémonos con un corazón sincero: anhelante, dispuesto, entregado totalmente a desear y
recibir la bendición.

1. Si consideras tu propia constitución, verás que la cabeza y el corazón son los dos grandes
centros de vida y acción. Mucho pensar y estudiar llenan la cabeza y la cansan. Las emociones
fuertes y la excitación afectan al corazón. Dios lo que pide es el corazón: el poder de desear, de
sentir y de la voluntad. El corazón y la cabeza obran en conjunto, en sociedad. Dios nos dice que
el corazón debe regir y dirigir; que es el corazón lo que Él quiere. Nuestra religión ha sido
excesivamente de la cabeza: oír, leer y pensar. Procuremos que éstos no nos hagan descarriar.
Pongámoslos de lado de vez en cuando. Demos al corazón oportunidad para afirmar su
supremacía. Acerquémonos con un corazón sincero.
2. Un corazón sincero, verdadero en lo que dice y en lo que piensa de sí mismo; verdadero en lo
que dice que cree de Dios; verdadero en lo que profesa dar a Dios y recibir de Él.
3. Éste es el corazón que Dios quiere para morar en él. Es en el estado del corazón que Dios
quiere probar su poder para bendecir. El amor y el gozo de Dios han de ser conocidos en el
corazón. Acerquémonos con un corazón sincero.

6 La plenitud de la fe
10:22. Acerquémonos en plena certidumbre de fe.

En realidad la traducción exacta tendría que ser: «plenitud de fe. La certidumbre de la fe se refiere
sólo a la fuerza y la confianza con que creemos. La verdad que aceptamos puede ser muy limitada y
deficiente, y nuestra certidumbre de ella puede ser más una convicción cierta de la mente que una
aprehensión viva del corazón. En ambos casos, la plenitud de la fe expresa lo que necesitamos, una
fe que incluye objetivamente todo lo que Dios ofrece en ella en su plenitud, y subjetivamente todo
el poder de nuestro corazón y vida, en su plenitud. Acerquémonos en plenitud de fe.

Aquí hay sin duda necesidad de plenitud de fe, si es que es necesaria en alguna parte, para que
podamos recoger toda la plenitud de la provisión que Dios ha hecho, y de las promesas que estamos
esperando heredar. Llega a un hombre pecador el mensaje de que puede tener su residencia
permanente en el Santísimo; esto es, tener a Dios más cerca que al amigo de la tierra más cercano,
que puede vivir en una comunión ininterrumpida con el Altísimo Dios. Recibe la seguridad de que
la sangre de Cristo puede limpiar su conciencia con tal poder que puede acercarse a Dios con una
conciencia perfecta y una indudable confianza, y puede pedir y esperar vivir siempre bajo la clara
luz del rostro de Dios. Recibe la seguridad de que el poder del Espíritu Santo, procedente del Lugar
Santísimo, puede hacerle posible andar exactamente en el mismo camino en que anduvo Cristo, en
su camino hacia Dios, y hacer que el camino para él sea un camino nuevo y vivo, sin decaimiento o
cansancio en su progreso. Esta es la plenitud de la fe a la que somos llamados. Pero, por encima de
todo, hay el poder mirar a Jesús en toda la gloria en que nos ha sido revelado en la Epístola, como
Dios y Hombre, como Guía y Precursor, como Melchisedec, como Ministro del Santuario y
Mediador del nuevo pacto, en una palabra, como nuestro gran Sacerdote sobre la casa de Dios. Y,
mirándole, podemos requerir que El haga por nosotros esto: el llevarnos cerca y, aun en la tierra, el
hacer que residamos sin interrupción en la presencia del Padre.

La fe siempre maneja y está envuelta en imposibles. Su única regla o medida es lo que Dios ha
dicho que es posible para Él. cuando miramos nuestras vidas y sus fracasos, nuestros pecados y
debilidades, y a los que nos rodean, nos vendrá la idea: ¿Es para mí? ¿Puedo esperarlo yo? ¿No es
vano que yo piense en ello o lo busque? ¡Alma! El Dios que te ha redimido, cuando eras un
enemigo, con la sangre de su Hijo, ¿qué piensas de Él? ¿No estaría dispuesto a recibirte en su
corazón? El que levantó a Jesús, cuando murió bajo la maldición de tus pecados, de la muerte en la
tumba y le llevó al trono de su gloria, ¿no es capaz de tomarte también a ti, y darte un lugar dentro
del velo? Créelo. Él desea hacerlo, puede hacerlo. Su hogar y su corazón tienen lugar para ti ahora.
Acerquémonos en plenitud de fe.

En plenitud de fe. La palabra se refiere también a la medida de fe plena que se encuentra cuando
todo el corazón está lleno y poseído por ella. Lo que pasa es que la debilidad de nuestra fe es debida
a que consiste más bien en una persuasión confiada de la mente en la verdad que Dios nos dice, que
en una aprehensión viva de las realidades espirituales de esta verdad en el corazón. El Espíritu
Santo nos pide primero un corazón sincero, y luego, inmediatamente, como primer ejercicio, una
plenitud de fe. Hay una fe de percepción, una fe de deseo, una fe de confianza en la verdad de la
palabra, una fe de aceptación personal.

Hay una fe de amor que abraza, y una fe de voluntad que abarca, una fe de sacrificio que lo da todo,
y una fe de desesperación que abandona toda esperanza en sí misma, y una fe de descanso que
espera sólo en Dios. Todo esto está incluido en la fe del corazón sincero, la plenitud de la fe, y se
rinde a Dios para que haga su obra. En plenitud de fe acerquémonos.

En plenitud de fe, no certidumbre de pensamiento. Lo que Dios está a punto de hacer en ti es


sobrenatural, por encima de lo que puedes pensar. Es un amor que sobrepasa el conocimiento y que
va a tomar posesión. Dios es incomprensible, escondido. El Santo Espíritu es la obra y la presencia
de Dios incomprensible, secreta. No trates de entenderlo todo. Acércate, se nos dice, no con una
cabeza clara, pero sí con un corazón sincero. Confía en Dios para que haga por ti más de lo que
puedes entender, en plenitud de fe. En plenitud de fe, y no en plenitud de sentimiento. Cuando
llegas, cerca del Lugar Santísimo abierto, oyes la voz de Aquel que reside entre los querubines que
te dice que entres; y cuando miras —un buen rato, sin duda— para entrar y residir allí, la voz te
dice: «¡Acércate con el corazón sincero!» Tu respuesta es: «Sí, Señor; con todo mi corazón, con
este corazón nuevo. Tú me lo has dado, Tú mismo.» Te rindes, para vivir solo y siempre en su
presencia y para su servicio. La voz habla de nuevo: «Que sea hoy. Ahora, en plenitud de fe.» Tú
has aceptado lo que te ofrece. Tú has dado lo que te pide. Tú crees que El ha aceptado el
ofrecimiento. Tú crees que el gran Sacerdote sobre la casa toma posesión de tu vida interior, y la
ofrece delante de Dios. Y tú te maravillas de que sientas tan poco cambio. Tus sentimientos son
como eran antes. Ahora es el momento de escuchar la voz: En plenitud de fe, no de sentimiento.
Mira a Dios, que es capaz de hacer, arriba, lo que le pedimos o pensamos. Confía en su poder. Mira
a Jesús en el trono, viviendo allí para hacerte entrar. Reclama el Espíritu del que ha sido exaltado,
como su don pentecostal. Recuerda que éstos son misterios divinos y espirituales de gracia, que te
serán revelados. Aparte del sentimiento, y aunque sea sin sentimiento, en plenitud de fe, en fe
simple y pura, que honra a Dios, entra. Considérate vivo para Dios en Cristo Jesús, llevado a su
presencia, su amor, su mismo corazón.

1. Sed seguidores de aquellos que, por la fe y la longanimidad heredaron las promesas. La fe


acepta y se regocija en el don; la longanimidad espera el pleno goce; y así la fe a su debido
tiempo hereda, y la promesa pasa a ser una experiencia. Por la fe toma tu lugar al instante en el
Lugar Santísimo; espera en el Espíritu Santo, en tu vida interior, para que te revele el poder de
Dios; tu Sumo Sacerdote cuidará de que heredes la bendición.
2. En la plenitud de todo el corazón acepta la plenitud de la salvación de Dios, esto es, lo que
Dios requiere. 3. Como en el cielo, así también en la tierra. Cuanto más miro a la plenitud de la
gracia en Cristo, más crecerá en mí la plenitud de la fe. De su plenitud hemos recibido, y gracia
por gracia.
4. El apóstol va a dedicar todo un capítulo a mostrar lo que implica esta fe. Sigamos estudiándolo
con el objetivo para el cual se nos da: el entrar en esta vida, en la voluntad y el amor de Dios, que
Jesús vino a asegurar para nosotros.

7 Nuestros corazones purificados


10:22. Acerquémonos... con los corazones purificados de mala conciencia.

En el versículo 19 tenemos la libertad por la sangre de Jesús, como una de las cuatro cosas
preciosas preparadas para nosotros por Dios. Es la libertad o derecho real que la sangre de Jesús nos
da, aparte del uso que hagamos de ella. Junto con el santuario abierto y el camino vivo y el gran
Sacerdote, la sangre y nuestra libertad en ella es una realidad celestial que espera nuestra fe y
nuestra aceptación. Aquí se menciona la sangre por segunda vez, y nuestro ser rociados o
purificados con ella como una de las cosas que Dios nos pide. Es en la aplicación personal y en la
experiencia del poder de la sangre que nos hemos de acercar. El sentido de la purificación del
corazón por la sangre puede ser, tiene que ser algo de que somos conscientes sin interrupción; así
permaneceremos continuamente en la presencia de Dios. Esta segunda mención de la sangre está de
acuerdo con lo que vimos en el capítulo 9, su doble rociamiento. Primero, Cristo entró con la
sangre en el cielo, para limpiar todo lo celestial, para cumplir el tipo del rociamiento en el
propiciatorio. Mostró su poder con Dios al purificar los pecados. Y luego leemos de su purificación
de nuestra conciencia.

La sangre que ha tenido su poderosa operación en el cielo mismo, aplica ahora su gran poder en
nuestros corazones. Nos hace partícipes de una purificación divina y eterna. En el cielo el poder de
la sangre se demostró que es infinito e inconmensurable, incesante y eterno, dando libertad para
entrar, como entró Cristo. Cuando el alma aprenda a creer y regocijarse en este poder celestial de la
sangre, reclamará y recibirá el mismo poder en el corazón; Jesús nos limpia con su sangre, con un
lavamiento tal que no tiene lugar a ocasiones o intervalos, sino con el poder de su vida sin fin, en
una experiencia continua, y nosotros sabemos por fe lo que es, como una realidad celestial, un
corazón purificado de una mala conciencia. Andamos como aquellos cuyos vestidos han sido
lavados y emblanquecidos. Y se nos da gracia, durante toda la vida en la tierra, para mantener
nuestros vestidos inmaculados (Apocalipsis 3:4).

Siempre habrá armonía entre una casa y los que viven en ella, entre un ambiente y la vida que
prospera en él. Tiene que haber armonía entre el Lugar Santísimo y el alma que ha de entrar en él.
Esta armonía empieza con el rociamiento de sangre, y tiene su seguridad eterna en él. La energía
incesante y permanente de la sangre, que habla siempre de cosas mejores que la sangre de Abel, y
mantiene el cielo abierto para mí, tiene un efecto semejante en mi corazón. La sangre ha puesto de
lado el pensamiento de pecado para Dios; El ya no lo recuerda más. Las cosas mejores de que habla
la sangre en el cielo, las dice en mi corazón también; me levanta a la esfera celestial este nuevo
estado de vida y relación con Dios, en el cual se ha puesto fin al pecado, y el alma es llevada a toda
la plenitud y perfecto goce del amor de Dios. La acción de la sangre en el cielo es incesante, no hay
un momento en que la sangre no sea el deleite del Padre y el cántico de los redimidos. Acércate
cuando quieras, la sangre está allí, permaneciendo constantemente; sin un momento de intervalo. Y
así será en el alma que entra. La dificultad que hace vacilar la fe de algunos se halla aquí; no pueden
entender cómo alguien que tiene que vivir entre los cuidados y ocupaciones y compañía de esta vida
cotidiana puede en todo momento mantener el corazón rociado y purificado de una mala conciencia.
No sabe que si el corazón ha sido purificado una vez y entran están en el santuario interior, donde
todo opera en el poder del mundo superior, en el poder de la vida eterna. Respiran el aire
vigorizante e inspirador del Lugar Santísimo; respiran el Espíritu Santo y gozan del poder de la vida
de resurrección. El Ministro del santuario celestial es también el Mediador del nuevo pacto en
nuestros corazones. Todo lo que hace en el cielo, lo hace en todo momento en la tierra en nuestro
corazón, si con fe confiamos en El, porque la sangre del rociamiento es la sangre del pacto. El
permanecer continuamente es posible y seguro, porque Aquel que es nuestro Sumo Sacerdote
permanece continuamente.

Y ¿cuál puede ser la razón por la que tan pocos cristianos pueden testificar del gozo y del poder de
un corazón que es purificado en todo momento de una mala conciencia? La respuesta es que en la
aprehensión de esto, como de toda otra verdad, hay estadios según la medida de la fe y la fidelidad.
Vemos esto en Israel. Hay tres estadios aquí. El israelita que entraba en el atrio externo veía el
altar y la sangre rociada allí, y recibía toda la seguridad de perdón que era posible darle allí. El
sacerdote que era admitido en el Lugar Santo no sólo veía la sangre rociada sobre el altar de bronce,
sino que la sangre era rociada sobre él mismo y podía verla rociada en el altar de oro del Lugar
Santo, Su contacto con la sangre era más cercano, y era admitido a un punto más cercano. El acceso
del Sumo Sacerdote era todavía más completo; podía entrar dentro del velo una vez al año con la
sangre para el propiciatorio.

También hay cristianos de los atrios externos, que confían en Cristo que murió en el Calvario, pero
no saben mucho de la vida celestial, o cerca de Dios, o el servicio de los otros. Más allá hay los
cristianos que saben que son llamados para ser sacerdotes y que viven para el servicio de Dios y de
su prójimo. Conocen más del poder de la sangre que les separa para el servicio, pero con todo su
vida cursa fuera del velo. Pero, luego, hay aquellos que saben lo que la entrada de Cristo, con su
sangre, implica y les procura, y éstos experimentan que el Santo Espíritu les aplica la sangre con tal
poder que les lleva a una vida en el santuario interno, y de gozo pleno y permanente en la presencia
de Dios.

Acerquémonos con un corazón sincero, en plenitud de fe, teniendo los corazones purificados de
mala conciencia. Oh, no acarreemos reproche a la sangre del Cordero por no creer en su poder para
darnos perfecto acceso a Dios. Escuchemos y oigamos el canto incesante de alabanza a la sangre del
Cordero en el cielo; y confiemos, honremos esta sangre, y gocémonos en ella, y entraremos en el
cielo de la presencia de Dios.

1. «¿En qué es la sangre de Jesús mejor que la sangre de los machos cabríos y los becerros, si no
puede librarnos del espíritu de servidumbre y de la mala conciencia, si no puede darnos una
plena y alegre confianza delante de Dios? Lo que Jesús perfeccionó podemos experimentarlo y
gozarlo como perfecto en nuestro corazón y conciencia. Tú deshonras a tu Salvador cuando no
procuras experimentar que Él te ha perfeccionado respecto a la conciencia, y cuando no vives
con un corazón enteramente limpio de mala conciencia» (Steinhofer).
2. Un corazón sincero, un corazón purificado, un corazón rociado: como ves, todo depende del
corazón. Dios no puede hacer nada por nosotros desde fuera, sólo obra por medio de lo que
puede poner en el corazón. De todo lo que Jesús es y hace como Sumo Sacerdote en el cielo no
puedo tener la más mínima experiencia, sino en tanto que es revelado en mi corazón. Toda la
obra del Espíritu Santo está en el corazón. Acerquémonos con un corazón sincero, un corazón
rociado, nuestro ser interior bajo el poder celestial de la sangre de modo total e incesante.

8 Nuestros cuerpos lavados


10:22. Acerquémonos... nuestros cuerpos lavados con agua pura.

El hombre pertenece a dos mundos, el visible y el invisible. En su constitución, se hallan unidos lo


material y lo espiritual, el cuerpo y el alma, de un modo maravilloso. En la caída, los dos pasaron a
sufrir la influencia del poder del pecado y la muerte; en la liberación de la redención se proveyó
para los dos. No sólo es en la vida interior del alma, sino también en la del cuerpo que se manifestó
el poder de la redención.

En el culto de adoración del Antiguo Testamento lo externo es más prominente. Hay abundantes
ordenanzas respecto al cuerpo, impuestas hasta que hubo una reforma. Estas ordenanzas enseñaban
la verdad en cierta medida y ejercían cierta influencia sobre el corazón, pero no podían hacer
perfecto al que adoraba. Fue sólo con el Nuevo Testamento que fue revelada la religión de la vida
interior, el culto a Dios en espíritu y en verdad. Y con todo necesitamos estar alerta para que el
cuidado de la vida interior no nos lleve a descuidar lo externo. Es en el cuerpo, tanto como en el
espíritu, que se manifiesta el poder salvador de Jesucristo. Fue con esto a la vista que nuestro Señor
adoptó uno de los lavamientos judíos e instituyó el bautismo con agua. El que creía con el corazón
era bautizado en el cuerpo. Era una muestra de que la vida física externa toda, con todas sus
funciones y potencias, pasaba a ser suya también. En relación con esto fue que Juan escribió: Tres
son los que dan testimonio, el Espíritu y el agua y la sangre. El mismo Espíritu que aplica la sangre
con poder al cuerpo, toma posesión del cuerpo lavado con agua y lo rige. Y cuando se unen la
palabra y el agua en la Escritura (Efesios 5:26; Juan 13:10; 15:3) es porque la palabra es la
manifestación externa de lo que debe regir toda nuestra vida externa también.

En conexión con esto se usan dos expresiones aquí: Nuestros corazones purificados de mala
conciencia; Nuestros cuerpos lavados con agua pura. La idea procede del servicio del tabernáculo:
en el atrio había sólo dos cosas visibles: el altar de bronce y el lavatorio. En el uno, el sacerdote
recibía y rociaba la sangre; en el otro hallaba el agua en que se lavaba antes de entrar en el Lugar
Santo. En la ordenación de los sacerdotes en su cargo, eran primero lavados y luego rociados con
sangre (Éxodo 29:4, 20). En el gran día de la expiación, el sumo sacerdote, también, después de
haberse lavado solamente, podía entrar en el Lugar Santísimo con la sangre (Levítico 16:4). Y así
recibimos la lección nosotros de que si nos acercamos con los corazones rociados de mala
conciencia, hemos también de tener el cuerpo lavado con agua pura. La libertad de acceso, la
limpieza que da la sangre sólo pueden ser gozadas en una vida cuyas acciones todas hayan sido
limpiadas con la Palabra. No sólo en el corazón y en la disposición, sino en el cuerpo y en la vida
visible externa; todo ha de ser limpio. «¿Quién ascenderá al monte del Señor?, y ¿quién
permanecerá en su santuario? El limpio de manos y puro de corazón.»

Un corazón purificado con la sangre, un cuerpo lavado con agua pura de toda mancha, estas dos
cosas Dios las junta; el hombre no tiene que separarlas. Ha habido algunos que han procurado
ansiosamente entrar en el Lugar Santísimo y han fracasado. La razón es que no llevaban las manos
limpias, no estaban dispuestos a que todo en ellos fuera perfectamente santo, descubierto y
limpiado. Limpiad vuestras manos, pecadores, y purificad vuestros corazones, vosotros de doble
ánimo, es una palabra que sigue teniendo valor. La sangre de Cristo tiene un poder inexpresable y
eterno para el alma que, con un corazón sincero, está dispuesta a apartarse de todo pecado.

Cuando no es así y el cuerpo no ha sido lavado con agua pura, no se puede gozar la perfecta
conciencia que da la sangre. Nuestros cuerpos lavados con agua pura. No sólo en el espíritu, sino
también en el cuerpo podemos entrar en el Lugar Santísimo. Es con nosotros allí, mientras estamos
en el cuerpo que desciende la presencia de Dios. Toda nuestra vida en la carne ha de estar en esta
presencia; el cuerpo es muy especialmente el templo del Espíritu Santo y está a su cargo; en el
cuerpo es también glorificado el Padre. Todo nuestro ser, cuerpo, alma y espíritu es, en el poder del
Espíritu Santo, un santo sacrificio sobre el altar, un sacrificio vivo para el servicio delante de Dios.
Con el cuerpo, también, vivimos y andamos en el Lugar Santísimo. Nuestra comida y nuestra
bebida, nuestro sueño, nuestros vestidos, nuestra labor y nuestro recreo, todas estas cosas tienen
más influencia en nuestra vida espiritual de lo que nos imaginamos. Con frecuencia interrumpen la
comunión que procuramos mantener. El cuerpo y el corazón están inseparablemente unidos, un
corazón rociado de una mala conciencia necesita un cuerpo limpiado con agua pura.

Cuando vine al mundo, dijo, un cuerpo preparaste para mí. Estas palabras de Cristo deben ser
adoptadas por cada uno de sus seguidores. No habrá nada que nos ayude tanto a vivir en este
mundo, y conservarnos sin mancha, como el Espíritu que había en Cristo, que cuidaba de su cuerpo
para que estuviera preparado por Dios para el servicio; que cuida que nuestro cuerpo esté preparado
para El también, para que podamos ofrecérselo. Como Cristo, nosotros tenemos también un cuerpo,
en el cual reside el Espíritu Santo. Como Cristo, también nosotros hemos de ceder nuestro cuerpo,
con cada miembro, cada potencia, cada acción, para que cumpla su voluntad, para serle ofrecido,
para que le glorifique. Con Cristo hemos de demostrar en nuestro cuerpo que somos santos para
Dios. La sangre que es rociada en tu corazón viene del cuerpo de Jesús, preparado por Dios, y, en
toda su vida, hasta en su sacrificio, dado a Dios.

El objeto de este rociamiento de sangre es que tu cuerpo, del cual el corazón rociado con sangre es
la vida, sea, como el suyo, entregado enteramente a Dios, sea en todo tu andar un cuerpo limpiado
con agua pura. Oh, procura recibir esta bendita verdad, y acéptala plenamente. El corazón rociado
con la sangre apunta al lado divino de la redención; el cuerpo limpiado con agua pura, al lado
humano. Que la fe en la purificación divina, y la obediencia a la llamada para que nos limpiemos,
estén unidas íntimamente. La obra de Dios y tu obra deben ser verdaderamente una. El corazón
rociado de mala conciencia será luego una experiencia continua, y la sangre del Cordero, un motivo
y un poder permanente para una vida en el cuerpo como la de Cristo, un sacrificio santo y aceptable
a Dios.

1. Estoy plenamente persuadido de que en el placer personal, con el que nos permitimos
satisfacer las demandas del cuerpo, hallamos una de las causas más frecuentes del declive
gradual de nuestra comunión con Dios. Recuerda que fue por medio del cuerpo que Satán venció
en el Paraíso; fue en el cuerpo que tentó a Cristo y que tuvo que ser resistido. Fue en el
sufrimiento del cuerpo, como cuando tenía hambre, que Cristo fue perfeccionado. Es sólo
cuando se aplica estrictamente al cuerpo la ley de la negación propia que podemos vivir en el
Lugar Santísimo.
2. Fue tentado en todos los puntos, como lo somos nosotros, en su cuerpo de modo muy especial,
y es capaz de socorrernos. Que la entrega de nuestro cuerpo al cuidado y la autoridad de Jesús
sea definitiva y total.
3. «Si Miranda tuviera que correr para poder salvar la vida, tendría que someterse a un régimen
que la preparara para ello. Como una carrera que nos ha sido propuesta es la santidad y afecto
para el cielo, de modo que este régimen tiene un objetivo sólo, uno y exclusivo, el hacer el cuerpo
más apto para la vida espiritual.»
9 Acerquémonos
10:22. Acerquémonos.

Hemos estudiado las cuatro grandes bendiciones del nuevo culto de adoración, como los motivos y
estímulo para que nos acerquemos. Son: El Santísimo abierto, la Libertad por medio de la sangre, el
Camino nuevo y vivo y el Gran Sacerdote sobre la casa de Dios. Y hemos considerado las cuatro
grandes marcas del verdadero adorador: un corazón sincero, plenitud de fe, el corazón rociado o
purificado y el cuerpo lavado. Ahora llegamos a los cuatro mandatos que nos vienen del santuario
abierto y especialmente el primero:

Acerquémonos. Tanto al hablar de la entrada de Cristo en él, como del poder de su sangre, en el
capítulo 9, y en la exposición de nuestro contexto, hemos tenido abundantes ocasiones de indicar lo
que significa este entrar y lo que se necesita para ello. Y con todo puede ser útil el recoger todo lo
que se ha dicho y de una manera muy simple, una vez más, y con la gracia de Dios, abrir de par en
par la puerta y ayudar a todos los hijos de Dios sinceros de corazón a que entren, y ocupen este
lugar toda su vida, en la casa que el Padre ha preparado para ellos.

Y, ante todo, quisiera decir: Cree que una vida en el Lugar Santísimo, una vida de permanencia
continua en la presencia de Dios es, sin la menor duda, tu deber y está en tu poder vivirla. En tanto
que esto aparezca incierto y vago en tu mente, el estudio de nuestra Epístola ha sido vano. Toda su
enseñanza ha sido para probar lo siguiente: que el maravilloso sacerdocio de Cristo, en el cual El
hace cuanto es posible hacer en el poder de una vida eterna, y es por tanto capaz de salvar
completamente; que el que haya abierto un camino hasta el Lugar Santísimo al rasgar el velo y haya
entrado en él con su sangre; el que esté sentado en el trono con poder celestial, como Ministro del
santuario y Mediador del pacto; todos estos medios no significan nada si no es que el Lugar
Santísimo está abierto para nosotros. Podemos, debemos y hemos de vivir allí. ¿Cuál es el
significado del mandato «Por tanto, hermanos, teniendo libertad para entrar... acerquémonos», si es
que no hay posibilidades de una entrada libre y una permanencia en el Lugar Santísimo para
nosotros?

No, quiere decir realmente que puedo entrar y permanecer, y pasar toda mi vida, en el goce
consciente de su inmediata presencia. No pienses más en tu debilidad o tu infidelidad como
estorbos. Empieza a mirar a Dios, que ha abierto la puerta y te llama para que entres; mira a la
sangre que ha prevalecido sobre el pecado y la muerte, y te ha dado una libertad que nada puede
estorbar; a Cristo el todopoderoso y amante Sumo Sacerdote, que te ha de llevar y te ha de guardar
allí; y cree. Sí, una vida así es para mí; es posible; es mi deber; Dios me llama a ella; y di, entonces,
si tu corazón no desea y anhela entrar en este bendito descanso, el hogar del amor de Dios.

El segundo paso es la entrega a Cristo, para que El te lleve a esta vida de permanente comunión con
Dios. Esta entrega implica un renunciar a la vida de la naturaleza y del yo; una separación total del
mundo y su espíritu; una muerte total de la voluntad propia y una aceptación de la voluntad de Dios
para que gobierne mi vida, en todas las cosas, hasta las más pequeñas. Para algunos esta entrega
viene como el ser redargüidos de un número de cosas que ellos consideran inocentes, y que ahora
consideran que eran la voluntad de la carne y del hombre. Para otros, llega como una llamada a
apartarse de alguna cosa dudosa, o de algún pecado contra el cual habían luchado inútilmente. La
entrega total sólo es posible cuando el alma ve cuan profunda y verdaderamente Jesús, el Mediador
del nuevo pacto, se hace cargo de todo, y se ocupa de poner el deleite en la ley de Dios en el
corazón, para dar la voluntad y la fuerza con la que vivir en la voluntad de Dios. Esta fe da el valor
de colocarse uno mismo ante Cristo y decir: Señor, aquí estoy, dispuesto a ser conducido por Ti al
camino nuevo y vivo de la muerte de mi voluntad, y a una vida en la voluntad de Dios solamente:
renuncio a todo por Ti
Luego viene, acompañando a esta entrega, la fe que Jesús ahora acepta y corrobora en todos. La fe
más general en su poder, que condujo a la entrega, ahora se vuelve una apropiación personal. Sé que
no puedo forzar mi entrada en el Lugar Santísimo. Confío en Jesús, como mi Sacerdote
todopoderoso y eterno en el trono, ahora, en este momento, para que me lleve a través del velo, para
hacerse cargo de mí, y hacerme posible andar delante de la presencia del Dios vivo y servirle. A
pesar de que esta vida pueda parecer muy elevada e imposible, no puedo dudar de que Aquel que
abrió con su sangre el Lugar Santísimo para mí, me hará entrar; y que Aquel que está sentado en el
trono como mi gran Sumo Sacerdote es capaz y fiel para mantenerme en la presencia de Dios.
Aparte de cualquier sentimiento o experiencia de cambio, con o sin ella, creo que El me hace entrar
y digo: Gracias, Dios, estoy en el Lugar Santísimo. Acerquémonos en plenitud de fe.

Y luego sigue la vida de fe en el Lugar Santísimo, manteniendo firme mi confianza y gloriándome


en la esperanza hasta el fin. Creo que Jesús me hace entrar en el cumplimiento y la experiencia de
todas las bendiciones del nuevo pacto y me hace heredero de todas las promesas. Espero, día tras
día, que selle mi fe con el Santo Espíritu enviado desde el cielo en mi corazón. Los discípulos,
cuando su Señor ascendió al trono, siguieron esperando, alabando, orando, hasta que llegó el
Espíritu, como testigo y como revelador, dentro de sus corazones, de la gloria de Jesús a la diestra
de Dios. Fue en el día de Pentecostés que ellos entraron verdaderamente dentro del velo, al cual el
Precursor había atraído sus corazones anhelantes.

Entraron en un estado de vida en el cual habían muerto para su propia voluntad y vivían para la
voluntad de Dios; en el cual Cristo residía en sus corazones por medio del Espíritu Santo que les
mantenía en la presencia y el amor de Dios. En este estado de vida también podemos ser
mantenidos. De modo tan seguro como que Cristo Jesús es totalmente nuestro, cada uno puede ser
llamado a vivir en pleno goce de la bendición pentecostal. El alma que se entrega a una vida dentro
del velo, en plena entrega y una fe simple, puede contar de modo seguro que, en el poder del
Espíritu pentecostal y eterno en el corazón, la fe pasará a ser experiencia, y el gozo inefable su
porción permanente.

Por tanto, hermanos, ¡acerquémonos!

1. Teniendo libertad para entrar es el resumen de la enseñanza doctrinal de la primera parte de


la Epístola; acerquémonos, es el resumen de la vida y práctica que presenta la segunda parte de
la Epístola.
2. La fe que se apropia la bendición: Jesús ahora me toma y me da el lugar y la vida en la
presencia del Padre; se trata sólo de un comienzo, sin embargo. La fe ahora debe contar con el
Espíritu Santo, en su poder pentecostal, para traernos el cielo y hacer de él una experiencia
personal. Hasta que venga, la fe debe esperar con paciencia, para conseguir la promesa de
acuerdo con la enseñanza que tenemos: «No abandonemos pues la confianza. Porque la
paciencia nos es necesaria, para que habiendo recibido la voluntad de Dios podamos recibir la
promesa.»

10 La profesión de nuestra esperanza


10:23. Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza; porque fiel es el que
prometió.

Las tres palabras principales en esta orden las hemos oído antes: Mantengamos firme profesión,
esperanza. Mantener firme nuestra esperanza hasta el fin. Poner diligencia en la plenitud de la
esperanza. Cristo, el Sumo Sacerdote de nuestra profesión. Mantengamos firme nuestra profesión.
Una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios. Ahora vemos lo que es la perfección
cristiana, esta vida perfecta en la presencia de Dios en la cual Jesús nos hace entrar: aquí, más que
nunca, necesitamos mantener firme nuestra esperanza. La fe y la esperanza siempre van juntas. «La
fe es la sustancia de las cosas que se esperan.» La fe acepta la promesa en su divina realidad, la
esperanza va adelante y examina el caso y se regocija en los tesoros que ha aceptado la fe. Y así
también aquí, las palabras: Acerquémonos en plenitud de fe, se sigue inmediatamente:
Mantengamos firme la profesión de nuestra esperanza. La vida en el Lugar Santísimo, en la
proximidad de Dios, debe ser caracterizada por una infinita esperanza.

No es difícil ver la razón de ello. El entrar en el Lugar Santísimo es sólo el principio de la verdadera
vida cristiana. Cuando vamos pasando tiempo allí Dios puede empezar a hacer la obra de la gracia
en poder. Allí la santidad de Dios puede cubrirnos y podemos asimilar esta santidad en nuestra vida
y carácter. Allí podemos aprender a adorar en esta verdadera humildad, mansedumbre y resignación
a la voluntad de Dios que no viene en seguida, sino en la cual hemos de crecer, como Jesús tuvo que
crecer también. Allí hemos de aprender el santo arte de la intercesión, de modo que podamos orar la
oración que prevalece. Allí hemos de esperar recibir en mayor medida, en cada nuevo intercambio
la plenitud del Espíritu que viene y se mantiene solo por medio de un contacto íntimo y vivo con
Jesús en el trono. La entrada en el Lugar Santísimo es sólo un principio. Ha de ser una vida en la
cual lo recibamos, a cada momento, todo de Dios, en la cual la obra de Dios sea el todo en todo.
Aquí tenemos necesidad de una infinita esperanza. Después de haber entrado probablemente no
hallaremos lo que esperábamos. La luz y el gozo y el poder puede que no vengan en seguida.
Dentro del velo todo está quieto, mejor dicho, todo es eminentemente una vida de fe, no mirando a
nosotros mismos, sino a Dios y esperando en Él. La fe todavía será probada, probablemente será
muy probada, especialmente cuando Dios quiere bendecirnos más. La esperanza es la hija de la fe,
el mensajero que la fe envía para ver lo que viene: la esperanza se vuelve la fuerza y el apoyo de la
fe. Aquí, en el Lugar Santísimo, mantengamos segura especialmente nuestra confianza y el
gloriarnos en nuestra esperanza de modo firme hasta el fin. Regocijémonos en la esperanza de la
gloria de Dios, tal como sin duda se nos revelará en el alma.

Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza. Los hombres hablan siempre de
lo que rebosa en abundancia del corazón, de aquello que esperan. Nosotros, también, hemos de
confesar y dar expresión a nuestra esperanza. El profesarla, confesarla, afirma la esperanza; lo que
decimos se vuelve más claro y más real. Glorifica a Dios. Ayuda y anima a los que nos rodean.
Hace que Dios, los hombres y nosotros mismos veamos a lo que nos hemos comprometido.
Mantengamos firme la profesión de nuestra esperanza, para que no fluctúe. Que la mayor esperanza
por la cual nos acercamos a Dios, por la cual entramos en el velo, sea lo que mantengamos firme, y
que profesemos nuestra esperanza sin vacilación. Que la bendita esperanza de ser mantenidos día
tras día en el amor de Dios, la esperanza de permanecer continuamente en Jesús y donde está Jesús,
a la luz de Dios, sea nuestra ancla dentro del velo. Porque fiel es el que prometió. Estudia las
referencias a la palabra «promesa» en esta Epístola, y verás qué lugar tan importante ocupan en los
tratos de Dios con su pueblo, y aprenderás hasta qué punto tu vida depende de tu relación con las
promesas. Unido a las promesas, como aquí, está Aquel que promete; une al que promete con su
inmutable fidelidad como Dios, y tu esperanza pasará a ser un gloriarse en Dios, por medio de
Jesucristo nuestro Señor. Fiel es el que prometió: esta palabra se halla a la raíz de la vida dentro del
velo. De la misma manera que es Dios el que habla en Cristo, a quien envió, a quien hizo Sacerdote,
a quien perfeccionó, así es a Dios a quien Cristo nos lleva dentro del Lugar Santísimo, para que Él
ahora obre directa y continuamente en nosotros la vida que, como criaturas redimidas, hemos de
vivir. Ésta es la bendición de ser llevado dentro del Lugar Santísimo: Cristo nos ha llevado a Dios.
Y nosotros ahora estamos en el lugar apropiado y en el espíritu apropiado para honrarle como Dios,
esto es, permitirle que obre libremente, de modo inmediato e incesante en nosotros una vida como
la que obró en Cristo. Fiel es el que prometió. Dios va a cumplir sus promesas de vida y de amor, de
bendición y de fruto, de una forma tal como no tenemos idea, mantengamos firme la profesión de
nuestra fe, sin fluctuar, porque fiel es el que prometió.
Lector, tú has oído la llamada: Acerquémonos en plenitud de fe. Y ¿has obedecido? Y ¿has creído
que Jesús te lleva a una vida de permanencia ante la presencia de Dios? Y ¿estás manteniendo firme
la profesión de tu esperanza, incluso en la ausencia de sentimiento o de experiencia, en medio de las
dudas y temores que te acosan? Oye, mira: ¡Fiel es el que prometió! Que esto sea tu roca. Di
constantemente: «¡Oh, alma mía, espera en Dios, porque aún le tengo que alabar! Tú eres mi
esperanza, ¡Dios mío! Esperaré continuamente y te alabaré aún más y más.» Ésta es la bendición del
santuario interior, en el que tú has hallado tu verdadero lugar a los pies de Dios, para esperar allí en
absoluta dependencia en su obra. Mira la libertad que la sangre te da. Mira el corazón sincero, en el
cual el Espíritu Santo mora y obra. Mira el corazón rociado por el bendito Sumo Sacerdote con la
sangre, y espera, sí, espera en Dios, para que haga su obra divina en tu alma.
Que Él sea para ti más que nunca el Dios de esperanza. Reclama el cumplimiento de la promesa de
su Palabra: «El Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz creyendo, para que podáis abundar en
la esperanza, en el poder del Espíritu Santo. » El Dios infinito y fiel, como Dios de nuestra
esperanza, llenándonos de gozo y paz creyendo, y nosotros aprendiendo a abundar en la esperanza
por medio del poder del Santo Espíritu: ¡Sea ésta nuestra vida en el secreto de la presencia de Dios!

1. La plenitud de fe y la plenitud de esperanza son dos disposiciones que marcan al corazón


sincero. Es el hecho que no tenemos nada en nosotros y que Dios es el todo en todos, que hace
que nuestra actitud entera sea el esperar en Él, para recibir aquello que El ha de hacer.
2. Para que abundemos en esperanza por medio del poder del Espíritu Santo. Date cuenta que la
vida en el Lugar Santísimo depende enteramente del Santo Espíritu que reside en nosotros. Para
esta vida necesitamos ser llenos del Espíritu, estar bajo la acción inmediata y continua del
Espíritu. Ni un momento podemos permanecer en el Lugar Santísimo si no es por el Espíritu
Santo. Ni un momento podemos dejar de estar en el Lugar Santísimo estando con el Espíritu
Santo. Abundemos en esta esperanza, por medio del poder del Espíritu Santo.

11 Estimulemos al amor
10:24. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras.

Hemos visto la plenitud de la fe a la cual nos hemos de acercar, y la profesión de la esperanza, a la


cual hemos de mantenernos firmes; y ahora vamos a ver la tercera de las gracias hermanas: Y
«considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras.» Demostremos
nuestro amor y cuidado los unos con los otros. Estos tres pensamientos forman las subdivisiones de
la parte práctica de la Epístola. El capítulo 11 puede ser titulado: La plenitud de la fe; el capítulo
12:1-13: La paciencia de la esperanza, y el capítulo 13: El amor y las buenas obras.

Considerémonos unos a otros. El que entra en el Lugar Santísimo entra en el hogar del amor eterno;
el aire que respira es de amor; la mayor bendición que puede recibir allí es un corazón en el cual el
amor de Dios ha sido derramado en poder por el Espíritu Santo, y que está en camino a ser perfecto
en amor. Para que puedas conducirte como debes en la casa de Dios, recuerda esto: La fe y la
esperanza pasarán, pero el amor permanecerá. La principal de las tres virtudes es el amor.

Considerémonos unos a otros. Cuando procuramos entrar en el Lugar Santísimo, pensamos


principalmente en nosotros. Y cuando hemos entrado en él, por la fe, es como si todo lo que
podemos hacer es estar delante de Dios, y esperar en Él, para que haga lo que ha prometido hacer
por nosotros. Pero no tardamos mucho en percibir que el Lugar Santísimo y el Cordero no son sólo
para nosotros; que hay otros dentro con los cuales es una bendición tener comunión alabando a
Dios; que hay algunos fuera que necesitan nuestra ayuda para poder entrar. Es en el amor de Dios
que tenemos acceso nosotros; este amor entra en nuestros corazones; y nos vemos llamados a vivir
como Cristo en completa dedicación a los que nos rodean.
Considerémonos unos a otros. Los redimidos juntos forman un cuerpo. Cada uno depende del otro,
cada uno se interesa en el bienestar del otro. Evitemos el autoengaño de pensar que es posible entrar
en el Lugar Santísimo, en comunión íntima con Dios, con un espíritu de egoísmo. Esto no puede
ser. El camino nuevo y vivo que Jesús abrió es el camino del amor que se niega a sí mismo. La
entrada en el Lugar Santísimo nos es dada a nosotros como sacerdotes, para ser llenos allí del
Espíritu y del amor de Cristo, y luego salir y llevar la bendición de Dios a otros.

Considerémonos unos a otros. El mismo Espíritu que dijo: Consideremos a Cristo Jesús —se
necesita tiempo y atención para conocerle bien—, nos dice: considerémonos unos a otros: requiere
tiempo y prestar atención el conocer las necesidades de los que nos rodean. ¡Cuántos hay cuyas
circunstancias son tan desfavorables, cuyo conocimiento es tan limitado, cuya vida entera es tan sin
esperanza que la perspectiva de que alcancen nunca una vida mejor es muy reducida! Para ellos sólo
hay una cosa a hacer: «Los que somos fuertes hemos de sobrellevar las enfermedades de los débiles,
y no agradarnos a nosotros mismos.» Cada uno que empieza a ver la bendición que hay en una vida
de completa entrega a Cristo debería ofrecerse a Cristo, para ser hecho su mensajero a los débiles y
cansados.

Considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras.


Amor y buenas obras: Éste ha de ser el objetivo de la Iglesia en el ejercicio de su actividad. Todo lo
que estorba al amor ha de ser sacrificado y puesto de lado. Todo lo que fomenta y muestra amor,
que estimula a los demás al mismo, debe ser objeto de esfuerzo y efectuado. Y con el amor, las
buenas obras también. La Iglesia ha sido redimida por Cristo para mostrar al mundo el poder que
"El tiene para limpiar del pecado, para vencer al mal, para restaurar a la santidad y a la bondad.
Considerémonos unos a otros, en todas las maneras posibles, para estimularnos y ayudarnos al amor
y a las buenas obras.
La idea principal es ésta: La vida en el Lugar Santísimo ha de ser una vida de amor. Tan solemne
como la orden: «Acerquémonos en plenitud de fe», o «Mantengamos firmes la profesión de nuestra
esperanza», es ésta: «Considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras.»
Dios es amor. Y todo lo que ha hecho para nosotros en su Hijo, como se revela en esta Epístola, es
amor. Y Cristo es amor. Y no puede haber acceso real a Dios si no es una unión con Él en su santa
voluntad, no hay comunión real con Él, sino es en el Espíritu de amor. El entrar en el Lugar
Santísimo es una mera imaginación si no nos entregamos para el amor de Dios en Cristo, para ser
llenados y usados para el bienestar y el gozo de nuestros prójimos.

Oh, cristiano, aprende lo que es el amor. Estúdialo en la Palabra, en Cristo, en Dios. Cuando le ves
que es una fuente incesante de bondades, que su mismo ser y su gloria consiste en esto, que vive en
todo lo que existe, y que a todos comunica su bendición y perfección, en tanto que son capaces de
ello, aprenderás a reconocer que el que no ama no ha conocido a Dios. Y aprenderás, también, a
admitir más profunda y verdaderamente que no hay ningún esfuerzo de tu voluntad que pueda
producir amor; tiene que serte dado desde arriba. Esto será para ti uno de los goces y bellezas
principales del Lugar Santísimo, que allí no tienes que esperar para que el Dios de amor te llene con
su amor. Dios tiene el poder de derramar su amor en nuestros corazones, por medio del Espíritu
Santo que nos ha dado. Él ha prometido dar a Cristo de forma que more en nuestro corazón por fe,
para que podamos ser arraigados y fortalecidos en amor, y conocer y tener en nosotros algo de un
amor que sobrepasa todo conocimiento. La misma atmósfera del Lugar Santísimo es amor. De la
misma manera que respiro el aire en que vivo, el alma que permanece en la presencia de Dios
respira el aire del mundo arriba. La promesa es válida y la hora de su cumplimiento vendrá, cuando
el amor de Dios será perfeccionado en nosotros, y seremos perfectos en amor. En ninguna parte es
posible esto, sino en el Lugar Santísimo; pero allí lo es de modo seguro. Acerquémonos en la
plenitud de la fe, y considerémonos unos a otros. Mientras estamos pensando sólo en los otros para
llevarles el amor de Dios, hallaremos que Dios piensa en nosotros, y nos llena de él.
¡Qué diferencia significaría para el mundo el que cada creyente se diera a sí mismo, de todo
corazón, para vivir para su prójimo! ¡Qué diferencia haría en nuestra propia vida si nos
entregáramos al amor salvador de Dios en su esfuerzo por salvar almas! ¡Qué diferencia en todas
nuestras instituciones cristianas, que sufren por falta de ayudadores consagrados y devotos! ¡Qué
diferencia en nuestras iglesias, si se despertaran para saber con qué fin han sido reunidas! ¡Qué
diferencia para millares de seres perdidos, que se enteraran con asombro del amor que hay en los
hijos de Dios y del poder y bendición que hay en este amor!

Considerémonos unos a otros.


1. Está en la misma esencia, belleza y gloria de la salvación de Cristo el que sea para todos. El
que la recibe verdaderamente, tal como la da el Santo Espíritu, la recibe como una salvación
para todos, y se siente impelido a comunicarla a los otros. El bautismo de fuego es un bautismo
de amor redentor, pero esto no como una mera emoción, sino como un poder que al instante nos
hace considerar y cuidar de los otros.
2. ¡Cuán imposible es amar a otros y darse para ellos en nuestras propias fuerzas! Este es uno
de los dones verdaderos que hemos de esperar en el Lugar Santísimo, para recibirlo en el poder
del Espíritu pentecostal; el amor de Dios derramado de tal forma en nuestro corazón que
amamos de modo espontáneo, incesante y gozoso, porque está en nuestra misma naturaleza.

12 El congregarnos
10:25. No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos, y
tanto más, cuanto que veis que aquel día se acerca.

Lo interior y lo exterior deben juntarse. Tal como hay en toda persona una vida interior escondida
en el alma, junto con la vida externa del cuerpo, así también la hay en la Iglesia de Cristo. Todos
sus miembros son un cuerpo; la unidad interna debe ser probada en el ejercicio activo, debe ser vista
en el congregarse. La congregación de sus santos tiene como base la orden divina, así como ésta es
la misma naturaleza de las cosas; todos los que entran en el Lugar Santísimo para reunirse con Dios
tienen que reunirse a su vez con su pueblo. El antiguo tabernáculo era la tienda de reunión; el
reunimos con Dios y reunimos con nuestros prójimos son necesarios igualmente. Entre los hebreos
era ya una costumbre que algunos olvidaban reunirse en las asambleas; era un síntoma peligroso,
precursor del hacerse atrás. Se les recuerda no sólo del deber personal de cada uno a ser fiel, sino de
cuidar de los hermanos, exhortándose los unos a los otros. La congregación tiene un valor
indiscutible para el ejercicio y corroboración de la fe, la esperanza y el amor, a los cuales hemos
sido instados; para el pleno desarrollo de la vida en el Lugar Santísimo; para ayudar y confortar a
los que son débiles; para el cultivo de la comunión del Espíritu y la Palabra. Hagamos caso de la
exhortación, en relación con nuestra entrada en el Lugar Santísimo: «No dejando de congregarnos,
como algunos tienen por costumbre.»

Si nos diéramos cuenta de veras de la importancia de esta palabra, no nos olvidaríamos de su


trabazón con el contexto. Nuestra sección nos ha enseñado lo que ha de ser la vida en el Lugar
Santísimo. Habiéndonos acercado nosotros a Dios, hemos de acercarnos a nuestros prójimos. El
reunimos con Dios es un motivo de infinita bendición, paz y poder. El reunimos con nuestros
prójimos, a menudo, se acompaña de debilidad, distracción y fracaso, de forma que algunos han
pensado en dejar de congregarse con los otros por completo. Vemos cómo la vida en el Lugar
Santísimo nos indica el deber y el poder de nuestras congregaciones.

Sugiere el deber. El Lugar Santísimo es el hogar del eterno amor. El amor reside allí. Es amor que
procede de allí, para buscarme y hacerme entrar. En el amor eterno he sido aceptado y he podido
entrar. Es el amor que ha sido derramado en mi corazón. Mi entrada fue sólo en el camino del
sacrificio propio; mi permanecer allí sólo es posible habiendo muerto para mí mismo y siendo lleno
de amor. Y el amor no busca lo propio; se entrega y sólo vive para hacer a los demás partícipes de
la propia felicidad. Y el amor desea la congregación del pueblo de Dios, no sólo por lo que necesita
y espera recibir, sino por la comunión de los santos y la ayuda que puede dar apoyando y animando
a otros. No sólo hace esto, sino que obedece a este otro mandato: ¡Exhortándonos los unos a los
otros! Procura vigilar sobre aquellos que están en peligro de hacerse infieles. Procura que los que se
descuidan se vuelvan más diligentes; busca medios para hacer reuniones más pequeñas o más
cercanas o más atractivas para aquellos que se van distanciando. Nada es, para él, demasiado
humilde o demasiado difícil, si con ello puede recobrar para la congregación de los hijos de Dios a
aquellos que pueden ser bendecidos y salvados. Vive en el amor de Dios en el Lugar Santísimo; se
entrega a la tarea de ganar a otros para que conozcan este amor.

La vida en el Lugar Santísimo no es, pues, sólo el motivo, sino también el poder para hacer la obra
bien. Sí, cuando los que profesan haber entrado en el Lugar Santísimo se acercan verdaderamente a
Dios, y demuestran el poder de comunión con El, tendrán poder en la oración, en la palabra y el
servicio entre sus hermanos cristianos. El Lugar Santísimo es el lugar para la adoración diaria y la
consagración y la intercesión; aunque haya sólo un grupo en la congregación que la practiquen
tendrán fuerza para hacer sentir la divina presencia. El culto en el lugar común de oración puede
estar unido a la adoración secreta en el Lugar Santísimo, hasta el punto que su bendición puede
alcanzar a otros que nunca han conocido esta intimidad con Dios. Dios está dispuesto a bendecir la
fraternización de sus redimidos, para que la asamblea esté coronada de un sentido más pleno de su
amor y su presencia de lo que se puede hallar nunca en un acercarse a Él de modo solitario. Por
tanto, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santo, acerquémonos; no dejando de
congregarnos, sino exhortándonos los unos a los otros.

Y tanto más cuanto que veis que aquel día se acerca. El escritor tiene sin duda a la vista el día del
juicio que se acercaba sobre Jerusalén. No sabemos hasta qué punto le fue revelada la perspectiva, y
para ellos aquel día estaba relacionado con la venida del Señor mismo. No basta saber que el temor
de un día del juicio que se acercaba era el motivo por el cual se hace la apelación; y que esto no sólo
es para conmover al indiferente, sino, de modo especial, para instar solemnemente a exhortar a los
otros. Los cristianos necesitan que se les recuerde el terrible juicio que tiene pendiente el mundo, y
todas las solemnes y eternas realidades relacionadas con la venida del Señor, y nuestras vidas. Así
nuestros esfuerzos para ayudar y salvar a otros estarán bajo el poder de la idea de lo corto que es el
tiempo que queda, y lo terrible que es el destino de los que perecen, y lo urgente que es la llamada a
cada uno para que conozca el amor redentor, a fin de hacer la obra con todo poder. En el Lugar
Santísimo oímos la voz de aviso, y salimos para salvar a otros, antes que sea demasiado tarde.

1. Nótese el carácter intensamente práctico del evangelio. Nuestra sección (19-25) es sólo una
larga cláusula. Empieza con los misterios espirituales, celestiales; termina con reglas prácticas
para nuestra conducta con nuestros prójimos. Estemos seguros de que cuanto más
profundamente entramos en la enseñanza de los capítulos 7 al 10, más aptos seremos para ser
una bendición para el mundo.
2. Cuando Cristo pronunció su mensaje de despedida a sus discípulos, una de las cosas a que les
instó de modo más urgente fue a que se amaran los unos a los otros. Él ama a todos sus
redimidos, por débiles o díscolos que sean, de un modo tan directo, que nos dice que no podemos
demostrar que le amamos a Él en forma alguna sin amarles a ellos; la prueba de nuestra entrada
real en el Lugar Santísimo es la humildad y la mansedumbre y el espíritu de abnegación con el
cual hablamos y pensamos y mostramos nuestro cuidado los unos a los otros.
3. Estudia cuidadosamente la relación entre estas últimas doce meditaciones y procura conseguir
una idea clara de la unidad de pensamiento de esta porción, el centro vivo de la Epístola.
Conclusión
A algunos de los hijos de Dios que lean este libro, sus enseñanzas pueden parecerles nuevas o
extrañas y, por esta razón, es posible que no puedan aceptar la lección de la Palabra de Dios que el
libro trata de comunicar. Otros pueden aceptar sus enseñanzas y admitir su verdad y, con todo, a
causa de su falta de fe o falta de decisión no han entrado en la vida bienaventurada que esta porción
de la Palabra de Dios nos abre de modo franco. Por amor a los tales me siento impulsado una vez
más a dar un simple resumen de la verdad que la Palabra nos enseña, y a seguir con ellos los pasos
de la vida cristiana corno son marcados, y a pedirles que procuren ver en qué punto han fallado.
Creo, querido hermano, que es verdaderamente la voluntad de Dios que entres en el Lugar Santo y
residas en él. No descanses hasta que, paso a paso, hayas dado cumplimiento punto por punto a la
orden divina y te hayas entregado a Él de modo completo: puedes confiar en Él para que haga de
toda la salvación que ha preparado en Cristo tu posesión y experiencia benditas.

1. El Lugar Santísimo está abierto ahora.


Hay pleno acceso a la presencia de Dios que está asegurada para nosotros. La experiencia de la
presencia de Dios continua e ininterrumpida es una posibilidad, es una certidumbre. Somos
llamados a entrar allí y vivir con Jesús. Esta es la consumación de su obra como Sumo Sacerdote, el
hacernos entrar y mantenernos allí. No hay nada en el cielo, en la tierra o en el infierno que pueda
impedir que entremos y permanezcamos allí continuamente y para siempre si lo deseamos. No te
des por satisfecho con la idea de que hay muchos cristianos que nunca han entrado. Mira al Padre
que te llama. Humíllate bajo el pensamiento: Mi Padre ha preparado este hogar para mí. Su amor
anhela que vaya a vivir con El constantemente. He rehusado creer que esto sea posible, y en vez de
su proximidad inmediata y su continua comunión, vivo a distancia. Oh, no consideres que la cosa ya
está resuelta: el Lugar Santísimo está abierto para que entremos y residamos con Jesús, y dile a Dios
que no descansarás hasta que sea tu experiencia.

2. Tenemos libertad por medio de la sangre.


¿No es esto lo que te ha mantenido sin entrar? Nunca has tenido tiempo para estudiar, para creer,
para darte cuenta del infinito valor y poder de la sangre del Hijo de Dios. Venció el pecado, la
muerte y el infierno. Abrió el cielo a Jesús nuestra seguridad. Con certeza te hará entrar a ti; te
quitará todo el temor y la duda causados por tu pecado e impotencia; te hará posible que con la
mayor confianza y libertad te acerques y pidas ser admitido. Asegúrate, oh hijo de Dios, de que
honras la sangre, de que te glorias en su poder; puede hacerte entrar.

3. Un camino nuevo y vivo ha sido abierto para nosotros


¿Estás dispuesto a entrar en este camino? Para la carne parece difícil y aun imposible. Es el camino
por el que anduvo Cristo, el camino del sacrificio personal; el camino de la entrega total a la
voluntad divina; el camino de la muerte al yo y al mundo; el camino de ser humillado y hecho
obediente hasta la muerte. Sin duda, no deseas o esperas entrar en el cielo por ningún otro camino
que el de Cristo, de ninguna otra manera que haciendo la voluntad de Dios. Renuncia al instante a la
religión tibia que te hace temer una consagración entera a la bendita voluntad de Dios; entrégate
totalmente a ella; decídete y entra ahora en el nuevo camino.
Es un camino vivo. El Espíritu Santo vive y se mueve en él, y lleva a todos los que andan en él.
Entrégate, tú mismo, al Bendito Jesús para seguirle en este camino: en su fuerza será para ti una
senda de paz y santidad.

4. Tenemos a Jesús como nuestro Sacerdote sobre la casa de Dios.


¿No has aprendido de esta Epístola que una de las tareas de Jesús como nuestro Gran Sacerdote es
acercamos a Dios? Tan cerca que, en la vida y experiencia reales, podemos conocer y gozar de su
proximidad todo el día. ¿No está el Sacerdote sobre la casa de Dios, el Hogar del Padre,
precisamente para llevarnos allí y velar sobre nosotros, residiendo en nosotros para hacernos uno
con El, viviendo nuestra vida en la presencia inmediata del Padre? Oh, amados, ¿no queréis
empezar a confiar en Jesús para esto, el deseo de su corazón, y entregaros para entrar?

5. Dios pide un corazón sincero.


Y éste es tu corazón. Él te ha dado un nuevo corazón. Y el nuevo corazón es un corazón sincero.
Créelo, y obra en consecuencia. Cree en el poder del Espíritu dentro de ti para obrar; ven en seguida
y dile que con tu nuevo corazón, con tu corazón sincero, deseas entrar. No mires a los pecados
dentro, ni a los sentimientos: ven en la fe de lo que Dios ha dicho, de la nueva naturaleza que te ha
dado y entra en un corazón sincero. Decide, resuelve, di a Cristo que no puedes quedarte más
tiempo fuera; que estás dispuesto, en la libertad de la preciosa sangre, de acercarte y permanecer
con El.

6. Dios te llama a que vengas en plenitud de fe.


Y Dios nunca pide fe sin dar una base firme y una razón abundante para ella. Y si quieres mirar a
Él, y ver lo que Él ha hecho al dar a su Hijo para que sea tu Sumo Sacerdote, y la sangre de su Hijo
para que tengas confianza; al abrir el Lugar Santísimo para ti; al dar al Santo Espíritu para que te
guíe en el camino vivo de unión con Jesús, sin duda no puedes dudar ni temer. ¡No!, al instante,
empieza a hablar y di: «Por más que haya mucho que aparezca oscuro o difícil, en esto estoy
confiado: que mi debilidad no puede estorbarme: confío en Dios, confío en Jesús, confío en la
Sangre, confío en el Espíritu Santo: sin duda, voy a entrar.

7. Que el corazón sea purificado con la sangre.


Hemos visto la libertad que da la sangre; hemos oído la llamada a acudir con corazón sincero. Los
dos han de estar unidos de modo inseparable. La sangre es el signo de que Jesús se dio a sí mismo
totalmente, de su misma vida: que el corazón sincero se dé a sí mismo totalmente, para confiar y
entregarse a la sangre. El poder de la sangre es tal que abrió el cielo y está allí para siempre; ten la
seguridad de que tu corazón, rociado con la sangre, se levanta al cielo del amor de Dios. Empieza
ahora y canta diariamente el cántico: «A Aquel que nos amó, y nos lavó nuestros pecados con su
sangre.» El poder de la sangre, si quieres darle todo tu corazón, te traerá el cielo y su gozo, el gozo
de la presencia de Dios, allí donde tú estás.

8. Que el cuerpo sea lavado con agua pura.


Sin duda, a la vista de los maravillosos privilegios que tenemos puestos delante, no hay necesidad
de rogarte que quieras poner de lado todo pecado, todo hábito, toda indulgencia del cuerpo que
interfiera con una comunión con Dios plena y permanente. Piensa en lo que Cristo está haciendo:
guardar tu corazón con el poder del Santo Espíritu, rociado con su sangre en su poder celestial
santificador, y que esto te inste a limpiarte del todo lo que pueda impedirte morar en el Lugar
Santísimo, desde lo más grande a lo más pequeño. Espera en Dios en oración hasta que su presencia
sea el poder que rija todo tu ser.

9. Acerquémonos.
Esto es, entremos, y presentémonos delante de Dios. Sí, que cada uno de nosotros, con el corazón
entero, con la vida entera, ande, se acerque y habite en la bendita proximidad de Dios. Esta es la
suma y sustancia del evangelio. Esto es lo que Cristo puede dar, porque Él puede salvar
completamente. Esto, por desgracia, es lo que muchos cristianos no poseen, ni aun lo buscan,
porque no lo conocen. Lector, te ruego no te contentes con menos que esto: una vida en todo
momento en la presencia de Dios, por medio del cuidado poderoso de Jesús. Su única obra es
acercarnos a Dios: entrégate a Él para esto. Él lo hará. Acerquémonos.

10. Mantengamos firme la profesión de nuestra esperanza.


Elevemos nuestro corazón por encima del temor de la duda, de los presentimientos de incredulidad
y de fracaso, esperemos incluso contra lo que es de esperar. Abundemos en la esperanza. Hagamos
conocer nuestra esperanza. Habla de ella a Dios y a tu prójimo, dile que has puesto tu mira en Dios
para una proximidad de comunión con El cada día más cercana. Manten firme la profesión de la
esperanza hasta el fin, con una idea: fiel es el que prometió. Vive a través de cualquier fracaso o
decepción que pueda venir en la esperanza de que Dios basta, y hallarás que no te avergonzarás de
ella. Una vida en el Lugar Santísimo es la porción de tu herencia.

11. Vivamos en amor.


El Lugar Santísimo es el hogar del amor de Dios. El camino nuevo y vivo es el camino de la muerte
al yo y a la voluntad propia. El Gran Sacerdote sobre la casa de Dios, Jesús, no puede llevarte cerca
por ningún camino que no sea el de entrar en ti, pasando a ser tu vida, dándote vida con su Espíritu
y disposición.
Cree en Él para que sea así. Y Jesús es el Hijo del amor de Dios, nacido de este amor, lleno de él, su
mensajero y dispensador. Entrégate al amor de Cristo, que no se agradó a sí mismo: anda en amor
como Él anduvo. Entrégate a una vida de amor, considerando a los otros, estimulándolos al amor y
a las buenas obras. En el poder de Jesús sigue constantemente en la vida de amor, en el amor y la
presencia de Dios. Esto es posible.

12. Mantengamos la comunión de los santos.


Que el amor se manifieste como una unidad del cuerpo, un estar unidos a los hermanos en una
fraternización y comunión externa. Recordemos que el Espíritu de Cristo no nos es dado en
aislamiento y separación de los otros. Al vivir en el Lugar Santísimo, nos daremos cuenta de lo
juntos que estamos los unos de los otros, todos miembros de Cristo; veremos que nuestra vida en el
amor de Dios depende de nuestra relación con nuestros hermanos; que su vida y su crecimiento
debe estar a nuestro cuidado y será nuestra recompensa. Una vida en el Lugar Santísimo de la
presencia de Dios será una vida de amor y de trabajo, de poder y de bendición.

Amado lector, ¿has aceptado verdaderamente la enseñanza de la Palabra de Dios, de que el Padre te
llama para residir en el Lugar Santísimo? ¿Has entrado? Si no, te ruego, en el nombre de nuestro
gran Sumo Sacerdote que te espera para hacerte entrar, no descanses hasta que te hayas acercado, y
hallado tu lugar en el secreto de la presencia de Dios.

FIN
9/18/2014 Andrew Murray - LA FALTA DE ORACIÓN

quería alimentar a su pueblo con lo mejor que pudiera prepararles. Pero


ahora había aprendido que la oración era más importante que el estudio. El
les recordó a sus hermanos aquella elección de los diáconos para que se
hicieran cargo de las recolectas, para que los doce apóstoles persistieran
"en la oración y en el ministerio de la palabra". Dijo que algunas veces,
cuando los diáconos le llevaban su salario, él tenía que preguntarse si
había sido tan fiel en sus obligaciones como los diáconos en las de ellos.
El sentía como si ya fuera tarde para volver a adquirir aquello que había
perdido, e instó a sus hermanos a orar más. ¡Qué solemne confesión y
advertencia por parte de alguien que ocupa un puesto alto! ¡Oramos muy
poco!
Hace dos años, durante una convención que se realizó en Regent Square, en
una conversación con un pastor londinense muy conocido, surgió este tema.
El insistía en que dedicar muchísimo tiempo a la oración, implicaría el
descuido de los llamados imperativos del deber. Este pastor dijo: "Antes
del desayuno, se recibe el correo de la mañana, donde hay diez o doce
cartas que se tienen que contestar, además de cumplir otros compromisos
incontables, más que suficientes para llenar el día. Es difícil ver cómo
puede hacerse eso".
Le respondí que era sencillamente asunto de escoger si el llamado de Dios
a que le dediquemos nuestro tiempo y nuestra a t e n c i ó n era más importante
que el de los hombres. Si Dios esta esperando encontrarse con nosotros y
darnos bendición y poder del ciclo para su obra, es una política miope
poner otro trabajo en el lugar que Dios y la espera en él deben de ocupar.
En una de nuestras reuniones pastorales, el superintendente de un distrito
grande lo expresó del siguiente modo: "Yo me levanto en la mañana y paso
media hora con Dios, estudiando la Palabra y orando, en mi cuarto, antes
del desayuno. Luego, salgo, y estoy ocupado todo el día con numerosos
compromisos. Creo que no pasan muchos minutos sin que respire una oración
para pedir guía y ayuda. Después de mi día de trabajo, realizo mis
devociones nocturnas y le hablo a Dios acerca de la obra del día. Pero de
la oración intensa, definida, e importuna de la que habla la Biblia,
sabemos muy poco". ¿Qué debo pensar de tal vida?, preguntó él.
Todos vemos el contraste que hay entre un hombre cuyos ingresos
escasamente sostienen a su familia y mantienen su negocio, y otro cuyos
ingresos lo capacitan para expandir su negocio y también para ayudar a
otros. Puede haber una vida cristiana sincera en la cual sólo hay
suficiente oración para mantener la posición que hemos logrado, pero sin
mucho crecimiento en la espiritualidad o semejanza a Cristo. Esa es una
a c t i t u d más bien defensiva, que busca pelear contra la tentación, y no
una actitud agresiva que se extiende hacia los logros mas elevados. Si en
verdad ha de haber una marcha de fortaleza en fortaleza, y una experiencia
significativa del poder de Dios para santificarnos y hacer que desciendan
bendiciones sobre otros, tiene que haber una oración más definida y
perseverante. La enseñanza bíblica acerca de clamar día y noche, de
continuar firmes en la oración, de velar y orar, de ser oídos por la
importunidad, en algún grado tiene que llegar a ser nuestra experiencia,
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9/18/2014 Andrew Murray - LA FALTA DE ORACIÓN

si hemos de ser intercesores.


En la siguiente convención se presentó la misma pregunta en forma algo
diferente. "Soy presidente de un centro al cual le corresponde atender un
distrito grande. Veo la importancia de orar mucho, y sin embargo, mi vida
casi no me deja tiempo para ello. ¿Hemos de someternos? O díganos, ¿cómo
podemos lograr lo que deseamos?"
Admití que la dificultad era universal.
Uno de nuestros misioneros en África del Sur que más honores ha recibido
tuvo la misma queja: "A las cinco de la mañana hay personas en la puerta
que esperan medicinas. A las seis llegan los tipógrafos, y tengo que
ponerlos a trabajar y enseñarles. A las nueve me llama la escuela, y hasta
tarde en la noche estoy ocupado con numerosas cartas que tengo que
contestar".
Para responder, cité un proverbio holandés: “Lo que es más pesado tiene
que pesar más”. Es decir, lo más pesado tiene que ocupar el primer lugar.
La ley de Dios es inmutable; así como sucede en la tierra, en nuestra
comunicación con el cielo, sólo obtenemos según lo que damos. A menos que
estemos dispuestos a pagar el precio, a sacrificar tiempo y atención, y
tareas aparentemente legítimas o necesarias a favor de los dones
celestiales, no necesitamos buscar mucho poder del cielo para nuestra
obra".
Todo el grupo se unió en esta triste confesión. Lo habían pensado bien,
habían lamentado el asunto incontables veces. Aun así, allí estaban ellos,
con todos estos clamores que ejercían presión y todos los fracasos de las
resoluciones de orar, que obstruían el camino. Posteriormente, en este
libro hallará el informe que le dirá hacia dónde nos llevó esta
conversación.
Permítame hacer mención de un testigo más. Durante mi viaje me encontré
con uno de los padres Cowley, quienes tienen retiros para los clérigos de
la iglesia anglicana. Me interesé en saber la línea de enseñanza que él
seguía. En el transcurso de la conversación, él usó la expresión "la
distracción de los negocios", que según él, era una de las grandes
dificultades a que tenía que hacer frente en sí mismo y en otros. Por los
votos de su orden, él estaba obligado a dedicarse especialmente a la
oración. Pero le parecía muy difícil. Todos los días, tenía que estar en
cuatro diferentes puntos del pueblo en que vivía; su predecesor le había
dejado la responsabilidad de varios comités, donde se esperaba que él
hiciera toda la obra. Parecía que todo conspiraba para impedirle orar.
Ciertamente, este testimonio demuestra que la oración no ocupa el lugar
que debiera ocupar en nuestra vida pastoral y cristiana. Todos estamos
dispuestos a confesar tal deficiencia. Estos ejemplos también indican que
las dificultades que bloquean la liberación hacen casi imposible el
regreso a una vida verdadera y llena de oración.
Pero ... bendito sea Dios: "Lo que es imposible para los hombres, es
posible para Dios". "Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros

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9/18/2014 Andrew Murray - LA FALTA DE ORACIÓN

toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo
suficiente, abundéis para toda buena obra".
El llamado de Dios a orar mucho no necesita ser una carga, ni una causa de
continua auto condenación. El quiere que sea un gozo. El puede hacer que
sea una inspiración. Por medio de ese llamado nos puede dar fuerza para
todo nuestro trabajo y hacer descender su poder para que obre por medio de
nosotros en nuestros semejantes.
Sin temor, confesemos el pecado que nos avergüenza, y luego hagámosle
frente en el nombre de nuestro poderoso Redentor. La misma luz que nos
muestra nuestro pecado y nos condena por él, nos mostrará la vía de escape
hacia la vida de libertad que agrada a Dios. Que esta infidelidad en la
oración nos convenza de la falta en nuestra vida cristiana que yace en la
raíz de ella. Luego, Dios usará este descubrimiento para llevarnos, no
solo al poder para orar que tanto anhelamos, sino también al gozo de una
vida nueva y saludable, de la cual la oración es la expresión espontánea.
¿Cómo puede transformarse nuestra falta de oración en una bendición? ¿Cómo
puede cambiarse en un sendero de entrada en que el mal sea dominado? ¿Cómo
puede llegar a ser nuestra relación con el Padre lo que debe ser: una
relación de continua oración e intercesión, de tal modo que nosotros y el
mundo que nos rodea seamos bendecidos?
Tenemos que comenzar regresando a la Palabra de Dios para estudiar el
lugar que Dios quiere que ocupe la oración en la vida de su hijo y de su
iglesia. Un nuevo entendimiento de lo que es la oración según la voluntad
de Dios, de lo que nuestras oraciones pueden ser, por la gracia de Dios,
nos librará de nuestras, débiles y deterioradas actitudes acerca de la
absoluta necesidad de la oración continua, que yacen en la raíz de nuestro
fracaso.
Cuando nosotros logremos un discernimiento de lo razonable y recta que es
esta asignación divina, y cuando estemos plenamente convencidos de la
manera tan maravillosa como cuadra con el amor de Dios y con nuestra
propia felicidad, nos libraremos de la falsa impresión de que ésta es una
demanda arbitra r i a . Con todo el corazón y con toda el alma, estaremos de
acuerdo y nos rendiremos a ella, y nos regocijaremos en ella, como la
manera única y posible de que la bendición del cielo venga a la tierra.
Todo pensamiento de que ésa es una tarea y una carga de esfuerzo propio y
fatiga, pasará. Tan sencilla como es la respiración para la vida física,
así será la oración en la vida del c r i s t i a n o que está dirigido y lleno
por el Espíritu de Dios.
A medida que pensamos en esta enseñanza de la Palabra de Dios sobre la
oración y la aceptamos, comprenderemos que nuestro fracaso en nuestra vida
de oración es el resultado de nuestro fracaso de la vida en el Espíritu.
La oración es una de las funciones más celestiales y espirituales de la
vida en el Esp í r i t u . ¿Cómo pudiéramos tratar de cumplirla o esperar
cumplirla de tal manera que agrade a Dios, sin que nuestra alma tenga
perfecta salud y nuestra vida esté poseída y movida por el Espíritu de
Dios?
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9/18/2014 Andrew Murray - LA FALTA DE ORACIÓN

El discernimiento con respecto al lugar que Dios quiere que la oración


ocupe en una vida cristiana plena, nos mostrará que no hemos estado
viviendo la vida verdadera y abundante. Cualquier pensamiento sobre orar
más, o sobre orar de manera eficaz, será vano, a menos que lleguemos a una
relación más íntima con nuestro bendito Señor Jesús. Cristo es nuestra
vida. El vive en nosotros de una manera tan real que su vida de oración en
la tierra y de intercesión en el cielo se nos infunde en la medida en que
nuestra entrega y nuestra fe lo permitan y lo acepten.
Jesucristo es el sanador de todas las enfermedades, el vencedor de todos
los enemigos, el que libra de todo pecado. Nuestro fracaso nos enseña a
volvernos de nuevo a él, a hallar en él la gracia que da para orar como
debemos. La humillación de nuestro fracaso pasado puede transformarse en
nuestra mayor bendición. Roguémosle a Dios que él visite nuestra alma y
nos haga aptos para aquella obra de intercesión que es la mayor necesidad
de la iglesia y del mundo. Sólo mediante la intercesión puede descender
del cielo el poder que capacitará a la iglesia para conquistar al mundo.
Avivemos el don dormido que no hemos puesto en uso. Tratemos de reunir,
enseñar y agrupar a todos los que podamos para que le recordemos a Dios
sus promesas. No le demos a él descanso hasta que haga que su iglesia sea
un gozo en la tierra Nada sino la oración puede hacer frente al intenso
espíritu de mundanalidad de que se oyen quejas por todas partes.

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