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“¿Cómo se vivía en tiempos de Jesús?”

"Desterrada la justicia, ¿qué son los reinos sino grandes bandas de ladrones? Y las
mismas bandas de ladrones, ¿qué son sino pequeños reinos?"

Todo el período inmediato anterior, el que le tocó vivir físicamente a Jesús – podríamos
decir herodiano-romano – así como los siguientes cuarenta años de su muerte, hasta la
destrucción de Jerusalén, se caracterizaron por la continua situación conflictiva: social,
política, económica y religiosa.
No es fruto de la casualidad de que ésta explotara en reiteradas ocasiones como protestas
masivas, en general pacíficas, a la vez que ocurrían acontecimientos violentos de tipo
militar, crecientemente asociados a las anteriores.
Pero en general, el conflicto primordial se apoya en el campo de la identidad religiosa.
En rigor, tal situación va a concluir con la gran rebelión que facilita la destrucción del
Templo, primero, y tres años después, el suicidio colectivo en Masada.
Todo ello dio origen a diversos movimientos de resistencia.
A los mismos a efectos de la brevedad, los hemos clasificado de la siguiente manera
(empiece UD. A identificar con la realidad actual):
a) Movimientos carismáticos con fuerte pretensión mesiánica al reino, asociados
crecientemente con grupos de resistencia armada. Los primeros toman la forma bandoleril;
los segundos formas socio revolucionarias; hasta que finalmente terminarán fundiéndose en
los prolegómenos de la gran rebelión.
b) Los grupos insurrectos antirromanos propiamente dichos.
c) Movimientos carismático-proféticos.

a) Movimientos carismáticos con fuerte pretensión mesiánica al reino


De entre los primeros, nos detendremos en profundidad con lo que los romanos
denominaban “el bandolerismo social”, que designa a los ”fuera de la ley” en las zonas
rurales, forma ésta de reaccionar contra la desestabilización tradicional y social, la opresión
y la explotación representadas por las elevadas cargas impositivas; así como contra la
carestía y crisis similares.
Para nada tendremos en cuenta a los bandoleros a secas. Diríamos hoy, a los delincuentes
comunes.
El bandolero social permanece, a su modo, ligado a la sociedad a la que pertenece: la rural.
A menudo es considerado por el pueblo como un héroe, salvador, vengador, luchador por la
justicia; probablemente se le considera también como un guía por el camino de la liberación;
en todo caso, como un hombre que ha de ser admirado, ayudado, apoyado.
El bandolero social aparece sólo antes de que los pobres hayan plasmado propósitos
políticos definidos, y puesto a punto métodos más eficaces de agitación social.
Son un espejo de las condiciones reales de vida en un mundo dominado por el poder
hegemónico y personal.
También en el bandolerismo social ocurre los mismo: los jefes de los bandoleros se
basan, sobre todo, en un tipo de poder personal, fundado especialmente en el
carisma, en el modo de presentarse, en la fuerza manifiesta y en los vínculos que se
establecen entre persona y persona (seguimiento, amistad, relaciones de clientela).
El semillero clásico del bandolero social fueron los pastores, mendigos, agricultores
reducidos a la miseria por la expropiación usurera; soldados descartados y desertores.
La protección del bandolerismo social no sólo ocurría en el ambiente rural simpatizante,
sino que también recibía complicidades entre los ricos y el funcionariado local.
No es casual, entonces, que en el bandolerismo social existiera la tendencia a constituir un
contra reino (un poder preestatal), que es lo que dispara la persecución, la lucha sin
cuartel y el castigo ejemplar.

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Flavio Josefo relata todo esto con minuciosidad y por él extraemos la conclusión que de
esta dialéctica emergió la consumación de la dominación romana (tal vez por ello
encontramos a representantes del bandolerismo social siempre enfrentados a Cristo). Este
autor también menciona la coalición entre los partidarios de los grupos carismáticos y
carismático-mesiánicos con los bandoleros, indicando con esto un salto cualitativo de la
resistencia hasta hacerse nacional.
En el año 6 d.C. este movimiento, con la fundación del cuarto partido, comienza a pasar,
gradualmente, del bandolerismo social a la resistencia con una ideología político-religiosa.
Esto seguirá hasta la gran rebelión.
Podríamos decir: del bandolerismo social, a las bandas socio revolucionarias. De las cuevas
e inaccesibilidades montañosas, a todo el territorio: rural, urbano y desértico.
Y debemos agregar, como cuestión significativa, laaparición de la pretensión mesiánica al
reino.
Una especie de actualización de la conducción carismático-mesiánica del ejército, que
habián practicado Saúl y David, en la persecusión del ejercicio de la soberanía religioso-
política.
Todo ello sin abandonar el saqueo de los palacios reales y villas de los ricos. Pero también,
como siempre, no a cualquiera, sino a determinados y señalados.
Todo esto cobra importancia para comprender las alianzas, fusiones y rupturas con los
grupos insurrectos que veremos en el ítem siguiente. Son funcionales, así, lo sepan o no,
los intereses y dictados fariseos.

b) Grupos insurrectos antirromanos


Hemos ido intercalando algunas de sus características en la descripción del bandolerismo
social.
Brevemente daremos, ahora, las esenciales de los dos más caracterizados de éstos grupos.
En otro marco, habrá que agregar, sin agotar tampoco la totalidad, a los de Galilea y de
Judea; así como los idumeos.
No los incluimos ahora, en honor a la brevedad, y porque, a los fines de este análisis,
importa señalar que para la última etapa que desemboca en la gran rebelión, ya fueron
subsumidos por los que nos ocupan.
Pues entonces, en lo que nos hemos propuesto, esto es, ver las cuestiones político
religiosas más significativas que conforman el escenario histórico del Maestro, nos
detendremos en sicarios y celotas.
Los primeros eran esencialmente urbanos, y su resistencia práctica consistía en asesinar en
pleno día y centro de la ciudad, acuchillando (mediante la sica): nunca a romanos, sino a
compatriotas de la aristocracia del alto clero, otros poderosos y ricos laicos.
Muchas veces también recurrían a los incendios, saqueos y secuestros con rescate.
Pregonaban la lucha hasta el martirio.
Hoy diríamos: partidarios de una especie de guerrilla urbana o de comando terrorista
urbano, que escogía como objeto de sus acciones a representantes simbólicos de los
estadíos dominantes dispuestos a someterse al poder romano.
Flavio Josefo mancomuna a los jefes sicarios con Judas el Galileo, co-fundador del cuarto
partido de los judíos y jefe de la rebelión contra el censo de Judea en el año en que nació
Jesucristo.
No resulta claro hasta ahora, si existía con los celotas una combinación permanente como
grupos autónomos, sino hasta lo inmediato anterior a la gran rebelión.
Sí en cambio, su común orígen mayoritariamente fariseo y escasamente saduceo,
constatable no sólo por la pertenencia y ubicación social de sus miembros, sino también
y especialmente en el plano de la legitimación religioso-política: sus metas, objetivos y
“discurso”.
Así verificamos la asimilación por parte de los sicarios del lema celota del único señorío de
Dios y el objetivo de la libertad de Israel. Mientras que los zelotes asimilan de los sicarios
su conducta de combatir hasta el martirio.
Más aún: tal identificación también la verificamos, puntualmente, en la entrada triunfal en

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Jerusalen del fundador sicario Menahem, hijo de Judas el Galileo, quien había sido co-
fundador del cuarto partido zelote, además de Doctor (según anoticia F. Josefo).
Menahem entrará a Jerusalen como pretendienete al reino (mesiánico) “como un rey”,
“yendo a orar con gran pompa, adornado con las vestiduras reales y teniendo a sus
seguidores más fanáticos (todos celotas), como guaradias de corp.
En cuanto a los celotas o zelotes siempre en plural por cuanto designa al cuarto partido,
recogen tradiciones veterotestamentarias y también del movimiento de liberación macabeo.
La conducción de los celotas y muchos de sus miembros, eran sacerdotes, pero no
pertenecientes a la aristocracia sacerdotal. A éstos, siempre saduceos, les sustraerán en
su momento, la facción antirromana, mucho más moderada de todos modos, que los
zelotes.
Conviene recordar que éstos se concentrarán y atrincherarán en el Templo, luego de
tomarlo militarmente, y procederán a elegir por sorteo, tanto a sacerdotes cuanto al mismo
sumo sacerdote.
Sin embargo en el templo seguirán “trabajando” los cambistas y comerciantes: se habían
apropiado del Sumo Sacerdote y buena parte del Sanedrín y Concejo, pero mantuvieron
intacta la “cueva de ladrones”, como les dice Jesús cuando los expulsa.
Fueron antirromanos, pero también provocaron baños de sangre contra la nobleza laica y
sacerdotal. Cosa que no dudaron de hacer aún entre ellos mismos (una especie de guerra
continua de todos contra todos vale todo)
Desde el punto estrictamente religioso se atribuyen la auténtica tradición (por ellos la
reforma del Templo dos veces): oponiéndose primero a los sacrificios paganos, y más tarde
con la designación sumosacerdotal antes mencionada, pues se autoañaden la legitimidad
por la estirpe sumosacerdotal.
Para terminar de comprender, entonces, es necesario agregar que también, en el “ideario”
de reinstituir el auténtico sumosacerdotalismo, se aseguraron el nivel de los escribas,
entre los doctores e incluso, maestros.
Es incansable la disputa para desalojar a los saduceos y ocupar su lugar (cual burguesía
con la realeza europea del Renacimiento y la Ilustración).
Desplegaron también su avance hacia todas las esferas laicas (administración), en especial
las que tenían que ver con la economía, las finanzas y los impuestos.
Las disputas con los saduceos permecerán incluso en las etapas de pseuso convivencia
(para eso tenían a los sicarios) y de arreglo con los romanos, mientras combatían
nacionalmente como celotas.
¿Se entiende la estructura, dinámica y lógica farisaica?
¿Se comprende ahora la intimidad con los bandoleros sociales que describíamos al
comienzo?
Éste era el escenario político, bajo dominación romana, en el que se manifiesta
Jesucristo. Así era el régimen en la plenitud de los tiempos.
Por eso será liberado Barrabás, y Cristo crucificado “entre ladrones”, como si Él lo fuera.
Pero el pueblo elegido había sido preparado y formado en su misión. Comenzaba su
hora ¡Escucha, Israel!

c) Movimientos carismático-proféticos
Cabe entonces la pregunta ¿Habían cumplido los reyes y los sacerdotes con esa misión?
Los profetas, los únicos que habían comprendido a cabalidad, responden con voz unánime
¡NO!
Israel agonizaba bajo la opresión de Roma y de sus aliados internos locales.
Agonizaba por la hegemonía impuesta por aquellos que habían adquirido otros dioses,
muchos ídolos, rechazando al Dios de sus Padres.
Agonizaba, también con aquellos fariseos, que soñaban con una restauración por la fuerza
o el arreglo, de la realiza temporal y material davídica o macabea.
Para estos movimientos se trataba, fundamentalmente, de predicar la conversión para el
reino de los cielos ya cercano, a todos; especialmente los simples.
Transformar la humanidad desde el fondo y por la base regenerando las almas y reuniendo

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las personas unas con otras en un mismo haz comunitario y solidario.
Debían desgarrar el velo del templo para dejar al descubierto el vacío del santuario.
Superar, en paz, tanto a Herodes como a César. Desde el desierto hacia toda la Palestina y
más allá, todas las naciones.
Es la hora ¡Levántate y anda!
¡Despliega el verbo viviente que por la fe mueve montañas!
¡Desenvuelve ese verbo viviente, fuerza sin músculos, que derriba las fortalezas!
Es la hora ¡Levántate y anda!
Son Juan el Bautista y Jesús el Nazareno que caminan con sus movimientos, distintos entre
sí, pero ambos, transformando la masa en pueblo.

Grupo buenavoluntad, agosto de 2005

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