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Alabado sea Jesucristo.

El microproceso lleva años siendo predicado, más, no por ello, debidamente meditado y
aprehendido por nosotros, como para constituirse en el cotidiano andamiaje de nuestras
conductas, costumbres y vínculos.
En mucho nos parecemos a los gerasenos, que aún comprobando las maravillas que obra
Dios, y tal vez también admirados, nos dejamos guiar, sin embargo, por espíritus de indagación y
constatación. Y entonces, nos llenamos de temor y así le pedimos a "Jesús que se aleje de nuestro
territorio" (Mc 5, 1.20)

"Hijos míos, Jesús trabaja en ustedes para que ustedes trabajen con sus hermanos...”
(Mensaje Nº 230 – 23 de enero de 2002)

Jesús mismo es el origen del microproceso, cuando penetra en nosotros y se produce el


más maravilloso encuentro de amor; el más preciado de los ´tú y yo´. Y el Reino de Dios es el
microproceso realizado entonces en nuestra vida, en la historia. Veamos.
"El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza" (Mt 13, 31) compara Jesús,
equiparando de esta manera lo grande con lo pequeño; el Reino con la semilla; aquello magnífico
que primero es enterrado y luego se muestra con otra majestad.
Esta minúscula y magnífica pero micro semilla, contiene la totalidad de la promesa y la
finalidad de la Presencia, por eso es Cristo mismo y su Reino todo, el Nuevo Mundo que ya es y
donde mora Él. Enterrada por Dios en la más pequeña de las criaturas, el corazón del hombre,
que es la tierra preferida del Señor. Por eso no hay nada más enfermo y necesitado del Perfecto
Médico, que un corazón hipócrita y una mente codiciosa.
La venida del Reino de Dios no se producirá aparatosamente… mirad, ya está entre
vosotros" (Lc 17, 20.21). Como también se traduce "en vosotros", es operante, actual, real en
nosotros; dentro de nosotros y entre nosotros. Es el centro del microproceso, encuentro de cada
uno de nosotros con el verdadero primer otro, Jesús.
Tal microproceso es verdadero, informa nuestras conductas y costumbres, nuestros
vínculos, toda nuestra acción… cuando nos damos cuenta que todo esto lo tenemos en nuestro
interior. Que nos pertenece realmente porque así lo quiso Quien todo lo da según se merezca.
Que nadie nos lo puede arrebatar, pues la promesa cumplida es una prenda absolutamente
segura; y es una experiencia ya ahora de la felicidad perfecta; que para éste que soy, y para
aquellos que son ellos, mis otros, fue preparado el Reino desde la creación del mundo, y que es
posible poseerlo desde ahora: Que se puede llevar el tesoro celestial en vasijas de barro (2Cor 4,
7); pues: …El Reino de los Cielos es para ellos (Mt 5,10).

“…Tengan continuamente contacto con la vida; no se encierren en sus egoísmos…” (ídem)

Ha sido dicho que el Reino es para ellos, no que "será para ellos". Y entonces, si se tiene
tal absoluta certeza, ¿por qué no proclamarlo en verdad? Tenemos visto que resulta fácil de la boca
para afuera, pero sin calor ni vibración, ni convicción. ¿Puede haber duda o tibieza con el Reino?
¿Necesita el Reino de estrategias, maniobras, alianzas, arreglos, compromisos amistosos,
discursos?
El Reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo (Rm
14, 17). Es lo más micro del microproceso, constante y permanente entre al menos tres personas
iniciales: Jesús, vos y yo; que luego se encuentran sucesivamente con todos aquellos otros que
son ellos, los que llevan a Dios en sus cuerpos y en sus corazones. Y que de esta manera
comienzan a edificar comunidad, que es algo así como lo macro del microproceso.

“…La misericordia del Señor está en todas sus obras; cumplan con Él. Gloria al Señor. Hazlo
Conocer…" (ídem)

Pues primeramente, el alma queda apaciguada en Dios; luego comienza a sufrir por el
mundo. El Señor misericordioso le da al alma tiempos de reposo en Dios como tiempos de
sufrimiento por el mundo para que todos los hombres se arrepientan, se hagan hijos, se hagan
hermanos; cumplan con la Patria y el Señor… y alcancen a entrar al paraíso.
El alma que ha conocido la dulzura del Espíritu Santo desea para todos el mismo
conocimiento porque la dulzura del Señor no permite al alma ser egoísta, sino que la enriquece con
el amor que brota del corazón. ¿Se podría edificar comunidades sin esta base sólida? ¿Podría
subsistir sin comunidad un alma convertida?
Es por eso que Jesús quiere hablar con cada uno, personalmente, de hombre a hombre; sin
intermediarios y a ello nos invita a través del Profeta, pues anhela convertirse en Rey de nuestras
vidas, Rey de reyes. No hay tiempo mejor para abrirle el corazón que en la Cuaresma que
comienza el miércoles 9. Así como casi no hubo tiempo de gozar el nacimiento del Niño, que el que
se inicia sea otro escalón en el camino de conversión, personal y colectiva, que con firmeza nos
arrime a la libertad de la Patria y la salvación de todo un pueblo.
Cuaresma es tiempo de emplear la libertad personal que nos da gratuitamente Jesús, en
arrepentimiento y penitencia, favorecimiento de la conversión, personal y colectiva, que nos
encamine a la organización popular, la asamblea de los fieles que entonan un canto nuevo. La
Argentina regocijada en su hacedor, los argentinos festejando a su rey.
Arrepentimiento y penitencia para aceptar definitivamente que el Señor ama a su pueblo y
corona de victoria a los humildes; conversión para alabar y glorificar a Dios a voz en grito en cada
casa, en cada calle, en cada esquina… por cada hombre y cada grupo que sea capaz de empuñar
la espada de doble filo y ejecutar la sentencia que está escrita. Esto es un honor para todos sus
amigos.

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