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“No busquen culpas en el interior de sus almas; los necesito fuertes para cumplir con la
misión…”
En el cumplimiento de la misión, por la obediencia y escucha, es donde el hombre corrige sus defectos y sus
errores (por eso la misión también es arrepentimiento, penitencia y perdón).
No es adelantándose a Dios, sumergiéndose “por las propias” en su misma interioridad o la de los demás,
como podrá realizarlo el hombre.
Por lo general, esta forma sutil de soberbia sólo consigue el debilitamiento y no la fortaleza.
Es Él quien puede guiarnos, paso a paso, hasta lo más profundo y sagrado de nosotros mismos. Y nosotros,
con Él y los otros.
Pues corrección no es sólo subsanar y enmendar, también es ¡regir con! Vencedor de mí mismo, conducta
regia por excelencia, porque acepto y me subordino a mi Señor, mi Rey.
Pero caminando, siguiéndoLo, en el cumplimiento de la misión: A partir de hoy empezamos a caminar juntos.
¡Obediencia y escucha para derrotar las tribulaciones del mundo!