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¡La III Internacional condenada!

(09 10 2008) -

Marzo de 1940

Leslie Goonewardene

“Por el fracaso de la III Internacional al no dejarse guiar por las necesidades de la clase obrera revolucionaria
internacional, el Lanka Sama Samaja Party, mientras reafirma totalmente su apoyo a la Unión Soviética y su solidaridad
con ella por ser el primer estado obrero, declara que ya no tiene confianza en la III Internacional”.Esta resolución
ha sido adoptada recientemente por el Comité Ejecutivo del Lanka Sama Samaja Party por 29 votos contra 5. Como las
razones de la adopción de esta resolución tienen un interés vital para todos los revolucionarios conscientes, merecen ser
recapituladas.

Los partidos comunistas apoyan la guerra

La guerra imperialista actual ha comenzado el 3 de septiembre de 1939. El Lanka Sama Samaja Party ha reconocido
desde el principio que se trataba de una guerra imperialista y ha explicado su significado abiertamente en su prensa.
¿Qué ha ocurrido en Inglaterra? Como podía esperarse, el Labour Party reformista, desempeñando su papel habitual
de leal servidor del imperialismo, ha apoyado la guerra. Pero teníamos derecho a esperar que al menos el Partido
Comunista, que pretende seguir la vía revolucionaria del leninismo, se opondría a la guerra y daría a la clase obrera
británica una valiente dirección revolucionaria. Pero el Partido Comunista de ese país ha apoyado la guerra sin vergüenza,
declarando que no se trataba de una guerra imperialista, sino de una guerra contra el fascismo. El dirigente de este
partido, Harry Pollitt, incluso publicó un folleto titulado “Cómo ganar la guerra”. Durante un mes y cuatro días,
el Partido Comunista británico siguió esta política vergonzosa. Es verdad que enseguida cambió su política y se opuso a la
guerra. Pero la cuestión permanece y espera respuesta: cómo apoyaron la guerra durante un mes.

Del mismo modo, el Partido Comunista francés también ha apoyado la guerra casi durante el mismo tiempo.
Nuevamente, ¿cómo explicarlo?

Los PC francés y británico son secciones de la III Internacional fundados bajo la dirección de Lenin porque la vieja II
Internacional había traicionado a la clase obrera en 1914–1918. Además, luego de la Revolución Rusa, por esta
misma razón, y por consejo de Lenin, el partido bolchevique cambió su nombre de “socialista” a
“comunista”. Ya que todos los partidos europeos fuera de Rusia que se presentaban con el nombre de
“socialistas” habían apoyado la guerra, Lenin pensó que la palabra “socialista” había sido, en
consecuencia, ensuciada. Por esto, los partidos comunistas de hoy se llamaron “comunistas”. Pero dos
importantes partidos que llevan ese nombre han apoyado la guerra y han deshonrado el nombre que tienen.

¿Cómo explicarlo? Todo el mundo comete errores. Pero para un error tan serio como este, seguramente tiene que existir
una causa profunda. Una colosal estupidez de esta naturaleza no puede resultar de una simple desviación temporal. Los
partidos comunistas de estos países deben haber seguido, necesariamente durante no poco tiempo una política errónea,
para haber podido cometer una violación tan flagrante de los principios revolucionarios internacionales.
Si queremos explicar este enigma inexplicable de los PC que apoyaron la guerra, tenemos que remontarnos hacia
atrás en los acontecimientos internacionales.

Hitler amenaza a la Unión Soviética

En 1933, Hitler llegó al poder en Alemania. Conforme a sus primeras declaraciones, amenazaba con atacar a la Unión
Soviética. El gobierno soviético replicó con el pacto franco-soviético de 1935. Según este pacto, las dos partes se
prometían ayuda mutua en caso de agresión alemana. Está demás decir que el gobierno de derecha en Francia concluyó
este pacto en esta época, no por amor a la Unión Soviética, sino por temor a la invasión alemana.

El resultado de este pacto fue que toda acción antisoviética que Hitler podía pensar estaba condenada al fracaso por el
momento. Pero Hitler no puso término a las amenazas contra la Unión Soviética; comenzó a conspirar con Italia y Japón
para arrastrarlos contra la Unión Soviética. En 1936, se conformó el eje Roma-Berlín y, poco después, el pacto anti
Comintern, Alemania, Japón e Italia, quedó sellado.

Por otro lado, la Unión Soviética comenzó a sentir que el pacto franco-soviético no constituía una garantía suficiente para
su propia seguridad. Es verdad que Francia, aterrada por el ascenso de Hitler al poder, firmó un acuerdo con la Unión
Soviética, pero estaba claro que Francia no quería ser arrastrada a una guerra sin el apoyo militar de Gran Bretaña. La
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burguesía conservadora británica, por su parte, quería desviar a Alemania hacia el Este, y seguía una política consistente
en separar a Francia de su aliado soviético. Rusia corría peligro de quedar aislada. Entonces, el gobierno soviético
consagró todos sus esfuerzos en asegurar un pacto entre Inglaterra, Francia y la Unión Soviética contra Alemania. El
acuerdo de Munich de septiembre de 1938 marcó el punto culminante de la tentativa británica de aislar a Rusia e hizo
redoblar los esfuerzos de la URSS para asegurar un pacto anglo-franco-ruso.

Algunos podrían decir que la Unión Soviética, siendo un estado obrero, no debería comprometer su posición aliándose a
los países capitalistas. Esto es falso. La Unión Soviética, que está rodeada de enemigos capitalistas, tiene derecho a
defenderse y protegerse formando tales alianzas, explotando así las divisiones y los conflictos en el mundo capitalista.
En consecuencia, no hay que condenar a la URSS por sus intentos de aliarse a Inglaterra y Francia.

Pero lo que es incorrecto, es que la política de la III Internacional se suborde a la política exterior de la Unión Soviética.

El cambio de política de la Internacional Comunista.

Después de la llegada de Hitler al poder, el VII Congreso de la III Internacional se reunió en agosto de 1935, luego de un
intervalo de siete años. En este congreso, se implementó la táctica del Frente Popular. El objetivo era combatir el
fascismo, no por el frente unido de la clase obrera, sino por un frente pluriclasista o frente popular, que comprendía a
sectores capitalistas que se oponían al fascismo. El resultado de esta política ha sido la derivación y el debilitamiento de la
lucha de clases del proletariado, pero este no fue el único efecto de la desastrosa política del Frente Popular seguida
por los partidos comunistas.

En 1937, la idea del Frente Popular fue extendida al plano internacional. Los PC le han dicho a los trabajadores de
Inglaterra y Francia que sus enemigos eran no solamente los fascistas de su propio país, sino también Hitler. Llamaron a
sus gobiernos a concluir un tratado con la Unión Soviética contra Hitler. En 1938 y 1939, el centro de la agitación de los
PC de Inglaterra y Francia era la reivindicación de una alianza anglo-franco-soviética contra Hitler.

En marzo de 1939, no por el resultado de esta agitación, sino por sus propios objetivos imperialistas, Gran Bretaña
comenzó a negociar una alianza con la URSS. El entusiasmo de los frentepopulistas no conoció límites. A la espera de la
alianza de “paz” entre ingleses, franceses y soviéticos, el PC británico comenzó abiertamente a ayudar a
Gran Bretaña en guerra. Lo mismo ocurrió con el PCF.

¿Si se hubiera materializado el pacto anglo-franco-soviético?

¿Aquí eran fieles a los principios del socialismo internacional? Supongamos por un momento que la guerra actual era
una guerra con Francia, Inglaterra y la Unión Soviética, por un lado, y Alemania por otro. ¿Cuál sería el deber de los
obreros británicos o de un pueblo colonial como el nuestro? ¿El de apoyar la guerra porque Rusia estaba del lado de
Gran Bretaña o el de oponerse a ella para hacer la revolución?

Es cierto que oponerse a una guerra semejante y hacer una revolución en Gran Bretaña podría aparecer como una
desventaja militar para la Unión Soviética. Pero si esto sucediera, sólo sería temporal. Porque un gobierno obrero en Gran
Bretaña sería el mejor aliado posible de la Unión Soviética. La mejor vía por la que la clase obrera británica podría
contribuir a la defensa de la Unión Soviética sería la de hacer su revolución y la de establecer un gobierno obrero.

Por otra parte, los imperialistas, en una guerra como esa, no podrían ayudar a la Unión Soviética sino trabajar en sus
propios objetivos imperialistas. Apoyar la guerra sería, entonces, traicionar a la clase obrera británica. Pero, bajo las
instrucciones de la III Internacional, precisamente esta es la traición que los PC de Inglaterra y Francia preparaban.
Esperando encontrarse del mismo lado que Francia e Inglaterra en la guerra que venía, el gobierno soviético, mediante
la III Internacional, dispuso que los PC de Inglaterra y Francia apoyaran la guerra. El PC francés incluso ha apoyado la
conscripción[1]. Su dirigente, Thorez, se alistó en el ejército imperialista francés con la plena aprobación de la prensa del
PCF[2].

Se podría decir que ni la III Internacional ni los PC de Gran Bretaña y Francia planificaron tal traición. Pero que haya
habido semejante preparación para la traición está probado por el voto del PCF a favor de la conscripción y el apoyo de la
guerra durante varias semanas, y el del PCGB durante más de un mes.

Cómo la III Internacional ha hecho extraviar a los partidos comunistas.

Los partidos comunistas, depositando su confianza en la III Internacional y su líder Stalin, se prepararon para una guerra
de Gran Bretaña, Francia y la URSS contra Hitler. Pero, sin la más mínima advertencia a aquellos que lo apoyaban,
Stalin pegó un giro completo el 20 de agosto de 1939[3]. Firmó un pacto de no agresión con Alemania.

El 3 de septiembre comenzó la guerra contra Hitler, pero sin la Unión Soviética. Los PC de Inglaterra y Francia,
abrumados por el pacto germano-soviético, como un relámpago en el cielo, continuaron aplicando lealmente las
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antiguas instrucciones. ¡Esta es la razón por la que los PC de Inglaterra y Francia siguieron durante cierto tiempo
apoyando la guerra!

Pero, pareciera que recibieron a tiempo nuevas instrucciones de la Internacional Comunista quien, al no encontrar útil
que los PC de Inglaterra y Francia apoyasen la guerra, les envió nuevas instrucciones para que se opongan a ella. Por
eso, de golpe, estos partidos se opusieron. ¡El Partido Comunista de Inglaterra que, durante un mes, había proclamado a
los cuatro vientos que se trataba de una guerra contra el fascismo, descubrió de repente que se trataba de una guerra
imperialista! Por fuera de las directivas de la III Internacional, los PC de Francia e Inglaterra no tenían razones para
cambiar su punto de vista sobre la guerra. Se ve así que, en el mismo año, apoyaron y luego combatieron la misma
guerra, por un único y mismo motivo – seguir servilmente a la III Internacional.

Los efectos desastrosos de esta política.

Una política de esta naturaleza no puede más que ser suicida para el movimiento obrero internacional. La confusión y la
desconfianza que resultan de ello cuando un partido comunista le pide un día a los obreros el apoyo a la guerra y al día
siguiente, le pide combatirla puede imaginarse fácilmente. Pero un resultado aún más desastroso ha sido que esta
política ha desacreditado a los partidos comunistas. Durante los dos últimos años el PC había atacado a Nevile
Chamberlain[4]. ¿Por qué? Porque este se negaba a firmar un pacto con la Unión Soviética y contra Alemania. Se
acusaba a Chamberlain de haber ayudado en secreto a Hitler a apoderarse de Austria y de Checoslovaquia. Se exigía
que Chamberlain se uniese a los gobiernos de Francia y de Rusia para poner un punto final a las rapaces conquistas de
Hitler.

¿Y que ven hoy los obreros británicos? Chamberlain entró en guerra contra Hitler, ¡pero sin la ayuda soviética! El
imperialismo británico tiene que reconocerle en los hechos al PC británico haber hecho su propaganda de guerra
mucho más eficazmente que lo que él mismo podría hacerlo. El PC británico, como el PC francés, con su desastrosa
política, ayudaron a los imperialistas a engañar a los obreros y a arrastrarlos hacia la guerra.

Subordinación del movimiento revolucionario a la política exterior soviética.

La razón de estas políticas igualmente falsas de los partidos comunistas británico y francés se deriva del hecho que son
miembros de la III Internacional. La III Internacional es la organización central de los partidos comunistas del mundo.
En consecuencia, los diferentes PC del mundo son secciones de la III Internacional, cuyo cuartel general está en
Moscú; la III Internacional ayuda económicamente a sus diferentes secciones y, como el PC ruso es el más grande y el
más influyente de todos los otros partidos comunistas del mundo reunidos, se ve fácilmente como el partido ruso tiene
un papel preponderante en la Internacional.

La política de la III Internacional está determinada por el Partido Comunista de la Unión Soviética. Debería quedar claro
ahora hasta qué punto la política de la Internacional Comunista está subordinada a la política exterior de la Unión
Soviética.

Por esto, cuando la Unión Soviética esperaba obtener una alianza con Inglaterra y Francia, se prescribía a los PC de
esos países hacer propaganda a su favor.

Por consiguiente, cuando la política exterior rusa cambió y el pacto germano-ruso fue firmado, estos mismos partidos se
vieron asignada la misión de oponerse a la guerra. Así se puede ver que la política de la Internacional y de los partidos
comunistas afiliados a ella está determinada y modificada, no por las necesidades de los movimientos revolucionarios
en esos países, sino conforme a las reivindicaciones inmediatas de la política exterior soviética.

Esto es peligroso. Si los obreros deben vencer en alguna parte, el movimiento revolucionario proletario de un país en
especial debería estar dirigido hacia la victoria de la revolución en ese país. Sin embargo, nos vemos forzados a concluir
que la dirección del movimiento proletario internacional por la Internacional Comunista es un peligro para la causa de la
Revolución y del Socialismo mundial.

La Revolución mundial, lejos de ser una dificultad para la Unión Soviética, es un paso hacia la victoria definitiva del
socialismo en la misma Unión Soviética. Esta meta será alcanzada cuando la URSS se rodee, no de países capitalistas
hostiles, sino de gobiernos obreros amigos. El mayor servicio que los obreros de todos los países pueden rendir en el
interés, no solo de la revolución mundial sino de la defensa de la URSS, es hacer su propia revolución y establecer una
dictadura del proletariado. Por esto las revoluciones obreras que se producen en los países capitalistas del mundo deben
constituir necesariamente una ayuda considerable para la causa del Socialismo en la Unión Soviética.

Si esto es así, ¿los dirigentes de la Unión Soviética y de la Internacional Comunista no deberían, al menos por interés
propio, guiarse por los principios de la revolución internacional? ¿Por qué Stalin y sus partidarios deben dejarse guiar por
la política de corto alcance de los éxitos temporarios de la política exterior de la URSS, traicionando así al movimiento
revolucionario internacional? En esto, también existe una razón.

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¿Por qué se ha perdido la fe en la revolución mundial?

En 1917, los obreros de Rusia hicieron la revolución socialista después de haber sufrido calamidades inusitadas durante
la guerra. En esta época, Lenin y todos los dirigentes bolcheviques esperaban la revolución en otros países,
particularmente en Alemania. No esperaban a que la revolución rusa triunfara sin una revolución proletaria en otro país.
Lenin pensaba, en esta época, que el deber de la clase obrera rusa era más bien el de mantenerse en el poder,
esperando que el proletariado occidental venga a socorrerla.

Esta fue la política llevada adelante. Hasta 1921, el Ejército Rojo tuvo que combatir contra los ejércitos intervencionistas
del mundo capitalista. Depositando sus esperanzas en la causa de la revolución internacional, la clase obrera rusa se batió
con encarnizamiento, a pesar de las enormes dificultades y de la hambruna generalizada de 1921. De hecho, sin la
solidaridad de la clase obrera internacional, el joven estado obrero seguramente hubiera perecido. La clase obrera
británica amenazó con una huelga general, hubo amotinamientos en la Flota francesa y los gobiernos capitalistas
aflojaron uno tras otro en su guerra de intervención contra la Unión Soviética.

Pero los éxitos largamente esperados no se dieron en esos países. Ahora, la enorme tarea de construir el Socialismo en
Rusia les atañía a los obreros rusos, menos de una décima parte del total de la población adulta de Rusia. A pesar de
las terribles circunstancias, la clase obrera rusa había trabajado valientemente para cumplir esta enorme tarea. Pero ya
no creía tanto en la revolución internacional, sin duda, por lo menos por un tiempo. Si se considera todo lo que ocurrió, esto
no es sorprendente.

Hoy, la clase obrera rusa tiene dirigentes que reflejan en forma caricaturesca la actitud de las masas. El cansancio de
las masas rusas después de años de lucha hizo que una parte de la dirección del partido bolchevique, con Stalin a la
cabeza, haya podido mantenerse en el poder.

Esta nueva dirección ya no cree en la revolución internacional y levanta la consigna no marxista de “socialismo en
un solo país”, haciendo de este modo de la defensa militar de la URSS su último recurso, por lo que está lista
para subordinar y sacrificar a todo el resto. Así, los dirigentes como Stalin, que no cree en la revolución internacional, han
llegado a ser la dirección de la Unión Soviética.
Pero el peligro de esta situación reside en que la dirección del movimiento comunista internacional esté en manos de un
grupo que no cree en la revolución.

¿Por qué hay que plantear la cuestión sin demora?

Solo queda por explicar por qué es tan importante que esta cuestión sea esclarecida sin demora. Algunos podrán
pensar que, en pos de la unidad, no habría que plantear esta cuestión ahora.

En este sentido, es interesante destacar lo que escribía Engels en una carta a Bebel fechada el 20 de junio de 1873
sobre este tema:

“Uno no debe permitir dejarse confundir por el grito de ‘unidad’. Los que a menudo tienen esta
palabra en sus labios son los que provocan la mayor discordia, exactamente como hoy los bakuninistas del Jura en
Suiza, que han provocado todas las escisiones, solo claman en voz alta por la unidad. Estos fanáticos de la unidad
son, o bien gente estrecha de espíritu que quiere revolver todo con mezclas oscuras y, en el momento en que todo se
calma, levanta las diferencias más vigorosamente aún, porque es necesario que todo esté en la misma olla –
en Alemania tenemos un buen ejemplo con esta gente que pregona la reconciliación entre obreros y pequeño –
burgueses, o incluso aquellos que, inconscientemente o no, (como Mulberger, por ejemplo) buscan alterar el
movimiento. Por esta razón, los peores sectarios, los peores querellantes y los peores bribones gritan a veces muy fuerte
a favor de la unidad. Nada en nuestra vida nos ha costado tantos enojos y tantas disputas como los chillones de la
unidad”[5].

Lenin jamás vaciló en discutir y en clarificar completamente las cuestiones, incluso por poco importantes que pudieran
parecer. Criticaba sin piedad todas las desviaciones de la vía revolucionaria. Porque jamás minimizaba la importancia
de la teoría revolucionaria para un partido revolucionario. Tampoco dudó en tales circunstancias, correr el riesgo de
escisiones, porque se daba cuenta que, finalmente, el partido no podía más que reforzarse a través de su conflicto
interno.

Durante algún tiempo antes del estallido de la última guerra, Karl Liebknecht y sus discípulos revolucionarios estuvieron
frente al problema de la escisión del partido socialdemócrata alemán, y la formación de un partido revolucionario
independiente de él. Guiado por consideraciones de unidad, rechazó esta orientación. Esta fue una de las principales
razones por las cuales, cuando surgió a fines de la guerra la revolución alemana no tuvo dirección y, de este modo, fue
destruida.

La II Internacional traicionó a la clase obrera en la guerra de 1914-1918. Hoy la III Internacional, al subordinar el
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movimiento revolucionario internacional a la política exterior de la URSS, comete otra traición. Nuestro deber es
señalarla. Y es una tarea que hay que cumplir ya.

Porque es ahora que nos hace falta discutir todas las cuestiones importantes que van a aparecer en los críticos años
por venir. Nosotros, en Ceilán, aún tenemos la libertad legal de reunirnos y de clarificar todos estos problemas.
Mañana, puede no ser así. Entonces, es sumamente importante que todas estas cuestiones se esclarezcan hoy. Y el
papel de la III Internacional es una de las cuestiones más importantes.

[1] Por supuesto, el servicio militar que el autor llama “conscripción” a la inglesa ya existía en Francia y a lo
que se hace alusión aquí es a la movilización general. (Nota del CLT).[2] Maurice Thorez (1900 – 1964) no se
“alistó”; sólo fue movilizado con la generación de su edad y respondió a la convocatoria bajo bandera, en el
marco de la movilización general. (Nota del CLT).[3] El pacto germano – soviético fue firmado de hecho el 23 de
agosto de 1939. (Nota de RH).[4] Nevile Chamberlain (1869 – 1940), industrial y político conservador, jefe del
gobierno británico desde mayo de 1937 a mayo de 1940. (Nota del CLT).[5] K. Marx y F. Engels, Selected
Correspondence, Moscú, 1975, p. 266. Mijail Bakunin (1814 – 1876) le daba a los anarquistas el apoyo de los
relojeros del Jura. Arthur Mulberger (1847 – 1947)era un discípulo de Proudhon.

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