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Marginalidad,

exclusión y
vulnerabilidad social

Historia del
Trabajo

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Exclusión
Palabras clave de
Como hemos señalado en el concepto anterior, para el reformismo liberal,
esta lectura: las conquistas sociales generaron más daños económicos y sociales que
beneficios y uno de los sectores principalmente perjudicados es el de los
  Excluidos; excluidos. Sin cuestionar la dinámica económica, el término excluidos será
 Vulnerabilidad; el objetivo de interés del credo liberal, ubicándolos como el centro de lo
 Marginalidad; que debiera protegerse, sin reparar en la cuestión social que produce la
 Mendicidad;
exclusión.
 Vagabundeo.

Las reformas liberales que comienzan en la década del ochenta apuntan a


recortar y, en la medida de lo posible, impugnar y eliminar gran parte de
las conquistas sociales para priorizar la competitividad y la rentabilidad,
pero al mismo tiempo dirán que son esos derechos sociales los que
perjudican al excluido.

“Más que excluidos, yo propongo que se los llame perdedores o vencidos…


Perdieron la guerra económica” (Castel, 2012, p. 215).

En cierta manera, la cohesión social se encuentra cada vez más amenazada


y son los sectores que todavía están protegidos los asalariados con
estatuto vigente, por ejemplo, los que ahora se sienten amenazados.

Crece la población en el margen social. Esa zona se vuelve incierta con la


desaparición del empleo estable. Aunque las posibilidades de caer en la
precariedad son mucho más altas para un obrero descalificado que para el
ejecutivo profesional, el empleo, en comparación con décadas anteriores,
se transforma en una situación inestable.

Vulnerabilidad

Existe el temor en la población activa de caer en la indigencia, otro tanto


que sus hijos sean excluidos o que el porvenir que les espera sea en
inferioridad de condiciones a lo que ellos mismos tuvieron. Sea por lo que
sea, estas incertidumbres afectaron directamente a la posibilidad de
mantener un asalariado con una situación de empleo estable. Frente a esta
realidad social, se plantean dos posiciones: o el trabajador se adapta y se
resigna a las condiciones actuales del mercado laboral o debe mantenerse
el estatuto para su protección social. La respuesta del reformismo liberal
fue, es y será la flexibilización máxima que responda a las exigencias del
mercado.

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La cohesión social puede colapsar, como lo trata de prevenir la cita de Karl
Polany que hace Castel: “Cuando el mercado autorregulado trató de
imponerse a comienzos de la industrialización (finales del siglo XVIII), el
costo social fue considerable, como nos muestran las descripciones del
pauperismo a comienzos del siglo XIX” (Castel, 2012, p. 219).

En cambio, la izquierda se divide en dos posiciones diferentes. Ambas


marcan el daño social que produce el mercado autorregulado, pero una
parte critica los excesos por la falta de limitaciones, mientras que la otra
postura reniega de la mismísima existencia del mercado. La primera
plantea una reforma, mientras que la segunda, una revolución.

Desafíos

El desafío que presenta la situación socioeconómica actual es equilibrar la


cohesión social con el mercado y saber implementar medidas propias a la
época del capitalismo financiero, que posee necesidades y resultados muy
distintos al capitalismo industrial, sosteniendo y articulando una
convivencia entre los dos pilares de la modernidad, el trabajo y el mercado.

Uno de los conceptos que se encuentra sobre la mesa de discusión y


análisis en la actualidad es la distribución de la riqueza, pero las distintas
posturas sobre el tema son tan antiguas como lo son los Estados
nacionales. Hablar de distribución de la riqueza reaviva el concepto de
plusvalía desarrollado por Marx (Gallego, 2009), en el cual se mencionaba
que la diferencia es que antes se reparaba en el valor del trabajo y en el
volumen de rentabilidad que obtenían los poseedores del capital en
comparación con los trabajadores que producen los bienes.

Diferencias

Al desaparecer la magnitud de la producción industrial de los siglos XIX y


XX, también desaparece el proletariado obrero y, por ende, la seguridad
laboral. Como consecuencia, aparecen o se agrandan las clases medias
bajas y las clases bajas.

Marginales, desclasados y excluidos son términos y sobre todo realidades


que suelen confundirse y usarse como uno solo, como una suerte de falacia
de composición que determina en una adjetivación de un mismo sujeto.
Trataremos de marcar las diferencias, malos usos y omisiones de las
diferentes realidades que representan cada término.

Las diferentes condiciones de vida y su relación con la producción de la


riqueza en la economía de una nación señala la situación que reviste el
individuo, si está integrado o está excluido. Entre ambos estados se pueden

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encontrar además situaciones intermedias, sujetos parcialmente estables.
La marginalidad se ubica en ese espacio. Implica sujetos que se encuentran
al límite de la supervivencia: lejos de satisfacer todas sus necesidades, pero
en cierta forma integrados por momentos a las regulaciones sociales.
Dentro de un contexto histórico, la marginalidad fue mutando su función y
su destino en la sociedad. Durante la baja Edad Media, el paradigma
estamental propio de la época condenaba y estigmatizaba al desafiliado.
Sin embargo, el término marginal comienza a significarse en el siglo XX en
EE. UU. Se lo identificaba como el buscavida, el trabajador itinerante que,
en ciertos casos, cae en la criminalidad.

La mendicidad y el vagabundeo durante mucho tiempo estuvieron en el


centro de la cuestión social, siendo el medio más utilizado para la
supervivencia en los más vulnerables. Ante el aumento de la población
marginal, la cuestión era distinguir una mendicidad legítima de una ociosa.
Por ejemplo, a los inválidos de toda clase se los consideraba legítimos. Sin
embargo, la marginalidad ociosa estaba compuesta por una mayoría de
jóvenes que nunca pudieron acceder al mercado laboral estable, siendo
absolutamente aptos físicamente para el trabajo. Este último caso recibía
por parte del Estado y la población en general un fuerte rechazo y condena
sin reparar las condiciones previas que llevan a un sujeto a una vida de
desempleo.

El marginal no es el pobre. El pobre pertenece a una clase social y está


establecido en un espacio determinado. En cambio, el marginal está, por su
condición, en movimiento.

Como en épocas anteriores, la estigmatización de la marginalidad es una


de las posiciones que dificultan la reinserción social, lo que perpetúa su
condición al no poder ser reconocido como integrante de la sociedad.

El término de excluido no conduce solamente al lugar socioeconómico del


sujeto. En realidad, el excluido es el individuo que fue expulsado de una
sociedad por una autoridad movilizada por distintas razones, como han de
ser: religiosas, políticas, de salud (lepra, por ejemplo), etcétera. Es una
sanción severa que determina la exclusión de una o varias personas.

“Es por esto que no se deben confundir los conceptos, la exclusión no es la


marginación, aunque pueda conducir a ella” (Castel, 2012, p. 249).

Este proceso de descenso social comienza cuando el vulnerable deja su


espacio (territorio, pueblo, nación) para sobrevivir y continúa con una serie
de vagabundeos (migraciones) en la necesidad de un empleo. El sujeto
empieza a perder contacto con la sociedad.

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La marginalidad es el nombre que puede darse a las formas más frágiles de
la vulnerabilidad popular. No obstante, puede existir otro tipo de
marginalidad en la cumbre de la pirámide social, donde ciertas posiciones
pueden ser igualmente aleatorias y mal garantizadas (Castel, 2012).

En la industrialización del siglo XVIII y XIX, su mano de obra se vio nutrida


por una gran población de marginales y excluidos que provenían, por
ejemplo, de las zonas rurales ante la gran baja de trabajo. Esa masa de
marginales constituirá el proletariado industrial que, bajo esta realidad, fue
que se pudo implementar una de las más pésimas condiciones de trabajo
que vivió el hombre.

En conclusión, se puede señalar que la reestructuración producida por los


cambios económicos genera como consecuencia la marginación de algunos
sectores y la desestabilización de las regulaciones sociales.

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Referencias
Castel, R. (2012). Segunda Parte. Los marginales en la historia. Cap. XI En
autor, El ascenso de las incertidumbres (pp. 245-252). Buenos Aires: Fondo
de cultura económica.
Gallego, E. (2009). Historia breve del mercado de trabajo: De los orígenes a
J. M Keynes. Madrid, ES: Ecobook Editorial del Economista.

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