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Ingeniería en Logística y transporte

2° Semestre

Programa de la asignatura:
Química

Unidad 1. Química inorgánica

Clave
13141207

Universidad Abierta y a Distancia de México

Ciencias Exactas, Ingenierías y Tecnología | Logística y Transporte 1


Unidad 1. Química inorgánica

Presentación de la unidad

¡Empezamos la unidad 1 de la asignatura de Química!

Así como la asignatura de química, cada una de sus unidades está diseñada para ti que
cursas la Ingeniería en Logística y Transporte de la UnADM. Por esta razón no debemos
perder de vista la misión y visión de la UnADM en ninguna de las actividades que
desarrollarás en esta Unidad 1, entregando actividades que sean de tu autoría y en las
que expreses tu interés por la preservación del medio ambiente y promuevas tu
aprendizaje científico y tecnológico.

En esta primera unidad daremos un vistazo rápido a los principios de la química,


empezando por conocer su objeto de estudio: la materia, la cual podremos clasificar de
acuerdo al tipo de componentes en sustancias y mezclas. Conoceremos las propiedades
físicas y químicas de las sustancias, entre ellas los estados de la materia ¿sabías que el
plasma no es sólo invención de los escritores de ciencia ficción? Aquí sabrás que se
basaron en el cuarto estado de la materia estudiado desde principios del siglo XX.
Conocerás la fascinante historia de los modelos atómicos y cómo se han ido modificando
de acuerdo al avance científico en el estudio del átomo y las radiaciones que permitieron
saber que el átomo no es la partícula más pequeña de la materia, sino las partículas
subatómicas. De estas partículas subatómicas pondremos especial interés en los
electrones, de los cuales, los llamados electrones de valencia son los que forman los
enlaces químicos.

¿Sabías que el tipo de enlace (iónico, covalente o metálico) depende de las propiedades
de los elementos entre los que se forma dicho enlace? ¿Y dependiendo del tipo de enlace
son las características del compuesto químico formado? Todas estas características se
ven resumidas en el nombre que se asigna al compuesto, por lo que también se verá la
nomenclatura de los compuestos inorgánicos.
Todo este conocimiento lo podrás aprovechar para identificar los compuestos químicos y
tomar alguna decisión en su transporte o manejo, así que… ¡Empecemos!

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Competencia específica

Identifica los tipos de sustancias, para predecir su comportamiento, revisando las


reglas de nomenclatura, enlaces y revisando experimentos de química inorgánica.

Contenido nuclear

1.1. La materia
1.1.1. Clasificación de la materia
1.1.2. Propiedades fisicoquímicas
1.1.3. Métodos de separación
1.2. Modelos atómicos
1.2.1. Partículas subatómicas
1.2.2. Propiedades y características del átomo (número atómico, masa atómica e
isótopos.
1.2.3. Niveles de energía
1.2.4. Configuraciones electrónicas
1.3. Tabla periódica
1.3.1. Clasificación y propiedades de los elementos químicos
1.4. Enlace
1.4.1. Enlace iónico, covalente y metálico
1.5. Compuestos inorgánicos
1.5.1. Nomenclatura
1.5.2. Compuestos iónicos, moleculares y ácidos.

1.1 La materia

¿Te has preguntado de qué está formado nuestro Universo? El Universo tiene dos
componentes, el vacío y la materia. Las transformaciones de ésta última son el objeto de
estudio de la química.
La materia es cualquier cosa que ocupa un lugar en el espacio y que tiene masa. La
materia incluye lo que podemos ver y tocar (como el agua, la tierra y los árboles) y lo que
no podemos ver ni tocar (como el aire). Así pues, todo en el universo tiene una conexión
'química'. (Chang, 2010).

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1.1.1. Clasificación de la materia

Podemos dividir la materia en dos grandes grupos, las sustancias y las mezclas. Las
sustancias son un tipo de materia con propiedades fisicoquímicas específicas que no
pueden dividirse en sustancias más sencillas por medios físicos. Las mezclas es un
tipo de materia en el que se combinan dos o más sustancias sin perder sus
propiedades específicas, las cuales pueden separarse por medios físicos.
Hay dos tipos de sustancias: los elementos y los compuestos:

Elemento
Un elemento es una sustancia que no se puede separar en sustancias más simples por
medios químicos. Hasta la fecha se han identificado 118 elementos, de los cuales 83 se
encuentran en forma natural en la Tierra. Los demás se han obtenido por medios
científicos a través de procesos nucleares (Chang, 2006) Se representan mediante
símbolos de una o dos letras. La primera letra siempre es mayúscula, pero la siguiente
siempre es minúscula. Por ejemplo, Co es el símbolo del elemento Cobalto, mientras que
CO es la fórmula de la molécula monóxido de carbono. Los símbolos de algunos
elementos derivan de sus nombres en latín, por ejemplo, Au de aurum (oro), Fe de
ferrum (hierro) y Na de natrium (sodio), pero la mayoría derivan de su nombre en inglés.
En el año de 2011, los elementos químicos correspondientes a los números atómicos 114
y 116 fueron bautizados con los nombres Flerovio (Fl) y Livermorio (Lv) respectivamente.
El comité internacional de expertos en química inorgánica eligió estos nombres en honor
de los laboratorios en donde los elementos químicos fueron sintetizados. (R.D. Loss y J.
Corish, 2012) Quedan aún pendientes de nombrar los elementos correspondientes a los
números atómicos 113, 115, 117 y 118.

Compuesto
Los compuestos sólo pueden separarse en sus componentes puros por medios químicos.
Los átomos de la mayoría de los elementos pueden interactuar con otros para formar
compuestos. Por ejemplo, el agua se forma por la combustión del hidrógeno gaseoso en
presencia de oxígeno gaseoso. El agua tiene propiedades muy diferentes de aquellas de
los elementos que le dieron origen, está formada por dos partes de hidrógeno y una parte
de oxígeno. En consecuencia el agua es un compuesto, una sustancia formada por
átomos de dos o más elementos unidos químicamente en proporciones definidas.

Mezcla
Una mezcla es una combinación de dos o más sustancias en la cual las sustancias conservan
sus propiedades características. Algunos ejemplos familiares son el aire, las bebidas
gaseosas, la leche y el cemento. Las mezclas no tienen una composición constante, por
tanto, las muestras de aire recolectadas de varias ciudades probablemente

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tendrán una composición distinta debido a sus diferencias en altitud y contaminación,
entre otros factores. Cualquier mezcla se puede formar o separar en sus componentes
originales por medios físicos, sin cambiar la identidad de dichos componentes.

Mezclas homogéneas:
En una mezcla homogénea la composición de la mezcla es igual en toda la solución. Por
ejemplo disolver una cucharada de azúcar en un vaso con agua. Si calentamos y
evaporamos la disolución de agua con azúcar, quedará el azúcar como sólido en el fondo
del vaso y condensando el agua por otro lado, de tal manera quedarían separadas las dos
sustancias originales.

Mezcla Heterogéneas:
En una mezcla heterogénea la composición no es igual, los componentes de la mezcla
pueden distinguirse fácilmente. Por ejemplo si mezclamos cacahuates con ajonjolí, para
separarlos podríamos hacerlo con un colador de cocina.

Resumiendo, podemos ver en el siguiente esquema la clasificación de la materia:

1.1.2. Propiedades físicas y químicas de la materia

Todas las sustancias poseen un conjunto de características y propiedades que las


diferencian de otras, no es lo mismo el agua que la sal, el aire, el mercurio, la lana y todos
las demás sustancias.

Cada una tiene propiedades que las distingue por el color, la temperatura de fusión o de
congelamiento, la densidad, y la viscosidad, etc. Todas ellas se componen de materia, por
lo que es necesario conocer sus propiedades para identificarlas.

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Veamos a continuación sus propiedades.

Propiedades químicas

Son aquellas características que se aprecian cuando la materia cambia de composición y


estructura de manera irreversible, bien sea por sí misma o por la acción de otras
sustancias, para formar otros materiales. Las propiedades químicas son intrínsecas a la
materia.

Propiedades físicas
Pueden observarse sin que haya cambio alguno en la composición de la materia, son
intrínsecas y entre las que podemos citar tenemos: el punto de ebullición, el color, la
dureza, la densidad, el punto de fusión, la conductividad térmica, el peso específico y la
conductividad eléctrica. Algunas de éstas dependen de condiciones, como la
temperatura y la presión en las que se miden.

Estados físicos o de agregación de la materia


Como sabemos, existen tres estados o formas de agregación de la materia: el estado
sólido, el líquido y el gaseoso Estas tres formas se conocen como estados de la materia o
simplemente estados físicos que una sustancia puede presentar. Las sustancias pueden
pasar de un estado a otro sin cambiar sus propiedades específicas o intrínsecas. Por
ejemplo el hielo (agua sólida) se calienta y se funde (agua líquida) y cuando hierve se
vuelve vapor (agua gaseosa). Aunque el agua cambie su estado físico, su composición es
constante y no cambia sus propiedades intrínsecas de manera irreversible.

¿Cómo podemos explicar estos cambios en las sustancias? Para describir de una
manera simple cómo se dan estos cambios de estado, se propuso el modelo cinético
molecular, en el cual se relaciona la energía cinética de las moléculas con las fuerzas de
cohesión y de repulsión entre las partículas. Las partículas se representan como esferas
y podemos verlo en el siguiente esquema:

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Pero… ¿has escuchado en alguna serie o película de ciencia ficción sobre el plasma?
¡Qué imaginación tienen esos escritores! ¿O no?
En realidad se conocen cinco estados de la materia uno de ellos es el plasma o cuarto
estado de la materia, en él las partículas son sometidas a temperaturas que van desde
los 50,000 hasta los 100,000,000 kelvin provocando que las partículas se separen pero
que además se ionicen, lo que origina la formación de un gas ionizado. ¿Cosas de otros
mundos? ¡No! Un ejemplo de plasma frío (cercano a los 50, 000 kelvin) es la aurora
boreal, fenómeno maravilloso que se da en los polos terrestres.
El quino estado o condensado Bose-Einstein es el extremo opuesto del cuarto
estado, se da a bajas temperaturas, muy cercanas al 0 K y en él las partículas (átomos)
están tan cercanas que todas las partículas ocupan el mismo espacio al mismo tiempo,
¡como si fueran un átomo único! Parecería increíble, sin embargo se logró observar por
primera vez en 1995.

1.1.3. Métodos de separación de mezclas

¿Cómo obtener una sustancia de una mezcla? De manera general a esta acción se le
conoce como purificación. Las mezclas ya sean homogéneas o heterogéneas se pueden
separar en sus componentes (elementos o compuestos) aprovechando las propiedades
físicas intrínsecas de las sustancias.

Algunos ejemplos son los siguientes:

Filtración: Se da cuando en una mezcla una de las sustancias es sólida y la otra es


líquida, el sólido es inmiscible en el líquido. La mezcla se hace pasar por un filtro en el
cual queda retenido el sólido y el líquido pasa a través del filtro, logrando así la
separación, un ejemplo es la separación de la arena del agua.

Decantación: Este método de separación se usa para separar una mezcla compuesta
por dos sustancias de diferentes densidades, ya sea que ambas sean líquidas o que una
sea líquida y la otra sólida. En el caso de que ambas sustancias sean líquidas se utiliza
un embudo de separación, el cual tiene una llave en el tubo del fondo del embudo, que
se abre para dejar pasar primero la sustancia más densa que se encuentra en el fondo
del embudo a un contenedor. Una vez que se ha dejado pasar el primer líquido, se cierra
la llave de paso para cambiar de contenedor y entonces volver a abrir la llave de paso y
dejar el líquido menos denso en el segundo contenedor. Un ejemplo sería la separación
del agua y el aceite.

Destilación: Con este método podemos separar dos líquidos que son miscibles entre sí,
pero que tienen diferentes puntos de ebullición. Se pone a calentar la mezcla y se tiene un
mecanismo por el cual, el vapor de la primera sustancia que hierve, es dirigido hacia un

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condensador en donde el vapor se condensa y el líquido se recupera en un contenedor,
mientras la otra sustancia de mayor punto de ebullición se mantiene en el recipiente
original, logrando de esta manera separar los dos líquidos.

Centrifugación: La centrifugación consiste en la separación de dos sustancias con


diferentes densidades, pero además muy solubles entre sí, por lo que es difícil separarlas
por decantación. La mezcla se coloca en contenedores que se adaptan a un rotos, el cual
puede alcanzar una fuerza de hasta 1,000,000 de veces la fuerza de gravedad, con esta
fuerza aplicada a la mezcla es posible lograr la separación de sus componentes. Se
emplea de manera cotidiana para separar los componentes de la sangre.
Cromatografía: En este caso se pueden aprovechar las propiedades solubilidad de los
diferentes componentes de la mezcla. La mezcla se disuelve en el menor volumen de un
solvente o mezcla de solventes (fase móvil) en donde todos los componentes de la
mezcla a separar son solubles, esta mezcla se pone en contacto con la llamada fase
estacionaria, generalmente una columna, que puede ser de muy diversos materiales. La
fase móvil con la mezcla queda en la parte inicial de la columna. Después se hace pasar
más fase móvil a través de la columna, de manera que sólo el componente más soluble
sea arrastrado hasta el final de la columna, en donde se va recuperando en un
contenedor. Una vez recuperado este primer componente de la mezcla, se hace pasar
más fase móvil a través de la columna, pero en esta ocasión con una composición
diferente, en la que el componente de la mezcla a separar que quedó retenido en la
columna pueda solubilizarse e la fase móvil y ser arrastrado con ella hasta el final de la
columna para ser recuperado en otro recipiente. Esta técnica se emplea de manera
cotidiana para hacer análisis de aguas, de aire, etcétera.
Es importante mencionar que en la práctica, estos métodos llegan a mezclarse entre ellos
y junto con otros que no se mencionaron, para lograr la separación de mezclas complejas.

1.2 Modelos atómicos

En este tema revisarás los principales modelos atómicos que permitieron comprender la
estructura del átomo, así como las características y ubicación de las partículas
subatómicas.
Los filósofos griegos fueron los pioneros en tratar de elucidar este misterio y así por el año
440 a.C., Empédocles afirmó que toda la materia se componía de cuatro “elementos”: tierra,
aire, agua y fuego. Posteriormente, Demócrito, entre 470-370 a.C., supuso que si cortaba un
tipo de materia en pedazos cada vez más pequeños, iba a llegar un momento en que
llegaría hasta una partícula indivisible, a la que llamó átomo. Sin embargo, esta hipótesis fue
refutada por Aristóteles (384-322 a.C.) quien apoyó y desarrolló la teoría propuesta por
Empédocles. Tanta fue la influencia de Aristóteles que su teoría dominó el pensamiento de
científicos y filósofos hasta principios del siglo XVII (Dingrando, 2003).

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Con la llegada del Renacimiento, la ciencia dio un giro trascendental, pasando de las
simples observaciones a la experimentación, poniendo en duda los puntos de vista
aristotélicos, hasta ese entonces dominantes.

Muchos investigadores propusieron modelos para tratar de explicar el comportamiento de


la materia. En aquel entonces se sabía que muchas sustancias cristalinas presentan un
ordenamiento regular, lo que hizo pensar a los investigadores en que se componían de
una gran pila de partículas “como si fueran balas de cañón”; también pensaban que la sal
se disolvía en el agua, porque el líquido no era continuo, es decir, poseía espacios vacíos.
El olor de los perfumes se puede detectar a grandes distancias, porque pequeñas
partículas viajan a través del aire. Éstas y otras observaciones hicieron pensar a los
investigadores en la existencia de partículas diminutas como unidades estructurales de la
materia, retomando de esta manera la idea del atomismo.

Así, en el año de 1808, John Dalton, un científico inglés, basándose en las ideas de
Demócrito y en sus estudios sobre numerosas reacciones químicas, formuló una hipótesis
sobre la estructura de los átomos, imaginándolos como partículas extremadamente pequeñas
e indivisibles. Con base en este modelo estableció los siguientes postulados:
1. Toda la materia se compone de partículas pequeñas llamadas átomos.
2. Los átomos de un elemento son idénticos, tienen igual tamaño, masa y propiedades
químicas.
3. Los átomos de un elemento son diferentes a los átomos de otros elementos.
4. Los compuestos están formados por más de un elemento. En cualquier compuesto la
relación del número de átomos entre dos elementos siempre es un número entero.
5. En una reacción química se observa una separación, combinación o reordenamiento de
los átomos, pero nunca su creación o destrucción.

Estudios posteriores demostraron que algunas de las conclusiones de Dalton no eran del
todo ciertas, pues hoy sabemos que los átomos no son indivisibles ya que contienen

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partículas subatómicas (protón, neutrón y electrón); además que aún los átomos de
un mismo elemento varían en sus masas (isótopos), como más adelante veremos.

La teoría de Dalton, a pesar de sus imprecisiones y evidentes errores, resultó de suma


importancia, ya que por primera vez los químicos manejaban conceptos nuevos, se
cuantificaron los átomos, se concretó el concepto de elemento, se determinó que la
formación de un compuesto tiene lugar siguiendo unas leyes claras (ley de las
proporciones constantes y ley de las proporciones múltiples), se comprobó también que
las sustancias reaccionan entre sí en cantidades fijas “equivalentes” (Ley de las
proporciones recíprocas) y permitió representar esquemáticamente la disposición de
los átomos de un compuesto.

Otra de las razones por las que el átomo de Dalton no cubría las necesidades, además
de la indivisibilidad, era debida a que no explicaba la naturaleza eléctrica de la materia.
Por ello, una gran cantidad de investigadores inició experimentos para tratar de elucidar
este enigma.

El desarrollo de las subsiguientes teorías atómicas se debió en gran medida a la


invención de nuevos instrumentos. Por ejemplo, el tubo de Crookes, el cual consistía de
un tubo de vidrio con dos placas metálicas en su interior que funcionaba como electrodos
y una llave que permitía extraer la mayor parte del aire, gracias a la bomba de vacío. Al
hacer pasar una corriente eléctrica entre los electrodos, se observaba un haz de luz que
viajaba del cátodo al ánodo, por lo que fueron llamados rayos catódicos.

Hacia 1897 Joseph John Thomson comprobó que los rayos catódicos están formados
por partículas con carga negativa, logrando medir el cociente entre la masa de dicha
partícula y su carga negativa. En 1911, Robert Andrews Millikan logró medir el valor de la
carga correspondiente a las partículas de los rayos catódicos, por lo que se pudo
determinar su masa: resultó ser 1,837 veces menor que la masa del átomo más sencillo,
el hidrógeno.

Masa del electrón = 9.1 x 10-28 g = 1/1837 masa de un átomo de hidrógeno


En 1891, George Johnstone Stoney había sugerido el nombre de “electrón” para las
posibles partículas elementales causantes de los fenómenos eléctricos, por lo que se
aceptó dicho nombre para las partículas de los rayos catódicos. La primera partícula
subatómica había sido descubierta: el electrón.

¿Sería el electrón la partícula fundamental de la electricidad? En 1902 se dio respuesta a


esta pregunta. Philipp Eduard Anton Lenard, demostró que los metales cuando son
iluminados con luz ultravioleta emiten electrones (Efecto fotoeléctrico), por lo que estaba
claro que los electrones formaban parte del átomo.

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Con base en los resultados de sus experimentos, Thomson propone otro modelo en el
que establecía que el átomo consistía de una esfera con carga positiva distribuida de
manera uniforme y dentro de la cual se encontraban partículas negativas, los electrones,
como si fueran las pasas de un pastel.

El modelo atómico de Thomson, no duró por mucho tiempo, pero su importancia radica
en que gracias a él se pudo corroborar que el átomo no era indivisible, como lo había
indicado Dalton.

1.2.1. Partículas subatómicas y radiaciones

El descubrimiento de los rayos catódicos y de los rayos X llevó a investigar el fenómeno


de la fluorescencia (emisión de luz por sustancias previamente iluminadas con luz solar).
Por tal motivo, Henri Becquerel, estudiando la supuesta luminosidad de las sales de
uranio, se dio cuenta de que estas sustancias emitían radiación aun cuando no habían
sido expuestas a la luz solar. En definitiva, los cristales de sales de uranio emitían una
radiación penetrante en todo momento. Pierre y Marie Curie encontraron que los
elementos Uranio y Torio (conocidos en ese entonces) producían este tipo de radiación y
le dieron el nombre de radiactividad a este fenómeno.

Estudiando las interacciones de las radiaciones emitidas por los elementos radiactivos, en
campos magnéticos y eléctricos se comprobó que existen tres tipos de radiaciones:

 Rayos alfa (α): partícula de masa equivalente a cuatro átomos de hidrógeno y


 doble carga positiva. 
 Rayos beta (β): formados por electrones muy rápidos. 

 Rayos gamma (γ): No tienen masa ni carga; son ondas parecidas a los rayos X
pero con mucha menor longitud de onda (mucha más frecuencia y, por tanto, más
energéticos). 
En el año de 1911 un físico neozelandés Ernest Rutherford, decidió utilizar la radiactividad
para demostrar la estructura de los átomos, propuesta por Dalton. Para ello, bombardeó una
lámina de oro con partícula s alfa (α). ¿Qué esperarías que sucediera si el
átomo es compacto según Dalton? Observa la animación del experimento que realizó
Rutherford y constata tu respuesta. https://phet.colorado.edu/en/simulation/rutherford-
scattering

Rutherford pudo apreciar que la mayoría de las partículas alfa atravesaban la lámina de oro
sin desviarse de su trayectoria recta; aunque de vez en cuando, algunas partículas si se
desviaban y en algunos casos regresaban rechazadas hacia la fuente radiactiva. Con base
en estas observaciones, Rutherford llega a la conclusión de que la mayor parte del
átomo debe ser espacio vacío. Esto explica porqué la mayoría de las partículas α

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atravesaron la placa de oro con muy poca o ninguna desviación. Rutherford propuso que
las cargas positivas de los átomos estaban concentradas en un conglomerado central del
átomo que denominó núcleo. Cuando una partícula alfa pasaba cerca del núcleo en el
experimento, actuaba sobre ella una gran fuerza de repulsión, lo que originaba una gran
desviación. Más aún, cuando una partícula α incidía directamente sobre el núcleo,
experimentaba una repulsión tan grande que se invertía completamente su trayectoria.
Las partículas positivas concentradas en el núcleo posteriormente fueron llamadas
protones (Chang, Química, 2007).

De esta manera es que Rutherford propone un nuevo modelo atómico, en el que


establece que el átomo tiene un núcleo central donde se concentra la masa y es de carga
positiva, y girando alrededor de éste se encuentran los electrones, como un pequeño
sistema planetario, tal y como se aprecia en la animación siguiente:
https://es.pinterest.com/pin/292382200791044763/

En principio, el modelo de Rutherford, contradecía las leyes electromagnéticas de


Maxwell, las cuales establecían que las cargas de signos contrarios se atraen, además de
que una carga eléctrica en movimiento debería emitir energía continuamente en forma de
radiación, con lo que llegaría un momento en que el electrón caería sobre el núcleo y la
materia se destruiría.

Así mismo, no podía explicar las diferencias de masa existentes entre los diferentes
elementos, por lo que propusieron la existencia de una tercera partícula, el neutrón,
descubierto por James Chadwick en 1932 al bombardear una lámina de berilio, y a la
que dio ese nombre debido a su naturaleza neutra (Brady, 2003).

Sin embargo, a principios de la década de 1900, los científicos habían observado que
ciertos elementos emiten luz visible al ser calentados con una llama. El análisis de la
luz emitida reveló que el comportamiento químico de un elemento se relacionaba con el
ordenamiento de los electrones en sus átomos.

Antes de continuar, recordemos que la luz visible es un tipo de radiación


electromagnética, como los son los rayos X, las ondas de radio, los microondas,
infrarrojos y rayos gamma, como se muestra en la figura del espectro electromagnético.
Como sabemos, la luz viaja en forma de ondas, las cuales están compuestas de crestas
y valles, que presentan una serie de características como longitud de onda, frecuencia,
amplitud y velocidad. La longitud de onda, representada por λ, se mide de cresta a cresta
o de valle a valle y, usualmente se expresa en metros, centímetros o nanómetros (1nm =
1x10-9 m). La frecuencia, V, es el número de ondas que pasa por un punto dado en un
segundo, “ondas por segundo” (1/s) o (s-1).

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La amplitud de una onda, se refiere a la altura de la onda desde el origen hasta una cresta
o valle (Holum, 2009).

Las ondas electromagnéticas, viajan a una velocidad de 3.00x108 m/s en el vacío.


Debido a que la velocidad de la luz es un valor universal importante, tiene su propio
símbolo: c. Por lo que la velocidad de la luz es el producto de su longitud de onda (λ) por
su frecuencia ().
c = λ
Cada una de los elementos emite una radiación característica que lo identifica, a una
cierta longitud de onda. Dichas radiaciones son descompuestas en otras radiaciones para
su estudio, dando lugar a los espectros atómicos. El espectro consiste en un conjunto de
líneas paralelas que corresponden cada una a una longitud de onda.

Al estudiar el espectro de emisión del átomo de hidrógeno, se pudo apreciar que era
discontinuo; es decir, está constituido sólo por ciertas frecuencias de luz, lo cual no pudo
explicar el modelo de Rutherford.

En el año de 1913, un científico danés llamado Niels Bohr, basándose en los trabajos de
Rutherford, propuso un modelo cuántico para el átomo de hidrógeno, que explicaba
claramente su espectro. Este modelo establecía una serie de principios, entre los que
destacan:
1. El electrón se mueve en una órbita circular alrededor del núcleo, obedeciendo las leyes
de la mecánica clásica.
2. Si el electrón se mueve en una órbita permitida, no radia energía. La energía del átomo
se mantiene constante.
3. Un átomo radia energía cuando el electrón cambia de una órbita permitida a otra.

Por lo tanto, si un electrón pasa de una órbita a otra más cercana al núcleo, emite una
onda electromagnética cuya energía es igual a la pérdida de energía del electrón al
realizar el salto. Es decir, para que un electrón salte de una órbita más cercana al núcleo,
donde su energía vale E1, a otra más alejada, donde su energía vale E2, debe absorber
una cantidad de energía igual a su diferencia:
E2 – E1 = hV
Con el modelo de Bohr se pudo explicar la formación de las líneas del espectro de
absorción del hidrógeno.
Por su parte, Johann Balmer descubrió una ecuación que describe la emisión y absorción
del espectro del átomo de hidrógeno (como se aprecia en la figura 9):
1 / l = 1.097 x 107 (1 / 4 - 1 / n2) donde n = 3, 4, 5, 6, ...
El modelo atómico de Bohr permitía explicar perfectamente el espectro del átomo de
hidrógeno y encajaba perfectamente con las experiencias de Rutherford.

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Pero los avances técnicos en los espectroscopios pronto harían ver que era necesario
ampliar el modelo.

Bohr establecía que los electrones se localizaban en niveles de energía bien definidos, lo
que contradecía las evidencias experimentales, pues en aquella época se conocían los
espectros de absorción y emisión de algunos elementos, que reflejaban claramente que
los electrones de un mismo nivel poseían diferentes energías. Para explicar este
fenómeno, Sommerfeld, en el año de 1915, realiza algunas mejoras al modelo
apoyándose en la teoría relativista de Albert Einstein. Sommerfeld llega a la conclusión de
que no sólo existen niveles de energía en el átomo, sino también subniveles, lo que
explicaba la variación de energía de los electrones (Chang, Química, 2007).
Sin embargo, aún con las afirmaciones de Sommerfeld no se podía demostrar
experimentalmente la distribución de los electrones en el átomo. Esto, toda vez que al
estar viajando en órbitas de energía bien definidas, se podría conocer simultáneamente
la posición y velocidad del electrón, lo cual resultaba imposible (principio de incertidumbre
de Heisemberg).

En el año de 1926, el físico austriaco Erwin Schrödringer (1887-1961), basándose en los


trabajos de Luis De Broglie sobre la dualidad de la materia, dedujo una ecuación que
trataba al electrón como onda y no como partícula. La ecuación de onda de Schrödringer
es demasiado compleja y todas sus soluciones se conocen como función de onda. Lo
más importante es que la solución de la función de onda da como resultado un espacio
particular alrededor del núcleo en la que se puede localizar al electrón, una región
tridimensional llamada orbital atómico o subnivel de energía (Dingrando, 2003). Debido
a que el límite de un orbital atómico es confuso y no tiene un tamaño exactamente
definido, sus áreas se han calculado con base en el 90% de probabilidad de localizar al
electrón en esa región. En otras palabras, el electrón pasa 90% de su tiempo dentro del
espacio definido y 10% fuera de él.

1.2.2. Propiedades y características del átomo (número atómico,


masa atómica e isótopos)

Recordemos que los elementos son sustancias puras que no pueden ser descompuestas
en otras más sencillas, y por lo tanto contienen un sólo tipo de átomos. La composición
estructural de cada tipo de átomo define las propiedades físicas y químicas características
de cada sustancia. Por ello, es importante conocer la estructura atómica de cada
elemento.

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Debido a que la naturaleza de los átomos al encontrarse en estado elemental es neutra,
es decir, no contiene cargas eléctricas, es fácil deducir que contiene el mismo número
de protones y electrones. Así, el potasio (K) contiene 19 protones y por lo tanto 19
electrones. A este número de protones o electrones se ha denominado número atómico
(Z) (Holum, 2009).

Por otra parte, como toda la materia, las partículas también tienen masa, pero ésta es tan
pequeña que manejarla en la escala de gramos sería complicado, por lo que los químicos
han creado una unidad especial llamada unidad de masa atómica (uma).
Esta unidad permite expresar en forma más sencilla las masas de protones, neutrones y
electrones. Como podrás apreciar en la tabla 1, los protones y los neutrones tienen una
masa real muy cercana, y por convención a esta cantidad se le ha asignado el valor de
1.0 uma; mientras que el electrón tiene una cantidad tan pequeña (1/1836 veces la
masa del protón), que su valor no modifica considerablemente la masa relativa de los
átomos. Por lo tanto, la masa de un átomo va a estar determinada por el número de
protones y neutrones (Dingrando, 2003). A la suma de protones y neutrones se le
conoce como número de masa (A) del átomo.

Partícula subatómica Masa real (g) Masa relativa (uma)


-24
Protón 1.672x10 1
Neutrón 1.674x10-24 1
-28
Electrón 9.109x10 0
Tabla 6. Masas reales y relativas de las partículas subatómicas

Por ejemplo, retomando los conceptos de número atómico y número de masa, tenemos
que:
El sodio (Na) con número atómico 11 y número de masa 23, contiene: 11 protones, 11
electrones y 12 neutrones.
El calcio (Ca) cuyo número atómico y número de masa son 20 y 40, respectivamente,
contiene: 20 protones, 20 electrones y 20 neutrones.
El número atómico y el número de masa son características que definen las propiedades
físicas y químicas de los elementos, como veremos más tarde.
A pesar de que todos los átomos de un elemento tienen el mismo número de protones y
electrones, su número de neutrones puede variar. Por ejemplo, existen tres tipos de
átomos para el hidrógeno; los tres tienen un número atómico 1 y poseen 1 protón (y por
tanto un electrón); sin embargo, el primero de ellos tiene un número de masa 1, el
segundo 2 y el tercero 3 (figura 10). Estos átomos con el mismo número de protones y
electrones pero con diferente número de neutrones se denominan isótopos. El primer
isótopo del hidrógeno, llamado protio, tiene sólo un protón en cada átomo y no tiene
neutrones. El segundo isótopo, llamado deuterio tiene un protón y un neutrón. Finalmente,
el tercer isótopo contiene 1 protón y 2 neutrones (Chang, Química, 2007).

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De igual manera, los isótopos del litio contienen 3 protones y 3 electrones de acuerdo con
su número atómico, y varían en su número de neutrones, tal y como se aprecia en la
siguiente figura.

En la naturaleza los elementos se encuentran constituidos por átomos de sus diferentes


isótopos, por lo que para determinar su masa real se debe considerar el porciento de
abundancia de cada uno de ellos. Por ejemplo, la masa real del cloro es de 35.453 uma.
El cloro existe de manera natural como una mezcla de aproximadamente 75% del isótopo
Cloro 35 y 25% del isótopo Cloro 37. La masa real de un átomo de cloro se calcula
sumando los productos de porciento de abundancia de cada isótopo multiplicado por su
masa atómica relativa (Chang, Química, 2010), como se muestra en la siguiente figura.

Fig 12 Cálculo de la masa relativa del cloro

Esta masa real del átomo es lo que se conoce como masa atómica. Afortunadamente
para nosotros, las masas atómicas de los elementos existentes ya están dadas y se
encuentran reportadas en la tabla periódica, que más adelante revisaremos.
El estudio de los isótopos, especialmente los radiactivos, ha traído grandes beneficios a
la humanidad, tales como la detección y tratamiento de algunas enfermedades como el
cáncer.

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1.2.3. Niveles y subniveles de energía

Hasta este momento podríamos pensar que el átomo está constituido básicamente de un
núcleo y tres partículas subatómicas, tal y como lo estableció Bohr a principios del siglo
XX (Dingrando, 2003). Sin embargo, este modelo no responde del todo al comportamiento
de las sustancias, ya que funcionaba perfectamente para explicar el átomo de hidrógeno,
más no así otros elementos.

Para comprender la distribución de los electrones en el modelo actual del átomo, se


revisarán a lo largo de este tema los trabajos de algunos investigadores que contribuyeron
al desarrollo del mismo; se analizará la forma en la que los electrones se distribuyen en
los diversos niveles y subniveles del átomo, mediante la realización de configuraciones
electrónicas.

Bohr establecía que los electrones se localizaban en niveles de energía bien definidos, lo
que contradecía las evidencias experimentales, pues en aquella época se conocían los
espectros de absorción y emisión de algunos elementos, que reflejaban claramente que
los electrones de un mismo nivel poseían diferentes energías. Para explicar este
fenómeno, Sommerfeld, en el año de 1915, realiza algunas mejoras al modelo
apoyándose en la teoría relativista de Albert Einstein. Sommerfeld llega a la conclusión de
que no sólo existen niveles de energía en el átomo, sino también subniveles, lo que
explicaba la variación de energía de los electrones (Chang, Química, 2007).

Sin embargo, aún con las afirmaciones de Sommerfeld no se podía demostrar


experimentalmente la distribución de los electrones en el átomo. Esto, toda vez que al
estar viajando en órbitas de energía bien definidas, se podría conocer simultáneamente
la posición y velocidad del electrón, lo cual resultaba imposible (principio de incertidumbre
de Heisemberg).

En el año de 1926, el físico austriaco Erwin Schrödringer (1887-1961), basándose en los


trabajos de Luis De Broglie sobre la dualidad de la materia, dedujo una ecuación que
trataba al electrón como onda y no como partícula. La ecuación de onda de Schrödringer
es demasiado compleja y todas sus soluciones se conocen como función de onda. Lo
más importante es que la solución de la función de onda da como resultado un espacio
particular alrededor del núcleo en la que se puede localizar al electrón, una región
tridimensional llamada orbital atómico o subnivel de energía (Dingrando, 2003).

Debido a que el límite de un orbital atómico es confuso y no tiene un tamaño exactamente


definido, sus áreas se han calculado con base en el 90% de probabilidad de localizar al

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electrón en esa región. En otras palabras, el electrón pasa 90% de su tiempo dentro
del espacio definido y 10% fuera de él.

Para describir la distribución de los electrones, la mecánica cuántica precisa de cuatro


números cuánticos. Estos números se derivan de la solución matemática de la ecuación
de Schrödringer, y son: el número cuántico principal (n), el número cuántico azimutal o del
momento angular (l), el número cuántico magnético (m) y el número cuántico de spín (s).
Los primeros tres números describen a los orbitales atómicos e identifican a los electrones
que están dentro, y el cuarto número describe el comportamiento de los electrones en los
átomos (Dingrando, 2003).

El número cuántico principal (n) establecido por Bohr, nos indica el nivel de energía en
el que se localiza el electrón; puede tomar valores enteros de 1, 2, 3, 4, 5, 6 y 7.
El número cuántico azimutal o del momento angular (l) expresa el subnivel de energía o
“forma” de los orbitales. Los valores de l dependen del valor del número cuántico
principal, n. Para cierto valor de n,l tiene todos los valores enteros posibles desde 0 hasta
n-1. Para n = 1, el valor de l será 0, ya que l = n - 1 = 1 – 1 = 0. Si n = 2, l puede tomar los
valores 0 y 1. Si n = 3, l puede tener tres valores: 0, 1 y 2. El valor de l se designa con las
letras s (sharp), p (principal), d (diffuse) y f (fundamental).

Valor de l 0 1 2 3
Nombre del s p d f
orbital

Cada uno de los valores de l representa una forma del orbital y su orientación en el
espacio, es decir, cuando l = 0 sólo existe una posible forma y orientación del orbital, que
es la esférica. Cuando l = 1, existen tres posibles formas y orientaciones del orbital;
cuando l = 2 las orientaciones se incrementan a 5, así como sus formas; y finalmente, si l
= 3, las formas y orientaciones se incrementan a 7, tal y como se muestra en la figura 14.

Fig. 14 U2

El número cuántico magnético (m) describe la orientación del orbital en el espacio. Dentro
de un subnivel, el valor de m depende del valor que tenga el número cuántico del
momento angular, l. Los valores de m, serán de – l, pasando por cero hasta + l. Es decir,
si l vale 0, m = 0; pero si l toma el valor de 1, m tendrá los valores +1, 0, -1.
El número cuántico de espín (s) indica el giro del electrón, ya que dos electrones pueden
estar juntos en un orbital sólo cuando giran en sentidos opuestos; esto permite anular sus
campos magnéticos y no repelerse debido a sus cargas eléctricas. Los valores de s,
pueden ser: +½ y -½.

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1.2.4. Configuraciones electrónicas

Retomando los postulados de la teoría cuántica, sabemos ahora que el átomo contiene
niveles y subniveles de energía (orbitales atómicos). Cada nivel de energía, como lo
estableció Bohr, con su número cuántico principal, tiene capacidad para un número
específico de electrones de acuerdo con la fórmula 2n2, como se muestra a continuación:

Nivel de Capacidad de Subniveles de Forma de


energía electrones energía orbitales
(valor de n) (2n2)
1 2 1 s
2 8 4 s,p
3 18 9 s, p, d
4 32 16 s, p, d, f

Y como cada orbital sólo tiene cabida para dos electrones, el nivel 1 requiere de un orbital
s para acomodar sus dos electrones; el segundo nivel requiere 4 orbitales (uno s y tres p)
para alojar a 8 electrones; el tercer nivel 9 orbitales (uno s, uno p y uno d); el cuarto nivel
16 orbitales (uno s, uno p, uno d y uno f), y así sucesivamente (Hein, 2010).
Para comprender mejor el acomodo de los electrones en el átomo, se han establecido las
configuraciones electrónicas, las cuales muestran la ubicación de los electrones en los
orbitales de los diferentes niveles y subniveles de energía.

El orden en el que se van llenando los niveles y subniveles de energía es: 1s, 2s, 2p, 3s,
3p, 4s, 3d, 4p, etc. Como se puede apreciar, no hay un orden sistemático, ya que existe
traslape de algunos niveles y subniveles de energía y por tanto de sus orbitales atómicos
como ocurre con 4s y 3d. Sin embargo, para hacer simple el llenado de los orbitales se ha
establecido un esquema denominado regla de las diagonales (figura 15); para ello se
debe seguir atentamente la flecha del esquema comenzando en 1s; siguiendo la flecha se
podrá ir completando los orbitales con los electrones en forma correcta (Hein, 2010).

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Fig. Regla de las diagonales

Por lo tanto, para escribir la configuración electrónica de un átomo es necesario:


 Conocer el número atómico (Z) del elemento. 

 Ubicar los electrones en cada uno de los niveles de energía, comenzando desde el
nivel más cercano al núcleo (n = 1). 

 Respetar la capacidad máxima de cada orbital (s = 2e-, p = 6e-, d = 10e- y f = 14e-). 

Para ejemplificar esto, tomemos al litio; este elemento tiene un número atómico igual a 3
(Z = 3) y por lo tanto contiene 3 electrones. Empezaremos llenando el orbital de menor
energía con dos electrones que tendrán distinto espín (s). El electrón restante ocupará el
orbital 2s, que es el siguiente con menor energía, resultando la configuración electrónica
siguiente:
3Li = 1s2 2s1
En ésta, el coeficiente representa el valor de n (nivel de energía), la letra el valor de l, el
subnivel y forma del orbital (forma s) y los exponentes al número de electrones (figura 16).

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Fig. Significado de las configuraciones electrónicas

Veamos otros ejemplos: el calcio y el bromo con números atómicos 20 y


35, respectivamente, tendrían las siguientes configuraciones electrónicas:

20Ca = 1s2 2s2 2p6 3s2 3p6 4s2


2 2 6 2 6 2 10
35Br = 1s 2s 2p 3s 3p 4s 3d 4p5
Cada uno de los electrones se va acomodando en los orbitales de los diferentes niveles y
subniveles de energía, de tal manera que el átomo se va formando de capas y capas de
áreas energéticas que cubren al núcleo (figura 17).

Fig. Modelo mecánico cuántico del átomo

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Comparemos ahora la configuración electrónica de los elementos con números atómicos
del 1 a 4:

1H = 1s1 2He
= 1s2 3Li =
1s2 2s1 4Be =
1s2 2s2

Como te habrás dado cuenta, al incrementarse el número atómico también lo hace el


número de electrones. De tal manera, la configuración electrónica de un átomo a otro
varía en un electrón. A este electrón se le conoce como electrón diferencial, ya que
diferencia un átomo de otro al variar el número atómico; dicho de otra manera, es el último
electrón que se va agregando al construir la configuración electrónica del átomo siguiente
(Chang, Química, 2007).

1.3. Tabla periódica

Al mismo tiempo que se elucidaba la estructura de los átomos, se descubrían nuevos


elementos. A principios del siglo XIX, la cantidad de elementos era tal que muchas veces
resultaba difícil su estudio, por lo que era necesario encontrar un sistema que permitiera
ordenarlos y clasificarlos de acuerdo con sus características.

En este tema se revisan los trabajos que permitieron el ordenamiento de los elementos en
la tabla periódica, así como las características de este documento para describir las
propiedades físicas y químicas de las sustancias.

Muchos fueron los intentos para clasificarlos, pero en 1869 el ruso Dimitri Mendeleiev y
el alemán Lothar Meyer, publicaron en forma independiente ordenamientos periódicos de
los elementos con base en sus masas atómicas, observando que esta clasificación
permitía agrupar a los elementos con propiedades físicas y químicas semejantes. Sin
embargo, la tabla no era del todo correcta. Ordenar los elementos por masa atómica
originó que varios de ellos se colocarán en grupos con propiedades diferentes. En el año
de 1913, el químico inglés Henry Moseley descubrió que los átomos de cada elemento
tienen un número único de protones en sus núcleos, siendo el número de protones igual
al número atómico del átomo (Chang, Química, 2006). Al organizar los elementos en
orden ascendente de número atómico y no en orden ascendente de masa atómica, como
lo había hecho Mendeleiev y Meyer, se solucionaron los problemas de ordenamiento de
los elementos, lo cual dio origen a la actual tabla periódica (figura 18).

Este nuevo ordenamiento de la tabla periódica permitió clasificar a los elementos


de acuerdo con sus propiedades físicas y químicas semejantes.

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De manera general agrupa a los elementos en metales y no metales, localizando a los
metales del lado izquierdo y a los no metales en el derecho. En la tabla periódica se
aprecia esta separación mediante una línea escalonada que va del boro al astato. Los
elementos cercanos a esta línea tienen características de ambos grupos por lo que se han
denominado metaloides. El único elemento que sale de esta primera clasificación es el
Hidrógeno, el cual es un gas y se encuentra del lado de los metales en la tabla periódica,
esto obedece a que sus propiedades químicas son semejantes a este grupo (Dingrando,
2003).

1.3.1. Clasificación y propiedades de los elementos químicos

De igual manera, la tabla periódica ordena a los elementos en columnas verticales


llamadas grupos o familias y en filas horizontales llamados períodos.
Los elementos que pertenecen a un grupo o familia están agrupados de esta manera ya
que contienen el mismo número de electrones en el nivel y subnivel de energía más
externos; a estos electrones se les conoce como de valencia y son estos los que
determinan de forma preponderante la química de un átomo. Puesto que todos los
elementos de un mismo grupo de la tabla periódica tienen el mismo número de
electrones de valencia, es decir, en la capa más externa de su nivel de energía más
externo, su comportamiento químico es muy parecido. Por ejemplo, todos los elementos
del Grupo IA tienen un electrón de valencia (Holum, 2009).

Varios de los grupos de la tabla periódica tienen nombres por familia, debido a su
comportamiento químico característico o a su utilidad. Por ejemplo, los miembros del
grupo IA, se conocen como metales alcalinos; los del grupo IIA, metales
alcalinotérreos, etc., como se muestra en la tabla.

Grupo Nombre Elementos


IA Metales alcalinos Na, K, Rb, Cs y Fr
IIA Metales alcalinotérreos Be, Mg, Ca, Sr, Ba, Ra
VA Pnicógenos “formadores de gases N, P, As, Sb, Bi
sofocantes”
VIA Calcógenos “formadores de yeso” O, S, Se, Te, Po
VIIA Halógenos “formadores de sal” F, Cl, Br, I, At
VIIIA Gases nobles He, Ne, Ar, Kr, Xe, Rn
IB Metales de acuñación Cu, Ag, Au
Tabla 7. Nombres de algunas familias de la tabla periódica de acuerdo a sus
propiedades químicas y usos (Brown, 1991)

De manera contraria, las propiedades de los elementos varían en un período. Como ya


mencionamos, los elementos se dividen en dos categorías: metales y no metales.

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De izquierda a derecha, a lo largo de cualquier período, las propiedades físicas y
químicas de los elementos cambian en forma gradual de metálicas a no metálicas (Hein,
2010).

Cada átomo atrae a sus electrones con diferente fuerza hacia su núcleo. De primera
instancia, podríamos pensar que al incrementarse el número de orbitales, el tamaño de
los átomos lo haría de igual manera; sin embargo, esto no es así. Se ha observado que el
radio atómico disminuye al incrementarse el número atómico en un período, y en una
familia crece al desplazarnos hacia abajo.

La variación de radio atómico en grupos y períodos nos lleva a deducir que los
electrones periféricos están más expuestos en los metales, que en los no metales. Es
decir, los metales tienden más fácilmente a perder sus electrones de valencia que los no
metales. Dicho de otra manera, la energía necesaria para arrancar un electrón de un
metal será menor que la utilizada en un no metal (Brady, 2003). Esta propiedad periódica
se conoce como electronegatividad, y se define como la medida de la fuerza de atracción
que ejerce un átomo sobre los electrones. Como es de esperarse, la electronegatividad
aumenta de izquierda a derecha a través de un período de la tabla, y en cada grupo,
disminuye al aumentar el número atómico (Dingrando, 2003). Los valores de
electronegatividad (figura 20) fueron dados por Linus Pauling en el año de 1932, y nos
ayudan a predecir y comprender algunas de las propiedades de las sustancias.

Finalmente podemos decir que los átomos de los elementos menos electronegativos
tenderán a perder electrones respecto a los elementos más electronegativos, los cuales
tenderán a ganarlos. De manera general, los metales adquirirán cargas positivas al
perder sus electrones y los no metales, cargas negativas al adquirirlos. Esta carga
eléctrica adquirida, al ganar o perder electrones, es lo que se conoce como número o
estado de oxidación (Kotz, 2005). De manera general, los elementos de un grupo o
familia tenderán a ganar o perder el mismo número de electrones, ya que tienen igual
número de electrones de valencia, y por tanto adquirirán la misma carga eléctrica o
número de oxidación.

La tabla periódica, cuyo ordenamiento de los elementos se basa en su número atómico,


se ha convertido en una herramienta significativa para el trabajo de los químicos, pues
permite comprender y pronosticar las propiedades de los elementos, y conocer su
estructura atómica. Por ejemplo, al analizar los elementos que constituyen una sustancia
química, fácilmente podemos deducir sus propiedades al ubicarlos en la tabla periódica.

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El cloruro de sodio (NaCl) o sal común, está constituido por los elementos sodio y cloro; el
primero se ubica en el grupo IA, es un metal y es un elemento de baja electronegatividad
que tenderá a perder electrones; por el contrario, el cloro es un no metal que se ubica en
el grupo VIIA y es un elemento muy electronegativo que ganará electrones. Por lo tanto, el
sodio tendrá un número de oxidación +1 y el cloro -1.

1.4. Enlace químico

Hoy día, tenemos claro que la fuerza que mantiene unidos a los átomos se denomina
enlace químico. Pero, ¿cómo se realiza esta unión?

Con el desarrollo de la tabla periódica se dio un avance importante en la comprensión


de la unión de los átomos para la formación de moléculas y compuestos. Recordemos
que los electrones son la base de las propiedades químicas de los elementos, es decir,
cuando un átomo reacciona con otro lo hace mediante la interacción de sus electrones
más externos, los electrones de valencia. Estos electrones son los que se ubican en el
nivel de energía más alto, por ejemplo, el sodio (Na) y el flúor (F) con números atómicos
11 y 9, tienen uno y siete electrones de valencia, respectivamente, como se aprecia en
sus configuraciones electrónicas:

Los electrones de valencia son los que interactúan en la unión de los átomos. Por ello,
los químicos utilizamos una simbología de puntos o cruces que identifican a cada uno de
los elementos con sus electrones de valencia; a estos se les conoce como símbolos de
Lewis. En el caso del litio y el flúor sus símbolos de Lewis serían:

Como vimos en el punto 1.2.2, los elementos están agrupados en familias debido a que
tienen propiedades físicas y químicas muy parecidas, de tal manera que sus
configuraciones electrónicas terminan en forma semejante y, por lo tanto, tienen el mismo
número de electrones de valencia. Los elementos de un grupo familia serán
representados de igual manera como se aprecia en la tabla 8.

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Tabla 8. Símbolos de Lewis por familia, de acuerdo con su número de electrones
de valencia.

Como mencionamos anteriormente, un enlace químico se realiza cuando los electrones de


valencia de los átomos interactúan, de tal manera que dependiendo de la naturaleza del
elemento se puede dar una ganancia o pérdida de estos electrones, hasta completar ocho en
su nivel más alto de energía. Esto se conoce como regla del octeto de Lewis.
Veamos nuevamente el ejemplo del sodio (Na) y del flúor (F): el sodio tiene un electrón de
valencia y para completar ocho requiere de otros siete, por lo que este elemento tenderá a
perder ese electrón; por el contrario el cloro tiene siete electrones y sólo requiere de uno
más, para completar sus ocho, esto lo hace ganando un electrón. Ahora, ambos
elementos tienen 8 electrones en su nivel más alto de energía, adquiriendo la
configuración electrónica del neón, un gas noble.

Los elementos al combinarse pierden o ganan electrones adquiriendo la configuración


electrónica de un gas noble. Estos gases no reaccionan fácilmente, porque tienen una

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configuración electrónica muy estable, y se conocen pocos compuestos de
estos elementos.

Un átomo al perder o ganar electrones formará iones positivos o negativos. Así, un átomo
que ha perdido electrones tendrá una carga positiva (catión), y un átomo que ha ganado
electrones tendrá una carga negativa (anión).
Como se aprecia en la figura 1, el átomo de litio se convierte en una partícula con carga
positiva (catión) al perder su electrón de valencia; mientras que el átomo de flúor al ganar
un electrón adquiere una carga negativa (anión).

Si ubicamos a ambos elementos en la tabla periódica, encontraremos que el litio se


localiza en el grupo IA y el flúor en el grupo VIIA, el primero es un metal y el segundo un
no metal, y de acuerdo con su valor de electronegatividad, tendremos que el flúor es más
electronegativo que el sodio.

¿Qué puedes deducir de estas observaciones? ¿Los metales, ganan o pierden


electrones? Y viceversa, ¿los no metales, ganan o pierden electrones?
Por tanto, los elementos más electronegativos (no metales) tenderán a ganar electrones
y los elementos menos electronegativos o electropositivos (metales) perderán electrones.
Hoy sabemos que las propiedades de los compuestos dependen en gran medida de la
naturaleza de los elementos que lo constituyen, pero también del tipo de enlace que
establecen. Esto hace que el estudio de los enlaces químicos sea de gran importancia
para comprender mejor el comportamiento de la materia. Para ello, los enlaces químicos
se han clasificado en tres categorías: iónico, covalente y metálico. Pero, ¿cómo se
forman?, ¿qué característica tiene cada uno de ellos?, ¿qué propiedades le confieren a
sus compuestos?

1.4.1. Enlace iónico, covalente y metálico

Parte de las respuestas a las anteriores preguntas radica en que la sal contiene un tipo de
enlace llamado iónico. El enlace iónico consiste en la atracción electrostática entre
átomos con cargas eléctricas de signo contrario. Este tipo de enlace se establece entre
átomos de elementos poco electronegativos (electropositivos) con elementos muy
electronegativos. Es necesario que uno de los elementos ceda electrones (catión) y el
otro los acepte (anión); este tipo de enlace se realiza entre un metal (electropositivo) y un
no metal (electronegativo).

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Por ejemplo, al reaccionar los elementos sodio y cloro, para formar el cloruro de sodio
(NaCl), el sodio pierde un electrón para transferírselo al cloro, y por tanto este último lo
gana. Al llevarse a cabo esa pérdida y ganancia de electrones se forman iones con cargas
opuestas, catión y anión, que mediante atracciones electrostáticas se unen formando el
llamado enlace iónico, como se aprecia en la siguiente animación: NaCl Formation
https://youtu.be/d2geiGKFveE

Los átomos, al unirse, liberan o absorben energía. Se dice que cuando una reacción
libera energía se denomina exotérmica, y por el contrario, cuando la absorbe,
endotérmica. Observa el siguiente video, en el que se muestra la reacción entre sodio y
cloro para la formación de cloruro de sodio; ¿es exotérmica o endotérmica la reacción?,
¿qué esperas que suceda con la temperatura; que aumente o disminuya?
Por lo general, las reacciones entre un metal y un no metal son bastante violentas, es
decir, exotérmicas, ya que liberan una gran cantidad de energía.

Durante la formación de un compuesto iónico, los iones positivos y los iones negativos se
acomodan (empaquetan) en un patrón regular repetitivo que equilibra las fuerzas de
atracción y repulsión entre ellos. La fuerte de atracción de iones positivos y negativos
genera una red cristalina, la cual es una organización geométrica tridimensional de
partículas. En dicha red, cada ión positivo está rodeado de iones negativos y cada uno de
estos a su vez, está rodeado de iones positivos (Dingrando, 2003).

Este empaquetamiento forma un cristal iónico (figura 4), con igual geometría a nivel
microscópico y macroscópico.

Los compuestos iónicos son sólidos cristalinos, constituidos por redes tridimensionales
de iones. A este respecto, se denomina número de coordinación de un cristal al número
de iones de un mismo signo que rodea a otro de signo contrario y se sitúa a una distancia
mínima.

La fuerza que mantiene unidos a los elementos que forman un enlace iónico, va a
depender de la distancia entre sus núcleos. Esta fuerza está dada por la ecuación:
F = K (Q1.Q2/r02)

Donde K = constante; Q1 y Q2 son las cargas de los iones y r0 la distancia interatómica


una vez enlazados los átomos.

Al comparar los radios atómicos esperaríamos que la fuerza de enlace del fluoruro de
litio, LiF, fuera mayor que la del yoduro de litio, LiI, ya que la distancia de enlace será
mayor en el segundo caso por poseer el yodo (I) mayor radio atómico que el flúor (F),
como se aprecia en la figura:
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Radio atómico de los elementos

Por otra parte, la cantidad de energía que liberan estos compuestos al formarse, está
directamente relacionada también con la fuerza de su enlace; esta energía es denominada
energía reticular (U). Así, cuanto mayor sea la energía reticular al formarse un enlace
iónico, mayor fortaleza tendrá el enlace. La energía reticular es inversamente proporcional a
la distancia interatómica, como se aprecia en la siguiente ecuación:
U = K (Q1Q2/r0)

Es de esperarse que los compuestos formados por elementos con menor radio atómico,
presenten mayor energía reticular y por ende mayor fuerza en su enlace. Esta fuerza
confiere a los compuestos iónicos propiedades físicas características. Debido a que los
enlaces iónicos son relativamente fuertes, los cristales generados requieren de una gran
cantidad de energía para dividirse (Dingrando, 2003). Por lo tanto, los compuestos iónicos
tendrán altos puntos de fusión y de ebullición, como se muestra en la tabla 9.

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Compuesto Punto de fusión (°C) Punto de ebullición (°C)
NaI 660 1304
KBr 734 1435
NaBr 747 1390
CaCl2 782 >1600
CaI2 784 1100
NaCl 801 1413
MgO 2852 3600
Tabla 9. Puntos de fusión y de ebullición de algunos compuestos iónicos (Dingrando,
2003)

Los compuestos iónicos, a pesar de la presencia de los iones, no son conductores de la


electricidad. Sin embargo, en estado líquido (fundidos), o cuando se disuelven en agua,
los compuestos iónicos son excelentes conductores eléctricos, porque sus iones se
mueven libremente.

El enlace covalente se caracteriza porque hay compartición de electrones, entre los


átomos involucrados. Este tipo de enlace se presenta al unirse dos no metales, los cuales
están relativamente cerca en la tabla periódica y, por lo tanto, sus valores de
electronegatividad no son muy diferentes, en comparación con los que forman el enlace
iónico.

Al compartir electrones, cada átomo completa su octeto, adquiriendo la configuración


electrónica de un gas noble. Por ejemplo, la molécula de flúor está constituida de dos
átomos del mismo elemento:

Como se puede observar, cada átomo de flúor aporta un electrón para formar el enlace.
Esta compartición permite que cada uno de los átomos complete su octeto, es decir, cada
átomo queda rodeado por ocho electrones. Debido a que los átomos son iguales en estas
moléculas y su diferencia de electronegatividad sería igual a cero, su tipo de enlace se
denomina: enlace covalente simple o no polar.

Otros ejemplos de moléculas diatómicas como el flúor, serían: el hidrógeno, el oxígeno, el


nitrógeno, el cloro y el bromo, entre otras. En las cuales, excepto el hidrógeno, al
compartir electrones completan su octeto; es importante señalar que algunos de ellos
comparten más de un electrón, como es el caso del oxígeno y del nitrógeno, formando
dobles y triples enlaces, respectivamente.

H-H O=O N - N Cl-Cl Br-Br

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Sin embargo, cuando dos átomos diferentes comparten un par de electrones se forma
un enlace en el que los electrones se comparten de manera desigual. Un átomo asume
una carga parcial positiva y el otro una carga parcial negativa. Esta diferencia de carga
se debe a la electronegatividad de cada uno de los elementos involucrados.

En el cloruro de hidrógeno, el cloro y el hidrógeno comparten un par de electrones; sin


embargo, al ser el cloro más electronegativo, ejerce mayor atracción por los electrones
compartidos que el hidrógeno. Como resultado, el par de electrones se desplaza hacia
el átomo de cloro, lo que da una carga parcial negativa y hace que el átomo de
hidrógeno quede con una carga parcial positiva, generando en la molécula la formación
de dos polos. A este tipo de unión se le conoce como enlace covalente polar

Distribución de cargas en la molécula de HCl

La diferencia de cargas en una molécula se conoce como dipolo. Esta diferencia hace que
este tipo de compuestos tenga cargas opuestas en dos puntos de su molécula.
En este momento podríamos tener confusión entre el enlace iónico y el enlace covalente
polar, debido a la presencia de cargas. Para ello, Linus Pauling elaboró una escala
relativa a la electronegatividad en la que al elemento más electronegativo, el flúor, le fue
asignado un valor de 4.0, mientras que al elemento menos electronegativo, el francio, un
valor de 0.7. En este sentido, podemos ver que los no metales son más electronegativos
respecto a los metales (electropositivos). Mientras mayor sea el valor de
electronegatividad, mayor será la atracción por los electrones. Pero, ¿cómo sabemos si
un enlace es iónico o covalente polar?

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Valores de electronegatividad según Linus Pauling

Se dice que un enlace es iónico cuando la diferencia de electronegatividad entre los


átomos enlazados es de 2.0 o más, y por ende, un enlace covalente polar tendrá un valor
menor a 2.0.

Entonces, ¿qué tipo de enlace tendrán los compuestos NaCl y HCl, de acuerdo con la
escala de Pauling? Averígualo calculando la diferencia de electronegatividades que
presentan los átomos involucrados en cada uno de los compuestos.

Veamos un ejemplo: si comparamos los compuestos de bromuro de potasio (KBr) y


bromuro de hidrógeno (HBr), veremos que el primero, al presentar una diferencia de
electronegatividad de 2.0, le correspondería un enlace de tipo iónico, mientras que el
segundo, al tener una diferencia de 0.7, le sería asignado un enlace covalente polar.
KBr 2.8 – 0.8 = 2.0 enlace iónico
HBr 2.8 – 2.1 = 0.7 enlace covalente polar

Sin embargo, la escala de Pauling a pesar de que nos indica una tendencia hacia uno u
otro tipo de enlace, no permite hacer una división exacta entre ambos, de tal manera que
algunos enlaces covalentes polares tenderán a ser iónicos y viceversa, algunos iónicos
tendrán tendencia a comportarse como covalentes polares. Este es el caso de
compuestos como el yoduro de potasio (KI), cuya diferencia de electronegatividades será
de 1.7, lo que indica que su enlace es covalente polar, aunque su composición sea la de
un iónico (no metal-metal). En este caso se dice que es un compuesto iónico con
carácter covalente polar.

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En los compuestos predominantemente covalentes, los enlaces entre sus átomos no son
tan fuertes como los iónicos y mucho menos los establecidos entre sus moléculas. Como
resultado, los compuestos covalentes tendrán puntos de fusión y de ebullición inferiores a
los de los compuestos iónicos.

La fortaleza de un enlace covalente, al igual que los iónicos, va a depender de la distancia


que separa los núcleos enlazados. Esta distancia se denomina longitud de enlace y está
determinada por el radio atómico y el número de pares de electrones que se comparten.

La longitud en un enlace simple será mayor a la presente en un enlace doble y ésta a su


vez, respecto a un enlace triple. Por ejemplo, la longitud de enlace en el F2 es de 1.43x10-
10
m, en el O2 es de 1.21x10-10 m y en el N2 es de 1.10x10-10 m. Esto es debido a que en
el flúor existe un enlace sencillo, en el oxígeno un doble enlace y en el nitrógeno un triple
enlace. De aquí, podemos deducir que a medida que el número de pares de electrones
aumenta, la longitud de enlace disminuye. Cuanto más corta es la longitud de enlace, la
fuerza del enlace es mayor.

La cantidad de energía necesaria para romper un enlace covalente, se denomina energía


de disociación de enlace. Esta energía indica la fortaleza del enlace químico, debido a
que existe una relación indirecta entre la energía de enlace y la longitud de enlace.
Cuando dos átomos que se enlazan están muy cerca, tienen una longitud de enlace
pequeña, y por lo tanto, se necesita mayor cantidad de energía de enlace para separarlos.

Las propiedades físicas de un compuesto covalente, además de la energía de disociación,


también van a depender de la geometría de su molécula. Al unirse dos átomos mediante
un enlace covalente, la repulsión entre los electrones hace que los átomos se mantengan
lo más alejados posible. La geometría que finalmente adopta la molécula, es aquella en la
que la repulsión entre los electrones es mínima. Este enfoque para estudiar la geometría
molecular se llama Teoría de Repulsión de los Pares Electrónicos de la Capa de
Valencia (TRPECV).

La repulsión entre los pares de electrones de una molécula da como resultado átomos
que se encuentran en ángulos fijos entre sí. Para ello, se toma de referencia el átomo
central, que es cualquier átomo que está unido a más de un átomo distinto. El ángulo
formado por dos átomos periféricos y el átomo central, se denomina ángulo de enlace.
Los ángulos de enlace predichos por el TRPECV se sustentan en evidencias
experimentales. Los pares de electrones compartidos se repelen entre sí. Sin embargo,
los pares de electrones no compartidos también son importantes para determinar la
forma de la molécula.

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De esta manera la TRPECV, nos indica que la estructura más estable de una molécula es
cuando las regiones de elevada densidad electrónica sobre el átomo central están lo más
separadas posible. Por ejemplo, dos regiones de elevada densidad electrónica tienen la
máxima estabilidad situadas a lados opuestos del átomo central (disposición lineal). Tres
regiones de elevada densidad electrónica son más estables cuando se disponen en los
vértices de un triángulo equilátero (disposición plano trigonal). Así es cómo dependiendo de
las densidades electrónicas presentes, los compuestos covalentes van adquiriendo las
diversas disposiciones geométricas presentadas en la siguiente figura.

Hasta ahora hemos visto cómo se enlazan los metales con los no metales y los no
metales entre sí. Pero ¿cómo se enlazan los metales? ¿Qué características presentan
estas sustancias?

Los átomos de los metales se ordenan en el espacio formando redes metálicas parecidas
a las redes cristalinas de los compuestos iónicos. Los electrones de valencia se mueven a
través de los átomos, por lo que se dice que hay una transferencia continua de electrones
de un átomo a otro; a este tipo de unión se le conoce como enlace metálico.
En la actualidad existen dos teorías que explican cómo es que se realiza el enlace
metálico: el Modelo de la nube electrónica y la Teoría de bandas.

Según el modelo de la nube electrónica, los elementos metálicos al ceder sus


electrones forman una “nube o mar de electrones” en la que están inmersos todos los
átomos del metal. Esta nube permite el libre movimiento de los electrones a través de los
átomos. De esta manera, el enlace metálico resulta de las atracciones electrostáticas
entre los iones positivos de los metales y los electrones que se mueven a través de ellos.
Es importante mencionar, que los átomos de los metales en este tipo de unión no son
propiamente iones, ya que los electrones aún están dentro de la red y pertenecen a todos
los átomos del metal. Es decir, no hay ganancia ni pérdida de electrones como en el
enlace iónico, ni compartición de electrones como en el enlace covalente. En el enlace
metálico, los electrones viajan libremente a través de la red cristalina.

El movimiento de estos electrones hace que los metales sean buenos conductores del
calor y la electricidad. Una importante característica que distingue a los metales es que,
en estado sólido, conducen el calor y la electricidad; los sólidos con enlaces iónicos y
covalentes no la conducen.

El modelo de la nube electrónica a pesar de ser muy sencillo, nos permite explicar
algunas propiedades de los metales, como la conductividad, aunque nos limita al tratar
de comprender la diferencia en cuanto a conductividad de algunos metales.

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Por otra parte, la teoría de bandas establece que cuando dos átomos se enlazan, los
orbitales de la capa de valencia se combinan para formar dos orbitales nuevos, uno que
se denomina enlazante (de menor energía) y otro antienlazante (de mayor energía). En el
caso de combinarse tres átomos se formarán tres orbitales, cuya diferencia de energía
será menor que en el caso anterior. Así, a mayor número de átomos enlazados se
formará un mayor número de orbitales moleculares, llamada banda, con una diferencia de
energía mínima.

Esto mismo ocurre en los metales, los cuales al unirse combinan sus orbitales atómicos
para formar una gran molécula (red metálica), en la que los orbitales moleculares
resultantes, debido a su gran cercanía, forman dos bandas. La primera, en la que se
localizan los electrones de valencia llamada banda de valencia y la otra, vacía,
denominada banda de conducción. Ambas bandas están muy cercanas o traslapadas.

Por ello, en los metales al estar la banda de valencia llena o parcialmente llena, los
electrones pueden pasar fácilmente a la banda de conducción y moverse libremente,
permitiendo la conductividad del calor y la electricidad.

Caso contrario ocurre en los aislantes, en los que a pesar de que la banda de valencia
está completa y la banda de conducción vacía, no hay conductividad eléctrica, debido a
que existe una diferencia importante de energía entre ambas bandas (zona prohibida), lo
que impide el salto de electrones de una a otra.

En el caso de un semiconductor, la separación entre las bandas no es tan grande y


algunos electrones pueden saltar a la banda de conducción, así como presentar cierto
grado de conductividad. De esta manera es cómo la teoría de bandas explica la diferencia
de conductividad entre los metales.

Existe en los metales una gran fuerza de cohesión debido a la deslocalización


(movimiento) de los electrones, la cual les confiere una gran resistencia. En comparación
con los cristales iónicos, los cristales metálicos no sufren rotura, sino deformaciones que
les permiten ser maleables y dúctiles. Esto es, los átomos se deslizan unos sobre otros,
antes de romperse.

El alto índice de coordinación (número de átomos alrededor de otro) de los metales da


lugar a fuertes empaquetamientos. Los metales son, por ello, bastante densos. La
densidad será mayor en los compuestos metálicos cuyos iones positivos sean de menor
tamaño y mayor carga.

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Cuanto mayor sea la energía para romper los enlaces, más altos serán los puntos de
fusión y de ebullición. La mayoría de los metales suelen tener altas temperaturas de
fusión y ebullición (tabla 10), siendo más altos cuanto mayor sea la carga de los iones
y menor su tamaño.

Elemento Punto de fusión (°C) Punto de ebullición (°C)


Litio 180 1347
Estaño 232 2623
Aluminio 660 2467
Bario 727 1850
Plata 961 2155
Cobre 1083 2570

Tabla 10. Puntos de fusión y de ebullición de algunos metales (Chang, 2007)

1.5. Compuestos inorgánicos

Como habíamos visto en el tema 1.1, los compuestos son sustancias que no pueden
separarse en sus componentes por medios físicos, requieren forzosamente de una
reacción química para descomponerse.

De acuerdo a su composición, los compuestos químicos pueden clasificarse para su


estudio en dos grandes grupos: los compuestos inorgánicos y los compuestos orgánicos,
estos últimos también son conocidos como los compuestos del carbono.

Así, los compuestos inorgánicos son aquellos que no presentan carbono en su molécula,
a menos de que se encuentre bajo la forma de CO, CO2, carbonatos o bicarbonatos. Las
características de los compuestos inorgánicos pueden resumirse en los siguientes
puntos:

• Presentan cualquier tipo de enlace: iónico, metálico y covalente.


• Se conocen aproximadamente unos 500 000 compuestos.
•Son, en general, “termo estables”, es decir, resisten la acción del calor, y sólo se
descomponen a temperaturas superiores a los 700ºC.
• Tienen puntos de ebullición y de fusión elevados.
• Muchos son solubles en H2O y en disolventes polares.
• Fundidos o en solución son buenos conductores de la corriente eléctrica (son llamados
electrólitos).
• Las reacciones en las que participan son generalmente instantáneas, sencillas e iónicas.

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Para poder avanzar en el estudio de cualquier fenómeno, debemos poder describirlo de la
mejor manera con las palabras adecuadas. Ahora que conocemos un poco de los tipos
de enlace y las propiedades de los compuestos inorgánicos, es indispensable saber cómo
nombrar estos compuestos para hacer significativo nuestro conocimiento en química
inorgánica.

1.5.1. Nomenclatura

Resulta difícil transmitir nuestras ideas sin poseer un lenguaje propio. Esta problemática
era común en la química, pues existían diferentes formas para comunicar una misma
cosa. Incluso hoy en día, puedes adquirir en la tlapalería sosa o ácido muriático pues son
compuestos químicos muy utilizados en la limpieza del hogar, sin embargo, los nombres
con los que son conocidos de manera internacional en el mundo científico son hidróxido
de sodio y ácido clorhídrico.

John Dalton fue uno de los primeros investigadores que trataron de solventar esta
dificultad, unificando los símbolos químicos utilizados por los científicos. Sin embargo,
Berzelius fue quien finalmente propuso los símbolos de los elementos que se utilizan en la
actualidad, para ello tomó una o dos letras del elemento en idioma latín o alemán.

Los símbolos químicos que utilizamos para representar a los elementos, son
aprovechados para representar sustancias químicas, las cuales están formadas por
varios elementos y en muchas ocasiones, los mismos elementos dan origen a más de un
compuesto químico, dependiendo de la proporción en que se encuentren. Con el
propósito de representar a estas sustancias, los investigadores utilizan una simbología
denominada fórmula química, en la que además de los símbolos de los elementos, se
utilizan números.

Mediante una fórmula química se puede obtener información respecto al tipo de


elementos que conforman el compuesto químico, también es posible saber la relación de
combinación de los elementos del compuesto químico y cuál es el tipo de compuesto que
se representa con la fórmula química.

Como podrás observar, la Química es una ciencia que tiene un lenguaje propio, el cual es
importante adquirir para comprender los conocimientos y fenómenos estudiados por esta
disciplina. Ahora, vayamos a revisar los principios que rigen esta rama de la química,
denominada nomenclatura.

En la actualidad se aceptan tres tipos de nomenclatura para nombrar


compuestos químicos inorgánicos:

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 Nomenclatura sistemática: se utilizan prefijos para indicar el número de átomos
involucrados en el compuesto (mono, di, tri, tetra, etc.). 

 Nomenclatura IUPAC: en este caso, cuando el elemento que forma el compuesto
tiene más de un número de oxidación, se indica en números romanos al final y
entre paréntesis. 

 Nomenclatura tradicional: aquí se nombra el número de oxidación del elemento
que forma el compuesto, con una serie de prefijos y sufijos: 

 
 Cuando sólo tiene una valencia se usa el sufijo -ico.
  
Cuando tiene dos valencias diferentes se usan (de menor a mayor valencia):
 
 -oso
  
-ico
  
Cuando tiene tres distintas, se usan (de menor a mayor):
 
 hipo- -oso
 
 -oso
  
-ico
  
Cuando tiene cuatro, se utilizan (de menor a mayor):
  
hipo- -oso
 
 -oso
 
 -ico
 
per- -ico
Para estar en resonancia con lo establecido a nivel internacional por la IUPAC,
(International Union of Pure and Applied Chemistry, Unión Internacional de Química Pura
y Aplicada) en esta asignatura revisaremos la nomenclatura respaldada por esta
organización internacional.

1.5.2. Compuestos iónicos, moleculares y ácidos

De manera general podemos clasificar a los compuestos inorgánicos en tres grandes


grupos de acuerdo a su composición química:
  Iónicos, están constituidos por un anión y un catión. 
 Moleculares, están compuestos sólo por elementos no metálicos. 

 Ácidos, presentan en su fórmula química por lo menos un átomo de hidrógeno y
uno o más no metales. 

Compuestos iónicos
Para nombrar a los compuestos iónicos, debemos tomar en cuenta si el anión y el catión
son monoatómicos o poliatómicos. En el caso de los monoatómicos, debemos saber que
los metales al adquirir una carga positiva en la molécula, serán los cationes y se

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nombrarán igual que el elemento del cual provienen. Los no metales adquirirán una carga
negativa por lo que serán los aniones y al ser nombrados adquirirán la terminación -uro.

En este caso, se nombra primero el anión, seguido de la palabra “de”, terminando con
el nombre del catión, por ejemplo:
NaI yoduro de sodio

Un anión especial es el O2- pues sus compuestos reciben el nombre de óxidos,


iniciando con este sustantivo el nombre del compuesto, seguido de la palabra “de” y
terminando con el nombre del catión.

Li2O Óxido de litio


También necesitamos tomar en cuenta si los metales tienen más de un estado de
oxidación, en el caso de los metales alcalinos y alcalinotérreos sólo presentan un estado
de oxidación, pero en el caso de los metales de transición pueden tener más de un estado
de oxidación, como en el caso del hierro. En estos compuestos, después del nombre del
catión, se indica su número de oxidación en números romanos encerrados por paréntesis:

FeI2 yoduro de hierro (II)


Si los iones son poliatómicos, reciben un nombre específico, en el caso de los
cationes poliatómicos, sólo existe el NH4+ conocido como amonio, mientras que los
aniones, algunos de los más comunes son mencionados a continuación:

CO32- carbonato NO2- nitrito


HCO3- bicarbonato NO3- nitrato
CrO42- cromato MnO4- permanganato
Cr2O72- dicromato PO43- fosfato
CN- cianuro SO32- sulfito
OH- hidróxido SO42- sulfato

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Con los iones poliatómicos se procede de la misma manera que con los monoatómicos,
mencionando primero el anión, luego la palabra “de” y terminamos con el nombre del
catión. Cabe mencionar que podemos encontrar cationes monoatómicos unidos a aniones
poliatómicos y viceversa, cationes poliatómicos con aniones monoatómicos:

NaHCO3 bicarbonato de sodio


NH4Cl cloruro de amonio

Compuestos moleculares
Los compuestos moleculares son compuestos con dos tipos de átomos, ambos no
metálicos. En la fórmula química se escribe primero el símbolo del elemento menos
electronegativo y luego el del elemento más electronegativo. Para nombrarlos debemos
mencionar primero el átomo más electronegativo como anión, es decir, en caso del
oxígeno se nombra como óxido, en el caso del flúor se menciona como fluoruro. Este
nombre irá precedido por el prefijo griego que indique el número de átomos del elemento
más electronegativo, es decir:

Un átomo mono
Dos átomos di
Tres átomos tri
Cuatro átomos tetra
Cinco átomos penta
Seis átomos hexa

A continuación sigue la palabra “de” seguida por el nombre del elemento menos
electronegativo, precedida por el prefijo que indique el número de átomos presentes en la
molécula. En este caso, sólo se indicará el prefijo si el número de átomos es mayor a 1.
Por ejemplo:

BrF monofluoruro de bromo


NCl3 tricloruro de nitrógeno
Cl2O3 trióxido de dicloro

Compuestos ácidos, en este tipo de compuestos el elemento que está siempre


formando parte de la molécula es el hidrógeno, se le considera en su forma catiónica H+ y
puede formar compuestos con aniones monoatómicos, de esta manera los compuestos

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obtenidos se nombran iniciando con la palabra ácido seguida del nombre del anión
con terminación –hídrico:
HCl ácido clorhídrico

Si el ión H+ se une a algún polianión con algún átomo de oxígeno, entonces también
iniciamos el nombre del compuesto con la palabra ácido seguida del nombre del polianión
con terminación –oso si el nombre del anión termina originalmente en –ito, o bien si el
nombre del anión termina en –ato, en el ácido la terminación será –ico:

Nombre del ión Fórmula del ácido Nombre del ácido


Sulfato H2SO4 Ácido sulfúrico
Sulfito H2SO3 Ácido sulfuroso

Los subíndices en las fórmulas

Algo que debiste notar en algunos compuestos es que cuando trabajamos con iones, la
carga del anión es el subíndice del catión en el compuesto y viceversa, la carga del
catión es el subíndice del anión en el compuesto en valor absoluto; cuando la carga es 1+
o 1-no se indica como subíndice en el compuesto, por ejemplo:

Na2SO4 El anión SO42- presenta carga 2- por lo que 2 es el subíndice del catión, como el
catión presenta carga 1+, no se indica como subíndice del anión.

Mg (OH)2 El anión OH- presenta carga 1-, por lo que 1 es el subíndice del catión y no
se indica, en el caso del catión Mg2+, presenta carga 2+ por lo que en número 2 es el
subíndice del anión OH- y para indicar que afecta a cada átomo del polianión, éste se
encierra entre paréntesis y el subíndice se coloca fuera del paréntesis.

De esta manera ya tienes un panorama general de cómo nombrar a los compuestos


químicos y con ello identificar qué elementos químicos los componen y en qué proporción,
además puedes saber si es un ácido o un óxido, algo que te dará una idea de su
reactividad, tema que verás en la Unidad 3 de la asignatura.

Ciencias Exactas, Ingenierías y Tecnología | Logística y Transporte 41


Cierre de la unidad

Terminamos la unidad uno de la asignatura de química, en estos momentos ya


debes saber cuál es la diferencia entre sustancia y mezcla, cómo podemos
aprovechar las propiedades físicas de las sustancias para purificarlas y qué es lo que
diferencia a un enlace iónico de uno covalente o de uno metálico. También debes
saber cómo utilizar estas propiedades físicas y químicas en el manejo y transporte
adecuado de las sustancias.

Te invitamos a realizar la evidencia de aprendizaje para que plasmes en un documento


lo que has aprendido en esta unidad.

Fuentes de consulta

 Aguilar Sahagún, G., Salvador, C. J., y Flores Valdés, J. (1997). Una ojeada a la
materia. México, Fondo de Cultura Económica. 

 Andrés, Dulce María. et ál. (2008). Física y Química 1o Bachillerato. España:
 Editex 
 Brady, J. E. (2003). Química Básica principios y estructura. México, Limusa Wiley. 

 Bulbulian, S. (1996). La radiactividad. México, Fondo de Cultura Económica. 

 Chang, R. (2006). Química. México, Mc Graw-Hill. 

 Chang, R. (2007). Química. China, McGraw-Hill. 

 Chang, R. (2010). Química. México, McGraw-Hill 

 Choppin, G. R., y Summerlin, L. R. (2004). Química. México, Mexico Publicaciones
Culturales. 

 Dingrando, L. E. (2003). Química materia y cambio. Colombia, McGrawHill. 

  Garritz, Andoni. (1998). Química. México: Pearson Educación. 
 Garritz A. y Chamizo J.A.(1994). Química.U.S.A., Addison-Wesley Iberoamericana. 

 Hein, M. y Arena, S. (2010). Fundamentos de Química . México, Cengage
Learning. 

 Holum, J. (2009). Fundamentos de Química General, Orgánica y Bioquímica para
ciencias de la salud. México, Limusa Wiley. 

 Kotz, J. C. (2005). Química y recatividad química. México, Thomson Learning. 

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 Lacreu, Aramendía, Aldabe. (1999). Química 1: Fundamentos. Buenos Aires:
 Ediciones Colihue. 
 MacMurry, J. (2009). Química Orgánica. México, Thomson Paraninfo. 

 Merino-Trujillo, A. (2009). Como escribir documentos científicos (Parte 1). El
ensayo. (S. d. Salud, Ed.) Salud en Tabasco , 15 (1), 849-851. 

 Morrison, R. T. y Boyd, R. N. (1998). Química Orgánica. México, Addison-
Wesley Iberoamericana 

Complementaria

 Loss R.D. y Corish J. (2012). Names and Symbols of the elements with Atomic
Numbers 114 and 116. Portal de la International Union of Pure and Applied
Chemistry. Recuperado de http://www.iupac.org/nc/home/publications/provisional-
recommendations/published/published-container/names-and-symbols-of-the-
elements-with-atomic-numbers-114-and-116.html?sword_list%5B%5D=flerovium 

 Maldonado. M. (2012). Sobre el Quinto Estado de Agregación. Portal del Instituto
de Física UNAM. Recuperado de
http://www.fisica.unam.mx/noticias_quintoestadodeagregacion2012.php 

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