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A. Berenguer Carisomo
Una línea culta: imita los modelos europeos. Esta línea ha sido manifestada en el barroco,
el seudoclasicismo, el romanticismo, el posromanticismo, el realismo y el naturalismo.
Una línea popular o autóctona: es una creación aborigen que apenas aparece desde el
comienzo. Esta línea quedó restringida al campo folklórico y anónimo y a la propaganda
política.
Ambas líneas convergen en un período de madurez hacia el último tercio del siglo XIX.
Existen dos razones por las cuales se produjo este proceso de madurez:
2. La inseguridad de los escritores que veían en los modelos europeos obras literarias de
imitaciones.
Gracias al modernismo las letras argentinas se tiñen de una personalidad firme con rasgos propios.
Durante mucho tiempo la literatura sólo fue un vehículo de propaganda política. Esto comenzó a
ceder por dos motivos: la organización política y la división del trabajo.
B. Emilio Carilla
Las periodizaciones literarias nacieron como necesidad de ordenar una materia de número
creciente y como resguardo de un caudal artístico de gran valor.
A partir de 1917 y hasta 1922 aparece la primera obra sobre la literatura argentina, “Historia de
la literatura argentina” de Ricardo Rojas. Él inicia la bibliografía crítica argentina con la
recopilación detallada del pasado literario argentino, la aplicación de un método y con sus
reflexiones sobre la “argentinidad” y sobre la realidad histórico-cultural del país. Anteriormente
hubo críticos que quisieron orientar nuestras letras pero no lograron una visión totalizadora de
nuestra literatura.
El 1913 Rojas publica la primera versión de la obra donde reconoció cinco etapas político-literarias.
Por un lado, “Los orígenes”, “La revolución”, “La proscripción”, “La organización” y “La actualidad”.
Y por otro lado reconoce tres épocas estéticas: “El clasicismo”, “El romanticismo”, y “El
modernismo”.
La versión definitiva de 1917-1922 presenta una estructura mixta: distingue un género autóctono
diacrónico: “Lo gauchesco”; y tres épocas histórico político: “Los coloniales”, “los proscriptos” y
“Los modernos”.
Alrededor de la década del ‘20 aparecen las teorías generacionales con la intención de superar las
concepciones en que el nombre de generación llevaba en sí la simple apelación a la idea biológica.
Las dos concepciones más difundidas son las de Petersen, centra su teoría en la literatura que
presenta una serie de ocho condiciones y se caracteriza por su mayor complejidad o exceso de
condiciones, y la de Ortega y Gasset que centra su teoría en la historia.
En 1950, Carilla realiza un análisis de los períodos de la literatura argentina tomando algunos
criterios elaborados por Petersen y Ortega.
Herencia: es importante que Tener la misma edad (idea de Defensa del nombre ( un año
la mayor parte de los autores coetaneidad). con peso definidor): debe
pertenezcan a una misma buscarse un año donde ocurra
clase social. En Argentina los un suceso que influya en las
escritores eran hijos de obras,
estancieros, por eso la
literatura era culta.
Fecha de Nacimiento: debe Tener algún contacto vital. Fondo político social: deben
existir una relación de tiempo vivir las mismas circunstancias
entre un autor y otro. políticas y sociales.
El lenguaje de la generación:
en su familia y en la escuela
los escritores aprenden a
escribir sobre su propia vida.
Si su formación es extranjera
el estilo es más europeo.
Petersen y Ortega coinciden en la idea de que una generación decae y aparece una nueva.
Petersen y Carilla coinciden en que lo más importante del análisis literario es la obra,
centran su teoría en la literatura.
Carilla cuestiona los períodos fijos de 15 años que establece Ortega, y propone períodos
oscilantes.
Una generación literaria es un grupo de coetáneos que viven las mismas circunstancias políticas,
económicas y sociales, que han recibido una misma educación, que tienen una misma moral y una
sensibilidad artística afín.
Los países tienen la necesidad de periodizar para ordenar el caudal de sus obras y resguardarlas.
Cuando el tiempo pasa, la gente se rige por lo escrito.
Generación de 1810: los autores ven a la obra como un vehículo para extender las ideas de
libertad. Cantan los hechos de la Revolución de Mayo, predomina el neoclasicismo y no
dejan obras de valor perdurable. Se destacan Mariano Moreno, Vicente López y Planes,
Esteban de Luca y Bartolomé Hidalgo.
Generación de 1821: fue una minoría liberal que tuvo su centro de irradiación en la
universidad de Buenos Aires. Su tendencia es el neoclasicismo influido por el modelo
francés. Se destacan Juan Cruz Varela, Crisóstomo Lafinur y Mariquita Sánchez de
Mendeville.
Generación de 1837: “Los proscriptos”, son quienes escriben desde el extranjero. Nacieron
alrededor de 1810 y residieron hasta 1838, cuando aparece la oposición a Rosas. La
tendencia fue liberal y romántica con un matiz político. La primera generación romántica
argentina presenta obras en verso, la más representativa fu escrita en prosa “El facundo
de Sarmiento”. Se destacan Echeverría, Alberdi, José Mármol y Sarmiento.
Como posibilidad, los métodos generacionales nos permiten ordenar el corpus literario. Pero
como limitación, no podemos creer que la ubicación generacional de un autor o una obra resuelve
todos los problemas literarios.
Se acepta la necesidad orientadora del agrupamiento, de reunir y ordenar el corpus literario para
que no pueda diluirse. No se pierde rigor científico al establecer periodos de 15 años promedio.
Una generación no siempre la forman autores geniales. Uno de los elementos agrupadores es el
que se origina en las preguntas que el momento histórico formula a los escritores.
El autor ayuda a conformar su generación, pero una vez que nos convence de ello resguarda una
individualidad que también le pertenece, más allá de los enlaces generacionales.
No hay periodos naturales, debemos rechazar los periodos geométricos. Decir que un escritor o
una obra pertenecen a una generación es fundamentar un punto de partida, una relación de
grupo, y no sus más recónditas esencias.
V. Conclusiones.
Los métodos generacionales resultan herramientas útiles si se los considera como una línea de
inserción y un punto de partida, sin pretender cuadros cerrados y absolutos.