Professional Documents
Culture Documents
(Omar Jayyam o Khayyam; Nishapur, actual Irán, 1048 - id., 1131) Poeta, matemático y
astrónomo persa. Se educó en las ciencias en su nativa Nishapur y en Balkh. Posteriormente
se instaló en Samarcanda, donde completó un importante tratado de álgebra. Bajo los
auspicios del sultán de Seljuq, Malik-Shah, realizó observaciones astronómicas para la
reforma del calendario, además de dirigir la construcción del observatorio de la ciudad de
Isfahán. De nuevo en Nishapur, tras peregrinar a la Meca, se dedicó a la enseñanza y a la
astrología. La fama de Khayyam en Occidente se debe fundamentalmente a una colección
de cuartetos, los Rubaiyat, cuya autoría se le atribuye y que fueron versionados en 1859 por
el poeta británico Edward Fitzgerald.
Si en Occidente Omar Khayyam tan sólo es conocido como poeta, Oriente, en cambio, lo
conoció casi exclusivamente durante toda la Edad Media como astrónomo, matemático y
filósofo; en el ámbito de las matemáticas estudió las ecuaciones cúbicas proporcionando
una solución geométrica para algunas de ellas, e intentó clasificar ecuaciones de diversos
grados según el número de términos que aquéllas contuvieran. Sólo a partir de mediados
del siglo XIX, desde que la traducción de Edward Fitzgerald de los Rubaiyat dio celebridad
a su nombre en Europa y en América, empezó también a ser estudiado y admirado como
poeta por el Oriente persa y árabe.
Rubaiyat no es el nombre de una obra sino de una forma métrica (en singular, "rubai", que
puede traducirse como "cuarteto"). Tal estrofa, formada por cuatro versos con el esquema
de rima A-A-B-A, era extraña a la poesía árabe clásica, y fue usada sobre todo en la persa.
Se encuentran cuartetos designados con el vocablo árabe "rubaiyat" desde los comienzos de
la lírica persa, en el siglo X; los vemos después atribuidos a muchísimos poetas, y aun a
hombres de ciencia, como Avicena; entre los más insignes sobresalen los poetas místicos
Abu Saìd de Mehne (968-1049) y su contemporáneo Baba Tahir de Hamadàn. Pero los
Rubaiyat por antonomasia son los atribuidos a Omar Khayyam.
Algunos investigadores sostienen que Khayyam nunca hizo poesía y que los Rubaiyat se le
han atribuido por su fama y erudición. Ciertamente, el número de poemas atribuidos a
Omar Khayyam es excesivo (entre quinientos y un millar), y es probable que tan sólo
alrededor de unos doscientos sean suyos. Estas breves composiciones tienen sus origen en
la literatura persa preislámica, y suelen condensar en sus versos una descripción ambiental
y un pensamiento. En los poemas de Khayyam, escritos con un magistral poder de síntesis,
el poeta canta aparentemente a los goces del vino y el amor como refugio a la transitoriedad
de la vida, mas bajo ello subyace una profunda y a menudo pesimista reflexión sobre la
naturaleza del universo, el paso inexorable del tiempo y la relación del hombre con Dios.
La fisonomía del poeta que estos versos traslucen es inequívoca, orientada hacia un amable
goce de las efímeras alegrías de la vida y hacia un íntimo y amargo escepticismo sobre las
posibilidades del hombre para alcanzar las verdades supremas, estado de ánimo que
continúa toda una tradición de poesía escéptica oriental que se remonta ya a Avicena (se
sabe que Khayyam fue un apasionado estudioso de Avicena) y que es presentado con
excepcional fuerza epigramática, no sin una acentuada nota de intelectualismo. Junto a la
hondura con que se tratan temas metafísicos como la relación del hombre con Dios, la
eternidad y la incertidumbre de la existencia humana, a través de concisas y tajantes
sentencias, Khayyam realza la belleza y sensualidad del mundo material, la alegría de vivir,
la naturaleza y los placeres. Sus versos son simbólicos y transmiten la sabiduría antigua con
sencillez y voluptuosidad, a menudo con un irresistible hechizo o entre una aureola de
misterio, y son estimados como uno de los más brillantes tributos del genio persa a la
literatura universal.
Para el sabio, la tristeza y la alegría son semejantes, lo mismo que el bien y el mal; para el
sabio, todo lo que tuvo principio debe tener también fin. Considera, por tanto, si hay razón
para que te alegres con la ventura que llega, o te entristezcas con la desgracia que no
esperabas.
A nadie pedí la vida. Me esfuerzo por aceptar, sin júbilo ni rabia, todo lo que la vida ofrece.
Partiré sin preguntar al prójimo acerca de mi curiosa permanencia en este mundo.
¡Qué mezquino el corazón que no sabe amar! Si no estás enamorado, ¿cómo puedes gozar
con la deslumbrante luz del sol o la suave claridad de la luna?
Los sabios no podrán enseñarte nunca nada, mas la caricia de unas negras pestañas de
mujer te revelará la felicidad.
No te ilusiones con tu riqueza y tu belleza; puedes perderlas: aquélla en una noche; ésta, en
una fiebre.
Si los amantes del vino y del amor van al infierno, vacío debe estar el paraíso.
¡Todos los reinos de la tierra por un vaso de vino! ¡Toda la ciencia de los hombres por la
suave fragancia del mosto fermentado! ¡Todas las canciones de amor por el grato murmullo
del vino que llena nuestras copas!
Todo es un tablero de ajedrez de noches y días, donde el destino, con hombres como piezas,
juega: Acá y acullá mueve, y da jaque mate y mata, y uno por uno, vuelve a ponerlos en la
caja.
He aquí la única verdad. Somos los peones de la misteriosa partida de ajedrez que juega
Alá. Él nos mueve, nos detiene, vuelve a empujarnos, y al final nos arroja, uno a uno, a la
caja de la nada.
Siguiendo uno de los preceptos del Islam, peregrinó a La Meca en 1092. A su regreso a
Nishapur permaneció vinculado a la corte, donde se desempeñó como historiador y juez, y
dio clases de matemáticas, astronomía, historia, medicina o filosofía. Lamentablemente,
solo conocemos parte de su obra científica, que es extraordinaria: la Disertación sobre una
posible demostración del postulado paralelo, de la geometría de Euclides, la Tesis sobre
demostraciones de álgebra y comparación, escrita en árabe (traducida por Woepecke en
1851); el Tratado sobre la exactitud del sistema indio para calcular raíces de ecuaciones,
referido a ecuaciones de segundo y tercer grado; Los problemas en aritmética y cálculo, la
Descripción de las tablas astronómicas de Malek Shah, el ensayo Luz de la razón, sobre la
ciencia en general, y la Disertación sobre ciencias naturales. Existen unos ocho trabajos
más, sobre física, economía, historia, filosofía, metafísica y tradiciones.
En su Tesis sobre demostraciones de álgebra y comparación desarrolla el primer
procedimiento de solución de las ecuaciones cuadráticas y cúbicas a partir de las secciones
cónicas, que permite encontrarles una raíz positiva y asimismo logra demostrar que tienen
al menos una segunda raíz. Su afirmación de que no se pueden hallar las raíces de las
ecuaciones de tercer grado mediante regla y compás no pudo ser demostrada hasta 750 años
más tarde. Y la teoría de las ecuaciones de tercer grado no fue desarrollada hasta el siglo
XVII, por René Descartes.
A pesar de las dificultades de la época en que vivió, escribió numerosos trabajos, entre los
que se incluyen los Problemas de aritmética, que es un libro de música y otro de álgebra,
ambos antes de cumplir los 25 años.
Malik Shah, nieto del fundador de la dinastía selyúcida, llamó a Omar Jayam para que se
trasladase a Isfahán para instalar un observatorio, que Jayam dirigió durante dieciocho
años, convirtiéndolo en un excepcional centro de investigación. En él se elaboraron tablas
astronómicas y se contribuyó a la reforma del calendario, ya que las investigaciones
llevadas a cabo le permitieron calcular el error del calendario persa, el cual tenía 365 días
exactos (hay que considerar que, a finales del siglo XIX, el año duraba 365,242196 días y
que en la actualidad es de 365,242190). Ese calendario sigue estando vigente en la
actualidad en Irán y Afganistán.
A Omar Jayam debemos que la incógnita de las ecuaciones se llame x. Él la llamó shay
("cosa" o "algo", en árabe). El término pasó al castellano como xay, y de ahí derivó en
solamente la inicial x.1
Función continua
(Redirigido desde «Continuidad (matemática)»)
«Continua» redirige aquí. Para otras acepciones, véase continuo.
En matemáticas, una función continua es aquella para la cual, intuitivamente, para puntos
cercanos del dominio se producen pequeñas variaciones en los valores de la función. Si la
función no es continua, se dice que es discontinua. Una función continua de en es
aquella cuya gráfica puede dibujarse sin levantar el lápiz del papel (más formalmente su
grafo es un conjunto conexo).