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ANEXO DE LECTURAS
Curso
Valoración y Aplicación de la Pena
CURSO: VALORACIÓN Y APLICACIÓN DE LA PENA
Ahora bien, entre nosotros este evidente estancamiento tiene diversa etiología. Sin
embargo, en lo esencial, él se origina por la inidónea técnica legislativa empleada
por el legislador nacional para regular tan delicada actividad jurisdiccional. Un
ejemplo de ello lo encontramos en el Código Penal de 1991, el cual en su
redacción original, anterior a la Ley 30076, reguló una limitada, obscura y dispersa
normatividad sobre la determinación judicial de la pena. Efectivamente, sus
disposiciones al respecto se encontraban repartidas, cuando no confundidas, en
artículos aislados de la Parte General, así como en asistemáticas normas de la
parte especial. Es más, también coexistían reglas sobre la determinación judicial
de la pena esparcidas en la legislación procesal penal vigente. Tal desorden
legislativo, lamentablemente, motivó poco el razonamiento especializado de los
penalistas nacionales que poco aportaron para intentar conectar y explicar
dogmáticamente tan confuso y anómalo sistema normativo. En este contexto,
además, algunos autores como CARO CORIA trasladaron complejos criterios de
la dogmática alemana totalmente ajenos a la redacción y estructura normativa
nacional, incrementando con ello la nebulosa teórica y práctica sobre la materia
(Cfr. Dino Carlos Caro Coria. Notas Sobre la Individualización Judicial de la Pena
en el Código Penal Peruano. Publicado en Rondando al Código Procesal Penal.
Corte Superior de Cajamarca. Cajamarca. 2014, p. 402 y ss.).
A todas esas las falencias del sistema normativo se agregaron, también, desde el
quehacer de los operadores de justicia, arbitrariedad, desorientación y complejidad
práctica, lo cual fue tornando incomprensibles para todo examen de
argumentación los resultados punitivos declarados en una sentencia condenatoria.
De allí, pues, que una nueva teoría de la determinación judicial de la pena debe
ser elaborada con el rigor científico que demanda su relevante utilidad práctica,
razón por la cual nos alarma el inusitado interés por analizar la nueva normatividad
que aporta la Ley 30076 a través de enfoques desinformados, carentes de soporte
teórico solvente y que registran evidentes cuotas de improvisación y desconcierto.
Como destaca BESIO HERNÁNDEZ, “La individualización judicial de la pena
constituye un ámbito especialmente complejo y problemático del quehacer judicial,
principalmente porque el legislador no provee de reglas específicas susceptibles
de ser utilizadas por el juez de forma unívoca en la elección de la respuesta
punitiva adecuada al delito y a su autor, sino que, más bien, éste se encuentra
enfrentado a un sinnúmero de problemas, que requieren de la resolución previa de
otro sinnúmero de problemas(así la interpretación de los criterios legales de
medición), que dependen, unos y otros, en buena medida de su particular visión
del sistema penal (de, por ejemplo, la finalidad que se considere cabe atribuir al
Derecho penal y a la pena). En consecuencia, nunca es claro cuál es la cuantía de
pena que debe corresponder al delito cometido ni tampoco cuál es la cantidad de
pena adecuada a su autor” (Martín Besio Hernández. Los Criterios Legales y
Judiciales de Individualización de la Pena. Titant Lo Blanch. Valencia.. 2011, p.
23).Por consiguiente, la actitud responsable del jurista en este dominio es la única
garantía de que las reformas introducidas por la Ley 30076 alcancen los
resultados positivos que de ella se esperan. En tal sentido, en un proceso
transitorio de asimilación de las disposiciones y procedimientos regulados por la
nueva legislación, la improvisación y el desarrollo de enfoques imprudentes y
distorsionados en la doctrina nacional, sólo pueden promover confusión y malas
prácticas, a la vez que generar temor y recelo en torno a la utilidad de las
innovadoras reglas de medición de la pena. Estas, por el contrario, requieren de
un meditado esclarecimiento teórico que con solvente y compatible
argumentación, las hagan viables para el ejercicio práctico los operadores de la
justicia penal. De allí que resulten preocupantes, por ejemplo, los bien
intencionados pero apresurados comentarios que se vienen formulando y
publicando en torno a las nuevas fórmulas de determinación judicial de la pena.
Por ejemplo, los realizados por ORE SOSA, quien califica como de origen
colombiano al artículo 45° A y citando a VELÁSQUEZ, da una lectura sesgada e
incorrecta a la operatividad de la disposición nacional o confunde causales de
disminución de punibilidad como la tentativa o las eximentes imperfectas con
atenuantes privilegiadas; es más, por las notorias limitaciones técnicas de su
exegesis concluye sin poder desarrollar un esquema operativo, y necesariamente
diferente del diseñado en el artículo 45° A, para la decisión de la pena en caso de
la presencia de lo que denomina circunstancias “especificas” (¿?) o de agravantes
cualificadas como la reincidencia ( Cfr. Eduardo Oré Sosa. Determinación Judicial
de la Pena, Reincidencia y Habitualidad. A Propósito de las Modificaciones
Operadas por la Ley N° 30076. Gaceta Penal & Procesal Penal. Tomo 51.
Setiembre 2013, p. 11 y ss.). Algo similar ocurre con los esfuerzos hermenéuticos
realizados por PAUCAR CHAPPA quien utilizando alguno de nuestros conceptos
operativos, pero no adaptándolos plenamente a la nueva regulación, construye
complejos esquemas que terminan confundiendo las distintas clases de
circunstancias y sus diferentes momentos operativos y efectos. En efecto, este
autor pretende aplicar el sistema de tercios también en casos hipotéticos de
concurrencia de una circunstancia agravante específica de primer nivel con la que
denomina circunstancia genérica privilegiada establecida en el artículo 22°, la que
en realidad técnicamente es una causal de disminución de pena (Marcial Eloy
Páucar Chappa( Nuevas Reglas de Determinación de la Pena: “El Sistema de
Tercios”. Gaceta Penal & Procesal Penal. Tomo 51. Setiembre 2013, p. 28 y ss.).
Más complicado es el análisis que formula JIMENEZ NIÑO, quien en sus
ejemplos y cuadros hace concurrir circunstancias de operatividad técnica
incompatible y esboza, también, un sofisticado iter de ubicación de la pena
concreta que preferimos transcribir: “El procedimiento para la individualización de
la pena concreta se inicia con la ubicación de intervalo de pena(pena abstracta),
luego se realizan las modificaciones ante la presencia de circunstancias
privilegiadas o cualificadas, para finalmente dividir el intervalo obtenido en tercios,
y ubicar la pena concreta de acuerdo a las circunstancias atenuantes o agravantes
contenidas en el artículo 46” (Cfr. Sergio Jiménez Niño. La Determinación de la
Pena en la Ley N° 30076 ¿De Dónde Parto?. Gaceta Penal & Procesal Penal.
Tomo 51. Setiembre 2013, p. 43 y ss.). Diferente, aunque no menos incierta, ha
sido la postura adoptada por VILLA STEIN que con la prudencia de un Juez
Titular de la Corte Suprema, ha preferido en la última edición de su Derecho
Penal. Parte General, ignorar los relevantes cambios introducidos en las
disposiciones sobre determinación judicial de la pena y limitarse a seguir
analizando las normas ya derogadas del texto original del artículo 46° del Código
Penal, colaborando, de esa manera, a mantener la nebulosa dogmática que existe
en torno a dicha temática en vez de procurar esclarecer sus alcances ( Cfr .Javier
Villa Stein. Derecho Penal. Parte General. ARA Editores. Lima. 2014, p. 567 y ss).
Ahora bien, cuando se trata de atenuantes genéricas que identifican una menor
antijuricidad del hecho o una menor culpabilidad de su autor, ellas producen como
consecuencia una menor punibilidad o posibilidad de sanción del delito y van a
determinar una pena concreta menor, la que siempre se ha se proyectar hacia el
extremo inicial o mínimo de la pena básica. Por el contrario, si son agravantes
genéricas que tienen el rol de indicar una mayor antijuricidad de la conducta o
una mayor culpabilidad del autor, su eficacia se expresará también como una
mayor punibilidad o posibilidad de sanción del delito, la cual se materializará en
una pena concreta mayor que se dirigirá siempre hacia el extremo final o máximo
de la pena básica.
La Tentativa
Las Eximentes imperfectas
La Complicidad secundaria
El Delito continuado y delito masa
El Concurso ideal de delitos
El Concurso real de delitos
• La confesión sincera
• La terminación anticipada del proceso
• La colaboración eficaz
• La conclusión anticipada de la audiencia o conformidad
15. Mínimo Legal. Con esta denominación se identifica al extremo inicial de toda
pena conminada o básica correspondiente a un determinado delito. Su principal
utilidad es marcar el límite a partir del cual se debe producir la disminución o
reducción de la pena. Tratándose de atenuantes privilegiadas (actualmente no
reguladas en la legislación penal vigente), el mínimo legal también identifica el
punto inicial del extremo inferior del espacio punitivo desde el cual operará el
efecto atenuante en línea descendente. Ahora bien, no debe confundirse el
mínimo legal con el mínimo genérico que tiene cada pena en la Parte General
como es el caso del previsto en el artículo 29° para las penas privativas de libertad
temporales (dos días). El Código Penal de 1924 tenía al respecto una disposición
expresa en el artículo 88°: “La disminución de la pena hasta límites inferiores al
mínimum legal, se entiende respecto del tiempo previsto para el delito de que se
trate, pero no del mínimum señalado para cada clase de pena que en ningún caso
puede ser reducido”
16. Máximo Legal. Se identifica como tal al límite final de la pena conminada para
el delito cometido. Su principal utilidad es marcar el punto de inicio del efecto
agravante que producen las circunstancias agravantes cualificadas y que se
extenderá hacia la proporción fijada por la ley; por ejemplo, hasta una mitad por
encima como lo regula el artículo 46° B para la reincidencia: “La reincidencia
constituye circunstancia agravante cualificada, en cuyo caso el Juez aumenta la
pena hasta en una mitad por encima del máximo legal fijado para el tipo penal”.
Comencemos señalando que el título II, de la sección III, del Libro I corresponde a
la Aplicación de la Pena. Comprende los artículos 50º a 67º e incluye las reglas
relacionadas a los concursos de delitos y delito continuado (Cfr. Artículos 60º a
63º). Ahora bien, lo concerniente a la temática que hemos analizado, sobre la
determinación judicial de la pena, se regula entre los numerales 50º a 59º. Y lo
referente a la reincidencia y habitualidad se encuentra normado por los artículos
64º y 65º.
Introducción
Una de las definiciones más claras e ideográficas sobre las circunstancias del
delito es la aportada por ANTOLISEI, quien señalaba que “Circunstancia del delito
(de cincum stat ) es, en general, aquello que está en torno al delito. Implicando por
su misma índole la idea de accesoriedad, presupone necesariamente lo principal,
que está constituido por un delito perfecto en su estructura” (Francesco Antolisei.
Manual de Derecho Penal. Parte General. UTEHA ARGENTINA. Buenos Aires.
1960, p.319).
Son circunstancias genéricas las que se regulan en la Parte General del Código
Penal y que pueden operar en la determinación de la pena concreta de cualquier
tipo de delito. Esta clase de circunstancias sólo permiten al Juez individualizar la
pena que corresponde al delito cometido y a su autor o partícipes dentro del
espacio punitivo generado entre los límites inicial y final de la pena básica o
espacio de punición que conforme al artículo 45° A debe configurar previamente
el Juez.
Ahora bien, cuando se trata de atenuantes genéricas que identifican una menor
antijuricidad del hecho o una menor culpabilidad de su autor, ellas producen como
consecuencia una menor punibilidad o posibilidad de sanción del delito y van a
determinar una pena concreta menor, la que siempre se ha de proyectar hacia el
extremo inicial o mínimo de la pena básica y que en el artículo 45° A corresponde
al primer tercio. Por el contrario, si son agravantes genéricas que tienen el rol de
indicar una mayor antijuricidad de la conducta o una mayor culpabilidad del autor,
su eficacia se expresará también como una mayor punibilidad o posibilidad de
sanción del delito, la cual se materializará en una pena concreta mayor que se
dirigirá siempre hacia el extremo final o máximo de la pena básica o tercer tercio.
En el primer inciso del artículo 46° del Código Penal se incluyen ocho
circunstancias atenuantes. Pasaremos ahora a examinar sus características y
presupuestos.
Y desde un enfoque político criminal, los expertos han considerado siempre que
las medidas alternativas a la pena privativa de libertad son útiles instrumentos
de despenalización, pues posibilitan compensar o flexibizar el excesivo rigor de
las decisiones punitivas del Estado que se construyen o expresan a través de la
conminación o aplicación de penas cortas privativas de libertad. Así, por
ejemplo, en un informe del Sub-Comité de Descriminalización del Comité
Europeo sobre Problemas de Criminalidad, de inicios de los años ochenta del
siglo pasado, ya se destacaba tal cualidad en los siguientes términos: “El
concepto de despenalización define todas las formas de atenuación dentro del
sistema penal. En este sentido el traspaso de un delito de la categoría de
“crimen” o “felonía” a la de delito menor, puede considerarse como una
despenalización. Esto también ocurre cuando se reemplazan las penas de
prisión por sanciones con menores efectos negativos o secundarios, tales
como multas, sistemas de prueba, trabajos obligatorios, entre otros”
(Descriminalización. Informe del Comité Europeo sobre Problemas de la
Criminalidad. Estrasburgo 1980. EDIAR. Buenos Aires. 1987, p. 23).
Nosotros preferimos optar por una clasificación que comprende sólo tres clases
de medidas alternativas:
Pero también en las últimas décadas, se han descargado contra las medidas
alternativas de régimen de prueba, reiterados cuestionamientos sociales debido
a su uso judicial arbitrario e indiscriminado. Lo cual incluso ha generado que un
sector mayoritario de la población las identifique como formas encubiertas de
impunidad, corrupción o indebida benevolencia judicial. Otras objeciones, en
cambio, han relativizado su pretendida eficacia o utilidad real para ejercer un
efecto relevante sobre el acceso a los centros carcelarios o sobre la
descongestión de los mismos. Al respecto, incluso, se ha llegado a sostener que
las medidas alternativas han extendido de modo desmesurado el control penal
fuera de la cárcel y que lo han delegado en agencias extra-penales que actúan
con marcada ausencia de garantías para los condenados (Elena Larrauri.
Introducción a la Criminología y al Sistema Penal. Editorial Trotta. Madrid. 2015,
p. 163). Por último, se ha sustentado un discurso deslegitimador de los
sustitutivos penales, el cual refiere que al recaer estos sólo sobre formas leves
de criminalidad, se genera un efecto perverso y discreto de reafirmación o
relegitimación de la necesidad o permanencia de la cárcel. La cual resulta
fortalecida como el espacio predilecto de reacción penal para todas las formas
agudas o críticas de la delincuencia. Especialmente de aquella violenta u
organizada. Esta última aseveración ha motivado que un sector de especialistas
admita también que esta clase de medidas proyectan un efecto colateral de
sesgo reaccionario y simbólico, que las convierte más que en alternativas en
verdaderos “complementos” de la cárcel (Cfr. Eugenio Raúl Zaffaroni,
Alejandro Aliaga y Alejandro Slokar. Derecho Penal. Parte General. EDIAR.
Buenos Aires. 2000, p.927; Elena Larrauri. Las Paradojas de Importar
Alternativas a la Cárcel en el Derecho Penal Español, en Derecho Penal y
Criminología Nº 43, 1991, p. 139 y ss.).
Ahora bien, muchas de las críticas y efectos negativos descritos, que muestran
la crisis actual de las medidas alternativas a la pena privativa de libertad,
han sido inteligentemente contestadas o esquivadas mediante importantes
aportes de la doctrina, la jurisprudencia y la legislación comparada. En efecto,
por un lado se ha dejado en claro que no es, ni nunca fue, el objetivo de las
medidas alternativas el de abolir la prisión, sino, simplemente, el de procurar un
efecto o castigo menos dañino que los que representa la cárcel en casos
especiales donde esta deviene en desproporcionada e innecesaria (Francisco
Muñoz Conde - Mercedes García Arán. Derecho Penal. Parte General. Tirant Lo
Blanch. Valencia. 1993, p. 496 y ss.). Y, por otro lado, se ha puesto en evidencia
que en los diferentes y continuos procesos de reforma que ocurren en el derecho
penal contemporáneo, la posición del legislador hacia las medidas alternativas
no es de rechazo absoluto sino de notable vocación receptiva. Por tal razón,
medidas alternativas a las penas privativas de la libertada de corta o mediana
duración son todavía incorporadas, con mayor o menor intensidad o variedad, en
los en los nuevos proyectos y códigos penales del siglo XXI. Ejemplos de esta
paradójica tendencia legislativa son los Anteproyectos peruanos de reforma del
Código Penal de 2004, 2008/2010 y el reciente Proyecto de Nuevo Código Penal
2016. En todos estos documentos prelegislativos no sólo se ha procurado
mantener las cinco modalidades de medidas alternativas que reguló el Código
Penal de 1991, sino que se han ampliado también sus efectos para poder
alcanzar a penas privativas de libertad de hasta cinco años.
En consecuencia es justificado reconocer que aun limitadamente y pese a tener
una utilidad cada vez más simbólica, todavía encontramos decisiones
legislativas, que apuestan por las medidas alternativas expresando un mensaje
crítico hacia el uso desmedido de la cárcel. Lo cual es pertinente sobre todo para
la realidad de las prisiones latinoamericanas que siguen siendo crónicos
escenarios de deshumanizado hacinamiento y carencia generalizada de
servicios esenciales para una ejecución penal que asegure a los reclusos un
tratamiento acorde con su irrenunciable condición de personas. No cabe duda,
pues, que obrar legislativamente de otra manera, esto es, sólo eliminando o
reduciendo significativamente la presencia normativa de las medidas alternativas
en el derecho penal positivo, implica renunciar injustificadamente a uno de los
pocos medios que todavía subsisten para compatibilizar el castigo penal con la
dignidad humana y con proyecciones serias de prevención especial. En ese
sentido, consideramos, pues, que mantienen plena vigencia, las reflexiones
formuladas por MUÑOZ CONDE y GARCIA ARAN, hace ya más de dos
décadas: “... por mucho que no quepa ocultar el contenido de control presente en
este tipo de instituciones, no puede negarse que éste es menor que el ofrecido
por la cárcel y si se renuncia a ejercerlo en determinados casos, ello es en
beneficio de consideraciones que tienden a evitar la desocialización del
condenado, el efecto estigmatizador de la prisión y sus consecuencias sobre la
dignidad humana. Por tanto, una política criminal orientada a la sustitución de las
penas cortas de prisión por reacciones penales de distinta naturaleza se basa
fundamentalmente en una concepción del Derecho Penal como última ratio, que
en el caso español puede encontrar un válido apoyo en la proclamación
constitucional de la libertad como valor superior del ordenamiento jurídico”
(Francisco Muñoz Conde- Mercedes García Arán. Ob. cit., p. 497). Para el caso
peruano, estas reflexiones adquieren plena validez al constatarse que el
hacinamiento carcelario o las carencias de servicios y tratamiento se han
potenciado y fortalecido en los últimos diez años, como efecto esperado y directo
del giro punitivo en la política criminal nacional. Al respecto, cabe destacar, tal
como se aprecia en las estadísticas penitenciarias, que un porcentaje importante
de la población carcelaria del país, está recluida por delitos vinculados al tráfico
ilícito de drogas o al robo; y, que además, se encuentran cumpliendo penas
superiores a diez años de reclusión. Sin embargo, también entre estos datos
emerge una cifra significativa de internos que en las cárceles peruanas
cumplen penas no superiores a cinco años de pena privativa de libertad.
Esto es, se detecta que entre la masa carcelaria un porcentaje importante de
internos, cerca del 20% de la población total, cumplen penas de prisión cortas o de
mediana gravedad, lo que contribuye a hacer más crítico el espacio colapsado de
la capacidad de albergue de los centros penales (Consejo Nacional de Política
Criminal. INDAGA. ¿Qué tanto sabes del Sistema Penitenciario en el Perú?.
Ministerio de Justicia y Derechos Humanos. Boletín 1-2016,p.9 y ss.).
Cada una de ellas posee presupuestos. Requisitos y efectos similares que por
razones de espacio no podemos ahora detallar pero que ya hemos analizado
con minucIosidad en anteriores publicaciones (Cfr. Víctor Roberto Prado
Saldarriaga. Consecuencias Jurídicas del delito. Giro Punitivo y Nuevo Marco
Legal. IDEMSA. Lima. 2016,p.353 y ss.). En todo caso, es de mencionar que
sólo la suspensión de la ejecución de la pena opera con penas privativas de
libertad concretas de hasta cuatro años; esto es, con penas impuestas
judicialmente al autor o participe culpable de un hecho punible. En cambio la
reserva del fallo condenatorio funciona exclusivamente en relación con penas
conminadas o abstractas privativas de libertad de hasta tres años.
Por tanto, no fue del todo novedoso que unos años más tarde la Ley 30076, que
tuvo por fuente, justamente, un conjunto de reformas legales presentado en
octubre de 2012 por el Poder Judicial al Congreso de la Republica (R.A. N° 116-
2012-SP-CS-PJ y Oficio N° 6425-2012-SG-Cs-PJ), haya considerado pertinente
y necesario reformular el inciso 2 del texto original del artículo 57° del Código
Penal de 1991, demandando expresamente que el pronóstico favorable de
conducta futura, como juicio valorativo que debía emitir la autoridad judicial para
conceder la suspensión de la ejecución de la pena, “requiere de debida
motivación”. La cual debe integrar y razonar sobre diferentes aspectos como “la
naturaleza, modalidad del hecho punible, comportamiento procesal y la
personalidad del agente” y permitirle al órgano jurisdiccional inferir “que aquel
no volverá a cometer nuevo delito”. La misma exigencia se mantiene en la
redacción actual del inciso 2 del artículo 57° y con ligeras variantes ella también
es incluida en el artículo 62° para la concesión de la reserva del fallo
condenatorio. En lo que respecta al Proyecto de Código Penal de 2016 tal
requisito también es contemplado para las medidas de régimen de prueba que
su normativa regula (Artículos 74 inciso a; 79°.1).
Por tanto lo que a la fecha tenemos sigue siendo muy poco y precario. Es así
que Las normas vigentes y las propuestas legislativas diseñadas, siguen
haciendo descansar el peso fundamental del pronóstico favorable de conducta
en factores predominantemente subjetivos y de notoria ambigüedad
(“comportamiento procesal y la personalidad del agente”). No concurren,
pues, todavía, entre los artículos pertinentes del Código Penal, opciones de
alguna manera más precisas y controlables como las consideradas para otros
pronósticos jurisdiccionales sobre la aplicación de medidas de prisión preventiva
frente al riesgo procesal y que se detallan en los artículos 269° y 270° del Código
Procesal Penal. Y sobre los cuales, además, parecen haber ya importantes
consensos hermenéuticos y prácticos en la doctrina y en la jurisprudencia (Cfr.
César San Martín Castro. Derecho Procesal Penal. Lecciones. INPECCP.
CENALES. Lima.2015,p. 457 y ss.; Elder Jaime Miranda Aburto. Prisión
Preventiva, Comparecencia y Arresto Domiciliario en la jurisprudencia del
Tribunal Constitucional y la Corte Suprema. Gaceta Jurídica. Lima. 2014, p.183 y
ss.).
Tal vez la propuesta más coherente con esta trascendente falencia legal trató de
insinuarla el Proyecto de Código Penal 2014-2015 al requerir en su articulado
correspondiente que el pronóstico favorable de conducta futura para la aplicación
judicial de una suspensión de la ejecución de la pena o de una reserva del fallo
condenatorio “debe estar sustentado técnicamente”. Según este frustrado
documento preegislativo “Entre las circunstancias que debe considerar para la
emisión de dicho pronóstico se encuentra la vida previa del agente, su actitud
frente al trabajo, las condiciones familiares o sociales ordenadas o
desordenadas, su arrepentimiento o su actitud- por voluntad propia o con ayuda
de otros- que denote que se comportará conforme a derecho, así como su
disposición personal a la efectiva reparación del daño ocasionado” (Artículos 73°,
inciso 1, literal b y 78°, inciso 2). Cabe reconocer que estos mismos indicadores
o circunstancias fueron también reseñados en la Circular antes mencionada de
2011 como una manera de orientar el razonamiento y la valoración del órgano
jurisdiccional sobre la “personalidad del agente”, la cual debía evaluarse “a
partir de la comprensión razonable de un conjunto de circunstancias individuales
objetivamente verificables que tengan importancia para concretar la suspensión
de su ejecución” (Considerando Tercero).
Ahora bien en el derecho comparado las alternativas que se han ensayado sobre
el problema que nos ocupa no son muy diferentes a las que se consideran en los
documentos normativos nacionales que hemos mencionado. Por razones de
espacio sólo nos referiremos a dos sistemas penales extranjeros que guardan
importantes similitudes con la actual regulación de la suspensión de la ejecución
de la pena en el Código Penal peruano de 1991.
En primer lugar cabe mencionar al Código Penal colombiano de 2000 que trata
de la suspensión condicional de la ejecución de la pena en su artículo 63° como
uno de los “mecanismos sustitutivos de la pena privativa de la libertad” que
regula. Sobre el tema que nos interesa cabe mencionar que la norma pertinente
no alude expresamente a la necesidad de que la autoridad judicial emita y motive
un pronóstico favorable de conducta futura. El texto legal se limita a demandar
que “los antecedentes personales, sociales y familiares del sentenciado, así
como la modalidad y gravedad de la conducta punible sean indicativos de que
no existe necesidad de ejecución de la pena”. La doctrina colombiana más
calificada ha estimado pertinente destacar la necesidad de una valoración
reforzada de este último presupuesto sin aludir a la necesidad de un pronóstico
favorable de conducta futura. En ese contexto VELÁSQUEZ VELÁSQUEZ ha
señalado: “es indispensable que, previamente, se haya emitido una valoración
objetiva, imparcial, encaminada a descartar la necesidad de la pena y, por ende,
el merecimiento de pena que, como ya se dijo, es un concepto muy
general”(Fernando Velásquez Derecho Penal. Parte General. 4ª Edición.
COMLIBROS.Bogotá. 2009, p.1162).
Cabe señalar que en otras disposiciones legales del código colombiano como las
concernientes a la libertad condicional la ley exige, además, que se demuestre el
“arraigo familiar y social” del condenado. En coherencia con ellos se precisa que
“corresponde al juez competente para conceder la libertad condicional
establecer, con todos los elementos de prueba allegados a la actuación, la
existencia o inexistencia del arraigo”.
En torno al delito
• Grado y modalidad de ejecución del hecho punible (tentativa, delito
ocasional, ausencia de premeditación, por emoción violenta excusable)
• Naturaleza del hecho punible cometido (doloso, culposo,
preterintencional, leve, convencional, de criminalidad organizada)
• Unidad o pluralidad de hechos punibles realizados( concurso ideal,
concurso real, delito continuado, delito permanente)
• Nivel de intervención en la realización del delito (cómplice secundario,
cómplice primario, instigador, coautor, autor mediato, extraneus, líder,
promotor)
• Grado de importancia del daño ocasionado (leve, grave, reparable,
trascendente a terceros, irreparable)
• Características de los medios empleados para cometer el delito (sin
utilización de armas, con armas no letales, con armas letales, con medios
que proyectan peligro hacia terceros, con empleo de intermediarios
materiales inimputables, con empleo de personas jurídicas, con empleo
de bienes públicos).
EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
CONSIDERANDO:
Que, el numeral 22.2 del artículo 22 de la Ley N° 29158, Ley Orgánica del Poder
Ejecutivo, señala que los Ministerios diseñan, establecen, ejecutan y supervisan políticas
nacionales y sectoriales, asumiendo la rectoría respecto de ellas. Asimismo, el artículo 4
de la referida norma prevé que el Poder Ejecutivo tiene la competencia exclusiva de
diseñar y supervisar políticas nacionales, las cuales son de obligatorio cumplimiento por
todas las entidades del Estado en todos los niveles de gobierno;
DECRETA:
w -7;
ee/)(e/to-
Artículo 4.- Difusión.
Dado en la Casa de Gobierno, en Lima, a los veintiún días del mes de julio
el año dos mil dieciseis.
ASQUEZ RiOS
:,1)r.ilmo (Je Jus' y Derechos Humeo*
. .................... •••
LU S PÉREZ GUADALUPE
4.111•••••••••• JO Ministro del interior
OLLA, MALA TASSO
Presidente de la República
PROTOCOLOS
ESPECÍFICOS DE
1 ACTUACIÓN
NTERINSTITUCIONAL
PARA LA APLICACIÓN DE
Ministe
LA VIGILANCIA
y De
DIRECCIO
potiTiCkv
PEI411E
ELECTRÓNICA
R. Ro
PERSONAL
ESTABLECIDA MEDIANTE
LEY N' 29499
C;05 1- y
F..11KIENEZ
1. Objetivo
2. Alcance
3. Finalidad
5. Procedimientos específicos
6. Anexos
PROTOCOLOS ESPECÍFICOS DE ACTUACIÓN INTERINSTITUCIONAL PARA
LA APLICACIÓN DE LA VIGILANCIA ELECTRÓNICA PERSONAL
ESTABLECIDA MEDIANTE LEY N.° 29499
1. Objetivo
2. Alcance
3. Finalidad
4.2. Concepto
Justicia
Y De manos
MEC., VER k DE
POLI? CM1411i.1 Y
PENITENCIARA
C. G
F. JimfINE7.
5. Protocolos específicos:
MIntse Justicie
encuentre dentro del plazo para
Y De Ltrnanus
DIRE k, ERAL CE
Poder Judicial 05 resolver), correrá traslado de la misma a
POL A CRIMINAIT
PENITENCIARIA
los sujetos procesales que corresponda.
C. VÁSQUEZ G. Luego de lo cual verificará si la misma
cumple con los presupuestos y requisitos
de Ley.
Modificado por la Segunda Disposición Complementaria Modíficatoria del Decreto Legislativo N° 1229
"Decreto Legislativo que declara de interés público y prioridad nacional el fortalecimiento de la
infraestructura y los servicios penitenciarios".
Si el procesado reúne las condiciones
previstas en el paso anterior, presentará
una solicitud ante el Juzgado
02 correspondiente, conjuntamente con la
de cesación de prisión preventiva. La
referida solicitud, deberá contener
Solicitante
obligatoriamente todos los elementos
establecidos en el (Anexo I) del presente
protocolo.
A) En un primer momento, se
debatirán los aspectos
sustanciales propios de la
Minls Justicia
manee
audiencia de cesación de la
y De
En la continuación de la audiencia, se
C. VÁSQUEZ G.
dará cuenta del informe técnico remitido
por el INPE, corriéndose traslado del
mismo a los sujetos procesales, luego de
lo cual se realizará el debate sobre este
tema.
Mrnierholk unrwv
y DCICC
1 Gestor
LIBERACIÓN CONDICIONAL
En la diligencia de otorgamiento de
vigilancia electrónica personal, el Juez y los
sujetos procesales correspondientes
firmarán el acta con los compromisos y
obligaciones que debe asumir el
Poder Judicial
beneficiario. Luego de ello, el Juez ordenará
la realización de la diligencia de colocación
08
del mecanismo, que se llevará a cabo en el
plazo máximo de cinco (5) días hábiles,
establecidos por norma, así como la orden
de excarcelación del condenado siempre
que no exista mandato de detención
vigente y, de ser necesario, dispondrá la
detención domiciliaria del beneficiario,
determinando el periodo de la misma.
R. Rodriguez S.
El trámite concluye con la diligencia de
colocación del mecanismo en el domicilio
INPE 11
del beneficiario.
!
PROTOCOLO DE ACTUACIÓNWITERINSTITUCIONAL PARA LA APLICACIÓN
Minas JuSttet8
y De IrnanOS Gestor Procedimiento Trámite en la fase de alegatos finales
Din ERAL DE
POLI CP4,414ikl
FENITENCIRIA El procesado, en la audiencia de juicio
C. VÁSOUF_Z G.
inmediato correspondiente, una vez
expuestos los alegatos finales del
Ministerio Público, podrá solicitar -a través
de su abogado defensor- al Juez
competente, la aplicación de la vigilancia
electrónica personal. Para ello deberá
reunir los requisitos formales exigidos por
Solicitante
07 ley (encontrarse en alguno de los supuestos
contemplados en el artículo 3 de la Ley N*
29499), asimismo deberá acompañar a su
solicitud el informe social, psicológico y
F JimuiF:z
demás documentos contemplados en el
artículo 21-A del Reglamento de la Ley N°
29499 (Anexo I).
DIRECC DE
POR IINNAL T,
PENITENCIAR:A
C. vASQUEZ G.
y Dn i Hu01.17Z.
DESPADIOIX N
DE
R. Ro iguez S.
ANEXO I
C. VAGC.wEz G
d) El domicilio o lugar donde cumplirá la medida o el punto de referencia para
su radio de acción.