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VIVIR LA PASCUA

Introducción
Hasta ahora no hemos encontrado en el calendario judío ninguna fiesta que haya pasado
al calendario cristiano. En cambio, con la fiesta de la primera gavilla, la antigua fiesta de
la primavera, llegamos a la primera solemnidad nacida en el paganismo de las religiones
cósmicas y progresivamente espiritualizada hasta el punto de ser hoy la fiesta cristiana
por antonomasia, en continuidad externa con las fiestas humanas antiguas, pero
íntegramente renovada en cuanto a su alcance y contenido.
El punto de partida humano de la fiesta se encuentra en dos ritos esenciales: el pan ácimo
y la sangre protectora del cordero. El rito del cordero es clásico entre las tribus nómadas,
incluso actuales: se inmola un cordero (no hay por qué comerlo necesariamente) y se
derrama su sangre sobre las estacas de la tienda para que sirva de preservación y
protección contra las incursiones del espíritu maligno.
En cuanto al rito de los ácimos, parece ser de origen agrícola y refleja la preocupación
de los campesinos, al obtener la primera harina del nuevo trigo, por no mezclarle levadura
procedente de la cosecha anterior.

1. Coincidencia de dos ritos


El primer hecho que debemos considerar es la yuxtaposición del rito agrícola de los
ácimos y del rito nómada del cordero. Entre ambos ritos no existe ningún nexo original,
puesto que pertenecen a dos mundos distintos. Sin embargo, los textos más antiguos de la
Biblia, sobre todo, a partir del Deuteronomio, nos muestran ambos ritos en coexistencia
pacífica. La Pascua se celebra el catorce de nisán, mientras que la fiesta de los ácimos
comienza al día siguiente. Es probable que este sincretismo obedezca en gran parte a la
lenta penetración de los hebreos nómadas en la región agrícola de Canaán. Pero la Biblia
da de ello una explicación diversa, apenas comprensible para nuestra mentalidad moderna.
Durante la estancia del pueblo en Egipto, se desencadenan sobre el país una serie de
plagas espantosas. La última es particularmente trágica: el "ángel exterminador", dice la
Escritura, pasará dando muerte a todos los primogénitos (Los nómadas echan mano de su
rito del cordero para protegerse). Según la Biblia, el ángel exterminador actúa por
voluntad de Dios, pero pone gran cuidado en mostrar que los judíos poseían en su
patrimonio un rito eficaz por cuya virtud se vieron protegidos al tiempo que sucumbían
los egipcios (Ex 12,21-24). Dios interviene en un antiguo rito mágico para manifestar así
a su pueblo que Él le "salva" del peligro que aplastará a Egipto.
El hecho acontece, como por casualidad, en primavera. Está cerca la fiesta de la primera
gavilla, con que se inaugura el período de los panes sin levadura. He ahí los dos ritos
fortuitamente unidos. Entonces, los judíos abandonan el país de Egipto precisamente en
el momento en que se elabora el pan sin levadura. Sin embargo, el pan adquiere un sentido
nuevo, histórico: Será el pan que hubo de llevarse sin esperar a que fermentara, debido a
la prisa por escapar de la tierra de la esclavitud. (Ex 12, 32-39). A adelante el pan adquiere
un sentido histórico preciso: representará la prisa con que los israelitas abandonaron la
tierra de Egipto.

2. Testimonios sobre la Pascua


El primer documento legislativo importante que trata de la fiesta de Pascua pertenece a
uno de los más antiguos estratos de la legislación judía: el Código de la Alianza. Éste,
toma una posición decidida en favor de la interpretación histórica de la fiesta:
Guardarás la fiesta de los ácimos. Durante siete días comerás ácimos, como te he
mandado, en el tiempo fijado del mes de Abib: porque durante ese mes saliste de Egipto
(Ex 23, 14-16).
Es significativo que se hable de "fiesta de los ácimos", aplicándole el nombre agrícola,
mientras que el término "Pascua" irá más bien ligado al rito del cordero. Se comprende
que alguien que comiera un pan ácimo difícilmente lo podía relacionar directamente con
un acontecimiento tan grande como el Éxodo. Era necesaria una catequesis. En efecto, esa
catequesis se va ritualizando de algún modo en el ceremonial de la comida pascual en
familia:
Durante siete días, comerás ácimos, y no se verá en tu casa pan fermentado; no se
verá pan fermentado en todo tu territorio. Aquel día, darás a tu hijo esta explicación:
"Esto es memoria de lo que Yahvé hizo por mi cuando salí de Egipto (Ex 13, 7-8).
Idéntica catequesis a propósito del rito del cordero:
Cuando hayáis entrado en la tierra que Yahvé os va a dar, guardaréis este rito. Y
cuando vuestros hijos os pregunten: "¿Qué significa para vosotros este rito?", les
responderéis: “Es el sacrificio de la Pascua en honor de Yahvé, que pasa por delante
de las casas de los hijos de Israel, en Egipto, cuando hirió a Egipto mientras perdonaba
nuestras casas” (Ex 12, 25-27).

3. Cristo en la celebración de la Pascua


Hay que decir que Jesús participa de la Pascua como todo judío fiel. Lucas narra cómo
Jesús con sus padres, según la costumbre, subió a Jerusalén para celebrar la fiesta de
pascua. Se trata de la peregrinación anual para la gran festividad judía. No es un hecho
casual que se mencione esta peregrinación pascual de Jesús a Jerusalén al cumplir los doce
años, en los umbrales de su vida adulta. El evangelista relee aquí el episodio como si fuera
la primera manifestación de la sabiduría de Jesús y de su decisión profética de dedicarse
a las "cosas" o a la "casa"/templo del Padre (Lc 2,49). Y el mismo da testimonio que
celebra su última pascua (Lc 22,1.7-13.14-19). Sin embargo, hay algunas aparentes
contradicciones entre los sinópticos y San Juan en cuanto a la realización de la pascua en
aquel año, y en la que Jesús se vio directamente involucrado.
El año de la Cena, la Pascua del 14 de nisán según el calendario perpetuo caía, como
estaba previsto, en martes, mientras que la Pascua según el calendario lunar, tal como se
observaba en el Templo, era el viernes siguiente. Según esto, Cristo celebró el banquete
pascual con sus apóstoles el martes por la tarde, sin cordero y, probablemente, sin ácimos.
Y murió el viernes, precisamente a la hora en que se inmolaba el cordero en el Templo,
como subraya discretamente San Juan. Estos datos parecen actualmente ciertos a la
mayoría de los exegetas.
Pero entonces, ¿qué sentido tiene, para nuestro propósito un banquete pascual sin
cordero ni ácimos? Aquí conviene subrayar un punto: después del destierro, Pascua es
ante todo la fiesta de la renovación de la actitud de espíritu, la fiesta de la "restauración".
Cada uno renueva su corazón y su fidelidad; renovación que se explicita en la comida del
cordero pascual. La coordenada esencial de la fiesta no es ya la que pone en conexión el
rito y su simbolismo con el acontecimiento del pasado que se conmemora, sino la que
relaciona el rito con la presente actitud de espíritu del fiel.
Pero he aquí que uno de esos fieles, Cristo, fiel por antonomasia, celebra la Pascua con
una actitud de espíritu muy concreta, tan concreta que es el acontecimiento máximo de
toda la historia de salvación: su sumisión al Padre, su deseo de "servir" a sus hermanos
mediante su muerte expiatoria en cruz. La sangre expiatoria y liberadora del cordero sigue
estando presente, pero bajo la figura de un siervo y en el drama de una persona humillada;
sigue también presente la renovación primaveral de la fiesta, pero bajo la forma de la
"nueva" alianza sellada con esa sangre.

Conclusión
A la luz de lo que Jesús ha hecho para realizar su Pascua ideal, podríamos nosotros
examinar nuestra manera de celebrar la Pascua. ¿Nos situamos realmente en ese nivel
sacramental donde, en el rito, se une nuestra fe a la actitud de Cristo, o bien nos
contentamos con la emoción suscitada por el simbolismo pascual?

4. Vivir y celebrar la Pascua hoy


Una verdadera celebración y vivencia de la pascua hoy significa imitar la actitud pascual
de Jesús. Es decir, con un verdadero espíritu de docilidad, obediencia y sumisión a la
voluntad del Padre. Esto significa:
- Pasar por la cruz, como los hebreos pasaron por el Mar Rojo. El rostro y el Cuerpo
de Cristo glorioso está marcado por las cicatrices. No se puede llegar a la Pascua, sin
dar antes los pasos previos. No se puede llegar a la Pascua sin romperse, como la losa
del sepulcro, sin conseguir primero un despojo total y una entrega sin reservas, o una
aceptación incondicional de la voluntad del Padre. Una Pascua sin Cruz no es más que
una fiesta de primavera. “Vivir la Semana Santa es entrar cada vez más en la lógica
de Dios, en la lógica de la Cruz, que no es en primer lugar la del dolor y la muerte,
sino la del amor y la de la entrega de sí mismo que da vida” (Francisco, Audiencia
general del 27 de marzo de 2013).

- Vivir en éxodo permanente, cuando se sale de Egipto deprisa y se come de pie, cuando
nadie se instala en situaciones placenteras ni se conforma con las libertades
conseguidas, cuando se afrontan los problemas que se presentan en cada hora, cuando
no se renuncia a la tierra prometida.

- Creer en la esperanza, aceptando la creación sin límites, la revolución posible, el


cambio cualitativo, la propia superación de cada día. Aceptar al Dios sorpresa, al Dios
que pasa, al Dios que viene, al Dios que se hace presente y está en cualquier persona
o acontecimiento o en cada sacramento (Job, 1, 2). Y aceptar la sorpresa de Dios: su
palabra, su regalo, su providencia, su amor. Aceptar la sorpresa de la vida, porque el
futuro no está escrito. Aceptar la sorpresa de los hombres, que no siempre son
rutinarios y mediocres. De esta esperanza surge el talante pascual, firme y confiado:

- Estar en Cristo. "El que está en Cristo es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es
nuevo" (2 Cor. S, 17). "Estar en Cristo": frase feliz acuñada y repetida por Pablo (casi
200 veces en el NT) resume todo el misterio de la Pascua. No sólo anunciamos que
Cristo vive, sino que Cristo vive en mí o que yo vivo en Cristo. Estar en Cristo es estar
en la verdad y vivir en el amor; es dejarse ganar por su Espíritu, tener sus mismos
sentimientos, responder a su llamada; es vivir la filiación, ser hijos en el Hijo, orar
como él lo hizo, sentir la fraternidad y vivir la comunión. Estar en Cristo es
acompañar, es escuchar, es trabajar, es morir y vivir en él; es ser él.

- Vivir en actitud de amor total y servicio a los demás. Durante esta cena Jesús realiza
el gesto profético de lavar los pies a los discípulos como anticipación simbólica de su
muerte, el mayor servicio y el don más alto para fundar comunidad dedicada al
servicio y a la entrega total (Jn 13,1ss). Toda la vida de Jesús estuvo caracterizada por
la entrega total y por el don de si mismo a los demás, especialmente hacia los más
necesitados. La acción simbólica de lavar los pies a los discípulos es comentada y
confirmada por el testamento espiritual de Jesús: "Os doy un mandamiento nuevo: que
os améis unos a otros. Que como yo os he amado, así también os améis unos a otros"
(Jn 13,34). Este es el mandamiento nuevo, sobre el que se basa toda la nueva alianza.

- Vivir siempre con el Espíritu del Resucitado. La pascua no es sólo una fiesta
conmemorativa, anual o semanal, sino una dimensión de la vida cristiana inaugurada
en el bautismo. Mediante el / bautismo, el cristiano ha quedado unido al destino
salvífico de Cristo para formar parte del pueblo de Dios, que camina ahora hacia la
pascua definitiva (cf. 1Pe 1,22-2,10). Según Pablo, el bautismo es inmersión en la
muerte y resurrección de Jesús, lo cual supone un paso real de la muerte a la vida, de
la lógica y mentalidad de muerte a un estilo y opción de vida que se realizan en la
justicia y en la caridad fraterna (Rom 6,4-11; cf. Col 2,12-3,4). Así pues, la pascua no
es sólo un recuerdo arcaico, sino el dinamismo de salvación y de liberación que está
dentro de la historia humana desde el día en que Dios se sumergió en nuestra historia
de modo irreversible con la encarnación, muerte y resurrección de Jesús.

- Revestirse del hombre nuevo (Ef. 4,24). Esto es un cambio radical de vida. La
conversión (metanoia) implica un cambio de dirección, implica un salto hacia una
concepción y una vida nueva. La conversión inicia en la mente, es decir, un cambio
de una lógica determinada, de unos criterios determinados que conducen y
condicionan mi vida mi vida para pasar a una lógica y criterios diferentes: la lógica de
Jesús, la lógica y criterios del Reino de Dios. La conversión implica dejarse renovar y
recrear. Dejar que el Señor resucitado exhale su aliento sobre nosotros, su Espíritu
creador, como al principio. Que su aliento vital dé nueva vida a nuestros huesos secos.
Ser capaces de nacer de nuevo, capaces de la santa novedad. Ser capaces de
alimentarse con "los panes ácimos de la sinceridad y la verdad" (1 Cor. 5, 8).
Revestirse del hombre nuevo es también resucitar con Cristo, buscando las cosas de
arriba, donde está Cristo" (Col. 3,1). Es decir, poner nuestra mirada en las cosas de
arriba sin descuidar los deberes y compromisos con la realidad hoy. El poner la mirada
en las cosas de arriba significa que el único criterio de juicio de las cosas, del mundo,
de la realidad debe ser Cristo resucitado. En otras palabras, el único criterio de vida
para un cristiano es la persona de Jesucristo, muerto y resucitado.

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