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Trabajo Práctico de Ciencias Naturales

¿Energías peligrosas?

La producción de energía nuclear: La planta nuclear de Atucha II

Actividades:

1. ¿A qué llamamos energía nuclear?


2. A partir del concepto, elaboren un cuadro con las ventajas y las
desventajas de la energía nuclear.

3. En la biblioteca de la escuela, o de la localidad -y si tienen


acceso, también en Internet- consulten libros, enciclopedias y
sitios confiables, y busquen información sobre cuáles son las
centrales nucleares que actualmente funcionan en la Argentina y
para qué se utiliza esa energía.
4. Redacten un informe que presente los resultados de la
investigación.
5. Incluyan, en él, un mapa de la Argentina con las centrales
nucleares correctamente ubicadas.
6. . Lean el artículo periodístico ATUCHA II: El tamaño del
disparate, escrito por el director político de Greenpeace, el 26 de
febrero de 2008.
7. Elaboren una síntesis del texto leído y analizado.
Atucha II: el tamaño del disparate
Greenpeace denuncia que el proyecto del gobierno de finalizar Atucha II es caro,
tecnológicamente obsoleto e implica un alto riesgo.
En las actuales conversaciones bilaterales con Brasil aparece una posible
“cooperación nuclear” que incluye transferencia de tecnología en materia de
uranio enriquecido y apoyos mutuos para la construcción de plantas
atómicas. En ese marco vuelve a aparecer Atucha II como eterno pasivo que nadie se
atreve a enterrar. Una recurrente idea fija en todas las administraciones nacionales
desde 1984 hasta hoy. Desde entonces, cada nuevo gobierno hizo, a su modo, sus
propias promesas al tiempo que se disponían nuevos gastos en el sector, otorgándole
a Atucha II y al sector nuclear una condición de actividad “estratégica” de Estado que,
sin más argumentos que este, convalida cualquier decisión e inhibe todo tipo de
debate.

Como sociedad podemos discutir, y así se lo hace, desde las condiciones de


funcionamiento de una refinería de petróleo a una planta de celulosa o la construcción
de un gasoducto. Ahora, pretender discutir la racionalidad de continuar con Atucha II
supone la difícil tarea de perforar un blindaje conformado por conceptos tales como
“proyecto emblemático”, “sensible y de carácter estratégico” y otros similares. Esta
asociación de Atucha II con una cuestión de alta sensibilidad en materia política y
estratégica ha prendido en la inmensa mayoría de la dirigencia política nacional. Lo
nuclear, lamentablemente, sigue generando una dosis de fascinación en la
dirigencia política que permite adoptar las decisiones más disparatadas en
términos económicos, energéticos y ambientales.

Esta historia arranca casi 30 años atrás. La decisión de construir Atucha II, la tercera
planta atómica de la Argentina, fue adoptada durante la dictadura militar en los
últimos años de la década del 70 como parte de un plan de desarrollo atómico que hoy
ya no existe. Cuando el presidente Néstor Kirchner presentó a comienzos de 2004 su
plan energético, Greenpeace señaló que debía tenerse en cuenta que la decisión de
construir Atucha II fue adoptada dentro de otro marco político, señalando en ese
entonces lo “notablemente diferente del contexto energético y tecnológico a más
de dos décadas de diferencia”.

Precisamente, ese diferente contexto tecnológico es lo que desde la Agencia


Internacional de Energía Atómica (IAEA) y ahora desde la propia Autoridad
Regulatoria Nuclear (ARN) se ha señalado: que el diseño de Atucha II es
absolutamente impropio en la era post-Chernobyl, etapa en que la revisión de diseños
y mejoramiento de los sistemas de seguridad tuvieron una enorme inversión y
desarrollo. Según el artículo, especialistas del sector admitieron que Atucha II tiene
dificultades de diseño en materia de seguridad ya que no asume la experiencia dejada
por el accidente de Chernobyl en 1986.

Los contratos para la construcción de Atucha II fueron firmados en mayo de 1980 y


ratificados por la Junta Militar en julio de ese año. Las obras comenzaron en marzo de
1981 y alcanzaron casi su estado actual de avance durante los años 1982 y 1983. La
decisión de construir Atucha II fue claramente parte de un programa nuclear
cuyo objetivo central era político y militarista, no un programa energético.
Cuando acaba el gobierno militar, a finales de 1983, comienzan los problemas para
continuar esta obra.

La propia decisión tecnológica para Atucha se fundamentó en razones de estrategia de


negocios de la dictadura militar. Eso motivó la elección de la Siemens KWU para
construir un reactor, cuya única experiencia en Alemania había sido un prototipo de
57 MW que funcionó desde 1966 hasta 1984 y en Atucha I. Esa línea tecnológica fue
desarrollada por Siemens y utilizada comercialmente por la Argentina únicamente.

Para complicar las cosas, Siemens, el diseñador original del proyecto, abandonó el
negocio nuclear hace años y ahora no existe un proveedor que pueda hacerse cargo de
su finalización. Quien acordó con el Gobierno hacerse cargo de ese complejo paquete
es la canadiense AECL, que no tiene experiencia alguna en reactores como Atucha II,
pero lo hará porque ya negoció la venta de un par de nuevos reactores canadienses al
Gobierno Nacional.

Atucha II ha significado un inmenso agujero por el que se han ido miles de millones de
dólares, y lo seguirá siendo mientras siga vigente esta anacrónica fascinación por lo
nuclear. Las estimaciones de los gastos en la inconclusa obra rondan los 4.000
millones de dólares. Además, todos estos años de parálisis han implicado un costoso
sistema de mantenimiento que totaliza unos 25 millones de dólares anuales. Si se
quiere finalizar la obra hay que colocar otros 700 millones de dólares, bastante más
de los 430 millones anunciados en el 2004. Y las cifras no pararán de crecer si
sumamos las inversiones en el mantenimiento del ciclo del combustible nuclear
(desde minería hasta la gestión de los residuos radiactivos). Contabilizar todas esas
actividades mostraría el tamaño del disparate económico del que estamos hablando.

Los gastos de Atucha II formaron parte de una serie de desmesuras cometidas dentro
del denominado Plan Nuclear Argentino durante la dictadura militar y que produjeron
que a fines de 1983 la deuda externa contraída por la CNEA representase el 13% de
endeudamiento del país. Concluir el proyecto significa aumentar ese desatino y
asumir un temerario riesgo tecnológico al no contar siquiera con los proveedores
originales.

El costo de cada kilovatio instalado rondará la cifra de 6.000 dólares, una de las
centrales eléctricas más caras del planeta. Si se lo compara con otras opciones
convencionales o con iniciativas energéticas renovables y limpias, como la
energía eólica, las comparaciones muestran la magnitud del error. También se ha
dicho que finalizar la planta es más barato que cerrarla. No es verdad, los costos de
cerrar el proyecto fueron sobrestimados por la CNEA para alcanzar una cifra similar a
su terminación y así forzar la continuidad de las obras, pero terminar Atucha II sale
por lo menos unas 20 veces más que cerrar el proyecto.

Atucha II es un proyecto equivocado, de alto riesgo, caro, tecnológicamente


obsoleto, un pesado legado de la dictadura militar. Querer reflotar este
proyecto a raíz de la crisis energética es un error, hay modos mucho más
eficaces de encarar la crisis y de invertir el dinero del Estado. Es preciso hacer un
giro en las inversiones. No podemos seguir subsidiando tecnologías peligrosas y con
escaso futuro mientras que las energías renovables no poseen ningún tipo de apoyo.
Incluso el reciclado de la obra eléctrica y civil de Atucha II para convertirla a gas
hubiera resultado un modo más eficaz y rápido de tener energía de un modo más
barato que las plantas térmicas que hoy se están construyendo. Si prevaleciera el
criterio de producir energía del modo más eficiente, más limpio y con mayor potencial
a futuro, no deberíamos distraer un solo centavo más en la vía nuclear.

Fuente: http://www.greenpeace.org/argentina/prensa-rss/atucha-ii-el-tama-o-del-
dispa-2, 26 de febrero de 2008

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