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CHIMBOTE
CIENCIAS Y HUMNANIDADES
EDUCACIÓN
Ciclo :I
Turno : Noche
PUCALLPA – PERÚ
2016
INTRODUCCIÓN
En la actualidad se habla mucho de los derechos humanos, pero en realidad existe
demasiado desconocimiento a pesar de que han existido desde hace más de 50 años.
Después de la Segunda Guerra Mundial en 1945, la ONU observó la necesidad de que
todo el mundo gozara de los derechos y libertades fundamentales.
Para reconocer la importancia que tienen es necesario que primero sepamos que somos
diferentes, esto no quiere decir que exista alguien inferior a otro, al caso se pueden
mencionar la Declaración Universal de los Derechos Humanos, los de la mujer y los de
los niños.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos dice que todos los seres humanos
nacen libres e iguales en dignidad y derechos; tienen derecho a la vida, a la libertad y a
la seguridad; nadie será sometido a esclavitud o a tratos inhumanos; todos son iguales
ante la ley; no pueden ser desterrados; tienen derecho a la libre expresión; a buscar asilo
en cualquier país; a un trabajo, al disfrute de su tiempo libre, a la educación. Y de igual
manera, tienen deberes a la comunidad.
En nuestra sociedad existe una cultura discriminatoria hacia las mujeres, con frecuencia
existen abusos de poder o autoridad, los cuales pueden causar daños psicológicos y
patrimoniales. Por eso, tienen derecho a tomar libremente decisiones que afecten su vida;
tratar en paz asuntos que interesen a ambos miembros de la pareja; compartir por igual
las responsabilidades familiares; expresar sus opiniones y necesidades; ser respetadas
física, sexual y psicológicamente; no ser humilladas, ridiculizadas o menospreciadas, ni
en público ni en la intimidad, etcétera.
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DERECHOS HUMANOS EN EL HOGAR Y LA SOCIEDAD
Fines de la familia.
En ésta encontramos intereses particulares de sus miembros, y también fines propios de
la familia, a los cuales se subordinan los intereses individuales y para su logro todos
deben colaborar. La familia, estimo, tiene una triple misión que corresponde a sus fines,
que son:
Formación de personas. En esta comunidad se forman los miembros entre sí
humanamente.
Fomentar y respetar los deberes religiosos y las convicciones personales.
Estos dos fines son necesarios para la proyección social de la familia para participar
consciente y libremente en la sociedad, transformándola en lo necesario y contribuyendo
a su pleno desarrollo, que constituye el tercer fin de la familia, que se puede describir
como la participación, como núcleo familiar y a través de sus miembros, en el desarrollo
integral de la sociedad.
Para obtener estos tres fines conviene lograr el conocimiento, aceptación y vivencia de
los derechos humanos aprovechando las condiciones y los elementos siguientes:
a) Ambiente.
El ambiente no es ascético o neutro. Todo ambiente reñeja lo que son los sujetos
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que viven en ese espacio. Así, podrá haber un ambiente favorable a la vivencia de
los derechos humanos en cierto lugar y en cierto tiempo, y podrá haber otro en el
mismo tiempo, pero que sea adverso en otro lugar.
Si hay distintos ambientes, conviene investigar cómo se logra un ambiente favo-
rable. En primer término, deben conocerse y aceptarse los derechos humanos, y
como consecuencia de esa aceptación comprometerse en el actuar.
La familia, como comunidad natural, es el lugar ideal para la promoción y viven-
cia para los derechos humanos. Esta comunidad es reconocida (no creada) por el
Derecho positivo como el núcleo básico y fundamental de la sociedad. Es la
escuela del más rico humanismo.
b) Derecho y deber.
Existe una relación jurídica en torno a los derechos humanos que tiene diversos
sujetos. Los hay como beneficiarios que tienen la facultad de exigirlos. También
los hay como sujetos pasivos, que tienen “deberes respecto de otros individuos y
de la comunidad a que pertenecen, tienen la obligación de esforzarse por la
consecución y la observancia de los derechos’ Así se establece una relación
interpersonal y jurídica entre todos los humanos por ser personas, que se inicia
con la concepción y termina con la muerte. Son derechos y deberes que no son
materia contractual. Su fundamento está en el mismo ser humano.
Hay una relación interpersonal y jurídica, que al reconocer y aceptar la existencia
de los deberes y obligaciones, posibilita la vigencia y eficacia de los derechos.
Esta relación es doble: una vincula derechos y deberes en la misma persona, y la
otra los vincula con personas diversas.
En la Declaración Universal de los Derechos Humanos se señala la presencia de
los deberes, al prevenir el artículo 1, después de afirmar que todos los seres
humanos nacen libres e iguales en dignidad y en derechos, que por estar dotados
de razón y conciencia “deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.
Posteriormente, el artículo 29.1 señala que “toda persona tiene deberes respecto a
la comunidad puesto que sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su
personalidad”. “Toda persona tiene deberes para con la familia, la comunidad y
la humanidad”142’. Es decir, junto a los derechos humanos existen deberes del
titular para consigo mismo, del titular para los otros individuos, y de la comunidad
y del Estado para los titulares de los derechos humanos.
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En la primera relación, los derechos humanos están unidos a deberes de la misma
persona formando la figura jurídica del “derecho-deber”. Frente a un derecho de-
terminado el mismo sujeto tiene el deber correlacionado. Al derecho a la vida
corresponden los deberes de conservarla, respetarla y cuidar su integridad y su
intimidad. Al de igualdad de todos los seres humanos, corresponde el
reconocimiento y estimaron de su propia igualdad, y su posibilidad de actuar en
igualdad de condiciones frente a los demás. Frente a la libertad corresponde a cada
individuo el deber de actuar con libertad y apreciar ésta. A cada individuo le
corresponde como deber respetar las leyes, la moral y las buenas costumbres,
frente a su derecho a la seguridad.
También se pueden apreciar al hablar del derecho a un decoroso nivel de vida, el
deber de vivir con decoro; al derecho a la integridad corporal, el deber de cuidarlo;
al derecho a la intimidad, el deber de respetarse. Es decir, para que el sujeto del
derecho lo ejerza con eficacia debe conocerlo y apreciarlo por medio de sus
deberes.
Al derecho fundamental de cada persona corresponde a otra, u otras, un deber que
es semejante, complementario y recíproco. Es decir, se establece una relación
jurídica en forma lineal, pues a cada derecho fundamental le corresponde el
mismo deber. A título de ejemplos: al derecho a la vida, le corresponde el deber
de respetarla y promoverla; corresponde a todos los miembros el deber de tratar
como igual a cada miembro de la comunidad en el ejercicio de sus derechos
civiles, políticos, económicos, sociales y culturales.
Son semejantes porque a cada derecho se responde con un deber parecido (de-
recho a la vida, deber de respetarla, etc.). Son complementarios porque la relación
jurídica es entre diversos sujetos que se completan en sus recíprocas facultades y
deberes para lograr la armonía. Son recíprocos, porque en la medida en que cada
uno cumpla su deber podrá exigir el propio derecho. Se dan y exigen por
reciprocidad.
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termina con la mayoría de edad, aun cuando la misión de la familia nunca concluye.
La familia está cimentada en el amor, que el Derecho toma en cuenta, no para re-
gularlo o normarlo, sino como una realidad que une a la pareja hombre y mujer y es la
base de la cohesión familiar.
En esta materia familiar surge la pregunta sobre el amor: ¿Se puede reglamentar? En
otras áreas del Derecho la respuesta será negativa, pero en esta especial rama debe
tomarse en cuenta que el sentimiento y el amor están como realidades entre los sujetos
de la familia y el Derecho tiene que tomarlos en cuenta.
Los derechos humanos tampoco son absolutos. Estos tienen límite y se dice que éste es
el derecho del otro. La restricción del derecho se aprecia frente al derecho de otro, pero
no por el hecho de que como facultades se restrinjan mutuamente. La limitación reconoce
un principio ético: el respeto a la persona. Este respeto significa aceptar la dignidad del
otro al respetar su vida, su igualdad, su libertad y su seguridad que constituyen la base de
los respectivos derechos.
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se refieren al sujeto y sólo en relación al hombre y a la mujer pueden existir.
Los límites se encuentran, no en el derecho subjetivo del otro, sino en el Derecho como
conjunto de normas y principios necesarios para el logro del bien común. La justicia nos
exige respetar lo que el otro tiene o se le debe por ser persona.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos previene que las limitaciones al
ejercicio de los derechos y disfrute de las libertades, son las establecidas “por la ley con
el único fin de asegurar el reconocimiento y el respeto de los derechos y libertades de los
demás y de satisfacer las justas exigencias de la moral, del orden público y del bienestar
general en una sociedad democrática” (Art. 29).
La libertad tiene límites en las exigencias éticas del ser humano. El derecho de la otra
persona es un principio ético, porque se trata del derecho de una persona.
El límite de los derechos subjetivos es moral y jurídico. Moral porque es la persona quien
limita el derecho de la otra, no el derecho por sí mismo. El derecho individual surge de
la dignidad humana, y por esto, la persona al ser el origen es también el límite.
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DERECHOS DE LAS PERSONAS EN SITUACIÓN DE VULNERABILIDAD
Los derechos humanos protegen a todas las personas. Todos nosotros requerimos de esa
protección y tenemos derecho a ella. Pero en diversas circunstancias podemos requerir
protección especial. Así sucede con los menores, los ancianos, los enfermos, las personas
que tienen alguna discapacidad motora o intelectual, los trabajadores indocumentados, o
quienes están en prisión, entre otros. En todas estas circunstancias suele ser difícil la vida,
y las personas pueden necesitar mayor protección, por lo que se definen sus derechos
humanos de manera específica. También se ha considerado que la condición de ser mujer
o pertenecer a una población indígena entraña dificultades particulares que requieren
protección.
Conocer los derechos de las personas en situación de vulnerabilidad nos ayuda a entender
y reconocer las necesidades especiales de las personas con quienes convivimos, y con esa
conciencia esforzarnos por satisfacer dichos requerimientos. Todos en un momento dado
podemos estar en una situación de vulnerabilidad, y ello nos obliga a ser solidarios con
los demás.
Como ejemplo, veremos lo que se ha pensado sobre los derechos de los adultos mayores.
En las familias mexicanas, es común que los adultos mayores convivan con sus hijos y
nietos. Cuando los nietos comienzan a crecer, es frecuente que los abuelos ayuden en su
crianza e incluso en su manutención. A medida que van creciendo esos nietos, los abuelos
van envejeciendo y requiriendo cuidados y tratos apropiados para su edad, tanto respecto
a sus alimentos como a su salud y recreación.
La necesidad de amor y convivencia es permanente en el ser humano. Los niños pequeños
y los jóvenes se benefician de la convivencia con sus mayores, quienes les brindan afecto
y consejo, así como valiosas lecciones de ternura y empatía.
La tercera edad es la etapa de la vida que se inicia entre los 60 y 65 años de edad. Todas
las personas que han alcanzado o superado esa edad tienen los mismos derechos que las
demás, pero frecuentemente requieren de condiciones especiales que les ayuden a vivir
con decoro y bienestar.
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Estas instituciones se han encargado de difundir que el adulto mayor es un ser humano
provisto, como cualquier otro, de una dignidad que debe reconocérsele y respetársele
porque posee un valor intrínseco como persona, y el que le dan sus años y experiencia.
También, que es en el seno de la familia consciente y responsable donde debe vivir el
anciano, al lado de sus seres queridos y bienes más preciados; y que de ningún modo y
por ninguna circunstancia debe ser arrojado de ese ámbito. Como resultado del más
elemental derecho de justicia social, es un deber de la familia y la sociedad proporcionar
mayor bienestar al anciano.
La Organización de las Naciones Unidas propone cinco principios para guiar el trato a las
personas adultas mayores:
Principio de independencia. Se refiere al acceso que deben tener las personas de
la tercera edad a la educación, al trabajo, a los servicios, a los cuidados básicos, a
gozar de un ambiente seguro y al apoyo necesario para residir en su propio
domicilio tanto tiempo como sea posible.
Principio de participación. Los adultos mayores deben mantener su capacidad
de participar en tomar decisiones sobre asuntos que los afecten directa o
indirectamente, en el conocimiento que genere la sociedad, en los servicios de y
para la comunidad, y en asociaciones y movimientos.
Principio de atención. Se considera que la calidad de vida del adulto mayor será
mejor si cuenta con protección de la familia y de la comunidad, con acceso a los
servicios de protección de la salud, social y jurídica.
Principio de autorrealización. Las personas de la tercera edad deben tener
oportunidades para desarrollar plenamente su potencial y tener acceso a los
recursos educativos, culturales y recreativos de la sociedad.
Principio de la dignidad. Las personas de la tercera edad no deben estar sujetas
a ningún tipo de explotación o maltrato físico o mental. El trato que reciban debe
ser digno, y deben ser valoradas en su familia y en la sociedad
independientemente de su contribución económica.
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las de la economía, que impiden la libertad y la igualdad de los hombres. Obedecen al
principio originario de que la sociedad está fundada mediante un encuentro voluntario de
los individuos y no puede tener otro fin que la felicidad de cada uno, en la medida en que
ésta sea compatible con la felicidad de todos. El individuo es capaz, porque está dotado
de razón, de calcular él mismo su estrategia económica y política. El poder no ha de
rebasar lo que es útil al fin mismo de la sociedad y no puede, en ningún caso, atentar
contra lo que es la razón de ser de la sociedad, a saber: la conservación y la protección
de los derechos del hombre.
En la historia de nuestras luchas hay una permanente reivindicación de los derechos de
la comunidad frente a la autoridad política. Francisco Javier Alegre afirmaba, en el siglo
XVIII, que el origen inmediato de la autoridad es el consentimiento del pueblo; Morelos
anunció una nueva edad cuando dijo: “que todo el que se queje con justicia tenga un
tribunal que lo escuche, que lo ampare y lo defienda contra el fuerte y el arbitrario”.
Nuestra primera Constitución, la de Apatzingán, no deja duda sobre el patrimonio de los
derechos humanos al prescribir en su artículo 24:
La felicidad del pueblo y de cada uno de los ciudadanos consiste en el goce de la igualdad,
seguridad, propiedad y libertad. La íntegra conservación de estos derechos es el objeto
de la institución de los gobiernos y el único fin de las asociaciones políticas.
Hay, por lo menos, dos patologías que amenazan a los derechos humanos, entendidos
como patrimonio social frente al Estado. El fundamento de los derechos humanos es la
función de la libertad social, política y jurídica que da cauce al desarrollo de la dignidad
humana. Para que esto ocurra es preciso admitir la libertad de elección y la libertad moral.
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CONCLUSIÓN
Después de la Segunda Guerra Mundial, uno de los conflictos más destructivos en toda
la historia de la humanidad, la comunidad internacional se reunió para reafirmar su
compromiso con los derechos humanos, aprobando la Declaración Universal de Derechos
Humanos. Esta carta se proclamó el 10 de diciembre de 1948 y fundamenta que los
derechos y libertades son esenciales para la dignidad humana como norma común en toda
sociedad. Asimismo, marca las reglas y proporciona recomendaciones para que todos los
países protejan los derechos humanos de sus ciudadanos, fundamentando que el respeto
a éstos sea la base de la libertad, la justicia y la paz en el mundo.
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BIBLIOGRAFÍA
Bayer R. Ethics and Public Policy: Engaging the Moral Challenges Posed by AIDS. AIDS
patient care and STD’s2006; 20(7): 456-460.
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ANEXOS
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