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1.

El desarrollo de los estudios


de morfología urbana: hacia una
convergencia interdisciplinaria

El estudio del paisaje, de la morfología urbana, forma parte con pleno derecho de
las investigaciones sobre la ciudad. Una serie de disciplinas han contribuido a intro-
ducirlo. Entre ellas de forma eminente la geografía, que hizo del paisaje un objeto
de estudio fundamental para tratar de asegurar la identidad e independencia de su
ciencia. Pero también sociólogos, economistas, historiadores y arquitectos, que
han contribuido a renovar profundamente este campo, que se configura cada vez
más como un espacio de convergencia interdisciplinaria.
En este capítulo dedicaremos atención al desarrollo del estudio del paisaje
urbano en las distintas disciplinas que han contribuido y contribuyen a su
investigación.

PAISAJE GEOGRÁFICO Y PAISAJE URBANO

El paisaje se convirtió en un objeto de estudio esencial de la geografía desde


principios del siglo XX, en parte para asegurar la identidad de la disciplina frente a
las amenazas de división entre la geografía física y la geografía humana1. La
combinación de fenómenos en la superficie terrestre se traduciría en diferentes
tipos de «paisajes», de morfologías territoriales. Eso ocurre a diferentes escalas,
desde la escala regional a la urbana. Si en la primera cada región se traduce en un
paisaje diferenciado –y en alemán la expresión Landschaft expresa a la vez el paisaje
y la región– a la escala urbana puede hablarse del paisaje de una ciudad, de un
barrio o de un sector determinado.
La ciudad sería la forma más excelsa de paisaje cultural sobre la Tierra y los
mismos geógrafos pasaron a abordar tempranamente el estudio morfológico de
las ciudades. En especial, la evolución de los planos y la fisonomía urbana como
herencia del pasado y como traducción morfológica de las funciones que posee la
ciudad2. En seguida ese enfoque incorporó también el estudio de otros elementos
de la morfología: el parcelario, por influencia de las investigaciones de geografía
agraria; y los edificios, por influencia de esas mismas investigaciones, que prestaban
gran atención a la casa rural.
El paisaje puede utilizarse en las investigaciones como punto de partida o como
punto de llegada. Es decir, se puede partir del paisaje para hacerse luego preguntas
sobre los elementos que explican su formación, para inferir a partir de las señales
20 LA MORFOLOGÍA DE LAS CIUDADES

que se reconocen en el mismo las ideas, las prácticas, los intereses y las estrategias
de la sociedad que lo produce. O se puede estudiar al final de una investigación y
examinarlo como el resultado de una evolución en la que han incidido los diversos
factores objeto de análisis.
La morfología urbana, el espacio construido, refleja la organización económica,
la organización social, las estructuras políticas, los objetivos de los grupos sociales
dominantes. Solo hay que saber leer. Porque, efectivamente, el paisaje puede leerse
como un texto. Es un texto, tanto en el sentido actual como en el originario (es
decir, tejido, de textum, participio de texo, tejer). El paisaje es una especie de
palimpsesto, es decir que, como en un manuscrito que conserva huellas de una
escritura anterior, hay en él partes que se borran y se reescriben o reutilizan pero
de las que siempre quedan huellas. Y es un espacio tejido cuya trama y urdimbre
hay que saber reconocer3. Es misión del geógrafo y de otros especialistas descubrir
y reinterpretar dichas huellas del pasado, que aparecen siempre a la mirada atenta
del observador. Si el espacio y el paisaje son un producto social, será posible partir
de las formas espaciales que produce la sociedad para llegar desde ellas a los grupos
sociales que las han construido4.
El estudio de la morfología urbana supone siempre una atención a los
elementos básicos que configuran el tejido urbano y a los mecanismos de trans-
formación de las estructuras. Exige a la vez una aproximación estructural, es decir,
que tenga en cuenta los diversos elementos componentes y sus interrelaciones, y
diacrónica, es decir histórica, que dé cuenta de las transformaciones. Esta dimensión
es tan importante que algunos prefieren hablar de morfogénesis para designar a
este campo de estudio. Un campo que supone, por un lado conocer la configuración
física del espacio, con sus construcciones y vacíos, con sus infraestructuras y usos
del suelo, con sus elementos identificadores y su carga simbólica. Se trata de
elementos que están profundamente imbricados e interrelacionados, aunque con
diferentes grados de estabilidad. Y conduce a una reflexión sobre las fuerzas sociales
económicas, culturales y políticas que influyen en su configuración y transfor-
mación.

EL INTERÉS DEL ESTUDIO DE LA MORFOLOGÍA URBANA

El paisaje urbano constituye una herencia cultural de gran valor. Su estudio tiene
una indudable dimensión educativa. Pero también es importante para la identidad
de los ciudadanos, que viven crecientemente en ciudades que experimentan
cambios continuados y a veces enormes. Hay, además, razones económicas,
relacionadas con la inversión acumulada en ese patrimonio: parece razonable
pensar que es mejor conservarlo que destruirlo. Es, sin duda, un sin sentido la
construcción de viviendas nuevas mientras que se permite la degradación del
parque inmobiliario existente. Y con mucha frecuencia es posible reutilizar los
viejos edificios que han perdido sus funciones iniciales, como, por ejemplo los
edificios obsoletos de la actividad industrial5.
EL DESARROLLO DE LOS ESTUDIOS DE MORFOLOGÍA URBANA 21

Las ciudades que hoy existen son un resultado de una continua construcción y
reconstrucción desde sus momentos iniciales, que en algunos casos se remontan a
varios milenios atrás. Una buena parte del paisaje que hoy vivimos es heredado, ya
que la continuidad del poblamiento es generalmente muy grande. En el Próximo
Oriente puede haber ciudades que se han mantenido durante cinco o seis milenios
sobre el mismo emplazamiento. Hay que tener en cuenta que en el Viejo y Nuevo
Mundo existen numerosos casos de sucesión de la ciudad sobre el mismo lugar
durante siglos y milenios. Son ciudades construidas literalmente de forma sucesiva
sobre sus propios escombros6.
En España la continuidad entre las ciudades prerromanas, romanas y actuales
es en muchos casos verdaderamente asombrosa. En este libro daremos muchos
ejemplos. Baste citar aquí que las excavaciones realizadas en el centro de la actual
Valencia han permitido encontrar restos de la antigua colonia de Valentia unos 3
metros bajo el nivel actual con el foro debajo de la plaza de la Virgen. En Pamplona
los restos de la Pompaelo pompeyana (y antes del núcleo indígena preexistente) se
encuentra en la colina del barrio de la catedral, donde las calles Curia y Dormitación,
junto con las de Navarrería y Arcediano, mantienen fosilizados los restos de la
ciudad romana. En Calahorra, la vieja Calagurris ibérica y luego romana se
encuentra enterrada bajo el casco viejo actual e influye en la disposición de la
trama. Metellinium, la Medellín actual, se localizó sobre un poblado indígena cuya
estructura continuó y que es la base de la ciudad posterior; de la misma manera el
casco antiguo de Cáceres coincide con el de Norba Caesarina, y las murallas
almohades siguieron exactamente el trazado de las romanas. Y en Barcelona, por
citar un último caso, la Colonia Iulia Augusta Faventia Paterna Barcino conserva a
metro y medio o dos metros bajo su suelo los restos de la ciudad romana y el lugar
del foro sigue estando ocupado 2.000 años más tarde por los dos edificios más
representativos de la ciudad, el ayuntamiento y el palacio de la Generalitat7.
Las formas medievales abundan todavía hoy en nuestro entorno europeo.
Algunas prácticamente fosilizadas, en ciudades que han tenido un escaso desarrollo
económico y demográfico. Otras muchas reconocibles aún incluso en ciudades
que han tenido un gran dinamismo; en el caso de de Barcelona, como de numerosas
ciudades españolas y europeas en general, Ciutat Vella conserva plenamente vigente
el trazado viario y buena parte del parcelario medieval. Mucho más presentes están
las formas de la edad moderna y de la revolución industrial, con la pervivencia de
gran número de edificios de los siglos XVIII y XIX.
Conviene, de todas formas, tener presente que la evolucion de las ciudades no
es una historia de progreso y expansión continuada. A veces hay estancamiento y
fuertes retrocesos. Importante fue, por ejemplo, el que se dio tras el fin del imperio
romano, durante el cual algunas ciudades pudieron quedar en ruina total, e incluso
ser momentáneamente abandonadas y perder una parte considerable del espacio
urbanizado, como ocurrió, por citar dos casos, en la antigua Augusta Treverorum
(Tréveris) y en Tarraco. También hubo estancamiento en las ciudades europeas
tras la peste de 1348; o en el siglo XVII, con ciudades arruinadas por las guerras de
religión; a comienzos del siglo XIX con las guerras napoleónicas –que afectaron,
22 LA MORFOLOGÍA DE LAS CIUDADES

entre otras, a buen número de ciudades españolas–; o tras la primera y segunda


guerras mundiales.
Tras esas crisis y destrucciones la estrategia de reconstrucción se ha podido
hacer rescatando la trama y la edificación antigua o con olvido de todo lo anterior.
Con mucha frecuencia se ha optado por la reconstrucción. A veces puramente
ideal, como la aspiración a la reconstrucción de la romanidad en la alta edad media,
o la aspiración a la reconstrucción de lo visigodo en la España medieval; otras
veces como recuperación de edificios concretos, como se hizo en Alemania o Polonia
tras la segunda guerra mundial8. Pero también ha habido reconstrucciones radi-
cales, con olvido de todo lo anterior. Sobre todo en casos en que la ciudad estaba
ya muy arruinada –como ocurrió en muchas ciudades romanas desde el fin del
imperio–; o cuando han cambiado de forma importante las condiciones sociales y
económicas; o, finalmente, cuando por razones políticas se impone un nuevo plano
–por ejemplo, un plano ortogonal.
En todo caso, la expansión de la construcción durante el siglo XX y a lo largo
del último medio siglo ha sido impresionante. En todo el mundo el número de
viviendas construidas desde principios de siglo supera a todo lo que se construyó
anteriormente. Los paisajes de más de un siglo de antigüedad son ahora práctica-
mente residuales. Por ello es tan importante su cuidadosa conservación.
El estudio morfológico puede tener objetivos puramente descriptivos y
explicativos, y ayudar a entender la forma como las ciudades se han construido y
evolucionado. También puede tener objetivos normativos, en cuanto que a partir
del análisis morfológico puede mejorarse el diseño de la ciudad, al conocer mejor
el comportamiento de los elementos componentes y los procesos de transformación
de la ciudad. Mientras que los científicos sociales pondrán énfasis en los primeros,
arquitectos y urbanistas lo harán en el segundo. Pero unos y otros deben colaborar
en el análisis y explicación de los procesos y de las formas resultantes.

ASPECTOS FUNDAMENTALES DEL ESTUDIO GEOGRÁFICO DE LA MORFOLOGÍA

Los aspectos fundamentales del estudio geográfico de la morfología han sido el


plano, los edificios, los usos del suelo y el estudio morfológico integrado de áreas
concretas de la ciudad.
Ante todo el plano. Los geógrafos iniciaron el estudio de la morfología urbana
considerando la trama viaria y su agrupación en planos generales de la ciudad.
Para su análisis se utilizaron primeramente planos a escalas medias, que abarcaban
el conjunto de la ciudad; pero pronto también el interés por el parcelario llevó al
uso de las escalas grandes, 1:5.000, 1:2.000 y mayores aún, como la 1:500.
En todo caso el geógrafo ha considerado siempre el plano de la ciudad en
relación con dos aspectos básicos en la geografía del primer tercio del siglo XX, a
saber: su adaptación al emplazamiento, es decir la localización concreta del núcleo
urbano; y el plano como reflejo de las etapas de crecimiento de la ciudad, de la
evolución histórica.
EL DESARROLLO DE LOS ESTUDIOS DE MORFOLOGÍA URBANA 23

Además del plano el geógrafo estudia también los edificios, con su diversidad
de estructuras y de funciones, desde la vivienda, con sus distintos tipos, a los edificios
industriales, comerciales o de recreo; el análisis de la fábrica construida permite
introducir la tercera dimensión. Asimismo se ha interesado por los usos del suelo,
los patrones de utilización económica y social del espacio, lo que permite identificar
usos residenciales, comerciales y terciarios, industriales y de ocio, así como usos
mixtos.
El análisis integrado de áreas concretas de la ciudad permite asimismo al
geógrafo considerar, como en el estudio regional, la morfología urbana en tanto
que reflejo de combinaciones complejas: evolución histórica, funciones económicas,
recursos de los habitantes, tradiciones culturales, etc. En ese sentido los geógrafos
pasaron a estudiar la morfología del Distrito Central de los Negocios y de las áreas
con función comercial, de los distritos industriales y de los espacios residenciales,
así como la morfología de los diferentes barrios. En este libro dedicaremos atención
a los diversos aspectos antes enumerados, presentando en primer lugar la evolución
de los planos de las ciudades, para pasar posteriormente al estudio de los edificios,
de los usos del suelo y de las tramas complejas que se pueden identificar en la
ciudad.

LAS DISTINTAS TRADICIONES EN EL ESTUDIO DEL PAISAJE GEOGRÁFICO


Y DE LA MORFOLOGÍA URBANA

Una breve historia de la evolución de los estudios sobre el paisaje urbano desde la
perspectiva de la geografía debe incluir referencias a las diversas tradiciones
nacionales que han existido. Los estudios morfológicos se desarrollaron en primer
lugar dentro de la tradición regional historicista. Solo en los años 1960 se cuestionó
dicha concepción y se presentaron alternativas neopositivistas y cuantitativas que,
sin embargo, fueron limitadas, y pronto quedaron rebasadas por nuevos enfoques
que ponían énfasis en la producción social de las formas urbanas.
Prestaremos atención, en primer lugar, a los enfoques que se relacionan con la
tradición historicista de la geografía regional y, más tarde, al cuestionamiento y
reformulación de los mismos a partir de la revolución cuantitativa. Realizaremos
la presentación destacando algunas tradiciones nacionales especialmente signifi-
cativas e influyentes.

La tradición alemana

En Alemania el desarrollo de los estudios de morfología urbana se produce desde


comienzos del siglo XX, con una aproximación esencialmente cualitativa y un fuerte
énfasis en la morfogénesis.
Aparece ya en trabajos de Otto Schlüter, introductor del concepto de paisaje
cultural (Kulturlandschaft), y defensor de una geografía concebida como ciencia
del paisaje, centrada en «el reconocimiento de la forma y disposición de los
2. El análisis morfológico y los
elementos del plano de la ciudad

El plano es un elemento esencial en el análisis morfológico. En este capítulo


consideraremos el paisaje como un reflejo de la cultura, de la economía y de las
funciones urbanas, y examinaremos algunos conceptos básicos en relación con las
diferentes dimensiones de su estudio y de su transformación; también aludiremos
a los usos del suelo y a las fuentes para el estudio de la morfología urbana.

EL PAISAJE COMO REFLEJO DE LA CULTURA, LA ECONOMÍA Y LAS FUNCIONES

Cuando se habla de las ciudades a escala mundial se oscila entre la unificación de


todas en un solo tipo y la impotencia para clasificarlas en tipos claros y bien
definidos. «No hay límites a la diversidad», escribieron dos geógrafos enfrentados
a esa tarea en un conocido manual de geografía urbana1; tras lo cual optaron por
presentar las ciudades por ámbitos geográficos y mostrar precisamente esa infinita
variedad: ciudades de Europa, en las que se sienten obligados a distinguir entre las
nórdicas, las de Europa central y occidental, las mediterráneas y las de Europa
oriental; ciudades de la URSS, con separación entre las de Rusia tradicional y el
Asia soviética; ciudades de América y Australia, con distinción en aquel continente
entre las situadas al norte y al sur del río Grande; las del norte de Asia y el Asia
periférica, con cuatro tipologías: ciudades de Asia septentrional, del Oriente Medio,
del S y SE asiáticos, y del Extremo Oriente; y finalmente, las ciudades de África al
sur del Sáhara. Sin duda, una clasificación «geográfica» en la que domina la variable
espacial y en la que para cada tipo se mezclan rasgos culturales, económicos,
históricos y sociales, combinados con las características de las condiciones naturales,
especialmente el clima y el terreno.
La descripción de la morfología de las ciudades permite ver, sin duda, esa rica
y enorme diversidad de los paisajes urbanos. Porque éstos reflejan efectivamente,
y a la vez, la evolución histórica, la cultura, las funciones económicas y el bienestar
de la población. Pero también es posible realizar clasificaciones que pongan énfasis
en un criterio diferenciador determinado. Al igual que ocurre en las taxonomías,
según el criterio que se utilice la misma ciudad caerá dentro de uno u otro grupo,
asociada con ciudades diferentes.

Paisaje y elementos culturales

Es muy frecuente al hablar de ciudades que éstas se clasifiquen en distintos tipos


cuya unidad viene dada por rasgos culturales. Se alude así a la ciudad china, la
68 LA MORFOLOGÍA DE LAS CIUDADES

ciudad europea, la ciudad islámica, la ciudad iberoamericana y otras. Las distin-


ciones en esos casos tienen que ver con características culturales diversas, tales
como las formas religiosas y las normas sobre el culto, que suponen diferencias en
la configuración de los espacios sagrados (mezquitas musulmanas, iglesias
cristianas, templos budistas, etc.) y en su uso; o las formas de utilización de la calle
y de los espacios públicos en general, con importantes matices en la diferenciación
de lo público y lo privado. También es posible relacionar esas disparidades con
elementos artísticos tradicionales, que pueden identificarse a través de la historia
del arte. Todo ello contribuye a establecer paisajes urbanos específicos, que se
reconocen fácilmente en la imagen visual. Una imagen que se ha ido fijando desde
hace tiempo en las descripciones de viajeros y en las representaciones gráficas y
fotográficas de paisajes del mundo, en donde la ciudad aparece claramente
individualizada no solo por sus edificios de valor artístico sino también por los
tipos humanos, las vistas panorámicas y las formas de trabajo. Las obras de
geografía, los relatos de viajeros y las colecciones de fotografías contribuyeron a
partir del siglo XIX de forma importante a la amplia difusión popular y a la fijación
de dichas imágenes hasta configurar tipos fácilmente reconocibles2.
El concepto de cultura ha dado lugar a amplios debates, especialmente en el
campo de la antropología3. En cuanto se piensa en el tema, en seguida se ve que en
esa matriz cultural que permite caracterizar «el patrimonio singularizador» de los
distintos grupos humanos (en expresión de A.L. Kroeber) hay dimensiones
propiamente culturales –en las que se incluyen la religión, la lengua y la «concepción
del mundo»– y elementos que tienen que ver unas veces con estructuras sociales
(las costumbres, el derecho) o económicas (las formas de trabajo, los objetos
producidos), y otras con factores de tipo ambiental (desde la dieta a las adaptaciones
climáticas).
Todas estas diferencias han sido percibidas y estudiadas desde hace tiempo
por la geografía cultural, que identifica formas culturales que tienen un reflejo en
la morfología del paisaje4.
Tendremos ocasión de hablar en esta obra de algunas de esas características
–por ejemplo, al aludir a la ciudad islámica, o la ciudad iberoamericana– y a su
traducción morfológica.

Paisaje y desarrollo económico

Junto a los rasgos culturales, se refleja igualmente en la morfología el desarrollo


económico, es decir, las formas económicas de subsistencia y de explotación de la
tierra, la apropiación del excedente, las diferencias de renta de los individuos y de
los grupos sociales.
Puede hablarse de un paisaje de la riqueza y de la pobreza, con características
morfológicas diferenciadas entre sectores ricos y pobres de la ciudad. Dichos rasgos
se reflejan en la calidad constructiva de los edificios y en los espacios públicos. Y
hacen similares con gran frecuencia a los barrios de las clases populares de todas
las ciudades del mundo.
EL ANÁLISIS MORFOLÓGICO Y LOS ELEMENTOS DEL PLANO DE LA CIUDAD 69

El sistema económico introduce desigualdades, tanto en las ciudades de los


países ricos, donde algunos autores hablan hoy de la aparición de una ciudad
fragmentada, como en las de los menos desarrollados, donde ha sido normal aludir
a la existencia de una economía dual5. En unas y otras ciudades se acusan los
contrastes y las fracturas: por un lado los paisajes de pobreza (barrios de barracas,
favelas, bidonvilles, centros históricos degradados) y como contraste los paisajes
de la riqueza (barrios burgueses, áreas de chalets unifamiliares con jardín, country
clubs, barrios cerrados, etc.). Pero junto a ellos existen también otros matices:
paisajes de barrios obreros o populares, de las clases medias, de los guetos.

Paisaje y funciones urbanas

Es posible identificar asimismo tipos de paisajes asociados a la actividad económica.


Se habla así del paisaje de la industria (polígonos industriales, áreas industriales
en la ciudad), del paisaje del comercio, (calles comerciales, mercados urbanos y
centrales, galerías comerciales, hipermercados), del paisaje del ocio (cines, teatros,
jardines, parques, etc.), del paisaje de los espacios dedicados al transporte y las
comunicaciones (estaciones de ferrocarril, de autobuses, puertos, aeropuertos). El
estudio de las funciones económicas de la ciudad puede realizarse, pues, a través
de los usos del suelo.
En ocasiones esas actividades son tan decisivas para la ciudad que la impregnan
totalmente, y así los geógrafos han podido hablar de la ciudad industrial, de la
ciudad capital administrativa (e incluso de la ciudad capital de provincia, que en
España contaría con el gobierno civil, la diputación, la audiencia, las oficinas de
hacienda, los casinos ...), de la ciudad comercial, de la ciudad universitaria, o de la
ciudad especializada en el ocio, el recreo o el turismo, cada una con su paisaje
específico. Intuitivamente nos damos cuenta de que los elementos asociados a
dichas actividades, tienen que ver no solo con los edificios vinculados a lo que
podemos llamar las actividades básicas o esenciales6, sino también a las actividades
de servicio urbano y a los tipos de residencia de la población vinculada a unas y
otras.
Hay una clara relación entre morfología y espacio social. Como ya se ha dicho,
puede afirmarse que la forma urbana es un producto social, está producida por
personas y grupos sociales a través de procesos que pueden detectarse mediante el
análisis. El estudio de la morfología no puede realizarse sin tener en cuenta dichos
agentes y procesos, a los que dedicaremos amplia atención en esta obra.
De todas maneras, si la relación continente-contenido es en general fuerte, eso
no excluye que en ocasiones la morfología no refleje totalmente las dimensiones
económicas y sociales o, más aún, que pueda cambiar el contenido y permanezca
el continente. A veces la morfología de las construcciones aparentemente es la
misma, por la difusión de determinados modelos arquitectónicos, pero en realidad
las diferencias entre las viviendas son grandes por la distinta valoración social y
por el equipamiento existente; es lo que ocurre con la difusión de modelos de la
arquitectura racionalista, que permiten construir edificios con formas similares
70 LA MORFOLOGÍA DE LAS CIUDADES

para grupos sociales de rentas muy distintas. De manera similar pueden prestarse a
confusión las fábricas obsoletas conservadas como almacenes o viviendas, los polí-
gonos industriales convertidos en discotecas o las industrias ocultas en el interior
de las manzanas de viviendas y que dan al espacio la apariencia de un área residencial
(por ejemplo en los cascos antiguos o en los ensanches). Aunque es muy probable
que en todos esos casos la calidad de los materiales, el equipamiento y pequeños
detalles morfológicos permitan al observador atento percibir las diferencias sociales
o funcionales que existen por debajo de las apariencias superficiales.

LAS DIFERENTES DIMENSIONES DEL ESTUDIO DEL PLANO

La morfología de la ciudad está conformada por el plano, por los edificios y por
los usos del suelo. Dedicaremos ahora atención al primero.

Los componentes del plano urbano

Tal como desde los años 1960 han destacado diversos autores7, el estudio morfo-
lógico del plano no puede limitarse solo a la trama viaria representada en el mismo,
sino que ha de prestar atención también a otros elementos que son igualmente
esenciales en su configuración.
El plano, en efecto, se define por cuatro complejos distintos de elementos:
ante todo, (1) las calles y su asociación mutua en un sistema viario; pero también,
(2) las manzanas delimitadas por calles, y formadas por agrupaciones de (3) parcelas
individuales que sirven de soporte a los edificios, cuyas (4) plantas tienen igual-
mente un reflejo en el plano de la ciudad si lo examinamos a una escala adecuada;
así se percibe claramente, por ejemplo, en algunos planos realizados desde mediados
del siglo XIX (como los cuarterones de Garriga y Roca, en el caso de Barcelona) y en
los mapas catastrales.
Las investigaciones de geógrafos y arquitectos han mostrado que las formas
fundamentales del plano y que tienen mayor significado funcional son las calles, y
especialmente aquellos ejes básicos que unen polaridades destacadas en el tejido
urbano. Tienden a actuar como marcos morfológicos que condicionan la génesis
y el crecimiento de las formas subsiguientes. Desde ellas pueden trazarse luego
vías perpendiculares para la construcción de edificios, y unas y otras pueden estar,
a su vez, conectadas posteriormente por nuevos ejes de conexión8.
La manzana es, junto con la trama viaria, el elemento más visible en el plano
de la ciudad. Ildefonso Cerdá puso énfasis en la importancia de unas y otras al
hablar de vías e intervías en su Teoría general de la urbanización9. Las denomi-
naciones que se usan para designarlas aluden a su condición de isla rodeada de
calles (fr., îlot; cat., illa) o a su aspecto exterior de edificación maciza constituida
por varias casas contiguas (in., street-block; al., Häuserblock). En cuanto a las
«cuadras» de las ciudades hispanoamericanas deben su nombre, evidentemente, a
la forma cuadrada derivada del diseño ortogonal del plano urbano.
EL ANÁLISIS MORFOLÓGICO Y LOS ELEMENTOS DEL PLANO DE LA CIUDAD 71

En el interior de las manzanas las parcelas o lotes constituyen –más incluso


que las manzanas– el elemento básico de la construcción de la ciudad. Estas
particellae, o «partecitas», son en la terminología catastral de origen romano las
partes de distinto dueño, y constituyen efectivamente las áreas que delimitan la
unidad esencial del suelo urbano: su configuración es el determinante básico de la
edificación.
La edificación, en efecto, se realiza en el interior de una parcela. Se adapta a la
forma y dimensiones de la misma y, cuando su tamaño no es el apropiado, obliga
a operaciones de reparcelación, por compra o división de parcelas. Lo normal en
un primer momento es la edificación de solo un sector de la parcela, bien en la
parte anterior que da a la calle, lo más frecuente, bien en la posterior, dejando un
patio delantero. La tendencia general ha conducido hacia el aumento de la
edificabilidad, con extensión sucesiva de la construcción sobre el interior de la
parcela, un proceso solamente limitado –y ello, sobre todo, ya en época
contemporánea– por las ordenanzas de edificabilidad.
Desde luego, estos complejos de calles, manzanas, parcelas y edificios no existen
aisladamente sino que están interconectados en su origen y evolución, integrados
en complejos que tienen una dimensión espacio-temporal. Dichos complejos no
son estáticos, sino que tienen un dinamismo que afecta de forma diferente a los
elementos que lo componen, cada uno de los cuales condiciona las relaciones físicas
y significados funcionales de los otros10. En su conjunto constituyen el tejido urbano,
formado por la trama de las calles y la urdimbre del parcelario y de las manzanas
con sus edificios y usos.
Sobre un plano definido por calles, manzanas y parcelas se construyen los
edificios y se disponen los usos del suelo. Los distintos aspectos están relacionados
genéticamente, es decir surgen y evolucionan de manera simultánea. También están
relacionados funcionalmente, ya que existen asociaciones específicas entre
funciones y morfología: por ejemplo, una fábrica necesita de parcelas grandes,
mientras que las parcelas estrechas y alargadas están asociadas normalmente a
una tipología de viviendas.
Pero, según se ha señalado desde hace tiempo11, existen diferentes tiempos de
respuesta del plano, de los edificios y de los patrones de uso a los cambios en las
exigencias funcionales de la ciudad.
Las calles, las manzanas y, en menor medida, las parcelas son más conserva-
doras. Tienden a reflejar tenazmente las formas anteriores de propiedad e inversión
de capital. Así presentan una mayor variedad y cantidad de formas tradicionales
(por ejemplo romanas y medievales hasta mediados del siglo XIX, e incluso hasta
hoy) y contribuyen a la estratificación histórica del paisaje.
Los edificios se pueden modificar más fácilmente que los anteriores elementos,
aunque también suponen una inversión de la que es costoso prescindir. La
utilización del suelo responde, en cambio, más fácilmente a los impulsos de la
transformación funcional; por eso la permanencia histórica de sus patrones de
distribución es mucho más débil.
72 LA MORFOLOGÍA DE LAS CIUDADES

El estudio del plano debe conducir al reconocimiento y la comprensión de la


estructura de conjunto de la ciudad.
Los arquitectos han enriquecido este debate sobre las relaciones entre los
distintos elementos. Algunos han intentado elaborar una teoría de la forma física,
distinguiendo entre los elementos, que son las unidades de forma, y los procesos.
Así lo hizo Manuel Solá-Morales en el ya citado programa de trabajo del Laboratorio
de Urbanismo de Barcelona12. Según este autor las diversas maneras de organizar
calles, solares y edificios (infraestructuras, parcelas y tipos edificatorios) son
esencialmente tres, a saber: la urbanización, la parcelación y la edificación. Éstas
pueden realizarse en orden diferente y de manera total o incompleta, en tanto que
distintas entre sí, con leyes diferentes, con ritmos y condicionamientos sociales e
históricos también dispares. Es la actuación combinada de los tres procesos lo que
da lugar a las «formas urbanas».
Esa distinción es sobre todo importante para entender, como han hecho los
arquitectos del LUB, la formación de tejidos diferenciados en la expansión urbana.
Si en la construcción de un ensanche como el de las ciudades españolas los tres
procesos se dan de forma independiente y sucesiva (parcelación, urbanización y
edificación), en las hileras suburbanas se producen en un orden distinto (urbani-
zación, parcelación y edificación) y en otras se dan de forma incompleta o parcial
(parcelación + edificación en la urbanización marginal; solo edificación en el
barraquismo) o totalmente simultánea (como en los polígonos de viviendas)
(Figura 2.1). Analizar la forma urbana en toda su variedad supone, según eso,
entenderla como resultado de ideas y proyectos sobre la urbanización, la parcelación
y la edificación.

Manzanas y parcelas

Trama viaria y manzanas constituyen elementos bien visibles y esenciales del plano.
Nos ocuparemos ahora de estas últimas y de su subdivisión en parcelas, antes de
prestar atención a las calles.
El análisis parcelario constituye, como hemos visto, un elemento indispensable
en el estudio de la morfología. El parcelario nos remite, ante todo, a la estructura
de la propiedad, y su génesis debe explicarse a partir de ella. Pero también es esencial
para entender los usos del suelo. El parcelario existente supone limitaciones o
posibilidades para determinados usos. Por ejemplo: si la propiedad está muy
fragmentada, eso representa un obstáculo para la implantación de grandes
industrias. Sin duda, con recursos disponibles y con un objetivo claro pueden
adquirirse todas las parcelas que se desean o necesitan, pero eso siempre es costoso
y difícil; y puede haber también dificultades como resultado de limitaciones
jurídicas o de la voluntad de los propietarios.
El parcelario antiguo se modifica y remodifica –es decir, se reparcela– en
función de las necesidades impuestas por las exigencias económicas, productivas
o sociales. El uso del suelo previsto determina la división parcelaria que se efectúa
–o la reparcelación que se impulsa.
EL ANÁLISIS MORFOLÓGICO Y LOS ELEMENTOS DEL PLANO DE LA CIUDAD 73

Parcelación Urbanización Edificación

Ensanche

Hileras suburbanas

Urbanización marginal

Ciudad jardín

Barracas

Polígonos

Fig. 2.1 Las tipologías estructurales del crecimiento urbano: combinación de los
procesos de urbanización, parcelación y edificación en las distintas tipologías
morfológicas de crecimiento. Propuesta de Manuel de Solá-Morales en 1971,
reproducida en Les formes de creixement urbà (1993, pág. 23)
74 LA MORFOLOGÍA DE LAS CIUDADES

Manzanas y parcelas tienen formas y dimensiones diversas, cuya génesis y cuya


lógica hay que descubrir.
Es importante la fragmentación en parcelas, y también su regularidad o
ausencia de ella. Puede observarse en la urdimbre parcelaria la influencia de las
formas rurales preexistentes, de los tamaños de las fincas y de las explotaciones
agrarias. Y eso hasta el punto de que en muchas ocasiones es posible reconstruir a
partir de ellas el paisaje rural preexistente.
El estudio del parcelario exige una investigación histórica con fuentes fiscales
y catastrales, mapas antiguos, amillaramientos y documentos del registro de la
propiedad. Es un trabajo a la vez de historiador y geógrafo. En todo caso, difícil-
mente se entiende el parcelario actual sin conocer su génesis y evolución. El análisis
del plano parcelario debe extenderse a la reconstitución de las parcelas antiguas y
a su evolución posterior hasta la parcelación actual, a través de sucesivas reparcela-
ciones. Aunque las parcelas que dan a la calle ofrecen mayores posibilidades cons-
tructivas, es importante conocer asimismo la disposición y la génesis de las parcelas
interiores y el acceso a las mismas, ya que pueden dar lugar a usos diferenciados.
Por ejemplo, en los cascos antiguos y ensanches del XIX es en ellas donde frecuen-
temente se implantaron los usos industriales o de almacenamiento, que no podían
competir con las viviendas en los tramos que dan a la calle; o donde, ocasionalmente,
se construyeron conjuntos de casas elementales para grupos populares, a los que
se accede por un pasaje o por la puerta de un edificio con servidumbre de paso.
La importancia del parcelario se fue descubriendo, como hemos visto13, en
relación con los estudios sobre las estructuras rurales prexistentes y la evolución
de las formas urbanas, tal como hizo en Francia Jean Tricart en los años 1950. Casi
simultáneamente en EEUU y en Gran Bretaña se iniciaba la utilización de los
catastros preurbanos para reconstruir la evolución de las ciudades y se estudiaban
la propiedad del suelo y la parcelación como factores esenciales para entender
algunos aspectos del desarrollo urbano14. También los historiadores y arquitectos
se han interesado por el tema de forma más o menos paralela15.
A través de la parcelación el suelo rústico se transforma en urbano. En ese
proceso tiene singular importancia el papel de los caminos. Generalmente se parcela
en primer lugar el suelo rústico cercano a alguna vía de comunicación: un antiguo
camino agrícola, una ruta ganadera (por ejemplo, una cañada), un paseo que parte
de la ciudad, una carretera local (por ejemplo, construida hacia alguna entidad de
poblamiento o hacia equipamientos periféricos). A partir de esa estructura viaria
se diseña un trazado que divide el suelo en calles y manzanas, y define solares con
fachada a las calles, de dimensiones uniformes o heterogéneas, según el cárácter
de la parcelación.
El tipo de propiedad y su extensión, así como las características topográficas
del terreno, dan lugar a tipologías parcelarias diferentes, que influyen luego en las
formas de expansión de la urbanización. Si hay grandes propiedades, y grandes
explotaciones, ello puede facilitar la construcción de polígonos industriales,
aeropuertos y otros grandes equipamientos. Muchos polígonos de viviendas
construidos en los años 1950 y 60 en ciudades españolas lo fueron sobre grandes
EL ANÁLISIS MORFOLÓGICO Y LOS ELEMENTOS DEL PLANO DE LA CIUDAD 75

fincas agrarias adquiridas en bloque por la administración pública, cuyo nombre


anterior puede pervivir tras la operación inmobiliaria (por ejemplo, Can Serra en
Hospitalet de Llobregat).
Las parcelas se agrupan, como hemos dicho, en manzanas, las cuales pueden
ser consideradas en sí mismas, prescindiendo momentáneamente de la trama y
prestando atención a su forma (regulares o irregulares), tamaños y disposición
parcelaria (con frente de fachada o interiores).
El estudio de la evolución del parcelario puede hacerse a partir de los mapas
catastrales antiguos y modernos. La documentación catastral posee un gran interés
para el conocimiento de la estructura urbana de las ciudades16.
Como ejemplo hispano de esa documentación catastral histórica puede citarse,
por su especial relevancia, la generada por el catastro del marqués de Ensenada a
mediados del XVIII. En especial la Planimetría general de Madrid, realizada entre
1749 y 1774 en el marco de las medidas adoptadas por el ministro de Fernando VI
para la reforma de la Real Hacienda, y que constituye la mejor muestra de catastro
urbano de todo el Antiguo Régimen en España. La obra dio lugar a planos de las
557 manzanas de la ciudad de Madrid, con un total de 7.800 descripciones de
casas de la ciudad. De cada una de dichas casas se da en el Libro de Asientos
complementario una detallada información sobre numerosas características de
las parcelas: el propietario, los dueños anteriores, el plano, la configuración del
inmueble, las dimensiones, la calidad de la edificación, los inquilinos, los derechos,
privilegios y cargas, y así hasta un total de una veintena de características17.
El análisis de esta rica documentación nos revela datos de gran interés sobre la
estructura urbana de una ciudad europea preindustrial como era el Madrid de
mediados del siglo XVIII. Nos proporciona un panorama de una capital dieciochesca
con la gran extensión de los conventos y palacios, así como de la propiedad urbana
de unos y otros. La estructura de las manzanas muestra formas regulares e
irregulares, y distribuciones parcelarias diversas. Daremos algunos ejemplos gráficos
y de la información que la acompaña, como aproximación a la historia del parcelario
urbano (Figura 2.2).
La descripción empieza en la puerta de Atocha con la manzana 1, en la que se
encontraba el Hospital General de Madrid, actual Museo Reina Sofía. La manzana
2 muestra una situación más compleja. Tras señalar su delimitación, se indican las
seis parcelas que la componían, con los privilegios obtenidos al quedar exentos de
la regalía de aposento, en las fechas que se indica en cada caso, y previo el pago de
la cantidad que se señala, así como la nueva valoración catastral que se fijó tras la
visita fiscal:
De esta forma se va dando la información sobre las 557 manzanas citadas, una
información que resulta extraordinariamente valiosa para el conocimiento de la
estructura urbana (Figura 2.2).
Por limitarnos ahora a la forma de las parcelas, se comprueba que existen
manzanas cuya parcelación refleja las estructuras rurales preexistentes, y otras que
muestran claramente una división geométrica realizada expresamente para la venta
como parcelas urbanas. También se observa el tamaño diferente de las parcelas; las
EL ANÁLISIS MORFOLÓGICO Y LOS ELEMENTOS DEL PLANO DE LA CIUDAD 79

La desamortización afectó durante el siglo XIX, en el caso de las ciudades


españolas, a la estructura de la propiedad y a la estructura parcelaria en los cascos
antiguos, que además pudieron verse transformados por los procesos de reforma
interior y por los cambios de valoración y uso de esos espacios.
La construcción de los ensanches de las ciudades españolas dio lugar, a fines
del siglo XIX y principios del siglo XX, a procesos de reparcelación, para compensar
a los propietarios que se veían afectados por la construcción de calles, algo que ya
previó Ildefonso Cerdá en sus proyectos para los planes de Barcelona y Madrid.
Desde los años 1950 los geógrafos han realizado gran número de trabajos sobre
transformación morfológica utilizando las tramas parcelarias. En el estudio de las
transformaciones de los parcelarios antiguos en relación con las funciones
posteriores, Conzen definió el concepto de ciclo de parcela (burgage cycle) y puso
énfasis en la relación parcela-espacio edificado. En España deben destacarse los
realizados siguiendo el camino abierto por Manuel de Terán con su importante
estudio sobre las calles madrileñas de Alcalá y Toledo20. En Barcelona las investiga-
ciones de Ramón Grau estudiaron también las adaptaciones del parcelario antiguo
para la edificación de viviendas y fábricas. Para la realización de estos trabajos es
esencial la publicación y el libre acceso a los documentos catastrales históricos y
actuales21. El examen del plano parcelario actual de cualquier ciudad permite
interesantes consideraciones sobre la estructura urbana y su evolución.

Las calles

Con mucha frecuencia las calles iniciales de un poblamiento fueron los caminos
en relación con los cuales se constituyó el mismo. Muchas veces dichos caminos se
convirtieron en la calle por antonomasia, tal como refleja el substantivo que las
designa en diversos idiomas. Así en castellano vía, calzada, carrera y carral o en
catalán carrer (del latín carraria, de carrus) son expresiones cuyo origen es bien
manifiesto. Como lo es asimismo en francés rue o en castellano rúa (ambos del
latín ruga, camino) corriente en la Castilla de los siglos XII y siguientes y que sigue
siendo utilizado todavía hoy en muchos núcleos localizados en el Camino de
Santiago y en los que éste se convirtió en la calle principal (por ejemplo en León y
en otros muchos núcleos22). El término calle (del latín callis, sendero, especialmente
de ganado) tenía ya desde el siglo VII el actual significado castellano y se utiliza
normalmente con un sentido específicamente urbano a partir de los siglos X y XI.
La permanencia del trazado viario es verdadermanente asombrosa. Hay
caminos prehistóricos que se convirtieron en calles y se conservan así todavía; es el
caso de la rue Mouffetard en París, un antiguo camino prerromano que contorneaba
la montaña de Santa Genoveva; o la de Santa Maria del Coll en Barcelona, un
camino que sin duda era ya utilizado en época prerromana. De manera similar, en
América antiguos caminos prehispánicos pueden permanecer hoy convertidos en
calles; como en el caso de la carrera 7 en Bogotá, que comunicaba con Tunja. Encon-
tramos también calles romanas que se mantienen casi idénticas en el trazado actual,
aunque en ocasiones éste pueda situarse a uno o varios metros por encima del
80 LA MORFOLOGÍA DE LAS CIUDADES

nivel de 2.000 años atrás, como vimos anteriormente23. Son muchas las ciudades
cuya calle principal seguía en la edad media el cardus romano y así ha permanecido
hasta hoy. Los trazados medievales todavía vigentes son innumerables en las viejas
ciudades europeas. En todos esos casos los edificios pueden haberse destruido y
reedificado varias veces y las calles continúan. Las ciudades americanas fundadas
en los siglos XVI y XVII mantienen las calles fundacionales aunque los edificios hayan
sido reconstruidos varias veces, y elevados hasta alturas enormes24.
El desarrollo de la ciudad establece bien pronto una jerarquía de calles, que se
encuentran ya en las ciudades antiguas; por ejemplo aparece claramente en el
urbanismo romano, con calles principales más amplias que las secundarias, como
muestran las excavaciones realizadas en numerosas ciudades. En la Roma imperial,
se distinguía entre varios tipos: la via, que permitía que se cruzaran dos carros; el
actus, que permitía el paso de un carro; y los itinera, solo para peatones. Se daban
ya situaciones de congestión de tráfico, y existían también normas sobre circulación
de mercancías durante la noche, establecidas en época de Julio César y práctica-
mente vigentes durante todo el imperio romano.
También se han incorporado al entramado urbano en forma de calles gran
número de ramblas y barrancos. En muchas ocasiones ramblas, barrancos y ríos
constituyeron fosos naturales que suponían límites claros de carácter defensivo
para las poblaciones. Igualmente ha podido ocurrir con las acequias en las ciudades
de las huertas mediterráneas, como sucedió en el caso de Murcia25. Pero con la
extensión urbana, esos y otros cursos fluviales han ido integrándose al tejido urbano,
aunque todavía se recuerdan en el callejero con denominaciones alusivas a su
carácter originario26. Generalmente hasta el siglo XIX mantuvieron su carácter inicial,
convirtiéndose eventualmente en colectores de aguas sucias; por ello y por el peligro
de avenidas las casas se construían dando sus espaldas a esos cauces. Solo en época
contemporánea con el desvío o canalización de las corrientes y la construcción de
alcantarillado han podido urbanizarse y convertirse en verdaderas calles,
produciéndose entonces la construcción de edificios con fachadas a las mismas.
Pero generalmente se pueden reconocer en el plano y en el paisaje urbano tanto
por su trazado, a veces irregular o diagonal al trazado viario dominante, como por
la cota inferior a que discurre la calle, por la permanencia de viejas casas con la
disposición original, por los portales elevados, por el nombre, o por ciertos
topónimos conservados27. Eso sin contar con la existencia de muros laterales que a
veces tratan de proteger los márgenes cuando las calles todavía conservan la función
original y se convierten en cursos de agua con ocasión de lluvias torrenciales.
La disposición de las calles en relación con caminos antiguos, adaptados a la
topografía, y con otras características naturales, como las ramblas, explica el trazado
que generalmente poseen en los nucleos antiguos de crecimiento lento y
«espontáneo». La calle recta es un resultado de una ordenación consciente
introducida por el hombre por razones de ordenación espacial urbana y que aparece
ya desde las primeras culturas urbanas como forma de planeamiento28. En la Europa
medieval esta tipología se afirma, como veremos, en el siglo xv, en relación con los
ideales renacentistas y en oposicion consciente frente al trazado irregular anterior.
EL ANÁLISIS MORFOLÓGICO Y LOS ELEMENTOS DEL PLANO DE LA CIUDAD 81

Pero el dibujo irregular de la calle puede proceder también de una ocupación


privada de calles rectas en situaciones de decadencia o transformación política de
una ciudad. Como ocurrió muchas veces en las ciudades griegas y romanas
ocupadas por los árabes29.
La calle ha sido sin disputa un elemento básico de la vida urbana. Es esencial-
mente un espacio de comunicacion y de tránsito, un espacio que permite el acceso
a los edificios. Solo la crítica del urbanismo racionalista la puso en cuestión30, pero
con el movimiento posmoderno se asiste otra vez a su redescubrimento y
revalorización.

Los caminos y el parcelario

Con mucha frecuencia es el parcelario rural el que dirige la expansión de la


urbanización. Así sucedió en el siglo XIX en las ciudades españolas, en las partes del
extrarradio no afectadas por el planeamiento urbanístico de los Ensanches. Los
caminos rurales se convirtieron en calles, y la disposición de las parcelas y de las
fincas en general dirigió la edificación y el callejero; eso mismo siguió ocurriendo
en los pueblos del extrarradio hasta los años 1960, es decir hasta que estuvo vigente
la Ley del Suelo31. En el caso de la urbanización marginal también hay una estrecha
adaptación a las estructuras de carácter rural32. Además de ello, en todo caso, las
carreteras que se fueron construyendo desde el siglo XIX han sido los elementos
básicos que han orientado la expansión urbana y la parcelación33.
La parcelación es el mecanismo esencial para la transformación de suelo rústico
en urbano, lo que produce un aumento del valor del mismo. La parcelación a
veces supone la realización de determinadas obras: terraplenado de los terrenos,
trazado de las calles, delimitación de las parcelas. Es preciso generalmente algún
tipo de acondicionamiento que realiza el propietario directamente o el promotor
de la urbanización.
La parcelación diferencia el espacio público del privado que va a venderse. Se
diseñan líneas divisorias, que muchas veces se mantienen durante años sin materia-
lizarse pero que pasan a tener una fuerza enorme y que establecen un trazado que
es muy difícil de cambiar posteriormente. La modificación del parcelario, si es
importante, supone muchas veces el cambio en el mismo trazado urbano.
La forma de las parcelas muestra mucho del uso anterior, y de los objetivos de
la parcelación, así como de las estrategias de los promotores. Eso tanto en las
parcelaciones antiguas como en las recientes. Dedicaremos atención a estos temas
en un capítulo posterior de esta obra.

EL CRECIMIENTO HISTÓRICO DE LA CIUDAD Y LA TRANSFORMACIÓN DEL PLANO

El estudio del crecimiento histórico de la ciudad puede reconstruir los procesos de


expansión urbana desde los núcleos iniciales hasta la extensión actual. Y al mismo
tiempo permite comprobar el papel de las barreras y límites.
EL ANÁLISIS MORFOLÓGICO Y LOS ELEMENTOS DEL PLANO DE LA CIUDAD 87

convertir una parte de esos espacios en zonas verdes, que son muy oportunas en
ciudades muy densificadas. Por último, puede significar un medio de transporte
colectivo barato, convirtiendo el trazado en vías para tranvías o metros.
Como resultado de la acción combinada de todos los procesos descritos,
frecuentemente el crecimiento de las ciudades se realiza «a saltos», tanto si consi-
deramos el conjunto de una gran aglomeración o área metropolitana como si
consideramos partes concretas de la misma. Ese crecimiento a saltos deriva también
de una estrategia de crecimiento que ocupa primero el suelo más alejado y barato
y luego revaloriza los espacios intermedios. Hay colonización y ocupación de ciertos
espacios y luego relleno de los intermedios. Se han dado ejemplos de este tipo de
crecimiento en muchas ciudades; por ejemplo en Madrid, y en municipios concre-
tos de su entorno, como Leganés47, Alcorcón48, y en otras más pequeñas como
Alicante49.

LOS USOS DEL SUELO

Además del plano y de la edificación, en el estudio de la morfología urbana deben


considerarse también los usos del suelo, es decir las actividades que se desarrollan
sobre él. Hemos aludido ya al plano, y dedicaremos atención a los edificios en otra
parte de esta obra. Dirigiremos ahora brevemente nuestra atención a los usos del
suelo.
A lo largo del siglo XX se ha consolidado la distinción entre diferentes usos del
suelo. En un primer momento se elaboraron mapas y se realizaron análisis sobre
tipos específicos de utilización de suelo en relación con la vivienda y las actividades
económicas en ciudades concretas. Normalmente se acostumbra a distinguir entre
el suelo dedicado predominantemente a usos residencial, industrial, comercial,
servicios terciarios de oficinas, y ocio. Corresponden, como dijimos, a funciones
diversas localizadas sobre el espacio urbano.
El espacio posee usos diversos. Ese espacio edificado incluye usos residenciales,
comerciales, terciarios e industriales (de la industria ligera y pesada), así como
diferentes tipos de equipamientos (iglesias, escuelas, cementerios, estaciones ...).
En el no edificado hay que situar las calles, el espacio destinado a comunicaciones
(ferrocarriles, carreteras), los parques, jardines y espacios de juego, los solares
destinados a aparcamientos, el suelo vacante por especulación en espera del
aumento de su valor, lo que en Bogotá y otras ciudades colombianas llaman
expresivamente «lotes de engorde». La bibliografía geográfica acostumbra también
a poner énfasis en las áreas de propiedad y promoción privada y pública, estimando
que cada una ocupa aproximadamente la mitad del espacio urbano50. Los principios
y las pautas de organización son diferentes en uno y otro.
Los primeros estudios sobre usos del suelo en las áreas urbanas aparecieron ya
en Europa y Estados Unidos a fines del siglo XIX, y alcanzaron un fuerte desarrollo
durante la década de 1930 en relación con la realización de los estudios sobre la
ciudad por geógrafos y sociólogos y con la cartografía de inventarios de la propiedad
88 LA MORFOLOGÍA DE LAS CIUDADES

y la riqueza urbana. Los economistas espaciales (land economists) y planificadores


se dedicaron a elaborar una cartografía muy variada sobre diversos aspectos. Tal
como lo sintetizó el economista Homer Hoyt a fines de los años 193051 dicha
cartografía se extendía ya en aquel momento a una amplia variedad de mapas:
mapas del servicio geológico, con la extensión del caserío urbano sobre los rasgos
esenciales de la topografía; mapas de los servicios del catastro, con la proporción
del suelo de cada manzana en uso permanente y la ocupada por las diferentes
actividades; mapas de poblamiento, indicando el suelo edificado para distinguir el
espacio urbano del no urbano; mapas de utilización del suelo; y toda una amplia
serie de mapas de los agentes inmobiliarios: de manzana, de uso del suelo por
actividades separadas o indicando las predominantes en los frentes de la manzana,
mapas específicos para evaluar la calidad de las áreas de una ciudad en las que se
indicaban los alquileres, el valor del inmueble, su edad, densidad de ocupación,
raza, equipamientos sanitarios, tiempo de ocupación por propietarios e inquilinos,
e hipotecas. También se construyeron mapas dinámicos que mostraban la evolución
de las estructuras.
Hasta el siglo XX las diferencias espaciales en el uso del suelo no estaban muy
marcadas y el espacio era frecuentemente multifuncional, aunque con matices:
existían barrios más industriales y otros más comerciales. El desarrollo de la
industrialización dio lugar a la configuración de áreas de concentración fabril, y la
zonificación de actividades empezó a introducirse en el planeamiento desde finales
del siglo XIX, convirtiéndose en una caracteristica esencial a partir de la Carta de
Atenas52.
Tras la segunda guerra mundial los economistas se siguieron interesando por
los usos del suelo, en especial por la relación entre localización de la población y
de la industria, las pautas de distribución de la densidad de población residencial
y del empleo desde el centro a la periferia, y su evolución a lo largo del tiempo, la
distribución de las actividades en el espacio urbano, la demanda de transporte
público, las oportunidades de empleo, o los valores del suelo53.
Todas esas investigaciones mostraron que los patrones de distribución de los
usos del suelo que presentan las ciudades están afectados por la evolución del creci-
miento demográfico y de las actividades, en relación con las exigencias funcionales,
y por la necesidad de una organización más eficiente del sistema económico y
social. La organización del espacio urbano experimenta modificaciones con el
crecimiento físico de la ciudad y con los cambios técnicos y económicos. Se produce
así una expansión física en el espacio periférico y una reordenación de los usos del
suelo, por modificación de las relaciones entre ellas en el interior del espacio urbano,
y especialmente en las áreas centrales, y por el desplazamiento de actividades y
usos hacia la periferia.
El impacto de la revolución teorética en la geografía hizo que desde los años
1960 empezaran a elaborarse mapas de utilización del suelo para comprobar la
validez de principios teóricos generales sobre la organización urbana, y concreta-
mente la validez de los modelos concéntricos, sectoriales o multinucleares, sobre
las distribuciones de la industria, y la localización de las actividades comerciales y
EL ANÁLISIS MORFOLÓGICO Y LOS ELEMENTOS DEL PLANO DE LA CIUDAD 89

terciarias en general. Todo ello condujo a la realización de estudios comparativos


entre las pautas de usos del suelo en diferentes ciudades.
Desde los años 1930 el planeamiento urbanístico convierte en un aspecto
esencial la asignación de funciones a las distintas áreas del espacio urbano. El
planeamiento parte de inventarios sobre los usos presentes y sobre las tendencias
existentes y trata de ordenar y programar los usos del suelo en el espacio urbano,
procurando que no interfieran entre sí.
La distinción entre usos residenciales, industriales, terciarios o de ocio es una
primera clasificación que exige ulteriores matices. La tipología del suelo residencial
obliga a hacer numerosas distinciones; por ejemplo, entre viviendas unifamiliares
y multifamiliares, a las que que a veces corresponde una calificación legal-
urbanística de uso extensivo o intensivo, respectivamente, con diversas situaciones
intermedias. En los usos industriales puede distinguirse entre la industria mezclada
con residencia y los polígonos industriales, resultado de la zonificación y con
tipologías diversas. En cuanto a los usos comerciales es evidente que serán distintas
las morfologías de los ejes o calles comerciales, de los nodos, de las áréas comerciales
especializadas (en muebles, automóviles, electrodomésticos, etc.)54 y con localiza-
ción interior o periférica. Muchos de estos matices serán introducidos en los
capítulos siguientes de este libro.

FUENTES PARA EL ESTUDIO DE LA MORFOLOGÍA URBANA

El estudio de la morfología urbana requiere el uso de fuentes variadas, esencialmente


cartográficas y archivísticas, completadas por el conocimiento de la legislación, el
planeamiento y la observación ocular. El fuerte desarrollo de los estudios de
morfología permite hoy utilizar una gran variedad de fuentes y métodos de análisis.

Los permisos de obras

El estudio de la evolución de la edificación en general y de la vivienda, en particular,


en la época contemporánea puede hacerse a través de la explotación de los permisos
de obras de los ayuntamientos. A partir del último cuarto del siglo XVIII los
municipios van organizando organismos que conceden las licencias de las obras
que se pretenden realizar y llevan el registro de las mismas.
Desde el último tercio del siglo XVIII los municipios más importantes van
organizando los registros de obras. En Barcelona el Registre d’Obreria se organizó
a partir de 1772, después de que el año anterior se estableciera el Pla d’Obreria.
Está compuesto por los «permisos d’obreria», en los cuales se encuentra la solicitud
del que desea hacer la obra (mayor o menor, es decir, desde la construcción de un
edificio o la elevación de un piso a la simple apertura de una ventana o colocación
de un rótulo), los planos y alzados, el informe del maestro de obras o arquitecto
municipal, preciso y detallado, y finalmente la resolución de la Comissió d’Obreria
del Ayuntamiento. La documentación gráfica con el plano, el alzado y el diseño de
3. El crecimiento no reglado
y los planos irregulares

La distinción básica entre crecimiento espontáneo y crecimiento planificado se ha


señalado desde hace años. Sigue siendo válida en una primera aproximación. Pero
presenta también numerosos problemas. En este capítulo centraremos la atención
en el de carácter no reglado, que da origen a los planos irregulares dejando para el
quinto algunos de los que se refieren a la difícil distinción entre uno y otro tipo de
crecimiento.

EL CRECIMIENTO ESPONTÁNEO

La forma primera de crecimiento de los núcleos de poblamiento y la más general


es el crecimiento no planificado, en el que la expansión se realiza siguiendo los ejes
de comunicaciones, a partir de la aldea o del núcleo inicial. Algunos han llamado
a ese crecimiento «orgánico», como si fuera natural. Otros lo han denominado
espontáneo. Quizás podríamos calificarlo como no reglado, es decir, no sujeto a
precepto, ordenamiento o regla urbanística. En todo caso, su característica más
destacada desde el punto de vista morfológico es que da lugar a una trama viaria
irregular.
De todas maneras, vale la pena advertir que la denominación de crecimiento
no reglado o espontáneo se refiere únicamente a la forma como se realiza la
expansión de la ciudad, y que ello no supone que esté totalmente ausente toda
normativa. Ninguna sociedad puede desarrollarse sin algún tipo de normas jurídicas
sobre la propiedad, la jeraquía social o las relaciones de convivencia, todo lo cual
afecta de una u otra manera a la organización del espacio. Aspectos tales como la
disposición de las casas y el uso del suelo se ven, así, reguladas de algún modo
explícito o implícito, de la misma forma que se hace necesario disponer de normas
que impidan la ocupación de los caminos o la invasión de propiedades vecinas, y
determinen la localización de los espacios sagrados y los espacios de los muertos.
Así pues, que la trama urbana no sea regular no significa que esté desordenada,
ya que siempre existen algunos tipos de reglas sociales que se cumplen. Y ello sin
contar que la misma realidad puede aparecer desordenada a una escala y ordenada
a otra diferente. El aspecto fundamental en el plano irregular es que en los procesos
de construcción dominan las iniciativas individuales y fragmentadas.
La forma de crecimiento espontáneo y el plano irregular ha sido lo normal en
las primeras ciudades. Aparece ya en Ur, según mostraron las excavaciones de la
Ur más antigua, la del período Ibin Larsa (h. 1700 a.C.), realizadas por Leonard
100 LA MORFOLOGÍA DE LAS CIUDADES

Woolley. Se puede reconocer como la dominante en la mayor parte de las ciudades,


y lo ha sido durante mucho tiempo de grandes urbes como Atenas, Roma, Londres
o Madrid. Puede dar lugar al crecimiento de una ciudad y más tarde a la coalescencia
de este crecimiento con otras aldeas próximas que también han iniciado un proceso
de expansión.
Las trazas del crecimiento espontáneo y del plano irregular originario pueden
desaparecer por regularizaciones posteriores, procesos de renovación que aparecen
ya desde las primeras civilizaciones. Así en la ya citada Ur, donde h. 600 a.C. el
trazado del sector central de la ciudad, en el se levantaba el temenos o espacio
sagrado, fue regularizado por Nabucodonosor con alineaciones rectilíneas1. De
igual manera sucedió seguramente en Babilonia; si bien la planta más conocida a
través de las excavaciones tiene forma regular, se desconoce la forma originaria,
que quizás fuera irregular, junto al río; en todo caso, sabemos que fue reconstruida
en varias ocasiones, debido a que su posición estratégica hizo que se dieran en su
suelo batallas diversas para controlarla, lo que tal vez condujo a su regularización2.
Lo mismo ocurrió muy posiblemente también en algunas ciudades prerromanas
por regularización tras la conquista.

LOS NÚCLEOS ELEMENTALES DE POBLAMIENTO Y LA APARICIÓN DE LA CIUDAD

En muchas ciudades la urbanización se desarrolló a partir de formas iniciales


preurbanas de origen antiguo. De ahí el interés de estudiar la configuración de los
primeros poblados preurbanos y el paso desde ellos a la ciudad. Lo cual puede
realizarse desde diferentes perspectivas. Una, la organización de los poblados de
los pueblos «primitivos» actuales. Otra, el crecimiento y la trama de los núcleos
del poblamiento rural. Finalmente, la reconstrucción arqueológica de los primeros
núcleos de poblamiento. Dedicaremos ahora atención a cada una de ellas.

La perspectiva antropológica

Algunos trabajos antropológicos realizados sobre formas y estructuras de pobla-


miento en pueblos primitivos actuales permiten llegar a diversas conclusiones de
interés. Entre ellos me parece especialmente valioso el estudio que en los años
1960 realizó Douglas Fraser para la colección Planning and Cities, dirigida por
Roger R. Collins3. La conclusión esencial de dicho estudio es la necesidad de tener
en cuenta, sobre todo, la estructura social de los agrupamientos, y no solamente
sus formas y estructuras.
Dicho eso, y estando de acuerdo con él, a partir del análisis de los planos
reunidos por ese mismo autor se puede observar la existencia en esos núcleos de
una tendencia hacia algún tipo de estructura. Una estructura que es, ante todo,
social, pero que también supone en muchos casos una organización espacial.
Cuando se examinan dichos planos queda claro que en la mayor parte de ellos
aparecen algunos principios en la agrupación.
4. La influencia de la organización militar
en el desarrollo urbano

La militar es una dimensión que tiene una gran trascendencia en la organización y


el desarrollo urbano1. El tema está recibiendo recientemente una gran atención y a
él se dedican libros y reuniones que examinan los diversos contenidos que expre-
san los programas de construcción de murallas, la forma como una vez construidas
contribuyen a la estructuración de la vida urbana, promoviendo la solidaridad y
agudizando los conflictos sociales, y la manera en que las representaciones de la
ciudad como conjuntos amurallados han configurado la idea de lo que es verdadera-
mente una ciudad «fuertemente compacta»2.
El estudio de la influencia de la organización militar en el desarrollo urbano
trata de complementar lo que hemos dicho en el capítulo anterior. El tema ofrece
múltiples dimensiones. Las murallas expresan no solamente necesidades militares,
sino también capacidad política, económica y administrativa, así como valores
culturales. Hablar de ellas, o de la fortificación en general, conduce a estudiar su
construcción, sus funciones, los distintos cinturones defensivos en relación con
los cambios en el arte militar y en la poliorcética y los aspectos económicos y
técnicos de la construcción; también implica considerar la destrucción de las
fortificaciones durante la época contemporánea cuando cambiaron las condicions
militares, la ocupación del espacio de la muralla una vez destruida y el destino
dado a sus materiales, los conflictos de jurisdicciones en relación con el espacio
militar, la localización de cuarteles y su impacto en el desarrollo urbano y en la
vida social. A algunas de estas cuestiones dedicaremos atención en estas páginas,
aunque volveremos también sobre ellas en otro capítulo de la obra3.

LAS MURALLAS

Las ciudades han tenido murallas desde las primeras civilizaciones hasta el siglo
XIX o comienzos del siglo XX. Una permamencia tan larga refleja, sin duda, las
funciones importantes atribuidas a esas defensas, y ha debido de tener conse-
cuencias importantes sobre el desarrollo urbano.

Las murallas en las primeras civilizaciones urbanas

La técnica de la construcción de cinturones defensivos se había desarrollado y


aplicado ya en el neolítico y en la edad de los metales para defender núcleos de
poblamiento preurbanos. Y por ello la ciudad tiene murallas desde su mismo origen.
126 LA MORFOLOGÍA DE LAS CIUDADES

Aparecen, en efecto, en prácticamente todas las excavaciones arqueológicas de los


núcleos primitivos. Las fortificaciones de Jericó, cuyos restos más antiguos son de
8000 a.C. fueron construidas y reconstruidas al menos veinte veces entre el 3000 y
2300 a.C.4. Se conservan además diseños urbanos de la época con murallas bien
representadas, como los que aparecen en la escultura del patesi Tello de Lagach o
en la tablilla de Nippur. En estas ciudades del Próximo Oriente y en otras de Asia
y África (como Mohenjo Daro) existían, además, ciudadelas fortificadas, un rasgo
que ya hemos encontrado asimismo al hablar de los núcleos de poblamiento más
antiguos y elementales5.
Las exigencias defensivas de las ciudades convertidas en capitales políticas de
un territorio hizo que bien pronto el arte de la poliorcética alcanzara un importante
desarrollo, con complejos recintos de murallas que incluían también murallas
dobles, como en Jericó y Babilonia.
Algunas ciudades han podido surgir incluso como campamentos militares.
Por ejemplo en la época romana, en que existieron numerosos casos de ese tipo,
con el recinto fortificado de los soldados y la cannaba para las familias y el personal
auxiliar; es el caso, ya citado, de la Legio VII Gémina (León). La obra de Flavio
Vegecio Instituta rei militari, editada una y otra vez hasta el siglo XVIII, nos facilita
una excelente aproximación al arte romano de castramentación; un arte y una
actividad militar que pudo ser también el factor fundacional de núcleos urbanos
durante la época medieval –incluso en el mundo musulmán, como hemos visto– y
a lo largo de la época medieval y moderna. Bastará recordar aquí el caso del campa-
mento de los Reyes Católicos ante Granada, convertido posteriormente en la ciudad
de Santa Fe, que llegaría a ser un modelo para las fundaciones hispanoamericanas.
Construir una muralla para la defensa de la ciudad suponía una gran inversión,
que solo se justificaba si era verdaderamente necesario por razones militares o
políticas. Cuando no era así, podía no construirse, tanto en los tiempos antiguos
como en los modernos.
En los tiempos antiguos, por ejemplo, carecieron de murallas las ciudades de
Egipto, con un imperio pronto unificado y en paz política6. Tampoco tuvieron
necesidad de ellas las ciudades minoicas, gracias al dominio del mar que ejerció
este imperio y que convertía a toda Creta en una «vasta ciudadela» cercada por el
mar como por un inmenso foso7. Ni posteriormente otras en situaciones insulares
defendidas por el mar y una poderosa marina, como es el caso de las ciudades
japonesas o, en la edad moderna, de las británicas –aunque, naturalmente, algunas
de valor estratético no dejaran de fortificarse, como ocurría en las regiones inglesas
fronterizas con Escocia, o en la costa sur para defender las bases navales.
Los lacedemonios, por su parte, siempre consideraron que Esparta no las
necesitaba, pues bastaban sus pechos para defenderse, y por ello esta ciudad no
tuvo murallas durante mucho tiempo. Como tampoco las tenía la ciudad ideal
que imaginó Platón en ese tratado de ingeniería social que es Las leyes; no las tenía
por razones higiénicas –el muro «no resulta de ninguna utilidad para la salud
pública»– y morales –«acostumbra a los habitantes a la molicie, invitándoles a
refugiarse allí en lugar de luchar contra el enemigo»8.
LA INFLUENCIA DE LA ORGANIZACIÓN MILITAR EN EL DESARROLLO URBANO 127

En general, las murallas griegas protegían toda la ciudad edificada y se


adaptaban al terreno, es decir, no eran murallas rígidamente geométricas como las
que encontraremos en las fundaciones romanas. Se construían cuando la ciudad
ya estaba formada y con una población estable, ya que la sobrante se enviaba fuera
a constituir colonias.
Pero además de las funciones defensivas las murallas pudieron tener también
a veces otras de carácter fiscal o jurídico, y en ese caso podían ser substituidas por
simples empalizadas. Junto a ello, podían tener igualmente una «función de
aparato», elemento de prestigio y de retórica para los que llegaban a la ciudad.
Numerosos testimonios arqueológicos e históricos nos lo confirman de forma clara.
Así, con referencia a las características de los núcleos indígenas ibéricos en la
meseta sur antes de la llegada de los romanos, un arqueólogo ha destacado el
carácter semiurbano que podían tener, no solo desde el punto de vista urbanístico
–con trazados geométricos y especialización funcional de distintas áreas– sino
también políticamente –con la existencia de organismos rectores como el Consejo
de Ancianos–; y estima que «esta estructuración política se ve reflejada indirecta-
mente en la muralla, con todo lo que ésta significa para la ciudad de la Antigüedad,
algo más que un simple parapeto defensivo»9.
En ese sentido, conviene recordar que ya Aristóteles en Política (lib. IV, cap. X)
señalaba que las murallas de la ciudad debían ser capaces de «resistir todos los
sistemas de ataque y, sobre todo, los de la táctica moderna», pero que, además
debían «servir de ornato» a la ciudad. Así parece que hay que interpretar, por
ejemplo, las espléndidas murallas romanas de Cesaraugusta (Zaragoza), edificadas
de piedra sillar y con torres circulares de trecho en trecho, ya que se construyeron
en un momento en que la paz romana se había instalado en Hispania tras la
finalización de las guerras cántabras y cuando, por tanto, no eran de temer ataques
a una gran ciudad como ésa10.

Murallas y emplazamiento

A pesar de que los romanos impusieron de forma general el trazado ortogonal,


tanto en las fundaciones nuevas como en las reconstrucciones de viejos núcleos de
poblamiento, también es cierto que pudieron adaptarse en numerosas ocasiones a
las condiciones topográficas existentes, y lo mismo hicieron al trazar las murallas.
La localización del lugar de la fortificación era un aspecto esencial de la misma
porque, como escribiría en 1598 el ingeniero militar Cristóbal de Rojas, «aunque
sean de bronce las murallas y tengan las defensas y medidas con mucha proporción,
si les falta el sitio, será cuerpo muerto, porque el alma dél consiste en el buen
conocimiento del sitio»11.
Los núcleos de poblamiento prerromano habían utilizado en general emplaza-
mientos defensivos, como hemos tenido ocasión de señalar anteriormente12. Así
aparece en los oppida celtas, en los castros gallegos o en las localizaciones de
acrópolis de los núcleos ibéricos de la península ibérica.
5. La trama ortogonal y su difusión

El diseño ortogonal ha sido desde el comienzo del proceso urbanizador la expresión


del deseo humano de ordenar la fundación y el crecimiento de las ciudades. Es
muy antiguo, y cuando aparece lo hace ya con sus rasgos esenciales plenamente
constituidos. Con sus muchas variantes ha sido, de hecho, la forma prácticamente
única utilizada para el trazado ordenado y racional de las ciudades hasta el siglo
XIX.
El plano ortogonal se caracteriza por su trama con calles que se cruzan en
ángulo recto. Ha sido también denominado plano reticular, en damero, en
cuadrícula o en parrilla. Pero ortogonal es, sin duda, la denominación más adecuada
porque alude a la característica fundamental de una trama viaria que, en realidad,
permite diferentes formas de organización de las manzanas.
Desde hace mucho tiempo se ha puesto énfasis en el carácter planificado y no
espontáneo de este tipo de trama urbana, que es la forma eminente de ordenación
de la ciudad. Muchas de las otras que se han creado han aparecido como adapta-
ciones y alternativas a esa forma originaria y esencial.
Ha de tener muchas ventajas, cuando se ha utilizado durante milenios en
prácticamente todos los continentes y por culturas diversas, cada una de las cuales
seguramente ha puesto algo peculiar en él, si aceptamos que la cultura se ha de
reflejar en el espacio.
Es capaz, desde luego, de numerosas adaptaciones. Puede utilizarse como algo
rígido, o como algo flexible, dependiendo de su uso. En la aplicación de esta trama
ha habido sin duda motivos económicos. Es la forma geométrica más simple para
dividir y distribuir el espacio. Pero la generalidad con la que los diversos imperios
la han impuesto en los territorios conquistados nos lleva a pensar que han podido
existir otras razones. La imposición de la trama ortogonal frente a los diseños
irregulares seguramente tiene que ver con un deseo de mostrar la superioridad de
la cultura del pueblo conquistador y con razones de aculturación. Sin duda la
cuadrícula expresaba la racionalidad de la vida civilizada.
Así parece que lo hicieron los pueblos conquistadores que fundaron Mohenjo
Daro. Y así también griegos, romanos, españoles e ingleses. Pero sigue necesitándose
de una reflexión general que considere de manera amplia sus ventajas y virtualidades
y presente su aplicación en un contexto histórico. En este capítulo aludiremos
brevemente a su historia y trataremos de reflexionar sobre las características que
han dado a este diseño su permanencia y universalidad.
158 LA MORFOLOGÍA DE LAS CIUDADES

LA GEOMETRÍA COMO FORMA DE RACIONALIDAD

El trazado regular de una ciudad o de un campo de cultivo supone siempre la


intervención humana. Las formas geométricas regulares no se dan visiblemente
en la naturaleza, o son excepcionales a la escala humana. Se encuentran desde
luego a la escala de los cristales (cúbicos, hexagonales ...), en los moluscos (formas
helicoidales), en los panales de miel (hexagonales), en las frutas y en otras formas
orgánicas (circulares) y, excepcionalmente, geomorfológicas1. También aparecen
en la naturaleza diferentes tipos de simetrías y transformaciones geométricas desde
una forma inicial2. Pero a la escala del hombre, en la naturaleza observable y organi-
zable lo geométrico es una creación humana. Así lo reconoció Aristipo, discípulo
de Sócrates, cuando tras ser arrojado por un naufragio a la playa de Rodas junto
con sus compañeros gritó al ver dibujadas en la arena unas figuras geométricas:
«Alegrémonos, porque veo huellas de hombres»3.
Cuando la retícula u otra forma geométrica aparece, ello es reflejo de la ordena-
ción consciente humana; y cuando es extensa, supone alguna forma de coerción
social.
Sin duda existen diversas posibilidades de ordenación geométrica del espacio
a escala de la organización de los campos y a la de una ciudad. Pero a lo largo de la
historia los hombres se han limitado a utilizar, esencialmente, dos: el círculo y la
cuadrícula.

Aldeas y ciudades circulares

El círculo es seguramente la forma mas primitiva de organización geométrica


regular, que aparece en las viviendas más antiguas y en aldeas primitivas4. También
aparece en construcciones prehistóricas de sentido religioso-astronómico, como
Stonehenge.
En las primeras civilizaciones el círculo se usó a veces como ideograma general
de la ciudad, como muestra el jeroglífico de Nekhebet el Kab del bajo imperio
egipcio. Conocemos asimismo plantas circulares de ciudades, como la de la ciudad
hitita de Sendschirle (desde el II milenio hasta el siglo VII a.C.) o la asiria de Nimrud5.
Herodoto (I, 98) alude a la capital de Media, Ecbatana, una fortaleza circular con
varios recintos de murallas dispuestas en círculos concéntricos trazados «de modo
que cada círculo sobrepasa al colindante tan solo en los baluartes»; la fortaleza y
las murallas había sido levantada por Deyoces «para su propia seguridad y como
protección de su residencia, y ordenó al resto de la población que se estableciera
en los aledaños de la fortaleza».
En la antigüedad y edad media el modelo de ciudad circular aparece en varias
ocasiones, con un fuerte contenido simbólico, como modelo de perfección y belleza,
de unidad sagrada (la Jerusalén celeste) o social. El círculo era la figura del sol y de
la luna, convertidos en deidades en muchas culturas antiguas. La ciudad redonda
es la plasmación de la ciudad ideal perfecta, y está vinculada a la tradición platónica
o neoplatónica. Cuando Platón elabora en Las leyes su modelo de polis ideal imagina
LA TRAMA ORTOGONAL Y SU DIFUSIÓN 161

planificado. Un trabajo de M.R.G. Conzen (1968)15 mostró que carece de valor la


oposición tradicional entre planos irregulares y regulares, como equivalentes de
crecimiento espontáneo o no planificado y crecimiento planificado.
En la mente del planificador medieval podía haber un plan previo, pero su
actitud era fundamentalmente la de adaptar los trazados al emplazamiento natural
de la ciudad, una actitud muy libre y flexible, diferente a la más rígida del planifi-
cador romano y renacentista. El estudio de las curvas de nivel de los planos urbanos
muestra la habilidad con la que el urbanista medieval usaba los emplazamientos
naturales para resolver complejos problemas de planeamiento. Frecuentemente
tenía que tratar no solo con el medio natural sino también con preexistencias
humanas, tales como antiguas rutas, límites de campos o núcleos preurbanos. Y
generalmente lo hizo de una manera brillante, aunque el resultado no fuera un
diseño regular. En lo que respecta, concretamente, a las ciudades medievales
europeas lo que se desprende de las investigaciones es, según Conzen, una genealogía
de los planos y de sus componentes, tales como plazas de mercado y sistemas de
calles. El plano refleja la composicion estamental o corporativa de la ciudad
medieval y la influencia de diferentes niveles de tecnología, por ejemplo en lo que
se refiere al transporte y al uso de fuentes energéticas.
También es importante distinguir entre lo que podríamos denominar la urbs y
el suburbium, que aparece ya desde las primeras fases de expansión de las ciudades
más antiguas, y es típico asimismo de la edad media. Nos hemos referido ya a ello
en un capítulo anterior. Pero vale la pena advertir que esa forma de expansión que
se da en etapas muy tempranas del desarrollo urbano, y en núcleos bastante
elementales, implica resolver numerosos problemas de conexión y organización
así como formas complejas de ordenación del espacio, más allá de su aparente
simplicidad.
La realidad es que la simple inspección ocular puede dar lugar a que se
interpreten como diseños simétricos y regulares planos que en realidad resultan
de un crecimiento espontáneo, no planificado; y que planos que no dan la impresión
de creaciones planificadas hayan surgido de una verdadera y consciente planifi-
cación16.
Es importante recordar, además, que con mucha frecuencia los planes unitarios
inicialmente diseñados no se cumplieron, por relajación del control, o experimentan
modificaciones a lo largo del tiempo. Lo que hace que incluso en ciudades
planificadas pueda haber cambios y modificaciones. No olvidemos, por último,
que las ciudades se desarrollan durante mucho tiempo, y por ello pueden
yuxtaponerse o superponerse desarrollos formales y desarrollos no controlados e
irregulares.

Origen y difusión del plano ortogonal

El problema del origen y difusión del plano ortogonal se ha planteado desde hace
tiempo. El sistema ortogonal no es de creación tan inmediata y evidente como
muchos creen, tal como destacó el geógrafo D. Stanislawski hace ya más de medio
162 LA MORFOLOGÍA DE LAS CIUDADES

siglo: el plano radial, por ejemplo presenta mayor accesibilidad al centro que el
ortogonal.
Con frecuencia la topografía, con sus desniveles, hace difícil el trazado orto-
gonal, aunque a pesar de todo pueda emplearse superponiéndolo a las condiciones
del relieve. En todo caso, el sistema presenta grandes ventajas para la distribución
del suelo.
A pesar de que, como ya hemos dicho, el plano más antiguo y más común de
las ciudades de las primeras culturas fue el irregular, hay numerosos ejemplos de
la existencia de tempranos trazados formales, y de planos ortogonales en lo que
Gordon Childe llamó el Creciente Fértil y en el norte de la India.
El plano ortogonal aparece ya plenamente formado y usado en la primera
mitad del milenio III a.C. en las ciudades de Mohenjo Daro y Harappa, en el lugar
donde, a orillas del Indo, se sabe de la existencia de dos poblados desde el eneolítico,
situados en acrópolis y con testimonios del uso de los metales. Las excavaciones
arqueológicas han revelado un sorprendente grado de urbanización en esas dos
ciudades cuyo nombre real se desconoce (los nombres son actuales y el de una de
ellas significa «ciudad de los muertos»). El plano de la primera se trazó de acuerdo
con un diseño preconcebido, ortogonal, de orientación N-S y con la ciudad
dominada por una acrópolis. Todo parece indicar que se trata de un plano
sobreimpuesto por unos conquistadores a una ciudad preexistente. Tal vez como
resultado de una imposición por un pueblo invasor indoeuropeo17 que construye
un imperio y funda o refunda las ciudades. En ese caso, el hecho de que las
ciudadelas estuvieran separadas sería una garantía de seguridad para el grupo
conquistador. Mohenjo Daro se vio afectada, al parecer, con una inundación
generalizada a partir de elevaciones en la desembocadura del río y la formación de
una gran zona lacustre; los habitantes lucharon durante varios siglos contra dicha
inundación levantando diques, algunos de los cuales se conservan, y construyendo
casas sobre las ruinas inferiores18.
El plano ortogonal también aparece en las ciudades sumerias, asirias y
babilónicas. Se trata de urbes que desarrollaron una cultura y ciencia muy refinada,
con profundo conocimiento de las matemáticas y la astronomía19, las cuales se
reflejan en la organización urbana. Se conservan planos de la época muy exactos,
que coinciden con lo que las excavaciones arqueológicas han permitido conocer.
Así el plano de la ciudad de Nippur representado en una tablilla de arcilla cocida
de h. 1500 a.C., que identifica en caracteres cuneiformes el templo principal, el
Eúfrates y otros lugares de la ciudad20; o el plano dibujado en la escultura del
patesi Gudea, con el diseño de las murallas. Eran capitales con funciones religiosas
y políticas, que se reflejan en el papel esencial del templo en la organización urbana
(caso de Ur), en la existencia de palacios reales y edificios cortesanos, estancias
con patios y restos arquitectónicos, y que disponían de archivos muy ricos: 30.000
tablillas en el archivo real de Ebbla, h. 2500 a.C.
Se conocen también casos de fundaciones reales de ciudades nuevas, con plano
ortogonal y ciudadela, como Khorsabad. Luego el modelo aparece en Asiria, cuando
Sargón construyó su nueva capital Dur-Sarginu. También en Babilonia, excavada
LA TRAMA ORTOGONAL Y SU DIFUSIÓN 163

desde 1899, y de la que tenemos el testimonio de Herodoto que visitó la urbe a


mediados del siglo v. Era una gran ciudad, con dos partes, la ciudad antigua y la
ciudad nueva, unidas por un gran puente con tajamar contra la corriente, y sobre
él calzada de 22 m de ancho, murallas dobles, con una longitud de 16,5 km y altura
de 30 en los cubos, ocho grandes puertas, y un templo cuadrado grandioso, de 92
m de lado y 92 de altura. Las excavaciones de Babilonia permiten ver una fase ya
avanzada de desarrollo urbano, con una ciudad vieja de calles con trazado poco
regular, aunque había avenidas grandiosas y rectas, y una ciudad nueva con mayor
regularidad. Una regularidad que, aunque no resulta hoy perfecta, impresionó a
Herodoto cuando la visitó, porque en su tiempo el plano ortogonal no estaba muy
extendido en Grecia.
Conocemos también casos de plantas ortogonales en las ciudades egipcias,
reproducidas una y otra vez en los manuales de historia del urbanismo. Por ejemplo,
la ciudad de Kahun, levantada para los obreros que construían la pirámide de
Sesotris II (1897-1879 a.C.). En la de Achut Aton (Horizonte Solar), hoy Tell el
Amarna, construida entre 1369-1354 a.C. por Amenofis IV, y abandonada tras su
muerte, aunque no era ortogonal, la presencia de calles anchas y rectas refleja la
concepción unitaria: la ciudad para los trabajadores se encontraba al E y estaba
construida en su totalidad de adobe.
Algunos autores asiáticos aceptan la idea de que el sistema ortogonal se originó
en la India y de ahí se extendió a Sumer, Asiria y luego a Grecia y Roma. Pero
señalan que paralelamente otra fuente de este sistema se encuentra en el Asia
oriental21. Daremos algunos datos sobre ello posteriormente.
La trama ortogonal apareció también en la América precolombina, donde existe
una amplia tradición urbana prehispánica22. Puede defenderse que aparece en Chan
Chan, capital de los chimu. Respecto a México, Cortés dice que las calles de
Tenochtitlan «son, al menos las principales, muy anchas y muy derechas», y los
templos eran cuadrados o rectangulares.
En resumen, es muy probable que se diera un origen múltiple de esta forma de
organización racional de la ciudad, probablemente debido a que era la manera
más fácil de dividir el terreno, aunque requiriera conocimientos matemáticos y
astronómicos (especialmente cuando se buscaba por razones religiosas la orien-
tación N-S), y de un poder político capaz de imponer el sistema.

Ortogonalidad en las fundaciones y en la expansión urbana

Pero no se trata solo de ciudades que en su conjunto sean de una u otra clase. En
realidad también en la misma ciudad, y ya en las fases iniciales del desarrollo,
puede haber coexistencia o yuxtaposición de los dos tipos de plano, el irregular y
el regular. A ello se llega a partir de dos situaciones: una, ciudades nuevas con un
diseño ortogonal y cuyo crecimiento se realiza luego en forma irregular; otra, muy
diferente, la de ciudades con plano irregular a las que se añade una nueva expansión
de trazado ortogonal.
164 LA MORFOLOGÍA DE LAS CIUDADES

En el caso de ciudades nuevas fundadas con planta ortogonal, la evolución


posterior puede hacerse, desde luego, de acuerdo a los principios de dicho diseño,
prolongando ilimitadamente el mismo hacia el exterior; o bien a través de la
formación de barrios nuevos de diseño no planificado, y en ocasiones de trama
irregular. Los centros ceremoniales como Teotihuacán o Angkor y las ciudades
cortesanas planificadas con estructuras ortogonales eran solo para los privilegiados.
Los obreros y gentes del pueblo podían vivir aparte, en sectores de organización
espontánea e irregular. Son muchos los casos de núcleos regulares de fundación
planificada que luego ven desarrollarse ensanches suburbanos de crecimiento poco
regular. Así pareció haber sucedido en diversas ocasiones en las fundaciones
coloniales romanas. En algunas excavaciones se ha podido comprobar la existencia
de un suburbio irregular extramuros de la fundación ortogonal protegida por las
murallas; así en Timgad23, o en Calleva Atrebatum (actual Silchester, en Britania)24.
Se trata de una situación que no es específica de la antigüedad, y que se ha
dado también en ciudades creadas en época moderna y contemporánea. Es, por
ejemplo, lo que sucedió tras la fundación de Brasilia, en la que junto a la ciudad
diseñada por Oscar Niemeyer surgieron barrios para los trabajadores, que pueden
hoy percibirse claramente en el plano. Esos barrios generados fuera del planea-
miento como arrabales espontáneos pueden presentar un trazado regular o
irregular, dependiendo de las condiciones de la formación25.
Otra situación muy diferente es la de las ciudades con un plano irregular a las
que se añade una nueva expansión de trazado ortogonal. Es, de alguna manera, el
caso de núcleos irregulares indígenas junto a los cuales se construye una ciudad
planificada, algo típico en algunos casos de la colonización griega y romana donde
–como vimos– es frecuente encontrar la yuxtaposición de la vieja y nueva ciudad,
es decir de la paleópolis y la neápolis. En realidad, puede afirmarse que los primeros
ensanches de ciudades fueron las neapolis griegas. Así en la futura Nápoles, donde
la primitiva colonia rodia de Parténope, instalada en el siglo IX a.C. en la colina
costera de Pizzafalcone, vio desarrollarse en el siglo V una neapolis considerada
como una nueva zona urbana de la polis, la cual estaba así constituida por dos
núcleos que Tito Livio consideró dos urbes de una misma civitas26. Y así también
en Ampurias y en otros muchos ejemplos.
Se trata igualmente de una situación muy corriente cuando se quiere ordenar
el crecimiento de una ciudad en expansión. Desde la antigüedad, en efecto, se han
construido en las ciudades existentes ampliaciones ordenadas de diseño ortogonal
a veces con varias neapolis o «ciudades nuevas» sucesivas. Lo mismo ocurrió en la
edad media. Por ejemplo en Barcelona del siglo XI la construcción de una vilanova
junto al mar, al final de la calle Argenteria, supuso la aparición de un primer
ensanche planificado urbano, todavía visible en la calle Montcada y otras
próximas27. Ensanches similares aparecieron en otras ciudades europeas; así en el
siglo XIII en ciudades alemanas en expansión, como la ciudad episcopal de
Hildesheim28.
Fue asimismo una forma de expansión planificada frecuente en Europa tras el
Renacimiento, cuando el trazado reticular se utilizó para los ensanches junto a
LA TRAMA ORTOGONAL Y SU DIFUSIÓN 165

viejas ciudades de crecimiento orgánico; de lo que pueden ser ejemplo los casos de
Nancy, que en 1645 añadió un ensanche ortogonal junto a la ciudad medieval, o
Berlín29.
Especial interés tienen en el siglo XVIII los casos de Barcelona y Edimburgo. En
Barcelona la construcción en 1753 de la «nueva población de la Barceloneta» (una
segunda neapolis o vilanova, tras la del siglo XI) supuso la aparición junto al puerto
de un trazado ortogonal de manzanas estrechas y alargadas, que permiten algunas
plazas mediante un giro perpendicular respecto al trazado dominante30. En
Edimburgo la new town de Craigh constituye una ampliación de más ambición31,
como lo serían también los ensanches del siglo XIX, de los que hablaremos en otro
capítulo de esta obra32.

LA GEOMETRÍA ORTOGONAL Y LA RACIONALIDAD IMPERIAL

El contraste entre un crecimiento orgánico


en la metrópolis y planificado en las colonias

Un rasgo constante e interesante de la evolución urbana es la contraposición entre


un crecimiento orgánico en las metrópolis y una planificación geométrica regular
en las colonias. Se ha producido tantas veces en la historia que puede casi
considerarse un rasgo característico sobre el que conviene reflexionar. A partir de
él tal vez podemos entender algunas características esenciales de la evolución
urbana.
El modelo podría ser éste. El crecimiento de una ciudad sigue normalmente
las pautas de la evolución espontánea adaptándose a las estructuras rurales
preexistentes. Una vez realizada esa expansión, la acumulación de inversiones
realizadas en edificios e infraestructuras y los intereses creados hacen muy difícil
su modificación. Ésta solo se realiza a partir de catástrofes inesperadas, tales como
un incendio (Roma), terremotos, destrucción por invasión (caso de Mileto a
comienzos del siglo V a.C.) etc. En cambio, las fundaciones urbanas coloniales
pueden realizarse de forma planificada, con un trazado de nueva planta diseñado
e impuesto desde la metrópoli.
Prácticamente en todos los imperios se ha dado ese contraste entre la gran
metrópoli de crecimiento irregular y las ciudades coloniales de diseño geométrico
ortogonal. Griegos, romanos, alemanes, españoles e ingleses han creado multitud
de ciudades nuevas con planos ortogonales mientras que fueron incapaces de aplicar
esos mismos principios en sus propias capitales imperiales.
Lo que nos debe llevar a una reflexión sobre las funciones políticas y culturales
del diseño geométrico, por un lado, y sobre las dificultades para remodelar un
espacio urbano ya construido, por otro. Prestaremos ahora atención a algunos de
esos ejemplos de expansión urbana imperial.
182 LA MORFOLOGÍA DE LAS CIUDADES

edificios públicos, algunos de los cuales llegaron efectivamente a elevarse antes de


1784. Además se construyó un puente (el North Bridge), que conectaba la vieja
ciudad con las tierras al norte. La construcción de dicho puente hizo pensar en
extender la edificación por los terrenos del norte de la ciudad, y se pensó en
estímulos para que eso se realizara de una forma ordenada. Tras un concurso
público, al que se presentaron seis proyectos se aprobó en 1767 el de James Craig
Plan of the new streets and squares intended for the City of Edinburgh.
Se trata de la construcción de una new town que se intentó prestigiar con la
edificación de una gran iglesia y de diversas plazas. La construcción adquirió un
gran ritmo entre 1784 y 1790, con un importante papel de constructores que
adquirían tierras, construían una o varias casas y las vendían. A partir de 1784 se
inició también la expansión hacia el sur tras la construcción del South Bridge y los
planes para la edificación de la nueva universidad. El puente se construiría a
comienzos del XIX y aunque durante los años de guerra, entre 1793 y 1800, las
obras se detuvieron o retardaron, a partir de 1806 se reemprendieron gradualmente,
con la construcción de diversos edificios públicos, calles y plazas, así como de
terraces (Regent Terrace) en las laderas de Calton Hill, y edificios con columnas
dóricas, en estilo clásico. Es el triunfo del neoclasicismo de influencia griega, con
edificios públicos en forma de templos dóricos, y viviendas también en estilo
neoclásico, e incluso un templo griego en ruinas, en una especie de acrópolis que
imitaba la ateniense.

La trama ortogonal en las nuevas Europas americanas

El caso de la colonización de América por los españoles es una clara muestra de la


importancia del factor político y cultural en la fundación de ciudades de trama
ortogonal.
Las primeras fundaciones eran casi campamentos militares, e incluso se
aplicaban los principios del arte de castramentación (recogidos en las Instituta rei
militari de Vegecio). Pero inmediatamente se aplicaron principios urbanísticos
clásicos para la fundación de las nuevas ciudades, para lo que se redactaron
rápidamente normas precisas. El trazado ortogonal aparece ya en Santo Domingo
(1504), y luego en México, Puebla (1533) y Lima (1535).
Las raíces son bastante claras. Existía en Castilla y Aragón, como acabamos de
decir, una cierta tradición de ciudades ortogonales, que continúa en el siglo XV.
Una de ellas en especial, Santa Fe, sería el modelo para las primeras ciudades
americanas trazadas a cordel, como Santo Domingo78. Se sabe que Nicolás de
Ovando estuvo en ella, y que aplicó el modelo ortogonal en La Española entre
1504 y 1520. Gonzalo Fernández de Oviedo en su Historia general y natural de las
Indias señala que Santo Domingo era magnífica «porque como se ha fundado en
nuestro tiempo fue trazado con regla y compás, y a una medida las calles todas»79.
Esas ciudades se fundaron de acuerdo con los principios de la tradición aristo-
télica y clásica en general, llegada a través de Tomás de Aquino y otros autores
dominicos, y de obras que seguían esa tradición, como la de fray Juan García de
LA TRAMA ORTOGONAL Y SU DIFUSIÓN 183

Castrojeriz Regimiento de príncipes (Sevilla, 1494)80; o directamente a través del


aristotelismo de los humanistas, entre ellos Ginés de Sepúlveda y otros que utiliza-
ron las ideas de Aristóteles en sus debates sobre los títulos de posesión en Indias.
En ello influye, además, el urbanismo renacentista81 y el modelo clásico de
Marco Lucio Vitrubio (del que existe una impresión latina en Florencia, 1496),
directamente y a través de la reelaboración que realizó León Baptista Alberti en su
De re aedificatoria que circuló en manuscrito y pronto también impreso (Florencia,
1485). Esos y otros tratadistas del Renacimiento fueron conocidos enseguida en
España y sus obras circularon ampliamente aquí y en Indias: una edición de Alberti
de 1522 pertencía al virrey Mendoza y era leída por éste mientras se levantaba la
capital de la Nueva España sobre las ruinas de Tenochtitlan82. De esos autores así
como de otros se hicieron también ediciones españolas, lo que contribuyó a su
mayor difusión: de Vitrubio en 1526 y 1587, de Los diez libros de arquitectura de
Alberti en 1582, de los Libros de arquitectura de Sebastiano Serlio en 1552, de la
Regla de las cinco órdenes de architectura de Jacome de Vignola en 1593; a la vez
que se editaban obras de autores españoles: Medidas del romano de Diego de Sagredo
(1524), el primer tratado que se publicó fuera de Italia en lengua romance sobre
los órdenes antiguos, De varia conmensuración para la esculptura y architectura de
Juan de Arfe y Villafañe (1585), diversas obras de montea y cantería; otros que
permanecieron manuscritos circularon también ampliamente en esa forma83.
El modelo urbano hispanoamericano se va perfeccionando desde los primeros
momentos de la conquista; se elabora luego a la vez que se desarrollan los programas
de investigación científica sobre geografía e historia natural de Indias (con la puesta
a punto de un programa de interrogatorios, observaciones astrónicas y naturales),
y está ya perfectamente diseñado en la Recopilación de las Leyes de Indias.
La creación de ciudades nuevas en Indias supuso una cifra muy elevada, solo
comparable por su ambición con el imperio romano. En 1573, según los datos de
López de Velasco el número de núcleos urbanos poblados era de 227. De ellos se
tenían datos de población de 189, en los cuales vivían 22.685 vecinos españoles,
además de la población indígena y mestiza84.
La creación de ciudades fue una estrategia de dominio territorial y de acultu-
ración. Al igual que habían hecho los romanos al conquistar Hispania, la urbani-
zación de los indígenas fue un objetivo temprano de la colonización española y se
extendió también a los pueblos y aldeas. Se crearon nuevos núcleos como pueblos
de indios y concejos indígenas, formados a la imagen de los concejos catellanos,
controlados por los misioneros y los caciques indígenas85. Desde 1530 en Nueva
España el virrey Mendoza había pedido que se seleccionaran indios «con habilidad
e inclinación a la cosa pública» para que asistieran a las sesiones del cabildo del
ayuntamiento de México y fuesen aprendiendo las costumbres de policía y gobierno
de los españoles. Desde entonces, y sobre todo desde 1550, el cabildo se fue
introduciendo poco a poco entre los naturales, concebido como un instrumento
para detener el señorío indígena, a la vez que se rompía la línea hereditaria de los
caciques indios. Eran típicos de áreas rurales y suponían a la vez delimitación de la
propiedad indígena. Los cabildos indígenas existen ya en Toluca desde 1570, con
184 LA MORFOLOGÍA DE LAS CIUDADES

funcionarios, alcaldes, regidores, alguaciles y otros oficios. A través de estos cabildos


se fue restringiendo poco a poco el poder político y jurisdiccional de los señores
naturales indígenas, sustituyéndolo por la jurisdicción real. «El cabildo indígena
tendió a consolidar un modelo de organización de la propiedad semejante al de
las comunidades castellanas de los siglos XV y XVI, desempeñando un papel
importante en la regulación de la propiedad comunitaria»; se mantuvieron las
propiedades de los señores indígenas, aunque a través del cabildo el común de los
naturales llegó a enfrentarse a sus señores antiguos, solicitando nuevas tierras86.
Los núcleos de poblamiento indígenas del imperio inca fueron regularizados,
y se utilizó la urbanización como forma de aculturación. En la década de 1570 el
virrey Toledo decretó la urbanización forzosa de los indios del Perú87. Pero se
produjeron cambios importantes en la política sobre mezcla residencial de indios
y blancos. Al principio se había estimulado como sistema de aculturación y
conversión «porque esto se podrá mejor hacer comunicando los dichos indios con
los cristianos y andando y tratando con ellos», como se decía en una Real provisión
de 1503 «Para que los indios de la isla Española sirvan a los españoles». Pero luego
se vieron los efectos negativos que eso podía tener para los indios, entre otros el
mal ejemplo, y se intentó separar las comunidades. Entre 1563 y 1571 se dictaron
leyes que establecían un auténtico apartheid88. Los indígenas se reacomodan como
en la España de la Reconquista, un modelo secular que tuvo gran importancia en
la colonización de América: reparto de tierras, barrios indígenas, ocupación del
centro, iglesia sobre el viejo templo indígena al igual que antes sobre la mezquita.
Aun así, lo más específico de la ciudad hispanoamericana fue la coexistencia étnica,
lo que dio lugar a procesos de mestizaje desde el primer momento: las ciudades, a
pesar de todo, se convirtieron en crisoles de mezcla étnica y social.
En el siglo XVI las Leyes de Indias establecieron de forma bien precisa la
organización de la ciudad hispanoamericana:
La plaza mayor, donde se ha de comenzar la población, siendo de costa de mar, se debe
hacer al desembarcadero del puerto, y si fuere lugar mediterráneo, en medio de la población.
Su forma de cuadro prolongada que por lo menos tenga de largo una vez y media de su
ancho, porque será mas a propósito para las fiestas de a caballo y otras. Su grandeza
proporcionada al número de vecinos, y teniendo consideración a que las poblaciones puedan
ir en aumento, no sea menos que de doscientos pies de ancho y trescientos de largo, no
mayor de ochocientos pies de largo y quinientos y treinta y dos de ancho, y quedará de
mediana y buena proporción si fuere de seiscientos pies de largo y cuatrocientos de ancho.
De la plaza salgan cuatro calles principales, una por medio de cada costado, y además de
éstas dos por cada esquina. Las cuatro esquinas miren a los cuatro vientos principales,
porque saliendo así las calles de la plaza no estarán expuestas a los cuatros vientos
principales, que será de mucho inconveniente. Todo en contorno, y las cuatro calles
principales, que de ellas han de salir, tengan portales para comodidad de los tratantes, que
suelen concurrir. Y las ocho calles que saldrán por las cuatro esquinas, salgan libres, sin
encontrarse en los portales, de forma que hagan la acera derecha con la plaza y calle.
LA TRAMA ORTOGONAL Y SU DIFUSIÓN 185

En lugares fríos sean las calles anchas, y en las calientes angostas; y si hubieren caballos,
convendrá que para defenderse en las ocasiones sean anchas, y se dilaten en la forma
susodicha, procurando que no lleguen a dar en algún inconveniente que sean causa de
afear lo reedificado y perjudique su defensa y comodidad.

Sin duda la creación de ciudades realizada en las los reinos americanos de la


monarquía hispana durante el siglo XVI es una empresa ligada a los desarrollos
más avanzados de la urbanística y de la ciencia del Renacimiento. Desde la elección
de los emplazamientos hasta la misma traza y construcción de edificios públicos,
pasando por la resolución de problemas de abastecimiento de aguas, el control de
las condiciones higiénicas o las interpretaciones alegóricas sobre la ciudad, todo
necesita ser comprendido en el contexto intelectual de la ciencia europea de la
época, en su aplicación a esa Nueva Europa que era la América recién descubierta
y conquistada por los pueblos ibéricos.
Si esta afirmación es válida para el conjunto de la red urbana americana, una
red que aun antes de que hubiera transcurrido un siglo desde el descubrimiento
estaba ya estructurada en una jerarquía funcional bien definida, más lo es para las
grandes capitales que constituían las ciudades de primer orden, las que tenían un
papel esencial en la organización política, económica y territorial90. Santo Domingo,
Ciudad de México, Lima, Veracruz, Quito, Cartagena, La Habana y otras se fueron
construyendo, a pesar de su precariedad, con una voluntad explícita de ciudades
europeas en cuanto se refiere a caracteríticas morfológicas y organizativas, y con el
apoyo de todos los medios disponibles en la ciencia europea de la época (Figura
5.3).
En lo esencial el diseño ortogonal se aplicó de forma sensiblemente similar a
todo lo largo del dominio hispano en Indias, aunque sin duda el examen diacrónico
de los que se propusieron y realizaron permite detectar enriquecimientos y
variaciones91. Existen también planos ortogonales constituidos por diversas partes
de orientación diferente, correspondientes a distintas etapas de crecimiento92.
El modelo de la ciudad hispanoamericana afectó incluso a las ciudades que no
fueron fundadas, sino que se habían ido formando en resultado de algún otro
factor. Por ejemplo, en ciudades configuradas en torno a un eje rutero, como
Orizaba, donde igualmente el espacio fue organizándose dando un papel central a
la plaza mayor que se constituyó en relacion con dicho eje93.
Con uno o dos siglos de retraso respecto a la América española, también en la
francesa e inglesa los planos ortogonales fueron el principal diseño urbano utilizado.
Desde principios del XVII las fundaciones de esos países se organizaron
frecuentemente con ese trazado que permitía la más fácil división y distribución
de las parcelas. Eso ocurría incluso cuando la topografía obligaba a dividir el
poblamiento entre un emplazamiento elevado y otro bajo situado junto al puerto,
como sucedió en Quebec con trazados regulares de tendencia ortogonal aunque
de diversa orientación. Lo mismo sucedió en otros fuertes y núcleos de poblamiento
franceses en todo el dominio norteamericano, desde Canadá a Luisiana, y en especial
en Detroit, Saint Louis, Mobile y Nueva Orleans94.
186 LA MORFOLOGÍA DE LAS CIUDADES

Fig. 5.3 Dos ciudades hispanoamericanas, Montevideo y Bogotá,


con plano ortogonal (Servicio Histórico Militar, Madrid). Montevideo por
José del Pozo, 1812, y Santa Fe de Bogotá por Domingo Esquiaqui, 1791

En las colonias inglesas tras el fracaso de los primeros intentos de establecer


una población permanente (1585), las fundaciones impulsadas por empresas de
colonización y comercio (The Plymouth Company, The London Company y otras)
así como, más tarde, por la corona adoptaron generalmente un diseño ortogonal
por razones de racionalidad y eficacia. Un repaso a las colecciones de mapas y
planos disponibles95 muestran un abundante conjunto de estos trazados en núcleos
de funciones y tamaños diversos.
También se adoptó ese trazado en proyectos de colonización que intentan
integrar lo urbano y lo rural, como se hizo en el plano que se elaboró para los lords
proprietors de Carolina con vistas a la colonización del sur, el llamado margraviato
de Azilia; el proyecto fracasó por falta de fondos aunque, como ha destacado John
W. Reps, tendría influencia más tarde: la idea de dividir el espacio agrícola en
parcelas de una milla cuadrada fue utilizada (duplicada) 70 años después cuando
el Congreso Continental estableció el sistema de la división del suelo en las tierras
occidentales96.
Cuando en 1732 los lords proprietors de Georgia devolvieron sus derechos al
rey George II éste decidió crear la colonia de Georgia, a través de un comité, que
LA TRAMA ORTOGONAL Y SU DIFUSIÓN 187

determinó fundar una ciudad a las orillas del río Savannah, en un lugar saludable
a unas 10 millas del mar. A fines de 1733 se pudieron empezar a repartir las parcelas.
Al igual que en el caso anterior, el plan diseñado no se refería solo a la ciudad, sino
también a las parcelas agrícolas, y puede considerarse, en cierta manera, un plan
integrado regional. A partir de la ciudad situada junto al río, se dispusieron parcelas
hortícolas (garden) de 5 acres, y luego otras de 44 acres; a continuación 30 cuadrados
boscosos de 1 milla de lado aproximadamente, donde se situarían las parcelas
reservadas para aquellos que emigraran a su propia costa y estuvieran decididos a
realizar la roturación y el cultivo. Entre la ciudad y los campos existía un common
o área comunal, que estaba destinado a la expansión futura de la ciudad, y no para
ser un área abierta permanente. La tesis de Reps es que el modelo de organización
general de Savannah continúa en definitiva el de las primeras aldeas de Nueva
Inglaterra o el de Pennsylvania; solo que en Savannah la división irregular de los
campos se ha convertido en una distribución geométrica.
En cuanto a la ciudad de Savannah propiamente, la unidad básica eran barrios
o distritos (wards) cada uno con 40 parcelas para casas, de 60 x 90 pies. A cada lado
de esos wards había parcelas para iglesias, almacenes, lugares de reunión y otros
usos públicos o semipúblicos97.
188 LA MORFOLOGÍA DE LAS CIUDADES

En conjunto la colonización de Georgia recuerda a la de Pennsylvania,


establecida por William Penn en 1682. Éste, a su vez, quizas esté influido por la
colonización británica en el norte de Irlanda a comienzos del siglo XVII. En el caso
de Georgia esto es claro, ya que el mismo organizador de la colonia, James
Oglethorpe, reconoce que las ciudades de las Ulster Plantation, y especialmente la
creación de Londonderry, influyeron en su proyecto, aunque también es clara la
influencia del ya citado proyecto de Azilia y de los debates sobre la reconstrucción
de Londres tras el incendio.

Imperialismo, organización del espacio y trama ortogonal


en ciudades nuevas durante el siglo XIX

Durante el siglo XIX en Europa las tramas ortogonales se utilizaron ampliamente


en la expansión de las ciudades existentes, que comienzan en este siglo un proceso
de intenso crecimiento. Los ensanches, las urbanizaciones públicas o privadas se
diseñan mayoritariamente con ese plano que si siempre se había adaptadado
perfectamente a las exigencias de división y valorización del suelo, resultaba
especialmente útil en la fase de desarrollo capitalista que ahora se abre.
Se utiliza también de forma amplísima en la creación de ciudades nuevas, tanto
por parte de gobiernos imperiales como en el interior de las nuevas naciones que
se constituyen, en relación con las operaciones de ordenación territorial.
En España durante el siglo XIX, además de su uso en los ensanches, de lo que
hablaremos en otro capítulo98, se siguieron trazando planos ortogonales, por
ejemplo en las reconstrucciones de los núcleos de la Vega Baja del Segura afectados
por los terremotos99.
En Grecia durante el siglo XIX los nuevos poblamientos se diseñan consciente-
mente con un trazado ortogonal para diferenciarlos de la ciudad turca, de urbanis-
mo islámico. En ese sentido, se ha destacado100 la importancia del decreto de 1835
que imponía los trazados ortogonales para las nuevas ciudades, los cuales efectiva-
mente se construyeron en Esparta (1834), Tebas (1861, tras el terremoto de 1853),
Corinto (1858) o Patras. en la entrada del golfo de Corinto. Por las mismas razones
también se crearon ciudades con plano ortogonal en Serbia (Loznica y otras).
En los países independientes de América el plano ortogonal dominó de forma
aplastante. En Estados Unidos centenares de núcleos de tipo diverso se crearon
por iniciativa privada o gubernamental en los primitivos Estados y en los nuevos
que se iban incorporando a la Unión101.
Lo mismo en los países iberoamericanos, donde, tras la independencia sus
gobiernos estimularon la ocupación del territorio nacional con la construcción de
numerosos núcleos de poblamiento, desde ciudades a colonias agrícolas, diseñadas
en su mayor parte con trazados ortogonales. A ello se une ocasionalmente que
algunas ciudades tuvieron que refundarse por catástrofes naturales, como por
ejemplo, Chillán, que había sido refundada varias veces y nuevamente en 1836 a
causa de los terremotos, y con desplazamientos del centro102; aunque se diseña
perpendicular al río y como éste describe un meandro el resultado es un plano
LA TRAMA ORTOGONAL Y SU DIFUSIÓN 189

radioconcéntrico. De la misma manera sucedió en la expansión de Nueva Orleans


a partir del núcleo inicial ortogonal: el trazado regular se mantuvo, aunque se
adaptó al meandro del Missisipi y tuvo por ello una disposición en abanico.
Especial importancia adquiere la fundación de nuevas capitales en los países
que se configuran de forma federal.
En Argentina, tras la conversión de Buenos Aires en capital federal, La Plata
fue creada en 1882 para ser capital de la Provincia. Las operaciones de expropiación
realizadas durante los tres años siguientes permitieron disponer de 14.500 ha,
encargándose el proyecto urbano y su trazado al Departamento de Ingenieros. El
gobernador Rocha adquirió libros para tener también una idea, y los planos
preliminares se trazaron con influencia del urbanismo renacentista y barroco. A
partir de ellos se elaboró el plano definitivo por el ingeniero Joaquín Maqueda
(Figura 6.7, pág. 261). Se abrió un concurso internacional para proyectos arquitec-
tónicos, con el fín de dar a la ciudad un carácter monumental103.
Otras muchas ciudades tuvieron el mismo trazado. En la Pampa entre 1789 y
1879 se crearon cincuenta nuevos núcleos al S y O de Buenos Aires, lo que supuso
la colonización de 250.000 km2. El tipo de la «ciudad pampeana», que fue estudiado
por Patricio H. Randle104, permitió la urbanización del «desierto bonaerense». Se
impuso sistemáticamente el plano ortogonal, muchas veces en damero perfecto,
con una plaza mayor en el centro y otras dispuestas simétricamente en el centro de
los cuatro cuadrantes en que se dividía el plano, y con homogeneidad también en
la parcelación interna de las manzanas, con dos tipos básicos, en X y en H. Una
estructura centrada en la plaza mayor desde cuyo foco «todo va a decrecer
gradualmente en torno, tanto la densidad de población y de edificación, como los
valores de la tierra, como las obras de equipamiento urbano, provisión de servicios,
etc.». A la uniformidad de la planta se unió muchas veces la uniformidad edilicia,
ya que «todas las ciudades pampeanas se fundaron y crecieron dentro del mismo
molde y hasta sus edificios públicos –con leves variantes– adoptaron el mismo
partido y la misma apariencia tanto fuesen escuelas como oficinas; aquella simul-
taneidad terminó por dar una unidad absoluta, no solo a cada aglomeración sino
al conjunto de ellas»105.
También fue ortogonal el plano de la mayor parte de los núcleos de colonización
y nuevas ciudades que se crearon durante el siglo XIX en otros países hispano-
americanos, siguiendo en ello fielmente la tradición secular española. Como en
Colombia106, en Chile, en Venezuela o en México, además de Cuba y Puerto Rico
que se mantuvieron unidas a la metrópoli.
Adoptaron asimismo un plano ortogonal las nuevas creaciones urbanas en el
Brasil del siglo XIX, que se fueron fundando en relación con los avances de la
colonización hacia el interior y con la creación de nuevas estructuras políticas. La
ideología positivista de una parte de la burguesía y de la clase política brasileña,
con la formación de algunos ingenieros en la École Polytéchnique de París,
contribuye a la difusión de modelos. Para los ingenieros positivistas una gran ciudad
debía modelarse bajo los principios de «la ingeniería, la higiene y la economía
social», como escribió Aarão Reis respecto a Belo Horizonte107. Los ingenieros civiles
190 LA MORFOLOGÍA DE LAS CIUDADES

diseñaban ciudades e infraestructuras, como el alcantarillado. Al igual que en otros


países iberoamericanos, también en Brasil tuvieron gran impacto las obras de J.N.L.
Durand Précis des leçons d’Architecture données à l’Ecole Royale Polytechnique par
..., architecte, professeur d’architecture, et membre correspondant de l’Academie de
Beaux Arts d’Envers (París, 1802-1905)108 y de Leonce Reynaud Traité d’Architecture
(París, 1850-58, 4ª ed. 1875) obra muy influyente en el XIX.
Esas fundaciones tienen un plano ortogonal que era poco común en el Brasil
colonial, excepto en Salvador, pero que ahora se aplica ampliamente, con una plaza
central para la catedral y plazas secundarias insertas en el damero. Son los casos de
Teresina (1851) y Aracaju (1855) fundadas como capitales provinciales. Contrastan
con las fundaciones costeras más antiguas, en acrópolis y con trazado irregular
que se adapta al terreno, y calles que convergen en diferentes ángulos.
También es ortogonal el crecimiento de las grandes metrópolis brasileñas en
el XIX, tanto en los barrios burgueses como en los populares. Belo Horizonte, capital
de Minas Gerais (1893-98), diseñado por el ingeniero Aarão Reis, con doble trama
ortogonal superpuesta, lo que da lugar a amplias avenidas diagonales que cortan
la cuadrícula. Se nota la influencia del urbanismo norteamericano de fin de siglo,
con la introducción de algunas diagonales que, como veremos, se habían ido
incorporando al diseño ortogonal desde fines del XVIII.
Aarão Reis critica a las ciudades antiguas «hijas del acaso» o de «circunstancias
comerciales» con calles estrechas y tortuosas. Frente a eso propone una «ciudad
construida con método», que solo puede tener una planta regular levantada por
ingenieros. Se eligió el trazado ortogonal por la facilidad de la parcelación y se
incorporaron diagonales para asegurar «la lógica de los flujos». Reis como
presidente de la comisión que realizó los trabajos de la nueva capital de Minas
Gerais se refiere explícitamente a las actuaciones de Haussman en París, y a la
tradición norteamericana, a la vez que sabemos que conocía y tuvo en cuenta el
diseño de La Plata (1882), en Argentina. El plano responde también a principios
de «salubridad, comodidad y belleza». Se diseñó una ciudad con un plano
geométrico en la parte urbana separada de los suburbios por una avenida de
contorno que todavía se concibe con la función de las antiguas cercas fiscales, ya
que facilitaría «la conveniente distribución de los impuestos locales». La parte
urbana geométrica contaba con calles de 20 m de ancho, necesarias para la
conveniente arborización, circulación de vehículos, avenidas de 35 m, «suficientes
para darles belleza y confort», y una avenida de 50 m de ancho, para relación de
barrios opuestos. La parte suburbana estaba constituida por manzanas irregulares,
con calles de 14 m de ancho que se adaptan a la topografía, y en ella se situaban
alqunos equipamientos públicos indispensables109.
El trazado ortogonal fue utilizado asimismo por los europeos en sus pueblos y
ciudades en los territorios coloniales. En África, tras la conquista de Argelia por
los franceses, de los más de 600 núcleos de poblamiento construidos por el gobierno
entre esa fecha y 1900 más de la mitad son de plano ortogonal110. Son especialmente
significativos los casos de Sidi Bel Abbes, Biskra, Orleansville, Philippeville. También
Tlemecen, con un barrio nuevo ortogonal junto a la medina.
LA TRAMA ORTOGONAL Y SU DIFUSIÓN 191

Igualmente hicieron los ingleses y holandeses: en África del Sur, Pretoria (1855)
y Johanesburgo tienen plano ortogonal. O los belgas en las fundaciones del Congo
(las antiguas Leopoldville, Elisabetville, Uvira ...). Aunque en la segunda mitad del
siglo XX cada vez más se les añaden diagonales, por influencia del urbanismo de
Beaux Arts, lo cual se observa bien comparando las ciudades de Port Said (1865) y
la de Port Fuad (1914)111. Asimismo en Sudán tras la toma de Omdurman (1898)
la ciudad fue reconstuida con un plano reticular con muchas diagonales, y
formando un nuevo sistema ortogonal superpuesto al anterior de la ciudad de
Mehemet Alí (que había sido fundada en 1822-23)
En Asia, los franceses diseñaron también con plano ortogonal Saigón (1865),
al lado del viejo fuerte construido a fines del XVIII, y la parte nueva de Hanoi.
Igualmente se aplicó en Noumea (1854) en Nueva Caledonia, como los holandeses
hicieron asimismo en Batavia. En Australia se fundaron gran número de ciudades
en el XIX: Brisbane (1824), la colonia penitenciaria de Melbourne (1836), Adelaide
(1837) y otras. El caso de Adelaide es especialmente importante, ya que fue el
modelo de los llamados «parkland towns», constituidas por un pequeño centro
urbano, un cinturón de tierras libres para parques, y un espacio para residencias
suburbanas, todo con un trazado ortogonal; más de dos centenares de pequeñas
ciudades y aldeas se construyeron por iniciativa gubernamental en Australia del
sur sobre todo entre 1865 y 1869112.
No solo a las ciudades se aplicó el diseño ortogonal. Tal como había sucedido
en la antigüedad con las centuriaciones, también se utilizó este diseño en la
colonización de las vastas llanuras norteamericanas, en lo que hoy es EEUU y
Canadá. Tras la independencia de Estados Unidos el Congreso Continental tuvo
que plantearse el problema de la distribución de la tierra de dominio público y en
1785 se promulgó la Land Ordnance que dividía esa tierra en forma de townships
cuadrados de 6 x 6 millas, es decir de 36 millas cuadradas, susceptibles de dividirse
en 36 secciones de 1 milla113. A partir de esta malla ortogonal se realizó la distribu-
ción de tierras a los colonos, excepto algunos lotes que se dedicaron a equipamientos
públicos114. La tierra podía ser adquirida al precio de 1 dolar por acre, más los
gastos de delimitación. La parcelación se hizo de forma amplia, y se extendió a
todo el territorio norteamericano, excepto los lugares en los que topográficamente
no era posible: como ha señalado Reps, Estados Unidos fueron cubiertos por una
gigantesca retícula sobreimpuesta al paisaje natural, y visible físicamente desde el
avión, (así como, desde luego, en el mapa). Los autores anglosajones afirman que
eso sería el reflejo espacial del igualitarismo, aunque también se dividió igual la
tierra agrícola en el imperio romano. Los colonos construyeron sus viviendas en
los campos, y a partir de ahí se constituyó un poblamiento disperso.
Lo mismo ocurrió en la Pampa, donde en muchas áreas se implantó una
cuadrícula que es perfectamente visible al circular en avión sobre esa extensa región
argentina.

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