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El estudio del paisaje, de la morfología urbana, forma parte con pleno derecho de
las investigaciones sobre la ciudad. Una serie de disciplinas han contribuido a intro-
ducirlo. Entre ellas de forma eminente la geografía, que hizo del paisaje un objeto
de estudio fundamental para tratar de asegurar la identidad e independencia de su
ciencia. Pero también sociólogos, economistas, historiadores y arquitectos, que
han contribuido a renovar profundamente este campo, que se configura cada vez
más como un espacio de convergencia interdisciplinaria.
En este capítulo dedicaremos atención al desarrollo del estudio del paisaje
urbano en las distintas disciplinas que han contribuido y contribuyen a su
investigación.
que se reconocen en el mismo las ideas, las prácticas, los intereses y las estrategias
de la sociedad que lo produce. O se puede estudiar al final de una investigación y
examinarlo como el resultado de una evolución en la que han incidido los diversos
factores objeto de análisis.
La morfología urbana, el espacio construido, refleja la organización económica,
la organización social, las estructuras políticas, los objetivos de los grupos sociales
dominantes. Solo hay que saber leer. Porque, efectivamente, el paisaje puede leerse
como un texto. Es un texto, tanto en el sentido actual como en el originario (es
decir, tejido, de textum, participio de texo, tejer). El paisaje es una especie de
palimpsesto, es decir que, como en un manuscrito que conserva huellas de una
escritura anterior, hay en él partes que se borran y se reescriben o reutilizan pero
de las que siempre quedan huellas. Y es un espacio tejido cuya trama y urdimbre
hay que saber reconocer3. Es misión del geógrafo y de otros especialistas descubrir
y reinterpretar dichas huellas del pasado, que aparecen siempre a la mirada atenta
del observador. Si el espacio y el paisaje son un producto social, será posible partir
de las formas espaciales que produce la sociedad para llegar desde ellas a los grupos
sociales que las han construido4.
El estudio de la morfología urbana supone siempre una atención a los
elementos básicos que configuran el tejido urbano y a los mecanismos de trans-
formación de las estructuras. Exige a la vez una aproximación estructural, es decir,
que tenga en cuenta los diversos elementos componentes y sus interrelaciones, y
diacrónica, es decir histórica, que dé cuenta de las transformaciones. Esta dimensión
es tan importante que algunos prefieren hablar de morfogénesis para designar a
este campo de estudio. Un campo que supone, por un lado conocer la configuración
física del espacio, con sus construcciones y vacíos, con sus infraestructuras y usos
del suelo, con sus elementos identificadores y su carga simbólica. Se trata de
elementos que están profundamente imbricados e interrelacionados, aunque con
diferentes grados de estabilidad. Y conduce a una reflexión sobre las fuerzas sociales
económicas, culturales y políticas que influyen en su configuración y transfor-
mación.
El paisaje urbano constituye una herencia cultural de gran valor. Su estudio tiene
una indudable dimensión educativa. Pero también es importante para la identidad
de los ciudadanos, que viven crecientemente en ciudades que experimentan
cambios continuados y a veces enormes. Hay, además, razones económicas,
relacionadas con la inversión acumulada en ese patrimonio: parece razonable
pensar que es mejor conservarlo que destruirlo. Es, sin duda, un sin sentido la
construcción de viviendas nuevas mientras que se permite la degradación del
parque inmobiliario existente. Y con mucha frecuencia es posible reutilizar los
viejos edificios que han perdido sus funciones iniciales, como, por ejemplo los
edificios obsoletos de la actividad industrial5.
EL DESARROLLO DE LOS ESTUDIOS DE MORFOLOGÍA URBANA 21
Las ciudades que hoy existen son un resultado de una continua construcción y
reconstrucción desde sus momentos iniciales, que en algunos casos se remontan a
varios milenios atrás. Una buena parte del paisaje que hoy vivimos es heredado, ya
que la continuidad del poblamiento es generalmente muy grande. En el Próximo
Oriente puede haber ciudades que se han mantenido durante cinco o seis milenios
sobre el mismo emplazamiento. Hay que tener en cuenta que en el Viejo y Nuevo
Mundo existen numerosos casos de sucesión de la ciudad sobre el mismo lugar
durante siglos y milenios. Son ciudades construidas literalmente de forma sucesiva
sobre sus propios escombros6.
En España la continuidad entre las ciudades prerromanas, romanas y actuales
es en muchos casos verdaderamente asombrosa. En este libro daremos muchos
ejemplos. Baste citar aquí que las excavaciones realizadas en el centro de la actual
Valencia han permitido encontrar restos de la antigua colonia de Valentia unos 3
metros bajo el nivel actual con el foro debajo de la plaza de la Virgen. En Pamplona
los restos de la Pompaelo pompeyana (y antes del núcleo indígena preexistente) se
encuentra en la colina del barrio de la catedral, donde las calles Curia y Dormitación,
junto con las de Navarrería y Arcediano, mantienen fosilizados los restos de la
ciudad romana. En Calahorra, la vieja Calagurris ibérica y luego romana se
encuentra enterrada bajo el casco viejo actual e influye en la disposición de la
trama. Metellinium, la Medellín actual, se localizó sobre un poblado indígena cuya
estructura continuó y que es la base de la ciudad posterior; de la misma manera el
casco antiguo de Cáceres coincide con el de Norba Caesarina, y las murallas
almohades siguieron exactamente el trazado de las romanas. Y en Barcelona, por
citar un último caso, la Colonia Iulia Augusta Faventia Paterna Barcino conserva a
metro y medio o dos metros bajo su suelo los restos de la ciudad romana y el lugar
del foro sigue estando ocupado 2.000 años más tarde por los dos edificios más
representativos de la ciudad, el ayuntamiento y el palacio de la Generalitat7.
Las formas medievales abundan todavía hoy en nuestro entorno europeo.
Algunas prácticamente fosilizadas, en ciudades que han tenido un escaso desarrollo
económico y demográfico. Otras muchas reconocibles aún incluso en ciudades
que han tenido un gran dinamismo; en el caso de de Barcelona, como de numerosas
ciudades españolas y europeas en general, Ciutat Vella conserva plenamente vigente
el trazado viario y buena parte del parcelario medieval. Mucho más presentes están
las formas de la edad moderna y de la revolución industrial, con la pervivencia de
gran número de edificios de los siglos XVIII y XIX.
Conviene, de todas formas, tener presente que la evolucion de las ciudades no
es una historia de progreso y expansión continuada. A veces hay estancamiento y
fuertes retrocesos. Importante fue, por ejemplo, el que se dio tras el fin del imperio
romano, durante el cual algunas ciudades pudieron quedar en ruina total, e incluso
ser momentáneamente abandonadas y perder una parte considerable del espacio
urbanizado, como ocurrió, por citar dos casos, en la antigua Augusta Treverorum
(Tréveris) y en Tarraco. También hubo estancamiento en las ciudades europeas
tras la peste de 1348; o en el siglo XVII, con ciudades arruinadas por las guerras de
religión; a comienzos del siglo XIX con las guerras napoleónicas –que afectaron,
22 LA MORFOLOGÍA DE LAS CIUDADES
Además del plano el geógrafo estudia también los edificios, con su diversidad
de estructuras y de funciones, desde la vivienda, con sus distintos tipos, a los edificios
industriales, comerciales o de recreo; el análisis de la fábrica construida permite
introducir la tercera dimensión. Asimismo se ha interesado por los usos del suelo,
los patrones de utilización económica y social del espacio, lo que permite identificar
usos residenciales, comerciales y terciarios, industriales y de ocio, así como usos
mixtos.
El análisis integrado de áreas concretas de la ciudad permite asimismo al
geógrafo considerar, como en el estudio regional, la morfología urbana en tanto
que reflejo de combinaciones complejas: evolución histórica, funciones económicas,
recursos de los habitantes, tradiciones culturales, etc. En ese sentido los geógrafos
pasaron a estudiar la morfología del Distrito Central de los Negocios y de las áreas
con función comercial, de los distritos industriales y de los espacios residenciales,
así como la morfología de los diferentes barrios. En este libro dedicaremos atención
a los diversos aspectos antes enumerados, presentando en primer lugar la evolución
de los planos de las ciudades, para pasar posteriormente al estudio de los edificios,
de los usos del suelo y de las tramas complejas que se pueden identificar en la
ciudad.
Una breve historia de la evolución de los estudios sobre el paisaje urbano desde la
perspectiva de la geografía debe incluir referencias a las diversas tradiciones
nacionales que han existido. Los estudios morfológicos se desarrollaron en primer
lugar dentro de la tradición regional historicista. Solo en los años 1960 se cuestionó
dicha concepción y se presentaron alternativas neopositivistas y cuantitativas que,
sin embargo, fueron limitadas, y pronto quedaron rebasadas por nuevos enfoques
que ponían énfasis en la producción social de las formas urbanas.
Prestaremos atención, en primer lugar, a los enfoques que se relacionan con la
tradición historicista de la geografía regional y, más tarde, al cuestionamiento y
reformulación de los mismos a partir de la revolución cuantitativa. Realizaremos
la presentación destacando algunas tradiciones nacionales especialmente signifi-
cativas e influyentes.
La tradición alemana
para grupos sociales de rentas muy distintas. De manera similar pueden prestarse a
confusión las fábricas obsoletas conservadas como almacenes o viviendas, los polí-
gonos industriales convertidos en discotecas o las industrias ocultas en el interior
de las manzanas de viviendas y que dan al espacio la apariencia de un área residencial
(por ejemplo en los cascos antiguos o en los ensanches). Aunque es muy probable
que en todos esos casos la calidad de los materiales, el equipamiento y pequeños
detalles morfológicos permitan al observador atento percibir las diferencias sociales
o funcionales que existen por debajo de las apariencias superficiales.
La morfología de la ciudad está conformada por el plano, por los edificios y por
los usos del suelo. Dedicaremos ahora atención al primero.
Tal como desde los años 1960 han destacado diversos autores7, el estudio morfo-
lógico del plano no puede limitarse solo a la trama viaria representada en el mismo,
sino que ha de prestar atención también a otros elementos que son igualmente
esenciales en su configuración.
El plano, en efecto, se define por cuatro complejos distintos de elementos:
ante todo, (1) las calles y su asociación mutua en un sistema viario; pero también,
(2) las manzanas delimitadas por calles, y formadas por agrupaciones de (3) parcelas
individuales que sirven de soporte a los edificios, cuyas (4) plantas tienen igual-
mente un reflejo en el plano de la ciudad si lo examinamos a una escala adecuada;
así se percibe claramente, por ejemplo, en algunos planos realizados desde mediados
del siglo XIX (como los cuarterones de Garriga y Roca, en el caso de Barcelona) y en
los mapas catastrales.
Las investigaciones de geógrafos y arquitectos han mostrado que las formas
fundamentales del plano y que tienen mayor significado funcional son las calles, y
especialmente aquellos ejes básicos que unen polaridades destacadas en el tejido
urbano. Tienden a actuar como marcos morfológicos que condicionan la génesis
y el crecimiento de las formas subsiguientes. Desde ellas pueden trazarse luego
vías perpendiculares para la construcción de edificios, y unas y otras pueden estar,
a su vez, conectadas posteriormente por nuevos ejes de conexión8.
La manzana es, junto con la trama viaria, el elemento más visible en el plano
de la ciudad. Ildefonso Cerdá puso énfasis en la importancia de unas y otras al
hablar de vías e intervías en su Teoría general de la urbanización9. Las denomi-
naciones que se usan para designarlas aluden a su condición de isla rodeada de
calles (fr., îlot; cat., illa) o a su aspecto exterior de edificación maciza constituida
por varias casas contiguas (in., street-block; al., Häuserblock). En cuanto a las
«cuadras» de las ciudades hispanoamericanas deben su nombre, evidentemente, a
la forma cuadrada derivada del diseño ortogonal del plano urbano.
EL ANÁLISIS MORFOLÓGICO Y LOS ELEMENTOS DEL PLANO DE LA CIUDAD 71
Manzanas y parcelas
Trama viaria y manzanas constituyen elementos bien visibles y esenciales del plano.
Nos ocuparemos ahora de estas últimas y de su subdivisión en parcelas, antes de
prestar atención a las calles.
El análisis parcelario constituye, como hemos visto, un elemento indispensable
en el estudio de la morfología. El parcelario nos remite, ante todo, a la estructura
de la propiedad, y su génesis debe explicarse a partir de ella. Pero también es esencial
para entender los usos del suelo. El parcelario existente supone limitaciones o
posibilidades para determinados usos. Por ejemplo: si la propiedad está muy
fragmentada, eso representa un obstáculo para la implantación de grandes
industrias. Sin duda, con recursos disponibles y con un objetivo claro pueden
adquirirse todas las parcelas que se desean o necesitan, pero eso siempre es costoso
y difícil; y puede haber también dificultades como resultado de limitaciones
jurídicas o de la voluntad de los propietarios.
El parcelario antiguo se modifica y remodifica –es decir, se reparcela– en
función de las necesidades impuestas por las exigencias económicas, productivas
o sociales. El uso del suelo previsto determina la división parcelaria que se efectúa
–o la reparcelación que se impulsa.
EL ANÁLISIS MORFOLÓGICO Y LOS ELEMENTOS DEL PLANO DE LA CIUDAD 73
Ensanche
Hileras suburbanas
Urbanización marginal
Ciudad jardín
Barracas
Polígonos
Fig. 2.1 Las tipologías estructurales del crecimiento urbano: combinación de los
procesos de urbanización, parcelación y edificación en las distintas tipologías
morfológicas de crecimiento. Propuesta de Manuel de Solá-Morales en 1971,
reproducida en Les formes de creixement urbà (1993, pág. 23)
74 LA MORFOLOGÍA DE LAS CIUDADES
Las calles
Con mucha frecuencia las calles iniciales de un poblamiento fueron los caminos
en relación con los cuales se constituyó el mismo. Muchas veces dichos caminos se
convirtieron en la calle por antonomasia, tal como refleja el substantivo que las
designa en diversos idiomas. Así en castellano vía, calzada, carrera y carral o en
catalán carrer (del latín carraria, de carrus) son expresiones cuyo origen es bien
manifiesto. Como lo es asimismo en francés rue o en castellano rúa (ambos del
latín ruga, camino) corriente en la Castilla de los siglos XII y siguientes y que sigue
siendo utilizado todavía hoy en muchos núcleos localizados en el Camino de
Santiago y en los que éste se convirtió en la calle principal (por ejemplo en León y
en otros muchos núcleos22). El término calle (del latín callis, sendero, especialmente
de ganado) tenía ya desde el siglo VII el actual significado castellano y se utiliza
normalmente con un sentido específicamente urbano a partir de los siglos X y XI.
La permanencia del trazado viario es verdadermanente asombrosa. Hay
caminos prehistóricos que se convirtieron en calles y se conservan así todavía; es el
caso de la rue Mouffetard en París, un antiguo camino prerromano que contorneaba
la montaña de Santa Genoveva; o la de Santa Maria del Coll en Barcelona, un
camino que sin duda era ya utilizado en época prerromana. De manera similar, en
América antiguos caminos prehispánicos pueden permanecer hoy convertidos en
calles; como en el caso de la carrera 7 en Bogotá, que comunicaba con Tunja. Encon-
tramos también calles romanas que se mantienen casi idénticas en el trazado actual,
aunque en ocasiones éste pueda situarse a uno o varios metros por encima del
80 LA MORFOLOGÍA DE LAS CIUDADES
nivel de 2.000 años atrás, como vimos anteriormente23. Son muchas las ciudades
cuya calle principal seguía en la edad media el cardus romano y así ha permanecido
hasta hoy. Los trazados medievales todavía vigentes son innumerables en las viejas
ciudades europeas. En todos esos casos los edificios pueden haberse destruido y
reedificado varias veces y las calles continúan. Las ciudades americanas fundadas
en los siglos XVI y XVII mantienen las calles fundacionales aunque los edificios hayan
sido reconstruidos varias veces, y elevados hasta alturas enormes24.
El desarrollo de la ciudad establece bien pronto una jerarquía de calles, que se
encuentran ya en las ciudades antiguas; por ejemplo aparece claramente en el
urbanismo romano, con calles principales más amplias que las secundarias, como
muestran las excavaciones realizadas en numerosas ciudades. En la Roma imperial,
se distinguía entre varios tipos: la via, que permitía que se cruzaran dos carros; el
actus, que permitía el paso de un carro; y los itinera, solo para peatones. Se daban
ya situaciones de congestión de tráfico, y existían también normas sobre circulación
de mercancías durante la noche, establecidas en época de Julio César y práctica-
mente vigentes durante todo el imperio romano.
También se han incorporado al entramado urbano en forma de calles gran
número de ramblas y barrancos. En muchas ocasiones ramblas, barrancos y ríos
constituyeron fosos naturales que suponían límites claros de carácter defensivo
para las poblaciones. Igualmente ha podido ocurrir con las acequias en las ciudades
de las huertas mediterráneas, como sucedió en el caso de Murcia25. Pero con la
extensión urbana, esos y otros cursos fluviales han ido integrándose al tejido urbano,
aunque todavía se recuerdan en el callejero con denominaciones alusivas a su
carácter originario26. Generalmente hasta el siglo XIX mantuvieron su carácter inicial,
convirtiéndose eventualmente en colectores de aguas sucias; por ello y por el peligro
de avenidas las casas se construían dando sus espaldas a esos cauces. Solo en época
contemporánea con el desvío o canalización de las corrientes y la construcción de
alcantarillado han podido urbanizarse y convertirse en verdaderas calles,
produciéndose entonces la construcción de edificios con fachadas a las mismas.
Pero generalmente se pueden reconocer en el plano y en el paisaje urbano tanto
por su trazado, a veces irregular o diagonal al trazado viario dominante, como por
la cota inferior a que discurre la calle, por la permanencia de viejas casas con la
disposición original, por los portales elevados, por el nombre, o por ciertos
topónimos conservados27. Eso sin contar con la existencia de muros laterales que a
veces tratan de proteger los márgenes cuando las calles todavía conservan la función
original y se convierten en cursos de agua con ocasión de lluvias torrenciales.
La disposición de las calles en relación con caminos antiguos, adaptados a la
topografía, y con otras características naturales, como las ramblas, explica el trazado
que generalmente poseen en los nucleos antiguos de crecimiento lento y
«espontáneo». La calle recta es un resultado de una ordenación consciente
introducida por el hombre por razones de ordenación espacial urbana y que aparece
ya desde las primeras culturas urbanas como forma de planeamiento28. En la Europa
medieval esta tipología se afirma, como veremos, en el siglo xv, en relación con los
ideales renacentistas y en oposicion consciente frente al trazado irregular anterior.
EL ANÁLISIS MORFOLÓGICO Y LOS ELEMENTOS DEL PLANO DE LA CIUDAD 81
convertir una parte de esos espacios en zonas verdes, que son muy oportunas en
ciudades muy densificadas. Por último, puede significar un medio de transporte
colectivo barato, convirtiendo el trazado en vías para tranvías o metros.
Como resultado de la acción combinada de todos los procesos descritos,
frecuentemente el crecimiento de las ciudades se realiza «a saltos», tanto si consi-
deramos el conjunto de una gran aglomeración o área metropolitana como si
consideramos partes concretas de la misma. Ese crecimiento a saltos deriva también
de una estrategia de crecimiento que ocupa primero el suelo más alejado y barato
y luego revaloriza los espacios intermedios. Hay colonización y ocupación de ciertos
espacios y luego relleno de los intermedios. Se han dado ejemplos de este tipo de
crecimiento en muchas ciudades; por ejemplo en Madrid, y en municipios concre-
tos de su entorno, como Leganés47, Alcorcón48, y en otras más pequeñas como
Alicante49.
EL CRECIMIENTO ESPONTÁNEO
La perspectiva antropológica
LAS MURALLAS
Las ciudades han tenido murallas desde las primeras civilizaciones hasta el siglo
XIX o comienzos del siglo XX. Una permamencia tan larga refleja, sin duda, las
funciones importantes atribuidas a esas defensas, y ha debido de tener conse-
cuencias importantes sobre el desarrollo urbano.
Murallas y emplazamiento
El problema del origen y difusión del plano ortogonal se ha planteado desde hace
tiempo. El sistema ortogonal no es de creación tan inmediata y evidente como
muchos creen, tal como destacó el geógrafo D. Stanislawski hace ya más de medio
162 LA MORFOLOGÍA DE LAS CIUDADES
siglo: el plano radial, por ejemplo presenta mayor accesibilidad al centro que el
ortogonal.
Con frecuencia la topografía, con sus desniveles, hace difícil el trazado orto-
gonal, aunque a pesar de todo pueda emplearse superponiéndolo a las condiciones
del relieve. En todo caso, el sistema presenta grandes ventajas para la distribución
del suelo.
A pesar de que, como ya hemos dicho, el plano más antiguo y más común de
las ciudades de las primeras culturas fue el irregular, hay numerosos ejemplos de
la existencia de tempranos trazados formales, y de planos ortogonales en lo que
Gordon Childe llamó el Creciente Fértil y en el norte de la India.
El plano ortogonal aparece ya plenamente formado y usado en la primera
mitad del milenio III a.C. en las ciudades de Mohenjo Daro y Harappa, en el lugar
donde, a orillas del Indo, se sabe de la existencia de dos poblados desde el eneolítico,
situados en acrópolis y con testimonios del uso de los metales. Las excavaciones
arqueológicas han revelado un sorprendente grado de urbanización en esas dos
ciudades cuyo nombre real se desconoce (los nombres son actuales y el de una de
ellas significa «ciudad de los muertos»). El plano de la primera se trazó de acuerdo
con un diseño preconcebido, ortogonal, de orientación N-S y con la ciudad
dominada por una acrópolis. Todo parece indicar que se trata de un plano
sobreimpuesto por unos conquistadores a una ciudad preexistente. Tal vez como
resultado de una imposición por un pueblo invasor indoeuropeo17 que construye
un imperio y funda o refunda las ciudades. En ese caso, el hecho de que las
ciudadelas estuvieran separadas sería una garantía de seguridad para el grupo
conquistador. Mohenjo Daro se vio afectada, al parecer, con una inundación
generalizada a partir de elevaciones en la desembocadura del río y la formación de
una gran zona lacustre; los habitantes lucharon durante varios siglos contra dicha
inundación levantando diques, algunos de los cuales se conservan, y construyendo
casas sobre las ruinas inferiores18.
El plano ortogonal también aparece en las ciudades sumerias, asirias y
babilónicas. Se trata de urbes que desarrollaron una cultura y ciencia muy refinada,
con profundo conocimiento de las matemáticas y la astronomía19, las cuales se
reflejan en la organización urbana. Se conservan planos de la época muy exactos,
que coinciden con lo que las excavaciones arqueológicas han permitido conocer.
Así el plano de la ciudad de Nippur representado en una tablilla de arcilla cocida
de h. 1500 a.C., que identifica en caracteres cuneiformes el templo principal, el
Eúfrates y otros lugares de la ciudad20; o el plano dibujado en la escultura del
patesi Gudea, con el diseño de las murallas. Eran capitales con funciones religiosas
y políticas, que se reflejan en el papel esencial del templo en la organización urbana
(caso de Ur), en la existencia de palacios reales y edificios cortesanos, estancias
con patios y restos arquitectónicos, y que disponían de archivos muy ricos: 30.000
tablillas en el archivo real de Ebbla, h. 2500 a.C.
Se conocen también casos de fundaciones reales de ciudades nuevas, con plano
ortogonal y ciudadela, como Khorsabad. Luego el modelo aparece en Asiria, cuando
Sargón construyó su nueva capital Dur-Sarginu. También en Babilonia, excavada
LA TRAMA ORTOGONAL Y SU DIFUSIÓN 163
Pero no se trata solo de ciudades que en su conjunto sean de una u otra clase. En
realidad también en la misma ciudad, y ya en las fases iniciales del desarrollo,
puede haber coexistencia o yuxtaposición de los dos tipos de plano, el irregular y
el regular. A ello se llega a partir de dos situaciones: una, ciudades nuevas con un
diseño ortogonal y cuyo crecimiento se realiza luego en forma irregular; otra, muy
diferente, la de ciudades con plano irregular a las que se añade una nueva expansión
de trazado ortogonal.
164 LA MORFOLOGÍA DE LAS CIUDADES
viejas ciudades de crecimiento orgánico; de lo que pueden ser ejemplo los casos de
Nancy, que en 1645 añadió un ensanche ortogonal junto a la ciudad medieval, o
Berlín29.
Especial interés tienen en el siglo XVIII los casos de Barcelona y Edimburgo. En
Barcelona la construcción en 1753 de la «nueva población de la Barceloneta» (una
segunda neapolis o vilanova, tras la del siglo XI) supuso la aparición junto al puerto
de un trazado ortogonal de manzanas estrechas y alargadas, que permiten algunas
plazas mediante un giro perpendicular respecto al trazado dominante30. En
Edimburgo la new town de Craigh constituye una ampliación de más ambición31,
como lo serían también los ensanches del siglo XIX, de los que hablaremos en otro
capítulo de esta obra32.
En lugares fríos sean las calles anchas, y en las calientes angostas; y si hubieren caballos,
convendrá que para defenderse en las ocasiones sean anchas, y se dilaten en la forma
susodicha, procurando que no lleguen a dar en algún inconveniente que sean causa de
afear lo reedificado y perjudique su defensa y comodidad.
determinó fundar una ciudad a las orillas del río Savannah, en un lugar saludable
a unas 10 millas del mar. A fines de 1733 se pudieron empezar a repartir las parcelas.
Al igual que en el caso anterior, el plan diseñado no se refería solo a la ciudad, sino
también a las parcelas agrícolas, y puede considerarse, en cierta manera, un plan
integrado regional. A partir de la ciudad situada junto al río, se dispusieron parcelas
hortícolas (garden) de 5 acres, y luego otras de 44 acres; a continuación 30 cuadrados
boscosos de 1 milla de lado aproximadamente, donde se situarían las parcelas
reservadas para aquellos que emigraran a su propia costa y estuvieran decididos a
realizar la roturación y el cultivo. Entre la ciudad y los campos existía un common
o área comunal, que estaba destinado a la expansión futura de la ciudad, y no para
ser un área abierta permanente. La tesis de Reps es que el modelo de organización
general de Savannah continúa en definitiva el de las primeras aldeas de Nueva
Inglaterra o el de Pennsylvania; solo que en Savannah la división irregular de los
campos se ha convertido en una distribución geométrica.
En cuanto a la ciudad de Savannah propiamente, la unidad básica eran barrios
o distritos (wards) cada uno con 40 parcelas para casas, de 60 x 90 pies. A cada lado
de esos wards había parcelas para iglesias, almacenes, lugares de reunión y otros
usos públicos o semipúblicos97.
188 LA MORFOLOGÍA DE LAS CIUDADES
Igualmente hicieron los ingleses y holandeses: en África del Sur, Pretoria (1855)
y Johanesburgo tienen plano ortogonal. O los belgas en las fundaciones del Congo
(las antiguas Leopoldville, Elisabetville, Uvira ...). Aunque en la segunda mitad del
siglo XX cada vez más se les añaden diagonales, por influencia del urbanismo de
Beaux Arts, lo cual se observa bien comparando las ciudades de Port Said (1865) y
la de Port Fuad (1914)111. Asimismo en Sudán tras la toma de Omdurman (1898)
la ciudad fue reconstuida con un plano reticular con muchas diagonales, y
formando un nuevo sistema ortogonal superpuesto al anterior de la ciudad de
Mehemet Alí (que había sido fundada en 1822-23)
En Asia, los franceses diseñaron también con plano ortogonal Saigón (1865),
al lado del viejo fuerte construido a fines del XVIII, y la parte nueva de Hanoi.
Igualmente se aplicó en Noumea (1854) en Nueva Caledonia, como los holandeses
hicieron asimismo en Batavia. En Australia se fundaron gran número de ciudades
en el XIX: Brisbane (1824), la colonia penitenciaria de Melbourne (1836), Adelaide
(1837) y otras. El caso de Adelaide es especialmente importante, ya que fue el
modelo de los llamados «parkland towns», constituidas por un pequeño centro
urbano, un cinturón de tierras libres para parques, y un espacio para residencias
suburbanas, todo con un trazado ortogonal; más de dos centenares de pequeñas
ciudades y aldeas se construyeron por iniciativa gubernamental en Australia del
sur sobre todo entre 1865 y 1869112.
No solo a las ciudades se aplicó el diseño ortogonal. Tal como había sucedido
en la antigüedad con las centuriaciones, también se utilizó este diseño en la
colonización de las vastas llanuras norteamericanas, en lo que hoy es EEUU y
Canadá. Tras la independencia de Estados Unidos el Congreso Continental tuvo
que plantearse el problema de la distribución de la tierra de dominio público y en
1785 se promulgó la Land Ordnance que dividía esa tierra en forma de townships
cuadrados de 6 x 6 millas, es decir de 36 millas cuadradas, susceptibles de dividirse
en 36 secciones de 1 milla113. A partir de esta malla ortogonal se realizó la distribu-
ción de tierras a los colonos, excepto algunos lotes que se dedicaron a equipamientos
públicos114. La tierra podía ser adquirida al precio de 1 dolar por acre, más los
gastos de delimitación. La parcelación se hizo de forma amplia, y se extendió a
todo el territorio norteamericano, excepto los lugares en los que topográficamente
no era posible: como ha señalado Reps, Estados Unidos fueron cubiertos por una
gigantesca retícula sobreimpuesta al paisaje natural, y visible físicamente desde el
avión, (así como, desde luego, en el mapa). Los autores anglosajones afirman que
eso sería el reflejo espacial del igualitarismo, aunque también se dividió igual la
tierra agrícola en el imperio romano. Los colonos construyeron sus viviendas en
los campos, y a partir de ahí se constituyó un poblamiento disperso.
Lo mismo ocurrió en la Pampa, donde en muchas áreas se implantó una
cuadrícula que es perfectamente visible al circular en avión sobre esa extensa región
argentina.