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RESUMEN
En
este
artículo
intentamos
aproximarnos
a
un
aspecto
específico
de
la
cultura
militar
de
los
pueblos
iberos
mediante
la
experimentación
arqueológica,
disciplina
con
un
importante
potencial
científico,
desgraciadamente
muy
poco
explorada
hasta
ahora.
En
concreto,
describimos
el
proceso
de
fabricación
de
un
escudo
oval
ibérico-‐
edetano
de
finales
del
s.
III
a.
C.
utilizando
materiales
naturales
y
técnicas
artesanales.
Además,
ofrecemoslas
conclusiones
deducidas
después
de
su
análisis
estructural
y
de
la
realización
de
diferentes
ejercicios
prácticos
con
él.
Tomando
como
base
estas
observaciones
empíricas
y
apoyándonos
en
la
abundante
bibliografía
específica
sobre
la
materia,
presentamos
finalmente
una
interpretación
táctica
hipotética.
RESUM
ABSTRACT
In
this
paper
we
try
to
approximate
to
a
specific
aspect
of
the
military
culture
of
the
different
Iberian
peoples
through
the
archaeological
experimentation,
discipline
with
an
important
scientific
potential,
unfortunately
not
so
explored
until
present
days.
Exactly,
we
describe
the
elaboration
process
of
an
Edetanian
Iberian
oval
shield
from
the
end
of
the
3rd
cent.
to
the
beginning
of
1st
cent.
BC,
using
natural
raw
materials
and
artisanal
tools
and
techniques.
Furthermore,
we
offer
the
conclusions
deduced
after
different
experimental
exercises
with
it.
Taking
these
empirical
observations
as
a
base
and
supported
by
the
abundant
specific
bibliography,
we
present
finally
a
hypothetical
tactical
interpretation.
* Arqueólogo.
Página | 1
INTRODUCCIÓN
La
Arqueología
Experimental
es
una
disciplina
alternativa
vinculada
a
la
Arqueología
convencional;
en
esencia,
tiene
como
finalidad
fundamental
la
recreación
de
los
elementos
documentados
arqueológicamente
utilizando
las
mismas
técnicas
y
materiales
que
se
usaron
en
la
elaboración
de
los
modelos
originales.
De
desarrollo
relativamente
reciente
en
la
Península
Ibérica,
hace
años
que
goza
de
una
excelente
salud
en
Europa
como
lo
demuestra
la
existencia
de
una
gran
cantidad
de
parques
arqueológicos
que
anualmente
son
visitados
por
miles
de
personas.
En
ellos,
juega
un
papel
fundamental
la
rigurosidad
histórica
en
cuyo
desarrollo
trabajan
profesionales
dedicados
plenamente
a
ella2.
Página | 2
Continuando
en
esta
misma
línea
de
estudio,
el
Área
de
Armamento
y
Guerra
en
la
Antigüedad
de
Ibercalafell3
pretende
iniciar
con
este
análisis
del
escudo
oval
ibérico
una
serie
de
estudios
vinculados
a
la
experimentación
arqueológica
con
armamento
protohistórico
de
la
Península
Ibérica
(algo
que,
por
otro
lado,
consideramos
necesario)
que
poco
a
poco
irán
viendo
la
luz
y
que
esperamos
contribuyan
sucesivamente
a
enriquecer
el
conocimiento
de
este
aspecto
tan
interesante
de
la
cultura
ibérica.
Nuestra
intención
es
valorar
y
sopesar
hasta
qué
punto
pueden
ser
correctas
las
hipótesis
formuladas
en
los
últimos
años
por
diferentes
autores
referentes
a
la
dinámica
del
armamento
ibérico,
basados
casi
exclusivamente
en
las
evidencias
arqueológicas
y
en
las
referencias
literarias.
No
pretendemos,
en
ningún
caso,
ofrecer
conclusiones
definitivas
o
excluyentes,
sino
todo
lo
contrario:
nuestra
intención
es
ofrecer
puntos
de
vista
alternativos
basados
en
un
terreno
hasta
ahora
no
cultivado
que,
naturalmente,
pueden
entrar
en
conflicto
con
los
de
algunos
autores
y
coincidir
plenamente
con
los
de
otros.
“El
(equipo
militar)
romano
consta,
en
primer
lugar,
de
un
escudo
de
superficie
convexa,
de
dos
pies
y
medio
de
longitud
y
de
cuatro
de
anchura.
El
espesor
de
su
reborde
es,
más
o
menos,
de
un
palmo
(hace
referencia
a
una
medida
similar
a
una
pulgada).
Está
construido
por
dos
planchas
circulares
encoladas
con
pez
de
buey;
la
superficie
exterior
está
recubierta
por
una
capa
de
lino
y,
por
debajo
de
ésta,
por
otra
de
cuero
de
ternera.
En
los
bordes
superior
e
inferior,
este
escudo
tiene
una
orla
de
hierro
que
defiende
contra
golpes
de
espada
y
protege
el
arma
misma
para
que
no
se
3
Quiero expresar mi agradecimiento a Víctor Heredia (colaborador del Área de Armamento y Guerra en la
Antigüedad) a Jordi Chorén (responsable del Área de Tejidos y Cestería) y a Francesc Cantero (co- responsable del
Área de Alimentación) por su inestimable ayuda para la realización de este proyecto.
Página | 3
deteriore
cuando
se
deposita
en
el
suelo.
Tiene
ajustada
una
concha
metálica
que
lo
salvaguarda
de
las
piedras,
lanzas,
y
en
general,
contra
choques
violentos
de
proyectiles”4.
De
esta
manera
tan
detallada
describía
el
griego
Polibio
los
escudos
ovales
(los
romanos
los
denominaban
Scutum)
que
usaban
los
hastati
romanos.
Grandes
piezas
de
unos
65
cm.
de
anchura
por
unos
120
cm.
de
altura,
de
sección
convexa.
Más
tarde,
cuando
describe
un
enfrentamiento
entre
galos
y
romanos
durante
la
Batalla
de
Telamon,
comenta:
“Cuando
los
soldados
(romanos)
armados
con
jabalinas
avanzaron
[…]
y
empezaron
a
tirar
nutridamente
y
con
buena
puntería
(contra
las
líneas
galas)
[…]
esta
contrariedad
les
puso
en
grave
apuro
e
incertidumbre
(a
los
galos),
porque
el
escudo
(oval)
galo
no
alcanza
a
proteger
todo
el
cuerpo
[…]”5,
lo
que
significa
que
el
escudo
galo
era
a
ojos
de
Polibio
menos
eficaz
que
el
romano,
debido
a
sus
características,
de
dimensiones
algo
más
reducidas
y
de
sección
plana,
factor
que
aprovecharon
los
legionarios
para
causarles
grandes
bajas.
Aunque
Polibio
menospreciaba
los
escudos
galos
por
ser
poco
prácticos
y
elogiaba
los
romanos
por
ser
envolventes
y
por
lo
tanto
más
eficaces,
ambos
tipos
proceden
en
realidad
de
un
antepasado
común
y
se
utilizaron
para
el
desarrollo
de
una
táctica
guerrera
prácticamente
idéntica.
Así
pues,
antes
de
pasar
a
la
descripción
detallada
del
proceso
de
fabricación,
haremos
un
breve
recorrido
por
la
historia
de
esta
herramienta
bélica
en
la
Península
Ibérica
y
por
sus
particularidades
tácticas.
Aunque
se
puede
afirmar
que
las
evidencias
arqueológicas
más
antiguas
relativas
a
escudos
ovales
de
la
Península
Ibérica
corresponden
a
umbos
bivalvos
del
s.
IV
a.
C.
hallados
en
el
levante
y
el
sur,
los
escudos
ovales
no
aparecieron
de
manera
importante
en
el
mundo
ibérico
hasta
mediados
o
finales
del
siglo
III
a.
C.,
introducidos
probablemente
a
través
de
dos
vías:
por
un
lado
tenemos
algunos
hallazgos
arqueológicos
de
escudos
ovales
(umbos
de
aletas
paralelas,
refuerzos
y
manillas
de
hierro)
en
la
zona
catalana
asociados
a
otros
elementos
bélicos
con
fuertes
influencias
“La
Tène”
como
son
las
espadas
rectas
y
vainas
de
hierro
de
tipo
galo,
puntas
de
lanza
de
ancha
moharra
y
cascos
célticos
de
hierro,
datables
a
mediados
del
s
III
a.
C.
Lo
que
significaría
que
los
pueblos
de
la
zona
ibérica
catalana
fueron
receptores
de
importantes
influjos
culturales
procedentes
del
norte
de
los
Pirineos,
entre
los
que
se
incluyen
estos
elementos
bélicos
no
documentados
al
sur
del
Ebro
en
esta
cronología
(QUESADA
1997
y
2002
y
especialmente
GARCÍA
2011).
Por
otro
lado,
tenemos
las
representaciones
Fig.
2.-‐
Guerreros
del
Lebes
149
del
Tossal
de
en
la
cerámica
con
decoración
figurada
de
S.
Miquel
Sant
Miquel
de
Llíria
(Foto
J.
M.
Gallego)
4
Polibio, Historias, VI, 23
5
Polibio, Historias, II, 30
Página | 4
de
Llíria6,
datables
a
finales
del
s.
III
a.
C.
que
posiblemente
representan
a
las
tropas
romanas
o
a
los
ejércitos
cartagineses
que
transitaron
por
la
Península
Ibérica
en
el
contexto
de
la
Segunda
Guerra
Púnica
(Fig.
2).
Arqueológicamente,
no
tenemos
evidencia
alguna
de
escudos
ovales
en
el
levante
hasta
el
s.
II
a.
C.,
pero
estos
ejemplos
corresponden
claramente
a
tipos
romanos
tardíos,
pertenecientes
quizá
a
tropas
ibéricas
plenamente
romanizadas
(QUESADA
1997b:
541).
El
escudo
oval
ibérico
es
un
escudo
grande,
plano,
con
los
extremos
curvos
y
lados
paralelos,
que
se
empuña
mediante
una
manilla
horizontal,
específicamente
diseñado
para
un
tipo
de
guerra
en
la
que
es
fundamental
ofrecer
al
enemigo
una
barrera
defensiva
compacta
y
resistente,
parecida
a
la
falange
griega,
pero
al
mismo
tiempo
mucho
más
ligera
y
flexible
(Fig.
3).
También
puede
ser
empleado
como
arma
ofensiva,
lo
que
explicaría
la
existencia
de
unos
refuerzos
metálicos
en
los
bordes,
además
de
para
evitar
que
los
golpes
de
filo
corten
la
cubierta
de
piel
y
deshagan
la
estructura
o
que
cada
vez
que
se
apoya
en
el
suelo
se
deteriore
el
canto
de
cuero
(QUESADA
1997:
534,
GRÀCIA
2003:
206).
Elaborado
con
madera,
fibras
animales,
lino,
piel
bovina
y
hierro,
el
objeto
resultante
puede
definirse
como
una
pequeña
obra
de
ingeniería
rústica
en
la
que
cada
elemento
tiene
una
razón
de
ser
y
cumple
una
función
específica.
En
la
praxis,
resulta
verdaderamente
útil
y
resistente
y
ofrece
múltiples
posibilidades
de
ataque
y
defensa,
razón
por
la
cual
requiere
de
una
serie
de
conocimientos
para
su
óptimo
rendimiento,
lo
que
podría
inducir
a
pensar
en
la
existencia
de
una
serie
de
individuos
dedicados
completamente
a
su
conocimiento
y
desarrollo
táctico,
hacia
el
s.
III
a.
C
y
en
adelante,
bien
dedicados
a
tiempo
completo
o
semi-‐
completo
como
hombres
Fig.3.-‐
Guerreros
ibéricos
de
Ibercalafell
en
libres,
miembros
de
una
élite
guerrera
ibérica,
quizá
formación
de
pseudo-‐
falange,
protegidos
con
escudos
ovales
planos.
(Foto
bien
adiestrados
por
oficiales
romanos
o
cartagineses
Ibercalafell).
en
plena
Segunda
Guerra
Púnica.
Descripción
metodológica
Para
la
elaboración
de
este
escudo
oval
se
han
utilizado
dos
planchas
construidas
con
listones
finos
de
madera
de
abedul
(0’5
cm.
de
grosor),
tela
de
lino
basta,
una
piel
completa
de
ternera
(0’6
mm.
de
grosor),
adhesivo
natural
de
origen
animal,
un
umbo
de
hierro
circular
siguiendo
el
modelo
de
S.
Miquel
de
Llíria
(QUESADA
1997a,
Apéndice
IV,
nº
cat.
2224),
clavos
de
hierro
de
diferentes
medidas
y
herramientas
varias
(sierra,
pinzas,
martillo,
tenazas,
brocha
y
lija
metálica).
Resulta
impensable
e
imposible
la
reconstrucción
de
un
arma
de
este
tipo,
en
la
que
se
han
de
ensamblar
varios
elementos
de
diferentes
texturas
y
materiales,
sin
el
6
Bonet Rosado, H.: El Tossal de Sant Miquel de Llíria. La antigua Edeta y su territorio; ed. Diputación de Valencia,
Valencia, 1995.
Página | 5
Fig.4.-‐
Proceso
de
preparación
de
la
“Cola
de
Flandes”
o
“Cola
Fuerte”.
La
cola
en
“lágrimas”,
tal
y
como
se
comercializa
tras
el
proceso
de
cocción
de
los
despojos
animales
(izquierda),
una
vez
hidratada
(centro)
y
en
pleno
proceso
de
calentamiento
para
su
aplicación
(derecha).
(Foto
Ibercalafell).
Pero
para
empezar
a
trabajar,
el
primer
paso
consiste
en
crear
la
endo-‐
estructura
de
madera,
verdadero
esqueleto
del
escudo,
base
sobre
la
que
se
irán
añadiendo
el
resto
de
elementos.
Para
ahorrar
tiempo
y
dinero,
los
listones
de
madera
de
abedul
se
compraron
ya
serrados
a
medida.
La
estructura
constaría
de
dos
planchas
compuestas
por
listones
dispuestos
en
posición
horizontal
la
primera
(o
exterior),
7
“Está construido [el scutum romano] por dos planchas circulares encoladas con pez de buey.” Polibio, Historias,
VI, 23.
8
Según el tratado de M. J. Riffault: “Cola de Flandes. Esta cola, conocida más generalmente con el nombre de cola
fuerte se prepara con recortaduras de pieles de carnero y otras, con las pezuñas de los bueyes, de los caballos y
otros. Estas sustancias, bien limpias y privadas de grasa y pelo, se ponen a hervir por mucho tiempo en gran
cantidad de agua, cuidando de quitar la espuma según se va formando se facilita á veces con un poco de alumbre ó
de cal en polvo fino. Luego que ha espumado por algún tiempo se pasa todo por una cesta de mimbre, y se deja
reposar el líquido; se decanta con precaución cuando está claro para volverlo á la caldera, donde hierve de nuevo
espumándolo hasta que se reduzca á la consistencia conveniente. Entonces se echa en unos bastidores de madera,
que forman una especie de moldes descubiertos, en donde se solidifica por enfriamiento. Esta jalea se corta en
tortas, las cuales se dividen de nuevo en tiras delgadas, y se ponen á secar sobre una especie de red en un sitio
caliente y ventilado. La mejor cola fuerte es muy dura y quebradiza, de color pardo oscuro, y de igual grado de
trasparencia por todas partes sin ninguna mancha negra. Hemos indicado circunstancialmente la preparación de la
cola de Flandes ó cola fuerte, porque además de la pintura y el dorado se usa frecuentemente en otras muchas
profesiones”. M. J. Riffault: Manual Teórico y práctico del pintor, dorador y charolista; Madrid, 1841.
Página | 6
verticalmente
la
segunda
(o
interior)
conformando
las
láminas
de
la
primera
un
ángulo
de
90°
respecto
a
las
de
la
segunda.
Se
eligió
la
madera
de
abedul
(BRUNAUX-‐
RAPIN,
1988:
15)
por
tratarse
de
un
tipo
de
madera
resistente
y
a
la
vez
flexible,
aunque
también
podría
haberse
utilizado
la
de
olmo,
roble
(CONNOLLY
1981:
66)
o
tilo.
Todas
éstas
maderas
se
caracterizan
porque,
además
de
ser
extremadamente
resistentes
y
flexibles,
no
se
astillan
con
facilidad,
lo
que
las
convierte
en
ideales
para
un
arma
como
los
escudos
que
deben
soportar
fuertes
golpes
tajantes
y
punzantes9.
No
obstante,
la
de
roble
y
olmo
se
caracterizan
también
por
ser
algo
más
pesadas.
En
concreto,
se
emplearon
24
listones
de
5x70x
0’5
cm
para
la
primera
capa
y
13
listones
de
5x130x0‘5
cm.
para
la
segunda.
Para
encolarlos,
se
dispusieron
los
listones
correspondientes
a
cada
capa,
unos
junto
a
otros,
en
dos
estructuras
diferentes
separadas.
Se
aplicó
el
mucílago
generosamente,
sólo
por
la
cara
que
estaría
en
contacto
con
la
otra
plancha
y
se
juntaron
ambas
superficies
antes
de
que
el
adhesivo
secara
completamente.
Una
vez
seca,
en
el
centro
de
la
plancha
Fig.
5.-‐
Recorte
en
la
capa
interna
de
de
madera
resultante,
se
practicó
un
recorte
circular
de
lino
en
el
espacio
reservado
para
la
unos
12
cm.
de
diámetro;
este
sería
el
espacio
reservado
manilla
de
Ibercalafell).
sujeción.
(Foto
9
Para Plinio el Viejo, la mejor madera para construir los escudos era aquella cuyas propiedades plásticas hacían que
recuperara la forma inicial al ser cortada, como ocurre con el roble, o el olmo. Plinio el Viejo, Historia Natural, XVI,
209.
Página | 7
Antes
de
que
se
secara
completamente
el
adhesivo
aplicado
sobre
la
madera
(lo
que
ocurre
como
consecuencia
del
progresivo
enfriado
entre
los
dos
y
cinco
minutos
desde
su
aplicación)
se
colocó
una
capa
de
lino
de
trenzado
abierto,
estirado
y
sujetado
con
pinzas
por
la
futura
cara
interior.
Sobre
él,
en
la
parte
correspondiente
al
círculo
abierto
en
la
madera,
se
recortó
el
lino
en
líneas
radiales
(Fig.
5).
Con
una
brocha
común,
se
aplicó
la
“Cola
de
Flandes”
en
varias
pasadas
(Fig.
6).
Para
una
correcta
adhesión
de
ambos
elementos
es
recomendable
repartir
el
adhesivo
en
cantidades
generosas,
asegurándose
de
que
la
viscosa
substancia
penetra
bien
en
todos
los
poros
e
irregularidades
de
la
tela
de
lino.
Una
vez
aplicada
la
cola,
todo
el
conjunto
se
dejó
secar
a
la
sombra,
puesto
que
al
calor
de
sol,
el
adhesivo
no
acaba
de
abandonar
nunca
el
estado
gelatinoso.
Fig.
7.-‐
Pieza
encolada
en
Es
conveniente
prolongar
el
secado
de
la
pieza
encolada
proceso
de
secado.
(Foto
durante
al
menos
diez
horas,
tiempo
en
el
que
adquiere
sus
Ibercalafell).
propiedades
de
resistencia
óptimas
(Fig.
7).
Una
vez
secado,
el
siguiente
paso
era
la
colocación
de
la
piel
de
ternera
por
la
cara
externa
del
escudo.
En
la
“carne”
de
la
piel
(la
cara
basta)
se
marcó
el
perímetro
exterior
del
escudo
para
poder
desechar
las
partes
de
la
piel
que
no
servirían.
Se
mantuvo
en
reserva
una
distancia
media
de
4
cm.
entre
la
marca
y
el
límite
de
la
piel
para
utilizarlo
posteriormente
como
puntos
de
anclaje
interior.
Además,
esta
línea
serviría
como
referente
para
rebajar
el
grosor
de
la
piel
cuya
finalidad
es
la
de
facilitar
el
doblado
hacia
el
interior,
y
poder
fijarla
con
clavos
a
la
madera,
teniendo
en
cuenta
que
el
grosor
de
la
madera
y
la
piel
en
los
lados
no
podía
sobrepasar
1’1
cm.
Para
rebajar
la
piel,
se
utilizó
primeramente
una
herramienta
afilada
(Fig.
8),
seguidamente
un
cuchillo
afilado
y
finalmente
una
lima
metálica.
La
explicación
de
esta
sucesión
de
herramientas
es
bien
simple:
con
la
primera
de
ellas,
solamente
pudimos
rebajar
una
línea
muy
fina
debido
a
la
resistencia
de
las
fibras
de
la
piel.
Con
el
segundo,
logramos
rebajar
una
superficie
mayor
con
el
inconveniente
de
que
la
piel
tendía
a
cortarse
y
por
tanto
a
debilitarse.
Finalmente,
nos
decantamos
por
utilizar
una
lima
metálica,
con
resultados
mucho
más
homogéneos
y
prácticos.
En
total,
se
rebajaron
unos
0’4
mm.
de
piel.
Fig.
8.-‐
Rebajado
de
la
piel.
Sin
él,
no
Doblándola
por
la
“flor”
(la
cara
lisa),
se
realizaron
se
podría
doblar
la
piel
sobre
la
diferentes
friegas
con
la
lima,
obteniendo
rápidamente
un
estructura
impidiendo
su
correcta
fijación.
(Foto
Ibercalafell)
resultado
óptimo
y
ajustado
a
nuestro
parámetro
de
grosor.
Una
vez
completado
este
paso,
se
procedió
a
la
fijación
definitiva
del
cuero
a
la
estructura.
Primeramente
se
encolaron
tanto
la
cara
interna
de
la
piel
como
la
externa
de
la
superficie
de
madera.
Se
marcó
el
espacio
reservado
para
la
mano,
y
se
fijó
nuevamente
con
pinzas
(Fig.
9).
Además
fue
necesaria
la
colocación
de
pesos
suplementarios
sobre
la
piel
con
toda
la
estructura
en
posición
horizontal.
De
esta
manera
nos
aseguramos
evitar
la
formación
de
pequeñas
bolsas
de
aire
que
podría
haber
separado
la
piel
y
la
madera.
Una
vez
secado,
se
procedió
al
doblado
del
Página
|
8
sobrante
de
piel
perimetral
para
su
fijación
a
la
madera
mediante
claveteado.
Si
bien
en
los
lados
paralelos
no
hubo
problemas
para
el
claveteado
del
cuero
(la
piel
se
adapta
mejor
a
una
superficie
plana
y
recta),
no
ocurrió
lo
mismo
en
los
extremos
curvos.
Aquí
fue
necesario
realizar
pequeños
cortes
sucesivos
para
permitir
la
adaptación
de
la
piel
a
la
línea
de
madera
curva
dando
lugar
a
pequeños
“dientes”
(Fig.
10).
Sin
ellos
hubiera
sido
imposible
asegurar
la
fijación
del
cuero.
Con
la
piel
cortada
de
esta
manera,
se
clavó
una
parte
de
cada
diente
sobre
el
siguiente,
siguiendo
una
dirección
determinada
y
utilizando
pequeños
clavos
de
hierro
de
0’7
cm.
de
longitud.
De
esta
forma
se
aseguraba
una
fuerte
fijación
en
bloque
de
los
extremos
del
escudo,
más
expuestos
que
los
laterales
a
las
rozaduras,
a
los
golpes
y,
en
definitiva,
al
desgaste.
Sin
embargo,
para
reforzar
aún
más
esta
parte
tan
vulnerable,
se
aplicó
adhesivo
también
sobre
el
cuero
de
los
extremos
curvos
después
de
haber
sido
claveteados
a
la
plancha.
El
siguiente
paso
consistió
en
la
colocación
de
la
manilla
horizontal
de
sujeción.
En
este
caso,
optamos
por
la
utilización
de
una
de
tipo
orgánico,
en
concreto
el
mismo
tipo
de
madera
de
abedul
que
usamos
para
la
estructura
interna,
posibilidad
contemplada
por
diferentes
autores
(BRUNAUX-‐
RAPIN
1988:
15,
QUESADA
1997b:
534).
Elaborada
a
partir
de
la
fijación
mediante
encolado
de
dos
láminas
de
abedul
de
25x4x0’5
cm.,
se
lijaron
11
cm.
centrales
para
obtener
la
ergonomía
necesaria
y
favorecer
la
comodidad
del
futuro
portador.
Página | 9
Fig.
14.-‐
De
izquierda
a
derecha,
representación
original
del
escudo
oval
reconstruido
en
un
vaso
de
Sant
Miquel
de
Llíria
(Lebes
nº
19,
“de
la
danza
guerrera”,
dpto.
41.),
anverso
y
reverso
reconstruidos,
en
las
siguientes.
(Foto
1
F.
Quesada;
Fotos
2
y
3
Ibercalafell)
Página | 10
Conclusiones
Tras
los
trabajos
de
construcción,
se
desarrollaron
una
serie
de
ejercicios
prácticos
cuya
finalidad
era
experimentar
el
comportamiento
dinámico
del
escudo
y
valorar
su
funcionalidad
a
través
del
simulacro
de
movimientos
de
ataque
y
defensa.
Los
resultados
de
estas
experiencias,
registradas
y
anotadas,
y
las
deducciones
derivadas
podemos
describirlas
de
la
siguiente
manera:
Página | 11
las
piernas,
mientras
que
el
propuesto
por
F.
Quesada,
y
nosotros
mismos
permite
una
utilización
dinámica,
defensiva
y
ofensivamente,
durante
mucho
más
tiempo
ya
que
la
manilla
del
escudo
se
encuentra
a
la
altura
de
la
mano
derecha
cuando
el
brazo
se
encuentra
en
su
posición
natural
relajada.
En
el
modelo,
con
o
sin
embrazado,
propuesto
por
F.
Gràcia
trabajan
dedos,
muñeca,
codo
y
hombro;
por
el
contrario
en
nuestra
reconstrucción
sólo
trabajan
dedos
y
antebrazo,
el
hombro
solamente
cuando
se
usa
como
arma
contundente.
De
todas
maneras,
no
se
puede
descartar
completamente
la
posibilidad
de
que
una
abrazadera
orgánica
pudiera
colocarse
en
un
escudo,
aunque
con
la
manilla
horizontal,
no
vertical.
Pero,
insistimos,
no
existe
evidencia
alguna
al
respecto,
exceptuando
el
dudoso
ejemplar
de
Doncaster.
Fig.
19.-‐
Guerrero
del
“Vaso
de
la
danza
guerrera”
de
S.
-‐
El
hecho
de
llevar
embrazado
el
escudo
oval
implica
Miquel
de
Llíria.
Obsérvese
la
posición
alejada
del
cuerpo
que
el
brazo
que
lo
sostiene
se
encuentra
pegado
a
la
pared
del
escudo
oval
para
evitar
la
interna,
totalmente
expuesto
a
las
armas
de
gran
capacidad
de
punta
que
lo
atraviesa.
(Foto
J.
M.
Gallego).
penetración,
como
soliferrea
o
pila,
de
empleo
ampliamente
extendido
ya
en
el
s.
IV
a.
C
(QUESADA
2003:
170).
La
superficie
exterior
de
un
escudo
oval
no
es,
ni
remotamente,
tan
resistente
como
podía
serlo
la
de
un
grueso
Aspis
de
madera
forrado
de
bronce;
y
el
umbo
únicamente
protege
la
mano
del
portador,
el
resto
del
brazo
que
sostiene
la
principal
defensa
del
guerrero
es
vulnerable
(pensemos
en
el
terrible
efecto
de
una
de
éstas
armas
atravesando
al
mismo
tiempo
escudo
y
brazo).
Por
el
contrario,
con
la
manilla
en
posición
horizontal,
solamente
la
mano
queda
próxima
a
la
cara
interna
del
escudo,
y
en
este
caso
se
encuentra
completamente
protegida
por
el
umbo
metálico.
No
obstante,
es
necesario
aclarar
que
para
que
esto
ocurra,
la
posición
del
escudo
debe
ser
relativamente
alejada
del
cuerpo,
con
el
brazo
semi-‐
extendido
hacia
delante
(Fig.
19).
Fig.
20.-‐
Legionarios
romanos
en
una
estela
conservada
en
el
2.-‐
Apostamos
firmemente
por
la
posibilidad
de
que
Landesmuseum,
Mainz,
Alemania.
el
escudo
oval
pudiera
también
usarse
como
arma
Obsérvese
la
posición
horizontal
del
scutum
del
legionario
en
segundo
ofensiva,
desequilibradora
y
aturdidora
(QUESADA
2003:
plano.
(Foto
J.
C.
Coulston)
175)
basándonos
en
algunas
representaciones
escultóricas
en
las
que,
en
apariencia,
aparecen
soldados
romanos
con
el
escudo
en
posición
de
ataque
(Fig.
20);
En
este
sentido,
debemos
señalar
de
nuevo
que
la
sujeción
más
adecuada
es
la
horizontal.
Tras
algunos
ejercicios
de
experimentación,
apreciamos
que
la
sujeción
vertical
implica
que
la
potencia
del
movimiento
de
ataque
puede
quedar
reducida
por
la
posición
del
resto
del
cuerpo;
de
hecho,
incluso
podemos
llegar
a
golpear
nuestra
propia
cara
con
el
canto
superior.
El
golpe
resultante
se
realiza
únicamente
con
la
fuerza
del
brazo
y
antebrazo
que
sostienen
el
escudo,
lo
que
significa
que
la
potencia
del
golpe
sobre
el
adversario
no
supone
un
elemento
desestabilizador
o
aturdidor
importante.
En
cambio,
con
el
sistema
de
sujeción
horizontal,
la
fuerza
se
ejerce
no
sólo
con
el
brazo
si
no
con
todo
el
cuerpo,
siendo
el
Página
|
12
12
Si hacemos un paralelismo con el Aspis griego embrazado, el concepto queda más claro. Cualquiera que haya
embrazado uno de estos pesados escudos sabe que debe usarse con el brazo que lo sostiene pegado al cuerpo y
flexionado, en unos 90°. En este caso, la mano que sujeta la correa (Antilabé), efectivamente se encuentra en posición
vertical. No obstante, cuando intentamos golpear a un adversario con el canto del escudo, debemos estirar el brazo en
dirección al adversario, quedando la mano finalmente en posición horizontal, en la misma que si atacamos con un
Thureos, un Scutum o un Escudo Oval. Un ataque con Aspis de éstas características que no siga esta dinámica se
demuestra como prácticamente inútil.
13
Recomendamos efusivamente uno de los artículos de F. Quesada, a nuestro juicio, fundamental para comprender
las últimas hipótesis que se manejan referentes a la táctica guerrera aplicada por las legiones romanas durante la
República; Quesada, F. (2003): El legionario romano en época de las guerras Púnicas: Formas de combate
individual, táctica de pequeñas unidades en influencias hispanas, en Espacio Tiempo y Forma, Serie II, Historia
Antigua, t. 16, págs. 163- 196.
Página | 13
14
Algunos autores (CONNOLLY 1989: 162, QUESADA 2003: 172) consideran poco probable que se pudiera sujetar
la pequeña manilla de sujeción del escudo oval y otra arma de asta con la misma mano.
15
Aunque en este artículo no pretendemos entrar en el debate acerca de la distancia efectiva de las armas arrojadizas
del tipo pila y soliferrea, discrepamos de la opinión de F. Gràcia, la cual consideramos desmesurada, cuando afirma
“Las armas arrojadizas debían combinar dos elementos principales: escaso peso que permitiera lanzarlas a una
distancia mínima de 35 metros y compensación entre sus materiales para que el impacto hiciera posible que el arma
atravesara el escudo del oponente […]” (GRÀCIA 2003: 213-214). Aunque consideramos que esta afirmación podría
servir para pequeñas jabalinas del tipo asta velitaris, ejercicios de lanzamiento realizados con soliferrea de diferentes
pesos (entre 0’8 y 1’2 kg.) no sobrepasan nunca los 15-16 metros de distancia, siendo mucho más certeros y efectivos
entre los 6 y los 12 metros aproximadamente. Pensamos que esta distancia, de inminente contacto entre frentes, es
además óptima para su uso, puesto que a la vez que se inutilizan las defensas del enemigo, se le impide detenerse a
conseguir otra por lo que, inevitablemente, se le obliga a luchar sin su defensa más importante. En cambio,
coincidimos plenamente con la afirmación de R. Treviño cuando dice: “The soliferreum […] was probably a very
effective weapon, especially at short range, where its great weight concentrated in the small head permitted it to
punch through shield and cuirass and into the body of the victim.” (trad.: “El soliferreum […] fue probablemente un
arma muy efectiva, especialmente a corta distancia, cuando su gran peso concentrado en una punta pequeña le
permitía atravesar escudo y coraza y hasta el cuerpo de la víctima.”) (TREVIÑO 2000, pág. 133). F. Quesada hace
suya esta afirmación de R. Treviño y afirma que el soliferreum “[…] no debió ser arrojado a distancias mayores de
25 m.” (QUESADA 1997a: 324), la cual reafirmamos, con los anteriores matices.
16
Creemos que las armas arrojadizas como los soliferrea ibéricos o los pila romanos responden a una función
primaria más próxima a desposeer al enemigo de su principal defensa activa a nivel individual que a herirle (como
ejemplo, César, De Bello Gallico, I, 25: “Los soldados (legionarios), lanzando sus venablos (en este caso pila) desde
lo alto, rompieron con facilidad la falange de los enemigos. Una vez desbaratada, se lanzaron contra ellos con las
espadas desenvainadas. Los galos encontraban muchas dificultades para combatir porque un solo golpe de venablo
traspasaba y trababa varios de sus escudos y, al doblarse el hierro, ni podían arrancarlo ni tampoco luchar con
comodidad, ya que tenían ocupada la mano izquierda, hasta el punto de que muchos, después de estar sacudiendo
largo rato el brazo, preferían soltar el escudo de su mano y luchar a cuerpo descubierto”. Una vez clavadas en un
escudo, lo hacen inútil para el uso con lo que se obliga al adversario a arrojarlo (QUESADA 1997a: 324). Sin él, un
hombre se encuentra en serios problemas en un tipo de combate como éste; pero además, la concentración de éstas
armas contra un sector de la formación enemiga, aparte de los heridos que pueda provocar, inutiliza las defensas de
un grupo de hombres, y puede arrastrarles hacia un verdadero desastre a ellos y a su formación, ya que los hace más
vulnerables contra nuevos ataques.
Página | 14
17
Sobre el debate acerca de la existencia y utilidad del Othismos en el mundo griego clásico a partir de la
experimentación ver A. Pittman: “With your shield or on it”: combat applications of the greek hoplite spear and
shield; en Barry Molloy (ed.) The Cutting Edge, studies in ancient and medieval combat, Tempus Publishing,
Gloucestershire, 2007. Aunque no somos partidarios de pensar que el Othismos fuese empleado por sistema,
pensamos que, efectivamente, fue un recurso en determinadas ocasiones en las que era fundamental separar la línea
enemiga, como ocurrió en Marathon o Cannae. De hecho, la formación en cuña, puede constituir una excelente
táctica para dividir la línea enemiga, mediante la combinación de ataques de arma corta y presión física directa.
Página | 15
gracias
a
la
curvatura
de
su
sección,
bastaría
con
desplazar
ligeramente
el
escudo
hacia
la
izquierda
desde
el
eje
central,
sin
necesidad
de
abrir
un
hueco
en
nuestra
defensa.
No
obstante,
en
el
caso
de
tener
que
girar
todo
el
escudo,
la
curvatura
de
los
laterales
garantiza
una
mínima
protección
del
frontal
de
su
propietario.
De
hecho,
en
la
“primera
posición”,
inmóvil,
el
escudo
de
sección
curva
ya
cubre
una
parte
de
ambos
flancos
del
portador.
También
es
necesario
destacar
que
los
golpes
punzantes
lanzados
frontalmente
contra
un
escudo
oval
de
sección
plana
tienen
más
probabilidades
de
quedar
trabados
puesto
que
la
oposición
no
es
esquiva.
En
cambio,
en
el
caso
de
un
escudo
de
sección
curva,
el
mismo
tipo
de
ataque
tiende
a
resbalar
por
sus
paredes
convexas
y,
si
el
defensor
está
bien
adiestrado
y
sabe
aprovechar
la
inercia
del
atacante,
puede
llegar
a
abrir
un
hueco
en
la
guardia
del
atacante
o
incluso
precipitarle
desequilibrado
hacia
delante,
dejándole
en
una
posición
totalmente
vulnerable.
Pensamos
que
se
trataría
de
un
valor
añadido,
resultado
de
su
diseño.
En
esencia,
la
principal
ventaja
del
modelo
de
sección
curva
sobre
el
modelo
de
sección
plana
reside
fundamentalmente
en
la
posibilidad
de
cubrir
a
priori
un
mayor
espacio
con
un
mínimo
esfuerzo,
como
ya
cita
Polibio.
Es
mucho
más
fácil
proteger
los
flancos
con
este
tipo
de
defensa,
puesto
que,
como
ya
hemos
dicho,
con
un
leve
giro
de
la
mano
que
lo
sostiene
se
garantiza
la
cobertura
de
los
flancos.
En
cambio,
un
escudo
plano
obliga
a
mover
todo
el
brazo
que
lo
sostiene
para
protegerlos.
Si
además
tenemos
en
cuenta
el
ahorro
de
energía
que
puede
suponer
mover
un
escudo
oval
envolvente
respecto
a
uno
plano,
tendremos
como
resultado
una
notable
ventaja.
A
pesar
de
que
“a
priori”
pueda
parecer
poco
importante,
en
realidad
estamos
hablando
de
una
innovación
táctica
que
los
romanos
supieron
aplicar
y
desarrollar
decisivamente
a
partir
de
su
dilatada
experiencia
bélica
y
que,
sin
duda,
les
otorgó
una
ventaja
adicional
sobre
sus
rivales.
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