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¿Cuántas veces, cuando te has puesto a estudiar o a leer un libro, tu mente ha sido

incapaz de concentrarse, dispersándose con pensamientos o estímulos que nada


tenían que ver con el tema que querías aprender?

Como te conté anteriormente, nuestra atención está continuamente cambiando


el foco, a lo que llamábamos alternancia de la atención. Esto sucede porque
nuestra capacidad de atención está continuamente preparada para percibir
cambios en el entorno – detectar peligros o posibles recompensas- lo que permite
a nuestro cerebro realizar su principal función que es garantizar nuestra
supervivencia.
La memoria es la base del aprendizaje y sabemos que “sin atención no hay
memoria”, pero ¿cómo podemos mantener la atención focalizada en un tema
cuando estamos continuamente “bombardeados” por millones de estímulos tanto
desde nuestro entorno como desde nuestro mundo interior?
¡ Es aquí es donde entra en juego la motivación!
La motivación, como DBA -dispositivo básico del aprendizaje-, desempeña un
papel imprescindible en los otros dos DBA -atención y memoria-. Durante el
proceso cerebral de lo que llamamos motivación o circuito motivacional se genera
un neurotransmisor llamado dopamina, este neurotransmisor tiene una
importancia fundamental tanto para mantener el foco de atención sostenido en
el tiempo como para fijar los aprendizajes y conocimientos en nuestra memoria a
largo plazo. Sin embargo es curioso que en la escuela y en la mayoría de los
programas de estudio tradicionales no se le dé la importancia que debe tener, aún
hoy seguimos oyendo aquello de que “la letra con sangre entra”, utilizando
únicamente la repetición y el esfuerzo como factores de potenciación del
aprendizaje pero dejando a un lado, o dándole muy poco importancia, a un factor
muchísimo más potente que es la motivación.
“La motivación no es la responsable de captar nuestra atención sino de
mantenerla sostenida en el tiempo”
Etimológicamente la palabra motivación significa “motivo para la acción” y a
nivel cerebral se refleja en la percepción de un estímulo que es interpretado por
nuestro primer filtro, el sistema activador reticular ascendente (SARA), como
algo de interés para nuestra supervivencia.

Una vez que el SARA ha permitido pasar la información –recuerda que filtra
aproximadamente el 95% de los estímulos percibidos porque los considera
intrascendentes para nuestra supervivencia-, el estímulo recorre su camino a
través de las llamadas vías dopaminérgicas que comienzan en el área
tegmental ventral y el sistema amigdalino donde es nuevamente evaluado por
las llamada fuerzas placer-dolor, donde si es identificado como posible fuente de
dolor -peligroso para nuestra supervivencia- el estímulo es rechazado
automáticamente y guardado en nuestro banco de memoria amigdalino para no
repetir acciones que nos puedan enfrentar a estímulos similares, mientras que,
en el caso de que nuestro sistema amigdalino lo interprete como una posible
recompensa o fuente de placer, la información seguirá su camino hasta el
principal núcleo cerebral liberador de dopamina, el núcleo accumbens.
Aquí, creo que es interesante parar para explicarte qué es la dopamina. La
dopamina es un neurotransmisor que se almacena en las terminales nerviosas de
la neurona, hasta que un impulso nervioso hace que sea liberada y captada por
los receptores de dopamina de otra neurona. Controla los sistemas encargados de
activar los centros responsables de la actividad motora y los centros del placer.
Funciona como una zanahoria que nos anima a sortear obstáculos en busca de
una recompensa. Es un excelente potenciador de la atención y la memoria,
fijando los conocimientos, y por tanto, desarrolla un papel preponderante en el
aprendizaje. Se le conoce popularmente como el neurotransmisor del placer y de
la felicidad, sin embargo para ser más exactos deberíamos referirnos a él, como
el neurotransmisor de la anticipación del placer ya que es el responsable de
crearnos esa tensión que sientes antes de un acontecimiento importante o de
conseguir una recompensa.

De esta forma la información que lleva el estímulo se “empapa” de dopamina, lo


que genera la producción de otros neurotransmisores, como la noradrenalina
y la adrenalina, que incrementan la tensión y nos mueven a la acción desde
nuestras áreas motoras para conseguir la recompensa.
Todo este proceso neurobiológico hace, que cuando la información llegue a
nuestros lóbulos frontales, para ser analizada de forma racional, nuestro cerebro
esté impregnado de estos neurotransmisores y por lo tanto actúen como un
“combustible” que mantendrá nuestra atención sostenida y hará que no sintamos
esa sensación de esfuerzo que, debido al alto consumo de energía que requiere,
sentimos cuando analizamos racionalmente una información que no
consideramos útil para conseguir una recompensa, y todo esto permitirá
guardarla en nuestra memoria a largo plazo sin esfuerzo y fácilmente, alterando
incluso nuestra percepción del tiempo, haciendo que las horas parezcan minutos
y los minutos segundos.

“Cuando nuestro sistema amigdalino evalúa un estímulo como peligroso, lo


guarda en nuestra memoria a largo plazo con el fin de no repetir acciones que
nos enfrenten a estímulos o situaciones similares que nos puedan producir
dolor, por el contrario, si nuestro sistema amigdalino lo evalúa como una
posible recompensa, lo guardará en nuestra memoria a largo plazo para
poder repetir acciones que nos conduzcan a estímulos similares y así obtener
recompensas que nos puedan producir placer”
Esta liberación de dopamina, por otro
lado, “contamina” de alguna manera la información para que cuando sea
analizada racionalmente, lo hagamos con ilusión, lo que provoca que en muchos
casos solo veamos cosas positivas en ella. Es lo que nos pasa, por ejemplo, cuando
nos enamoramos. Durante el proceso del enamoramiento se generan grandes
cantidades de dopamina y eso hace que veamos en la persona de que nos
enamoramos sólo cosas positivas e ignoremos sus defectos. Solamente cuando
bajan esos niveles de dopamina empezamos a ver la realidad tal como es.
Finalmente, cuando obtenemos la recompensa, ya sea, que se trate de haber
aprendido algo nuevo, conseguido un objetivo o satisfecho una necesidad se
obtiene una agradable sensación de relajación producida por otro
neurotransmisor llamado serotonina. La serotonina produce un estado mental
de relajación en el que la calma y la serenidad predominan y favorece a la razón
sobre la emoción. Los niveles altos de serotonina producen calma, paciencia,
serenidad, control de uno mismo, adaptabilidad y un humor estable.
Y así se completa el proceso cerebral de la motivación que la psicología clásica ya
viene estudiando ampliamente desde hace mucho tiempo y que refleja de la
siguiente manera:

1. Se crea una tensión por la aparición de un deseo para la satisfacción de una


necesidad –neurobiológicamente se genera dopamina–
2. Esa tensión nos mueve a la acción para obtener la recompensa que satisfaga
esa necesidad –neurobiológicamente se genera adrenalina y noradrenalina–
3. Se obtiene la recompensa y se satisface la necesidad –neurobiológicamente se
genera serotonina–
Para que puedas recordar el proceso más fácilmente puedes utilizar el
acrónimo DAS, que algunos autores utilizan como mnemotecnia para definir el
proceso:
Deseo Dopamina
Acción Adrenalina
Satisfacción Serotonina
De todo esto se desprende que la motivación en sí es un proceso interno de las
personas, no obstante existen factores externos motivacionales que podemos
utilizar para generar ilusión y encender ese motor interno que despierta la
curiosidad y pone marcha el proceso interno de la motivación.
Hay una frase del escritor y filósofo alemán Johann von Goethe que me gustaría
compartir contigo, y que resume nuestro papel en la motivación de los demás:

“Trata a un hombre como lo que es, y seguirá siendo lo que es


trata a un hombre como lo que puede llegar a ser,
y se convertirá en lo que puede llegar a ser”
Si esta información te ha motivado y quieres saber más, te invito a ver las
siguientes conferencias del Dr. Mario Vesftrid: “Neurobiología de la motivación”
y del Dr. Sergio Mora: “La adicción a las drogas, un aprendizaje patológico”, esta
última habla de cómo las adicciones utilizan el mismo circuito de la motivación y
te ayudará a comprender muy bien este proceso cerebral:

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