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p=1825

La arqueología como ciencia o como


ficción: Arthur Posnansky en Tiahuanaco

Artículo publicado en la revista Todo es Historia, no. 309, pp. 32-49, Buenos Aires, abril de
1993 y con el título “Arthur Posnansky y la arqueología boliviana: una bio-bibliografía”,
en Beitrage zür Allgemeinen und Vergleichenden Archaologie, tomo 16, páginas 335 a 358,
Mainz, 1996. También ha sido publicada en el blog “Misterios del tiempo”, cuya dirección URL
es http://misterios1.tripod.com/tihuanaco1.htm

La desmesurada vida de Arthur (Arturo) Posnansky comenzó en Viena en 1873 y se apagó en


La Paza en 1946. Su nombre está unido a Tiahuanaco (Tiwanaku), a cuyo estudio consagró
cuarenta y dos años, parte de su fortuna y la mayoría de sus ciento setenta publicaciones.
Elaboró una teoría completa de la historia humana. Arrollador, tozudo y absoluto, cruzó
espadas con académicos que cuestionaban su amateurismo. Su vida fue una permanente
aventura: capitán de barco, combatiente en el Amazonas, cauchero, cartógrafo, etnólogo,
náufrago y sobreviviente. Su apetito intelectual no reconocía límites. Idolatrado y odiado,
acumuló grandes hallazgos, pero también grandes errores que jamás rectificó.

Si en la historia de la arqueología en Sudamérica tuviésemos que hacer una encuesta acerca


de cual es el personaje más conocido y difundido en todos los niveles sociales, casi habría
consenso de que es Arthur Posnansky. Su trabajo está indisolublemente ligado a las ruinas de
Tiahuanaco en Bolivia y a las innumerables hipótesis seudo científicas sobre ese sitio. Desde
sus primeros libros publicados en 1904, hasta la difusión comercial masiva de Erich von
Daniken en la década de 1970, son por cierto miles las publicaciones que han discutido, a favor
o en contra, sus ideas. La arqueología académica, por otra parte, siempre lo signó como «el
enemigo», ejemplo perfecto de un amateur al que había que olvidar, desconocer y achacarle el
poco avance que la ciencia tuvo en Bolivia por medio siglo. Ambas posturas hacen necesario
revisar con detenimiento la vida y la obra de este pionero desde una perspectiva más amplia,
tratando de entender toda su vida, su multifacética obra la arqueología es sólo una parte de
ella-, incluyéndolo en una perspectiva histórica que tome en cuenta las condiciones de la
ciencia en la región a principios de siglo. Vale la pena registrar que Posnansky publicó por lo
menos 170 trabajos o versiones o reediciones de su obra, y que ninguna de las varias
bibliografías que sobre él existen está más o menos completa, incluso sus biógrafos cayeron
en la apologética o en lo melodramático, disfrazando aún más su personalidad. El mismo,
poseedor de una imaginación exaltada y una personalidad peculiar, nunca se citó bien a si
mismo, hizo listas de publicaciones con errores, agregados, cambios constantes, dio por
publicadas cosas que no existían (y borró otras que sí lo estaban) y llevó meses de trabajo
organizar este material en el Iberoamerikanisches Institut de Berlín. Pero este articulo tiene
también un objetivo que va un poco más allá de la mera revisión del pasado: es un intento de
comprender una mentalidad particular, la forma de pensar y entender la vida misma de este
hombre inusitado. ¿Por qué sus ideas calaron tan hondo en el pensamiento popular? ¿Por qué,
durante muchísimos años, fue una figura deificada e idolatrada? ¿Por qué, para combatirlo, fue
necesario el trabajo conjunto de muchos de los grandes arqueólogos de todo el mundo? Y
también están las otras preguntas: ¿cómo fue posible que un hombre, individualmente,
construyera una teoría completa de la historia humana, que intentara armar el rompecabezas
racial, cronológico, cultural de la América prehispánica? ¿Y que esas ideas fueran asumidas,
aceptadas y llevadas adelante por tanta gente? Iremos viendo de a poco qué fue realmente lo
que sucedió y trataremos de entender a este peculiar personaje, sus escritos y su obra. La
historia de este austríaco de familia polaca y formación germánica se inserta en la de muchos
europeos emigrados a América latina que como él, llegaron sin un rumbo prefijado,
encontrándose con un mundo totalmente diferente al que podían haber imaginado. Allí
comenzó la Gran Aventura que fue la vida de Posnansky. Porque don Arturo, como se lo llamó
más tarde, fue el prototipo del siglo pasado: militar, capitán de barco, cauchero en el
Amazonas, millonario en dos años. Ingeniero cartógrafo, etnólogo, viajero empedernido,
arqueólogo por afición, observador minucioso de grupos indígenas, antropólogo físico. Su vida
fue una aventura que duró hasta su muerte. Vivió como un aventurero en el mayor sentido de
la palabra: y cuando ya había hecho largos viajes, grandes fortunas, una guerra propia en que
fue herido, náufrago y sobreviviente, luego de haber levantado planos en la zona más cerrada
del Amazonas y convivido con los grupos indígenas aún aislados en la selva, es decir a los 30
años, inició su máxima aspiración, una tarea que nadie como él podía soslayar: la de la historia
americana. Tiahuanaco lo cautivó incluso antes de conocerlo, ya que siendo un ingeniero naval
(con rango de teniente) en la Marina del Real Imperio Austro- Húngaro, a los 19 años, escribió
un corto estudio sobre las relaciones entre la arquitectura de la isla de Pascua y Tiahuanaco.
¡Y aún no se había movido del puerto militar de Pula! Pudo, aunque nosotros sepamos que
estaba equivocado, construir ladrillo tras ladrillo una historia del poblamiento de América, de
sus pueblos, sus razas y de la superioridad de unas sobre otras, darle fecha a cada evento, a
cada edificio, explicar su significado, entender su lenguaje y traducirlo: no fue sencillo. Y
escribió cientos de libros y artículos, los que llevó por el mundo entero, discutió en congresos
internacionales, creó y organizó instituciones culturales para difundir lo que vino a llamarse «su
credo». Era dogmático y absoluto: se estaba con él o contra él: no había otras opciones. Así,
su obra y sus ideas trascendieron las fronteras e hicieron conocer en el mundo a Bolivia y sus
ruinas: Tiahuanaco pasó a ser el centro de las polémicas en todo el mundo, y aún lo sigue
siendo. Y aunque le tocó vivir en los años en que muchos exploradores y arqueólogos
estuvieron en el sitio, y escribieron buenos y malos libros, Posnansky fue impermeable a todo.
Nunca citó a nadie que no fuese a él mismo. como no fuera en apoyo de sus propias ideas.
Sus hipótesis eran establecidas desde el inicio como verdades definitivas: nunca dudó, nunca
volvió para atrás, nunca rectificó nada. Hizo algunas correcciones pero siempre de forma,
nunca de fondo. Sus descubrimientos no podían ser mancillados por otros, él había descubierto
la verdad y era propia. Como todo buen explorador quería derechos absolutos sobre sus
descubrimientos.

Explorador aventurero militar y geógrafo (1879-1903)

Es muy poco lo que se sabe acerca de la formación temprana de Posnansky. Nació en Viena,
Austria, el 12 de abril de 1873: estudió en la Academia Imperial y Real de Pola (actual Pula,
Yugoslavia), donde se graduó como ingeniero naval, y de inmediato pasó a desempeñarse
como capitán teniente en la armada austro-húngara. Debemos recordar que la antigua Pola era
una ciudad muy peculiar, limítrofe entre Europa oriental y occidental, con una gran
interculturalidad, estaba cerca del puerto de Trieste y su gran movimiento marítimo. La ciudad,
por los cambios políticos y territoriales, perteneció a Austria, a Italia, a Hungría y a Yugoslavia
en diferentes oportunidades . La primera información que tenemos acerca de los intereses
poco habituales de un marino-ingeniero lo muestra su trabajo de graduación, escrito en la
misma ciudad de Pola en 1895 bajo el titulo de DieOsterinseí und ihre praehistorichen
Monumente. Allí desarrolló ya la relación entre la escultura de la isla de Pascua y las grandes
piedras de Tiahuanaco. Sin saberlo estaba predestinando su futuro, si es que eso es posible. El
paso siguiente fue su llegada al Amazonas en 1897, coincidente con la fiebre del caucho por la
que muchos centroeuropeos fueron arrastrados. Llegó a Manaos, que en esos años crecía
vertiginosamente en medio de la selva, a medida que el oro pasaba de mano en mano con
mayor velocidad. Posnansky había adquirido un barco, para esa época llamado Anni, de
dieciocho metros de eslora. Con él comenzó a comprar caucho en la zona del Acre boliviano,
para transportarlo a Manaos.

Gracias a esa lancha de gran capacidad y a la escasez de otros transportes, rápidamente se


hizo de una fortuna. El barco había sido fabricado en Hamburgo y llegaría formar parte de la
historia boliviana. Sus intereses culturales eran tan fuertes como su afán de aventuras, y
paralelamente a su trabajo rutinario comenzó a levantar el plano del río Acre, que fue dibujando
entre 1897 y 1900 en siete planchas y en escala 1:20.000, y debió de ser de gran utilidad en su
época para la apertura de esa selva casi impenetrable y desconocida. Pero sus intereses iban
aún más lejos y recolectó datos etnológicos de los indígenas todavía poco transculturados de la
región. Existe un libro que no hemos podido consultar nunca, al parecer publicado por el autor
en edición limitada en Para en 1898, bajo el titulo de Os indios Paumans e Ipurinás no río
Purús, seus costumbres etnológicas. Pero en 1899 su vida cambió al comenzar la guerra oculta
entre Brasil y Bolivia por las tierras de la zona del Acre. La creciente población brasileña en
esas tierras bolivianas, abandonadas por la autoridad política y militar de ese país, fueron
rápidamente presa de los intereses transnacionales (3). El Acre era sólo una parte del área
gomera más importante del mundo y las luchas sordas por su control entre las grandes
potencias ya han sido bien estudiadas (4). Posnansky se comprometió con Bolivia y, de
acuerdo con el cónsul, cargó su barco con armas, municiones y medicamentos y se los llevó al
aislado comisionado boliviano. Su gesto fue bien correspondido y así, con su rebautizado
barco Iris, comenzó su vida de marino de guerra. Nunca pidió el pago de lo entregado y se
dedicó al transporte de tropas en la región. Allí nació la marina de guerra de Bolivia.

Esta etapa aventurera ha sido contada por él mismo con lujo de detalles e ilustrada con
fotografías únicas en su notable libro llamado Campaña del Acre, la lancha iris, aventuras y
peregrinaciones, publicado en 1904 en La Paz. Fue capturado, casi asesinado, sufrió heridas,
relevó regiones desconocidas y posiblemente realizó su juvenil sueño de aventuras. En 1902,
tras la firma de la paz por la cual Bolivia perdió la región completa, Posnansky regresó a
Hamburgo para reparar su nave que había sido hundida y tenia infinidad de agujeros de bala y
a colocarle un cañón y ametralladoras. Continuó, a su regreso, con sus aventuras en la zona,
su barco fue capturado por Brasil y debió huir en un navío alemán. En 1903 regresó a Alemania
mientras el gobierno de Bolivia vendía su único barco armado, el Iris, a Brasil. Posnansky
regresó indignado dispuesto a reclamar el pago de su lancha. Allí comenzó una larga lucha con
el gobierno y Posnansky publicó su libro contando la historia de lo sucedido. Finalmente el
gobierno le pagó una indemnización y Posnansky decidió quedarse en La Paz, donde se
instaló a vivir en 1904. Ahora era considerado «héroe de guerra», y más tarde fue bautizado
«Benemérito de la Patria». Sus fotos lo muestran siempre con galones militares, una espada en
una mano y el sextante en la otra. A los 31 años culminaba triunfalmente una etapa de su vida
y comenzaba otra muy diferente: la de la arqueología en Tiahuanaco. El primer trabajo que
publicó en ese ano critico fue una mezcla curiosa de sus intereses: viaje, exploración,
arqueología y náutica, con el nombre de Un viaje en el lago Titicaca a bordo de la L. N. Carmen
(álbum descriptivo), donde con buenas fotos muestra el lago en esos años tempranos del siglo.
A esos mismos lugares volverla año tras año para hacer sus observaciones y muy discutidos
estudios. Serian cuarenta y dos años de su vida dedicados al lago y sus alrededores. El círculo
se cerraba alrededor de Tiahuanaco.

Bolivia y Tiahuanaco: la construcción de una teoría eterna

Al instalarse en La Paz, Posnansky inició de inmediato visitas sistemáticas a las ruinas del
lago. Tiahuanaco lo asombraba no sólo como aventurero sino también como ingeniero: ¿de
dónde hablan traído esas enormes, monumentales piedras, que pesaban toneladas?: ¿cómo
las tallaron, en qué transporte las movieron, quiénes lo hicieron y cuándo? Eran grandes
preguntas que la ciencia hasta ese momento no había podido contestar; era un desafío
mayúsculo que si lo vemos desde una personalidad como la de él, resultaba indeclinable. Y de
allí surgió su primer artículo tituladoPetrografía de Tiahuanaco donde planteó varias de sus
hipótesis iniciales. Básicamente pensaba que la única forma en que pudieron haber trabajado
la piedra era con grandes moldes en los que se vertiera lava natural, identificó sus materiales y
describió el conjunto. Este primer trabajo de 1904 recibió una furiosa critica por parte de Max
Uhle, ya un prestigioso americanista, que lo acusaba de ¡plagio! En realidad comenzó una
larga lucha entre ellos que llegaría hasta la muerte de Posnansky y que representa bien el
habitual enfrentamiento entre el mundo académico internacional y losamateurs. Uhle acusaba
al autor de haber usado su propia identificación de los materiales y le reprochaba la falta de
citas adecuadas, falta de rigor, no de plagio realmente. Es verdad que Posnansky nunca hizo
una cita ni dio un crédito adecuadamente: siempre lo hizo de memoria, habitualmente mal o
con datos erróneos. Nunca citó a los investigadores anteriores, que como Uhle había publicado
una obra monumental junto con Alfonso Stübel sobre Tiahuanaco. Y cuando los citó fue
únicamente para destacar sus errores o establecer que sólo habían estado en el sitio pocos
días. Quedaba claro que con él se iniciaba una nueva época en la arqueología de la región: el
se consideraba un verdadero científico que permanecía largas temporadas observando cada
detalle. Y eso fue lo que hizo, ya que al parecer la nota de Uhle le dolió más de lo que
aparentemente demostró, obligándolo a hacer profundos estudios antes de volver a publicar.

Demoró casi cuatro años en retomar a la palestra. Entre 1908 en que presentó un nuevo
articulo en Santiago de Chile, y 1911 cuando viajó a Alemania para graduarse (supuestamente)
de antropólogo, publicó una serie de trabajos y desarrolló una actividad inusitada en el medio,
más aún para un extranjero, lo que le permitió llegar a ser secretario de la Sociedad
Geográfica, única institución nacional que se preocupaba por esos temas. Es imposible a partir
de aquí citar cada publicación del autor, pero en 1910 se editaron tres libros, un álbum de fotos,
siete artículos, y de uno de estos últimos hubo al menos cuatro ediciones seguidas.
Acostumbraba a reeditar sus trabajos una y otra vez: normalmente hacia una primera edición
en una revista y luego repetía el mismo texto con tapa especial en forma de pequeño libro, lo
que hace a veces difícil contabilizar sus trabajos. Muchos de ellos fueron editados en pequeño
formato y a muy bajo costo, todo lo pagaba él mismo y son ya inhallables. Y para peor, él
mismo se citaba mal, haciendo que sus propios biógrafos cometieran errores incontables. Pero
Posnansky pudo conformar su gran teoría con sus libros tituladosTihuanacu e islas del Sol y de
la Luna (Titicaca y Koati), breves descripciones y notas, que estaba acompañado por un álbum
de excelentes fotografías y su Tihuanacu y la civilización prehistórica en el altiplano andino y
otros textos con títulos similares. La idea central era que la historia de las ruinas estaba unida a
una serie de fenómenos o cataclismos geológicos de gran magnitud, que tuvieron lugar en
épocas relativamente recientes. Estos explican las causas del poblamiento y despoblamiento
del lugar. La historia era, más o menos, como sigue: una población autóctona americana, una
región de clima semitropical más baja y con excelentes condiciones para la vida, un enorme
lago con un nivel mayor que el actual y que cubría así gran parte del altiplano llegando hasta
los limites de la ciudad que él rebautizó Tihuanacu.

En sus primeros trabajos veía una secuencia de dos épocas interrumpidas por una inundación,
siendo la más antigua la más simple y en cuyo transcurso el indio inculto sólo había hecho lo
más burdo de las obras. Luego fue definiendo la existencia de otros periodos y ya en 1910
definió cinco etapas: la primigenia del indio autóctono, una segunda con un invasor más
inteligente y la otra raza superior, una tercera que llamó «de la piedra polígona o engastada»,
una cuarta de «pircas y adobes» y la Inca o final. Los Incas a su criterio habían usurpado una
arquitectura que no les pertenecía, anterior, a la que simplemente le agregaron muros burdos
en la parte superior. Desde el punto de vista geológico definió que el altiplano había estado en
las primeras etapas a una altura mucho menor, lo que permitía un clima y condiciones de vida
mejores: la cordillera aún no había emergido y el lago tenía casi cuarenta metros más de alto.
Describió en sus trabajos cada edificio, tomó buenas fotos y levantó un plano topográfico, el
primero hecho con instrumental óptico. Tomó medidas, comparó sus resultados, visitó cada
rincón del lugar y de los otros cercanos a él. Su plano de 1904 todavía es utilizado pese a las
enormes diferencias de criterio que hoy prevalecen sobre el lugar. Para comprobar su teoría
hizo análisis químicos del agua del Titicaca. Recogió fósiles que envió a museos de todo el
mundo, incluyendo una balsa de totora que mandó al Museo de Berlín. Es decir, aplicó todos
sus conocimientos técnicos para entender lo que tenia en sus manos, replanteó sus exóticas
ideas anteriores y llegó a la conclusión de que las balsas sí podían haber transportado los
grandes bloques de piedra por el lago, dejando de lado su idea anterior de los moldes de lava.
Un resumen de todo esto se publicó bajo el titulo de E1 clima del altiplano y la extensión de!
lago Titicaca con relación a Tihuanacu en épocas prehistóricas, de ese mismo año.

Pero faltaba lo más importante: darle un marco cronológico a esta secuencia de eventos. Para
ello tuvo otra idea que con los años llegaría a ser tal vez la más polémica de todas: el
Kalasasaya, el edificio más importante del sitio, tenía para él un ligero error en su orientación a
los puntos cardinales, lo cual no podía ser atribuido a una simple equivocación. Los
tiahuanacotas, según él, no cometían errores dados sus elevados conocimientos y era más
probable que tal cosa se debiera a cambios en la eclíptica y no a problemas técnicos o de
cualquier otro tipo. Un estudio minucioso y cálculos trigonométricos complicados le permitieron
encontrar el punto de intersección de la orientación del edificio con la curva del cambio de la
eclíptica a través del tiempo. La intersección entre ambas le daba la fecha exacta de
construcción: unos 10.000 años atrás. El resultado de esta construcción teórica, monumental
pero con pies de barro, mostraba así un aspecto inusitado del problema: la existencia de dos
grupos humanos, dos razas diferentes, los Collas y los Arawakos, con sus dos cultos, sus dos
niveles de inteligencia, sus costumbres y sus técnicas. Unos autóctonos, más simples,
«nacidos para ser dominados», los otros más inteligentes y que llevarían adelante la gran obra
inmortal. Las dos primeras épocas representan el predominio de estos pueblos que, incluso
hoy, viven en la región, y sobre los cuales escribiría docenas de estudios tratando de probar
sus ideas. Así comenzó a mezclar razas con doblamiento, lenguas con inteligencia, habitantes
actuales con antiguos. Esto fue justamente lo que, medio siglo más tarde, más atacaron sus
adversarios. Pero lo que importa es mostrar que para 1911 sus teorías «cerraban», estaban
completas y armadas. Posnansky hasta se permitió atacar duramente al conocido y prestigioso
geógrafo Lorenzo Sundt que acababa de publicar un estudio sobre el lago Titicaca. Posnansky
lo agredió en forma tremenda, con ese carácter imposible que tenia, aunque Sundt no estaba
tan lejos de algunas de las ideas de su contrincante. Lo que éste no aceptaba, y tenía razón,
era la extrema modernidad que le daba Posnansky a la elevación de la cordillera: tan pocos
años que resultaba posterior a la construcción de Tiahuanaco. Sundt le contestó rápidamente,
lo que provocó una nueva nota crítica de Posnansky donde insiste con sus ideas las que
considera “ya demostradas”. Esta actitud de no considerar ninguna idea alternativa, por
insignificante que fuera, caracterizó toda su vida: concebía las ideas como monolitos intocables
y las hipótesis como hechos demostrados. Y cuando cambiaba de idea, cosa que a veces
hacía, por cierto, era porque él mismo descubría el error. Coraje no le faltaba. El final de este
período inicial se cerró con dos libros publicados en 1912, coincidentes con su salida del país:
la famosa Guía general ilustrada para la investigación de los monumentos prehistóricos de
Tihuanacu e islas del Sol y de la Luna; breves apuntes sobre las chulpas Urus y escritura
antigua de los aborígenes del Altiplano andino, seguido de su Signo escalonado, editado en
Londres en el Congreso de Americanistas de ese mismo año.

Con esto se cerraba un ciclo en su obra; pero quedaba ciertamente un aspecto que hay que
tener en cuenta más allá de sus ideas, la capacidad de trabajo y la variedad de recursos con
que contaba: las fotografías son excelentes; las del Álbum son de tanta calidad como las que
poco antes tomara Teobert Maler en Guatemala y México. Gran calidad tienen sus
levantamientos topográficos, minuciosas observaciones trigonométricas, astronómicas y
geológicas. Se preocupó por indicar la forma como los bloques pudieron ser movidos, la
manera en que se hizo y con qué tipo de palancas, la diferencias en las herramientas para
tallar los tipos diversos de piedras y levantó planos hasta de pequeños detalles. Por supuesto
todo estaba teñido de su propia visión y cuando los datos no alcanzaban recurría a la fantasía:
lo que era inamovible era la estructura básica, el esquema cronológico secuencial, las razas
responsables y la contemporaneidad de los cataclismos geológicos con el hombre. Para 1912
ya había llegado a la conclusión de que Tiahuanaco era el punto inicial de la alta cultura
americana, que de allí se dispersó hacia todo el continente y que los constructores del lugar
dejaron en la piedra sus mitos, sus conocimientos y sus “ideografías” o signos que permitían
comprender su pensamiento. Era “casi” un sistema de escritura altamente simbólico.

Este original austriaco, llegado en los finales de 1903 a La Paz, conduciendo el primer
automóvil que viera Bolivia, e inició el año siguiente dándose a conocer en la sociedad de la
ciudad con su libro sobre la lancha Iris. Acostumbraba pasear su elegancia germánica y su
rubia cabellera con el uniforme blanco de Benemérito de la Patria, involucrándose con un
mundo que, seguramente para él, era sólo una aventura más. Pero ésta era la definitiva, la más
grande de su vida. Creo que es posible decir que la edificación de su teoría sobre Tiahuanaco y
el hecho de haber dedicado cuarenta años a defenderla, fue su más importante gesta. Nunca lo
entendieron así ni Max Uhle, ni Eduard Seler, ni Lorenzo Sundt, ni José Imbelloni, sus más
grandes polemistas. Estos eminentes opositores peleaban desde trincheras diferentes, desde
el mundo académico, desde el lugar donde se cometen errores, se los rectifica con ganas o no,
se citan los aportes de otros, se discute con cierto nivel, con más o menos libertad o posiciones
de poder, pero en donde la polémica es parte del trabajo cotidiano.

Doctorado en antropología en Berlín: Apoteosis polémica (1911-1914)

La vida de Posnansky siempre estuvo estrechamente unida con Alemania, no sólo por el
idioma sino por fuertes afinidades culturales. Posnansky había nacido en Viena, en ese
entonces capital del Imperio Austro-Húngaro, y su padre Charles había viajado a México como
miembro del ejército invasor de Maximiliano de Austria. A su regreso, Charles había fundado
un laboratorio de química en Viena que rápidamente tuvo sucursales en Berlín y Colonia. En
todos sus escritos citó casi únicamente autores germanos y por lo general sólo aceptó como
buenos los instrumentos o técnicas allí desarrolladas. Para la mayoría de sus contemporáneos
fue alemán, cosa que tampoco se molestó en desmentir, a lo que se sumó que a partir de 1904
comenzó a editar en Alemania y en alemán. En 1911 salió de Bolivia para participar en el
Congreso Internacional de Americanistas como delegado oficial y luego se instaló en Berlín
hasta el inicio de la Primera Guerra, cuando regresó a América. En esos tres años estudió
(supuestamente) con Félix von Luchan y Rudolf Virchow, y publicó algunos de sus trabajos
más importantes y conocidos. También sostuvo su polémica más agria con Max Uhle.
Aprovechó el viaje para entregar varias colecciones arqueológicas a los museos de Munich,
Goteborg, al Museo del Hombre de París e incluso al Bernardino Rivadavia de Buenos Aires.
Estas piezas habían sido recolectadas por él mismo y una parte era de la colección Rocha que
había comprado en 1904. Al Museo de Etnología le entregó una balsa de totora de cinco
metros de largo. Asimismo, al Museo de Historia Natural de Berlín le llevó sus especímenes
animales y minerales; también allí se hizo miembro del Instituto de Antropología y de la
Sociedad Geográfica.

Sus publicaciones pueden dividirse en los articules y los libros. Los primeros son cuatro; el que
reseñaré al final es el que dedicó a su polémica con Uhle que fue editado en alemán y en
español. Recordemos que sólo en esta estadía Posnansky tuvo contacto con verdaderas
editoriales, ya que en Bolivia no existían. Allí eran imprentas donde él mismo debía hacer el
trabajo de edición y pagar los costos. Salvo por la Sociedad Geográfica tampoco había revistas
culturales para este tipo de trabajos. Pero regresando a sus artículos, quiero describir
su Die Alterturmer von Tihuanacu, donde reseñaba sus ideas principales, publicado en los
Zeltschrift fur Ethnologie, estrenaba el volumn I y seguidamente en el II incluyó
su Praehistoriche ideenschriften in Sudamerika. En este último artículo explicaba el sistema
ideográfico que había existido en Tiahuanaco y entablaba una polémica con su profesor
Virschow sobre las formas de los cráneos y sus deformaciones, utilizando como ejemplos
varias vasijas con rostros en relieve. El tercer artículo difundía un invento suyo, un aparato que
permitía que en las fotografías salieran las medidas de los cráneos. Era un sistema ingenioso
en una época en que los estudios craneales eran todavía muy importantes. Pero la perla del
año fue su EineFalsche Kritik Max Uhle’s con un anexo sobre Stübel. Vale la pena ver qué fue
lo que Uhle había escrito sobre don Arturo. En realidad en su nota de 1912 publicada en
la Revista de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía, centraba sus críticas en dos temas:
primero la falta de referencias a obras anteriores, en especial a la suya y la de Stübel. Insiste
en que él mismo tiene tanto material como Posnansky aunque nunca lo publicó y que éste
nada nuevo aportaba al tema: que le plagió las referencias a los materiales geológicos y que
usó las excavaciones de Courty de 1903 sin darle los créditos adecuados. Escribió
tajantemente que “si alguien ha contribuido fuera de Tiahuanaco al conocimiento del periodo a
que aquellas ruinas pertenecen, creo que he sido yo”. Asimismo, asume que él fue quien dio la
idea de que esas ruinas eran parte de “un periodo peruano general» y que hubo por lo menos
dos culturas anteriores en el tiempo”, de allí que la cronología no podía ser más antigua que
unos 1400 años desde el presente.

Por cierto que tenia razón don Max. Luego le enrostra el fechamiento por una orientación,
supuestamente resultado del tiempo y no de errores de construcción y que el nivel de lago
hubiera cambiado tanto. Sin entrar en muchos detalles, le critica la división en sólo dos etapas
y él mismo da datos que permiten vislumbrar un tercer estilo asociado a monumentos de afuera
de Tiahuanaco. Sabiamente terminaba diciendo que “hay que esperar la solución de tales
problemas en tiempos futuros”. Obviamente, don Arturo no hizo esperar su respuesta que se
publicó en dos idiomas, haciendo extensiva la polémica al viejo Stübel. Trata al articulo de
“pasquín” y dice que “está inspirado por el odio y la envidia” de alguien que niega a los demás
la posibilidad de investigar con independencia de él. Y centró su primer ataque en el hecho de
que él hacía diez años que estaba en el sitio, que hizo los planos y triangulaciones por su
propia mano y que tiene en La Paz su propio laboratorio y museo, mientras que Uhle sólo
había estado en Tiahuanaco dos días, dos años después de haber hecho su obra. Después
arremete con el tema de lo tiahuanacota en Perú o lo peruano en Tiahuanaco y a la atribución
de Uhle de la construcción de las ruinas a los aymará. El, en cambio, se la atribuye a los urus y
que éstos “son hechos y no gratuitas afirmaciones”. Ambos pecaban de lo mismo. Asimismo
aseguraba que la fecha de 10.600 años “no es un cálculo sacado por mi en el aire, sino que
está basado en observaciones científicas”. Y era verdad, las observaciones eran correctas: lo
equivocado era la suposición sobre la que se basaban. Porque al final, si Posnansky hubiera
aceptado lo que sus propios datos daban, es decir que la curva del movimiento de la eclíptica
se cortaba no únicamente para el 10.600 si no también para el siglo VI d.C., ambos hubieran
estado muy cerca de la verdad. Pero don Arturo arremetió con todo y hasta lo acusó de ladrón
y traficante, ya que en su viaje al Titicaca había comprado antigüedades para el Museo de
Berlín, cosa que él también hacía públicamente.

Todo se transformó en una pelea de bajo tono en la que acusó a Uhle de haber cortado una
foto que él mismo le regalara para presentarla como suya propia. Al final terminó diciendo que
“deseo que Uhle evoque a Huirajocha y al Todopoderoso Pachamama, para que le sane su
furia y su envidia”. Al año siguiente se editarían en Berlín dos obras centrales en la bibliografía
de Posnansky: su pequeñoDas Trappenzeichen in den Amerikanischen Ideographien mit
besonderer Rucksicht auf Tihuanacu en edición lujosa y bilingüe a dos columnas. Fue el
primero de tres tomos que nunca se completó como colección y cuyo titulo de serie
fue Thesawus Idiographiarum Americanarum. Se trataba de analizar el signo escalonado, que
don Arturo consideraba como el más importante de los ideogramas tiahuanacotas, su difusión
primitiva por todo el continente y la base en la escritura aymara. Este símbolo de cielo y tierra
era extrapolado hacia construcciones como la Puerta del Sol, las terrazas escalonadas, las
plataformas arquitectónicas y hasta las placas de bronce del noroeste argentino. Es decir que
toda la arqueología americana se podía explicar a través de este símbolo básico y algunos
conexos. Pero pocos meses más tarde se editó la que fue por muchos años su obra de mayor
aliento, la gran Eine Praeshistoríche Metropole in Sudamerika en edición bilingüe y del mismo
editor. Esta vez era un enorme volumen bien ilustrado, con planos y dibujos por cientos, donde
Posnansky completaba con lujo de detalles sus teorías. El texto comenzaba con
consideraciones paleoantropológicas de tipo general sobre su idea del desarrollo de la
humanidad: luego pasaba a una historia geológica, de cambios climáticos, de transformaciones
y elevación del lago. Incluyó aquí todas sus observaciones en la zona de tipo químico,
geológico, botánico y zoológico. Luego explicó su periodifícación en cinco etapas, los rasgos
estético-arquitectónicos de cada una, los edificios más significativos y otros detalles. También
incluyó un largo estudio sobre los tipos de cráneos que se encuentran en el sitio y sus
alrededores y las deformaciones y formas de trepanación conocidas. La segunda parte es una
historia de las ruinas, un estudio muy detallado de cada sector, con fotos, planos y detalles bien
dibujados, que culmina con la Puerta del Sol, la obra máxima del sitio según su interpretación y
parte compositiva del enorme calendario solar que era el Kalasasaya. Completaba el libro un
nuevo estudio del Signo Escalonado como parte de un sistema complejo de ornamentos
iconográficos y finalmente incluyó un estudio iconológico. Para quien no estaba profundamente
compenetrado con los avances en la arqueología americana de esos años, el libro era
monumental, escrito en un lenguaje claro y ameno: se presentaba como un libro que cerraba el
tema. Y así fue tomado por miles de personas en el mundo entero, en especial en Bolivia, por
muchísimos años. Y romper esa tradición costó medio siglo de esfuerzos de la ciencia
internacional. El bravo don Arturo ganaba otra batalla. Veremos cómo terminó la guerra.

Pero la guerra real asomaba su cabeza en Europa y Posnansky decidió regresar al altiplano y
no comprometerse como marino; es difícil saber qué hubiera pasado en otro caso. Pero lo
importante es que hacia finales de 1914 estaba nuevamente en La Paz mostrando su obra
editada a todo lujo en Europa. Pero en los cinco años que duró la guerra europea escribió muy
poco y editó sólo seis trabajos, varios de ellos en el viejo Boletín de la Sociedad Geográfica.
Ahora sin embargo se notaba un cambio importante, se abría una nueva rama en sus ya
amplios temas: la antropología, a la vez que retomaba su viejo trabajo de etnólogo. Tiahuanaco
siguió como siempre al frente de todo y su obra El gran templo del sol en los Andes fue editada
en francés en La Paz, junto con algunos otros articules que volvían con el mismo argumento.
En el campo etnológico publicó un primer estudio sobre La lengua chipaya (Carandas,
Bolivia), que tuvo tres ediciones diferentes y seguidas. En él hacia un estudio detallado de ese
grupo marginal y casi desconocido, su lenguaje, vestimentas, vivienda y formas de
organización social, e incluyó detallados estudios antropométricos. Todo lo cual le servia para
echar agua a su molino.

La arqueología del tercer mundo entre ruinas y racismo (1918-1932)

En el año 1914 regresó triunfante don Arturo a La Paz, donde la guerra era algo que existía,
pero muy, muy lejos. Pudo entonces retomar sus temas predilectos, más ahora que sus libros
de Berlín habían marcado un punto culminante de su trabajo. Según él, había logrado lo que
muy pocos aventureros o exploradores de la época: explicar la historia de Tiahuanaco, o mejor
dicho, de toda América, en un construcción perfecta y sin fisuras. Había descubierto 10.000
años de historia humana, el lugar de origen de la vida americana, y hasta había logrado
traducir su escritura. ¡Qué más podía pedir de la vida! Ahora debía dedicarse a defender
celosamente su fortaleza. Para ello llevó adelante una tarea que muy pocos en América Latina
hicieron en estos años: publicó un centenar de artículos y libros, filmó películas, llevó grupos de
visitantes de todos los países, organizó una misión alemana de astrónomos, participó en
congresos internacionales, construyó su propia casa-museo, aumentó su colección, creó
nuevas polémicas, dibujó nuevos planos topográficos todavía más detallados, hizo lo
humanamente posible para proteger al sitio de los constantes saqueos, construyó un templete
moderno en la plaza del Stadium de La Paz e hizo llevar allí las mejores esculturas del sitio.
Todos en Bolivia, y los interesados y expertos del mundo entero, lo amaron, lo odiaron o lo
dejaron de lado; pero nadie pudo desconocerlo. Entre 1918 y 1932 publicó cincuenta trabajos
arqueo-antropológicos diversos. Se inician con El ekeko (alacita), contribución al folklore
boliviano, cuyo contenido es interesante porque es un tipo de estudio donde no intentó
desarrollar ideas particulares. Un estudio correcto, simple, sin aspiraciones de ser más de lo
que en realidad era. A partir de allí escribió poco hasta 1921 cuando editó un libro, en realidad
una antología de artículos bien ilustrados bajo el nombre de Templos y viviendas
prehispánicas. Pero aquí sí aprovechó los ejemplos de arquitectura para demostrar su
hipótesis: básicamente mostró que la arquitectura evolucionó en las etapas tiahuanacotas de la
cueva a la casa, pasando por viviendas semisubterráneas. Ya antes había identificado unas
pequeñas tumbas de las ruinas como viviendas donde la gente dormía en cuclillas. Mostró
como la arquitectura incaica era también tiahuanacota y terminó con la idea de la relación entre
las razas, la cultura y las formas de los cráneos.

Cada vez iba delineando más la idea de asociar capacidad intelectual con volumen craneal, y
razas con capacidad, inteligencia, laboriosidad, bondad. El final de algunas de estas ideas está
comprendido en una serie de artículos en 1922 titulado ¿Quiénes eran tos incas? que llegó a
presentar en Río de Janeiro. Allí criticó a todos los cronistas y autores para mostrar que los
incas eran sólo un mito historiográfico y que en realidad, según don Arturo, éstos se habían
apropiado de la cultura de Tiahuanaco en el Cusco para asumirla como propia. ¡Casi nada para
decir ante el mundo académico, sobre todo el peruano! En 1924 viajó nuevamente a Europa
para participar en el Congreso Internacional de Americanistas que se celebró en Goteborg; de
paso aprovechó para acercarse a Berlín y dar una conferencia en el Observatorio Astronómico
de Postdam, dirigido por Hans Luddendorf, insigne científico que estaba muy interesado en la
astronomía de los mayas. Años más tarde lograrla que él y un grupo de Postdam viajara a La
Paz para trabajar conjuntamente en las ruinas. Aprovechó para presentar su sempiterno tema
de la orientación del Kalasasaya, la Puerta del Sol y la cuestión del calendario, incluyendo
nuevas triangulaciones de los edificios. También publicó en revistas y antologías de La Haya,
Londres, Hamburgo y Frankfurt. En los años siguientes siguió viajando a congresos en Buenos
Aires, Nueva York, México, La Plata y en todo lugar donde hubiera un evento importante. Sus
trabajos son redundantes hasta el aburrimiento y los cambios no dejan de ser mínimos. Esto
llama un tanto la atención, pero me hace pensar en por qué Posnansky nunca pudo romper con
esa rutina; un buen ejemplo es el artículo que se publico en el Congreso de Americanistas de
Sevilla de 1935 titulado Las ideografías del coloso Tihuanacu, en el cual contaba que había
terminado, la excavación del Monolito Bennet, descubierto por dicho arqueólogo
norteamericano. Don Arturo había terminado de excavarlo, limpiando la parte posterior que
nunca había sido vista ni por su descubridor, la hizo parar, sacó dibujos, fotos, moldes y mandó
trasladarlo a la ciudad de La Paz. Sólo la presentación de esa información habría sido más que
suficiente pero no pudo detenerse allí, tuvo que incluirla en su cronología milenaria.

Para terminar con sus escritos arqueológicos de este periodo debe mencionarse una serie
dedicada a probar que antes de Colon hubo otros contactos con América. Se valió para ello de
las Perlas Aggri, cuentas de vidrio venecianas que encontró usadas en collares y prendas que
identificó como prehispánicas. Es decir, a partir de que los objetos que tienen las cuentas eran
antiguos, la deducción de que alguien debió traerlas se hacia obvia. De manera que salió a
buscar a quién cargarle las culpas. Lo mismo ocurre con sus trabajos sobre los keros incaicos;
él supone que son preincaicos, típicamente tiahuanacotas y por eso aquéllos que tienen
imágenes de tipos u objetos europeos -hoy sabemos que son del siglo XVI-, podían ser
evidencia de contactos precolombinos. Siempre el mismo mecanismo de pensamiento que lo
lleva a construir; tautologías perfectas, indiscutibles. El mismo escribió: “No es necesario hallar
esqueletos del hombre terciario para afirmar categóricamente su existencia, pues basta con
establecer deducciones irrefutables”.

Pero además de la cuestión arqueológica, don Arturo comenzó paulatinamente a revisar otros
temas. Escribió sobre los más dispares; desde los descubrimientos de Einstein hasta las
últimas novedades en criminología. Y fue esto último lo que lo que lo llevó hacia una
concepción racista del hombre sin poder escapar de las corrientes similares que estaban
empezando a circular en otras partes del mundo. Lo notable es que Posnansky nunca fue
racista con el indio; por el contrario, siempre lo defendió y entendió que su situación era
consecuencia de la pobreza y la explotación. Posnansky escribió en 1923 un libro increíble
titulado Impulsos atávicos: el caso de Polonia Méndez, con el subtitulo de “Consideraciones
antropológico – psiquiátricas referentes a un crimen llamado pasional”. Se trataba de un caso
que había sacudido la opinión pública paceña y don Arturo trató de demostrar que la joven
Polonia no actuó con premeditación si no que lo que la movió al asesinato fue un “impulso
atávico”, una degeneración racial hereditaria contra la cual no podía luchar. Describe en el
rostro de la joven y su complexión física la presencia de los rasgos de la “raza inferior”, en
realidad, una raza degenerada por “reflejadas y depravadas costumbres” que generaron “hijos
neuropáticos”. En particular el largo del brazo en relación con el cuerpo era síntoma indudable
de esta degeneración. Por supuesto no todos los que tenían esos rasgos eran criminales ni
viceversa, pero era más probable que incurrieran en ello ya que “no podían evitar el llamado de
la sangre”, “inconscientemente llevaban el fatal germen engendrado por los placeres de sus
antecesores”. Eran signos no discutibles de esto el cerebro pequeño (por falta de trabajo
intelectual), la forma de las orejas, el cuarto molar, la quijada colgante y el tamaño de la frente.
A estas personas «sólo les es suficiente que en los momentos de la concepción estén bajo el
pasajero uso del alcohol, para que se altere su sangre», y esta suma de degeneración racial y
relajamiento moral producía casos como el de Polonia. Los responsables no eran los
protagonistas, era el medio social que no educaba a cada grupo por separado. Así, en este
trabajo, cerraba ideas que habían surgido mucho antes: “todo lo somático en la hembra, como
hemos dicho, es más infantil, más fino, en suma más idealizado y lastnot least, más primitivo”, y
sigue: “concretamente en su intelecto es sumamente inferior al hombre”. Cuanto más antigua
era una raza, es decir, cuanto más cerca estaba del hombre primitivo, “más propensa estaba a
regresar a esas formas de vida salvaje”. Pero no creamos que Posnansky hablaba de esto sólo
en tiempo presente: don Arturo lo lleva hacia atrás y muestra cómo estos rasgos se pueden ver
entre los pueblos prehispánicos, y para ello es perfecto el tipo de cerámicas pornográficas de la
costa peruana. Estos huacos mostrarían un culto al sexo, una “constitución neuro-psicopática”
junto con “anomalías patológicas en el funcionamiento cerebral”. E igual que antes, quería
mostrar que esa degeneración cultural-psicológica tenía una explicación racial: que los cráneos
hallados en excavaciones en esos sitios mostraban conformaciones diferentes, con rasgos
degenerados por su primitivismo: su criterio, las causas de su conducta siempre están
predeterminadas por la composición genética y somática.

Este periodo termina con trabajos como la publicación del manuscrito de fray Bartolomé de
Mora, con prólogo de Alfred Metraux en 1931 y otros artículos más sobre los mismos temas.
Pero en este tiempo se desató otra gran polémica que no podemos dejar de citar: la que
mantuvo con José Imbelloni quien en 1926 publicó su primera Esfinge indiana en Buenos Aires,
libro en gran medida dedicado a discutirle a Posnansky todas y cada una de sus ideas. A su
vez ambos publicaron en periódicos de sus respectivas ciudades articules y contra-artículos de
diversos grados de grosería. Si bien esta pelea ya ha perdido actualidad, vale la pena revisarla
para entender la personalidad con la que estamos tratando. Por cierto, ninguno de los dos salía
muy bien parado en este enfrentamiento, y muchas de las cosas que ambos se dijeron no eran
precisamente mentiras. Cabria dedicarle unas líneas a la Misión Astronómica Alemana que
viajó a Tiahuanaco por iniciativa de Posnansky. Estaba constituida por el director del
Observatorio de Postdam, Hans Luddendorf, los astrónomos Arnold Kohlschutter y Rolf Muller
además de Friederich Becker de la Specula Vaticana de Roma. Permanecieron varios meses
algunos y Muller un par de años (entre 1928 y 1930) haciendo observaciones astronómicas y
en parte trabajando en las ruinas y otros sitios cercanos. Muller publicó algo sobre el tema, lo
que don Arturo presentó en Nueva York. Hay un último acto por parte de Posnansky que se
puede incluir en este periodo: la construcción del Palacio Tihuanacu en La Paz, como su propia
vivienda y museo. Esto le insumió grandes esfuerzos, y cuando la terminó pasó a ser
propiedad del estado: allí continúan aún hoy el Museo Nacional y el Instituto de Antropología.
Se trataba por entonces de un gigantesco edificio en cuya fachada y decoración interior se
usaban elementos decorativos prehispánicos en general y tiahuanacotas en particular. Es una
obra notable que se inserta en todo el proceso de la arquitectura neoprehispánica en América
latina, y que tuvo gran influencia en la Argentina en la obra de Héctor Greslebin y en Perú en el
antiguo Museo Nacional. El llamado Palacio fue construido por él en 1916, y en 1919 fue
alquilado por el gobierno para sede del Museo. Indudablemente fue el edificio más
característico de la ciudad, aun lo es hoy y muestra no sólo la disponibilidad de dinero de don
Arturo, sino también el papel que jugaba en la sociedad de la época.

El patriarca incomprendido y la sociología del racismo

El inicio de la guerra del Chaco cercenó abruptamente todos los proyectos de Posnansky. La
loca y absurda guerra contra el Paraguay causó una parálisis cultural en todos sus aspectos, y
también sus hijos tuvieron que ir al frente de batalla. Los tres siguientes años fueron de una
inactividad casi total en la arqueología, aunque Posnansky continuó escribiendo sobre otros
temas que luego analizaremos, aunque todos fueron teóricos o políticos, sin trabajo de campo
de por medio. Únicamente aprovechó el tiempo para completar el nuevo plano trigonométrico
de Tiahuanaco. Esta vez resultó aún más amplio y con curvas de nivel en cada edificio, en un
trabajo magnífico y muy poco común en esa época en América latina. Asimismo, aproveché
para invitara dos arqueólogos argentinos jóvenes a excavaren las ruinas. Fueron éstos
Eduardo Casanova y Martín Doello Jurado, quienes hicieron varias excavaciones en 1933 que
luego fueron publicadas; e incluso llevaron a Buenos Aires una buena colección y una
reproducción de la Puerta del Sol. El resultado fue importante y ellos mismos escribieron:
“creemos, pues, que ha llegado el momento de abandonar las interpretaciones teóricas y
dedicarse con intensidad a excavar sistemáticamente a gran escala”. Asimismo se inició por su
gestión la construcción de un moderno Templete Semisubterráneo en La Paz, frente al Stadium
a donde llevó esculturas de las ruinas, entre ellas el monolito Bennet. Esta obra fue
completada en 1937 y pese a los obvios errores históricos que tiene, le dio a Tiahuanaco una
enorme difusión al tiempo que ayudó a crear conciencia entre los mismos bolivianos sobre la
importancia de preservar el sitio.

Coincidía esta obra con un momento histórico peculiar de marcado nacionalismo político. La
Plaza del Hombre Americano como se llamó, todavía sigue siendo un símbolo de la
nacionalidad y del orgullo boliviano. Fue sólo a partir de allí cuando Posnansky retomó con
nuevos bríos sus publicaciones sobre arqueología y esto duró hasta su viaje en 1943 a Estados
Unidos, tras la muerte de su hijo Raúl en un alud en la montaña. Permaneció en Estados
Unidos hasta el final de la guerra mundial. Regresó a La Paz y falleció en 1946.

En esos diez años publicó cuarenta trabajos diversos y varios de ellos en doble y triple edición
como en sus años mozos. En el área arqueológica siguió con Tiahuanaco y el tema de su
orientación astronómica, los signos de proto-escritura y sus viejos caballos de batalla. Organizó
con la visita del presidente de la república un acto solemne durante la salida del sol del año
nuevo de 1943. Allí, con una gran cantidad de público, se llevó a cabo un acto masivo que
remarcaba las concepciones raciales y nacionalistas a ultranza que sus ideas estaban
preconizando. El tema del autoctonismo ya era un problema de credo, de mito básico de la
nacionalidad y cuyo uso político estaba viviendo un auge. A punto tal que don Arturo declaró
que “Tihuanacu ya no constituye un enigma. Sabemos quiénes la construyeron, cuál era su
religión, para qué sirvió, cuándo fue edificada y cómo sucumbió”. Un hombre de setenta años le
anunciaba al mundo que el tema quedaba cerrado. En estos años publicó textos coloniales
como el vocabulario de Bertonio, la obra de Manuel Fernández Sapahaqui y, en una edición
importante, a Guamán Poma de Ayala. Este trabajo salió por partes en el Boletín de la
Sociedad Geográfica y luego fue reeditado en conjunto en una publicación de enorme grosor,
durante mucho tiempo la más completa y accesible de América latina. Fue realmente un trabajo
loable e importante. En 1943 y 1944 volvió a ser presidente de la Sociedad. Esta segunda
mitad de su vida fue pródiga en publicaciones etnológicas-antropológicas-raciales. En 1937
salió a la calle el libro que sintetizaba todas sus ideas básicas titulado Antropología y sociología
de las razas interandinas y de las regiones adyacentes, que se reeditó al año siguiente. Era un
volumen de 155 páginas bien ilustrado que compilaba la información que había recabado a lo
largo de muchos años.

El centro del tema era la comprobación de la existencia de dos razas, los collas y los aruwakes,
siendo estos últimos la “raza primordial de América”. De esa manera va juntando datos, o
tergiversándolos, hasta mostrar cómo la lucha entre ambos pueblos formó la historia
americana, cómo cada uno de estos pueblos tiene rasgos somáticos propios que son aún hoy
fáciles de reconocer y que a cada uno le corresponden características psicoculturales propias.
Es así como las lenguas, razas, culturas, vestimentas y demás sirven para mostrar de qué
forma los collas dominaron a los aruwakes y cómo Tiahuanaco fue la mejor expresión de esa
etapa de la historia. Amplios estudios craneométricos apoyan sus disquisiciones. Estas ideas
crecían cada vez más: los collas eran el “fíerrenvolk”, mientras que los aruwakes eran los
“Herdenvolk”. Era este un pueblo “que cuando no tenía un Fuhrerde estirpe kolla caía
nuevamente en la barbarie”. De allí que los dominados crearan «trabajo inútil» para poder
sojuzgarlos y no darles tiempo a que regresaran a su estado original. Y así llegó linealmente a
pensar que se debían impartir educaciones diferenciales a las distintas razas en una especie
de sociedad de castas donde cada uno ocupa desde su nacimiento un lugar fijo y permanente.
En estos términos publicó varios articules sobre estos dos tipos fundamentales en Washington,
México y Lima. Fue precisamente lo que se editó en México lo que provocó fuertes presiones
promovidas por personalidades como Juan Conas y Herbert Passim, quienes criticaron la
necesidad de educaciones diferenciadas: eso “debe ser refutado con indignación por
antropólogos y psicólogos” de todo el mundo. Esta reacción causó una serie de notas de sus
partidarios de Bolivia, muy rápidamente, algunas repitiendo los argumentos impuestos por el
maestro en cuanto a la forma de pensar: escribían que sobre Bolivia “estaban equivocados
porque nunca hablan estado allí”. Lo mismo que don Arturo venia diciendo de Uhle desde hacia
casi medio siglo. Pero de todas formas hay algo que debemos tener en claro en esta postura
racista de Posnansky: nunca fue discriminatorio del indígena en forma masiva sino por el
contrario, creía que “la coca y más tarde el alcohol, han sido y son los principales factores de la
decadencia y la desgracia de esta gente”, y que ambos elementos habían sido o introducidos o
masificado en su consumo por los españoles “con propósitos y miras de explotación del indio”.
Discriminaba pero era sutil en sus implicaciones al fin y al cabo. Sin embargo dice: “el indio y el
cholo, aunque tuvieron provecho en hablar la verdad, no lo hacen, prefiriendo la mentira que
les es innata, la hemoglobina de su sangre parece estar compuesta y aliada con ella”: en
realidad el problema era supuestamente que aún “no han mendeliado hacia el blanco”, lo que
sí es muy fuerte, no es discriminación, es racismo. Y esto viene de quien criticaba a los nazis
de su tierra, de quien se refugió en Estados Unidos durante la guerra y de quien acusaba a
Hitler y su grupo de favorecer una supuesta raza aria que para él era una “raza mixta con
elementos inferiores desde su propio origen”.

El final de esta larga historia se condensa en su obra más importante y definitiva: los
monumentales cuatro volúmenes, en edición bilingüe inglés-español, titulados Tihuanacu, cuna
del hombre americano, cuyos dos últimos tomos se editaron después de su muerte como un
homenaje a su vida y obra. En ellos se resume todo lo que escribió, pensó e hizo en cuarenta
años de trabajo: arqueología, teorías astronómicas, etnología, craneometría, iconografía y sus
nuevos planos de las ruinas. Se cerraba, definitivamente, una época en la que se iba no sólo
una forma de hacer ciencia, sino una forma de ser y enfrentar al mundo: como una gran
aventura.

El otro Posnanky ingeniero, filosofo y economista en el subdesarrollo


Al margen de todo el trabajo desarrollado por don Arturo en los temas que ya hemos discutido,
existe otro aspecto de su vida que he dejado de lado hasta ahora. Escribió sobre política,
cuestiones de límites, acerca de la guerra, sobre la relatividad de Einstein, hizo obras como
ingeniero y participó en incontables actividades sociales y culturales. Fue, por cierto, un
verdadero motor de la cultura en La Paz. Hacer una lista de las instituciones a las cuales
perteneció como industrial minero, o como historiador, seria trabajoso. Fue director del Museo
Nacional y del Instituto Criminológico, recibió premios y medallas del país y del exterior, creó
revistas, organizó todo tipo de actividades científicas, culturales y sociales. En sus últimos
años, junto con su hijo, insistió en la plantación industrial de la quínoa, y en 1945, a los 72
años, diseñó y patentó en Estados Unidos una máquina para facilitar la producción en gran
escala de ese producto. Su trabajo en estas áreas se inició en 1911 con un estudio sobre la
construcción de un nuevo ferrocarril entre Sucre y La Paz con motores autogeneradores y con
gas.

Más adelante se ocupó en la alcaldía municipal de estudiar el problema del abastecimiento de


agua a la ciudad, difunde a Einstein en 1923, publica en Europa cortas notas sobre las
posibilidades y bellezas de Bolivia, escribe en 1925 el guión de una película en alemán y en
español sobre Tiahuanaco, recorrió el Desaguadero con un pequeño barco de dos cuerpos
diseñado especialmente por él para poder pasar aguas poco profundas, y filmó la aventura y
escribió tres trabajos producto de ese viaje. Propone más tarde canalizar el río y lograr así la
salida al mar. Se preocupa por la exterminación de la vicuña, la posibilidad de que la guerra
con el Chaco también se pudiera haber evitado, y los derechos que el país tenia sobre esa
zona; propone crear un gran parque nacional en las ruinas de Tiahuanaco y alrededores
incluyendo una reserva natural. Insiste en la construcción de represas hidroeléctricas entre
países limítrofes, escribe biografías y notas necrológicas. Habría que citar aquí la de Vicente
Ballivián, su amigo y compañero, de quien intenta demostrar que la enorme inteligencia que
poseía le provenía de su gran cerebro, de dimensiones llamativas. Por último quiero citar una
vertiente de escritos que hacen a su pensamiento político-económico para ver cómo fue
variando con el tiempo. Se inició con un libro titulado La hora futura de 1919, en el cual hace
una revisión de la crisis por la que atraviesa la humanidad después de la Primera Guerra.
Entiende él que el problema de la miseria no se debe a una mala distribución de los bienes y
que se pueden, según él, cambiar las cosas redistribuyendo mejor. Era necesario construir un
modelo de sociedad diferente, que no fuera capitalista aunque tampoco al estilo de “ese cáncer
que corroe” que era el comunismo. Este último sistema le resultaba tan atroz a don Arturo que
exclamaba con estupor que: “¡quieren dar a la mujer el derecho a escogerse el macho!”. El
modelo universal propuesto es un estado totalitario absoluto, propietario de todos los bienes y
que ordenase a la población según categorías fijas, “y por medio de la ciencia eugénica y de la
antropología aplicada llevada al terreno práctico, ha de regenerar la humanidad”. Pero este
sistema no lo convenció por mucho tiempo y en 1932 publicó otro, también como propuesta de
modelo universal para ser instaurado de inmediato. En este caso se reducía un poco la
propiedad del estado y se contraproponía que el problema de la acumulación desmedida se
solucionaba impidiendo que la herencia sobrepasara un cierto límite determinado. Dando
créditos a los campesinos, becas a los estudiosos, creando industria y tecnología e imponiendo
el calendario de Tihuanacu se justificaba el peculiar título elegido para la obra: Hacia un
irracional y anticuado comunismo que retrogradaría la humanidad en 500 años, o nada, el
racionalismo social que dará al hombre lo que el hombre necesita y exige para vivir
dignamente. Envió un resumen de estas ideas en 1933 a la World Economic Conference, las
amplió en 1940 y en su último artículo escrito pocos meses antes de fallecer, cerró el ciclo con
una apología de los Estados Unidos, del aliciente que significa ganar dinero, del capitalismo
como creación bondadosa y autocontrolada. Si Bolivia tomaba esas ideas solucionaría
rápidamente sus problemas, más aún toda América latina aceptando un capitalismo de
autocontrol popular permitiría reducir los ejércitos y dar mayor presupuesto a lo social y no a la
guerra. Posnansky terminaba así su otra gran aventura: la de cambiar al mundo.

NOTAS

1. Una bibliografía amplia pero plagada de errores de Arturo Costa de la Torre. Catálogo de !a
bibliografía boliviana; libros y folletos 1900-Í963. 2 vol., Universidad Mayor de San Andrés. La
Paz, 1966-1973. También véanse los siguientes libros: Fritz Kubler, Deutsche in Bolivian.
Strecker und Schroeder, Stuttgart, 1936; Alberto Crespo, Alemanes en Bolivia, Editorial Los
Amigos del Libro, La Paz, 1978; Ramiro Condarco Morales, Historia del saber y la ciencia en
Bolivia, Academia Nacional de Ciencias, La Paz, 1978; Julio Díaz Agredas, Expedicionarios y
exploradores del suelo boliviano, vol. 2, Ediciones Camarlinghi, La Paz, 1971: Valentín Arbecia
Baldivieso, Historiografía boliviana, Editorial Letras. La Paz, 1965; dwicth B. h^ath, Histórica)
Dictionary of Bolivia. The Scarecrow Press, Metnchen, 1972, y Federico Kauffman, «Alemania y
la arqueología peruana». Cultura Peruana (enero-abril), s/p., Lima, 1963, articulo reproducido
en Humboldtnúmero 15, Hamburgo, 1963.

2. Gracias a una beca del Deutscher Akademischer Austauschdienst durante los meses de
septiembre y octubre de 1991. Agradezco a Alden Dittman, Peter Masson y Gemodt Krause su
apoyo y colaboración.

3. La formación de Pula, puerto internacional de gran movimiento en su época, debió de ser


importante para que emprendiera sus viajes. Hay confusión entre algunos biógrafos por su
nacionalidad, por ejemplo Kauffman Doig en varios trabajos lo hace polaco, lo mismo Dwight
Heath, que lo 11 ama «mercenario polaco». Es indudable que su apellido es de ese origen,
pero sin dudas nació en Viena.

4. León Barhfr, Las relaciones económicas de Bolivia con Alemania 1^0-1920, Colloquium
Verlag, Berlín, 1984. Recordemos que esa región estaba entre las más exploradas por
alemanes y centroeuropeos; entre 1870 y 1900 viajaron y exploraron el Amazonas: Arthur
Werthemann, George Hubner, N. Stegelman, Alfred Reich, Hemann Goering, Juan W. Nystrom,
Van del Wingaert, George von Hassel, O. Michael y los grupos de Kroenle y Payer y de
Pattberg y Hirs. Barber cita la presencia de 170 austríacos y de 385 alemanes residiendo en
Bolivia en 1906.

5. John Melby, Rubber River; an account of the rise and collapse of the Amazon
boom».HispanicAinerican Histórical Review, vol. XXII, número 3, Durham, 1942. Eduardo Arce
Cuadros, La economía boliviana, ordenamiento territorial y dominación externa 1942-1979. Los
Amigos del Libro, La Paz, 1979. J. valerie fifer. «The empire builders; a history of the Bolivian
rubber boom and rise of the House of Suarez», Journal of Latin American Studies. vol. 2,
número 2, Cambridge. 1970.

6. Este pequeño libro de Posnansky es una verdadera rareza, los ejemplares fueron cuidados
por él mismo e incluso su foto en la primera hoja es un positivo pegado con cola.

7. Alfons Stubel y Max Uhle, DieruinenstaettevonTiahuanaco in hoch andedes alten


Perú.einekulturgeschiclitlichestudie auf grundselbstaendigeraufiialinieii, Verlag von C.T.
Wiskott, Bresiau; hay edición paralela en Leipzig, ambas de 1891. Sin duda era una obra
monumental que, en muchos sentidos, superaba lo que Posnansky decía, y en otros no; era
por cierto un libro mucho más «académico» para su época.

8. Tihuanacu e islas del Sol y de la Luna (Titicaca y Koatí) Breves descripciones y notas, anexo
a Álbum de los monumentos (…) visitan tomadas por e! ing. Arthur Posnansky en los anos
1903 y 1904, Edición del autor, 2 vols. La Paz. 1910.

9. «Tihuanacu y la civilización prehistórica en el altiplano», Boletín de la Sociedad Geográfica,


números 33-35. pp. 4-53, La Paz. También como segunda edición, Imprenta Artística, La Paz,
1911.

10. En este trabajo, y en otros contemporáneos, Posnansky tomó ideas de un contemporáneo


no estudiado aún, Belisario Díaz Romero, quien lo criticó mucho, apoyó más tarde a Sundt y
asoció a don Arturo con Uhle por sus supuestas ideas similares. En realidad, fue Diaz Romero
quien acuñó la frase de «Tiahuanaco, cuna indiscutible del hombre americano», que
Posnansky usaría sistemáticamente. Véase, de ese autor, Tiahuanacu, estudio de prehistoria
americana, Imprenta Artística del Castillo y Co., La Paz, 1906 y «Tiahuanacu y sus ruinas», en
el Boletín de la Sociedad Geográfica de La Paz número 39, pp. 51-59, 1913. También puede
verse a Tomás O’Connor D’arlach en su libro Tiahuanacu, Tipografía de I. Argote, La Paz,
1911.

11. La contra respuesta muestra cómo se estaba formando en Bolivia un campo profesional
específico, que aunque no «científico» para los estándares europeos, tenia un nivel importante
de desarrollo que más tarde se perdería.

12. Guía general ilustrada para la investigación de los monumentos prehistóricos de Tihuanacu
e islas del Sol y la Luna (Titicaca y Koati), con breves apuntes sobre Chulpas, Unís y escritura
antigua de los aborígenes de) Altiplano Andino; Imprenta Litografía Boliviana, La Paz, 1932.

13. «El signo escalonado en las ideografías americanas con especial referencia a Tihuanacu»,
Proceedings of the XVfíf International Congress of Americanists, pp. 280-292, London, 1913.

14. La presencia en los Congresos de Americanistas siempre fue agitada y en las actas figuran
varias de sus peleas. Recordemos que ya en 1910 Uhle había publicado allí su «Zu deutung
der intihuatana», (Wien, XVI Congreso), y en la edición de A. Hartieben Verlag y Traducido
como «Datos para la explicación de los intihuatanas», Revista de la Universidad, 1910, Lima,
pp. 325-347. En ese trabajo mostraba que el Kalasasaya de Tiahuanaco no era más que eso.
Desde allí, las discusiones fueron interminables hasta la muerte de ambos.

15. La idea de ser un nuevo Champollion está presente en este libro desde el titulo mismo; el
descubrir un tipo de escritura desconocido – y según él era el más antiguo de la humanidad- y
poder leerlo, era superar incluso al egiptólogo famoso. «Prehistonche Ideenschriften in
Sudamerika», ZeitacliriftrurEtoiiologieheftil.pp. 261-269, Berlín, 1913.

16. Uhle no se quedó atrás en la agresividad; más allá de que muchas de sus ideas también
tuvieron corta duración, en realidad que estaba en discusión era la tradición académica contra
la independiente.

17. Das Treppenzeichen in den Amerikanischen Ideograpehn, mit besonderer Rucksicht anf
Tihuanacu – £1 signo escalonado en las ideografías americanas con especia) referencia a
Tihuanacu, edición bilingüe, Thesaurus Ideographiarum Americanarum I, Verlag von Dietrich
Reimer, Berlin, 1916.

18. Eine Praehistoriche Metropole in Sudamerika – Una metrópoli prehistórica en la América


del Sur, edición bilingüe, vol. I (único), Verlag von Dietrich Reimer, Berlin, 1914. Considero que
ésta fue su obra más importante y acorde incluso a su época; es más, muchas cosas no
disentían tanto de lo que otros autores más académicos pensaban, incluido Uhle y sus
contactos meso-sudamericanos y la presencia maya en Ecuador. Era una obra monumental y
de una calidad de edición poco habitual.

19. «El gran templo del sol en los Andes: la edad de Tihuanacu, Astronomía prehistórica».
Boletín de la Sociedad Geográfica número 45, pp. 36-46, La Paz, 1918.

20. Los Chipayas de Carangas, Instituto Tihuanacu de Antropología, Etnografía y Prehistoria,


La paz. También en Boletín de la Sociedad Geográficanúmero47, pp. 137-145, La Paz, 1918.
Este trabajo y otros similares merecerían una evaluación rigurosa por un especialista en el
tema. Por ejemplo, Alfred Metruax trabajó sobre grupos indígenas por sugerencia de
Posnansky; véase «L’organization sociale et les survivances religuieuses des indiens Uru-
Cipaya de Carangas, Bolivie, note preliminare», Actas del XXV Congreso Internacional de
Americanistas, vol. 1, pp. 190-213, La Plata.

21. El Ekeko (alacita), contribución al folklore boliviano, Instituto Tihuanacu de Antropologia,


Etnologiay Prehistoria, La Paz. También en Boletín de la Sociedad Geográfica numero 46, pp.
180-185, La Paz, 1919.

22. Templos y viviendas prehispánicas, Escuela Tipográfica Salesiana, La Paz, 1921.


23. «Quiénes eran los Incas», Boletín de la Sociedad Geográfica número 56, pp. 122-206, La
Paz, 1921. También en Annaes do XX Congreso Internacional dos Americanistas (1922), vol. n,
pp. 217-251, Rio de Janeiro, 1928.

24. El aporte de Hans Luddemdorf a la arqueología americana, en especial a los mayas,


espera aún un estudio mayor; la relación con Posnansky también lo ameritaría ahora que la
arqueoastronomía ha vuelto a tomar interés.

25. Tihuanacu, la cuna del hombre americano – Tihuanacu, (The Craddle of American Man, vol.
I, editado por J. J. Agustín, NewYork, 1945, vols. III y IV, edición oficial, La Paz, 1957.

26. Impulsos atávicos, el caso de Polonia Méndez, consideraciones antropológicos-


psiquiátricas referentes a un crimen llamado pasional, Imprenta Velarde, La Paz, 1923.

27. Es interesante la colaboración con Alfred Metraux en varios trabajos a lo largo de los anos,
siendo éste un académico a ultranza. Pero en lo hecho juntos o en lo publicado en la revista de
Tucumán no hay ideas demasiado descabelladas de Posnansky.

28. José Imbelloni, La Esfinge indiana, antiguos y nuevos aspectos del problema de los
orígenes americanos, El Ateneo, Buenos Aires, 1926; la Segunda Esfinge Indiana se editó en
1956, después de muerto Posnansky.

29. Rolf Muller, «Dersonnentempel inderruinenvon Tihuanacu, versuch einer astronomichen


alterbestimmun», Baessier-Archiv, vol. xrv, pp. 123-134.

30. Daniel Schávelzon, La polémica del arte nacional en México (1810-1910), Fondo de Cultura
Económica, México, 1987. José Lazo, «El palacio de la luna del hombre americano», Ultima
Hora (9 de Julio), La Paz. F. Diez de Medina, Museos arqueológicos y colecciones de La Paz,
Imprenta Artística, 1954.

31. Eduardo Casanova, «Investigaciones arqueológicas en el altiplano boliviano», Actas del


XXVI Congreso Internacional de Americanistas, vol. I, pp. 130-135, Sevilla.

32. En Tihuanacu, cuna del hombre americano… (1943), p. 32.

33. En «Antigüedad y origen de las ruinas Tihuanacu por Max Uhle», Boletín de la Sociedad
Geográfica número 66, p. 97, 1943. Vale la pena recordar que Uhle también buscó la polémica
al tratar de mostrar, y con razón, una visión académica de lo que Posnansky decía; quizás el
caso extremo fue cuando presentó su trabajo «Los jeroglíficos de la portada de Tiahuanaco»
en el XXV Congreso Internacional de Americanistas de La Plata, vol.n , pp. 199-220.1932.

34. «La obra de Phelipe Guarnan Poma de Ayala, Primer Nueva Crónica y Buen Gobierno»,
Boletín de la Sociedad Geográfica números 63 a 65, La Paz, 1941 -3. También como libro
publicado por el Instituto Tihuanacu de Antropología, Etnología y Prehistoria, La Paz, 1944, y
por la Sociedad Geográfica en 1945.

35. En «Quiénes eran los incas…», 1922, pp. 136.

36. Juan Comas, «Notas bibliográficas», América Indígena, vol. ni, número 1, pp, 91-94,
México, 1943, y Herbert Passim, «Some recents materials on indian and negro education»,
Acta Americana, vol. 1, número 3, pp. 418-420,1943.

37 Por ejemplo vease a Walter Ramírez, «criticas de criticas», Boletín de la Sociedad


Geográfica número 67, pp. 108/9, La Paz. 1944.

38. En «Quiénes eran los incas…», 1922.


39. Posnansky sólo llegó a ver publicados los dos primeros tomos, los otros dos quedaron por
la mitad a su muerte y mucho más tarde fueron impresos por el gobierno en su homenaje.

40. Es un extraño y casi inencontrable folleto publicado por él en La Paz en 1911.

41. La película no ha podido ser hallada y de existir es de importancia para la historia de la


arqueología americana por la fecha para este tipo de registros.

42. Este viaje también fue una aventura perlas dificultades para remontar ese río que casi no
trae agua; el barco fue di senado especialmente por él para tener un calado mínimo.

43. Posnansky había enviado varios memoriales al gobierno proponiéndole alternativas para la
paz que no fueron escuchadas. Aquí intentó mostrar que sus propuestas, aunque implicaban
ceder terreno, era menos de los que se perdió con la guerra.

44. En La hora futura, 1919, La Paz. En realidad, es un pedido de establecer campos de


exterminio al más puro estilo nazi, incluso antes de que ellos los establecieran. Si bien esta
idea está presente en algunos trabajos de la época, más adelante nunca volvería a hablar de
ello, por lo menos de esa forma brutal.

45. Hacia un irracional y anticuado comunismo que retrogradaría la cultura humana quinientos
años, o hacia el Racionalismo Social que dará al hombre lo que el hombre necesita y exige
para vivir dignamente, Instituto Tihuanacu de Antropología, Etnología y Prehistoria, La Paz.
1932.

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