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El grueso de lo que consideramos la influencia marxista en la historiografía ha

sido sin duda marxista vulgar en el sentido que hemos descrito antes. Consiste en la
especial atención que se presta en general a los factores económicos y sociales de la
historia que han dominado desde el fin de la segunda guerra mundial en todos los
países excepto en una minoría (por ejemplo, hasta hace poco la Alemania Occidental y
los Estados Unidos) y que continúan ganando terreno. Debemos repetir que esta
tendencia, aunque sin duda es principalmente fruto de la influencia marxista, no tiene
ninguna conexión especial con el pensamiento de Marx.

Es casi seguro que el efecto principal que las ideas específicas del propio Marx
han tenido en la historia y en las ciencias sociales en general es el de la teoría de «la
base y la superestructura», es decir, el de su modelo de sociedad compuesta de
diferentes «niveles» que interactúan. No hay necesidad de aceptar la jerarquía de
niveles o el modo de interacción del propio Marx (en la medida en que lo haya
proporcionado) (9) para que el modelo general sea valioso. A decir verdad, ha sido
muy bien acogido de forma general como aportación valiosa incluso por los no
marxistas. El modelo específico de desarrollo histórico de Marx —que incluye el papel
de los conflictos de clase, la sucesión de formaciones socioeconómicas y el mecanismo
de transición de una a otra— ha seguido siendo mucho más controvertido, incluso, en
algunos casos, entre los marxistas. Está bien que sea objeto de debate y, en
particular, que se le apliquen los criterios habituales de verificación histórica. Es
inevitable que se abandonen algunas de sus partes por estar basadas en datos
insuficientes o engañosos, por ejemplo en el campo del estudio de las sociedades
orientales, donde Marx combina una profunda visión interior con suposiciones
erróneas, como en lo que se refiere a la estabilidad interna de algunas de tales
sociedades. No obstante, el presente artículo sostiene que el principal valor de Marx
para los historiadores de hoy reside en sus afirmaciones sobre la historia y no en sus
afirmaciones sobre la sociedad en general.

La influencia marxista (y marxista vulgar) que hasta ahora ha sido más eficaz
forma parte de una tendencia general a transformar la historia en una de las ciencias
sociales, tendencia a la que algunos se resisten con mayor o menor sutileza pero que
indiscutiblemente es la predominante en el siglo XX. La principal aportación del
marxismo a esta tendencia en el pasado ha sido la crítica del positivismo, esto es, de
los intentos de asimilar el estudio de las ciencias sociales al de las naturales, o lo
humano a lo no humano. Esto entraña el reconocimiento de las sociedades como
sistemas de relaciones entre seres humanos, de las cuales las que se establecen para
fines de producción y reproducción son principales para Marx. También entraña el
análisis de la estructura y el funcionamiento de estos sistemas como entes que se
mantienen, tanto en sus relaciones con el entorno exterior —no humano y humano—
como en sus relaciones internas. El marxismo está muy lejos de ser la única teoría
estructural-funcionalista de la sociedad, aunque tiene buenos motivos para que se le
considere la primera de ellas, pero difiere de la mayoría de las demás en dos cosas.
Insiste, en primer lugar, en una jerarquía de fenómenos sociales (como, por ejemplo,
la «base» y la «superestructura»), y, en segundo lugar, en que en toda sociedad
existen tensiones internas («contradicciones») que contrarrestan la tendencia del
sistema a mantenerse como empresa en marcha (10).

La importancia de estas peculiaridades del marxismo está en el campo de la


historia, pues son ellas las que le permiten explicar —a diferencia de otros modelos
estructurales-funcionales de la sociedad— por qué y cómo las sociedades cambian y se
transforman: dicho de otro modo, los hechos de la evolución social (11). La inmensa
fuerza de Marx ha radicado siempre en su insistencia tanto en la existencia de
estructura social como en su historicidad o, dicho de otra manera, su dinámica interna
de cambio. Hoy día, cuando se acepta generalmente la existencia de sistemas sociales,
pero a expensas de su análisis ahistórico, cuando no antihistórico, la especial atención
que presta Marx a la historia como dimensión necesaria es tal vez más esencial que
nunca.

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