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Freud lo dice en estos términos: “habría que ocuparse de la posibilidad de que haya algo en la naturaleza de la pulsión
sexual misma desfavorable al logro de la satisfacción plena”. Una vez establecida la dificultad, el maestro vienés sitúa los
dos factores responsables: en primer lugar, “el objeto definitivo de la pulsión sexual ya no es nunca el originario, sino
sólo un subrogado de éste”; y, en segundo lugar, “la pulsión sexual se descompone al principio en una gran serie de
componentes no todos los cuales pueden ser acogidos en su conformación ulterior, sino que deben ser sofocados antes
o recibir otro empleo”. Estos dos factores, entonces, son los responsables de la desarmonía estructural de la pulsión
sexual. En este texto Freud alude a la relación del bebedor con el vino sosteniendo un contrapunto entre dicha relación y
la entablada entre el amante y su objeto sexual. “Bockling por ejemplo, acerca de su relación con el vino: suenan a la más
pura armonía”. Subrayo la palabra armonía pues se opone a todo el resto del contenido del artículo. Freud pone de relieve
todo el tiempo lo disarmónico, la no complementariedad, la falta de objeto que satisfaga plenamente a la pulsión.
En Pulsiones y destino de pulsión, Freud define al objeto como lo más variable de la pulsión y a ésta como una fuerza
constante. Articulando ambos conceptos, Freud arriba a la conclusión que sostiene la imposibilidad de la satisfacción
pulsional plena. La satisfacción se producirá en el circuito mismo y siempre conllevará una cuota de insatisfacción. La
serie de distintos objetos facticos del mundo vendrán a ocupar el lugar vacío del objeto de la pulsión funcionando de esta
manera como señuelos que re-marcan lo que Freud denomina la distancia entre el placer esperado y el encontrado. Lacan
profundizará su indagación acerca del estatuto del objeto de la pulsión sexual. El objeto perdido freudiano se convertirá
en el “objeto eternamente faltante”. “La pulsión puede satisfacerse sin haberse alcanzado aquello que, desde el punto
de vista de una totalización biológica de la función, satisface supuestamente su fin reproductivo, precisamente porque es
pulsión parcial y porque su meta no es otra que ese regreso en forma de circuito”. Lacan recurre al idioma inglés a los
fines de designar los dos sentidos que puede tomar el término meta: ellos son: aim, el trayecto, y goal, la persecución del
objeto, su búsqueda. Junto con estos dos términos Lacan ubica dos más: bord, la fuente para Freud, la zona erógena
constituida como tal desde la demanda del y al Otro, y “a”, el objeto falta, que no es otra cosa que la presencia de un
vacío. El sujeto aparece sólo si la pulsión llega a cerrar este trayecto circular que recorta, al contornearlo, el lugar faltante
del objeto, o mejor dicho, el lugar del objeto faltante. Si Lacan arriba más tardíamente a su fórmula “no hay relación
sexual” es en virtud del estatuto que le otorga al objeto. Y es, precisamente, este “objeto eternamente faltante” aquel
que, al tiempo que define el ser del sujeto en término de falta en ser, sostiene y causa el deseo. El psicoanálisis cuestiona
cualquier ideal que profese el completamiento, la adecuación entre el sujeto y un objeto que lo colme. Por el contrario,
apunta a lo real de la carencia en ser –que el dispositivo analítico mismo permite bordear- con el propósito de propiciar
la emergencia del sujeto y el relanzamiento de su deseo.