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VETERE, E.

BRINDO POR LAS MUJERES


Abraham nos aporta coordenadas básicas e insoslayables a los fines de realizar un abordaje inicial del alcoholismo:
propone abocarse a la indagación del factor individual – que a partir de Lacan llamaremos subjetivo- analizando dicho
factor a partir del anudamiento entre alcoholismo y la sexualidad. Un sujeto con problemas de alcoholismo tendrá
entonces, a su disposición, discursos que “lo dicen” alcohólico, que lo incluyen en el conjunto de los alcohólicos, sin reparar
en la singularidad de cada quien. Algunos abordajes terapéuticos trabajan con el signo; en estos casos la palabra alcohol,
si bien no deja de participar de las leyes del lenguaje, nombra al sujeto pero no lo representa. El signo no hace más que
etiquetar, rotular, otorgando un ser al cual el sujeto se aliena quedando éste atrapado en un “soy alcohólico”. El
psicoanálisis es un dispositivo más de lo social pero que ofrece una propuesta diferente: trabajar con el significante y con
su incidencia en lo real del goce, es decir, con la singularidad del sujeto.

ALCOHOLISMO Y SEXUALIDAD: EL PLANTEO FREUDIANO.

Freud lo dice en estos términos: “habría que ocuparse de la posibilidad de que haya algo en la naturaleza de la pulsión
sexual misma desfavorable al logro de la satisfacción plena”. Una vez establecida la dificultad, el maestro vienés sitúa los
dos factores responsables: en primer lugar, “el objeto definitivo de la pulsión sexual ya no es nunca el originario, sino
sólo un subrogado de éste”; y, en segundo lugar, “la pulsión sexual se descompone al principio en una gran serie de
componentes no todos los cuales pueden ser acogidos en su conformación ulterior, sino que deben ser sofocados antes
o recibir otro empleo”. Estos dos factores, entonces, son los responsables de la desarmonía estructural de la pulsión
sexual. En este texto Freud alude a la relación del bebedor con el vino sosteniendo un contrapunto entre dicha relación y
la entablada entre el amante y su objeto sexual. “Bockling por ejemplo, acerca de su relación con el vino: suenan a la más
pura armonía”. Subrayo la palabra armonía pues se opone a todo el resto del contenido del artículo. Freud pone de relieve
todo el tiempo lo disarmónico, la no complementariedad, la falta de objeto que satisfaga plenamente a la pulsión.

ALGUNAS PUNTUALIZACION ACERCA DE LA ESTRUCTURA DE LA PULSION SEXUAL.

En Pulsiones y destino de pulsión, Freud define al objeto como lo más variable de la pulsión y a ésta como una fuerza
constante. Articulando ambos conceptos, Freud arriba a la conclusión que sostiene la imposibilidad de la satisfacción
pulsional plena. La satisfacción se producirá en el circuito mismo y siempre conllevará una cuota de insatisfacción. La
serie de distintos objetos facticos del mundo vendrán a ocupar el lugar vacío del objeto de la pulsión funcionando de esta
manera como señuelos que re-marcan lo que Freud denomina la distancia entre el placer esperado y el encontrado. Lacan
profundizará su indagación acerca del estatuto del objeto de la pulsión sexual. El objeto perdido freudiano se convertirá
en el “objeto eternamente faltante”. “La pulsión puede satisfacerse sin haberse alcanzado aquello que, desde el punto
de vista de una totalización biológica de la función, satisface supuestamente su fin reproductivo, precisamente porque es
pulsión parcial y porque su meta no es otra que ese regreso en forma de circuito”. Lacan recurre al idioma inglés a los
fines de designar los dos sentidos que puede tomar el término meta: ellos son: aim, el trayecto, y goal, la persecución del
objeto, su búsqueda. Junto con estos dos términos Lacan ubica dos más: bord, la fuente para Freud, la zona erógena
constituida como tal desde la demanda del y al Otro, y “a”, el objeto falta, que no es otra cosa que la presencia de un
vacío. El sujeto aparece sólo si la pulsión llega a cerrar este trayecto circular que recorta, al contornearlo, el lugar faltante
del objeto, o mejor dicho, el lugar del objeto faltante. Si Lacan arriba más tardíamente a su fórmula “no hay relación
sexual” es en virtud del estatuto que le otorga al objeto. Y es, precisamente, este “objeto eternamente faltante” aquel
que, al tiempo que define el ser del sujeto en término de falta en ser, sostiene y causa el deseo. El psicoanálisis cuestiona
cualquier ideal que profese el completamiento, la adecuación entre el sujeto y un objeto que lo colme. Por el contrario,
apunta a lo real de la carencia en ser –que el dispositivo analítico mismo permite bordear- con el propósito de propiciar
la emergencia del sujeto y el relanzamiento de su deseo.

CONSIDERACIONES FINALES: EL ALCOHOLISMO COMO SEUDO-PULSION.


El alcoholismo en tanto modalidad de goce se presenta como una “seudo-pulsión”, es decir, a partir de la fosilización de
un objeto dentro del circuito pulsional, éste queda interrumpido, y, por ende, el Otro es excluido. El trayecto de la pulsión
sexual que constituye su meta y produce el recorte de un vacío a partir del cual el sujeto deseante puede emerger, se
detiene. Con este bloqueo del recorrido pulsional el sujeto se sitúa al resguardo de la castración puesta en juego en la
obtención de cualquier goce que pase por el cuerpo del Otro. Se efectúa la creación de una masa narcisista que neutraliza
el efecto traumático ligado a la aparición de la falta y que otorga una función de estabilidad al yo. Dicho equilibrio yoico
es precario y a costa del sujeto mismo. A través de estas “formaciones narcisistas” alguien puede imaginarse siendo uno,
sin escisión. Dichas formaciones aparecen cuando otra formación radicalmente diferente, del inconsciente, a saber, el
síntoma, fracasa. Este último, constituye al mismo tiempo un recurso que posibilita la transferencia y con ella invita a su
desciframiento. En cambio, las formaciones narcisistas al dar consistencia al yo, aplastan toda posibilidad de
interrogación subjetiva. Freud plantea que, a diferencia de la relación del amante con su objeto sexual, el vínculo entre
el bebedor y el vino suena a la más pura armonía, el arquetipo de un matrimonio dichoso, diré que dicha armonía no es
más que un modo de nombrar ese equilibrio yoico precario mediante el cual el alcoholista pretende tolerar un sufrimiento
intolerable. La armonía entonces aparece como una forma de decir, y al mismo tiempo, de no querer saber lo que ella
esconde: la desarmonía estructural y estructurante de todo sujeto hablante. El alcoholismo se presenta como una
pseudo pulsión que comporta en definitiva una modalidad de borramiento de la falta, una forma de desconocimiento
de las consecuencias que acarrea la carencia en ser de la división subjetiva. El “yo soy alcohólico” constituye entonces
una “coartada toxica” que implica un apartamiento de la confrontación con la castración del Otro. El trabajo analítico
durante las entrevistas preliminares consistió fundamentalmente en construir un espacio donde la palabra del paciente
pueda desplegarse. Así, fue posible significar dos momentos diferentes en relación al lugar y la función de la práctica
adictiva en su vida relacional y sexual. Un camino hacia la elaboración de una demanda propia por parte del paciente se
abre, condición de posibilidad para que un verdadero análisis pueda realizarse. Sin dejar de escuchar cuál es en definitiva
su búsqueda, se tratará entonces de proponer otra, la del sujeto, perdido en su ser de objeto, y de ensayar una dirección
analítica capaz de encontrarlo.

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